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Dios se vale de la maldad del hombre para salvar al mismo hombre

Cuantas veces se ha escuchado, leído o visto la historia de José, hijo de Jacob, si, el
soñador, el que interpretaba los sueños. Es una historia difícil de entender, y que tal
vez Dios tenga un propósito con las dificultades que pasó en Egipto.

En esta época de semana santa y con ingrediente interesante, la cuarentena, es un


momento más que especial y de calma para reflexionar este tema. Cuando en familia
veían la película de José, pensé en esta idea: Dios se vale de la maldad del hombre para
salvar al mismo hombre. El odio de los hermanos de José y los celos hacia su hermano
los llevaron a venderlo y mentirle a su padre.

Todos conocen lo que sucedió con los mercaderes y las situaciones que vivió en Egipto.
José nunca perdió la fe, se mantuvo firme en su principios y convicciones frente a Dios;
puso al servicio de todos sus dones de interpretar los sueños, y cuando llegó el
momento oportuno Dios lo ensalzó, así como se expresa en 1 Pe 5, 8. Cuando fue
nombrado gobernador de Egipto y se le concedió una esposa, y tal vez una de las
palabras de la esposa de José, Asenet, fueron: “le debo mi felicidad a la crueldad de tus
hermanos”.

Tal vez los hermanos de José no vieron más allá de su odio y los celos, ni si quiera
cuando sobrevino la sequía en Israel y tuvieron que subir a Egipto. Siempre se ha
escuchado la expresión: los planes de Dios y su tiempo son perfectos; y en este caso se
puede ver la fe de José, la constancia, perseverancia y su abandono en Dios que le
ayudaron en todo lo que emprendió; y le limpió el corazón para perdonar a sus
hermanos.

Jacob y sus hijos obtienen alimentos y son salvados por Dios del hambre y la sequía,
una acción de dejar por fuera a José, esa maldad y crueldad los salvó de morir en
tiempos de sequía, Dios los salva, pese a su perversidad.

No es la única maldad que se puede apreciar en la biblia, la traición de Judas Iscariote a


Jesús pone de manifiesto el accionar de Dios en la historia del hombre, una traición
que lleva la salvación del mundo entero. Pero esta traición se puede interpretar como
la traición a otra traición: pues más allá de ser un discípulo de Jesús de Nazareth, Judas
se sintió defraudado por su Maestro: Jesús no era lo que él esperaba. Él esperaba una
liberación de su pueblo del yugo de los romanos, esperaba a un Mesías político. Los
demás apóstoles tenían también ambiciones humanas, pero en su contacto con Jesús,
lograron purificar su fe. Judas no consiguió eso y la traición fue su manera de vengarse.
Aquí nuevamente Dios se vale de la maldad de un hombre para salvar a la humanidad.

Esta traición de judas Iscariote y todo lo que eso lleva implícita la muerte y
resurrección de Jesús, pone en este momento una serie de preguntas:

1. ¿Cuántas veces nosotros hemos traicionado al Señor?


2. ¿Cuántas veces le hemos sido infieles, lo hemos dejado solo, hemos
antepuesto otros intereses a los suyos?
3. ¿Y cuántas veces hemos traicionado a Jesús en uno de nuestros hermanos,
amigos, compañeros?

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