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La carta

Para entrar en la habitación, su madre


tuvo que hacer un esfuerzo extra. Por detrás
de la puerta se amontonaba la ropa tirada que
impedía el libre acceso al interior. Y no sólo
la ropa.
Pensó que, inmediatamente, estallaría
la tormenta, y escucharía los consabidos re-
proches acerca de su falta de orden y lim-
pieza . E imaginó además que , tras los gritos,
ella le obligaría a ponerse manos a la obra,
para adecentar todo aquello.
Se puso tenso .
Pero su madre no dijo nada al res-
pecto.
Sólo lo miró, indiferente, como si no pa-
sara nada, y entró dentro, para acercarse a la
cama en la que estaba tumbado, con los zapa-
tos puestos sobre la colcha, leyendo un cómic.
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Era muy extraño ...


-Miguel.
-¿Sí?
-Toma.
Le tendió un sobre.
-¿Qué es?
-Tómalo.
La obedeció. Pero no pudo ver lo que
contenía ya que no le dio tiempo a abrirlo. Su
madre llevaba algo más.
Un papel y un bolígrafo.
-Fírmame aquí -le pidió.
-¿Para qué? -vaciló Miguel.
-Es un acuse de recibo.
-¿Un qué?
-Te he dado una carta, y quiero que
quede constancia de que la has recibido para
que luego no puedas decir que no sabías
nada. Hay que hacer las cosas bien.
Su madre no solía jugar. No tenía
tiempo de jugar. Pero aquello parecía un
juego. Se sentó en la cama y miró el papel.
Leyó: «Acuse de recibo». Debajo estaba es-
crita la fecha y su nombre: Miguel Femández
Martínez.
-¿Quieres que firme esto?
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-Sí. Lo abrió.
Estaba tan seria, tan distante, tan so- Dentro había una hoja de papel, escrita
lemne, tan triste ... con el ordenador de su padre. Apenas una do-
-Bueno -se encogió de hombros-. cena de líneas.
Vale . Leyó su contenido:
Tomó el bolígrafo para estampar su
firma en el papel. Aún no tenía decidido,
para el futuro, si hacer una con muchas cur- «Querido hijo:
vas después de la ele final o si, por el con-
trario, optaba por otra con los rasgos muy Visto el comportamiento de las últimas
rectos . La primera daba la impresión de ser semanas, cada vez más caótico, unido a los
como una nube , blanda y esponjosa. La se- problemas ·ocasionados por ti en los meses y
gunda más recia. Lo de la firma parecía ser años anteriores, desde que comenzaste a ga-
una huella de identidad para toda la vida, tear y andar, y sin que parezca que vaya a ha-
así que era importante . ber ya una enmienda clara por tu parte, me
Hizo la primera. veo en la triste pero necesaria obligación de
«Miguel». comunicarte tu despido, que será efectivo en
Acto seguido, y sin mediar palabra, el plazo de treinta días a partir de hoy. En este
su madre se hizo con el bolígrafo que tenía tiempo tendrás derecho a tus dosis habituales
en la mano derecha y con el acuse de recibo de besos y caricias, así como a disponer de tu
que sostenía con la izquierda. Luego dio habitación, tres comidas al día, y cuantas pre-
media vuelta, paso por entre el caos de la rrogativas merezcas en calidad de hijo -tele-
habitación, y se fue cerrando la puerta tras visión, dinero para gastos, libros, paseos,
de sí. atención, consejos, etc.-. Pero cumplido el
Miguel miró el sobre, mitad divertido plazo que la ley familiar me otorga, mis debe-
mitad sorprendido. res como madre quedarán por completo exen-
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Primer contacto
tos de toda obligación, puesto que mis dere-
chos han sido vulnerados y vapuleados alevo-
samente con anterioridad.
Lo cual te comunico en el día de hoy,
siete de abril, para que conste a todos los
efectos.
Firmado: María de la Esperanza Martí-
nez García».
Miguel parpadeó un par de veces.
Luego volvió a leer la nota.
Miguel abrió unos ojos como platos Más despacio.
Pero ... ¿qué era aquello? Lo hizo una tercera vez.
Dirigió su mirada a la puerta. Esperó
ver a su madre allí, tronchándose de risa,
pero la puerta seguía cerrada y él en su habi-
tación, tan solo como antes.
Sintió una extraña inquietud, una desa-
zón ...
-¿Mamá?
Nada. Silencio.
Se levantó de la cama, atravesó la jun-
gla de ropa, juguetes y demás fauna estática
y alcanzó la puerta. La abrió. No se veía a
nadie por el pasillo. A lo lejos, en la pequeña
habitación dedicada a cuarto de planchar, vio
la luz encendida. Caminó hacia allí.
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Su madre estaba planchando . Tenía berla visto tan seria nunca, y eso que por lo
una montaña de ropa arrugada a un lado y dos general, dos o tres veces al día, ella se ponía
pilas perfectamente ordenadas de prendas ya seria. Más que seria.
planchadas al otro, fruto de su obstinada y Pero en esta ocasión era especial.
aplicada labor. Miguel se detuvo en el quicio. Además de seria seguía triste.
Ella ni le miró . -No puedes despedirme -dijo.
-¿Qué es esto? -¿Ah , no?
Aún llevaba la hoja de papel en la mano. -No.
-Creo que está claro, ¿no? -contestó -Pues bueno, tú mismo. Yo te lo he
su madre. dicho con treinta días de antelación, como
-Aquí dice que estoy... despedido. está mandado. A partir de aquí... ya no es mi
-Ajá. problema. Allá tú .
-Ya -sonrió. Si era un juego, era un juego bastante
La mujer pasó la plancha por encima raro.
de una de sus camisas. Se la había puesto el -No se puede despedir a un hijo -in-
día anterior y le había durado limpia menos sistió, aclarando el concepto anterior.
de veinte minutos. Hubo bronca. -¿Quién dice eso?
-Es una broma, ¿no? -congeló él la -No sé, pero ...
sonrisa en su rostro. -Pues si no sabes de qué hablas, no
-Tú mismo. hables.
-Sí, es una broma -expandió de -Ya, pero es que esto no es como ...
nuevo la sonrisa. como un trabajo. Al tío Elías lo despidie -
Su madre le miró. ron porque en su empresa hicieron reju ...
Fue una mirada breve, brevísima, un regu ...
par de segundos a lo sumo, pero se le eriza- -Regulación de empleo.
ron los pelos del cogote. No recordaba ha- -Eso.
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Su madre respiró con fuerza, dejó de -¿Un ... abogado?


planchar un instante y tras depositar la plan- -Es lo usual en estos casos. Si no pue-
cha en la rejilla lateral se cruzó de brazos. des llevar tu propia defensa ... Pero te aseguro
-Mira, Miguel, se acabó. No quiero que lo tienes perdido. Tengo todos los argu-
discutir -le dijo-. Esto me cuesta a mi más mentos a mi favor. Es un despido preceptivo.
que a ti, pero como no quiero ponerme en- -¿Precep ... qué?
ferma, ni que se me caiga el pelo, ni parecer -Preceptivo. Legal -le aclaró ella- .
una momia de cien años a los cuarenta, hay Totalmente autorizado por la ley.
que ser egoísta. Dicen que la felicidad bien -Yo no puedo pagar un abogado.
entendida empieza por uno mismo. Lo he in- -Pues tienes otro problema.
tentado pero no he podido. Ahora se trata de Dejó que transcurrieran unos segundos.
que me vuelva loca, en dos días o de que te Su madre seguía atareada con lo de planchar.
vayas, y he decidido que yo no quiero vol- La había visto así muchas veces, muchísimas,
verme loca, así que te vas tú. Y con todas las aunque nunca como hasta ese momento se
de la ley. había dado cuenta de lo buena y eficiente que
-Pero... era. En un abrir y cerrar de ojos, lo más arru-
-Miguel, ya te lo he dicho: no quiero gado quedaba perfecto. Plis-plas. Movimien-
discutir más -agarró la plancha y se puso a tos metódicos, sincronización, maestría. Arte.
planchar de nuevo, con todo ahínco. Sin embargo, seguía inquieto por su tono, su
-¿Y dónde quieres que vaya? -pre- rostro seco, sus gestos adustos. Nunca la ha-
guntó él, más y más desconcertado. bía visto así.
-No sé, allá tú. -Vamos, ya está bien de...
-No soy mayor de edad -dejó esca- Los ojos de la mujer le cortaron la frase
par cada vez más inquieto. en seco.
-Si no estás conforme, tienes derecho -Miguel -le dijo con dureza-. No es
a contratar a un abogado. algo fácil para mí, y no creas que me gusta.
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Pero todas las cosas tienen un límite, y yo ya he -Que yo sepa no firmé ningún con-
dicho basta con el mío. No es una broma. Mí- trato cuando nací.
rame bien: no es una broma -se lo repitió des- -Yo tampoco. Es verbal. Tú llegas y
pacio y recalcando las palabras -. Acabo de yo acepto cuidarte. Tú creces, te responsabili-
despedirte y punto. Dentro de un mes... adiós. zas, y yo te quiero. Como desde que naciste
-Bueno, vale -bajó la cabeza-. Ya lo has incumplido unilateralmente, yo ya no
lo capto. puedo seguir queriéndote igual.
-¿Tú crees? Iba a preguntar qué significaba «unila-
-Es tu forma de reñirme y de... teralmente», pero era lo de menos. Su madre
-No, Miguel. De reñirte ya nada. dejó de nuevo la plancha en el soporte verti-
¿Para qué? Tal y como te digo en la carta, mis cal, escogió una de las pilas de ropa, y salió
derechos han sido vulnerados repetidamente, del cuartito pasando por su lado para dirigirse
mientras que mis deberes han sido cumplidos a la habitación de matrimonio. Se dispuso a
con creces. Los de Amnistía Internacional in- seguirla, para continuar con la discusión.
cluso dirían que he sido torturada con saña. Se encontró con un obstáculo en mitad
Llegados a este punto, las broncas y los ser- del pasillo.
mones no sirven de nada, así que hay que ac- Ella misma.
tuar por la vía directa. Se acabaron los gritos. -Miguel, no me sigas. Punto. No es
Cuando alguien no cumple, se le echa y en negociable, así que ya te estás yendo a tu ha-
paz. Eso es todo. bitación.
-Pero... Estaba enfadada, muy enfadada. Se le
-No voy a discutir más el asunto, ¿de notaba cantidad.
acuerdo? Te repito que si no estás de acuerdo Así que no se pasó.
' Vio cómo ella entraba en la habitación
me envíes a tu abogado. Pero desde luego,
de tro de un mes, el siete de mayo, tú te vas y de matrimonio y él, tras esperar unos segun-
dejas de ser mi hijo. Fin del contrato. dos, dio media vuelta y regresó a la suya.
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Las discusiones
Nada más entrar dejó la carta encima de la
mesa en la que se suponía que estudiaba y se
puso a arreglarlo todo.
No le gustaba el tono empleado por su
madre.
Pero nada, nada, nada.
No iba a despedirle, claro, pero ...
¿Pero qué?
¿Estaba seguro de que no podía ...? Pasó una hora arreglándolo todo, reco-
giendo la ropa s u c i a , ordenando l o s cómics,
los tebeos, los libros, los juegos y lo más ini-
maginable que, de t a n t o e n t a n t o ,
a p a r e c í a por debajo de algún montón de
porquería. Encontró cosas que había perdido
hacía días, semanas, y descubrió alguna otra
que ni sabía que tenía. Luego metió la ropa
sucia en el cubo destinado a tal uso en el baño,
cosa que nunca hacía pese a las repetidas
ó r d e n e s de su madre. Cuando la habitación
estuvo como una patena, salió mucho más
tranquilo.
Su madre ya no planchaba. Ahora co-
cinaba.
Y eso que llegaba con el tiempo justo
del trabajo que tenía por las tardes y sólo por
las tardes, aunque ya hacía mucho que bus-
caba también uno por las mañanas.
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De alguna forma era como s1 ese tiempo le cundiese más que a nadie.
-Ya he ordenado mi habitación -le
dijo Miguel.
-¿Ah, sí?
-Sí.
-Bueno, ya no tenías por qué, pero al menos eso dice algo en favor de tu honesti-
dad, aunque sea tarde. Me ahorraré hacerlo para cuando te vayas y la alquile.
-Oye, que yo no voy a irme -se río.
-¿Vas a ponerlo difícil? -frunció el ceño ella-. Los desalojos por la fuerza siem-
pre son tristes.
-Bueno, ya está bien, ¿no? -pro-
testó.
Volvió a encontrarse con aquella ace- rada mirada. .
-Miguel, te-lo-re-pi-to: A) No es una
broma. B) Vete buscando a dónde ir y no es- peres a última hora. Y C) Ya te he dicho que
no es negociable. No hablamos de un conve- nio sindical. Aquí yo soy la jefa y la que
manda, y tú el empleado. Eso significa que yo decido y tú te vas. Y ya te he dicho antes
que punto.
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Eso quería decir que allí se acababa la discusión.
Por la vía directa.
· La puerta del piso se abrió en ese instante y en un segundo, por el pasillo, apareció
su padre, que llegaba puntual como siempre y con cara de cansado. Fue a decirle hola,
pero como estaba su madre delante no le comentó nada del «despido», sólo le dio un
beso. Su padre, encima, puso el dedo en la habitual llaga de cada día.
-¿Qué ha roto éste hoy? -preguntó.
desanimado.
-Nada, cielo -contestó ella.
-Pues vaya, qué bien.
¡Hala, como si rompiera algo cada día!
Miguel prefirió tener la boca cerrada y esperar.
Esperar, primero, a que ellos dos hablaran y comentaran las vicisitudes de la jor-
nada, siempre escasas s a l v o que él hubiera hecho una de las suyas, y después a que su
padre se sentara en la butaca de la sala, dispuesto a pasar sus quince minutos de relax le-
yendo el periódico antes de preparar la mesa para la cena. Tanto uno como otra habían
desistido ya de que eso lo hiciera él, por más que insistían.
Miguel se escaqueaba siempre de lo
que no le gustaba.
Y como no le gustaba casi nada.
Y menos ayudar en casa...
Por lo menos, su madre no le había dicho
a su padre ni una palabra de la carta, así que...
Sí, desde luego no tenía sentido. Era
una forma de tirarle de las orejas diferente a
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las normales, los gritos, los castigos o los en-


