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HINCHADA
GRITA LA HINCHADA…
FERNANDO MAYORGA
2010
GRITA L A
HINCHADA
GRITA LA HINCHADA…
¡VIVA EL AURORA!
FERNANDO MAYORGA
Queda rigurosamente prohibida sin autorización escrita del titular del Copyright, bajo las sanciones previstas
por las leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento,
comprendidos la fotocopia y el tratamiento informático.
Esta publicación es auspiciada por hinchas de Aurora que se suman a los festejos por el 75 aniversario del
Equipo del Pueblo.
1. Amanecer .............................................................................. 19
2. Resplandor ............................................................................ 33
3. Oscuridad .............................................................................. 77
4. Renacimiento ........................................................................ 95
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EL EQUIPO DEL PUEBLO (1935 - 2010)
VITRAL CELESTE
Eduardo Mitre
Devuélvelos al presente:
Trasparece en el césped
las veloces gambetas
del Patato Méndez,
y la figura de José Luis Balderrama
plantado por toda la cancha
como la sombra de un capitán
por la cubierta del barco.
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PRÓLOGO
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Escribí este texto con pasión y sin encono, como miembro de una
hinchada y no de una barra brava, esa enfermedad que carcome nuestro
fútbol. No soy aficionado a las identificaciones colectivas, excepto
cuando se trata de vestir la “celeste con blanco”. Es la única convicción
ideológica que atrae mi atención, quizás porque su interpelación dura
noventa minutos, domingo tras domingo, porque se gana y se pierde y
siempre hay revancha y existe ilusión. Con ilusión se ha escrito este libro
y con sentimiento, lo demás es lo de menos.
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INTRODUCCIÓN
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AMANECER
FUTBOL AMATEUR 1935-1954
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Ese amanecer marcó el nombre del club, pero existen otras definiciones
de esta palabra. En el Pequeño Larousse editado en París en 1964, una
de sus acepciones es la conocida “claridad que precede la salida del sol”,
otra se refiere a “meteoros luminosos que se observan en el hemisferio
septentrional o en el austral” y también esta definición sorprendente:
“chicha cochabambina”!!!. Ni más ni menos. Es imposible imaginar mayor
imbricación entre el valle cochabambino y el Equipo del Pueblo.
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RESPLANDOR
PRIMERA ERA PROFESIONAL 1955-1977
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Un empate era suficiente para definir el pleito puesto que los dos equipos
tenían similar puntaje pero el equipo celeste tenía ventaja en el gol
average, como se decía antes al promedio de goles a favor y en contra.
El segundo partido se jugó 48 horas después de acuerdo al reglamento y
con suspensión de actividades laborales por ser día martes. La ocasión
favoreció a Wilstermann porque “Con elemento de ‘refresco’ se impuso
por 3-1 puesto que “el aspecto decisivo fue sin lugar a dudas el elemento
humano” porque el equipo aviador puso en cancha cinco jugadores de
recambio, en cambio Aurora repitió su formación y el cansancio hizo
mella en los jugadores. El campeonato se le fue de las manos al Equipo
del Pueblo en las postrimerías de una campaña exitosa que llevó al límite
del agotamiento a sus jugadores en el partido decisivo que solamente
exigía mantener la paridad en el marcador para lograr el triunfo.
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El partido final, el
decisivo, fue el 10 de
noviembre contra
Wilstermann y terminó
con victoria celeste con
sabor a goleada por 3-1.
“Aurora clasificóse
campeón del (fútbol)
profesional boliviano”.
Jaime Herbas, Villalobos
y Loma fueron los
anotadores celestes en
un partido donde
“Aurora no por la fuerza
del azar consiguió este triunfo que solidificó su situación de firme
puntero y campeón absoluto del certamen profesional boliviano. Volvió
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BRASILEROS EN LA LLAJTA
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Una fotografía del arquero aurorista tenía una leyenda: “José Issa. Fue el héroe
de la jornada”. En el recuento del desempeño de los jugadores sobresalió el
arquero con un comentario lacónico: “Muy espectacular”. Otro jugador
destacado fue Héctor Vargas, “Se prodigó marcando implacablemente”.
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acompañaba una
fotografía de “la araña
negra” con un texto que
decía: “Se salva Issa” y que
“tuvo fortuna el golero
celeste”, cuando la imagen
congelada muestra al
estupendo arquero
desviando un remate con
una espectacular volada.
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Con esa victoria se clasificó a la fase final para enfrentar a San José y The
Strongest. El equipo orureño era el más serio aspirante al título y empezó
ganando el partido, pero sucumbió ante Aurora por dos goles a uno. Antes
de ese partido se produjo otro incidente entre los jugadores y el cuerpo técnico
que se enfrentaron a los dirigentes, haciendo recordar el conflicto a principios
del año con Pacífico Becerra. Esta vez el director técnico era el argentino Juan
Molina que defendió a los 19 jugadores que “renunciaron” al club, pero el
asunto no pasó a mayores excepto la sustitución del estratega extranjero.
En 1967, los amantes del fútbol fueron testigos de una hazaña que es
recordada como una de las grandes tardes de la historia del Equipo del
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Las contingencias eran dos goles en contra y al frente estaban solo seis
minutos para la culminación del partido con el reloj con guillotinas en
vez de manecillas. Cuando sonó el pitazo final el partido terminó 3-2 a
favor de Aurora. Basta esta sentencia periodística: “Aurora del pozo al
gozo en 3 minutos”. Si.
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¿Quién la retiene
y no me la pasa,
justo ahora
que estoy solo frente al arco?
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fue, otra vez, el clásico cochabambino con ambos equipos con puntaje
similar, en un cotejo para “alquilar balcones”. El resultado fue
desfavorable para el equipo celeste con cierta dosis de infortunio porque
un gol en el minuto noventa selló la victoria de Wilstermann. Corría el 6
de octubre y la situación política era grave y los golpes de estado eran
moneda corriente, pero el futbol era más poderoso, cuestión de goles y
no de golpes: “El público se fue en masa al estadio. Poco le interesó la
“complicada” situación de carácter político. Había mayor interés por la
suerte de cuatro equipos en una jornada deportiva que por otros hechos
no deportivos”. Tal vez valga la pena resaltar que las comillas en la
palabra masa son una alusión a las “masas” trabajadoras que conformaron
la Asamblea Popular durante el gobierno de Juan José Torres, pero las
masas también tenían otros motivos para vivir, en un país donde la
política parecía, y parece, llenar todos los resquicios de la vida cotidiana,
disputando la primacía con las tres efes de nuestro comportamiento
colectivo: fiesta, farra y… fútbol.
