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FUNCION Y E S T R U C T U R A SOCIAL DEL

C A B I L D O C O L O N I C A L DE A S U N C I O N

Por H i l d e g a r d Krüger

El hipnotismo, que hasta unos años atrás ha ejercido en el ambiente para-


guayo la historia política, diplomática e ideológica, redujo los trabajos de
carácter histórico social a una bibliografía relativamente escasa. Este déficit
se ve agravado al tratar el tema de la ciudad colonial.
Mientras que de la mayoría de los centros urbanos hispanoamericanos
existen crónicas voluminosas1, muchas de ellas publicadas ya hacia fines del
siglo pasado, poco es lo que se ha escrito acerca de la conformación social
de la Asunción colonial. Por otra parte cabe constatar, que la mayor parte
de la bibliografía existente se ha basado en las disposiciones legales emandas
del Consejo Superior de Indias, en los informes de la Audiencia de Charcas,
de Obispos, Gobernadores y Visitadores así como en las crónicas jesuíticas.
A pesar de su importancia fundamental, estas fuentes no permiten destacar
en profundidad un fenómeno tan matizado como lo es la urbe colonial. El
clima vital de las ciudades coloniales se refleja por sobre todo en las Actas
Capitulares y en los Protocolos notariales, sumando a estos últimos los testa-
mentos. Ya tres décadas atrás A l t a m i r a y C r e v e a 2 hizo alusión a
este tipo de documentación, el que por la riqueza de su contenido ofrece un
inapreciable material de investigación, facilitando el conocimiento de muy
variadas facetas de la vida de una ciudad.
La mayor parte de las ciudades hispanoamericanas ha publicado sus Actas
Capitulares3. Las de Asunción aún permanecen a la sombra del Archivo Na-
cional, hecho que dificulta seriamente la investigación sistemática del pasado
colonial de la que fuera Ciudad Madre de las ciudades del Río de la Plata.
El presente trabajo, basado exclusivamente en el estudio de las Actas
Capitulares, de testamentos y protocolos notariales, se propone un doble ob-
jetivo: aclarar un aspecto jurídico-administrativo de la creación del Cabildo
de Asunción y determinar su estructura interna en cuanto a agrupación so-
cial. Es parte de los resultados de un amplio trabajo de investigación4, que
buscó captar la índole exacta del elemento humano que cubrió las plazas
1
) Francisco de S o l a n o , «El proceso urbano iberoamericano desde sus orígenes
hasta los principios del siglo XIX, Estudio bibliográfico», en: Revista de Indias, No.
1 3 1 - 1 3 8 , Madrid 1973/74, p. 786.
2
) Contribuciones a la historia municipal de América, México 1951.
3
) Véase Francisco de S o l a n o , op. cit.,p. 761.
4
) Der Cabildo von Asunción. Stadtverwaltung und städtische Oberschicht in der
ersten Hälfte des 18. Jahrhunderts (1690-1730). Frankfurt a.M.-Bern-Cirencester
1979.
32 Hildegard Krüger

edilicias en Asunción durante la primera mitad del siglo XVIII, a fui de de-
terminar, si la corporación municipal fue realmente un órgano de carácter
popular, que se identificó con los intereses del común durante la Revolución
de los Comuneros. Las siguientes páginas configuran pues el primer intento
de analizar un conjunto de factores del orden socio-económico, para estable-
cer, según los valores ¿ticos de la ¿poca e imperantes en la región, quienes
estuvieron representados en el Cabildo y que intereses perseguía la institu-
ción en su política municipal. Por razones de tiempo y espacio nos remiti-
mos para los detalles a la obra anteriormente mencionada.
Durante los casi tres siglos de dominación colonial, España fundó en el
Nuevo Mundo un sinnúmero de ciudades. Estas fundaciones no fueron el
fruto de la casualidad, ni surgieron por la mera disposición de los conquista-
dores, sino que estuvieron encuadradas dentro del marco de una sistemática
y centralizada política de conquista y colonización de la Corona, la que cul-
minó con las Ordenanzas de descubrimientos y poblaciones dictadas por
Felipe II en 1573 5 . Basada en el principio de «la tierra ocupada» 6 , esta po-
lítica tuvo por objetivo primordial ocupar jurídicamente un ámbito inabar-
cable y aún desconocido a través de un asentamiento urbano.
Viejas tradiciones medievales determinaron el carácter de este régimen
colonial urbano. Al definir la ciudad medieval española F o n t y R i u s
dejó claramente establecido, que ésta surgió como una creación nueva de la
Edad Media, sin vínculo alguno con el municipio romano, que había desapa-
recido bajo el dominio visigótico7. La ciudad de la Edad Media española fue
pues el fruto de las implicaciones políticas, militares, sociales y económicas
de la conquista árabe y la consecuente reconquista cristiana 8 .
Fueron los reyes castellanos Fernando I (1035-1065) y su hijo Alfonso
VI (1072—1109), los que en la segunda fase de la reconquista occidental,
denominada de «repoblación concejil» 9 , se aseguraron el territorio arreba-
tado a los moros por medio de la colonización urbana. La repoblación fue
confiada a los Concejos locales de las ciudades del antiguo Reino moro de
Toledo y de la Extremadura, a los que se habían asignado vastos territorios
destinados al establecimiento de nuevos poblados. Estos, al constituirse,
quedaban sujetos a la jurisdicción y autoridad del Municipio urbano, el que