fados. Muy astuta su madre.
Aunque, de todas formas, tranquilo, lo
que se dice tranquilo, no se sentía.
Seguía erizándose el cabello del cogote
al verla a ella tan triste y seria. Y tenía un
nudo en el estómago ...
Su madre había vuelto a la cocina.
-Papá.
-¿Qué?
-Dice mamá que me ha despedido.
Su padre dejó de leer el periódico mo-
mentáneamente.
-Oh, vaya -arrugó el ceño preocu-
pado-. Es cierto, me dijo que lo iba a hacer.
Lo siento, hijo.
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-¿Cómo que lo sientes? porque no le trataban como a tal. Y ganó. Lo


-Bueno, me habló de eso hace una se- declararon independiente. Bueno, pues es lo
mana y... sinceramente, no creí que llegara a mismo pero al revés: tú no tratas a tu madre
ponerlo en práctica tan rápido, pero con lo de como a tal , y ella se ha cansado. Te despide y
ayer, y lo de anteayer, supongo que ... En fin, en paz. Es sencillo.
mala suerte, aunque no es el fin del mundo. -¡Esto no es... -buscó algún argu-
Seguro que saldrás adelante. mento fuerte- ... democrático!
Se habían puesto de acuerdo los dos -Vivimos en una sociedad capitalista
para gastarle una broma. Era eso. Ni más ni de libre empresa. Es legal.
menos. -¿Por qué no me castigáis?
Y reconocía que sí, que se lo había ga- Se encontró con una t!iste y resignada
nado. Vale. mirada paterna .
-Está bien -suspiro -. No lo haré - Porque tú te pasas los castigos por
más. Intentaré ... el
-Me temo que es tarde, Miguel. forro, hijo .
-¿Cómo que es tarde? -Qué va.
-Tu madre ya te ha dado demasiadas -Tanto te da blanco que negro. Pasas
oportunidades. Supongo que no querrá poner- de todo.
se enferma. Se trata de ella o de ti. Y ella es -Yo no paso de todo.
mayor. -Oh, sí, pasas de todo.
-¡No puede despedirme! -Yo no paso de todo.
-Me temo que sí. -Oh, sí, pasas de todo_ .
-¡No! -Yo...
-Y yo te digo que sí -asintió con la -Miguel -le cortó su padre.
cabeza él -. Hace poco un hijo llevó a sus -Bueno, vale -empezó a enfadarse
padres a los tribunales para dejar de serlo, por aquel contubernio familiar- ... ¿No vas
a hacer nada?
-No puedo. Soy neutral. dole argumentos para rebatir su imprudente
-¿Cómo puedes ser neutral en esto? defensa.
¡Soy tu hijo! -¿Quién quiso comprobar la canti-
-Pues ya ves: neutral del todo. Así dad de chocolate que podía comerse en una
que es un voto a favor del despido y uno en hora y acabó con una indigestión de campeo-
blanco. Gana el despido. nato? ¿Quién se hizo un disfraz de pirata con
-¿Y Félix? todas mis corbatas? ¿Quién se puso a jugar
-El periquito no cuenta, Miguel. con mi colección de sellos, hecha con pa-
-¿Pero yo qué he hecho? -por pri- ciencia durante más de veinte años, y acaba-
mera vez elevó la voz y en sus ojos apareció ron volando por la ventana? ¿Quién subió en
una chispa de humedad. el ascensor, solo, se quedó entre dos pisos
-Creo que ya lo sabes. por tocar los botones, y hubo que llamar a
-He ordenado mi habitación. los bomberos para que le sacaran? ¿Quién se
- La punta del iceberg. dejó el grifo abierto para llenar la bañera y
A veces su padre decía cosas sin sen- luego se puso a ver la tele? ¿Quién le rom-
tido. ¿Qué tenía que ver un iceberg con lo que pió el traje de novia a la prima Dora el día
estaban hablando? de la boda? ¿Quién ...?
-Jaime se porta mucho peor -buscó - Vale, vale.
otro argumento sólido. -La lista es muy larga, hijo. Y encima
-Jaime no es hijo nuestro, sino de la todo cuesta dinero, y como ya sabes, no so-
tía Amalia, y es su problema. mos neos.
-Vale, pero yo no tengo la culpa de -Bueno, no nací enseñado, eso es
que a veces rompa cosas o me ensucie o... ¡no todo. Se supone que uno se equivoca, y mete
me doy cuenta! la pata ...
El suspiro de su padre le hizo com- La mirada de su padre fue fulminante.
prender que acababa de meter la pata, dán- Estaba claro que no tenía ganas de discutir.
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El último mes
-Has tenido tiempo para aprender,
Miguel. Mamá te ha dado muchas oportuni-
dades. Ahora se acabó y ya no hay nada que
hacer, así que... no insistas.
Y tras decir esto, extendió de nuevo el
periódico ante sus ojos y volvió a concen-
trarse en su lectura.
Miguel le miró sin saber si seguir dán-
dole la vara o mejor optaba por marcharse. Y Al día siguiente se portó tan bien como
decidió que lo mejor era esto último. el anterior, y al otro, y al otro, y...
Un mes. Luego rompió el jarrón que les había
La broma ya se les habría olvidado regalado la tía Gertrudis por Navidad, ju-
para dentro de un mes. gando al fútbol en el pasillo, pese a la prohi-
Y si no era así... bueno, tenía todo ese bición de su madre de jugar al fútbol en el
tiempo para portarse bien. pasillo.
Claro, ¡claro!, eso era todo: en el fondo Creía que se la iba a ganar.
le daban un mes para «enmendarse», reaccio- Pero nada de eso. Cuando su madre en-
nar, portarse bien. tró en casa y vio el estropicio que él estaba in-
¡Uf, todo el tiempo del mundo! tentando arreglar, ni se inmutó. Recogió los
Así que decidió que ya era hora de em- restos del jarrón, en silencio, y se quedó tal
pezar a cambiar. cual.
No fuera que las cosas se complicaran. -Yo lo pagaré -aseguró Miguel
Fue a su habitación, se sentó en su si- viéndola ir de aquí para allá con los pedazos
lla, abrió un libro y se puso a leer, en silencio, de cerámica, la escoba y el cubo de la ba-
a la espera de la hora de la cena. sura -. Ha sido un ... accidente.
Ni una palabra.
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Su madre ni protestó. Los gritos de la bronca alertaron a toda


