A MÍ NO ME GUSTA LA SOCIOLOGÍA DEL ARTE NI LA TEORÍA INSTITUCIONAL, PERO EN
TIEMPOS COMO ESTOS NO QUEDA DE OTRA…
UN DIAGNÓSTICO SOBRE LAS DINÁMICAS INSTITUCIONALES DEL ARTE CUBANO
CONTEMPORÁNEO
HAMLET FERNÁNDEZ
En Cuba llevamos casi 6 meses de aislamiento social, los espacios expositivos y
las instituciones permanecen cerradas, los eventos cancelados o pospuestos, etc., pero las preguntas que lanzaré se remiten al periodo inmediatamente anterior a la pandemia: ¿qué es de la existencia de galerías, un tanto periféricas pero que siempre han jugado cierto papel en la escena habanera, como la Teodoro Ramos del Cerro, la Servando Cabrera de Playa, la Fayad Jamís de Alamar, la Mariano Rodríguez de la Villa Panamericana o la Carmelo González en la Casa de la Cultura de Plaza en la calle 8 del Vedado? ¿Y qué es de la vida de un centro como Luz y Oficio (Centro Provincial de Artes Plásticas y Diseño), con tanta relevancia en la década del noventa, y que mantuvo un trabajo visible durante los primeros 15 años de este siglo? ¿Alguien sabe quién dirige esos espacios, quiénes son sus especialistas, cuáles son sus líneas de trabajo, sus propuestas, etc.? Quizás sea ignorancia mía, pero yo no lo sé. Ahora voy subiendo un poco la parada. Además de Caridad Blanco y Tania Parson , ¿cuánt@s curadores e investigadores con cierto reconocimiento y experiencia quedan en el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales (CDAV)? Escuché decir que Gretel Medina se había marchado también, lo cual es lamentable. Y, por lo menos yo, no tengo ni idea de quién es el director del CDAV; quizás, de nuevo, sea ignorancia mía, pero así y todo, poniendo por delante como duda razonable mi ignorancia, pienso que es legítimo preguntar: ¿cuáles son los méritos profesionales, como investigador, crítico o curador en el campo de las artes visuales, de la persona que ha sido designada para dirigir dicha institución? Si alguien los conoce me puede aleccionar, sin piedad, no hay problema. Y lo mismo se pudiera preguntar sobre dos, tres o cuatro instancias de dirección más, de instituciones que deciden la suerte tanto promocional como comercial del arte cubano contemporáneo. Continúo ascendiendo: ¿qué puedo preguntar sobre la salud de la Bienal de La Habana que no haya sido ventilado ya? No me encontraba en Cuba en su última edición (la número 13), por lo que no puedo emitir un juicio personal al respecto, pero por lo que me han contado fue tan infinita la posibilidad planteada que no llegaron a pensar ni a concretar nada mínimamente decente. La “peor Bienal de la historia”, “un asco”, me han dicho colegas por ahí; gente con criterio, gente seria que no habla por hablar – advierto–. Elvia Rosa Castro hasta concluyó en un texto que fue como si no hubiera habido Bienal. La convocatoria inicial de Dannys Montes de Oca fue torpedeada, censurada al fin y al cabo. Dannys renunció, y Chicho fue nombrado director ejecutivo del evento internacional más importante de las artes visuales en Cuba. Como colofón, el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam estuvo sin liderazgo directivo una buena temporada, hasta que Nelson Ramírez de Arellano fue llamado a ocupar el cargo. Nelson aceptó. Se le acaba de hacer una gran exposición personal de fotografías y esculturas a Adrián Fernandez. Vamos a ver si el Lam levanta. Si dejan trabajar a Nelson. Si los artistas cubanos, incluso los que aún no tienen carreras demasiado consolidadas, no pierden el entusiasmo de aspirar a exponer en sus salas; y lo digo porque ya está pasando que en el CDAV nadie quiere exponer, ni los acabados de graduar. ¿Para qué? –dicen–. Qué puede quedar entonces para espacios meramente promocionales como Luz y Oficios, la Teodoro Ramos o la Servando Cabrea ya mencionados, que no tienen presupuesto ni siquiera para pintar las paredes de las salas ante cada nueva exposición. Ni para montaje, plegables, brindis, nada de nada… La debacle profesional, al menos visible, no se ha expresado todavía en el Museo Nacional de Bellas Artes. Jorge Fernández tomó el mando y el equipo de curadores –con algunas adquisiciones de profesionales jóvenes, pero formados en Historia del Arte (no caídos de la luna)– se mantiene estable y trabaja con rigor. Eso hace la diferencia, aunque los márgenes de maniobra, sobre todo en el plano político, sean difíciles de negociar o sobrellevar. Ahora bien, desde hace tiempo se sabe que el estado de los almacenes del Museo es deplorable, la humedad incontrolable, por lo que las colecciones están siendo devoradas por los hongos. Incluso he sabido que algunos curadores han enfermado por manipular obras infectadas; el peligro de que se te aloje una cosa rara en el sistema respiratorio