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María Cristina Hernández Hurtado

En el tercer capítulo del texto Homo Sacer I de Giorgio Agamben el autor expone los
efectos totalizantes de la politización de la vida, y el cambio de perspectiva sobre lo
humano que esto genera. Las fronteras de la biopolítica en vez de reafirmarse tienden a
diluirse, por lo que la decisión sobre la vida o la muerte se involucra en todo el espectro
social; “el soberano entra en una simbiosis cada vez más intima no solo con el jurista, sino
también con el médico, con el científico, con el experto o con el sacerdote”. (Agamben,
1998: 156)

Las declaraciones de derechos en este campo se convierten en una paradoja donde la


decisión soberana es la que otorga la vida, el nacimiento de la nación en cada uno de sus
seres, y por tanto la totalización política en cada uno de los cuerpos. En el campo de lo
político, a diferencia de la noción griega de polis donde esta era una parte de lo humano,
entra todo y con esto me refiero a la vida como campo de discusión estatal.

El efecto y la categoría introducida por Agamben para explicarlo es la nuda vida, el cuerpo
del homo sacer, es decir el vaciamiento de lo humano en un cuerpo de control. He aquí la
“intima contradicción de la democracia moderna: ésta no suprime la vida sagrada, sino que
la fragmenta y disemina en cada cuerpo individual, haciendo de ella el objeto central del
conflicto político” (Agamben, 1998: 158)

Sin embargo que exista una politización sobre todos los cuerpos no quiere decir que todos
van a ser valorados de la misma forma. “Toda sociedad-hasta la más moderna-decide cuáles
son sus hombres sagrados” (Agamben, 1998: 176). Habrá entonces unas vidas que podrán
ser eliminadas impunemente, incluso abaladas por la misma sociedad. En este punto
Agamben introduce el concepto de dignidad, para referirse a la existencia de unas vidas
dignas de ser vividas y otras no.

El cuerpo de los enfermos de lepra entraría dentro de estas vidas indignas, donde es
decisión del soberano suprimir la vida impunemente o asumir el control del cuerpo
biológico de la nación. “Esto implica que la decisión soberana sobre la nuda vida se
desplaza, desde motivaciones y ámbitos estrictamente políticos, a un terreno más ambiguo
en que médico y soberano parecen intercambiar sus papeles” (Agamben, 1998:181). Por lo
tanto para lograr un mayor control no sólo sobre el cuerpo del enfermo sino de todos los
ciudadanos la opción por el control a través de la medicina ofrece mayor poder discursivo,
ahora fundamentado en una ciencia que se muestra como indiscutible.

Esta ideología sobre el control corporal puede ser visibilizada en la correspondencia


existente en 1879 entre Adriano Páez, un abogado inconforme con la situación de los
Lazaretos de Colombia, y Ramón Gómez, presidente de la Junta de Beneficencia. Lo que
expone Adriano Páez es la grave situación de los establecimientos de beneficencia,
mencionando que estos son un campo para sufrir y morir donde el enfermo es olvidado. Lo
interesante de sus cartas es que en todas propone un tipo de organización donde intervienen
los campos del estado nacional moderno. Por ejemplo cuando menciona “En ninguno de los
lazaretos hay médicos, en ninguno hay botica, en ninguno hay capilla para los creyentes ni
sacerdote que los consuele” (Gutierrez, 1925: 148) esta mencionando los elementos del
estado nación en Colombia, donde la modernización a diferencia de Europa llegó con la
Iglesia. Por lo tanto las demandas por una iglesia o un servicio médico ya develan campos
institucionalizados por el estado, y naturalizados por sus ciudadanos.