Se extrañó. la escalera, incluida la madre de Miguel.
¿Tendría que ver con lo del despido? -¡Eres un ladrón y un mal vecino, Mi-
Por lo general, antes, su madre le ha- guelito ! -tronaba la voz de la señora Euge-
bría armado la bronca y le habría castigado. nia-. ¡Tu madre debería pagarme ese helado!
Se portó bien dos días más. Su madre le dijo a la señora Eugenia
Y un tercero. que le pagaría el helado, le agarró de la mano
Al cuarto, los hados se confabularon y se lo llevó arriba, mientras el resto de las
para tenderle una trampa. vecinas comentaban lo malo que era y la de
Subía a casa por la escalera cuando se cosas raras que se le ocurrían.
encontró en mitad de la misma un hermoso y -Este chico ...
gigantesco bote de helado de chocolate. Ni si- -Es un demonio.
quiera pensó que se le habría caído a una ve- -Pobre señora María de la Esperanza.
cina al subir a pie, pues estaba el ascensor es- -¡Menuda joya!
tropeado. Lo único que sus ojos, su estómago -¡Yo aún tengo mi piso hecho una
y su hambre de helado vieron era que allí te- pena después de la inundación!
nía hecho realidad uno de sus sueños más de- -Seguro que le castiga de valiente.
seados. Pero de nuevo ... nada, ni un castigo.
Si entraba en la casa, su madre vería el Nada más entrar en el piso, Miguel se
bote, así que ... dispuso a defenderse, a decir que se había en-
Se sentó en la escalera, lo abrió, y con contrado el bote, y que se habría deshecho
el dedo, empezó a dar buena cuenta de él, a por el calor en dos minutos, y que pensó en
toda velocidad. aprovecharlo, y que...
Estaba acabándoselo cuando apareció, Pero su madre, una vez más, no dijo
de repente, la vecina del quinto, la señora Eu- nada, ni se enfadó. Cerró la puerta y se fue a
genia, en busca del bote perdido. la cocina, a hacer cualquier cosa.
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Miguel se dio cuenta de que allí estaba -Lo siento.


pasando algo raro. -Oh, no importa -dijo ella-. Por
Muy raro. unos días ...
Pero prefirió no decir nada, no fuera a -¿Cómo que por unos días?
liar más la cosa. -Ya falta menos para el día 7, ¿re-
Otros tres días de portarse bien. cuerdas?
Y al cuarto ... No Jo había olvidado .
La c ulpa la tuvo el profesor de física. Insistía.
Les dijo que una hoja de periódico era capaz -Mamá...
de soportar un peso de varios kilos. Así que al La mujer salió de la habitación sin con-
llegar a casa lo probó con una hoja del perió- testarle.
dico del día anterior y la plancha. La prueba Aquella noche Miguel se juró ni respi-
sólo duró tres segundos. Los que tardó el papel rar Jos días que faltaban hasta el 7 de mayo.
en romperse y la plancha en caer al suelo, Aquella pesadilla tenía que terminar.
donde también se quedó hecha polvo, amén de Y esta vez lo consiguió. ·
la baldosa que se resquebrajó con el impacto. Día a día, hora a hora, extremando sus
Cuando su madre entró y vio el estro- precauciones, andando con pies de plomo. Se
picio pareció a punto de echarse a gritar, pero lo pensaba todo dos veces, tenía la habitación
de nuevo ... arreglada, no se ensuciaba más que lo normal,
Nada. comía, se lavaba, no discutía órdenes tales
Recogió la plancha ante el aterrado como «a la cama» o «ya está bien de tele» o
Miguel, miró la baldosa, suspiró y se dispuso «lávate los dientes». Un santo. Bueno, al me-
. .
a irse. nos a él le parecía que más bien era un mártir,
-Mamá ... -la detuvo Miguel asus- pero no estaba para más líos.
tado. Acabó abril.
-¿Qué? Comenzó mayo.
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El despido
Un día, y otro, y otro más.
El día 6 casi ni habló. Se acostó tem-
prano. Sus padres fueron a darle las buenas
noches, los dos, juntos, algo que no recordaba
más que cuando estaba enfermo, y tras darle
un beso ... suspiraron.
Realmente era como si... ¡como si
fuera su última noche en casa!
Creía que no podría dormir, pero lo Al abrir los ojos y mirar el reloj se
consiguió. llevó un susto morrocotudo.
Y por la mañana ... ¡Las nueve y cuarto!
¡Llegaba tarde al colegio!
¡Tardísimo!
¿Pero cómo su madre no le había des-
pertado?
-¡Mamá!
Ni se acordó del día que era. Sólo te-
nía en la cabeza la bronca que iba a llevarse
en la escuela, porque desde luego, aunque
corriera, ya se perdía la primera clase, y una
falta sin justificar ...
-¡Mamá!
No tenía tiempo de lavarse. Se vistió
a toda prisa y salió de la habitación como
alma que lleva el diablo. Antes de llegar a la
cocina vio en la entrada del recibidor una
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bolsa de mano y una maleta pequeña. No les mas, cuando estés instalado, puedes venir a
prestó atención. No iba a detenerse. Pero en por el resto.
ese momento ella apareció en la puerta de la -¡Mamá, que no voy a irme!
cocina. -No es decisión tuya, sino mía.
-Ah, hola -le dijo como si tal cosa. -Pero...
Su madre sonreía. Hablaba de forma paciente, muy pa-
-¡Mamá! ¿Has visto la hora que es? ciente, pero también muy firme.
-Sí, ¿por qué? -Estás despedido, Miguel , ya te lo
-¡Voy .a llegar tarde a la escuela! dije en su día.
-¿Vas a seguir yendo a la escuela? -¡No es verdad!
Vaya, eso está bien, y dice mucho de ti. Creía -Sí lo es, y lo sabes. Despedido des-
que con lo poco que te gusta, ahora que vas a pués del mes legal de advertencia. Ahora ya
poder, pasarías de ella . está. Se acabó. No diré que haya sido terrible
-¿Cómo que...?.
o excesivamente malo tenerte todos estos
Su madre seguía sonriendo, parecía fe- años, pero tampoco ha sido lo que se dice un
liz, relajada. placer , un lecho de rosas. En fin... tuvimos al-
Entonces recordó ... gunos buenos momentos, que serán los que
Siete de mayo. recordaré. Sea como sea, siempre seremos tus
El día. personas más allegadas y nos visitaremos.
Sólo que ... no podía ser. Mientras hablaba le empujó suave-
No podía ser, claro. Era imposible. Im- mente hacia el recibidor. Miguel ni siquiera
po-si-ble. se dio cuenta, pero de pronto se encontró en
-Mamá ... el rellano de la escalera, con la bolsa y la ma-
-Ahí tienes tus cosas -ella señaló la leta, una en cada mano, y con su madre en
bolsa y la maleta-. Te he puesto lo justo, mitad de la puerta que iba a cerrar.
para que no vayas muy cargado. De todas for- Iba en serio.
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Totalmente en serio. clava de tus suciedades ni de tus travesuras,


-¿Dónde voy a ir? -exclamó con un pensaba salir a dar un paseo, apuntarme a un
hilo de voz. gimnasio y pedir la tarde libre, no ir al trabajo
-No sé, has tenido un mes para bus- y a lo mejor ir al cine con mis amigas . Así
carte algo. Si no dejaras las cosas siempre que... lo siento pero tengo prisa.
para última hora ... Ah, me olvidaba -sacó -¡Vale, me portaré bien, como estos
un sobre del bolsillo de la bata y se lo ten- días pasados, y no me moveré de la habita-
dió- . Son tus referencias . Ción, ni respiraré, ni ...!
-¿Mis qué? -Adiós, Miguel.
-Tus referencias, más una copia de la Su madre cerró la puerta.
carta de despido por si la has perdido y una Era increíble .
carta de libertad. Ahí se dice que eres un Lo había echado.
buen chico aunque te portes mal. No he que- D1espedido.
rido cargar las tintas. Bueno, por si alguien Pensó en sentarse en la escalera y no
quiere adoptarte, no sé. moverse, aunque le cayera el cielo encima.
-¡Yo no quiero que me adopten! -gri- Tendrían que tirarle por el hueco para expul-
tó Miguel. sarle de su sitio. Se moriría de hambre allí
- Tienes la opción de ir a un centro mismo, y sus padres no tendrían más remedio
de huérfanos. que volver a readmitirle. Es más, si estaba
-¡Yo tengo padres! moribundo, seguro que entonces se arrepenti-
-Pero esos padres no tienen ningún rían mucho. Eso era. Resistencia pasiva. Sen-
hijo después de hoy. tarse y esperar.
-Mamá... Oyó un ruido más arriba. Alguien ba-
-Miguel, no tengo todo el día -le jaba por la escalera.
advirtió ella-. Como es mi primera jornada Unos segundos después apareció la se-
de paz y libertad sin ti, sin tener que ser es- ñora Gertrudis.
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-Hombre, Miguel, ¿ya te vas?


