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Noticias Uruguayas 17 Mayo 2011
Noticias Uruguayas 17 Mayo 2011
Noticias Uruguayas 17 Mayo 2011
Impertinencias presidenciales:
* La Ley de Caducidad es: "un tema que ya paso",
"son preocupaciones de ustedes los periodistas que
necesitan titulos","despues se vera,despues juntamos
los pedazos", "No me vengan con cucos"
"No pasa nada", "Aca lo unico importante que hay es
la muerte" (JUSTAMENTE !! la muerte de
prisioneros,la muerte haciendolos desaparecer pero
sin reconocer el asesinato.SERIA LO UNICO
IMPORTANTE, lo que significa:TERMINAR CON
LA IMPUNIDAD que trafico y trafica CON LO
UNICO IMPORTANTE)
Nacional - Ley de Caducidad
El presidente José Mujica descartó este miércoles que los vaivenes del Frente Amplio en torno
a los intentos de anular la ley de Caducidad afecten la gobernabilidad y pidió al periodismo no
hacer “cucos” al respecto.
“Este tema para mi pasó ya. Tengo que pelear por el ferrocarril, por el laburo, por cantidad de
cosas concretas del hombre de la calle. Esas son preocupaciones de ustedes los periodistas
que necesitan títulos para salir a la calle”, dijo el mandatario en rueda de prensa en el
Parlamento, donde asistió a una reunión de la Asamblea Parlamentaria Euro-Latinoamericana
(Eurolat) y el Parlamento Latinoamericano (Parlatino).
“¿Concluye el tema de la mejor manera?, preguntó un periodista al mandatario. “Y yo que sé,
después se verá, después juntamos los pedazos“. No me vengan con cucos. No pasa nada.
Acá lo único importante que hay es la muerte. Lo demás se recompone. Quedarán unos tajos,
alguna heridas, habrá que acomodarse las garras y seguir porque todos los días amanece”, dijo
Mujica.
El mandatario criticó al periodismo y dijo que “lo único que informan son malas noticias”.
“Estamos en buen momento. Ahora vamos a discutir si media docena de plantitas de
marihuana o nueve. Vamos a discutir todo eso. Yo tengo que pelear con el ferrocarril. Va a
salir, vamos a tener ferrocarril”, aseguró.
El Presidente José Mujica le pidió al diputado del Espacio 609, Víctor Semproni rever su
posición a los efectos de acompañar al FA en la votación del proyecto de ley que anula la ley
de caducidad.
Mujica le pidió a Semproni “bajar los decibles” y dijo que éste “debería calmarse, pero él tiene
su personalidad y va a hacer lo que le parece", dijo el mandatario.
Este jueves si todos los diputados de la oposición están en sala a la hora de votar (los cuales
suman un total de 49 integrantes), el proyecto del Frente Amplio no tendrá los votos suficientes
para su aprobación. En ese caso, se deberá convocar a la Asamblea General, donde se
requieren dos tercios para que el proyecto salga aprobado.
Como el Frente Amplio no dispone de esa mayoría y los partidos de la oposición votarán en
contra, el proyecto quedaría archivado automáticamente.
El diputado Semproni, habló este martes con El Espectador y explicó su decisión de no apoyar
la anulación.
“Yo no voy a votar a pedido o por mandado, yo voto o no por lo que me dictan mis convicciones
y la verdad es que estamos ante una propuesta que le hará mucho mal al FA”, sostuvo el
legislador, al tiempo que agregó que “lo que hice con el presidente fue agradecerle su
preocupación por mi y la unidad del FA”.
“Él (Mujica) me dijo que los dados están echados y me pidió que no me inmolara por esto. La
primera conclusión que sacamos juntos es que se resuelva como se resuelva esta situación le
costará un peso político muy alto a nuestra fuerza”, sentenció Semproni.
Buuuuuuu
17.05.2011 18:39
El presidente José Mujica dijo este martes que la discusión por la Ley de
Caducidad es un tema que, para él, "ya pasó". En declaraciones recogidas
por Radio Sarandí, Mujica señaló que, ahora, tiene "que pelear por el
ferrocarril, por el laburo, por cosas concretas del hombre de la calle".
Mujica opinó que el diputado Víctor Semproni "va a hacer lo que le parece", y
que, de no aprobarse el interpretativo de la Ley de Caducidad, la
gobernabilidad no se verá afectada. "No me vengan con cucos, no pasa nada.
