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ALFAGUARA JUVENIL El Club Limonada Maria Fernanda Heredia vesoe 2 anos El Club Limonada Maria Fernanda Heredia llustraciones de: Roger Yeaza En el mundo hay quienes encuentran a su «media naranja», pero hay otros que sole han descubierto. a su «medio limén»...Acido y amergo. Maria, Alejandra y Juancho son tres amigos que, ante su mala suerte en el amor, han decidido fundar El Club Limonada, un divertido lugar para desahogarse, pata refr y para elaborar una larga lista negra de los amores no correspondidos. Algo inesperado ocurtiré en las vidas de estos tres jévenes cuando su amistad se penga a prueba y ellos se enfrenten ala posibilidad de defenderla © perderla para siempre. EI Club Limonada es, ademas, una historia sobre los momentos dificiles del alma. Un homenaje al optimismo,a la amistad y a la vida. IsBN, 978.612.403074.8 9 | | AL Age RA GrupoSantillana sn 16 Seg ei 2.8. JUVENIL me name ALPAGUARA EL CLUB LIMONADA (© 2007, Maria Fernanda Heredia (© 2007, Grupo Santillana S.A. © De ena etn: 2010, Sanillna S.A. ‘A Pimavera 2160, Lima 33 - Per ‘Alar wn so ei del Grposantilana que eee ‘typ Argentina» Bla * Bass Calbia» Cosa Ries, {Chiles Ear «EI Salado Exdor Uniden» Cantera, + Hendra» Mexico Panam Praguny «Per + Prt * Pot Rico + Reps Dominican Ungny + Venera anecdote Rages Yor ISBN: 978-612-4039.744 “ich el depts eg en la Biblia Nacional del Pe N° 2011-04213 Regier de Proyeco Boral 31S01401101215 Ps etn: noviembre de 2010 mers empresa 2011 Tin: 2000 cma mpeoen Pe - Pinte in Psu Metal S.A ‘penn pede mpd td yea mn me 1 0 dns drop de hao spn Re in ‘Sess nis ein pce prio, El Club Limonada Marla Fernanda Heredia ustraciones de Roger Ycaza A Paulina Diaz, ‘que sonrie en el cielo. 2 Ise senté a mi lado y acaricié mi cabeza. Mis ojos estaban tan hinchados que cualquiera me habrfa confandido con una prima hermana de Bart Simpson. Yo queria decirle que no era necesario, que yo ya sabfa, que no se preocupara por mi, total... él mis- mo me habia repetido que cada uno debe aprender a resolver sus rollos, y eso, precisamente, era lo que yo estaba intentando hacer. —Ahora te parece terrible, Maria, pero cuando pase el tiempo y lo mires con distancia descubrirés que no era para tanto... ;Te lo doy firmado! —Ay papi, no estoy de humor para charlas de motivacién. Te agradezco pero hoy no tengo cabeza, hoy es mi dia mundial del limén y eso no lo cambia nadie. Por cierto, zhas ido al médico? :Sigues con do- lor de garganta? —No he ido al médico pero no te preocupes, estoy tomando limonada con miel y ya me siento mejor. ;Nada como los remedios naturales! Me dio un beso en la fiente y se dirigié a la puerta de mi habitacién, —Papi —Dime. —~De verdad crees que llegar el dia en que es- to pase? —Estoy seguro de eso, la herida sanard,... La ami tad Jo cura todo. La amistad es una gran taza de limo- nada con miel. Antes de apagar la luz y cerrar la puerta, sonrié, me guifié un ojo y repitié su frase preferida: —i¥a lo vers! debe 10 Siempre he envidiado a kes personas que encuen- tran un billete en el bolsillo de un pantalén que no habfan usado algin tiempo. Pareceria que el billete las estaba aguardando en secreto, como en un acto de magia, para regalarles una felicidad inesperada. Yo lo tinico que he encontrado, sorpresivamen- te, en el bolsillo de un pantalén es un montén de migas de alguna antigua galleta devorada a medias en el cine. De igual manera, siempre he envidiado a la gen- te que encuentra, casi sin proponérselo, a su media naranja. En mis catorce afios, mi historial amoroso ha re- sultado poco amable, yo solo he podido encontrar medios limones... acidos y amargos. Eso me llevé a ser una de las fandadoras de El Club Limonada. El club Ilegé a tener solo tres socios. Los justos y necesarios para conformar la directiva: presidenta, vicepresidente y secretaria Alejandra pidié la presidencia, dijo que la merecfa, que nadie en el mundo habfa vivido historias de amor mis dcidas que las suyas. Que sus medios limones ha- bian sido los peores y que, si fuera real aquello de los cuernos, ella habria dejado de llamarse Alejandra para pasar, directamente, a lamarse Rodolfo el reno. ‘También Juancho dijo que la presidencia la me~ recia él, porque si bien nunca le habfan puesto los cuernos, él llevaba el récord absoluto de negativas. uw Desde los doce hasta los catorce afios habia desarro lado con total determinacién una estrategia, tipo consulta popular, en la que esperaba conseguir el an- siado «si». Al principio y con optimismo desbordan- te, se declaré a todas las chicas lindas del colegio: a la sefiorita Deportes, a la sefiorita Simpatia, a la Con- fraternidad, a la Estrellita de Navidad, a la reina de Carnaval y a la miss Teen. Luego del fracaso en este intento, eligié otro gremio, el de las buenas estudian- tes, se declaré entonces a la presidenta del Consejo Estudiantil, a la abanderada de la primaria y a la ga~ nadora del concurso de Fisica... tampoco le fue bien. Entonces creyé que, en un tercer grupo, las cosas po- drfan cambiar definitivamente, se orienté a las feas con personalidad; fue asi como se declar6 a tres gran- dotas del equipo de tae kwon do,a una a la que le decian Lagartija San Romén y hasta a la hija del ins- pector que tenia el mismo bigote que su padre, y to- das, en su momento, le respondieron que no. Con Juancho nadie se habia tomado la molestia de usar la frase trillada «Mmm, no sé, déjame pensar, te aviso el jueves», qué va, a él de plano le decian «Nol». Juancho cedié la presidencia a Alejandra y dijo que él aceptaria cualquier dignidad menos la de se- cretario, odiaba escribir apuntes, jams llevaba un cuaderno o una libreta y tenfa pésima ortografia; de hecho tardamos algéin tiempo hasta que él entendie- ra que pertenecia a un «club» y no a un «club. 12 Por obvia conclusién, yo quedé oficialmente de- signada como secretaria de El Club Limonada. A diferencia de mis compafieros, a lo largo de mi aparatosa adolescencia nadie me habia puesto los cuernos ni me habia dicho que no. A mi me ocurria algo peor... nadie me miraba. Era como si una mal- dicién hubiera recaido sobre mf, no me miraban los guapos ni los feos ni los gordos ni los pelones ni los de piernas flacas ni los orejones. Hay muchos chicos y chicas que en algin momento de sus vidas se pre~ guntan sobre su verdadero origen, se acercan con mi~ rada lastimera a sus padres y los interrogan con gesto de preocupacién: «Diganme la verdad, ;soy adoptado?» «gEstin seguros de que en el hospital les entregaron a su verdadero hijo?». Yo recuerdo que me gané una semana de castigo cuando un dia, al regresar de una fiesta en la que nadie me habfa pedido que bailara (ni siquiera a la hora en que todos hacfan trencito), le di~ je a mi madre: «Mam... prometo no juzgarte, pe~ ro, gests segura de que mi papé es, efectivamente, mi papé?>, Ella me miré con ojos de furia viva y comen- 26 a sermonearme, a decir que si la ofendfa, que si ella era una mujer fiel y honesta, que si yo era una adolescente maleducada y altanera, que si yo tenia la nariz igualita a la de mi papé, que si yo tenia el lunar en el cuello que solo tienen los de la familia Robles. Cuando terminé de dictaminar su sentencia (una se- mana sin tele), yo le dije: «Bueno... asi seri, pero 14 a veces a mi me parece que soy la hija del hombre invisible. En fin, este es el diario del club, es la bitécora de esas largas charlas entre Alejandra, Juancho y yo, es la agenda de esos meses en los que descubri que una mala historia de amor no es lo peor que te pue~ de ocurrir. ‘A veces metes la mano en el bolsillo de un pan tal6n que no has usado algin tiempo y descubres que alli hay un agujero, y quiz por ese agujero se ha es capado un billete, una galletz 0 una sonrisa. 15 “a Uno x Aves Y yo fitimos amigas desde los cinco afios. i, desde que entramos al jardin de infantes. Recuerdo que el primer dia de clases las dos, per- fectamente bafiadas, perfectamente uniformadas, per- fectamente peinadas, éramos dos perfectas Horonas Lloramos desde que nuestros entristecidos padres nos dejaron en manos de unas sefioritas profesoras, hasta cuando volvieron a retirarnos cinco horas més tarde. ‘Tenfamos los ojos tan abombados que parecia- mos dos sapos en su primer dia de escuela. Una semana mis tarde seguiamos llorando, ya se nos habfan agotado las lagrimas, pero atin conservi- bamos algo de fuerza para los lamentos, los sollozos y para seguir manifestando piblicamente nuestro as~ pecto de nifias abandonadas en un sitio de terror, ca- muflado bajo el nombre comercial de Jardin de infantes Gotitas de ternura». Al principio, las profesoras nos prestaban aten- cién con una actitud que era evidentemente artifi- cial y empresarial. Yo soy la tia Taty, decia una, ya no 16 loren més, este es un lugar lindo en el que van a aprender 4 jugar con otros amiguitos. Luego, ante la constatacién de su fracaso, la tia Ta- ty cambiaba su tono de voz y su mensaje: Alejandra y Marla, jeéllense ya! jCierren la boca! Si siguen chillando, las voy a encemrar en el cuarto de la calavera, Y bueno, aunque Alejandra y yo afin no habia- mos tenido la oportunidad de conocer en laminas © libros el esqueleto humano, la intuicién nos decia que la calavera debia ser algo inapropiado para nuestras cobardias infantiles. Fue asi como dejamos de Horar, al menos por causas pedagégicas, Pero el habernos conocido en si~ tuacién de desventura, en aquel antro llamado Goti- tas de ternura, forjé en nosotzas una relacién solidaria muy especial. 