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En 1972, el inicio del año fue con clásico amistoso y victoria contundente
de Aurora por tres goles a cero. Como siempre, la prensa tuvo una
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OSCURIDAD
LIGA DEL FUTBOL PROFESIONAL 1978-1988
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La Liga se organizó con los mejores clubes del país y algunos equipos
de variada calidad de ocho departamentos. Por Cochabamba ingresaron
Aurora, Bata, Petrolero y Wilstermann. Atrás quedaron los torneos locales
que entre fines de los años sesenta y la mitad de los setenta habían
adoptado un cariz espectacular con la realización de jornadas
dominicales con fechas dobles a estadio lleno. Equipos que brindaron
fútbol, diversión y competencia de alto nivel eran cosa del pasado, como
Litoral, Tránsito, Municipal, vinculados a entidades estatales, y Ayacucho
Festaco, ligado al autotransporte y con arraigo en la popular zona sud.
Quedaron en la liza futbolera dos equipos de origen empresarial: Bata,
de la fábrica de calzados MANACO y con hinchada de Quillacollo, y
Petrolero, dependiente de YPFB, y los clásicos rivales de la llajta. Aurora
ingresaba a la Liga con el antecedente de un desempeño importante en
el Torneo Integrado de 1976 y 1977, truncado por la crisis deportiva y
dirigencial que dio origen a la Liga, sin suponer que no vendrían tiempos
mejores, sino todo lo contrario.
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El año 1979 se inició con la Copa Liga entre Petrolero, Bata, Aurora y
Wilstermann, un prolegómeno al torneo nacional. El campeonato local
fue encarado por Aurora con un equipo juvenil de raigambre local.
“Eterno semillero de Cochabamba” decía la fotografía que resaltaba el
perfil juvenil del Equipo del Pueblo. Sin embargo, los resultados
negativos obligaron a conseguir refuerzos extranjeros pero esta decisión
no fue una solución porque el equipo tuvo un desempeño negativo.
Resalta la caída ante The Strongest que derrotó al Equipo del Pueblo en
Cochabamba después de largos 21 años.
Esos años fueron aciagos para la historia deportiva del club pero no para
su consolidación institucional. Al contrario, como respuesta a la adversidad
de ese presente gris se miró hacia adelante, se apostó al futuro. Y los
sueños y deseos de los dirigentes se materializaron en la construcción del
espectacular Complejo Deportivo en la zona de la Laguna Alalay que
cobijaría a la Escuela de Fútbol del Club Aurora. Un muestra de la
templanza que constituye un ejemplo para la sociedad cochabambina.
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Cualquier amante del fútbol que ingresa al Complejo del Club Aurora, al
conocer sus instalaciones, se encuentra ante una realidad impensada,
observa que esos predios guardan el “semillero” del fútbol en
Cochabamba, percibe una institución fuerte que apunta a las divisiones
inferiores y ve un Aurora para rato, fruto de su cantera.
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En esa ocasión otro gestor del complejo y co artífice de esta obra, Ing.
Héctor Vargas, manifestaba: “Ahora es muy tarde para dar un paso atrás,
Aurora está trabajando con la mirada puesta en el futuro. La masa
societaria está empujando y sabemos que Roberto Pavicic, allá en Estados
Unidos, está logrando que connacionales nuestros se interesen por
contribuir a que el complejo deportivo se haga una realidad”.
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En los años setenta y ochenta llegaron varios brasileros; para mí, con
mucho cariño, recuerdo a Heraldo Ercilio Da Costa quien tuvo un
accidente gravísimo y la virtud que me dio Dios es que fui yo quien
lo auxilió en la calle Ecuador y San Martín, una mañana de San Juan,
en concreto un 24 de junio. La noche de la fogata de San Juan yo
me dirigía a la Recoleta y él apareció en una motocicleta que le había
obsequiado el club y fue atropellado por un colectivo, le presté
auxilio sacándolo debajo de las ruedas y fui inmediatamente a
informar a don Guillermo Sotelo y a don Daniel Milikowski quienes
se presentaron en la Clínica Copacabana y conjuntamente conmigo
salvaron la vida de Heraldo Ercilio Da Costa y de otro jugador que
apellidada Da Silva, (dejo presente que no era Joacir sino que se
trataba de Dante Da Silva). Don Guillermo Sotelo y Daniel
Milikowski compraron desde sangre, que era carísima, para salvar la
vida de Heraldo, luego me dio mucha pena cómo teniendo
pretensiones de varios equipos del interior prefirió pasar a formar
filas en Wilstermann, algo muy triste para mi corazón.
Con los jugadores yo he tenido la ventaja de atenderlos y compartir
con ellos; así como se dice vulgarmente, una sopa, bienvenida.
Sabíamos servirnos cualquier platito y frutas con mucho cariño, para
mí todos los jugadores que vinieron a Aurora fueron buenos, no
guardo en mi corazón una queja para ninguno, yo aprecio a todos
y ellos también me aprecian, y por ello sigo junto con ellos
asistiéndoles y compartiendo con cariño
Pero también hay momentos de mucha tristeza. El fallecimiento de
Omar Delgadillo, ese episodio ha sido el momento más triste de mi
vida que me ha tocado vivir en el camarín sur donde estaba
efectuando la calistenia para jugar el clásico. Es algo que me costó
muchísimo olvidar, durante muchos meses no pude dormir por el
impacto que me causó este trágico desenlace cuando Omar
Delgadillo, quien había sido designado capitán del equipo
asesorado por su compadre Jorge Camacho, se desvaneció en mis
manos. Yo lo atendí en persona, lo levanté del piso, Jorge Camacho
fue el que gritó desesperado pidiendo la presencia de un médico.
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sábado. Existen algunas ventajas comparativas, puesto que los niños pueden
ingresar a la cancha y contemplar el partido detrás del arco, un lujo en otras
circunstancias; la gente es pacífica porque asiste con la valentía que exige
un picnic; los policías, si los hay, son espectadores de lujo apoyados en la
malla que divide la cancha de la tribuna como si fueran estatuas de sal.
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RENACIMIENTO
COPA SIMÓN BOLÍVAR 1989-2002
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BOCHINI DE CELESTE
El 12 de septiembre
de 1996 se organizó
un clásico peculiar
celebrando la
e f e m é r i d e s
cochabambina.
Peculiar porque dos
estrellas del fútbol
argentino vistieron la
casaca 10 de Aurora y
Wilstermann.