Acá lo único importante que hay es la muerte, lo demás se recompone", y
agregó que "hay que seguir, porque todos los días amanece".
Montevideo Portal
Comentarios a la Carta del Comite de Base del Frente Amplio en Mexico
Los senadores del Frente Amplio Enrique Rubio (Vertiente Artiguista) y Eduardo Lorier (Partido
Comunista) entienden que todavía no está definido el futuro de la ley interpretativa que anula
los efectos de la Caducidad. Ambos sostuvieron que todavía queda tiempo para negociar y
conseguir la mayoría necesaria en la Cámara de Diputados para que se otorgue al proyecto la
media sanción que resta. La votación se llevará a cabo este jueves pero el diputado
frenteamplista Víctor Semproni ya anunció que no votará. El FA tiene 50 diputados y sin el voto
de Semproni quedará con 49, la misma cantidad de la oposición. Con una votación empatada,
el proyecto fracasará en Diputados y se deberá convocar a la Asamblea General para que
resuelva.
Este martes, el Semproni (Espacio 609) aseguró que saldrá de sala al momento de la votación
porque no está de acuerdo con la ley.
Ante esta situación la izquierda no tendría los votos suficientes, pero tanto Rubio como Lorier
dijeron que todavía resta tiempo para revertir la decisión.
Rubio sostuvo que “hasta el 19 (de mayo) hay espacio para conversar”. En la misma línea,
Lorier insistió en que “hasta el último minuto se está negociando como corresponde porque es
muy importante para el Frente Amplio” la ley interpretativa.
El líder de la Vertiente Artiguista expresó que “si no se vota, habrá una falla” que le hace perder
la mayoría parlamentaria al partido de gobierno y que, además, significaría algo “muy malo
para el país, para los derechos humanos, para el Frente Amplio, para la gobernabilidad y para
el sentido del respaldo político al presidente (de la República, José) Mujica”
Por su parte, Lorier insistió en que se seguirá negociando (con Semproni) hasta el momento de
la votación. “En esto yo digo siempre de no jugar con fuego, (porque) estamos presentes ante
un hecho que determina las relaciones en el Frente Amplio”, dijo el legislador comunista.
PAGINA 12
UNA MASACRE,
OCHO CONDENAS
Por Marcos Salomón
Ocho ex militares que participaron en
los fusilamientos de 15 presos en
diciembre de 1976, en la localidad
chaqueña de Margarita Belén, fueron
condenados a prisión perpetua. Uno de
los acusados fue sobreseído, en tanto
los ocho restantes deberán cumplir la
sentencia en cárcel común
El sentimiento de lo diabólico
Por Alejandra Dandan
En el último tramo del juicio oral, el fiscal Félix
Crous dio por probada la intervención de los ocho
acusados en el centro clandestino y avanzó con la
descripción de las víctimas, entre ellas Raymundo
Gleyzer y alumnos del Nacional de Buenos Aires.
Tensión
Con exclamaciones y lágrimas, familiares de las víctimas escuchaban las condenas, con
Patetta y Losito fueron los momentos de mayor festejo, entre aplausos y alguna ironía suelta.
Pero, en general, la audiencia fue absolutamente tranquila.
En cambio, toda la calma se rompió cuando el Tribunal absolvió a Chas. Los familiares del
policía rompieron en llanto (aunque no tenían mucha esperanza, porque, según testigos,
adelantaron el casamiento de una nieta del imputado para evitar que, tras la sentencia, no
pudiera asistir a la boda) y descargaron toda su tensión contra los familiares de las víctimas.
Chas, de pie, con cara de sorpresa, escuchó su libertad por falta de pruebas.
Igual, Juan Andrés Sala, hijo de Néstor –una de las víctimas de la Masacre– y de Mirta Clara –
ex presa política– pudo descargar su bronca contra Patetta: “Vos fuiste el que asesinó a mi
papá”, le gritó.
La contracara, la impotencia de la nueva generación de la Pierolada (sobrinos de Fernando
Piérola, que es una de las víctimas del 13 de diciembre de 1976 que continúa desaparecida):
“¿Dónde están los cuerpos de nuestros compañeros, de nuestra familia?”, preguntaban a los
gritos, mientras la familia Chas era desalojada de la sala.
