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Edwards dedicó muchos años a la investigación sobre la fertilidad antes de idear la técnica
de fecundación in vitro y , posteriormente, todas las técnicas de fertilización humana que le
siguieron. Ese galardón le fue otorgado en reconocimiento de su trabajo de años en pro de
dar tratamiento a una condición médica que afecta al 10% de las parejas en todo el mundo,
labor que ha resultado en aproximadamente 5 millones de personas nacidas por el método
de fertilización in vitro desde el 25 de julio de 1978, fecha en la que -en medio de una gran
expectativa- llega al mundo Louise Brown conocida mundialmente como la primera niña
probeta. Él y su colega Patrick Steptoe (fallecido en 1988) tuvieron que enfrentarse a la
tremenda oposición de la Iglesia, el Gobierno Británico y los medios de comunicación, así
como al escepticismo de otros científicos de la época.
Con el transcurrir del tiempo, todas estas resistencias sociales fueron vencidas casi en todo
lado, aunque como muy bien lo sabemos los ticos, nuestro país se quedó varado en la
polémica de hace 33 años y a estas alturas del siglo XXI el tratamiento médico que le ha
posibilitado a miles de parejas en el resto del mundo el formar una familia, sigue prohibido
por una serie de argumentos sociales y religiosos que han sido respaldados por la Sala
Constitucional y la Sala Primera y alcahueteados por el desinterés del Poder Legislativo,
que hace caso omiso a una orden de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Sólo
Libia y su particular gobierno, nos hace compañía en esa prohibición
El escenario de la larga agonía que han tenido que soportar cientos de parejas costarricenses
deseosas de ser padres, se monta en 1995, cuando el Poder Ejecutivo mediante decreto
24029 regula la realización de la reproducción asistida in vitro y en ese mismo año, un
abogado soltero y con accionar religioso rayando en la intransigencia, presenta una acción
de inconstitucionalidad ante la Sala IV, señalando que “no sólo la práctica generalizada de
esta técnica violenta la vida humana, sino que por las características privadas y aisladas
en que se desarrolla, sería de difícil implementación y control para el Estado, que no
podría garantizar que se cumpla el procedimiento mencionado”; además, alegó que
pretendía defender un bien común y que el decreto contrariaba el derecho a la vida
establecido en nuestra Constitución.
Con una serie de considerandos legales y morales y a pesar de aceptar que los avances
científicos y tecnológicos en el campo de la medicina en general tienden al mejoramiento
de las condiciones de vida del ser humano, el 15 de marzo del 2000 la Sala Constitucional
anula el Decreto y frena así cualquier posibilidad de llevar a cabo el procedimiento en
Costa Rica, frustrando los planes y sueños de quienes veían en la fecundación in vitro como
su único medio para tener hijos. No deja de ser importante señalar que, en los cinco años
que transcurrieron entre la interposición de la inconstitucionalidad y el voto anulador,
nacieron en nuestro país 15 niños producto de la inseminación artificial.
Dada la interpretación de los magistrados de la Sala Constitucional que creen ser dueños de la
verdad absoluta y descartan tajantemente la posibilidad de que pueda haber una realidad
distinta a la que ellos ven cobijándose en el hecho de que sus decisiones son inapelables en
el ámbito judicial costarricense, varias parejas deciden no cejar en su empeño y presentan
sus casos ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
En enero de 2001 diez parejas demandan al Estado Costarricense y entre los años 2004 y
2007, cinco parejas más presentan peticiones contra lo que la misma Corte denomina en su
Informe 156/10 de noviembre pasado “la alegada violación a los derechos humanos que se
originó con la sentencia 2000-02306 de 15 de marzo de 2000, dictada por la Sala
Constitucional de Costa Rica, que prohibió la práctica de la fecundación in vitro, al declarar
la inconstitucionalidad del Decreto Presidencial 24029-S, del 3 de febrero de 1995”.
Tercera Estación: Fallo de la Sala Cuarta cae por primera vez; otra interpretación
judicial hace renacer la esperanza.
El asunto se mueve literalmente a paso de procesión, hasta que en el año 2008 una de las
afectadas interpone un juicio contencioso administrativo contra la Caja Costarricense de
Seguro Social por negarse a practicarle la fertilización in vitro.
Mientras tanto, los sectores religiosos católicos y evangélicos, le declaran la “Guerra Santa”
a las intenciones de estas parejas de consagrar uno de los derechos humanos fundamentales
y que, dicho sea de paso, es muy publicitado por dichos sectores: tener una familia.
Curiosamente, para los representantes religiosos, la importancia de la familia como base de
nuestra sociedad, se mide de acuerdo con el método en que sus miembros son creados, y tal
parece que el monopolio creativo lo ostenta la fornicación.
Nueva decepción para los interesados pues se vuelve a parar la posibilidad de ver
legalizado el procedimiento. La demandante habla a los medios y expresa su desencanto
por el hecho de que, por razón de su edad, no podrá utilizar el tratamiento aún si la CCSS
se lo brindara.