5
) Véase Diego de E n c i n a s , Cedulario Indiano (1596), edición facsímil, Ma-
drid 1945/46, T. IV, p. 232.
6
) Demetrio R a m o s , «La doble fundación de ciudades y las huestes» en: Re-
vista de Indias, No. 1 2 7 - 1 3 0 , Madrid 1972, p. 111.
7
) José-M. F o n t y R i u s , «Les Villes dans l'Espagne du Moyen Age», en: La
Ville, Recueils de la Société Jean Bodin, T. VI, Bruselas 1954, p. 264.
8
) Véase Edith v Ε η η e η, Die europäische Stadt des Mittelalters, Göttingen 1979,
3. a edición corregida y aumentada, p. 35.
9
) Luís G. de V a l d e a v e l l a n o , Historia de las Instituciones Españolas.
Desde los ordenes al final de la Edad Media, Madrid 1970, 2. a edición, p. 241.
El Cabildo colonial de Asunción 33

llegó a ser el equivalente de un Señorío, «que tenía por 'coto' el término


municipal y por 'señor* al Municipio mismo de la ciudad o villa» 10 .
El aumento de la población y la consecuente evolución urbana trajeron
aparejados el desarrollo de las instituciones. Los Concejos, en un principio
una mera reunión o junta de pobladores, que en un sistema de democracia
directa regían los destinos de las ciudades, fueron sustituidos en el curso de
la baja Edad Media por órganos representativos llamados «Consejos», «Ca-
bildos», «Regimientos» o «Ayuntamientos». Asumieron las funciones de las
antiguas asambleas generales de vecinos, siendo denominados los nuevos ma-
gistrados municipales «regidores». Muy pronto la política centralista de la
Corona castellana mermó la autonomía de los Cabildos, al instituir a regi-
dores de nombramiento real e instaurar a corregidores como delegados y
representantes del rey al frente de las principales ciudades de León y Casti-
lla1 1 . Así organizados, los Cabildos castellanos fueron transplantados a
América, donde desarrollaron caracteres propiamente indianos.
El anteriormente mencionado principio de colonización urbana volvió a
encontrar aplicación al ser descubierto el Nuevo Mundo. La penetración
española en América se efectuó por asentamientos urbanos, de acuerdo a las
facultades conferidas por la Corona al conquistador y estipuladas en un co-
mienzo en la Capitulación. El rey concedía licencia al conquistador, para
que éste en su nombre conquistara, pacificara y poblara. Dado el profundo
contenido jurídico de la empresa colonizadora, en la fundación de las ciu-
dades hispano-amerícanas no primaron factores del orden socio-económico
como sería la existencia de grandes mercados 12 , rutas mercantiles 13 , forta-
lezas o burgos 14 y los que determinaron la aparición de núcleos urbanos en
la Europa medieval. La ciudad colonial española como entidad legalmente
establecida de acuerdo a la legislación indiana recién surgía al erigirse la cor-
poración que regiría sus destinos: El Cabildo o Ayuntamiento. Establecido
el Cabildo, una fortaleza, un caserío o un mero campamento militar se cons-
tituía en un ente legal con pleno derecho al título de ciudad o villa, según
la importancia del núcleo. Así pues, el concepto jurídico de «ciudad» en la
América colonial no dependió de factores externos, sino meramente de la
existencia de un cuerpo municipal, que tenía el deber de hacer valer los de-
rechos de España sobre una jurisdicción determinada. De este modo, terri-

l0
) Ibidem, p. 542.
11
) Ibidem, p. 550.
12
) Véase Hans P l a n i t z , Die deutsche Stadtgemeinde, en: Carl Haase (Ed.),
Die Stadt im Mittelalter, T. II, p. 55 ss. También Karl F r ö l i c h , Kaufmannsgilden
und Stadtverfassung im Mittelalter, ibid. p. 11 ss.
13
) Henry Ρ i r e η η e , Les Villes et les Institutions Urbaines, 2 tomos, Bruselas
1959.
,4
) Carl H a a s e, Die mittelalterliche Stadt als Festung, en: Carl H a a s e (Ed.),
Die Stadt im Mittelalter, T. I, p. 377 ss.
34 Hildegard Krüger

torios aún no colonizados, quedaban integrados dentro del marco de comu-


nidad de villa y tierra, al aparato burocrático y centralista de la Corona de
España.
Podemos decir pues que Asunción en su calidad de primera ciudad y
primer logro estable de la conquista rioplatense, surgió a la vida urbana para
consolidar y legalizar la conquista hasta allí realizada y la que aún quedaba
por realizar.
Es ampliamente conocido, que el Cabildo de Asunción fue creado por
iniciativa de Irala, quién obró en acuerdo con los oficiales reales presentes en
Asunción. Este hecho tan significativo se llevó a cabo el 16 de setiembre de
1 5 4 1 , s . Por medio de un sistema combinado de elección y sorteo y conia
participación de los vecinos fueron designados los primeros alcaldes y regi-
dores de la incipiente ciudad. Estos, según el protocolo, debían de reunirse
en determinados días para cumplir con las funciones de administración ur-
bana y justicia ordinaria16.
A pesar de la enorme jurisdicción municipal conferida a Asunción en el
momento de su erección en ciudad 17 , «la urbe» no pasaba de ser un caserío
fortificado, con un esquema de trama abierta, dispersa y casuística 18 .
Treinta y tres años después de su creación, el Cabildo continuaba reuniéndo-
se en la casa del Gobernador, «el muy magnifico Señor Martin Suarez de
Toledo.. . do se acostumbra hazer e haze cavildo» 19 . El primer dato con-

