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Jesús ve la culpa del pasado, habla de perdón;

y no
debemos deshonrarlo dudando de su amor.
Cuando Satanás golpea con sus amenazas sobre
Ud., vuélvale la espalda y consuele su alma con la promesa de Dios
Los hijos de Dios no han de estar sujetos a sus sentimientos y
emociones.
Cuando fluctúan entre la esperanza y el temor, el corazón
de Cristo es herido; porque él les ha dado evidencias inconfundibles de
su amor.
El amor de Cristo por sus hijos es tan tierno como su fortaleza.
Tan fuerte es su amor que controla todos sus poderes, y emplea
los vastos recursos del cielo para servir a su pueblo.
como no
tienen fe, creen que no pueden reclamar la bendición de Dios. Estas
personas confunden el sentimiento con la fe.
Deberían apartar la mente de sí mismos, espaciarse en la misericordia
y la bondad de Dios y hacer un recuento de sus promesas,
y luego creer simplemente que él cumplirá su palabra.
No hemos de confiar en nuestra fe, sino en las promesas de Dios.
Deberíamos tratar de cumplir fielmente cada deber conocido,
y descansar luego tranquilamente en las promesas de Dios.
Quizá Satanás susurre: “Eres demasiado pecador para que Cristo
te salve”

Al par de reconocer que sois ciertamente pecadores e


indignos, podéis hacer frente al tentador exclamando: “Por la virtud
de la expiación reclamo a Cristo mi Salvador. No confío en mis propios
méritos, sino en la preciosa sangre de Jesús, que me limpia.
En este momento hago depender mi alma impotente de Cristo”.
No os desaniméis porque vuestro corazón parezca duro.
El vino para quitar el corazón de piedra y daros un corazón
de carne. Acudid a él para obtener gracia especial para vencer
vuestras faltas peculiares.
Cuando os asalte la tentación, resistid persistentemente
las incitaciones del mal; decid a vuestra alma: “¿Cómo
puedo deshonrar a mi Redentor? Me he entregado a Cristo; no puedo
hacer las obras de Satanás”
Clamad al amado Salvador para que os
ayude a sacrificar todo ídolo y abandonar todo pecado acariciado.
¡Digno, digno es
el Cordero que fue muerto y nos ha redimido para Dios! Esforzaos
por considerar estas escenas como reales. Esteban
La santificación es una tarea diaria. Nadie se engañe creyendo
que Dios lo va a perdonar y bendecir mientras pisotee uno de sus
requerimientos.
Sea cual fuere el éxtasis del sentimiento religioso, Jesús no puede
morar en el corazón que no hace caso de la ley divina.
Dios honrará
solamente a los que lo honran.
Si nos dejamos dominar por
la ira, la concupiscencia, la codicia, el odio, el egoísmo o cualquier
otro pecado, nos hacemos siervos del pecado.
La debilidad humana se une a
la fuerza divina, y la fe exclama: “Mas gracias sean dadas a Dios,
que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo
Si queremos desarrollar un carácter que Dios pueda aceptar,
debemos formar hábitos correctos en nuestra vida religiosa
La
oración diaria es tan esencial para el crecimiento en la gracia y aun
para la misma vida espiritual, como el alimento temporal lo es para el
bienestar físico.
Si la mente se desvía, debemos
hacerla volver; por el esfuerzo perseverante, el hábito lo hará fácil al
final. No hay seguridad separándonos un solo momento de Cristo.
Podemos contar con su presencia para ayudarnos a cada paso, pero
sólo si observamos las condiciones que él mismo ha dictado.
La religión debe convertirse en la gran tarea de la vida. Todas las
demás cosas deberían subordinarse a ésta

Si queremos conocer
el valor de un alma humana debemos mirar con fe viviente hacia la
cruz y empezar así el estudio que será la ciencia y el canto de los
redimidos por toda la eternidad. Sólo se puede calcular el valor de
nuestro tiempo y de nuestros talentos, por la grandeza del rescate
pagado por nuestra redención. ¡Cuánta ingratitud mostramos hacia
Dios cuando le robamos lo suyo al privarlo de nuestros afectos y
nuestro servicio! ¿Es demasiado el entregarnos a Aquel que lo ha
sacrificado todo por nosotros? ¿Podemos escoger la amistad del
mundo antes que los honores inmortales que Cristo brinda: “Que se
siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he
sentado con mi Padre en su trono”?
La santificación es una obra progresiva
Las pruebas de la vida son los instrumentos de Dios para eliminar
de nuestro carácter toda impureza y tosquedad. Los procesos de
nivelar con escuadra, hacha y escoplo, la acción de pulir y bruñir,
todo es un procedimiento penoso; es difícil someterse a la rueda
de esmeril. Pero la piedra sale preparada para ocupar su lugar en el
[115] templo celestial. El Señor no gasta en materias inútiles trabajo tan
consumado y cuidadoso. Únicamente sus piedras preciosas se labran
a manera de las de un palacio.

Deben someter su propia voluntad


a la de Dios. Habrá una lucha con obstáculos internos y externos.
Debe haber una obra dolorosa de separación así como de unión.
La razón por la
cual muchos encuentran la vida cristiana tan deplorablemente dura,
la razón porque son tan inconstantes, tan variables, es que tratan
de unirse a Cristo sin haberse separado primero de estos ídolos
acariciados.

El Salvador se inclina hacia el alma adquirida por su sangre,


diciendo con inefable ternura y compasión: “¿Quieres ser salvo?” 1
El os invita a levantaros llenos de salud y paz. No esperéis hasta
sentir que sois sanos. Creed en la palabra del Salvador. Poned
vuestra voluntad de parte de Cristo. Quered servirle, y al obrar de
acuerdo con su palabra, recibiréis fuerza. Cualquiera que sea la
mala práctica, la pasión dominante que haya llegado a esclavizar
vuestra alma y vuestro cuerpo, por haber cedido largo tiempo a
ella, Cristo puede y anhela libraros. El infundirá vida al alma de
los que “estabais muertos en vuestros delitos”. 2 Librará al cautivo
que está sujeto por la debilidad, la desgracia y las cadenas del
pecado.—El Ministerio de Curación, 56.

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