o en la piel es real. Entonces, primer gran problema, el tesauro mismo está en peligro. Segundo, para mover la colección no expuesta primero hay que sanear las obras y restaurarlas. Tercero, no hay presupuesto para hacer nada de eso. Cuarto, los estrategas de la política cultural y patrimonial siguen negados, hasta dónde sé, a que el Museo pueda recibir o gestionar donaciones de filántropos, coleccionistas, millonarios izquierdosos buenas gentes o quien quiera que sea. Consecuencias: inmovilismo, deterioro galopante, pérdida del patrimonio de la nación, empobrecimiento cultural, etcétera. El mismo síntoma y las mismas evidencias que afloran por todos lados. Visto así de rápido, a vuelo de águila, el panorama del sistema promocional (aun no hablo del comercial) de las artes visuales gerenciado “metodológicamente” por el Consejo Nacional de las Artes Plástica (CNAP), por lo menos en La Habana, se encuentra en la mayor crisis de su historia. Lo que yo he vivido de esa historia es mínimo, entré al ruedo del campo artístico en 2003, cuando comencé la universidad; pero he confrontado esta opinión con varios amigos-maestros que sí lo han visto y vivido todo, y comparten esta conclusión: ¡la mayor crisis de su historia, el peor momento! Sin presupuesto, casi sin recursos para dinamizar la escena expositiva y editorial; pero también sin liderazgo directivo, sin gota de liderazgo, sin una estrategia integral y coherente a la vista, armónica a los tiempos que corren; pero sí con mayor censura (lo sabe todo el mundo, los artistas hablan, todo se sabe…), con mayor control, autoritarismo y centralización de las decisiones. Y, con maniobras muy raras, como es el caso del trato preferencial que mantiene el CNAP con Galería Continua y El Apartamento. A este último las autoridades le dan el trato de galería comercial con todas las de la ley, sin que exista aún ley para ese tipo de negocio en Cuba. No es que tenga nada en contra de El Apartamento, pero no puedo dejar de preguntarme: ¿por qué ese proyecto sí, y otros no? Debe ser un “experimento”, de esos que se han estado haciendo para tantear las reformas al sistema, como los de Mayabeque, Artemisa y las cooperativas no agropecuarias. También mucha gente lleva tiempo preguntándose, ¿por qué a una galería comercial internacional se le da el espacio para operar aquí, y a las iniciativas de los profesionales cubanos altamente competentes, No? Otro caso del que nadie habla es el de Factoría Habana, dirigida desde su fundación por Concha Fontenla, que es española. Supuestamente es un espacio meramente promocional, pero todo el mundo sabe que allí, o al lado, se vende; y para mayor beneficio cuenta además con mano de obra gratis, jóvenes historiadores del arte que hacen su adiestramiento como especialistas en la galería, con magros salarios pagados por el Gobierno. Negocio redondo. No pongo en duda ni por un segundo la competencia de la Fontenla, ¿pero había necesidad de traer de España a alguien para dirigir una galería en Cuba? ¿Tenía más conocimientos esta académica y curadora española sobre arte cubano contemporáneo que Onedis Calvo al momento de fundarse Factoría Habana? Son cosas que huelen muy raro, un hedor que margina a los profesionales cubanos. Antes de que se me entienda mal, el problema no es Continua ni El Apartamento ni Factoría Habana, esas tres galerías solo han venido a enriquecer aún más la escena expositiva habanera. El problema está en que no sean parejas las oportunidades, en que la luz verde, las garantías legales y el buen trato institucional no sean para todos, en igualdad de condiciones, tanto para nacionales como para extranjeros. He escuchado que hasta les respetan sus nóminas de artistas; es decir, se ha llegado a dar la expresa indicación de que a la hora de conformar sus nóminas, las galerías comerciales estatales no deben incluir creadores que trabajan con Continua y El Apartamento. Sin embargo Niurma Pérez, que tuvo algún éxito en la Servando (de Génesis) y fue inmediatamente fichada por Continua, hasta se fue con algunos de sus artistas, los cuales ya han expuesto en El Águila de Oro. Si el CNAP, el Fondo Cubano de Bienes Culturales (FCBC) y Génesis Galerías de Arte están dispuestos a ceder los mejores creadores, pues debe ser porque están calculando dedicarse a jugar a las casitas. El actual ministro de cultura hasta visitó una exposición en Continua, y eso está muy bien. Pero la gente se extrañó. Esperemos que también asista a una irreverente muestra en Espacio Aglutinador o en algún otro proyecto de los llamados independientes, para que pueda hacerse una idea propia de lo que esos espacios gestionan y exhiben, porque eso es también cultura cubana, arte cubano.
