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AYUNO Y ADORACIÓN

Cuando hablamos de ayuno, entendemos que nos restringimos el


alimento, por unas horas, muchas, o un día completo. Al ayunar se
supone que comprendemos, sabemos, que estamos poniendo énfasis
en buscar dirección de Dios y renunciar a nuestras carnalidades,
deseos, voluntad.
Hemos leído y releído Isaías 58 sobre el verdadero ayuno de Dios, lo
que Dios demanda (enseñándonos) sobre el mismo, y sin embargo,
seguimos ayunando por nuestros intereses, por nuestra forma de
pensar.
Ayunamos buscando nuestro propio provecho, cosa que Dios
desaprueba.
Ayunamos por perseverar en decisiones contrarias a la voluntad de
Dios.
Ayunamos por idolatrar el orgullo propio.
Ayunamos para que nuestras decisiones a tomar se cumplan.
Ayunamos luego de decidir, habiendo decidido.
Ayunamos, pero no preguntamos a Dios. O tal vez, lo que es peor aún,
no queremos oir lo que Dios tiene y ha planeado para nuestras vidas.
Nos proponemos ayunar, pero no consultamos a Él si es correcto el
propósito de nuestro ayuno.
No debemos ayunar para que nuestro propósito se cumpla, sino para
que encontremos SU VOLUNTAD!
Es propósito de Dios que ayunemos no solo físicamente sino que
mantengamos un estado de total comunión con El.
Adán permaneció en ayuno, hasta el momento de la caída. En
Génesis 3 podemos leer cuando Satanás “tentó” a la mujer, y esta
comió, y como comió, buscó compartir con Adán aquello que había
hecho. Y ambos, desayunaron. Ambos, perdieron por voluntad la
comunión que los acercaba a Dios. Desayunaron, revelándose, sin
consultar, perdiendo así su estado natural con Dios.

Cuando Jesús iba a comenzar Su ministerio, lo primero que hizo fue


ayunar. Durante cuarenta días estuvo en el desierto sin probar bocado
alguno. Tuvo hambre. Satanás se le presentó con el propósito de
hacerle caer. Es cierto que él tenía mucho que ganar si Jesús se
postraba ante Él; pero hay otra verdad en su plan perverso. Estaba
desesperado porque no quería que el Hijo de Dios terminara el ayuno
que hacía, ya que sabía lo que implicaría para Cristo, para él y para la
humanidad. El resultado de esa victoria lo encontramos en Lucas 4:14
“Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y se difundió su fama
por toda la tierra de alrededor.  Y enseñaba en las sinagogas de ellos,
y era glorificado por todos.” Esto es el resultado del tiempo apartado
por Jesús para ayunar y adentrarse en la voluntad de Su Padre – y es
lo que Satanás tanto quería impedir.
¿fue el ayunar físicamente, el no comer por 40 días, lo que permitió
vencer las tentaciones? Fue el no haber perdido la comunión con el
Padre. Jesucristo permaneció en ayuno espiritual hasta la muerte en la
cruz.

Ayunar trae tremendos beneficios. 

De la misma manera que sucedió con Jesús, cuando nosotros


ayunamos se desata el poder de Dios en nuestras vidas y derribamos
al enemigo (Josafat).

Es en el ayuno que Dios nos cuenta Su voluntad, pero muchas veces


no lo escuchamos porque su voluntad no es nuestra voluntad y
preferimos alejarnos.

Es en medio y a través del ayuno que nos acercamos a Él, y le


conocemos de manera íntima. Dios recibe nuestra sujeción como
ofrenda, la cual refresca nuestra relación con Él, disipa nuestros
temores y profundiza nuestra relación con el Espíritu Santo (Elías).

Cuando Jesús se encontró con la mujer samaritana en el pozo de


Jacob, ella vivía en pecado y no entendía quién era Él.  Al final de su
encuentro con el Salvador, su vida había sido cambiada y había
entregado todo su ser a Él. Esta entrega total se ve en el hecho de
que “La mujer dejó su cántaro, volvió al pueblo y le decía a la gente:
—Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho.
¿No será éste el Cristo?” Todos se fueron a buscar a Jesús a
consecuencia de sus palabras. ¡Eso es una vida entregada que da
frutos!

Cuando Jesús volvió junto a sus discípulos después de haber hablado


con ella, ellos tenían comida preparada pero Él no tuvo hambre. ¡La
adoración genuina de esta mujer samaritana lo había satisfecho por
completo! Cuando nos entregamos totalmente a Él, dispuestos a
sujetar nuestra carne y recibir su poder transformador, nuestra
adoración satisface a Dios. Esto es ser un adorador en Espíritu y en
Verdad.

