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ganzl912

RAZMIG KEUCHEYAN

LA NATURALEZA
ES UN CAMPO DE BATALLA
ENSAYO DE ECOLOGÍA POLÍTICA

Traducción de Víctor Goidstein

Clave intelectual
ganzl912
INTRODUCCIÓN

En el otoño de 1982, los habitantes del condado de Warren, en el nordes­


te de Carolina del Norte, se movilizaron durante seis semanas contra la
instalación de una descarga de desechos tóxicos.1Cuatro años antes, en
1978, una empresa de gestión de desechos industriales había depositado
i legal mente en la región importantes cantidades de biíenilos pol iclorados
(HCBJ, una sustancia utilizada sobre todo en los transformadores eléctricos
y la pintura. Una vez descubiertos, el Estado de Carolina del Norte decidió
adquirir un terreno para sepultarlos. Se buscaron varios lugares, y final­
mente se optó por un terreno en las proximidades de la dudad de Warren-
ton. Los residentes del lugar, como a menudo ocurre en este tipo de cir­
cunstancias, se opusieron, debido a que temían por su salud, ya que el
PCB es una sustancia cancerígena. Entablaron una acción en la justicia
con el objeto de impedir que los desechos fueran depositados en ese lugar,
Dos años más tarde, el tribunal del distrito rechazó su demanda. Entonces
la protesta adoptó una forma extraiudicial: manifestaciones, sentadas,
boicots, desobediencia civil, marchas, asambleas, cortes de carreteras ...
Estas acciones condujeron al arresto de más de quinientas personas,
entre las cuales había representantes locales y Federales. El movimiento
no logró el abandono del proyecto en lo inmediato y el sitio sólo fue des­
contaminado en los años 2000.

1 Véase Ellees Maura McGufty "From NIM8V la civil rightS- Tte úfigjíw, oí Ihs ofu/ircnnental
justice movefTieriíV EftwraflnTenü/ Hitíory, vol, 2y nq 3, 1íl'97’.

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RAZMIG XEUCHEYAN

Al comienzo, los argumentos que expresaban los manifestantes


contra la descarga se relacionaban con la contaminación del medio
ambiente (agua, suelos) por el PCB y con los riesgos que presenta para
la salud. Sin embargo, a medida que el movimiento se fue ampliando
y se volvió más político, esos argumentos cambiaron de naturaleza. Si
el Estado escogió sepultar esos desechos tóxicos en ese lugar, afirma­
ban los residentes y sus aliados, es porque a llí viven negros, pobres, y
sobre todo negros pobres. En otras palabras, la decisión de instalar la
descarga tiene un fundam ento racista. En la época, el condado de
Warren está compuesto en un 64% de negros. La región inmediata­
mente próxima a la descarga por un 75%. Los manifestantes señalaban
que esa injusticia en la ubicación de los desechos tóxicos ocurría no
sólo en Carolina del Norte sino en los Estados Unidos, más general­
mente, y eso desde la fundación del país. En sus políticas de gestión
dei medio ambiente y de los recursos, el Estado favorece sistemática­
mente a las poblaciones blancas y a las clases medias y superiores, a
las que preserva de este tip o de perjuicios. A la inversa, las minorías,
o sea, no solamente los negros sino también los amerindios, los hispa­
nos y ios asiáticos, así como los pobres, asumen la mayor parte de las
consecuencias negativas de la producción industrial. Todavía en la
actualidad se comprueba que las multas por tratam iento ilegal de los
desechos en los Estados Unidos son cinco veces más frecuentes cuan­
do los hechos ocurren en las cercanías de barrios blancos que de barrios
negros o hispanos.2 Esta discriminación racial no es por fuerza inten­
cional por parte de los poderes públicos, aunque a menudo lo es. Es
sistémica, vale decir, que procede de una lógica en parte independien­
te de la voluntad de los individuos. Lo que perm itió que el movimiento
del condado de Warren tomara amplitud, pues, fue su capacidad para
montarlo en una generalidad, para "enganchar" una reivindicación
local en una injusticia global.
Este episodio ilustra a las mil maravillas la principal tesis de esta
obra: la naturaleza es un campo de batalla. Ya es en el momento actual

2 Manarme Cteumel y Stéphanc La Branche. "Inégalités ¿cologiques • ver$ queHe défimhon ?,


Espace, poputehons, sociótés, n° 1. 2008, p 107.

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LA NATURALEZA ES UN CAMPO DE BATALLA

-y será cada vez más en el porvenir, a medida que se profundice la crisis


ecológica- el teatro de enfrentamientos entre actores de intereses diver­
gentes: movimientos sociales, Estados, ejércitos, mercados financieros,
compañías de seguros, organizaciones internacionales... En el caso del
condado de Warren, el conflicto resulta de una forma de injusticia par­
ticular, el racismo. Pero puede proceder de otros tipos de desigualdades.
La naturaleza no escapa a las relaciones de fuerza sociales: es la más
política de las entidades.
Este enfoque de ia crisis ecológica lleva la contraria a una opinión
dominante en la actualidad. Un consenso bien instalado sostiene que,
con el objeto de regular el problema del cambio ambiental, la humanidad
debe "superar sus divisiones” . Este consenso es impulsado por los par­
tidos ecologistas, muchos de los cuales -no todos-- nacieron en los años
setenta de la idea de que la oposición entre la izquierda y la derecha es
caduca o secundaria. También es promovido, en Francia, por personali­
dades de la "sociedad civil" como Yann Arthus-Bertrand o Nicolás Hulot*.
de quienes existen equivalentes en la mayoría de los países. El "pacto
ecológico” propuesto por Nicolás Hulot, firmado por un gran número de
candidatos a la elección presidencial de 2007, asi como por miles de
ciudadanos, es típico de esta concepción de la ecología.3 Las lamenta­
ciones que acompañan el fracaso recurrente de las negociaciones inter­
nacionales sobre el clima -la s de Copenhague y Río son las más recien­
te s- tienen a ese consenso como telón de fondo. Ellas estigmatizan la
incapacidad de los Estados para reunirse finalmente alrededor de obje­
tivos ambientales comunes.
De este consenso ecológico existen versiones sofisticadas. Dipesh
Chakrabarty, uno de los principales teóricos del poscolonialismo, autor
del clásico Provincializing Europe,* publicó recientemente un texto titu-

* El primero es (ológrafo, reportero, director de cine y ecologista, fundador de la ONG GoodPla-


net, en 2005; el segundo es periodista, productor de televisión, escrito! y creador en T990 de
una ONG que. luego de tener distintos nombres, terminó llamándose Fundación por la natura
leza y el nombre. Ambos son franceses. (N. del T.)
3 Nicolás Hulot. Pout un pacte ócofogiQüe, París. Calmann-Lévy, 20 0 6 .
<1 Dipesh Chakrabarty. A l margen de Europa: pensamiento poscofonial y diferencia histórica,
20 0 9 , Tusquets Editores.

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RAZMIG KEUCHEYAN

lado "Le clim at de l’histoire"5 [El clim a de la historia]. A su manera de


ver, la crisis ecológica permite encarar por primera vez que la humanidad
como tal, y no uno de sus componentes -obreros, campesinos, coloni­
zados, m ujeres...-, pueda convertirse en el "sujeto” de la historia. No­
sotros, humanos, nunca hacemos la experiencia de nosotros mismos
como "especie", en el sentido de que toda experiencia, aunque sea
colectiva, siempre es singular. No obstante, el cambio climático supone
hacer emerger las condiciones de una acción común de la humanidad,
para responder al desafío del calentamiento del planeta. Por esa razón,
debe conducir a reevaluar la vieja noción de humanismo, a la que con­
fiere un sentido inédito. También debe conducir a reevaluar las críticas
de esta noción, en particular aquellas que le dirige desde los años se­
senta el (post)estructuralismo. El "antihumanismo teórico” de alguien
como Louis Althusser o del Michel Foucault de Las palabras y las cosas*
reviste un sentido diferente en el momento en que la supervivencia de
la humanidad está amenazada por las perturbaciones climáticas.
Comparando las crisis económicas y la crisis ecológica, Chakrabarty
afirma que "a diferencia de lo que ocurre en las crisis del capitalismo,
no hay aquí [es decir, en ei marco de la crisis climática] botes salvavidas
para los ricos y los privilegiados"6*. Los ricos siempre salen bien parados
en las crisis económicas. Según Chakrabarty, no ocurrirá esto en el con­
texto de la crisis ecológica, porque no habrá ningún "bote salvavidas"
disponible para abandonar el planeta. Aunque reconoce que esta crisis
implica una dimensión de clase, en el sentido de que su impacto no está
igualmente distribuido en la población, Chakrabarty sostiene que en
última instancia trasciende esa dimensión y debe conducir a volver a
poner en marcha la cuestión del hombre. Asi, "la crisis actual reveló
ciertas condiciones de existencia de la forma de vida humana que care-

5 Dipesh Chakrabarty. *The císmate ol hrstory. Four meses", Critica! inqutry, r»9 35. invierno
2009. Trad. francesa en Ja Revuc ifítetnaUonále ées hvres et des idées, n* 3. enero de 2012.
* Sólo a título indicativo, el hecho de citar un libro en castellano significa que tiene traducción
en nuestra lengua. Únicamente se darán sus referencias completas (editorial, etc.) cuando sean
citados con dichas referencias en el texto o las notas al pie.
6 p. 22 1 , la traducción es nuestra Véase también “ Pense* el agir en tant qu’espéce. En­
trenen avec Dipesh Chakrabarty", comentarios recogidos por Ra/nug Keucheyan, Charlotte
Notdmann y Juhen Vmcent, Revue des O vnis, n * 8 , noviembre-diciembre de 2 0 ! 2.

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LA NATURALEZA ES UN C AM PO DE BATALLA

cen de un lazo intrínseco con las lógicas de las identidades capitalistas,


nacionalistas o socialistas1’. Viniendo de los estudios poscoloniales, que
convirtieron en una especialidad el impugnar todas las formas de uni­
versalismo, esta idea es cuanto menos sorprendente.7
Nuestro análisis parte de la hipótesis exactamente inversa a la de
Chakrabarty. Si se toma en serio la idea de que el cambio clim ático es
inducido, desde mediados del siglo xvm, por el desarrollo económico, y
de que ese desarrollo lleva por nombre “ capitalismo” , es poco probable
que las oposiciones de clase puedan ser trascendidas antes de que se
haya encontrado una solución a la crisis ambiental. En otros términos,
es poco probable que reunir a la especie alrededor de objetivos comunes
sea una condición de la resolución de esta crisis. Ésta supone taf vez,
por el contrario, la radicalización de esas oposiciones, vale decir, la ra-
dicalización de la crítica del capitalismo. Uno se divide en dos, tanto en
materia ambiental como en otras.

Nuestro primer capítulo se titula “ Racismo ambiental” . Nos permitirá


atacar frontalm ente la idea de que la humanidad padece de manera
uniforme las consecuencias de la crisis ecológica. Así como existen
desigualdades económicas o culturales, también se las encuentra en la
relación de los individuos o grupos de individuos con la naturaleza,
tanto con los recursos que ofrece como con la exposición a los efectos
nefastos del desarrollo: polución, catástrofes naturales o industriales,
calidad del agua, acceso a la energía... En ciertos casos, las desigual­
dades ambientales resultan de la acción del Estado, cuyas políticas
están lejos de ser neutras en la materia, como se comprueba en el con­
dado de Warren. En otros, son el fruto de la lógica del mercado entrega­
da a ella misma. En otros más, son la resultante de lógicas económicas
y políticas inextricablemente mezcladas. La “ interseccionalidad" entre
la raza, la ciase y el género, que es objeto de numerosos trabajos en la
actualidad,8 debe así ser completada por una cuarta dimensión, que

7 Chakiatwtly se explicó sobre esto punto. Véase Dipesh Chakrabarty, “ Postcolonial studies and
the challenge of climate chango". N ew üteraty H istüfy. vol 41. it* 1. invierno 2 0 1 2
8 Véase Alexandre Jaunait y Sébastien Chauvm, "Représenter i'intersection. Les théones de
rm tcrscctionnabté a rtpreuve des Sciences sociales", flevue frarqaise de saence pofitiQue,

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KA7.MK1 KEUCHEYAN

viene a complicarla: la naturaleza. Esta misma posee una ontología


(política) altamente problemática, que no se concibe sino en una relación
dialéctica con las otras tres. Aquí nos concentraremos en la cuestión del
racismo ambiental, es decir, en la intersección de la "naturaleza" y de
la "raza". Sin embargo, este fenómeno sólo se puede comprender con
la condición de tener en cuenta el conjunto de las desigualdades en obra
en el seno del sistema.
La financiarización y la guerra; éstas son las dos soluciones que el
capitalismo, desde que existe, aplica a las situaciones de crisis que
atraviesa y al agravamiento de las desigualdades que ellas engendran.
Al generar un capital "ficticio ", las finanzas permiten diferir en el tiem ­
po, y por lo tanto atenuar provisionalmente, las contradicciones inheren­
tes a la producción capitalista (como lo ilustró recientemente el meca­
nismo de las subprim e). Por su parte, la guerra es el fruto de los
inevitables conflictos que generan periódicamente estas contradicciones.
El agotamiento de las oportunidades de ganancia, la necesidad de ase­
gurar el control sobre la extracción y la circulación de los recursos, pero
también el incremento de la impugnación del sistema tienden a conferir
a la conflictividad política un carácter más agudo. Al destruir (literal­
mente) capital, la guerra también permite relanzar la acumulación sobre
nuevas bases.9
Ahora bien, estas dos soluciones son igualmente puestas en marcha
por el capitalismo en respuesta a la crisis ecológica. La financiarización
y la militarización, en otros términos, son las dos reacciones del sistema
frente a esta crisis, y todo el objetivo de esta obra es demostrarlo. El
capítulo II (“ Financiarizar la naturaleza: el seguro de los riesgos clim á­
ticos") remite sobre el aseguramiento de ios riesgos climáticos, una de
las principales formas que revisten hoy las finanzas ambientales. En la
actualidad asistimos a una proliferación de productos financieros "co-

vol. 62, n‘ 1 .2 0 1 2 .
9 El entrelazamiento de la financiarización y de la guerra está en el corazón de la periodización
de larga duración del capitalismo que propone Giovanni Arnghi en The Long TwnUeth Century.
Money, Power, and tbe Origtns ot our Time, Londres. Verso, 2 0 0 9 . [Hay versión en castellano:
E l largo siglo xx Omero y poder en los orígenes de nuestra época, trad. de Carlos Pieíro del
Campo. Madrid. Ediciones Akal. 1999 ]

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I A NATURALEZA ES UN CAMPO DE BATALLA

nectados" con la naturaleza o la biodiversidad: mercados de carbono,


derivados climáticos, bonos de catástrofe... Estos productos apuntan a
amortiguar o administrar las turbulencias económicas y sociales que se
desprenden de la crisis ecológica. No obstante, también tienen por ob­
jetivo sacarles provecho. Participan de la financiarización del capitalismo
en curso en la actualidad, del que mostraremos que también supone la
financiarización de la naturaleza. Por parte del capitalismo, la naturale­
za es hoy objeto de una estrategia de acumulación.
El seguro es una pieza central en este dispositivo. El capitalismo es
un sistema ambivalente. Por un lado es inestable, porque genera innova­
ción (la "destrucción creadora", tan cara a Joseph Schumpeter), globali-
zación, lucha de clases y procesos que ejercen un efecto corrosivo en el
orden social. Como dicen Marx y Engels en El m anifiesto comunista:

Lo que distingue la época burguesa de todas las precedentes es la transfor­


mación incesante de la producción, la continua conmoción de las situacio­
nes sociales, la agitación y la incertidumbre eternas. Í...I Todo cuanto pa­
recía sólido y fijo se evapora.

Por otro lado, el capitalismo requiere estabilidad, sin la cual la in­


versión o la construcción de mercados rentables serian inconcebibles.
¿Cómo se reconcilian estas dos características contradictorias del siste­
ma, la inestabilidad y la estabilidad? En buena parte gracias al meca­
nismo del seguro. Éste perm ite que se asuman riesgos financieros, al
tiem po que se protege la inversión cuando va por mal camino. Ahora
bien, ¿qué ocurre con ese mecanismo del seguro en un contexto que se
ha vuelto cada vez más incierto por la crisis ambiental?
El tercer capítulo {‘‘ Las guerras verdes, o la militarización de la
ecología") atañe a la interrelación creciente de la ecología y de la guerra.
La explotación capitalista de la naturaleza ejerce su influencia en la
evolución de los conflictos armados. La crisis ambiental a la que da lugar
suscita ya un exceso de catástrofes naturales, la escasez de ciertos re­
cursos, crisis alimentarias, una desestabilízación de los polos y los océa­
nos y "refugiados clim áticos” por decenas de millones en el horizonte
para el 2050. De esto resultan guerras verdes o guerras del clima, que

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ftAZMJG K tU C H E rA N

son la traducción en el orden guerrero de la crisis ecológica. El Estado


en general, y los ejércitos en particular, están en primera linea para
gestionar esta "externahdad negativa" muy particular que son los con­
flictos armados. Además de su financiarización, la militarización, pues,
es una potencialidad que la crisis ecológica lleva en sí.
Los militares tienen conciencia de esta interrelación creciente de la
ecología y de la guerra. Desde hace una decena de años, los grandes
ejércitos del planeta, el ejército estadounidense a la cabeza, producen
informes consagrados ai impacto del cambio climático sobre la estrate­
gia m ilitar. ¿Qué consecuencias tendrá este cambio en la manera de
hacer la guerra? Si se admite que el medio ambiente es un dato crucial
de toda situación guerrera, los trastornos que va a experimentar -que ya
experimenta-debido a la crisis ecológica no dejarán de influir en el arte
de la guerra. Sun Tzu y Clausewitz, en suma, están en vías de ser eco-
logizados.10

10 Una precisión terminológica, antes de empezar: la noción de 'crisis ecológica" que empleare­
mos corrientemente designa un entrelazamiento complejo de procesos naturales y sociales en
marcha en la actualidad. Ociamos a un lado las cuestiones epistemológicas, numerosas, que
suscita su uso.

IB
RACISMO A M B IEN T A L

Nuestra raza conservará sus facultades europeas gracias


a la reforestación.

F rangís T rottier, Reboisement et colonisation ( 1876)

El episodio del condado de Warren evocado en la introducción es el acta


de nacimiento del movimiento por la ju s tic ia ambiental. Es el punto de
partida de un ciclo de protesta, una de cuyas expresiones nació en los
Estados Unidos, pero que dispone de importantes ramificaciones Ínter* «,
nacionales y cuya principal característica es poner en relación lo social
-clase, género, raza- y la naturaleza. Este movimiento interactúa con
otras corrientes ecologistas contemporáneas, por ejemplo el movimiento
por la ju sticia clim ática.l Éste establece un lazo entre la crisis clim ática
y las desigualdades Norte-Sur, la lógica centro-periferia. Entre sus rei­
vindicaciones se encuentra sobre todo el reconocimiento de la "deuda
ecológica" contraída por los países del Norte para con aquellos dei Sur,
a todo lo largo de los períodos colonial y poscolonial.2

1 Para una visión de conjunto de estos movimientos, véase Kennelh A. Gould y Tammy L. Lewis
ídir.J, Twenty Lcssons in Eiw roiim ental Sociotogy. Oxíoid. Oxford University Press. 20 0 8 .
cap. 17.
2 Véase Joan Martínez Alier, The EnvtronmcnUhsm o í the Poor A Study ot Ecologtcal Conflicto
and Vaíuation, Northampton, Edward Elgar, 2 0 0 3 . Para una perspectiva reciente sobre los
conflictos ambientales en América Latina, véase Manstella Svampa, “ Nco-»développemen-
lome» extractaste, gouvernemems et mouveinonts sociaux en Amérkjue latine” . Problemas

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RAZMIG KEUCHEVAN

son la traducción en el orden guerrero de la crisis ecológica. El Estado


en general, y los ejércitos en particular, están en prim era línea para
gestionar esta “ externalidad negativa" muy particular que son los con­
flictos armados. Además de su financiarización, la militarización, pues,
es una potencialidad que la crisis ecológica lleva en sí.
Los militares tienen conciencia de esta interrelación creciente de la
ecología y de la guerra. Desde hace una decena de años, tos grandes
ejércitos del planeta, el ejército estadounidense a la cabeza, producen
informes consagrados al impacto del cambio climático sobre la estrate­
gia m ilitar. ¿Qué consecuencias tendrá este cambio en la manera de
hacer la guerra? Si se admite que el medio ambiente es un dato crucial
de toda situación guerrera, los trastornos que va a experimentar -que ya
experimenta- debido a la crisis ecológica no dejarán de influir en el arte
de la guerra. Sun Tzu y Clausewitz, en suma, están en vías de ser eco­
logizados.10

10 Una precisión terminológica, antes de empezar, la noción de 'crisis ecológica'’ que empleare­
mos corrientemente designa un entrelazamiento complejo de procesos naturales y socoles en
marcha en la actualidad. Dejamos a un lado tas cuestiones epistemológicas, numerosas, que
suscita su uso.

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RACISMO A M B IEN T A L

Nuestra raza conservará sus facultades europeas gracias


a ta reforestación.

F rancxxs T rottier. Reboisement et colonisation ( 1876)

El episodio cíe! condado de Warren evocado en la introducción es el acta


de nacimiento del movimiento por la ju s tic ia ambiental. Es el punto de
partida de un ciclo de protesta, una de cuyas expresiones nació en los
Estados Unidos, pero que dispone de importantes ramificaciones ínter- ,
nacionales y cuya principal característica es poner en relación lo social
-clase, género, raza- y la naturaleza. Este movimiento interactúa con
otras corrientes ecologistas contemporáneas, por ejemplo el movimiento
por la ju sticia clim ática.'1 Éste establece un lazo entre la crisis climática
y las desigualdades Norte-Sur, la lógica centro-periferia. Entre sus rei­
vindicaciones se encuentra sobre todo el reconocimiento de la "deuda
ecológica" contraída por los países del Norte para con aquellos del Sur,
a todo lo largo de los periodos colonial y poscolonial.2

1 Para una visión de conjunto de estos movimientos, véase Kenneth A. GooKf y Tammy L Lewis
Idir.J, Trtenly lesson s in Enwo/wnenfáf Sociofogy, Oxford, Oxford Umversily Press. 20 0 8 ,
cap. 17.
2 Véase Joan Martínez Alier. The Envtronmenlahsm o f the Poor. A Study o í Ecológica! Confhcts
and Valuation, Northampton, Edwatd Elgar, 2 0 0 3 . Para una perspectiva reciente sobre los
conflictos ambientales en América Latina, véase Mansíella Svampa, “ Néo-»développemen-
tisme» extractiviste, gouvernements et mouvements sociaux en Aroéóque latine” , Problémes

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RA2MIG KEUCHEYAN

El movimiento por la justicia ambiental, por su parte, remite al


cambio climático y a sus efectos, pero también, de manera más general,
al medio ambiente, incluyendo la gestión de los desechos tóxicos, las
contaminaciones, el acceso a los esparcimientos, la seguridad en el
trabajo... Su especificidad es que plantea la cuestión de las desigualda­
des ecológicas no a escala global, como el movimiento por la justicia
climática, sino a escala de los países. Estas desigualdades son inheren­
tes a la constitución de los Estados-nación modernos. Sin embargo,
fueron invisibilizados en el curso de la historia debido a la mayor rele­
vancia de otros tipos de desigualdades, a la poca consideración de las
cuestiones ambientales por importantes sectores de la sociedad, en
particular por el movimiento obrero, y a la idea de que la naturaleza es
un bien universal accesible a todos, sin distinción de clase, de raza o de
género. Si se mira de cerca, nada es más contrario a la realidad.
El movimiento por la justicia ambiental no surgió ni del movimiento
ecologista, que nace en los años cincuenta, ni del movimiento ambienta­
lista, que aparece en el siglo xix, sino del movimiento de los derechos cí­
vicos. Constituye un efecto diferido, una bifurcación inesperada de este
último, acaecida en el último tercio del siglo xx, en una época en que ese
movimiento empieza a perder fuerza. Como el movimiento de los derechos
cívicos, aparece y se desarrolla primero en el sur de los Estados Unidos,
para no difundirse al conjunto del país sino en un segundo tiempo. Los
modos de acción que pone en marcha -su "repertorio de acción"- están
ampliamente inspirados en ese último movimiento. Sentadas, boicots,
marchas, cortes de rutas... constituyen en efecto la marca de fábrica del
movimiento por los derechos cívicos. Este repertorio de acción se carac­
teriza por su pacifismo fundamental, que apunta a mostrar que la violen­
cia y la represión están del lado del sistema, y no de aquellos que lo
impugnan. El ambientalísmo tradicional, en los Estados Unidos, se carac­
teriza más por su legalismo, es decir, su abordaje a menudo "técnico" o

d'Aménque latine. n° 81. verano 2011. {Hay versiones en castellano: E l ecofogwno de ¡os
pobres. Conflictos ambientóles y {enguates de valoración, Barcelona, icaria, 2005: "Extrecti-
vismo neodesarr olíista y Giro ecoterritonal. ¿Hacia la construcción de una alternativa’ " (versión
original), en Miriam Lang (comp.), Más allá del Desarrollo. Quito, Ecuador, Fundación Rosa
Luxemburgo. 201 l.J

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LA NATURALEZA ES UN CAMPO OE BATALLA

“ experto" de tos problemas ambientales (en Europa sus modos de acción


son diferentes). La primera generación de lideres del movimiento por la
justicia ambiental surgió para muchos del movimiento por los derechos
cívicos. La cuestión de la gestión de los desechos, por otra parte, ya se
había manifestado en el seno de este último. La víspera de su asesinato,
en abril de 1968, Martin Luther King había ido a apoyar una huelga de
los basureros en Memphis, la mayoría de cuyos protagonistas eran negros.
Estos basureros protestaban contra el peligro y la insalubridad de sus
condiciones de trabajo, asi como contra los bajos salarios.
Las categorías populares y las minorías raciales tienen en general una
menor propensión a recurrir a la ley para impedir el enterramiento de
desechos tóxicos cerca de sus barrios. Ésta es una de las razones por las
cuales el Estado se libra de esos desechos en esos lugares. Su capacidad
para movilizarse con eficacia, para adoptar iniciativas, también en princi­
pio es más baja, debido a una dotación en “ capitales" -en el sentido de
Pierre Bourdieu- menor. En cambio, los representantes de las clases su­
periores saben aprovechar los recursos del derecho para hacerse oír. Tam­
bién saben jugar con el temor de los políticos de ser objeto de sanciones
electorales en escrutinios futuros. El fenómeno del NIMBY -"N o t tn my
backyard", "no en mi ja rd ín "- denigrado por el movimiento ecologista
dominante, que designa las estrategias de evitamiento de sacrificios pri­
vados en detrimento del interés general (real o supuesto), no está equita­
tivamente distribuido en la población. Descansa en considerandos de
clase, de raza y de género. La protesta del condado de Warren también
incluía a blancos, por ejemplo granjeros que se negaban a ver sus tierras
contaminadas por el PCB. Se trataba de una coalición de intereses y rei­
vindicaciones heterogéneos, como toda protesta social de amplitud. Pero
la especificidad de este movimiento consistió en visibilizar la injusticia
racial y social que subyace a la gestión de los desechos tóxicos.

Un acontecimiento filosófico

De la revolución rusa, Antonio Gramsci dice en Cuadernos de la cárcel


que se trata de un “ acontecimiento filosófico", que tuvo consecuencias

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RAZMIG KEUCHEYAN

no sólo en el campo político sino en el orden del pensamiento.3 El mo­


vimiento por ia justicia ambiental es también el punto de partida de un
ciclo de elaboración teórica fecunda. En 1987, en las huellas de los
acontecimientos del condado de Warren y de otras movilizaciones del
mismo tipo, aparece un estudio que tiene mucha repercusión: Toxic
Waste and Race in the United States ("Desechos tóxicos y raza en los
Estados Unidos"). Éste establece por primera vez analíticamente aque­
llo que los manifestantes de Carolina del Norte habían observado en el
terreno: que la raza es un factor explicativo, y en muchos casos el prin­
cipal, de la localización de las descargas toxicasen los Estados Unidos.
Sí usted quiere saber dónde tiene más posibilidades de ser sepultado
un depósito de desechos, pregúntese dónde viven los negros, los hispa­
nos, los amerindios y otras minorías raciales. Pregúntese también dónde
se encuentran los barrios pobres. Este estudio fue realizado por la United
Church of Christ, una Iglesia progresista negra, ya muy activa en el mo­
vimiento de los derechos cívicos en los años cincuenta. En el movimien­
to por la justicia ambiental, como en aquel de los derechos cívicos, las
Iglesias desempeñan un papel crucial. Como los negros fueron despo­
seídos de toda institución política autónoma en los Estados Unidos
desde el período de la esclavitud, tienen una función organizadora de la
emancipación, son vectores de lucha.4 Algunas se encuentran en I?
vanguardia de las problemáticas ecológicas.
E! estudio de la United Church of Christ pone de manifiesto la exis­
tencia de un racism o am biental {environm entai racism) en los Estados
Unidos. Esta expresión, con un gran porvenir por delante, es hoy objeto
de elaboraciones tanto académicas como políticas. Es un efecto del
movimiento por la justicia am biental en el orden de la teoría, es un
"acontecimiento filosófico" en el sentido de Gramsci.
La noción de "racismo ambiental’’ fue forjada por el reverendo Ben­
jamín Chavis, quien coordinó el informe sobre la relación entre la raza y
los desechos tóxicos y que en la época era director de la comisión por la

3 Véase Antonio Gramsci, Guerra de mouvement et guene de positrón, textos escogidos y presen-
fados por ftaím ig Keucheyan, París. La Fabrique. 2012, p 66.
4 Véase a este respecto Anthony O berscM i, S ocia l Confi/cts and Social Movements, Prentice
Hall. Englewood Cliffs, 1973.

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LA NATURALEZA ES UN CAMPO DE BATALLA

"justicia racial" de Ja United Church o f Christ. Compañero de ruta de


Martin luth e r King, Chavis es una figura del movimiento por los derechos
cívicos. También presidió, en los años noventa, la National Association
for the Advancement of Coloured People fNAACP), la organización co­
fundada por W. E. B. Du Bois a comienzos del siglo xx. Chavis fue uno
de los miembros de ios "Wilmington Ten", un grupo de m ilitantes por
los derechos cívicos encarcelados a comienzos de los años setenta y cuya
liberación fue objeto de una campaña internacional, apoyada sobre todo
por Amnesty International. En consecuencia, él encarna de maneras
múltiples el lazo existente entre el movimiento por los derechos cívicos
y la justicia ambiental.
Este movim iento produjo efectos legislativos en los decen ios siguien­
tes. En febrero de 1994, el presidente B ill Clinton firma la executive
order 12898, que convierte a la justicia ambiental en un objetivo anun­
ciado de las políticas públicas a escala federal. Este decreto obliga al
Estado a luchar contra las desigualdades ambientales en todas partes
donde afecten a los más desguarnecidos y a las minorías raciales. En
1995, la Environmentai Protection Agency CEPA), la agencia del gobier­
no a cargo de las cuestiones ambientales, publica una Environm entai
justice strategy. Ésta declara que ningún grupo social o étnico debe
soportar una parte "desproporcionada" de los perjuicios ecológicos; en
otras palabras, que estos últimos deben ser tan equitativamente distri­
buidos como sea posible. También afirma que todos los sectores de la
sociedad deben ser parte interesada de la ejecución de las políticas
ambientales en los diferentes niveles del Estado.5 Estas recomendacio­
nes, en cuanto a lo esencial, quedaron en el tintero. La legislación en la
materia tiende a naturalizar las desigualdades ambientales, a presentar­
las como una consecuencia inevitable del desarrollo económico, cuyo
impacto sólo convendría repartir menos injustamente. El movimiento por
la justicia ambiental, por su parte, adopta una actitud menos compla­
ciente y más radical respecto de esas desigualdades.

5 Véase Ékn Laurenl, "Ecología et mégalités", Revue de i'OFCC, vol. 109. n" 2, 20 0 9 .
1
i *

23

i
i
i

I
RAZMIQ KEUCHEYAN

El color de la ecología

Que el movimiento por la justicia ambiental sea en el origen una ema­


nación del movimiento por los derechos cívicos se explica por supuesto
por la centralidad de la cuestión racial en el seno de este último. Pero
esto también se explica por la ausencia casi completa del hecho de que
las organizaciones ambientalistas estadounidenses tradicionales tengan
en cuenta esta dimensión.
A mediados de los años ochenta, la m unicipalidad de Los Angeles
decide instalar un incinerador de desechos en el barrio pobre de South
Central, con mayoría negra e hispana. Este proyecto, afirman las autori­
dades, contribuirá al desarrollo del barrio y generará empleos. Un infor­
me sobre el impacto ambiental de este incinerador, sin embargo, prevé
el vertido de sustancias tóxicas (las dioxinas en particular, también ellas
cancerígenas), que acarrean consecuencias sanitarias potencialmente
graves para las personas que viven en las proximidades.6 Como en el
condado de Warren, los residentes del barrio se movilizaron para hacer
fracasar el proyecto. Con el objeto de establecer una coalición, tomaron
contacto con representantes de las más importantes organizaciones am ­
bientales del país. En los Estados Unidos, éstas son conocidas con el
nombre de Group o f Ten-, el Sierra Club, la Audubon Society, la Wilderness
Society, el WWF o incluso el Environmental Defense Fund. Estas orga­
nizaciones se ubican a mitad de camino entre el lobby y la organización
masiva. Algunas de ellas son asociaciones antiguas -e l Sierra Club, por
ejemplo, fue fundado en 1892 por John Muir (1838-1914), a menudo
presentado como el padre del ambientalismo norteamericano-, que co­
nocieron un rebrote de actividad en los años sesenta y setenta, bajo el
empuje del movimiento ecologista. En la actualidad, el Sierra Club cuen­
ta con más de un m illón y medio de miembros. Su objetivo, como lo

6 Sobre las estrategias de implantación de industrias contaminantes de (as empresas m ultina­


cionales, véase Peter Newell. "Race, class. and the global politics o í environmental inequality",
Global Environmental Poiitics, vol. 5, n*3, agosto de 20 0 5 . Sobre la historia de los incinera­
dores de desechos en Francia, véase Stéphane Frioux e Isabelle Roussel, “ Uincinération des
déchets, bienfait sanitaire ? De l ’ére hygiénistc ¿ la crise de la dioxine (1890-1990)", Envi-
ronnemcnl, Risques et Ssnté. vol. 11, n® 5, septiembre-odubre de 2012.

24
LA NATURALEZA ES UN CAMPO DE BATALLA

indica su hoja de misión, es “ explorar, apreciar y proteger los lugares


salvajes (wtfdplaces) del planeta"7.
Estas asociaciones se negaron a unirse a la coalición de los residen­
tes de South Central. La instalación de un incinerador en un medio ur­
bano, respondieron, no es un problema "ambiental", sino un problema
de “ salud pública" icom m unity bealth ¡ssue es la expresión inglesa
utilizada8). No porque fueran favorables a su construcción, sino porque
oponerse simplemente no entraba en sus prerrogativas. Este episodio no
es el primero en que las relaciones de ciases y de raza llaman a la puer­
ta del ambientalismo estadounidense mainstream y en que éste se nie­
ga a abrirla. Ya en 1972, bajo la presión del movimiento por los derechos
cívicos y otros movimientos contestatarios del momento, el Sierra Club
llevó a cabo una encuesta entre sus miembros para determinar si desea­
ban que la asociación desarrollase políticas específicamente destinadas
a los pobres y a las minorías. Dos tercios de sus miembros respondieron
con una negativa.9 El argumento corrientemente expresado era que la
naturaleza es un bien universal, de la que todo el mundo puede gozar
sin distinciones. Poner en marcha políticas especificas refutaría ese
carácter ‘'trascendental’' de la relación del hombre con la naturaleza.
En esta ocasión, el Sierra Club procedió también a un censo de sus
miembros. Resultó que la aplastante mayoría de estos últimos eran
blancos, de clases medias y superiores. Los comités ejecutivos de las
asociaciones del Group o f Ten no incluían en la época a ningún repre­
sentante de las minorías raciales. Esto es lo que el sociólogo negro Robert
Bullard, uno de los intelectuales orgánicos del movimiento por la justicia
ambiental y autor del clásico Dumping in Dixie. Race. Ciass, and Envi-
ronm ental Quality, llama el ehtfsmo ambiental de los movimientos eco­

7 Véase el sitio del Sierra Club- www.sierraclub.org/. Sobre ia historia de las sociedades de pro­
tección de la naturaleza en Francia desde el siglo xa, véase por ejemplo Stephanie Pmcetl,
"Someonginsof French erwironmentalism. Anexpioration". Forest & Consem tion History, n*
37. abril de 1993.
S Véase Giovanna Di Chin). 'N ature as community The convergente o f environroent and social
justice", en William Cronon (dir.). Uncoinmon Ground. Relhinktng the Human Place in Nature,
Nueva York, WW Norton, 1996, p. 299.
9 Véase Eileen Maura McGurty, “ From NIMBY to civil nghts The origins of the environmental
justice movement", toe. c it.. p. 204

25
RAZMíG KCUCHfYAN

logistas dominantes.10 El color de la ecología no es el verde, sino el


blanco.
El episodio de South Central es sintomático en muchos aspectos.
El "m edio ambiente" es considerado como ajeno a las relaciones de
fuerza sociales. En realidad, es la más política de las entidades. Este
concepto fue objeto de numerosas genealogías en el curso de los anos
recientes, alternativamente categoría científica, filosófica, administrati­
va...11 Adopta una significación diferente según el país en que uno se
encuentre. En la medida en que el medio ambiente es construido por
políticas públicas, la forma Estado-nación influye en sus contornos. El
medio ambiente es también un concepto de clase que, al incluir ciertas
problemáticas, por esa misma razón excluye otras. Así, para el ambien-
talismo estadounidense dominante, los problemas de salud pública sus­
citados por la instalación de un incinerador en un barrio popular no son
problemas ambientales. Un problema ambiental digno de tal nombre,
como lo sugiere la hoja de misión del Sierra Club citada más arriba, es
la wiiderness, la naturaleza salvaje supuestamente intacta, destruida o
mancillada por el hombre, que la asociación se propone devolver a su
pureza original. Esto excluye de entrada de la categoría de los problemas
ambientales a las cuestiones urbanas, ya que la partición ciudad/natu-
raleza es determinante en el seno del movimiento ambientalista en la
mayoría de los países occidentales.
Ahora bien, tanto en los Estados Unidos como en otras partes, es en
las ciudades, en su centro o sus periferias, donde se concentran las
categorías populares y las minorías étnicas. La barrera que erigen las
organizaciones del Group ofTen entre la naturaleza y lo social es también
una barrera entre lo rural y lo urbano. Aquello que le corresponde a uno
no le puede corresponder al otro. Lo que trata de hacer el movimiento
por la justicia ambiental, por el contrario, es derribar esa barrera. Se
trata de un movimiento resueltamente arraigado en un contexto urbano.
La expresión de "ecopopulismo" -populism o en el sentido original de

30 Robcrt 0. Builard. Dumping>n Orne Race. Class. and Envtronmental Quahty, Boulder. Westwew
Press. 2000.
11 Véase por ejemplo, para Francia. Florian Charvoim. L'lnvention de f'environnem ent en Franca.
Cbronique anthropotogíqve d'une irtstitytionnahsoUon, París. La Découverte. 20 03

26
I.A NAl URAlfcZA ES UN CAMPO DE BATALLA

movimiento popular antielitista que se apoya en una representación del


pasado para critica r ei presente- es utilizada en ocasiones a propósito
de esta com ente.12 El populismo histórico, tanto en Rusia como en los
Estados Unidos, tiene un componente agrario muy marcado. La expresión
de “ ecopopulismo", por consiguiente, no conviene sino a condición de
insistir en la dimensión urbana del movimiento por la justicia ambiental.
Una broma en vigor en este movimiento afirma que los negros también
constituyen una "especie en vías de extinción” , por la misma razón que
los delfines o el pigargo de cabeza blanca (el águila emblemática de los
Estados Unidos). Esta broma desvía un enunciado central en el movi­
miento ecologista para llamar ía atención en el lazo entre las cuestiones
racial y ambiental.

£1 huracán Katrína como “ metáfora" de! racismo ambiental

Un acontecimiento sirvió de revelador o de “ metáfora" del racismo am­


biental: el huracán Katrina, acaecido en agosto de 2005. Este episodio
concentró en un espacio-tiempo limitado el conjunto de los parámetros
raciales y ambientales evocados hasta ahora.
El huracán Katrina inundó cerca del 8 0 % del territorio de Nueva
Orleans. Una buena parte de la ciudad está situada por debajo del nivel
del mar, ya que el desarrollo inmobiliario comprometió los humedales
(wetiands) que bordean la costa y que constituían una zona tapón entre
la ciudad y el océano. El balance humano de Katrinaesóe 2 .0 0 0 muer­
tos confirmados. No obstante, lo más probable es que sea muy superior.
Más de un m illón de personas huyeron a los Estados vecinos de Luisia-
na. Una parte de esta migración es definitiva: un tercio de esas personas
no volvió a Nueva Orleans.13 En los días y semanas que siguieron se
produjeron saqueos, que llevaron a la Guardia nacional, compuesta por

12 Véase Andrew S/asz, Scopcpultsm loxtc Waste and (he Mov&nent lar f.nvironmentál Just/ce.
Mmneapolis. Universrty ol Minnesota Press. 1994
13 Pran^ois Gemenne, Géopohtiqu* du cbangemcnt cbmatique. París. Armand Colín, 2009. pp.
73-74. Véase también Romatn Mure!. Katrina. 2005 L'ouragan. l ’Étdt el íes pauvres au» fo ts -
Unís, París, £d«lions de t'CHf.SS. ?010.

27
RA2M1G KEUCHÉYAN

65.000 soldados, a tomar posesión de los lugares.1* Kathnaóio la oca­


sión a las autoridades de la ciudad y del Estado de acelerar su gentrifi-
cación, es decir, expulsar a las poblaciones pobres y a las minorías de
los barrios del centro. Un caso de "doctrina del shock" -en el sentido
de Naomi Klein- si los hay.'5
¿Quiénes fueron las victimas del huracán Katrína? La respuesta a
esta pregunta da la clave de la relación entre las desigualdades sociales
y las catástrofes naturales, en los Estados Unidos pero también más
generalmente. Lograr establecer series estadísticas sólidas y significati­
vas, en este caso, es comparable a una hazaña científica, a tal punto las
informaciones son incompletas o difíciles de obtener ante las autoridades
competentes. La primera temporada de la serie televisada Treme pone
en escenas un personaje femenino-llamado LaDonna Batiste-Williams
que trata de saber lo que ocurrió con su hermano en el momento de la
catástrofe. ¿Está muerto, en la cárcel, cambió de ciudad? Tremees una
serie realista, como The Wire, concebida por el mismo guionista. El vía
crucisde este personaje para reencontrarse con un familiar corresponde
a lo que vivieron cantidad de familias después de la catástrofe.
Los datos disponibles muestran que dos categorías de la población
están sobrerrepresentadas entre las víctimas-, los ancianos y los negros,
en ese orden.1
16 Los ancianos son las primeras víctimas de este tipo de
5
1
4
acontecimiento, por lo menos en los países industrializados. Es una
verificación que también haremos al evocar el balance de la canícula de
2003 en Europa. La movilidad de los ancianos es por definición reduci­
da, su salud más frágil y su aislamiento mayor. Por añadidura, debido a
esa fragilidad, la primera reacción de los ancianos cuando ocurre una
catástrofe consiste en encerrarse en sus casas, lo que a menudo resulta
fatal.

14 Harald Welzer, Les Cuerres du clima!. Poutquoi on lúe au u f s/écle, Parte. Gallimard. 2009.
pp 41-42.1Hay versión en castellano: Guerras climáticas. Por qué mataremos (y nos matarán)
en el siglo m, trad. de Alejandra Obermeier Nasont, Madrid. Katz Editores. 2011 )
15 Naomi Klein, La Stratégie du choc. La montée d'un capitalism o du desabre, París. Artes Sud.
2010. {Hay versión en castellano: La docUina delsñock. £t auge del capitalismo del desastre,
trad. de Isabel Fuentes García y otros, Barcelona, Editorial Paidós, 2007.!
16 Patnck Sharkey, “ Survival and death in New Orleans. An empirical look at the rtuman impact
of Katnna". Journal o f Black Studies, vo¡. 37. n®4. 2007.

28
IA NATURALEZA £ $ UN CAMPO OE BATALLA

¿Qué explica la sobrerrepresentación de los negros entre las vícti­


mas? Estos son numerosos no sólo entre los muertos, sino también
entre las personas desaparecidas. Según las estadísticas disponibles,
Nueva Orleans contaba con un 68% de negros en vísperas del huracán,
y el 8 4 % de las personas desaparecidas son negras.17 Los barrios más
duramente impactados son los más segregados en el plano racial. Los
barrios negros a menudo están situados en las zonas inmediatamente
inundables. Las clases dominantes, en cambio, tienen por costumbre
instalarse en las alturas de las ciudades. Katrina no es la primera inun­
dación que sufrió Nueva Orleans. Hay una memoria colectiva de las
catástrofes, que se traduce espacialmente por una distribución parti­
cular de las clases sociales, que expone a algunas de ellas y protege a
otras. Los negros, por otra parte, fueron socorridos con menor frecuen­
cia y menor rapidez, cuando lo fueron. En cambio, fueron más a menu­
do tomados como blanco por la Guardia nacional durante las opera­
ciones de "pacificación" de la ciudad. El factor raza, además, está
estrechamente ligado al factor clase. Ahora bien, los pobres tienen una
menor propensión a poseer un auto, lo que hace más d ifícil la huida en
caso de catástrofe.
Un acontecimiento como Katrina tiene efectos inmediatos, pero
también consecuencias a más largo plazo. El huracán generó 80 millones
de metros cúbicos de residuos de todo tipo, del más orgánico al más
artificial, o sea, diez veces más que los atentados del 11 de septiembre
de 2 0 0 1 .18 A estos residuos se añaden 350.000 automóviles y 60.000
barcos llevados por las olas, cuyos materiales electrónicos y carburantes
se derramaron en las aguas. Más de 50.000 toneladas de desechos tó­
xicos procedentes de las fábricas de los alrededores completan este
cuadro. Todo esto dio lugar a una contaminación duradera de los suelos,
cuyas consecuencias sanitarias se hacen sentir sobre los habitantes.
K atrina salad es el nombre que dieron estos últimos a las legumbres
procedentes de los jardines comunitarios de la ciudad, cultivados por

17 lb/d., p. <590.
18 Véase Roberl O. Butiard ef a i., Toxtc TVas/t» and Raceat Twenty, 1987-2007, Cleveland, Unit­
ed Chutch of Ctvisl, rnai2o de 2 0 0 7 .

29
K A /M fti KEUCHCYAN

ios sectores populares, una expresión que ironiza sobre las sustancias
tóxicas que contienen.19

La espacialidad del racismo

La noción de racismo ambiental permite tomar conciencia de las des­


igualdades que afectan la relación de los grupos sociales con el medio
ambiente. No obstante, también permite progresar en ía comprensión
de loque es el racismo. El racismo no es una simple cuestión de opinión
o de intención racista, aunque también sea eso. En la época moderna
tiene una dimensión sistémica. Esto significa que, independientemente
de loque piensen, ciertas categorías de individuos -involuntariamente-
sacan provecho de la lógica racista, debido a que están del "buen" lado
de las discriminaciones y que otros las padecen. Esta dimensión sisté­
mica del racismo se declina a su vez de varias maneras. En el caso que
nos ocupa, se expresa por el hecho de que el racismo tiene una espacia-
tidad, que se despliega en el espacio. Como dice Laura Pulido, la más
sofisticada de las teóricas de) racismo ambiental, hay una "sedimenta­
ción espacial de las desigualdades raciales” 20. Ya sea rural o urbano, el
espacio se estructura según lineas de fractura raciales. La metáfora
geológica de la "sedimentación" implica que se trata de un proceso que
se inscribe en la larga duración, que conduce a la rigidez de "capas"
socio-espaciales diferenciadas. El espacio en cuestión es a la vez social
y natural, siendo atrapados los recursos naturales, como vimos, por la
lógica del capital.
El racismo es un fenómeno "m ultiescalar", que se despliega en
varias escalas: la del individuo y de su ideología, la del mercado y de su
lógica de asignación de los bienes, la del Estado y de las políticas públi­
cas que pone en marcha, por ejemplo en materia de gestión de los de­
sechos tóxicos, por último la de las relaciones internacionales y del

19 Ibid., p. 131
20 Véase Laura Pulido. "Rethinking environmental racism. White privilege and urban deveiopment
m Southern California". Armáis ot trie Association o i American Geographers, voL 90, n* 1,
2000. p. 16.

30
ÍA NATURALEZA ES UN CAMPO OE BATALLA

imperialismo. Estas escalas no dejan de interactuar y entrechocarse unas


contra otras. Cuanto más se pasa del nivel microsocial al nivel macroso-
cial, tanto más las fuerzas en obra son abstractas,21 y tanto más se
alejan de !a intencionalidad de los individuos (sin por ello dejar de ser
racistas).
Imaginemos una empresa contaminante que se instala cerca de un
barrio negro en los Estados Unidos, o de un bloque de viviendas sociales
en los suburbios de una gran ciudad francesa donde vive una mayoría
de inmigrantes y descendientes de inmigrantes. La decisión de la em­
presa de instalarse en ese sitio está motivada, hipotéticamente, por un
solo criterio: el precio de! bien inmueble, que desafía toda competencia
en ese sitio. Por lo tanto, es una elección “ racionar', en el sentido de la
economía neoclásica (de la teoría llamada de la "elección racional” ).
¿Se trata de una decisión racista? No si el criterio considerado es la in­
tención, puesto que la única intención de la empresa es minimizar sus
costos.
El problema es que el precio del bien inmueble en ese sitio está
estrechamente correlacionado con la “ sedimentación espacial de las
desigualdades raciales” evocada por Laura Pulido. Si desafía toda com­
petencia es debido a la proximidad de poblaciones segregadas y a las
significaciones sociales negativas vinculadas con esas poblaciones y esos
barrios donde viven. Estas mismas significaciones pueden dar lugar a
infraestructuras y servicios públicos más o menos defectuosos. El mer­
cado. en este sentido, es un mecanismo de asignación que es todo
menos neutro. El proceso de formación de los precios del bien inmueble
internaliza no sólo las contaminaciones sino también la lógica racista.
Por eso en materia de comprensión del racismo, interesarse en las opi­
niones y las intenciones no basta. Se requiere un punto de vista sisté-
mico, porque es el único en condiciones de percibir la dimensión mul-
tiescalar del fenómeno.
Naturalmente, la variable racial no está aislada, se mezcla con otras,
y principalmente con la variable de clase. Esto es lo que aparece cuan-

21 En el sentido de la “ abstracción real' de los marxistes que introduciremos en el capitulo II


(véanse pp. 109*113).

31
RAZMIG KEUCHEYAN

do se compara el racismo ambiental de que son víctimas los negros y los


latinos* en Los Ángeles.22 Estas dos categorías de la población están
sobreexpuestas al riesgo industrial, en particular poluciones y desechos
tóxicos, y a condiciones ambientales degradadas. Pero no por las mismas
razones. En Los Ángeles, los latinos constituyen históricamente una mano
de obra barata. La historia de las olas migratorias provenientes de Amé­
rica Latina es indisociable de la historia industrial de la región. Los lati­
nos siempre vivieron cerca de las zonas industriales y fueron masivamen­
te empleados en las industrias, de manera legal o ilegal. Si fueron y
todavía son víctimas del riesgo industrial, pues, es principalmente en
virtud de su lugar en el proceso de producción, en ia división racial del
trabajo que los ubica en la parte más inferior de la jerarquía salarial.
Los negros no ejercen históricamente la misma función de mano de
obra barata en la historia industrial de la ciudad. Más exactamente, la
ejercen pero de manera más intermitente. De hecho, a menudo viven en
barrios no industrializados, algunos de los cuales son guetos sin vitalidad
industrial. Si son víctimas de racismo ambiental es porque esos barrios
atraen instalaciones contaminantes, específicamente incineradores de
desechos. En consecuencia, no es tanto debido a su lugar en la división
racial del trabajo, contrariamente a los latinos, como del hecho de vivir
en barrios masivamente segregados. Por lo tanto, el factor clase -en el
sentido de la posición en la estratificación social- desempeña un papel
más importante en el caso de los latinos. El factor raza, a la inversa,
ejerce una función determinante en el de los negros, aunque los dos son
importantes en ambos casos. La raza es susceptible de producir una
diferenciación en el interior de una posición de ciase y, a la inversa, la
clase de producir una diferenciación en el interior de una misma perte­
nencia etnorracial.23 A este respecto, es interesante comprobar que los
obreros blancos desde hace largo tiempo abandonaron los barrios en
cuestión, a saber, el barrio latino** y el gueto negro, para instalarse en

* Asi en el origine!. [N. del T.}


22 tbid., p. 31.
23 Para una variante de este argumento, véase Ellen Me»k$ms Wood. “Class, race, and capitalismo
en Díane E. Davis {dir.}. P olítica) Power and Social Tbeory. Londres, EmeraW. 2002.
•* Asi en el original (N. del T.J

32
LA NATURALEZA ES U N CAMPO OE BATALLA

lugares menos expuestos a los riesgos industriales. Esto muestra que ia


clase social, en el caso de Los Ángeles, no explica por sí sola las des­
igualdades ambientales.
En Francia también se observa una segmentación espacio-racial del
mercado de trabajo.24 La pertenencia etnorracial y fas modalidades de
ocupación del espacio (la segregación espacial) interactúan de manera
de desembocar en tasas de desempleo, diferencias de salario, trayecto­
rias profesionales o incluso condiciones de trabajo, muy diferentes según
se pertenezca a la "población mayoritana" o a la inmigración magrebí,
africana o turca, o uno sea descendiente de inmigrantes. Estas desigual­
dades espacio-raciales, por otra parte, no disminuyen con el tiempo. Se
comprueba así que desde 1975 el intervalo de las tasas de desempleo
aumentó entre "nativos" e inmigrantes en Francia y que la intersección
de variables raciales, espaciales y de clase en muchos aspectos permite
dar cuenta de ella.

Saturnismo y lucha de clases

El racismo ambiental no es un fenómeno únicamente estadounidense, ni


mucho menos. Su lógica se despliega, bajo diversas formas, por todos los
confines del mundo. Por ejemplo, existe una expresión de esto en Gran
Bretaña que abarca los contornos de la historia nacional: el racismo rural.25
Históricamente, el countryside es un elemento determinante en la cons­
trucción de la identidad de las clases dominantes inglesas, en la experien­
cia del Englishness, La gentry, es decir, la aristocracia terrateniente, se
construyó en cierta relación con la naturaleza. Que esté tan fuertemente
identificada con la propiedad terrateniente, tanto en el plano económico
como cultural, se explica en parte por ese hecho. Los sectores populares,
pero también los pueblos del imperio convertidos en minorías etnorracia-

24 Véase Mirria Salí, Les Inegahtés éthno-raciales, París, La Découverte, "Repéres” , 2013, cap. 3,
25 Véase Neil Chatoaborti y Jon Garland (dir.), Rural Racism. Londres, Routledge. 2012. Sobre
esta cuestión, véase también Raymond Williams, The Country and the City. Oxtord, Oxlorrt
Unive'sity Press. 1975. [Hay versión en castellano de: El campe y fa ciudad, trad. de Alcira
B ixio. Buenos Aires, Editorial Paidós, 20 01.)

33
RAZMIÜ KEUCHEYAN

les, están excluidos de esa relación privilegiada, una situación que se


perpetúa hasta hoy.2* Por eso, desde los años ochenta, organizaciones
británicas cercanas al movimiento por la justicia ambiental tales como el
Black Environmental NetWork organizan viajes al countryside para esas
minorías.2
27 Es la ocasión para estas últimas de familiarizarse con una
6
naturaleza a la que habitualmente son ajenas y romper asi el lazo exclu­
sivo que mantienen las clases superiores con ella. Es también la ocasión
de entregarse a actividades como la "jardinería cultural", que permite que
personas originarias de un país cultiven plantas que provienen de ese país
y asi, por el lado de la naturaleza, reanudar lazos con él.
Desigualdades de este tipo también ocurren en Francia, aunque las
encuestas que los involucran son mucho menos numerosas y por lo
tanto el conocimiento más incompleto que en el mundo anglosajón. La
íle-de-France, por ejemplo, está atravesada de punta a punta por des­
igualdades ecológicas. Ya sea una serie de variables ambientales, divi­
didas en “ recursos" ambientales: ríos y lagunas, espacios verdes, espa­
cios clasificados, bosques..., y en "desventajas" ambientales: tasas de
dióxido de nitrógeno (N07), polución, zonas inundables, plantas clasifi­
cadas Seveso*. ruido vial, ferroviario, aeroportuario...28 Ya sea por otra
parte cinco variables sociológicas características de las comunas de
Ile-de-France: proporción de cuadros y profesiones intermedias y supe­
riores, ingreso comunal por habitante, tasa de desempleo, porcentaje de
inquilinos y porcentaje de alojamientos sociales. Esta segunda serie de
variables permite determinar la riqueza relativa de un territorio y de sus
habitantes.
¿Qué ocurre cuando estos dos conjuntos de variables se superponen?
¿Qué ocurre cuando la carta de recursos y desventajas ambientales se

26 Véase Roben O Bultard e r s i., Toxic IV.isfó ana Raceal Twenty, 1987-2007, op, cit., p 109.
27 Véase el sitio www bcn nctwork.co.ulV.
• Se traía de la "directiva Seveso" tpor la catástrofe de Seveso ocurrida en Italia en 1976).
nomtHC genérico de una sene de directivas europeos que imponen s los Estados de la Unión
Europea Identificar los sitios industriales donde pueden ocurrir accidentes importantes y man­
tener en ellos un alto nivel de prevención (N del T.]
28 Véase Guillaume Faburel y Sandrine Gueymaid, "fnégalilés emnionnemenííes en región Íle-de-
France; le fóle structuiant des facteurs négatils de renvironoemcnt et des chow politiquea
afféreots” . Espaces. popviatuH\s, sociétés, n° 1.2008.