17 Alejandra y yo estébamos siempre juntas, como dos siamesas, yo era como su hermanita menor... y con esto no quiero decir que ella me cuidara y pro- tegiera, sino que a veces me miraba con ojos de bru~ jay me sometia a sus caprichos bajo la consigna de «Tienes que obedecerme porque yo soy mayor que ttin, Apenas seis meses nos separaban, ella cumplia en septiembre y yo en marzo, pero de alguna manera yo sentia que Alejandra era mi compinche todopodero- sa, con la que me sentia segura y muy a gusto. Era divertida, hablaba sin parar, ella conversaba hasta con los arboles. Hiperactiva y rebelde, daba la impresién de que si no se comfa el mundo era solo por falta de apetito, Nuestras diferencias a veces pa~ recian enormes, yo era la otra cara de la moneda; era dificil entender cémo dos personas tan distintas pu- digramos ser tan cercanas. Yo era més bien callada, timida, insegura y pési- ma a la hora de contar chistes, en los estudios me iba sensacional, pero en los deportes yo era una estatua de cemento intentando hacer abdominales. Alejan- dra era segura, optimista, firme y alegre, pésima en los estudios, pero la gloria en el deporte. Yo era mie~ dosa, asustadiza y fatalista. Cuando mirabamos al cie- loyy descubriamos nubes negras Alejandra decia: Uy, qué bien, va a Hover, los arbolitos lo van a agrade- cer»; en cambio yo: {Qué horror!, va a lover, todo se vaa inundar, seguro que dejaron mi uniforme en 18 el cordel y no se va a secar para maiiana y me toc: 4 venir con el pantalén de deportes mojado y luego me enfermaré y no podré venir a dar el examen de Ciencias y la profesora no me dara otra oportunidad y me quedaré con un cero en el registro y me toca rf rendir el examen en vacaciones y entonces no po- dré ir a la playa donde planeaba conocer al amor de mi vida y me quedaré solterona y seré una amargada y moriré sola en un departamento pequefio, oscuro y hiimedo.... jqué horror, va a lover! Fisicamente tampoco nos pareciamos, ella era mas alta y yo tamafio estindar, ella tenia el cabello corto, rubio y liso, y yo lo tenia largo, castafio claro y rizado. Ninguna de las dos tenfa una belleza que destacara,no estébamos para portada de revista, pero tampoco para la pagina policial de elos més buscados». Fuimos las mejores amigas desde el primer dia, A veces pele’bamos, a veces nos deciamos cosas feas, pero nuestras rabietas nunca duraban més de un dia. ‘Alejandra sabfa que contaba conmigo y yo con ella. Siempre tuvo un caricter més fuerte que el mio, quiz porque ella, en su familia, es la hermana mayor, ese tipo de hermanas mandonas a cuyos hermanos pequefios ordenan todo lo que tienen que hacer, pen- sar, comer, sentir y decir. Yo, en cambio, soy la menor de mi familia y al finico al que puedo dar érdenes es a Sebastién, mi perro. Su nombre completo es Sebastiin Aguilar, 19 pero el apellido lo he guardado varios afios en secre to porque no me gustaria ser descubierta. Sebastian Aguilar, el original, era el goleador del equipo de fiitbol del colegio y era el hombre mas gnapo del que se tuviera noticia desde la Edad Me- dia. Todas en la secundaria se morfan por él.Yo esta~ ba en cuarto de basica y también me moria por él, pero no tenfa ninguna oportunidad de que mi amor platénico infantil se cristalizara en una real historia de amor. Casualmente en aquella época recib{ como regalo de cumpleafios un lindo cachorro. Era un pe- rro sin raza definida, un mix para ser mis precisa, por sus facciones se adivinaba que entre sus ancestros de- bi6 haber algiin French Poodle, un San Bernardo, un Labrador, un Pastor Ovejero, quiz un Pequinés y, si la genética lo permite, probablemente también hubo un cuy entre sus tatarabuelos. El cachorro tenia el pe- lo rubio, rizado y largo, idéntico al del fatbolista. Te- nia los ojos negros y una dulce mirada (de cuy) con la que suplicaba abrazos. Mis papas me preguntaron con qué nombre lo bautizaria y de inmediato res~ pondi: Sebastian. Jamés nadie supo las razones que me Ilevaron a ponerle ese nombre, era un secreto bien guarda~ do, pero yo disfrutaba de la compafifa de mi perro y de los recuerdos que, con su nombre y su aspec~ to, me trafa permanentemente del guapo fatbolista del equipo del colegio. 20 Me divertia, por ejemplo, al decir ciertas frases como: «Adiés mami, voy al parque a pasear con Se- bastiny 0 «Ven Sebastidn, acuéstate en el sofa para que miremos juntos la tele» o «Ya basta, Sebastidn, de- ja de darme besos». Yo cerraba mis ojos y sofiaba que Ja misma hada madrina que le funcioné a Pinocho podria, algiin dia, convertir a Sebastién perro en Se- bastidn fatbolista... y con esa ilusién en mi cabeza repetia mentalmente la frase «Bueno, est bien, pero solo un beso mis, Sebastiany. Admito que no toda frase podia ser asociada di- rectamente entre mi perro y el futbolista, aunque yo intentaba ser consciente de ello,a veces me encontra- ba estremecida diciendo cosas como: «Mami, creo que Sebastidn otra vez tiene pulgas» o «jSebastidn, te hicis- te pipf en la alfombral», o la peor de todas «(Sebastian deja de olerle la cola a Ia perra de la vecinaly. a4 Mi amor platénico se gradué del colegio un afio después y no volvi a saber de él, pero mi perro con- tintia, desde hace seis afios, oliéndole la cola a cual- quier otro perro que se le aproxime. Como he dicho, entre Alejandra y yo habia de~ masiadas diferencias, pero, sin duda, también seme- janzas... siempre nos sentimos unidas por un rasgo muy particular de nuestras personalidades: ambas éra~ mos un par de enamoradizas sin remedio. 22 a Dos . H? padres que son ingenieros, abogados, carpin- teros, maestros, pilotos de formula uno, pana- deros, cajeros de banco, ete.; pero yo soy Ia tinica persona, de entre las siete mil que conozco, que tie- ne un padre motivador y siempre pensé que no podia existir nada mejor... ni nada peor. En ha universidad no existe una facultad que se lame Facultad de motivacién y optimismo desbor- dante; sin embargo, en la tarjeta de presentacion de mi padre se puede leer el nombre de su empresa MotivArte, el arte de motivar, junto a su respectivo logotipo: el pufio de una mano con el pulgar en al- to (jhorrible!). Mi pap4 habfa decidido organizar su empresa tras, afios y afios de fracasos en otros intentos laborales. Si hay algo que nunca se le podré achacar es que se ha~ ya conformado en la adversidad. Cuando a mi papa lo echaban de un trabajo, y es0 ocurrié més de una vez, él, en lugar de deprimirse, Hegaba tan optimista como si le hubieran anuncisdo que se habia ganado 23 MotivArte Hl arte de motivar [MANUBL A. ROBLES enter aig dade el gordo de la loteria. Se mostraba tranquilo y decia que no importaba, que ya conseguiria algo mejor, que nuevas puertas se le abrirfan, que ya lo Hamarian de otra empresa y le propondrian mas beneficios. —Ya lo veras, Isabel, ya lo veras —decia él con tono de redentor, para dispersar cualquier gesto de incredulidad en mi madre—,no me han cerrado una puerta, me han abierto otras a nuevas y excelentes oportunidades. Pasaban los dias, fotocopiaba hojas de vida, envia~ ba carpetas a diestra y siniestra, hacfa lamadas telef~ nicas, siempre con una sonrisa a prueba de mises. —Hola, sefiorita, buenas tardes, soy Manuel Ro- bles, zse acuerda de mf?Yo dejé mi carpeta la semana anterior en su muy prestigiosa empresa por si reque- rian ayuda en el area de Contabilidad, quisiera saber si es que tiene alguna respuesta para mi. 24 —Ah, bueno, est bien, entiendo. No se pre- ocupe y sepa que, si en un futuro llega a requerir de mis servicios, estoy a su orden; que tenga un mag- nifico dia. Esa conversacién telefonica se repetia incesante— mente, cinco, siete, diez veces cada tarde Yo lo miraba intentando disimular mi tristeza, e- gura de que nadie lo contrataria, harta de escucharlo desear «una magnifica tarde» a quien quiz ni siquiera se habfa tomado el tiempo para revisar su carpeta de asesor contable. En casa de herrero cuchillo de palo, un hombre que siempre veia el lado bueno de las cosas tenia como hija a la reina mundial del faralismo: yo. —Tranquila —me decia papi—, no te preocu- pes, hoy no ha resultado pero mafiana tendremos buenas noticias... Ya lo vers. Si,le encantaba repetir ese eya lo vers», como de- safiando al destino, convencido de que todo se cum- plitia de acuerdo con sus expectativas mas optimistas. ‘Ya lo veri, ya lo veris, ya lo verds... y yo repe- tfa: no lo veré, no lo veré, no lo veré. La primera alerta de realidad la daba mi mami: —Oye Manuel, se nos estén terminando las reservas. Entonces él, radiante y positivo, le respondia le~ vantando su dedo indice por encima de la frente: 25 —jMientras no se nos terminen las reservas de alegria... todo marcha viento en popa, Isabel! Primero se agotaban las reservas de comida cha~ tarra, adiébs dulces, adiés bocaditos de maiz, adiés ga- Iletas de chocolate, adiés helado de vainilla. Luego se agotaban las reservas de frutas y verduras: nada de manzanas, peras, duraznos.... jni coliflores, r4banos y remolachas! (en toda desgracia siempre se puede en- contrar el lado positivo). Y cuando ya est{bamos a punto de agotar las él- timas reservas de attin, gelatina y fosforos (las que