La apuesta socialista por el mercado de arte
Ahora miremos con mayor detenimiento el panorama de las galerías comerciales
estatales, en lo fundamental gerenciadas por la empresa Génisis y por Collage Habana (del FCBC). Hasta el momento ninguna de esas dos empresas llamadas a monopolizar la comercialización del arte cubano ha logrado ser exitosa en la compleja y competitiva dinámica del mercado de arte internacional. Si alguien no demuestra lo contrario, con cifras en la mano que demuestren plusvalía, jugosos lucros, un aporte significativo a la economía del país, etc., pues ya es hora de reconocer que no lo han sabido hacer bien. La gran excepción fue la Galería Habana de Luis Miret. Pero todo el mundo sabe que eso se debía a la cartera de clientes que Miret logró cultivar durante décadas de trabajo sistemático, porque el mercado de arte pasa por la confianza personal que los coleccionistas depositan en los galeristas; son relaciones de tú a tú, cuasi de amistad. Era sabido que si Miret se iba de Galería Habana se llevaba su cartera de clientes con él, y hasta ahí iba a llegar la rentabilidad comercial de Galería Habana. En una ocasión entrevisté a Miret para las páginas de la revista Artoncuba, y me comentó con gran sinceridad que si finalmente se aprobaban las galerías privadas, y no cambiaba la forma de pago en las estatales, pues él se iría a fundar su proyecto personal. ¡Lógico! Todavía las galerías privadas no acaban de ser autorizadas, aunque existan, Miret murió, y de la rentabilidad actual de Galería Habana… ¿quién sabe? Los datos de las deserciones hablan por sí solos. En los últimos dos años, más menos, se ha podido observar un éxodo progresivo de especialistas de las galerías comerciales de Collage Habana y de Génesis. Como mínimo 6 curadoras abandonaron los espacios del Fondo, incluida Olga Lidia (Olguita), fundadora de Artis 718, que se pasó para la Galería Servando de Génesis. Hoy, de 2 especialistas por espacio que tenía la empresa, la nómina se redujo prácticamente a la mitad, quedando un curador por galería. En el caso de Génesis han sido 4 especialistas las que han abandonado la institución más o menos en el mismo periodo. Estamos hablando de jóvenes profesionales graduadas de Historia del Arte, que en su mayoría han sido mis estudiantes en la Facultad de Artes y Letras. Cuando como mínimo 10 historiadoras del arte, incluso varias de ellas al comienzo de sus carreras profesionales, se dan el lujo de renunciar a sus trabajos en galerías comerciales (supuestamente codiciadas), por algo será, ¿no es verdad? Entonces, de qué manera estas galerías comerciales del gobierno van a tener éxito en su gestión de mercado, si ni siquiera logran estabilizar un staff de profesionales. Y este es el primer escalón, lo básico de lo básico: tener galeristas que logren sistematizar un trabajo con una nómina de artistas, con un perfil definido, con exposiciones coherentes para con el perfil que debe distinguir a esa galería de las demás, con una cartera, aunque sea mínima, de clientes que confíen PERSONALMENTE en ese galerista, etc. Todo eso antes de pretender tener algún éxito en ferias internacionales. No obstante, todas esas galerías van a ferias, sin tener la más mínima idea de si van a vender, es más bien una apuesta a lo incierto, en espera de un golpe de suerte providencial, un milagro, mientras se disfruta de un viaje turístico. Si al final no se vende, algo inventarán los burócratas a cargo de las empresas para encubrir la ineficiencia, la novatada constante, la improvisación crónica, el disparo de nieve al mercado internacional. Varios artistas amigos me han contado lo siguiente. Como el Gobierno por lo general carece de liquidez en divisas internacionales, entonces los artistas interesados en ir a tal o mas cual feria, que poseen cuentas bancarias fuera de Cuba, asumen todos los gastos de gestión en moneda dura, y después la empresa les reembolsa la suma aquí en CUC. Esto es un gran negocio para el burócrata a cargo, porque a estas alturas ya ha