34
i a n a t u r a le z a es u n c a m p o de b a talla

encuentra con la cíe nivel social? La separación geográfica tradicional*


mente observada entre, por un lado, barrios del Oeste parisino más bien
ricos y, por el otro, barrios del Este no tan bien guarnecidos, incluye
claramente una dimensión ambiental. Las comunas menos favorecidas
en el plano ecológico están principalmente situadas en el Norte y el Este
parisinos, en Seine-Saint-Dems. en el norte de Hauts-de-Seine, en el
sudeste de Val-d'Oise y en la región del aeropuerto de Roissy. Las más
favorecidas, por su parte, se encuentran ai oeste y al sur de la región.
Así, el "4 5 ,5 % de las comunas pertenecientes al conjunto de buena
calidad ambiental son comunas que presentan el perfil sociourbano más
elevado en Íle-de-France [...]. Cerca del 50% de las comunas del con­
junto ambiental de mala calidad son comunas pertenecientes al conjun­
to sociourbano más desfavorecido"*9. La presencia de Zonas urbanas
sensibles (ZUS) en el territorio de una comuna, por añadidura, tiende a
hacer disminuir estadísticamente la calidad de su medio ambiente.
Si se mira de cerca, sin embargo, la situación es más compleja.
Ciertos esparcimientos-por ejemplo un parque departamental o un lago-
pueden existir no lejos de barrios populares y, a la inversa, comunas
relativamente ricas padecer ia presencia de una zona inundable o ruidos
de un aeropuerto. Por consiguiente, se requiere un análisis más fino de
las variables ambientales consideradas. Este análisis permite captar un
aspecto determinante de la lógica de las desigualdades ambientales en
esta región. Cuatro variables principales subyacen a las desigualdades
ambientales entre regiones de la Ile-de-France: los espacios clasificados,
el riesgo industrial Seveso, el ruido de origen ferroviario y el ruido aero-
portuario. Son factores que explican la división entre barrios favorecidos
y desfavorecidos en el plano ambiental. Las otras variables también
están implicadas, pero en menor medida. Ahora bien, tres de estas
cuatro variables están dentro de la categoría de las desventajas, salvo
los espacios clasificados (a saber, los sitios y monumentos históricos, el
patrimonio arquitectónico o paisajístico, etc.). Por lo tanto, un barrio
situado en el lado "bueno" de las desigualdades ambientales no se ca­
racteriza tanto por la posesión de recursos ecológicos particulares como2
9

29 Ibtd., p. 165

35
RA2MIG KEUCHEYAN

por la ausencia de desventajas ambientales. En este caso, las desigual­


dades ambientales, pues, son el resultado de un proceso "negativo” .
Las desigualdades ambientales en íle-de-France implican una d i­
mensión racol.30 Ésta se manifiesta por ejemplo en ei caso del saturnis­
mo, una vieja enfermedad que no obstante vuelve a aparecer en París
en los años ochenta.31 El saturnismo no resurge en cualquier lado. Se lo
observa principalmente en el viejo hábitat degradado, del tipo del que
se encuentra en los barrios populares de la ciudad. Las categorías de ia
población afectadas por ese mal son aquellas que residen en esos in ­
muebles: principalmente en esa época inmigrantes africanos subsaha-
rianos. Una encuesta llevada a cabo en 20 02 a cuenta de la municipa­
lidad de París censa más de un millar de inmuebles insalubres en la
capital.32 El 80% de las personas que viven a llí son inmigrantes, un
tercio de los cuales sin papeles. Se trata de una población muy pobre,
ya que el ingreso mensual del 40% de estas personas es de menos de
3 0 0 euros.
Sobre todo, es el saturnismo infantil el que reaparece en los años
ochenta. En el nivel de baja edad provoca trastornos neurológicos, asi
como anomalías del desarrollo. Su causa es la intoxicación de los niños
por el plomo. Las pinturas empleadas en los inmuebles contenían plomo
hasta mediados del siglo xx, antes de que su uso fuera prohibido. En los
edificios que no fueron renovados desde entonces, siempre hay plomo.
Es la absorción del descascarillado y de los polvos de pintura lo que
provoca el saturnismo. El aire que se respira, como vemos, tiene un tenor
eminentemente político. Su calidad es tanto peor cuanto más bajo se
ubica uno en la escala de las desigualdades. La insalubridad de estos
inmuebles también suscita otras patologías: alergias, afecciones respi­
ratorias o dermatológicas, etc. Por lo tanto, a todas luces hay una geo-

30 Para una visión de coniunto atinente a la dimensión espacial de las desigualdades etnorracia-
les en Francia, véase Mima Salí, te s Inégatités ethno-racoles, op. c it, cap. 4.
31 Anne-Jeannc Naudé. "Le satum iyne. une maladie sociale de l'immigration", Hommes el m i-
grations, n" 1225. mayo-junio de 2000, p. 13. Véase también Buifetin épidémiotogiQue heb-
áomadaKe, 13 de enero de 1992.
32 Paséale Dietrich-Ragon, "Le logement insalubre” , Ssp/tt, enero de 2012, p 67. Para una
historia social de las pocilgas en Francia, véase Roger-Henri Guertand, “ Histoíte des teudis'*,
en Serge Paugam (dir.), L’Exctuston. I'étal des savoirs. París. La Découverte. 1996.

36
LA N ATU RAIE2A ES UN CAMPO DE BATALLA

grafía social y racial de la epidemia, que sigue los contornos de los barrios
populares y las poblaciones más precarias.
El reconocimiento de esta geografía fue lenta. El hecho de que
concierna principalmente a poblaciones subsaharianas dio lugar, en
un primer tiempo, a explicaciones “ culturalistas" por parte de los me­
dios y las autoridades. El plomo se encuentra en los objetos africanos
que adornan esas viviendas, se oyó por ejempío, o incluso la estructu­
ra de las familias africanas involucradas-familia numerosa, poligamia,
e tc .- lleva a los niños a verse librados a ellos mismos. La epidemiolo­
gía comparativa demolió esas alegaciones. Si en Francia los africanos
subsaharianos están afectados por ese mal, en Gran Bretaña se trata
de los niños de origen hindú o pakistaní y en los Estados Unidos de los
niños negros.33 Conclusión: la cultura no tiene nada que ver, el estatu­
to de minoría inmigrante, la segregación espacia! y la posición de
clase todo.
Según las regiones consideradas, los inmigrantes, por lo demás, no
son las únicas víctimas del saturnismo. Situada en el Nord-Pas-de-Calais,
la planta Metaleurop Nord -liquidada en 2 0 0 3 - produce plomo y zinc
desde 1894.34*Esto condujo desde entonces al lanzamiento a la atmós­
fera de importantes cantidades de sustancias tóxicas: plomo, cadmio,
zinc, hidróxido de azufre... Una serie de estudios llevados a emboen la
región demuestran que un 10% de los niños de la región presentan una
plombemia superior a la norma. Treinta y seis asalariados de la planta
Metaleurop son víctimas de saturnismo a fines de los años noventa. El
mercado inmobiliario internalizó esta contaminación, según la misma
lógica que aquella descrita más arriba. En esta región, en efecto, se
comprueba que el mercado inm obiliario pierde un 2 0% de su valor
cuando el tenor en plomo de los suelos en una zona de viviendas supera
el umbral de 1000 ppm (partes por millón), y el 6% cuando ese tenor

33 Anne-Jeanne Naudé, “ Le salurnisme, une maladie socialc de rim m igrahon", loe. cit., p. 17
Referente a los Estados Unidos, véase también Helen Epstein, T e a tí poisonmg The ignorad
scandar, New York fíevtew o í docks. 21 de marzo de 2013.
34 Instituto francés del medio ambiente UFEN), ¿es Syntbéses, edición 20 0 6 , disponible en el
sitio*. hltp.’Me!gateado.fiee.(r/mesdocument$/£our3/terrain/IF£N2006.Les%20inegai>tes%20
environnemntales.pdf.

37
RAZMIG KEUCHEYAN

se ubica entre 5 0 0 y 1.000 ppm.35 Contaminación y formación de pre­


cios, por io tanto, tienden a mteractuar.

Poscolonialismo y crisis ambiental: el conflicto en Darfur

Sin duda, es en un contexto poscolomal como las desigualdades ecoló­


gicas en general, y el racismo ambiental en particular, revisten sus formas
más agudas en la actualidad. En una columna de opinión aparecida en
junio de 20 0 7 en el Washington Post, el secretario general de las Na­
ciones Unidas Ban Ki-moon afirma que el conflicto en Darfur está ligado
a parámetros climáticos: “ No es un azar -declara-si las violencias co­
menzaron en periodo de sequía"363 . Como todos los conflictos poscolo­
7
niales, la guerra en Darfur es la resultante de varios factores entrelazados.
Pero en este punto por lo menos Ban Ki-moon tiene razón: la ecología
del conflicto es determinante para comprender su desencadenamiento
y su desarrollo. Más precisamente, el punto de vista de la ecología polí­
tica es el más adaptado para involucrar la dinámica de los factores en
cuestión.
En el curso de los últimos años, la guerra de Darfur ha sido objeto
de una campaña de sensibilización que pocos conflictos africanos apro­
vecharon. Una coalición internacional que agrupó a decenas de organi­
zaciones e Iglesias, llamada Save Darfur,57 milita desde 2 0 0 4 para de­
tener el "genocidio" y en favor de una intervención de la comunidad
internacional. Cofundada por personalidades como Elie Wiesel o el in­
descriptible George Clooney, esta coalición cuenta entre los apoyos de
su rama francesa a Bernard-Henri Lévy, Patrick Poivre d'Arvor o incluso
Bernard Kouchner. La mayoría de las veces este conflicto es presentado
como una oposición entre "árabes” y “ africanos". Los primeros, proce-

36 Ibió . p. 423. Véase también Gwénael letombe y Bernard Zumdeau. “Gestión des externantes
enviformementaies tfans le ba&sm mimer du Nord-Pasde-Calais : une approche en termes de
píoximité". Oéveioppement durable et tertttoircs. n* 7. 2006.
36 Columna disponible en el s ittt wvrw.washinglonpost.conVivp-dyn/tpntent/articlo/2007/0&l 5/
AR2007061501857.html.
37 Vease el sitio www.savedaffuf.org/.

38
LA NATURALEZA ES UN CAMPO DE BATAU.A

dentes del norte o del extenor del país, serían musulmanes y cometerían
lo esencial de las exacciones. Los “ africanos” , por el contrario, serian
nativos de esta región del oeste de Sudán, que ocupa aproximadamente
una quinta parte de su superficie. La línea divisoria entre estos dos
grupos, pues, es esencialmente percibida como étnica y religiosa.
En este caso, la realidad no puede divergir más de su representación
mediática. La mayoría de los protagonistas de este conflicto son musul­
manes y todos tienen el mismo color de piel.30 Más precisamente, es
imposible distinguir dos "etnias" sobre la base de estos criterios. Hace
sólo veinte años, la idea misma de “ árabes" y de “ africanos" habría sido
incomprensible para los habitantes de Darfur. La percepción de este
conflicto desde su eclosión en 2003 -agravamiento sería más exacto,
puesto que algunos conflictos ocurrieron antes de esa fecha, sobre todo
entre 1987 y 1 9 8 9 - está ampliamente sobredetermmado, en los países
occidentales, por la “ guerra global contra el terrorismo" en curso desde
los atentados del 11 de septiembre de 2 0 0 1 .3
39 La guerra contra el te­
8
rrorismo impone a todos los conflictos de la región un sistema de inter­
pretación fundado en categorías tales como “ musulmanes” "árabes” ,
“ islamistas", “ terroristas” , etc. Considerado como responsable de la
situación, el gobierno de Jartum es un enemigo declarado de Washington
en esta guerra global. El presidente Ornar al Ba^hir tiene una responsa­
bilidad evidente en las masacres, en particular en el armamento de las
milicias yanyauid. Sin embargo, este conflicto se resiste al sistema in­
terpretativo en cuestión. Por otra parte, no todos los yanyauid son "ara-
bes", y todos los “ árabes” distan de pertenecer a estas milicias.40
Darfur está compuesto de diversos clanes. Algunos son nómadas,
otros sedentarios, siendo esta distinción crucial para comprender la
estructura social de la región. Durante largo tiempo la cohabitación
entre nómadas y sedentarios se hizo sin mayores tropiezos. Los granjeros

38 Véase Ale» do Waal, "Counier msurgcncy on the chcap", London Rcv/ew o( Books. vol. 26. n*
15, agosto do 2004
39 Véase Mahmood Mamdani, Sam w s and Survivors. Dárfut, Poltti<\ and the V\r¿' on Terror.
Londres, Veíso. 2009.
40 Véase Florence Bnsset-Foucault. “ Darlur. géneaiogies d’un conflit. Entretien avec Jéróme
Tubiana", Mouvaments, noviembre de 2007

39
RA2 MIG KCUCHÍYAN

sedentarios del clan Fur -D arfur significa “ hogar de los Fur" en árabe,
ya que los Fur eran la principal etnia de la región- autorizaban a los
nómadas, los de la tribu baggara en particular, a pacer en sus tierras. A
partir de los años setenta, una serie de fenómenos climáticos extremos,
no obstante, trastorna los acuerdos existentes. El Sahel es entonces
víctima de terribles sequías, sobre todo entre 1982 y 1985. La defores­
tación se acelera: 5 0 0 .0 0 0 hectáreas de bosques se pierden cada año
de 1990 a 2000.41 La desertificación, la erosión de los suelos, una
pluviometría en baja conducen a la declinación de la producción agríco­
la. Al mismo tiempo que el agua escasea, la población de Darfur aumen­
ta. Pasa de 1,1 millón de habitantes en 1956 a 7,5 millones en 2008.47
Estos fenómenos clim áticos obligan a los grupos en presencia a
adaptarse, en un contexto de escasez creciente de los recursos. Los
pasturajes o bosques accesibles a los nómadas se reducen, y esto tanto
más cuanto que los granjeros, también bajo presión, en adelante ponen
mala cara para darles acceso a sus propiedades. Esto los conduce a
sedentarizarse. Las tensiones se multiplican alrededor de tierras cada
vez menos productivas. La continuación es comprensible. Factores ex-
traambientales acarrean la radicalización del conflicto. Darfur, como el
este y el sur de Sudán, es una región históricamente pobre, excluida del
reparto de poder y de las riquezas, principalmente concentradas alrede­
dor de Jartum. Durante la guerra fría, numerosos conflictos hicieron que
las armas fueran fácilmente disponibles en África, lo que permite armar­
se a los beligerantes. Por añadidura, Darfur comparte una frontera con
Chad, un país en guerra civil casi constante desde los años sesenta, y
otra con la Libia de Gadafi. En el origen, una parte de las milicias yan-
yauid es formada y armada por este último.43
Resultado: el conflicto ocasiona entre 3 0 0 .0 0 0 y 500.000 muertos,
así como 2,5 millones de refugiados. Algunas estimaciones son inferio­
res, giran alrededor de 150.00 0 muertos. Sea como fuere, la violencia
guerrera propiamente dicha no es responsable más que del 25% de los4

4] Younnes Abouyoub. "C lim aic: tfte forgotten culpril. The ecotogical dimensión o í Utc Darfur
eonflict", R&ce>, Gcnaer, and C/ass. val. 19. n * 1-2. 20 1 2 . p. 161.
42 Ibid., p. 164.
4 3 Véase Alcx de Waal, "Counter-insurgency on lite cheap", loe. cu.

40
IA NATURALEZA ES UN CAMPO DE BATALLA

muertos, ya que las enfermedades o la malnutríción resultantes de los


desplazamientos de la población y de las condiciones de vida son la
causa del resto.44 Estas cifras no explican por sí solas la atención deque
es objeto esta guerra en los países occidentales.
La guerra en la República Democrática del Congo, en comparación,
suscitó 5 millones de víctimas desde 1990 (todas las causas confundi­
das) sin que George Clooney se haya preocupado en exceso. Las mujeres
son víctim as de una violencia particular en Darfur, como a menudo
ocurre en el marco de las "nuevas guerras” , que evocaremos en el capi­
tulo III. En la división sexual del trabajo que es vigente en la región, las
mujeres se encargan del aprovisionamiento de agua. Ahora bien, con la
desertificación y una pluviometría declinante, deben recorrer distancias
cada vez más grandes, lo que las expone otro tanto a las violencias de
los hom bres45 Con mucha frecuencia, los hombres no pueden abando­
nar los campos de refugiados, por miedo a ser considerados como com­
batientes y matados. Las mujeres, por ello, son conducidas a asumir una
parte creciente de las actividades.
Lo que los medios occidentales llaman "árabes" son la mayoria de
las veces los exnómadas, mientras que "africanos" designa a las tribus
sedentarias. La presencia musulmana en la región se remonta al siglo
vin, vale decir, a los primeros decenios de la expansión del islam. La idea
de que el conflicto de Darfur resultaría de la intrusión exógena de árabes
musulmanes en una región hasta entonces intacta en el plano étn¡co-re-
ligioso es por lo tanto falsa.
Por supuesto, no es cuestión de sostener que la dimensión "étnica"
del conflicto es una mera invención de los medios. En Darfur. las etnias
sin lugar a dudas existen, y eso por una sencilla razón: fueron creadas
por los colonos británicos. Desde mediados del siglo xvu existe en Darfur
un sultanato. Los británicos toman posesión de la región a fines del siglo
xix y principios del xx, y el período colonial en Sudán dura de 1916 a
1956. Al llegar, los británicos instauran un sistema de derechos de

44 Véase Florence 8nsset*Fot>cault. "Darfur, généatogtes d'un conflit. Entretlen avec JérSme
Tutwana". loe cit.
45 Younnes Abouyoub. "Cllmale: the forgútten culprit The ecologícal dimensión of de Dartur
co n flict", toe. crf . p. 170 ,

A\
RA2M1G K tU C H t'Y A N

propiedad del suelo, que atribuye porciones de tierra a ciertas etnias y


a otras no.46 Este sistema permite, por un lado, controlar a las poblacio­
nes locales -la s tribus de Dartur se habían opuesto decididamente a la
conquista británica-. Por otra parte, permite sacar una ganancia econó­
mica, por intermedio del impuesto, en particular. Una primera cristali­
zación de las "etnias” se hace sobre la base de la propiedad de las tierras
(una base clasista, por lo tanto), que en adelante opondrá a los nómadas
con los sedentarios, aquellos a quienes se atribuyó una tierra y los otros,
bajo el impulso del colonialismo inglés. El conflicto actual es una lejana
consecuencia de ese sistema de propiedad. Por parte de los imperialis­
tas, esa manera de procederes corriente en la época. Es lo que Mahmood
Mamdani llama la estrategia de re-define and rule, "recategorizar y do­
minar” . La oposición entre hutus y tutsis en Ruanda tiene una genealo­
gía comparable.
El sociólogo Harald Welzer dice de Darfur que está entre aquellos
"conflictos que tienen causas ecológicas [... J percibidas como étnicas"47.
Es también, como vimos, el punto de vista de Ban Ki-moon expresado
en el Washington Posten 2007. Sobre la base de loque hemos dicho,
puede afirmarse que están equivocados y a la vez tienen razón. Están
equivocados porque las etnias son objeto de una larga historia en Darfur,
que se remonta a la época colonial, que las volvió reales con el tiempo.
Su modo de existencia es histórico, y percibir el conflicto actual requie­
re comprender esta historia. No obstante, al mismo tiempo tienen razón,
porque esta historia colonial y poscolonial entró en colisión, en el curso
del último medio siglo, con fenómenos climáticos extremos, que condu­
jeron a una cristalización incrementada de las identidades étnicas.

Las desigualdades ecológicas: un enfoque marxista

Las desigualdades ecológicas, una de cuyas formas es el racismo am­


biental, rem iten a una idea sencilla: el capitalismo a la vez supone y

46 fbkt., p. 153.
47 Haraltí Welzer. Les Guvnvs du clim a!, op. d i., p. 103.

42
LA NATURALEZA ES UN CAMPO DE BATALLA

genera desigualdades en la relación con el medio ambiente de los indi­


viduos y grupos de individuos. Si, como dice Marx, el capital es una
“ relación social", esa relación integra en su lógica a la "naturaleza" o el
"medio ambiente". En suma, la intersección entre la clase, la raza y el
género debe ser completada por una cuarta dimensión, que viene a
complicarla ai mismo tiempo que ella misma es complicada por las otras
tres: la naturaleza. El orden y la preponderancia causal de una - o de
vanas- de estas lógicas son cada vez específicas. En ocasiones, las
desigualdades ecológicas se mezclan a otras, al punto de que difícilm en­
te se distinguen de ellas. En otros casos explican otras desigualdades,
como cuando lo que aparece de primera intención como desigualdades
"étnicas” está en realidad basado en desigualdades ambientales. En
otros, agravan lógicas no igualitarias que encuentran su origen en otras
partes. En el régimen capitalista, las desigualdades tienen una dimensión
acumulativa o autorreforzante, aunque en ocasiones ocurre también que
la confrontación de dos formas de desigualdad abre espacios de libertad
para los individuos. La brújula marxista empleada aquí busca en todas
las circunstancias las huellas o los efectos de la lógica del capital y de
la lucha de clases, de ahí una primacía de principio concedida a ese
factor. Pero esta lógica reviste formas singulares según las situaciones.
Que la naturaleza aparezca como exterior a las relaciones sociales,
como “ universal” , debe conducir a interrogar la manera en que ella es
producida en la época moderna, en el sentido en que Henri Lefebvre
habla de una "producción del espacio", en este caso del espacio natu­
ra l.^ El "gran reparto" entre la naturaleza y la cultura fue objeto de
numerosos trabajos en el curso de los últim os decenios, sobre todo por
el lado de la antropología de las ciencias de inspiración “constructivis-
ta"4
49. Bruno Latour, en particular, se hizo una especialidad en demostrar
8
la Indole "construida" de ese gran reparto, en la perspectiva de una
teoría general de la (no) modernidad. No obstante, se trata de una teoría
en el fondo muy poco política, aunque sea expuesta en obras que llevan

48 Henn Lelebvre. la Production de rcspace, París. Económica, 1999. (Hay verstón en casiella
no-. La producción <3et espacio, trad. de Emilio M aiiíne/ GuiiOrroz, Madrid. Capitán $wmg Libros,
2013.1
49 Rajmig Keocheyan. Le Constnjchvisrne Des origines é nos jours, París, Hermán», 20 0 7 .

A3
RAZMIG KEUCHEYAN

por títu lo Políticas de la naturaleza o Las atm ósferas de fa política, o


revistas como C o s m o p o littq u e s La epistemología "pragmatista" de la
que procede la mayoría de estos trabajos no está muy en condiciones de
dar cuenta de la índole sistémica y conflictiva de las desigualdades
ambientales. ¿A qué finalidades políticas sirve el gran reparto entre la
naturaleza y la cultura? ¿En qué está ligado a la lógica del capital, de la
lucha de clases, o a la forma del Estado moderno? ¿En qué medida el
imperialismo y el colonialismo influyeron en este proceso? En vano se
buscarían respuestas a estas cuestiones en los trabajos de Bruno Latour.
Encararlos como marxista, como aquí lo hacemos, supone "conectarlos"
con una teoría del capitalismo y de sus efectos en todas las esferas so­
ciales.
Si miramos de cerca, existen diversos tipos de desigualdades am­
bientales.551 Un primer tipo es aquel que se expresa en el condado de
0
Warren o en South Central: los diferentes sectores de la población no
son iguales frente a las consecuencias nefastas del proceso industrial.
Cuanto más pobre, negro o mujer es uno, o los tres a la vez, tanto más
se padecen los efectos nocivos de este proceso, permaneciendo el resto
constante. Los desechos tóxicos son un ejemplo de efecto de este tipo,
pero hay otros, como la polución de! aire o el saturnismo entre los niños
inmigrantes. Las clases subalternas no son siempre y en todas partes las
primeras víctimas de todos los perjuicios ambientales, de ahí la cláusu­
la “ permaneciendo el resto constante" en nuestra formulación. Los cen­
tros de las ciudades, en los que vive una porción significativa de las
burguesías europeas, son por ejemplo afectados por la circulación auto­
motriz y sus consecuencias en materia de calidad del aire.52 Estos tam-

50 Veas* por ejemplo 8runo Latour, Pohhque de la nature. Comment taire entrer les Sciences en
démocratie, París. La Découverte. 2004. (Hay versión en castellano: Políticas de la naturaleza.
Por una democracia de fa naturaleza. Barcelona. RBA Coleccionadles, 20 12.]
51 Para definiciones que coincidan en parte con la nuestra, véanse Mananne Cbaumel y Stéphane
La Branchtj, "Inégatités écolqgiques: vers queHe défmition toe. cit.-, Cyna Emelianolf, "La
problémalique des inégalités écologiques, un nouveau paysage conceptuer, Écologie &
polilujue, vol. 35. n" 1. 20 0 8 ; Andrev» Szasey Mir.hael Meuser, "Environmental mequalities.
Literature review and proposals for new directions m research and Iheory” . Curren! Socioiogy.
vol. 45, 1997.
52 Véase Wanda Diebolt er a l.. “ Les inégalités écologiques en miheu urbain". Rapport de l'in s *
peclion genérale de l'Environnem enl. ministerio de Ecología y de) desarrollo sustentadlo, abril

44
LA NATURALEZA ES U N CAMPO DE BATALLA

bién tienden a estar no tan bien dotados de espacios verdes como algu­
nos suburbios. No obstante, la lógica del sistema im plica que los
sectores populares son las principales víctimas de estos perjuicios.
Las desigualdades ecológicas, por otra parte, atañen al acceso a los
recursos que ofrece la naturaleza, ya sean estos “ brutos" o mezclados a
dispositivos técnicos. Estos recursos, a su vez, son de dos tipos. En
primer lugar, los bienes naturales “ elementales", como el agua o las
fuentes de energía.- madera, carbón, petróleo... Eso que algunos llaman
los "servicios públicos del medio ambiente” 53. Esos servicios son más o
menos públicos o privados según los países y tas épocas, y la importan­
cia de los recursos involucrados varia con el tiempo.
Las desigualdades de acceso al agua son antiguas. Sin embargo,
tuvieron un rebrote de visibilidad a partir dei último tercio del siglo xx,
debido a las políticas neoliberales de privatización de su producción y
de su distribución. La guerra del agua de Cochabamba, en Bolivia, a
comienzos de los años 2000 y las guerras del agua en América Latina,
de manera más general, son ejemplos de los conflictos que suscitaron.54
Desigualdades de acceso al agua también existen en Francia. En Gua-
yana, el 15% de la población no tiene acceso al agua potable, y esa tasa
se aproxima al 50% en ciertas regiones.55 Una situación análoga se
comprueba en el campo de la electricidad o de la elim inación de los
desechos.56 (Esto sin contar los riesgos naturales a los que por ejemplo
están expuestas las Antillas: terremotos, vulcanismo, ciclones, inunda­
ciones, deslizamientosde berras. Las Antilfas están clasificadas en zona
sísmica ill, loque implicaría la construcción de infraestructuras parasís­
micas, la cual no se hace debido a los costos que traería aparejados)5*.
En la metrópolis, no todos los territorios disponen de un agua de la
misma calidad, o de una relación calidad/precio comparable. Una en­

de 2005, p. 13. Disponible en la dirección: vAvw.ladocumen(ation(rancaise.<r/var/sioragc/ra


pports.publics/0&4000572/0000.pdf.
53 ¡bid.. p. 1.
54 Véase Kennetti A. Goutd y Tammy L Lewis Id irl. Twcnty Lessons m Environmental Sociofogy,
op. cit., pp. 249-250.
55 Wanda Dicbolt eia L "Les inegalités écologiques en miiieu urbain” , toe. cit., p. 52.
56 Instituto francés del medio ambiente UFEN), Les Synthéses, op. cit., p. 420
57 ibid., p. 422.

45
RAZMIG KEU C H tYAN

cuesta reciente señala asi que más de dos millones de personas consu­
men un agua que contiene dosis excesivas de contaminantes (pesticidas,
nitratos, selento), en particular en las regiones agrícolas.58
La pobreza energética es otra forma de desigualdad de acceso a los
recursos. Ésta se define por la ausencia de medios de calentarse, o por
la toxicidad anormal de los combustibles o instalaciones empleados para
hacerlo, que aumentan los riesgos de accidente.59 Grecia representa en
la actualidad un caso típico de pobreza energética. En Atenas se nece­
sitan 1.0 0 0 euros al año para calentar un apartamento de superficie
media con fuel oil. Para calentarlo con madera no se necesitan más que
250.60 La pauperización de la población debido a la crisis conduce a
cantidad de griegos a escoger la segunda opción. Esto llevó a un aumen­
to vertiginoso de cortes ilegales de madera y a una aceleración de la
deforestación. Debido a las medidas de austeridad que supuestamente
iban a enderezar las finanzas del país, se redujo la cantidad de guardias
forestales, facilitando en igual medida los cortes ilegales. La Dirección
General del Medio Ambiente de la Unión Europea -la misma Unión
Europea que impone esas medidas de austeridad a los griegos- se alar­
mó por esa aceleración de la deforestación e invitó al gobierno griego a
tomar las medidas que se imponen.616
2Se estima que la contaminación
del aire en Atenas aumentó cerca del 17% desde el comienzo de la
crisis, justamente debido al incremento de la calefacción con madera.
De ser económica, por lo tanto, la crisis se volvió ecológica y a la inversa.
En Francia, en 2 0 1 2 , a 230.00 0 hogares se les anuló su abono a la
electricidad o al gas en virtud de su incapacidad para pagar las facturas,
osea, e! 20% más que en 201 l . w
Además de los bienes naturales elementales, hay que tener en
cuenta los bienes naturales "secundarios": parques naturales, paisajes.

58 Véase a este respecto el comunicado de la UFC (Unión Federal de los Consumidores! Que
choisir, 20 de marro de 2012: www.quochoisir.ixg/cnvironnement-enefgie/oau/e3u-potable'
communique-qualite-de-í-eau-du-iobinet-en-ffance-l-appel-e-au-secours-de-l-ufc-que-choisir
59 Véase üonel Charles et ai, 'Les múltiples (aceites des mégalilés écologiqucs", Dévefoppement
durable et temtoirea, i»* 9, 2007, p 8.
60 Le Monde, 19 de noviembre de 2012.
61 Le Monde, 2 de lebrero de 2012.
62 Le Monde, 13 de marro de 2013.

46
LA NATURALEZA ES UN CAMPO DE BATALLA

lagos, bosques... lo que se llaman los "atractivos” . También su acceso


está desigualmente distribuido en la población. Está claro que no todos
los atractivos están localizados en barrios ricos, ya que en ocasiones
los barrios populares se encuentran próximos a un bosque o un lago.
Es por ejemplo lo que ocurre en el bloque de viviendas sociales de La
Coudraie, en Poissy (Yveíines), en el suburbio parisino, una de las
barriadas en grandes dificultades de la región.63 La degradación de lo
construido y los problemas sociales conducen a las autoridades a em­
prender un plan de renovación urbana, que prevé la demolición de 500
viviendas y la reubicación de los habitantes. Tratar los problemas so­
ciales como problemas de urbanismo es una costumbre bien instalada
en Francia. Los habitantes se opusieron a este plan de renovación,
porque están apegados a su barrio. Se organizan e impugnan el plan
de renovación con eficacia, consiguiendo evitar la destrucción del blo­
que de viviendas. Ahora bien, uno de los factores que explican el
apego de los habitantes a su barriada cuando se les formula la pregun­
ta es la proximidad del bosque de Poissy. Éste constituye un atractivo
integrado a la estructura de su vida cotidiana y un motivo de valoriza­
ción del espacio en el que viven.
Sin embargo, está claro que la presencia de atractivos está relacio­
nada con parámetros socioeconómicos. Así. una encuesta del INSEE64*
sobre la vivienda, llevada a cabo a comienzos de los años 2000, señala
que sólo el 36% de los habitantes de las "Zonas urbanas sensibles"
CZUS) tienen una opinión positiva de los espacios verdes a su disposición,
o sea, dos veces menos que el resto de la población. La explicación es
sencilla: la cantidad y calidad de esos espacios están ligados al estado
de las finanzas públicas de una comuna o región.65 Cuanto más rica es
una comuna, tanto más dinero pueden consagrar a la construcción o al
mantenimiento de espacios verdes. La presencia de este tipo de espacio,
por otra parte, tiende a hacer aumentar el precio de las tierras y a excluir

63 Véase Mtchel Kokorel* y Didier Lapeyronme, Refútre la a tó . L'avenir des banlteuós, París. Le
Seuil, 2013, pp. 97-98-
64 ' ínsMuf National de la Stattstiquú et (tes Eludes écvnom iqucs, Instituto Nacional de la Es­
tadística y de los Estudios Económicos. |N. del T.|
65 Wanda Diebolt e t a l.. “ Les inégal¡tésécotoR>quesen milieu urbam". toe. crf., p. 17.

47
RAZMIG KEUCHEYAN

a las familias pobres. La lógica del mercado, pues, también aquí produ­
ce efectos de exclusión ambiental.
Las desigualdades ecológicas atañen también a la exposición de las
poblaciones al “ riesgo", ya sea éste natural o industrial: explosión de
una planta química, ruptura de un dique, inundación, diseminación de
OGM*, temblores de tierra, epidemias...66 Ejemplo de riesgo natural
desigualmente distribuido: la canícula de 2003. Ésta suscitó una sobre­
mortalidad de 15.000 personas sólo en Francia y más de 2.000 muertos
solamente en la jornada del 12 de agosto de 2003. El Instituto Nacional
de Vigilancia Sanitaria (INVS) estableció que entre las variables claves
para determinar quiénes fueron las victimas de esta canícula se encuen­
tran la edad -las personas ancianas menos autónomas en particular- y
la categoría socioeconómica, siendo esta última variable la más impor­
tante. Esto es lo que dice un informe del INVS a este respecto:

{...J la categoría obrera siempre es la más riesgosa. Este lazo entre la catego­
ría profesional y el riesgo de defunción puede deberse a una sensibilidad
diferente de las personas en función de su recorrido profesional. También
puede deberse a la desigualdad de las personas ante el riesgo, debido a
condiciones económicas diferentes. La categoría socioprofesional estaba por
ejemplo ligada al número de habitaciones de la vivienda y puede supo­
nerse que las personas que ocupan grandes viviendas pueden protegerse más
fácilmente eligiendo ocupar la habitación menos expuesta al calor.67

También se puede hacer la hipótesis de que la proximidad de hos­


pitales o de médicos, o la mejor o peor salud, una variable claramente
correlacionada con la categoría socioprofesional. tuvieron un impacto
sobre la mortalidad.
Las desigualdades ecológicas también recaen sobre la “ huella" di­
ferenciada de las categorías de la población sobre el medio ambiente.

4 Organismos Genéticamente Modificados. (N. del T.]


66 Manarme Chaumel y Stéphane La 8ranche, "Inégaiités écologiques : veis quelte définiUon
loe. at., p. 104.
67 Informe del Instituto nacional de vigilancia sanitaria (INVS). julio de 2004, p. 48. Disponible en
la dirección: www.mvs,sante.fr/publK:ation5/Z004/chaleur2QQ3_17Q904/rapportj:anicu1e.pdf,

48
LA NATURALEZA ES UN CAMPO DE BATALLA

En otras palabras, hablar del impacto de la sociedad en general sobre la


naturaleza no tiene mucho sentido. Los estudios sobre la cuestión de­
muestran que dicho impacto, en diferentes escalas, está relacionado con
la renta. Así, “ las familias europeas que tienen un bajo impacto sobre el
medio ambiente la mayoría de las veces son hogares monoparentales
(con o sin hijos) con un nivel de ingreso bajo y en los que la persona de
referencia es económicamente inactiva, ya sea más bien joven (menos
de 3 0 años), ya más bien anciana (más de 60 años)''6*. Las familias que
disponen de un ingreso elevado, a la inversa, tienen un impacto negati­
vo más importante sobre el medio ambiente. No obstante, algunos datos
conducen a matizar esta conclusión. Por ejemplo, la categoría de la
población que realiza los trayectos motorizados más largos en la región
parisina es la de los obreros, del orden de 7,4 km por desplazamiento,
lo que es más que las clases medias y superiores.68
69 Esto se explica por
el hecho de que en general viven más lejos de su lugar de trabajo, debi­
do a ingresos menos importantes y al menor costo de la propiedad in­
mobiliaria en la periferia. Esto en modo alguno invalida la comprobación
de la existencia de desigualdades ambientales, pero demuestra que
éstas se mezclan con otros tipos de desigualdades.
El hecho de que los riesgos industriales sean principalmente expe­
rim en ta d o s por los sectores populares es ilustrado por la explosión de la
planta AZF* en septiembre de 2 0 0 1 . Esta catástrofe originó unos trein­
ta muertos y miles de heridos. 2 7 .0 0 0 viviendas fueron afectadas por la
explosión, más de 15.000 de las cuales pertenecían a H L M **70. Después
de la explosión, los edificios más representativos de la ciudad, como el

68 Véase É lo i L a u re n l. “ Écologie e l m é g a lité s " . toe. a t„ p 5 2 Véase ta m b ié n s o b re e s ta c u es tió n


A la in L ip ie tz , “ Économ íe p o litiq u e d e s é c o ta x e s " ,Rapporls du Conseil d'analyse économique.
n * 8 . La D o c u m e n ta tio n F /an ca ise . a b r il d e 1 9 9 8
69 Véase S a lv a d o r Juan. “ L 'm ég a lilé é c o lo g iq u e , u ne n otio n ¿ e ra n ", É c o lo g ie & p o lih q u e . vol. ¿ 5
N 1 1 , 2 0 1 2 , p . 1 52 .
* U n a p la n ta q u ím ic a de fe rtiliz a n te s (A Z o te F e rtilis a n ts ) a c in c o k m d e T o u lo u s e . fN . d e l T.l
" H L M , s ig la q u e corresponde a Habitations ¿ Loy& Modéré, vale d e c ir, V iv ie n d a s de A lq u iler
M o d e ra d o , b a m o s de bloques de e d ific io s id é n tic o s construidos m a s iv a m e n te en la p erife ria para
su a rrie n d o a personas de bajos re curso s, m u c h a s veces inm igrantes. S i b ie n e s te tip o de e dificios
s u e le n e x is tir en m uchos países, n o se c o ns tru y ero n con la m a s tv id a d c o n q u e se h icie ro n en
F ra n c ia , d o n d e a fines de 2 0 0 0 v iv ía n e n e llo s alrededor de 1 0 m illo n e s d e personas. (N . d e l T.]
70 Véase la te s is de Stéphane la lt é , ¿.es Victimes. La formation d'une catégorie sodale improbable
e t se s u s a g e s d a n s l'a c tá m c o í/e c íiV e , P a rís , É cole nórm ale s u p é rie u re , 2 0 0 8 .

49
RAZMIG KEUCHEYAN

Palacio de (os deportes o eí Estadio, donde se destaca todas las semanas


el Toulouse Football Club, fueron rápidamente reconstruidos. Algunos
de los barrios populares adyacentes a la planta, sin embargo, deben
esperar varios dias para que lleguen las ayudas y largos meses para que
las aseguradoras reembolsen los destrozos. Esto dio lugar, sobre todo en
el barrio popular de Mirail, al movimiento de los “ sin ventanas*', aquellos
cuyas ventanas volaron en pedazos en el momento de la explosión, y que
no se beneficiaron con trabajos de reemplazo, o que sólo lo hicieron
tardíamente. Este movimiento presenta un aire de familia muy marcado
con el movimiento por la justicia ambiental.
La ausencia de estadísticas "étnicas” en Francia impide determi­
nar con precisión quiénes fueron las víctim as de la explosión de la
planta, o quiénes participaban en el movimiento de los “sin ventanas".
No obstante, datos recogidos sobre el terreno permiten vislum brar la
amplitud del racismo ambiental que existe en ese lugar. Una petición
de los "sin ventanas" dirigido a la municipalidad por 70 inquilinos de
Mirail, por ejemplo, contiene más de la mitad de nombres con sonori­
dad árabe.71 Las desigualdades sociales y raciales son el fruto de una
lenta sedimentación en Toulouse. Desde los años veinte, un polo quí­
mico se instaló en el sudoeste de la ciudad.72 Durante decenios, el
espacio entre el centro de la ciudad y ese polo se llena de viviendas y
de habitantes, y sobre todo de una mano de obra inmigrante, en buena
parte procedente de Magreb. El barrio de Mirail es construido en los
años sesenta, en contacto inmediato con ese polo. Los barrios burgue­
ses, por su parte, están separados de ellos por parques naturales. La
explosión de AZF, pues, escomo un resumen de las historias industrial
y migratoria de la ciudad.
Esta situación no es propia de Toulouse. Existen en Francia 6 7 0
sitios industriales clasificados Seveso.73 La mayoría se encuentran próxi­
mos a barrios populares, por la simple razón de que allí el precio de la
propiedad inm obiliaria es más bajo. Una ley que data de 2 0 0 3 torna

71 fbtcf.
72 S o b re lo s b a rrio s p o p u la re s de Toulouse, véase M tc h e l Ko'xoretf y D id ie r L a p e y ro n m o , Retsire
¡acité, l'avenirdes baniieoes, op. cit„ cap 2.
73 Le Monde, 1 9 de d ic ie m b re d e 2 0 1 2 .

50
LA NATURALEZA ES UN CAMPO DE BATALLA

obligatoria la ejecución de “ Planes de prevención de los riesgos tecno­


lógicos", que supuestamente reducen los riesgos de catástrofe industrial
y hacen las viviendas más resistentes en caso de explosión. Sin embar­
go. esta ley no funciona demasiado, sobre todo porque una parte de los
gastos de consolidación de los edificios está a cargo de los mismos ha­
bitantes. Por lo tanto, estos son literalmente prisioneros de esos barrios:
no tienen ni los medios de irse, por falta de recursos financieros, ni los
de protegerse de una eventual catástrofe.

Arqueología del racismo ambiental

Explicar la persistencia del racismo ambiental en el mundo social con­


temporáneo supone reubicarlo en una perspectiva histórica, una pers­
pectiva de larga duración. En la época moderna, el carácter indisoluble­
mente mezclado de la raza y de la naturaleza se manifiesta en un
ecosistema particular: la plantación esclavista. La plantación es un hecho
social total, que no deja intacta ninguna esfera. La naturaleza misma es
tomada por su lógica; después de todo, sacar provecho de ella es su fi­
nalidad.
En Miseria de ia filosofía, Marx escribe lo siguiente a propósito de
la esclavitud:

La esclavitud directa es el pivote de nuestra industrialización contemporá­


nea tanto como las máquinas, los créditos, etc. I . . J Sin esclavitud no hay
algodón, y sin algodón no hay industria moderna. Es la esclavitud ia que
valorizó las colonias: son las colonias las que crearon el comercio mundial;
es el comercio m undial la condición sm e q ua non de la industria mecani­
zada a gran escala.

La esclavitud no es un fenómeno de otras épocas que la lógica del


capital habría superado definitivamente. Es una de las matrices de la
civilización industrial en la que evolucionamos. Por esa razón, el tipo de
relaciones sociales que en ella se desarrolla sigue condicionando a las
sociedades actuales.

51
RAZMK1 K£UCHEYAN

mente negra. Una de las más conocidas de estas regiones, situada en


luisiana, va de ia ciudad de Baton Rouge a Nueva Orleans. La llaman
Chemical corridor o cáncer alley. En ese corredor, el porcentaje de cán­
ceres y otras afecciones es más elevado que la media, lo que se explica
sobre todo por la presencia de esas industrias contaminantes.79 Se cierra
el círculo: un proceso que comenzó con la explotación del trabajo de los
esclavos prosigue por la explotación de la salud de sus descendientes.
En el mismo registro, encontramos hoy en China lo que los mismos
chinos llaman "pueblos del cáncer", en los cuales la salud de las pobla­
ciones es puesta en peligro por tasas de contaminación anormalmente
altas ligadas ai desarrollo industrial del país.80 (En este caso no parece
que una etnia fuera particularmente víctima, ya que el fenómeno afecta
al campesinado de manera más indiscriminada).
En los Estados Unidos, los negros no son las únicas víctim as de
racismo ambiental. Los amerindios son objeto de un racismo ambiental
específico, cuya genealogía difiere en parte de aquella de los negros. En
1830, el Congreso estadounidense-Andrew Jackson es entonces presi­
dente-vota el Indian Removal Act, que ordena la deportación de los
amerindios de sus tierras de origen hacia el oeste, más allá del rio Misi-
sipi. Diez años más tarde prácticamente ya no quedan al este de esa
frontera. No sólo los amerindios son expulsados de sus tierras de origen
sino que las reservas en las que viven tienden cada vez más a estar si­
tuadas en proximidad de terrenos m ilitares. Con el poderoso ascenso
económico y m ilita r de los Estados Unidos, el ejército estadounidense
necesita lugares para el ejercicio de sus tropas, pero también para probar
el armamento y en particular, desde los años cuarenta, el arma nuclear.
Así se establece un colonialismo nuclear, que va a localizar los comple­
jos militares nucleares cerca de los territorios ocupados por los Native
Americans, sobre todo el más vasto de esos complejos en Nevada.81 Las

79 Véase M e rril S in g e r. "D o w n cáncer alley. T h e liv e d e x o e rie n c e o f tie a llh a n d e n v iro n m e n la l
s u ffe rin g in L o u is ia n a 's C hem ical c o rrid o r" . Medical Anthropoíogy Qua/t&ly, v o l. 2 5 , n * 2 ,
20J1.
60 Le Monde, 9 d e le b re ro d e 2 0 1 3 .
81 Véase V a le rle L . K u le tz , Temed Deserl. Environmenlal Ruin j'n tbe American West. N u e v a Yorfc,
R outledge, 1 9 9 8 .

64
LA NATURALEZA ES UN CAMPO DE BATALLA

sucesivas administraciones instaladas en Washington hacen lo que pue­


den para ahorrarle esos inconvenientes a las poblaciones blancas. Una
encuesta sistemática que recae en la localización de esos complejos a
escala del país no deja ninguna duda: cuanto más elevados sean los
metros cuadrados ocupados por amerindios en una región, más alta es
la probabilidad de que allí se encuentren instalaciones militares.828
3

Raza y reforestación

También Francia, en el siglo xix, es el sitio de una construcción social y


coionial de la naturaleza. En el capítulo III veremos hasta qué punto el
control de los recursos forestales es un desafío m ilitar crucial desde los
comienzos de la época moderna. Este control pasa por la puesta en
marcha de una verdadera política de "contención” respecto del campe­
sinado y de su libre acceso a dichos recursos. Ahora bien, el desafío no
es solamente m ilitar, también es económico. En efecto, se trata de
transformar los recursos naturales en propiedad privada, en otros térm i­
nos de mercantilizarlos. La mercanlili2ación de la naturaleza a la que
hoy asistimos no es más que la última ola de una larga serie, que co­
mienza con los cercamientos en la Inglaterra del siglo xvn.
En 1842 Karl Marx publica en la Rheinische Zeitung una serie de
artículos consagrados al “ robo de madera"03. Estos textos reaccionan a
un debate consagrado a la regulación del acceso a los bosques vigente
en la época en la Dieta renana. Las autoridades desean entonces poner
un término a la apropiación ¡legal de esos recursos. "Tal es {...] el desa­
fío que se perfila detrás del debate de la Dieta sobre el robo de madera,
observa Daniel Bensaíd en un luminoso prefacio a esos artículos de Marx:
la distinción moderna de lo privado y lo público, y su aplicación al dere-

82 G regoiy H o o k s y C h a d S rm th , " T h e tr e a d m illo l d e s tru c tio n . N a tio n a l sa c rific e afeas a n d N a tiv o


American Soetofcgtcai R&now, vo t. 6 9 , n* 4 . 2 0 0 4 .
A m e ric a n *",
83 Véase Dame! B e n sa íd , Les Dépossédés. Marx, les voteurs efe to n e l le droit des pauv/es. P a rís ,
La Fabrique, ZOO?. Véase ta m b ié n , de t d w a d P. T h o m p s o n , Wtugsand Hunlers The Ortgin
of the Black Act, L o n d re s , P a n th eo n 8ooks, 1 9 7 5 {H a y v e rs ió n en ca s te llan o de: Los despo­
seídos. K art Marx, tos ladrones de madera y el derecho do los pobres, Buenos A ires. P ro m e te o
lib ro s . 2 0 ) 3 . ]

55
RA2MIG KtUCHfYAN

En el contexto de la plantación, la dialéctica amo-esclavo se trans­


forma en dialéctica amo-esclavo-naturaleza.74 El cultivo del algodón, por
ejemplo, supone el encadenamiento de entidades diversas: la fibra de
algodón misma, pero tam bién el agua, los suelos, el sol, un sistema
social y una ideología racistas, tecnologías de coerción (el látigo del amo),
un encuadre legal... En el corazón de esta relación simbiótica se en­
cuentra el trabajo del esclavo. El esclavo realiza la síntesis o la mediación
de estos diferentes elementos, y los pone en movimiento por su trabajo.
Ésa es la razón por la cual en el sur de los Estados Unidos, en el siglo
xix, los esclavos constituyen la forma de propiedad más importante des­
de el punto de vista de su valor financiero. El precio medio de un escla­
vo pasa asi de 300 dólares en 1810 a 800 dólares en 1860, y el con­
junto de los esclavos del país valen cerca de 4 m il millones de dólares,
lo que es más que el ganado o la propiedad de la tierra en la misma
época.75 Por añadidura, la plantación está "conectada" con los mercados
internacionales, en particular los mercados de lo textil, en expansión
permanente en el siglo xix.
Según las circunstancias, la dialéctica amo-esclavo-naturaleza re­
dunda en beneficio de uno u otro de los antagonistas. Por supuesto, el
amo busca sacar el mayor provecho de sus posesiones humanas y natu-
* rales. No obstante, es un objetivo difícil de alcanzar, debido a caracte­
rísticas intrínsecas del algodón. Hasta muy tarde, el algodón es recogido
a mano, ya que la mecanización de su cosecha no da resultados conclu­
yentes. En tales condiciones, la explotación siempre más intensiva de
los esclavos o el aumento de su número por la compra o la reproducción
son las únicas maneras que tiene el amo de incrementar su cosecha. Las
propiedades naturales del algodón, pues, confieren a su producción, a
la lucha de la que es el escenario, una forma particular.
La intensificación de la explotación esclavista tropieza con otro lí­
mite natural: la del cuerpo del esclavo y de loque es capaz de padecer.
Ese cuerpo puede ser brutalizado, pero hasta cierto punto. Como mínimo,

74 Véase M a rk Fiege, Ttte Repubhc of M aíi/re. An Envtronmenlal Hutory of ihe United States.
S e a ttle . U m v e fs ity o f W a s h in g to n P ress. 2 0 1 2 . cap. 3
75 tfwcf.. p. 1 0 3 .

52
LA N ATU RALF/A ES U N CAMPO D£ BATALLA

necesita descansar y alimentarse. Con el objeto de sacarle el mejor


partido sin no obstante romperlo, el amo está obligado a hacer conce­
siones. Es así como los esclavos a veces son autorizados a cultivar un
huerto, que les permite mejorar su dieta cotidiana.'6 Esos huertos ios
conducen a escapar por un tiem po ai dominio del amo y hasta a esca­
parse a secas, puesto que a menudo están situados en la frontera de las
plantaciones, al borde de los bosques, y porque los esclavos con frecuen­
cia van de noche, ya que las jornadas están consagradas a la cosecha
del algodón. Los limites naturales de la explotación, pues, para quienes
son sus víctimas, abren espacios de libertad.
La alianza entre el algodón -e s decir, la naturaleza- y los esclavos
generalmente reviste otras formas. Diversas amenazas pesan sobre el
cultivo del algodón: bacterias, insectos, intemperies, etc. Cuando ocu­
rren, estas calamidades interrumpen el ciclo de producción y permiten
dar un respiro a los esclavos. El control del vientre de las mujeres escla­
vas, por otra parte, es crucial para el plantador, porque la reproducción,
como vimos, es un medio de aumentar la mano de obra y por lo tanto la
producción. Por parte de estas mujeres, pues, el rechazo a procrear
constituye un acto de resistencia, un rechazo a poner en el mundo a
seres que vivirán en la servidumbre.7
77 Ahora bien, azar de la selección
6
natural, el algodón contiene gosipol, una molécula que, cuando es mas­
ticada, reduce la fertilidad. Los esclavos son depositarios de saberes
medicinales sofisticados, en parte importados de África y transmitidos
de generación en generación, del que echan mano en sus estrategias de
resistencia a la opresión.78*
La ecología de la plantación dejó una huella en la estructuración del
espacio en el sur de los Estados Unidos y en las otras regiones del mun­
do donde tenía vigencia, mucho después de la abolición de la esclavitud.
Cuando el Sur comienza a industrializarse, a fines del siglo xix, las in­
dustrias contaminantes se instalan a menudo en los lugares de antiguas
plantaciones, alrededor de las cuales vive una población mayoritaria-

76 tbtd., p . 1 19.
77 ibid., p . 122.
78 Véase E li/a b e lh 0 . 8 l» m , "P ow er, d a n g e r, a n d c o ntro l. S¡ave w om e n ’s p e rc e p tto n o l w ilderness
m i h e n m e ie e n lh c e n tu ry ", Women's Studies. v o l. 3 1 . r?2. enero d e 2 0 0 2 . p p . 2 4 7 -2 6 5 .

53
RAZMIG KcUCHEYAN

cho de propiedad. La importancia cuantitativa del robo de madera, ates­


tiguada por las estadísticas judiciales de la época, ilustra a la vez el vigor
de las prácticas consuetudinarias del derecho de uso y la penalización
creciente de dichas prácticas por la sociedad capitalista en formación".
La cuestión de la naturaleza y de sus usos, pues, se encuentra en el
corazón de la construcción moderna de lo privado y lo público, es decir,
de la consolidación de la propiedad capitalista.
Esta construcción es objeto de una lucha sin cuartel entre clases
sociales. Los campesinos no vacilan en impugnar la política de conten­
ción puesta en marcha por el Estado. En 1829 tiene lugar en Ariége la
"guerra de las señoritas", una rebelión campesina que toma por blanco
a los propietarios terratenientes y a los guardias forestales. Esta rebelión
toma su nombre del hecho de que los campesinos se habían disfrazado
de mujeres para sorprender a sus adversarios. Los años 1830 y 1840,
más generalmente, son el escenario de violencias recurrentes hacia los
guardias forestales. Es particularmente lo que ocurre en la revolución de
1848, donde esta dimensión a menudo es pasada por alto.84 Los guardias
forestales son el símbolo de la "creciente penalización" del uso de los
bosques de que habla Daniel Bensaíd. Un primer frente para la apropia­
ción de los recursos naturales, pues, atraviesa la metrópolis. Por un lado
se enfrentarán las clases subalternas, campesinado a la cabeza, y por el
otro los propietarios terratenientes y el Estado.
No obstante, un segundo frente separa la metrópolis de las colonias.
En la metrópolis, la naturaleza es connotada cada vez más positivamen­
te en el siglo xix. En los bosques se encarna la memoria colectiva de
Francia, que vincula el tiem po presente con las etapas gloriosas de la
historia nacional.85 En este sentido, los bosques son parte integrante de
la historia de Francia. La noción de "patrimonio" emerge en esta época,
y se aplica tanto a la naturaleza como a objetos culturales. En esos
tiempos de trastornos revolucionarios, desde fines del siglo xvm, los bos­
ques constituyen un abra de estabilidad, loque por supuesto no impide

84 C a fo lin c Ford. “ N a tu re . c u ltu r e , arid conservaron in France and h e r c o lo n ie s . 1 8 4 0 1 9 4 0 " ,


Past and Present, n" 1 8 3 . m a y o d e 2 0 0 4 , p . 1 80
85 K>«d.,p.l8l.

