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RESUMEN
CAPÍTULO 9 Y 10
COD. 201814302
COMERCIO EXTERIOR
ADMINISTRACIÓN DE EMPRESAS
UNIVERSIDAD PEDAGÓGICA Y TECNOLÓGICA DE COLOMBIA
SOGAMOSO
2022
CAPÍTULO 9 CRECIMIENTO ECONÓMICO EN EL SIGLO XX
Una característica del crecimiento colombiano es su baja volatilidad relativa, inferior a las
de las tres grandes economías latinoamericanas. La tendencia de largo plazo del crecimiento
es descendente, especialmente en el período 1925-1950 cuando la Gran Depresión y la
Segunda Guerra Mundial ralentizan la economía. El crecimiento del PIB real se acerca al 5%
en el cuarto de siglo siguiente, pero el crecimiento de la población es tal que cae
relativamente el PIB por habitante. La crisis de la deuda latinoamericana durante los ochenta
incidió en frenar el crecimiento de Colombia, aunque fue la economía menos afectada de la
subregión.
El crecimiento se hace menor cuando la inversión cae como proporción del producto o la
productividad de todos los factores, es decir la eficiencia en la asignación y uso de los
recursos, se estanca. El crecimiento es afectado también por la dinámica del comercio
internacional del país y de los términos de intercambio con el resto del mundo.
Brasil tiene un fuerte crecimiento después de entrar al siglo XX como uno de los países
latinoamericanos más pobres, mientras que el resto de países gravita alrededor de crecer 5
veces sus PIB por habitante durante el siglo XX. Una explicación intuitiva de este
crecimiento similar es que la ausencia de sólidas democracias, que se construyeron
penosamente sobre un legado absolutista, no pudo escapar a la inestabilidad política y al
surgimiento de corrientes populistas, al cambio frecuente de las reglas de juego para los
agentes económicos, a problemas con la eficiencia de la justicia y a episodios de pérdida de
los equilibrios macroeconómicos fundamentales. Dictaduras de extrema derecha o de
carácter populista ejecutaron políticas públicas imprudentes que frenaron el crecimiento de
largo plazo o que lo hicieron colapsar. Una comparación con el desarrollo de los Estados
Unidos informa que el crecimiento de Colombia fue más alto durante el siglo XX que el de
la economía más rica y sólida del mundo.
En el crecimiento que tienen los diversos países durante la primera mitad del siglo
XX, caracterizado por el cerramiento de las economías frente al globo es notoria la
divergencia entre Estados Unidos, Europa y Asia. Aunque se trata de un progreso, el orden
de magnitud es pequeño y no puede considerarse como suficiente para un crecimiento
económico rápido y sostenido durante el siglo XX o sea que políticas más proactivas a favor
de las exportaciones hubieran generado un mayor crecimiento económico para Colombia que
el efectivamente obtenido. Otro factor a tener en cuenta en torno al crecimiento de largo plazo
es el de las políticas macroeconómicas. Un índice de sufrimiento macroeconómico, donde se
suman inflación y desempleo pero se le resta el crecimiento logrado, permite apreciar que las
políticas públicas, en particular la monetaria y fiscal generalmente expansivas, crearon
excesos inflacionarios que no contribuyeron a reducir el desempleo.
Las crisis de la deuda en los años ochenta y la crisis financiera de final de siglo ralentizaron
la economía, treparon el desempleo y redujeron el crecimiento.
Así las cosas, las políticas macroeconómicas fueron inconvenientes para el empleo y el
crecimiento se redujo secuencialmente durante los últimos 25 años del siglo XX.
Para la historia colombiana del siglo XX, el tamaño del Estado se sostuvo bastante por debajo
del 10% del PIB hasta la última década del siglo, cuando se duplicó. Sin embargo, puede
hablarse también de que hubo insuficiencia de Estado puesto que no garantizó la seguridad
ni un sistema de justicia que afirmaran y legitimaran los derechos de propiedad y las
inversiones de capital, algo que se hizo evidente a fines del siglo XX con el terrorismo
desatado por los carteles del narcotráfico y por la insurgencia. El crecimiento también es un
resultado de la inversión que acometen el sector privado y el público, lo cual a su vez depende
del ahorro generado internamente y el que es provisto por el resto del mundo a través de
créditos o de inversión extranjera directa. A su vez, las oportunidades de inversión surgen
tanto de las oportunidades que brinda el crecimiento del mercado interior como el de las
exportaciones.
Existe la aceptada visión de que el país adopta la protección después de la crisis de 1929
como incentivo para la industrialización por sustitución de importaciones , algo que no se
compadece con los datos de la serie que se muestra en la gráfica 3, explicación que no tiene
en cuenta la economía política de la tributación. Las políticas de apertura iniciadas en 1974
son retrotraídas, primero por un paro nacional que paraliza al país en 1977, pero después con
la crisis de los ochenta, así que la apertura tiene que esperar hasta los años noventa. Se deben
agregar las barreras no arancelarias que fueron un impedimento mayor al comercio que los
mismos aranceles y que a partir de 1931 incluyen listas de prohibida importación, licencias
previas, cuotas y restricciones fitosanitarias. Es por todas estas prácticas que se puede
caracterizar al régimen de comercio exterior colombiano como altamente represivo.