guar- dibamos en caso de terremoto, erupcién volcénica 0 elecciones de diputados), entonces mi paps llegaba fe- liz a anunciarnos que habia conseguido trabajo. El perfodo més largo en el que permanecié en tun empleo five de dos afios, sus jefes siempre termi- naban Ilaméndolo a sus oficinas para decirle: «Mira Manolo... no es nada personal, la empresa debe re- cortar sus gastos y sabemos que téi encontrarés me- ores oportunidades en otro lado, blablablav. Esa inestabilidad termin6 cuando mi padre, can- sado de que lo echaran cada dos por tres, decidié ha- cer de su principal virtud su profesién, fire asi como cre6 la empresa MotivArte, el arte de motivar. Comen- 26 a dar charlas de motivacién para las empresas y la verdad es que no le ha ido nada mal. Al parecer las empresas estn lenas de desmotivados, tristones que se dian entre si, secretarias que quieren envenenar a los 26 Jefes, gerentes que quieren arrancar las ufias de los con- tadores, contadores que dibujan bigotes a la foto del gerente, telefonistas que en lugar de decir eal6» dicen «{Llame mis tarde que ahora estamos ocupados!.. Entonces esas empresas necesitan a personas como mi papa para que les diga cosas como: «(Somos los mejo- res! [Hoy es el mejor dia de mi vida! jMi cliente es mi mejor amigo! {Soy afortunado porque estoy vivo! iQuiero trabajar en equipo! {Mi jefe es Superman! jRas chis punl>. Cada vez que veo a mi padre practicar frente al espejo antes de una conferencia de motivacién, yo, de solo imaginarlo haciendo todas esas maromas fren- te al piiblico, levantando las manos, lanzando su pu- fio al frente para aniquilar el pesimismo, sonriendo al punto de morderse las orejas, siento que muero de vergiienza. ‘A veces quisiera haber heredado de mi padre esa certeza de que las cosas mejorarin, que la tristeza puede eliminarse de un plumazo y que una sonrisa lo cura todo, Hay momentos en la vida en que el op- timismo no resuelve los problemas, ahora lo sé, pero sostiene el 4nimo para seguir creyendo que algo bue- no ocurrir’. Cuando, con su mirada de Superman, mi papé crefa notar que mi dia no habia sido bueno, entraba ami cuarto sonriente y me preguntaba: —xTodo bien, Maria? 27 Y yo, que pensaba que mis rollos eran solo mios y no querfa conversar con nadie, menos con mis pa- dres, me sentia molesta al ver su sontisa de motivador y,en un afin por cortarlo todo en seco, le respondia —Mejor que nunca, papi. Estoy mejor que nunca. ¥ claro, él se daba cuenta de que yo le mentia, pero de todas maneras, antes de salir de mi cuarto, volvia a sonreir y en un nuevo intento me decia: —Me alegra; pero si algiin rato quieres conversar con alguien, sabes que cuentas conmigo, ¢no? jEn las buenas y en las malas, en las alegrias y en las penas! Y yo con pocas ganas de responder y encerrada en mis problemas le contestaba casi sin pensar: —Lo sé papi, ya lo sé... 28 = Tres x, Iejandra y yo nos lo contébamos todo, incluso esas cosas que avergiienzan y que no se las po- drias confesar a nadie. —Tengo un lunar al final de la espalda —me confesé ella una vez, sonrojindose— jy lo odio! Cuando sea mayor y pueda ganar mi propio dinero me lo quitaré. —izEs muy grande?! —No tanto, pero es horrible. —Bueno Ale, un lunar no es tan grave y, ademas, no lo tienes en un lugar que esté a la vista de todos, gno? Yo, en cambio, tengo una nariz que parece una pa~ payay a esa la mira todo el mundo. Cuando sea gran- de y gane mucho mucho mucho mucho dinero. .. —2Te la operaris? —Si,me la quitaré pero, ademis, pagaré para que se la coloquen a la tonta de Estela que siempre anda gritindome: «Que no te dé gripe, Marfa, porque si llegas a estornudar el gobierno tendri que decretar estado de emergencia para todo el pafs». 29 Charlar con Alejandra era como sentarme fren- tea mi abogada defensora para contarle todas mis cul- pas, con la certeza de que no seria juagada: —Una vez tuve piojos, Ale, fii a una hacienda de vacaciones y supongo que ahi me contagié de las ove- jas 0 de los cachorros con los que jugaba. Cuando vol- vi a casa, al llegar se los contagié a mi perro, Sebastidn. Eso fire horrible... lo normal es que tu mamé te diga: ano te acerques al perro que te va a pegar sus pulgas», pero en mi casa mam gritaba: «Marfa, aléjate del pe- rro que le vas a contagiar tus piojos!» Durante un mes mi mamé nos bafié a ambos con el mismo champii, se llamaba «Mascotita sana, el antigarrapatoso». —Yo hice algo peor, Maria, mi primer negocio fixe el comercio de moscas.Yo las cazaba y luego se las vendia a mis hermanos, a 25 centavos cada una, para que las echaran discretamente en la sopa que prepara~ ba mi mami. Los pobres tenian 6 y 7 afios y ya debian pagarme por las moscas con las que yo me financiaba, las salidas al cine. Nunca se lo digas a nadie. —Y téi nunca menciones los nombres comple- tos de mis papés, Isabel Eufemia y Manuel Agame- nén, gimaginas qué vergiienza cuando yo me case y dsabel Eufemia y Manuel Aga~ menén invitan al enlace matrimonial de su querida hija Marfa con el sefior fullanito»? Seré horrible, jmis suegros se burlarin de mis papis! y eso me ocasiona- 14 problemas con mi esposo, pelearemos y al poco en la invitacién diga: 30 tiempo él se cansara de nuestra relacién conflictiva, terminaremos separandonos, él se quedaré con el auto y yo con la deuda del banco, y luego de unos meses yo me enteraré de que sale con una rubia des- pampanante con pestafias postizas, labios postizos, pe- chos postizos, nariz postiza... hasta codos postizos. Sufriré mucho, tanto suftiré que tendré que usar mis pocos ahorros en pagar un siquiatra que pueda tra tarme la depresién, me quedaré sin dinero y todos di- ran: «ahi va la pobre infeliz cuyos padres se aman Eufemia y Agamenén». —Nada, Maria, en vergiienzas de papas, gano yo. Los mios, cuando jévenes, fueron muy hippies, «étni- cos» decfan ellos, y se casaron cuando yo estaba a punto de nacer. El vestido de novia de mi mama pa~ recia una carpa y a mi papé el pelo le Hegaba hasta la cintura. Deberias ver las fotos, Nada mis vergonzoso que Ja pinta de los paps cuando eran jévenes. No habia secreto, vergiienza, complejo, travesu- ra, que Alejandra y yo no nos hubiéramos confesado. ‘Ambas sentiamos que nuestras vidas no se asemeja- ban a las que veiamos en los comerciales de televi- sién. Alli siempre aparecian familias perfectas, con hijos perfectos, mascotas perfectas y desayunos per- fectos: gran vaso de leche con un plato de pancakes con frutas y crema. Las nuestras, por donde se las mirara, eran vidas imperféctas, Nuestros padres no eran modelos de belleza,, 31 nuestros hermanos eran casi siempre insoportables, nnuestras mascotas eran perros multirraciales, y en cuan- to a nuestros desayunos.... yo siempre odié la leche (la ‘inica parte de la leche que me gusta es la vaca), y los papas de Alejandra ni siquiera sabfan pronunciar la pa~ labra pancakes, ellos decian panqueyes, y la preparacion era casi tan mala como la pronunciacién. Pero aunque casi habjamos terminado por acep~ tar nuestras realidades, habfa algo ante lo que no po- diamos resignarnos: nuestros amores imperfectos. —El peor fue Ricardo —me dijo una vez Ale jandra. Yo rebati: —iQué val El peor de todos los peores del mun- do fue Roberto. 33 a Cuatro 4, Qe. GYD L: primero fue encontrar un local para las sesio~ nes del club. No habia demasiadas alternativas, a los 14 afios no puedes alquilar una sala de reuniones en un hotel cinco estrellas. La opcién fae la bodega de la casa de Juancho. Un lugar oscuro, del tamaiio de una habitaci6n mediana, leno de muebles viejos. Los tres viviamos relativamente cerca y, ante un Ila~ mado de emergencia, podriamos estar en no mas de diez minutos en dla central del club». Juancho y Ale- Jjandra vivian a una cuadra de distancia, mi casa era la mis lejana, para llegar al club debia atravesar el par- que de los sauces y caminar dos cuadras. A Alejandra la bodega le parecié ideal, optimista como era, cualquier cuchitril le habria parecido un pa~ lacio. A Juancho le resulté indiferente, como todo. A mi, en un inicio me parecié ligeramente desagradable, pero al percatarme de la existencia de dos telarafias de reciente creacién y amplias dimensiones, el lugar me parecié, simplemente, espeluznante, Puedo convivir en el mismo cuarto con una anaconda hambrienta, pero 34 no admito arafias cien metros a la redonda. Por supues: to pedi cambio inmediato de local. «Pero si las arafiitas son inofensivas», me decian Juancho y Alejandra en el intento de que yo accedie~ ra a la convivencia. Incluso salieron con esa absurda defensa ecologista: «Las araiias son muy buenas por- que se comen a los mosquitos», a mi eso me sonaba tan descabellado como decir: «Godzila es muy bue- na porque se come a las hormigas»... ;Pues yo pre- fiero convivir con los mosquitos y las hormigas y no con una tarantula o Godzila! En fin, no lograron convencerme. Ambos se encargaron de la «desarafizacién» del lugar y, solo cuando constaté la existencia de los dos cadaveres de- bidamente aplastados gracias a a accién efectiva de una escoba, volvi a ingresar a «la central», En la primera sesién del club, Alejandra inicié con su discurso inaugural, mientras Juancho y yo la mirabamos atentamente: —Los aqui presentes pertenecemos a El Club Limonada y, a partir de este dia, todo lo gue se diga dentro de este recinto sera secreto, Nadie, bajo nin giin concepto, podri difundi: puiblicamente la infor- macién del club. No se admitirin nuevos socios, sin un minucioso andlisis previo del postulante. Si alguien llega a fallar a la confidencialidad del club.... los de- mis socios tendrin libertad para practicar en contra de él o de ella torturas espantosas. 