sido reconocido oficialmente que el CUC es un papel que dejó de tener respaldo en USD hace mucho tiempo, por lo que no vale nada, solo sirve para comprar pollo dentro de Cuba. Y ya ni eso. Es un muerto viviente, con entierro ya programado. Si al final las galerías no venden nada, o muy poco, pues el Fondo o Génesis solo habrán gastado CUC, es decir, nada; y si venden, pues algo de divisa aportan a la cuenta central del Estado. El mayor riesgo lo ponen los artistas, porque son al final los más interesados; si no hacen eso, pues no van a ferias, sus carreras no se desarrollan, no circulan, no venden. En aquella entrevista, Miret concluyó diciéndome: “los artistas cubanos todavía están esperando por sus galeristas”. Esa sentencia se sigue cumpliendo hoy por dos causas fundamentales: los ineficientes mecanismos institucionales- empresariales estatales, y la falta de reconocimiento legal de las galerías comerciales privadas. En el caso de los proyectos de galerías autogestionadas, lo han tenido todo en contra, con la evidente excepción de El Apartamento. Este es el mejor ejemplo de que cuándo se decide (por las razones que sean) darle luz verde a una iniciativa privada, pues se puede llegar a tener éxito; pero cuando la institución oficial y la policía política bloquean, asedian, ponen obstáculos, estrangulan todas las opciones, así es muy difícil salir adelante y exhibir el éxito. Pongo solo un ejemplo de hace algunos años. En marzo de 2012 tuvo su primer opening el proyecto Galería Avistamiento de José Busto en un apartamento en un edificio del Vedado habanero, acondicionado para galería. El espacio se mantuvo abierto durante un año, Busto realizó unas 7 exposiciones, en su mayoría de artistas jóvenes. Pero el apartamento era rentado; y un buen día el dueño le exigió a Busto que tenía que irse, sin más explicaciones. ¿Habrá sido locura del inquilino? ¿Cómo es que le dices a alguien que ha transformado tu apartamento en galería, de un día para otro, y sin explicación coherente, que se acabó el contrato (que en Cuba siempre es de palabra, sin respaldo legal)? No hay que tener un pensamiento paranoico para imaginar que ese sujeto fue presionado, quizás de manera drástica, a actuar de esa manera. Mira que fácil, ni siquiera los agentes de la seguridad tuvieron que sentar a Busto y decirle que su proyectico de galería privada y glamorosa no tenía cabida en un país socialista. Golpearon en el punto débil, y la cadena se desarmó sin evidencias a la vista. Pero ese es un modus operandi ya bien conocido, sobran los ejemplos. En el caso de la gestión de las galerías estatales, los curadores no cuentan con la autonomía suficiente para desarrollar un trabajo sistemático, consolidar una nómina, un perfil propio, una cartera de clientes, y tampoco cuentan con el incentivo salarial necesario. Sus proyectos muchas veces son torpedeados o vedados por el jefe de turno, más preocupado las más de las veces por conservar su cargo que por defender ante las instancias “de arriba” las iniciativas de sus galeristas; pero también por la censura que ejerce el CNAP, que filtra en última instancia los programas de exposiciones anuales de todas las galerías, incluidas las comerciales. Si a la presidencia del CNAP le resulta sospechoso algún artista, alguna exposición, alguna obra, pues no se aprueba, aunque tenga un potencial comercial, aunque sea un artista importante, o que vende, aunque sea una idea bien fundamentada por el curador; no importa, primero la corrección política, y después todo lo demás. Con ese nivel de injerencia, centralización de las decisiones, arbitrariedades y autoritarismos muchas veces basados en la ignorancia y/o el oportunismo campante de quienes dirigen, incapaces de instrumentar una mediación eficiente, una interface, entre los creadores y el poder político, es totalmente comprensible que la galerías estatales sean una pasarela, un flujo continuo de curadores y artistas, sin que nadie pueda consolidar un trabajo, y tod@s, en algún momento, deciden marcharse.