Mario Alberto Kempes se puso la camiseta roja y Ricardo Bochini se
enfundó la celeste del Equipo del Pueblo. En su estilo “matador”,
Kempes metió el primer gol del partido con un zurdazo al ángulo. En
el segundo tiempo, el partido estaba a favor de Wilstermann por 3-2,
pero a los 90 minutos empató Calustro. El empate era una anécdota. El
hecho trascendental fue la presencia de Bochini en la cancha, ese
magnífico volante creativo capaz de realizar pases al vacío con
prestancia técnica y mirando la jugada futura un segundo antes que el
resto de los mortales. Por eso decían que en cualquier instante del
partido el Bocha frotaba la lámpara y salía el genio para deslumbrar a
la gente. Ese genio tenía que vestir la celeste, no sólo por su talento,
también por su humidad. Años más tarde, Bochini fue DT de
Independiente, cuando en sus filas jugaba Oscar Sánchez, el gran
zaguero de The Strongest, Bolívar y de la selección nacional, y que era
un hincha confeso de Aurora. Al realizar un recuento de sus jugadores,
el Bocha terminó el balance de su equipo con un certero… “y el
boliviano Sánchez, es el que mejor sabe con la pelota”. Todo un
homenaje al talentoso jugador que nos abandonó hace poco tiempo,
dejando una estela de técnica e imagen de hombría. Esa noche Bochini
no frotó la lámpara, y los delanteros celestes no entendieron sus
jugadas, porque sus pases terminaban con el balón en el espacio vacío
y rebotando en el césped; obvio, si en la punta derecha hubiera estado
Balbuena o en el ala izquierda Bertoni –sus compadres de
Independiente campeón de América en los años setenta– otra hubiera
sido la historia. Con todo, fue una noche para la historia, la noche que
Bochini jugó con la camiseta 10 de Aurora.
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LA RESURRECCION CELESTE
Fernando Mayorga
A Héctor Zelada y Hortensia Ugarte
Sísifo es aurorista, qué duda cabe. Cada año se repite la liturgia que
termina en desazón porque la Liga se estira y termina restallando contra
nuestra frente marchita. Y otra vez, cuesta arriba y jugando los sábados
en la tarde como una suerte de precalentamiento para un combate final
que nunca llega. Ni el orgullo de ostentar el récord de pentacampeón
consecutivo –hazaña igualada en el planeta solamente por el
Manchester United de Inglaterra y el Rangers de Escocia, como precisa
el Turi Torrico- es consuelo ni motivo de olvido de estos once años de
intentos fallidos de ganar la Copa Simón Bolívar. Pero, ahora, las cosas
se tiñen de celeste y la mitad de la llajta saca del armario las banderas
y una identidad agazapada que llena el Félix Capriles y es capaz de
hacer temblar sus tribunas con la clásica ola, como aquella memorable
tarde contra San José, cuando Ramallo y cia. nos hicieron gritar seis
goles y dejaron en el camino al rival más peligroso. Ese es el equipo
que quiero retener en mi memoria y no el de los desaciertos contra
Guaraní en Cochabamba y Sucre. Esa tarde de hinchada henchida de
orgullo y de bolsillos vacíos es la que merece repetirse este domingo,
como preámbulo para la vuelta olímpica y el retorno a la Liga. Aunque
sea solamente para que conste y aunque tengamos que sufrir las 365
tardes venideras del 2001.
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Esa alegría del partido contra San José es la imagen que espero se repita
en esta otra tarde, tan definitiva como ninguna. Porque aquel domingo
nunca vi un equipo celeste con semejante vocación ofensiva y una
hinchada tan cauta y solidaria. Y jamás había visto una porción de
hinchas rojos vitoreando nuestros goles como si fueran suyos. La cautela
en las tribunas me conmovió por el contraste con esa costumbre tan
cochabambina de sancionar con silbidos el menor error en el campo de
juego. Y pasamos del silbido a la recriminación y de ésta a la desazón.
Tal vez fue la incredulidad frente a la avalancha de goles, pero prefiero
pensar que esa era la única manera de apoyar a los jugadores, actitud
quizás más importante que el aliento constante. Esa tranquilidad de las
tribunas se deslizó al gramado verde y se transformó en confianza, lo
demás fue cuestión de talento y uno que otro “Adorno”. Este domingo
quizás sea suficiente con la garra y el olfato de Ramallo, la velocidad y
ubicuidad de Junior, el toque inmediato de Leo de Oliveira, la confianza
de Ferlatty y la zurda casi etcheverriana de Callaú, la entrega de Viviani
y el laburo de Meneses, la regularidad talentosa de Pinedo y la serenidad
del Chapaco Salinas. Y si no es eso, que nos ayuden el azar y la justicia,
ese par de fichas que siempre nos jugaron sucio.
Y que a las cuatro de la tarde se apaguen las radios para que la ciudad
escuche el bullicio de esa fiel barra, brava pero no bravucona, que
puebla las gradas de “popular” en aquel costado izquierdo donde, hace
ya muchos años, con el Gilbert Lisperguer quedamos sumidos en
silencio y sudor ante nuestra derrota y caída. Esta nueva tarde, nos
iremos con el Joaco, el Benjo y el Diego, y otra vez el Gilbert y mis
amigos de Sociología de la UMSS, a poblar una porción de esas tribunas
para reconocer a aquel señor que arregla bicicletas y asiste a los
partidos con un cuadro carcomido del Aurora del 63, a aquellos amigos
de los puestos de periódicos de cien esquinas, a ese flaquito encorvado
que enarbola una bandera colgada de una ramita de árbol, a esos
gordos morenos que inventan los insultos más hilarantes, y a nosotros
mismos, frotándonos los ojos al ver la tribuna llena y la antesala de la
fiesta. Tal vez vale la pena decir que ese instante no importará el
resultado del partido (contra Iberoamericana), porque ya habremos
ganado una batalla. Contra nosotros mismos y contra los
wilstermanistas que nos apoyan con un disfraz de orgullo
cochabambino que oculta el deseo de jugar un clásico “de verdad” para
intentar ganarnos después de mucho tiempo.