En otra parte de la sentencia, el Tribunal hizo lugar al pedido de falso testimonio presentado
contra el ex soldado y escritor frustrado Alfredo Maidana. En cambio, no hizo lugar al pedido de
la defensa que acusó de falso testimonio a Francisco “Tete” Romero, ministro de Educación.
Los jueces también hicieron lugar al pedido de falso testimonio planteado contra el ex médico
policial Orlando Grillo, que representa la complicidad civil chaqueña en el terrorismo de Estado.
En tanto, los fundamentos completos del fallo se conocerán recién el 12 de julio, según lo
anunció la jueza Yunnes. Justo el 12 de julio sería el cumpleaños de Néstor Sala, víctima de la
Masacre.
El final
Sobre el final, el abrazo partido entre familiares de las víctimas contrastaba con la desazón de
los familiares de los imputados. Sólo la esposa de Martínez Segón habló con la prensa, para
descalificar el fallo. Para acallar cualquier rumor y como una manera de festejar un triunfo
contra la impunidad de 35 años, con los dedos en V o con el puño en alto, los presentes
comenzaron a cantar el Himno Nacional Argentino.
Pero, a diferencia de la sentencia en la causa Caballero, cuando todos abrazaban a los
sobrevivientes que declararon en el juicio, en la sentencia por la Masacre de Margarita Belén
no había sobrevivientes para abrazar. Por eso, a voz batiente, tomó mucho más fuerza y
sentido el Himno cuando la sala de audiencias bramaba: “Oh juremos con gloria morir”.
EL PAIS › ALEGATO DE LA FISCALIA EN LA CAUSA POR LOS CRIMENES DE EL
VESUBIO
El sentimiento de lo diabólico
En el último tramo del juicio oral, el fiscal Félix Crous dio por probada la intervención de los
ocho acusados en el centro clandestino y avanzó con la descripción de las víctimas, entre ellas
Raymundo Gleyzer y alumnos del Nacional de Buenos Aires.
Por Alejandra Dandan
Pagina 12
La última etapa de los alegatos de las querellas por los crímenes cometidos en el centro
clandestino El Vesubio estaba por empezar. Los tres militares acusados, aún en libertad, ya
estaban sentados. A los otros cinco imputados, ex agentes penitenciarios, les habían sacado
las esposas y estaban ahí, a la espera, en su nueva condición de prisioneros. El fiscal Félix
Crous, a cargo del armado de este último tramo en el juicio oral, empezó el alegato con estas
palabras: “Pienso que todos los aquí reunidos coincidirán conmigo en que cada vez que, a
través de testimonios personales o de documentos, tomamos contacto con la cuestión de los
desaparecidos en la Argentina o en otros países sudamericanos, el sentimiento que se
manifiesta casi de inmediato es el de lo diabólico. Desde luego, vivimos en una época en la que
referirse al diablo parece cada vez más ingenuo o más tonto, y sin embargo es imposible
enfrentar el hecho de las desapariciones sin que algo en nosotros sienta la presencia de una
fuerza que parece venir de las profundidades, de esos abismos donde inevitablemente la
imaginación termina por situar a todos aquellos que han desaparecido”.
Sólo al final Crous contó que esas palabras las había pronunciado Julio Cortázar en 1981, en
París, para el coloquio sobre la política de la desaparición forzada de personas, en medio de la
pelea para que Naciones Unidas reconociera el estatus de los desaparecidos. Y aquí, en la
trama de El Vesubio, fue el soporte para anclar el alegato por 155 víctimas del campo de
exterminio ubicado en el cruce de Riccheri y General Paz. Algunas de ellas, dijo Crous,
recuperaron la libertad; 22 aparecieron asesinadas y existe una “enorme cantidad de
desaparecidos”, cuyos cuerpos aún buscan sus familiares.
“Nosotros nos sentimos muy honrados de estar en ese futuro que señalaba Cortázar, acusando
a quienes acusamos en este juicio”, dijo el fiscal. “Estamos acá porque las madres jamás
abandonaron a sus hijos, porque los hijos nunca abandonaron a sus padres, porque azuzaron a
una sociedad narcotizada por el consumo o la angustia por la sobrevivencia a recordar que
aquí había cosas pendientes.”
