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haber un acuerdo entre tú y yo, sino odio perros hambrientos y aves siniestras”.
implacable que, teñido de sangre, complazca Respondió Héctor con agonizante voz: “Te
por su crueldad a Ares. Procura resistirme, ruego, Aquiles, por lo que tengas de más
pero será inútil. Atenea, la de los brillantes querido, y mira que lo hago levantando mis
ojos, te hará caer bajo mis golpes, y así manos hacia ti, te ruego por tu alma y por la
pagarás todo el daño que has hecho, vida de tus padres, que no permitas que me
manejando la lanza, a mis amigos”. devoren los perros junto a las naves. Mi padre
Héctor, blandiendo la poderosa lanza, la Príamo y mi desdichada madre Hécuba te
arrojó, acertando en el escudo del Pélida, darán en abundancia oro y bronces, pero
contra el que chocó terriblemente; pero el entrega el cadáver a los míos, para que me
guerrero supo rechazarla con un movimiento. lleven al palacio y los troyanos me pongan en
Héctor, al verse indefenso, pidió agrandes la pira”.
gritos a Deifobo su larga pica, pero su hermano Iracundo, con los ojos relampagueantes, le dijo
ya no estaba a su lado. “¡Ah!, - exclamó Aquiles, el de los pies ligeros:”Perro, no me
amargamente, comprendiendo la falsía de supliques ni intentes tocarme, quisiera tajar tus
Atenea. “Era ella y no Deifobo el que estaba a carnes y comérmelas crudas, tanto es el daño
mi lado. No podré ya evitar mi muerte. En otro que me has hecho. A los perros daré tu
tiempo, Zeus y Apolo me protegían, pero ya cabeza, aunque me diesen por no hacerlo todo
hoy me abandonan a la negra Parca. Sin el oro del mundo”. Héctor replicó moribundo:
embargo, no moriré sin gloria, sino con un acto “No ignoraba tu condición de hombre
que recuerden los tiempos venideros”. desalmado, de corazón de hierro; pero
Pensando en esto desenvainó su enorme y guárdate de la cólera del cielo, tu barbarie será
aguda espada, y cubriéndose con el casco se castigada por los dioses y yo te digo que
arrojó sobre Aquiles, lo mismo que el águila se pronto quedarás abatido por los golpes de
arroja desde un picacho a la llanura, para Paris y de Apolo, junto a las puertas Esceas”.
arrebatar a la indefensa liebre. Pero Aquiles Dichas estas palabras, la niebla de la muerte
con el corazón rebosante de brutal alborozo, lo cegó sus ojos y el alma de aquel cuerpo
atacó. Brillaba su escudo sobre el pecho, se hermoso bajó a los infiernos. Acto seguido
movía al viento la cimera de su casco de crines Aquiles despojó al cadáver de su
de oro, como el lucero más hermoso del cielo, ensangrentada armadura. Y en seguida
luciendo como llama la punta de pica que acudieron numerosos griegos para ver a
esgrimía Aquiles, quien buscaba en el cuerpo Héctor, sin que ninguno dejase de herirle.
de Héctor el lugar más vulnerable. Al fin notó El divino Aquiles, se dirigió a los aqueos
que entre la coraza y el casco quedaba hacia diciéndoles: “Valerosos jefes, ya que el cielo
la parte de la clavícula, una zona libre cerca de me ha concedido vencer a este hombre que
la garganta, que es por donde más pronto sale tanto daño nos ha causado, ataquemos sin
el alma. Cuando atacaba Aquiles le metió la tardanza la ciudad de Troya. La ausencia de
pica por aquel lugar, atravesándole el cuello de Héctor habrá trastornado a los troyanos. No
tal modo que la punta del arma le salía a tendrán el coraje de defenderla, pero ¿qué
Héctor por la nuca. Mas no le cortó la garganta, digo? Patroclo está todavía insepultado sobre
de modo que Héctor podía hablar. Entonces su lecho fúnebre y llorar ante él debe ser el
Aquiles, jactándose de su triunfo, le dijo: primero de mis cuidados; no olvidaré a mi buen
“Héctor, sin duda, creíste después de matar a amado amigo. Entonad cantos triunfales al
Patroclo podrías vivir tranquilo y seguro. arrastrar el cuerpo de Héctor. ¡Era un dios en
¡Insensato! En las naves quedaba yo, su ciudad para los suyos!”
dispuesto a vengar a mi amigo, que vengado No contento con los insultos que había
queda y será honrado con magníficos proferido contra el muerto, quiso ultrajarle más
funerales, n tanto tus restos serán alimento de cortándole los tendones del tobillo hasta el