56
LA N A fU R A iE Z A ES UN CAMPO D£ BATALLA

que sean también explotados con fines económicos o militares. Por eso
se debe hacer todo cuanto sea necesario para preservarlos.
En las colonias, los bosques también son objeto de políticas de
conservación, pero por razones diferentes. Como lo escribe el agrónomo
Frangois Trottier en la frase puesta como epígrafe de este capítulo, sa­
cado de una obra significativamente titulada Reboisement et colonisation
(Reforestación y colonización] (1 8 7 6 ); “ Nuestra raza conservará sus
facultades europeas gracias a la re fo re s ta c ió n L a degradación de la
naturaleza es percibida como una amenaza para la civilización (europea).
No sólo porque es un recurso del que es posible sacar provecho sino
porque, como el medio ambiente forja el carácter, su deterioro conduci­
rá necesariamente a un debilitamiento de este último. Se habló a este
respecto de orientalismo clim ático:** la superioridad de las razas euro­
peas está ligada, entre otras cosas, a su capacidad de cuidar su medio
ambiente. A cambio, éste ejerce una influencia positiva en el carácter
de sus representantes. A la inversa, las poblaciones "orientales" dejan
que se degrade el medio ambiente, lo que es a la vez un síntoma y una
causa de su degeneración. En tales condiciones, se debe hacer todo lo
que sea necesario para que los europeos establecidos en África o en Asia
no sucumban también a esta naturaleza degradada.
En la segunda mitad del siglc^ xix aparecen en Francia algunas orga­
nizaciones similares a las del Group o f Ten estadounidense más arriba
evocado. En 1872 se crea el Club alpino, en 1890 el Touring Club y en
1901 la Sociedad para la protección de los paisajes. La Liga por la re-
forestación de Argelia, por su parte, es fundada en 1882. Estas organi­
zaciones desempeñan un papel importante en la patrimoníalización de
la naturaleza, vale decir, en la definición de una naturaleza patriótica.
El Club alpino, por ejemplo, crea explícitamente un lazo entre el amor
por la montaña y el amor por la patria. Mantiene relaciones estrechas
con el ejército francés. En los últimos decenios del siglo xix, sus respon­
sables convencen así al ejército de que establezca unidades militares en
esquí para garantizar la seguridad de las zonas fronterizas en la monta-

as V éase F a b le n L och e r y JeanFJapt>ste F re s s o *. “ M o de rm ty's (ra il c lim a te . A c h rrtó ’. o h a io r y o l


e n v tr c m n e n te i re tta u v ity ” , tnqutry. v o l. 3 8 . nt> 3 , primavera 2 0 1 2 -

57
RA2MK» KEUGHEYA^

ña.87 El objetivo es no sólo asegurar el espacio alpino sino también


alentar a la población a acercarse, ya que la montaña tiene virtudes re-
generativas sobre el carácter. La historia de! esquí en Francia es una
historia militar.

Purificar la naturaleza...

La naturaleza moderna se opone casi punto por punto a la ciudad mo­


derna.88 Es el lugar donde, desde la segunda mitad del siglo xix, las
clases medias y superiores blancas vienen a refugiarse del ruido y el
furor de las metrópolis. Los principales beneficiarios de la civilización
del capital, en consecuencia, son también aquellos que disponen de los
medios de escaparse de ella. Por supuesto, no siempre la naturaleza fue
connotada positivamente, ni mucho menos. Durante largo tiem po es
considerada como lo opuesto a la civilización, como un lugar de salva­
jismo que inspira el terror. En el curso del siglo xix, sin embargo, las
valencias de la naturaleza y de la cultura, de lo rural y lo urbano, se in­
vierten progresivamente. El movimiento romántico, cuyos representantes
sacralizan la naturaleza, es a la vez una causa y una consecuencia de
esta inversión. Como dice Theodor Adorno en su "Discurso sobre lírica
y sociedad” , esa sacralización de la natura\eza sólo es concebible en un
contexto donde el individuo se siente cada vez más alienado respecto de
las evoluciones de la sociedad. Los dos procesos que son la alienación
social y la valorización de la naturaleza son en ese sentido concomitan­
tes.89 La tesis de Adorno, más precisamente, es que la naturaleza ve su
prestigio realzado en los períodos de derrota y de normalización políticas,

87 Yann D ro u e t y A n to m e L u c ia n i. ' A ('o rig in e d u s k i fr a n já is Le dtscours c o m m u n d e l’a rm é e e t


d u C lu b a lp in f r a n já is (1 9 0 2 - 1 9 0 7 ) " , S tops, v o l ? ! . n * 1. 2 0 0 6 .
88 Véase Williem Crown, "The frouWe mlh wilderness: or. gellmg Dack lo lito m o n g n a tu re ", en
Wiliiam Crown tdir,), tlncom m on Ground R e lh in k in g i he Hum an P lace in Nature. o p c ¡t.
89 Véanse T h e o do r W . A dorno. “ Discours s u r la p oé sie ly riq u e e t la s o c ié lé " . Notes su r la littéralu re.
P arís, F ia m m a n o n . 1 9 8 4 ; H a rtm u t S te n ze l. " É v o lu tio n e t fo n c tio n c ritiq u e d u c o n c e p t de
n a tu rc d a n s la litté ra tu re rom antíque e t dao s le s o c ia lis m o u lo p iq u e , ffom a rifism e . n° 3 0 . 1 9 8 0 .
[H a y ve rs ió n e n c a s te lla n o de: Ñolas sobre litera tura , tra d . de M a nuel S acristán. M a d rid . E d i­
c io n e s A k a l, 2 0 0 3 .1

58
I.A NATURALEZA ES UN CAMPO OE BATALLA

como bajo la monarquía de Julio, cuando los afectos investidos en la


transformación revolucionaria de la sociedad fueron decepcionados.
El poderoso ascenso del movimiento y de los partidos ecologistas a
partir de la segunda m itad del los años setenta, en el momento en que
la fuerza propulsiva de mayo de 1968 se agota, se explica tal vez por el
mismo fenómeno. Sin embargo, por lo menos en ciertos países, la emer­
gencia de este movimiento se hace al mismo tiempo y no después de la
decadencia de los movimientos de los años sesenta y setenta.90 S itent
Spring, de Rachel Carson, es un bestsellerdesde 1962. El eslogan "Give
earth a chance'1, por su parte, está directamente calcado de "Give pea-
ce a chance” . Un movimiento tan complejo como el movimiento ecolo­
gista es forzosamente el producto de procesos múltiples y discordantes.
La estética de lo sublime, cuya forma moderna es fijada por Edmund
Burke y por Kant, participa de la tendencia a sacralizar la naturaleza. El
hecho de que Burke haya sido el primero y el más inteligente de los opo­
sitores a la Revolución francesa no es fortuito. Las revoluciones políticas
modernas, así como la revolución industrial, se desarrollan en cuanto a lo
esencial en el medio urbano. Es en tas ciudades donde toma su lugar la
"aceleración'' de las temporalidadescaracterísticas de la vida moderna.91*
El conservadurismo de Burke es el revés de esa aceleración. En sus Re­
flexiones sobre la R evolución en Francia le opone la constancia de las
instituciones del Antiguo Régimen, lasque pasaron el "test del tiempo".
La naturaleza, en este contexto, se vuelve poco a poco un abra de estabi­
lidad. Es el reflejo invertido de la civilización de! capital. En este sentido,
es también un puro producto de ella. Escapando por un tiempo a la alie­
nación del mundo moderno, el burgués o el aristócrata (según los países)
encuentra en ella una forma de autenticidad. Por cierto, no en todas
partes y siempre la naturaleza es connotada positivamente en el siglo xix,
ni mucho menos. Basta con pensar en el desprecio que le consagra Bau-

90 Véase A d a m R om e. “ « G ive e a rth a chance». The e n v iro n m e n ta l m ovem ent a n d th e s ix iie s * '.
The Journal ot American History, se ptie m b re d e 2 0 0 3 .
91 Accélóration. Unecriliqvosociale do lempa, París.
Vease H artm ut Rosa. La D écooverte. 2 0 1 0 .
* D en om inación q u e se d a a l p e rio d o tra n s c u rrid o e n tre e l tm a l d e la Segunda G uerra M u n d ia l y
1 9 7 3 , alto de >a c r is is d e l p e tró le o . Fueron tos año s d e l c r e c im ie n to del c a p ita lis m o y d e l lla ­
m a do Estado d e l b ie n e s ta r

59
RAZMIG KEUCIIEYAN

delaire, por ejemplo en El p in to r de la vida moderna (1863), y en su ce­


lebración del artificio. Pero esta búsqueda de autenticidad se vuelve poco
a poco, en esa época, una "experiencia de clase" -para retomar una ter­
minología empleada por E. P. Thompson con otro propósito- adosada a
cierta representación de la naturaleza. Son susceptibles de hacer esta
experiencia aquellos que tienen acceso a esta última, que, en otros térmi­
nos, tienen el tiempo y los medios de hacerlo. Están excluidos aquellos
que continuamente deben vender su fuerza de trabajo para vivir.
Con el desarrollo económico y el aumento de las clases medias, en
particular durante los Treinta Gloriosos*, esta experiencia de clase se
vuelve accesible, en una form a ciertamente alterada, a una cantidad
creciente de individuos. La naturaleza se democratiza. Las familias ad­
quieren uno o dos autos, lo que les permite ir a los parques naturales o
a la montana. La "sociedad de consumo" que aparece en ese momento
incluye el consumo de la naturaleza. Ese lazo entre el consumismo as­
cendente y la naturaleza es evocado por el economista John Kenneth
Galbraith ya en 1958 97 Una parte significativa de la población perma­
nece excluida de esta democratización, incluso después de los Treinta
Gloriosos. Para los más pobres y los menos blancos, el medio ambiente
es a lo sumo una noción abstracta, en el peor de los casos un argumen­
to empleado por los podejes públicos para desviar la atención de sus
problemas. Como dice Cari Stokes, intendente de Cleveland de 1968 a
1971 y primer representante electo negro de una gran ciudad nortea­
mericana, "la obsesión de la nación por el medio ambiente hizo posible
lo que George Wallace no había logrado hacer: desviar la atención de los
problemas de los negros norteamericanos" (George Wallace era un de­
mócrata de Alabama partidario de la segregación racial)93. La idea de

* D e n o m in a c ió n q u e se d e a l p e rio d o tra n s c u rrid o entre el Im a l d e la S e g u n d a G u a ra M u n d ia l y


1 9 7 3 . ¿ ñ o de ia c r is is d e l p e tró le o . F u e ro n los años d e l c r e c im ie n to d e l c a p ita lis m o y d e l lla ­
m a d o E sta d o del b ie n es tar.
92 Véase J o h n K. G a lb ra ith , TheAfffuent Society, Nueva York, H a rc o u rt. 1 9 9 8 . S o b re e s té p u n to ,
véase ta m b ié n R a m a c h a nd ra G u h a . “ R a d ic a l Am erican e n v iro n m e n la lis m a n d w ildcrness p re s ­
Envúonmental Ethics, rf*
e r v a r o n . A t h ir d w orld c r itiq u e '* , 1 1 , 1 9 8 9 , p . 7 . [H ay v ersión en
c a s te lla n o efe- Le sociedad opulenta, tra d . d e Fabián E stapé, B a rc e lo n a . E d ito ria l A rie l. 1973.1
93 C ria d o p or E iteen M a ura M c G u rty . " F r o m N IM B Y to c iv il n g h ts . T h e o n g m s o t th o e nviro nm e o -
ta l lu s tic e m o v e m e n r . loe. cit., p. 3 0S .

60
IA NATURALEZA ES U N CAMPO OE BATALLA

que los problemas “ ambientales’1-estrechamente definidos-se oponen


a las reivindicaciones de las minorías étnicas y del movimiento obrero
está profundamente arraigada en la época, como lo está en muchos
aspectos en la actualidad.

...y naturalizar la raza

Si la naturaleza fue objeto de definiciones de clase, de género y de raza


en los siglos xix y xx, a cambio participó en la construcción y la consoli­
dación de esas categorías. En otros términos, raza, clase, género y na­
turaleza fueron objeto de una construcción conjunta en la época moder­
na. La emergencia de la w ifdem ess en el siglo xix es indisociable de
aquella, históricamente concomitante, de la whiteness, es decir, de la
blancura.949
5La ciudad es sucia y oscura, y es ahí donde se encuentran
esos individuos sucios y oscuros por excelencia que son los negros, los
inmigrantes (irlandeses, italianos, polacos...) y los obreros, que por otra
parte a menudo son las mismas personas. En su historia ambiental de
los Estados Unidos, Mark Fiege vuelve sobre la historia urbana de la
ciudad de Topeka, la capital del Estado de Kansas.94 Se trata de una
ciudad importante en la emergencia del movimiento por los derechos
cívicos, puesto que fue a propósito de sus escuelas cuando el Tribunal
Supremo de los Estados Unidos promugó en 1954 el decreto Brown v.
Board o f Education, poniendo fin a la segregación racial en los estable­
cimientos escolares.
En Topeka, los barrios negros se ubican sistemáticamente en la
parte baja de la ciudad, en las zonas inundables. Los barrios más ricos,
por el contrario, se encuentran en su mayoría en las alturas de la ciudad.
En las primeras décadas del siglo xx, el 60% de las víctimas de inunda­
ciones son negros, fenómeno que se observó un siglo más tarde en

94 Véase C a ro ly n M e rch a n t, “ S h a de s o t d a rk n e s s . R ace a n d e n v lro n m e n ta t h js to ry '* , Em iron m efí-


ta l H ts lo ry, v o l. 8 , n® 3 . 2 0 0 3 . V éase ta m b ié n , de la m is m a a u to ra . Th e D eath o t Nature.
W om en. £ c ology, a n d The S c te n tific Revoh/tion. N ueva York, H arper, 1 9 9 0
95 Véase M a rk F ie g e , The Republtc o t N a tu re , A n Environm entat H is to ry o f th e U n ite d States, op.
c il. , c a p . 8

61
RAZMIG KEUCHEYAN

Nueva Orleans, en ocasión del pasaje del huracán Katrina. En la actua­


lidad, una comprobación del mismo tipo, por otra parte, puede hacerse
a escala de la "vi Ila miseria* global "w . Los nombres de los barrios negros
de Topeka evocan asi la negrura, la suciedad o la bajeza: se llaman
Mudtown o Bottoms. En las representaciones ordinarias de la época, las
analogías con el carácter o el aspecto de las personas que allí viven son
frecuentes. El fin del siglo x»x y comienzos del xx corresponden al naci­
miento de las ciencias sociales, en las cuales la influencia del medio
ambiente sobre los individuos es cada vez más afirmada, inclusive en
teóricos de la liberación negra como W. E. 8. Du Bois.97
La blancura, whiteness, es el antónimo de esa suciedad y de esa
oscuridad, es sinónimo de pureza.98 Esa pureza caracteriza no sólo a las
clases dominantes blancas y a sus barrios sino también a la naturaleza,
que es su espacio privilegiado. Como dice John Muir, el fundador del
Sierra Club, "nada verdaderamente salvaje es impuro" {nothing tru ly wild
es unclean), ya que la impureza es un mal que nació en la civilización,
en la ciudad. M uir por supuesto no es el inventor de esta idea. Se la
encuentra en una forma diferente, un siglo antes, en Rousseau." La
diferencia es que con el poderoso ascenso de las categorías raciales a lo
largo de todo el siglo xix, en los Estados Unidos pero también más gene­
ralmente, idea entra en interacción y se arraiga en un sistema polí­
tico y económico racializado. Wifderness y whiteness, pues, son dos ca­
tegorías -más precisamente dos instituciones- que se apoyan una a otra.4

4 E n e l o rig in a l bióonviU e, co nce p to q u e tie n e d ife re n te s a p e la tiv o s según el país h isp a no h a b ía n le :


com o lo h e m o s tra d u c id o en Argentina, " c a n ie g r il" en U rug u a y, “ población c a lla m p a " e n C h ite ,
"b a rrio de c h a b o la s e n España” , "v iv ie n d a p o p u la r" e n C olo m b ia, "p u e b lo s jó v e n e s " en P e rú ...
S ie n d o u na e xp re s ió n s u rgid a del habla pop u la r, n o h a y d o s q ue sean iguales 1N. d e l T.J
96 Véase M ik e O avis. P ia n e t o I S lvm s. Londres, V erso, 2 0 0 7 . [H a y versión en c a s te lla n o P laneta
d e c iudades m is e ria , tra d de José M a na A m c x o to S a lid o , Tres Cantos. Foca, 2 0 0 7 . t
97 S obre las a n a lo g ía s e n tre e l ca rácte r d e lo s p e rs o n a je s y e l m e d io a m b ie n te en e l c u a l s e m u e ­
ven en la lite ra tu ra d e l s ig lo xa. y p a rtic u la rm e n te e n B a lra c , véase Franco M o re tti, Th e B o u r
geoís. B e tm e n H rstory a n d Literature, L ondres. V erso. 2 0 1 3 . p. 9 2 .
98 Véase a e s te re s p e c to M á x im e C ervulle. “ C ió e n títé b la n c h e e t $a c ritiq u e . L es c n h c a l w hite
stuehes en deb a » ", e n M á xim e Quijoux et a i, C u ltu re s e t m ógahlés. Enquéte sur ¡es d im enstons
e u ltu re lle s d e s ra p p o rts so cia u x. P arís. L 'H a rm a lta n , 2 0 1 1 .
99 Véase Joan S ta ro b in s k i. J e a n J x q u e s R o u s s e a u la transparonce et f'o b s tx le , P arís, G a llim a rd .
1 9 7 6 , c a p . 2 . (H a y v e rs ió n en c astellano: Je a n -Js c q u e s Rousseau. La transparencia y et o bs­
táculo. tra d . d e S a n tia g o González N uriega, M a d r id , T a u ru s E d icion e s. I9 8 3 .J

62
LA NATURALEZA ES UN CAMPO DE BATALLA

La naturaleza estadounidense no es "pura" sino en la medida en


que ese grupo sucio y oscuro por excelencia que son los amerindios ha
sido extirpado de ella. Al mismo tiempo que los negros pero según mo-
dalidades diferentes, estos son los grandes excluidos de la “ naturaleza"
en vías de construcción en esa época. Esa exclusión por la masacre o la
ubicación en reservas es una condición para que turistas blancos de
clases medias y superiores puedan experimentar la autenticidad de los
ríos, cañones, bosques, montañas, animales salvajes, etc. Como dice
Carolyn Merchant, pues, hay una historia am biental de la raza: en otras
palabras, la blancura y la experiencia de sí que la acompaña son defini­
das ambientalmente.100
Esta historia ambiental de la raza mantiene relaciones complejas
con el género. Algunas epistemologías feministas actuales establecen
de buena gana una analogía entre la dominación del hombre sobre la
mujer y la dominación del hombre sobre la naturaleza. Desde este pun­
to de vista, el desarrollo económico, pero también el conocimiento cien­
tífico, son posibilitados por la sujeción de la naturaleza -en el doble
sentido de "dominar" y de "tomar por sujeto de estudio"- y por el so­
metimiento de las mujeres. Este sometimiento, en materia económica,
se expresa por la explotación de que son objeto en el hogar familiar y, en
el campo científico, por la exclusión de saberes (supuestamente) "feme­
ninos" del conocimiento científico legítimo.
La naturaleza complica las relaciones de "engendramiento mutuo"
existente entre las categorías raciales y las categorías sexuales desde el
siglo xvni.101 Como lo mostró Elsa Dorlin, la relación entre estas últimas
es por un lado analógica, es decir, que su construcción conjunta se
opera por cercanía y diferenciación. Pero también es histórica, ya que
las categorías raciales son en parte derivadas de las categorías sexuales,
de ahí la idea de "m a triz de la raza", que da su titulo a una obra de
Dorlin. Así, la diferenciación entre los sexos es uno de los criterios que
permiten jerarquizar las razas en el umbral de la época moderna. Si los

100 Véase Carolyn M e rc h a n t. " S h a d e s o t darkness R ace a n d e n v iro n m e n ta l h is to ry ", loe. o t., p
380.
101 E lsa D o rlin , La Matnce de la race. Généato&e sexuelle et colontale de la Natton trangaise,
P a rís. La D éco u ve rie , 2 0 0 9 .

63
RAZMIG KEUCHEYAN

africanos son considerados como una raza inferior es porque los hombres
africanos son imberbes, vale decir, poco diferenciados de las mujeres de
la misma raza. Un análisis más fino debe poder establecer aquello que,
en la relación entre la naturaleza y esas otras formas de categorización,
es del orden de la analogía o de la derivación. No se dice que el análisis
sea el mismo para cada país; lo contrario es incluso seguro. Porque esa
relación ocurre en historias nacionalesy dispositivos estatales singulares.

Exportar el medio ambiente

La naturaleza y la experiencia de clase que le es indisociabie fueron


exportadas por los imperialistas por el mundo a lo largo de todo el siglo
xx. Organizaciones tales como el WWF (World W ildlife Fund, fundado en
los años sesenta) difundieron el modelo norteamericano de los parques
naturales, en alianza más o menos estrecha con las elites de los países
involucrados, sobre todo en Asia y en África. La instalación de esos
parques naturales a menudo se hizo sin consideración alguna por las
poblaciones locales, las más de las veces pobres y sin influencia política.
El historiador hindú Ramachandra Guha narra asi la manera en que el
“ Project Tiger” , que en los años setenta preconizaba la creación de re­
servas donde el tigre de Bengala sería protegido, condujo ai desplaza­
m iento de numerosos pueblos y de sus habitantes.102 El proceso en
marcha en eí condado de Warren también existe aquí, en otras latitudes:
la construcción de una naturaleza intacta y de la experiencia de clase
que hace posible -lo s tigres son ofrecidos a la contemplación de las
elites hindú e internacional- supone la desposesión de partes enteras
de Ja población. También implica la restricción de la ecología a cuestio­
nes de preservación o de conservación. Como los residentes del condado

102 R a m a c h a n d ra G uha, " R a d ic a l A m e ric a n e n vn o n m en ta tism a n d w ild e m e s s preservatron. A


t h ir d w o rld c r itiq u e " , loe. c ít., p . 2 . S o b re la h is to ria de lo s p a rq u e s n a c io n a le s en Francia,
vé ase A d e l S e lm i, “ L’ é m e rg e n c e de l'id é e de pare n a h o n a l e n T ra n c e . D e la p rote ctio n des
p a y s a g e s á i ’e x p é n m e n ta tio n c o lo n ia le * '. en Raphaél la r r é r e e l a l.. Hi&loire d es pares ñafio-
naux. Comment preñóte soto <fe le nature ?, P arís, É d in o n s Quse. 2 0 0 9 ; F lorian Charvolin.
" L 'a ffa ir e de la Vanoise e t s o n a n a ly s te . L e d oc u m e n t. le b o u q u e tin e t (o pare n a tio n a l",
Vingtióme siécle, vol. 1 1 . n * 2 , 2 0 1 2 .

64
LA NATURALEZA ES UN CAMPO DE BATALLA

de Warren o de South Central, las poblaciones hindúes están enfrentadas


a problemas ambientales de gran amplitud: polución, escasez de agua
y de combustible, erosión de los suelos, sequía, etc. Con el cambio cli­
mático, esos problemas no dejan de aumentar. Pero no entran en el
campo de las preocupaciones ambientalistas legítimas.
La implantación de este modelo se apoya en una larga historia de
ecología colonial o de “ imperialismo verde” 103*1
. Esto es lo que ilustra el
6
0
caso de Kenia. Las políticas de conservación de la naturaleza son intro­
ducidas en este país por los británicos desde fines del siglo xtx.iw Éstas
reciben el apoyo de asociaciones imperiales privadas, tales como la
Sociedad para la preservación de la fauna del Imperio-convertida luego
en Fauna and Flora International- desde comienzos del siglo xx. Estas
políticas entran frecuentemente en conflicto con los intereses de las
poblaciones locales. Por ejemplo, impiden el desarrollo agrícola de cier­
tas regiones, en detrimento del bienestar de las poblaciones, reservando
vastos territorios a la caza o al safari. Condenan a pesadas multas los
ataques ilegales a los animales salvajes, incluso cuando estos amenazan
el ganado o a los seres humanos, y no prevén casi indemnizaciones en
caso de estragos a los rebaños. Además, ponen el uso de los bosques y
los suelos bajo el control de la autoridad colonial. Razón por la cual a
menudo dan lugar a movimientos de impugnación por parte de los au­
tóctonos.
Durante la descolonización, las organizaciones ambientalistas inter­
nacionales se atarean para que esas políticas de preservación no sean
cuestionadas. Las políticas económicas modernizadoras o “ desarrollis-
tas" a menudo predicadas por los regímenes recientemente indepen­
dientes les hacen temer una explotación inmoderada de la naturaleza.
Así, desde los años cincuenta se organizaron en África varias conferencias
internacionales que apuntan a convencer a las elites surgidas de la

103 Para u n a c o n c e p c ió n de larga d u ra c ió n d e l im p e ria lis m o e c o ló g ic o , vé ase A lfre d W Crosby.


Ecologtcal tmperiatísm The Btological Expansión o ( Europe. 900-1900, C a m b rid g e , C a m b ri­
dge U n iv e rs ity Press. 2 0 0 4 . (H ay versrón e n c a s te lla n o : Imperialismo ecológico. La expansión
biológica de Europa. 900 1900. tra d . d e M o n ts e rra t M iesta, B a rc e lo n a . E d ito ria l C ritic a .
1 9 8 S .I
106 Véase R e u b e n M a th e k a . 'T h e in le r n a t io n a l d im e n s ió n o í th e p o lit ic s o t w ild - lite c o n s e rv a ro n
in K e n ya. 1 9 5 8 - 1 9 0 8 “ , Journal of Eastern African Síudias, v o l. 2 , n6 1 , 2 0 0 8 .

65
RAZMIG KEUCHCYAN

descolonización acerca de la importancia de preservar la naturaleza para


el turismo, o con miras al desarrollo económico. En este contexto preva­
lece una actitud '‘ paternalista", ya que las organizaciones internaciona­
les apuestan a la incapacidad de estos países para hacerse cargo ellos
mismos de sus recursos naturales.
Las colonias, y luego los países del tercer mundo, son por un lado
percibidos por los occidentales como lo anti-wildemess por excelencia,
es decir, como sometidos a la superpoblación, a las hambrunas, a la
guerra civil y a la degradación ambiental. Cuando están vacias de sus
ocupantes, como en los parques naturales, desiertos, junglas y otros
lugares supuestamente “ vírgenes", esos espacios son por el contrario
connotados positivamente. La naturaleza caída participa a contrario de
la construcción de la naturaleza en los países occidentales. Si el “ orien­
talismo", como dice Edward Said, es el "Oriente descrito por Occidente",
en el sentido de que, en el siglo xix, el Occidente se construye en una
relación fantaseada e invertida del Oriente, ese orientalismo atañe tam­
bién a la naturaleza. Para convencerse de esto basta con recorrer las
páginas de lo que constituye uno de los principales vectores de esa re­
presentación de ía naturaleza “orientar en Occidente: la revista N ational
Geographic. Veils and Daggers, velos y puñales, como dice el títu lo de
la obra de (a teórica feminista y poscolonial Linda Steet, que analiza la
manera en que esta revista representó fotográficamente el mundo árabe
a lo largo de todo el siglo xx.105 Desde 1888, fecha de su creación en los
Estados Unidos, el National Geographic -una de las herramientas peda­
gógicas más utilizadas en los cursos de geografía en el mundo- no dejó
de reducir a arquetipos el Oriente, de remitirlo a un “ primitivismo" ori­
ginal e inmutable.
Las necesidades económicasy militares de los imperios echan mano
de los recursos que encierran las colonias, luego las poscolonias. El
imperialismo supone el conocimiento de los recursos disponibles, lo que
explica que haya sido productor de nuevos saberes -en botánica, geolo­
gía, antropología...- a todo lo largo de la época moderna. También im-1
5
0

105 U n d ¿ S te * t, V e is and Ciaggcrs. A Cenlury ot National Gecgraphic i Representaban of ¡he Arab


World, F ila d e lh a , T em ple U nive rsity Press. 2 0 0 0 .

66
LA NATURALEZA ES UN CAMPO DE BATALLA

plica estar en condiciones de planificar la renovación y la circulación de


esos recursos, sobre todo de las colonias hacia las metrópolis. Como se
verá en el capítulo III, la gestión de la madera, de los minerales y en
particular del agua es determinante en el plano militar. De ahí la idea
expresada por algunos historiadores según la cual la ecología, y hasta el
concepto moderno de naturaleza, encuentra uno de sus orígenes en la
colonización y, más precisamente, en el control de la naturaleza de las
regiones colonizadas.106 Este control supone sustraer esos recursos de
las manos de los autóctonos, lo que explica los discursos "paternalistas”
que afirman su incapacidad de hacerse cargo de ellos. Los imperialismos
ecológico y cultural encuentran aquí su punto de fusión. En el caso del
imperio norteamericano, en la segunda mitad del siglo xx asistimos a la
resurgencia de poderosas corrientes de pensamiento neomalthusianas,
que toman por objeto tanto a los pobres norteamericanos como a las
poblaciones del tercer mundo.107 La publicación en 1968 del best setter
de Paul Ehrilch, The Poputation Bomb, es un ejemplo de esto. Ese neo-
malthusianismo es concom itante con el período de la guerra fría, que
asiste al enfrentamiento de las dos superpotencias en el marco de gue­
rras por procuración {proxy wars) en el tercer mundo. En este contexto,
el control de los recursos naturales es determinante.
El libro de Ehrlich evoca no solamente a las poblaciones pobres del
Sur, sino también a las del Norte. El neomalthusiamsmo, que caracteri­
za partes importantes del movimiento ambientalista de los años sesenta,
preconiza un control drástico de los nacimientos, es decir, como en el
mismo Malthus. nacimientos en las clases sociales más bajas y las m i­
norías. Ésta es una de las explicaciones de la ruptura que se instala,
desde el origen, entre el movimiento ambientalista y el movimiento por
los derechos cívicos. Desde esta época también se establece un lazo
entre inmigración y degradación del medio ambiente, donde la lucha

106 Green impenaJism. Colonial Expao&ton, Tropical island, and tbe


véanse R ich a rd H . G rove,
Origins of Cnrifonmentalism, 1600-1860, C am b rid g e , C a m b rid g e U m ver&ity Press. 1 9 9 6 ;
Thom as R obertson. “ T h is ts Ih e A m e ric a n earth. A m e ric a n e m p ire , th e c o id war, a nd A m e ric a n
e n v iro n m e n la U s m ", Diplomatic History, vo l. 3 2 , nM4 . s e p tie m b r e de 2 0 0 8 .
107 Véase a este re s p e c to Y a n m c k M a h ra n e e f al.. "D e la n a tu re á la b ic s p h é re . L 'in v on tlo n p o li*
tiq u e de 1’e n v iro rm e m e n t g lo b a l. 1 9 4 S - 1 9 7 2 ” . Vingtiéme siéclo. vo». 1 1 3 . n’ 1, 2 0 1 2

67
RAZMIG KEUCHEYAN

contra la primera se hace sobre todo en nombre de la preservación del


segundo.106 En Jas perspectivas neomalthusianas, la oposición no es por
lo tanto (solamente) entre una naturaleza intacta en el centro y una
naturaleza degradada en las periferias. La corrupción alcanza al mismo
centro, en el hecho de que allí encontramos poblaciones cuya natalidad
y cuyo impacto sobre el medio ambiente deben ser rigurosamente con­
trolados por el Estado.

La ecología política que viene

Si a las asociaciones ambientalistas tradicionales les cuesta trabajo re­


conocer la dimensión social de la ecología, el movimiento obrero, por su
parte, mantiene desde los orígenes una relación ambivalente con las
problemáticas ambientales. La explosión de la planta AZF de septiembre
de 2001 evocada más arriba puso de manifiesto una importante ruptu­
ra entre las asociaciones de defensa de los damnificados y los sindicatos.
El 21 de marzo de 2 0 0 2 , o sea seis meses después de la explosión, et
conjunto de las federaciones sindicales de la quím ica se manifiesta en
Touíouse, en defensa de la industria q u í m i c a . L a pancarta frontal
declara: “ La química es una necesidad, la seguridad una exigencia". El
objeto de la manifestación es la mejoría de la seguridad de las instala­
ciones y la defensa del empleo en ese sector, amenazado por las medidas
tomadas por las autoridades y el grupo Total, al que pertenecía la planta,
luego de la catástrofe. Los sindicatos exigen la reanudación de las partes
intactas de la planta, luego de reforzar las medidas de seguridad. En esta
manifestación también están presentes asalariados de las empresas ter-
cerizadas de la planta.
Dos días más tarde, el colectivo “ Nunca más, ni aquí ni en otra
parte" se manifiesta en el mismo lugar. Este colectivo agrupa a (os ribe­
reños y a las víctimas de la explosión, así como algunas asociaciones,1
9
8
0

108 Véase Fab te n Locher, “ L es p á tu ra g e s de la guerra fro íd e : G a rre t H a rd in e t la «Tragédie des


c o m m u n s » '*, Revuo d'histotre moderno et contetnporame, v o t. 6 0 - 6 1 , n * 1, 2 0 1 3 , p. 3 2 so-
109 Véase P a tric k C ha s k ie i, “ S y n d lc a lis m e e i risque in d u s trie l. A v a n t e t a p ré s la catas tro p h e de
l'u s in e A Z f de Touíouse (s c p te m b ro 2 0 0 1 ) " , Soaologie du trsvail, n " <19. 2 0 0 7 , p. 1 8 2 .

68
IA NATURALEZA ES U N CAMPO DE BATALLA

sobre todo ambientales. Su objetivo es obtener el cierre definitivo de la


planta, a su manera de ver lo único que puede garantizar la seguridad
de los habitantes. Se revela que Total tenía la intención de cerrar la
planta desde antes de la explosión, debido a su insuficiente rentabilidad,
real o supuesta. Como dijo entonces oportunamente un comentador, "la
explosión hace al ladrón” 110. Es la razón por la cual los sindicatos perci­
ben la existencia de una alianza ''objetiva” entre esas asociaciones y el
patrón, ya que, por razones diferentes, ambos tienen interés en el cierre
de la planta.
Esta ruptura es reveladora de una división que estructuró el campo
político en el siglo xx. A los sindicatos la defensa de los empleos y de la
industria que los proporciona, a veces con exclusión de otras preocupa­
ciones, como la seguridad de los ribereños o los mismos asalariados. A
las asociaciones ambientales y sus aliados la lucha contra la polución,
los riesgos industriales y otros efectos nefastos generados por la produc­
ción económica. El sindicalismo se construyó históricamente sobre la
creencia en los efectos benéficos del desarrollo de las "fuerzas produc­
tivas" y en sus consecuencias positivas sobre ia condición salarial. Esto
es particularmente cierto, en Francia, en la CGT. El período que va de
1936 a 1945, del Frente Popular al programa del Consejo nacional de
la Resistencia, es determinante en la formación de !a identidad sindical
de la CGT.111 En 1946, después de la guerra, el sindicato consagra un
documento al reianzamiento del aparato productivo del país en el cual
figura, connotada positivamente, la idea de "someter a la naturaleza" al
servicio de este relanzamiento.112 Una lectura "productivista" del mar­
xismo, muy influyente a lo largo de todo el siglo xx, (sobre todo porque
está adosada al modelo soviético), también tuvo un papel en esto. El
endurecimiento de la distinción entre el trabajo y el "fuera de trabajo"
también fue determinante. Indujo un corte tajante entre, por un lado,
los sindicatos, cuyo objeto es el trabajo y, por otro, las “ asociaciones".

UQ Véase Lutic oovnére, n’ 1757, 29 de marzo de 2002


111 D a n ie lle Tartakcw sky. "La CGT, d u h o rs -tra v a il au « catire de v ie » ", en J o c l H c d d c (d ir.>, La CGT
de 1966 á 1984 : i ’empremte de mai 1968, M o n tre u i!. In & tilu t CGT d 'h is to ir e s o c ta le , 2 0 0 9 .
112 Renaud BécoL Tir.vention syndicale de l'environnement daos la France des années 1960’ .
Vingtiéme siécle, vol. 113, n* 1. 2 0 1?, p. 171

69
RAZMIG KE.UCHEYAN

cuyo campo de predilección es el "fuera de trabajo" o la sociedad civil;


sobreentendido, el trabajo no depende de esta última.113
Esta comprobación, sin embargo, debe ser matizada, ya que el lazo
entre el sindicalismo -el movimiento obrero en general-y las cuestiones
ambientales es complejo. En primer lugar, los asalariados y sus sindica­
tos son perfectamente conscientes de los riesgos industriales. Y con
razón: están en primera línea para padecer sus consecuencias. En una
planta como AZF hay grandes catástrofes, como la de septiembre de
2001, pero también los accidentes más “ ordinarios": fugas, intoxicacio­
nes, incendios, pequeñas explosiones.,.11*. Tales accidentes son frecuen­
tes. Si debieran conducir cada vez a la interrupción de la producción,
de conformidad con lo que preconizan los reglamentos en materia de
seguridad en el trabajo, estaría constantemente interrumpida. Conse­
cuencia: los asalariados de esas plantas desarrollan "sobre la marcha"
una habilidad sofisticada, que permite la gestión '‘informal" de estos
accidentes. La creatividad y el coraje de los trabajadores son condiciones
del funcionamiento de este tipo de instalaciones, como lo son en el
proceso industrial en general. A menudo son llevados por eso a adoptar
riesgos importantes para su salud y la de sus colegas. Ahora bien, inclu­
so si raramente es reconocida como tal, sobre todo por el movimiento
ecologista dominante, la salud en el trabajo constituye una problemáti­
ca ecológica de pleno derecho, al igual que la instalación de un incine­
rador o el ruido anormalmente elevado en un barrio popular cercano a
un aeropuerto.115 La salud del asalariado es el reflejo o la interfaz de su
relación con el medio ambiente, ya sea éste técnico, natural, legal, o los
tres a la vez. A partir del momento en que este hecho es reconocido, la
ruptura entre lo sindical y lo ecológico parece ya menos profunda.
Por otra parte, los sindicatos toman conciencia, en el curso de los
años sesenta, de la importancia de las temáticas ecológicas. Esta toma

113 Véase por ejemplo Darryn Sncll y Peter Faiíbrother. "Unions es enviiwxnentai adore", Trans­
ios. Eutopean Rúview of labour and Research. n* 16, 2010.
11¿ Petnck Cftaskiel. "Syndtcalisme el nsque industrie!. Avant et aptés la cataslrophe de l'usme
AZF de Toulpuse (seplernbre 200IT . toe. cit., p. 1&4.
11S Véase a este respecto Guillaume Fabure! e Isabel le Maleyre, “ Le bruit des avtons comme
lacteur de dépréciations immobi Iteres. de polansation socole et d'mégalilés etivironsementales.
Le cas d'CMy". Oévefoppemenl durable et lerolo/res, r»4 9. 2007.

70
LA NATURALEZA ES UN CAMPO DE BATALLA

de conciencia, en Francia y en otras partes, se opera bajo el impulso de


los movimientos sociales que la reivindican. Si algunas fracciones im ­
portantes del movimiento obrero desconfían de los movimientos ecolo­
gistas, éste no es sistemáticamente hermético a las ideas que ellos ex­
presan, sobre todo cuando coinciden con las preocupaciones ligadas al
riesgo profesional que acabamos de evocar. Los sindicatos integran
progresivamente ciertas temáticas ecológicas a su disco duro, sobre todo
por intermedio de la noción de “ condiciones de vida'’ . Al parecer, (a
primera ocurrencia de esta noción en la prensa sindical se remonta a
1965. Aparece en el semanario de la CFDT* Syndicalism e Hebdo116 y
designa todo cuanto depende de la vivienda, de los transportes, de la
cultura, de la “ calidad" o de las "condiciones” de vida, de los “ perjui­
cios" (poluciones, ruidos...). Las "condiciones de vida" no son solamen­
te el “ fuera del trabajo” 117. Justamente permite pensar el lazo entre el
trabajo y el fuera del trabajo, cuestionar la separación entre ellos, con­
siderar al individuo de otro modo que solamente bajo el aspecto del
salariado. Por consiguiente, supone un empobrecimiento relativo de esta
distinción.
La noción de "condiciones de vida" se alim enta de toda una pro­
ducción teórica particularmente dinámica sobre esta cuestión. Los tra­
bajos de Michel de Certeau, André Gor2, o los más antiguos de Henri
Lefebvre -cuyo primer volumen de la C ritique de la vie quotidienne
aparece a fines de los años cuarenta- son ejemplos de esto. Los sindi­
catos más cercanos a los “ nuevos movimientos sociales", como la CFDT,
no son los únicos involucrados. Debates sobre las "condiciones de vida"
tienen lugar en el seno mismo de la CGT desde comienzos de los años
setenta. Es interesante comprobar que esta noción se discute princi­
palmente en el período y está enlazada con la estrategia de la Unión de
la izquierda, entre 1972 y 1977. Ésta conduce a los sindicatosa poli-

* Confederación Francesa Democrática del Trabajo. |N. del T.J


116 Renaud Bécot, “ L'mvenlion syndicale de Tenvironnement daos la France des années 1960".
be. cit., p. 174. En los años setenta, la CFDT lambién se compromete en el movimiento
antmucíear. para el cual produce en particular contra-peritajes Véase a este respecto Serin
Topfu. “Critique rtu nueiéaire et gouvernemont de 1‘opmton". observaciones recogidas por
Fabten Locher, Ccnlretemps, 13 de julio de 2011.
117 Dentelle Tartakowsky. "La CGT. du hors-lravaii au «cadre de vie»'*, toe. cit.

71
R AZM lG KEUCHEYAN

tizarse» en otras palabras a renunciar a una estricta delimitación entre


lo social, campo de competencia de los sindicatos, y lo político, campo
de competencia de los partidos. La “ desectorización" -para hablar como
Michel Dobry-que se comprueba en el surco de Mayo de 1968 favore­
ce la circulación de este tip o de temáticas a través de los campos so­
ciales.118 La noción de "m edio ambiente” misma, ciertamente dotada
de un sentido bastante vago*, aparece en textos de congresos de la CGT
desde 1972.
Los movimientos ecologistas no son los únicos que influyeron en
el movimiento obrero en materia ambiental. Las luchas de descoloni­
zación también contribuyeron a su consideración de las temáticas eco­
lógicas.119 A partir de los años cincuenta encontramos en la prensa
sindical una denuncia del saqueo de los recursos naturales de las co­
lonias, sobre todo de Argelia. En una nota al Consejo económico y
social de 1955, un delegado de la CFTC** lamenta por ejemplo los
efectos deletéreos de los trabajos de irrigación llevados a cabo por el
Estado francés en términos de deforestación y de erosión de los suelos.
La explotación de las poblaciones coloniales y aquella de la naturaleza
a menudo son denunciadas en forma conjunta, siendo presentada la
degradación de la naturaleza como una de las causas de la pobreza de
las primeras.
La hibridación entre luchas sindicales y ambientales prosiguió en el
curso de los años recientes. No caben dudas de que la eficacia de los
movimientos de emancipación en el siglo xxi dependerá en gran parte de
la profundización de esta hibridación. En el marco de alianzas con aso­
ciaciones tales como A C ! (Actuar juntos contra el desempleo) o la APEIS
(Asociación para el empleo, la información y la solidaridad de los des-

118 Véase Mtchef Oobry. Sociofogie des cuses poftltques. La dynarmque des moMtsations mullí-
seciooelles, París. Presses de Sciences-Po, 1992. (Hay versión en castellano: Sociología de
fas crisis pollitas. La dinámica de las movilizaciones multisectoriales. Ued. de Araceli Ramos
Martín. Madrid. Siglo XXI de España Editores. 1988.1
* En el original environnement, que también tiene acepciones de los campos técnico y lingüís­
tico. como “ entorno", "atmósfera" y "contexto", además de "medio circundante". IN. del T-l
119 Renaud Bécol, “L'invenhon syndicale de l'enviroonement dansla Franca des années 1960".
loe. c i p. 172.
** Confederación Francesa,de Trabajadores Cristianos. ÍN. del T.j

72
LA NATURALEZA ES U N CAMPO OE BATAll A

ocupados y los trabajadores precarios), la CGT Energía se consagra des­


de comienzos de los años 2000 a “ operaciones Robín H ood"120. Estas
operaciones consisten en negarse a cortar la corriente, o a restablecerla,
en los hogares privados de electricidad debido a su incapacidad para
pagar sus facturas. Por lo tanto, se trata de acciones contra lo que hemos
llamado más arriba la “ pobreza energética” , a saber, la dificultad que
encuentran los hogares pauperizados para asumir financieramente un
suministro mínimo de energía. Estas operaciones en ocasiones van acom­
pañadas de cortes de corriente en el domicilio de patrones o de repre­
sentantes electos favorables a la privatización de EOF**. Éstas ocurrie­
ron principalmente durante la movilización contra esa privatización en
2004. Su objetivo es mostrar que la privatización de la empresa condu­
cirá a un aumento del precio de la electricidad que sufrirán los más
pobres. La cuestión es indicar que esta lucha no es un movimiento
"corporativista", únicamente de defensa del estatus de los asalariados
de EDF.
Las operaciones "Robín Hood” dan testimonio de la resurgencia en
la actualidad de "repertorios de acción" anteriores a la emergencia del
movimiento obrero moderno en la segunda mitad del siglo xix. Estas
operaciones se acercan a lo que Eric Hobsbawm llamó clásicamente los
“ bandidos sociales"121. Se trata de tomar de los ricos para dar a los
pobres, apoyándose para eso en una concepción “ morar’ de la justicia
social. Los agentes EDF se dedican a este tipo de operaciones desde
siempre. No obstante, hasta ahora dependían de la iniciativa individual,
y no eran públicamente asumidas por el sindicato.
Estas acciones presentan una afinidad muy clara con el movimien­
to por la justicia ambiental, aunque sean conducidas en un marco sin­
dical. Como lo dice un responsable de la CGT Energía, “ en los barrios
donde ya no se podía entrar porque los vehículos azules son sinónimos

120 Véase Sophie 8éroud, “ Les opérations • Robín des Boa» au sein de la CGT Énergie. QuamJ la
cause des chómeurs et de «saos» contribue a la rcdéíinitkm de Tachón syndical1', fíevue
fran^aise de Science pofitigue, vol. 59, n* l , 2009.
* Electricidad De Franca 1N. del T.|
121 Véase Eric Hobsbarrm, Les Bsnd/ts, París. Zones-U Découverte, 2008, IHay versión en
castellano: Bandidos, trad. de M. Ooiors Folch y Joaquim Sempere. Barcelona. Editorial
Critica. 2001.1

73
RAZMIG KEUCHEYAN

de corte (los muchachos entraban allí con el miedo a cuestas y los ape­
dreaban), ahora van a cara descubierta f...]” 122. Las operaciones “ Robín
Hood” , pues, permiten demoler la frontera que separa lo sindical de lo
ambiental, en el caso de una problemática energética. En la misma
ocasión, permiten relacionarse con sectores de la población a menudo
ajenos a la acción sindical, en particular en los barrios populares, que
también son barrios donde se encuentra una fuerte proporción de mino­
rías etnorraciales. Por lo tanto, entre otras cosas, se trata de una forma
de lucha contra el racismo ambiental. Es ahí. en la hibridación de las
luchas y la construcción de alianzas inéditas, donde se juega el porvenir
de la ecología política.

Conclusión

Recapitulemos. Las desigualdades ambientales constituyen un dato es­


tructurante de las relaciones de fuerza políticas en la época moderna.
Ellas implican que las consecuencias nefastas del desarrollo capitalista
no son padecidas de la misma manera, en el mismo grado, por todos los
sectores de la población. Estas desigualdades preceden holgadamente
a la crisis ecológica actual. No obstante, ésta tiende a agravarlas, como
vamos a ver en un instante. Una forma particular de desigualdad ecoló­
gica llamó aquí nuestra atención: el racismo ambiental. Pero comprender
este último supone tener en cuenta otras lógicas no igualitarias, la clase
y el género en particular.
Toda la cuestión, a partir de ahí, es determinar qué medios pone
en práctica el capitalismo para amortiguar o administrar los conflictos
que resultan de las desigualdades ecológicas, en particular cuando se
intensifican debido a la crisis ambiental. El capitalismo es generador
de crisis, pero también produce “ anticuerpos” a la crisis que le perm i­
ten amortiguar sus efectos y, de paso, sacarles provecho. El capítulo II

122 Sophie Béroud, "Les opérations «Robín des Bois» au sein de la CGT Énergíe. Quand la
cause des chómeurs e l de «sans» contribue a la redéfmiUon de l'aclion s y n ú ic a r, Soc.
c it., p. 108.

74
LA NATURALEZA ES UN CAMPO DE BATAl LA

tiene por objeto uno de esos “ anticuerpos" más importantes, que tam ­
bién tiene una larga historia, pero cuya importancia no deja de aumen­
tar a medida que se profundiza ia crisis ecológica; el aseguramiento
de los riesgos climáticos, una de las formas que adoptan hoy las finan­
zas ambientales.

75
FINANCIARIZAR LA NATURALEZA:
E L SEGURO DE LOS RIESGOS CLIMÁTICOS

La naturaleza deja de respirar en el cuerpo de las mer­


cancías.

A lfred So hn -R ethel

En 1781, no lejos de Jamaica, el Zong, un barco negrero fletado por una


compañía mercantil basada en Liverpool, arroja por la borda a 133 es­
clavos.1 El capitán justifica su gesto: habiendo acaecido algunas vicisi­
tudes desde la partida de S3o Tomé, en la costa oeste de África, el viaje
fue más largo de lo previsto, los víveres y el agua terminaron por faltar y
las enfermedades amenazaban con diezmar a la tripulación. Para salvar­
la, era necesario desechar una parte de los esclavos. Algún tiempo más
tarde, en Inglaterra, los propietarios del barco reclaman que su asegu­
radora los indemnice por la pérdida de sus esclavos. Como siempre en
este tipo de casos, habían contratado una póliza de seguros que cubría
todo el cargamento del barco. Durante el proceso que se celebra en
Londres en 1783, esta masacre es tratada no como un caso de homici­
dio, el homicidio de 133 esclavos, sino como un litigio de seguros que
remite a la legitimidad de ia indemnización, ya que los esclavos son
jurídicamente asimilados a un “ cargamento" (o “ cargo” ). Los propietarios

1 Véase Jan Baucom, Speclers Ot the Atlan tic. Finante Capital, Slavery, and the PM osophy of
H islory, Durham, Duke University Press, cap. 3

77
RAZMIG KEUCHEYAN

de la nave perdieron el juicio contra la aseguradora, debido a que aún


estaba disponible una cantidad razonable de agua y víveres en el barco
en el momento de los hechos y que la demora que padeció la nave se
debía a errores de pilotaje del capitán, y por lo tanto era evitable. £1
cálculo de este último había sido que el monto del seguro sería superior
al que habría obtenido vendiendo los esclavos a su llegada a las Améri*
cas. Esta masacre suscitó la conmoción de cantidad de contemporáneos.
Fue uno de los actos fundadores del movimiento por la abolición de la
esclavitud.
El episodio del Zongdemuestra que la colonización y la esclavitud
desde siempre estuvieron ligados al sector del seguro. La aventura im ­
perial es demasiado arriesgada en la época para que los inversores se
lancen en ella sin red. El imperialismo británico -y antes que él los cíelos
de acumulación genovés y holandés23 - es un imperialismo de los océa­
4
nos. Desde sus orígenes tropieza con obstáculos en su ruta y en particu­
lar está sujeto a los avatares climáticos. La expansión mundial del capi­
tal, por ello, supone la instalación de un dispositivo de protección de la
inversión.* Este dispositivo no es otro que el seguro (y más generalmen­
te las finanzas), que asegura las mercancías y permite que, aunque
lleguen a ser destruidas en naufragios, incendios, epidemias, saqueos,
etc., algo de su valor capitalista perdure, es decir, que el inversor em ­
bolse una indemnización.
El hecho de que el seguro moderno haya levantado vuelo en el siglo
xvii en el campo del seguro marítimo no es muy sorprendente en ese
sentido. Además de un valor de intercambio y de un valor de uso, las
mercancías tienen un “ valor de seguro” . Ellas generan valor en la medi­
da en que son aseguradas, en la medida en que el momento de su
destrucción posible es anticipado/ En el caso del Zong, la extracción
de "valor de seguro" remite sobre seres humanos transformados en es­

2 Víase GiovanmArrlght. The Long Twenlieth Century, op. eil


3 Sobre la ideología de la "aventura" queacompaña el riesgo inherente a la expansión mundial
del capitalismo en los siglos x v i i y nw, véase Tranco Moretti, The Boutgeots, op. cit., cap. I.
Robmson Crvsoe de Daniel Oeloe (1719) es una de las primeras encarnaciones literarias de
esta ideología.
4 lan Baucom, Spectcrs of Ihe Atlantic, op. at., p. 104.

78
\A NATURALEZA ES UN CAMPO DE BATALLA

clavos, es decir, en mercancías, pero el capitalism o es susceptible de


someter toda entidad a este proceso.
El seguro de los riesgos naturales se remonta a los umbrales de !a
época moderna e incluso, sin duda, a la Antigüedad. Desde el siglo xv¡,
cuando el descubrimiento de América y la mejoría de las técnicas de
navegación propulsan a Europa por los océanos, se asegura a los barcos
y sus cargamentos contra la eventualidad de un naufragio.5 Lo que se
llamaba entonces oportunamente el "préstamo a la gruesa ventura"
permite a los armadores evitar la quiebra como consecuencia de la pér­
dida de una nave. El principio es simple: el prestamista abona un mon-
to al armador, del orden del precio de su cargamento. Si éste llega a buen
puerto, el armador le devuelve su dinero más los intereses. En caso de
naufragio lo conserva. Los mares distan de ser todavía seguros en ía
época, de tal modo que implican un riesgo constante sobre la circulación
internacional de las mercancías. El aumento vertiginoso de los flujos de
bienes y de personas en el curso de los siglos siguientes, con la expansión
del capitalismo, da paso a una sofisticación creciente de las técnicas de
seguro.6 La emergencia de un mercado mundial, el imperialismo al que
da paso y el seguro contra los riesgos naturales (y otros tipos de riesgos)
están en este sentido inextricablemente ligados. Es raro por otra parte
que la dimensión aseguradora del imperialismo sea evocada por los
teóricos de este fenómeno.
El comercio triangular, por lo demás, es una de las principales
actividades cuyas primas alimentaron el sector del seguro naciente en
el siglo xvii. La afluencia de primas de seguro ligada al desarrollo del
transporte de esclavos y, más generalmente, a la circulación marítima
a escala global, perm itió el desarrollo de ese sector. En este sentido,
en el origen, el seguro moderno tiene puntos en contacto con la escla­
vitud. Pero hay más. La expansión mundial del capitalismo en esa
época tiene por condición la emergencia de las finanzas. Esto es lo que
se llamó la "revolución financiera” de fines del siglo xvii y comienzos

5 Olivier Godard eral.. Traite tics nouvsaux (isques. París, Gallima/d. 2002, p. 363.
6 Véasepeler Borscheid (dir.J, World Insurance. TheEvolut/on o(a Global Risk Wertwvfr, Oxford.
Oxfóid University Press, 2012.

79
RAZMIG KEUCHEYAN

del xviil 7 Las finanzas, entre otras cosas, permiten anticipar futuras
ganancias, es decir, recaudar montos aún inexistentes para la inversión.
Ahora bien, las finanzas mismas no habrían podido desarrollarse sin el
seguro, no sólo porque éste permite cubrir la toma de riesgo financiero
(en la eventualidad de que la promesa de ganancias futuras no se
realice), sino también porque constituye un campo de inversión renta­
ble en s¡, hacia el cual afluyen los capitales.8 Si el comercio triangular
perm itió el desarrollo del seguro, y si éste permitió el desarrollo de las
finanzas, está claro que financiarización y esclavísimo no son fenómenos
ajenos uno de otro. El hecho de que la trata atlántica haya tomado
semejante amplitud, comparada con la de otras regiones, se explica
en parte por su entrelazamiento con las finanzas y el seguro.
El aseguramiento de los riesgos naturales no atañe únicamente al
sector marítimo. Otros tipos de catástrofes (naturales o sociales), que
también hacen pesar un riesgo sobre la acumulación del capital, cons­
tituyen su objeto desde los umbrales de la época moderna. Es el caso
de los huracanes, los temblores de tierra, las inundaciones, las sequías,
los incendios o las pandemias, por ejemplo gripales. A medida que la
economía crece, luego de la revolución industrial, el valor de lo que es
susceptible de ser perdido y por lo tanto asegurado va aumentando. Las
f personas también son objeto de un seguro, con la aparición del “ seguro
de vida", que garantiza el pago de cierta suma en caso de defunción o
de supervivencia después de una fecha convenida de la persona asegu­
rada. El seguro de vida es una forma de seguro sobre la naturaleza,
puesto que en última instancia son los cuerpos -la v id a - los que son
asegurados. Asi, a fines del siglo xviii se crea en Francia la Compañía
Real de Seguro de Vida. Es prohibida después de la Revolución france­
sa, con el pretexto de que altera la autonomía y la responsabilidad de
los individuos y luego recreada en otra forma a comienzos del siglo xix.9
El seguro de vida es objeto de numerosas oposiciones en los siglos xix y

? P.G M. Üickson, 77ie Financial Revolutton in Eogland. A Study o f thc Developpment o f Public
Crsdit, 1688-1756, Londres, MacM.llan, 1967.
8 lan Baucom, Spect&s of the A tlantic, op. c it, p. 96.
9 Véase Fran?oi$ Ewald. “ L'assurantlalisation de la société Ifan^aise” . Les Tribunos de la santé,
vol. 31, 0 *2 . 2011.