El alegato se extenderá toda la semana. En el comienzo, la fiscalía homenajeó a dos
abogados, víctimas de El Vesubio, y sin mencionarlo le dedicó una crítica a Pablo Jacoby, que
actúa en representación del gobierno alemán por una de las víctimas y es socio, a la vez, del
estudio jurídico que defiende a la dueña del Grupo Clarín, Ernestina Herrera de Noble, en la
causa por la identidad de sus hijos adoptivos Marcela y Felipe.
En el proceso por los delitos perpetrados en El Vesubio son juzgados ocho represores: los
militares Hugo Pascarelli, Héctor Gamen, como jefes de área, y Pedro Durán Sáenz, a cargo
del centro clandestino, y cinco ex agentes penitenciarios. Las querellas vienen pidiendo prisión
perpetua para los militares porque son los únicos acusados hasta ahora por los 22 homicidios.
Crous empezó por ese punto; dio por probada la intervención de todos los acusados en los
hechos vinculados al campo clandestino y explicó la lógica de los homicidios: “Los cuerpos
pertenecían a personas sacadas para ser fusiladas en completa indefensión, sus cuerpos se
hallaron en escenas montadas para mostrar al resto de la sociedad los resultados de un
supuesto enfrentamiento con las fuerzas de seguridad”. Así aparecieron todos los cuerpos en
episodios ocurridos en Monte Grande, Del Viso, Avellaneda y Lomas de Zamora.
Luego avanzó con la descripción de las víctimas de 1976, 1977 y 1978. Un dato: la descripción
reconstruyó trayectorias políticas, pero del modo en el que fueron narradas durante el juicio; no
aparecieron en la voz de los fiscales, sino con el tipo de relato de cada sobreviviente o familiar.
El ’76 es el período más borroso de El Vesubio. Funcionaba sólo una de las tres casas
destinadas a la organización de la represión y es el año con menos registros de víctimas,
porque además hay menos sobrevivientes. La primera víctima cuyo caso fue reconstruido fue
Gabriel Oscar Marotta, secuestrado el 29 de abril en La Plata, blanqueado y liberado en
octubre de 1982. Durante su cautiverio, escuchó a otro compañero decir que estaba muy
apenado porque había mandando “en cana a Haroldo Conti”. El caso del escritor no pertenece
a la causa, pero su mención pareció indicar alguno de los pedidos que se harán al término del
alegato.
Otra víctima del ’76 vinculada a Conti fue Raymundo Gleyzer. La fiscalía acusó por el secuestro
a Gamen y Pascarelli y dio por probado que lo secuestraron el 27 de mayo de 1976. Ese día
almorzó en casa de su madre, a las 16 pasó por el sindicato de cine y a las 18 no llegó a
recoger a su hijo. Su hermana Greta encontró el departamento desvalijado. Una vecina había
escuchado gritos, vio a varios hombres llevarse cosas y, cuando preguntó si era una mudanza,
le respondieron: “Acá hay mudanza para rato”. Gleyzer permaneció en El Vesubio hasta el 20
de junio de 1976. Sus amigos ya denunciaban que estaba con Conti. Sabían que lo habían
tirado en “una mesa completamente electrificada, que en lugar de tener simples electrodos, las
personas eran cortadas vivas”.
En 1976 hubo un grupo de estudiantes del Colegio Nacional de Buenos Aires, de la UES. La
fiscalía dio por probado el traslado a El Vesubio de Federico Julio Martul y Gabriel Dunayevich,
de 17 y 18 años, cuyos cuerpos aparecieron el 3 de julio de ese año en una banquina de Del
Viso. Estaban boca abajo y a los extremos del cuerpo de Leticia Akselman, otra víctima. Tenían
impactos de bala y, por un grupo de vecinos, sus padres pudieron saber que los fusilaron, los
ataron con alambres y les pusieron un cartel que decía: “Fui Montonero”.
Un dato particularmente subrayado fue el procedimiento sobre los cuerpos. “Usualmente se
descubrían uno o dos días más tarde –dijo Clarisa Miranda, fiscal adjunta–, pasaban a manos
de la policía local y los llevaban a la morgue.” Un médico forense hacía la autopsia y
certificados, pero “ni una sola medida servía para investigar las identidades, que era muy fácil
de hacer con las pruebas dactilares”. A los cuerpos los depositaban como NN en el cementerio
local y el caso se cerraba. Pero con Martul la “burocracia atentó contra la clandestinidad”,
porque la extracción de las huellas le permitió a su familia dar con su cuerpo pocos días más
tarde. “Desde entonces el expediente no tuvo ningún avance significativo, nada hizo el Poder
Judicial para identificar a las otras víctimas hasta el retorno a la democracia.”
