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La especie humana ha logrado llegar al lugar en el que se encuentra el día de hoy gracias a la

capacidad de compartir sus memorias con otros miembros de la especie, trasmitíamos oralmente
las historias de nuestras vidas, luego perduraron de forma más fiel gracias a la escritura, la
literatura creo historias para que las memorias no se perdieran. Con esto en mente el día de hoy
en el ojo de Odín les traemos un cuento que pone en entredicho la legitimidad de la memoria.

El reto de esta semana es el cuento “aceite” de Yasunari Kawabata, lo podemos encontrar en la


recopilación de historias de “La bailarina de Izu”. Comencemos presentando al autor, Kawabata
fue el primer premio nobel de literatura japones, algunas de sus novelas mas reconocidas son
“País de nieve” y el “Maestro de go”. Sin embargo, quisiera acentuar en algunos detalles
biográficos, Kawabata perdió a la mayoría de su familia cercana cuando era muy joven y de forma
progresiva; cuando tenía cuatro años perdió a sus padres, a los 7 a su abuela, a los 11 a su
hermana mayor y a los 15 a su abuelo, persona que lo crio durante todo ese tiempo. En base a
esto Kawabata tiene algunos escritos semiautobiográficos en los que habla acerca de su vida como
huérfano o sobre los funerales a los que asistió; donde trata temas como la muerte, la familia y
sobre todo la memoria.

Aceite es uno de estas historias que poseen una cierta inspiración en la vida del autor, esta nos
cuenta el pasado de un personaje que perdió a sus padres a edad temprana, tanto así, que no
recuerda sus rostros, la imagen que posee de su padre proviene de una serie de fotografías que
encontró y los recuerdos se componen de las historias que sus demás familiares cuentan de ellos.

“Aquello que creo que son recuerdos son seguramente ensoñaciones. Aun así, mi propio
sentimentalismo suspira por ellos como si fueran la verdad, con todo lo sospechosa y retorcida
que puede ser. He olvidado que son historias que he escuchado contar a otra persona y siento una
intimidad con ellas, como si fueran mis propios y exactos recuerdos.”

Una de esas historias logra cambiar su presente, su tía le cuenta que durante el funeral de sus
padres él se comportó de forma maleducada para la ocasión, se resistió a que clavaran la tapa del
ataúd y lo más importante vertió en el jardín el aceite de la lampara del altar que velaban. Esta
historia inicia un recorrido por sus recuerdos, uniendo sucesos que él consideraba inconexos que
incluso tienen consecuencias en su yo actual. David Hume considera que lo que llamamos “yo” es
el conjunto de nuestros recuerdos, en este caso se hace patente cuando un nuevo recuerdo altera
todo lo que nuestro protagonista pensaba de él. Todo el encadenado de recuerdos toma otra
forma cuando una nueva pieza se presenta y permite una nueva organización, una que tiene mas
sentido, una que posee vínculos más fuertes y estrechos, ya que no está hecha de esas conexiones
que la mente consciente crea, sino de algo más simple, más primitivo, más eficaz. El olor, el sabor
del aceite es el que dirige y ha comandado el pasado de nuestro personaje.

Espero que después de leer esta historia vean como los recuerdos, nuestra memoria es frágil,
aunque esto todos ya lo sabemos, lo importante es que a pesar de esa fragilidad algo tan simple
como un olor o sabor tienen un lugar privilegiado en nuestra memoria. Al final vivimos en medio
de recuerdos falsos y lo que somos está en muchos sentidos mayormente relacionado con los
recuerdos de lo que comimos, el olor del lugar que habitamos que con nuestras decisiones
consientes.

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