Abrió tanto los ojos que casi se le ca-
yeron las pupilas al suelo.
¿Qué pasaba, que su madre lo había
anunciado a bombo y platillo?
-Bueno, por mi parte pienso que te lo
has ganado -siguió la señora Gertrudis-.
No me da ninguna pena. Cada uno tiene lo
que se merece.
-Pero si yo ...
No le hizo caso. Paso por su lado y se
perdió escaleras abajo.
Miguel miró la puerta de su casa, luego
el escalón en el que había estado sentado.
Todo iba en serio.
¡EN SERIO!
Y si montaba el número ... sería peor.
Pues sí, que lo lamento...
El mundo se había vuelto loco. Sus pa-
dres se habían vuelto locos. A veces veía por
la tele desgracias y fatalidades que ocurrían
en otras partes, lejos, y egoístamente no le
importaba, porque él dormía caliente, tenía
qué comer y no le faltaba de nada. Se lo pa-
saba en grande. Ahora la desgracia y la fatali-
dad le alcanzaban de lleno. ¡Patapum!
44
En la calle
Y él ni siquiera saldría por la tele.
Tuvo un acceso de rabia. Muy fuerte.
La rabia lo llevó a la desesperación y ella a...
De repente se sintió orgulloso. ¡Qué caramba!
¿No le habían echado, «despedido», como
decían todos? ¡Pues se iría! ¡Vaya que sí! ¡Se
iría y les demostraría ...!
¿Qué?
¿Qué podía demostrar? Nada más salir a la calle, el peso de la
El orgullo se le esfumó, estallando realidad se le cayó encima.
como una pompa de jabón en el silencio de la Estaba solo.
escalera. No tenía a dónde ir.
Se guardó el sobre en el bolsillo del Nadie a quien recurrir.
pantalón, recogió la bolsa y la maleta muy Se sintió más perdido que una foca en el
abrumado, y como si le pesaran una tonelada desierto, así que no dio ni un paso más. Las ro-
cada una, bajó el primer peldaño, camino de dillas se le doblaban, y un miedo atroz le ate-
la calle. nazó la boca del estómago y le paralizó el cere-
El destierro. bro. Miró a derecha e izquierda. Su calle, antes
familiar y amistosa, ahora le parecía la puerta
del infierno. No tenía ni idea de lo que pudiera
haber más allá de ella ahora que estaba solo. El
mundo se convertía de pronto en un lugar muy
grande, muy inhóspito, muy duro.
¿Pero cómo era posible que aquello le
estuviese sucediendo a él?
Y encima caía un sol de mil demonios.
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En la acera de enfrente en cambio ha- las vacaciones, su cama, sus juguetes. Ahora
bía sombra. todos sus colegas estarían en la escuela, pa-
Reunió todas sus fuerzas, que eran sándoselo bien. Increíble. Por primera vez en
muy pocas, y cruzó la calzada. Al llegar al su vida pensaba en la escuela como Jo que en
otro lado ya no pudo más. Se sentía como si hu- realidad era: un lugar para pasárselo bien. Ni
biera caminado mil kilómetros, corno si lle- siquiera lo había comprendido hasta ese mo-
vara jugando diez partidos de fútbol seguidos. mento. Había hecho falta aquello para echarla
Así que se sentó en el bordillo, y desde él de menos.
miró el portal de su casa. Pero también estaban las cosas malas.
Seguro que su madre salía en unos se- Y parecían ser un montón.
gundos para llamarle. Un montonazo.
Seguro que ponía fin al castigo, o la ¿Cómo era posible que hubiese hecho
broma, o lo que fuera. tantas barbaridades en tan pocos años de vida?
Seguro que ya le remordía la conciencia. A lo peor había batido un récord Guinness de
Seguro ... esos. Era un monstruo.
Contuvo la respiración. Su madre no -¡Vaya! -suspiró.
parecía tener mucha prisa en bajar a resca- El tiempo transcurría sin más, vacío,
tarle de la pesadilla. Entraron y salieron me- estéril.
dia docena de vecinos, pero no la que más de- Tic-tac-tic-tac.
seaba ver. ¿Qué podía hacer?
Y así, sin darse cuenta, pasó su primera Finalmente, sí apareció ella.
hora de soledad. Su madre.
A él le pareció una semana. Se le paró el corazón en seco. Casi es-
Tuvo tiempo de recordar muchas cosas, tuvo a punto de llamarla.
buenas y malas. Las Nochebuenas, los días de Pero su madre no pareció querer bus-
Navidad, sus cumpleaños, los días de Reyes, carle, al contrario.
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Iba sonriente, muy guapa, muy arregla- -Oooh ... -tuvo ganas de echarse a
da, como hacía mucho que no la veía arre- llorar.
glarse, y lejos de mirar en su dirección lo que Debía de ser ya última hora de clase.
hizo fue echar a andar calle arriba. Vio a muchos chicos y chicas, de su edad, o
Con un semblante radiante. más pequeños, o más mayores, con sus ma-
Miguel se quedó boquiabierto. dres. Iban hablando, riendo, o con caras se-
Mudo. rias, pero agarrados de su mano. Madres e hi-
¡Se iba a un gimnasio, como le había jos, como debía ser. ¿Les despedirían también
dicho! a ellos algún día? ¿A dónde iban los «despe-
¡Menuda cara! didos»? A lo mejor tenían abuelos y abuelas ,
Su madre desapareció por la primera tías y tíos. Lo malo es que sus abuelos vivían
esquina y ya no regresó. Por lo menos en los fuera y...
minutos siguientes, y después ... -¡Jo!
¿Una hora? ¿Dos? Por fin hizo acopio de valor, y también
Miguel tenía el cerebro embotado, las de fuerzas.
piernas paralizadas. Por delante suyo se ex- Había tenido una idea.
tendía una negrura sin fin. Una negrura terri-
ble, anímica, tenebrosa.
No sabía qué hacer.
Y ni siquiera había desayunado. Tenía
hambre.
Lo malo era que no llevaba nada en-
cima, ni un mal euro.
¿Cuándo a uno le despedían no le da-
ban una indemnización?
Cuando volviera su madre le pediría ...
En el parque

Cargó la bolsa y la maleta y echó a an-


dar calle abajo. Si era la hora que suponía
que era, el parque estaría lleno de chicos y
chicas. Podría preguntarles a ellos.
Su equipaje le pesaba un montón. Y
eso que su madre le había dicho que sólo po-
nía lo esencial. Cuando se iban de vacaciones
o de compras, él no llevaba nada. Siempre le
habían m i m a d o . Hasta aquello se le antojaba
duro.
Llegó a la esquina, cruzó la calle. Todo
le parecía distinto. El barrio entero. O lo era o
lo miraba con otros ojos. El parque se dibujó
a lo lejos, dos calles más allá. Apretó el paso
y no tardó en adentrarse en él, bajo los fron-
dosos árboles que daban frescor ahora que la
primavera ya estaba en su apogeo y prelu-
diaba el verano. La zona de juegos quedaba a
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la izquierda. Desde lejos ya escuchó los gritos En otras circunstancias habría echado a
desenfadados de los que corrían por allí libre- correr para sumarse a los juegos de los chicos
mente. El corazón le latió un poco más rápido. y chicas, pero en aquellas ... No tenía ganas.
¿Qué iba a decirles? Esperó.
Salió a la gran zona abierta y despejada Hasta que le vieron los más a1legados.
y contempló el panorama. Dos docenas de Sus. amigos del parque, ya que no iban a la
madres con sus bebés o niños pequeños muy misma escuela.
cerca de su amparo parloteaban de sus cosas -¡Miguel!
-sus cosas siempre estaban referidas a sus -¡Eh!
bebés o niños pequeños, porque cada cual -¡Ven!
pensaba que el suyo era el más guapo y el No se movió. Eso hizo que Isaías, Ale-
que tenía mejor aspecto, mientras que el de la jandro y Mar se acercaran a él, extrañados
otra era feo o estaba escuchimizado-. Dos tanto por su inmovilidad como por el equi-
docenas de ancianos y ancianas tomaban el paje que llevaba.
sol observando los juegos de los niños y las -¿Qué te pasa? -le preguntó Isaías.
niñas, con sus ojos cargados de nostalgia, mi- -¿Te vas de viaje? -se interesó Mar.
tad envidiosamente dulces por el recuerdo de -¿Te duele el estómago? -frunció el
su niñez, mitad molestos por el ruido que ar- ceño Alejandro al verle la cara de funeral.
maban y que les impedía mecerse en el silen- ¿Cómo explicárselo?
cio. Dos docenas de chicos y chicas corrían Lo intentó.
por todas partes persiguiéndose, p u g n a n d o -Mis padres me han echado de casa.
por los escasos columpios, peleándose, profi- Los tres se quedaron boquiabiertos.
riendo alaridos y sembrando el pánico entre -¡No!
las madres y los ancianos. -Sí -insistió Miguel-. Me han des-
O sea, lo de cada día. pedido.
Miguel' dejó caer la bolsa y la maleta. -¿Que te han despedido?
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-Sí.
-No pueden -dijo terminante Mar.
-Pues lo han hecho -certificó él.
-¡Anda ya!
-¡Te estás quedando con nosotros!
No le creían, claro.
Se encogió de hombros y bajó la cabeza.
Sólo su orgullo le impidió echarse a llorar.
Mar, por aquello de ser una chica, fue
la primera en darse cuenta.
Era muy dulce y muy sensible.
-¿Es... de veras?
-Sí -musitó él.
Isaías y Alejandro abrieron los ojos y
la boca.
-¿En serio?
-¿Por qué?
-Dicen que ya se han cansado de mis
trastadas, y que están en su derecho. Que es
un despido legal.
-No puede ser legal -consideró su
amigo Isaías.
-Es lo que les dije yo, pero ya ves.
-¿Y ya no has de obedecer, ni hacer
lo que te digan, ni ir a la escuela, ni...? -se
animó Alejandro.
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¿Cómo decirles que ahora eso era lo de despedidos de las suyas por sus madres. Por
menos? eso había tantos.
-¡Qué pasada! Nunca había pensado en ellos hasta ese
-¡Tope!, ¿no? instante .
-No seáis burros - protestó Mi- -¿Lleváis dinero encima?
guel-. ¿A dónde voy a ir? Se miraron los tres entre sí.
-Mi madre está embarazada, y como -No, ¿por qué?
es niño, van a necesitar la habitación que está -Tengo hambre.
libre -dijo Mar -. Si no fuera así, podrías -Jo, tío, ¡qué mal lo tienes! -mani-
venirte a mi casa una temporada, hasta que festó Isaías.
encontraras algo. -Yo vivo aquí enfrente. Puedo ir a por
Era una chica estupenda. un bocadil1o, ¿quieres? -se ofreció Mar.
-Gracias -suspiró Miguel. A Miguel se le hizo la boca agua.
-Puedes vivir aquí, en el parque -ma- -Gracias -asintió con la cabeza.
nifestó Isaías con total entusiasmo. -¡Vuelvo enseguida!
-O en los edificios abandonados de Mar echó a correr y los dejó. Miguel se
ahí atrás -propuso Alejandro. enfrentó a las miradas expectantes de sus dos
-Está lleno de ratas -se estremeció camaradas de juegos en el parque.
Mar-, y hay muchos hombres que no tienen -Oye -dijo Isaías-, ¿seguro que no
vivienda. es una inocentada, como ésas de la tele?
-Pues por eso, como Miguel no tiene -No -aseguró Miguel.
casa ... Alejandro miró alrededor, por si veía
Un «sin casa». Acabaría siendo un «sin algo susceptible de esconder una cámara.
casa». Se haría viejo durmiendo en la calle y -Esto es muy raro -exclamó tras
cargando bolsas de plástico. A lo peor todos comprobar que por allí no había nada sospe-
los «sin casa» del mundo primero habían sido choso .
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-Puedes irte a América y hacerte rico -¡Sube a casa inmediatamente!


-propuso Isaías -. Leí un libro en el que un No tuvieron tiempo ni de despedirse.
chico se fugaba, se enrolaba en un barco, lle- En un abrir y cerrar de ojos, Isaías y Alejan-
gaba a América, trabajaba en muchas cosas, dro ya no estaban allí. Habían desaparecido,
vivía cientos de aventuras, y luego encon- atrapados por el celo impenitente de sus res-
traba oro y... pectivas progenitoras.
-O puedes hacerte probador de vídeo Por primera vez Miguel sintió envidia
juegos -le reemplazó Alejandro. de ellos.
-O lavaplatos en una hamburguesería ¡Cuánto echaba en falta aquello, aun-
y así las tendremos más baratas. que fuera un grito!
-O repartir pizzas aunque sea a pie.
Estas propuestas eran verdaderamente
absurdas. Miguel empezó a estar harto. ¡Me-
nudos amigos!
¡Lo encontraban divertido, genial!
Iba a echarles en cara su falta de apoyo,
que no se lo tomaran en serio, que no le ayu-
daran con ideas positivas, que no vieran la gra-
vedad de la situación, cuando de pronto apare-
cieron dos auténticas furias, o sea, dos madres.
-¡Isaías ! -gritó una.
-¡Alejandro! -gritó otra.
Los dos se quedaron blancos de golpe.
-¿Sabes la hora que es?
-¡Cada día lo mismo!
-¡Es la última vez que vengo a por ti!
Una amiga de verdad