Uno de los hechos centrales de 1977 fueron las 16 víctimas de la masacre de Monte Grande.
Entre ellas está Elizabeth Kaserman, secuestrada a principios de marzo de 1977, y un grupo de
militantes de la brigada obrera del Poder Obrero. Sus caídas y la lógica con que fueron
perseguidos aparecieron con claridad en el juicio por los relatos de testigos, pero también por
los documentos de la ex Dirección de Inteligencia de la Policía Bonaerense (Dipba).
EL PAIS › ROBERTO CATALAN FUE INDAGADO E IMPUTADO POR COLABORAR
CON LA DICTADURA
La reconstrucción de Paula
Paula está convencida de que Lavallén conoció a sus padres porque pasaron por el centro
clandestino de la Brigada de San Justo. Los Lavallén la anotaron como hija biológica con dos
años menos de edad, como si hubiese nacido más tarde.
Una vez, dice, escuchó en televisión una especie de juego en el que decían: socorro y auxilio.
“Me acuerdo que con Lavallén nos pusimos a jugar en la calle, íbamos caminando y cuando él
me agarraba yo empezaba a gritar socorro y auxilio. Era un juego –dice–, pero hoy lo miro
distinto: creo que hay juegos y juegos y uno no se pone a jugar así, a pedir socorro y auxilio en
la calle porque sí.”
Dicen que sus apropiadores no pudieron cambiarle el nombre. Que cuando llegó a la casa
Paula lo repetía constantemente. “Del nombre yo no me acuerdo tanto –dice Paula–, pero sí de
un juego que se repetía. Un día estaba ella, Raquel, y una especie de vecina en el
departamento y me dicen: ‘A ver, hoy jugamos a que te llamás de tal manera’. Yo en esos
momentos me recostaba en la cama, daba vueltas y cuando me insistían era como si me
cansara y me iba a jugar a otra parte.”
Años más tarde, ya en casa de su abuela, Paula le preguntó si tenía su ropa de bebé. Habían
pasado pocos días desde la recuperación, Paula la estaba midiendo. Ante una imagen de las
rondas de las Madres por televisión, ya le había dicho a su abuela que esas mujeres eran locas
y los hijos tirabombas. Ahora pedía la ropa. Elsa se la dio. Paula le dijo que una vez también se
la había pedido a su apropiadora. La primera vez, la mujer le dijo que no la tenía porque la
había donado a los chicos pobres. La segunda vez le dijo lo mismo, pero le preguntó si era
egoísta. La tercera vez, le dijo egoísta y le dio una cachetada.
Paula no se acuerda. “Siempre me acuerdo que él le pegaba a ella en general en el baño –
dice–, aunque alguna vez lo hizo delante mío. Me acuerdo que ella me pegó una vez, y es más,
yo siempre pensé que era la única: yo tiré un plato de porcelana, tendría cerca de ocho años, y
sólo me acuerdo que la miré y no volvió a pegarme.”
La búsqueda
Elsa buscó y buscó. Su consuegro le dijo una vez: “¿Se miró al espejo, Elsa?”. O: “¿Vio en qué
estado está?”. Le sugirió que dejase la búsqueda, que a lo mejor su nieta ya estaba con otra
familia: “¿Y usted qué va a hacer? ¿Va a volver a sacarle a los padres?”. Elsa respondió con lo
que iba a decir siempre: que iba a seguir, que ésos no eran los padres.
Con el tiempo, Abuelas tuvo fotos de los Lavallén por una vecina que escuchó una discusión.
Elsa vio a Paula en la puerta de la casa, pero cuando intentó volver encontró un cartel de
alquiler con el departamento vacío. Dos años después, con la apertura democrática y los
murales de Abuelas en las calles, alguien aportó otro dato. Paula estaba ahora a cuatro
cuadras de Chacarita. Elsa viajó todos los días desde Banfield a comprar verduras frente a la
casa. La primera vez que la vio entró en shock porque su nieta tenía un guardapolvo de
preescolar cuando debería haber tenido uno de primaria. Elsa no sabía de la inscripción de
nacimiento retrasada ni de lo que después los psicólogos le explicaron como estrés de guerra:
desde el secuestro, Paula había empezado a tener retrasos de crecimiento.