Artículo publicado en Los Tiempos, 14 de diciembre 2001
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Una victoria por 7-1 contra Ingenieros de Oruro hizo crecer la esperanza
en el torneo del año 2002 porque era la segunda goleada con cifra similar
y Adalberto Cuellar, grueso, diminuto e incisivo delantero marcó un
récord perforando las redes en cinco oportunidades. Como siempre las
cosas no serían fáciles pero algunas señales no eran casuales. “Ahora los
brujos saben que en la aurora no sirven sus hechizos”, escribió un
cronista de Los Tiempos que daba cuenta de la victoria como visitante
contra Deportivo Zuraca, equipo llamativo porque su dueño era un
hechicero, un pajpaku conocido como Curaca Blanco. En el partido de
revancha que ponía en disputa el ingreso a cuartos de final, Aurora
empezó con dubitaciones hasta que sucedió “algo extraño pero de
buena suerte (para Aurora) cuando un perro negro se paseó muy
contento por la portería del arquero de Zuraca como anunciando lo que
se iba a venir”. Y llegaron tres goles para demostrar que la suerte también
tenía color celeste. El equipo dirigido por Ricardo Tano Fontana mostraba
una estructura sólida que respondía al estilo del efusivo pero cauteloso
director técnico. El siguiente partido se jugó contra Real Santa Cruz en
plaza difícil pero concluyó con victoria celeste por dos tantos a cero. El
ex jugador atigrado evaluó el partido como un choque entre el
entusiasmo realista y el cálculo racional aurorista. El cotejo de revancha
fue de mero trámite en el estadio Félix Capriles, aunque con algo de
susto pese al 2-1 a favor, porque Hamlet Barrientos tapó un penal cuando
el marcador estaba igualado. Casi al final, Marangoni puso las cosas en
su lugar con un zurdazo. La semifinal tuvo otra vez una dosis de
superstición porque el rival era de nueva cuenta el equipo embrujado,
Deportivo Zuraca. Casualmente el primer partido se jugó en Día de
Difuntos y Aurora consiguió una apretada victoria por tres tantos a dos
en el estadio Hernando Siles mediante una seguidilla de goles en diez
minutos. A la picardía de Adalberto Cuellar se sumó la potencia de
Christian Jeandet, un vikingo gaucho en el área, y el toque sutil de Tito
Ortiz, jugador que gustaba gambetear girando sobre la pelota como
bailarín del Ballet Bolshoi. “El mastaku fue para Aurora”, titularon en
Los Tiempos en alusión a la fecha festiva que elimina las barreras entre
lo terrenal y lo celestial, entre la vida y la muerte. El diario Opinión fue
menos metafórico, casi literal: “Aurora con medio boleto a la final”. Con
el aliento de 17.000 almas, el partido de local fue una fiesta que terminó
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elecciones generales de ese año, sin saber que sus días como gobernante
estaban contados. Tampoco los hinchas celestes intuían lo que iba a
suceder esa tarde pero su clamor colectivo se transformó en “Sabíamos
que podías”, curiosa manera en que Los Tiempos retrató una hazaña con
alusión seudo teleológica. Más certera fue la frase literalmente teológica
que invocó el diario Opinión: “Y Aurora hizo el milagro” para calificar la
estupenda goleada por 5-1 que coronó al Equipo del Pueblo como
campeón de la Copa Simón Bolívar 2002. Las alusiones religiosas no eran
casuales porque la tarea parecía una quimera. “Sabe Dios lo que se
sufrió” pero “Aurora convirtió al estadio Capriles en un paraíso”.
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La consigna que acompañó este torneo fue Aurora, Pasión sin límites y
ese sentimiento inundó el estadio Félix Capriles aquella tarde maravillosa.
Atrás quedaron catorce años de sufrimiento, desencanto y dientes
apretados. “La felicidad del pueblo no tiene precio”, dijo el presidente
Rudy Acevedo en el centro de la cancha, abrazando al inmortal Elio
Sánchez, que lloraba de dicha.
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Otro jugador importante para la campaña fue Mauro Blanco por la mística
que irradió entre sus compañeros a partir de sus convicciones religiosas.
Si la consigna de la campaña de ese año fue Pasión sin límites y una
nueva canción empezaba con Aurora, nuestra pasión, varios jugadores
portaban una camiseta blanca debajo de la casaca celeste con un lema,
Jesús es mi pasión. Eran los “Atletas de Cristo” que brindaban ese mensaje
a la tribuna cada vez que festejaban un gol o cuando el equipo se
despedía de la tribuna popular.
Nadie iba a suponer que una mística análoga iba a acompañar al equipo
campeón de 2008 que se refugió en la devoción a la virgen de Urkupiña,
patrona de la integración nacional, y viajó con su imagen tallada a todos
los rincones del país en busca del título anhelado.
El equipo que pisó el césped esa tarde estuvo conformado por Hamlet
Barrientos, José Ayala, Miguel Angel Rimba, Javier Paz, Walter Hidalgo,
Tito Ortiz, Wilson Sánchez, Rodrigo Marangoni, Julio Tawing, Christian
Jeandet, Adalberto Cuellar. Alternaron Darwin Cuellar y Mauro Blanco,
piezas claves dentro y fuera de la cancha. Otros jugadores que fueron
parte de la campaña: Alvaro Ricaldi, Enrique Titza, Juan Tarifa, Edwin
Guardia, Juan Vallejos, Marco Tiozzo, Jaime Robles y Christian Boza. El
talento de Robles volvería a lucirse en el Aurora 2010 y en la selección
nacional.
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EL EQUIPO DEL PUEBLO (1935 - 2010)
GRITA LA HINCHADA
Fernando Mayorga
En el aeropuerto de Barajas en Madrid, cuando empieza a
despuntar el domingo y el sábado es ya una anécdota, me
pregunto cuál fue el resultado del partido entre Aurora y
Fancesa. Sin paloma mensajera ni señales de humo, menos
telepatía o celular con “international roaming”, me enfrento a
una máquina con internet que funciona con moneditas. Leo Los
Tiempos en España y en primera plana se reseña el “milagro”
del Aurora Campeón y doy una vuelta olímpica alrededor del
mural que trazó el pintor ecuatoriano Guayasamín adornado con
poemas de Machado, Hernández y Alberti (¡qué delantera, no?¡).
Llego a Londres y en la BBC no dicen nada sobre el asunto, ni
tampoco informan acerca de las eleccciones en Ecuador; sin
embargo, uno de los puentes sobre el río Támesis, aquel
cercano al castillo donde el rey Enrique VIII hacia tropelías, tiene
pintadas sus columnas laterales de celeste y blanco. Un nítido
homenaje a la victoria del “equipo del pueblo”. Las alegorías
son variadas y las invocaciones también. En una de las torres
de ese castillo se posan unos cuervos desde hace cientos de
años y dice la leyenda que cuando esas aves emigren caerá el
imperio. Los cuervos me hacen recuerdo a los árbitros de
antaño, supongo que el tiempo es un invento de los calendarios
y empiezo a pensar que Inglaterra es el mejor lugar para
imaginar una victoria del Aurora. No es casual que Darwin
(Cuéllar) ocupe el medio campo de un equipo que evolucionó
y mucho menos que la portería esté bajo resguardo de Hamlet
(Barrientos). No conozco a otro gran equipo que haya estado
sometido al dilema del personaje shakesperiano: “ser o no ser”.
Y Aurora fue. Y es. En la memoria quedaron registrados los
ritos de los fieles hinchas de la tribuna de “popular” que
invocaron inútilmente, hace catorce años, los espíritus del 63
para evitar el descenso de categoría.
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GRITA LA HINCHADA, GRITA LA HINCHADA…
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5
CELEBRACION
DÉCADA PRODIGIOSA
Corría el 2000 cuando se desató “la guerra del agua”, año que concluyó
con la injusta derrota del equipo valluno ante Iberoamericana en serie
de penales en La Paz y postergando su retorno a la Liga. Casi dos años
después estallaría el grave conflicto conocido como “febrero negro”
cuando se enfrentaron militares y policías en la Plaza Murillo.
