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UAPA
PRESENTADO POR:
Matricula:
16-7840
ASIGNATURA:
SOC116-2GV02.
FECHA:
15/12/16
FACILITADORA:
15 de diciembre de 2016
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Introducción:
Hace años, muchas de las formas de violencia contra la mujer estaban escondidas
bajo un manto de silencio y aceptación. Las familias, los amigos y las instituciones
públicas se mostraban cruelmente insensibles a ello. Nuestra sociedad se erguía
cómplice de esas agresiones e incluso muertes, que no podemos por menos que
calificar de auténtico terrorismo de género, si divisamos que la mortalidad de
mujeres por esta causa, supone diez veces más que el número de víctimas que cobra
el terrorismo político.
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Caso de Miriam Moraleja víctima de maltrato, denuncia los fallos de la
ley de Violencia de Género
Estos son solo algunos casos de violencia de género de los muchos que
ocurren en Argentina. "Y ni siquiera pensamos que puedan estar pasando”,
lamenta Soledad Benegas, directora de la Fundación Sobran Motivos de la
ciudad Mendoza. Desde su organización, dan refugio a mujeres que viven
atrapadas en una espiral de maltrato y violencia por parte de sus parejas.
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“Hace apenas unos años se aprobaron las leyes hoy vigentes respecto a los
diferentes tipos de violencia contra mujeres, como la Ley de Protección
Integral a las Mujeres o la Ley contra la Trata de Personas, en contra de la
explotación sexual. La incorporación del delito de femicidio al Código Penal,
que es el agravante de homicidio por la condición de mujer, no tuvo lugar
hasta 2012. Así pues, a pesar de todo el sufrimiento de tantas mujeres, hace
pocos años que se reconoce como delito la violencia hacia la mujer en el
ámbito familiar e institucional”, explica Benegas. “Poco a poco, se ponen en
funcionamiento todas aquellas medidas de protección que establecen estas
leyes para asistir a las mujeres. Hoy por hoy, por ejemplo, al agresor
acusado de un delito se le asigna un abogado gratuito que le ayuda y le
lleva todo el proceso judicial. La mujer, en cambio, queda desamparada; si
no tiene recursos está en desventaja. La nueva ley contempla cambiar esta
realidad para ofrecer patrocinio jurídico gratuito a las mujeres, y que no solo
las asesore, sino que las acompañe en el litigio y eliminar esa desigualdad
respecto de los hombres”.
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Las lagunas que no resuelve la ley también las padeció Miriam Moraleja,
víctima de la violencia machista. Su pareja la apuñaló frente a dos guardias
civiles el 4 de abril de 2007, cuando acudió a recoger sus pertenencias al
domicilio familiar. El hombre fue condenado a ocho años de cárcel que
cumplió íntegros. En julio de 2015 salió en libertad: “Mi condena empezó
cuando terminó la de él”, dice ahora Miriam, que se lamenta de que la orden
de alejamiento solo afecta a su casa y la de su madre, mientras que en el
resto de la ciudad en la que vive teme encontrarse con su agresor. Es otro
de los múltiples problemas que no ha sabido resolver la Ley de medidas de
protección integral contra la violencia de género.
"Estas mujeres luchan por su vida cada día", dice Lorena Abellán, que
señala que desde que se denuncia hasta que se celebra el juicio pueden
pasar dos años. Si además hay que probar un maltrato psicológico, los
procesos se alargan. "En ese período las mujeres están completamente
desprotegidas. Y además no tienen derecho a ayudas", sentencia.
“Yo pregunté si le pondrían pulsera, pero me dijeron que era muy caro”,
cuenta Miriam, que perdió 40 kilos tras la agresión y tuvo que dormir en
posición vertical durante meses. Al haber cumplido su condena, el agresor
no está obligado a llevar ese dispositivo telemático que avisa a la víctima de
que se está acercando. “He estado nueve meses encerrada entre estas
cuatro paredes. Cuando me acercaba a la puerta, empezaba a temblar”,
explica. La responsabilidad de la casa recayó sobre su hija mayor, Nheyla,
que hacía las veces de madre y se encargaba de todo lo que ocurriera de
puertas para afuera, como la compra o llevar a su hermano al colegio.
Testimonio:
“Yo no puedo contar cómo es mi vida real, es muy triste”, dice Miriam. La
mujer vive en un piso cedido por una asociación y no dispone de ningún tipo
de ingreso económico. Tras la agresión comenzó a tener mareos, pérdida
de la orientación y agorafobia, por lo que le resulta imposible trabajar. Es la
otra vertiente sin resolver de estas agresiones. “Toda mujer maltratada
necesita protección. Muchas de ellas temen denunciar a sus maridos porque
si entran en la cárcel se quedan sin medios económicos para alimentar a
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sus hijos”, cuenta la abogada. Miriam recibió 426 euros mensuales durante
tres años. Y después nada. Tiene dos hijos en común con su agresor, pero
no ha pedido una pensión alimenticia por miedo a retomar contacto con su
expareja. El objetivo de Miriam es que sus hijos tengan una vida feliz: “El
maltrato está desterrado de mi casa”, dice. Aunque la ley no acabe de darle
todo lo que necesita.
Comentario:
“No necesitamos pistolas y bombas para traer la paz, necesitamos amor y compasión.-
Madre Teresa”.
Denunciar:
Guardá tus documentos y los de tus hijos/as (si tenés) y algo de dinero
para usar en el caso de necesitarlos.
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Aunque la mayoría de estas conductas violentas suceden a puertas
cerradas, es importante presentar testigos en la denuncia (vecinos,
familiares u otras personas que hayan podido escuchar o ver). Podés
pedirles su número de DNI, el domicilio y/o teléfono para que puedan
declarar.
En todo momento:
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