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Ese sacrificio vivo del cual Dios nos habla es un cuerpo, alma
y espíritu entregado por completo al Señor. Es cuando vivimos así que
nos convertimos en adoradores en Espíritu y en Verdad, ¡los cuales
Dios está buscando!
Los que pierden el ayuno como estado espiritual los puedes reconocer
fácilmente: constantemente pierden la paz, andan en tempestades,
llevados de aquí para allá, que no pueden estarse quietos.
Dios, tu Padre, quiere que permanezcas con Él, que hagas su
voluntad, y sea el estar en su presencia una delicia para ti, algo
glorioso y santo.
Es el plan de Dios para tu vida que estés muy cerca de Él. Nuestro
Padre no acepta una relación apagada. Busca la intimidad
apasionada. En nuestra situación natural, no estamos preparados para
esto. La única manera de lograrlo es a través del sacrificio personal
que obliga a la carne a sujetarse al espíritu y establece que la única
prioridad es el Señor y las cosas espirituales.
Adórale!, no buscando tu propia voluntad, y entonces te deleitarás en
Jehová; te pondrá Él en lo alto, y serás saciado de su heredad.