80
LA NATURALEZA ES UN CAMPO DE BATALLA

xx, debido a que da la impresión de cuantificar la vida, contraviniendo


así principios morales y religiosos todavía profundamente arraigados.10
Desde entonces, la mercantilización capitalista ha hecho su trabajo.

Mercados financieros “conectados” con la naturaleza

Aunque su historia sea antigua, el seguro de las catástrofes naturales,


en el momento actual, es un mercado en plena expansión. En este mer­
cado, un sector particular tiene un éxito resonante desde hace algunos
años, a saber, los títulos financieros de transferencia de los riesgos cli­
máticos, cuyos "derivados clim áticos" ( weather derivatives) o cuyos
ejemplos son los "bonos catástrofe” (catastrophe bonds o cat bonds).
Estos títulos testimonian el entrelazamiento creciente de las finanzas y
de la naturaleza desde hace dos o tres decenios. Tienen que ver con ese
sector de las finanzas ahora conocido con el nombre de finanzas ambien­
tales. Confían el seguro de riesgos climáticos, y todo cuanto lo rodea
-primas de seguro, evaluación de los riesgos, indemnización de las vic­
tim as...-. a los mercados financieros. A llí donde, anteriormente, el mer­
cado del seguro descansaba en los tres componentes que son las asegu­
radoras, las reaseguradoras y el Estado como organizador del mercado
en el plano legal y asegurador en última instancia, ha venido a añadirse
a la lista un cuarto actor: tas finanzas.
Este poderoso ascenso de las finanzas ambientales resulta del en­
trelazamiento de dos crisis y del aumento de las desigualdades al que
dan lugar. Ante todo, una crisis económica. En la primera mitad de los
años setenta, el capitalismo entra en una crisis profunda, en el momen­
to en que se interrumpe el largo período de crecimiento de los Treinta
Gloriosos. Ese "largo declive” , para hablar como Robert Brenner, pone
en crisis la tasa de ganancia, que desde entonces no deja de estar de­
primida.11 También incrementa las desigualdades, entre y en el interior

10 Véase a este respecto Viviana Zelizer. Moráis and M ariitís. The Dcvelopmont o f U to Insurance
in the U nited States. Nueva York. Columpia University Press. 1979.
11 Por supuesto, el análisis de las causas de la crisis es controvertido entre los economistas crí­
ticos; aquí nos inspiramos en ta perspectiva desarrollada por Robert Brenner en 77>e Economics

81
RAZMIG KEUCHEYAN

de los Estados. La crisis comenzada en 2 0 0 7 -2 0 0 8 , en la cual todavía


nos encontramos en la actualidad, no es más que la manifestación más
reciente de esta crisis de larga duración.
¿Cómo reacciona el capital a esa decadencia de la rentabilidad? De
dos maneras: por un lado, privatizando todo lo que hasta entonces es­
capaba al mercado, osea, los servicios públicos, pero también la biodi-
versidad, los saberes, el genoma humano, caso en el cual privatízar
significa someter a la lógica de la ganancia para tratar de que vuelva a
tomar su camino de ascenso. Por el otro, financiarizando, es decir, invir­
tiendo no ya en la economía llamada “ real" o "productiva", aquella cuya
tasa de ganancia es justamente declinante, sino en las finanzas, la cual
permite la realización de ganancias (ficticias) importantes, hasta el mo­
mento en que sobreviene la crisis.
El seguro en general, y el de las catástrofes naturales en particular,
está tomado por ese doble movimiento de privatización y de financiari-
zación del capital. Hay un régimen neoliberal en materia de seguros, así
como los hay en otros campos: las jubilaciones, la investigación cientí­
fica, la administración de empresas o el comercio mundial. Por otra
parte, es raro que las historias del neoliberalismo tengan en cuenta la
dimensión de seguros del fenómeno. El seguro es un sector crucial de
la vida en sociedad. Es e! reflejo de la concepción de la solidaridad -del
"lazosocial", como hoy se dice vulgarmente- loque allí prevalece. Ase­
gurarse consiste en transferirá otro todo o parte de los riesgos inherentes
a la condición humana y, más particularmente, a la civilización industrial.
La manera en que ese otro es "construido", pues, es un desafío político
por excelencia. El seguro es también un indicio de ia representación del
tiempo que se hace una sociedad, más exactamente de las concepciones
concurrentes del tiem po que en ella uno encuentra, puesto que, por
definición, remite a un riesgo venidero. Del régimen de seguros en vigor
en un mundo social puede decirse lo que Fredric Jameson dice de las

of Global Twbulencc, Londres. Verso, 2006. Para un punto de vísta diferenle. véase Leo Panitch
y Sam Gindin, The M aking o í Global Capitalism. 7he P o lítica ! Economy ot American Emptre,
Londres, Verso. 2 0 1 2 . (Hay versión en castellano de: La economía de la turbulencia global,
Madrid, Ediciones Akai, 2009.1

82
LA NATURALEZA ES UN CAMPO DE BATALLA

utopías: que siempre encierra una teoría implícita del futuro, vale decir,
de la manera en que una colectividad se proyecta en el porvenir.12
La otra crisis que explica el poderoso ascenso de las finanzas am­
bientales es por supuesto la crisis ecológica. Ésta aumenta ía inestabi­
lidad del capitalismo y por consiguiente requiere que el dispositivo de
protección de la inversión que es el seguro -la s finanzas más general­
m ente- sea reforzado. Estos son los “ anticuerpos” segregados por el
sistema de los que hablábamos al final del capítulo anterior. Debido a la
multiplicación y el agravamiento de los desastres naturales, la crisis
ecológica induce también un aumento del costo global del seguro. Por
eso ejerce una presión a la baja sobre la tasa de ganancia. Esto conduce
a las compañías de seguros y reaseguros a poner en marcha nuevas
técnicas de seguros, nuevas maneras de dispersar el riesgo, la principal
de las cuales es la titulización de los riesgos climáticos. Y que al mismo
tiem po permite que el capitalismo encuentre nuevas oportunidades de
ganancia.
Debido a esas dos crisis, la naturaleza está por lo tanto en la actua­
lidad cada vez más sometida -subsumida, en e! sentido de la “ subsun-
ción real" de Marx- a las finanzas. Hacer la historia política de la natu­
raleza, comprender en qué es un campo de batalla, supone percibir los
procesos múltiples y contradictorios de los que deriva. El objetivo de este
capítulo es perforar el misterio de esa fmanciarización de la naturaleza.

Principios del seguro

Para comprender lo que se juega en el momento actual alrededor del


seguro de los riesgos climáticos es indispensable interrogarse sobre la
manera en que funciona el seguro. La financiarización del seguro resul­
ta de la aparición en el curso del último siglo de "nuevos riesgos", entre
los cuales está el cambio ambiental. No porque esos riesgos hayan es­

12 Véase por ejemplo Frednc Jamcson, "The Polilics oí utopia'’, New Left Revtew, n* 25, ene­
ro-febrero de 2004. Véase también Peter Fittmg, "The concept of utopia m ihe worit of Fredric
Jamcson". Vtopian Sludies, vol. 9, n’ 2, 1998.

83
RA7MIG KEUCHEYAN

tado ausentes de la historia del capitalismo hasta entonces, muy por el


contrario. Pero su intensificación y su concomitancia confieren a nuestra
época un carácter inédito. Esos nuevos riesgos pusieron en crisis el se­
guro tradicional y dieron lugar a la aparición de técnicas de seguros
originales.
¿Qué es un seguro? En su principio, el mecanismo es simple: una
entidad A, por ejemplo una persona, abona regularmente una prima a
una entidad B, la mayoría de las veces una compañía de seguros, que
se compromete a indemnizar a A en caso de siniestro, según los términos
de un contrato preestablecido. El contrato especifica el monto de la
prima pagada por A, la indemnización de A por B en caso de siniestro,
y también estipula lo que incluye como siniestro. Como se sabe, en caso
de que se produzca este últim o, pueden tener lugar ásperas discusiones
sobre este punto, ya que la aseguradora tiene interés en restringir tanto
como sea posible el campo de aplicación de las indemnizaciones. El
monto de la prima es en principio proporcional al riesgo de que se pro­
duzca el siniestro: cuanto más elevado es el riesgo, más alta es la prima.
También está sujeto a la reputación del asegurado; es el caso por ejem­
plo de un conductor de automóvil que haya sido imprudente en el pasa­
do, ya que sobre esta base su comportamiento futuro es extrapolado.
En la práctica, la fijación del monto de una prima responde a mecanis­
mos ciertamente menos “ puros": constitución de monopolios, subvención
por el Estado, evicción de ciertas categorías de asegurados, etc. En suma,
el seguro es un mecanismo de transferencia de los riesgos. El riesgo es
transferido en el espacio, en el sentido en que es extendido a otros individuos
distintos a la persona o la organización que lo padece. Y también lo es en
ei tiempo, puesto que el pago de la prima comienza antes de que haya
ocurrido el avatar, y hasta posiblemente sin que ocurra jamás.
Esta definición en apariencia sencilla descansa en dos principios.13
Primer principio: la mutualización de los riesgos. La cantidad de seguros
contraídos por la aseguradora debe ser suficientemente importante para

13 F ré d e ric Morlaye, Rísk Management ef ass urajee, París, Economice, 20 0 6 , pp. 10*12. Véase
ta m b ié n Ecole n a tio n a le d'assurance de París. Manuel mtemationái de 1‘assurance, París,
Económica, 2005.

84
LA N A IU R A IC /A ES UN CAMPO DE BATAI l A

que las primas que percibe sean superiores a los montos de las indemni­
zaciones que debe abonar a sus asegurados en caso de siniestro. En otros
términos, el reembolso de los siniestros no debe conducir a su insolvencia,
lo cual implica que en todo momento posee suficiente liquidez. Es igual­
mente necesario que los riesgos asegurados tengan una baja conexión, en
otras palabras, que la ocurrencia de los avatares sea estadísticamente
independiente. Así, el seguro de automóviles sólo es posible porque no
todo el mundo sufre un accidente de coche al mismo tiempo. Las primas
de unos, en suma, sirven para indemnizar los perjuicios de otros. Una
parte importante de las energías de las aseguradoras está consagrada a la
puesta en marcha de estrategias de diversificación de los riesgos. Para
disponer de una visibilidad sobre las indemnizaciones que tendrán que
pagar en el año. las aseguradoras se remiten a la ley de los grandes nú­
meros. Aplicada al seguro, ésta estipula que "cuanto mayor es la cantidad
de contratos firmados, siendo iguales las demás cosas, más se produce
una perspectiva de previsión cierta en promedio"14. Si bien no es posible
prever si y cuándo tal automovilista particular padecerá un accidente, el
número de accidentes de la circulación y por lo tanto de indemnizaciones
que habrá que abonar en un año varía poco, y en consecuencia puede ser
objeto de proyecciones.
Como veremos, una de las especificidades de los "nuevos riesgos” ,
entre los cuales está el cambio clim ático, es que esta cláusula de no
conexión de los riesgos ya no se sostiene. Un atentado terrorista o un
huracán afectan zonas geográficas enteras en el mismo momento, po­
niendo a las aseguradoras ante la obligación de indemnizar a un gran
número de asegurados simultáneamente. Por eso es frecuente que esos
"nuevos riesgos" conduzcan a la quiebra de algunas aseguradoras. Des­
pués del huracán Andrews en 1992, uno de los primeros cuyos costos
inducidos se elevaron a más de mil millones de dólares, nueve asegura­
doras quebraron en Florida.15 Ésa es la razón por la cual la asegurabili-
dad de tales riesgos plantea problemas inéditos.

14 Oltvíer Godard e l a i, Traité des nouveaux ñiques, op. CÍf., p. 381.


15 Véase Arthur Charpenlier, "Insurabihty of elimate risks’ , Geoeva Papen. International Associ-
dtion for the Study of Insurance Economics, n* 33, 2008, p. 99.

85
RAZMIG KtUCHEYAN

Un segundo principio del seguro es la "inversión del ciclo de pro­


ducción” . Este principio estipula que el asegurado paga la prima antes
de que se produzca el suceso, sin saber si este último ocurrirá, cuándo
ocurrirá y a cuánto se elevará el monto de las pérdidas. Naturalmente,
por definición, está excluido asegurar un suceso ya acaecido, o del que
con seguridad se sabe que ocurrirá. Por consiguiente, el carácter incier­
to de lo que es objeto del seguro es decisivo. En ocasiones, éste es
amenazado por lo que las aseguradoras llaman un "avatar moral". Esta
expresión designa los casos de asimetría de la información entre la ase­
guradora y el asegurado. Este último es susceptible de ejercer una in­
fluencia en el acaecimiento del siniestro, por ejemplo conduciendo de
manera imprudente o descuidando proteger su vivienda contra un riesgo
de inundación. Debido a ello dispondrá de informaciones más completas
que la aseguradora sobre las probabilidades de que se produzca, o sobre
la importancia de los destrozos si ocurre. Las aseguradoras, por su parte,
hacen lo que pueden para recoger una información tan detallada como
sea posible sobre la situación que es objeto del seguro. Una asegurado­
ra sólo asegura lo que sabe calcular y clasificar; para esto necesita un
máximo de informaciones. Las compañías de seguros también tienen
interés en obligar a los asegurados a tomar las medidas de prevención
que se imponen, con e! objeto de dominar el riesgo, y a negarse a ase­
gurarlos si no lo aceptan. Fuera de su diversificación, la prevención de
los riesgos constituye una parte importante de la actividad de las asegu­
radoras.
La información, pues, es un desafío decisivo en todo procedimiento
de seguros. Esto condujo a los teóricos del seguro a distinguir el riesgo
de la incertidum bre. El primero en establecer esta distinción es el eco­
nomista Frank Knight, que lo elabora en su obra de 1921 Rtsk, Uncer-
tainty, and P rofit.!6 Knight es uno de los fundadores de la escuela de
Chicago en economía, la de Milton Friedman y de Gary Becker, y también
fue miembro de la Sociedad de Mont Pélerin. Su pedigrí neoliberal, pues,1
6

16 Frank H. Knight. Risk, Uncertaioty, and Profit, Nueva York, Dover, 2006 ( l 4 edición: 19211.
[Hay versión en castellano: Riesgo, incettidumbre y beneficio, trad. de Ramón Verea. Madrid,
Editorial Aguilar, 1947.)

86
IA N AfURALEZA ES UN CAMPO OE BATAI LA

es impecable. El riesgo es una incertidumbre cuya probabilidad es me-


dible, por lo tanto asegurable. Transformar la incertidumbre en nesgo
supone disponer de una información tan completa como sea posible. La
información es también lo que permite poner un precio a un riesgo,
"preciar", como dicen las aseguradoras, es decir, determinar el monto
de la prima y de las indemnizaciones. Ocurre que la imposibilidad de
probabilizar una incertidumbre, vale decir, de transformarla en riesgo,
conduzca a las aseguradoras a retirarse de un mercado. Esto podría
ocurrir si las catástrofes debidas al cambio ambiental inducen costos
crecientes y cuya probabilidad es difícilmente medible. En general, las
aseguradoras saben no obstante poner en marcha las estrategias nece­
sarias para la construcción de mercados rentables.
El seguro moderno es indisociable del reaseguro, que lo sigue como
su sombra. El reaseguro es el "seguro de las aseguradoras", según una
fórmula común en el sector.17 Ésta consiste, para las aseguradoras, en
precaverse frente a riesgos que ellos consideran importantes contrayen­
do un seguro sobre los seguros. El mecanismo es el mismo que en el
grado inferior: la aseguradora paga una prima a la reaseguradora, que le
abonará indemnizaciones en caso de ocurrencia de un siniestro. La re­
aseguradora reinvierte estas primas la mayoría de las veces en títulos
financieros, cuyos beneficios sirven para reembolsar a las aseguradoras.
Ésa es la razón por la cual desde el siglo xix las reaseguradoras son ac­
tores de primer plano de las finanzas internacionales. Existen numerosos
tipos de contratos de reaseguro.18 Uno de ellos, por ejemplo, estipula
que la reaseguradora se hace cargo de todos los gastos de indemnización
que atañen a un siniestro más allá de cierto monto. Más acá es la ase­
guradora la que se hace cargo.
Las reaseguradoras más grandes del mundo en la actualidad son
Munich Re, fundada en 1880,ySwiss Re, fundada en 1863. Histórica­
mente, la más antigua compañía de reaseguro es Cologne Re, fundada
en 1846, que, tras su fusión con otras compañías, ahora se llama Gen
(General) Re. Las reaseguradoras hacen su aparición a causa de los in ­

17 Philip D. BíHígen, "Catastrophe rrsk", íc.onomy and Soctety, vol. 32. n* 2.2 0 0 3 . p. 258.
18 Frédefic Mor laye. R<$k Management el aswrancc, op. cit. , p. 16.

87
RAZMIG KEUCHEYAN

cendios que causaron estragos en las grandes ciudades modernas en el


siglo xix. En 1842 se declara un incendio en Hamburgo que pone en
quiebra a las aseguradoras alemanas, lo que suscita la emergencia de
ese sector. El período de fundación de los reaseguros modernos corres­
ponde precisamente a la época de la revolución industrial. Es entonces
cuando los montos de los bienes asegurados a los que deben hacer
frente las aseguradoras, debido a ia industrialización, se vuelven exorbi­
tantes e imposibles de asumir sin un apoyo. El mercado de seguros y
reaseguros no dejó de crecer desde entonces. Desde la Segunda Guerra
Mundial, su crecimiento es dos veces superior at del PIB en los países
desarrollados. El desarrollo sin precedentes de las sociedades capitalis­
tas avanzadas durante los Treinta Gloriosos, por supuesto, no es ajeno a
esta tendencia.
El reaseguro supone una mutualización de los riesgos de un grado
superior al del seguro. Esta mutualización al cuadrado, por así decirlo,
permite bajar el costo de conjunto del seguro, puesto que al reasegurar­
se, es decir, al precaverse contra los riesgos de pérdidas elevadas, las
aseguradoras están en condiciones de disminuir el monto de las primas
que imponen a sus asegurados. Los volúmenes financieros administrados
por 1a industria del reaseguro son superiores a los del seguro, puesto que
provienen de la recaudación demias primas de numerosas aseguradoras.
Ésa es la razón por la cual el reaseguro a menudo recae sobre los sinies­
tros más costosos: terrorismo, catástrofes naturales, accidentes técni­
cos... o los más correlacionados entre ellos. Desde su aparición, las re­
aseguradoras operan en el plano mundial. Por ello se cuentan entre las
empresas más precozmente globalizadas. La capacidad de las reasegu­
radoras para hacer frente a indemnizaciones elevadas es el fruto de una
estrategia de diversificación de los contratos por zonas geográficas y por
ramas de la economía. Una vez más, aquí se aplica el principio de baja
conexión de los riesgos. En efecto, es más baja la probabilidad de que
varias zonas geográficas sean simultáneamente afectadas por una catás­
trofe natural o tecnológica, o que la crisis golpee a varias ramas de la
economía simultáneamente.

88
LA NATURALEZA ES UN CAMPO DE BATALLA

¿Nuevos riesgos?

Este dispositivo de seguros moderno es demolido por la emergencia de


“ nuevos riesgos", a partir de la segunda mitad del siglo xx. En historia,
la novedad siempre está sujeta a caución. La mayoría de las veces resul­
ta de la intensificación, la hibridación y la visibihzación de procesos ya
puestos en práctica anteriormente m asque de innovaciones radicales.19
Sea como fuere, estos nuevos riesgos escapan en parte al campo del
dispositivo de seguros que hemos descrito, ya sea porque los montos de
indemnizaciones que suponen son demasiado importantes, inclusive
para las reaseguradoras, ya porque la naturaleza de esos riesgos hace
que sean difícilm ente asegurables, que los principios del seguro tal y
como los hemos presentado se apliquen difícilmente a ellos. Esto con­
duce a la emergencia de un nuevo régimen de seguros, en el cual las
finanzas ocupan una posición central.
La noción de catástrofe es muy relativa, es decir, histórica y geográ­
ficamente variable.20 En el mundo judeocristiano, su connotación reli­
giosa es evidente. Una distinción frecuentemente citada en la literatura
de seguros es aquella entre “ catástrofe” y ‘‘cataclismo", propuesta por
David Cutler y Richard Zeckhauser.21 Se llama catastrófico un aconte­
cimiento cuyos perjuicios se elevan a más de 25 millones de dólares.
Más allá de 5 m il millones es un cataclismo. Esta distinción en aparien­
cia abstracta se explica por la voluntad de calcular, y por tanto previa­
mente clasificar, los acontecimientos. Se remontaa 1997. Desde enton­
ces, como la escala de costos fue llevada hacia arriba, estas cifras deben
ser actualizadas.

19 Para una interesante meditación sobre este tema, véase Dean Curran, "Risk society and the
disinbution of bads. Theon/ingctass in thc risksocíety". The British Journal otSociotogy. vot
64. n M . 20 1 3 .
20 Véanse Grégory Quenet. "La catastrophe, un objet liistorique ?“ , Hypotnéscs, n* 1, 1999;
Jean-Pierre Dupuy, Pour un catastrophisme éclairé. Quand l'tmpossible est c&rtain, París, Le
Seuil, 20 0 4 . Los disaster studies. ene! curso de les últimas décadas del siglo xx, se han con
vertido en un campo de investigación con derecho propio en las ciencias sociales. Véase a este
respecto Sandrme Revet, "Penser et affromer les desastres : un panorama des recherches en
Sciences sociales et des politiqucs intemationales'. Critique Internationale, vol. 52 . n* 3.2011
21 David M. Culter y Richard J. Zeckhauser, •■Reinsurance for catastrophes and cataclysms".
National 8ureau o f Economics Research. Working pape' n“ 5913, 1997.

89
RA2MIG KEUCHEYAN

Varios tipos de riesgos perturban el sector de seguros: el terrorismo,


los riesgos tecnológicos y la multiplicación de los desastres naturales
debidos sobre todo al cambio climático. ¿En qué? En primer lugar, lo
dijimos, el costo financiero de las catástrofes que inducen es elevado, y
cada vez más. La reaseguradora Swiss Re produce datos anuales muy
completos referentes a la amplitud de los daños humanos y m ateriales
que provocan estas catástrofes, que com pila en una revista titulada
Sigm aP De paso, es interesante comprobar que los Estados no son ya
en la actualidad los únicos productores de datos de este tipo, que acto­
res privados tales como las aseguradoras disponen de medios humanos
y materiales que les permiten rivalizar con las estadísticas estatales. Los
datos producidos por Swiss Re atañen principalmente a los bienes ase­
gurados, en otras palabras, a los montos que las aseguradoras y rease­
guradoras abonaron a sus clientes, y no a los bienes en general. Esto
induce un sesgo en la escala de las catástrofes, puesto que el nivel de
los bienes asegurados respecto del conjunto de los bienes destruidos
varia de sociedad en sociedad. El sector del seguro está por ejemplo
mucho menos desarrollado en 8urkina Faso que en Francia, puesto que
asegurarse supone tener los medios para hacerlo. Se estima asi que, en
los países en desarrol lo, sólo el 3% de los bienes perdidos en catástrofes
están aseguradas. Esta cifra se eleva a más deJ 40% en los países de­
sarrollados.2
23
2 Esto lleva, con los datos disponibles, a subestimar siste­
máticamente las pérdidas padecidas en el primer grupo de países.
La catástrofe más costosa de la historia en daños asegurados -des­
de 1970, época en la cual esos datos comienzan a ser compilados- es
al dia de hoy el huracán Katrina, que se abatió sobre la región de Nueva
Orleans en 2005. Ci neo años después de la ocurrencia de esta catástro­
fe, su costo material es estimado en 75 mil millones de dólares (corre­
gidos por la inflación) y en 150 mil m illones de dólares si se trata de

22 Véase www.swissre.com/5iRma/, y más particularmente "Caiastrophes naturclles el techmques


en 2 0 1 1 '. Sigma, n* 2, 20 1 2 . Los dalos que siguen provienen de este número.
2 3 Koko Warner et ah, "Adaptaron lodim ate ehange. Linkmg disasfer nsh reduction and Insur­
ance*, United Nalions International Strategy fot Disaster Reduction Secrelariat lUNISDR),
2009. p. A. Disponible en la dirección: www.preventionweb.net/file5/9604Jtokmgdrnnsuran-
co.pdf. La reasegurad ora Munich Re y el Banco Mundial fueron oartes activas en la redacción
de ese documento que emana de las Naciones Unidas.

90
LA NATURALEZA ES UN CAMPO DE BATALLA

estimar los bienes no asegurados. El primer lugar ocupado por Katrina


en esta clasificación resulta de la potencia devastadora de ese huracán,
de la falta de preparación y de los errores cometidos por las autoridades
estadounidenses en su gestión. Pero también resulta del hecho de que
se abatió sobre el país más rico del mundo, donde los bienes materiales
asegurados, por lo tanto, son numerosos.
En el orden de las catástrofes más costosas de la historia luego
encontramos el sismo seguido de un tsunami en Japón en 2011 (35 mil
millones), que también dio lugar a la catástrofe nuclear de Fukushima,
el huracán Andrewsóe 1 9 9 2 (25 mil millones) en los Estados Unidosy
los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 (24 mil millones),
siendo este último el más costoso de tos acontecimientos que Swiss Re
califica de catástrofe "técnica” , por lo cual hay que entender un acon­
tecimiento sin relación con un fenómeno natural. En Francia, en 2003,
año de la canícula, el costo agregado de las catástrofes naturales se
elevó a más de 2 mil millones de euros, lo que es un récord. En el curso
de los últimos veinte años, el principal riesgo natural son las inundacio­
nes, seguido de la sequía.
Naturalmente, conviene ser precavido por lo que se refiere a estas
cifras, máxime cuando una catástrofe es susceptible de generar efectos
diferidos en el tiempo, que son difíciles de evaluar. Así, un huracán en
Taiwán podrá no solamente destruir bienes materiales y producir victimas
humanas, sino también interrumpir circuitos de producción o de ensam­
blaje globales, por ejemplo en el campo informático, uno de cuyos esla­
bones importantes es Taiwán. También podrá lentificar el tránsito naval
en el estrecho de Formosa (que separa la isla deí continente chino), por
donde pasan flujos comerciales masivos. Con la aceleración de lagloba-
lización desde los años setenta, las "cadenas globales de mercancías"
tienden a ser cada vez más largas y a desplegarse a escala del planeta.24
Un accidente de producción (natural o técnico) en un punto comprome­
te más o menos en forma duradera al conjunto de la cadena, generando
costos de seguro importantes. Otro ejemplo, las enfermedades pulmo­

24 Véase a este respecto William $. Mtioerg, '‘ Shlltmg sources and uses ol pretil Sustainmg US
financialiíalw o with gtoDal valué chains". Economy and Society, vol. 37. n* 3.2 008 .

91
RAZMIG KÉUCHEYAN

nares contraídas por los socorristas durante su intervención en las torres


gemelas en Nueva York el 11 de septiembre de 2001. debido al contac­
to prolongado con los escombros y el polvo, tardan tiempo en manifes­
tarse, a menudo varios años. Por eso pesan sobre el sistema de seguros
(privado y público) de manera diferida.
Un desastre puede tener un costo material elevado, pero un costo hu­
mano bajo, y a la inversa. Las catástrofes más mortíferas en cantidad de
victimas desde 1970 son las tempestados e inundaciones resultantes del
ciclón Bbofaen Bangladesh (entonces Pakistán oriental) y en el Estado
hindú de Bengala en 1970, que produjeron alrededor de 300.000 victimas.
En tercera posición encontramos el terremoto en Haití en 2010, con
2 2 2 .0 0 0 muertos. La canícula y la sequía europeas de 2003, que provo­
caron la muerte de 35.000 personas, se encuentran en doceava posición,
y por otra parte es la primera catástrofe de la lista localizada en Europa,
mientras que Europa y los Estados Unidos son omnipresentes en lo alto del
cuadro de las catástrofes más costosas financieramente. De ser necesario,
esto demuestra el impacto del desarrollo económico sobre la mortalidad
suscitada por tales acontecimientos. Más lejos en la clasificación encontra­
mos el accidente en la planta química de Union Carbide, una multinacional
estadounidense, en Bhopal, India, en 1984, con 6.000 muertos.
Para el año 2011, el más reciente para el cual hay cifras disponibles,
Swiss Re contabilizó 3 2 5 catástrofes en total, de las cuales 175 son
“ naturales" y 150 '‘técnicas''. Es interesante comprobar que la rease­
guradora contabiliza la “ primavera árabe" de 2011 como "catástrofe
técnica". Las pérdidas materiales en este proceso revolucionario fueron
importantes y, en Egipto. 8 4 6 personas perdieron la vida. En última
instancia, a los ojos de una aseguradora, una catástrofe es un aconteci­
miento que supera cierto monto de indemnizaciones que se deben abo­
nar a los asegurados. Se trata de una definición meramente cuantitativa
de la catástrofe. En principio, sin embargo, lo que depende de las gue­
rras, revoluciones, crímenes contra la humanidad y otros "estados de
excepción" está excluido de la contabilidad de las catástrofes por las
aseguradoras.
El seísmo japonés es el principal desastre de 2011. Nueva Zelanda
también padeció un temblor de tierra y la temporada de los huracanes

92
LA NATURALEZA ES UN CAMPO 0 £ BATALLA

en los Estados Unidos fue particularmente virulenta, aunque ninguno


de ellos fue tan devastador como Katrina o Andrews. Inundaciones mor­
tíferas también tuvieron lugar en Tailandia a partir de julio. En 2011,
por segundo año consecutivo, las catástrofes técnicas parecen menos
cuantiosas que las naturales. Según Swiss Re, el número de las primeras
no deja de disminuir desde 2005, y el de las catástrofes naturales, por
el contrario, continúa su tendencia histórica en aumento desde 1970.
De este retroceso de las catástrofes técnicas no habrán de sacarse con­
clusiones apuradas. Esta tendencia puede ser el fruto tanto del azar, de
la mejoría de las medidas de seguridad como del endurecimiento de las
condiciones de reembolso de las aseguradoras, puesto que hemos dicho
que éstas contabilizan principalmente las catástrofes que dan lugar a
indemnizaciones. Más que probable, en cambio, que si el cambio cli­
mático no es la causa única del aumento de las catástrofes naturales,
siendo la causalidad en este campo difícil de establecer, es a todas luces
uno de los parámetros que contribuyen a ello.
A medida que el capitalismo se desarrolla, la urbanización y el cre­
cimiento demográfico no dejan de aumentar.25 La población california^
na, por ejemplo, se triplicó desde 1950, volviendo tanto más mortíferos
y costosos los temblores y deslizamientos de tierra en este Estado. Cali­
fornia, Florida y Japón son tres regiones frecuentemente víctim as de f
catástrofes naturales, cuya densidad de población y de lo construido
creció a lo largo de todo el siglo xx. En muchos lugares, la urbanización
y el crecim iento demográfico se efectuaron sin consideración por el
medio ambiente, lo que agrava Ja letalidad potencial de las catástrofes.
Los humedales de Luisiana fueron así objeto de un desarrollo urbano
desordenado en el curso de los últimos decenios. Ahora bien, esos wet-
lands constituían hasta entonces una zona tapón, que protegían a las
tierras y a los habitantes de los huracanes. Los destrozos causados por
Katrina en 2 0 0 5 en ese Estado se explican sobre todo por la fragilizactón
de esa zona. El aumento del costo del seguro de los riesgos climáticos
está entonces estrechamente ligado al desarrollo económico, urbano y
demográfico.

25 Mike Davis. Planet o f Sfum , op- c/l.

93
RAZMItí KEUCHEYAN

El incremento de la esperanza de vida es un corolario de esta ten-


dencia, cuyo impacto ambiental es manifiesto. Por ejemplo en Florida,
contingentes cada vez más numerosos de jubilados se instalan en las
costas, lo que hace subir vertiginosamente la tasa de urbanización.26
Ahora bien, esas costas son víctimas frecuentes de huracanes y otras
catástrofes naturales. El 80% de los bienes asegurados de la Florida se
ubican en cercanías de las costas, en regiones sometidas a ese riesgo.27
En los Estados Unidos, más generalmente, el valor de los bienes asegu­
rados cerca de las costas aumentó un 70% durante los años noventa,
para alcanzar más de 3 billones de dólares al final de la década. Algunas
partes del sur de Francia se encuentran en una situación similar. Entre
1988 y 2007, en efecto, los departamentos de Aude, Hérault y du Gard
fueron los más perjudicados por inundaciones.28 Un bucle causal, pues,
relaciona el aumento de la esperanza de vida, la urbanización y los cos­
tos que estas dos tendencias inducen para el seguro.
Este proceso debe ser puesto en relación con una tendencia gene­
ral de los “ costos de producción" de aumentar a medida que el capi­
talismo se desarrolla. Como lo mostró Immanuel Wallerstein, tres mo­
vimientos de larga duración explican el incremento de los costos de
producción en el curso de la historia.29 En primer lugar, el éxodo rural,
vale decir, la transformación de amplias masas de campesinos en asa­
lariados. Mientras que una gran parte de estos últimos hasta entonces
podían contar con una parte de la agricultura para alimentarse, su
llegada a las ciudades los vuelve en adelante totalmentedependientes
de los salarios que les abonan sus empleadores, aumentando en igual
medida la parte de la plusvalía transformada en salarios y disminuyen­
do proporcionalmente las ganancias. Luego, la demanda de bienestar
de las poblaciones -salud, educación, jubilaciones- tiende a aumentar

26 Michael Lewis, "ln nature's casino*. New York Times, 2 6 di* agostó de 2007,
27 ArthurCHarpofiticr. “ Insurabiiity ol climate risks", loe. c it.4p. 103.
28 Véanse tos datos disponibles en el sitio de Internet de la Fédération Iraniaise des sociétés
d'assuiance {FFSA}. por ejemplo: www.lfsa.fr/sjtes/)cmsj1n_53027/catastíophes-naturelies-l-
mondation-reste-le-rlsque-n 1-en-france?cc=tn„7360.
29 Véase pe* ejemplo Immanuel Wallersiein. WorldSystem s Analys>s, Durham, Duke University
Press. 2004. (Hay versión en castellano: Análisis del s/slema-mundo. Una introducción, trad
de Carlos Oantel Schroeder. México, Siglo XXI editores, 20 0 5 .)

94
LA NATURALEZA ES UN CAMPO DE BATALLA

de manera exponencial, sobre todo después de los Treinta Gloriosos,


inmovilizando también aquí importantes volúmenes de capitales. Éste
es uno de los aspectos de la "crisis fiscal del Estado", sobre la que
volveremos en otro momento.
Un tercer factor de aumento de ios costos de producción es el ago­
tamiento de la naturaleza. Ésta proporcionó al capitalismo, durante varios
siglos, materias primas y otros recursos naturales a bajo precio.30 Hasta
ahora, también lograba en una gran medida absorber los desechos de la
producción capitalista. Ahora bien, estas dos funciones -la naturaleza
como in p u t y como o u tp u t- son cada vez más difícilm ente realizadas
hoy, es decir, cada vez son más caras. Este encarecimiento de la relación
del capitalismo con la naturaleza pesa a la baja en la tasa de ganancia.

Ontologia de la catástrofe

Los nuevos riesgos se caracterizan por el fenómeno de la hipercorreíación.


Como hemos dicho, los riesgos asumidos por una aseguradora deben
estar suficientemente fuera de correlación para que no haya que indem­
nizar a demasiados asegurados al mismo tiem po. En el caso de los
nuevos riesgos, este principio de no correlación entra en prisis. Las ca­
tástrofes evocadas más arriba afectan a centenares de miles, hasta a
millones de personas, y a volúmenes colosales de bienes materiales al
mismo tiempo. En otras palabras, impactan a regiones enteras. Esto
obliga a las aseguradoras a hacer frente a costos a menudo fuera de su
alcance y en ocasiones a retirarse del mercado. Esto es lo que ocurrió
en los Estados Unidos después de los atentados del 11 de septiembre
de 2001, después de los cuales excluyeron al terrorismo de sus contra­
tos de seguro, antes de verse reconducidos a la fuerza a ese mercado por
el Estado (su retiro era en realidad una manera de obligar a este último
a asumir una parte creciente en el seguro de los atentados: privatización

30 Sobre este punto, véase Jason Moore. “ Cheap food and bad money. Food, Irontiers, and finan-
cialization m tne riso and demlse o í neoliberalism", Rcview. A Journal o i tte Femand B&udef
Certter, n’ 33.2012.

95
RAZMIG KEUCHEYAN

de los beneficios, socialización de las pérdidas, así es como funciona el


capitalism o)31. Estas catástrofes afectan a varías líneas de seguro en
forma simultánea: seguro de vida, renta por invalidez, interrupción déla
actividad económica, daños causados a los bienes y a las personas.32 Por
añadidura, son susceptibles de desorganizar una región en forma dura­
dera, lo que puede acarrear consecuencias económicas importantes. Por
esa razón ha llevado al sector de seguros a evolucionar. Como vimos con
la creación del reaseguro de incendios en las ciudades en el siglo xix, es
frecuente que las innovaciones de seguros sean una consecuencia de
los desastres.
Una catástrofe tiene una ontología diferente de la de riesgos más
comunes, como los accidentes de coche. En un accidente de coche se
ve afectada una cantidad restringida de personas, incluso cuando el
accidente es grave. Además, como hemos dicho, si un accidente único
es por definición imprevisible, los accidentes agregados en un lapso de
tiempo determinado responden a la ley de los grandes números. Por el
contrario, en una región específica, una catástrofe afecta a todo el mun­
do. Interrumpe el curso normal de la vida social, por un tiempo más o
menos largo, lo que evidentemente no ocurre con un accidente de coche.
La ley de los grandes números aquí no se aplica, puesto que se trata de
acontecimientos puntuales. Esto implica que es difícil para las asegura­
doras anticipar sus pérdidas y por lo tanto poner en práctica estrategias
de diversificación de los riesgos adaptados. En la jerga del seguro, los
acontecimientos raros son llamados tails, por “ colas" de distribución,
cuya probabilidad es baja. TaiI ris k e s una expresión empleada en el
mundo de las finanzas en general para designar los riesgos extremos,
susceptibles por ejemplo de conducir a la pérdida del conjunto de una
cartera financiera.
La probabilidad de los nuevos riesgos es más difícilm ente medible
que la de los riesgos tradicionales. La dificultad de construir datos con­
fiables que los conciernan supone que las aseguradoras no siempre logran

31 Richard V. Ericson y Adron Doylo, "Catastrophe r¡$k, Insurance, and terronsm", F.conomy and
Society. vol. 33, n*2, 2004. p. 157.
32 Fiéderic Morlaye, Management e l anurance, op. c il, p. 128.

96
LA NATURALEZA ES UN CAMPO DE BATALLA

poner un precio a la incerlidumbre y por lo tanto tampoco a determinar


el monto de las primas. La hipercorrelación, además, tiene por conse­
cuencia confundir la distinción entre lo privado y lo público.333
4Un acci­
dente de coche es un suceso privado, incluso si puede ocurrir que un
accidente mayor induzca un trastorno temporario al orden público, o
conmocione a la opinión por su amplitud. Una catástrofe del tipo 11 de
septiembre de 2 0 0 1 o del tsunami de 2 0 0 4 en el océano Indico a la
altura de la isla de Java -2 1 0 .0 0 0 m uertos- es un fenómeno público,
justamente debido a que involucra a la totalidad de una zona geográfica.
La proliferación de catástrofes de este tipo en el curso de los recientes
decenios, y particularmente de catástrofes naturales debidas al cambio
climático, por lo tanto, pone en crisis la separación de lo privado y lo
público, uno de los fundamentos del mundo social moderno. También
modifica el rol del Estado en la gestión de estas catástrofes.

Riesgo y posmodernidad

Esta ontología de los nuevos riesgos dio lugar a una de las teorías socia­
les contemporáneas más influyentes: la ''sociedad del riesgo" de Ulrich
Beck, enunciada en la obra del mismo nombre en 1986.w El sociólogo
británico Anthony Giddens, conocido por haber sido el principal teórico
de la ‘‘tercera vía" de Tony Blair, también es partidario de este enfoque.35
Beck se inscribe en los debates que remiten a la "posmodernidad" que
causaron furor en el curso de los años ochenta y noventa. La cuestión
era entonces saber si habíamos abandonado la modernidad y sus valores
-ciencia, razón, progreso, justicia, igualdad- para entrar en la "posmo­

33 Otivier Godard <?f a l., frailé des nouveaux nsques, op. cíf.. p 368; Geoffrey Heal y Howerd
Kunreuther, "Modehng inteidependent nsk", ffrs* Analysis, vol. 27. n* 3. 2007.
34 Véase Ulrich Bock. La Société du risque, París, Flammanon, 2008. Para una crítica de esta
teoría, véase Dean Curran, “ Risk society and the d<st"Dulion of bads Theorizing class m the
risk society'’ , loe. c í L {Hay versión en castellano de: La sociedad de/ nesgo global, trad. de
Jesús Alborés Rey, Madrid, Siglo XXI de España Editores, 2002.)
35 Véase Anthony Giddens, Beyond Left and fíigh t. The Fulure ot Radical Poluics, Londres, Poli-
ty. 1994. (Hay versión en castellano. Más allá de la izquierda y la derecha. E l futura de las
políticas radicales, trao. de Ma Luisa Rodrigue? Tapia, Madrid. Ediciones Cátedra. 19 96.)

97
RAZMlG KEliCHEYAN

dernidad", o si por el contrario esos valores seguían estando activos en


la organización de las sociedades. De Jean-Fran^ois Lyotard a Jürgen
Habermas, pasando por Frederic Jameson, David Harvey y Perry Ander-
son. los pensadores contemporáneos dieron diversas respuestas a esta
cuestión.
La solución muy original de Beck se apoya en el seguro. A su mane­
ra de ver, el criterio decisivo que explica el pasaje de la modernidad a la
posmodernidad -q u e él llama “ segunda'' modernidad o modernidad
"reflexiva"- es el del seguro. En la posmodernidad, ciertos riesgos se
han vuelto tan costosos que han dejado de ser posibles de ser asegurados
según los criterios del seguro moderno. Escapan al control de los huma­
nos, incluso cuando fueron creados por ellos, tanto porque son imprevi­
sibles como porque sus consecuencias son socialmente inmanejables.
En la medida en que la modernidad descansaba ampliamente en el
dominio progresivo de los riesgos, y más generalmente en el sometimien­
to de la naturaleza por el hombre, la no asegurabilidad constituye un
síntoma de salida de la modernidad.
La atención de Beck recae en particular en los riesgos tecnológicos,
por ejemplo la catástrofe nuclear de Chernóbil en 1986. Tales riesgos
ya no respetan las fronteras, sean espaciales (la nube de Chernóbil no
se detuvo en las fronteras nacionales), sociales (afectó a ricos y pobres
sin distinción de clase) o temporales (sus consecuencias se manifiestan
a lo largo de varios decenios, hasta siglos). Prefiguran el fin del Esta­
do-nación, cuya esencia es ser territorialmente delimitado, y que por
definición es incapaz de administrarlos. Apelan así a la emergencia de
un nuevo "cosm opolitism o", en cuyo adalid se convirtió Beck en el
curso de los años recientes.36
La no asegurabilidad, por lo tanto, es para Beck el fundamento de
la condición posmoderna. Esta comprobación, sin embargo, debe ser
seriamente matizada. Lo que Beck no ve es que si las aseguradoras y
reaseguradoras tradicionales no están en condiciones de asegurar los

36 Uirieh Beck, Qu'est-ce que le cosmopolitismo ?, París, Aubier, 2006. Véase también Utrich
fleck, ‘The terrorisi threat. World ñsk society revisded", Theory. Cuitare, and Soacty, n* 19.
2002 .

98
LA NATURALEZA ES UN CAMPO DE BATALLA

riesgos nucleares solos, estos dieron lugar desde los años sesenta (es
decir, después de la aparición de lo nuclear civil) al establecimiento de
"pools" de seguros, de los que el Estado e incluso a veces varios Estados
son partes activas.37 En Francia, ese pool se llama "Assuratome",38 y su
misión es cubrir lo nuclear civil. La reciente catástrofe de Fukushima
desencadenó procedimientos múltiples de seguros. Un año después, se
estima que costó 3 mil m illones de euros a M unich Re y a AIG, y del
orden de los 600 millones a Partner Re, lo que demuestra que el seguro
no dejó de funcionar en el m undo contemporáneo, inclusive para los
riesgos relativos a las tecnologías más costosas y sofisticadas.39 Por otra
parte, la financíarización del seguro, un fenómeno que Beck no tiene en
cuenta, es concomitante de la emergencia de los nuevos riesgos y trans­
forma la problemática de la asegurabilidad. Volveremos sobre esto en
breve.
Frangois Ewald es un teórico del “ riesgo" cercano a Beck. Antaño
miembro de la izquierda proletaria, una de las ramas del maoísmo fran­
cés de los anos setenta, asistente de Michel Foucault en el Colegio de
Francia. Ewald se ha convertido desde entonces en la cabeza pensante
de la Federación francesa de las sociedades de seguros (FFSA) y del
MEDEF*, y es hoy director de la Escuela Nacional de Seguros.40 Consa­
gró su tesis de doctorado a la historia del Estado de bienestar, bajo la
dirección de Foucault. Se interesó en particular en la evolución de)
tratamiento jurídico de los riesgos profesionales. A fines del siglo xix se
pone de manifiesto la idea de que los accidentes y otros sucesos en el
lugar de trabajo no son imputables a nadie, que dependen de un riesgo
inherente a la actividad industrial. Esta ruptura con la idea de "respon­
sabilidad" (y en primer lugar de responsabilidad patronal), así como su

37 Véate Bernard Durare!, "L’assurance du raque nucléaire", M ines-Energie, n4 402. enero-fe*


hiero de 2003.
38 Véase el sitio de Assuratome: www.assuratome.fr/.
39 Véanse las cifras disponibles en et sitio <lel Argus del seguro: www.argus delassufance.com'
acteurs-'fukushimaunanapres. 54827.
’ Mouv&neflt des Enttcprises de Franco, Movimiento de las Empresas de Francia. (N del T.J
40 Sobre la trayectoria de Franf ois Ewald y sus relaciones con Foucault. véase MicKacI C. Belirent.
“ Accidents happen Fran^ois Ewald. Ihe "antirevolutionary" Foucault, and the mtelJectuaf
polilics of the French welfare State” , Journal ot Modern H islory. vol 8 2 , septiembre de 2010.

99
RAZMIG KEUCHEYAN

reemplazo por la de ‘‘riesgo", a su manera de ver señala el verdadero


comienzo de la época moderna. Contrariamente a la responsabilidad, el
riesgo no es el producto de ninguna intencionalidad, es un principio
impersonal. Luego, Ewald se interesa en otros tipos de riesgos, sobre
todo en el riesgo tecnológico. También teoriza en las páginas de la revis-
ta Le Débat, en compañía de Denis Kessler, entonces presidente de la
FFSA y vicepresidente del MEDEF, sobre "las bodas del riesgo y de la
política"41. Ellos y otros elaboran una distinción entre individuos "ries-
gófilos" y "riesgófobos", declarando que el hombre no es un animal
político o social, contrariamente a lo que pensaba Aristóteles, sino un
animal naturalmente predispuesto a asumir riesgos. Es la época en que
el MEDEF lanza la ''refundación social" y ambiciona romper con el
programa del Consejo nacional de la Resistencia4* Tanto en Francia
como en otras partes, la ideología del "riesgo" y del empowerment es
parte activa de la emergencia del neoliberalismo.

Las aventuras de la asegurabilidad

El sector del seguro padeció profundas mutaciones en el curso de los úl­


timos decenios. Por ejemplo, se vio emerger la nueva categoría de los
riesgos llamados "de desarrollo", una variante del riesgo tecnológico.43
Estos riesgos manifiestan una dimensión esencial de toda innovación
técnica, a saber, el hecho de que perjuicios a la salud pública pueden
acaecer a veces mucho después de la comercialización de un nuevo pro­
ducto, perjuicios sin lugar a dudas no previstos por su productor. Caso por
excelencia: eí amianto, que sin ser una catástrofe, hablando con propiedad,
es decir, un acontecimiento puntual que interrumpe el curso de la vida
social normal, al día de hoy es el fenómeno que costó más caro a la indus­

41 F ra n g ís Ewald y Denis Kessler, "Les noces du nsque el de la potitique". Le Oetnt, vol. 109,
n* 2. 2000.
42 Mtchael 0- Behrent, ” Accidente happon. Franfois Ewald, Ihe "antirevqluüonary" Foucautt. and
thc intelectual politics of the French welfare slate", toe. c/L. p. 622.
43 Fran^oís Ewald, "La véntable nature du nsque de développemenl et sa garanto", ffisques, n’
14, ab ntde 1993.

100
LA NATURALEZA ES UN CAMF>0 DE BATALLA

tria del seguro en los Estados U n id o s " (Los primeros estudios que esta*
blecian la nocividad del amianto no impidieron que los trabajadores si­
guieran siendo expuestos a él durante años, lo que añade una dimensión
de criminalidad lisa y llana al riesgo de desarrollo). El riesgo de desarrollo
puede resultar de un problema en la concepción del producto -u n nuevo
modelo de auto, por ejemplo el retiro de los Mercedes "clase A" en 2010
por un problema en el depósito de gasolina- o de una injerencia exterior
(voluntaria o no) en el proceso de fabricación, como cuando se descubrie­
ron trazas de benceno en una decena de botellas Pemer a comienzos de
los años noventa en los Estados Unidos, lo que condujo a la marca a reti­
rar centenares de millones de botellas del mercado.
Las consecuencias de los riesgos de desarrollo sobre la industria del
seguro son considerables. Los seguros llamados de "responsabilidad
civil com ercial" -entre los cuales los re ca ll msurances, que cubren el
"retiro" de productos por su fabricante, son un caso particular- padecen
desde hace algunos decenios un crecimiento importante, del orden det
10% por año.445 Se considera que el caso del benceno costó más de mil
4
millones de dólares a Perrier. Estos riesgos de desarrollo, por cierto, no
son nuevos. Desde los comienzos de la era industrial, algunos productos
resultan nocivos en el uso, para sus productores o consumidores direc­
tamente, o porque contaminan el medio ambiente y afectan a estos úl­
timos indirectamente.464
7Lo que cambió es la sensibilidad de la opinión
pública a estas situaciones, que se desprende del conocimiento que
tenemos de estos riesgos y de sus efectos sobre la salud. Como dice
Jürgen Habermas, asistimos a un proceso de visibUizactón por la ciencia
de nuevos avatares, que tornan perceptibles riesgos en otros tiempos
imperceptibles que, en otros términos, mataban en silencio 4Í La "judi-

44 Richard V. Ericson y Aaron Ooyie, “ Catastiophe risk, Insurance, and terrón sm ". loe. c/l., p.
155.
45 Fréderic Morlaye, Risk Management et a&ocance. op. cit., p. 26.
46 Jean-Saphste Fressoz, L Apocalypse joyetise Une histoi/e du mque technatogtctue. París, Le
Seuil, 2012.
47 Una primera versión de este argumento de Haoermas se encuentra en La Technujue et la
Science comme “idéologie “. París. Galhmard, 19 90 (1* edición: 1968). IHay versión en cas­
tellano: Ciencia y técnica como “ ideología ", trad. de Manuel Jiménez Redondo y Manuel Ga­
rrido. Madrid, Editorial léenos, 1984.)

101
RAZMIG KEUCHEYAN

la industria del seguro, sin contar con que simultáneamente debe hacer
frente, como vimos, a otros riesgos. Todo esto conduce a esta industria
a añadir una categoría suplementaria al dispositivo de seguros existente,
el que hemos descrito anteriormente, y a remitirse a los mercados finan­
cieros para aumentar su potencial de indemnización, pero también sus
ganancias. Este fenómeno es conocido con el nombre de "titulización"
(securitizationen inglés, donde securíty significa título financiero) de los
riesgos climáticos. Participa del fenómeno general de financiarización
de la naturaleza al que asistimos desde hace varios decenios. La finan­
ciarización, lo dijimos al comienzo de este capítulo, es un fenómeno
típico de la época neoliberal, el cual implicó que numerosos sectores
que hasta entonces escapaban ai mercado fueran atrapados por su lógi­
ca. La naturaleza es uno de ellos.
Uno de los productos financieros más fascinantes generados por la
titulización de los riesgos naturales es conocido con el nombre de cat
bond, diminutivo de catastrophe bond, vale decir, bono catástrofe. Un
bono es un título de crédito o una fracción de deuda intercambiable en
un mercado financiero, y que es objeto de una cotización (que tiene un
precio, que fluctúa). Un bono puede ser público, es entonces un bono
del Tesoro, o puede ser em itido por una organización privada. Los cat
bonds son fracciones de deuda cuya particularidad es proceder no de
una deuda contraída por un Estado para renovar sus infraestructuras, o
por una empresa para financiar ía innovación, sino de la naturaleza y de
las catástrofes que en ella ocurren. Lo que les es subyacente, en suma,
es la naturaleza. Atañen a una catástrofe natural que aún no ha ocurrido,
que es posible pero no seguro que ocurra, y de la que se sabe que oca­
sionará estragos materiales y humanos importantes. El objetivo de los
cat bonds es dispersar los riesgos naturales tan ampliamente como sea
posible en el espacio y en el tiempo, de manera de volverlos financiera­
mente insensibles. En la medida en que los mercados financieros se
despliegan hoy a escala mundial, mediante la titulización esos riesgos
alcanzan una "extensión" máxima.
Los cat bonds no remiten únicamente a las catástrofes naturales.
En el curso de los últimos años, aseguradoras y reaseguradoras se pre­
cavieron contra todos los tipos de sobremortalidad (o "mortalidad extre-

m
LA NATURALEZA ES UN CAMPO OE BATALLA

ma” , para emplear (a jerga en boga en el sector), cualquiera que fuese


su causa. Las recientes pandemias gripales, porcina (2009) y aviaria
(desde 2 0 0 3 ), condujeron así a la emisión de bonos catástrofe, que
cubren a las aseguradoras en caso de mortalidad masiva.51 Swiss Re
estableció un programa de titulización titulado "Vita Capital IV L td .",
que le permitiría recibir hasta 2 mil millones de dólares de indemnización
en caso de sobremortalidad ligada a este tipo de enfermedad. La asegu­
radora francesa Axa posee un programa similar, titulado "Osiris Capital".
Se trata de formas de seguro de vida colectivos, que mutualizan los
seguros de vida personales por intermedio de la titulización. El estable­
cimiento de estos programas es cada vez ocasión de operaciones de
comunicación por parte de las aseguradoras, que apuntan a convencer
a los inversores de su preparación frente a esas pandemias altamente
mediatizadas.
Los cat bonds fueron creados en 1994. Desde entonces se emitieron
varios centenares, principalmente por aseguradoras y reaseguradoras
deseosas de protegerse frente a catástrofes naturales demasiado costosas
en términos de mecanismos de seguro clásicos.52 En un instante vere­
mos que algunos Estados también emitieron bonos catástrofe y que esto
no deja de tener relación con la crisis fiscal que atraviesan desde los
años setenta. Solamente durante el año 20 0 7 se emitieron veintisiete
cat bonds, que llegaron a recaudar más de 14 mil millones de dólares.
La madurez media de estos títulos - e l término al que llegan al venci­
miento, durante el cual corren los intereses- es de tres años. Los cat
bonds son un caso particular de una categoría más general de títulos-,
los ¡nsurance-linkedsecunties(\LS), en otras palabras los títulos ligados
al seguro de riesgos de diversa naturaleza: crédito, biotecnológico, de
responsabilidad civil, etc. El acrónimo ART, por alternativa rtsk transfer,
también es empleado a su respecto. La primera mitad de los años no­
venta constituyó un giro para la industria del seguro. Es entonces cuan-

51 Véase a este respecto www.artemts hirVMog/2009/04/2&'a-swine-fiu-pandem»c-arHj-trH!-Cdtas


trophe-bond-market/
52 Erwann Mtchel-Kerjan e ta l., “Catastrophe financmg lo* governmenls. Lea/nmg from the 2009*
2012 m ulticat prograni m México". OECD Workmg Papen on finanee. Insurance and Prívate
Pensions, n* 9. 2 0 1 1 , p. 17. ,

105
RA7MIG KCUCHEYAN

do una serie de acontecimientos naturales de costo fuera de lo común


tales como el huracán Andrews en Florida en 1992, el temblor de tierra
de Northndge en California en 1994, y el de Kobe en Japón en 1995,
ocurrieron en un lapso muy corto, obligando a la industria a encontrar
nuevos recursos.
No todos los efectos de! cambio climático pueden estar asegurados.
La desertificación o el aumento del nivel de los mares, por ejemplo, no
pueden ser objeto de un seguro. La razón de esto es que se trata de fe­
nómenos que no son espacial y temporalmente localizadles: son progre­
sivos más que puntuales, y atañen en grados diversos al conjunto del
planeta. Ahora bien, la delimitación espaciotemporal es una condición
de la asegurabilidad. En cambio, ese género de fenómeno puede inte­
ractuar con otros fenómenos y dar lugar a catástrofes que sí son asegu­
radles. Así, la desertificación contribuye a la multiplicación de las se­
quías, a la destrucción de cosechas, que pueden ser objeto de un
seguro.
Un bono catástrofe funciona de la siguiente manera: una instancia
-aseguradora, reaseguradora, Estado...- emite un bono por intermedio
de un banco de inversión, bonos que son vendidos por ella a inversores.
Como para todo bono, la instancia en cuestión abona intereses a estos
últimos, como contrapartida del dinero que le prestan. Si la catástrofe
ocurre, los inversores pierden su dinero (el principal), que servirá para
reembolsar a los siniestrados, es decir, más precisamente a las asegura­
doras y reaseguradoras que reembolsarán a los siniestrados. En el caso
de que ésta no ocurra, el inversor embolsa los intereses. Más precisa­
mente, la instancia que emite un cat bond crea una sociedad ad hoc,
llamada special purpose ve/?/c/e(SPV), o “ fondo común de crédito". Esta
sociedad, en general localizada en un paraíso fiscal, parte en busca de
inversores, cuyos montos abonados se colocan en t/lulos. En caso de
acontecimiento catastrófico desencadenante, el principal y los beneficios
surgidos de la inversión van a la instancia emisora. El desencadenante
puede ser de varias especies. Puede ser un acontecimiento de cierto
tipo, daños más elevados que un suelo predeterminado, una cascada de
acontecimientos, por ejemplo la sucesión de tres ciclones en un tiempo
cercano en el mismo lugar... El cat bond, comovemos, tiene una estruc­

1 06
LA N A TU R A LIZ A ES UN CAMPO DE BATALLA

tura muy cercana a la del “ préstamo a la gruesa ventura" evocado al


comienzo de este capítulo. Entre las sociedades especializadas en el
establecimiento de cat bonds se encuentra sobre todo Goldman Sachs
Asset Management, Credit Suisse Asset Management, Axa Investment
Managers...
Como todo título financiero, los cat bonds son evaluados por agencias
de calificación: Standard and Poor's, Fitch y Moody’s principalmente.
Estos bonos son generalmente clasificados BB, lo que significa que no
carecen de riesgos (triple A, como se sabe, es la nota de los bonos menos
riesgosos, Ja de los bonos del Tesoro alemanes por ejemplo). El valor de
un cat bond fluctúa en el mercado en función de la mayor o menor pro­
babilidad de que ocurra la catástrofe y en función de la oferta y la de­
manda del bono involucrado. Ocurre que esos títulos se mantienen in­
cluso cuando se desarrolla la catástrofe o estamos cerca de ella, por
ejemplo cuando hay una canícula en Europa o un huracán en Florida.
Es lo que los traders especializados en ese campo llaman, con el senti­
do de la fórmula que los caracteriza, Uve cat bond trading, en otras pa­
labras, intercambios de bono catástrofe durante el desarrollo de una
catástrofe.53
Existe una bolsa de intercambio de títulos catástrofe, titulada "Ca-
tex” , por Catastrophe Risk Exchange, aparecida en 1995 y localizada en
Nueva Jersey.54 Esta bolsa permite que los inversores diversifiquen sus
riesgos. Un inversor excesivamente expuesto a los temblores de tierra
californianos-es decir, que posee en su cartera de inversiones un exce­
dente de títulos que lo conduciría a ia quiebra si ocurriera un temblor
de tierra en California- podrá diversificar su cartera intercambiando sus
cat bonds californianos contra cat bonds que remiten a huracanes cari­
beños, o un tsunami en el océano índico. Catex tiene igualmente la
función de suministrar a sus clientes bases de datos que les permitan
evaluar los riesgos catastróficos. Existen otros sistemas de cotización de
los cat bonds. Así, Swiss Re estableció un índice denominado “ Swiss
Re cat bond índex" que permite evaluar los desempeños de los títulos

53 Se encontrará una descripción de esta práctica en Mtchael Lewrs, "In nature's casino", loe. c il.
5d Frédenc Morlaye, Risk Management e l assuranco. op. cit., p. 149.