15
) Ordenanza creando el Cabildo y regimiento para cuidar del Gobierno de la
ciudad de Asunción - 16 de setiembre de 1541, publicada en: R. de L a f u e η t e
M a c h a i n , El Gobernador Irala, Buenos Aires 1939, p, 393 ss. Tanto esta version
así como la publicada por Manuel P e n a V i l l a m i 1, La fundación del Cabildo de
la Asunción, Antecedentes históricos y jurídicos, Asunción 1969, p. 121 ss. se basan en
la copia del Diario de Juan Francisco de Aguirre, tal como existe en la Biblioteca Na-
cional de Buenos Aires, el que «se ha tenido a la vista para las reproducciones impre-
sas», Efraím C a r d o 7. o, Historiografía Paraguaya, T. I, Mexico 1959, p. 439. Según
Efraím C a r d o 7. o, «La fundación de la Ciudad de Nuestra Señora de la Asunción
en 1541%, en: 2. Congreso Internacional de Historia de América, Buenos Aires 1938,
T. II, p. 119, el documento copiado por Aguirre e incluido en su Diario (cuya primera
parte fue concluida en 1793), desapareció después de 1873.
I6
) Acta de fundación del Cabildo de la Asunción, en: M. P e n a V i 11 a m i 1,
op.cit.,p. 122 s.
,7
) Véase Hildegard T. de K r ü g e r , «Asunción y su área de influencia en la
época colonial», en: Estudios Paraguayos, Vol. VI, No. 2, Asunción, diciembre 1978,
p. 35 s.
ls
) Asunción mantuvo esta característica durante toda la época colonial. Esto lo
demuestra claramente un plano de la ciudad del año 1787,reproducido por Ramón
G u t i é r r e z en: Evolución urbanística y arquitectónica del Paraguay, 1537-1911,
Departamento de Historia de la Arquitectura de la Universidad Nacional del Nordeste
(Argentina), sin fecha de aparición, p. 32.
'*) Blas G a r a y, Colección de Documentos relativos a la Historia de América y
particularmente a la Historia del Paraguay, Asunción 1899-1901, T. I, p. 622. Este es
un hecho bastante generalizado en los comienzos de la colonización de Hispanoaméri-
ca. En México las reuniones del Cabildo se realizaban en un comienzo en la casa de
El Cabildo colonial de Asunción 35

creto que poseemos de una Casa de Cabildo proviene de un acta capitular


del año 1599, en el que la corporación decide volver a efectuar sus periódi-
cas reuniones en la casa del Gobernador, por el estado ruinoso de su sede 20 .
Es de suponer, que el Cabildo recién tuvo casa de acuerdo a su jerarquía a
comienzos del siglo XVII.
El acta de creación del Cabildo, sin detallar las funciones de los ediles se
limita a establecer «que estos puedan hacer ordenanzas o estatutos que sean
necesarios a la buena gobernación» 21 . Si bien es cierto que estas ordenanzas
estuvieron sujetas a los principios administrativos de la Corona, primaba en
ellas el elemento local. «Americanas, en la medida que sean obra de los crio-
llos y no la mera adaptación de otras tomadas de cualquier parte, son las or-
denanzas dictadas por los Cabildos, ya que sus miembros son criollos» 22 .
Al decir que los miembros del Cabildo eran criollos, cabe destacar, que la
Comuna fue la única institución dentro de la gran burocracia colonial abier-
ta a los nacidos en el Nuevo Mundo y cuyos funcionarios en principio eran
elegidos por la manifestación de la voluntad general. En base a este hecho el
Cabildo de Asunción fue definido como un órgano de origen popular. ¿Lo
fue realmente?
De acuerdo al orden imperante en la península, el Estado español, buro-
crático y centralista, muy pronto derogó las libertades concedidas en un
principio a las ciudades americanas. Los Cabildos Abiertos dejaron de reunir-
se, perdiendo los ayuntamientos su carácter electivo.
El régimen electoral sancionado en Asunción por la ordenanza del 16 de
setiembre de 1541 establecía que la junta de «vecinos o conquistadores y
pobladores . . . llamados por voz y son de campana . . . elijan e nombren dos
electores, los cuales juren en publica forma que elegirán diez personas de los
que viven en esta cibdad, los que les parecieren más idóneos y suficientes
para usar los dichos oficios de regidores» 23 . Este tipo de elección democrá-
tica indirecta y de sorteo fue aplicado por última vez en el año 1596 24 . El

Hernán Cortés, en Quito los cabildantes se reunían en casas de vecinos, en Santiago de


Chile, Tunja y Guatemala los ediles se reunían en un comienzo en iglesias. Veáse Con-
stantino B a y l e , Los Cabildos Seculares en la América Española, Madrid 1952, p.
326 s.
í0
) Archivo Nacional de Asunción (ANA), Vol. 12, S. H. p. 129. También en M.
P e ñ a V i l l a m i 1, op. cit., p. 177.
21
) Acta de fundación del Cabildo de la Asunción, en: M. P e ñ a V i 11 a m i 1,
op. cit., p. 122.
22
) Alfonso G a r c í a G a l l o , Estudios de Historia del Derecho Indiano, Ma-
drid 1972, p. 82.
23
> Acta de fundación del Cabildo de la Asunción, en: M. P e ñ a V i 11 a m i 1,
op. cit., p. 123.
24
) Ibidem, p. 159. Es posible que el sistema de elección de regidores y alcaldes por
los regidores salientes se efectúa ya en años anteriores a 1596, ya que el documento
mencionado hace incapié, en que se vuelva a adoptar el sistema antiguo, es decir, «que
se haga desde dicho día en adelante la elección por suertes como se solía hacer antigua-
36 Hildegard Krüger