35 —No lo sé,si abres la bocota Maria y yo te aga rraremos, te tumbaremos en el piso y te arrancare- mos los pelitos de la nariz.con una pinza, mientras te obligamos a escuchar una cancién de Arjona. —jNooovo! —grité é— jEso nooooo! —i¥a basta! Cada uno de nosotros debe hacer el juramento de rigor, repitan conmigo: Juro solem- nemente que defenderé los colores del club... —2Qué colores? —pregunté timidamente. —Ay Marfa, no lo sé, el verde limonada supon- g0, ¢s0 lo he dicho porque es lo que siempre pronun- cia la rectora en la mafiana deportiva. —De acuerdo, el verde entonces, contintia... —Juro que asistiré puntualmente a las sesiones, juro que no traeré invitados, juro que no me burlaré 36 de los otros socios y que traeré a cada reunién una colaboracién voluntaria consistente en papas fritas 0 limonada; pero sobre todo, juro que siempre diré la verdad, aunque la verdad sea peluda. Una vez que todos repetimos lentamente el ju- ramento, Alejandra pronuncié la frase solemne: «Si asi lo hacéis que la patria os premie, de lo contrario que ella os demandes. Brindamos con limonada y de inmediato co- menzé el primer relato del club. Alisté el cuaderno que se convertirfa en la biticora y Alejandra, por ser Ja presidenta, arrancé con su historia: —El primero del que tengo memoria se llamaba José Ricardo Antonio Gémez de la Torre y antes de terminar de pronunciar su largo nombre yo ya me ha- bia enamerado de él. Lo conoci cuando mis papés me matricularon en ka escuela de natacién de la Confede~ racién Deportiva Nacional.Yo tenfa 8 afios y José Ri- cardo Antonio 11.Yo nadaba como perrito y José Ricardo Antonio, que ya llevaba mucho tiempo en la escuela, era todo un experto: nadaba pecho, libre, e5~ palda y mariposa, con el estilo de un profesional. Me di cuenta de que todas las nifias lo contemplaban bo quiabiertas cuando se colocata al filo de la piscina, se ponfa los lentes de natacién con los que parecfa un su- perhéroe intergalictico y se lanzaba al agua con per~ fecci6n. Si, todas lo miraban con descaro, entonces tuve que pensar en una estrategia urgente e infalible 37 para que se fijara en mi, fue asi como el segundo dia de clases me lancé a la piscina, me tragué un poco de agua con cloro y comencé a gritar; Me ahogo, me ahogo! No me estaba ahogando, claro, pero la actua~ cién era tan aparatosa que parecia sacada de una peli- cula de Hollywood. Entre tanto alarido, los mios y los de los otros nifios que me miraban, José Ricardo An- tonio sin dudarlo se lanzé6 a la piscina y me salv6. Cuando alguien te salva la vida arriesgando la suya propia, tienes todo el derecho de darle un beso de gratitud y de invitarle un helado. Fue eso lo que hice, le planté un beso en la mejilla, que en seguida se le puso colorada, y luego le compré un helado que se lo entregué a la salida, José Ricardo Antonio me agradecié y salié corriendo rojo como un tomate Al dia siguiente y ante la actitud timida de mi sal- vador, decidi que debia ahogarme de nuevo hasta que 41 ganara confianza, Me lancé otra vez a la piscina, vol- via tragar agua con cloro, hice de nuevo todo mi show y él volvi6 a salvarme, Otra vez hubo beso en la me- jilla y helado. Mis ahorros comenzaban a escasear. Todo marchaba muy bien, yo continuaba con mi plan, hasta que un dia legué, y antes de salir del vesti- dor escuché un grito que venfa de la piscina:«jMe aho- go, me ahogol>... Si, esa era mi fiase, crucé los dedos para que alguien se estuviera ahogando de verdad, por- que de lo contrario eso significaria que alguien estaba usando mi truco. Sali corriendo, envuelta en una 38 toalla, y cuando Ilegué vi a José Ricardo Antonio sal- vando a una rubia que se llamaba Maribel. Era una grandota que me caia muy mal, pero admito que esa vez fiue mucho més astuta que yo. Cuando José Ricar- do Antonio la sacé en brazos de ha piscina, ella puso cara de adolescente ahogada-sexy y él la recost6 sobre el césped. Ella continué durante unos segundos ha- ciéndose la inconsciente y José Ricardo Antonio se vio obligado a eresucitarla» con respiracién de boca a bo- ca... Me habia puesto los cuernos. —jEsto es el colmo, Alejandra! —interrumpié Juancho indignado— jExageras! zY si realmente es- taba inconsciente? :Si en verdad se estaba ahogando? @Por qué las mujeres siempre tienen que pensar mal de nosotros? {Ese José Ricardo Antonio estaba sal- vando una vida y ti dices que te estaba poniendo los cuernos! [Eres injusta, Alejandra, injusta! —jglnjusta?! No sabes lo que dices, Juancho. A partir de ese dia José Ricardo Antonio comenz6 a re- sucitar a todas las chicas del curso de natacién, jin- cluso a las que no se estaban ahogando! Las resucitaba en la piscina, en los vestidores, en la cafeteria y en el estacionamiento. Ante esa conclusién no tuvimos nada mas que afiadir. En el diario de nuestro club, en el que yo to- maba atenta nota gracias a mi calidad de secretaria, habiamos inaugurado la lista historica de nuestros medios limones. Esa lista serfa nuestro legado para las faturas ge~ neraciones, alli constarian todos, todos los nombres de las personas que nos habian roto el coraz6n, 0 por Jo menos nos lo habjan magullado. Publicariamos por Internet la lista de todos esos nombres y asi, en el fa~ turo, la gente tendria més cuidado a la hora de ena~ morarse y consultaria la lista: «Qué chico més guapo, veré si su nombre esta en la lista... si, est, léstima, bueno entonces adiés, no lo veré més», Con ese ins- trumento la gente no perderfa su tiempo enamorin- dose de la persona incorrecta, se ahorrarian horas y horas de sicélogos, antidepresivos, lanto, rabia, com- pras compulsivas en los centros comerciales, comida en exceso, etc. Bajo el titulo «Prohibido enamorarse de....» escri~ biel nombre de José Ricardo Antonio Gémez de la To~ rre.El primero en la lista negra de El Club Limonada. 4 aa Cinco Ly Juancho lo conociamos desde siempre. Aunque habiamos sido compafieros toda la primaria no faimos amigos, sino hasta el campamento de super- vivencia. No habia ninggin suceso més importante en el colegio que ese campamento, todos lo esperéba~ mos con la misma ansiedad que los presos esperan su sentencia de libertad, Por qué? Bueno, porque era nuestro primer fin de semana lejos de casa y lejos de nuestros padres. A él asistfamos todos los de octavo, noveno y décimo, algo asi como 180 chicos y chicas con ganas de pasarlo bien... y unos 16 profesores dis- puestos a impedirlo. ‘Aunque nadie lo admitia abiertamente las ten- siones que provocaba el campamento, desde dos se- manas antes de realizarse, nos tenian a todos con los 4nimos crispados. Las chicas nos poniamos a dieta es~ tricta, nos depilbamos hasta el alma, y los chicos ha~ cian largas jornadas de abdominales. Todos querfamos lucir irresistibles, atléticos, bronceados y seductores en la montafia. 42 A mi laidea me entusiasmaba solo a medias porque, aunque respeto y admiro la naturaleza, siempre he sa~ bido que no cuento con las condiciones necesarias para las aventuras ecolégicas. De hecho, solo me su- biré al Everest cuando le instalen escaleras eléctricas. No sirvo para la supervivencia con una cantimplora de un litro de agua que debe durarme ocho meses, no soy capaz de hacer una fogata si no cuento con tres cajas de fésforos y los periédicos de un mes, ne- cesito secador de pelo todas as mafianas para que no se me confunda con un puercoespin... dicho de otro modo mi Arbol genealégico dice claramente que no soy bisnieta de Tarzin, Alejandra y yo compartimos una miniiscula car- pa, en la que, ademis de linterna, repelente de insec- tos y bolsas de dormir, habiamos logrado introducir clandestinamente brillo para los labios y perfume. Ambas éramos partidarias de que, incluso en la natu- raleza indémita, debfamos lucir y oler muy bien. En la primera noche recibimos una visita, era Juan— cho,a quien le habia tocado como compafiero de car- pa Fabian Galindo, un roncador profesional. —Hola —dijo en voz bajita—, vengo a defender- has, escuché el rugido de un leén por aqui cerca, podria destrozarlas y comérseks en pedacitos, si no cuentan con Ja presencia de un hombre valiente que las proteja. Alejandra encendié la linterna, lo miré y sin nin- grin entusiasmo le dij 3 —2Qué pasa, Juancho? ;Tienes miedo y quieres que te contemos un cuento? ¢Te gusta La Caperuci- ta? ¢Quieres que te cantemos una cancién de cuna? —No puedo dormir —dijo é—, Galindo ronca como si se hubiera tragado una ametralladora, he pe- dido posada en cinco carpas y todos me han echado como si fuera un zorrillo, gme harian un espacio? Y ese espacio, sin imaginarlo, se convirtié en mucho més que un pedazo de carpa. En esa larga y fria noche de campamento, el suefio se nos escapé y durante toda la madrugada los tres nos contamos las historias de nuestras vidas. Gracias a Galindo y su rui- do insoportable, Juancho, Alejandra y yo nos conver~ timos en los mejores amigos. ;Quién lo dirfa? Hay veces en que un ronquido puede convertirse en un milagro. Hay ocasiones en que el pretexto mis cu- rioso e impredecible es el