107
RAZMIG KEUCHEYAN

catástrofe con respecto ai Standard & Poor's (SP) 500, un índice que
cotiza 5 0 0 grandes sociedades norteamericanas.55 La agencia de ase-
soramiento financiero especializada en los cat bonds Artemis.bm, ubi*
cada en el paraíso fiscal de las Bermudas (donde se concentra una
parte importante de la actividad de seguros mundial), por su parte tiene
una lista exhaustiva de los cat bonds emitidos desde la creación de estos
productos financieros.56
¿Qué ventajas presentan los ca t bonds respecto del seguro tradicio­
nal? Los mercados financieros tienen una capacidad de absorción de los
choques financieros muy superior a los sectores del seguro y del rease­
guro combinados. Se estima en 3 5 0 -4 0 0 mil millones de dólares los
montos globales destinados al seguro y al reaseguro a escala global en
la actualidad. La tendencia histórica es hacia el aumento de este volu­
men, incluso si las crisis económicas son susceptibles de afectar pun­
tualm ente este sector. Ahora bien, el mercado de bonos en Estados
Unidos supera por sí solo 29 billones de dólares.57 El mercado mundial
de acciones, por su parte, capitaliza 6 0 trillones de dólares. Ni punto de
comparación con el del seguro. Así, si un acontecimiento del tipo Katri-
na. que cuesta 100 mil millones de dólares o incluso más, es suscepti­
ble de poner seriamente en peligro el mercado tradicional del seguro,
representa una variación mínima para los mercados financieros. Seme­
jante acontecimiento correspondería a una variación de 0,5% , lo que
constituye una volatilidad cotidiana a la baja normal para estos últimos.
La financianzación de los riesgos climáticos, por consiguiente, es (en
parte) la consecuencia del aumento del costo de las catástrofes climá­
ticas.
¿Qué interés tienen los inversores en invertir en títulos climáticos?
Principalmente la diversificación de los riesgos. Los riesgos naturales no
están correlacionados con otros tipos de riesgo: el riesgo de cambio, la
fluctuación de las materias primas, las acciones de las empresas... En
tiempos de crisis como en la actualidad, esta diversificación es aprecia­

55 Erwann Michet-Kcrjan cta i., "Catastroptie firwncmg for govcrfttnenlv Learning Irom the 2009-
2 0 1 2 multieat program m México", toe. ctL, p. 14.
56 Véase uMw.anomis.bnVdeaLdifGCtory/.
57 Fiédorcc Mor laye, fíi&k Manágemenl ct ássurauce, op. c¡L, p. 147.

10 8
LA NATURALEZA ES U N CAMPO DE BATALLA

ble. Ciertamente, puede ocurrir que una catástrofe afecte a la baja las
acciones de una empresa cuya sede está localizada en el lugar donde
ocurre. Pero, en principio, los cat bonds y otros títulos naturales partici­
pan de una estrategia de diversificación de los portafolios. Desde el
comienzo de la crisis de las deudas soberanas europeas en 2 0 1 0 , los
inversores compran bonos catástrofe en cantidad. El primer cuarto del
año 2011 es el más prolífico de la historia de este mercado, con más de
mil millones de dólares invertidos.59 Como dice un operador de ese
mercado: “ La crisis de la deuda demostró la diversificación que permiten
los cat bonds y su ausencia de correlación con los otros mercados finan­
cieros. Este sector obtuvo sistemáticamente buenas ganancias y demos­
tró poca volatilidad. Cada vez atrae más capitales..."

La naturaleza como “ abstracción real”

Las agencias de modelización son un actor crucial del dispositivo de los


cat bonds. Estas agencias se dedican a la catastrophe m odeling, a la
modelización de catástrofes. Su objetivo, en suma, es calcular la natu­
raleza. Como dijimos, la característica de los nuevos riesgos en general,
y de los riesgos climáticos en particular, es la incertidumbre que subya­
ce a ellos, es decir, la dificultad de prever esos riesgos y, cuando ocurren,
a la vez la dificultad de evaluar sus costos. Los títulos tradicionales, por
ejemplo los bonos del Tesoro de un Estado, fluctúan lentamente, lo que
los convierte en títulos bastante seguros, cuya evolución es previsible.
Debido a la complejidad de los factores -naturalesy sociales- que deben
tenerse en cuenta, y a que una catástrofe ia mayoría de las veces ocurre
sin prevenir, los cat bonds son mucho más difícilmente previsibles.
Ésa es la razón por la cual su emisión siempre implica la intervención
de modelizadores, cuyo objetivo es justamente reducir, en la medida de
lo posible, la incertidumbre. Existe un pequeño número de agencias de
modelización en el mundo, la mayoría estadounidenses. Las principales

$8 Véanse las cifras disponibles en el sitio www.risk.nel/msurance-rtsWnews/2132528'$overe>gn-


debt-cnsis-spurs-investment-cflt-bonds

109
RAZMIG KEUCHEYAN

son AIR (Applied Insurance Reasearch), Eqecat y RMS (Risk Manage­


ment Solutions)59. Estas agencias desarrollan modelos-examinaremos
un ejemplo específico más adelante- que se interesan en la probabilidad
de ocurrencia de un acontecimiento natural y calculan sus característi­
cas físicas: velocidad del viento, diámetro del ciclón, temperaturas...
Estos modelos también tienen en cuenta las características de las edi­
ficaciones y de ios bienes materiales de la zona involucrada: materiales
empleados, tipo de terreno, práctica de reducción de riesgos puesta en
práctica... El impacto de una catástrofe y su costo, por supuesto, están
estrechamente ligados a esos factores. El conjunto de tales informacio­
nes permite estimar el costo de una catástrofe, las indemnizaciones
abonadas por las aseguradoras y, por consiguiente, determinar el precio
de un cat b ond Los algoritmos elaborados por estos modelizadores son
de una gran sofisticación matemática, a imagen de lo que se hace hoy
en el mundo de las finanzas. Se emplean métodos tales como la “ simu­
lación" y la "contra historia". Estos generan aleatoriamente catástrofes
virtuales, lo que permite a los modelizadores representarse sus conse­
cuencias y por lo tanto preverlas.60
Estas agencias emplean frecuentemente a científicos surgidos de
las ciencias naturales con el objeto de ayudarlas a construir sus mode­
los.61 La sociedatj Nephila Capital Lim ited,626
3basada en las Bermudas,
se aseguró así la asistencia de oceanógrafos para modelizar los huraca­
nes en el Caribe. Con la ayuda de climatólogos e historiadores, Eqecat
creó una base de datos que contiene todas las catástrofes conocidas en
el curso de los últimos trescientos anos para los Estados Unidos y aque­
llas acaecidas a lo largo de los últimos cincuenta años para Europa.62 El
recurso a la historia-natural y social-es uno de tos medios que permiten

59 Véanse los sitios www.a¡r-wwldw¡de<onVHorne/A1R.Wofldwidft/. www.eqe-cal.com/ y www.rms.


cortil.
60 Véase Melmda Cooper. "Turbulent worlds Financial marKets and environmental crisis” , ftic-
ory. Culture, an<3 Society, n* 27, 2010.
61 Véase Michael lew is, “ ln nature's casino” , íoc. cit.
62 Nephila es una variedad de araña capaz de prever el mal tiempo, que teje su tela en altura
cuando el tiempo es bueno y más bajo cuando se anuncia malo.
63 Philip 0. Bougen, "Catastiophe risk*. íoc. cit., p 26S.

110
LA NATURALE2A ES UN CAMPO DE BATALLA

eliminar una parte de la ¡ncertidumbre ligada a las catástrofes y asignar


un precio a los riesgos naturales.
Estas agencias de modelización no modelizan únicamente los ries­
gos climáticos. Modelizan todos los tipos de riesgos, y sobre todo los
riesgos terroristas, en particular después del 11 de septiembre de 2001.
Con el objeto de evaluar el impacto de atentados, las agencias AIR y
RMS contrataron por ejemplo a exagentes de la CIA y del FBI.64 Supues­
tamente, estos los instruyen acerca de la probabilidad de nuevos aten­
tados susceptibles de ser cometidos en territorio estadounidense y de su
costo, habida cuenta del lugar donde serían cometidos. Ahora bien, al
parecer, los modelos consagrados a las catástrofes climáticas inspiran a
aquellos que recaen sobre el terrorismo. Las firm as que elaboran estos
últimos primero se habían especializado en el riesgo climático. Más aún,
los modelos climáticos y terroristas en adelante se ¡nterpenetrarán, pues­
to que algunos de los modelos consagrados al terrorismo tienen en cuen­
ta la fuerza y la dirección de los vientos que contribuirían a dispersar
agentes químicos o biológicos en una población.65 Tomando debida nota
de esta interpenetración, la aseguradora estadounidense AIG vendió
carteras de inversiones que integran la cobertura de todos los tipos de
riesgos en un solo producto financiero.66
La importancia de la modelización en el funcionamiento de los
bonos catástrofe rem ite a un mecanismo crucial en la formación del
valor capitalista: la abstracción. Este proceso corresponde a aquello que
los marxistas llaman las “ abstracciones reales" a las que Marx hace
referencia en los Grundrissecuando escribe: "Los individuos ahora están
dominados por abstracciones, mientras que antes eran dependientes
unos de otros” . Lo que constituye la especificidad de las formas capi­
talistas de dominación es que ellas descansan en un mecanismo de
abstracción. En las sociedades precapitalistas, por el contrario, la domi­
nación es más inmediata, los individuos, como dice Marx, son “ depen­
dientes unos de otros". Por su parte, Alfred Sohn-Rethel define la abs­

64 Richard V. Ericson y A¿ron Doyle. "Calasírophe risk, Insurance, anú tenorism ", toe. o t , p.
148.
65 rtwd., p. 149.
66 Philip D. Bougen, "Cdtastrophe risk“ . loe. ctt., p. 267.

111
RA2MIG KEUCHEVAN

tracción real como una abstracción “ que no depende del pensamiento",


en otras palabras que es el producto, o que responde a una necesidad,
de la acumulación del capital.67 En la abstracción real, el objeto y su
apariencia se vuelven de alguna manera indiscernibles, y adquieren un
poder causal propio. ¿Cómo?
Para que las mercancías sean intercambiadas en un mercado es
preciso que sean mensurables, es decir, que se les pueda asignar un
precio. Es el viejo problema del pasaje del valor de uso al valor de cam­
bio; en otros términos, de la transformación de un objeto cualquiera en
mercancía. El capitalismo tropieza aquí con un obstáculo de envergadu­
ra: el valor de uso es singular. Participa del reino de la calidad, mientras
que el valor de cambio, por su parte, supone la puesta en equivalencia
de las mercancías con miras al intercambio; en otras palabras, depende
de la cantidad. La historia del capitalismo no es otra que una sucesión
de procedimientos que apuntan a superar ese obstáculo y a mercantilizar
sectores siempre nuevos de ia realidad. En este caso, lo que se trata de
volver mensurable es la naturaleza.
Con el objeto de trascender la singularidad de los usos, el capitalis­
mo debe poner en práctica poderosas operaciones de (re)construcción
de lo real. Éstas son tres. En primer lugar, se trata de construir el objeto,
es decir, delimitar precisamente sus contornos. Una mercancía no exis­
te en el estado natural como mercancía. El hecho de que pueda ser
intercambiada supone que sea modelada como tal. En un segundo tiem­
po, hay que desacoplar el objeto, vale decir, aislarlo respecto de su
contexto. El medio ambiente -m aterial y humano- en el cual se inscribe
un objeto es lo que le confiere su singularidad, no siendo ésta en última
instancia otra cosa que el conjunto de las relaciones que mantiene con
las entidades que lo rodean. Desacoplar, en este sentido, significa de-sin­
gularizar, con el objeto de poner en equivalencia. La noción de “ desaco­
ple" aparece sobre todo en Karl Polanyi, en La gran transformación, para

67 Véanse Alfred Sohn-Rethel. “ Travail mtellectuel el travail manuei. Essai d'une théorie
m alénaliste". La Pensée-Marzhandise, Broissteux. Editions du CroijuarU, 20 1 0 ; Alberto Tos-
cano, 'T h e open secret ot real abstrachons", Rethmking Marxtstn, vol. 20, n" 2, 2008. [Hay
versión en castellano de: Trabajo intelectual y trabajo manual. Critica tie la epistemología,
Bogolá, El Viejo Topo. 1979.1

112
LA NAT URALEZA ES U N CAMPO DE BATALLA

designar el proceso por el cual el capitalismo separa el mercado de su


sustrato social.
Por últim o, el pasaje del valor de uso al valor de cambio supone la
instauración de una calculabilidad generalizada, en otros términos de
operaciones matemáticas que señalan a los actores económicos las pro­
porciones en las cuales las mercancías deben intercambiarse unas con­
tra otras. La importancia de las agencias de modelización que evocába­
mos hace un momento no se comprende sin eso. Esas tres operaciones
son precisamente lo que los marxistas llaman la '‘abstracción re a l". Ésta
es típica del régimen capitalista, le confiere la forma de dominación muy
particular que lo caracteriza.68
En el momento actual asistimos a una "mercantilización por la
modelización", o model-driven com m odification69 Esta expresión desig­
na la manera en que, en el capitalismo contemporáneo, modelos mate­
máticos cada vez más sofisticados subyacen a la mercantilización de
nuevas entidades. Entre esos modelos, uno de los más conocidos es la
fórmula llamada de "Black Scholes", por la cual Robert Merton y Myron
Scholes recibieron el premio Nobel de economía en 1997. Esta fórmula
concierne a los productos derivados. Supuestamente explica - y por lo
tanto prevé- la relación entre un derivado y su subyacente, es decir,
aquello de lo que deriva justamente el precio del derivado: materia prima,
deuda soberana, clima, etc. La cuestión de saber en qué medida ese
tipo de fórm ula representa o por el contrario construye la realidad que
pretende explicar es compleja.70 Su dimensión performativa es evidente,
igual de evidente que el hecho de que responden a una necesidad obje­

68 Véase a este respecta Moishe Fusione, Temps, travaü et oomination sociale, París. Mille et Une
nutts. 2008. Sobre el problema de la fijación de un precio para las entidades naturales, véase
también Manon Foureade, 'Pnce and preiudice. On economics and the- enchentment (and
disenchantment) of nature", en Jera Beckerl y Patnk Aspers (dir). The Worth o( Coods. Oxford,
Oxford University Press, 2010. |Hay versión en castellano de: Tiempo, traba/o y dominación
social, trad. de María Serrano. Madrid. Marcial Pon$, 2006.1
69 Larry Lohmann. •’Uncertamty markets and carbón markels Vanations on polanyian themes” .
New Política! Economy, vol. 15. rt* 2. 2010, p. 232.
70 Véanse Oonald Mackenzte, "Is economics oerformatire’ Option theory and the construction of
denvatives markets". Journal of the Histoty o f Economic Thought. n° 28. 2006; “ The credil
crisis as a problem m the sociology ot knowledge". American Journal o f Socioiogy, n* 116.
2011.

113
RAZMtG KEUCHEYAN

tiva del capitalismo: la formación del valor de cambio. “ Naturaleza de­


rivada" (derivative nature) es una expresión en ocasiones empleada para
designar la manera en que la naturaleza es (re)construida por el proceso
de financiarización por la modelización que padece.71

Mercados de carbono y desarrollo desigual

Ningún caso ilustra mejor estas operaciones de formación del valor ca­
pitalista que los "mercados de carbono", o mercados de derechos para
contaminar. Estos se cuentan hoy -con la propiedad intelectual en In­
te rn e t- entre los "nuevos cercamientos" en vías de privatización acele­
rada, equivalentes en su funcionamiento a la apropiación de los “ comu­
nes" en la Inglaterra de los siglos xvu y xvm. Los mercados de carbono
descansan en dos mecanismos principales: un sistema de cuotas y de
intercambio de gas con efecto invernadero (cap and trade), y un sistema
de compensación (offset)72. El Estado u otra autoridad pública (ONU,
Unión Europea...) fija un techo de emisiones de CO? (u otros gases con
efecto invernadero) a una empresa, que no debe superar. Ese techo es
inferior a sus emisiones pasadas, con el objeto de obligarla a reducirlas.
Si lo supera, pagará la diferencia. La unidad de cuenta y de cambio en
los mercados de carbono, la "cuota", equivale a 1 tonelada de carbono.
Su precio fluctúa según las evoluciones del mercado y el carácter más
o menos ambicioso de la política de reducción de gases con efecto in­
vernadero decidida por el Estado. Si la empresa em itió menos cuotas
que lo previsto, puede venderlas en el mercado de derechos para conta­
minar y así embolsar ganancias.
El más voluminoso sistema de intercambio de derechos para con­
tam inar en el mundo es el "Sistem a comunitario de intercam bio de
derechos para contaminar de la Unión Europea", o European Union
em ission tradingsystem ( EU ETS), que apunta a alcanzar los objetivos

71 Véase Brarrt Büscher, “ Derivative nature. Interrogating tte valué ol consorvation m boundtess
Southern Atrice". Tbird Wotid Quaricríy, vol. 31. n* 2. 2010.
72 Véase Peter Newell y Mallhew Paterson. Chmat et capitalismo. Réchauffetm nt chmatique t í
transform aron de l ’économlo mondiale. Bruselas, De BoecX, 2031.

114
LA NATURALEZA ES UN CAMPO DE BATALLA

de reducción de gases con efecto invernadero a los que se comprome­


tió la UE en el marco del protocolo de Kioto. El Chicago Clim ate Ex-
change, creado en 2003, es el más antiguo. Según el Banco Mundial,
el mercado de derechos para contam inar a escala global pasó de 10
mil millones de dólares en 2 0 0 5 a 144 m il millones en 2 0 0 9 , y la
crisis luego lo estabilizó en el orden de los 142 mil m illones.73 Es d i­
fícil ver claro aquí en un mercado con una opacidad bastante pronun­
ciada, debido a que las reglas que presiden su funcionamiento todavía
no están claram ente establecidas. El volumen de las transacciones en
los mercados de carbono es en parte sostenido por la actividad espe­
culativa, vale decir, por la intervención en esos mercados de interme­
diarios financieros que no necesitan ellos mismos reducir sus emisio­
nes, sino que compran y venden cuotas en el mercado secundario para
embolsar ganancias. Estos “ empresarios climáticos" y la especulación
a la que se entregan representarían cerca de un tercio del conjunto de
las transacciones.74
El mercado europeo de derechos para contaminar tropieza con serios
problemas de ajuste de la oferta y la demanda desde su instauración.
Bajo la presión de los industriales, las cuotas de carbono fueron inicial­
mente distribuidas con demasiada generosidad, lo que im plica que ia
cotización de la cuota es muy baja y por consiguiente que las empresas
no se ven incitadas a reducir sus emisiones para luego vender sus dere­
chos para contaminar en el mercado. Esta sobreasignación de permisos
da hoy a las firmas la posibilidad no sólo de seguir contaminando como
antes sino también de aumentar sus ganancias de paso vendiendo las
cuotas que les fueron generosamente asignadas por el Estado. Reducir
el volumen de las cuotas en circulación para hacer subir la cotización
supondría decisiones políticas valerosas a escala del continente. Hay
que observar también que la crisis económica que debutó en 2 007-
2008, haciendo disminuir las tasas de crecimiento, por esa misma razón
disminuyó las emisiones de CQr

73 Robert Fietcho*. '‘Capitaltong on chaos. Climate change and disaster capilalism ", £ pbemen,
vo!. 12. n * 1/2, 2012, p. 103.
74 Véase Pelcr Newell y Mallhew Paierson. Chm st e t capitafisme, op d i, pp. 99-103.

115
RAZMIG KEUCHEYAN

A este funcionamiento fundado en las cuotas se añade un mecanismo


de "compensación". Una empresa puede satisfacer su "deuda ecológica"
por exceso de gas con efecto invernadero que emite invirtiendo en proyec­
tos que favorecen su reducción en otra parte del mundo, en principio en
las regiones en vías de desarrollo. Es así como empresas o países son
autorizados a financiar la preservación del medio ambiente, pero también
la construcción de diques hidroeléctricos (que está en el orden de más del
25% de esos proyectos de compensación) generando una energía supues­
tamente “ limpia", con el objeto de no tener que reducir sus emisiones.75
La idea subyacente es que es más fácil y eficaz instalar energías no con­
taminantes en los países en desarrollo que tratar de reducir las emisiones
en ios países ya desarrollados. Este mecanismo de compensación existe
hoy no solamente para los derechos para contaminar sino también por
ejemplo en el campo de la preservación de la biodiversidad, que permite
que pérdidas o perjuicios en la m ateria en un sitio sean compensados por
mejorías en otros, según ciertas condiciones.
Los mercados de derechos para contaminar ilustran a la perfección
el proceso de mercantilización evocado más arriba. Las tres operaciones
puestas de manifiesto aparecen*, construcción, desacople, calculabilidad.
La emergencia de los mercados de carbono supone ante todo la cons­
trucción de una entidad, la tonelada de carbono o "cuota", que sirve de
unidad de cuenta y de intercam bio. Ésta no tiene nada de natural,
aunque los gases lo sean, puesto que se habría podido imaginar que este
valor fuera categorizado de diferente manera. Esta entidad es luego
desacoplada, es decir, independizada de su contexto. El desacople es lo
que permite que procesos que se desarrollan en todas partes del plane­
ta -p o r ejemplo el íinanciamiento por una empresa contaminante fran­
cesa de proyectos (que se supone son) ecológicamente limpios en Asia-
sean considerados como mensurables. Loque implica el mecanismo de
compensación es que contam inar en Francia y construir un dique hi­
droeléctrico en Asia es ecológicamente equivalente, una afirmación -ab-

75 Larry tohniann, "Uocertainty markets and carbón maikets. Vanalmos on polanyian tnemes” ,
/oc. c i¡., p. 243. Véase también Steffen Bflhm et BÍ.t "Greemng capitalism? A Marxist critique
of carbón markets*'. Organizaron Sladtcs. vol. 33. n* 11. 2012.

116
LA NATURAL E7A ES U N CAM PO DE BATALLA

surda en todos los aspectos- que tiene por condición de posibilidad un


poderoso mecanismo de desacople y de abstracción.
El mecanismo de la compensación sigue -y hasta refuerza- los con­
tornos del desarrollo desigual a escala dei planeta.76 Asi, las emisiones
que resultan de la producción de mercancías importadas en Europa pero
fabricadas fuera de las fronteras del continente no son contabilizadas como
emisiones europeas. En este sentido la deslocalización de la producción
tiende mecánicamente a reducir las emisiones, además de reducir por
supuesto el costo de la fuerza de trabajo para las multinacionales que a
eso se dedican. En otros términos, cuanto más se alargan las “cadenas
globales de valor", tanto más se globaliza la producción (tanto más apro­
vecha el desarrollo desigual), y tanto más difícil es identificar y controlar
la fuente de las emisiones. "Emisiones importadas" es un término a veces
empleado para designar esas emisiones no contabilizadas.
Todo esto es posibilitado por la modelización matemática. Pero ade­
más de firmas privadas: bancos, agencias de calificación, corredores de
bolsa especializados en los títulos ambientales como Eko Asset Mana­
gement o Inflection Point Asset Management, otro actor de peso permi­
te la mercantilización de la naturaleza: el Estado. Ya sea nacional o
supranacional, su pape! es decisivo en la emergencia de estos mercados,
puesto que es él quien instala el dispositivo sociotécnico y la contabili-
zación que permite su funcionamiento, que fija las cuotas por ramas y
empresas, etc. El papel del Estado como interfaz entre el capitalismo y
la naturaleza, pues, aparece claramente en los casos de los mercados
de carbono. Estado, capitalismo y naturaleza constituyen un tríptico que
hay que pensar en forma conjunta en eí contexto de ía crisis ambiental.

Construir mercados rentables

En caso de catástrofe, las aseguradoras tienden a aumentar las primas


de seguro, elevándolas en ocasiones a precios prohibitivos. Esto produce

76 Véase Kale Ervine, "Carbón markets. debí and uneven development". Tlurd World Quáftefty,
# v o L 3 4 .n M ,2 0 1 3 .

117
RAZMIG KEUCHEYAN

efectos de exclusión, desincentivando a los individuos a asegurarse de­


bido a primas excesivas, lo que achica el mercado y obliga a las asegu­
radoras a aumentar todavía más sus primas debido a una demanda in­
suficiente. Este problema es particularmente agudo en los países pobres.
La existencia de un mercado de seguros supone la presencia de un nú­
mero suficiente de personas que disponen de los medios de asegurarse,
de no ser así los riesgos son insuficientemente diversificados y por lo
tanto las aseguradoras se encuentran en la incapacidad de reembolsar
en caso de catástrofe. En los países en desarrollo, el umbral mínimo
raramente es alcanzado. Por añadidura, ocurre que en ellos el marco
legal sea deficiente, y la emergencia de un mercado de seguros en au­
sencia de un marco legal estable es problemática. La titulización de los
riesgos climáticos es una manera para las sociedades de seguros y los
gobiernos de soslayar esos obstáculos.
Así, el Programa alimentario mundial (PAM) em itió un título climá­
tico -u n derivado, no un bono, volveremos sobre esta diferencia en otro
momento- en favor del gobierno etíope, con el objeto de que éste pudie­
ra sostener a su población en caso de sequía y de pérdida de cosechas.77
Etiopía es víctima de sequías recurrentes, agravadas por el cambio cli­
mático. Éstas producen hambrunas que el gobierno etíope no tiene los
medios de administrar y de la que a menudo se hace cargo el sector
humanitario. El título clim ático emitido por el PAM se presenta a la vez
como una alternativa a la ayuda gubernamental directa y a la ayuda
humanitaria. Se trata de una forma de seguro llamada index-based I n ­
surance. Index-based significa que su desencadenante es una escala
graduada, por ejemplo de temperatura o de pluviometría que, si supera
cierto umbral, libera ía indemnización. Sistemas de seguro de este tipo
también existen en Solivia, en India y en Sudán, y son activamente
promovidos por las organizaciones internacionales. Participan de un
sistema en plena efervescencia en la actualidad, a saber, el microsegu-
ro, que es el equivalente para e) sector del seguro del microcrédito.78 El

77 Koko Warner et af„ "Adaptaron to climale change. Lmhing disastcr m k reducfton and Insur­
ance". op. cit., p. 4.
78 Véase Wendy J. Weemer. "Mtcro-msurance in Bangtadesh. Risk protection for tho poof?".
Journal o f Health, Populahon, ana Nulntton, vol. 27, n* 4, 2007

118
LA NATURALEZA ES U N CAMPO DE BATALLA

microseguro es sintomático de la financtanzación de la vida cotidiana


en marcha en el momento actual.7'1La multiplicación de las catástrofes
naturales debida al cambio clim ático promete un porvenir radiante a este
sector.
El microseguro. como su nombre indica, se aplica sobre pequeños
montos y atañe a poblaciones pobres, que sin embargo pueden padecer
pérdidas importantes debido a desastres naturales. Como en el caso
del m icrocrédito, la gestión es comunitaria, en e! sentido de que la
responsabilidad del pago de las primas es colectivamente controlada.
Involucra diversos avatares: salud, pérdidas de cosechas o de ganado,
inundaciones... e incluye entre 150 y 200 millones de personas al día
de hoy. M unich Re publicó varios volúmenes consagrados al microse­
guro en colaboración con la Organización Internacional del Trabajo
(OIT)7
808
9 . Esta colaboración entre lo privado y lo público, en este caso
1
las organizaciones internacionales, es una constante del sector del
seguro. El objetivo ostentado, como siempre, es proteger a los más
pobres, pero captar las primas, así fuesen microscópicas, de millones
de campesinos pobres a través del mundo no es ajeno al interés del
n° 1 m undial del reaseguro para ese sector. El microseguro puede ser
considerado como una forma sofisticada de "acumulación por despo­
sesión", en e! sentido de David Harvey.01 El principio es siempre el
mismo: en período de declinación de la tasa de ganancia, ¿cómo volver
provechosos sectores de la vida social y de la población que hasta
entonces escapan al mercado?
La rentabilidad es una construcción política. Las organizaciones
internacionales que funcionan en el campo del desarrollo, asociadas a

79 Véase Randy Martin, The financiahzation of Daily Ufe. Filadelíia, Temple Umversity Press,
2002 .
80 Véanse los dos grandes volúmenes copubhcados en 2006 por Munich Re y la Organización
Internacional del Irabaio (OIT), titulados ProtecMng (he Foor. A fíírcro-insurance Compencfium.
disponibles en la dirección: wvw.rnun»chre-toundaf<on.org4ioíne/Micrornsur'anc<tfMic«»risurart-
ceCornpendium.html. Léase por ejemplo la colaboración de Thomas tostar y Dirk Remhatdt,
“ MfCfo-insurance and climate change” .
81 David Harvey. te Alome/ Impénaltsme, París. Les Praines ordinares. 20 1 0 . Véase también
Larry Lohmann, "Firvancialtzalion, commodificaUon and carbón The contradictions of neolib­
eral d im a te policy” . Sociahst Regisicr, vol. 48. 2012. (Hay versión en castellano de: £1 nuevo
mpenahsmo, Madrid, Ediciones Akal, 2 0 0 4 )

119
RAZMIG KEUCHCYAN

las empresas privadas, desarrollan desde hace aproximadamente un


decenio "modelos de mercado para los p obres"82. Este proceder se
Inscribe en la ideología del empowerment- o "empoderamiento"- de los
pobres, que apunta a hacerles retomar el control de sus existencias. El
microcrédito y el microseguro proceden de este abordaje. El método
puesto en marcha consiste en volver solventes - y por lo tanto rentables-
a sectores de la población que, al ser demasiado pobres, no pueden ser
integrados en el mercado por falta de medios. Para ello deben reunirse
dos condiciones. En primer lugar, los mercados para los pobres deben
ser desplegados a gran escala, es decir, involucrar a millones de indivi­
duos. El monto de una prima de seguros que puede permitirse un cam­
pesino indio o boliviano es extremadamente bajo. Luego, la agregación
de las primas recogidas por las aseguradoras para que puedan cubrir
enfermedades y catástrofes, y de paso embolsar ganancias, debe ser de
un nivel suficiente. Conclusión: las primas deben ser numerosas. El
hecho de que esos modelos de mercado se dirijan a países muy poblados
torna la operación no solamente factible sino financieramente jugosa
para las aseguradoras.
La integración de los pobres en el m ercado del seguro, por otra
parte, supone que las primas de seguro sean subvencionadas por el
Estado, por lo menos al comienzo. Es el m ecanismo llamado de “ aso­
ciaciones público-privado", o "APP", que es uno de los pilares del régi­
men de seguros neoliberal y cuyas manifestaciones se encuentran en la
actualidad en todos los sectores de la econom ía, por ejemplo en la
construcción de escuelas o la gestión de prisiones. Swiss Re publicó en
2011 un informe titulado "C losíngthefinancial gap. New partnerships
between the public and the prívate sectors to finance disaster risks"83.
El "gap" financiero evocado en este título es el que separa a los campe­
sinos pobres de los países en desarrollo de la asegurabilidad, es decir,
de la rentabilidad para las aseguradoras. Según Swiss Re, a los Estados

82 Michéle Uubscher. "Modéies de nw ché pour les pauvres". C io b a i Globúlisalton ct poiittqve


Notd-Sud, o* 4 0 , verano 2 0 1 1 .
83 Véase el documento publicado pof Swiss Re, “ Closing th e financiad gap. New partnerships
between the public and the prívate sectors to Imanes d iv rs te r risks” . 2011. Disponible en la
dirección: hUp://media-swissre.cartVdoeuments/pul>_ctostng_the_f maneiatj>ap_Wl.pdf.

120
LA NATURALEZA ES UN CAMPO DE BATALLA

les corresponde colmar este “ gap", vale decir, llevar al campesino pobre
o al habitante de la villa miseria global al mercado, con el objeto de que
las aseguradoras puedan asegurarlo. La reaseguradora suiza expresa
varios argumentos para convencer a los Estados. Un campesino no ase­
gurado es por ejemplo menos productivo. Sujeto a los avalares de la
naturaleza o de la enfermedad, tenderá a invertir menos en el herramen­
tal y los abonos y por lo tanto su productividad tenderá a estancarse.
Además, en última instancia de todos modos está a cargo del Estado,
porque si la cosecha es destruida o si se enferma, solicitará su sostén.
Ésa es la razón por la cual Swiss Re sugiere que el Estado vuelva obli­
gatorios esos seguros privados. Los cat bonds llamados "soberanos” , que
son emitidos por los Estados en asociación con aseguradoras privadas,
son una de las maneras en que se anudan esas asociaciones público-pri­
vado. Como lo mostró Michel Foucault, el neoliberalismo tiene poco que
ver con el "no intervencionismo” y todo con la intervención permanente
del Estado en favor de los mercados.
El país de origen de la aseguradora es a veces susceptible de inter­
venir en la implementación de sistemas de seguros en los países en
desarrollo. La Dirección del desarrollo y de la cooperación (DDC), una
rama del ministerio suizo de Relaciones exteriores, sostiene así activa­
m ente a Swiss Re en esos países.84 Ella se informa sobre todo de que
el marco legal en materia de derecho de los seguros evolucione en un
sentido que sea favorable a la reaseguradora. Suiza es particularmente
activa en "Helvetístán". Esta expresión designa el grupo de países que
ella representa en el FMI y en el Banco Mundial, organizaciones inter­
nacionales cuya gobernanza está hecha de tal modo que los intereses
de los países pobres son (se supone que son) representados por países
ricos.85 Este grupo comprende a la mayoría de los países de Asia central:
Tayikistán, Kazajistán, Turkmenistán, Kirguistán y Uzbekistán sobretodo,
nombres que terminan en “ stan", de ahí Helvetístán.*6
5

Michéle Laubscha, “ Modéitrá de marché oour les paim es", loe. c it.
65 Véase Neue Zúreher Zeilung. 21 de julio de 2010

121
R A ZM tÜ KEUCHEVAN

Un bono “ multi cat" en México

La mayoría de los cat bonds e m itid o s hasta el presente lo fueron por


aseguradoras y reaseguradoras deseosas de protegerse frente a las ca­
tástrofes. No obstante, desde m ediados de los anos 2000 se manifiesta
una tendencia que consiste para los Estados en emitir bonos catástrofe.
Esto es lo que los teóricos del seguro llaman bonos catástrofe "sobera­
nos", como se habla de deuda soberana.86 Esta tendencia es activamen­
te alentada por organizaciones internacionales que operan en el sector
de ia economía, en cuya primera fila están el Banco Mundial y la OCOE.
Las Naciones Unidas también disponen de un secretariado para la re­
ducción de los riesgos, creado en 1 9 9 9 , que pone en marcha una United
Nations intem ationat strategy fo r disasterreduction (UNISDR)87. Este
enfoque fue realizado originalmente por algunos teóricos contemporáneos
del seguro, muchos de los cuales están basados en la Wharton School
de la universidad de Pensilvania, una de las business schools más pres­
tigiosas del mundo. Esta escuela es sobre todo la sede de un laboratorio
llamado Risk Management and Decisión ProcessesCenter, de vanguardia
por lo que respecta a las cuestiones teóricas que subyacen al seguro de
los riesgos climáticos.88
México emitió en 2006 un c a t bond que le permite cubrirse en
caso de temblor de tierra. En 2 0 0 9 , el país decidió incluir en el dispo­
sitivo a los huracanes, loque dio lugar a un programa llamado “ multi
cat", en otros términos, que c u b re una multiplicidad de catástrofes
potenciales.89 México es vulnerable a numerosos avatares, naturales o
no. Los huracanes por supuesto, particularmente en la región del gol­
fo de México, pero también los sismos, los deslizamientos de tierra, o
incluso la actividad volcánica; por ejemplo el volcán Popocalépetl, que
domina a la ciudad de México, recientemente se volvió a poner en

86 Vírase David Croson y David Rr.hter, "Sovereign cal bonds and inlrastructuns project tinancmg.
Risk Aaaiysis. vol. 23. n ' 3.2 003 .
87 Véase el sitio vrtw.umsdf.ofgf.
68 Véase el sitio Internet de este centro en la dirección: wwi.wKafton.upenn.edu/risk-center/.
89 Erwann Michet-Keqan et a/., “Cataslrophe financing foi governments. Learning from the 2009-
2012 m u lticat prcgram in México", (oc. c it.. p. 25.

122
LA NATURALEZA ES U N C A M P O DE BATALLA

actividad. El sismo de magnitud 8,1 que golpeó a México en septiem­


bre de 1985 produjo más de 10.000 m uertos y 30.000 heridos, y los
daños fueron estimados en 5 mil m illones de dólares. Sin olvidar que
México padece desde los años noventa una situación de guerra civil
larvada, debido al poderoso ascenso del narcotráfico, que absorbe una
parte significativa de los recursos de un país que carece cruelmente
de ellos.
Tanto en México como en otras partes, el Estado es la aseguradora
en última instancia en caso de catástrofe natural. La indemnización de
las victimas se hace sobre el presupuesto federal, vale decir, en última
instancia el impuesto, sobre la base de un principio de solidaridad na­
cional consustancial al Estado-nación moderno. Este principio es el
mismo que prevalece, en ciertos países, en sectores como la salud o las
jubilaciones. El poderoso ascenso de lo humanitario a partir del último
cuarto del siglo xx completa este dispositivo con una parte privada, ad­
ministrada por organizaciones no gubernamentales, cuya amplitud esa
menudo proporcional a la conmoción suscitada por la catástrofe en la
opinión pública internacional. Organizaciones internacionales como el
Banco Mundial, o el Programa de las Naciones Unidas para el desarrollo
(PNUD), también son susceptibles de intervenir.
En México, el gran número de catástrofe^ naturales llevó al gobierno
a establecer, en 1996, un Fondo para los desastres naturales, llamado
"Fonden" [Fondo de desastres naturales*). Este fondo interviene a la ve2
en el corto y en el largo plazo: proporciona ayuda financiera de urgencia
a los siniestrados en los primeros momentos que siguen a una catástro­
fe y luego financian la reconstrucción de las infraestructuras. El Fonden
es un fondo jurídicamente independiente, pero financiado con presu­
puesto del Estado. Hasta comienzos de los años 2000, el sistema fun­
cionó de manera conveniente, en virtud d e desastres naturales con cos­
tos relativamente bajos. Sin embargo, a partir de ese momento, una
serie de catástrofes con costos exorbitantes se desplomó sobre el país.
Es asi como en 2 0 0 5, por ejemplo, el gobierno federal había previsto

' A s t e n e lo n g in a l. ( N . d e íT .l

123
RAZM IG KEUCHKYAN

consagrar 50 millones de dólares a la ayuda en caso de catástrofe y


terminó por gastar 800 millones.90
Fue en este contexto como se puso de manifiesto la idea de titula-
rizar el seguro de las catástrofes climáticas de México. Bajo la égida del
Banco Mundial, en un papel de “ coordinador global” , los protagonistas
del programa “ multi cat" entablaron un ciclo de reuniones y de negocia­
ciones. Alrededor de la mesa, solamente gente seria: el Ministerio de
Finanzas de México, Goldman Sachs y Swiss Re Capital Markets, encar­
gados de vender el programa a los inversores. M unich Re también es
parte activa, asi como dos grandes estudios de abogados estadouniden­
ses, Cadwalader, Wickersham & Taft y White & Case. La agencia de
modelización a cargo de establecer los parámetros de activación del bono
catástrofe es Applied Insurance Reasearch (AIR). Ésta elaboró dos mo­
delos, uno para los sismos, el otro para los huracanes, especificando
cada vez la localización geográfica del acontecimiento (su trayectoria,
para el huracán) y sus características físicas: magnitud en la escala de
R ichter y profundidad en el primer caso, velocidad del viento en el se­
gundo. Una vez el cat bond registrado en las islas Caimán por Goldman
Sachs y Swiss Re, en la forma de un specialpurpose vehicfe, fue vendi­
do a los inversores en el curso de roadshows-asf es como se llama a la
presentación de un nuevo producto financiero en el mercado- organiza­
dos por los bancos.
Cada vez que una catástrofe golpea a México, la agencia AIR se
ocupa de hacer cálculos para determinar si responde a los parámetros
establecidos por las partes contratantes que lleve a poner a disposición
el monto financiero. Asi, un seísmo tocó el Estado de Baja California en
abril de 2010, las ciudades de Calexicoy Mexicali en particular, pero su
epicentro se encontraba en el norte de la zona delim itada por el cat
bond.91 Por consiguiente, el dinero del bono no fue liberado y México
siguió pagando intereses. Del mismo modo, un huracán golpeó al Esta­
do de Tamaulipas en junio de 2 0 1 0 , pero su potencia era inferior al piso
predeterminado; una vez más, el dinero no fue liberado. Es frecuente

90 lt»d ., p. 24,
91 to id., p .3 6 -

124
LA NATURALEZA ES U N CAMPO OE BATALLA

que se hagan negociaciones cuando impacta una catástrofe. En 1999,


largos debates se desarrollaron entre aseguradoras y asegurados para
saber si Lothar y Martin, huracanes que atravesaron a Francia, constituían
uno o dos huracanes.92 Las aseguradoras insistieron en el hecho de que
se trataba de un solo acontecimiento climático, con el objeto de no tener
que pagar las indemnizaciones más que una vez.
El establecimiento de cat bonds soberanos se opera también en Asia.
Esto es lo que revela un informe de la ASEAN aparecido a fines de
2 0 1 1 .93 ASEAN es la Asociación de las naciones del Sudeste de Asia.
Incluye a Tailandia, Indonesia, Malasia, Singapur, el sultanato de Brunei,
Vietnam, Birmania, Camboya, Laos y las Filipinas. Esta región está muy
expuesta a las catástrofes naturales y es probable que el cambio climá­
tico aum ente todavía más la cantidad y la potencia de las catástrofes
venideras. En la medida en que algunos de los países de la ASEAN son
musulmanes-Indonesia es el mayor país musulmán del m undo- los que
se aplican son los principios del seguro islámico, el takafuf. Puede se­
ñalarse de paso que el seguro islám ico tiene hoy un crecim iento anual
del 2 5 % , mientras que el mercado del seguro tradicional creció en
promedio un 10% en el curso de los últimos años94 Así, Swiss Re hace
muchos esfuerzos para reforzar su "Sharia credibility", según su propia
expresión.
El sistem a de seguros preconizado por este informe de la ASEAN
incluye tres niveles. El primero im plica los riesgos recurrentes pero de
baja am plitud, del tipo deslizamientos de tierra o inundaciones locales.
En este caso, el financiamiento se hace sobre el presupuesto del Estado,
previendo lím ites que le están específicamente consagrados. Los montos
financieros en juego son a veces importantes, pero no lo suficiente para
poner en peligro la estabilidad financiera de un Estado. El segundo nivel,
que rem ite a los temblores de tierra o a las inundaciones más ¡mportan-

92 Arthur Charpentier.‘ Insurability of climate nsks", toe cit. p. 100.


93 ASEAN." Advancmgdisasternskfmancing and Insurance in ASEAN countries. Frameworkand
options for implemeniation". abnl de 2012. Disponible en la dirección, www.gfdrr.org/silei/
gfdrr.Oíg/tiles/pubHcatiorVDRFI^ASEAN. RE PORT_Junel2.pdf.
94 Véase Swiss Re, "Insurance m the emergmg martetv. owerview and prospects tor Islamic
insurance*’ , n‘ 5, 2008 Disponible en la dirección: http:Vmedia.swlssre.com/documenlsfeig-
ma5_2008_en.pdf

125
RAZM'G KEUCHEYAN

tes, apela a los "créditos contingentes” del Banco Mundial. Éste emite
"opciones de giro diferido para los riesgos ligados a las catástrofes”95.
Éstas permiten que un país reciba una ayuda financiera rápida en caso
de catástrofe. Están surtidas de condiciones, como siempre ocurre cuan­
do el Banco Mundial presta dinero. Fuera del pago de intereses, un país
que las pretende debe establecer un "programa de gestión de riesgos
apropiados” , que sobre todo im plica el desarrollo de asociaciones con
lo privado, y debe alentar la emergencia de mercados privados de gestión
de los riesgos catastróficos. Estos créditos contingentes pueden elevarse
hasta 5 0 0 millones de dólares. El tercer nivel atañe a los riesgos poco
frecuentes pero cuyas consecuencias son desastrosas: tem blores de tie­
rra importantes, ciclones tropicales, tsunamis, etc. Este tercer nivel es
el de las altas finanzas: teniendo en cuenta ios costos inducidos por esas
catástrofes, sólo estas últimas son capaces de hacerle frente.
México y los países asiáticos no son ios únicos en haber establecido
cat bondssoberanos. Turquía, Chile, o incluso el Estado de Alabama en
los Estados Unidos, duramente afectado por el huracán K a trin a e n 2005,
también lo hicieron en una forma u otra.

Crisis ecológica y crisis fiscal del Estadio

La financiarización del seguro de las catástrofes climáticas por los Esta­


dos tiene una razón profunda, cu yo examen permite poner en relación
las cuestiones ecológicas con el capitalismo y sus crisis. Un objetivo del
programa “ m ulti cat" mexicano, reconocido por sus mismos creadores,
es "proteger las finanzas públicas" del país emisor, o incluso, "inmuni­
zar su política fiscal"96. El informe de la ASEAN, por su parte, habla de
reforzar la "resiliencia financiera” de los países miembros, de “ proteger
los equilibrios fiscales de largo plazo” , financiarizando el seguro de los

95 Véase Banco Mundo!, Manuelduserpeede laóette, |uniode2009. Disponible en la dirección:


hltp://sileresources.worttlb<ink.ofg/PROJECTS/Resoiifces/40940-1250l76637898.'0000477
705FR fr.pdl, pp. 19-20.
96 Erwann Micbel-Kerjan et al., ‘ Calastrophe Imanemg for gowmments. Learníng froni (he 2009-
20 12 m ulticat program lr> México", loe. c it., p. 3.

126
I A NATURALEZA ES UN C AM PO DE BATALLA

riesgos clim áticos. Estos programas de bonos se terminaron en 2 0 0 9 ,


cuando causaba estragos ia más grave crisis del capitalismo desde la
Gran depresión de los años treinta. Una característica de la crisis actual
es el aumento vertiginoso de las deudas soberanas, es decir, del endeu­
damiento de los Estados del centro de la economía mundial, Estados
Unidos y Europa a la cabeza. Este endeudamiento es el fruto de bajas
de impuestos masivos, de inspiración neoliberal, para los más ricos, de
disminuiciones significativas de los ingresos fiscales debido a la le n ifi­
cación del crecim iento y el rescate de los bancos y de otras instituciones
financieras por el Estado en el momento de la crisis. La crisis de las
deudas soberanas ocurre en el contexto de lo que algunos autores, entre
los cuales se encuentran James O'Connor y Wolfgang Streeck, llamaron
la "crisis fiscal del Estado". Esta expresión designa el hecho de que los
Estados no tienen ya los medios financieros de sus políticas y que esto
se trata de un dato estructural, y no solamente pasajero, aparecido des­
de el último cuarto del siglo xx. Este dato estructural fue incluso agrava­
do por la crisis de las deudas soberanas.
Según Streeck, los Estados están hoy ubicados ante dos obligaciones
mutuamente contradictorias: por un lado, consolidar sus finanzas p ú b li­
cas, lo que sobre todo debe permitirles tom ar préstamos a tasas de in­
terés más bajas que las actuales, ya que la reducción de los d é ficits y
de la deuda es impuesta por los mercados. Por el otro, seguir proporcio­
nando a sus poblaciones niveles de inversión pública en la educación,
la salud, las jubilaciones... elevadas, ya que las expectativas de las
poblaciones en térm inos de bienestar, desde fines de la Segunda Guerra
Mundial por lo menos, no dejan de aumentar.97 En un período de tasa
de crecimiento históricamente baja desde hace varios decenios, estas
dos obligaciones son imposibles de conciliar. Esto es lo que condujo a
Streeck, que en este punto se inspira en O'Connor, a afirmar que el ca­
pitalismo y la democracia dejarán de ser compatibles por largo tiempo.

97 Sobre el caso alem án, véase Wolfgang Slreech, "Endeame? The fiscal crisis o f the Germán
slate", en Aliste? Mískimmon, WiUiam E. Paíerson y James Sloam (dir.l, Germany's Cathermg
C/is«. The 2005 Federal Blection and the Graoó Coehtion. 8asingstoke. Palgrave M acm illan.
2009.

127
RA2MIG KEUCHEVAN

La crisis fiscal del Estado está estrechamente ligada a la cris is


ambiental. Debido a la crisis fiscal que atraviesan, los Estados son cada
vez menos capaces de asumir el costo de seguros de las catástrofes
climáticas por medios convencionales, es decir, principalmente por el
impuesto. Lo serán ta n to menos cuanto más en aumento vayan el
número y el poder de estas catástrofes, debido al cambio c lim á tico .
Ése es el punto de fusión de la crisis ecológica y de la crisis financiera.
Semejante comprobación vale para todas las regiones del mundo, pero
con mayor razón para los Estados más frágiles. Los países en desarro­
llo a menudo son los más duramente golpeados por las catástrofes
climáticas, no solam ente porque es allí donde éstas ocurren sino ta m ­
bién porque los m edios de que disponen para hacerles frente son muy
inferiores a ios que poseen los países desarrollados. El ascenso dei
nivel de los mares afecta tanto a Holanda como a Bangladesh. No
obstante, a todas luces es preferible verse confrontado a esta situación
en el primero de estos países más que en el segundo. La isla antillana
de Granada es un caso instructivo. Esta isla es golpeada en 2 0 0 4 por
el huracán Iván, cuando estaba endeudada por un monto del 9 0 % de
su PIB. Incapaz de hacer frente a los gastos inducidos por esta catás­
trofe, habida cuenta de su nivel de endeudamiento, se ve obligada a
declararse en d e fa u lt un año más tarde.
La crisis fiscal in cita a los Estados a financiarizar cada vez más el
seguro de los riesgos climáticos. La titulización es concebida como una
alternativa al im puesto y a la solidaridad nacional. La crisis fiscal del
Estado, la crisis am biental y la financiarización son por lo tanto tres fe ­
nómenos estrechamente ligados. Este argumento puede ser generaliza­
do. En el origen, la explotación de la naturaleza no cuesta nada o casi
nada. Con el tiem po, el agotamiento de los recursos conduce sin embar­
go a su encarecim iento, cuando la gestión de los efectos nefastos del
desarrollo -lucha contra las contaminaciones, gastos ligados a la salud
de los asalariados, accidentes atómicos... - también cuesta cada vez más
caro. Esta tendencia pesa a la baja en la tasa de ganancia. ¿Qué hace
entonces el capitalismo? Transfiere el costo creciente de la reproducción
de las condiciones de producción al Estado. Es la lógica misma de este
sistema: socialización de los costos, privatización de las ganancias. El

\28
I.A NATURALEZA ES UN CAMPO DE BATALLA

aumento de los costos relativos a las condiciones de producción sume


al Estado en una crisis fisca l. Los ingresos fiscales no aumentan al mis­
mo ritm o que los gastos, y esto tanto más cuanto que, a partir de los
años setenta, la tasa de crecimiento de los países antiguamente desa­
rrollados está de capa caida. Por lo tanto, las finanzas públicas son es­
tructuralmente deficitarias.
La crisis fiscal del Estado lo conduce a solicitar cada vez más prés­
tamos a los mercados financieros, con el objeto de financiar sus gastos
e inversiones y restablecer ficticiamente el equilibrio de sus cuentas.
Ésta es una de las causas de la financiarización del capital.98 Esta fi-
nanciarización procede -so b re todo- del encarecimiento de las condi­
ciones de producción y de los costos crecientes generados por la explo­
tación de la naturaleza. El capitalismo explota a la naturaleza, lo que
ocasiona gastos cada vez más importantes para el Estado, que se entre­
ga a los mercados financieros para hacerles frente.
La crisis fiscal y la c ris is ambiental mteractúan también de otras
maneras. Una característica de los nuevos riesgos, como vimos, es la
hipercorrelación, es decir, el hecho de que afectan regiones enteras. Una
catástrofe desorganiza en forma duradera la actividad económica en un
lugar. Esto puede conducir a una lenificación del crecimiento, lo que
disminuirá los ingresos fiscales, ya que estos son proporcionales al cre­
cimiento. Esta lenificación, por otra parte, obligará al Estado a gastar
más en términos de seguro de desempleo y otras prestaciones sociales.
La crisis ecológica, al m ultiplicar las catástrofes, es por tanto susceptible
de agravar considerablemente la crisis fiscal del Estado. El costo del
cam bio climático sobre los sistemas de protección social y de salud
puede ser más indirecto todavía. Debido al calentamiento climático,
agentes patógenos aparecerán en regiones de las que hasta entonces
estaban exentos.99 Con el aumento de las temperaturas, una parte cre­
ciente del territorio estadounidense, por ejemplo, corre el riesgo de ser
expuesto a la malaria. Este tipo de riesgo no dejará de engendrar gastos

98 Véase también Cosías Lapavitsas, "Fmanoalised capilalism. Crisis and financia) expropriatron",
H isto ria / Materíaitsm, vol. 17. nw 2. 2009.
99 Arthur Ctiarpentier. “ fnsurabclity o f climalerisfcs’ . íce. c it. p. 91.

129
RAZMIG KEUCHEYAN

sanitarios suplementarios, profundizando en igual medida la crisis fiscal


del Estado.