Un día siguió a un micro, y supo dónde estaba la escuela. Otro día le pidió a su marido que se
acerque a la niña para preguntarle nombre y apellido para la denuncia. Cuando su marido se
topó con la niña tuvo la impresión de que ella estuvo a punto de decirle “abuelo”. “Mi abuela me
contó eso después, pero yo tengo presente otra escena –dice Paula–: tengo el registro de
gente que me miraba, y un día hubo alguien que me llama la atención y entonces me acuerdo
de haber mantenido la mirada, era la hora de la salida de la escuela, yo iba camino al micro. Yo
miro, sostengo la mirada pero no de forma desafiante sino como para ver qué pasaba”.
Paula después supo que ése era su abuelo. Que ese día se quedó preocupado porque no
sabía si ella había reconocido en forma instintiva algún detalle y que pudiera decir algo en la
casa.
Luego de las búsquedas, llegó la denuncia. Hubo jueces que hicieron todo lo posible para
retrasar el encuentro. No ordenaron allanamientos, no permitieron los exámenes con los que
pese a la diferencia de edad entre las dos Paulas se podía saber si era o no. Cuando el dato
finalmente estuvo, hubo quien no quiso entregar a la niña hasta que no resolviera la cuestión
de fondo de la causa. Paula finalmente conoció a su abuela en diciembre de 1987, fue la
primera nieta restituida por ADN. El juez Andrés D’Alessio de la Cámara de Casación las
presentó: “El lugar era como un castillo con sillones enormes y había una mesa ratona. Me
acuerdo que me presentan a mi abuela y yo daba vueltas alrededor de la mesa porque no
quería entrar en contacto con ella, ella se sienta y me muestra unas fotos de cuando yo era
chica, una a upa de mis padres y otra donde estaba yo de beba. Lo que sucedió en ese
momento es que en una de esas fotos yo me reconozco, me doy cuenta de que era yo, porque
era una foto igual a las primeras que me habían sacado en la otra casa, pero miro y en ese
momento no dije nada, y no dije nada por mucho tiempo, tal vez se lo dije años después”.
Paula tenía ocho años. “Eso era por el escepticismo que yo tenía, creo que me manejaba un
poco así, desconfiaba. De pronto no sé muy bien cómo pero estoy llorando y me agarra sueño,
y no era natural. Quería dormirme, como si necesitara descansar, pero no me animaba porque
no estaba segura dónde hacerlo. Ahí había una asistente social. Me acuerdo que me dijo que
me duerma tranquila, que ella me daba un anillito que tenía: ‘Vos te dormís con el anillo y
cuando te despertás me lo das’. Yo le dije que no, y le pedí el otro anillo que tenía en la mano
porque me imaginaba que si no me lo había ofrecido era porque tenía más valor.”
EL PAIS › CLARA PETRAKOS BUSCA A UNA HERMANA NACIDA EN
CAUTIVERIO
Clara Petrakos tenía nueve meses cuando secuestraron a su madre, María Eloísa Castellini.
Por Alejandra Dandan
Pagina 12
Otros sobrevivientes habían hablado de su madre, del nacimiento de un niño y también habían
hablado de Clara. Clara Petrakos finalmente se sentó en la sala de audiencias de los
Tribunales de Retiro para contar su historia en nombre propio. Y ante preguntas que la llevaban
directamente al centro clandestino, se abrió paso a los tumbos para quedarse en los momentos
previos, en el antes, en las historias de sus padres vivos, en el compromiso político.
Clara nació el 6 de febrero de 1976, nueve meses más tarde secuestraron a su madre, María
Eloísa Castellini. María tenía un embarazo de cuatro meses. Poco tiempo después desapareció
su padre, Constantino Petrakos. Su madre, su padre y una hermana o hermano que nació en
cautiverio están desaparecidos.
“Quiero seguir un orden cronológico para no olvidarme de nada”, dijo Clara ante una pregunta
de la fiscalía. A principios de 1974, su madre, que tenía 18 años, trabajaba con un grupo de
estudiantes universitarios y con un sacerdote. “Durante el verano se fueron a hacer trabajos
voluntarios en vez de irse de vacaciones a Mar del Plata, hacían albañilería y construyeron una
escuela, y mi mamá pensaba que era necesaria porque todos debían tener acceso a la
educación.” Para 1976, ella era maestra en un jardín de Merlo. El 11 de noviembre de ese año
la secuestró una patota desde la puerta de la escuela a las 12.45 del mediodía.