detonante de una historia importantisima, Mi abuela solia contar que ella co- nocié al amor de su vida en un velorio, jqué lugar para enamorarse! Si, ella contaba que cuando estaba en el colegio, como hace quinientos afios, murié el abuelito de la rectora y todas las aluminas del iltimo afio de secundaria tuvieron que asistir obligatoria- mente. Mi abuela se sentfa fatal porque a ella los muertos le asustaban muchisimo. Cuando legaron a la sala de velacién mi abuela pidié que la pusieran en Ia tiltima fila, querfa estar muy lejos del atatid, pero 44 Ja profesora Ia mandé a callary le dijo que como era de las més pequefias de la clase debia colocarse en la primera fila.Asi lo hizo y, durante buena parte del ve- lorio, ella se pas6 con las manos en la cara como si estuviera llorando desconsoladamente, pero en reali~ dad lo que ella querfa era no mirar al ataiid que, pa~ ra empeorar la cosa, tenia una ventana abierta para quienes quisieran observar el rostro del fallecido (jqué mal gustol). Todo siguié asf, hasta que de pronto ini~ cié la misa de réquiem y mi zbuela escuché la voz de un muchacho que cantaba en el coro. Se quit6 las manos del rostro y lo miré, ese era mi abuelo, el chi- co flaco y desgarbado més guapo de ese funeral y de todos los funerales del mundo. £l cantaba una can- cién que decfa més 0 menos: «Gloria, gloria, gloria en el cielo, gloria en las alturas...»,y claro, mi abuela, que se llama Gloria, se flech6.A lz salida del faaneral inter- cambiaron teléfonos y cinco afios después se casaron y fueron muy felices.Todo gracias al abuelito de la rec~ tora del colegio que se murié muy oportunamente, 45 a Seis | f,las cosas més curiosas dan paso a historias inolvi \dables. Cuando Galindo, el roncador, ahuyenté al pobre Juancho de su carpa, él llegé a la nuestra y se convirtié en nuestro amigo, en nuestro cémplice, en nuestro compinche. Juancho era simpitico, un buen conversador cuando entraba en confianza. Fisicamente no se des- tacaba demasiado, no era alto ni tampoco bajo, mo- reno, de cabello y ojos oscuros, flaco, de brazos largos con microscépicos miisculos que él exhibia como si firera Mr. Universo. Con esa pinta no provocaba los suspiros que él anhelaba en las chicas més lindas del, colegio, en realidad no provocaba suspiros en nadie, pero 61 no perdia las esperanzas. Era un enamoradizo patolégico, tanto que pare- cfa salido de una telenovela rosa, Todos los dias llegaba al colegio, se acercaba a Alejandta y a mi,y pronuncia~ ba una fase que de tan repetida ya habia perdido toda credibilidad: «Estoy enamorado, ahora s{ es en serio, tengo que contarles...» 46 Aquel dia, en la segunda sesi6n off cial, sentados en los muebles viejos de * Ja central de El Club Limonada, Juan- (y cho decidié contarnos su primera his- SQ toria de desamor.Yo tomé milibreta y, por un prejuicio que no he terrainado de perdonarme hasta hoy, intui que Juancho nos aburrirfa con una historia somnifera. Algo me decia que él se conver tirfa en el aburrido del club. Pero me equivoqué, desde que comenz6 su relate hasta cuando yo escri- bi en el cuaderno la palabra FIN, Juancho no dejé de deslumbrarme con sus relatos. Aquel dia escribi su crénica de una pelirroja, descolorida y pecosa lla~ mada Samantha Smith. Esto fue lo que él dijo: —En aquella época yo vivia en un condominio de veinte casas con una placita en el centro. No tenia demasiados amigos porque mis vecinos eran mucho mayores © mucho menores que yo. Los unos ya tenfan bigote y a los otros sus mam los paseaban en coche- citos:Yo tenia diez afios y ningéin vecino con quien ju- gar. Diez afios y mis hormonas a punto de despertar. Diez afios y la misma profindidad filos6fica que una tarjetita del dia del amor y la amistad. Recuerdo que todo esto ocurrié en la época de vacaciones, con lo cual mi aburrimiento se convertia en un pecado mortal. Un dia descubri que a la casa 16 se habia muda do una familia de norteamericanos, egringuitos» de- cian todos en el condominio 7 A través de las cortinas yo miraba los movi- mientos de los nuevos vecinos, cruzaba mis dedos para que apareciera por ahi algtin chico de mi edad con quien jugar fitbol y pasérmelo bien. Vi entrar y salir al padre y a la madre, ambos eran muy blan- cos y rubios. Luego vi a un nifio que debia tener dos 0 tres afios, ese no era blanco, era blanquisimo, parecia salido de un comercial de detergentes con blanqueador. Su piel traslticida dejaba ver cada ve~ na y arteria. Era un candidato a fantasma, parecia el hermanito menor de Gasparin. Luego descubri a Samantha, supe su nombre porque escuché a sus pa~ dres llamarla varias veces. Nunca hasta ese momen- to habja visto una nifia tan... tan... como decirlo, tan diferente a las demés. Si, yo nunca habia visto a una pelirroja. Lucia un poco mayor que yo, tendria 13 afios, pero era menudita y, ademés, yo no me ha~ cfa problema con eso de la diferencia de edad. A partir de entonces estuve mirindola a través de la cortina del comedor durante una semana com- pleta. Gracias a unos binoculares de mi papa yo me- dia sus pasos, habia contabilizado cada una de sus pecas, habja podido ver sus blanquisimos y perfectos dientes en una sonrisa angelical que me fascinaba, y estaba al tanto de sus horarios de juego. Luego de unos dias decid que el momento de abordarla y pre- sentarme habia legado, preparé un discurso basico: «Hola, yo me llamo Juan, vivo al frente y quisiera 48 invitarte a jugar en mi casa, :te gusta el Monopolio?, es divertido, es un juego en el que compras casas y ho teles, ate gustarfa venir?r. Lo repeti mentalmente un par de veces y entonces, muy decidido, crucé la calle y toqué a la puerta de la casa de Ia familia Smith. Samantha abrié, me mir6 con sus enormes ojos celestes y yo quedé hechizado. Sé que me puse co- mo un tomate y de los nervios el discurso desapare~ cié de mi mente. Si,mi cabeza quedé en blanco! Ella continué sonriendo y me dijo: —May I help you? ‘Angustiado, y sin tener idea de lo que significaba ese «meyayjelpiu?, respond atropelladamente mien- tras me restregaba las manos: —Hola, yo me llamo Monopolio, te gustaria venir a un hotel? Por suerte ella tampoco comprendié todo lo que yo le dije, entonces afiadié: —I’'m sorry, but I don't speak Spanish. I'll call my mom, may be she could help you, please wait a minute. Mom... Me quedé paralizado, a los diez afios yo era el peor alumno de la clase de Inglés, glo recuerdan?, so- lo sabia decir hot dog y happy birthday. Hut de la casa de Samantha, apenas ella se alej6 de la puerta y me re- fagié en mi habitacién avergonzado por mi primera aproximacién fallida. Desde ese dia me dediqué a re- visar mis libros de Inglés del colegio y los diccionarios 49 Espafiol-Inglés que habia en cas aprenderia ese idioma en un tiempo récord. Cuando vefa a mi linda vecina pelirroja salir de su casa yo la saludaba de lejos y solo me atrevia a decirle «Hello, Samantha». Ella sonreia y me respondia dulcemente «Hello, Monopolio» Se me ponia la piel de gallina de solo imaginar el dia en que yo le dijera «l love you» y ella me res- pondiera «l love you too». En innumerables oportunidades intenté que ella comprendiera mis intenciones, pero Samantha sin lo- grar traducir mis frases romanticas solo respondia: «No, Monopolio, I'm sorry». Todas las vacaciones me pasé aprendiendo el «verb to be» y el «present progressiven. Me aprendi las partes del rostro humano para poder decirle a mi amada Samantha que tenia unos hermosos blue eyes, tun beautiful hair, una very nice nose y unos lips de in gel. Pero nada de eso fue necesario... el dia en que me sentfa més inglés que William Shakespeare y que el principe Harry, sali a la calle y vi que Samantha, la bella Samantha, se besaba en la puerta de su casa con un gordo horrible repleto de granos que se Ila~ maba Kevin Gutiérrez y que también vivia en el condominio. Cuando Kevin se estaba alejando, luego de su romintica despedida, me acerqué y Ie pregunté: —Hola, Kevin, no sabia que hablabas inglés. |, me propuse que 50 —Hola Juanchito, pues no, no lo hablo, no sé ni tuna sola palabra. —2Ah no? ¢Entonces...? —2Lo dices por Samantha? Si. —Bueno, digamos que ella no habla espaiiol, yo no hablo inglés... pero ambos entendemos el idio~ ma del amor. El sonrié y se fue caminando con aires de galin. Yo, furioso y sin darme por vencido, crucé la calle y toqué bruscamente a puerta de la casa de Samantha. Ella abrid, me miré con cierto disgusto y me dijo: —No, no, Monopolio, no! Do you understand me? I said NO! Ese dia yo odié a Samantha, a Kevin, al inglés y nunca més volvi a jugar Monopolio. Luego de escuchar esta historia, el nombre de Samantha Smith quedé inscrito en la lista negra de El Club Limonada. Alejandra se refa, Juancho exhibfa su rostro fu~ rioso y yo, en un intento por ser solidaria, solo atiné a decir: —Pero por lo menos aprendiste inglés. 