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Capacitación Básica en Prevención de Adicciones

Módulo 1 – Bibliografía Sugerida

MANUAL EN PREVENCIÓN

CONSTRUCCIÓN COLECTIVA

HACIA UN ABORDAJE INTEGRAL EN EL USO PROBLEMÁTICO DE SUSTANCIAS

Desde dónde mirar la problemática


“Estrictamente hablando, la cuestión no es cómo ser curado, sino cómo vivir”
Joseph Conrad

“Problemáticas de consumo”: otra forma de nombrar un cambio de fondo


En distintos momentos históricos, las adicciones han sido consideradas como “enfermedad”,
desviación, vicio, transgresión… Así, a lo largo del tiempo los “adictos”, han tenido que ser
curados o “vueltos a la normalidad”, según el modelo hegemónico en cada época.
A partir de 2008, el Estado Nacional ha iniciado un proceso de modificación en las políticas
de drogas desde una perspectiva social y sanitaria que reestablece las competencias de los
diferentes ministerios en el abordaje sobre los usuarios de drogas, priorizando el enfoque de
derechos y la promoción de ciudadanía.
Estas modificaciones intentan alejarse del modelo (aún vigente en determinados sectores
sociales) basado en una corriente abstencionista / prohibicionista que, desde un discurso
atemorizante y sostenido en los efectos negativos y mortíferos de la sustancia, brega por
una sociedad “libre de drogas”.
La complejidad del problema que nos convoca y las diferentes dimensiones que abarca,
plantea la necesidad de un enfoque interdisciplinario que conjugue la dimensión subjetiva y
social del problema, apoyándose en las significaciones y representaciones sociales respecto
de los usuarios.
Algunos medios de comunicación y discursos políticos suelen ocuparse de esta situación
como “el problema de las drogas”. Pero no se trata tanto de “saber sobre las drogas” como
de saber los por qué y para qué cada persona elige alguna sustancia, en qué momento de su
vida lo hace y en cuál ese consumo es leído como problemático, y por quién.

El lugar de la sustancia
Las prácticas que hicieron foco en la sustancia como objeto-causa de la problemática del
consumo, mostraron su deficiencia e iatrogenia1. Por esta razón haremos hincapié en el
estudio de la relación sujeto-objeto. Es desde esta lógica que podremos dar lugar a la
pregunta sobre los deseos, goces, angustias, inhibiciones, síntomas, sueños, frustraciones,

1
En medicina se llama iatrogenia a cualquier tipo de alteración dañina del estado del paciente producida
por el médico. Se deriva de la palabra iatrogénesis que tiene por significado literal ‘provocado por el
médico o sanador’ (iatros significa ‘médico’ en griego, y génesis: ‘crear’).
privaciones de nuestros consultantes. Es decir, tomaremos el consumo de sustancias como
un elemento clínico sumamente importante, pero no para cuantificarlo, demonizarlo o
prohibirlo, sino para que sea la vía regia que nos lleve hacia la pregunta sobre el lugar que
ocupa el consumo en la vida de las personas; y desde allí, investigar cuál es la intervención
clínica que conviene realizar.
Correr del centro de la escena a la sustancia implica dar lugar a la palabra, al decir del
consultante. Es el decir el que nos dará el material que necesitamos para elaborar un
diagnóstico (psicosis, neurosis o perversión) que nos permita una dirección de la cura,
consensuada y articulada con todo el equipo interviniente en el caso. Por lo tanto, la escucha
será lo que determinará si es necesaria una internación; por cuánto tiempo lo sería y de qué
tipo; si hace falta citar a algún familiar que no concurrió; si conviene que algún familiar no se
presente; si tenemos que proponer una actividad grupal o es contraindicado en ese
momento; si hay que acordar una cita diaria o más espaciada. En definitiva, toda indicación
debe responder a la lógica del caso.
Es a partir de esta conceptualización que pasamos de la entrada por la especificidad de los
pacientes- usuarios de sustancias, a la complejidad de la clínica del caso por caso. Dicho
pasaje de lo general a lo particular, implica una dirección ética. Cada usuario debe tener la
posibilidad de ser escuchado en su padecer como sujeto, y no quedar subsumido a las
sombras del objeto que consume, porque es así como se presentan mayormente.
Esta forma de pensar la clínica nos dará un gran abanico de posibilidades de intervención y
relanzará la escucha en base a los obstáculos del caso. También librará al personal tratante
de los callejones sin salida a los que llevaron las prácticas basadas en el abstencionismo; y,
consecuentemente a los pacientes dado que, al no ser sometidos a un ideal inalcanzable de
abstinencia al que deberían llegar, tendrán la posibilidad ante un consumo compulsivo de
arribar a la dimensión de la pregunta por el sujeto del inconsciente.
Se trata de correr el eje de la moral y la concomitante culpa (que en general circula de la
madre, al paciente, al padre, al psicólogo…) para abrir el juego hacia las razones y las
posibilidades de mejorar la vida de las personas.