Un vistazo al medio editorial
¿Cuál es el estado actual de las publicaciones especializadas en artes visuales de
la institución estatal? ¿Alguien pone en duda que estas están cada vez más desfasadas, adormecidas, anacrónicas, sin la más mínima influencia en la dinámica actual? Por ejemplo, ¿cuánto tiempo hace que el Tabloide Noticias de Arte Cubano debió haber pasado al ecosistema digital? ¿Quién quiere leer hoy un periódico que mancha las manos, con pésima calidad de impresión, y que además es un fantasma, no circula? ¿Hay que ir a un estanquillo de esos perdidos por ahí a comprar Noticias de Arte Cubano? ¿En serio… con la cantidad de textos que andan circulando en la red? ¿Es tan difícil convertir Noticias… en un magazine online, dinámico, vivo, interactivo, una plataforma de discusión en tiempo real? El otro caso crítico desde hace mucho tiempo es por supuesto la revista Artecubano. Comencé mi carrera como crítico en esa revista, apenas acabado de graduar, pero hoy ya no me entusiasma en lo más mínimo publicar en sus páginas. Alguna portada de los números recientes me horrorizó, parecía más una revista de propaganda política que una revista de artes visuales. Con ese impacto “desautomatizador” a primera vista, ¿quién se anima a leer lo que hay dentro? Hace años que el sello editorial Artecubano debió crear un ecosistema online para sus publicaciones. En nuestra región el ejemplo más representativo de ese formato de revista especializada en artes visuales, pero sin llegar a ser una publicación académica, es Art Nexus, fundada en 1976. Hoy Art Nexus es una plataforma online que comercializa varios productos editoriales, puedes suscribirte, recibir notificaciones, comprar la revista tanto en formato digital como físico, la colección entera si quieres, además de catálogos, libros, etc. Pero aquí andamos todavía imprimiendo un puñado de revistas, cuando se puede por el alto costo, que se lanzan con un año o más de retraso (el dossier sobre la Bienal llega cuando nadie se acuerda ya del evento de marras), apenas circulan y se venden a un precio módico. Los artistas, críticos, curadores y demás lectores interesados que moran en las provincias ni las ven, llega algún ejemplar de vez en cuando a las sedes provinciales de la UNEAC, con años de retraso; ¡más retraso aún! ¿Y fuera de Cuba, alguien leerá Artecubano? Entonces ladies and gentlemen, la competencia arrasa, no deja títere con cabeza. ¿De qué se quejan? El panorama editorial alternativo, autogestionado, lo está haciendo bien. Artcrónica, el proyecto de David Mateo, comenzó siendo una revista “quemada” en un CD-ROOM. Hoy es una plataforma web con todas las de la ley. La revista centrada en el arte contemporáneo cubano ya cuenta con 17 números; y el ecosistema online Artcrónica tiene como 8 secciones: Circuito, Galería, Programación, Librería, Directorios, Enlaces, AC Noticias y Somos. Justo a lo que me refería antes con el ejemplo de Art Nexus. Pero en el CNAP y en Artecubano Ediciones no se enteran. En un medio cultural y comercial tan competitivo como el artístico, si no gestionas tu producto con eficiencia, creatividad, dinamismo, inmediatez, flujo interactivo, amplio despliegue en las redes, promoción constante, marketing, etc., pues nadie te ve, ni te lee, no existes, no influyes, careces del más mínimo poder en la res publica; y eso es lo que le viene pasando desde hace rato a la gestión editorial del antaño monopolio institucional estatal. Algo que no es culpa del Bloqueo norteamericano, ni de los millones que “el enemigo” destina a la subversión política en Cuba, sino de la incapacidad e ineficiencia de la burocracia institucional. Pasé dos años en Brasil realizando un posdoctorado. ¿Qué leía desde el remoto gigante suramericano para no perderle demasiado el pulso a la movida del arte cubano? Pues a El Señor Corchea de Elvia Rosa Castro, que lo está haciendo de manera excelente; a Rialta Magazine, que tiene un espectro editorial más amplio, de crítica cultural, al igual que Hypermedia Magazine, que cubren cine, literatura, artes visuales, crítica social. También El Estornudo, con textos puntuales de crítica de arte, algunos deliciosos de mi amigo Héctor Antón. ¿Dónde pude publicar durante esos dos años? Pues en Artcrónica, en El Señor Corchea, en OnCuba, porque son espacios que gestionan los textos, no importa dónde tú estés. La gente se conecta, y ves tu texto publicado donde quiera que estés, le puedes hacer promoción en tus redes y seguir las reacciones. Esa es la dinámica del siglo XXI. Esos proyectos editoriales alternativos, independientes, autogestionados que he mencionado, y otros, como Artoncuba en su momento, son los que están marcando la pauta, sin dudas, en el relato que se escribe en tiempo real sobre el arte cubano contemporáneo. Porque, desde el siglo XVIII, esa es la función de la crítica de arte y cultural en general, tomarle el pulso en tiempo real a los procesos artísticos y culturales. Con un año o más de retraso editorial ninguna publicación puede hacer eso. Y sin existencia online, tampoco. Además, el debate, el diálogo cruzado, la competencia, el pugilato, el contrapunteo que se viene dando entre estos espacios editoriales es una evidencia rotunda de lo necesarias que son las iniciativas de gestión cultural alternativas a un sistema editorial y promocional pautado por el mecenazgo estatal. Esos medios representan la posibilidad de un debate más amplio, menos controlado, más democrático e inclusivo, más dinámico e inmediato; sin un arbitraje ideológico autoritario que corte el juego cuando este excede los márgenes de tolerancia del poder estatal, cómo ha sucedido en Cuba por lo menos de manera explícita desde 1961. La realidad es que hoy la mayoría de los críticos, sobre todo las generaciones más jóvenes, dan muestras evidentes de preferir publicar en esos magazines online que acaparan la atención en Facebook con un bombeo constante de textos. En mis tiempos de iniciación, y hablo de apenas poco más de una década, la gran ilusión de un recién egresado de Historia del Arte era publicar en Artecubano. Recuerdo el entusiasmo de Piter Ortega cuando clasificó su primer textillo allí; y el mío también (risas). Ahora bien, aquí quiero puntualizar algo que no se puede tratar a la ligera. En mi consideración los dos universos editoriales son importantes. Las publicaciones de la institución oficial son importantes, tienen un rol que jugar, aunque posean la limitación de que en última, o en primera instancia, responden a los intereses políticos e ideológicos del Estado. Pero bien gestionados por profesionales competentes, y con los recursos que existen empleados acorde a las dinámicas actuales, pueden darse el lujo de trabajar ajenos a los imperativos del mercado, que es por otra parte el talón de Aquiles de los proyectos editoriales que tienen que ser rentables para sobrevivir. Artoncuba después de varios años de existencia dejó de imprimirse, porque una revista de arte es muy cara, y para sobrevivir tiene que trabajar abrazada al mercado. Por el contrario, una revista como Artecubano sobrevive, pese a la magnitud de la crisis, y mal que bien va dejando una memoria, un rastro. Ese es su principal valor, pero pudiera hacerse mucho mejor, como de hecho aconteció en sus años iniciales. Tener la posibilidad de trabajar sin la necesidad de una complicidad con el mercado quiere decir tener la posibilidad de oro de centrarse en la producción que realmente posee un valor artístico y debe ser registrada para la posteridad de la memoria cultural de la nación. ¿Cuál es el problema? La mediación política, cierto. También la dependencia del mercado es un problema. Nada que lleve recursos es totalmente independiente. Ahí es donde la gestión de los editores inteligentes es clave. Artecubano Ediciones, como institución, debe funcionar como una interface para el diálogo entre el poder que pone el dinero, el Estado, y el campo de la creación, la crítica y la historiografía del arte. Hay que hacerle saber al Poder que el valor artístico no puede ser negociado, ni escamoteado, ni excluido por puntuales circunstancias ideológicas, porque después es la historia la que pasa la cuenta. Ahí está la década del sesenta para atestiguarlo, con Antonia Eiriz, Chago, Fonticiella, Umberto Peña, Raúl Martínez, Servando, Mendive, entre otros creadores marginados o incomprendidos en su momento, y reconocidos hoy como clásicos sin discusión del patrimonio artístico cubano. El Gobierno debe acabar de comprender que para hacer propaganda ya cuenta con demasiados medios masivos de comunicación. Una revista de arte es una revista de arte; y hay que escribir de lo que hay que escribir, y sobre quien lo merece, sin que medien los imperativos ideológicos que se miran al ombligo –por lo general abultados ombligos–. Con relación al ecosistema de publicaciones autogestionadas, incluso hoy estamos entrando en una peligrosa etapa en que la competencia mutua da signos de beligerancia, como demuestra de manera clara la querella de Henry Eric (Hypermedia) con David Mateo (Artcrónica). Henry le reprochó a Mateo la falta de rigor editorial y el titubeo con temas delicados, tomando como escarnio un mapa de Rubén del Valle e Isabel Pérez en el que omitían algunos proyectos alternativos de la escena habanera como el de Bruguera y Otero Alcántara. En el debate intervino Elvia Rosa Castro desde El Señor Corchea, que tuvo a su vez una réplica de Virginia Ramírez publicada en Hypermedia; además del público activo que compartió, dio like, corazones, caritas enojadas y dejó sus comentarios en los muros de Facebook. Ese tipo de competencia agresiva también parece avecinarse con respecto a la legitimación de los espacios de exhibición y comercialización privados, como se ha podido intuir en el debate desatado otra vez desde las páginas de Hypermedia con motivo de textos de Magela Garcés y Jorge Peré, respectivamente. Magela en una entrevista coral pone a hablar a Ezequiel Suárez, le busca la lengua, y este ni corto ni perezoso arremete contra El Apartamento, Garaicoa y Sandra Ceballos. A estos dos artistas les tilda de mafiosos. Sandra respondió de inmediato, primero en Facebook y después en El Señor Corchea. Por su parte, el texto de Jorge Peré es una legitimación apologética de El Apartamento, y