52 = Siete Ly Jegé mi turno, debia contar mi historia y la ver- dad es que no me resulté demasiado dificil. Siem- pre he tenido més aptitudes para relatar lo malo que lo bueno. Soy mis clara y didctica en lo pesimista. —El canalla del que voy a hablarles se lama Ro- berto Campos, yo misma apuntaré su nombre con le- tra grande en la lista negre. Roberto es el primo hermano de mi primo hermano, pero por suerte, aunque suena todo muy familiar, él y yo no somos parientes... jgracias a Dios!, jcreo que preferirfa ser prima hermana de un monstruo de dos cabezas y sie~ te tentaculos! A Roberto lo conoci en la fiesta de quince afios de mi prima Lucerito; si, pobre, se llama asi y no tie ne otro nombre para disimular. Es que mis tfos son muy dulzones, tuvieron tres hijos y a todos los bau~ tizaron con los nombres mis celestiales... jpero en diminutivo! Estrellita, Angelito y Lucerito. Yo asisti a la fiesta con pocas ganas, a los doce afios me sentia en el punto mis elevado de mi fealdad 53 femenina. Ademis, era una fiesta de traje elegante y como justo en esa época mi papé estaba sin trabajo, debi asistir con un vestido de mi mami... jde mi ma- mal que conste que yo la amo muchisimo, pero eso no hace que yo desconozca su gusto horrible por cierto tipo de ropa. Este, en particular, era uno de co- lor amarillo... ga quién se le ocurre comprarse un vestido amarillo?, el amarillo deberfa estar prohibido por los disefiadores de moda. Tenia un par de tiran— tes con un enorme prendedor en forma de rosa. Ade- més, tenia unas flores de encaje pegadas al borde de la cintura y, por si fuera poco, venia con una especie de bufanda larga de tul transparente que llegaba has- ta el piso y que se me enredaba con todo lo que en- contraba a mi paso. Mi primo Angelito se me acercé y me pregunt —Cuéntame quién te gusta de la fiesta y yo te armo el plan. —2De verdad, Angelito? (Claro! —Me gusta ese —Ie dije, sefialando con mi bo- ca.aun chico alto, moreno, de cuerpo muy atlético. — {El de traje azul oscuro? jEse es mi primo Ro- berto! jEs tu alma gemela! Estoy seguro de que son el uno para el otro. Angelito estaba tan emocionado que me contagi. —Lo crees? Crees que yo sea su tipo? —Seguro! Siempre ha dicho que le gustan las 54 de cabello rizado con vestido amarillo. Ven conmigo y te lo presento.Te advierto que es un romintico em- pedernido de esos que envian flores, que regalan pe- luches y tarjetas de amor Dios! Realmente era mi alma gemela. Yo me emocioné mucho, incluso llegué a pensar que el ama- rillo era mi color de la suerte. Caminé intentando hacer los movimientos de una modelo en la pasarela, movi mi pelo al viento co- mo si una cimara de televisidn estuviera grabando esa escena de mi vida, mojé mis labios y sonrei dis- cretamente, Entonces Angelito se acerc6 a su primo Roberto, le dio una palmada en la espalda y me lo presenté con una generosa publicidad: —Mira Roberto, quiero presentarte a mi prima preferida, se llama Marfa, y es sper entretenida, muy inteligente, baila como una dominicana y tiene una increible coleccién de juegos de computadora. Roberto me miré ripicamente y enseguida hi zo con su mano una visera para cubrirse los ojos. {Qué vestido tan amarillo! —dijo. ‘Yo me senti como una yema de huevo en medio de una discoteca de moda. De inmediato Angelito des- aparecié, confiando en que la atraccién surgiria entre Roberto y yo al cabo de unos segundos. Intenté un tema de conversacién, sin mucho éxito: —Y, zte llamas Roberto, no? si. —Linda fiesta, Roberto, zno te parece? Si. —2Te gustan las fiestas? —Si. —2Vas a muchas? si. —2Y siempre vas solo? Si. Qué lindo, pensé yo, es de los timidos, de pocas palabras, de aquellos que tienen un enorme univer- so interior. Pasaron tres largos minutos de silencio y Iuego volvi al ataque. —sTienes novia? —No. —2Alguien con quien estés saliendo? —No. —No mientas, Roberto, debe haber alguien. —No. —iAlguien que hayas conocido en ha fiesta y que te haya gustado? 56 Se quedé pensativo por unos segundos, yo me emocioné, pero entonces él respondié: —No. jMe gusta! {Me gusta! Me dije a mi misma. Es de aquellos que se abren de a poco, no es un charla~ tin, es reflexivo y solo dialoga sobre su vida personal cuando esté seguro de que la otra persona le genera Ia confianza necesaria. Cinco minutos mis de silencio total y entonces me atrevi a preguntarle: — Te gusta bailar? —Esta misica no. —2Qué misica te gusta? —Otra. —2Cual? —Otra, Esta no. —Si, pero cual te gusta, lo digo para pedirle al disc jockey que la ponga... asi podriamos bailar, gno? Cuando mencioné eso, Roberto debié imaginar que yo querria bailar con él hasta el afio 2927, que no lo soltaria hasta casarnos, tener siete hijitos, cufia~ da, suegros, fiestas de Navidad familiares, dos perros y una deuda conjunta en un banco para comprar una casa en barrio de clase popular. Entonces me dijo: —2Quieres tomar algo? —Si, creo que quiero algo fifo, zte acompafio? No! —dijo él—, tranquil yo te traigo, no te muevas de aqui, enseguida vengo. 57 Se fue sonriéndome de manera timida mientras repetia: «No te muevas de ahi» Pasé media hora y no regres6. Media hora més y yo seguia parada en el mismo sitio con la lengua seca como un pedazo de cartén, Lo busqué por toda Ia fiesta y no aparecié. Pensé que quiz4 no habria en- contrado algo fifo para tomar y habria salido a bus~ carlo... pero no fue asi Yo solo dije epodriamos bailar, zno?» y el hom= bre huy6 con la rapidez de un corredor olimpico. jYo solo queria bailar! jYo no iba a envenenarlo ni a ins- cribirlo en el partido politico Sociedad Patriética! Peto él prefirié huir de la fiesta antes que resistir tres minutos de miisica tecno conmigo. Al final me acerqué a Angelito y le pregunté si habia visto a Roberto, Mi primo, que siempre ha si- do muy malo para mentir, me respondié: —Le gustaste mucho, Marfa, muchisimo de verdad, pero me dijo que &l viajar muy pronto como misione- 10 a Africa, donde vivir’ con una tribu no contactada con la civilizacién, y que prefiere alejarse de ti ahora cuando «lo de ustedes» apenas ha avanzado unos po- cos pasos. Acaba de irse de la fiesta con ligrimas en los ojos, eréeme, te llevar siempre en str corazén, Cuando Hegué a este punto de la historia, Ale- Jjandra, exploté: {Qué miserable! :Por qué los hombres no son claros? zPor qué nos engafian? ;Por qué no pueden 58 decir franca y abiertamente: «Lo siento mucho, no me interesas, adids» Juancho la interrumpié — Estas local jEso no es posible! Si le dices a una mujer: «Lo siento, no me interesas, chao», ella se pon- dra como una fiera, te gritar4 cosas horribles y lue~ go llamaré a su hermano karateka para que te parta la cara. Es preferible inventar cualquier cosa, —zlnventar que se va de misionero a una tribu no contactada con la civilizacién, con tal de no te- nerme cerca? Eso se pasa de raya, gno crees? —Bueno, Maria, es positle que Roberto haya di- cho la verdad y, efectivamente, ahora viva en Africa. —iJah! {Sabes a qué se dedica ahora Roberto el misionero? Es guitarrista en una mediocre banda de rock y tiene mis piercings que neuronas. Te aseguro que ni siquiera sabe en qué lugar del mapamundi es- ti Africa. —jA la lista negral —grit6 Alejandra Juancho me miré, sonrié discretamente y en voz bajita me dijo: —Bi se lo perdié, 59 = Ocho Ly L: reuniones del club eran buenisimas, nos jun- tébamos una vez por semana a partir de las cua~ tro de la tarde y charlabamos de cosas del colegio, de nuestras familias, de gente a la que conociamos y a la que también le habia ido pésimo en cosas del cora~ zn... y como plato fuerte cada jueves le tocaba a uno de nosotros contar su historia limonada. Al principio no fie ficil, lo admito, hay historias que una preferitia olvidar y no ventilaclas delante de nadie. Pero luego se convirtié en una terapia diverti- disima. Habia una extrafia competencia entre los tres para saber a quién le habia ido peor en el amor. Era muy comin que en la mitad de una confesién alguien interrumpiera el discurso del otro diciendo: «Eso no es nada, cuando escuches mi historia lloraris descon- soladamente y se te secarin las lagrimas» 0 «Uff... lo tuyo es Disneylandia comparado con lo mio». Alejandra siempre estaba siper atenta a lo que contibamos Juancho y yo, tanto que a veces parecia que se apoderaba de nuestras desastrosas historias 60 como si ella hubiera sido Ia protagonista. Se ponia furiosa, se indignaba, y parecia que en cualquier mo mento saldria y se daria de golpes con la primera persona que encontrara. Juancho se tumbaba sobre el soft y escuchaba las historias mirando al techo.A veces interrumpia con al- guna pregunta y luego, curiosamente, intentaba defen der de cualquier manera a los personajes masculinos de nuestras historias: Bueno, pero probablemente no era tan malo»... «Quizé no te volvié a llamar porque Ie cortaron el teléfono»... «Tal vez la chica con la que Jo vieron en la playa era su prima»... «Es posible que haya tenido un problema en la garganta y que por eso no te haya vuelto a hablar nunca més, no queria que te contagiarasy... «Silo viste comiendo pizza con una 61 rubia, quiz4 era una chica pobre que no habia proba do bocado en semanas y él estaba haciendo su buena obra del dia. Yo lo escribia todo, esa era mi funcién como se- cretaria, cada detalle, nombre y descripcién debian quedar claramente registrados en la biticora del club. Un dia mientras tomaba algunos apuntes, se me ocurtié hacer una pregunta que nos obligé a todos a revisar en nuestros antecedentes familiares: —1Creen ustedes que la mala suerte en el amor sea algo que venga marcado genéticamente en el ADN? Seri hereditario? {Seri que podemos echar- les la culpa a nuestros tatarabuelos de que nadie nos pare bola? Alejandra se apresuré a responder: —En mi caso no. Mis papas estan casados desde hace catorce afios y dicen estar enamorados como el