Una naturaleza derivada

Los cat bonds y las cuotas de carbono no son los únicos productos finan­
cieros conectados con procesos naturales, ni mucho menos. Los derivados
climáticos {weather derivatives) son otros. Los swaps, los calis y los puts
son ejemplos de derivados. Los derivados climáticos remiten al tiempo
que hace y no a las catástrofes naturales. Atañen a variaciones no catas­
tróficas, cuya activación no supone la interrupción del curso normal de la
vida social. Desde un acontecimiento deportivo a una cosecha, pasando
por el granizo, un concierto de rock y las fluctuaciones en el precio del
gas, muchos aspectos de las sociedades modernas son influidas por el
tiempo. Se estima que el 25% del PIB de los países desarrollados es
susceptible de padecer el impacto de variaciones climáticas.100
Un derivado climático libera un monto financiero en el caso de que
las temperaturas -u otro parámetro clim ático- sean superiores o inferiores
a una media, por ejemplo si el frío y por lo tanto los gastos energéticos
exceden ciertos niveles, o si la lluvia limita la frecuentación de un parque
de diversiones en verano. En el cam po agrícola, algunos derivados tienen
como subyacente el tiempo de germinación de las plantas. Un índice como
la "suma térmica" (growing degree days) mide el desvío entre la tempe­
ratura que necesita una cosecha para madurar como promedio y la tem­
peratura real, activando un pago en caso de superación de cierto piso. En
el marco de un swap, dos empresas a quienes las variaciones del clima
afectan de manera opuesta pueden tomar la decisión de asegurarse mu­
tuamente. Si una empresa energética pierde dinero en caso de invierno
demasiado suave, y otra que organiza acontecimientos deportivos lo pier­
de en caso de invierno demasiado riguroso, se abonarán un monto prede­
terminado según el invierno sea suave o riguroso.101

100 Fréderic Mortaye. Rtsk Management et assurance, 0p. d i, p 173.


101 Melmca Coopef, “ Turbuient worlds, Financial marteisandcnví/onmcnlalcrtsiV, loe. c /t.p . 177.

130
LA NATURALEZA ES UN C A M P O DE BATALLA

Los antepasados de los derivados clim áticos aparecieron en la agri­


cultura en el siglo xix, sobre todo en los Estados Unidos, en el Chicago
Board of Trade, y remitían a materias prim as tales como el algodón y el
trigo.10* En el momento de la liberalización y del fin de la fragmentación
de los mercados financieros en los años setenta y de la proliferación de
los productos derivados que fue su consecuencia, los subyacentes po­
tenciales se multiplicaron. Las multinacionales de la energía, entre ellas
Enron, fueron pioneras en este cam po. En 1998-1999, un invierno
particularmente suave en los Estados Unidos debido al fenómeno La
Niña condujo a pérdidas significativas para esas compañías, lo que ace­
leró el poderoso ascenso de los derivados, por cuyo intermedio "aplaca­
ron” sus riesgos de pérdida.1
103 Es cierto que fluctuaciones de algunos
2
0
grados im plican variaciones financieras colosales para estas empresas.
A partir de 19 9 9 , los derivados clim á tic o s son intercambiados en la
Bolsa de Chicago, en el Chicago M ercantil Exchange, históricamente
especializado en los productos agrícolas. La emergencia de los derivados
climáticos va a la par con una tendencia creciente a la privatización de
los servicios meteorológicos, sobre todo en los países anglosajones.104
Estos servicios constituyen una postura financiera y política de enverga­
dura, puesto que en última instancia son ellos los que determinan los
pisos más allá de los cuales se activa un derivado.
La aparición de los derivados clim á tico s debe ser reubicada en el
contexto más general de la “ revolución de los derivados” del ú ltim o
tercio del siglo xx, que es concomitante con la emergencia del neoli-
beralismo.105 En la primera mitad de los años setenta tiene lugar el
abandono de las tasas de cambio fija s entre monedas. A p a rtir del

102 Véase t í fascinante historia de estos productos financieros propuesta por W illiam Cronon,
Natu/e's M etrópolis. Chicago anó Ihe Creo! tVesí, Nueva York, WW Norton, 1992. cap. 3.
103 John E. Thorncs, "A n ¡ntroduction to «eathe* and clim ate derivatives", Wealhct, vol. 5 8 . mayo
de 2003; Samuel Randalls. 'Weather prohts. W eather derivatives and the cornmercializatton
of meteoro!ogy", Social Sturiies o f Setenes. n° 4 0 . 2010, Michael Pryke, “ Geomoney. An
option on frost. gomg iong on clouds", Geofomm, n* 3 8 . 2007.
104 Véase John E. Thornes y Samuel Randalls, "Commodifying Ihe atmosphorc. Pcnnies from
heaven?", Geograftska Annaler, vol. 89, n* 4, 2 0 0 7 .
105 Véase a este respecto Donald MacKeruie y Yuval M illo , “ Corstructmg a market. perfcrm ing a
theory. The histórica! sociology of a financia! derivatives exchange’1, American Journal o f So-
ciohgy, vol. 109. n® 1,2003.

131
RAZMtG K£UCHEYAN

momento en que las tasas de cambio son flotantes, los gobiernos y las
empresas deben poder cubrirse frente a los riesgos de fluctuaciones
monetarias imprevistas, sobre las cuates son directamente indexados
el comercio exterior o las ganancias. Precisamente para eso van a
servir los derivados sobre las divisas, y luego los derivados sobre los
bonos del Tesoro. Ahora bien, esta “ revolución de los derivados*' tiene
lugar en Chicago, en el mismo sitio donde habian sido creados los
primeros derivados agrícolas, en el Chicago Board of Trade y en el
Chicago Mercantil Exchange. La experiencia sobre los derivados agrí­
colas es entonces reconvertida en el establecimiento de los derivados
sobre las monedas y otros subyacentes.1061
7
0
En un artículo titu la d o “ Why environm ent needs high finance?"
(‘‘¿Por qué e! medio ambiente necesita ía alta finanza?” }, tres teóricos
del seguro sugieren establecer species swaps, una forma de derivado
que remite al riesgo de desaparición de las especies.10* La interpene­
tración de las finanzas y de la naturaleza reviste aquí una de sus formas
más radicales. La idea es sencilla: se trata de hacer que la preservación
de las especies sea provechosa para las empresas, de manera de inci­
tarlas a cuidar especies amenazadas que se encontraran en su territo­
rio. La preservación de las especies cuesta caro. Por añadidura, es el
dinero del Estado el que es movilizado, el que tiende a ser escaso en
tiempos de crisis. El argumento de la c ris is fiscal del Estado, como
vemos, resulta una vez más invocado como fundamento de la fínancía-
rización de la naturaleza. Un species sw aps ocupa un lugar entre el
Estado y una empresa privada. Imaginemos una variedad de tortuga
amenazada en Florida, que vive en los parajes de una empresa. Si el
número de especímenes aumenta por el hecho de que la empresa los
cuida, el Estado le abona intereses. De paso, esto permite justificar
actividades de preservación de la naturaleza a los ojos de sus accionis­
tas, puesto que se vuelven rentables. Si por el contrario el número de
especímenes declina, o se acerca al um bral de extinción, por el con-

106 Véase Leo Pamtch y Sam Gmdm, The Makmgot G lobal Capitehsm , op. a l., pp. 140-150.
107 Véase James T. Mandel, C Josh Dontan y Jocialhori Armslrong, “ A denvative approach (o
endangered species conservaron", ftonlters m Ccoiogy and the Environment, n°8, 2010.

132
LA NATURALEZA ES UN CAMPO DE BATALLA

tra rio es la empresa la que abona dinero al Estado, con el objeto de


que éste pueda entablar una operación de rescate. Este mecanismo
está pensado para incitar a los privados a hacerse cargo de la preser­
vación de las especies y perm itir que el Estado consagre menos dinero
a dich a actividad.
Las "hipotecas ambientales" [environm entai mortgages), especies
de subprim e cuyo subyacente no es un bien inmobiliario sino una porción
de m edio ambiente, los títu lo s adosados a los bosques { forest-backed
securities), o incluso los mecanismos de compensación de los humeda­
les ( wetiands), liberalizados en los Estados Unidos por la administración
de Bush padre en los años noventa,106 son otros ejem plos de productos
financieros del mismo tipo.

La naturaleza como estrategia de acumulación

El capitalism o, dice James O'Connor, tiene "condiciones de produc­


ció n ” . Estas condiciones, hablando con propiedad, no son mercancías,
pero sin embargo permiten que éstas sean producidas. Karl Polanyi, en
quien se inspira aquí O'Connor, las llama "m ercancías ficticias” , para
t recalcar que aunque sean consideradas como mercancías, su ontología
es d istin ta de aquella de las mercancías normales. Ejemplo: el trabajo,
la tierra o incluso la moneda. A medida que el capitalism o se desarrolla,
éste debilita y hasta destruye sus condiciones de producción. Si el
petróleo -una mercancía ficticia si las hay- barato perm itió durante más
de un siglo el funcionamiento de loqueTimothy M itchell llama la "de­
mocracia del carbono"1
109, su escasez encarece considerablemente esa
8
0
condición de producción. Esta presión al alza sobre las condiciones de
producción, el hecho de que el capital necesita a estas últimas pero al
m ism o tiempo no puede hacer otra cosa que agotarlas, es lo que O'Con­
nor llam a la "segunda contradicción" del capitalismo, la contradicción

108 Véase Héléne Tcrdjman y Valerte Boisvert. "L’idéotagre marchande au Service de la biodivereité
?**, Mouvements. n* 70. 2012. o. 36.
10 9 Tím otlty Mitchell, Carbón democracy. Lo pouvotr pohtiQue a l'é ro du pútrote, París. LaOécou-
verte. 2013.

133
RAZMIG KEUCHEYAN

entre el capital y la naturaleza, siendo la primera la que opone el capi­


tal y el trabajo.1101
Estas dos contradicciones se alimentan una de otra. El trabajo hu­
mano, en la medida en que genera plusvalía -valor- al transform ar la
naturaleza, es la categoría que garantiza que la historia natural y la
historia social son una sota y m ism a historia; en otras palabras, que
estas dos contradicciones estén entrelazadas. La primera contradicción
conduce a una baja tendencial de la tasa de ganancia, es decir, a la
aparición de crisis profundas del sistema capitalista. La segunda, por su
parte, induce un encarecimiento creciente del m antenim iento de las
condiciones de producción, que pesa igualmente a la baja en la tasa de
ganancia, puesto que volúmenes crecientes de capitales empleados en
este mantenimiento, por ejemplo en busca de reservas de petróleo de
un acceso cada vez más difícil, no son transformados en ganancias. El
Estado moderno debe ser concebido como la interfaz entre el capital y
la naturaleza. Es la instancia que regula el uso de las condiciones de
producción, con el objeto de que éstas puedan ser explotadas por el
capital. La naturaleza entregada al capital sin interfaz sería rápidamen­
te destruida por él. Sí el capitalismo necesita ai Estado, es por lo tanto
en primer lugar con un objetivo de autolimitación. Y tam bién, como vi­
mos, con un objetivo de construcción de la naturaleza. Ésa es la razótj
por la cual la cuestión central para todo movimiento ecológico digno de
tal nombre es la cuestión de! Estado.
Al acortar la escala temporal, esta cuestión puede ser abordada de
manera un poco diferente. La crisis ambiental no es solamente un pro­
blema que debe administrar el capitalismo, que pesa negativamente
sobre la tasa de ganancia. Puede ser una verdadera estrategia de acu-
m utación.m Como mostró Gramsci, las crisis siempre son momentos
ambivalentes para el capitalismo. Por un lado representan un riesgo para
la supervivencia del sistema. Pero por el otro también son ocasiones de

110 James O'Connw, Matura/ Causes. Essais m ecológica/ marxtsm. Nueva York, GuiUofd Press.
1988. [Hay versión en castellano: Causas naturales Ensayas de marxismo ecológico. Udó.óe
Victoria Schussheim. México. Siglo XXI editores, 2001.1
111 Véase Neil Smith, “ Nauireasaecumulalion strategy“ . Socia/isi Regisier, vol. 4 3 , 200?.

13 4
LA NATURALEZA ES U N CAMPO DE BATALLA

generar nuevas oportunidades de ganancias. La crisis ambiental no es­


capa a esta ambivalencia. Ei huracán Katrina, por ejemplo, destruyó
volúmenes colosales de capital. Pero también permitió la expulsión y la
rentabilización de barrios hasta entonces populares y por lo ta n to poco
rentables, así com o la privatización masiva de los servicios públicos,
sobre todo las escuelas. Otro tanto ocurre con el tsunami de 2 0 0 4 en
Asia, que co n d u jo al cercamiento de numerosas regiones costeras y
suscitó la instalación de cadenas internacionales de hotelería y de a li­
mentación. Todos los ejemplos evocados en este capitulo, desde tos
bonos catástrofe a los derivados clim áticos, pasando por los mercados
de carbono y los species swaps, dan testimonio de la manera en que el
capital saca provecho de la crisis ambiental en curso. La crisis, pues, no
tiene únicamente efectos negativos para el capital. "Capitalizar sobre el
caos" es siem pre una posibilidad para é l.1,2 Este punto de vista, en el
fondo, no contradice el de James O'Connor. Se trata de perspectivas
diferentes sobre un mismo fenómeno. En el corto plazo, el capitalism o
logra sacar provecho de la crisis. Sin embargo, ta constante presión que
se ejerce sobre las condiciones de producción permite pensar q u e su
supervivencia en adelante está en juego.

Conclusión

Resumamos el camino recorrido hasta ahora. El desarrollo industrial -e l


capitalism o- está en el origen de la crisis y de las desigualdades am ­
bientales. Este sistema, sin embargo, también produce, en un m ism o
movimiento, "anticuerpos” para hacerle frente. La financiarización es
uno de ellos. Ésta protege a la inversión de las consecuencias dei cam ­
bio clim ático, amortiza el aumento del costo de las “ condiciones de
producción" a la que da lugar y a! mismo tiempo permite sacarles pro­
vecho, en un contexto global marcado por una crisis económica de larga
duración. La financiarización. pues, es una primera reacción del cap ita ­
lismo ante la crisis ecológica.1
2

112 Robeit R etcher, “ Capitalizmg on chaos. Ciimate change and disaster capilalism ". loe. ctL

1 35
RA2MIG KEUCHEYAN

Ahora se trata de volvernos hacia un segundo mecanismo que per­


mite al sistema precaverse frente a los efectos de esta crisis: la guerra.
Debido al incremento de fas desigualdades que suscita, la crisis ecoló­
gica induce conflictos armados de un nuevo tipo. Suscita evoluciones
en las modalidades de la violencia colectiva, que inauguran una nueva
era en la historia de la guerra. Además de financiarizarse, la crisis eco­
lógica se militariza. Por otra parte, los militares son conscientes de esta
evolución. Desde hace algunos años, en efecto, integran las consecuen­
cias del cambio clim ático en sus análisis estratégicos...

1 36
III
U S GUERRAS V E R D ES , O U MILITARIZACION
D E LA ECOLOGIA

A falta de informaciones seguras y exactas, un general


capaz nunca debería ponerse en marcha sin tener dos o
tres decisiones tomadas sobre las hipótesis verosímiles.

A ntoine-H enri Jqmini

En 2 0 1 0 , el documento del National Security S tra te g yiNSS) estadou­


nidense, rubricado por Barack Obama, incluye por primera vez una sec­
ción consagrada a las implicaciones militares del cambio climático.
Debido a su impacto sobre el medio ambiente y las poblaciones, éste
deberá imperativamente ser integrado al cálculo estratégico del ejército
estadounidense.1 La NSS es objeto de una actualización entre cada
cinco a diez años. El informe precedente se remonta al primer mandato
de Georges W. Bush, en 2 0 0 2 , justo después de los atentados del 11 de
septiembre de 2001. Comprendía la doctrina de la "guerra preventiva",
que se aprestaba a ser puesta en práctica en Irak. El informe NSS pe­
riódicamente deja constancia de las grandes tendencias político-milita-
res a escala mundial; fin de la guerra fría, emergencia del ‘‘terrorismo",
pero también encarecimiento de! precio del petróleo o riesgos de pan­
demias. Permite a las ciases dominantes determinar los objetivos estra-

1 Véase Naiiongl Secunly Strategy, mayo efe 2010. disponible en el sitio de la Casa Blanca en
la dirección: www.Yrtwtehouse.gov/sitestáefaullVhles/rss_wewer/nationaLseamty_slfategy.pdl

137
H A /M líí KITUCHEYAN

tégicos de mediano y largo plazo del país. La publicación del informe


N5S siempre es precedida de debates sobre estos temas en el interior
de las administraciones instaladas y en el seno de los think tanks y re­
vistas ligados a la política exterior, que son numerosos en la costa este.
Asi, en el curso de la segunda m itad de los años 2 0 0 0 , diversas
comisiones de expertos reunidas por esos think tanks produjeron informes
referentes al lazo entre el cambio clim á tico y la guerra. La mayoría de
esas comisiones incluían a oficiales de alto rango de los diferentes cuer­
pos del ejército -Navy, Army, Air Forcé, guardacostas- en actividad o
jubilados. Entre esos think tanks está el Center for Naval Analysis, el
Center for a New American Secunty, el Council on Foreign Relations, el
Center for American Progress, la Brookings Institutíon... Los más anti­
guos de esos informes se remontan a 2 0 0 7 . Uno de ellos se titu la “ The
age of consequences. The foreign policy and national security implica-
tions of global climate change” . Está coeditado por el Center for Strate-
gic and International Studies y el Center for a New American Security.
La “ edad de las consecuencias” de que se trata en su título -e n referen­
cia a una frase de Winston Churchill pronunciada en vísperas de la Se­
gunda Guerra Mundial- es definida como aquella que verá “ la intersec­
ción del cam bio climático y de la seguridad de las naciones” 2. Este
documento bosqueja tres escenarios posibles para el siglo xxi: un cambio
climático “ previsible” , con aumento de las temperaturas globales de 1,3°
C de aquí a 2 0 4 0 ; un cambio c lim á tic o “ severo'*, con aumento de las
temperaturas de 2,6° C, dando lugar a acontecimientos naturales “ no
lineales” , es decir, imprevisibles. Y, por último, un escenario “ catastró­
fico” , fundado en un aumento de las temperaturas de 5,6° C de aquí a
2100, amenazando la "cohesión in te rn a " de las naciones.
La cuestión del lazo entre el cam bio climático y la guerra en ade­
lante aparece regularmente en las columnas del Armed Forces Journal,
el mensuario de los oficiales del ejército estadounidense, o de la revis­
ta Foreign A ffairs, que expresa el consenso diplomático en vigor en

2 Véase Kurt M Campbell et al., “ The age of consequences. The foreign policy and naUona!
secunty imphcaüons ot global climate chango” , Center for Strategic and International Studies
y Center for a New American Security. noviembre de 2007, p. 5. Disponible en la dirección:
http://csisorg/liles/'media.'csis/putis/D71105_egeofconsequences.pdf.

138
LA NATURALEZA ES UN CAMPO DE BATALLA

Washington. Fue en las columnas de esta revista donde George Kennan


presentó la doctrina de la "contención'' a fines de los años cuarenta, o
donde Samuel Huntington anunció el "choque de las civilizaciones" a
comienzos de los años noventa. En 20 0 9 , la CIA inauguró un Center for
Climate Change and National Security. cuyo objetivo es reflexionar en
los efectos del cambio climático sobre la "seguridad nacional" y proveer
de informaciones estratégicas a los negociadores norteamericanos que
participan en las reuniones internacionales sobre la cuestión. En 2010,
la Quadrienmat Defense fíev/ew(QDR) publicada por el Pentágono con­
sagró un capítulo al cambio ambiental. Este informe es el principal do­
cumento de doctrina militar elaborado por el departamento de Defensa.
Según la QDR, el cambio climático afectará a las misiones del ejér­
cito de varias maneras. Modificará el "medio ambiente operativo" en el
cual intervienen los militares, multiplicando e intensificando las catás­
trofes naturales. También tendrá un impacto sobre las instalaciones y el
materia! militares. La base naval de Pascagoula, en el Estado de Misisi-
pi, por ejemplo, fue fuertemente dañada por el huracán Katrinaen 2005,
y para su restauración se requirieron varios miles de millones de dólares.
Unas treinta bases militares estadounidenses a través del mundo están
ya bajo la amenaza del ascenso del nivel de los mares. Uno de los prin­
cipales centros neurálgicos -h u b - del ejército estadounidense en el
océano indico es una base situada en la isla de Diego García. Es un
punto de pasaje frecuentado por cantidad de naves y aviones en tránsi­
to hacia o desde Asia. Esta base representaba un nudo estratégico en el
curso de la guerra fría. Con el poderoso ascenso de China reviste una
importancia determinante en el dispositivo del ejército estadounidense.
Ahora bien, Diego García se ubica solamente a algunos metros por en­
cima del nivel del mar y será tragada en caso de aumento de ese nivel,
quizá a mediados del siglo raí.3 Otro tanto ocurre con la base de Guam,

3 Véase “ National secunty and 1he ifueat of clim ate ctenge” . Gente* for Naval Analysis, 2007.
p. 35. Disponible en la dirección: vnwcna.org/sites/defaulWiles/Nalionai%20Security%20
ancJ%20lhe%20Threal%2Úol^20Climaie%20Change%20-%20Pnnl.pdl Sobre las Implica­
ciones geopolíticas del ascenso del nivel de los mares, véase Hennke Brecht et a l . "Sea-lével
rise and storm surges. High stakes for a small niimber of developmg countnes". The Journal
of Envitonment & Dcvctopment. vol 21. r t * l. 20 1 2 .

13 9
RAZWIG KEUCHF.YAN

en el océano Pacifico, de donde despegaban los aviones para bombardear


2 Japón durante la Segunda Guerra Mundial.

Una doctrina emergente

Si este cuerpo de doctrina se cristaliza en el curso de los años 2000, las


pnmeras reflexiones sobre las implicaciones militares del cambioclimá-
tico en el seno de las elites norteamericanas son más antiguas. El primer
informe que evoca explícitamente la cuestión, ordenado por Jimmy Cár­
ter, se remonta a 1977.4 Entre los expertos que se ocupan entonces de
la cuestión se encuentra Thomas Schelling, un gran teórico de los juegos
contemporáneo, premio Nobel de economía en 2005, y uno de los crea­
dores de la doctrina norteamericana de la disuasión nuclear. Desde
entonces, Schelling sigue intervemendo en la cuestión del cambio c li­
mático, desde el punto de vista de sus consecuencias económicas y
geopolíticas.5 Es un partidario de la Mgeo-ingeniería"( es decir, de la
puesta en marcha de manipulaciones tecnológicas del clima para luchar
contra el calentamiento.6 Más antiguo todavía, el Pentágono organiza en
junio de 1947 una reunión consagrada a las consecuencias militares del
deshielo en el Ártico.7
A comienzos de los años noventa, Al Gore -entonces vicepresidente-
contribuyó a revivificar la reflexión sobre el tem a. Una serie de conferen­
cias también tuvo lugar en el marco de la OTAN. Desde entonces, la
organización transatlántica está en la vanguardia en esta cuestión. En
1993 publica un documento titulado "Environmental policy statement
for the armed torces” , destinado a aumentar fa "conciencia ecológica"

4 Fian^ois Gemennc, C éopoM oue du ctongemeni cfim alique. op. ci¡.. p. 8.


5 Véase Tilomas Schelling. ‘ Some economics of global w arm ing", The Arítencan íconomic Re
vtcw, vol. 82, n" 1, marzo de 1992 Véase también la entrevista con Thomas Schelling en The
Atlantic, julio de 2009
6 Véase Dommique 8ourg y Gérald Hess. "La géo-mgénmne . réduction, adaptation el scénarin
du désespoti". Wsfures Sciences Sociétés, ri* 1 8 .2 0 1 0 .
7 véase Ronatd E. Doel, “ Quelle place pour les Sciences de l'enviionnemcnt physique dans
1‘histoire environnementale ?". Revued’hisíoiremodctne e l ccntempofaine, vol. 56, n '4 . 2009.
p. 142.

140
LA NATURALEZA ES UN CAMPO OE BATALLA

de los soldados de la alianza.8 Su secretario general holandés Jaap de


Hoop Scheffer declara en 2 0 0 8 que el cambio ambiental es uno de los
nuevos "horizontes estratégicos" de la organización. El año siguiente,
su sucesor Anders Fogh Rasmussen, ex primer m inistro danés, sostiene
que "ningún gobierno puede enfrentarse solo al cam bio climático", pues­
to que éste representa un riesgo por esencia transnacional.9 Él com­
parte esa característica con el terrorismo, cuyas redes cruzan las fronte­
ras, y que por consiguiente requiere nuevas modalidades de cooperación
internacional. Por eso, añade Rasmussen, en el futuro la OTAN podría
desempeñar un papel clave en la gestión de los efectos del cambio c li­
m ático sobre la “ seguridad colectiva” . Después del fin de la guerra fría,
la organización transatlántica buscaba una razón de ser: parece haberla
encontrado.
El ejército estadounidense no es el único que se interesa en el cam­
bio climático, n¡ mucho menos. En el curso de los años recientes, todos
los grandes ejércitos del mundo se interrogaron acerca de las consecuen­
cias militares de este fenómeno. Es lo que pasó con los ejércitos britá­
nico , chino, brasileño, hindú, francés, australiano y canadiense. En
Francia, la Revue de défense nationale, una de las principales revistas
de doctrina del ejército, consagró en 2 0 1 0 un número especial a la
"geoestrategia del clim a", así como a la noción de “ seguridad natural".
Este documento, con un pfefacio de Michel Rocard, contiene artículos
con títulos evocadores: "Cuando la seguridad se vuelve verde” , o “Clima;
¿desafío de segundad o control estratégico?” , este últim o de la mano de
David Mascré, por un tiem po miembro del buró político del Frente na­
cional. Esta revista está dirigida por oficiales generales del ejército. El
hecho de que se interese en el cambio clim ático es sintomático de las
reflexiones en curso sobre la evolución de las modalidades de la violen-

8 Véase Peler Coales et s i. "Defending nal ton, defendmg nature? M'Utarlzed landscapes and
militar? environmentalism m 6ritam , Trance, and the Umted S tate s". Enwoamental Htstory,
n* 16. julio de 2011. p. 4 6 9 . En fa misma perspectiva, véase también Chris Pearson, "Re-
searchmg militar? lanascapes. A titeratunj teview on war and the mihlanzation ol the emrtron-
m ent". M u tsa p e Research. vol. 37. n* t. 2012.
9 Véase la tribuna de Anders f-ogh Rasmussen, 'NATO and clim ate ctiange*. 15 oe diciembre
de 2009, Hüfííngton Post Disponible en la dirección www huffinglonpost.corTVanders-lo-
Kli.rasmussen/naío-and-climate-changeJ>_392409.html

141
RA2MIG KEUCHEYAN

cía colectiva en los decenios venideros. El interés de los militares por


estas cuestiones es por supuesto una manera para ellos de vivir con su
tiempo, en una época en que no hay multinacional -in clu sive y tal vez
sobre todo las más nocivas en el plano ambiental-que no disponga de
un departamento encargado de la ecología (un fenómeno que, en el
mundo anglosajón, es conocido con el nombre de greenwashing). Pero
este interés descansa también en móviles más profundos.
La Asamblea nacional consagró en 2012 un informe parlamentario
al "im p a cto del cambio climático sobre la seguridad y la defensa” 10.
Emana de la comisión de Asuntos europeos y se inscribe en los debates
que recaen sobre la emergencia de una defensa a escala continental.
Presentado por los diputados André Schneíder ÍUMP) y Philippe Tourte-
lier (P$). expresa la hipótesis de que en el porvenir el e jército podría
ejercer la función de “especialista del caos". La crisis ecológica condu­
cirá a un agravamiento de las catástrofes naturales, que fragilizarán las
instituciones establecidas, sobre todo en las regiones en vías de desa­
rrollo. En ciertos casos, el ejército será el único que estará en condicio­
nes de intervenir eficazmente en el caos que habrá de resultar. Evolu­
ciones de este tipo son esperadas en particular en las tres zonas de
interés estratégico de la Unión europea definida por este informe: la
cuenca mediterránea, el Sudeste de Asia y el Artico.
Este documento examina la intervención de los ejércitos de la OTAN
durante el temblor de tierra en Pakistán en 2005. También se interesa
en el papel del ejército japonés en la gestión del tsunami y de la catás­
trofe nuclear de Fukushímaen 20 1 1 . Un acontecimiento como la ca­
nícula de 2 0 0 3 en el continente europeo, que ocasionó 3 5 .0 0 0 muer­
tos, es susceptible de poner bajo presión a los sistemas de salud y de
protección social, abriendo el camino a una intervención incrementada
del ejército en la gestión de la salud pública. Este informe parlamenta­
rio fue precedido por una encuesta que data de 2011 del Centro de

tO Véase Rappori d ’inlormation sur l'unpact du changcmcnt chmaitquc en matióre dú secuote et


de défcnse, presentado por André Schneíder y Philippe Tourteher. Asamolea nacional, comisión
do Asuntos europeos, 28 de febrero de 2 0 1 2 . Disponible en la dwcccióri; www.assembleena-
tionale.fr/13/europe/rapinfo/t4415.asp.

142
LA NATURALEZA ES UN CAMPO DE BATALLA

altos estudios m ilitares (CHEM), un instituto de formación de los ofi­


ciales superiores del ejército francés.11 La Delegación de asuntos estra­
tégicos {DAS), un centro de análisis del ministerio de Defensa, creó
además en 2 0 1 1 un puesto de encargado de misión “ Medio ambiente,
clima, energía” .
El Consejo de seguridad de las Naciones Unidas dedicó una sesión
al clima como “ problema de seguridad” en abril de 2 0 0 7 .12 China ex­
presó entonces su oposición a que este problema fuera encarado en ese
recinto, estim ando que dependía de las agencias internacionales com­
petentes en materia ambiental. La ONU examinó también la oportunidad
de crear “ cascos verdes” , con el objetivo de desactivar los conflictos li­
gados al cam bio climático. El secretario general Ban Ki-moon se expre­
só en favor de esta iniciativa.13

Dictadura benévola

Estos ejemplos y muchos otros demuestran que los militares se toman


muy en serio el cambio climático. En un momento veremos por qué. La
proliferación de los informes militares referentes a este problema, el rigor
con el cual es discutido por los intelectuales orgánicos de lo m ilita r re­
velan a contrario la dificultad de las otras fracciones de las clases domi­
nantes para hacerle frente. Los militares son hoy uno de los sectores de
las elites -c o n las finanzas, como vimos en el capítulo precedente- que
están en condiciones de reflexionar sobre una duración que va de 30 a
50 años, la temporalidad pertinente para pensar en los efectos del cam­
bio climático. La clase política, por su parte, es víctima de un "cortopia-
cismo" que la vuelve inepta para integrar el cambio clim á tico en sus
cálculos. El objetivo casi exclusivo de sus representantes, en efecto, es
hacerse reelegir en ocasión de escrutinios electorales espaciados a lo

11 Véase Le Monde. 15 de marzo de 2012.


12 Véase Geoffrey D. Dattelko, “ Piannmg lor chínale change. The secunty communily's
precautionaiy p rin cipie". Climátic Ctunge, n* 96. 2009. p. 13.
13 Véase a este respecto http://ecotogie.blog.lemonde.fr/20UA37/22/bwntot-Oes-casques-verts-
du-changement-climatiquo-a-loflu/

143
RAZM I6 KEUCHEYAN

sumo por algunos años, lo que hace que no esté muy en condiciones de
tener en cuenta problemas de más largo plazo.14
Los militares, en cam bio, tienen la costumbre de proyectarse en el
medio y el largo plazo. Tres a cinco decenios es la temporalidad en la
cual se inscribe el análisis estratégico, el tiempo que duró por ejemplo
la guerra fría. Es también el tiempo que separa en promedio la concep­
ción de una nueva arma de su empleo en el campo de batalla.15 Por otra
parte, los militares tienen la costumbre de adm inistrar situaciones de
incertidumbre, las que son partes integrantes de su ethos. La parte de
incógnita inherente al cam bio climático, pues, no es un problema para
ellos. Como dice Clausewitz en De la guerra: "La gran incertidumbre de
todos los datos constituye una dificultad particular de la guerra, ya que
toda acción se realiza por así decirlo en una suerte de crepúsculo que a
menudo confiere a las cosas como un aspecto nebuloso o lunar I...]" 16.
El cambio climático no hace más que radicalizar ese carácter "crepus­
cular" del medio am biente guerrero. Clausewitz añade que parámetros
tales como la hidrografía, la flora, el relieve y las temperaturas desem­
peñan un rol determinante en el desenlace de las batallas. Lo que co­
múnmente se llama la "ventaja del terreno" designa el dominio de ese
conjunto de factores por uno de los antagonistas. Los ejércitos son orga­
nizaciones “ cognitivas", que amasan o producen cantidad de datos que
les permiten llevar a bben puerto las operaciones militares. En este
plano, se parecen a las sociedades de seguros de que hablamos en el
capítulo II. El control de estos datos es susceptible de convertirse en un
desafío mayor en un contexto de cambio ambiental.

14 Una versión de este argumento es expresada por Dommtque Bourg y Kerry Whiteside en Vcrs
une óémocratte écclogique : le citoyen, le savant et le pohtique. París. Le Seuil. 2010.
15 Véase John Nagt y Chnstme Parthemore. “ A post-pelroleum era", Armed Fortes Journal, no­
viembre de 2010. Véase tam bién, por los mismos autores, “ Fuelinglbe futura (arce. Preparing
the Department of Dótense for a post-petroieum era", Center for a New American Secunty,
septiembre de 2010. D isponible en la dirección: www.cnas.org/liles/documentsipuWicahons'
CNA$_Fuelmg%20the%20Futufe%20Force_NaglPúrthemore.pdf. En el marco de una reflexión
sobre las consecuencias po líticas de< arma atómica. Edward P. Thompson propone una versión
do este argumento en sus “ Notes on exterminlsm. The ¡ast stage of civilísation". New le fi
Review, 1/121, mayo-|umo de 1980.
16 Citado por Emmanue! Terray, Cíausem lf. París, Fayard, 1999, p. 61.

144
LA NATURALEZA ES UN CAMPOOE BATALLA

El neoliberalismo es una modalidad de la acum ulación del capi­


tal en la cual la burguesía financiera prevaleció sobre las otras frac­
ciones de la elite. Como d ice Nícos Poulantzas, "a la larga, el bloque
en el poder no puede fu n c io n a r sino bajo la hegemonía y dirección
de uno de sus componentes l . . . ] " 17. No obstante, las crisis tienen por
consecuencia modificar los equilibrios en el seno de las clases domi­
nantes. En el tiempo largo de la crisis, los diferentes sectores de la
elite tienen una capacidad mayor o menor de hacer valer sus intere­
ses. Desde fines de la guerra fría , el poder relativo de los militares
dism inuyó respecto de aquel de otras fracciones, por lo menos en los
países occidentales. Sin em bargo, no se excluye que, en favor de la
crisis am biental, recuperen una parte del terreno perdido. Su nivel
de preparación frente a los desafíos de esta crisis, los recursos -coer­
citivos en particular- de que disponen para hacerles frente parecen
muy superiores a aquellos q u e poseen las otras fracciones de las
ciases dominantes.
El filósofo Hans Joñas, alum no de Martin Heidegger y autor de El
p rin c ip io de responsabilidad (1979), sostiene que en el porvenir la hu­
manidad tal vez deba “ aceptar como precio necesario para la salvación
física una pausa de la libertad l . . . ] " 18. En libertad, la humanidad corre
a su pérdida, porque no puede dejar de infligir daños irreparables a su
medio ambiente. Sólo una “ dictadura benévola" está en condiciones de
adoptar las medidas que se imponen para que su “ salvación física" sea
asegurada. Esto es lo que Joñas llama "la tiranía como alternativa a la
aniquilación física". Nada in d ica a p rio rique esta tiranía sea militar.
Pero el grado de preparación de los ejércitos frente a la crisis ecológica
perm ite suponer que podrían ser serios candidatos para ponerse a la
cabeza. La adaptación al cam bio ambiental, en todos los casos, impli­
cará una dimensión decisiva.

17 Nicos Poulanfcas, L'Etat. tepouvon. le socialisme, Paris, Les Prairies ordinaires, 2 0 1 3 11'ed.,
1 9 7 6 ). p. 202. (Hay versión en castellano. Estado, poder, socialismo, trad. de Femando Clau-
dfn, México. Siglo XXI editores. 1979.1
18 Hans Joñas. Pour une élhique du fulur, París. Rivages. 1998. p. 115.

145
RA2MIG KEUCHEYAN

Especialistas del caos

En consecuencia, ¿cuál es el lazo entre la crisis ecológica y el manejo


de la guerra tal como es encarado por los militares? La m ultiplicación
de las catástrofes naturales im p lica en primer lugar que los ejércitos
serán más solicitados para acudir en ayuda, y al mismo tiem po "paci­
ficar", a las poblaciones. Dos acontecimientos recientes que ilustran
esta tendencia son el tsunami de 2 0 0 4 en el océano índico y el hura­
cán Katnna en 2005 en Nueva Orleans, dos tragedias muy ampliamen­
te militarizadas. Los medios desplegados durante estas operaciones no
podrán serlo para otras misiones, sobre todo en el marco de guerras
convencionales. El problema se p lantea con una acuidad particular
para los Estados Unidos, ya com prom etidos en guerras costosas con
un desenlace incierto en Irak y Afganistán, sin hablar de su implicación
más indirecta en diferentes teatros de operaciones en los cuatro puntos
cardinales del mundo. Los estrategas militares, en su mayoría, recono­
cen la situación de "sobreextensión imperial" -para retomar la expre­
sión de Paul Kennedy19- en la cual se encuentra el país, vale decir, la
proyección excesiva de las fuerzas, habida cuenta de los medios a
disposición.
Como trasfondo de esta com probación figura la crisis fiscal en la
cual están sumidos los Estados Unidos, crisis fiscal que ya evocamos en
el capítulo precedente. Esta crisis, a decir verdad, afecta a la mayoría
de los países industrializados. Los m ilitares no quedan al margen de las
medidas de austeridad a las que e lla da lugar, como pudo comprobarlo
recientemente en carne propia el ejército griego, por ejem plo.20 Tras
haber declinado en el curso de los años noventa, los gastos militares
comenzaron a aumentar otra vez en los años 2000 en el plano mundial,

19 Paul Kennedy. The Rtse and Fall ot tbe Ppwers, Londres. Vintage, 1989. (Hay verstónen
castellano: Auge y carda de las grandes potencias, Ira ó.óei. FerterMeu, Barcelona. Ooboísí-
llo. 2004.1
20 Véase a este respecto wwwspieget.rie/international/europe/the-greek'milttary-büdget-oflers-
pienty-ol-room-lor-culs-a-846607.html. Sobre el lazo enlre crisis fiscal y ejército norteameri­
cano, véase MarH D. Troutman, “ Fiscal jeopardy. The strategic nsteof US debí and how toavoid
them", Ar/ned Fortes Journal, lebrero de 2 0 1 1 .

146
LA NATURALIZA ES UN C A M P O DE BATALLA

desde antes del 11 de septiembre de 2 0 0 1 .2I No obstante, la tendencia


parece volver a invertirse desde hace algún tiempo debido a la recesión.
La emergencia de China como potencia global, por otra parte, con­
duce a los estrategas occidentales a prever que deberán ponerse impor­
tantes medios a disposición en el marco de una nueva política de "con­
tención", cuyo epicentro podría ser el m ar de China. En lo que es una
de las teorías de las relaciones internacionales más influyentes del mo­
mento, el "realism o ofensivo" de John Mearcheimer, la carrera arma­
mentista con China es presentada como inevitable.22Consagrar recursos
humanos y materiales a operaciones humanitarias resultantes de la cri­
sis ecológica corre el riesgo de complicar en este contexto la tarea de los
ejércitos.
Una expresión que se repite con frecuencia en los razonamientos de
los militares a propósito de la crisis ecológica es la de "multiplicador de
amenazas" ( threat m ultipher). El cam bio clim ático no necesariamente
creará nuevas amenazas. No obstante, agravará problemas ya existentes,
en particular en regiones riesgosas: África, Asia y América Latina sobre
todo. Las desigualdades, la corrupción, los conflictos "interétnicos" au­
mentarán debido a la escasez de los recursos o de la mayor frecuencia
de las catástrofes. El caso de Darfur. evocado en el capítulo I, que se
repite a menudo en esta literatura, es presentado como típico de la in­
teracción mortífera entre lo étnico, el clim a y la guerra. El calentamien­
to del planeta, además, favorecerá la extensión fuera de su ecosistema
de ciertas enfermedades, malaria, paludism o, dengue o salmonelosis,
aumentando por ello la presión sobre los sistemas de salud.23
La "m ultiplicación de amenazas” involucrará sobre todo al agua. La
mayoría de los grandes ríos asiáticos - I ndo, Ganges, Yangtsé, Mekong..
encuentran su fuente en el Himalaya. El deshielo de los glaciares de esta
región, acoplado con la construcción de diques hidroeléctricos, amena­

21 Véase Yve» Bélar.ger y Autie FVeutanl, " l e (lépense-:. m ttila u e s : la tm d'urt cycie ?. infeívenlions
economiques, rt®42, 2010
22 Véase John Mearchetmer. The T/sgedyolGtea! Power Potitics. Nueva York, WW Norlon, 20 0 2 .
23 Hervé Kempl. Comment les fiches détruiseor (a planéte, París, Points, 2009, p. 27 IHsy
versión en castellano; Cómo los ricos destruyen t í planeta, traó de Julia Buco, Madrid, Clave
Intelectual. 2011.1

147
HAZMK5 KKUCHFYAN

za con suscitar importantes penurias de agua en la región.24 Por añadi­


dura, el problema reviste una dimensión geopolítica. Los glaciares hima-
layos que alimentan esos ríos asiáticos se encuentran en su mayoría en
territorio chino. Las tensiones relativas a la distribución de las reservas
hidricas entre China y sus vecinos prometen verse incrementadas, como
ya ocurre con la India, sobre todo alrededor del proyecto de desvío del
río Brahmaputra por China.2526Las privaciones acelerarán el ritmo de
urbanización de las regiones de alrededor. Al tornar la irrigación más
aleatoria y por tanto la agricultura menos productiva, alentarán a los
campesinos a abandonar sus tierras y a instalarse en la “villa miseria
global", es decir, en los tugurios que proliferan alrededor de los grandes
centros urbanos del planeta.25 Es en esta villa miseria global donde las
guerrillas -pero también la violencia ligada al narcotráfico- se entregan
cada vez más, y no ya com o en la época de Mao y del Che Guevara en
un medio rural. La urbanización de la guerra es un fenómeno señalado
por cantidad de teóricos de la guerra contemporáneos.27 La crisis c li­
mática es uno de los factores que contribuyen a ello.

Terrorismo y cambio climático

A los ojos de los militares, el cambio climático corre el riesgo de debili­


tar ciertos Estados ya débiles y estratégicamente sensibles. Se trata de
los famosos failedStates, los Estados “ fallidos", teorizados por el Pen­
tágono desde las administraciones de Georges Bush padre y de Bill
Clinton. Los failed States son los Estados supuestamente incapaces de
garantizar las funciones "normales" de un Estado democrático moderno:
seguridad, crecimiento, justicia, igualdad ante la ley... Se ubican en su
mayoría en lo que antaño se llamaba el tercer m undo. La revista Foreign

24 Véase Kennelh Ponieran;. “ The great Himalayan w a lm h e c T . New Leíi Review, rt* 58, |u-
Do-agosto de 2009.
2 5 Véase Ce Monde, 12 de m arzode 2012.
2 6 Véase MtKe Dains, Plarwt o í Slt/ms, op. ot.
27 Véase Jean-Louis Dufour, “ L'armée face á la ville", Anadies de /a recfweAe ufbaint, n° 91.
2001

148
LA NATURALEZA ES UN CAMPO OE BATALLA

P oficy fundada por Samuel Huntington publica todos los años una cla­
sificación de esos Estados, llamado el Failed States Index.25 Existen una
cincuentena, cuya lista evoluciona con los años. En 2 0 1 0 , Somalia es
e! Estado más "fallido” del globo, seguido de Chad y de Sudán. El primer
lugar de esta clasificación no cambia en 2011. Haití es el primer Estado
no africano, Afganistán el prim er Estado asiático.
Esta clasificación está establecida sobre la base de una docena de
criterio s, que dan lugar a otras tantas notas, que van de la “ presión
demográfica" a la existencia de "servicios p ú b lico s", pasando por la
“ legitimidad del gobierno" y el "desarrollo económico". Irak ocupaba los
puestos avanzados de esta clasificación hasta m ediados de los años
2 0 0 0 . Desde entonces los abandonó, ocupando hoy el noveno lugar, al
parecer debido a la eficaz nation building norteamericana. La clasifica­
ción de los failed States está amenizada cada año por una serie de foto­
grafías tituladas "Tarjetas postales dei infierno" {Postearás from h e lff9.
Éstas ponen en escena situaciones de miseria y de desesperación loca­
lizadas en los Estados fallidos: Liberia, Bangladesh, Corea del Norte,
Kirguistán... Desde la madre llorando la desaparición de sus hijos, víc­
tim as de un deslizamiento de tierra, a la fila de m ilitares amenazantes
im pidiendo el paso a una muchedumbre hambrienta, pasando porfieles
musulmanes anodinados en oración, el mundo descrito por estas fotos
-acompañada cada una de una leyenda con tonalidad catastrolista-es
el de una barbarie ineluctable y naturalizada.
Una hipótesis expresada por cantidad de geoestrategas desde el fin
de la guerra fría es que los conflictos del siglo xxi tendrán como fertili­
zante Estados débiles, en particular Estados "fa llid o s ". Esta tesis es
sobre todo sostenida por el neoconservador Robert Kaplan, en un arti­
culo influyente que apareció en los años noventa en la revista The Atlan­
tic, titulado "The coming anarchy"2
30. La "anarquía que viene" anuncia­
9
2
8

28 Véase el Faiteó Sta¡es Inda* publicado por Foreign Pohcye rt la dirección: www.loieign-poitcy.
com/failedstaies.
2 9 Véase wwwforeignpolrcy.conVdrlicles/201 l/06/20/postcards_írom_hell_2011#14.
30 R obert 0 . Kaplan. "The coming ¿narchy". The Atlantic, febrero de 19 94 Un punto de vista
s im ila r sobre los "desequilibrios" inducidos por el fin de la guerra fría es el de John Mearshei-
mer. "B a c k to th e future. Insiabihty m Europe aller the coid w ar". International Secvnty. vol
15. n« 1 ,1 9 9 0

149
RAZM IG K E U C H E Y A N

da en el títu lo es la que resultará de la desagregación de los equilibrios


de la guerra fría. Los conflictos del siglo xx tenían como vectores Estados
fuertes. Esto vale a la vez para las dos guerras mundiales, durante las
cuales se enfrentaron las principales potencias del globo, y para la gue-
rra fría. Durante esta ultima, cantidad de guerras por procuración (proxy
wars) ocurrieron entre naciones débiles, en particular en el tercer mun­
do. Pero ellas estaban sobredetermmadas por las relaciones entre super-
potencias. En la actualidad, la paz reina en y entre los Estados fuertes,
incluso si son la causa directa o indirecta de muchos conflictos en el
mundo. La guerra se desplazó a los Estados débiles.
¿Qué relación existe con el cambio climático? Si los ejércitos occi­
dentales temen a los Estados "fallidos", es porque las redes terroristas
se instalan allí, aprovechando el vacío de poder y la desesperación de
las poblaciones para prosperar. Ésa es la razón por la cual los países que
ocupan los primeros lugares de la clasificación de los faiied States son
objeto de todas las atenciones por parte del Pentágono y de la CIA.
Ahora bien, la escasez de los recursos y los climas extremos debilitarán
todavía más a esos Estados, loque permitirá a los "terroristas” hacer pie
en ellos con tanta mayor facilidad. La expresión "extremismo oportu­
nista" es empleada en ocasiones para designar la manera en que estos
últimos sacan provecho de condiciones sociales y naturales -d e la inte­
racción de las condiciones sociales y naturales- desfavorables31. El
mismo razonamiento vale también para la piratería y el narcotráfico. Los
faiied States fracasan en luchar con eficacia contra la piratería marítima,
que perjudica el comercio mundial. Tanto menos lo logran cuanto que
la crisis clim ática los priva de los medios y de la estabilidad necesarias.
La conclusión de este razonamiento es sencilla. La preocupación de
los militares por el cambio climático está estrechamente ligada al para­
digma dominante de la era posterior a la guerra fría: la lucha contra el
“ terrorismo". La lectura que hacen los ejércitos de este fenómeno está
sobredeterminada por lo que constituía su obsesión desde antes del 11

31 Véase Sbaron Burke et a l, "Uncharted waters The US Navy and navigating clim a tc change’ .
Cenler lor a New American Securily, diciembre de 2008. p. 29. Disponible en la dirección:
www.cnas.org/filex/documenls/pu bic a l ionsyCNA$_Work¡nf{%20Paper_CN0_CI«niateChange_
8urkePalcl_Dec2008.pdf

150
LA NATURALEZA ES UN CAMPO OE BATALLA

de septiembre de 2 0 0 1 , pero que ese acontecimiento intensificó. A la


manera de ver de los militares, el terrorismo y el cambio climático tienen
en común en prim er lugar el hecho de que en ambos casos se trata de
fenómenos transnacionales. Pero hay un segundo lazo entre el terrorismo
y la crisis ecológica, y es que esta crisis suministra al terrorism o un
mantillo donde prosperar, en particular en los Estados “ fallidos". Cambio
climático y (lucha contra el) terrorismo, pues, son dos fenómenos que
los militares piensan en forma conjunta.

La nueva ecología militar

El fin de la guerra fría dio paso a la emergencia de lo que Noam Chomsky


llama un “ nuevo humanismo m ilitar"37. Esta expresión designa las ex*
pediciones imperialistas occidentales llevadas a cabo a partir de los años
ochenta bajo el pretexto de promoción de la democracia y de los derechos
del hombre: Irak. Kosovo, Bosnia, Somalia, Sudán, Afganistán y. más
recientemente, Libia. Este nuevo humanismo es militar porque se apoya
en campañas de bombardeos aéreos, a menudo acompañadas de tropas
terrestres. No obstante, incluye un im portante aspecto civil. En todas
partes donde intervienen, los ejércitos occidentales ponen en marcha
operaciones “ no combatientes", que apuntan a mejorar el bienestar de
las poblaciones. Y su objetivo es cortar de raíz los conflictos potenciales,
tornar menos atrayentes los tráficos y la piratería, o incluso asegurar la
colaboración de los autóctonos en la lucha contra las insurrecciones.
Una parte de ese nuevo humanismo m ilitar consiste en una nueva
ecología militar. El mando del ejército estadounidense en África -lla m a ­
do "AFRICOM", por Africa Command- fletó varios navios m ilitares en la
región, en el m arco de una operación denominada Africa P artnership
Station.*3 El secretario de defensa de Georges W. Bush, Donald 3 2

32 Véase Noam Chomsky, Le Nouvei Humáneme m ihtaire, lausana, Editions Page deux, 2 0 0 0 .
(Hay versión en castellano-. El nuevo humanismo milita/. Lecciones de Kosovo. trad. de Bertha
Rui; de la Concha, México, Siglo XXI editores, 2 0 10.J
33 Véase a este respecto The Economía!, 10 do ahnl de 20 0 8 , asi como Michael Baker, “ The
commg conflicto of clim ato cnange"'. Councilon Fo/e:gn fteiatms, 7 de septiembre de 2 0 1 0 .

151
RAZMIG KEUCHEYAN

Rumsfeld, se cuenta entre aquellos que promovieron esa iniciativa. Ésta


se inscribe en la prolongación de la asistencia llevada por la Navy a los
países víctimas del tsunam i en el océano índico en 2004. Las dos prin­
cipales preocupaciones del ejército estadounidense en África son el
terrorismo y el petróleo. Los ataques contra las embajadas de Kenia y de
Tanzania en 1998 provocaron más de doscientos muertos. Desde enton­
ces, movimientos hostiles a los intereses norteamericanos proliferaron
en el continente, algunos de los cuales enlazados con redes transnacio­
nales. Por otra parte, más del 15% del petróleo estadounidense provie­
ne hoy de África. En el horizonte de 2020, ese porcentaje podría alcan­
zar entre el 2 5 y el 4 0 % .
La Africa Partnership Station se dedica a operaciones militares tradi­
cionales. Su misión, no obstante, consiste también en formar los ejércitos
y las policías locales, proteger las reservas de peces, garantizar la circula­
ción de los minerales y del petróleo, mantener los recursos hídricos y fo­
restales, todo eso en colaboración con las poblaciones y los Estados de la
región. En el Oeste de África, sobre todo, la pesca ilegal tiene consecuen­
cias desastrosas para los océanos y para las poblaciones que viven de tos
recursos haliéuticos. Una ONG británica contabilizó 252 casos de pesca
¡legal entre enero de 2 0 1 0 y julio de 2012 solamente en aguas territoria­
les de Sierra Leona." Este nuevo humanismo m ilitar tiene una larga his­
toria. Ya en 1966, bajo la presidencia de Lyndon B. Johnson, una flota
norteamericana distribuyó alimentos y semillas a India en ocasión de una
hambruna. El eslogan en vigor en la época era "Feed'em or fjght’em” : las
hambrunas podrían dar lugar a revoluciones hostiles a los Estados Unidos
en los países del tercer mundo, por lo tanto es preferible alimentar a las
poblaciones involucradas antes de que ocurran.*3
353
4 6
Un dispositivo recientemente establecido para llevar a buen término
esas misiones es el seabasing * Como su nombre indica, éste consiste

Sobte las implicaciones del cambio climático para Africa, véase Olí Brown ef a/.. "C lim at
changeaslhe naw securily Ihreat. Implications tor Africa", International Affav% vof. 8 3 . n’ 6.
ZOO?
34 Véase Le Monde, 14-15 de octubre de 201?.
35 Véase Tilomas Robertson, “ This is tbe American earth. American empire. the coid war, and
American envnow nentalism ''. loe. cit.
36 Véase Gregary J. Parker, “ The future of seabasinR*. A/rved Forces Journal, diciembre de 20 1 0 .

152
LA N ATURAL.LZA ES UN CAMPO DE BATALLA

en emplear el mar como base, contando lo menos posible con las in­
fraestructuras terrestres. Las bases terrestres están a merced de las in­
surrecciones, como lo com probó recientemente el ejército estadouniden­
se en Irak y Afganistán. Permanecer en el mar pone a resguardo de los
atentados. Esto también perm ite no aparecer como una fuerza de ocu­
pación a los ojos de la población. Las operaciones de asistencia y de
mantenimiento del orden durante el temblor de tierra en Haití en 2010
fueron la ocasión de experim entar ese dispositivo a gran escala. La ca­
tástrofe había destruido los puertos del país, mientras que los aeropuer­
tos rápidamente resultaron saturados. Proyectar las fuerzas armadas
desde el mar permitió soslayar esos obstáculos.
El ascenso del nivel de los mares corre el riesgo de malograr las
regiones costeras y del delta de numerosos países. El desembarco y la
instalación de tropas en el suelo pueden verse trabadas. Solución: el
seabasing, que permitirá intervenir eficazmente en situaciones de crisis,
evitándose las coerciones logísticas resultantes de un “ medio ambiente
operacional" cada vez m ás imprevisible. El cambio climático, como
vemos, induce evoluciones en los campos de la tá ctica y la logística
militares.
La nueva ecología m ilita r es objeto de aplicaciones en Afganistán.
En este país, la guerra no es únicamente librada por los militares stricto
sensu. Organizaciones nacionales o internacionales como USAID o el
Programa de las Naciones U nidas para el medio ambiente desempeñan
un papel decisivo en el esfuerzo de recuperación del país. La Green
Afghan Imhattve, en la que participan varias organizaciones internacio­
nales -entre otras, la UN1CEF y la FAO- así como ministerios afganos,
se ocupó en 2005 de una “ evaluación ambiental posconflicto” 37. Esta
organización comprobó que la naturaleza afgana había sufrido conside­
rablemente por la guerra, sobre todo en términos de alteración de la
biodiversidad. También padeció el uso descontrolado de los pastizales,
del corte salvaje de bosques y de la sobreexplotación de los recursos
hidricos por una población cada vez más desguarnecida. Sobre esta base

37 Véase el informe relativo a esta in icia tiva en la dirección: wvftY.undg.org/archivejJocsr7339-


Afghar>isl3n_C(een_Afghami>tan initiatiue.GAIN_.pdl.