comete dos buenos excesos al decir, primero, y cito: “El Apartamento, primera galería “independiente” en el marco de la política estatal socialista”; y segundo, dice esto de Christian Gundín: “lo hemos visto construirse un criterio y superar la común expectativa del circuito local, reeditando, tal vez desde una mejor versión, un mito que ya suponíamos irrepetible: la orgánica gestión y el carisma del fallecido Luis Miret”. Por supuesto, Hypermedia, lejos de aplacar el fuego prendido por la descarga de Magela, le echó más combustible al debate. Recuerden, Henry Eric le reprochó a David Mateo dar espacio en Artcrónica a un texto de Pérez & Del Valle en el que en un intento de mapear la escena incluida la alternativa, omiten algunos proyectos de artistas. Pero, después Hypermedia aprueba (¿nadie se dio cuenta del dislate?) un texto en el que Peré se salta con garrocha olímpica a todos los proyectos de galerías privadas que lo intentaron antes que El Apartamento, afirmando que esta es ¡¿la primera?! “en el marco de la política estatal socialista”. Además, Christian nunca ha trabajado solo, desde el comienzo se hizo acompañar de dos excelentes curadoras, que sí tienen formación en Historia del Arte y tuvieron un entrenamiento previo en la Galería Servando, como Lida Lilian y Liatna Rodríguez. Por eso los logros (indudables) de El Apartamento deben ser mejor distribuidos, y las causas profundas esclarecidas, como le señalaron a Peré desde Facebook en sus agudas réplicas Yole López, Janet Batet, Sandra Contreras, Merly K. Izquierdo y por supuesto Sandra Ceballos. El síntoma es claro. Con los espacios tanto expositivos como editoriales oficiales en una situación de mortandad agonizante, la escena alternativa amaga con comenzar a dispararse a sí misma, están saltando pequeñas guerrillas por aquí y por allá. A falta de consistencia del oponente externo común (el monopolio estatal), la escena alternativa peligra con devorarse a sí misma, lo cual no es bueno. Este es un medio competitivo pero hay espacio para todos. Hay mucho que escribir y visibilizar, mucho arte que exponer y curar. Mucha historia por escribir y por potenciar. Siempre que se trabaje con seriedad, rigor y responsabilidad, habrá espacio para todos. Dejémosle la balacera egocéntrica al gremio del reguetón, ese es su patrimonio. Con chancleta en la mano, pelo suelto y palabrotas no se construye la historiografía del arte cubano, ni se construye nada, a no ser un circo evanescente.
Una nota académica para terminar
Peter Bürger en Teoría de la vanguardia sostiene la tesis de que para que se
produzca un hito historiográfico debe ocurrir un cambio sustancial en la estructura institucional del campo artístico, eso es, que se evidencie una mutación en las dinámicas de producción, exhibición, recepción, valoración y jerarquización del arte. Mi tesis es que hoy estamos viviendo un cambio profundo en las dinámicas del campo artístico cubano. Las plataformas y proyectos alternativos tanto de exhibición y comercialización como editoriales y de gestión, están logrando disminuir considerablemente la hegemonía del andamiaje institucional estatal, lo cual representa un hito en la historia del arte cubano pos- 1959, sus dinámicas y sus modos de articulación institucional. Hoy estamos viendo modalidades de autogestión y de autoorganización de la producción, la comercialización y el consumo artístico que dejan entrever un sistema de actores mucho más plural y descentralizado capaz de ejercer una presión constante contra la tendencia a la burocratización/ideologización que le es intrínseca a la estructura estatal. Algunos autores clásicos de un “socialismo democrático” dirían que ese es el camino para lograr una institucionalidad dialéctica, diversa, democrática e inclusiva; lo cual no quiere decir exenta de contradicciones y litigios. Todo lo contrario, mientras más antítesis más síntesis dialécticas… más progreso cognitivo (según Hegel). Durante las décadas de 1940 y 1950 se fue desarrollando en Cuba un sistema artístico bastante heterogéneo, en el que convergían proyectos de promoción y comercialización auspiciados por instituciones de muy diversa naturaleza: sociedades privadas pertenecientes a la burguesía, sociedades culturales tuteladas por partidos políticos, iniciativas personales de artistas, críticos, marchand y dealer, entre otras muchas variantes, dentro de las que entraban por supuesto las instituciones estatales. Al triunfo de la Revolución ese sistema de actores diversos se transformaría radicalmente. Las galerías comerciales privadas desaparecen en su totalidad, algunas de las sociedades tradicionales como el Lyceum se mantienen hasta 1968, pero como se sabe, el nuevo Gobierno Revolucionario asumiría de manera integral el mecenazgo del arte y la cultura. A finales de la década de 1960, específicamente a partir de 1968, el Departamento de Orientación Revolucionaria del Partido Comunista de Cuba (DOR), comienza a intervenir directamente en la dinámica de las artes visuales con su convocatoria al Salón Nacional de Carteles 26 de Julio. Esta tendencia sería la que marcaría la pauta en la década del