primer dia Son cursis hasta la médula. Romeo y Ju- lieta podrfan lucir como un par de amargados que se detestan si los comparéramos con mis padres. Por fa~ vor, nunca se lo cuenten a nadie, pero yo he legado a pensar que ambos han olvidado sus respectivos nom- bres, él se llama Alfredo y ella Sandra, pero mi papa se refiere a mi mamé llaméndola mi mufiequita Barbie, y ella responde diciéndole mi Power Ranger. «Hola mi mutiequita Barbie, ya llegué, gqué hay de comer?». «Hi- ce la sopa de costilla que tanto le gusta a mi Power Ranger», Cabe mencionar que mi papi tiene veinte 62 kilos de sobrepeso y esti tan calvo como una rodilla, y mi mami es pequefia y delgada, y carece de todas las curvas que exhibe una Barbie. Lo mio no es heredita- rio, por suerte, —En mi caso tampoco —mencioné Juancho—, ami todo el mundo me dice NO, pero pareceria que a mis padres siempre les han dicho Si. Ambos son afortunadisimos en el amor y les encanta estar casa~ dos. Tanto les gusta que mi papa se ha casado cuatro veces y mi mamé dos. fil ha tenido tantas novias que en su casa guarda un grueso album fotogrifico con fotos de mujeres que parece el archivo del Registro Civil. Mi mami, por su lado, tiene su traje de novia siempre a la mano y le gusta decir: «Cualquier dia de estos me lo vuelvo a poner y me caso de nuevo. —Bueno —dije yo—, creo que en mi caso la mala suerte tampoco es hereditaria. Mis paps son un poco més normales que los suyos... ellos casi no se hablan, Dicen que ese es el secreto para vivir felices desde hace veinte afios. 63 a Nueve E la siguiente reunién del club, Alejandra sonrié con ironfa mientras su mirada apuntaba a algiin momento del pasado, y me dijo: —Apunta este nombre: Juan Ramén Carranza Ese fixe de antologia —Me suena, me suena —dijo Juancho—. Ese no fixe candidato a algo del Consejo Estudiantil ha~ ce unos afios? —jExacto! ¥ nos conocimos precisamente du- rante la campaiia para las elecciones. Yo recordaba la historia con claridad. Alejandra y yo estibamos en octavo, recién llegadas a la secun- daria, cuando una maiiana Juan Ramén Carranza se acercé a nosotras en el recreo. Era un muchacho con pinta de intelectual y muy, pero muy guapo. Esa era Ja mezcla perfecta porque «solo intelectual» es a ve~ ces un poco aburrido, feo y firera de moda... y «0- lo guapo» es casi siempre garantia de dos neuronas por metro cibico. Alejandra continué su relato: 64 —BI nos abordé a ambas, una maiiana antes de llegar al salén de clase, dijo cue pronto se celebrarian las elecciones del Consejo Estudiantil y que él habia indagado sobre las personas «ands valiosas y con con~ diciones de liderazgo» en todo el colegio para que lo acompafaran en la lista. Nos anuncié que se postu- laria como candidato a presidente y que el partido que habia conformado se Ilamaba «Partido Amisto- so Pluralista Integrador Trabajador Optimista». El mismo justificé ese nombre: «Sé que es un poco ex- tenso, pero de acuerdo con nuestras encuestas ese nombre retine todas las necesidades del alumnado y apuntaremos a satisfacer esos requerimientos para no fallar a nuestros electores» —Bse tipo era un pesado, Alejandra —interrum- pi, usaba palabras dificiles para dérselas de inteligen- te, decia cosas que sonaban a chino: «Hemos tabulado las encuestas al electorado, sobre temas de democrati- zaci6n del suftagio para evitar problemas en los escru- tinios en las juntas receptoras del voto». Recuerdo que cuando mencioné el nombre del partido las dos que- damos impresionadas, pero luego, cuando yo me di cuenta de las siglas: PA.PI.T.O,, decliné inmediata mente de toda opcién electoral. Ademis, yo tenfa las mismas condiciones de liderazgo que una polilla, esta~ ba segura de que por mi no votaria nadie... ni yo mis~ ma, Preferi hacerme a un lado, pero ti, Ale, te volviste toda una militante. 65 —Si, claro que me converté en politica pero,ademis, Juan Ramén me parecia un tipo brillante, con exce- Tentes ideas transformadoras para el colegio... yo lo vefa como al futuro presidente del pais, un salvador de la patria, que acabarfa con la injusticia social im- perante en el colegio. Acuérdense que él proponia la creacién de una oficina permanente de derechos hu- manos estudiantiles, y querfa convocar a un parla mento intercolegial para tomar medidas respecto del calentamiento global —jSi, pero el partido se lamaba P.A.P.LT.O.! —dijo Juancho indignado— y eso ya era suficiente para descalificarlo, —Juan Ramén era un papito, pero si, la verdad es que el nombre del partido provocaba un poco de co- mez6n. Lo cierto es que a poco tiempo de iniciada la campaiia me propuso que me encargara de conseguir simpatizantes en los cursos inferiores, yo era la «delega~ da del partido para la militancia infantil-juvenily. Dise- A camisetas, gorras,cintillos, averos y bufandas, utiicé todos mis ahorros en afiches que coloqué en cada car- telera del colegio. El color del partido era el verde, y yo, en un afin por ser la més entusiasta colaboradora de la campaita, me pinté el cabello de ese color.Todo en mi era verde, me coloqué lentes de contacto verdes, me de- lineaba los ojos con verde, usaba sombras verdes, jhasta mi ropa interior era verde! Pero lo mis vergonzoso five que descubri un caramelo especial, que debia estar 66 lleno de colorante venenoso, que al tenerlo en tu boca dando vueltas y vueltas pintaba dientes, lengua, paladar y labios jde verde! Yo juraba que Juan Ramén se ena. morarfa de mf... pese a la pinta de Marilyn Manson con la que yo paseaba por el colegio. Una tarde inflé, con el aire de mis pulmones, mas de ochocientos glo- bos verdes que regalamos a los electores infantiles el dia de inicio de la campafia... mis cachetes quedaron como los de un perro San Bernardo. Cuando Juan Ramén veia todo mi trabajo por la campaiia se acercaba a mi, me tomaba de la barbilla y me decia con su sonrisa per- fecta: «Ti serés mi primera dama», y yo sentia que fio- taba en el aire. Me imaginabe caminando de su brazo, con un elegante vestido verde, medias verdes y zapatos verdes, mientras todo el electorado nos brindaba sus aplausos verdes de tanta esperanza. El amor habia sur- gido en medio de la lid electoral. Lo ayudé a preparar- se para el debate con su contrincante. Le preparé fichas sobre temas estadisticos:la cantidad de alumnas vs, alum- nos y la proporcionalidad de baiios para cada grupo; la cantidad de basureros vs.la caatidad de basura que des- echaba diariamente el colegio; porcentaje de becas que se otorgaban vs. la cantidad real de alumnos con pro- blemas econémicos, y, claro, un partido verde debia es- tablecer propuestas claras a favor de la naturaleza. Fue asi que decidimos dar cristiana sepultura a todos los sa~ pos, lagartijas y hamsters que reposaban metidos en fras~ cos de alcohol, en los laboracorios de Biologia. or El debate fue muy duro; aunque su contrincante, Marianela Benitez, se habia preparado adecuadamen- te y tenja un excelente nivel, al término del acto, to- do parecia indicar que el triunfo era de RA.PL.T.O. El dia de las elecciones le envié un mensaje a su teléfono que decia: «La furerza de la transformacion esti contigo, jeres mi presidente!» Entonces él respondi6: «Gracias Evelyn, tu ayu~ da ha sido fiandamental, ya eres mi primera damav. {Sil... [Dijo Evelyn! Y no fue un lapsus, Evelyn era la delegada de deportes y actividades culturales. Me puse como una fiera, llegué al colegio bu- fando y lo busqué. La central del partido era en un cuarto lateral de la biblioteca y al querer entrar me estrellé de frente con Cristina, nuestra representante ante el Comité de profesores. «:Esté Juan Ramén 68 ahi?», le pregunté y me di cuenta de que ella estaba fariosa, le salia humo de la cabeza. e;Te pasa algo, tie nes algtin problema?s, «No! —respondié Cristina encolerizada—, el que tiene problemas es ese ton to... me prometié que seria su primera dama, su ma- no derecha, su brazo ejecutoz,y al parecer no podra cumplir con su oferta... acabo de encontrarlo “en campafia” con Graciela Buitrén. Antes de que sonara el timbre que anunciaba el inicio de las elecciones para el Consejo Estudian- til, Evelyn, Cristina, Graciela y yo, las «ex primeras damas», que ya habiamos adquirido la suficiente ex- periencia en propaganda y difusién electoral, corri~ mos la voz por todo el colegio de que Juan Ramén era un miserable. El muy tonto no midié las conse~ cuencias que conllevaria el ofrecer lo que jamis iba acumplir... Mas del 60% del electorado estaba con~ formado por la fuerza femenina. El triunfo de su contrincante, Marianela Benitez, fue aplastador. El partido PA.PL.T.O. se extinguié con la mis- ma rapidez que un estornudo. Juan Ramén Carranza no volvié a postular ni para pasabolas del intercolegial de tenis. —Conozco a algunos politicos que son como él dijo Juancho. Ya tenfamos otro nombre en la lista negra de EI Club Limonada. 