Es curioso cómo en un único sistema judicial puede haber al menos dos interpretaciones
para una misma situación: lo que para la Sala Constitucional era de bien común en el año
2000, nueve años después para la Sala Primera es un asunto meramente personal y, por
ende, no interesa llevarlo más allá.
Aunque los Tribunales de Costa Rica tengan visiones distintas del asunto, lo cierto es que la
Corte Interamericana de Derechos Humanos tiene muy clara la situación. Es por esto, que
en agosto del 2010 en su informe Nº 85/10 declara que la Sala Constitucional violó
derechos fundamentales, entre ellos el que ejercen las personas de formar una familia.
Asimismo, le dio dos meses de tiempo al Estado costarricense para informarle sobre las
medidas que adoptaría para “solucionar la situación denunciada”.
Por supuesto que eso puso a correr al gobierno. La Presidenta Chinchilla declaró en su
momento que el informe de la Corte prevalecía sobre las decisiones de nuestros tribunales y
que habría que crear la legislación correspondiente, pues de lo contrario el país se
expondría a ir a juicio. Para esto, a finales de 2010 fue enviado al Congreso un proyecto de
ley que abría la puerta a la fecundación in vitro, pero ninguna bancada legislativa lo apoyó
e incluso grupos sociales y la misma Defensoría de los Habitantes se opusieron a él; se
adujo por parte de sus detractores, que el proyecto era violatorio a los derechos de las
mujeres.
Como pasa la mayoría de las veces a todo mortal nacido en nuestra querida Tiquicia, a los
diputados les llegó la fecha límite sin ley aprobada y ¿cuál fue la fácil solución diputadil?
pedirle más tiempo a la Corte para presentar la legislación exigida. Y tuvieron suerte, pues
la instancia les otorgó un alargamiento del plazo, el cual vencerá el próximo 31 de mayo.
Sexta Estación: ¿En manos de quienes está el futuro del tratamiento de fecundación
asistida?
Bastante complicado se presenta el panorama, tanto para que el país se zafe de enfrentar un
juicio por violación a los derechos humanos, como para que en Costa Rica tengamos a
corto plazo una normativa que regule la fertilización in vitro.
Aunque 18 diputados presentaron recientemente un nuevo proyecto de ley que según ellos
cumple con todo lo recomendado por la CIDH, tal parece que en el Congreso la posibilidad
de que dicha legislación se apruebe antes de que se venza el plazo es casi nula. Tan es así,
que ya ha habido manifestaciones de algunos legisladores en el sentido de solicitar ante la
Corte otro aplazamiento. Pero con todo y esto, el fantasma del enjuiciamiento ya ronda en
las cabezas de muchos de nuestros “padres de la patria” y jerarcas de gobierno.
Mientras tanto, las parejas que vienen luchando desde hace ya diez años por validar su
derecho a procrear con un método fecundación asistida, no se han quedado cruzadas de
brazos y más bien, ante el letargo de quienes están obligados a responder a las necesidades
no sólo de ellas sino de cientos más, solicitaron a la Corte Interamericana una serie de
medidas cautelares entre las que destaca la suspensión provisional de la prohibición hasta
que la Asamblea Legislativa apruebe y el Gobierno promulgue la nueva legislación sobre
este procedimiento médico, medida muy sana si pensamos que al paso en que se aprueban
los proyectos en nuestro plenario, es probable que las señoras inmiscuidas en el proceso
tengan que protagonizar la versión moderna de la historia de Santa Isabel y tener su hijo ya
entrada la vejez.
Pero lo que a mi concepto es más impactante es que el propio Papa Benedicto XVI,
valiéndose de la devoción católica de nuestra presidenta, le pidió en diciembre pasado que
no se legalice una técnica médica como lo es la fertilización in vitro alegando el irrespeto a
la vida. ¿Qué nos pasará a los católicos que apoyamos este método? ¿Estaremos en pecado
mortal? Permítanme dudarlo; quienes estamos a favor del bien del prójimo, difícilmente
estaríamos pecando, al menos en ese aspecto.
Lo que sí debemos tener bien en claro es esto: hace más de 40 años, “Un Mundo Feliz” de
Aldoux Huxley escandalizó al planeta introduciéndolo en la fascinante sociedad de ficción
donde los humanos eran fabricados en laboratorios. Como una pesadilla para fanáticos
moralistas y religiosos, Robert Edwards hizo realidad la fantasía, logrando procrear una
bebé probeta a finales de los años setenta. De ahí en adelante, la humanidad se vió
beneficiada con la posibilidad de acceder a un tratamiento médico que solventara la
imposibilidad de concepción y, por ende, hacer de la paternidad algo real; cinco millones de
personas son la prueba más fehaciente.
Pero esta posibilidad tiene once años congelada en Costa Rica. Como si el tiempo se
hubiera detenido, se siguen esgrimiendo argumentos obsoletos con los cuales se pretende
obstruir el avance de técnicas que auxilien médicamente a personas que realmente lo
desean, no por capricho sino por necesidad. Tal parece que esa oposición puede llegar al
extremo de enfrentar al país con un juicio internacional por violentar esos principios
humanos fundamentales que se precia de respetar.