Mar tardó apenas unos minutos en rea-


parecer. Miguel seguía en el mismo sitio,
como si sus pies estuviesen dispuestos a
echar raíces en el parque. La niña llevaba un
hermoso bocadillo en la mano.
-Hola -se lo tendió-. Es de queso.
No había nada más. Y el pan es de ayer,
pero ...
-No importa. Gracias.
-Mi madre está al llegar del trabajo.
No puedo quedarme mucho.
-Eres estupenda -dijo Miguel.
Siempre se lo había parecido, pero
aquélla era la prueba. Había tenido que pasar
algo tan gordo como lo de su «despido» para
que se diera cuenta. ¿Quién dijo que los ami-
gos son para las ocasiones en que se necesi-
tan?
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-Un día te dije que te pasabas un -Luego vino su hermano mayor y me
poco, ¿recuerdas? -le reprochó Mar, enfrián- tiró a mí, y mi madre me echó una bronca que
dole su sentimiento de gratitud hacia ella. no veas.
Lo recordaba. Habían estado incor- -Y si tú hubieras tenido un hermano
diando a una parejita de novios sentados en más mayor, ¿qué? ¿Habría tirado al otro tam-
uno de los bancos más apartados, molestán- bién al estanque?
doles y burlándose de ellos, hasta que los -Bueno, vale -apretó las mandíbulas
pobres no habían ten ido más remedio que enfurruñado.
irse de allí. No quería que Mar le recordase todas
-Fue una broma se excusó. sus «hazañas» del parque.
-Hay bromas y bromas. ¿Y si no te- -Lo siento -musitó ella -. Es que
nían dónde ir? me va a saber mal perderte.
-Yo no soy un gamberro, pero si no -No vas a perderme.
hago tonterías ahora ... -¿Qué vas a hacer?
-Ya, pero hay que tener en cuenta a -No sé.
los demás. Ellos también tienen sentimientos. -Entonces ...
Eso de que hay que hacer ahora lo que no ha- -¡No puedo irme de aquí! -casi gritó
remos de mayores es una excusa para el des- Miguel.
madre. -¿Les has dicho a tus padres ...?
A Mar nunca la despedirían, seguro. -¡Lo he intentado todo, y nada! ¡Di-
Era un trozo de pan. cen que se acabó!
Un millón de veces más trozo de pan -Pues lo tienes crudo -reflejó todo
que el que acababa de darle. el horror que sentía.
-¿Y el día que empujaste al estanque Ya había pasado medio día, y seguía
a aquel niño pequeño, abusando de tu fuerza? allí, cerca de su casa, pero sin saber qué ha-
-continuó Mar. cer. ¿Por qué no los creyó un mes antes,
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cuando lo de la carta? ¿Por qué no se lo tomó El ruido cavernoso de su estómago le


en serio entonces? recordó que tenía hambre y que el bocadillo
-Oh, Mar. .. -gimió con desaliento. de queso seguía esperando en su mano.
-Intenta quedarte por aquí. Yo te ba- Así que buscó el banco más próximo y
jaré comida cada día. se sentó en él.
¿Qué otra cosa podía hacer?
Y menos mal que era primavera. En in-
vierno ...
-He de irme - lamentó la niña.
-¿Ya?
. -Cuando salga del colegio esta tarde,
vendré á verte. Si estás por aquí ya pensare-
mos algo.
-Gracias.
-Les preguntaré a mis padres cómo
van esas cosas de los despidos. Yo tampoco
sabía nada del tema, ya ves.
-De acuerdo.
-Vale, cuídate.
Ella le puso una mano en el brazo. Se
lo apretó ligeramente. Luego, de forma ines-
perada, se le acercó y le dio un beso en la me-
jilla antes de echar a correr por segunda vez a
toda velocidad, casi más por la vergüenza que
por la prisa. Miguel se quedó emocionado
viendo cómo su amiga se alejaba de su lado.
El anciano

El bocadillo estaba buenísimo. O quizá


fuera el hambre. Lo malo es que se lo zampó
en un abrir y cerrar de ojos y se quedó mi-
rando sus manos vacías con ansiedad. Se le-
vantó para ir a la fuente, que se encontraba a
unos veinte pasos de distancia. Sació su sed y
cuando regresó al banco se dio cuenta de que
un anciano se había sentado en él.
Miguel ocupó la otra punta en silencio.
¿Qué hacía? ¿Se quedaba allí confiando
en Mar, dispuesto a pasar la noche en el par-
que, o tomaba la decisión de ir a...?
De nuevo la misma cuestión: ¿a dónde?
No tenía ninguna parte a la que acudir.
Nadie a quien llamar.
Estaba «despedido».
De alucine.
-¿Es un viaje muy largo?
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La voz le sobresaltó. Volvió la cabeza -Te he preguntado si es un viaje muy
hacia el otro lado. largo -el anciano señaló la bolsa y la pe-
Era el anciano. queña maleta.
Le observó. -No lo sé.
Podía tener cien años o más, ¿cómo sa- -¿No sabes a dónde vas?
berlo? Todos los mayores le parecían igual. -No.
Se dividían en “jóvenes», «adultos» y «viejos». Se encontró con su sorpresa y lamentó
Y en la categoría de «Viejos» cabían un mon- habérselo dicho, pero no se levantó y se fue,
tón. Por ejemplo, sus padres eran «adultos», como era de esperar. Su madre le tenía prohi-
aunque su madre aún no tenía los cuarenta y bido hablar con extraños.
su padre acabase de cumplirlos. Después de Quizá fuese una buena persona y le
eso, todos eran «viejos». ayudase.
El anciano del banco tenía la cara sur- ¡Necesitaba tanto una mano amiga que
cada de arrugas milenarias, como si el tiempo le ayudase!
le hubiese arado la piel un sinfín de veces. -Así que te han echado, ¿eh? -dijo
Los ojos, muy dulces, eran dos grietas hundi- el anciano reflexivamente.
das en los cuévanos; el cabello, muy blanco, -¿Cómo lo sabe? -quedó impresio-
semejaba un manto celestial; la mandíbula nado Miguel.
era enjuta, formaba un ángulo recto domi- -Bueno, tengo mis años -consideró
nado por los dos pómulos que sobresalían el hombre.
como colinas; las manos, apoyadas en la -¿Cuando era niño también se despe-
parte superior de un bastón en forma de ca- día a los hijos?
beza de perro de impoluta serenidad, eran dos -¿Así que te han despedido?
sarmientos tan labrados como ella. Vestía con -Despedido, echado, ¿no es lo mismo?
añeja corrección. -No. Es diferente -repuso el an-
-¿Cómo dice? ciano-. Despedir es algo que atañe a un con-
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trato establecido. Echar significa algo peor y -¿Por qué nadie nos advierte de eso?
más duro. Si te han despedido siempre pue- -¿Creíste a tus padres cuando te anun-
des ser readmitido, o en el peor de los casos ciaron el despido?
encontrar una nueva familia. -No.
-Yo no quiero una nueva familia -dijo -Pues ya ves. Los hijos siempre se
rápido Miguel -. Quiero a mis padres. creen que no va a pasar nada, que son inmu-
-Tenías que haberlo pensado antes, nes, que tienen todas las de ganar, que los pa-
¿no crees? dres están para trabajar, proporcionar comida
-¿Usted también me va a dar la vara? y aguantar lo que les echen. Y no es así. No
-No, hombre, no. Me limitaba a char- eres el primero que se encuentra en la calle, y
lar contigo. boquiabierto.
- No ha respondido a mi pregunta. -¿Usted conoció a algún niño despe-
-¿Cuál? dido cuando era... más joven?
-¿Cuando era usted niño también se -A mí me despidieron.
despedía a los hijos? - ¿Ah , sí?¿Y qué hizo?
-Era más difícil, una cláusula quera- -Les pedí perdón, hablé con ellos, y
ramente se tenía en consideración, o se apli- me dieron otra oportunidad.
caba en muy escasas ocasiones, pero sí, desde -A mí no me la han dado.
luego que sí. -Debes haber hecho cosas muy gordas.
-¿O sea que ... va en serio? -¿Yo? Para nada. Qué va.
-¿Crees que lo que te pasa es una - No creo que te hayan despedido
broma? por haber sido un ángel.
No tuvo que responder. De broma nada. - Tengo amigos que se portan peor.
Cada vez iba más en serio y estaba más asus- -Pero no todos los padres son iguales.
tado, si es que aún podía albergar más miedo e - Mi amigo Federico vendió sus
incertidumbre en su corazón. zapa- tillas nuevas, que valían una pasta
gansa, y
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les dijo a sus padres que se las habían robado. -Inténtalo. Despedido o no, en el
Y mi amigo Estanis le robó una pluma a una fondo siempre serán tus padres. Pídeles una
niña llamada Esther y luego dijo que había demora, una prórroga, algo que te permita ga-
sido otro chico llamado Ramón.A mí eso me nar tiempo,demostrarles que has cambiado.
parece peor. -Usted no conoce a mi madre.
- Ya te he dicho que cada padre y -Conocí a la mía -sonrió por pri-
cada madre tiene un rasero distinto para mera vez , y le enseñó una dentadura sin duda
medir las cosas. Pero de lo que de verdad se postiza con uno. doble fila de blancos dientes
trata es de ti . No puedes ir por ahí tensando por arriba y por abajo-. Aquello sí era un
la cuerda para ver hasta dónde te permiten sargento. ¡Catorce hijos tuvo!
llegar, qué hacer y qué no hacer. En todo Miguel se estremeció. Él no tenía a na-
hay un equilibrio.Tú no pareces tonto. Sabes die . Tal vez si tuviera un hermano o una her-
lo que está bien y lo que está mal. Una mana ...
cosa es ser un niño y meter la pata, y otra Pero si su madre ya había acabado loca
muy distinta es hacer lo que te da la gana con él solo...
pasando de todo. No tenía nada mejor que hacer.
¿Y el respeto? Lo único que has hecho es de- Su última oportunidad.
mostrar que no querías demasiado a tus Y si no le readmitían, siempre podía
padres. dormir bajo el hueco de la escalera.
-¡Pero si les quería! -se dio cuenta Por lo menos esa noche.
de que ya hablaba en pasado y rectificó de in- -Voy a volver -asintió con la cabeza.
mediato-. Bueno, ¡les quiero! -Bien hecho.
- ¿Cómo te llamas? -¿Estará usted aquí mañana?
-Miguel. -Yo siempre estoy por aquí a esta
- Entonces ve y díselo, Miguel. hora, antes de comer. Vivo aquí cerca, con mi
Intén- talo de nuevo. hija y su marido.
- No me harán caso.
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-¿No tendrá una habitación libre, por Último intento