“Lo que conozco de ese episodio lo sé por los relatos de las personas que estuvieron con ella”,
explicó Clara, que una y otra vez intentó fundar el relato en esos datos, tomando en manos un
cruce que debería haber hecho la Justicia.
“Mi mamá iba a tomar un colectivo a media cuadra de la escuela, en ese momento se acercan
dos o tres, la agarran de los pelos y la meten adentro de un auto.”
Clara estaba en ese momento con una de sus tías. A las siete de la tarde, una patota entró al
departamento con la madre. “Mamá estaba embarrada y lastimada, yo no me acuerdo pero leí
el testimonio de mi tía del ’83 y el del portero del edificio que también la ve embarrada, y que
por el estado no la reconoce.” Dicen que María estaba con signos de tortura en el cuerpo, en la
boca, en el pecho y en la ingle a pesar del embarazo. Que no podía comer ni hablar
demasiado, y le pidió a su hermana que la cambiara. La patota estaba ahí esperando a su
padre, que nunca llegó porque vio el operativo desde la calle y escapó. Clara estuvo con él
algún tiempo, pero después él viajó a España, desde donde desapareció a fines de 1977.
Por mucho tiempo tampoco supo cuál fue el recorrido de su madre. En 2003 conoció a una
sobreviviente del Protobanco en Puente 12 que reconoció una foto en una marcha de Abuelas.
“Cristina Comandé tenía presente la imagen de mamá, pero mi mamá no le había dicho cómo
se llamaba, así que ella no sabía su nombre y ni de mi existencia hasta que me reconoce en la
muestra de fotos, reconoce a mi mamá.”
María estuvo en el Protobanco hasta fines de diciembre de 1976. Entre enero y marzo no se
sabe dónde estuvo y en abril de 1977 estuvo en el Pozo de Banfield.
“Además de mi mamá –dijo Clara– se sabe que hubo otras veinte mujeres embarazadas ahí,
hay constancias de que diez tuvieron a sus hijos. Hubo dos abortos por los malos tratos y del
resto no se sabe cuál fue el destino. De los diez nacimientos de los que existen constancias,
sólo cuatro recuperaron su identidad y muchos años más tarde: María José Lavalle Lemos,
Carlos D’Elía, Carmen Gallo Sanz y Victoria Moyano.” Entre los que nacieron está además su
propia hermana, que todavía no está ubicada.
Las pruebas
“Cuando mi mamá empieza con el trabajo de parto, las compañeras de celda empiezan a gritar
o pedir que se acerque alguien para que pueda salir –dijo Clara–, pero lo único que consiguen
es que un guardia abra la puerta de la celda, la celda era muy chiquita, un lugar en el que ni
siquiera entraba acostada. Ahí la hacen acostarse en el pasillo, nace mi hermano, la ayudó
Patricia Uchanski, que está desaparecida.” Todo esto, dijo Clara, me lo “relató” Adriana Calvo,
que llegó al Pozo de Banfield cuando Patricia todavía estaba ahí. Entre otros datos, Clara supo
que el guardia cortó el cordón umbilical con un cuchillo de la cocina y que después de unas
horas a su madre le sacaron al niño al que todos mencionan como niña, “Mi mamá siguió ahí
hasta el 25 de abril del ’77, cuando hubo un traslado masivo, sólo quedaron Adriana y Ana de
Gatica, que son liberadas.”
“El Estado que debería haber buscado en los primeros años hizo poco y nada, no las buscó”,
dijo Clara. “La excepción fue una comisión que en algún momento pidió investigar las
adopciones y las partidas de nacimiento firmadas por el médico Bergés. Las partidas se
encontraron en los ochenta, tres de esas partidas recuperaron la identidad, pero muchos años
después porque durante años no se hizo nada.” La primera causa del caso es de 1986. Entre
1997 y 1998, Clara se acercó a Abuelas. Había leído la historia de Ana Caracoche de Gatica,
que había estado con su madre. “Tuvo dos hijos secuestrados en distintos operativos y luego
de que es liberada, por muchos años los buscaron hasta que finalmente los ubicaron a los dos,
la hija había sido apropiada por un comisario. Yo me dije: ‘¿Cómo teniendo dos hijos
apropiados los pudo recuperar a los dos y relativamente en pocos años?’. Ahí fue cuando dije:
‘Tengo que participar en la búsqueda’, y empecé haciendo difusión en los diarios, en las
revistas, en Internet.”
