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Ciudades extremas

En ciudades como Nueva York, Miami y Nueva Orleans los efectos del cambio
climático –desde olas de calor mortales hasta huracanes catastróficos– afectan
mucho más a los pobres que a los ricos. Los urbanitas más acomodados (7% de la
población) contribuyen con más del 50% de las emisiones que causan el cambio
climático. Las naciones ricas, en especial Estados Unidos, Reino Unido, Alemania y
Australia, contribuyeron con más de dos tercios de las emisiones que conducen al
cambio climático y causan estragos en ciudades y regiones del sur. Las ciudades
sureñas siguen creciendo a una velocidad vertiginosa, en parte porque las sequías e
inundaciones –ambas debido al cambio climático– han vuelto insostenibles
muchas tierras de cultivo y aldeas.

Hoy, los desastres relacionados con el cambio climático son culpables de la mayor
cantidad de desplazamiento humano alrededor del mundo y de buena parte de los
conflictos mundiales. Las naciones ricas construyen muros para mantener fuera a
los más afectados e intentan evitar que huyan de sus países sureños en desarrollo.

Los gobiernos deshumanizan a los refugiados climáticos y después imponen


medidas severas para mantenerlos fuera. Miles de personas mueren al intentar
emigrar a los países ricos, que dejan que los pobres se ahoguen, se cocinen de calor
y mueran de sed.

“Tambien Se espera que la tasa de aumento del nivel del mar se incremente
dramáticamente a medida que la atmósfera y los mares se calienten”.
Los funcionarios alegan un miedo a los refugiados climáticos para justificar el
aumento de un complejo climático-militar-industrial. Este movimiento de
“capitalismo del desastre” prodiga contratos lucrativos a empresas privadas para
reconstruir la infraestructura, levantar barreras contra tormentas, proveer
“seguridad” para las regiones más ricas y comprar equipamiento para pelear
guerras en el extranjero ocasionadas por el cambio climático.

Adiós Miami y Nueva Orleans

En Estados Unidos es probable que Miami y Nueva Orleans experimenten


catástrofes para mediados de siglo, si no es que antes. Miami no puede confiar en
diques o rompeolas porque está asentada en piedra caliza porosa, que permite que
el agua de mar se filtre del subsuelo. Las costosas bombas que se instalaron en
algunas zonas para sacar el agua suelen mezclar el drenaje con el suministro de
agua potable. La ciudad obtiene gran parte de su suministro de energía de una
planta nuclear situada imprudentemente en una “isla barrera” costera que
experimenta inundaciones constantes y, con frecuencia, huracanes.
Algunos reportes dicen que la planta contamina las aguas de Miami con deshechos
radioactivos. El gobernador de Florida, Rick Scott, niega la intervención humana
en el cambio climático y ha reducido de manera significativa el financiamiento para
atenderlo. No permite que los funcionarios de gobierno lo nombren. El desarrollo
inmobiliario de Miami continúa: se levantan condominios y la gente se muda.

Luisiana

La culpa es de la cortedad de miras, la corrupción, la actividad humana dañina y la


ingeniería perversa. Al acribillar el río Misisipi con presas y diques, en gran parte
inútiles, para prevenir las inundaciones, los ingenieros dejan sin agua zonas tierra
adentro y privan a los humedales esenciales del sedimento que necesitan para
sobrevivir. Durante más de un siglo, la ingeniería ambiental ha ocasionado un
proceso en el que los proyectos que se construyen para resolver un problema
crean muchos más. Luisiana permitió que las compañías de petróleo y gas
perforaran en sus humedales y, así, mataron las plantas de marisma que unen al
ecosistema. Esto ha sembrado las semillas de los desastres pasados y futuros.
Luisiana debe evacuar a las personas de las zonas costeras desde ya. Para salvar su
costa debe acabar por completo con la exploración de gas y petróleo. Debido al
poder de la industria energética en Luisiana, eso no sucederá.

Ciudad de Nueva York

Nueva York despertó después de la alarma del huracán Sandy y se ha convertido en


la ciudad más consciente del clima y más preparada de Estados Unidos. Al igual
que en Miami ningún político quiere sonar la alarma. Las construcciones casi por
completo dentro del “terreno inundable” contradicen los fundamentos de la
iniciativa PlaNYC para atender el impacto del cambio climático en la ciudad. En el
proceso de planeación del PlaNYC, los consultores recomendaron a los líderes de la
ciudad que se retiraran de la zona costera y otras zonas propensas a inundaciones y
a instalar parques ribereños que sirvieran de barrera y proporcionaran protección
absorbente. Los parques tienen un efecto refrigerante en la ciudad, que sufre de
temperaturas casi 30% más elevadas que en la campiña circundante, lo que se
traduce en olas de calor más prolongadas y más calurosas. Aun así, las fuerzas del
capitalismo prevalecieron y revelan que la retórica de la ciudad de Nueva York
acerca de la resiliencia climática y la igualdad social son solo un “engaño verde” y
mentiras.

“La disrupción climática antropogénica va a alterar dramáticamente las


ciudades del mundo” [en donde] los efectos del cambio climático tendrán las
mayores consecuencias.
La bahía de Jamaica, la marisma salada más grande de Nueva York y hogar de
muchas especies que limpian y protegen la costa, sufrió a manos de los
desarrolladores y residentes por décadas. Hoy, la contaminación y el aumento del
nivel del mar amenazan su supervivencia. La bahía de Jamaica y marismas
similares ofrecen protección contra tormentas como Sandy. Los esfuerzos recientes
para frenar la pérdida de la marisma tuvieron éxito en cierto modo, pero la bahía
de Jamaica permanece más como un cobertizo para el desagüe que como una
cuenca. La contaminación y la ingeniería del pasado han destruido, en gran
medida, las barreras naturales de Nueva York, y la ciudad debe construir
rompeolas de concreto para enfrentar las tormentas futuras. Estos rompeolas
empeorarán las condiciones de la bahía de Jamaica al reducir el intercambio de
agua por la marea y atrapar el desagüe y las aguas residuales de la ciudad. La
necesidad resultante de construcciones adicionales aumentará los costos. La
ingeniería ambiental destruye las protecciones efectivas y equilibradas que ofrece la
naturaleza y estimula la necesidad de nuevas rondas de ingeniería para reparar lo
que las “reparaciones” anteriores arruinaron.

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