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Esta es una historia de amor y sabiduría.

Sucede entre un toro y una cabra,


que eran amigos y se amaban mutua y profundamente. Cada vez que se
encontraban, sus momentos juntos eran inolvidables y se sabían muy bien
el uno para el otro.

Pero sucedía que el toro, no obstante, fuerte y vigoroso, encontraba muy


difícil subir hasta donde habitaba su amada cabra amiga, sus patas fuertes,
no estaban, sin embargo, hechas para trepar a las montañas, su propio peso
le dificultaba el ascenso, acostumbrado al calor de las planicies y al pasto
verde le resultaba muy incomodo el aire ligero de la alta montaña, el follaje
propio de las alturas le resultaba difícil de saciar su hambre y el frio de las
alturas le resultaba muy intenso, empero se esforzaba con tal de ver a su
amiga la cabra.

Por su lado la cabra, ágil, graciosa, y hábil para trepar entre las escarpadas
rocas de las montañas, hallaba a su vez muy difícil y molesto descender
hasta la planicie, sus patas perfectamente adaptadas para el terreno
agreste, no eran aptas para los suelos húmedos y en ocasiones fangosos de
la planicie, los pastos aunque dulces a su gusto, en ocasiones estaban muy
crecidos, la fastidiaban en extremo los insectos, que como nube la seguían y
picaban incesantemente, y ese calor húmedo y extremo era lo peor de todo,
pero igual se esforzaba con tal de ver y compartir con su amigo el toro.

Y así lo hicieron ambos por un buen tiempo, ya fuera que el toro subiera a la
montaña o que la cabra bajara a la planicie, deseaban ambos verse y
compartir.

Empero, como todo, empezaron a cansarse ambos de esas situaciones


molestas del entorno de cada uno de ellos, al punto que su amistad y amor
estuvo en peligro de extinguirse, y ambos sufrían mucho por eso, pues no
deseaban perderse el uno al otro.

Un día en que se hallaban a mitad de camino para ambos, con profunda


tristeza se miraban a lo lejos deseándose lo mejor y casi diciéndose adiós,
pero sucedió que en ese momento un hombre Iluminado, anciano y sabio
pasaba por el lugar y al verles tan tristes les pregunto la causa de esa
tristeza. Tanto la cabra como el toro le explicaron cuanto sufrían cada uno
por su cuenta al ir a visitarse, entonces el sabio dijo: No, no se separen ni se
despidan. Tu toro haz lo siguiente, sube a la montaña hasta el punto donde
te sientas un poco incomodo y detente allí mismo. Y tu cabra amiga,
desciende por favor hasta el punto donde te sientas de igual manera
incomoda. Y así lo hicieron mientras el Maestro observaba, ambos se
detuvieron en los puntos del camino indicados, el toro detuvo su ascenso
cuando se empezó a sentir incomodo y la graciosa cabra detuvo su
descenso cuando se sintió igualmente incomoda. Los separaba una
distancia de unos veinte pies, entonces el Maestro dijo: ¿están allí
demasiado fastidiados, o podrían acercarse un poco más?; ambos afirmaron
que aunque un poco incómodos no les era imposible estar más cerca, así
que el toro subió un poco mas y dijo al Maestro: hasta aquí, es donde me
siento lo suficientemente bien para disfrutar con mi amiga la cabra. Y la
cabra bajó un poco mas y dijo, es cierto lo que dice el toro, aquí me siento
bien para disfrutar de mi amigo el toro.
Entonces el Maestro marco una X sobre una piedra y les dijo a ambos ¡muy
bien!,: pues de ahora en adelante este será vuestro punto de encuentro y
así ambos podrán estar lo suficientemente cómodos para disfrutar de sus
encuentros cuando decidan tenerlos.

Y el Maestro continuo su camino, mientras el toro y la cabra, frotaban sus


cuernos y sus cuerpos, llenos de alegría y agradecimiento, charlando de las
mil cosas que conversan un toro y una cabra, pues desde entonces,
pudieron reunirse cuantas veces lo desearon sin que ninguno de los dos
tuviera que ceder o esforzarse más que el otro, y su amor y amistad, les
acompaño por siempre.

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