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Democracy Dies in Darkness

Post Opinión

Opinión: Ante las


elecciones en Chile, es
hora de llamar al
fascismo por su nombre

El candidato por el Partido Republicano a la presidencia


de Chile, José Antonio Kast, en una conferencia de
prensa en Santiago de Chile el 12 de noviembre de 2021.
(Alberto Valdes/EPA-EFE/Shutterstock)

Por Yasna Mussa


November 17, 2021 at 8:02 p.m. EST

Yasna Mussa es corresponsal y reportera


freelance en Chile, además de
cofundadora de revistalate.net y
mediambiente.cl. Actualmente es Bertha
Fellow 2020-21.

Cuando en agosto pasado se oficializó la


candidatura de José Antonio Kast,
fundador del Partido Repúblicano en
Chile —un movimiento de extrema
derecha que ha generado lazos con Vox en
España o el presidente brasileño, Jair
Bolsonaro—, nadie apostaba porque fuese
una opción competitiva hacia la
presidencia. En su segundo intento,
después de haber conseguido casi 8% de
los votos en la primera vuelta de las
elecciones de 2017, el contexto socio
político de Chile ha cambiado de manera
radical por lo que pocos les prestaron
atención a su regreso, calificando su
candidatura más bien como marginal.

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Kast, un exdiputado y militante de la


Unión Demócrata Independiente (UDI),
es defensor de las ideas más
conservadoras y religiosas encarnadas en
una derecha que decidió formar su propio
movimiento para consolidar el liderazgo
de su candidato. Con un discurso
antiinmigración, a favor de la
militarización extrema de la Araucanía —o
Wallmapu, como lo nombra el pueblo
mapuche—, Kast fue posicionando su
discurso sin miedo a las caricaturas o a
enfrentar los temas más controvertidos.

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Sin embargo, su desempeño durante el


último debate televisivo, antes de las
elecciones presidenciales de este domingo
21 de noviembre, es la evidencia de que
solo pudo posicionarse en los medios
gracias a dos fenómenos más bien
globales. Por un lado, el resultado de la
instalación permanente de fake news con
las que el candidato —y también varios de
sus seguidores que postulan a cargos
públicos— se ha paseado tranquilamente
por los medios recibiendo rara vez alguna
contrapregunta o cuestionamiento por
parte de los entrevistadores.

Kast ha sido capaz de decir barbaridades


como que “en los países donde hay aborto
libre la tasa de maternidad es mucho más
alta” o que durante la dictadura de
Augusto Pinochet “no se encerró a
opositores políticos”, las cuales termina
esparciéndose como verdades que
alimentan el miedo y las cadenas de
WhatsApp por donde se masifica la
desinformación. Y por otro, el candidato
fue posicionando su carrera a La Moneda
gracias a encuestas cuestionadas por su
metodología y cuya labor parece más de
una agencia encargada de posicionar una
marca que un reflejo fidedigno de la
opinión popular en las calles.

De hecho, una comisión especial del


Congreso abrió una investigación para
revisar las fórmulas con que se emplean
estas herramientas y evitar que manipulen
la opinión pública, ante los cambios
abruptos publicados semanas antes de las
elecciones.

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Si Kast ha logrado avanzar como nunca


antes ha sido gracias a la equidistancia de
los medios que no han llamado al
fascismo por su nombre ni se han
espantado, como sucedería en cualquier
otro lugar con un piso mínimo de respeto
a los Derechos Humanos, cuando Kast
defiende y reitera su posición de
negacionismo sobre los crímenes
cometidos durante la dictadura. De hecho,
el tema solo se volvió un escándalo
cuando la Asociación de Corresponsales
de la Prensa Internacional en Chile lo
enfrentó con sus propios dichos durante
una conferencia de prensa la semana
pasada.

El mismo candidato que habla de futuro,


solo propone un proyecto de sociedad que
retrocede y niega cualquier avance de la
humanidad: derechos reproductivos para
las mujeres; integración; justicia y
reparación para víctimas de violaciones a
los derechos humanos; la posibilidad de
aprobar el matrimonio igualitario; tener
una política ante el cambio climático; y
una lista interminable de conquistas
sociales de las últimas décadas.

Que se quedara sin respuestas o rechazara


su propio programa demuestra que su
figura solo se alimenta de eslóganes de
una derecha extremista que no acepta que
ha perdido terreno y que vivió dos
grandes fracasos de los que aún no se
recupera, después de la paliza que recibió
con el referéndum que aprobó la creación
de la Convención Constitucional y las
últimas elecciones de alcaldes y
gobernadores.

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Durante mucho tiempo algunos nos


rehusamos a nombrarlo o publicar sobre
él, pues darle visibilidad, aunque fuese
para apuntar con críticas a su programa o
sus dichos cargados de odio —como
cuando dijo que su gobierno construiría
zanjas en la frontera para impedir la
venida de migrantes— no solo lo legitima,
tal como sucedió con el expresidente
estadounidense Donald Trump o
Bolsonaro, sino que además le da la
oportunidad a sus fanáticos seguidores de
sentirse validados para esparcir su
violencia. Sin embargo, en este momento
tan crucial de la historia de Chile creo que
no es lo correcto, pues al fascismo se le
nombra por lo que es, sin adornos ni
edulcorantes.

[Escucha el pódcast El Washington Post


para conocer las últimas noticias en
español]

El candidato ha hecho campaña


apostando a un discurso políticamente
incorrecto que repite sin inmutarse, que
ofrece soluciones radicales sin explicar
cómo llegar a ellas. Esa superficialidad,
repetida y luego masificada, es la que ha
hecho eco sin prestar atención en la
gravedad que contiene. Lo que
desconcierta es que cierta derecha que se
autodefine como democrática y que quiso
limpiar sus vínculos con el pinochetismo,
hoy saca sus máscaras y demuestra que en
Chile el liberalismo aún no ha cambiado
de piel.

Las bajas posibilidades que tiene Kast con


su proyecto propagandístico no son el
verdadero peligro, sino el avance de su
movimiento al punto de
institucionalizarse y normalizar esa
manera de hacer política a partir de negar
la existencia y experiencia de un otro. Ahí
radica la amenaza para cualquier
democracia que aspire a un mínimo de
estabilidad. Su discurso, calma y sonrisa
ensayada se fueron difuminando a medida
que la periodista Macarena Pizarro le
preguntaba por las contradicciones en sus
propias promesas de gobierno. Kast ya
mostró su verdadera cara. Ahora nos
queda frenar al fascismo y enviar un
mensaje contundente: ¡No pasarán!

Nota del editor: En una versión anterior,


se dijo equivocadamente que José
Antonio Kast había perdido durante las
elecciones primarias de 2017. Este dato
ha sido actualizado.

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