6 CEN Ph aa Diez | ap tenia la costumbre de entrar cada mafiana a mi cuarto y al de mi hermano Carlos para dar- nos los buenos dias. Lo hacia a voz en cuello como un cantante de 6pera: «Arriba, arriba, hijos, hoy es el mejor dia de nuestras vidas y debemos aprovecharlo desde tempranoly, Era insoportable, de lunes a domingo el desper- tador optimista funcionaba a las seis de la mafiana. No importaba si era fin de semana o feriado, papa siempre encontraba la manera cliché y positiva de sa~ carnos de la cama. No interesaba si cafa la peor de las tormentas o sila casa temblaba por causa de un vien- to huracanado, para mi papi cada dia era «el mejor dia de nuestras vidas». Mi hermano y yo nos levantabamos como dos zombis y caminabamos rumbo al comedor sin poder disimular la rabia. —igCuindo, papi, cuando nos dejarés dormir en paz?! —Era la pregunta diaria que no encontraba una buena respuesta. n —jAl que madruga Dios lo ayuda! —repetia él como si acabara de inventar la frase. —iSi... pero hasta el Papa, que es como el Mi- nistro de Relaciones Exteriores de Dios, duerme has- ta las siete! Mientras tomabamos café, papé silbaba y cantu- rreaba canciones que solo él conocia, creo que las ha~ bia inventado para sus jornadas de capacitacién a empresas y luego las reciclaba para animar el desayu- no familiar: «qué gran dia, qué gran dia, hoy daré lo mejor de mf, hoy apoyaré a mis semejantes, si, si silo haré con el corazén y lo haré con conviccién, si, si, si, lo haré a todo pulmén y lo haré con emocién...». Yo a veces pensiba que su optimismo de 24 horas diarias no podia ser auténtico, crefa que mi padre era ingenuo y débil de caricter. Yo era pesimista porque el mundo no daba para mis, era evidente que todo andaba de cabeza y que no habia suficientes motivos como para ir por la vida de celebracién en celebra~ cién, Mi hermano se quejaba poco, se remordia de la rabia, pero en silencio. Yo era bastante menos pacien- te y de vez en cuando desafiaba a mi padre con alguna noticia horrible del periédico: «;Te has ente- rado que agarraron a otro diputado corrupto?», «:Leis- te el articulo sobre el indice de desempleo en el mundo?», «Escuchaste que Arjona sacé un nuevo disco?» Yo pensaba que con esa sintesis noticiosa @l no tendria més alternativa que bajar la guardia 72 y lamentarse, pero qué va,me miraba sonriente y res~ pondia sin ningén reparo: «Las cosas mejorarin, ya lo veris... jy ese Arjona me parece excelente!» El optimismo no era hereditario, eso estaba claro, Y, de alguna manera, esa certeza me hacia sentir aliviada. Durante semanas papé siguié con su molestia en lh garganta. En casa habfa todo tipo de remedios ca~ seros: hierbas, infusiones, bebidas espesas con olores horrendos. El médico pidié varios anilisis y todo indicaba que tenia una fuerte inflamacién agravada por el mal- trato a su garganta de motivador profesional. El mé- dico le oblig6 reposo por una semana entera. Eso significaba que pap deberfa permanecer en silencio total durante ese plazo. —Esto quiero verlo —le dije bromeando una tarde que llegué del colegio y lo encontré sentado le- yendo un libro—, durante una semana estaris en si- lencio, jese médico ha hecho un milagro! Papa sonrié y me sefialé con el dedo indice su mejilla, pidiendo con ese gesto que le dicra un beso. Asi lo hice y luego me dispuse a charlar con él para que se sintiera acompafiado. Yo era una persona que disfrutaba del silencio y de la soledad, pero mi papé era totalmente distinto, era sociable, le encan- taba conversar, conocer gente, escuchar historias, con- tar anécdotas, etc. Cuando me senté frente a él tomo 73 una libreta de su mesita de noche y en ella escribié: «Hoy Ilegas més tarde de lo habitual, zpasé algo en el colegio?». —No pa, lo que ocurre es que hoy tuve reunién en el club y por eso me demoré. «.Qué club?», apunté 61 en su libreta. —Ah, es verdad, no te lo habia dicho. Tengo un club con un par de amigos, Alejandra y Juancho. Es un club en el que charlamos sobre cosas. «Qué cosas?», escribié y puso un gesto de pica~ ra curiosidad. —Cosas, papa, cosas. Cosas de nosotros. Nada importante, son solo historias graciosas de momen- tos pasados que no fueron tan graciosos. «Cosas de amor?». —jNo!, al contrario, jhistorias de desamor! ¥ ya no preguntes més, que los temas del club son confi- denciales, no puedo ir contando a todo el mundo lo que ahf discutimos. No seas curioso. «¢Quién es Juancho? —No lo conoces, pap4, Juancho es un compa- fiero de clase. Somos amigos desde hace algan tiem- po, pero no recuerdo haberlo invitado a casa. Es divertido y me rio mucho con él, todo lo que Juan cho dice es siempre muy gracioso. demas, es muy buena onda, imaginate que cada tarde que tenemos reuni6n del club, é me acompafia a casa de regreso,, dice que as calles son peligrosas y que prefiere venir 7 conmigo, por si me encuentro con Godzila. Me gusta escuchar sus historias, él no es como los otros chicos que cuentan puras mentiras para impresionar al res to, Juancho es como es, y punto. «zTe gusta?», 1 Qué pregunta, papal {Claro que no! A mi no me gusta nadie. ;Se te ocurre cada cosa! Juancho y yo somos amigos y nada mé «Est bien, no te enojes,y qué hay de Alejandra, ga ella le gusta Juancho?». —No lo sé, no creo, bueno a Alejandra le gusta todo el mundo, pero no la he visto especialmente interesada en Juancho. Los tres vamos al club, los tres contamos historias, luego los tres nos despedimos y vamos a casa. Qué preguntas haces pa, no compliques mas mi cabeza que ya tiene suficientes rollos por ini- ciativa propia, mejor te dejo leer tu libro. El volvié a sefialar su mejilla con el dedo indice y yo le di un fuerte beso. Cuando entré a mi habitacién lancé Ja mochila al piso, me tumbé en la cama mirando al techo y me quedé pensando en Alejandra, @Serfa posible que Juancho le gustara? Bs = Once ba] As® vez fue tu culpa, Maria. No puedes que- arte, site fire mal, fire porque te lo buscaste. Tar~ de o temprano te descubrirfan... tdi de metalera no tienes ni un pelo —Metalera? —pregunté Juancho con ironia. —Te lo explicaré.., Todo ocurrié por culpa de esos cuadernos insoportables que se pusieron de mo- da en una época, grecuerdan los cuadernos curiosos? Bueno, un dia alguien me pidié que lenara su curio- $0, yo intenté esquivarme, pero no lo consegui. Harta como estaba de esos cuadernos que te pre~ guntaban hasta el dia en el que se te cayé el primer diente, decidi que responderfa puras mentiras. Inven- tarfa todo, me burlaria de ese curioso entrometido. En la primera pagina decia: 1.2Cémo te lamas? Pon tu nombre completo y los dos apellidos. Me tocé responder en el renglén que tenia el néimero 13, nunca he sido supersticiosa, pero aquella vez debi intuir que algo malo ocurriria. 16 De haber dicho la verdad, debi haber respondi- do: Me llamo Marfa Robles Jiménez. Pero decidi comenzar con la primera mentira, a partir de ella inventaria todas las respuestas; inventa- ria otra personalidad: 13. Me llamo Nirvana, mis apellidos no importan. 2. ¢Cusdntos afios tienes? 13. Tengo 16 afios. 3.Describete fisicamente. 13. Soy alta, de cabello oscuro, delgada, ojos color miel, nariz pequefia, labios ligeramente gruesos y soy muy atlética, porque desde pequeita he practicado la gimnasia olimpica. Juancho interrumpié y me dijo: —jPor favor, Maria! ;Gimnasia olimpica! Si aiin no inauguras el 50% de los miisculos de tu cuerpo, eres la reina de la holgazaneria. —iYa lo sé Juancho! He dicho que habia toma do la decisién de mentir, de burlarme del cuaderno y de la curiosidad de su dueiia, Pero todavia no has escuchado lo peor... 4.zCudles son tus pasatiempos favoritos? 13. Cuando tengo tiemgo, los fines de semana me gusta hacer parapente a 7 —;Parapente! ;Paracaidismo! —repitié Alejandra 5. {Tus colores preferidos? 13. El negro. Toda mi ropa es negra, mi maguillaje también, 6.zCémo te Hlevas con tus padres? 13. Fatal desde que me hice varios tatuajes en el cuerpo y me puse aros en las cejas. Ademis, a ellos no les gusta que yo sea la vocalista de un grupo de heavy metal. 7.2Te gustan las mascotas? gTienes alguna? 13. Tenia una serpiente, pero se extravid en mi barrio. Ahora estoy tratando de conseguir una tardntula. 8.2Qué miisica prefieres? Qué cantantes te gustan? 13. La metilica. Me gustan Los diabélicos despeinados de Saturno y Los perros urbanos malolientes cool. 9.¢Cual es la pelicula romantica que mis te ha gustado? 13. Jack, el destripador. 10. Describe al hombre/mujer de tu vida. 13. Igual a Brad Pitt pero rockero metalero, ecologista, apolitico, que practique deportes extremos, que tenga un tatuaje del Che en su pecho, que tenga la lengua perforada, que odie el capitalismo imperialista, que se 78 contacte con espiritus del mis alld, que pinte -grafitis en el edificio del Congreso, que ame a has tarantulas, que sea revolucionario y que esté en contra del sistema 11. Cudl es la figura que mas admiras? Por qué? 13. Al Chapulin Colorado... por las armas que utiliza: el chipose chillén, la chicharra paralizadora y las pastillas de chiquitolina Con esas armas estoy segura de que podria aniquilar a tanto politico corrupto. Si todos ellos se tomaran unz pastilla de chiquitolina y luego se quedaran paralizados por accién de la chicharra, podsfamos guardarlos en tuna caja y con un golpe de chipote enviarlos faera de la galaxia. 12, ;Cudl es tu comida favorita? 13. Soy vegetariana, no como carne de ningin animal vertebrado ni nada que provenga de los animales, me alimento de raices, hierbas, algas y pequefios insectos que encuentro en el jardin de mi casa, Qué asco! —grité Alejandra. 13. Cudl es tu centro comercial preferido? 13. No voy a centros comerciales, lo que necesito lo obtengo de la madre naturaleza y de las tiendas de los chinos donde se consiguen camise:as por un délar, 79

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