27 de mayo de 1597 el Cabildo dispuso que las elecciones se hicieran cada


I o de enero, prometiendo los concejiles «de hacer la dicha elección de alcal-
des y regidores bien y fielmente, sin pasmo ni afición, y que señalarán y
nombrarán para alcaldes y regidores las personas que en Dios y en sus con-
ciencias les pareciera lo harán bien . . . » " .
Con este sistema de elección de los cargos concejiles por los regidores
salientes, a reserva de su ulterior confirmación real no sólo se redujo el nú-
mero de los electores a una estricta minoría, sino que se constituyó definiti-
vamente la clase capitular, la que consciente de sus prerrogativas políticas,
sociales y económicas estaba lejos de representar la voluntad general.
Si los capitanes de conquista fueron los primeros ediles asunceños, en la
segunda generación lo fueron sus hijos mestizos habidos de amancebamien-
tos con indias 26 . Estas uniones compensaban con creces la escasez de matri-
monios de españoles con mujeres indígenas. Llama la atención, que coinci-
diendo dos factores tan negativos en la conciencia estamental de la época,
como la ilegitimidad y el mestizaje, que en cualquier otro centro colonial
hubieran constituido una valla infranqueable para el acceso a cargos públi-
cos 27 , estos no tuvieran mayor transcendencia en Asunción. Para explicar
este fenómeno, basta recordar, que la primera etapa de la colonización
ríoplatense se desarrolló en el aislamiento y sin mujeres españolas. Razones
biológicas impidieron, que para los primeros conquistadores de esta región
rigiera el criterio antropológico de la limpieza de sangre, característica espe-
cífica de un honor estamental que se basaba en restricciones impuestas por
la Corona y la Iglesia en el siglo XV, pero que en América implicaba más
bien valoraciones socioculturales. Por otro lado cabe destacar, que en la
época inicial de la Colonia «los amancebamientos suelen tener de hecho casi
el lugar de los matrimonios legítimos y algunos se encuadran de derecho en
la figura jurídica de la barraganía» 38 . Esta institución se ofrecía alosespa-

mente en esta ciudad, sin que se innove cosa alguna...» La falta casi total de Actas del
Cabildo del siglo XVI no ha permitido investigaciones al respecto.
25
) Acta Capitular publicada en: M. P e ñ a V i 11 a m i 1, op. cit., ρ. 172.

) Si bien es cierto que no conocemos la constitución del primer cuerpo capitular,
sabemos que Alonso Riquelme de Guzmán, conquistador y yerno de Irala, fue regidor
y alguacil mayor. Sus hijos, mestizos de segunda generación, Ruy Diaz de Guzmán y
Diego Ponce de León fueron alcaldes ordinarios de las ciudades de Asunción y Corrien-
tes, el nieto, del mismo nombre que el abuelo, Alonso Riquelme de Guzmán, fue al-
guacil mayor en Asunción en 1615, siendo el bisnieto, Gabriel Riquelme de Guzmán,
regidor propietario desde 1656 hasta 1696, año en que renunció al oficio, que pasó a
manos del español Juan de Urrúnaga. Para mayores detalles véase el apéndice y las ta-
blas genealógicas de las principales familias capitulares en la obra citada en la cita No.4.
27
) Veáse Guillermo L o h m a n n V i l l e n a, «Los Regidores del Cabildo de
Lima», en: Revista de Indias, No. 127-130, Madrid, Enero-Diciembre 1972, p. 205,
y Daisy R i p o d á s A r d a η a z, El matrimonio en Indias, Buenos Aires 1977, p.17.
2S
) Daisy R i p o d á s A r d a η a z, op. cit., p. 12.
El Cabildo colonial de Asunción 37

fioles como punto de referencia, sirviendo para cohonestar vagamente las


uniones irregulares.
Los primeros conquistadores ríoplatenses, si bien no contrajeron legítimo
matrimonio con las madres de sus hijos, tampoco vacilaron en reconocer el
fruto mestizo de sus uniones ilícitas, transmitiéndoles además del apellido
el status paterno. El ejemplo dado en este sentido por el Gobernador Irala,
quién no sólo reconoció a su prole habida de hijas de caciques y criadas in-
dígenas, sino que reafirmó la posición social de sus hijas casándolas con con-
quistadores españoles29 contribuyó indudablemente a redimir a los mestizos
de ascendencia de conquistadores del concepto negativo que les era inhe-
rente.
Estos «mancebos de la tierra» 30 gozaban, a pesar de su ilegitimidad y de
su sangre mestiza, de todas las preeminencias reservadas comunmente al
«español». Si bien es cierto que en muchas manifestaciones culturales y
sociales demostraban una fuerte inclinación por la heredad materna, conser-
varon por otra parte fuertes rasgos de la mentalidad tradicional importada
por sus padres de España. Al no poder cumplir formalmente con el requisito
estamental de la «limpieza de sangre», el hecho de descender de los primeros
conquistadores del Rio de la Plata se convirtió en su rasgo sobresaliente, ha-
ciéndolo valer para obtener las mayores encomiendas, mercedes de tierra y
cargos de nombramiento real 31 . Por lo demás aspiraban a vivir según las nor-
mas estamentales, con la exigencia de no trabajar por sus manos. La econo-
mía colonial, basada en el trabajo del indio, les permitía por lo tanto, dedi-
carse de lleno a las únicas tareas, que ellos consideraban dignas de su elevado
rango social: la administración urbana y la defensa de la Provincia. La parti-
cipación de «entradas y correrías» así como la defensa de la Provincia «a su
costa y minsión» 32 nunca fue vista por el mancebo como obligación relacio-
nada al vasallaje debido al Rey, sino más bien como un acto de honor estre-
chamente vinculado a su elevado rango social.
Vemos pues, como al perfilarse el siglo XVII, Asunción presentaba las
características de una sociedad estamental en la que Alcaldes y Regidores