Un defensor le preguntó en la audiencia por los padres. Puntualmente por la militancia política
con esa pose con la que intentan volver a la lógica de la guerra.
“Empecé hablando de la militancia, pero no veo la relación del plan sistemático de apropiación
de niños y esa pregunta –le dijo Clara–: pero sí, militaban en el PRT.”
–¿Qué es el PRT? –la provocó el abogado. Clara no respondió. No inmediatamente. Lo miró
con una mueca. La presidenta del Tribunal, María del Carmen Roqueta, respondió para salir del
apuro que era Partido Revolucionario de los Trabajadores. “¿Es así?”, le preguntó a Clara. Y
entonces Clara dijo que sí.
“Yo quisiera que el Estado busque y encuentre los archivos en donde están los datos de qué
pasó con mi hermana y los niños robados”, dijo al terminar. “Que pregunten a Juan Miguel
Wolk, jefe del Pozo, qué sabe de mi hermana, dónde están los otros chicos, dónde están las
personas.”
HERMES
Información-Comunicación desde la izquierda
El borrador fue redactado por el economista inglés John Williamson para una conferencia
organizada en 1989 por el Institute for International Economics con el título de “Lo que
Washington entiende por reforma de políticas” (What Washington Means by Policy Reform), y
en el que se sintetizaban los criterios de los economistas norteamericanos acerca de los
objetivos que deben fijarse los países latinoamericanos para su desarrollo, de manera que se
articulen con los intereses estratégicos de Estados Unidos partiendo del criterio de que lo que
es bueno para Washington es bueno para el resto del mundo y viceversa.
El Consenso fue “enriquecido” en dos ocasiones posteriores a su aprobación inicial dando lugar
a los Consenso de Washington II y III.
Estados Unidos y los demás países del primer mundo han impuesto bilateralmente las políticas
del Consenso de Washington sobre las economías de las naciones subdesarrolladas pero,
sobre todo, se han servido para ello de organizaciones supraestatales como el BM y el FMI.
Durante décadas, el FMI enarboló las banderas del Consenso de Washington promoviendo
privatizaciones, reducción del papel de los gobiernos en la economía, disciplina fiscal sin déficit,
reformas impositivas, liberalización de la entrada de inversiones extranjeras directas,
reordenamiento de las prioridades del gasto público, auge de los mercados financieros,
liberalización del comercio exterior, desregulación para suscitar competencia, liberalización de
las tasas de interés, promulgación de tasas de cambio competitivas y el reconocimiento de
derechos de propiedad. También impuso los célebres programas de ajuste estructural (PAE)
llamados a “apretar el cinturón” a los pueblos de los países endeudados para que sus
gobiernos puedan pagar sus débitos a las naciones desarrolladas.
El Consenso de Washington ha servido para abrir el mercado laboral de bajos ingresos de los
países subdesarrollados a la explotación por parte de compañías del primer mundo en
detrimento de los intereses de la clase obrera en las naciones industrializadas.
“Pero todo esto se derrumbó con la crisis financiera global. Ya el Consenso de Washington es
historia", reconoció Strauss-Kahn, quien llamó a que el Estado ejerza mayor papel en la
economía y controle los excesos del mercado. “El Consenso debe ser superado por una nueva
política económica con acento en la cohesión social y el multilateralismo”, señaló.
“Es necesario un impuesto sobre las actividades financieras para forzar a ese sector a asumir
parte de los costes sociales de su actividad inherentemente arriesgada”, dijo Strauss-Kahn.
“No me malinterpreten: los viejos patrones de la globalización dieron muchas cosas buenas (…)
pero la globalización tiene su lado oscuro: el crecimiento de la brecha entre ricos y pobres.
Mientras que la globalización en el comercio se asocia a la reducción de las desigualdades, en
las finanzas la globalización las incrementa.
Necesitamos una globalización con rostro más humano porque las desigualdades pudieran ser
causas silenciosas de las crisis”.
Haber declarado la muerte del Consenso de Washington sin un debido consentimiento de Wall
Street y la Casa Blanca pudo haber sido la causa de que Strauss-Kahn haya sido situado en
parecido banquillo de acusado que Julian Assange, fundador de Wikileaks.