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EL EQUIPO DEL PUEBLO (1935 - 2010)
del Torneo Apertura doce mil personas pintaron de celeste las tribunas
del estadio Capriles para celebrar el regreso con una victoria contra
Blooming. Un gol de Leonardo Luppino inició el camino a la victoria. El
pequeño y talentoso mediocampista argentino fue goleador de ese
equipo, haciendo gala de un potente remate y brindando asistencia a los
atacantes, entre los que brillaba, también por su cabello teñido, Hugo
Chueco Ruiz. Si Luppino era la figura, el ídolo para la tribuna era otro
argentino que trepaba por la derecha con una velocidad inusitada
haciendo delirar a la hinchada. Marcelo Oveja Obelar, con su cabellera
al estilo afro-look pero teñida a la Marylin Monroe parecía una sirena
policial cuando emprendía la carrera con un movimiento de cintura al
estilo waka toqori. Un ulular en la tribuna seguía su carrera apoyando
su convicción y su entrega, más que su calidad y técnica. Dos empates
y una derrota marcaron la salida del director técnico debutante, Freddy
Bolívar, y se produjo el arribo de Julio Alberto Zamora, el estratega
argentino que le daría al equipo un estilo de juego, un sello propio.
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GRITA LA HINCHADA, GRITA LA HINCHADA…
El primer campeonato del 2003 pasó sin pena ni gloria, pero con algunos
destellos de buen fútbol en el último tramo, y una sobresaliente victoria
contra The Strongest por 3-1 en una tarde fría de junio, calentada por
los goles de Rafael Salguero, Bernardo Aguirre y Leonardo Luppino.
Después de quince años, el Tigre volvía a caer en Cochabamba en un
partido reñido, como tantos vividos en el decurso de esta rivalidad.
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EL EQUIPO DEL PUEBLO (1935 - 2010)
con la casaca número 10 y con un gol certero desde los doce pasos para
encaminar una victoria de 2 a 1 sobre Unión Central. La presencia de Julio
César Baldivieso fue decisiva, después de su paso por Cobreloa, Newells
Old Boys y el fútbol de Qatar. La admiración y el respeto de propios y
extraños se manifestaron de múltiples maneras. Leonardo Luppino, la
figura del equipo, le cedió la emblemática número 10 y la cinta de capitán
en reconocimiento a su calidad y liderazgo. El clásico de la temporada
concluyó con otro empate a dos goles pero adquirió trascendencia porque
una de las conquistas celestes fue fruto de la magia y la velocidad de
Nicolás Nico Saucedo, joven delantero de gambeta larga y toque preciso
que se convirtió en una figura rutilante y fugaz. De la cantera de Newells
Old Boys arribaron dos pibes, Nico y Sebastián Bartolini, espigado zaguero
de cabellos pelirrojos que remplazó a Almandóz y se volvió jefe de área,
con trepadas al arco contrario cada vez más frecuentes desde que una
noche clavó un golazo de chilena en la valla de Wilstermann. Ambos
pibes serían figuras decisivas en una historia que recién empezaba a tejer
su derrotero de éxitos.
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GRITA LA HINCHADA, GRITA LA HINCHADA…
EL EMPERADOR
Fernando Mayorga
En un célebre Diccionario de Política, un profesor italiano define “cesarismo”
como “un fuerte poder que pudiera desligarse de los intereses de los grupos
y de los individuos particulares gracias a un estrecho vínculo con el ejército
con el objeto de articular una política equilibrada que respondiera más a los
intereses globales de la comunidad”. ¿A qué viene el asunto? A la mala
interpretación que realizó un periodista que entrevistó a mi amigo y colega
Jorge Lazarte quien, en referencia a los efectos políticos del referéndum,
declaró: “Es muy posible que... el presidente de la República termine
absorbiendo a su propio gobierno, cubriendo los vacíos que tiene por falta
de partidos y que puede adquirir connotaciones, como algunos han llamado,
cesaristas. Hay un lento deslizamiento hacia una figura de gobierno cesarista
en el sentido de que el presidente siempre apostó a equilibrar”. Hasta ahí todo
bien, los problemas empiezan cuando la nota tiene el siguiente encabezado:
“Después del referéndum, Mesa actúa como emperador”. Es decir, cesarismo
igual a Julio César igual a Emperador.
En estas líneas pretendo poner las cosas en su lugar, porque Emperador hay
solo uno y se llama, para eliminar las dudas, Julio César... y apellida Baldivieso.
Cuando el lector lea esta columna, el Emperador habrá retornado al gramado
verde del Capriles con la casaca diez del Aurora, el equipo del pueblo, después
de unos meses de ausencia y con un nuevo look a cuestas. Si alguien quiere
hablar de equilibrio debe recordar la calidad futbolera del Emperador, capaz
de establecer la relación precisa entre la distancia que recorre el balón, la fuerza
del impacto de su pie derecho y el vacío dispuesto a ser ocupado por un
compañero para quedar en posición de gol. Eso es equilibrio. Algo fácilmente
comprensible para un hincha como Carlos Mesa festejando aquel memorable
golazo de Baldivieso ante los brasileros. De media cancha, colgando al arquero
carioca con un misil tierra-aire.
Escribo estas líneas antes del lance entre Aurora y Bolívar y las vicisitudes del
partido serán meras anécdotas frente al retorno del Emperador. Vino un día y
otro día se fue y nadie podrá olvidar la tarde que transformó un tiro libre en
estocada al ángulo derecho. Vale la pena contar esa jugada. La barra brava de
San José, rival ese día, lanzó una diatriba contra Julio César, de aquellas que
hieren para evitar la concentración del jugador. Mientras los “quirquigans”
vociferaban, el Emperador puso las manos en la cintura, oteo el horizonte,
midió sus pasos y camino lentamente rumbo al balón ... el resto no merece
comentarios. Cuando el balón quedó anidado en la red y el arquero patidifuso,
el Diez se acercó a la tribuna visitante y un dedo vertical selló sus labios
pidiendo silencio al enemigo, mientras nosotros saltábamos y saltábamos. Al
César lo que es del César.
Publicado en Los Tiempos, 3 de agosto 2003
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El camino hacia los primeros sitiales del torneo se consolidó con una
victoria contra Real Potosí, un empate contra Iberoamericana en
condición de visitante y una contundente victoria por 3-0 frente a The
Strongest en Cochabamba. A la voracidad goleadora de Nicolás Saucedo
se sumó el empuje y la técnica de Roberto Galindo como
centrodelantero, que años después explotaría como goleador. Otra
victoria frente a Wilstermann, en la tarde del 17 de junio, consolidó la
segunda posición. A los 86 minutos, una pared entre Carmelo Angulo y
Gustavo Romanello terminó en un pase a Bernardo Aguirre que anidó la
pelota en el fondo de las redes. Con ese gol y la victoria por 1-0 Aurora
se acercaba al sueño de ingresar a disputar una plaza para la Copa Nissan
Sudamericana porque alcanzaba el segundo lugar. “Victoria que vale una
Copa” fue el titular en un diario local que también consignaba una frase
del presidente de la Liga, Mauricio Méndez, que hacía alusión a lo
sucedido en el anterior clásico: “Ojalá no haya una pelota voladora”. No
hubo, por suerte, y lo que volaba en el aire era una moneda dando
vueltas para definir el nombre del subcampeón, cuando faltaban dos
fechas para la conclusión del campeonato.
