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Apéndice A – Declaraciones acerca de la unión de la ley y el evangelio

Estas exposiciones comienzan con una carta escrita pocos días después de la
publicación de la sección final del discurso de Prescott “La ley en Cristo”. Las
otras declaraciones se dan en orden cronológico comenzando en 1888. En todos
los casos, las cursivas fueron añadidas. Las secciones entre paréntesis rectos son
observaciones del compilador. EPE 146.1
A. 6 de junio de 1896 (Carta 96, 1896, a Uriah Smith), en The Ellen G. White
1888 Materials (Materiales de Elena G. de White sobre 1888), pp. 1574-1576.
[Existe una correlación significativa entre los conceptos en los dos últimos
párrafos del último sermón de Prescott, en la sección titulada “La ley fuera de
Cristo y la ley en Cristo”, así como el texto final que usó Prescott, y una carta que
Elena de White escribió cinco días después que estos párrafos fueran publicados.
Esta carta a Uriah Smith muestra endosos adicionales del Espíritu Santo a las
percepciones que Prescott estaba compartiendo. La carta íntegra sigue a
continuación.]
“Sunnyside”, Cooranbong, N. G. del Sur, 6 de junio de 1896.
Pastor U. Smith,
Battle Creek, Michigan.
Apreciado hermano: EPE 146.2
(Las páginas adjuntas presentan unos pocos puntos que fueron presentados a la
Hna. White anoche, y ella deseaba que se las enviara. Por varios días ella ha
estado sufriendo de los efectos de un catarro y exceso de trabajo, y hoy no puede
leer ni escribir. El asunto fue escrito como ella lo presentó. Enviamos algunas
copias de artículos y cartas por el correo S. F., que la Hna. White quería que usted
leyera; pero como no tenía seguridad de que usted estuviera en Battle Creek,
fueron dirigidas al pastor Tenney, con la instrucción de que él los leyera y se los
reenviara a usted. Suyo en la causa, M. Davis.) EPE 146.3
“La ley ha sido nuestro guía para llevarnos a Cristo, a fin de que fuéramos
justificados por la fe” (Gálatas 3:24). En este pasaje, el Espíritu Santo está
hablando por medio del apóstol especialmente de la ley moral. La ley nos revela
el pecado, y nos hace sentir nuestra necesidad de Cristo, y huir a él por perdón
y paz ejercitando el arrepentimiento hacia Dios y la fe hacia nuestro Señor
Jesucristo. Nuestra renuencia de abandonar opiniones preconcebidas, y de
aceptar esta verdad, se encuentra en el fundamento de una gran parte de la
oposición manifestada en Minneapolis contra el mensaje del Señor `por medio de
los Hermanos Waggoner y Jones. Al animar esa oposición, Satanás tuvo éxito en
esconder de nuestra gente, en gran medida, el poder especial del Espíritu Santo
que Dios anhelaba impartirles. El enemigo les impidió obtener esa eficiencia que
podría haber sido de ellos en llevar la verdad al mundo, como lo proclamaron los
apóstoles después del día de Pentecostés. La luz que ha de alumbrar toda la
tierra con su gloria fue resistida, y por la acción de nuestros propios hermanos en
gran medida ha sido ocultada del mundo. EPE 148.1
La ley de los diez mandamientos no debe ser considerada tanto del lado de lo que
prohíbe, sino del lado de la misericordia. Sus prohibiciones son la segura garantía
de felicidad en la obediencia. Recibida en Cristo, obra en nosotros la pureza de
carácter que nos dará gozo por las edades eternas. Para los obedientes, es un
muro de protección. Contemplamos en ella la bondad de Dios, quien al revelar a
los hombres los inmutables principios de justicia, procura escudarlos de los males
que resultan de la transgresión. EPE 147.1
No debemos ver a Dios como esperando castigar al pecador por su pecado. El
pecador hace recaer el castigo sobre sí mismo. Sus propias acciones comienzan
un tren de circunstancias que da un resultado seguro. Cada acto de transgresión
reacciona sobre el pecador, produce en él un cambio de carácter, y le hace más
fácil transgredir otra vez. Al elegir pecar, los hombres se separan de Dios, cierran
el canal de bendiciones y el resultado seguro es la ruina y la muerte. E

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