La menor productividad que genera la senda proteccionista, resultado entre otros de los
escasos incentivos a introducir cambio técnico, y las limitaciones del mercado
interior, deformado por una distribución muy desigual de la renta, van agotando las
posibilidades de crecimiento de la economía. Los desequilibrios en la balanza de pagos
reflejan la escasez de exportaciones y, a su vez, crean presiones inflacionarias que estallan
en crisis financieras cuando se precipitan devaluaciones calamitosas. Las frecuentes
devaluaciones reales encarecen la formación de capital fijo y exigen mayores tasas de
ahorro, lo que en últimas reduce la tasa de crecimiento de la economía. Las devaluaciones
desatadas en 1959 y en la década de los sesenta y los incentivos introducidos de 1968 en
adelante –la devaluación gradual del peso, los descuentos tributarios a los exportadores y la
libre importación de insumos destinados a la exportación–, contribuyen todos a la
diversificación aludida y a aumentar la participación de las exportaciones en el producto.
Un déficit en cuenta corriente significa que el país recurre al ahorro externo para financiar su
inversión y su gasto público, lo que lo hace vulnerable a un cambio de condiciones, como
una caída de los precios de sus exportaciones. Por lo demás, el endeudamiento externo en
medio de una bonanza no hace más que aumentar la revaluación de la moneda, perjudicando
a la economía que produce bienes transables.
De ahí prácticamente hasta 1959 hay una revaluación que dificulta otras
exportaciones, inclusive tradicionales, como había sido el banano y que ha llevado a Adolfo
Meisel a afirmar que el alto precio y volumen de las exportaciones cafeteras generaron
enfermedad holandesa, entendida como una renta de exportación que reduce los ingresos de
los exportadores distintos al que genera la renta. Hay que agregar que el régimen represivo
de comercio agravó la revaluación y así mismo dificultó emprender nuevas
exportaciones. Sin embargo, los modelos de comercio no pueden diferenciar claramente
entre las distintas fuentes que afectan la tasa de cambio. Otras instancias de enfermedad
holandesa han surgido con las exportaciones de drogas ilegales, que fueron importantes en
los años ochenta, y con las de petróleo y carbón, como se registra entre 1994 y 1999 y entre
2004 y 2013 en forma bastante intensa, aunque la liberación del comercio ha sido sustancial
y será mayor en la medida en que entren a operar plenamente los tratados de libre comercio
con las grandes economías del mundo, Estados Unidos y Europa.
La autarquía generalizada que genera la Gran Depresión es fatal para los términos de
intercambio del país. En términos generales, si los precios de exportación son crecientes, y
descendentes los de las importaciones, el tipo de cambio tenderá a apreciarse y al
contrario, como aparece con mayor frecuencia durante el siglo XX, los bajos precios de
exportación explican la devaluación real del peso colombiano.
1990 y 2012 se da un nuevo auge de los precios del carbón y el petróleo. Sin embargo, el
fuerte crecimiento mundial, en particular el de la China y el de la India a fines del siglo XX
y en la primera década del siglo XXI han creado una situación estructural distinta, en la que
los precios de las materias primas han tendido a elevarse, lo cual es especialmente cierto con
respecto a los combustibles. En suma, la reducción gradual de los aranceles a lo largo de la
segunda mitad del siglo XX incentivó las importaciones que desataron presiones hacia la
devaluación del peso que es otro de los factores subyacentes que determinan el
comportamiento de largo plazo de la tasa de cambio. Las presiones revaluacioncitas
surgieron del flujo de capital que se divide entre endeudamiento externo del sector privado y
del sector público e inversión extranjera.
Hoy en día, existe libre comercio con México que ha beneficiado sus exportaciones
industriales, en especial las de la rama automotriz, sin que Colombia se haya beneficiado de
manera similar. En 1996 también Estados Unidos hizo concesiones unilaterales a los países
afectados por la guerra a las drogas, el llamado APTDEA que redujo los aranceles a 0 de
cerca de 1000 posiciones arancelarias durante un término de 10 años, con lo cual Colombia
logró consolidar sus exportaciones de flores y manufacturas a ese país. Aunque el tratado
implicaba costos para algunos sectores productivos del país de cultivos transitorios y la
avicultura, y extendía el poder de las firmas productoras de fármacos sobre sus
patentes, encareciendo los de última generación, también consolidaba de manera permanente
los nichos conquistados por las exportaciones de textiles, confecciones, marroquinería, flores
y abría espacios para el azúcar, etanol, aceite de palma africana, piscicultura y ampliaba el
universo de arancel cero para el país. México, Chile, Perú y Colombia, como contrapeso a la
alianza del socialismo del siglo XXI, en la que confluyen Mercosur y otras alianzas políticas
entre Venezuela, Argentina, Uruguay, Brasil, Bolivia y Nicaragua, obviamente jalonada por
Brasil.