si acaso?
-Mi hija tiene una, pero está embara-
zada y pronto nacerá mi nieto, así que les
hará falta.
Curioso: como la madre de Mar.
Venga a nacer niños y niñas y luego...
No, él se lo había ganado a pulso. Em-
pezaba a darse cuenta. Seguía teniendo hambre pese al boca-
-Me voy a casa -anunció ponién- dillo de Mar, pero la débil llama de la espe-
dose en pie. ranza insuflada por el anciano hizo que se ol-
-Suerte, Miguel -le deseó el an- vidara de ello. Con un poco de suerte...
ciano. Llegó a su calle, caminó por la acera
Recogió su maleta y su bolsa. Luego opuesta, y se sentó en el bordillo tan inseguro
echó a andar sin excesiva prisa -ni con- y desconcertado como lo había estado por la
fianza- hacia su calle. mañana, al consumarse el despido. No tenía
No vio la sonrisa que, por detrás, nacía ni idea de si su madre estaría en casa o no.
en los labios del hombre del banco. Levantó los ojos, miró las ventanas y no vio
Una sonrisa llena de ternura y campa- ni rastro de ella. Ni el menor movimiento.
sión. ¿Habría ido realmente a apuntarse a un
gimnasio?
¿Y se tomaría toda la tarde libre para ir
al cine?
¿Sería capaz?
Vio entrar y salir a media docena de
vecinos. Ninguno le lanzó una mirada. Era
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una especie de mancha sobre el bordillo. El -No puede haberme olvidado así, tan
tráfico iba y venía por la calzada, entre las deprisa -musitó desfallecido.
dos aceras, levantando remolinos de polvo, Pero si no era así... lo parecía.
agitando el aire inquieto a su paso. Miguel es- La mujer entró en la casa.
taba como absorto. Antes de que él pudiera llamarla.
Tan absorto que la súbita y esperada -¡Mamá!
aparición de su madre le pilló por sorpresa. Fue una reacción tardía.
Allí estaba. Acababa de doblar la es- No le dio tiempo a ponerse en pie y
quina con la misma sonrisa que cuando la viera echar a correr tras ella. La sorpresa había sido
salir, y tan guapa y radiante como entonces, o demasiado fuerte. Volvía a estar solo, con la
duda de si subir escaleras arriba y llorar o que-
más, porque ahora lucía un nuevo peinado, es-
darse tal cual, tan perdido como lo había es-
taba un poco más morena de piel, como si hu-
tado desde su expulsión hogareña.
biese tomado una sesión de rayos uva, y desde Pronto pasaría la tarde entera y
luego tan relajada como si de remate se acabase oscurecería.
de pasar una hora en una sauna. -¡Ay, ay, ay! -se alarmó más y más
La vio caminar muy decidida hacia el asustado.
portal, sin mirar a derecha o izquierda. O sea, ¿Cuánto Je echarían si le detenían por
sin buscarle por si aún estaba por allí, como robar un pedazo de pan?
así era. No daba la impresión de echarle de Oyó una voz a su espalda. Ni se giró.
menos. Era la señora Francisca, una de sus vecinas
Ya no estaba triste como un mes antes. más pesadas.
Seguía pareciendo la persona más feliz del -¡Señora Armanda, señora Arman-
mundo. da, seño...!
Y libre. La voz de otra de sus más inclementes
Miguel se quedó tan echo polvo que ni vecinas se unió a la de la primera.
reaccionó.
78
-¿Qué sucede, señora Francisca? La
veo muy contenta.
-¿Es que no lo sabe? Han despedido a
ese niño, ¡Miguel!
-¡No me diga!
-Sí,sí,por fin
-Oh, qué alivio
-Y que lo diga, ¡todavía no puedo
creérmelo!
-¡Qué paz! Cuando se lo diga a mi
Casimiro.
-Yo es que no me lo puedo creer.
-Pero ... ¿Despedido, despedido?
-Del todo.
-Se acabó eso de bajar las escaleras
saltando los peldaños de seis en seis, como si
fuera un regimiento de caballería al asalto.
-Y la música a todo volumen con la
ventana abierta.
-Y los gritos de su madre riñéndole.
-Y ese miedo de encontrártelo en
cualquier momento corriendo como un loco.
-Porque mire que era malo, ¿eh?
-Y que lo diga, ¡malísimo!
Miguel tenía un nudo en la garganta.
Tampoco había para tanto.
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Menudo par. sión, recogió la bolsa y la maleta y cruzó Ja
Aunque desde luego... todos le tenían calle a la carrera. Menos mal que no pasaba
manía, eso sí. ningún vehículo en ese momento, porque se
Muchísima manía. lo habría llevado por delante. Su padre iba a
Los mayores eran muy plastas. entrar en el portal.
-En fin, señora Armanda, la veo -¡Papá!
luego. Se arrojó en sus brazos temblando,
-Que pase un buen día, adiós señora después de dejar caer su equipaje al suelo. El
Francisca. hombre le dio un beso en la frente.
-¡Usted dirá! Aquello era esperanzador.
Se alejaron sin verl e, sin saber que es- Sus palabras no.
taba tan cerca, allí, sentado en el bordillo y de -Vaya, Miguel, ¿todavía por aquí?
espaldas a ellas. -Pero papá..., ¿qué dices?
¿El barrio entero iba a hacer una fiesta -No sé. Es que no esperaba verte.
o qué? -Caramba, papá, que mamá me ha
Locos . Todos locos. echado esta mañana, no hace un mes.
Pero él... despedido. -Despedido.
Y en la calle. -¿Qué?
Pasó otro largo rato. Su madre no salió, -Mamá te ha despedido, no te ha
ni para ir al cine ni para ir a su trabajo de por echado. Es muy distinto.
las tardes. Eso le extrañó. Pero más extrañeza -¡Da igual! -gritó furioso-. ¿Qué
Je causó, de repente, ver aparecer a su padre. está pasando, por favor?
Era una hora insólitamente temprana -Venga, hijo -suavizó su padre casi
para que él estuviese allí. alegremente-. Esas cosas pasan y no se
En esta ocasión no le pilló la sorpresa acaba el mundo. En la vida todos aprende-
de improviso. Saltó con los músculos en ten- mos, evolucionamos, crecemos ...
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Su madre era implacable, pero su padre importara nada lo que hacías o que los demás
parecía no oír. tuviéramos que ir todo el día detrás de ti. Y
-Llevo todo el día aquí -suspiró no será por falta de oportunidades.
buscando la ternura del cabeza de familia. Le miró horrorizado, una vez más.
-¿Has encontrado vivienda o trabajo -Bueno, debo irme -continuó su pa-
en esta misma calle? dre-. Ahora que mamá y yo estamos solos,
Su padre le miraba sonriendo, pero sin queremos empezar a divertirnos, ver lo que
el menor ánimo de... nos gusta por la tele, disfrutar del silencio,
-Papá, ¿qué dices? ¿Trabajo? leer en paz, charlar un rato sin que nadie nos
-Hombre, de algo vas a tener que vi- interrumpa ... En fin, lo que no podíamos ha-
vir. No me digas que estás igual. cer antes. ¡Ánimo, ex-hijo!
-¡Claro que estoy igual! Le dio una palmadita en el hombro y
-Pues no será porque no hayas tenido se dispuso a entrar en el portal, poniendo fin
tiempo de hacer algo. a la conversación.
-¡Papá! -protestó inútilmente. Miguel se quedó inmóvil, como una
-Miguel, si todo el mundo al que se estatua.
le despide hiciera lo mismo ... ¡Menudo fo- -¡Ven a vernos de vez en cuando!,
llón! Has de aceptar las cosas. ¿eh? -levantó una mano amistosa el hombre.
-¡No es justo! Entró en el portal.
-No lo será para ti, pero para ella sí. Miguel volvió a sentarse en el bordillo.
Ya te dije que estaba muy enfadada, furiosa, y Solo.
que yo prefería ser neutral y mantenerme al ¡Pero qué cosas pasaban en la vida en
margen, aunque... creo que tiene razón. cuanto uno se descuidaba!
-¡Me portaré bien!
-No se trata de portarse bien. Se trata
de que te has pasado mucho, como si no te
La policía
(bueno, la urbana)

La idea de ir a la policía, para que-


jarse, se le apareció en la mente un segundo
antes de que el coche patrulla de la urbana
doblara la esquina más cercana.
¡La policía!
Estaban para cosas así, ¿no?
O sea...
-¡Eh!
Se puso en pie y llamó su atención.
El coche patrulla se detuvo ante su
grito, en doble fila, y los dos agentes bajaron
de su interior con parsimonia y poco ánimo
para ver lo que quería. Uno era muy gordo, el
otro muy flaco. El gordo tenía bigote, el flaco
la nariz aguileña. Se le quedaron m i r a n d o
con toda su pompa uniformada, pero con cara
de pocos amigos.
-¿Sí? -dijo uno.
86 87

-¿Qué te pasa, chico? -le preguntó -Hombre, haber empezado por ahí
el otro. -asintió el flaco.
-Mis padres me han echado de casa. -¿Por qué? -preguntó Miguel.
¿Echado? -inquirió el gordo. -Porque un despido es un despido, y
¿Qué has hecho? -quiso averiguar si es en toda regla ... -consideró el gordo.
el flaco. -Claro. La ley es la ley -convino el
-¿Yo? Nada . flaco.
-Vamos, hombre. Si no hubieras he- Ellos eran la ley, así que tenían que sa-
cho nada, no te habrían largado, ¿no crees? berlo. Miguel se sintió irremisiblemente per-
-sonrió melifluo el gordo. dido.
-¿Te crees que nos chupamos el dedo -¿Así que realmente los padres pue-
o qué? -le apoyó el flaco. den despedir a sus hijos? -se hundió tras
-Quiero volver -insistió él pasando formular por enésima vez aquella cuestión.
de los comentarios nada prometedores. -¡Y tanto! -movió la cabeza con
-Pues vuelve -se encogió de hom- energía el gordo -. Yo ya he despedido a una
bros el gordo. hija y a un hijo.
-¿Te han echado, echado? -soslayó -Yo estoy pensando seriamente ha-
el flaco. cerlo con el segundo -le secundó el flaco.
-Bueno, en realidad me han despe- - Mi vecino ha despedido a tres -
dido - aclaró él. ase- guró terminante el gordo.
Seguía creyendo que no había diferen- -¿Te han dado el mes preceptivo de
cia alguna. aviso? Porque si no ha sido así... -tanteó el
Pero por lo visto sí la había. Ya se lo flaco.
dijo el anciano del parque. Miguel se quedó mudo.
-Ah, eso es otra cosa -reconoció el -¿Te lo han dado o no?
gordo. -Sí -reconoció.
88 89