1 53
RAZMtG K E U C H f YAN

se decidió un programa de protección del medio ambiente: reforestación,


regeneración de los suelos, establecimiento de un marco legal adaptado
y "cambio de las actitudes hacia el medio ambiente", que se cuentan
entre las medidas puestas en práctica. Esta iniciativa alienta además la
privatización de las tierras comunales y la "microempresa" en materia
de producción agrícola. La hipótesis subyacente, hegemónica en las
organizaciones internacionales que operan en el campo del desarrollo,
es que el “ empoderamiento" -em pow erm ent- de los individuos es el
mejor medio de obtener resultados en materia de preservación del medio
ambiente.
En Afganistán, la crisis clim ática ¡nteractúa con ta insurrección ta-
libana por intermedio del tráfico de droga. La persistencia del comercio
de opio en este país se explica en parte por el hecho de que el cultivo
de la adormidera requiere poca agua. Consume solamente un sexto de
ta cantidad de agua requerida para cultivar trigo. Por ello es más resis­
tente a la sequía que otros cultivos. La provincia de Nangarhar, que
produce las más grandes cantidades de opio del país, es también una
de las más sometidas a las sequías.38 La multiplicación y la intensifi­
cación de los fenómenos climáticos extremos tornan improbable que las
poblaciones se entreguen en el fu tu ro a otros tipos de cultivos. (El tráfi­
co del opio representa más del tercio d e lcPIB de Algamstán). Los taliba-
nes dan muestras de tolerancia a este respecto, lo que explica el apoyo
del que tienen en importantes sectores de la población. Por otra parte,
ellos mismos a menudo son campesinos víctimas de sequías o de inun­
daciones, que pasaron por los cam pos de refugiados y las madrazas39
El dinero que proviene del cultivo de la adormidera, en cambio, permite
a los talibanes conseguir armas y fo rtifica r sus posiciones. Esta compro­
bación conduce a un informe m ilitar estaounidense a afirmar que resta­
blecer la "seguridad natura!" es un objetivo estratégico de primera im­
portancia para los ejércitos de la OTAN en Afganistán.40 Ofrecer

38 Véase Chrislian Parenti. TroptcoiChaos Chmate Ctiange aorf ¡he NewGeograpby of V/olence,
Nueva Voík. Nation Boote, 201?. pp. 10 6-10 7.
39 fbtd. p. 107
«JO Véase Christine Parthemore y Will Ragers, "Sustam tng secunty. How naiural resources inlluence
national security". Center lot a New American Security. junio de 2010, p. 8 . Disponible en la

154
LA NATURALEZA ES UN C A M P O DE BATALLA

alternativas realistas al opio incrementando la productividad de la agri­


cultura permitiría romper el rizo causal que relaciona clima, opio e in­
surrección armada.

Conservación y contrainsurrección

Las doctrinas de contrainsurrección incluyen desde siempre un aspecto


ambiental. Un reciente manual del ejército francés titulado Principes de
contre-insurrection [Principios de contrainsurrección), redactado por los
coroneles Hervé de Courréges, Emmanuel Germain y Nicolás Le Nen,
describe su historia, de Little Big Horn (1876)alostalibanes, pasando
por Vietnam y Mogadiscio. Las metáforas médicas son corrientes entre
los militares, en particular en el campo de la contrainsurrección. Al
evocar la "marginación territorial'' de la insurrección, los autores afirman:
"El proceso pasa por una fase antiséptica de limpieza de la herida y de
su contorno, luego por la acción de una compresa estéril de fina red que
garantiza la asepsia de la zona así lim piada "414
. Las guerras de guerrillas
2
se caracterizan por la "fusión" de la población y de los insurrectos. El
objetivo de la contrainsurrección es aislar a los segundos de la primera,
con el objeto de "tratarlos" eficazmente.
Para ello, una panoplia de medidas está a su disposición. Entre ellas
se encuentra la mejoría del bienestar de la población, que supuestamen­
te lo alienta a romper con los insurrectos y colaborar con la contrainsu­
rrección. El "plan Briggs" puesto en marcha por los británicos en Mala­
sia en tos años cincuenta, que desplazó m ás de medio millón de malayos
de origen chino hacia "nuevos pueblos" o "aldeas estratégicas", tiene
que ver con este enfoque: "El objetivo -com entan los coroneles france­
ses- es hacer más fáci I y atractiva la vida en los nuevos pueblos q ue en
los viejos pueblos ilegales"47. Este plan es uno de los primeros de la
historia donde se pone en práctica una estrategia llamada de los hearts

dirección: wwv/cnas.or^liles/documents/publications/CNAS_Su5iainmg%20Secürily..Parthe-
rrwe%20Rogers pdf
41 Hervó de Courréges eí ai., Principes de contreiosurrecOon. París. Económica, 20 1 0 . p. 69.
42 Ib id .p . 72.

155
RAZMIG KfUCHEYAN

andm inds, donde la contrainsurrección no busca solamente erradicar a


los insurrectos (estrategia llamada de sean:/? and destroy), sino ganarse
la simpatía de la población local. El acento se pone en la mejoría de las
condiciones de vida: rutas, escuelas, pero también sistemas de irrigación
y nuevas tierras cultivables. El Counterinsurgency F ield Manual 3-24 del
ejército estadounidense, puesto en circulación en 2 0 0 6 como respues­
ta al fracaso de la contrainsurrección en Afganistán y en Irak, y firmado
por el general David Petraeus, entonces comandante de las fuerzas oc­
cidentales en Afganistán, también tiene que ver con esta visión.
Pocos ejércitos en el mundo disponen de la experiencia del ejército
hindú en materia de contrainsurrección. Y con razón: las guerrillas son
corrientes en el país desde su independencia. La más conocida de ellas
es la de los naxalitas, que toma su nombre del pueblo de Naxalbari, si­
tuado en la Bengala occidental, en el este del país. Esta rebelión-algu­
nos de cuyos sectores son de inspiración m aoísta- aparece en los años
sesenta, sobre el m antillo de la sobreexplotae\ón forestal. La industria­
lización del país descansa en parte en la industria de extracción: mine­
rales, madera, carbón y tie rra s /3 La apropiación de estos recursos es
objeto de una lucha entre el Estado federal, las multinacionales extran­
jeras y las poblaciones locales, entre ellos tos Adivasi (“ primeros habi­
tantes" en hindi). Las necesidades energéticas necesarias para este
desarrollo dan lugar a la construcción de grandes diques, que conducen
a desplazamientos masivos de poblaciones. India cuenta en la actualidad
entre 30 y 40 millones de personas desplazadas. El apoyo de la población
a los naxalitas no se comprende fuera de este contexto. Ésta es victima
de un proceso de "acum ulación por desposesión” -para hablar como
David Harvey- a gran e s c a la /4 En 2009, el ejército lanza una operación
en el "corredor rojo" del este del país, titulada Operation Oreen H unt,
destinada a erradicar a los naxalitas.
India es también el teatro del "más alto cam po de batalla del
m undo": el glaciar Siachen. Situado en la encrucijada de India, de4
3

43 Véanse Dame' SOri, "Les naxalites : la plus grande des gu énlla s daña la plus grande des
démccraties". Rewe des U v& s, febrero de 2012; Joél Cabal ion. "Maoisme el lutte armée en
Indecontempoidine". La Vifi des idées, 9 de marro de 20 1 1 .
4d David Harvev. Le Nouvel Impériattsme, op. o t

156
IA n a t u r a le za e s u n c a m po de b ata lla

China y de Pakistán, en la cadena montañosa del Karakórum ten el


norte de Cachemira), a veces apodado el “ tercer polo" debido a su
longitud, este glaciar es desde hace treinta años el teatro de un enfren­
ta m ie n to entre los ejércitos hindú y pakistani. Contrariamente a la
tenden cia a escala del planeta, los glaciares de esta cadena no retro­
cedieron en el curso de los recientes decenios, con excepción del Sia-
chen, que se deshiela rápidamente. Una desús causas es la actividad
m ilita r.4^ Sólo del lado hindú, cerca de una tonelada de desechos es
arrojada todos los días en las grietas del glaciar. La biodiversidad y la
hidrolog ía padecen por la presencia de las tropas. El transporte de
materiales y de soldados supone un importante consumo de carburan­
tes. Los vuelos cotidianos de helicópteros, los oleoductos que acarrean
el petróleo que sirve para calentar los iglúes donde residen los soldados,
los hornos de queroseno donde se depositan las armas con el objeto de
que permanezcan calientes son otros tantos factores que contribuyen
a la degradación de este lugar.
Todo esto condujo al ejército hindú a desarrollar una verdadera ex­
periencia en materia de ecología militar. Es lo que surge de los escritos
de P. K. Gautam. un teórico hindú de la "seguridad natural'*. Gautam es
un coronel actualmente jubilado. Es investigador en el Institute for De-
fense Studies and Analysis40 y ofició un tiempo en el glaciar Siachen,
lo que tal vez explique su interés por estas cuestiones. El ejército hindú,
dice Gautam, es el primero en el mundo en haber instalado ecológicaI
task forces (ETF), “ unidades de intervención ecológica"4 47. La idea se
6
4
5
remonta a comienzos de los años ochenta, y corresponde a la primera
m in istra de la época, Indira Gandhi. Estas unidades de intervención
-e xiste n una decena de e lla s - surcan el país y se ocupan de tareas de
preservación de la naturaleza: reforestación, estabilización de dunas,
preservación de los pastizales y los suelos, purificación del agua... Como

45 Véase Aishad APbase. "Military activity dnvmg rapid gtacier m e ltíng", Inter Press Service.
Orsponible en la dirección: www.-psnews.net/2009/12/qa-military-activity-driving-rapid-gl3-
cier-mailmg/; Le Monde, 12 de ju n io de 2012.
46 Véase su sitio: www.idsa.irVtaiionomy/terfn/124.
47 Véase P. K. Gautam. "Climate change and tf«i rrutitary*. Journal o f Defence Studres, vot. 3, n#
4 . octubre de 2009.

1 57
RAZMIG KEUCHEYAN

telón de fondo está la idea según la cual la preservación de la naturale­


za contribuye a la paz y a la estabilidad del orden social. El ejército
chino -e l Ejército Popular de Liberación (EPL>- también asume este tipo
de tareas. Procurando ser una emanación del pueblo revolucionario,
posee una vieja tradición de intervención humanitaria en caso de catás­
trofes.48

Econacionalismo

Uno de los objetivos de las ecológicaI task forceshindúes es la protección


de la "biodiversidad de la nación''49. Según P. K. Gautam, esta biodiver-
sidad participa de la identidad misma hindú, porque se form ó a través
de las edades al contacto de la lujuriosa naturaleza del subcontinente.
Preservar la "biodiversidad de la nación" y defender la identidad nacio­
nal es en este sentido una sola y m ism a cosa. Gautam observa a este
respecto que los soldados hindúes son en gran parte de ascendencia
campesina. Por eso disponen de un conocimiento “ espontáneo" del
medio ambiente, de saberes y experiencia indígenas acumulados con el
correr de las generaciones. Esos saberes y experiencia, agrega, deben
ser más aprovechados por el ejército en el marco de sus actividades de
protección de la naturaleza.
En su teoría del nacionalismo, Benedict Anderson demuestra que,
para prosperar, el nacionalismo requiere encarnarse en instituciones
concretas.50 Él pasa revista a tres de ellas: la cartografía, que delimita
las fronteras del territorio nacional; el censo, que enumera a los miem­
bros ; y los museos, que restituyen su memoria colectiva. Ahora bien, la

48 Véase Cunean Freeman. ‘'The missing Imk. China, dimate change. and nationa! security", Asia
Paper. Brussefs Instituto oí Contemporary China Studies, vof. 5, n* 8. Z010.
49 Véase P K. Gautam, ” An OverView oí ccological task rotees (ETF) and ecological mstitutions
pf the Indian anny” , Journal of the United Service Institution oí India, vo! 139, n* 576,
abnl-|umo de 2009
50 Benedict Anderson, L'lmagmaire nabonal Réfíexions sur /'origineel l ’essor <ju nahonalisme.
Parts, La Découverte, 1996. IHay versión en castellano: Comunidades imaginadas. Reflexiones
sobre ef origen y la difusión del nacionalismo, trad. de Eduardo l . Suárer. México. Fondo de
Cultura Económica. 1993-1

158
LA NATURALEZA ES UN CAMPO OE BATALLA

naturaleza se cuenta entre las instituciones que participan en la cons­


trucción de las identidades nacionales en la época moderna. Hay un
nacionalismo ecológico -u n econacionafssmo- cuya característica es
establecer un lazo entre el espíritu de una nación y el medio am biente
en el que se despliega. En los Estados Unidos, comovimos, los grandes
espacios naturales supuestamente intactos, que los norteamericanos
llaman desde el siglo xtx wilderness, forman parte de los mitos fundado­
res de la nación.51 Una película de Sean Penn titulada Into th e WUd
(Hacia rutas salvajes) (2007) lo evocó recientemente. Como dice el h is­
toriador radical hindú Ramachandra Guha, los parques naturales -Ye-
llowstoney Yosemit, por ejemplo, dos de los más antiguos-son co n si­
derados como una contribución específicamente estadounidense a la
civilización humana.52 No hace falta decir que los espacios en cuestión
nunca estuvieron intactos, ya que fueron vaciados de sus ocupantes
indios. Por añadidura, que sean "naturales" no significa que son acce­
sibles a todos los norteamericanos sin distinción de clase o de raza.
Ese econacionalismo se observa también en Oriente Medio. El pe­
tróleo acompañó el poderoso ascenso del nacionalismo árabe en el siglo
xx. El partido Baas iraquí, por ejemplo, lanzó el eslogan MEI petróleo
árabe para los árabes", en apoyo a las nacionalizaciones de comienzos
de los años setenta.53 Los ingresos procedentes de su explotación sir­
vieron un tiempo para financiar políticas de desarrollo y de redistribución.
Por su parte, Mu am ar el Gadafi decía del petróleo que era el "carburan­
te de la revolución” , tanto a escala libia como panafricana. "La tom a de
control del sector petrolero es vivida como una revancha histórica [...1.
El control sobre los recursos energéticos [poseídos por las com pañías
petroleras internacionales) impide que esos regímenes, de un naciona-
lismosalvajey una ideología socialista panárabe, vuelvan la página de)

51 Ramachandra Guha. "Radical American enwonmentalism and wilderness preserva! ion. A third
«orld critique", loe c it
52 ít»d.,p.5.
53 Luis Mártir*?. Violence (feU)rentepélroltó/e. Aigétie-/rek~Ltbyc, París. Pressesde Scwnces-Po.
2010, p. 37. Sobre la redistribución de la renta petrolera en Ntgena y sus implicaciones para
la forma del Estado nigeriano. véase John Boye Ejobowah. "Who own$ the oil? Ethnicity m the
Niger delta of Nigeria". Africa Today. w>l. ¿7. n* l , 2000.

159
RAZMIG KCUCHEYAN

pasado colonial"54. Volver esa página supone expropiar a esas compañías


y devolver el petróleo a sus legítimos propietarios: los pueblos de la re­
gión. Nacionalismo, antiimperíalismo y recursos naturales, pues, están
inextricablemente mezclados.
Algunas iniciativas cercanas a las ecológicaI task (orces hindúes
existen en otros países. El ministerio de Defensa británico organiza,
desde fines de los años setenta, "grupos de conservación". Periódi­
camente da acceso a sus campos militares a esos grupos, de manera
que puedan observar las especies naturales que allí se encuentran.
Esta iniciativa es una respuesta al antim ilitarism o de los años sesen­
ta y setenta, y una de las críticas que dirige a los ejércitos es los
daños que infligen a la naturaleza en las zonas que controlan. En
Francia, la lucha contra la extensión del cam po m ilitar de Larzac a
comienzos de los años setenta tiene que ver con esa crítica. Algunos
ejércitos se meten de lleno con el problema, lo que da lugar a la
emergencia de un "am bientalism o m ilitar" o de una “ conservación
ca q u i"55. Las zonas m ilitares, afirman, son aquellas donde las espe­
cies vegetales y anim ales son mejor protegidas. Porque allí donde se
encuentran los m ilitares, la agricultura, el turism o, la urbanización y
otras actividades peligrosas para la biodiversidad no son válidas. Sin
duda alguna, esta afirm ación, por lo menos, no es muy segura,56
aunque se pueden observar fenómenos sorprendentes. Por ejemplo,
se demostró que la zona m ilitar que separa a las dos Coreas encierra
varias decenas de especies raras.57

54 m ., p. 27.
55 Peter Coates el al.. “ Ctetendmg nailon, dcfending nature? Mitilarized fandscapes and military
enviroomentalism in 8ntam, Frence. and the United States", toe. d i Véase tamtwén Rachel
Woodward, "Khaki conservaron. An exammation oí militarv environmenValtst óiscours? >n the
Britísh army", Journal o í Rural Studies, n* 17, 2001.
56 Para una visión general de tas diferentes destrucciones infligidas por la actividad militar a la
naturaleza en tiempos de guerra y de paz. véase Gary E. Machlis y Thor Hanson, “ Warfare
Ecotogy", BtoScionce. vol. 58, n* 8. septiembre de 2008.
57 Ibid.. p. 732.

1 60
I A N ATURALEZA ES UN CAMPO DE BATALLA

Agente naranja

Pero la contrainsurrección descansa también más clásicamente en la


destrucción de! medio am biente más que en su conservación. La dialéc­
tica de la conservación y de la destrucción se encuentra en realidad en
el corazón de la construcción m ilitar de la naturaleza. Es lo que demues­
tra el caso de la guerra de Vietnam. El Vietcong -e l ‘‘ Frente nacional de
liberación de Vietnam del S u r " - está en una relación de fuerzas muy
desfavorable frente al poderoso ejército estadounidense. Como cantidad
de guerrillas desde el comienzo de la época moderna, hace un uso tác­
tico de la naturaleza, en este caso de la jungla que recubre amplias
porciones del pais. Ésta le perm ite suscitar efectos de sorpresa o prote­
gerse en el momento de batirse en retirada. En materia de guerra asimé­
trica. el bosque es un "igualador de fuerzas"58. Permite a la más débil
de las fuerzas en presencia que colme una parte de sus insuficiencias.
Con el objeto de recuperar la ventaja, el ejército estadounidense
utiliza desfoliantes, entre los cuales está el famoso agente naranja. El
objetivo es sencillo: ganar en visibilidad en la espesa jungla vietnamita
yr para ello, destruir el ecosistema de la guerrilla. Señalemos de paso
que el agente naranja es una creación de la m ultinacional Monsanto,
hoy especializada en la producción deOGM. En el marco de la operación
' Ranch Hand, entre 1962 y 1 9 7 1 , decenas de miles de metros cúbicos
de herbicidas son así derramados sobre el país, exponiendo a 3,3 millo­
nes de hectáreas de vegetación.59 22.000 km2 de bosques fueron defo­
liados, o sea, más del 20% de las regiones forestales del pais. El Banco
Mundial comprueba en un inform e que la guerra alteró en forma dura­
dera la biodiversidad de Vietnam . El agente naranja además contaminó
la cadena alimentaria. Un estudio muestra que la polución de los suelos
se transmitió a los animales y que trazas de algunos de sus componentes
tóxicos se encuentran en la sangre y la leche humanos.60

58 Véase John McNeill. “ Woods and warfare m w xld ht$toryu, Environmental Hisiory, vol. 9. n°
3. 2 0 0 3 , p. 400.
59 Harald Weker. Les Güeras du chmat, op. ctl., p. 104.
60 Véase Wayne Dwemychuk et ai., “ Dioxin reservoirs in Southern Vietnam. A legacy ol agent
orange'. Chemosphere, n“ 4 7 , 2 0 0 7 .

161
RAZMIG KF.UCHEYAN

La guerra de Vietnam. por supuesto, no es la primera en que la


destrucción de los ecosistemas hace las veces de táctica m ilitar. En la
guerra del Rif (1921-1926). los franceses emplearon bombas incendia­
rias destructoras de la vegetación, al igual que hicieron los norteameri­
canos durante la guerra civil griega (1946-1949) contra las zonas ocu­
padas por la resistencia comunista.61
Durante largo tiempo la guerra aprovechó los bosques. La madera
servía para fabricar armas, ya que el armamento primitivo -arcos, flechas
y tanzas- estaba compuesto de ella. La aparición de las armas metálicas,
bronce y hierro, hace 5.000 años, no impide que la madera siga siendo
un componente esencial del arm am ento. Los carros que transportan
soldados y materiales, las fortificaciones y los barcos tam bién están
constituidos de madera. Hasta el siglo x»x ningún imperialismo, ninguna
potencia política es concebible sin un dominio del aprovisionamiento en
madera. En un género diferente, desde la Edad Media, la construcción
de catedrales e iglesias, soportes materiales de la ideología cristiana
dominante, requiere volúmenes colosales de madera.62 No se vuelven
imperialistas sino las naciones que disponen de cierto “ perfil ecológico",
es decir, que controlan los bosques.63 Es el caso de las potencias atlán­
ticas tras el descubrimiento de las Américas. Cuba y Filipinas son colo­
nias insoslayables para el Imperio español, no sólo porque tienen un
interés económico en si, sino porque ios bosques que allí se encuentran
alimentan la empresa colonial en general. Otro tanto ocurre con los
bosques norteamericanos en e! caso de Francia e Inglaterra.
En el umbral de la época m oderna, alrededor del siglo xvn, tiene
lugar lo que los historiadores llaman comúnmente la “ revolución mili­
tar"64. Entre otros factores, ésta es el fruto de la generalización del uso
de la pólvora de cañón, del aumento de los presupuestos m ilitares y de
la cantidad de soldados y de la racionalización de la organización de los
ejércitos. Como telón de fondo se encuentra la emergencia de los Esta­
dos-nación y de los pueblos modernos. Con ejércitos más numerosos y

61 Jo hn M c N e ill, "W oods and w arfare in w o fld h is t o r y " , toe cit., p . 402.
62 S te p h an re P in c e tl, “ S o m e o íig in s o l Freneh e n v u o n m e n ia iis m . A n e a p to ra tw n ". toe. cit., p. 80.
63 ibid.. p. 3 9 4 .
64 Véase a e s te 'e s p e c io Paul Kennedy. Jhe Rise and Fall o( the Orear Pow&s. op. cit.

162
LA NATURALEZA ES UN CAM PO OE BATALLA

poderosos, la demanda de madera aum enta todavía más, puesto que


todas las infraestructuras militares (barracones, armas, transportes...)
dependen de ella. Sólo durante la segunda mitad del siglo xix esa de­
manda comienza a declinar. La aparición de un nuevo combustible, el
carbón, también explica en parte esa declinación. La primera guerra del
opio, librada por el Imperio británico entre 1 8 3 9 y 1842 en China, inau­
gura la alianza de la guerra y el carbón.65 La transición de la madera al
carbón, del carbón al petróleo, luego del petróleo a lo nuclear transforma
la manera de hacer la guerra. Estas transiciones son parciales, ya que
cada recurso ascendente se superpone -p o r lo menos durante un tie m ­
po- al precedente. Cada uno de ellos torna posibles nuevas tácticas. El
Btitzkriegalemán durante la Segunda Guerra Mundial es inconcebible
sin la potencia motriz que confiere el petróleo.66
Los bosques participan de la configuración misma del campo de
batalla, como vimos en el caso de Vietnam. Ellos permiten o traban el
movimiento de la caballería o de la infantería, ya sea ésta motorizada o
no. Clausewitz recomendaba no batirse nunca en retirada en un bosque,
para no tener que combatir "a ciegas” , sin conocer las posiciones y la
progresión del enemigo.67 La práctica ancestral de la "tierra quemada"
esotra modalidad de la construcción m ilita r de la naturaleza. Esta prác­
tica se remonta (por lo menos) a la guerra entre los persas y los escitas
en 512 antes de nuestra era, durante la cual estos últimos prenden
fuego a su propia tierra para impedir el avance de los persas.686
9La "gue­
rra de trincheras" o "guerra de posición", que se sistematiza durante la
Primera Guerra Mundial, también tiene implicaciones ambientales. Los
bosques de Verdón fueron afectados en form a duradera por la batalla
que allí causó estragos durante la Gran Guerra 60

65 B ruce P odobnik. Global Energy Shtfly Fasteting Suslam ability in a Turbufent Age, F ila d e lfio ,
Tem ple U nrversity P re s s . 2 0 0 6 . p . 3 0 .
66 Ibió., p. 86.
67 John M c N e ill, "W o o d s a n d n a d a re in w nrld h is to r y " , loe. cit.. p 399
68 C hns Pearson, “ R e s e a rc h in g m ilila ry landscapes A lite r a tu r e review on w ar and th e m ilita r iz a -
tio n o f th e e n v ir o n m e n l" . loe. cit., p . 116.
69 Jean-Paul A m a l. “ G u e rte s e l rm lie u * n a lu re is . L e s fo r é is n ie u rtrie s de Test de la F ra n c e . 7 0
a n s a p ré s V e rd u n ", L’Espace géographique, n“ 3, 1 987

1 63
RAZMIG KEUCHEYAN

De la guerra fría a las guerras verdes

El interés de los militares por las cuestiones ambientales debe reubicarse


en un contexto estratégico de larga duración, que asistió al fin de la guerra
fría, y de las doctrinas político-militares que la caracterizaron: contención,
disuasión nuclear, teoría del dominó... La ¡dea de guerras verdes se ins­
cribe en tendencias pesadas que están en marcha en las modalidades de
la violencia colectiva. Más precisamente, se inscribe en el paradigma de
las "nuevas guerras" (new wars, que llamaremos NG). Esta expresión
designa las evoluciones padecidas por el arte de la guerra desde el último
tercio del siglo xx, en particular después de la caída del muro de Berlín.
Estas evoluciones se inscriben por supuesto en temporalidades largas y
discordantes, pero se cristalizaron en el curso de los últimos decenios.70
¿Cuáles son? Con las NG, la distinción entre combatientes y no
combatientes, militares y civiles, tiende a difum inarse. De las guerras
napoleónicas a las dos guerras mundiales, esta distinción siempre fue
muy relativa. No obstante, constituyó un principio estructurante de los
conflictos armados modernos en el plano estratégico y jurídico. Dos as­
pectos de la Segunda Guerra Mundial aceleraron su desaparición: los
bombardeos aéreos y la ocupación alemana.71 Las bombas soltadas
desde el cielo no hacen diferencia entre civiles y soldados, mientras que
la resistencia a la ocupación era llevada a cabo por civiles convertidos
en soldados, o a la inversa. Antes de la Segunda Guerra Mundial, bom­
bardeos aéreos y ocupación eran experimentados en un contexto colo­
nial,72 de tal modo que la verdadera matriz de las NG debe encontrarse
en las guerras coloniales. A comienzos del siglo xx, el 90 % de las vícti­
mas de las guerras son militares. Durante la Segunda Guerra Mundial,
ese porcentaje pasa al 5 0 % . A fines de los años noventa, el 80% de las
víctimas son civiles.73

70 P a ra u na c rític a d e l p a ra d ig m a d e las nuevas güeñas, véase E d w a r d N ew m an, “ The new w ars


Security Dialogue, n *
d eb a te . A h is to n c a l p e rs p e c tiv a is n e e d e d ". 3 5 . 2004
71 M a rtin Van fr e v e ld , La Tránsformation de tó guerra. París. É d . d u R o c h e r. 2 0 1 1 , p. 1 10 .
72 Vease T h o m asH ipp ie r. 'C e n t a n s d e Dombardementsa ériens H is t o ir e d ’u ne techm que m ilita ire
e l p o littq u e '. Remedes Livrcs, n o v ie m b re de 2 0 1 1 .
73 M a ry Kaldor. New and Oíd tVars. Organizad Viotence in a Global Era. Londres, P o lily Press.
2 0 1 0 . Para una visión d e c o n ju n t o de los c o n flic to s de lo s ú lt im o s d e c e n io s , véase lo t t a Mar*

164
LA NATURALEZA £S U N CAMPO OE BATAl LA

Con la reabsorción de la distinción entre combatientes y no comba­


tientes también desaparece la delimitación entre el frente y la retaguar­
dia. Las NG se alejan de la “ guerra de posición" característica de la
Primera Guerra Mundial, que supone la existencia de líneas de frente
estables. La guerra ¡nterestatal moderna es en principio librada en un
espacio-tiempo específico, separado del resto del mundo social: el cam­
po de batalla y, la mayoría de las veces, de día. Este espacio-tiempo se
abre entre el momento en que los beligerantes se declaran la guerra y la
firma de un armisticio. Este dispositivo espacio-temporal es puesto en
crisis por las NG. Algunos llegan hasta considerar que la distinción entre
la guerra y la paz es en la actualidad caduca, que dejó el lugar a “estados
de violencia'' permanentes.74 Las NG son guerras de movimiento, don­
de el frente y la retaguardia, del mismo modo que las líneas de comuni­
cación y de logística, están en constante evolución. Las guerras de gue­
rrillas -guerras de movimiento por excelencia- son otra matriz de las NG.
También asistimos a un retorno impetuoso de la guerra de sitio, típica
de las guerras medievales, varios de cuyos ejemplos dio el conflicto en
la ex Yugoslavia, entre otros con los sitios de Sarajevo y Dubrovnik.
Las NG comprenden igualmente una dimensión "¡dentitaria"75.
Desde la Revolución francesa, las guerras siempre están de un modo u
otro ligadas al sentimiento nacional. Elias participan incluso de la cons­
trucción de este ultimo, por el sesgo de la conscripción o designándole
adversarios. Las NG participan de la crisisy de la reconfiguración de los
Estados-nación contemporáneos. Resultan a menudo de la disgregación
"por abajo" de entidades políticas preexistentes, como Yugoslavia o la
URSS, o de la incapacidad de ciertos Estados para conservar el mono­
polio de la violencia legítima. Identidades infra- o protonacionales son
frecuentemente vectores de las NG. Esto es lo que explica la tendencia
de éstas a dar lugar a formas de "limpieza étnica".

bom y P e te r W altensteen, "A rm e ri c o n fU c t. 1 9 8 9 - 2 0 0 5 " , Journal o í Peace Research, vol. 44.


n° 5 . 2 0 0 7 .
74 F r é d é r ic G ros. États de v io le n te . E s s a i s u r la fin de la guerra. P a rís , G a llim a rd . 2 0 0 6 .
75 M a ry K a ld o r. New and Oíd Wars, op. cU „ c a p . 4.

165
KAZMIÜ KEUCHEYAN

¿El fin de las guerras convencionales?

Las fuerzas comprometidas en las NG no son únicamente regulares. Gru­


pos paramilitares, mercenarios extranjeros, unidades de autodefensa o
tropas regulares extranjeras, en ocasiones bajo mandato de la ON U , vienen
a mezclarse a las fuerzas armadas de los países beligerantes.767La priva­
tización de la guerra es un fenómeno registrado por cantidad de estrategas.
Con la "revolución militar” evocada más arriba, la guerra se había conver­
tido (principalmente) en cosa de los Estados, en el sentido de que era
llevado a cabo por poderosas burocracias. Como dice Nicos Poulantzas,
"es ese Estado de derecho, el Estado de la ley por excelencia, el que posee
-en oposición a los Estados precapita Iistas— el monopolio de la violencia
y del terror supremo, el monopolio de la guerra” 1'*. Ahora bien, en la ac­
tualidad se asiste a un retomo violento del mercenariado.78 En 2 0 1 0 , este
sector está valorado en 200 mil m illones de dólares a escala global y
emplea a un millón de asalariados. En 2011 había más mercenarios bajo
contrato con el Pentágono en Afganistán y en Irak que personal del ejér­
cito regular, 155.000 en el primer caso, 145.000 en el segundo.79 El
neoliberalismo no es ajeno a esta tendencia. La dinámica de la terceriza-
ción que lo caracteriza conduce a las grandes empresas a delegar una
parte de su actividad, con el objeto de reducir sus costos. O tro tanto
ocurre en el campo militar. A lo que se añade el hecho de que después de
la guerra fría los presupuestos y efectivos de los ejércitos fueron reducidos.
Cantidad de militares se encontraron en paro y por lo tanto estaban dis­
puestos a aceptar empleos en compañías de "seguridad” . La fragmenta­
ción del monopolio de la violencia legítima de los Estados en la época
contemporánea se explica en parte por ese hecho.
Después de la Segunda Guerra Mundial, los conflictos "convencio­
nales” entre Estados se cuentan con los dedos de una mano. Las guerras

76 Ib id , p. 9 7
77 L'Elal, lepouvoir, le socialtsme, op. cit., p. 1 23 .
N ic o s P o u la n t 2 a s .
78 Blackwaler. The Rise ot Ihe World’s M osi Powerfull
Véase a o s le re s p e c to Jerem y S c a h ill.
Mercenary Army, N ueva York, S erpent’s Tari, 2 0 0 8 . IH a y v ersión en c a s te lla n o : 8lackwatet. El
auge del ejército mercenario mis grande del mundo, C hicago. H aym arkets B o o k s , 2 0 0 8 . ]
79 Véase Le A fo n d e . 2 0 de octubre de 2 0 1 2 .

166
I A NATURALEZA ES UN CAMPO DE BATALLA

entre India y Pakistán, Israel y los Estados árabes hasta la guerra de lom
Kipur(1973), Irán e Irak, Grecia y Turquía... son los ejemplos en los que
uno piensa. La m ayoría de los conflictos desde 1945 son de “ baja in ­
tensidad", en el sentido de que no oponen a Estados en cuanto tales.
Esto se explica sobre todo por la existencia de la bomba atómica. Los
teóricos de la disuasión nuclear sostienen que lo nuclear militar tuvo un
efecto pacificador en las relaciones internacionales, volviendo la guerra
potencialmente tan destructiva que forzó a las naciones que lo poseen
a dar muestras de moderación.80 Como dice Thomas Schelling en su
discurso de recepción del Premio Nobel de Economía en 2005, a pro­
pósito de la no ocurrencia de una guerra nuclear: "el acontecimiento
más espectacular de la última mitad del siglo es un acontecimiento que
no tuvo lugar"81. La hipótesis de un efecto pacificador de la bomba es
a todas luces falsa, ya que la violencia colectiva no disminuyó en ca n ti­
dad ni en intensidad desde el fin de la Segunda Guerra M undial. No
obstante, cambió de escala, haciendo que la violencia colectiva se des­
pliegue más en el nivel ¡nfraestatal.82
De) conjunto de estos elementos, Martin Van Creveld -uno de los
más sutiles teóricos de las NG- deduce que la guerra moderna, que él
llama "guerra clausewitziana", está en vías de desaparecer. La guerra
dausewitziana nace con el tratado de Westfalia (1648). Se apoya en el
principio de la soberanía de las naciones y en la codificación de sus
relaciones por el derecho internacional, incluido el derecho de la guerra.
Es un orden político en el sentido fuerte: el comercio de los Estados, y
en particular la decisión de declarar la guerra, está aquí regido por el
cálculo del poder. Ésa es la razón por la cual Clausewitz podrá decir, un
poco menos de dos siglos más tarde, que la guerra es la continuación de
la política por otros medios. El conflicto armado, en esta perspectiva,

80 Para una v a ria n te d e e s te a rg u m e n to , véase John M e a rc h e im e r, The Tragedy o i G<eat Power


Poiitics. of>. cit. V éase ta m b ié n Susan W atkins, New te ll
" T h e n u c le a r non-protesta!ion t/ e a ty "
Review, n * W , n o v ie m b r e - d ic ie m b r e de 2 0 0 8 .
81 Thom as S c h e llin g , “ A n a s to n is h in g s ix ty years. The le g a c y o t H iro s h im a ", Antencan Economía
Rene*, vo l. 9 6 , n* A, 2 0 0 6 , p. 929.
82 Para u na re fle x ió n p r o f u n d a s o bre este le m a a p a r tir d e un a ná lisis de la c o n s tru c c ió n d e l
m ercado m u n d ia l d e l u r a n io , véase G abnelle H e c h t. “ T h e p ow er o l n uc le ar th in g s " . Technolo­
gy and Cullutv, n * 5 1 . e n e ro d e 201 0 -

167
R AZM lG KEUCHEYAN

está subordinado a los objetivos políticos de los Estados. Según Van


Creveld, la guerra clausewitziana es reemplazada en el momento actual
por la "guerra por la existencia ". En este caso, la guerra no es ya la
continuación de la política por otros medios, dejó de ser clausewitziana.
En adelante no es ya librada principalmente por Estados, y la parte de
"irracionalidad" en ella tiende a aumentar.

Doble movimiento

Muchos aspectos de la teoría de las NG son criticables. Por ejemplo,


explica muy mal el “ nuevo imperialismo" aparecido tras la caida de la
URSS, es decir, las expediciones imperialistas llevadas a cabo por el
Occidente en el curso de las tres últimas décadas. Como quiera que
sea, el elemento im portante es que NG y guerras verdes están estre­
chamente ligadas. Las NG a menudo implican una dimensión ambien­
tal, a pesar de que se pudo hablar a su respecto de ecología política
de la guerra.*3 La escasez de recursos -agua, tierras cultivables, reser­
vas de peces, pastizales...- y la degradación de ios ecosistemas más
generalmente contribuyen a la eclosión de conflictos armados de este
tipo.®* La causalidad nunca es unilateral, los parámetros naturales
siempre entran en interacción con otros: presión demográfica, dispo­
nibilidad de armamento, injerencia de potencias extranjeras, desigual­
dades sociales, discriminacionesetnorraciales... Pero la "guerra por la
existencia" evocada por Van Creveld se desprende de, y a la vez gene­
ra, fenómenos de escasez de los recursos y de destrucción de los
ecosistemas.
El conflicto palestino-israelí constituye un caso típico para una
ecología política de la guerra. Se estima que la producción anual de8 4
3

8 3 Véase Phiiippe Le Billón, "The política! ecology oí war. Nativa! resources and armed confíete".
P ch ticjt Geográphy, n ° 2 0 ,2 0 0 1 . Véase también Ctaude Sertati y Phiiippe Le Billón, "Guerres
pour les ressources: une face visib le de la mondiahsatkm'. Écologie & politique, vol. 34, n*
I . 2007.
84 Ftomame Ulanne. "Quand la sécurité devient verte'. Reme de défense rutionate, t f 727.
febrero de 2010.

168
I.A NA1URALEZA ES UN CAMPO DE BATALLA

agua potable en Israel es de 1 ,9 5 millones de metros cúbicos.85 Las


necesidades de agua de! Estado de Israel, inclusive aquellas de las
colonias de los territorios ocupados, exceden esa cifra en un 10%. La
diferencia es satisfecha m ediante la sobreexplotación de los acuíferos,
es decir, de las capas terrestres que contienen napas freáticas. Esta
sobreexplotación, llegado el momento, puede conducir al agotamiento
de los pozos. Dos de tos tres acuíferos de tos que depende el aprovisio­
namiento de agua de Israel se encuentran bajo el territorio de Cisjorda*
nía. El acceso a los recursos hídricos por supuesto no es el mismo según
uno sea árabe o israelí. Los colonos israelíes consumen cuatro veces
más agua que los árabes.86 El ejército israelí lim ita estrictamente el
acceso al agua de estos últim os. Entre otras consecuencias, esto con­
dujo a cantidad de agricultores palestinos a abandonar sus tierras e
instalarse en las ciudades.
Por supuesto, no se podría reducir un conflicto tan largo y complejo
a un problema de aprovisionamiento de agua. Pero es uno de los pará­
metros que lo alimentan y, habida cuenta de la crisis climática, es poco
probable que la situación mejore en los años venideros. Así, se estima
que en África, de aquí a 2 0 2 0 , entre 75 y 250 m illones de personas
tendrán dificultades de acceso al agua potable.87
Sudáfrica experimenta una situación de violencia colectiva -no gue­
rrera- que se explica por un lado por el mismo tipo de proceso. Este país
tiene una de las tasas de crim inalidad más elevadas del mundo. En los
años ochenta, el apartheidcondujo al reagrupamiento de centenares de
miles de negros en las tierras menos productivas y peor dotadas en re­
cursos naturales del país.88 Donde se ve que la ecología política de la
guerra interactúa con parámetros raciales, como lo comprobamos en el
capitulo I. Asi, en el bantustán de Ciskei, en la provincia de Cap, la

8 5 Véase Thomas Homcf-Oúon. “ Environmental scarcittes and viotent conflict. Evidence from
cases", fntetnational Security, vol. 19. n* l , 1994, p. 13. Para una critica de la noción de
"guerra de los recursos", véase David G. Víctor, "What resource wars?", The National Inte/est,
noviembre-diciembre de 2007
86 Ib id .. p. 14
87 F ranjéis Gcmenne. GéopotitiQue úu changemcnt cbmattqoe, op. c it., p. 52.
88 Thomas Homer-Dixon. "Environmental scarcities and violent contlict. Evidence from cases” .
loe c it., p. 32.

169
RAZMlG KEUCHEYAN

densidad de la población se eleva a 82 habitantes por km2, mientras Que


no es más que de 2 habitantes por km7 en el resto de la provincia. La
madera es rápidamente transformada en combustible para la calefacción,
los pastizales son sobreexplotados, mientras que las tierras cultivables
se erosionan. De tal modo que la ecología del lugar, combinada con la
acción represiva de un Estado racista, no pudo servir de apoyo a un
desarrollo de largo plazo. Consecuencia: el éxodo rural, una vez abolido
el apartheid, y la llegada de migrantes internos a pueblos que no están
muy en condiciones de ofrecerles un empleo. Una de las causas de la
elevada tasa de criminalidad en la Sudáfrica contemporánea debe en­
contrarse en esta comprobación.
Los ejemplos podrían multiplicarse a más y mejor. El problema
puede ser resumido de la siguiente manera: "Una producción agrícola
declinante, las migraciones hacia tas zonas urbanas, y la depresión eco­
nómica en regiones muy afectadas por la escasez, a menudo dan lugar
a dificultades, y estas dificultades la mayoría de las veces aumentan las
demandas hacia el Estado. Simultáneamente, la escasez puede interfe­
rir con los ingresos del Estado reduciendo la productividad, y por lo
tanto los impuestos. l...]L a escasez ambiental, en consecuencia, con­
duce a un aumento de las demandas de la sociedad hacia el Estado y al
mismo tiempo hace declinar la capacidad de este último para darle
respuesta’’89.
La violencia colectiva procede de un "doble movimiento” , para re­
tomar una expresión que Karl Polanyi emplea en otro contexto.90 Por un
lado, la escasez de los recursos y la m ultiplicación de las catástrofes
naturales ponen a la producción agrícola bajo tensión, suscitando más
pobreza y por lo tanto más solicitaciones al Estado. Por el otro, esta
tensión disminuye los medios de que dispone este último, puesto que
disminuye los ingresos fiscales y por consiguiente su capacidad para
intervenir con eficacia. Cuanto más importante es la parte del sector
agrícola en el PIB del país considerado, tanto más es afectado éste por

89 Christian Parenti. Trop/c o f Chaos, op. ctí., p. 63.


9 0 Karl Polanyi. La Grande Transformaron, París, Gallímard, 1933 I I * edición: 1944), IHay
versión en castellano: La gran transformación, (rad. de Eduardo 1. Suárcz, México. Fondo de
Cultura Económica, 1992.)

170
LA NATURALEZA ES UN C AM PO D £ BATALLA

ese doble movimiento. Y la crisis es tanto más devastadora cuanto que


el Estado que se ve confrontado a ella ya es frágil. Se observa, pues, una
suerte de circulación espacio-temporal de la crisis: la crisis ambiental
se transforma en crisis agrícola, que da paso a un éxodo rural, que au­
menta la presión sobre los servicios públicos y el mercado del trabajo en
contexto urbano, proceso susceptible de favorecer en ciertas condiciones
la violencia colectiva.
No obstante, la causalidad también va en el otro sentido, vale decir,
de tas ciudades hacia el campo.91 La escasez de los recursos naturales
a veces tiene por origen el saqueo y la piratería. A la villa miseria global
le subyace una economía subterránea donde se intercambian el ganado,
la madera, los peces o los minerales procedentes del campo. Esta eco­
nomía subterránea es a su vez mantenida por la incapacidad de la eco­
nomía de superficie de procurar medios de subsistencia a las poblacio­
nes. En este sentido, la crisis urbana tiende a alimentar la escasez y la
pobreza en el medio rural. La violencia colectiva, además, puede acaecer
no por el hecho de la escasez de los recursos, sino en virtud de su abun­
dancia. El conflicto recaerá en este caso sobre la apropiación de estos
últimos. Las piedras preciosas y el petróleo son casos clásicos de bienes
cuya presencia en un territorio dio lugar a guerras, por ejemplo en África.
La "maldición dejos recursos" es una problemática muy discutida entre
los politólogos desde la posguerra:92 ¿en qué medida la posesión por un
país de un recurso atiza la codicia y suscita la guerra? Al convertirse en
su debido momento en la única fuente de ingresos de un país, ¿impide
su desarrollo?
Además, las poblaciones de los países en vías de desarrollo consa­
gran una parte mayor de sus ingresos a la alimentación, del orden del
35%. En los países desarrollados, ese porcentaje cae al 10%. Esto im ­
plica que las variaciones del precio de los productos alimenticios en el
mercado mundial, debido por ejemplo a sequías, tienen un impacto más
importante sobre su poder adquisitivo. Así, los nueve principales países
importadores de trigo se encuentran en Oriente Medio, una región poco

91 Christian Parenti, Troptc o f Chaos, op. cit., p. 65


9 2 lu is Martínez, Viofenee do fa rente pétroUéfe, op. c it.. pp. 14-15.

171
RAZMIG KEUCHEYAN

propicia para su cultivo. Ahora bien, siete de ellos se encontraron en los


puestos de avanzada durante la "primavera árabe"93. Entre otros factores,
se puede emitir la hipótesis de una relación causal indirecta-pero real-
entre el aumento del precio de ciertos productos com o consecuencia de
sequías en países productores, en la segunda m itad de los años 2000,
y esas revueltas populares. Los "motines del ham bre" son comentes en
la historia de las revoluciones modernas. Recordemos que en Túnez o en
Egipto, por ejemplo, cantidad de manifestantes esgrimían baguettesáe
pan. En la sociología de las revoluciones en el siglo xxi, ese factor expli­
cativo podría figurar en buen lugar.

Refugiados climáticos

La crisis ecológica tendrá por efecto generar "refugiados climáticos". Un


refugiado climático se define como una persona cuya decisión de migrar
está ligada en todo o en parte a factores ambientales. Estos refugiados
son en ocasiones presentados como el "eslabón fa lta n te " que relaciona
la crisis ecológica y las tensiones políticas que podrían resultar: la crisis
produce refugiados cuyas migraciones desestabilizan las regiones a las
cuales llegan.94 Por ejemplo,epodrían resultar conflictos "interétnicos".
En este sentido, crisis ecológica y crisis política son atravesadas por las
migraciones climáticas.
En la actualidad se estima en 25 millones la cantidad de refugiados
clim áticos en el mundo.95 Las previsiones divergen sobre las perspec­
tivas de porvenir, pero algunos analistas prevén entre 5 0 y 200 millones
de refugiados de este tipo en el horizonte de 2 0 5 0 . Las migraciones li­
gadas al clima existen desde siempre. El D ust B ow i evocado por John
Steinbeck en Las uvas de la ira es un ejemplo fam oso de esto. En los

93 Véase CaiUin E. Werrel y Francesco Femia (dtr.), The Amó S pring a n d CUmate Chango, Nueva
York, Center for American Progress, febrero de 2013. p. 12. Véase tam bién sobre este punto
Gilbert Achcar, Le peupie ireut. Une exploration radicale du soutévcm ent árabe, París, Actes
Sud, 2013, cap. 2.
94 Frangois Qemenne, GéopoUtique du changement climatique. op. c it., cap. 3.
9 5 Harald Weteer. ¿es Guerres du clim at, op. Cft., p. 120.

17 2
LA NATURALEZA ES UN CAMPO OE BATALLA

años tre in ta , durante la Gran depresión, el sudoeste de los Estados Uni­


dos -so b re todo Oklahoma y Texas- es víctima de tempestades de polvo.
La combinación de sequías recurrentes y de agricultura intensiva torna
im productivas las tierras. Esto da lugar a la migración de los "Okies",
los granjeros habitantes de Oklahoma (y de los Estados vecinos), muchos
de los cuales se convierten en obreros agrícolas en California. Aunque
sus modalidades sean diferentes, el huracán Katrina es un Dust Bowl
contemporáneo.
La noción de "refugiados climáticos" es objeto de controversias
entre los especialistas de las migraciones y en el seno de las organiza­
ciones internacionales. Tres problemáticas estructuran este debate. En
prim er lugar, ladeldeterminismo. La decisión de un individuo de migrar
es el fru to de una causalidad compleja. Por eso sería analíticamente
erróneo y políticamente peligroso remitirse a un “ determinismo climáti­
co” para explicar la decisión de migrar. Por otra parte, el Alto Comisio­
nado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) no reconoce
al día d e hoy la categoría de “ refugiado climático” , aunque asista a las
victim as de catástrofes naturales, como el tsunami de 2 0 0 4 en el océa­
no ín d ic o .96 El argumento es el siguiente: la extensión incontrolada de
la categoría de “ refugiado” corre el riesgo de poner en peí igro a personas
que realm ente lo son frente al derecho internacional, en particular los
refugiados “ políticos".
Otras organizaciones internacionales asumen y promueven sin em­
bargo esta categoría. Una de las primeras evocaciones de los “ refugiados
c lim á tic o s " se remonta a un informe del Programa de las Naciones
Unidas para el medio ambiente, que data de 1985. El GIEC** también
m enciona esta cuestión en su informe de 20 0 7 . El “ inform e Stern",
entregado al gobierno británico en 2006, consagra igualmente exposi­
ciones a los refugiados clim áticos. Este informe, por el nombre del
econom ista especialista del “ desarrollo sustentable" Nicholas Stern, es
una autoridad en la ecología mainstream sobre todo lo que concierna a
la econom ía y la cuantíficación del cambio climático.

96 Fran^ois Gemenne, Géopolitique du changement chmattque, op. c tl., p. 83.


* Grupo Internacional de Expertos sobre el Cambio climático. |N. del T.)

173
1

RAZMIG KEUCHEYAN

Tercer aspecto de la cuestión: ¿hay que hablar de “ refugiado” o de


“ migrante’' clim ático?97 La diferencia es de envergadura. En el primer
caso, se considera que el individuo fue forzado a migrar. En el segundo,
se trata de una decisión personal. Cuando apareció esta noción, la cate­
goría de “ refugiado" era empleada corrientemente. Desde los años no­
venta se puso de manifiesto una tendencia asociada al uso cada vez más
frecuente de la noción de “ migrante". Se pudo detectar en esta evolución
el poderoso ascenso de una visión neoliberal de la gestión de la crisis
climática. Los "migrantes" tienden a ser percibidos como "em prende­
dores que disponen del dominio de su destino. La migración, en esta
perspectiva, es una posibilidad entre otras que se ofrecen a ellos.
Varios factores contribuyen a la aparición de refugiados clim áticos:
catástrofes naturales, alza del nivel de los mares, o incluso escasez de
los recursos hídricos.98 El ascenso del nivel de los mares tendrá un
impacto importante en las migraciones, si se considera que más de dos
tercios de la población mundial viven en una banda de cien kilómetros
a proximidad de las costas.99 Los migrantes se instalan a menudo cerca
del litoral, porque es ahí donde las más de las veces se presentan las
oportunidades. Lo esencial de las migraciones climáticas, como de las
migraciones a secas, es interna al país de partida y no internacional. Las
sequías y las inundaciones que aquejan al Nordeste brasileño, por ejem­
plo, alientan a la población deesa región a migrara las grandes ciudades
del país.100 En particular, viene a aumentar las favelas de Río y San
Pablo. Combinadas con otros factores, estas migraciones clim áticas in­
ternas alim entan la pobreza y la violencia que allí causan estragos. En
Brasil, las armas de fuego ocasionan entre 20.000 y 3 0 .0 0 0 muertos
por año. Una vez más, la crisis atraviesa sucesivamente diferentes esta­
dos: de clim ática se transforma en económica, social, política, y vuelta
a empezar.

97 Romain Felli, "Managing climale ¡nsecunly by ensunng continuo» capital accumulatkm .


“ Cltmate refugees" and "climate rmgrants‘" \ New Polihcai Economy. vol. 18. 2 0 1 3 , pp.
337-363.
98 Franjáis Gemenne. Céopoltt/que do changement chmahque, op cit., p. 73.
99 Hennke Brecht ef a l.. “ Sea-level nse and stamn surges. High slakes tor a small num ber of
devetoptng cau ntries", Joc. c/í.
100 Christian Parenti. Troptc of Chaos, op. cit.. p. 159.

174
LA NATURALEZA ES UN CAMPO DE BATALLA

Los autores del informe parlamentario francés evocado más arriba,


consagrado a las consecuencias del cambio climático en m ateria de
"seguridad", advierten acerca del peligro que representan los refugiados
climáticos. Con el objeto de protegerá Europa de este peligro, recomien­
dan el establecimiento de una "protección naval reforzada en el M edi­
terráneo para adm inistrar los flujos migratorios, conduciendo a una ver­
dadera misión de guardacostas europeos"101. En el mismo orden de ideas,
India construyó un m uro de más de 4 0 0 0 km en su frontera con Ban-
gladesh.102 Precaverse del terrorismo, el tráfico de drogas y ios flujos
migratorios es el m otivo invocado en apoyo de lo que constituye el más
largo muro del m undo que separa a dos países. Las inundaciones repe­
tidas de que es v íc tim a Bangladesh, la pérdida de tierras cultivable s
incitan a cantidad de bangladesíes a escoger el exilio.
Otro muro inextricablemente mezclado a la crisis climática es el que
separa a los Estados Unidos de México. El desarrollo de las costas m exi­
canas con miras a la industrialización y al turismo suscita el derram e
masivo de contam inantes en las reservas de peces.103 Pescadores y
campesinos se ven enfrentados a la alternativa de endeudarse para so­
brevivir o de m igrar hacia el norte en dirección a los Estados Unidos.
Polución, migración y endeudamiento son en este sentido fenómenos
solidarios unos de otros.

Disuasión nuclear y c ris is ecológica

Los militares se interesan en la lógica formal del cambio clim ático, así
como se interesaban durante la guerra fría en la de la disuasión nuclear.
No se puede com prender nada del desarrollo que tuvo la teoría de los
juegos en la posguerra si no se ve que esta disciplina contribuía a a li­
mentar la reflexión d e los estrategas del Pentágono.

101 Véase fíappon d'inform at>on sur l ’im p x l du changcment climoUque en matiérú de sécunte
ct de défense, presentado por André Schneider y Philippe Tourtelier, op. cit., p. 46.
102 Sobre la proliferación de estos muros, véase Wendy Brown, Murs. Les Murs de séparat/on et
lo dédtn de ta souveraineté éte/xjoí. París, Les Prairies ordmaues, 2009.
103 Christlan Parenti. Tropic o f Chaos, op. e il.. p. 184

175
R A 2M IG KEUCHEYAN

La lógica del cambio clim á tico es de naturaleza diferente de la de


la disuasión nuclear. Durante la guerra fría, el ejército norteamericano
estaba totalmente inclinado hacia el objetivo de evitar una guerra nuclear
con los soviéticos, y si a pesar de todo semejante conflicto se producía,
de estar en condiciones de reaccionar de manera adecuada. Habida
cuenta de la posesión de un importante arsenal nuclear por las dos su-
perpotencias, semejante enfrentamiento era poco probable y, de hecho,
no ocurrió. Los militares eran conscientes de la baja probabilidad de una
guerra nuclear con la URSS. La razón por la cual esta eventualidad a
pesar de todo estructuró la organización del ejército estadounidense
durante medio siglo es que. en caso de ocurrir, sus consecuencias habrían
sido devastadoras.104 Un co n flicto nuclear habría afectado en forma
duradera todos los aspectos de la vida social. Baja probabilidad pero
grandes consecuencias en caso de que ocurra, pues, subyacen a la lógi­
ca de la disuasión nuclear.
La lógica de! cambio clim ático es muy distinta. La probabilidad de
que ese cambio sobrevenga es muy grande, sus primeras consecuencias
hasta pueden ser observadas desde ahora. Suponiendo incluso que los
países industrializados decidan actuar, los efectos de sus acciones no
se harían sentir sino en algunos años o decenios. A diferencia del ataque
nuclear, las consecuencias de la crisis ecológica son difíciles de evaluar.
Es seguro que no serán distribuidas de manera homogénea, vale decir,
que no afectarán a todos los continentes de la misma manera. Incluso
si las destrucciones que ocasione pueden involucrar a regiones enteras,
un ataque nuclear acaece en un espacio-tiempo determinado. El cambio
climático, por su parte, es progresivo. Más precisamente, algunos de sus
aspectos, como el deshielo o el aumento de las temperaturas, son gra­
duales. Otros, como los huracanes o las sequías, por el contrario están
limitados en el espacio y en el tiempo. Fuerte probabilidad y consecuen­
cias d ifícile s de estimar -inm ensas en ciertos lugares, insensibles en
otros-caracterizan por lo ta n to la lógica del cambio climático.