Estas nociones también se pueden develar en la segunda carta enviada por Adriano Páez, en
la que este propone una estructura estatal para remediar los suplicios sufridos por los
enfermos. “Se organizaran pues pequeñas poblaciones en las cuales cada familia o cada
enfermo, según el caso, puede tener su casita, (...), pero habrá además un hospital anexo a
esa población” (Gutierreza, 1925: 151) La organización en pequeñas poblaciones que
tienen juntas, cámaras o demás formas de representatividad, y que además tienen un
hospital anexo muestran el proceso de totalización sobre el cuerpo. Adriano Páez a través
de la política le da forma a la vida de un pueblo. “Sólo un estado íntimamente fundado en la
vida misma de la nación podía reconocer como su propia vocación dominante la formación
y el cuidado del cuerpo popular” (Agamben, 1998: 187)

Por lo tanto en las dudas de Adriano Páez si bien se puede observar un inconformismo por
la manera en cómo se tratan a los enfermos también se encuentra expuesta una ideología
totalizante sobre el cuerpo de los mismos, donde él como sujeto puede entrar a varias las
políticas llevadas sobre otros cuerpo, discutirlas en incluso establecer el límite de la misma.
Por ejemplo en la quinta carta Adriano defiende el matrimonio de los elefanciacos
mencionando que el derecho de procrear viene de la naturaleza y no de la ley. Por lo tanto
a diferencia de lo expuesto por Agamben sobre la totalización del cuerpo existe en esta
carta aún una distinción sobre los derechos naturales que nos otorga Dios y el derecho que
otorga el soberano; es decir aun se concibe un no ámbito de intervención institucional, la
procreación. Sin embargo en la respuesta brindada por el Doctor Gómez es negativa, dado
que apoyado en datos científicos demuestra como la elefancia puede llegar a ser heredada,
y al tratarse de una enfermedad que está invadiendo las poblaciones debe ser controlada.
“Afirmo pues con estos datos, que ningún lazarino tiene derecho a dar miembros a la
especie humana, puesto que ellos fatalmente reciben por herencia la lepra” (Gutierrez,
1925: 168). El campo de intervención de la ciencia en el cuerpo llega entonces al ámbito
primigenio, del nasciturus, donde comienza la nación, espacio en el que la decisión
soberana es posible.

Este espacio se materializa en los lazaretos, campo en el que la biopolítica se torna real
tocando cada uno de los cuerpos de los elefanciacos, nominación que muestra la duda sobre
la humanidad del enfermo ahora convertido en monstruo; cuerpos en los que nadie se
reconoce y por lo tanto deben ser tratados, alejados, abandonados en instituciones de
muerte y sufrimiento.

Cuando Agamben sostiene en “El campo de concentración como nomos de lo moderno”


que los campos nacen del estado de excepción y la ley marcial algo distinto sucede en Agua
de Dios. Comenzando por qué en Latinoamérica en general la colonización desarrolló un
modelo de estado distinto del establecido en Europa, donde el régimen violento fue
fundador y continuo y no excepcional, lo que generó transformaciones en la concepción de
la biopolítica, partiendo de la base que lo moderno no fue la laicización sino la iglesia
misma.

Por lo tanto cuando se propone el campo de concentración como un espacio de excepción


situado fuera del orden jurídico, en Colombia el confinamiento de determinados seres sobre
los que su humanidad ya estaba en cuestión con la simple denominación monstruosa con la
que se los trataba fue mucho antes y además fue constitutiva de la ideología moderna del
estado nación, por lo que no fue excepcional.
El texto de Agamben es entonces enriquecedor en cuanto las categorías que brinda y que
trabajaré a lo largo de la investigación: Nuda Vida, Homo Sacer, Biopolítica. Sin embargo,
como mencioné anteriormente existen condiciones de contexto que cambian los supuestos
filosóficos sobre los que el autor se cimenta y que son susceptibles de analizar en el
contexto colombiano, como por ejemplo el papel de la iglesia en la formación del estado
nación moderno, o la excepcionalidad continua del régimen colonial que no es más que otro
tipo de régimen sobre el cuerpo normalizado.

Bibliografía

Agamben, Giorgio. Homo Sacer. El poder soberano y la nuda vida. Pre-Textos. Valencia
1998. Traducción: Antonio Gimeno Cuspinera

Gutierreza Perez A. Apuntes para la historia de Agua de Dios. Bogotá, Imprenta Nacional.
1925

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