setenta, estableciendo una diferencia fundamental tanto con respecto a la dinámica de los sesenta, como con la del resto de los periodos anteriores. Cuando al triunfo de la Revolución una nueva institucionalidad estatal asume la hegemonía en el campo del arte y la cultura, orientada por una política cultural socialista que promueve el acceso masivo y democrático a los bienes simbólicos de consumo, ya eso significó un profundo cambio estructural con relación al periodo republicano. Aun así, esa institucionalidad estatal, que hacía de interface entre el poder político y la comunidad de intelectuales y artistas, podía cumplir la función de estructurar las dinámicas de campo negociando cierto nivel de autonomía relativa con relación al poder de Estado. Los momentos de crisis en los sesenta reflejan esa tensión, cuando alguna instancia del poder burocrático pretendió usurpar la deleble relatividad de esa autonomía. Ahora bien, se produce una diferencia significativa cuando a partir de 1968 una subestructura del Partido como el DOR, interviene directamente en la dinámica promocional con un evento que tiene como inspiración una efeméride histórica. Eso significa, esencialmente, que el papel del Partido como entidad encargada de dirigir, orientar y desarrollar el arte y la cultura en una sociedad socialista, comienza a prescindir de una interface mediadora. Eso, sin que sectores alternativos, como por ejemplo otras formas de institucionalidad cultural no dependientes del estado, pudieran establecer una presión o un equilibrio con respecto a la intervención directa del Partido en la esfera de la cultura. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias seguirían ese ejemplo, y en 1973 comienzan a organizar el Concurso 26 de julio. La Unión de Jóvenes Comunistas, a su vez, en 1971 había lanzado su iniciativa, que se dio en llamar Salón Nacional Juvenil de Artes Plásticas. Y se irían sumando otros certámenes, como el Salón Nacional de Profesores e Instructores de Artes Plásticas (1973), Concurso 13 de Marzo (1974), Pequeño Salón (1975), Salón Permanente de Jóvenes (1976), entre otros. Ese sistema de Salones y Concursos (“salonismo”) generó una nueva dinámica de campo. El prisma de valoración “estética” (el canon) que había sido subrayado y normado por la política cultural aprobada en el Primer Congreso Nacional de Educación y Cultura en 1971, necesitó, para su efectiva aplicación, de la intromisión de instituciones políticas para que así el tipo de obra de marcado acento propagandístico pudiera ganar definitivamente la dominancia en cuanto a circulación y visibilidad exhibitiva. Por tanto, los eventos competitivos y promocionales del DOR, las FAR y la UJC, fundamentalmente, cumplieron la función de generar un sistema alternativo, y también artificial, contingente, en el que la distinción, jerarquización y legitimación de las obras ya estaba pautada previamente en el horizonte temático y los supuestos estético-ideológicos que ellos estimulaban y favorecían; una “intencionalidad” que por contigüidad contextual se debió replicar en el resto de los salones y concursos de la época. Ahora bien, ese modelo de cultura artística afirmativa que intentó consolidar el experimento socialista cubano no logró reproducirse en todos sus términos hacia la década siguiente. Las causas de las consecuencias negativas para el campo artístico cubano que introdujo el fenómeno del “salonismo” estaban, por supuesto, en el modelo de cultura artística afirmativa dirigida por el Partido. Una vez que las deformaciones y retrocesos causados por aquella “lógica cultural” se convirtieron en evidencias rotundas, pareció insostenible su reproducción como un logro indiscutible de las conquistas del socialismo. Sin embargo, no es hasta los años 1983-84, aproximadamente, que se comienza a producir la reestructuración de un nuevo escenario en el sistema promocional del arte que desmonta el “salonismo” de los setenta. Surge la Bienal de La Habana, se crean los Salones Provinciales, el Salón de Premiados; y los artistas se sacuden de las espaldas una normatividad impuesta a la creación desde instancias de poder exteriores al campo del arte. Aunque procesos como el de la profesionalización de los artistas y el contacto con el mercado que comienzan a finales de la década hayan traído cambios significativos, creo que desde comienzos de los ochenta y hasta hace poco, ésta ha sido la dinámica dominante: diversidad creativa con ausencia de normatividad, juego artístico en los marcos de la institucionalidad estatal pero en constante tensión con el poder político, proyección progresiva hacia el mercado, internacionalización de la obra de algunos artistas. Hoy, ese esquema se desborda, se caotiza y por ende se complejiza. El mecenazgo estatal en la promoción y la comercialización pierde el control. Un nuevo hito en la historia del arte cubano.
Hamlet Fernández Díaz
Es Doctor en Ciencias sobre Arte y Posdoctor en Educación. Profesor, investigador y crítico de arte.
La primera versión de este ensayo fue publicada en tres partes en El Señor Corchea, blog de Elvia Rosa Castro (www.elsrcorchea.com), en septiembre de 2020.