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El año siguiente fue de frustración y tal vez el nombre del torneo, Adecuación,
era una metáfora del desafío que tenía que enfrentar Aurora. Con Jorge
Habegger en la conducción técnica, el equipo empezó el campeonato con
una goleada por 4-0 frente a Unión Central y la dupla Limbert Méndez y
Juliano Morel en la delantera, mientras el argentino Fabio Giménez oficiaba
de conductor en la media cancha. Las victorias contra The Strongest y
Wilstermann, en el clásico 100, fueron los hechos más importantes en este
torneo, sin embargo no se pudo ingresar a la siguiente fase.
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Al inicio del año 2008, los datos eran por demás preocupantes. Aurora
terminó en el último lugar en el punto promedio del torneo Apertura
2007. Obtuvo 28 puntos, con ocho partidos ganados, cuatro empates y
diez derrotas. Su delantera convirtió la mitad de los goles que recibió su
portería. Nubes negras en el horizonte y escaso optimismo ante el futuro.
Todos estaban equivocados, pero nadie lo sabía. No había razones para
el optimismo cuando empezaba el año 2008, no obstante, la cautela y
firmeza del presidente del club, José Luis Montaño, había esbozado un
camino cinco años atrás cuando contrató a Julio César Baldivieso por
primera vez y, más adelante, lo respaldó como director técnico.
EL RETORNO A LA GLORIA
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JULIO, EL CLAUSURA
Para el inicio del segundo torneo del año arribó al valle otro jugador
argentino que sería una pieza clave: Federico Alejandro Bongioanni, un
volante ofensivo que había jugado en Instituto de Córdoba y Talleres
en Argentina, Huachipato y Universidad de Concepción en Chile,
Deportivo Aucas en Ecuador.
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siguiente encuentro que terminó con victoria celeste por 1-0. La prensa
resaltó su desempeño perfecto, “Dulcich le da a Aurora el clásico
cochabambino”, y con ese resultado su equipo escaló al segundo lugar
en la tabla de posiciones. La tribuna empezó a corear en tributo a su
ídolo: “Olé, olé, olé, Dulcich, Dulcich”. Sin embargo, la solvencia en la
defensa de su portería con voladas espectaculares, reacciones
impensadas y achiques precisos no agotaba la galería de atributos del
gigante argentino. Sus pases perfectos permitían explotar los atributos
de Aquilino Villalba como pivote bajando los balones para cederlos,
debidamente amansados, a Vladimir Castellón que los esperaba con la
mirada clavada en el arco contrario. Saque de Silvio, pivotea Aquilino,
recibe Castellón y gol, el resto era la puesta en escena de los bailes de
rock and gol del joven goleador; esa jugada fue una de las fórmulas del
triunfo en innumerables partidos.
Una declaración de Julio César Baldivieso sacó a relucir otra faceta del
equipo: “Fue un partido complicado como lo habíamos pensado, pero
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FINAL FELIZ
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GRITA LA HINCHADA, GRITA LA HINCHADA…
1.620
Fernando Mayorga
A las tres de la tarde del miércoles tomé una decisión. Por primera vez iba a
ponerme la camiseta celeste de mi equipo, “el equipo del pueblo”, mi Aurora.
Nunca antes lo había hecho por eso que llaman superstición, cábala o maleficio.
Esta vez, me dije diciendo, nada de temores ni sospechas de conspiración
astrológica porque también “tenemos que vencer a la maldita mala suerte”. Tons,
me puse la casaca oficial lleno de orgullo y qué diablos. Empero, por si acaso,
repetí los zapatos de siempre y la chamarra café de corderoy, con caja de cigarros
en el bolsillo derecho y radio a pilas en el izquierdo, vestimenta de faena
dominguera. Algo similar hizo el Joaco cuando decidió prestar su bandera de la
campaña del 2002, tan suya, para que sea ondeada en la tribuna por otras manos.
No la había sacado del baúl de los sueños rotos durante toda la temporada y dudó
en tomar la decisión pero qué diablos, dijo también con la mirada. Y ni hablar del
Marquito, el más hincha y el menos veterano de todos nosotros —aunque ya
testigo de cien batallas perdidas—, que se puso una camiseta blanca alternativa
pero no pantalón, pese al frío, porque todos los domingos asistió al Félix Capriles
vestido de jugador dispuesto a pisar el césped si era convocado por Baldivieso.
Sueños de niño, tan reales como nuestros deseos de sumergirnos en la hinchada
de la tribuna popular cuando un partido se juega bajo la mirada de la luna. Noche
galáctica como ninguna porque había que vencer a Blooming para buscar el título
de campeón en Sucre y terminar el certamen con 1.620 minutos invictos como
locales. Camino al estadio pensé en entonar el himno que escribió Joaquín Sabina
para su querido y sufrido Atlético de Madrid con un lamento casi tanguero: “qué
manera de aguantar, qué manera de crecer, qué manera de sentir, qué manera de
soñar, qué manera de aprender, qué manera de sufrir, qué manera de vencer, qué
manera de vivir”. Sin embargo, preferí silbar una canción de Fito Páez, dedicada
a Maradona, más apropiada para las circunstancias: “Y dale alegría, alegría a mi
corazón, es lo único que te pido al menos hoy. Y dale alegría, alegría a mi corazón,
afuera se irán las penas y el dolor”. Al fin y al cabo, el gran Diego se puso la
camiseta diez de Aurora en una visita a la escuela de fútbol envuelto en humo e
incienso hace un par de años.
Esa camiseta número diez que usó el Emperador antes de sentarse en el banquillo
para mostrar su estirpe de DT con la misma calidad que derrochó talento en la
cancha. Porque más allá de las cábalas y de los ritos, esta campaña tiene un
responsable y es Julio César Baldivieso. Su sapiencia y su claridad discursiva, tan
certera como esos pases de treinta metros que desbarataban defensas e invitaban
goles, más su apuesta a la juventud y al semillero local son la impronta de un estilo
que merece una alabanza cercana a la idolatría. Como aquella que le rendimos a
Baldi la noche del 3-0 desde el corazón de la tribuna popular, aquel lugar poblado
de hinchas de verdad con quienes nos mezclamos para brincar y cantar antes y
después de gritar los goles como si en el mundo no hubiera nada más.
Así que adiós a los maleficios y a las cábalas, pienso, mientras lanzo una moneda
al aire para decidir si debemos viajar o no a Sucre para dar la vuelta olímpica.
Publicado en La Razón, 31 de octubre 2008
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¡SÍ, SE PUDO!