29
) Doña Ginebra bala fue casada con el capitán Pedro Segura de Zabala, Isabel
contrajo matrimonio con el capitán y gobernador Gonzalo de Mendoza. Marina casó
con el capitán y teniente de gobernador Francisco Ortíz de Vergara. Ursula se unió al
capitán Alonso Riquelme de Guzmán. En: R. de L a f u e n t e M a c h a i n , Los
Conquistadores del Río de la Plata, Buenos Aires 1943, p. 338 s. y Efraím C a r -
d o 7. o, El Paraguay Colonial, Buenos Aires-Asunción 1959, ρ. 70.
30
) Efraím C a r d o ζ o, El Paraguay Colonial, p. 68 ss.
31
) En las peticiones dirigidas al Gobernador o a la Corona para obtener mercedes
de tierra o indios en encomienda, siempre se hacía alusión a la noble estirpe de con-
quistadores de la cual se descendía. Documentos de este tipo abundan en el Archivo
Nacional de Asunción. Véanse también los datos proporcionados por José Luís M o r a
M é r i d a, Historia Social del Paraguay ( 1 6 0 0 - 1 6 5 0 ) , Sevilla 1973, p. 211 ss.
32
) Efraím C a r d o ζ o , El Paraguay Colonial, p. 216 ss.
38 Hildegard Krüger

del Cabildo, Maestres de Campo y Capitanes de la milicia Provincial a más de


las autoridades eclesiásticas conformaban la clase directiva de la Provincia.
A mediados del siglo XVII fue introducida en el Paraguay la venta de
oficios. Este nuevo régimen de ocupación de cargos concejiles había sido im-
plantado por Felipe II ya un siglo antes 33 . La pobreza imperante en la pro-
vincia paraguaya impidió, que la venta de regimientos encontrara aplicación
con anterioridad. Esto lo demuestra claramente una Real Cédula, en la que
Felipe III pregunta al Gobernador, que provecho se sacaría aquí de la venta
de oficios, teniendo en cuenta la miseria general 34 .
No obstante, el sistema entró en vigencia a partir de 1656, rematándose
ese año por primera vez en almoneda pública oficios concejiles que por
muerte o renuncia del titular habían quedado vacantes 35 .
Teóricamente la venta de oficios hubiera podido facilitar el acceso al
Cabildo. Tal es el caso de la ciudad altoperuana de Potosí, en la que el gre-
mio de los azogueros desplazó de los cargos edilicios a los descendientes de
los primeros conquistadores al constituirse en la clase de mayor poder ad-
quisitivo y cuya superioridad no se basaba en una forma determinada de
vivir sino que concretamente en bienes materiales y en la riqueza 36 .
Las estructuras económicas de Asunción, basadas en la agricultura en
pequeña escala, en la encomienda numéricamente débil y en la explotación
yerbatera no permitieron tal desplazamiento social. Acaparando las mejores
tierras 37 , el comercio y laboreo de la yerba y las mayores encomiendas, la
clase capitular y al mismo tiempo élite militar era la única que realmente
podía permitirse el lujo de adquirir cargos venales. La dificultad de adquirir-
los no radicaba solamente en los precios, que en comparación a lo que se
pagaba en otras ciudades hispanoamericanas, eran más bien modestos 38 . La
compra de un regimiento implicaba solvencia económica por tratarse de un

33
) Francisco T o m á s y V a l i e n t e , «Notas sobre las ventas de oficios públi-
cos en Indias», en: III Congreso del Instituto Internacional de Historia del Derecho
Indiano, Madrid 1973, p. 417 y cita 111.
34
) Documento publicado por Richard Κ o η e t ζ k e en: Colección de Documen-
tos para la Historia de la Formación Social de Hispanoamérica, 1493-1810, T. II, p.
I l l No. 70.

) ANA, Volumen 45 S.H., No. 5. Ordenanza del Gobernador Esteban Blasquez
de Valverde del 30 de setiembre de 1656. Véase también Rafael Eladio V e l á z q u e z ,
«Erección y transformación del Cabildo de Asunción», en: Revista Chilena de Historia
del Derecho, No. 6, Santiago de Chile 1970, p. 95.
36
) Véase Inge W o l f f , Regierung und Verwaltung der kolonialspanischen Städte
in Hochperu, 1538-1650, Köln-Wien 1970, p. 125 ss.
37
) La tenencia de la tierra en la época colonial es un tema aún no investigado en la
historia paraguaya, En base al catálogo de propiedades ha sido posible establecer en
parte el régimen de propiedades de los concejales del siglo XVIII.
38
) El cargo de alférez real fue rematado en 1656 por 2.000 pesos de plata. ANA,
Vol. 22, S.H. Libro de Caja de Real Hacienda. El mismo cargo había sido vendido en
Potosí en el año 1603 por 25.000 pesos. Véase Inge W o l f f , op. cit., p. 98.
El Cabildo colonial de Asunción 39