¿Te preguntas cómo es ayunar, adorar en espíritu y en verdad?


¡No es difícil para los que oyen la voluntad del Padre y la practican!
¡No es difícil para los que oyen su palabra y la hacen!
¿Quieres ser un verdadero adorador para Dios, uno de aquellos que Él
está buscando que le adoren?

Romanos 12:1 dice “Por consiguiente, hermanos, os ruego por las


misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio
vivo y santo, aceptable a Dios, que es vuestro culto racional.”

Ese sacrificio vivo del cual Dios nos habla es un cuerpo, alma
y espíritu entregado por completo al Señor. Es cuando vivimos así que
nos convertimos en adoradores en Espíritu y en Verdad, ¡los cuales
Dios está buscando!

No desayunes con injusticia, vanidades, deja morir el orgullo en tí, la


pretensión, etc., y que nazca en ti la humildad, la mansedumbre;
reconociendo la dependencia que tenemos de Dios.

Sé un Adorador fiel, cuyo constante estado es de ayuno ante Dios,


dejándote ser nutrido por Él. Hablado por Él. Corregido por Él.
Buscando, oyendo su voz, su palabra, meditando en ella, haciendo Su
Voluntad.

El verdadero ayuno producirá un fruto constante en ti: adoración. Y


verás cumplir su palabra en ti, bendiciendo a Jehová en todo tiempo,
estando de continuo su alabanza en tu boca, gloriándose tu alma en
Él. Adorando, engrandeciendo su nombre, exaltándole

(Salmo 34:1-3) Alabaré al SEÑOR en todo tiempo; a cada momento


pronunciaré sus alabanzas. Sólo en el SEÑOR me jactaré; que todos
los indefensos cobren ánimo. Vengan, hablemos de las grandezas del
SEÑOR; exaltemos juntos su nombre.
¿Sabes que sucederá cuando le adores en espíritu y en verdad?
Cuando tu vida sea de constante ayuno, consagración a Dios. Cuando
tu delicia sea meditar en Él, estar en Su Presencia.
He aquí la promesa de Dios para contigo:

“Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salvación se dejará ver


pronto; e irá tu justicia delante de ti, y la gloria de Jehová será tu
retaguardia. Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él:
Heme aquí. Si quitares de en medio de ti el yugo, el dedo
amenazador, y el hablar vanidad; y si dieres tu pan al hambriento, y
saciares al alma afligida, en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad
será como el mediodía. Jehová te pastoreará siempre, y en las
sequías saciará tu alma, y dará vigor a tus huesos; y serás como
huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas nunca
faltan. Y los tuyos edificarán las ruinas antiguas; los cimientos de
generación y generación levantarás, y serás llamado reparador de
portillos, restaurador de calzadas para habitar.” Isaías 58:8-12

No pierdas el ayuno, comunión que Dios quiso en ti desde un principio.


No se trata de “un día de ayuno”, o de muchos. El verdadero ayuno de
Dios es constante, continuo.
Dios quiere que vivas una vida consagrada a Él. Tu corazón, tus
pensamientos, tu cuerpo, tu tiempo, tú mismo ser, enteramente
rendido y entregado a Él. El Señorío de Cristo será constante ayuno
en ti.
En lo referente a la adoración, el rey David fue un ejemplo fenomenal
para todos nosotros. Tenía un corazón puro y agradecido hacia Dios, y
lo adoró con todo su ser. Muchos de los Salmos reflejan el corazón
apasionado de David para la adoración. "Bueno es alabarte, oh
Jehová, Y cantar salmos a Tu nombre, oh Altísimo; Anunciar por la
mañana Tu misericordia, Y Tu fidelidad cada noche" (Salmo 92:1-2).
David fue un hombre con un corazón como el de Dios.

La comunión con Dios trae paz, Jesucristo es nuestro Príncipe de Paz.

Los que pierden el ayuno como estado espiritual los puedes reconocer
fácilmente: constantemente pierden la paz, andan en tempestades,
llevados de aquí para allá, que no pueden estarse quietos.
Dios, tu Padre, quiere que permanezcas con Él, que hagas su
voluntad, y sea el estar en su presencia una delicia para ti, algo
glorioso y santo.

Es el plan de Dios para tu vida que estés muy cerca de Él. Nuestro
Padre no acepta una relación apagada. Busca la intimidad
apasionada. En nuestra situación natural, no estamos preparados para
esto. La única manera de lograrlo es a través del sacrificio personal
que obliga a la carne a sujetarse al espíritu y establece que la única
prioridad es el Señor y las cosas espirituales.
Adórale!, no buscando tu propia voluntad, y entonces te deleitarás en
Jehová; te pondrá Él en lo alto, y serás saciado de su heredad.

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