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Alto Renacimiento.

Alto Renacimiento, Renacimiento maduro, Renacimiento pleno o


Renacimiento clásico es el periodo culminante o de apogeo del Renacimiento,
que comprende los años finales del siglo XV y las primeras décadas del siglo
XVI. Pueden utilizarse como hitos históricos para delimitarlo el
descubrimiento de América (1492) y el saco de Roma (1527); y como hitos
artísticos, para iniciarlo La Última Cena de Leonardo da Vinci (1495-1497) y
para terminarlo la muerte del propio Leonardo (1519), la de Rafael Sanzio
(1520) o una obra culminante del tercero de los grandes protagonistas del
periodo: la Capilla Medicea de Miguel Ángel (1520-1534).

El periodo que le precede es el Renacimiento inicial, y el que le continúa es el


Renacimiento final. La expresión bajo Renacimiento es equívoca en su uso,
incluso en la bibliografía especializada, designando tanto a uno como a otro. A
veces se utiliza la expresión segundo Renacimiento como equivalente al "alto"
(al ser ese Renacimiento inicial un "primer Renacimiento").

Alto Renacimiento en Italia.


En el Renacimiento italiano se produce la sustitución de Florencia por Roma
como centro artístico más prestigioso (es habitual utilizar la expresión
renacimiento florentino-romano). Florencia se vio sacudida por violentos
movimientos sociales y políticos, que incluyeron el ascenso y caída de
Savonarola y la expulsión de los Médici. En Roma, el ambiciosísimo
programa artístico del Vaticano (Basílica de San Pedro, Capilla Sixtina,
Estancias de Rafael) atrajo a una constelación de artistas de primer orden:
Bramante, Sangallo, los citados Rafael y Miguel Ángel; entre los que se
incluyen los que destacarán en el periodo siguiente, considerados manieristas
(Giulio Romano, Benvenuto Cellini, etc.). Entre los demás centros artísticos
de Italia, únicamente Venecia consigue igualarla en importancia, debido a las
características singulares de la escuela veneciana de pintura, que asiste en esos
años a la mejor parte de la producción de los Bellini, Giorgione y Tiziano.

El resto de Europa ya se estaba influyendo por la revolución artística del


Primer Renacimiento o Quattrocento (años [mil] cuatrocientos en idioma
italiano), pero en realidad no fue hasta el periodo posterior, el final del
Cinquecento (años [mil] quinientos en italiano), denominado Bajo
Renacimiento o Manierismo, cuando el impacto del arte de la fase clasicista
del Renacimiento alcanzó toda su dimensión; y ello fue debido en buena parte
al prestigio extraordinario que tratadistas como Vasari, autor de las Vite
(1550), dieron a los genios de la generación anterior a la suya, hasta cuasi-
divinizarlos (de hecho, a Rafael se le llamaba il divo -"el divino"-).

En relación con el Renacimiento de mediados del siglo XV, caracterizado por


la experimentación sobre la perspectiva lineal, el Alto Renacimiento se
caracterizó por la madurez y el equilibrio que se encuentra en el sfumato de
Leonardo; en los volúmenes marmóreos de la terribilitá miguelangelesca; en
los colores, texturas y el chiaroscuro de los venecianos o de las Madonnas de
Rafael, que dan a la luz y a las sombras un nuevo protagonismo; en el
adelantamiento del brazo en los retratos (como en la Gioconda); en la
composición clara, especialmente la triangular, marcada por la relación de las
figuras con miradas y posturas, particularmente en las manos.

El manierismo, aunque actualmente la historiografía lo define como estilo


autónomo por sí mismo,6 inicialmente fue un término despectivo para
designar a los artistas carentes de originalidad, que pintaban o esculpían alla
maniera di Miguel Ángel o Rafael. Ciertamente, el prestigio que habían
conseguido los artistas del Alto Renacimiento hacía que todos quisieran
compararse con ellos: un artista de personalidad tan marcada como Tintoretto
proclamaba usar "el color de Tiziano y el dibujo de Miguel Ángel".

Durante el siglo XVII, presidido por la estética rupturista del barroco, se


mantuvo una tendencia clasicista (clasicismo francés, escuela boloñesa,
pintura clasicista), que se prolongó en el siglo XVIII a través del trabajo de las
academias y el estilo neoclásico (este más bien centrado en la recuperación
arqueológica de la pureza de formas del arte antiguo), y en el arte
contemporáneo a través del academicismo, que hasta la primera mitad del
siglo XX fue el paradigma oficial del arte resistiendo a las innovaciones
vanguardistas. A mediados del siglo XIX, el movimiento prerrafaelita
pretendió volver a la pureza artesanal de la pintura anterior a Rafael.

Alto Renacimiento en el resto de Europa.

Hendrik III, Conde de Nassau-Breda, de Mabuse, 1516-1517.

Rinoceronte, de Durero, 1515.

La recepción de las formas renacentistas italianas había sido lenta y no


homogénea a lo largo del siglo XV; pero para mediados del siglo XVI la
extensa difusión de las obras del Alto Renacimiento gracias al grabado y los
textos los tratadistas (Vasari, Serlio, Vignola, Palladio) las habían convertido
en un canon clásico.

El renacimiento nórdico (especialmente el renacimiento flamenco -primitivos


flamencos- y el renacimiento alemán -Durero, Altdorfer, Grünewald, escuela
del Danubio-) se había desarrollado como un foco autónomo aunque en
relación fluida con el italiano, y también marcó un periodo clásico que, gracias
a la verdadera revolución social e intelectual permitida por la imprenta
(Gutenberg, 1453) convirtió la década final del siglo XV y las dos primeras
del XVI (dominadas políticamente tanto en Flandes-Borgoña como en
Alemania por el ascenso de Maximiliano I de Habsburgo) en el escenario de
trascendentales cambios sociales, políticos e ideológicos que culminan en la
Reforma protestante (las tesis de Lutero, 1517).

Para la monarquía de los Reyes Católicos y los dos primeros Habsburgo de


España (Felipe el Hermoso y Carlos I -el emperador Carlos V-) la
historiografía suele denominar al último cuarto del siglo XV y los dos
primeros tercios del siglo XVI como el Alto Renacimiento en España,
mientras que para el último tercio del siglo XVI, dominado por el ambicioso
programa artístico de Felipe II reserva el término Bajo Renacimiento en
España. Todos los campos de la producción intelectual española entraron en
una verdadera Edad de Oro.

Véanse también: Renacimiento español, Literatura española del Renacimiento,


Historia de la ciencia y la tecnología en España e Historia del cristianismo en
España.
El renacimiento francés y el renacimiento inglés también tuvieron sus
características peculiares.

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