-Entonces no tienes nada que hacer, -No, no es un hotel -hizo lo propio


chaval. Gaspar-. Ahí se trabaja duro para pagar la
-¡Pero no sé dónde ir! comida. Muy duro.
-Otro que lo deja todo para última -Siete días a la semana.
hora, Benito -le dijo el gordo al flaco. -Sin tele ni prebendas.
-Y que lo digas, Gaspar -le elijo el -Y sin poder salir a menos que al -
flaco al gordo. guien responda por ti o dé garantías.
Le miraron con cara de fastidio. -Lo cual es difícil, porque de lo con-
-Tenías que haberte buscado algo, trario no se habría acabado en el hogar de ni-
chico -comentó el tal Gaspar. ños despedidos.
-Va a hacerse de noche, y no puedes -¡Yo no quiero ir a un sitio así! -se
quedarte aquí, en plena calle -aseguró el tal estremeció Miguel.
Benito. -Pues espabila, chico. Las cosas están
-Si cuando pasemos en la siguiente así y son como son. Para eso está la ley.
ronda, aún estás aquí, tendremos que dete- -¡Vaya asco de ley que permite a
nerte, por vago -le advirtió el gordo. · unos padres despedir a un hijo suyo! -la-
-Y te llevaremos a un hogar de reco- mentó con amargura.
gida de niños despedidos -le secundó el flaco. -Pues es la única ley que permite a
-¡Yo no quiero ir a ningún hogar unos padres defenderse de hijos abusones,
de ...! -volvió a quedarse boquiabierto-. ¿qué quieres que te diga? -manifestó el
¿Hay hogares de niños despedidos? agente Gaspar.
-No, si te parece los dejamos por .ahí -¿Acaso no existe una ley que exige a
tirados. un hijo colaboración? -repuso el agente
-¿Y cómo es un sitio de esos? Benito.
-Pues desde luego no es un hotel _-¿La hay? -abrió los ojos Miguel.
-convino Benito. -¡Hombre, tú dirás! -bufó el gordo.
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-Lo que pasa es que nadie sabe las le- El flaco iba a hacer lo propio.
yes, y así os va -le advirtió el flaco. Súbitamente se detuvo y volvió a mi -
-Si es que la gente sólo sabe pedir y rarle de nuevo.
pedir y pedir, pero van de n despistado ... -¿Tienes dinero? -le preguntó.
insistió el primero. -No -reconoció Miguel.
Luego se quejan -le apoyó el se- -Lástima. Si lo tuvieras ...
gundo. -¿Qué, qué? -le animó a seguir al
Parecía estar todo dicho. ver que se detenía.
Los dos agentes de la urbana le mira- -Con dinero, podrías ir a ver a un
ron con acritud. abogado. Ellos se las saben todas, y a lo me-
Suspiraron al unísono. jor encontrarían un tn1co legal que te permi-
-A ver qué haces, ¿eh? -comenzó a tiera ...
despedirse Gaspar. Un abogado. Su madre ya le comentó
-No vayamos a tener un disgusto, algo de eso un mes antes, cuando él creía que
¿vale? -hizo lo propio Benito. todo era una broma.
El primero dio media vuelta, para re- -¿Dónde encuentro yo un abogado?
gresar al coche y ponerse al volante. El se- -El problema no es ése -apuntó
gundo se dispuso a entrar por la puerta de su el flaco -. El problema es la de pasta que
lado, la más cercana a Miguel. cobran.
-Esperen... -trató de detenerles. Un abogado, un abogado, un abo-
-¿Sí? gado ...
¿Qué más podía decirles? Se quedó frío de pronto.
Nada. ¡El señor José, el vecino del segundo,
-Vamos, Benito. era abogado!
-Sí, Gaspar. ¡Y una vez hasta le dijo que, siempre
El gordo entró en el vehículo. que quisiera, fuera a verle!
92
No era como las pesadas de las demás El abogado
vecinas.
Le caía bien.
-Adiós, chico -se despidió Gaspar.
-Que no te encontremos por aquí en
la próxima ronda, o tendremos que llevarte
con nosotros -le recordó Benito.
Entró en el coche mientras su compa-
ñero lo ponía en marcha. El señor José era un hombre de unos
Un segundo después, rodaban calle sesenta y algunos años, con cara de buena
abajo, hasta desaparecer en la distancia a persona, gafas, calvo y aspecto feliz. Pese a la
ritmo lento. edad, era soltero. Por esa razón no tuvo nada
Miguel volvió a quedarse solo. de extraño que le abriera él mismo la puerta.
Muy solo. Se lo quedó mirando, primero con
Luego miró el edificio donde, hasta esa simpatía, y después con sorpresa, al ver el
mañana, había estado su casa. equipaje que tenía a ambos lados.
Recogió la bolsa, la maleta, enfiló el -Vaya, Miguel, ¿qué te trae por aquí?
portal y se metió en él. -Tengo un problema, señor José -fue
Ya no se detuvo hasta que llegó al se- directo al grano.
gundo piso. -¿Un problema ... legal?
Llamó al timbre de la puerta del señor -Supongo que sí -vaciló.
José y esperó. -Ah -el señor José asintió con la ca-
beza y se apartó del quicio de la puerta -. En-
tonces pasa a mi despacho.
Miguel entró en la casa. Dejó la bolsa
y la maleta en el recibidor y luego siguió al
94
letrado hasta su despacho. La casa estaba de-
corada de forma muy distinta a la suya ...
bueno, a la de sus padres ... bueno, a la de sus
ex-padres. Allí todo era barroco, había mu-
chas cosas, cuadros por las paredes, mesitas
con retratos y objetos de cristal y porcelana,
muebles, estatuas, cortinas, recuerdos. Desde
luego, si arriba lo rompía todo sin darse
cuenta, allí le habría sido jmposible vivir.
EJ señor José entró en su despacho. Es-
peró a que él hiciera lo mismo y luego cerró
la puerta. Rodeó la mesa y ocupó su butaca,
muy solemne. A él le indicó que se sentara en
una de las sillas frontales a la mesa. Separa-
dos por ella, el señor José cruzó las manos y
esperó.
-Tú dirás -dijo al ver que Miguel
seguía mudo.
-No tengo dinero -fue lo primero
que le advirtió él.
El abogado lo consideró.
-Si me interesa el caso, ya hablare-
mos de dinero, aunque siendo vecinos ..., en
fin, que puedo fiarme de ti amén de que hay
otros medios.
-¿Qué otros medios?
96 97
-Pedir un crédito al banco, o hacerme leerlas con ojo de experto, despacio. Para
recados en tus ratos libres. Cosas así. buscar algo, un detalle, una pequeña fisura le-
Miguel suspiró. gal, corno hacían los abogados de las pelícu-
Estaba acorralado. Ya todo le daba las, que siempre encontraban algo.
igual. Su respuesta le llenó de desánimo .
-Mis padres me han echa .... Me han - La carta de despido es perfecta- ma
despedido -rectificó . nifestó- .Correcta y concisa.
-¿Despedido? -Oh -se sintió desfallecer Miguel .
-Sí, despedido. -Una carta de despido en toda regla
-¿Despedido , despedido? -insistió -el señor José lo dejó todo encima de su
el señor José . mesa, incluidas las otras que ni miró y agre-
-Del todo -suspiró Miguel. gó-: Sí señor, muy buena .
· -¿Te han dado también referencias, y -O sea que..., ¿no hay nada que ha-
la carta de libertad? cer? -susurró Miguel sintiéndose ya perdido
-Sí. por completo.
-¿Lo tienes todo aquí? -Yo no he dicho eso.
O era muy listo, o es que, desde luego , -¿Ah, no?
lo de la carta y el despido y lo demás era muy -No. Sólo he dicho que el despido es
común. legal. Pero siempre puede hacerse algo.
-Sí. -¿Qué?
Buscó el sobre , lo encontró en el bolsi- -Podemos recurrirlo, exigir una read-
llo del pantalón, donde lo había guardado tras misión , o una indemnización.
dárselo su madre horas antes , lo alisó un poco -¿Cómo es eso?
porque estaba muy arrugado, y se lo tendió al -Se hace una demanda , y se va ajuicio.
letrado. El señor José lo tomó, lo abrió y ex- -¿Un juicio?
trajo las cuartillas de su interior. Empezó a -Sí.
98 99

-¿Cómo en las películas, con gritos, -¿Hay más casos iguales?


lágrimas, y todo ese rollo? -Pues claro, ¿qué crees?
Más o menos. -No sé.
No quería ver a su madre llorando, ni a -Todos los chicos y chicas que vagan
favor ni en contra. solos y perdidos por las calles han sido
- No, nada de juicios -se también despedidos en calidad de hijos.
estremeció. -Ahí va.
-Eso te honra -dijo el señor José-. -Lo que pasa es que pensáis que no
Me alegra ver que, a pesar de todo, aún tienes os puede pasar nada, y tiráis de la cuerda y ti-
corazón. ráis de la cuerda y tiráis de la cuerda hasta
-Si es que yo no sabía que... que ... se rompe.
- Ya, ya. Ningún niño o niña lo -Yo no quería ...
sabe, pero ¡hala!, a ensuciar y a pasarse y a -Eso decís todos -arrugó la frente-.
romper cosas y a no pensar y a creer que Y que conste que yo siempre he dicho que eras
todo el monte es orégano. Y luego ... un buen chico y que me caes bien.
- Para eso somos pequeños, ¿no? A lo mejor era el único. Por lo que
-¡Anda con lo que me sales! ¡Menuda veía, todo el mundo estaba en su contra.
excusa! -llegó a sonreír el señor José-. -Bueno, ¿puede ayudarme o no?
Aunque como atenuante ... sí, podría argu- -Está difícil -consideró el abogado.
mentarse que no naciste enseñado, aunque es -¿Mucho?
muy pobre -cambió de tono nuevamente -Con una carta de despido tan bien
para volver a adoptar un aire profesional-. hecha, y los argumentos que, seguramente ,
O sea que nada de dinero. tendrá tu madre ...
-No. Miguel se sintió desfallecer.
-Bueno, ya te he dicho que eso tam- -Vale -se dispuso a levantarse.
poco es grave. De todas formas hay un fondo -¿Adónde vas?
asistencial para casos como el tuyo.
100 otras circunstancias. Una instancia lo quc
hace es apelar a la sensibilidad y a la buena
-Si no puede hacerse nada ... -no es- predisposición de un ser humano en relaci ón
taba para aguantar más broncas. a algo que está en virtud de concederle a otro,
-Una vez más, yo no he dicho eso el solicitante.
-inquirió el abogado -. Sigue habiendo -Hagamos una instancia -pidió Mi-
m ás cosas que hacer. guel impaciente.
- ¿Cuáles? El señor José arqueó las cejas.
- Lo más sencillo, barato y directo, -¿Ahora?
es escribir una instancia. - Es que si no la hacemos ahora y
-¿Y eso qué es? la subo esta noche ... no sé dónde voy a
-¿No sabes qué es una instancia? dormir.
-No. - Puedes dormir aquí. Como
-Pues es una especie de carta, pero abogado tuyo, he de protegerte.
especial, muy solemne y pomposa, en la que Miguel miró lo que le rodeaba. No era
una persona acepta unos hechos pero pide , el mejor lugar del mundo .
mediante súplica, por escrito y con una serie - Por favor... -suplicó.
de prerrogativas, lo que le interesa, que en tu -Iba a ver el partido de baloncesto
caso es la readmisión familiar. -murmuró el señor José con fastidio-. Y
No entendía la jerga de los picapleitos, encima sin cobrar...
pero le daba igual. Si existía una posibilidad, -Por favor... -los ojos de Miguel le
eso era lo único que importaba. Se llamara demostraron cuán desesperado estaba.
instancia o carta certificada o lo que fuera. El abogado suspiró.
-¿Puedo hacer una instancia? -¡Señor, Señor! -exclamó- . ¿Por
-Sí. qué me tocarán a mí siempre los casos más di-
- ¿Y funcionará? fíciles?
-Eso ya no lo sé. Depende de la
persona que la reciba, de lo que considere
oportuno, de su buen corazón, y de muchas
102
La instancia
Eso significaba que estaba de acuerdo,
y dispuesto a aceptar escribir la instancia, a
pesar del partido de baloncesto y de no co-
brarle, de momento.