cargo honorífico, que lejos de ser bien remunerado, era de mero prestigio
social. Vale decir, que por el deseo de integrar la clase social distinguida, se
compraban oficios, que sin reportar mayormente beneficio material alguno,
acarreaban fuertes gastos a su titular, puesto que un miembro del Cabildo
necesariamente tenía que ser miembro de las más importantes cofradías,
mantener esclavos, tener casa decente y vestirse, sobre todo con motivo de
las innumerables fiestas a las que la corporación municipal asistía en forma
oficial, con vestidos costosos y paños finos 39 . El número de festividades no
sólo se reducía a las fiestas religiosas o a los festejos en conmemoración a la
fundación de la ciudad, por el nacimiento de un príncipe heredero o la in-
tronización de un nuevo rey. A estas se sumaban las fiestas de carácter priva-
do de la sociedad asunceña como casamientos, bautismos y cumpleaños.
Tantos eran los compromisos del Cabildo, que en el año 1722 el Gobernador
Antequera y Castro se vio obligado a implantar un calendario de festivida-
des, reduciendo drásticamente el número de representaciones oficiales del
Cabildo a las fiestas más importantes 40 .
Poco o nada influyó pues la venta de oficios en la conformación social de
la clase capitular asunceña. Los regidores cadañeros, así llamados por ser de
elección anual, cedieron el lugar a los regidores propietarios, de carácter
vitalicio, circunstancia que, como ya ha anotado Velázquez 41 , «acentuó la
unidad de conducción del organismo y dio a éste una mayor fuerza en sus
relaciones con la autoridad política».
La postración económica de la Provincia, en la que no corría moneda
metálica y la gran distancia que la separaba de los centros políticos del Vir-
reinato, dio lugar a que hasta la primera mitad del siglo XVIII en Asunción
no se ofrecieran mayores evoluciones sociales en materia estamental. Los ca-
bildantes y militares de alta graduación siguieron conformando la clase su-
perior, siendo evidente, sin embargo, que con el correr de los años los regi-
dores se habían constituido en una comunidad de intereses estrechamente
ligada por la vía del parentesco. Investigaciones genealógicas han demostra-
do que la clase capitular de Asunción constituyó una gran familia desde los
comienzos de la conquista hasta finalizada la primera mitad del siglo XVIII.
Hemos aludido ya a las características de los primeros ediles nacidos en
Asunción: mestizos e ilegítimos. Sin embargo no son ellos los que contri-
buyen a perpetuar las estirpes, sino las hijas, que por sus padres son casadas
con jóvenes conquistadores españoles que llegan a la Provincia a mediados
del siglo XVI, cuando ésta ya entra en franco proceso de consolidación.

3®) En numerosos testamentos se hace mención a esclavos, que servían en las casas
y eran transmitidos de padres a hijos. Nunca fueron numerosos.
40
) ANA, Actas Capitulares, Colección Copia, JProtocolo del 15 de marzo de 1722.
41
) Rafael Eladio V e l á z q u e z , «El Cabildo Comunero en Asunción», en: III
Congreso Internacional de Historia de América, T. II, Buenos Aires 1971, p. 170.
40 Hildegard Krüger

Desaparece el nombre de Irala, pero su descendencia directa en el Cabildo


por la rama de los Riquelme de Guzmán recién se eclipsa en el año 1696, al
renunciar Gabriel Riquelme de Guzmán a su cargo de regidor propietario
después de haberlo tenido en posesión por el espacio de 40 años 42 . Por otra
parte su hija, Ana Riquelme de Guzmán, vuelve a retomar la vieja tradición
contrayendo matrimonio con Diego de Yegros, El Mozo 43 . De este matri-
monio nació Antonia de Yegros, que desposó a Juan Antonio Domínguez,
hijo de Pedro Domínguez de Ovelar, de destacada actuación en el Cabildo en
año 1705 4 4 . La descendencia de Martín Suárez de Toledo se perpetuó en el
Cabildo a través de su hija Ana de Ocampo y Saavedra, la que contrajo
matrimonio con Antonio de Añasco 45 , expedicionario con Ortíz de Zárate.
La hija de ambos, Beatriz de Añasco, fundó el tronco de los Caballero Ba-
zán o Caballero de Añasco al desposar a Juan Caballero Bazán 46 . La segunda
hija, María de Añasco, desposó a Juan Cabrera de Ovalle, siendo el bisnieto
de ambos José de Avalos y Mendoza, regidor, Teniente General de Goberna-
dor y uno de los protagonistas más brillantes de la Revolución de los Comu-
neros 47 . Las hijas de Juan de Ortega, conquistador llegado al Río de la Plata
en 1536 y de su esposa Juana de la Torre, quien vino en 1556, fundan con
sus respectivos matrimonios familias de larga tradición en el Cabildo de
Asunción. La primera, Juana de la Torre, formó hogar con Rodrigo Ortíz
de Zárate, hijodalgo llegado a Asunción con la expedición del Adelantado
Juan Ortíz de Zárate. El apellido continúa en las actas capitulares hasta bien
entrado el siglo XVIII, vinculándose la descendencia con los González Freire
y Fernández Montiel. Ursula de Gutiérrez, segunda hija de Juan de Ortega,
contrajo enlace con Juan de Vallejo, dando origen a la estirpe asunceña de
los Vallejo Villasanti, cuyo nombre está íntimamente ligado a la historia de
la Asunción colonial 48 . Estos casos sólo constituyen unos pocos ejemplos de
sucesión y eslabonamientos familiares entre los miembros del Cabildo, remi-
tiéndonos a las genealogías ya mencionadas para obtener una visión de con-
junto de esta gran «familia de familias».

