Está en la página 1de 2

Sobre la propiedad privada en Chile

“Por eso, a un ladrón al cual yo no puedo dañar sino recurriendo a la ley cuando ya me ha robado
todo lo que tengo, puedo, sin embargo, matarlo, aunque sólo quiera robarme mi caballo o mi
gabán.”

J. Locke
La propiedad privada en su noción más general, es comprendida como un bien legalmente
reconocido, por medio del cual una persona puede hacer uso o goce de un objeto. Para
Locke la propiedad privada, es una suerte de posesión y dominio ejercidos por un
trabajador quien, a través de su actividad con el objeto natural, legitima que éste sea suyo y
no de otro. La propiedad privada significó para él una ruptura del hombre con el Estado de
naturaleza, en el cual los bienes eran comunes a todos, para dar paso a un Estado civil
donde existiría una regulación en el dominio territorial.

Actualmente la noción de propiedad privada y la noción de riquezas, son atacadas por


narrativas tendenciosas que identifican en el rico a un tirano, en el poder despotismo y en la
autoridad tiranía. Gracias al monopolio de las ideas y a una visión reduccionista de la
filosofía, se impuso subrepticiamente la idea del igualitarismo económico como la mejor
forma de combatir “las injusticias sociales”. Los socialistas han vendido ejemplarmente su
idea de “justicia”, mostrando la desigualdad de ingresos como la mayor enemiga de la
humanidad.

Latinoamérica (particularmente Chile), atraviesa una crisis sobre lo que concierne a la


propiedad privada, sufriendo ideas como la redistribución de riquezas. El gobierno chileno
a través del tribunal de alzada de la quinta región y posteriormente la Corte Suprema,
favorecen con su falta de rigor en contra de la usurpación, al ofensor antes que a la víctima.
Un caso como el de los hermanos Miranda Hernández, que pudo resolverse con el apoyo de
los carabineros desalojando a los invasores, hoy sirve de precedente para los futuros
usurpadores, quienes, gracias a la flaqueza de la legalidad intentarán contra el derecho de
propiedad, apropiarse de los bienes ajenos.

Los antes llamados “grupos minoritarios indígenas”, hoy son privilegiados con una nueva
reforma agraria; gracias a la cual no podrán gravar, enajenar o disponer con autonomía de
sus territorios, sobreponiéndose la tradición indígena a la tradición comercial nacional. ¡La
vuelta al Estado de naturaleza parece cada vez más cercana! Vemos como lo decía A.
Benoist, el racismo oculto en el antirracismo; la nueva élite indigenista gracias al complejo
de culpa europeo, conquistó los espacios culturales, mediáticos y ahora territoriales con una
oposición impotente. El fallo de la Corte Suprema más caprichoso que justo, invisibiliza la
vulneración del propietario ante la toma de su predio, instándolo a que no se preocupe por
su propiedad, pues lo que otrora se decidía de forma más libre, ahora depende en mayor
medida del Estado.

El debate que se está dando en torno a la propiedad privada, apoyado en el revisionismo


histórico de las tradiciones indigenistas, nos lleva a pensar en una segregación sino racial si
ideológica, en perjuicio de quienes ven en la propiedad privada un ejercicio de la libertad
para disponer de un bien. No deja de ser curioso como se dignifica una tradición anulando
la otra.

¿Dónde quedan los derechos de propiedad? Lo que antes por razón natural era legítimo
defender incluso con la fuerza, hoy no lo es. Contra lo que pudieran objetar los abanderados
del socialismo, la propiedad no representa un individualismo exacerbado, sino una serie de
responsabilidades que comprometen al hombre con su entorno. Allí vemos lo que es capaz
de entregar y el lugar donde pertenece, lugar no sólo adscrito a una condición racial sino a
una tradición de trabajo, legalmente reconocida.

También podría gustarte