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Existes porque
estás en Facebook*
En los últimos tiempos, los individuos deben hacer su propio
show para dar cuenta de su existencia. En la actualidad, el
“parecer” pesa más que el “ser”. El mundo exige que uno se
muestre y para eso se cuenta con el efecto de las cámaras de
televisión, las estructuras políticas, las redes sociales y cada
uno de nosotros, que formamos parte de esta sociedad. Pero
hay peligros. El exponer nuestra información en Internet hace
que quedemos al alcance de cualquiera, lo que puede
acarrear consecuencias delictivas. Por otra parte, esta
exhibición constante nos mantiene alejados de nuestro
espacio interior. Cuando el “sistema se cae”, estamos
indefensos, vulnerables y no nos alcanzan las herramientas
para sostenernos. Sospecho que la “extimidad” es sólo un
camino de ida. Llegó para quedarse, no sé si definitivamente,
pero sí por bastante tiempo. Nos queda reflexionar. Por un
lado, ¿difundir en los medios audiovisuales aspectos de
nuestra vida cotidiana nos humaniza? ¿Saber que el otro
también se baña a la mañana como yo me acerca? Por el
otro lado, estará en uno poner límites para mostrarse. Está
bien ingresar en las redes sociales. Pero un rato nomás.
Siempre es una excelente opción leer un buen libro.
*Por la licenciada Débora Bottwin, integrante de Fundación
Buenos Aires, asistencia y formación en Psicoanálisis
(www.fundacionbsas
org.ar).
Gran Hermano colectivo*
Cada vez es más frecuente encontrar en la Web la
publicación por parte de adolescentes (y no tanto) de
sentimientos personales, escenas sexuales y toda clase de
imágenes que en otros tiempos no hubieran salido de la
esfera privada.
La Web no está sola en esto: diariamente, los medios
convierten en noticia cuestiones privadas de seres anónimos.
Y ellos se prestan, ya que en este interjuego de medios y
subjetividad, la publicación le da a lo efímero la ilusión de la
trascendencia, y a lo propio, sentido de real. Si está en la TV
o en Internet, existe. En una cultura en la que la imagen es
soberana, mostrarse es ser, es existir, y tener imagen pública
se convierte en sostén de la subjetividad. Es como un Gran
Hermano colectivo en donde, en roles intercambiables, todos
muestran y todos miran, en una exhibición de privacidad
explícita.
Nuestra vida transcurre en tres planos:
lo íntimo, lo privado y lo público, donde el secreto es
condición de lo íntimo; lo discreto, de lo privado, y la difusión,
de lo público. Evidentemente, los límites se corrieron.
¿Desaparece la intimidad? No, pero se modifica. Nadie
guarda en secreto lo que la sociedad ya no cuestiona. Hoy lo
íntimo está reservado a cuestiones más estructurales, como
el ser y la identidad: quién soy, para qué existo. La
“extimidad”, expresión de una cultura cada vez más dominada
por el imperio de lo visual, es parte de un sistema en el que
se muestra para decir. Si la imagen reemplaza al discurso, o
si se hace discurso con ella, el impacto emocional de lo visual
reemplaza a la reflexión, al diálogo y limita el encuentro
personal. Estar conectado no es lo mismo que estar
comunicado, y mostrarse a todos (y aquí “todos” es un gran
anónimo colectivo) no es lo mismo que hablar de uno mismo.
*Por Pedro Horvat, médico psicoanalista, miembro de la
Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
Por Mariano Petrucci