42
) Gabriel Riquelme de Guzmán adquirió la regiduría en 1656 por 300,- pesos de
plata, manteniéndola en su poder hasta 1696, ANA, Vol. 22 S.H. Libro de Caja de la
Real Hacienda y Vol. 363, N.E., Ramo de oficios vendibles y renunciables, 1685-1702.
43
) Nota No. 4, Arbol genealógico No. 1 y 4.
44
) Ibidem, Arbol genealógico No. 4.
45
) Ibidem, Arbol genealógico No. 6. Para la ascendencia española de Antonio de
Añasco véase Pedro A. A l v a r e n g a C a b a l l e r o , «Los Del Casal y Sanabria»,
en: Estudios Paraguayos, Vol. VI, No. 2, Asunción, Diciembre de 1978, p. 253.
46
) Nota No. 4, Arbol genealógico No. 5. Para la ascendencia española de Juan Ca-
ballero Bazán véase Pedro A. A l v a r e n g a C a b a l l e r o , op. cit., p. 252 s.
47
) Véase Rafael Eladio V e l á z q u e z , «Un antecedente próximo de la revolu-
ción comunera del Paraguay, La deposición del Gobernador Escobar y Gutierrez en
1705», en: Historia, No. 10, Buenos Aires, 1957, p. 56 ss.
48
) Nota No. 4, Arbol genealógico No. 2.
El Cabildo colonial de Asunción 41

A los factores ya reseñados se añade la acción reguladora de la mujer


española, criolla o mestiza de elevado rango social. A partir de la segunda
mitad del siglo XVI los conquistadores segundos, lejos de optar por el con-
cubinato con indias, buscan la unión matrimonial, dando la preferencia a
españolas o criollas, pero sin menospreciar a las hijas mestizas de los prime-
ros conquistadores, que les transferían parte de su elevado prestigio social.
Abundan los casos de mujeres de ilustre prosapia, las que al poco tiempo de
enviudar vuelven a contraer matrimonio con españoles jóvenes. Estos, con
tal de unirse a una mujer de la clase social distinguida y cuyos rasgos físicos
se asemejaban a los de una española, pasaban por alto otros factores como la
falta de dote, la edad, los numerosos hijos del matrimonio anterior. Si la
poligamia y el mestizaje fueron las leyes constitutivas de la clase capitular
asunceña 49 , estas características desaparecen por completo en la segunda
generación, perfilándose un claro matiz señorial en la corporación munici-
pal.
Una consecuencia lógica de los parentescos por afinidad o por consan-
guinidad entre los miembros del Cabildo fue la concentración de los oficios
concejiles en manos de unas pocas familias y ésto por períodos largos. El
carácter vitalicio de los regimientos implicaba en muchos casos la actuación
de una misma persona por el espacio de 20 a 30 años. Analizando el caso de
Antonio González Freire, quién adquirió el cargo de regidor en 1656 trans-
mitiéndolo a su hijo homónino en el año 1671, que lo mantuvo en su poder
hasta 1692, año en que hizo renuncia al mismo a favor de su yerno, José de
Avalos y Mendoza, que ejerció el cargo hasta su muerte en 1722, tenemos
una sucesión en las varas por el espacio de 66 años, adquiriendo nuevamente
el yerno de Avalos y Mendoza la regiduría que había quedado vacante por
muerte de su suegro, siendo regidor hasta el año 1731 50 . Antonio Caballero
de Añasco fue propietario de una regiduría desde 1685 hasta 1706, año en
que su hijo Juan Caballero de Añasco heredó el cargo, ejerciéndolo hasta
175I s 1 . Es lógico, que una simultaneidad tan pronunciada, a la que se agre-
gaban factores del orden económico, reforzara la unidad del Cabildo como
órgano político.
Este hecho se traducía sobre todo en las elecciones anuales de los Alcal-
des Ordinarios. Teniendo en cuenta que en defecto de Gobernador y de su
Teniente, las vacancias gubernativas debían llenarse con el Alcalde Ordinario
de Primer Voto 5 2 , estas elecciones adquirían un fuerte tinte político. No
sorprende pués, que los regidores se empeñaran en depositar las varas de la
justicia ordinaria en manos de personas que pertenecían al propio círculo.
49
) Efraím C a r d o z o , El Paraguay colonial, p. 64.
50
) Nota No. 4, Apéndice II.
51
) ANA, Vol. 79 S.H. Acta capitular del 2 de agosto de 1706.

) RLI, Libro V. Tit. III, Ley 13.
42 Hildegard Krüger

Asimismo las frecuentes reelecciones no se debían a la falta de personas


idóneas, «beneméritas y celosas del Servicio de Su Majestad», sino que dan
la pauta que los ediles, conscientes del monopolio que podían ejercer en
materia de justicia, trataban de evitar el ingreso de personas ajenas a sus
intereses personales. A fines del siglo XVII y comienzos del XVIII los regi-
dores lograron acaparar la justicia ordinaria ocho veces en un periodo de
25 aflos.
A pesar que la legislación indiana prohibía que en las elecciones de ofi-
cios concejiles padres, hijos, hermanos, suegros, yernos, cuñados y concuña-
dos pudieran darse los votos recíprocamente 53 , existía una denotada inclina-
ción hacia el nepotismo. En casos extremos padre e hijo estuvieron repre-
sentados en el Cabildo al mismo tiempo. Francisco de Avalos y Mendoza,
alcalde ordinario en los años 1700, 1709, 1710 y 1714 ejerció la justicia
ordinaria mientras su hijo, José de Avalos y Mendoza cubría la plaza de regi-
dor desde el año 1693 s 4 . Si este caso fue excepcional, el parentesco por
afinidad entre los miembros del Cabildo era de hecho habitual y corriente.
Andrés Benítez, que desempeñó la fiel ejecutoría desde 1702 hasta 1745
ejerció funciones junto con sus cuñados Francisco Benegas de Guzmán
(1685-1705), Martín de Chavarri Vallejo (1711-1731), Ramón Caballero
Bazán (1706-1722), todos ellos regidores y con Diego de los Reyes Balma-
ceda, igualmente cuñado suyo y alcalde provincial desde 1707 hasta 1715.
La hija de Caballero Bazán y sobrina de Benítez, Francisca Caballero Bazán
fue nuera del alférez real Dionisio de Otazú (1696—1731) 55 . En estas co-
optaciones se manifestaba abiertamente la solidaridad establecida por la vía
del parentesco, un elemento «de cohesión fundamental entre los miembros
del Cabildo».
Aparentemente el Cabildo de Asunción durante las dos primeras centu-
rias de vida presentaba todas las características de una oligarquía cerrada.
Sin embargo el número relativamente alto de peninsulares y criollos de pro-
vincias vecinas que ejercieron regidurías no permite tal afirmación. Si bien es
cierto que siempre predominaron los asunceños, es interesante destacar que
los extranjeros no tuvieron dificultad de incorporarse a la vida pública,
siempre y cuando fueran de estirpe de conquistadores, pertenecieran a una
familia prestigiosa y estuvieran asentados ya por bastante tiempo en la ciu-
dad. Además, en la mayoría de los casos, la integración a la clase capitular
no solo se constituía por la vía de oficio, sino que también por el matrimo-
nio, estrechándose de esta manera el vínculo con la clase social distinguida.
El santafesino Alonso Fernández Montiel, Alcalde Ordinario en 1676,