El primer tiempo concluyó con ventaja para Blooming por dos goles a
uno, remontando el marcador que había sido inaugurado con un potente
cabezazo de Aquilino Villalba a los ocho minutos. La lluvia no era
propicia para el despliegue del toque aurorista y la respuesta debía ser
con fuerza y coraje, así llegó el empate por obra de Aquilino Villalba. El
título iba a decidirse desde las doce yardas en una secuencia infartante:
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CELESTE
Joaquin Mayorga Garrido Cortés
Nací cuando los celestes jugaban en la segunda división. Nunca pregunté
“Papi, ¿por qué somos auroristas?”. Pero sí porqué el tanque paraguayo del
equipo del 96 no jugaba en su selección o porqué, si había más gente en la
cancha que en la tribuna, esta vez no bajábamos a dar la vuelta olímpica por
la obtención del torneo de la ciudad. Supongo que ya intuía que ese fanatismo
no era racional, que no valía la pena buscarle una explicación. Como Joaquín
Sabina le dedicó a su Atlético de Madrid: “Aquí me pongo a contar / motivos
de un sentimiento / que no se puede explicar. Y eso que no soy el tipo / de
hincha que rompe piernas / por defender a su equipo”.
El victimismo es frecuente en estos lares. Los artículos firmados por ejemplares
hinchas en los suplementos deportivos celebraban el advenimiento del fin de
“45 años de sufrimiento”. Quienes hemos compartido con la barra brava que
grita “que venga el equipo” y se trepa a las barandas cada vez que el Aurora
gana, o empata sobre la hora, o se salva del descenso como el año pasado,
somos más ilusos. Conformistas, quizás. Rebeldes, sí.
Viajé para ver la final. Aurora ya era el campeón moral. En el infame bus
habilitado por el exceso de demanda por boletos, algunos hinchas dormían
en los pasillos y otros se amontonaban en la cabina del chofer. A mi lado se
sentaba don Rolando, de ascendencia aurorista. Me dijo había viajado en 2002,
año del ascenso, a Sucre para ver el partido de ida de la final de la Copa Simón
Bolívar. Y que Dulcic había debutado, imbatido, en el estadio Patria.
Cuestiones de cábala o no, nunca estuve tan seguro de festejar el título como
en ese momento. “Pasión controlada”, rezaba un póster que circuló antes de
la final perdida para ascender el 2000. Quizás porque la hinchada festejó
apenas las victorias previas o no imitaba la paradójica costumbre wilstermanista
de apoyar mediante recriminaciones. El lunes por la mañana en la plaza central
de Sucre, el color de las banderas y los sombreros, el ruido de los bombos y
las bocinas, sugerían que los auroristas estaban desatados… pero
ensimismados en su euforia. Los insultos de blooministas no alentaron
enfrentamientos. Nadie los buscaba.
Festejamos con el Benjo el gol definitivo del ascenso en los pasillos del
Capriles tras una fracasada travesía al baño. No pensábamos despegarnos de
otra final. Villalba marcó el último penal y corrimos a las barandas de la tribuna
popular a ovacionar al equipo. Caía una granizada de antología. La
conspiración meteorológica no arruinó el festejo. De hecho, ahuyentó a los
policías. Los hinchas más atléticos y/o fanáticos pudieron, no sin lesionarse,
cruzar la fosa que separa las tribunas de la cancha cuando los jugadores
corrieron a recibir la copa. Lo importante era perseguir a los héroes y sentir la
intensidad de una vuelta que fue tan surreal como la habíamos imaginado y
que hace dos meses se veía tan lejana como hace 45 años.
Publicado en La Ramona, Número 185, 9 de noviembre 2008.
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GRITA LA HINCHADA, GRITA LA HINCHADA…
AVE FENIX
César Soto Santiesteban
Al Max, socio nro. 41 del Aurora
Si veinte años no es nada, cuarenta y cinco sí se sienten, sobre todo
cuando uno se aferra a los recuerdos que fluyen de la voz de mi viejo
amigo y padre Max, para vivir vicariamente aquellos años cuando el
Aurora era protagonista del fútbol departamental y boliviano.
Y se dio como se dan las cosas a veces, casi imperceptiblemente
volvimos de nuevo a la Liga y a las penurias, equipo border-line,
sometiéndonos a los sufrimientos de pelear el descenso cada año,
cambiando técnicos y equipos enteros, que hacía titánica tarea, a la
Funes, recordarse el nombre de los jugadores. Difícil construir entonces
un imaginario futbolero, donde uno recita de memoria las alineaciones
y va tejiendo icónicamente la disposición del campo de juego, el
movimiento de los jugadores, las fintas y las jugadas.
Eppur….de la mano diestra de Baldi se comenzó a armar desde abajo
una estructura de huevos, corazón y de talento, para creer de nuevo y
sacar un conejo de la galera, en un ritmo parejito que nos llevó a sumar
y sumar y llegar donde parecía imposible: la Aurora, el jac’ha uru para
nuestros tenaces corazones que soportaron décadas sin conocer algo
semejante a la gloria.
A la Stevenson, la nave partió hacia la Escondida, superando todos los
vendavales, forjando una médula espinal de ética y épica, porque
solamente podíamos ganar de esa forma, a la manera agonista, y
aumentar al torrente del cielo nuestras lágrimas y nuestro sollozo de
hinchas, por fin felices.
Publicado en La Ramona, Número 185, Cochabamba, 9 de noviembre
2008
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FESTEJAN EN CASA
El festejo fue reseñado por la prensa local: “Al ritmo del tradicional ¡dale
campeón, dale campeón! los forjadores de la conquista del primer título en
el fútbol liguero para Aurora fueron acogidos por sus parciales en medio
de una ensordecedora ovación y una inflexible lluvia de petardos, que
matizaron la fiesta que se armó en esta ciudad para agasajar a los
“gladiadores” de Julio César Baldivieso. La delegación de Aurora llevaba
consigo la imagen de la Virgen de Urkupiña, de quien son devotos los
integrantes del cuadro valluno. Las guirnaldas que se colgaron los
protagonistas de la épica conquista marcó el inicio de la celebración del
Equipo del Pueblo en casa propia. Posteriormente la comuna de Cercado
se sumó al festejo distinguiéndoles en la terminal aérea con la presencia de
la cuantiosa hinchada que llegó desde muy temprano hacia ese sector a fin
de aclamar a sus ídolos. Tras esa primera emoción, los campeones,
acompañados de una extensa caravana de hinchas, se embarcaron en el bus
descapotable para dirigirse hasta la Plaza de Armas de esta ciudad, donde
los aguardaba un número considerable de sus parciales”.
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MARADONA A LA COCHABAMBINA
Cecilia Lanza Lobo
Diego Armando Maradona me cae gordo. Mejor dicho, la imagen de Maradona.