Subjetividad y adicciones
El mundo globalizado ofrece una gran cantidad de objetos de consumo para intentar llenar
vacíos, calmar angustias, apaciguar aburrimientos. Lejos del vínculo social como fin en sí
mismo, hoy lo importante pasa a ser tener algún beneficio determinado por lo que
establecen las leyes del mercado.
El individualismo predominante en la actualidad no es la defensa del individuo sino su
transformación en objeto de consumo. Si la crítica clásica a la sociedad de consumo permitió
revelar la condición fetiche de las mercancías, en la sociedad presente es al mismo ser
humano al que se lo ha llevado a la condición de fetiche: uno vale por lo que representa y no
por lo que es.
Representar un papel acorde con la cultura dominante es el único requisito de existencia; ya
no solamente en el espacio público, sino también en la vida privada e íntima. En este
contexto hablar de adicciones nos resulta, al menos, dificultoso. Preferimos hablar de
“personas que consumen alguna sustancia”.
Según el diccionario “adicción” es el hábito de quien se deja dominar por el uso de alguna o
algunas drogas tóxicas; es sinónimo de asignación, entrega, adhesión. Resulta claro que
desde esta óptica el acento está puesto en el objeto, la droga; y en la relación que, se
supone, el sujeto establece con ella: de sumisión e imposibilitado para decidir sobre sus
actos. No se tienen en cuenta las coordenadas que en la vida de alguien pueden funcionar
como determinantes, ni las razones que una persona pudiera tener para llevar adelante
dicho acto. Por esto preferimos decir que trabajamos con personas a las que por algún
motivo la vida se les ha complicado, y no con adicciones.

Preguntas, respuestas, preguntas

Nos atraviesan algunas preguntas:

*¿Por qué razones alguien se encuentra, en determinado momento de su vida, con un modo
de consumir que se vuelve fatídico?

*¿Qué le pasó?

*¿Cómo llegó hasta ahí?

*¿Qué le produce consumir esa sustancia? ¿Lo despierta? ¿Adormece algún dolor? ¿Lo hace
visible a los ojos del Otro? ¿Le sugiere cierta independencia? ¿Lo anima?

Interminables preguntas… cuya formulación tiene por objetivo que el sujeto hable y
encuentre alguna respuesta. La única certeza que tenemos es que el consumo tiene una
causa y una historia, y que las personas no sufren por cualquier cosa. El asunto no se
agota en pedirle a alguien que deje de consumir como si ese acto fuera un hecho aislado y
por fuera de una estructura psíquica, familiar y social.

Podemos quedarnos con las respuestas que se escuchan todos los días:

*Consumir hace mal a la salud.

*No hay que drogarse.

*El paco mata.

*Drogas es igual a Pobreza que es igual a Delincuencia.

*Drogas es igual a Violencia.

O proponer otras preguntas…

¿Acaso no consumimos todos algún objeto que nos libera un rato de la incertidumbre de
estar vivos y que nos da un poco de felicidad?

Claro, puede ser que eso sea un celular, un chocolate, un libro. Habría que ver si estos otros
objetos están al alcance de todos. ¿Y si alguien pudiera únicamente acceder a la droga?

Sí, el consumo de paco puede ocasionar la muerte. Pero no de cualquiera sino de quien
además no comió, no durmió, no tiene ningún Otro que lo distraiga de ese goce mortífero.

Y como si esto fuera poco en principio debe estar vivo… ¿Está vivo un chico que no va a la
escuela, que su familia se ha desmembrado, que no tiene ninguna referencia social donde
incluirse y que le de existencia? ¿De qué vidas y de qué muertes hablamos?
¿Los ricos no consumen drogas? ¿Todos los que consumen drogas delinquen? ¿Todos los
delincuentes son drogadictos?

La droga genera violencia. La falta de inclusión, ¿no? Que alguien no tenga un proyecto,
¿no? ¿Acaso degradar el malestar de la gente a una sustancia no es violencia?

Cada quien decidirá en que lugar se posiciona, nosotros preferimos el de las preguntas que
incluyen a un sujeto para el armado de cada respuesta, y no el de las frases trilladas que nos
dejan afuera a todos. Preferimos preguntarle a alguien cómo vive, cómo ama, por qué sufre,
con quienes cuenta, y no cuánto consume.

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