104 Véase "National secuntv and the threat of climate cftange", Center for Naval Analysts. loe.
cíf.. p. 10.

17 6
LA NATURALEZA ES UN CAMPO DE BATALLA

Un ataque nuclear, por otra parte, presupone una intencionalidad, la


del adversario. Eso implica que se le aplica la teoría de la racionalidad, en
el sentido de que es posible, por lo menos en teoría, comprender, anticipar,
negociar con el enemigo. Uno de los libros importantes de Thomas Sche-
lling, La estrategia del conflicto, remite precisamente a la variedad posible
de las interacciones entre beligerantes.105 Incluso si su intencionalidad es
más difícil de percibir debido a su carácter nebuloso, es decir, a la baja
centralización de su mando, una red terrorista como Al Qaeda también
posee una racionalidad. La naturaleza en general y el cambio ambiental
en particular, en cambio, no presuponen ninguna intencionalidad. La
naturaleza no es un adversario convencional, dotado de un plan, de inte­
reses identificablesyde portavoces legítimos. Por otra parte, simplemen­
te no es un adversario. Esto im plica que el elemento de previsión o de
anticipación se aplica difícilmente o, en todo caso, no es del mismo orden.
El cambio climático es el fru to de la actividad humana. Ése es todo
el sentido de la expresión de "antropoceno", puesta en circulación en
los años 2 0 0 0 por el premio Nobel de química Paul Crutzen y que des­
de entonces tiene un éxito resonante.106 Esta expresión designa la era
geológica que sucede al holoceno a fines del siglo x v iil A partir del an­
tropoceno, la humanidad se vuelve una fuerza geofísica determinante
que tiene efectos sobre la bioesfera. Las historias natural y humana re­
sultan cada vez más mezcladas, al punto de volverse indisociables. Sin
embargo, esto no las vuelve fácilm ente inteligibles. La lógica de los
"efectos perversos" clásicamente descrita por Raymond Boudon se apli­
ca aquí plenamente: las consecuencias macroscópicas de las acciones
humanas son por definición d ifícile s de prever, porque la agregación de
numerosas acciones hace "desviar" las intenciones iniciales de los ac­
tores.107 Cuando esta agregación incluye no sólo procesos sociales, sino

105 Véase Thomas Schelltng, The Stralegy o í Confite!. Cambridge, Harvard Umversity Press. 1980.
IHay versión en castellano: ¿a estrategia d e l conflicto, trad. de Adolfo Martin, Madrid, Editorial
Tecnos. 1964.}
1 % Véase W ill Steffen. Paul Crut/on y John MeNcill. “ The anlhropoeene. Are human* now
ovcnvhelming thcgreat (orces of nature’ " . Am bio, vol. 36. n"8 . 2 0 0 /
107 Véase a este respecto Raymond Boudon, Effets perverset Ofdre social, París. PUF. 1977. (Hay
versión en castellano: Efectos perversos y o/tíer. soda!, trad. de Rosa María Philips. México.
Prerma. 19 80 1

177
RA2MIG KO fC H EYA N

procesos naturales, la “ desviación" induce consecuencias más inespe­


radas todavía. De ahí la dificultad de anticipar en materia de cambio
clim ático y la posible ocurrencia de fenómenos “ no lineales", donde
causas (en apariencia) limitadas suscitan consecuencias extraordinarias.

Guerra y biocarburantes

La preocupación de los militares por el cambio climático se ubica en un


contexto de encarecimiento de las energías fósiles. De lo cual se ocupa
una serie de artículos aparecidos en el ArmedForces Journal, el mensual
de los oficiales del ejército norteamericano. El 80% del petróleo consu­
mido por el Estado estadounidense es utilizado por las fuerzas arma­
das.108 Cada día, éstas requieren 1 3 0 millones de barriles para su fun­
cionamiento. El petróleo representa hoy el 77% de los carburantes
empleados por el ejército. El 70% del tonelaje desplazado todos los días
en los campos de batalla es petróleo.'09 Si se le añade el agua, se alcan­
za el 90% . Las municiones, en comparación, representan un tonelaje
relativamente modesto. Másgeneralmente, el 10% de las emisiones de
carbono anuales a escala global provienen de la actividad m ilitar (todos
los ejércitos mezclados)110. El consumo de petróleo por el ejército esta­
dounidense tiene un carácter autorreforzante. Efectivos importantes
deben ser movilizados para asegurar las vías de transporte del petróleo
en el teatro de operaciones, por ejem plo en Irak, donde una de las prin­
cipales tácticas puestas en marcha por los insurrectos consiste en im­
pedir su circulación. Estos mismos efectivos necesitan petróleo, lo que
incrementa otro tanto el consumo. 2 5 0 0 millones degalones de petróleo
son transportados cada día en Irak, en condiciones de una gran peligro-
sidad.111

108 John Nagi yC hristm e Parihemore, "A post-petroleum era', be. cit.
109 Véase “ Nalsonal secunty and the threat of ctim ate change". Center (or Naval Analysis. toe.
c it., p. 26.
110 Véase Cary E. Machlis yThor Hanson. “ Warfare Ecology", be. ctt., p. 729.
11 1 Véase "N ational securily and lite threal o f clim ate changa", Center foi Naval Analysis. loe.
O t. p. 48.

178
LA NATURALIZA ES U N C A M P O DE BATALLA

A la manera de ver de los militares, esta situación es insostenible


por varias razones. La dependencia de los ejércitos occidentales respec­
to del petróleo los pone a merced de países productores con los cuales
mantienen malas relaciones. En la prim era fila de estos países se en­
cuentran Irán y Venezuela. Otro proveedor de los Estados Unidos, Méxi­
co, se encuentra en situación de casi guerra civil debido al narcotráfico.
Por otra parte, frecuentemente ocurre que los narcotraficantes la em­
prendan con los oleoductos petroleros.112 A comienzos de los años ochen­
ta, el presidente Jimmy Cárter enuncia una doctrina que conservó su
nombre: la "doctrina Cárter". Ésta estipula que los Estados Unidos in­
tervendrán militarmente cada vez que sus circuitos de aprovisionamien­
to energéticos sean amenazados, en particular en Oriente Medio. Dos
tercios de las reservas de petróleo m undiales conocidas se encuentran
en la región. No obstante, esta doctrina se vuelve cada vez más d ifíc il
de aplicar. La "sobreextensión imperial’' que afecta al ejército estadou­
nidense implica que su capacidad de reacción a una nueva crisis geopo­
lítica está dism inuida. Ésa es la razón por la cual los llamados a diver­
sificar las fuentes de aprovisionamiento y los carburantes se m ultiplican
en el seno mismo del ejército.
El ejército estadounidense ya realizó en el pasado transiciones ener­
géticas y tecnológicas de amplitud. Desde mediados del siglo xix al pe­
ríodo de entreguerras, el carbón es la energía militar dominante. El pe­
tróleo la va reemplazando en forma progresiva, en el momento en que
se generaliza su uso civil. Luego se introduce ia energía nuclear, emplea­
da en la fabricación de bombas y en la propulsión marina y submarina.
Estas transiciones se efectúan no porque las energías precedentes se
agoten, sino debido a decisiones económicas y políticas.113 En forma
paralela, desde los años cuarenta, los ejércitos se remiten cada vez más
a ia electrónica y a la informática para la logística y el armamento.

! 12 Sobre la relación entre petróleo y criminalidad organiidda. véase por ejemplo Michael Watts
(dir.), Curse o f the Black Gotd. 50 VearsofOi! in fhe N iger Delta, BrooWyn.Powerhouse, 2006.
113 Véase a este respecto Bruce Podobnik. Global Energy Sfnfts Fosier/ng Sostatnabiiily in a
Torbutenf Age, op. c it. Soore esta cuestión, véase también Tirnothy MiTchel). Carbón dentó-
cracy. Lepoirrotr po iiliq u e ó i'ére du pétro/e. op. c/t.

1 79
RAZMIG KEUCHEYAN

Las armas concebidas hoy sólo podrán ser usadas dentro de cuaren­
ta o cincuenta años. Por consiguiente, es crucial preparar el terreno
desde ahora.114 Un objetivo expresado por el Arm ed Forces Journal es
que el Pentágono esté en condiciones de hacer funcionar todos sus
sistemas con carburantes no petrolíferos-y particularmente biocarbu­
rantes- en 2040. La primer nave de guerra “ h íb rid a ", la USS Makin
Islands, propulsada a gas y electricidad, comenzó a navegar en 2009.
También las bases militares deberán invertir en las energías solar, geo­
térmica y eólíca.
Un argumento de orden económico se repite a menudo para con­
vencer de la necesidad de esta transición energética. El uso por el ejér­
cito estadounidense de biocarburantes creará una demanda masiva, que
eliminará las incertidumbres de los productores sobre la viabilidad de
este sector y los incitará a producir más. La conversión del ejército dará
una señal al mercado, alentando al conjunto de la sociedad a efectuar
esa transición. Los militares estadounidenses tienden a vivir como "ex­
ploradores" en materia de transición energética, y sería un error que se
privaran de eso. Año tras año, cuando se pregunta a la población nortea­
mericana cuál es la institución en la que más confianza tiene, cita en
primer lugar al ejército (salvo durante un breve período durante la guerra
en Irak). Siguen las PYME {s m a ll business), la policía y las "religiones
organizadas"115. La m ilitarización de la ecología podría conducir así a
partes de la sociedad norteamericana hasta ahora reticentes a aceptar
ciertas medidas de transición energética.
La conversión de los ejércitos a los biocarburantes creará importan­
tes problemas. El uso creciente de tierras cultivables para su producción
suscitó, en el curso de los años recientes, un encarecim iento de los
productos agrícolas, puesto que esas tierras ya no se aprovechan para
cultivar productos alimenticios. Llenar el depósito de un coche grande
con etanol equivale a utilizar la cantidad de maíz necesario para alimen­
tar a una persona durante un año.116 Satisfacer la demanda militar en

114 John Nsgl y Chrisiine Parthcmorc, "A post-petroleum era", loe. c il.
115 Véase el sondeo Gallup. en la dirección: www.gailup.com/poiV] 597/conf idence-inslituüons.aspx.
116 Véase Jean-Frangois Mouhot, "Past connections and present sim ila ritie s m si ave ownership
and lossil luel usage*. Clim altc Change, vol. 105. n * 1-2, m arro de 2 0 1 1 . p. S45

1 80
LA NATURALEZA ES UN CAMPO DE BATALLA

biocarburantes agravará ineluctablemente esta tendencia. También es


posible que la escasez de las energías fósiles aumente el recurso a la
energía nuclear y quede esto resulte una nueva proliferación. La indus­
tria petrolera, además, cuyos lazos con el complejo militar-industrial son
congénitos, está lejos de reconocerse vencida. Así, algunos consideran
que se asiste a la aparición de una "nueva edad de los hidrocarburos” ,
en vez de una era fundada en fuentes de energía alternativas.117 La
producción doméstica de energías fósiles recientemente aumentó en los
Estados Unidos. La perforación en aguas profundas (por ejemplo en
Brasil), el gas de esquisto (los Estados Unidos poseen importantes can­
tidades) o las arenas bituminosas (sobre todo en Canadá) desembocan
en una abundancia inesperada, que conduce a una baja de los precios
y un aum ento del consumo. Diferentes fracciones de las clases domi­
nantes occidentales se enfrentan alrededor de estos proyectos energéti­
cos alternativos, Estas contradicciones también atraviesan a los ejércitos.

Los océanos desestabilizados

Las m arinas nacionales están particularmente involucradas por ía crisis


ecológica. Desde siempre, los océanos son medio ambientes peligrosos.
Como vim os en el capítulo II, el seguro moderno nació en parte en el
siglo x v ii en el sector de la navegación, con el objeto de asegurar la pér­
dida de bienes en caso de naufragio. El progreso de la cartografía y de
las tecnologías de transporte contribuyeron a estabilizar ese medio am­
biente en el curso de los siglos siguientes, a tal punto que se ha converti­
do desde entonces en el principal vector de la globalización. El 90% del
com ercio mundial, por ejemplo, se efectúa en la actualidad por barco.
Ahora bien, el cambio clim ático corre el riesgo de volver a desesta­
bilizar los océanos. No son masas homogéneas, sino organismos movi­
bles, compuestos por columnas de agua de densidad, de salinidad, de
tem peratura y de acidez variables. El cambio clim ático ya perturba en

117 Para una buena sintesis sobre esta cuestión, véase Peter Schwart/, **A bundan! natural gas and
oií are puttm g tbetiibosh on clenn energy", Wueü, 17 de agosto de 2 0 1 2 .
RAZMIG KEUCHEYAN

el momento actual la circulación termohalina, es decir, las corrientes


oceánicas a escala del globo, la más conocida de las cuales es la Gulf
Stream. Las corrientes actuales que condicionan la navegación subma­
rina podrían resultar debilitadas o cambiar de d ire c c ió n ."8 Esto reque­
rirá que los océanos sean más frecuentemente cartografiados y compa­
rados. Como lo dice un informe militar, los océanos se caracterizaban
hasta ahora por su "estado estacionario’', en otras palabras por el hecho
de que son cambiantes pero en el marco de parámetros fijos."9 Lo que
la crisis climática cuestiona es ese mismo marco.
El deshielo altera la densidad del agua, lo que corre el riesgo de
comprometer la estabilidad de los submarinos. En 1999, el submarino
nuclear USS Hawkbil inform ó cambios en la salinidad del agua y las
modificaciones correspondientes en la densidad de las corrientes torna­
ban más difícil el mantenimiento de su flotabilidad.1
120 El aumento de la
9
8
1
acidez de los mares en virtud de! exceso de dióxido de carbono que
contiene también tendrá efectos en los sonares de detección submarina.
Las corrientes marinas disponen de propiedades acústicas, que hacen
que el sonido se propague de manera previsible. Desde la Segunda
Guerra Mundial, los submarinos están equipados de sistemas sensoria­
les fundados en esas propiedades. Estos sistemas en particular desem­
peñaron un papel crucial en la guerra submarina durante la guerra fría.121
En el futuro, los cambios en la densidad del agua podrían complicar el
funcionamiento de esos sonares. Debido a una presencia humana que
se hace sentir cada vez más, pero también al deshielo en el Ártico, el
ruido submarino circundante aumentará en ciertas regiones, dificultan­
do la detección de señales.
Problemas de este tipo también se plantearán en la superficie. Du­
rante la segunda Guerra del Golfo, los calores extremos impidieron que
el personal que opera en los puentes de los portaviones norteamericanos

118 Richard F Pittenger y Roberl B. Gagosian, ‘'Global waimingcould have a chtlltngeflecl on Ihe
m ililary". Defensa Horuons. n# 3 3 , octubre de 2003.
119 Sharon fiurke et a i. “ Uncharted water*. The US Navy and navigatm g climale change*. toe.
ctt., p. 21.
120 Ibtd., p. 19.
121 Richard F. Piucnger y Robert B. Gagosian. “ Global warmtngcould have a chillíng effoct on tbe
m ilita r*". toe. c il, p. 6.

182
LA NATURALE2A ES UN CAMPO OE BATAL LA

permaneciera demasiado tiempo expuesto al sol.122 El ritm o de despegue


de ios aviones de combate resultó disminuido. Al acentuar los climas
extremos, el cambio ambiental dificultará -física y psicológicamente- la
tarea de los soldados. También tendrá un impacto sobre los materiales
e infraestructuras militares, sometidos a temperaturas y vientos también
im portantes. Durante las guerras en Irak, las tempestades de arena en
el desierto aumentaron los costos de mantenimiento de los equipos
militares. Aunque el deshielo en el Ártico permitiera navegar en esa re*
gión una parte del ano, el problema es que los sistemas electrónicos no
necesariamente están adaptados al gran frío y que volverlos aptos para
esa situación cuesta caro. Así, como lo resume el informe parlamentario
francés evocado más arriba: "Las modificaciones clim áticas se repercu­
ten en el desempeño de los equipos y los sistemas de armas. Estos
pueden deteriorarse debido a temperaturas elevadas y a una fuerte hu­
medad. El desempeño de los radares puede ser m odificado. La propa­
gación de las ondas puede tener anomalías. La construcción de nuevas
armas deberá tener en cuenta las modificacionesclimáticas. La ropa del
combatiente también deberá estar adaptada a las nuevas especificidades
de los cam pos de batalla*'123.

El reparto del Ártico

No hay un documento militar consagrado a las consecuencias militares


del ca m b io climático que no incluya un capítulo sobre el Ártico. La
fascinación que ejerce el Polo Norte en el espíritu m ilita r sólo puede
compararse con las incertidumbres que rodean las consecuencias polí­
ticas y económicas del calentamiento climático en esa región. El Antár-
tico no suscita la misma seducción, porque está alejado de las principa­
les rutas marítimas y de los conflictos que estructuraron el siglo xx y que
prometen jalonar el xxi. Los militares no son los únicos que están fasci­

122 Véase "N ation al securrty and toe Ihreat o í climate change", Canter for Naval Analysis. loe.
c il., p. 3 7 .
123 Véase Rápport d'm fofm atm sur l'im pact du c/iangement chm atiquc en ntaUéte de sécurtté
et de dótense, presentado por André Sctmcider y Philippe Tourtelier. op. c it., p 44.

18 3
R A ZM IG KtUCHEVAN

nados por el Ártico. En 2 0 0 6 James Lovelock, el padre de la “ hipótesis


de Gaia", en una tribuna en The Independent, emitió la hipótesis de que
cuando el calentamiento del planeta haya alcanzado niveles insosteni­
bles, los últimos humanos sobrevivientes irían a refugiarse en el Ártico.124
Una cosa es segura: el Á rtico se funde y a una velocidad creciente.
Un estudio financiado por la NASA, aparecido a comienzos del año 2011,
indica que en 2006 los dos polos perdieron 475 m il millones de tone­
ladas de hielo.125 Desde 1 9 9 2 , el deshielo del Á rtico y del Antartico
aumentó anualmente en 3 6 m il millones de toneladas. Entre otras con­
secuencias desastrosas, esto contribuirá a elevar el nivel de los mares
en una quincena de ce n tím e tro s de aquí a 2 0 5 0 , a lo que hay que
añadir el deshielo de los otros glaciares del planeta y la dilatación de los
océanos debido a su calentamiento. Desde los años cincuenta, fecha en
la que se efectuaron las prim eras medidas, las temperaturas aumentan
en el Ártico dos veces más rápido que la media global. Casi todos los
glaciares que allí se encuentran están en retroceso. La rapidez de este
calentamiento se explica sobre todo por el “ efecto albedo": el deshielo
oscurece la superficie de la tierra, que por consiguiente absorbe más
calor (la nieve y el hielo refleja los rayos del sol), lo que causa un calen­
tamiento loca!, que hace fu n d ir más hielo, y así de seguido. Este des­
hielo atañe en particular el permafrost, es decir, los subsuelos del Ártico
(que no se descongelan durante el verano), que podría liberar cantidades
importantes de metano - u n gas con efecto invernadero- en la atmósfera.
La fascinación de los m ilitares por el Ártico no es nueva. Durante la
guerra fría, el Polo Norte fue objeto de todas las atenciones por parte de
los grandes ejércitos del m undo, y particularmente los ejércitos estadou-
nidenseysoviético.126 Una parte significativa de los conocimientos cien­
tíficos referentes a esta región viene originalmente de programas de in­

124 Este artículo está disponible en la dirección: www.mdependenl.co.uk/voicesteommentators/


lames-lovdock-theearthisaboul-to-catch-amortHd-lev'er-thalmay-last-aslong-aS' 100000
years-S23161.html.
125 Véaso Le Monde, 9 de marzo de 2 0 1 1 .
126 Sobre ciertos aspectos de la historia intelectual de la guerra (ría en su relación con las cues­
tiones ambientales, véase Fabien loche r, "Les páturages de (a guerre fio id e : Ganet Hardin
et la «Tragédtes des com m uns*". roe. crf.

184
LA NATURALEZA ES U N CAMPO DE BATALLA

vestigación financiados por el ejército estadounidense.127 Lanzar un


misil guiado o hacer navegar un submarino en profundidad supone ha­
cerse dueño de las condiciones ambientales en las cuales se mueven.
Es muy particularmente lo que ocurre en un ambiente hostil como el
Ártico. Como dice un estudio m ilita r norteamericano consagrado al Ár­
tico. que data de 1950, "hay que insistir en las características ambien­
tales únicas que aquí imponen obstáculos mayores al manejo de las
operaciones militares"128.
La atención que pusieron los norteamericanos por el Ártico durante
la guerra fría se explica con facilidad. Alaska y Siberia son regiones
fronterizas, separadas por el estrecho de Bering. El camino más corto
para que bombarderos o misiles soviéticos alcancen las metrópolis nor­
teamericanas pasa por el polo Norte. Los estrategas norteamericanos
también estiman que el Ártico es susceptible de convertirse en el teatro
de una guerra "caliente” entre superpotencias. Esto implica dotarse de
los equipos y de una táctica adaptados a ese medio. En esa época se
admite que los soviéticos están adelantados sobre los norteamericanos
en la materia.
Así. en el Pentágono tienen lugar reuniones consagradas al Ártico
desde fines de los años cuarenta. Al final de los años cincuenta, poco
después del lanzamiento del Sputnik por los rusos (1957), el USSNau-
tilu s -a s í llamado en homenaje a Jules Verne-se convierte en el primer
submarino que navega bajo el casquete glacial del Ártico. Las primeras
hipótesis de los científicos referente al deshielo en la región se remontan
a los años treinta. Desde los años cuarenta, los militares toman concien­
cia del cambio climático que lo afecta, que dificultará tanto más las
maniobras militares.129 Es en este momento cuando se lanzan programas
de investigación referentes a la topografía de los fondos y de las corrien­
tes marinas, la composición quím ica de las aguas, la salinidad, las
montañas y val les subacuáticos...

12? Ronald L Doel, ” Quelle place pour les Sciences de l'cnvironnement physique dans l'histoire
environnementale ?". toe cit.
128 ¡b td., p. 146.
129 ib id ., p. 144.

185
1

R A2M IG KEUCHEYAN

Polo Norte y globalización

La guerra fría ha co n clu id o , el interés de los m ilita re s por el Ártico


permanece. La aceleración del deshielo, combinado con las perturba­
ciones geopolíticas y económ icas de los últimos decenios, modificó
las reglas del juego en la región. A partir de 2 0 0 7 , el pasaje del No­
roeste que une el A tlá n tic o y el Pacifico por el norte de América se
abrió por completo durante dos semanas. Algunos prevén que pueda
permanecer así todo el verano en los años venideros. En agosto de
2 0 0 9 , dos naves com erciales alemanas, no acompañadas por rompe­
hielos, tomaron el pasaje d e l Nordeste (o "ruta m arítim a del Norte"),
que corre a lo largo de S iberia y llega a los Países Bajos partiendo de
Vladivostok.130 Este pasaje en adelante está abierto durante cuatro o
cinco meses por año. En 2 0 1 0 , sólo cuatro barcos lo habían tomado.
En 2 0 1 2 , esa cifra se elevó a treinta y cuatro naves, entre las cuales
un barco de turismo.131 En 2 0 0 9 , 6.000 barcos navegaron en el Árti­
co (en el sentido amplio), en su mayoría pesqueros de arrastre y bar­
cazas mineras.
El hecho de que el Á rtico se vuelva navegable no significa que será
fácilm ente navegable en un porvenir cercano. La región sigue siendo
inhospitalaria, los destrozos potenciales infligidos por los icebergs y otros
hielos movibles a los barcos serán importantes. Los tiempos de viaje
prometen ser aleatorios, ya que los movimientos de los hielos tienen un
carácter imprevisible. La cartografía del Ártico aún es imprecisa, en
comparación con la de otras regiones. Estos diferentes factores se tra­
ducirán sobre todo por prim as de seguro elevadas, sintomáticas de los
riesgos corridos. Esto supondrá también que los barcos sean escoltados
por rompehielos. Pero no deja de ser cierto que la navegabilidad crecien­
te del Ártico tendrá un im pacto económico y geopolítico considerable.
Como prueba de este im pacto, el semanario liberal The Econom ist-eI
diario más influyente del m undo, que nunca se demora en dar un des­

130 Charles K. Eoinger y Evie ¿am betakis. "The geopolilics ol Are tic m e it", Iniernational Alfairs,
vol. 85. n* 6. 2009. p. 1216.
131 James Astill, "The m eUingnorUi". The Er.onom/st. 16 ele fuñió de 2 0 1 2 , p. S.

18 6
LA NATURALEZA ES UN CAMPO DE BATALLA

cubrim iento- recientemente consagró uno de sus speciai reports al Ár­


tico.132
Dentro de quince a veinte años, cuando las vías marítimas árticas
sean duraderamente accesibles, el tiempo de viaje entre los continentes
será muy abreviado. Esto reducirá otro tanto las cantidades de carburan­
te empleados, los precios de las mercancías enviadas, y acelerará otro
tanto -permaneciendo el resto constante- la gíobalización. El viaje de
Rotterdam a Yokohama, dos puertos comerciales de primera importancia
en el piano mundial, que se efectúa en la actualidad por el canal de
Suez, será abreviado en un 4 0 % si toma el pasaje del Nordeste. Navegar
de Seattle a Rotterdam atravesando el pasaje del Noroeste, más que el
canal de Panamá, acelerará el viaje en un 25% .133 Las expresiones de
"nuevo mar Báltico", “ nuevo Mediterráneo" o “ nuevo golfo de México”
se repiten frecuentemente en la literatura consagrada al Ártico. La mo­
dificación de las vías m arítim as comerciales no es una buena noticia
para todo el mundo. En la actualidad, Egipto ingresa anualm ente cinco
mil m illones de dólares por gastos de tránsito gracias al canal de Suez,
un m onto que disminuirá inevitablemente a medida que aparezcan al­
ternativas más cortas y baratas.
Cinco países reivindican partes de soberanía sobre el Ártico: los
Estados Unidos, Rusia, Dinamarca (por Groenlandia), Noruega y Canadá.
Con Finlandia, Suecia e Islandia, componen el "Consejo ártico", un foro
intergubernamental fundado en 1996 a cargo de administrar los conflic­
tos en la región. Algunas ONG también son miembros de este consejo.
Sobre todo es el caso de WWF, pero no de Greenpeace, a quien le nega­
ron el acceso. Ciertas ONG representan los derechos de las poblaciones
indígenas que viven en el Á rtico, entre ellas los esquimales.
El Á rtico es objeto de conflictos territoriales entre esos países. En
julio de 2 0 0 7 , una expedición submarina rusa planta una bandera de
titanio, con gran acompañamiento mediático, en la dorsal134 de Lomo-
nósov, a 4 .0 0 0 metros de profundidad. Rusia considera esta cresta, con

132 ftud
133 Véase ScotlC . Borgerson. “ A rtlic m eltdow n. The economic and security imphcationsol global
w arm ing", Foreign Affars, marzo-abril de 2008, pp. 3-A.
134 Una dorsal es una región que separa dos placas tectónicas.

187
RAZMlG KEUCHDAN

una longitud de 1.800 km, como una extensión submarina de su terri­


torio. La Convención de las Naciones Unidas sobre el derecho del mar
(CNUDM), adoptada en los años setenta, estipula que un país en condi­
ciones de demostrar que su territorio se extiende a más de 200 millas
náuticas bajo el mar dispone de derechos sobre la explotación de los
recursos que allí se encuentran.135 La dorsal de Lomonósoves probable­
mente rica en minerales y en petróleo, de ahí el apuro de los rusos por
instalarse. La atracción por esta región también se explica por el hecho
de que con el calentamiento climático algunas especies (sobre todo de
peces) migran hacia el norte.
Dinamarca y Canadá impugnan las pretensiones de Rusia sobre este
territorio. El primero sostiene que se trata de una extensión de Groen­
landia, el segundo que la dorsal es canadiense. La circularidad del Árti­
co torna difícilmente resoluble ese desacuerdo desde un punto de vista
geográfico. Los comentadores más pesimistas tem en que este tipo de
conflictos territoriales pueda favorecer en el porvenir la eclosión de gue­
rras.136 El reparto del Ártico, desde este punto de vista, es percibido a
través del prisma del reparto de África en el siglo xix, vale decir, como
susceptible de dar lugar a formas nuevas de conflictos interimperialistas.
En esta etapa, el tem or de ver emerger conflictos mayores en el
Ártico parece infundado. El 90% de los minerales que se encuentran en
el Ártico están situados en el interior de fronteras que no son objeto de
disputas.137 Por otra parte, en un medio ambiente tan hostil, la coope­
ración entre Estados es más racional que el conflicto. Sea como fuere,
e! caso es que ese riesgo no debe excluirse en los decenios venideros.
En 2011, el ejército canadiense efectuó el ejercicio militar más grande
de su historia en la región.138 Los rusos dominan militarmente el polo
Norte, sobre todo porque disponen de una veintena de rompehielos,

135 Charles K. Ebinger y Evie Zambetakis, “The geopolítica of Arctic m elt", toe. a t., p. 1224.
136 Gwynne Dyer, Chmate IVfcrs. The Ftghi for Sumval as Ihe Wórld Overheats, Londres. Oneworld
publicaron*. 2011. IHay versión en castellano Goenas clim áticas. La lucha por sobrevivir en
un mundo Que se calienta, trad. de Martin Bragado Arias, Barcelona. Ubrooks, 2014.1
137 James Astil), “The melling nortb", loe. cit., p. 10.
138 La Cenada First Defcnce Strategy, que hace de Ia capacidad para operar en el Artico una de
las seis prioridades del eiército canadiense, está dispomole en la dirección: vAvw.lorces.gc.
cal‘erVabout'CBndda-first-dcíence-stralegy.page?#ql3.

188
w
f

LA NATURALEZA ES UN CAMPO DE BAI ALLA

algunos de los cuales a propulsión nuclear (el p rim e r rompehielos a


propulsión nuclear se remonta a fines de los años cincuenta, se deno­
m inaba ei Lento). Los Estados Unidos, en comparación, no poseen más
que tre s naves de este tip o .13® La construcción de un rompehielos de
avanzada dura entre ocho y diez años y cuesta m il millones de dólares.
Una reivindicación insistente del ejército norteamericano es llenar en
los años venideros esa diferencia en materia de capacidad militar. La
crisis fiscal que atraviesan los Estados Unidos, no obstante, parece poco
propicia a la inversión requerida para alcanzar ese objetivo.
La geopolítica del Ártico involucra a muchos otros países que aque­
llos que tienen pretensiones territoriales en la región. Los grandes países
exportadores asiáticos-China. Japón, Corea del Sur, Singapur- solicita­
ron adherirse al Consejo ártico y hay muchas posibilidades de que sean
adm itid o s en el curso de los próximos años. Estos países se cuentan
entre los primeros beneficiarios del acortamiento de los trayectos comer­
ciales, y no es muy sorprendente que se interesen de cerca en el Ártico.
Corea del Sur es uno de los principales constructores de rompehielos en
el m undo. India, China y Japón, por su parte, financian regularmente
m isiones científicas al polo Norte.
El deshielo del Ártico tendrá consecuencias geopolíticas indirectas.
Prom ete relativizar la im portancia de ciertos nudos estratégicos. Una
buena parte de las mercancías con destino a y procedentes de Asia -en
to ta l, un tercio del comercio m undial- pasa por ejem plo por el estrecho
de Malaca, situado entre Malasia y la isla indonesia de Sumatra. Garan­
tizar la seguridad de ese estrecho es un rompecabezas plurisecular.
Desde los orígenes del comercio internacional, está infestado de piratas.
La emergencia de China como gran potencia y su creciente rivalidad con
los Estados Unidos, además, corren el riesgo de de incrementar la lucha
por la supremacía m ilitar en ese lugar y en el mar de China al que da
acceso.
El estrecho de Ormuz, donde se hacen frente Irán y el sultanato de
Omán, es otro punto de fijación geoestratégico y comercial de este tipo.1
9
3

139 Shaion Buike et al, “ Unchartcd walers. The US Navy and navigating chínate change” , toe.
c>t., p. 35.

189
1

RAZMIG KHJCHEYAN

Hacer de manera que las naves comerciales y militares puedan evitarlo


reduciría considerablemente el poder de Irán en caso de crisis en Orien­
te Medio. La apertura de las rutas marítimas árticas, pues, llegado el
momento, volverá a barajar los naipes de la geopolítica mundial. Redu­
cirá la presión que se ejerce sobre ciertos lugares para aumentarlo en
otros, modificando por ello la configuración de las alianzas y las relacio­
nes de fuerza.

Mercantilizar el deshielo

El Ártico contiene abundantes recursos naturales, y los beneficios eco­


nómicos de su deshielo no se desprenden solamente del acortamiento
de las vías comerciales. Maderas, minerales-sobre todo cinc, oro, níquel
y hierro-, petróleo, gas, peces, vegetales... Se considera que la región
encierra las últimas reservas de hidrocarburos del planeta. Según un
estudio de 2008, el Ártico encerraría 90 mil millones de barriles de
petróleo y 7 5 billones de metros cúbicos (terámetros cúbicos) de gas
natural, o sea. posiblemente el 13 y 30% de los recursos todavía no
explorados.140 Shell. ExxonMobil, Gazprom o Total gastan ya miles de
millones en exploración (la compañía francesa únicamente para el gas).
Shell gastó por sí sola 4 mil m illones de dólares, sin haber comerciali­
zado hasta el día de hoy el más m ínim o barril de petróleo. La explotación
de los recursos árticos supone la instalación de infraestructuras pesadas
y sofisticadas, asi como la securización de su transporte. Esta securiza-
ción es una de las razones que conducirán a los militares a involucrarse
en la región. La implantación de las compañías petroleras es fuertemen­
te tributaria del precio del barril. En los años ochenta, cuando el barril
gira alrededor de 15 dólares, los riesgos que representa la explotación
de los yacimientos no la hacen m uy rentable. Con un barril a 100 dóla­
res y más, como hoy, si lo es. El petróleo, por otra parte, no es el único
recurso natural cuyos precios aumentaron en el curso del reciente perío­

140 .tomes Astill, "Thúmelhrtgnoflh". loe. a l., p. 12.

190
LA NATURALEZA ES U N CAMPO DE BATALIA

do. Es lo que ocurre con cantidad de minerales y de metales raros, lo


que promete alentar la actividad minera en la región.
La explotación del petróleo en la región implica riesgos múltiples.
La limpieza de las mareas negras siempre es difícil de gestionar. La
explosión de la plataforma petrolera de la compañía 8nti$h Petroleum
(BP) “ Deepwater Horlzon" en abril de 20 1 0 en el golfo de México, la
mayor catástrofe de la industria petrolera, resultó desastrosa desde todos
los puntos de vista. Durante tres meses, más de 800 millones de litros
de petróleo se derramaron en el golfo. Las operaciones de reparación de
las plataformas y de rescate de las especies parecen difícilmente ima­
ginables en el Ártico, habida cuenta de la índole inhospitalaria del medio
ambiente.
El deshielo en el Ártico suscita problemas de soberanía inéditos. Los
conflictos que remiten sobre la delim itación de las fronteras evocados
más arriba son uno de ellos. También puede ponerse de manifiesto un
problema de econacionalismo, como a menudo ocurre cuando se des­
cubren recursos naturales. Los esquimales de las regiones circundantes,
organizados desde 1977 en la “ Conferencia circumpolar esquim al",
decidieron hacer valer sus derechos sobre los recursos naturales del
Ártico.141 Esta conferencia reúne a los esquimales de Dinamarca, de
Canadá, de los Estados Unidos y de Rusia. En una declaración que data
de 2009 proclama: "Es nuestro más estricto derecho determinar libre­
mente nuestro estatuto político, buscar libremente nuestro desarrollo
económico, social, cultural y lingüístico, y disponer libremente de nues­
tras riquezas y recursos naturales". Como vimos, el nacionalismo moder­
no está siempre ligado a cierta representación de la naturaleza, del pa­
trimonio natural/nacional. Groenlandia misma sueña con pedir su
independencia de Dinamarca. Con el calentamiento del planeta, esa
región podría tener un desarrollo agrícola considerable en los decenios
que vendrán. Y también podrían explotarse importantes cantidades de
energía hidroeléctrica en los años venideros.142

141 Charles K Efoinge» y Evie Zambetakis. "The geupolilicsol Arclic meU” . Jor. cit., p 1219
142 James Astiil, "The meltifignarth", tac. a l., p 11.

191
RAZMIG KEUCHEYAN

La velocidad de circulación del capital

El capitalismo permanentemente debe “ destruir el espacio gracias


al tiem po", es decir, crear las tecnologías de transporte y de comunica­
ción que le permitan realizar la plusvalía en regiones del mundo siempre
nuevas. Así, Karl Marx dice.

Por un lado, el capital debe tender a arrasar toda la barrera espacial opues­
ta al tráfico, es decir, al intercambio, para conquistar todo el mundo y
convertirlo en un mercado; por el otro, debe tender a destruir el espacio
gracias al tiempo, es decir, a reducir al mínimo el tiempo que emplea el
movimiento de un lugar a otro. Cuanto más desarrollado es el capital, más
extenso es entonces el mercado en que circula, y cuanto mayor es la tra­
yectoria espacial de su circulación, tanto más tenderá a una extensión es­
pacial del mercado, y por tanto a una destrucción del espacio gracias al
tiempo.143

El capital tiene una tendencia inherente a conquistar y transformar


en mercado el planeta en su conjunto. “ El mercado mundial está con­
tenido en la noción misma de capital", dice también Marx en un pasaje
de El capital. La expansión mundial del capitalismo, sin embargo, tiene
un precio. Cuanto más grande es la distancia entre el lugar de producción
y el de venta (de "realización") de la mercancía, tanto más aumenta su
costo, puesto que el transporte no es gratuito. Esto implica que el capi­
talism o permanentemente debe acelerarla "velocidad de circulación”
de las mercancías, con el objeto de minimizar el costo de su transporte
y de maximizar la ganancia que de esto extraen los capitalistas. Los
beneficios que embolsarán estos últimos son tributarios del aumento de
esa velocidad. Es ese fenómeno lo que Marx designa con la expresión de
"destrucción del espacio gracias al tiempo". Desde el siglo xix, la acele­
ración de la velocidad de circulación del capital es posibilitada por las

1 4 3 K a rl M arx. Fondemcnts de Ia critique de t'économie poldique, P a rís , A n th ro po s . 1 9 6 8 , p . 3 ? .


[H a y versión en c a s te llan o : Los fundamentos de te critica de la economía política, trad. de
A g u s tín G arcía Tirado y S o co rro T h o m a s . M a drid . A lb e rto C o ra z ó n . 1 9 7 2 .)

192
LA NATURAICZA ES UN CAMPO DE BATALLA

energías fósiles, carbón y luego petróleo, que permiten propulsar medios


de transporte cada vez más rápidos; trenes, autos, barcos, aviones...144
Siguiendo los pasos de Marx, David Harvey llamó la atención sobre
un modo de resolución de las crisis del capitalismo, que él designa con
el concepto de spatial fix. Éste tiene dos sentidos, uno literal, el otro
m etafórico. El sentido literal remite a la idea de que el capital es una
entidad espacial, que inviste -se fija - y transforma su entorno, materia­
lizándose en máquinas, medios de transporte y modos de comunicación.
El s e n tid o metafórico del concepto de spa tia l fix rem ite a la idea de
"s o lu c ió n " -to fix significa “ arreglar" o "resolver"- al problema de la
crisis, pero una solución que, como las drogas (a fix también significa
una "d o s is "), es temporaria e ilusoria. Una de las maneras en que el
capital resuelve tas crisis pasa por el espacio, vale decir, más precisa­
mente por la instalación de los capitales en espacios hasta entonces
vírgenes de relaciones capitalistas. Este concepto de spatial fix permite
a Harvey sostener que lo que Marx llama "acum ulación primitiva" jus­
tam ente no es sólo "primitiva", es decir, característica de los primeros
tiempos del capitalismo. Se repite cíclicamente en el curso de la histo­
ria, cada vez que hay que resolver una crisis de sobreacumulación del
capital.
Con la crisis climática, la “ destrucción del espacio graciasal tiempo"
encara una nueva etapa de su historia, que el m ismo Marx no podía
prever.145 El capitalismo sigue siendo el capitalismo y, por esa razón, está
irremediablemente sometido a crisis, provisionalmente superadas por
s p a tia l fix. Pero este proceso está ahora mezclado con fenómenos am­
bientales, de los que habrá que sacar provecho identificando las opor­
tunidades que procuran. Lo que hoy observamos en el Ártico depende
asi a la vez de tendencias muy antiguas y muy nuevas. Antiguas porque
el reparto del Ártico presupone la lógica plurisecular de la ganancia

1 4 4 V é a s e E lm a r Altvater, "The social a n d n a tu ra l e n v iro n m e n t o t fo s s il c a p ita lis m o Socialist


Register, v o l. 43. 2007.
1 4 5 S o b re la re la ció n de Marx con la e c o lo g ía e x is te ahora u n a im p o r ta n te lite ra tu ra . Entre otras
p e r s p e c tiv a s posibles, véanse Jo hn B c lla m y Foster, Msrx's Ecology Matenahsm and Sature.
N u e v a Y ork, M o nth ly Revtew Press, 2 0 0 0 ; Paul B u tk e tl. Marxism and Ecotogtcaf Economía.
L e y d e . B r ill, 2 0 0 6 . (H ay versión en c a s te lla n o d e : La ecología de Marx. Materialismo y natu­
raleza. tr a d . de Carlos M a rtin y C arm en G onzález, B a rc e lo n a . E l V ie jo T o p o , 2 0 0 0 .]

1 93
RAZMIG KEUCHEYAN

capitalista. Nuevas porque esta lógica se entremezcla ahora con otra, la


del cam bio climático. Las crisis del capitalismo serán en el porvenir
inextricablemente económicas y ecológicas. No harán aparecer sino más
claramente la necesidad de establecer un lazo entre la ecología y la
crítica de este sistema.

Conclusión

Los marxistas clásicos-Engels, Lenin, Trotski, Gramsci, Mao.. - tomaban


muy en serio a los estrategas militares. Es particularmente el caso de
Clausewitz, cuya obra tuvo un impacto considerable en las estrategias
que puso en marcha el movimiento obrero desde el ú ltim o cuarto del
siglo xix, y de quien cantidad de marxistas propusieron exégesis.1461
7Como
4
dice Cari Schm itt en su Teoría del partisano, la lectura de Clausewitz por
Lenin es uno de los acontecimientos políticos más im portantes de la
época moderna.
Desde los años veinte, la atención concedida por los teóricos críticos
a la estrategia militar no es tan pronunciada. Una de las características
del marxismo "occidental" -del período 1924-1968-u r es su poco in­
terés por las cuestiones estratégicas y su baja frecuentación de la doc­
trina m ilitar. En la actualidad, de las principales figuras señeras de los
pensamientos críticos-Badiou, Zizek, Jameson, Butler, Fraser...-, nin­
guna lee a los estrategas pasados o presentes. Michael Hardt y Toni
Negri pasan por ser una relativa excepción, puesto que evocan breve­
mente la "Revolución en los asuntos militares" (RMA) en su obra Mul­
titud. Esta comprobación debe ponerse en relación con la pobreza de la
reflexión estratégica en general en las teorías criticas actuales. Por ¡nle-

1 4 6 S o b re la re la c ió n de los m a n e ta s c o n C la u s e w itz , véanse Azar G al. " C la u s e w itz And th e M ar­


x is te Yet a n o th e r lo o k ". Journal of Contempvrary History, r i* ? 7 , 1 9 9 2 ; J a c o b K ip p , "L e n in
Mihlary Affotrs, vol. 4 9 . n* 4.
a n d C la u s e w itz . The m ifita ru a tn n o f M anasen. 1 9 1 4 -1 9 2 1 ".
1 9 8 5 ; B e rn a rd Sem m el Id ir.l. Morx/sm and tnc Sctence of Wai. O x fo rd , O x fo rd U m versity
Press. 1 9 8 1 .
1 4 7 Véase a e s te respecto PerryAnderson. Sur le occidental, P&ís, M á s p e ro , 1 9 7 7 .(H a y
v e rs ió n e n c a s te llan o : Consideraciones sobre e l marxismo occidental, tr a d d e N é s to r M igue/,
M é x ic o , S ig lo XXI editores. 1 9 7 9 .)

194
LA NATURALEZA ES UN CAMPO DE BATALLA

resantes que sean, a menudo éstas se complacen en abstracciones muy


poco políticas.
¿Qué enseñanzas pueden sacar las teorías críticas de los estrategas
militares actuales, y particularmente de los análisis que recaen en las
implicaciones militares de la crisis ecológica? Sin lugar a dudas, es
demasiado temprano para decirlo. No obstante, si, como pensaba Clau­
sewitz. toda sociedad tiene una manera de hacer la guerra que le es
propia, el estudio de la estrategia m ilita r es un paso obligado para la
comprensión y la transformación de aquella en la cual vivimos.

195
CONCLUSION:
¿ FIN DE PARTIDA?

"La experiencia de nuestra generación: el capitalismo no morirá de muer­


te natural"1. En esta frase de su Libro de ios pasajes, que es el epí­
grafe de nuestra obra, Walter Benjamín toma por blanco el “ historicismo"
dominante en el marxismo de su tiempo. Más allá de sus diferencias,
los marxismos de la IIa y IIIa Internacional se viven como del “ buen" lado
de la historia, como nadando en el sentido de la corriente histórica. La
socialización de las fuerzas productivas y el desarrollo de las técnicas
inexorablemente llevan a la humanidad hacia el socialismo, cualesquie­
ra que fueren las peripecias encontradas en el camino. El capitalismo,
en este sentido, está consagrado a morir de "m uerte natural", bajo el
peso de sus propias contradicciones. La atonía de las organizaciones
revolucionarias frente al fascismo encuentra paradójicamente su origen
en ese “ optimismo". El fascismo es una barbarie procedente del pasado,
desaparecerá rápidamente, y en todo caso no podría cambiar en profun­
didad el curso de las cosas.
A este historicismo, W alter Benjamín le opone la "experiencia" de
su generación, la que fue víctim a del fascismo. El capitalismo no pere­
cerá por sí mismo: debe ser ejecutado mediante la acción de los revolu­
cionarios. Si existe una característica cuya demostración llevó a cabo

1 W a lte r B e n ja m ín , París, espítale úu x if siéde. Le Itvredes passages, P arís, C erf, 1 9 9 7 . p . 0 8 1 .


(H a y versión en c a s te lla n o : Libro de los pasajes, U ad. d e L u is Fernández C astañeda, Is id ro
H e rre ra B a q ucro y F e rn an d o G u e r r e r o Jim énez. M adrid. E d ic io n e s A k a l. 2 0 0 5 .)

197
R A Z M IG KEUCHEYAN

este sistema, es su asombrosa residencia, su capacidad para reinventar­


se incesantemente para superar sus crisis.
El Libro de los pasajes fu e escrito en el curso de los años treinta,
entre 1927 y 1940. Tres cuartos de siglo más tarde, esa frase de Ben­
jamín adquiere otro sentido. En primer lugar, los pensamientos críticos
contemporáneos renunciaron a todo optimismo. Después de las tragedias
del siglo xx, el pesimismo es de rigor. En el momento actual, la cuestión
sería mucho más saber si todavía se encuentran fuerzas revolucionarias
en condiciones de llevar adelante un proyecto de cambio social radical,
o si semejante proyecto pertenece a una época caduca.
Luego, la "muerte n a tu ra l" evocada por Walter Benjamín en esa
frase adquiere una significación nueva en estos tiempos de crisis am­
biental. La explotación ca p ita lis ta de la naturaleza alcanzó tal grado,
después de dos siglos, que cabría imaginar que conducirá a su autodes-
trucción. El agotamiento de los recursos, los costos crecientes ligadosa
la gestión de las consecuencias negativas del desarrollo, ejercen una
presión cada vez más fuerte sobre la formación del valor capitalista. Y
ponen en peligro las condiciones de vida sobre la tierra.
Semejante comprobación d io lugar a la emergencia, en el curso de
los últimos decenios, de un nuevo "historicismo". Un historicismo que
confía no en el sentido de la historia, como el de las dos Internacionales,
sino en el hecho de que la crisis ambiental está a punto de ajustar cuen­
tas de una vez por todas con el mundo moderno, se lo llame "capitalis­
mo" o no. En los movimientos y el pensamiento ecologistas contempo­
ráneos, esa creencia "catastrofista" conoce numerosas manifestaciones.2
Ciertas corrientes "decrecientes", por ejemplo, lo suscriben de manera
más o menos explícita, del m ism o modo que Jared Diamond -pero en
una forma diferente- en sus b e st sellers neomalthusianos.3 Su conno­
tación ha cambiado, pero la idea sigue siendo la misma: algo en la lógi­

2 Véase Sasha L ille y el al., Catastfophism The Apocalypbc Pohtics o í Collapse and Rebirth.
L o n d re s . M e rlin Press. 2 0 1 2 .
3 Véanse Serge Latouehe, “ La ite c ro is s a n c e e s t-e lle la s d u tio n de la crise E cologie & politique.
f f 2 , 2 0 1 0 , Jared D ia m o n d , Efíondrement. Commeni (es sociélés décident de lew
y o l. 4 0 ,
disparítion ou de leor sum e, P a rís , G a lh m a n J , 2 0 0 9 IH a jrv e rs w n e n c a s te lla n o d e Colapso.
¿Por Qué unas sociedades perduran y otras desaparecen, trad de R ic a rd o G a rc ía Pérez. Madrid.
E d ito ria l D ebate, 2 0 0 6 1

198
LA NATURALEZA ES U N CAMPO OE BATALLA

ca misma dei sistema io conduce a su pérdida. En este caso, no se


trata de la socialización de las fuerzas productivas o del desarrollo de tas
técnicas, sino de la sobreexplotación de la naturaleza, que consagra ai
capitalismo a una muerte segura.
La obra que se acaba de leer muestra hasta qué punto ese catastro­
fismo es erróneo. El capitalismo no morirá de muerte natural, por una
simple razón; tiene los medios de adaptarse a la crisis ambiental. Una
vez más, está en vías de hacer la demostración de su asombrosa resi-
liencia. La financiarización y la m ilitarización de esta crisis, en ultima
instancia, no son otra cosa que comprobaciones de esta afirmación. A
decir verdad, el capitalismo no sólo es capaz de adaptarse a la crisis
ambiental sino por añadidura de sacarle provecho. En efecto, no se dice
que la crisis ecológica agrava la crisis económica. Por el contrario, tal
vez permita al capitalismo encontrar soluciones duraderas a la declina­
ción de la tasa de ganancia, mercantilizando sectores de la vida social
y natural hasta entonces a resguardo de la lógica del capital. Una crisis,
pues, sirve para resolver la otra.
En sus Cuadernos de la cárcel, Antonio Gramsci -otra víctima de la
“ experiencia'1trágica deque habla Walter Benjamín-se pregunta por
qué todos los procesos revolucionarios acaecidos en Europa Occidental
en las huellas de la Revolución rusa, durante los años veinte, fracasaron.
En Alemania, en Hungría, en Italia, poderosos movimientos se alzaron
en respuesta a la esperanza nacida en el Este, pero todos fueron rápida­
mente derrotados. La respuesta, a la manera de ver de Gramsci, radica
en la estructura diferente de las sociedades “ orientales” -p o r ejemplo,
la Rusia zarista- y "occidentales*';

En Oriente -dice- el Estado era todo, la sociedad civil era primitiva e infor­
me; en Occidente, entre el Estado y la sociedad civil existía una justa rela­
ción, y detrás de la debilidad del Estado se podía ver inmediatamente la
sólida estructura de la sociedad civil. El Estado era solamente una trinche­
ra avanzada detrás de la cual se hallaba una sólida cadena de fortificaciones
y de casamatas [...1/

d Véase A n to n io G iam sci, Guerw de mouvemenl el guerre de po&ihon. op. c<t.. p . da.

199
RAZMK3 KEUCHEYAN

De la relación entre ei capitalismo y la naturaleza puede decirse lo


que dice Gramsci del lazo entre la sociedad civil y el Estado en Occiden­
te: que está separada por "trincheras" y “ fortificaciones". En la época
moderna, la relación entre el capitalismo y la naturaleza nunca es inme-
diata. El Estado ejerce una función de intermediario o de interfaz entre
ambos. Toda la historia del Estado moderno puede ser releída a la luz de
esta idea. En un régimen capitalista, la relación entre la acumulación
del capital y la naturaleza siempre es amortiguada o articulada por el
Estado. ¿Por qué? La lógica del capital es ciega e ilimitada. Entregada
a ella misma, saca provecho de los recursos -naturales u otros- a su
disposición hasta agotarlos. Por añadidura, es incapaz de administrar
los efectos nefastos del proceso productivo: poluciones, agotamiento de
las reservas, perjuicios a la salud, crisis económicas, conflictos... Para
todo eso está el Estado. Al regular el acceso a los recursos y al hacerse
cargo de las consecuencias negativas del desarrollo, éste opera en favor
de los intereses de largo plazo de las clases dominantes y permite que
la naturaleza pueda ser explotada en forma duradera.
No obstante, como vimos en el capitulo II, el Estado capitalista
también tiene por función construir la naturaleza. Con el objeto de ser
explotada en forma duradera, ésta primero debe estar organizada o "con­
figurada". Por ejemplo, en el piano legal, el Estado emite derechos de
propiedad sobre las especies naturales o sobre las partículas de CO? y
así autoriza a los operadores privados a sacar provecho de su comercio.
O en el plano estadístico: contar y administrar los recursos naturales es
una obsesión del Estado desde por lo menos los fisiócratas en el siglo
xvm (fisiocracia significa "gobierno por la naturaleza” ). El Estado, pues,
organiza la naturaleza y la pone a disposición del capital. Generar valor
capitalista supone producir y destruir naturaleza sin cesar. Sin embargo,
el capital no lo logra solo, para eso necesita del concurso de una entidad
a la cual pueda confiar las tareas que no puede realizar: el Estado. El
capitalismo, la naturaleza y el Estado, por consiguiente, constituyen en
la época moderna un tríptico indisociable.
Entonces, ¿qué alternativa le queda al "catastrofismo"? La respues­
ta en la actualidad es la misma que en la época de Walter Benjamín:
politizar la crisis. En otras palabras, deshacer el tríptico que forman el

200
LA NATURALEZA ES UN CAMPO OE BATALLA

capitalismo, la naturaleza y el Estado, e impedir que este último obre en


favor de los intereses del capital, Es exactamente lo q u e logró realizar el
movimiento por la justicia ambiental cuando, al comprobar que el Esta­
do favorece sistemáticamente a las poblaciones blancas y acomodadas
en sus políticas de gestión de los desechos tóxicos, forjó el concepto de
“ racismo ambientar y desencadenó un poderoso movimiento social.

201
r
ÍNDICE

In tro d u cció n ................................................................................ 11

I. Racismo ambiental................................................... 19

Un acontecimiento filo s ó fic o .............................................. 21


El color de la ecología ......................................................... 24
El huracán Katrinacomo "metáfora" del racismo
ambiental ..................................................................... 27
La espacialidad del ra c is m o ............................................... 30
Saturnismo y lucha de clases............................................. 33
Poscolonialismo y crisis ambiental: el conflicto
en D arfur...................................................................... 38
Las desigualdades ecológicas: un enfoque m arxista......... 42
Arqueología del racismo ambiental..................................... 51
Raza y reforestación............................................................. 55
Purificar la naturaleza........................................................... 58
.. .y naturalizar la raza ......................................................... 61
Exportar el medio a m b ie n te................................................ 64
La ecología política que vie n e ............................................. 68
Conclusión............................................................................ 74

203
RA¿MfC KEUCHITYAN

II. Financiarizar la naturaleza: el seguro de tos riesgos


climáticos ............................................................................. 77

Mercados financieros “ conectados" con la naturaleza...... 81


Principios del se g u ro.......................................................... 83
¿Nuevos riesgos? ................................................................. 89
Ontotogía de la catástrofe................................................... 95
Riesgo y posmodernidad .................................................... 97
Las aventuras de la asegurabilidad.................................... 100
Cat bonds, o los bonos catástrofe....................................... 103
La naturaleza como “ abstracción real" ............................. 109
Mercados de carbono y desarrollo desigual ...................... 114
Construir mercados rentables ............................................ 117
Un bono “ m ulti c a t" en México ......................................... 122
Crisis ecológica y crisis fiscal del E stado........................... 126
Una naturaleza derivada..................................................... 130
La naturaleza como estrategia de acumulación ............... 133
Conclusión............................................................................ 135

III. Las guerras verdes, o la militarización de la ecología ..... 137

Una doctrina em ergente..................................................... 140


Dictadura b e n é vo la .............................................................. 143
Especialistas del c a o s ......................................................... 146
Terrorismo y cam bio c lim á tic o ............................................ 148
La nueva ecología m ilita r.................................................... 151
Conservación y contrainsurrección ............................. „...... 155
Econacionalismo ................................................................. 158
Agente n a ra n ja ..................................................................... 161
De la guerra fría a las guerras verdes .................................. 164
¿El fin de las guerras convencionales?............................... 166
Doble m ovim iento................................................................ 168
Refugiados c lim á tic o s ......................................................... 172
Disuasión nuclear y crisis ecológica.................................... 175

204
I

LA NATURALEZA ES UN CAMPO Dt BATALLA

Guerra y biocarburantes..................................................... 178


Los océanos desestabilizados ............................................ 181
El reparto del Á r tic o ............................................................. 183
Polo Norte y globalización .................................................. 186
Mercantilizar el deshielo .................................................... 190
La velocidad de circulación del ca p ita l.............................. 192
Conclusión............................................................................ 194

Conclusión: ¿Fin de partida? ..................................................... 197

205
I
ESTE LIBRO S6 TERMINÓ DE IMPRIMIR

EN LOS TALl ERES DE LA IMPRENTACLMARTES GRÁFICAS

EN EL MES OEABRIL DE ?Ot6

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