Porque en todo caso, considerando sus orígenes de “cabecita negra” en los
suburbios bonaerenses de Villa Fiorito, sería más bien de los míos. Lo que me
revienta más bien es esa tendencia idolatrera argentina que desde Eva Perón, Susana
Giménez, el Potro Rodrigo o Luciana Salazar posa el fardo de sus complejos de
tercer mundo —a pesar de sí mismos— y de sus delirios de parentesco divino, en
las narices de Charly García o Diego Maradona, endiosándolos. Y ellos, claro,
argentinos poseedores de sus propias idolatrías, se lo creen (¿existía alguien, o algo,
o vida, antes de Maradona?). Y la idolatría fundada al amparo mediático parece ser
la droga inicial. Luego vendrá ese orgasmo millonario en piscina de ron donde el
ídolo se desplaza a mil por hora entre el sexo, las drogas, la gula y el alcohol. Flash.
Tanto flash, tanto exceso, que un día de esos el cuerpo, cansado de sostenerse en
el altar de los fetichismos mediáticos, se baja y va a hacer pis. Había sido mortal.
Este mismo momento el Aurora se juega la vida y entonces pienso en Julio César
Baldivieso. Esa versión propia de un Maradona a la cochabambina. Pelotas aparte,
de Baldivieso sólo conozco su fama. Es decir, igual que Maradona, su afición por
la vida puesta en el pie con el acelerador a fondo. Ese mismo pie que calzaba
zapatillas rojas como lucecitas -mírenme en el verde pasto futbolero- que en el
Mundial del 94 fue para nosotros el único horizonte posible.
Baldivieso fue el Charly García del fútbol “bolita”. Ese genio que cuando le da la
gana hace lo que mejor sabe. Cuando le da la gana y con pinta de estrella de
rock/las zapatillas, ahora, doradas. (Al Diablo Etcheverry le faltó desdén). Querido
y despreciado, ciertamente nunca idolatrado como García o Maradona, dada la
estrechez del mercado “bolita” y el carácter timorato del ímpetu nacional,
Baldivieso nos regaló varias páginas de diminuta farándula hollywoodense. Pero,
además de la maestría de sus pases generosamente precisos para hacerse gol,
Baldivieso nos regaló también su resurrección. Y eso no es poca cosa. Pienso en
Ramón Rocha Monrroy y su Certificado de Divorcio de la mujer más fiel que tuvo
en 40 años de intensa vida sumergida en el calor del alcohol, como bolsita de té.
La bebida, esa compañera de la que decidió separarse amorosamente para darse
él la oportunidad de seguir volando tan intensamente como siempre pero con los
ojos abiertos y sin alas ajenas. Pienso en Baldivieso y sus alas auroristas.
Cómo no escuchar a mi amigo Mayorga y calzarme la polera celeste que ha
devuelto a Baldivieso lo mejor de sí mismo y sin pedestal. Cómo no desear que el
“cabecita negra” de Villa Fiorito haga oídos sordos a las plegarias adoratrices que
a rezo lento le fueron quitando la vida y el genio. Cómo no celebrar el triunfo del
Aurora como si fuese nuestro y querer a Baldivieso sin la devoción idólatra del
fútbol que vive hoy el milagro de la resurrección. No estaba muerto, andaba de
parranda abrazado a una pelota, soñando que era grande. Gooooool.
Publicado en La Prensa, 3 de noviembre 2009.
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TIQUI-TIQUI
Martín Sotelo
El tiqui-tiqui resulta ser una filosofía de ver y jugar el el futbol. Su origen data
del año 1980, luego de que Argentina se consagró campeón mundial, y es
formulado en el libro Fútbol sin trampa escrito por César Luis Menotti y Angel
Cappa, actual técnico de River Plate y del Huracán del año 2009, denominado
“campeón moral” porque pierde el título en la última fecha producto de un gol
convalidado por el árbitro Brasena, después de que un delantero de Vélez
Sarfield comete un full grosero al arquero de Huracán. Los malos arbitrajes son
una constante para perjudicar a los equipos que juegan bien.
El tiqui-tiqui es una filosofía de juego que comprende un tratamiento atildado
y elegante de la pelota, siempre jugando de manera vertical. Tiene que ver
con el vértigo, el riesgo. Siempre con la línea de defensa adelantada, buscando
distraer y confundir al rival efectuando toques al espacio vacío a fin de entregar
la pelota al compañero mejor ubicado para gritar el gol que puede ser
convertido por cualquiera de los diez jugadores que generan el juego. El
arquero solo participa entregando la pelota (siempre) al defensor más cercano
para “salir jugando”. Los corazones auroristas por nuestra forma de vivir
queremos siempre jugar así.
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Hasta que llegó el domingo inverosímil contra The Strongest, acorde con
las jugarretas del destino porque ese equipo había vencido a Aurora en La
Paz en la primera fecha del torneo con un “gol fantasma”, puesto que la
pelota no cruzó la línea de cal y el tanto fue convalidado; y en el tramo
final del octogonal, también en La Paz, se repitió otro escandaloso error
arbitral porque no se sancionó un fuera de juego que definió el partido a
favor del Tigre. Este equipo llegó al estadio Félix Capriles un domingo en
la noche para disputar un partido de mero trámite porque estaba
eliminado. Aurora era el favorito y las tribunas llenas multiplicaban la
sensación de triunfo que estalló en algarabía cuando Ignacio García clavó
un cabezazo en el ángulo a los diez minutos. Cuando terminó el primer
tiempo, un silencio hosco inundaba el estadio porque en quinces minutos
el equipo contrario había asestado cuatro estocadas. Nadie podía creer. El
sobrino de este escribidor, con nueve años a cuestas, cinco con corazón
celeste, preguntó mirando a las nubes: “¿Esto es un sueño?”. Quise decirle
que era una pesadilla pero opté por mencionar aquello de que “son cosas
del fútbol” e invoqué a mi amuleto celeste. De la tribuna de popular, donde
habita la Pesada Celeste, el hijo de este escribidor, con veintiún años a
cuestas, toda una vida aurorista, me mandó un mensaje de texto: “Dios
mío, ganamos, q demonios”. Y así empezó el segundo tiempo, con la gente
seria pero decidida, estupefacta pero recia, gritando el “si, se puede” de
jornadas de antaño. Pero no se pudo, ni la entrega de todo el plantel, ni
el talento extraordinario de Arnulfo Valentierra pudieron torcer la mala
fortuna, el partido terminó con derrota y marcador alucinante… 5-3.
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GRITA LA HINCHADA, GRITA LA HINCHADA…
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EL EQUIPO DEL PUEBLO (1935 - 2010)
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EL EQUIPO DEL PUEBLO (1935 - 2010)
OLÉ Y CIELO
PALINDROMOS
Estos son palíndromos escritos de manera exclusiva para este libro por Eduardo
Turi Torrico, maestro cochabambino en este arte y wilstermanista de cepa y
pluma.
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GRITA LA HINCHADA, GRITA LA HINCHADA…
OLÉ Y CIELO
SOñá 57 O 75 AñOS
SE LOGRó POR GOLES
SABRÉ HERBAS
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La presente edición se terminó
de imprimir el mes de septiembre de 2010
en Talleres Gráficos “KIPUS”
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