53
) RLI, Libro IV, Tit. X, Ley 5.
54
) Nota No. 4, Apéndice I.
ss
) Nota No. 4, Apéndice II y árbol genealógico No. 7.
El Cabildo colonial de Asunción 43

casó con María Mayor de León y Zárate, de la más encumbrada estirpe de


conquistadores, convirtiéndose en una de las figuras de mayor relieve políti-
de su é p o c a " . El anteriormente mencionado Franscisco de Avalos y Men-
doza, proveniente de Buenos Aires, contrajo matrimonio con Ignacia Díaz
del Valle, descendiente directa de Martín Suárez de Toledo. El vizcaíno José
de Urrúnaga, regidor de 1702 a 1729,desposó a una Rojas Aranda S7 , Juan
de Mena, natural de Cádiz y alguacil mayor de 1715 a 1725 .contrajo matri-
monio con Mariana Ortíz de Zárate 58 , Lucas González Versa de Santander
tomó por esposa a Mariana de Insaurralde 59 .
Siguieron el ejemplo el andaluz Diego de los Reyes Balmaceda y Luís de
Veitia, entroncando todos ellos con distinguidas familias de la clase capitu-
lar, constituyéndose en vecinos feudatarios con derecho a tierras y enco-
miendas y generalmente dotados de un elevado rango militar. El hecho de la
extranjería no impedía pues la integración social, siempre y cuando quedaba
sancionada por el matrimonio o por el parentesco. Sólo en una ocasion el
Cabildo se negó a recibir a sus cargos a los españoles José Garayo y Juan
Díaz González, que habían adquirido dos regimientos vacantes, por no ser
naturales de la Provincia, proponiendo en cambio a «sujetos naturales, veci-
nos y de las primeras familias de esta ciudad, beneméritos por sus servicios
y de sus ascendientes conquistadores, pobladores y pacificadores de esta
Provincia» 60 .
Hasta 1750 la clase capitular de Asunción integrada por criollos, mestizos
asimilados y extranjeros integrados constituyó una comunidad política, mili-
tar y económica, que desde la fundación de Asunción venía acaparando los
cargos edilicios y los elevados rangos de la milicia provincial, sin que el ele-
mento popular — la soldadesca y el estamento laboral — participara de las
prerrogativas reservadas a los de estirpe de conquistadores.
Típica también fue la posición adoptada por la corporación municipal en
relación a sus funciones específicas. Como clase que dominaba en las esferas
más importantes de la vida urbana, el Cabildo no se constriñó a las clásicas
funciones edilicias. En las actas capitulares de Asunción a más de los asuntos
de rutina concernientes a la ciudad, se refleja un vivo interés de los cabildan-
tes por materias de orden político-administrativo, pertenecientes ya al área
del gobernador, lo cual en más de una oportunidad originó luchas internas

se
) Véase Rafael E. V e l á z q u e z , Alonso F e r n á n d e z M o n t i e l , «Un
santafesino en el Paraguay», en: Historia Paraguaya, Vol. XV, Asunción 1976, ρ. 175 ss.
" ) ANA, Vol. 354 NE, acta matrimonial del 28 de febrero de 1694.
58
) ANA, Vol. 354 NE, acta matrimonial del 27 de julio de 1692.
59
) ANA, Vol. 60 NE, f. 38.
40
) ANA, Vol. 72 NE, Oposición de este ilustre Cabildo, Justicia y Regimiento a la
aceptación de regimientos que remataron Don Juan Diaz Gonzalez y Don Jose Garayo,
2 de julio de 1740.
44 Hildegard Krüger

por el poder, descuidando en aras de los intereses estamentales el «bien


común».
La Revolución de los Comuneros, que no fue sino el intento de la corpo-
ración municipal de mantener la hegemonía dentro de una sociedad de evo-
lución sumamente lenta, dio paso a un desplazamiento social que culminaría
a mediados del siglo XVIII con el eclipse de las tradicionales familias capitu-
lares. Estas, ante la extinción de la encomienda y en posesión de buenas
tierras, se dedicaron a la incipiente ganadería, alejándose de la actividad
política capitalina, hecho que se reflejaría en la posterior lucha por la eman-
cipación, y en la posición que adoptara el Cabildo, «por dos siglos puntal de
las luchas comuneras» 61 pero en 1811 realista y peninsular.

61
) Véase Eliana C a s t e d o F r a n c o , «El proceso social de la revolución del
14 de mayo de 1811. Un estudio socio-histórico», en: Estudios Paraguayos, Vol. VI,
No. 2, Asunción, 1978, p. 172 s.

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