Llamó a la puerta del piso, contuvo la


respiración y su corazón se le aceleró cuando
escuchó los pasos de su madre por detrás,
acercándose para abrir.
Tres, dos, uno ... ¡ya!
La mujer se lo quedó mirando con
cierta sorpresa y un algo de escepticismo.
-Te has ido esta mañana, así que no
puedes estar ya de visita -consideró. Y al
ver la maleta y la bolsa se cruzó de brazos y
dijo en tono más adusto-: ¿Qué quieres?
A Miguel le costó mirar a su madre a
los ojos, pero aún más, mucho más, hablar.
Tuvo que tragar saliva para eso.
-Mamá ...
-Miguel. .. -fue a cortarle ella.
-Te he traído ... esto -manifestó sin
apenas voz, deteniéndola.
104 105

Le tendió la carta, bueno, la instancia, «Yo, Miguel Fernández Martínez, menor de edad,
perfectamente doblada en tres partes e intro- ex-residente en la calle de la Pa z nº 9 de esta
ciudad y actualmente sin destino fijo
ducida en el sobre con el membrete del señor
José, el abogado. A su madre no le impre- MANIFIESTO
sionó en absoluto.
Que habiendo sido expulsado mediante despido pre-
-Así que, después de todo, has ido a ceptivo y legal del hogar paterno por mi madre, Doña
un abogado, ¿eh? María de la Esperanza Martínez García, debido a mi
-No es lo que piensas -dijo rápido mal comportamiento, falta de cuidado, escasa lim -
pieza , nula atención a los valores hogareños y des-
él-. No quiero problemas. precio total del sentido de la convivencia en familia
-Ah, bueno.
La- madre liberada -se le notaba que EXPONGO
lo estaba porque aún parecía recién salida de Que habiendo meditado seriamente 'las razanes del des-
un salón de belleza, radiante y espléndida- pido interpuesto por mi madre, y hallándolas del
todo pertinentes por mi mal comportamiento ante-
abrió el sobre, extrajo la instancia de su inte- rior, mi negativa cooperación familiar, y mi poco res-
rior y la leyó una primera vez, así por en- peto por los bienes y la vida en el seno del hogar pa-
cima. terno, tengo intención de enmendarme, portarme
como Dios manda, ser uno más en la familia, no en-
Parpadeó. suciar ni tirar las cosas ni creerme el Rey de Roma
Le miró fijamente. ni pasarme un pelo por mi condición de niño, ni pen-
Dejó transcurrir unos segundos. sar que tengo licencia para hacer lo que me dé la
gana, por lo cual
La leyó por segunda vez, en voz alta:
SUPLICO
Ser readmitido como hijo, humildemente, para una
segunda oportunidad que espero merecer de su recto
proceder y atenta consideración y mejor corazón.

Para lo cual firmo l a presente a 7 de mayo del año


en curso».
106 107

-Vaya -manifestó la mujer -. El se- que, de pronto, se le hacían esenciales. Cosas


ñor José es bastante buen abogado. de las que antes había pasado , sin darles la
Miguel no abrió la boca. Tenía la vista menor importancia .
fija en el suelo. -¡No toques nada!, ¿eh? -oyó la voz
Pasaron unos pocos segundos más. de su madre como un flagelo al ir a entrar por
Le parecieron eternos . la puerta .
-Será mejor que pases -dijo final- -No, mam .... señora.
mente su madre -. Esto hay que leerlo bien, Entró dentro.
muy bien. Cualquiera diría que se estaba deci -
Miguel entró . diendo su futuro.
Algo era algo. Allí mismo, en unos instantes.
-Pero deja la mal eta y la bolsa aquí, La calle o...
en el recibidor -le advirtió -. Puedes espe- Escuchó unos murmullos. Sus padres
rar en la sala. hablaban en la sala grande. Lo más seguro era
-Sí, mamá . que estuviesen considerando la instancia . Debía
-No me llames mamá. Sigues despe- ser muy buena y estar muy bien escrita, aunque
dido en calidad de hijo. Llámame María de la si su madre se empeñaba ... de nada iba a servir.
Esperanza. Bueno, tal y como había dicho el señor
-Sí, María de la Esperanza. José, una instancia apelaba al buen corazón y
-Señora María de la Esperanza -le a los sentimientos de alguien capacitado para
rectificó haciendo hincapié en lo de «señora». dar algo a otra persona .
-Sí, señora -bajó la cabeza Miguel. Y su madre tenía buen corazón. Vaya
Se dirigió a la sala. A la pequeña. De la si lo tenía .
grande salía el confortable sonido del televi- Los segundos se convirtieron en horas
en siglos. '
sor, y casi llegaban hasta él los aromas de la
cena , del calor de su padre y de tantas cosas Y tenía tanta hambre que ...
108

Lo miró todo de otra forma . De pronto


aquella no era su casa. Él era un «invitado».
¡Qué fuerte! Le llegan a decir algo así, y no
se lo hubiera creído. Sus amigos no sabían
nada, desde luego, y estaban en peligro, lo
mismo que él. Peligro de «despido».
Sí, miró los cuadros, los libros, los mue-
bles ..., el roto de la pata de la silla producto de
una de sus hazañas, y el desconchado de lapa-
red resultado de una batalla contra el palo de la
escoba, y el jarrón de cristal pegado con cola
de contacto después de haberlo roto.
Por todas partes había huellas de su paso,
mejor dicho, de su arrasamiento hogareño.
Volvió a contener la respiración.
Las pisadas de su madre volvían, y no
estaban solas.
Venían acompañadas por las de su padre.
Puso la mejor de sus caras, la de buen
chico, la de santo, la de hijo pródigo, la de...
La mejor.
Ellos aparecieron en la puerta.
Se le hundió el mundo. bajo los pies al
ver la cara de su padre. Tenía los ojos fijos en
el suelo.
Pero sólo fue una impresión.
110 11 1
El susto final. -Gracias -musitó.
-Está bien -dijo María de la Espe- -Vale, vale, no te pongas ahora
ranza. sentimental -mencionó el padre.
A Miguel se le disparó el corazón. -Sí, nada de lágrima s -convino su
Vamos a darte una segunda oportu- madre.
nidad dijo su padre-. Esta vez hemos vo- -Aunque ... bueno, en fin, que nos ale-
tado los dos, y el resultado es dos a cero. gramos de que estés de vuelta.
·-¿Me quedo? -Sí, ¡qué remedio!
-Te quedas. Se hacían los duros, pero ahora Miguel
-¿Cómo... hijo ? sabía que en el fondo ellos también le querían
-Sí, como hijo, claro. El despido ha cantidad.
sido cancelado ... cautelarmente. Mucho.
No supo si dar un salto de alegría, un Muchísimo.
grito... o si echarse en sus brazos y darles -Yo que me las prometía tan felices ...
un beso. -suspiró su madre.
Hizo esto último, aunque muy comedi- -Bueno, todas las cosas tienen su lado
damente. positivo -consideró su padre.
Fue el mejor abrazo de su vida. -Ya veremos, ya veremos -tanteó la
Y también los dos besos que ellos de- primera.
positaron en su cabeza. -Yo creo que sí, y si no ... siempre
Besos llenos de amor y de calor. puedes volver a despedirle -recordó el se-
Entonces Miguel les abrazó con todas gundo.
sus fuerzas. Miguel no quería volver a oír nunca
Les quería. Y no sólo por haberle read- más aquella dichosa palabra.
mitido. Les habría querido igual. Siempre. No dijo nada.
Pasara lo que pasara. Los tres salieron de la salita.
112
Y... por un pelo
¡Estaba en casa!
-¿Tienes hambre? -preguntó ella.
¿Hambre? ¡Se comería un caballo!
Y caminando, sin correr, con mucho
cuidado, se dirigió al comedor para sentarse
en su sitio y ponerse al día con su desfalle-
cido estómago.
Aquella noche, al tumbarse en su cama
dispuesto para dormir, Miguel se preguntó
qué había pasado en realidad aquel 7 de
mayo .
No lo tenía muy claro.
Nada claro .
Todo había sido bastante vertiginoso
en realidad.
¿Una t r a m p a ? ¿Un c o m p l o t ?
¿Un montaje? ¿ Verdad? ¿Mentira? ·
Pensó en su madre, su padre , las veci-
nas, el anciano del parque, los de la urbana ,
el señor José... Todos ellos.
Demasiados para ...
Sí, se había salvado por un pelo.
Pero por un pelo muy, muy, muy fino.
A estas horas y si no hubiera sido por
la instancia -¡la importancia de un papel
114 -Y yo que creía que teníamos licencia
para hacer de todo -gimió.
bien escrito, del poder de las palabras, del va- Cerró los ojos.
lor de la letra adecuadamente empleada! -, y «Querido hijo ...»
por el buen corazón de su madre, y por el Despedido. Despedido. Despedido.
voto de su padre, estaría durmiendo en la ca- ¡Zas!, así de fácil.
lle, o Dios sabía dónde . «Querido hijo ...»
Se estremeció pensando en tantas y Se durmió sin darse cuenta.
tantas cosas, en lo poco que sabía, en su corta Como un tronco.
vida, en sus trastadas, pero sobre todo en la Feliz.
dichosa carta de despido de un mes antes.
«Querido hijo ...»
,
Indice En la calle .................................................45
En el parque .. .,.................................... 51
La carta .... ...... ... .. .... .. . .. . ... 7 Una amiga de verdad ................................... 61
El anciano .................... 67
Primer contacto ......................................... 13 Último intento............................................... 75
Las discusiones............................................ 21 La policía (bueno, la urbana) ....................... 85
El último mes ................................................31 El abogado............................................... 93
El despido ..................................................... 37 Y... por un pelo ............................................ 113
La instancia ................................................. 103

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