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Cuantas veces se ha escuchado, leído o visto la historia de José, hijo de Jacob, si, el
soñador, el que interpretaba los sueños. Es una historia difícil de entender, y que tal
vez Dios tenga un propósito con las dificultades que pasó en Egipto.
Todos conocen lo que sucedió con los mercaderes y las situaciones que vivió en Egipto.
José nunca perdió la fe, se mantuvo firme en su principios y convicciones frente a Dios;
puso al servicio de todos sus dones de interpretar los sueños, y cuando llegó el
momento oportuno Dios lo ensalzó, así como se expresa en 1 Pe 5, 8. Cuando fue
nombrado gobernador de Egipto y se le concedió una esposa, y tal vez una de las
palabras de la esposa de José, Asenet, fueron: “le debo mi felicidad a la crueldad de tus
hermanos”.
Tal vez los hermanos de José no vieron más allá de su odio y los celos, ni si quiera
cuando sobrevino la sequía en Israel y tuvieron que subir a Egipto. Siempre se ha
escuchado la expresión: los planes de Dios y su tiempo son perfectos; y en este caso se
puede ver la fe de José, la constancia, perseverancia y su abandono en Dios que le
ayudaron en todo lo que emprendió; y le limpió el corazón para perdonar a sus
hermanos.
Jacob y sus hijos obtienen alimentos y son salvados por Dios del hambre y la sequía,
una acción de dejar por fuera a José, esa maldad y crueldad los salvó de morir en
tiempos de sequía, Dios los salva, pese a su perversidad.
Esta traición de judas Iscariote y todo lo que eso lleva implícita la muerte y
resurrección de Jesús, pone en este momento una serie de preguntas: