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mañanas
Lori Herter
1º Con sabor a Ginger
Argumento:
Whidbey, la encantadora isla en Puget Sound, era un mundo
diminuto, fácilmente invadido por la murmuración cruel y los
recuerdos obsesionantes. Sin embargo, Ginger Cowan
permaneció allí mucho tiempo después de su fracaso
sentimental con Devin MacPherson, cuando el joven le confesó
en su noche de casamiento que le había sido infiel y luego
decidió marcharse a Chicago. Ginger se alejó para estudiar y a
su regreso abrió un negocio de antigüedades y se dispuso a
llevar una vida tranquila. Ahora, sólo la amargura de su familia
Lori Herter – Todos nuestros mañanas – 1º Con sabor a Ginger
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Lori Herter – Todos nuestros mañanas – 1º Con sabor a Ginger
Capítulo 1
Ginger Cowan siempre se había sentido feliz de haber nacido y
crecido en la isla Whidbey, especialmente en días hermosos de primavera.
Si bien Seattle y el continente se hallaban a sólo cincuenta kilómetros de
distancia, el bullicio de la gran ciudad apenas afectaba la vida tranquila de
Langley. Y ésa era la manera en que a Ginger le gustaba.
Decidió que iría a la tienda andando. Tomaría un poco más de tiempo
que si fuese en su coche, pero la joven sabía lo necesario que es el
ejercicio. Después de todo, cumpliría treinta años en menos de dos años.
Si no lo intentaba, nunca perdería esos kilitos que le sobraban.
Cuando Ginger se preparaba para salir sonó la campanilla del
teléfono.
—Hola, habla Val —respondió una voz clara y brillante cuando Ginger
atendió. La joven sonrió al oír el llanto de uno de los tres niños de su
hermana en el teléfono.
—¿Cómo están todos? —preguntó Ginger.
Val se quejó diciendo:
—Bueno, todos estaban tranquilos hace medio minuto. Dime Ginger,
¿no es un poco aburrida la vida en tu apartamento del ático? ¿No te
gustaría tomar prestados unos niños por un tiempo para divertirte un
poco?
—Me encantaría, con la condición de que sea sólo por un fin de
semana —comentó Ginger en broma.
—¡A veces pienso que fuiste inteligente al no volver a casarte!
Ginger, te llamo porque recibí algunas noticias que pensé querrías saber.
Ginger mostró cierta indiferencia, pero de hecho contuvo el aliento.
Había algo extraño en el tono de voz de su hermana.
—Grace Smith le dijo a mamá que… Devin regresa a Seattle —la voz
de Val se tornó vacilante—. La firma de Devin lo transfiere a la subsidiaria
de Seattle, y Devin se convertirá en socio de la firma.
Las manos de Ginger temblaron ligeramente mientras recibía la
noticia. Su voz se tornó irascible e impertinente.
—Debe estar decepcionado. ¡Es probable que aspirara a irse a Nueva
York!
—No. Dicen que él mismo pidió ser transferido desde Chicago a
Seattle —hubo un silencio momentáneo en el teléfono ya que ninguna de
las dos hermanas dijo palabra alguna.
—¡Qué extraño! —Esa fue la única respuesta en la que Ginger podía
pensar mientras recibía y digería la noticia.
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Ginger se echó a reír. Una de las cosas que le agradaban de Marla era
su un tanto irreverente sentido del humor.
—De acuerdo —respondió la muchacha, imitando el tono de voz de
Marla—, ¡prepárate para una larga historia!
»Todo comenzó cuando yo tenía cinco años —comenzó a decir Ginger
en tono algo chistoso—. Devin tenía ocho, y un día se topó conmigo en la
iglesia, en el área de juegos, un domingo a la mañana y me tiró al suelo.
Yo comencé a llorar, y él regresó para ver si yo estaba bien. Me había
pelado una rodilla, entonces me llevó con mi madre y se disculpó. Devin
era un muchachito muy educado ya a los ocho años —dijo la joven con
algo de sarcasmo—. Siempre daba una buena impresión a los adultos
porque era muy amable. Yo también quedé impresionada. Cuando crecí
comencé a enamorarme de él.
»Íbamos a la misma escuela y concurríamos a la misma iglesia.
Además, a su madre le agradaban las antigüedades y a menudo visitaba
nuestra tienda. Solía traer a Devin y a su hermano mayor, Bob, cuando
todavía eran pequeños. Entonces nuestras familias se conocían muy bien.
Cuando comencé el colegio superior empezamos a salir juntos…bajo la
estricta supervisión de mi madre, por supuesto. Yo tenía sólo catorce años
—Ginger parecía nostálgica y triste—. Fue el único novio que tuve.
Crecimos muy unidos. Era amigo y compañero, además del chico que salía
conmigo. Solíamos pasar horas hablando, confiándonos todo el uno al
otro. Yo… yo nunca he estado tan cerca de alguien como de él… —la voz
de Ginger pareció desvanecerse en el aire.
—¿Dormías con él?
La pregunta sacó a Ginger del trance en el que se hallaba. La
muchacha miró a su amiga como adormecida durante una fracción de
segundo. Había algo característico en Marla: era directa.
—No —respondió Ginger con una sonrisa ligeramente vergonzosa—.
Fui criada de una manera tradicional, anticuada, de visitas dominicales a
la iglesia. Tal vez yo era lo que tú llamarías una virgen en el sentido literal
de la palabra —Marla se echó a reír—. ¿Él no quería hacerte el amor? —
preguntó la joven con curiosidad.
—Bueno, él siempre era tan caballero, tan amable, sabes… —
respondió Ginger con tono irónico—. Yo también tenía miedo, y él nunca
intentó presionarme.
Marla asintió.
—Yo solía pensar eso —agregó Ginger con sarcasmo—. ¡Solía pensar
que él era maravilloso! Todo el mundo pensaba lo mismo. Devin era bien
parecido e inteligente… ganó becas para el colegio superior por
destacadas calificaciones… diligente y trabajador. Era el tipo de muchacho
con que cada madre sueña para su hija. ¡Y yo fui lo suficientemente
afortunada como para casarme con él! No dormí con él hasta nuestra
noche de bodas. Y luego deseé no haberlo hecho —terminó diciendo la
muchacha con amargura.
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Capítulo 2
Mientras quitaba el polvo a unas piezas de porcelana importada y
unas bandejas de plata Ginger trataba de alejar a Devin de sus
pensamientos. La joven sabía, a través de las murmuraciones de su
familia, que el muchacho había realizado un ascenso vertiginoso en la
empresa para la que trabajaba. Nadie había vuelto a oír comentario
alguno sobre la joven con la cual había mantenido una relación amorosa.
Ginger pensaba que sin duda aquella muchacha sería una de tantas
en la vida de su exmarido. El joven habría descubierto en ella algún
defecto que lo llevó a tener relaciones con otras mujeres. Ginger
recordaba lo altivo que Devin se mostraba hacia el final. Nada ya parecía
ser lo suficientemente bueno para él.
Cuando Ginger era más joven solía perdonar al muchacho esa
creciente inquietud por estar en un sitio más grande y mejor. La
muchacha solía justificar tal actitud pensando que como había sido un
alumno destacado, era natural que desease alcanzar cierta posición en la
vida. Pero entonces no se le ocurrió que Devin podría querer descartarla,
también, porque no encajaría en su nuevo estilo de vida. Ella era sólo una
muchacha pueblerina, agradable y dulce, pero no adecuadamente
sofisticada para acompañar a un hombre ambicioso como Devin.
El joven nunca había llegado a explicarlo así, pero la muchacha lo
había supuesto. Después de lo sucedido, la confianza que Ginger tenía en
sí misma, en sus atractivos nunca había vuelto a ser la misma. De alguna
manera la muchacha no había sido lo suficientemente buena, aunque
nunca supo a ciencia cierta en qué. Supuso que, ya que Devin la había
traicionado sexualmente, no debía tener el atractivo físico necesario para
conservarlo a su lado. La noche de bodas había sido una prueba de eso.
Cuando el joven le hizo el amor aquella fría y miserable noche en Lago
Louise, sufrió una experiencia humillante. Los besos y la calidez del cuerpo
de Ginger no fueron entonces suficientes para hacer olvidar a Devin lo que
había hallado en los brazos de otra mujer.
Entonces Ginger llegó a la conclusión de que no era sexualmente
atractiva. De todos modos no necesitaba un hombre en su vida. Y no tenía
deseos de casarse nuevamente.
Lo que ella hubiese necesitado para conservar el amor de Devin,
ciertamente no lo poseía. ¿Y qué podría pensar el muchacho ahora si la
viese?
La muchacha comenzó a evaluarse con crueldad, sin piedad alguna:
demasiado gordita, con esos kilitos de exceso bien podría haber tenido ya
tres niños como su hermana, pensó la joven, suspirando; un rostro
agradable aunque no llamativo; ojos redondeados que conservaban su
inocencia sin importar la clase de maquillaje que intentara utilizar.
—¿Cómo estás, Ginger?
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—¡Pero eso fue después de verlo a él! Valeria me lo dijo ella vio cómo
sucedió todo —dijo Martha asintiendo en dirección a Val. La hermana de
Ginger miraba el suelo en silencio—. ¿Ves cómo aún te afecta? Creo que
todavía lo amas. ¡A pesar de todo! ¡Y sólo Dios sabe por qué! Por eso no
has vuelto a casarte, en todo lo que piensas es en tu negocio, por eso es
que nunca te arreglas. ¡Aún lo deseas!
—¡No es así! —exclamó Ginger presa de la tensión.
—Mamá, por favor, ¿por qué no te vas a descansar un rato? —dijo Val
intentando calmar a su madre—. Dijiste que estabas cansada. Podemos
seguir hablando más tarde —Val estaba junto a la silla de su madre
convenciéndola de que se pusiera de pie.
—Bueno, está bien. Siento que me sube la presión. No, no es
necesario que vengas conmigo —dijo la mujer alejando a su hija con la
mano.
—¡Quédate y haz entrar en razones a tu hermana!
Val se sentó a la mesa junto a Ginger. Ambas se veían visiblemente
más tranquilas cuando su madre se marchó a dormir.
—¡Lo siento, Ginger! Con el paso del tiempo se torna cada vez peor.
Estaba leyendo un artículo en una revista el otro día escrito por un
psicólogo. Creo que mamá tiene lo que se denomina «expectativas
catastróficas». Se imagina las cosas más terribles que puedan suceder y
luego emplea todas sus energías en preocuparse por cómo y cuándo
sucederán.
Ginger asintió afligida.
—Quizás sus expectativas no estén del todo equivocadas. Mi amiga
Marla… tú sabes, la agente de bienes raíces… le mostrará a Devin una
casa hoy en Double Bluff Beach.
Los ojos de Val examinaron detenidamente a su hermana.
—Él siempre solía decir…
—Que compraría una casa allí; lo sé —los hombros de Ginger parecían
agobiados como por fatiga, y su voz se perdió al pronunciar las últimas
palabras de la frase—. Comienza a ser inevitable que me encuentre con él
en algún momento. Lo siento en mi interior.
Ginger de pronto miró a Val.
—¡Y no es verdad que aún lo amo! No sé por qué todo el mundo se
precipita a sacar esa conclusión. Es sólo que no quiero que me tiemblen
las piernas como aquel día en el funeral. No sé por qué me sucedió eso.
Realmente pensé que podría manejar la situación. Todos esos años que
habían pasado. Pensé que no me molestaría en lo más mínimo verlo otra
vez —los ojos castaño claro de la joven parecieron por un momento
perderse en una mirada distante al recordar la escena…
Ambas habían llegado casi en el último minuto seis meses atrás.
Ginger no quería que nadie advirtiese su presencia. Ella y Val se sentaron
juntas en la parte posterior de la habitación.
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Los ojos del hombre ardían borrosos. ¿Para qué estaba ahí?
El muchacho se preguntaba cómo reaccionaría la joven. ¿Acaso
estaba arriesgando demasiado en su apuesta considerando que la
muchacha había asistido al funeral? Ginger había desaparecido sin
siquiera hablar con él, pero el joven no podía olvidar los ojos grandes e
inmóviles de su exesposa que lo miraban del otro lado del salón. No hubo
entonces ningún destello alentador en aquella mirada. ¿Por qué razón él
alimentaba la esperanza de que podría haber una oportunidad? ¿Acaso él
era un tonto al suponer que la joven aún podría perdonarlo?
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Capítulo 3
Ginger se dio una ducha y se vistió tan pronto como sus manos
temblosas se lo permitieron, luego se fue en su coche hasta la casa
pequeña de madera que habitaba Marla.
Marla sonrió al hacer entrar a su amiga que estaba deseosa de
preguntar por Devin.
—¡Te ves fantástica, Ginger! ¿Es nueva tu ropa? —preguntó Marla,
conduciendo a Ginger hasta la cocina.
—Era de mi hermana. Ella tiene algunos conjuntos tejidos que ya no
puede usar porque ha aumentado de peso. Insistió en dármelos ayer —dijo
la joven con un suspiro—. A mi familia parece no gustarle mi estilo de
vestir —Ginger acomodó con timidez el cuello en V, que mostraba apenas
la unión de su pecho alto y pleno. El material tejido color amarillo se
adhería a sus graciosos contornos y disminuía de modo sorprendente al
encontrarse con una pequeña cintura.
—¿Qué hay de Devin? —preguntó la joven cambiando rápidamente el
tema de conversación.
—¡Vaya hombre! Sé que te lastimó muchísimo hace unos años, ¡pero
debo decirte que al perderlo realmente perdiste bastante!
Ginger perdió por completo el equilibrio. No esperaba una reacción
así por parte de Marla.
—¿Qué… qué… a qué te refieres?
—Tiene todo lo que la mayoría de las mujeres podría desear: es bien
parecido, aún con gafas; tiene dinero, por lo menos lo parece; es
inteligente y tiene una personalidad muy agradable, ¡lo que es poco
habitual! Con todo eso, algunas mujeres lo aceptarían aun cuando jugase
un poquito a sus espaldas.
Ginger estaba atónita, y no podía responder a lo que oía. Las palabras
de su amiga revoloteaban en su mente.
¿Qué esperaba? ¿Qué Marla lo describiese como un ogro? Ella misma
lo había visto hacía seis meses. Sabía que todavía era bien parecido.
—¿Le gustó la casa?
—Parecía muy interesado. ¡Es una casa maravillosa! Le dije que
probablemente se vendería rápido. Dijo que en un par de días me daría
una respuesta.
Ginger tenía una mirada de desamparo, como si hubiese perdido toda
esperanza.
—No te preocupes, Ginger. La playa Double Bluff está del otro lado de
la isla. Es probable que él no venga muy seguido a Langley.
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—¿Ginger? —la voz de Marla sonaba como con prisa—. Devin acaba
de irse. Va a comprar la casa.
—¡Ay, no! —dijo Ginger. La muchacha pareció hundirse en el banquito
detrás de la registradora.
—Y eso no es todo. Observé por la ventana cuando se marchaba. No
volvió a su coche. Está caminando hacia la Calle Primera. ¿No te imaginas
a dónde puede ir? ¿Supongo que no irá a verte?
Ginger sintió cierta aprensión. Se tomó del mostrador con su mano
libre.
—¡No! ¿Estás segura?
—Sí, lo vi tomando el atajo en la farmacia.
—Tal vez va a comprar algo…
Ginger dejó su frase a medio terminar. El cuarto se había oscurecido
ligeramente, y la joven sabía, sin necesidad de levantar la mirada, que
alguien se encontraba en la puerta abierta. Con el auricular del teléfono
aún en su mano, la muchacha miró hacia arriba y se encontró con los ojos
verdes de Devin. Ginger se quedó observándolo, sin moverse durante
algunos segundos, deteniéndose en los amplios hombros y el rostro bien
parecido que ella conocía tan bien y luego una calma irreal la invadió
cubriéndola como una capa.
—Te hablaré más tarde —dijo la muchacha en el teléfono con tono
ligero como si terminase una amistosa conversación. Con una mano
extrañamente firme colocó el auricular en la horquilla. Volvió a mirar al
hombre que se encontraba en la puerta—. Hola —la voz de Ginger fue
clara, desprovista de emoción.
Entonces el hombre entró.
—Hola, Ginger —dijo el joven con voz cálida y controlada. La joven no
había oído esa voz durante ocho años; el sonido bajo, sutilmente
modulado la afectó como una melodía cautivante. El muchacho pareció
disculparse con su actitud y sus palabras—. Es probable que te sorprenda
verme…
—No, no mucho —dijo la joven con frialdad—. Oí que regresarías a la
zona —Ginger no tuvo tiempo de hacer un análisis, pero sus emociones se
hallaban en un lugar donde nunca habían estado. Interiormente la joven
estaba al borde del pánico sin embargo, en su exterior se encontraba de
alguna manera distante y tranquila, como si nada importase. Todo lo que
la rodeaba era real, pero la joven sentía que no podía tocar los elementos
circundantes y éstos no podían hacer lo mismo con ella.
—Bueno, no dudo que todos en Coupeville lo comenten —dijo el
muchacho—. Te enteraste por tu familia, supongo —Ginger no hizo ningún
comentario. Comenzó a atar pequeñas etiquetas con precios en la tarea
que estaba ocupada cuando Marla llamó—. ¿Cómo están tus padres y Val?
—Bien, gracias —respondió la joven con amabilidad.
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—Sí —fue todo lo que Ginger dijo. Él no tenía que saber que eran
buenas amigas. La vida privada de Ginger le concernía sólo a ella y cuanto
menos supiese él de ella, mejor, y más tranquila se sentiría.
—Ha sido muy amable conmigo y sumamente atenta —comentó
Devin.
—Qué bien —la amabilidad de Devin se tornaba cansadora. ¿Cuánto
tiempo permanecería de pie conversando amablemente?, se preguntó la
muchacha. La joven miró su reloj y luego el cartel que colgaba de la
ventana. Tal vez si lo cambiaba de posición para que se leyese «Cerrado»,
Devin entendería y se iría. Ya había tenido suficiente con este encuentro.
Sus nervios ya no podrían resistir más. Pero Devin no hacía ningún
movimiento para irse. La joven jugó nerviosamente con las etiquetas.
—¡Hola, Ginger! ¿Estabas por cerrar?
La joven miró más allá de Devin y sus ojos se encontraron con Jack
Whiting, quien entraba a la tienda. La mirada de Ginger se iluminó como si
el recién llegado fuese una respuesta a sus ruegos.
—¡Hola, Jack! Sí, estaba pensando en eso —dijo la muchacha casi sin
aliento—. ¿Cómo estás?
—¡Genial, como siempre! —respondió el hombre con alegría. Jack
miró a Devin—. Lo siento, no fue mi intención interrumpirlos.
—Está bien —respondió Devin de buen humor—. Sólo me detuve a
saludar a Ginger.
—¿Conoce a Ginger? —preguntó Jack con interés, mirando a ambos.
—Sí. Crecimos juntos en Coupeville —respondió Devin antes que
Ginger pudiese pronunciar palabra.
—¡Entonces es nativo de la isla! Yo no, pero vivo aquí ahora. Soy Jack
Whiting —dijo el hombre extendiendo la mano—. Soy dueño de la galería
de arte calle abajo.
—Devin MacPherson. Es un placer conocerlo —dijo el joven
estrechando la mano de Jack—. Soy asesor contable de…
La muchacha comenzaba a sentir dolor de cabeza al ver a su
exmarido estrechando la mano del hombre con quien ella había estado
saliendo durante dos años.
—Me preguntaba si querrías salir a cenar —dijo Jack volviéndose
hacia Ginger— pero quizás ustedes tengas otros planes.
—¡No, ningún otro plan! —dijo Ginger con inmediato entusiasmo—.
Me parece bien, Jack.
—Bueno, de acuerdo entonces. ¿Estás lista ahora?
Ginger afirmó sacando la llave de su bolso. No miró directamente a
ninguno de los dos hombres, pero podía percibir la repentina tensión en el
ambiente.
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Capítulo 4
Los siguientes días pasaron normalmente para Ginger. Se sentía
mejor consigo misma que antes. El hecho de haberse librado de Devin con
tanta facilidad en su tienda, le dio la seguridad de que podría manejar
cualquier situación que surgiese de su proximidad. También se sentía
segura de que, aun cuando ella y Devin se encontrasen otra vez, sólo sería
por casualidad.
Ginger llegó a su casa con unos vestidos y algunas blusas
delicadamente femeninas que favorecían y destacaban sus formas y eran
de mejor gusto que esas túnicas baratas que solía llevar últimamente.
Además, agregó algunos pares de zapatos, pantalones y faldas.
La joven llevaba puestas algunas de esas adquisiciones (una falda
color malva y una blusa de seda de tono lavanda pálido con cuello de
volados) el viernes siguiente cuando Devin volvió a hacer su aparición en
la tienda. Eran las primeras horas de la tarde. La muchacha estaba
hablando con unos clientes en la parte trasera del negocio, cuando lo vio
entrar. Los nervios de Ginger pronto se tornaron incontenibles. El regreso
del joven hizo añicos su confianza en sí misma y la seguridad de que
Devin no volvería a molestarla. Pero esta vez no sintió pánico. Enfrentaría
a Devin.
Ginger intentó prepararse mentalmente, tomándose el tiempo,
terminando de tratar con sus clientes antes de dirigirse a Devin. El joven
aguardó con paciencia.
—Hola, Devin —dijo la muchacha con amabilidad, pero sin
entusiasmo.
—¡Hola! —El joven la saludó con una amplia sonrisa—. Estás adorable
hoy, Ginger.
La muchacha observó los ojos de Devin que se deslizaban sobre la
blusa, deteniéndose por una fracción de segundo en sus evidentes curvas.
Los ojos de la joven le transmitieron un mensaje a Devin: ella sabía con
certeza lo que él admiraba y ella no se sentía halagada.
—¿Estás en la ciudad para ver la casa? —«Será mejor que tenga una
buena razón para darme», pensó la joven.
—Sí. Me detuve a ver a Marla para discutir mi oferta sobre la casa,
pero ha salido con otro cliente. Pensé visitarte unos minutos hasta que ella
vuelva.
—Bueno —dijo la joven dando un paso hacia atrás y haciendo un
gesto con la mano para señalar el salón lleno de mercadería— eres libre
de dar un vistazo a tu alrededor. Tienes que disculparme, pero debo
ocuparme de mi contabilidad —la muchacha comenzó a alejarse de Devin,
caminando hacia el cuarto trasero, pero de inmediato sintió que el joven
estaba a sus espaldas.
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deseaba rodear a Ginger con sus brazos, besarla, pero era demasiado
pronto. Ella podría resistirse. Devin temía hasta rozarle la mano.
¡Bueno, di algo!, se dijo el muchacho a sí mismo. El silencio se
tornaba excesivamente prolongado.
—Ginger… —Devin extendió la mano para tocar el brazo de la joven,
pero luego puso la mano en el bolsillo—. ¿Por qué no cenamos juntos esta
noche? —El mismo Devin se sorprendió de que su voz sonara tan calma.
Los ojos de Devin vacilaron cuando la joven de pronto se volvió para
enfrentarlo, dando un paso atrás. Él se mantuvo firme; podía interpretar
las señales en los hermosos ojos de la joven, plenos de resentimiento y
cautela.
—¿Por qué deberíamos hacerlo? —La voz de Ginger era fría mientras
no dejaba de mirar a Devin.
El muchacho pensó que Ginger era increíblemente directa. La mente
del joven buscaba una respuesta.
—¿Por qué no? Ya que me he mudado otra vez a la zona, pensé que
podíamos ser amigos. Antes lo fuimos.
—Sí. Fuimos más que amigos, Devin. Pero preferiría no recordar. No
siento que haya espacio o necesidad para la amistad entre nosotros. No
me interesa cenar contigo.
Devin miró a Ginger de pie allí, con sus tacones altos, de brazos
cruzados sobre su blusa delicada, mientras pronunciaba esas palabras. La
voz de la muchacha tembló levemente por el enojo. En apariencia, el
joven toleró el rechazo de Ginger sin perder la calma. Pero debió respirar
profundamente al sentir la reacción de su estómago. Pero el muchacho no
tenía intenciones de darse por vencido sin una pequeña discusión.
—¿Por qué no puede haber espacio para la amistad? Todos
necesitamos amigos. Yo siento necesidad de tu amistad.
Devin observó cierta alarma indefensa en los ojos de la muchacha por
un instante. Pero la expresión de Ginger era segura, y su voz, ruda al
responder:
—¿Entonces por qué la traicionaste hace ocho años?
Devin bajó la cabeza, sintiéndose como si la joven le hubiese dado un
puñetazo en su dolorido estómago.
—Yo… —¿Qué podía decir el muchacho?—. No fue mi intención
lastimarte, Ginger. Ya te lo he dicho.
—¡Nunca comprendí cómo pudiste tener una aventura con otra mujer
y pensar que no me dolería! —exclamó la joven con furia.
Devin se sintió presa del dolor.
—Sé que nunca lo comprendiste. Yo tampoco me comprendí a mí
mismo entonces… —el joven dejó de hablar. No tenía sentido tratar de dar
explicaciones ahora. No había tiempo, y, de todos modos, la muchacha no
se mostraba receptiva.
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—Ginger, ¿por qué debemos permitir que algo que sucedió hace ya
ocho años influya sobre la decisión de que cenemos juntos esta noche?
¿No podemos olvidar el pasado por esta vez?
La voz y la expresión de la joven eran serias cuando respondió; su
labio inferior comenzaba a temblarle. El muchacho se dio cuenta de que
había presionado demasiado a la joven.
—Es al revés —dijo la muchacha—. He olvidado el pasado. ¡Es sólo
que no quiero que me lo recuerden otra vez! Ahora me siento bien y me
va bien, pero no tengo inconveniente en decir que me llevó cierto tiempo
superar lo que ocurrió. Ahora que todo ha pasado, lo quiero dejar allí, en el
pasado. No deseo tu amistad, Devin. ¡Tengo amigos, amigos en los que
puedo confiar! Debes perdonar mi sinceridad, ¡pero no confío en ti! ¡No sé
lo que deseas o por qué has regresado aquí, pero sólo hazme un favor:
déjame sola!
La voz de Ginger se quebró en la última palabra, y la muchacha llevó
por unos momentos una mano temblorosa a sus labios. Luego se irguió
aunque Devin percibió que todo el cuerpo de la joven se estremeció al
tratar de controlar su emoción.
La herida de hacía ya tantos años se había abierto. Devin había
deseado con todo su corazón evitar que eso sucediera. Hubiese abrazado
a la joven para intentar reconfortarla si no hubiese sabido cuánto
desprecio sentía Ginger por él.
Devin se sintió desprotegido, agotado. No había nada por hacer. Al
mirar a la muchacha, el joven trató de pensar en algo que pudiera decir
ante tales circunstancias. Por fin el muchacho sólo se volvió y con
tranquilidad se retiró, dejando a Ginger en el lugar. La joven siempre había
sido una persona emocionalmente intensa. Años atrás, el muchacho había
aprendido a hablar con ella, a darle seguridad. Pero ahora Ginger no se lo
permitiría.
Mientras Devin se dirigía a la Calle Segunda, trató de respirar
profundamente para calmar sus propias emociones y su estómago
ardiente. El muchacho debía tranquilizarse para discutir el tema de la
casa.
Al entrar a la oficina de bienes raíces, Marla Rosetti estaba allí. El
joven se sentó junto al escritorio y ambos trataron el negocio durante un
rato. Al terminar la conversación sobre la casa, Devin tomó un rollo de
tabletas antiácidas de su bolsillo, y la puso en su boca.
—Se ve algo cansado hoy —dijo Marla—. ¿Se siente bien?
—Sólo se trata del estómago rebelde —respondió Devin. Pensativo, el
muchacho observó la mano izquierda de la joven morena. Devin había
notado que Marla no llevaba sortija y supuso que era soltera o divorciada,
como Ginger. Devin se preguntó cuál sería el caso—. ¿Vive aquí en
Langley?
—Sí, me mudé aquí hace cinco años.
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respecto a las cosas. Ginger no podía evitar sentir que su amiga estaba
ocultando algo.
¿Pero de qué se trataba? ¿Acaso ella y Devin…? No, Marla se veía con
Jack. No podía tener dos relaciones amorosas al mismo tiempo. ¿O sí? De
pronto imaginó a Marla y a Devin juntos y comenzó a sentirse mal.
Permitía que sus pensamientos la dominaran, se dijo Ginger a sí
misma. Marla no haría algo así. Aun cuando alguna vez había dicho que
Devin le parecía atractivo, no lo haría. La joven morena no había dado
señas de que la velada que compartieron hubiese consistido en algo más
que una conversación en un restaurante.
—¿Sucede algo malo? Pareces estar mal —dijo Marla.
Ginger miró a su amiga. Había cierta distancia en los ojos de Marla
que la joven nunca había visto.
—No me sucede nada —«¿Realmente te importa?», quería preguntar
Ginger.
Tal vez era injusta con su amiga. Quizás Marla se sentía aburrida de
tener que escuchar constantemente esos comentarios sobre Devin. Tal
vez también se había aburrido cuando estaba cenando con él. ¿Acaso
Marla estaba tan cansada del asunto que ni siquiera quería hablar más?
Ginger no sabía qué pensar. Después las jóvenes conversaron sobre
temas sin importancia; no era para nada uno de esos almuerzos divertidos
y estimulantes. Ginger regresó a la tienda confusa y deprimida.
Durante la semana siguiente Ginger no tuvo noticias de Devin, y evitó
a Marla. La joven se sorprendió cuando la muchacha morena la llamó a
principios de la semana para invitarla a almorzar. Ginger halló una excusa
para no ir. En cierto modo prefería estar sola, temiendo sentirse incómoda
con Marla otra vez.
El viernes Marla llamó una vez más y se mostró tan afectuosa y
entusiasta en el teléfono que Ginger no pudo resistir la invitación a
almorzar. Mientras se dirigía a la Calle Segunda, Ginger esperaba que la
amistad entre ellas recuperase su habitual facilidad. La muchacha decidió
que no tocaría el tema de Devin.
Al acercarse al pequeño restaurante, Ginger vio a través del inmenso
ventanal del frente que Marla ya se encontraba en el reservado habitual.
Con una sonrisa Ginger abrió la puerta y entró. Saludó a Marla y se sentó
frente a ella.
—¡Qué hermoso vestido, Ginger! —dijo la joven morena, mientras sus
ojos oscuros apreciaban la elaborada confección de los hombros y las
mangas. Era uno de los nuevos vestidos de Ginger, con pliegues pequeños
y delicados y un color realmente bello.
—Gracias. Costaba más de lo que deseaba gastar, pero no pude
resistirme.
—¡Te queda encantador! Bueno, ¿cómo marchan las cosas en la
tienda? —preguntó Marla. La muchacha escuchó con un interés poco
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—¡No, por supuesto que no! —dijo Devin—. Sólo… vine para discutir
con Marla sobre la casa. No nos molestas en absoluto.
«¡Por supuesto! Ambos tienen la palabra culpable escrita sobre sus
rostros. Creen que soy estúpida», pensó la joven. Los ojos de Ginger
cayeron sobre el mantel y permanecieron allí. «¡No hagas el ridículo,
Ginger! ‘No exageres’. Tal vez estás juzgando la situación
equivocadamente. Tal vez ellos no…»
—¡Bueno, siéntate, Devin! —dijo Marla haciendo sitio para que el
muchacho se sentara—. ¡Únete a nosotras!
La incomodidad de Marla pareció desaparecer. Ginger miró a su
amiga, sorprendida, con dolor y sospecha aún en sus ojos. Marla le sonrió
con dulzura, luego miró a Devin quien, con cierta cautela, había elegido el
asiento junto a la joven morena.
—Me alegra haberlas visto por la ventana.
Con dedos temblorosos Ginger abrió su bolso y sacó dinero de la
cartera para pagar su cuenta. Sería mejor que se marchara antes de
ponerse una vez más en ridículo. No había nada que comprobase que
hubiera algo más que una cuestión de negocios. Y, de todos modos, ¿a
quién le importaba? ¡Si querían tener una relación amorosa, allá ellos! A
ella no le concernía.
Ginger colocó el dinero sobre la mesa. Con voz medianamente calma,
la muchacha dijo:
—Tengo que regresar a la tienda —sin volver a mirarlos, la joven
abandonó su asiento y se dirigió a la puerta. Oyó que ambos murmuraban
algo en respuesta, pero no prestó atención. En breves instantes, se
encontraba otra vez en su tienda, sola en el santuario de su pequeña
oficina.
Durante las siguientes dos horas Ginger trató de analizar su propia
reacción y especular sobre la aparente relación entre su amiga y Devin.
Pero tenía tal confusión, que pronto se dio por vencida, diciéndose a sí
misma que de todos modos no importaba.
Sin embargo, sus pensamientos no la dejaban sola. La imagen de
Marla y Devin sentados juntos frente a ella recurría una y otra vez en su
mente. Hacían una pareja agradable. Marla tenía la delicada sofisticación y
la rapidez mental que seguramente Devin desearía en una mujer. Y Marla
ya había aclarado que Devin le parecía atractivo. De pronto Ginger sintió
deseos de llorar.
Con determinación la muchacha se puso de pie y caminó hasta el
cuarto principal de su tienda. Para distraerse, la joven tomó un paño y
comenzó a limpiar. Era una tarde poco activa. Sólo un cliente había
entrado a mirar por unos instantes, marchándose luego sin comprar nada.
Ginger colocaba unos candelabros de bronce que había lustrado en su
sitio correspondiente cuando Devin entró a la tienda. La joven se puso
tensa se sintió ahogada por el resentimiento. ¿Qué hacía él aquí?
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joven se alejó del muchacho, pero él la tomó del brazo y la mantuvo junto
a sí—. Y si lo estás, entonces eso significa que aún conservas ciertos
sentimientos hacia mí.
Las palabras de Devin provocaron a la joven.
—¡Qué ego tienen ustedes los hombres! —La muchacha se volvió y
miró con ira al joven—. ¡Sí, tengo sentimientos hacia ti, Devin:
resentimiento, amargura… simple ira ante tu audacia de regresar aquí y
tratar de abrirte paso dentro de mi vida! —Ginger pudo ver por la
expresión dolorida de Devin que sus palabras lo herían—. Ya no me
conoces tan bien. ¡Fui lo suficientemente inocente como para cegarme
ante tu falta de integridad, tu inconstancia, tu… tu debilidad para con las
mujeres fáciles! ¡Ahora soy un poco más madura… o por lo menos lo
suficientemente inteligente como para saber que no debía acercarme a ti!
Ambos permanecieron allí durante un instante sin decir nada.
—Entonces me odias —dijo por fin Devin—. Yo… esperaba que lo
hicieras, y lo comprendo. Puede que te sorprenda saber que en cierto
modo me alegra que me odies. Era tu indiferencia lo que temía.
Ginger se puso seria y miró perpleja a Devin.
—Pero tú no eres indiferente —continuó diciendo el joven—. De
alguna manera todavía te importo, aun cuando sea de un modo negativo.
Hay una línea muy delgada entre el amor y el odio, ¿lo sabías? Un amor
que ha sido traicionado, naturalmente se convierte en odio. Pero quizás…
Las lágrimas humedecieron los ojos de Ginger. Devin era tan incisivo;
podía pensar con tanta cordura… Era rápido e instintivo como Marla.
¿Cómo podría competir con él? Le llevaría medio día de razonamiento
analizar sus emociones y hallar una buena respuesta para el argumento
del joven.
—De acuerdo, puede que sea verdad —dijo la muchacha—. Es difícil
para cualquiera olvidar por completo un viejo amor. Pero eso no significa
que una persona deba alimentar lo que queda de un sentimiento. No sé
qué es lo que buscas de mí, Devin, pero no quiero nada de ti. ¡Ni amistad,
ni amor, ni nada!
La expresión de Devin era de un total abatimiento, pero permaneció
donde estaba, sin dar señas de querer marcharse. El joven se veía algo
pálido, como si no se sintiera bien. Ginger se alejó de Devin y se dirigió
hacia la caja registradora. De modo ausente, la joven jugó con una
estilográfica sobre el mostrador. Después de unos instantes, oyó pasos y,
cerca, la voz de Devin.
—Ginger, cena conmigo esta noche.
La muchacha se volvió abruptamente.
—¿No has oído nada de lo que te he dicho? —dijo la joven, perpleja.
—Lo oí. No estoy de acuerdo.
Ginger podía observar el rostro testarudo de Devin ahora.
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Capítulo 5
Ginger, nerviosa, miraba su reloj. Eran las diez. Era probable que
Devin ya hubiese descubierto su propósito de romper la cita. Y era mejor
así. ¡El joven no tenía por qué insistir en pasar el día con ella!
Un recuerdo vívido de la fuerza sensual que Ginger había sentido
mientras se encontraba entre esos brazos recios la invadió. Los besos de
Devin eran tan avasalladores, más de lo que ella recordaba desde los días
del noviazgo. Su madre tenía razón: Devin era peligroso.
Ginger tenía que ser fuerte, se dijo a sí misma mientras desempacaba
unos juegos de cubiertos que le habían enviado el día anterior, y con aire
ausente los dispuso sobre un estante. Ella no podía permitir que el joven
utilizara su debilidad para hacer de ella lo que él deseara.
Pero Devin estaba en lo cierto… aún cuando ella lo odiara, el
muchacho todavía le importaba. Ginger se asustó al darse cuenta de sus
sentimientos. No podía permitirse confiar en él otra vez. Ella debía…
—Hola, Ginger.
La muchacha se volvió. Devin se encontraba a pocos pasos. La joven
no lo había oído entrar por la puerta del frente de la tienda.
—¡No tienes que atemorizarme de esa manera!
—Lo siento. Me alegro de encontrarte aquí.
—¿Dónde más podría estar? —respondió la joven, irritada.
—Afuera, en los bosques, ocultándote de mí.
—Tal vez es lo que debería haber hecho —dijo la muchacha mientras
continuaba desempacando. Sin embargo, Ginger no olvidó reparar en lo
atractivo que se veía el joven con los pantalones tostados, la camisa con
cuello abierto, y una chaqueta informal.
—¿Por qué no lo hiciste?
—¿Qué? —preguntó Ginger, enojada, sin comprender.
—Nada —respondió Devin con calma. El muchacho vaciló sólo un
instante, luego dijo—: Marla me dio la llave de la casa. Le dije que quería ir
a verla, ver qué clase de muebles necesitaré comprar y todo eso.
—¿Eso está bien? No eres el dueño legal todavía.
—No exactamente —admitió el joven—. Debido a que el dueño actual
se encuentra en la costa este, Marla supuso que el hombre nunca notaría
la diferencia. Ella tratará de hacer los arreglos para que yo rente la casa
hasta la fecha de cierre, cuando yo tome posesión legal. De esa manera
podré hacer uso de ella con anterioridad.
—¡Qué atenta es Marla! —dijo Ginger. La muchacha no tenía
intenciones de parecer maliciosa, pero sabía que así era. Ginger oyó una
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***
Unas horas más tarde Devin tomaba la mano de Ginger mientras
caminaban por la playa.
Ginger no se opuso. La joven disfrutaba del día y había abandonado
toda idea de pelea con Devin, por lo menos por un tiempo. Ella no veía
ningún peligro en caminar por la playa con su exesposo en un día
maravilloso y soleado.
Fue un rato maravilloso. Pasearon, juguetearon y hasta mantuvieron
una pequeña pelea por el agua que se olvidó de inmediato en un abrazo
ardiente y urgente. Las manos de Ginger llegaron hasta los hombros de
Devin, y luego se unieron alrededor del cuello firme. La muchacha notó
que había estado esperando, deseando que el joven la besara, durante
horas.
Los brazos de Devin rodearon con firmeza a la joven, estrechándole el
cuerpo, encerrando los bien formados senos contra el amplio pecho. El
contacto y la fuerza de esa presión entre los dos cuerpos excitaron a
Ginger, haciendo que su pulso comenzara a acelerarse. La muchacha se
sintió aturdida al devolver cada uno de los besos intensos. La joven cerró
los ojos como en un ensueño mientras sus labios ardientes y deseosos se
abrían ante aquella boca.
Cuando el beso se profundizó, las manos de Devin se deslizaron por la
espalda de Ginger, acariciando la suave tela sedosa de la blusa, llegando
luego a la pequeña cintura para recorrer entonces con firmeza el delicado
trasero. Lentamente las manos del muchacho se deslizaron por los
costados de la esbelta cintura, luego ascendieron hasta los senos. Las
palmas de las manos acariciaron y dejaron su huella en los redondeados
contornos, haciendo estremecer ligeramente a la joven en un frenesí
sensual.
Ginger recordó aquellos años de juventud, los momentos lejos de
familiares avizores, cuando Devin desprendía con delicadeza los botones
de su blusa y mimaba sus senos desnudos. Joven e inexperta, la
muchacha se avergonzaba y se sentía algo inquieta al principio, llegando
después a ansiar aquellas íntimas caricias. Y ahora volvía a desearlas.
—Ay, Ginger —le susurró Devin con sentimiento cuando por fin apartó
su boca de los labios de la joven. Con debilidad, la muchacha descansó su
frente sobre el cuello de Devin, y el muchacho reclinó la cabeza sobre la
de ella, mientras su mejilla tomaba contacto con el cabello sedoso. Los
brazos del joven se deslizaron una vez más por el cuerpo de Ginger en un
cálido abrazo—. Te extrañé tanto… Traté todos estos años de olvidarte,
pero no pude.
Todos los sentimientos positivos y ansiosos hacia Devin se
desvanecieron con los recuerdos terribles que las palabras del joven le
devolvieron a su mente. Los ojos de la muchacha comenzaron a llenarse
de lágrimas y la expresión de su rostro mostró cierta perturbación
mientras su cuerpo empezaba a manifestar cierto rechazo.
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—¿Ginger?
—¿Entonces por qué me dejaste? ¿Por qué tuviste que irte a Chicago?
¿Por qué hiciste el amor con esa mujer cuando sabías que pronto te
casarías conmigo y me tendrías a mí para hacerlo? —preguntó la
muchacha, presa de una incontrolable emoción—. ¿Era demasiado
aguardar dos o tres semanas después de todos esos años compartidos?
¿O acaso ella era más hermosa que yo?
—Ginger…
—¡No trates de calmarme! Regresas ahora, acariciándome y
besándome, como si yo debiera olvidarme de todo. Bueno, no lo haré…
¡No puedo hacerlo! ¡Conque me extrañaste… vaya que es terrible! ¡Casi
estuve a punto de matarme cuando te marchaste!
Ginger observó el horror en el rostro de Devin antes de apartarse de
sus brazos y comenzar a correr por la playa.
—¡Ginger! —oyó la joven exclamar al muchacho detrás de ella, pero
no se detuvo. Sin embargo, en unos instantes el joven puso punto final a
la huida de Ginger, encerrándola en sus fuertes brazos.
—¡Eso es algo que debemos discutir! —dijo el muchacho mientras
sostenía con firmeza los brazos delicados y obligaba a la joven a que lo
mirase.
—¡No quiero hablar, quiero olvidarlo! —dijo la muchacha, tratando de
no darse por vencida.
—Pero dijiste que no podías olvidar. Yo tampoco. Si hablamos sobre el
tema, es posible que de alguna manera dejemos atrás esos malos
recuerdos —Ginger estaba llorando ahora, y el muchacho recostó la
cabeza de la joven sobre su hombro—. Permíteme explicarte. ¿Por qué no
vamos a la casa?
Ginger luchó con todas sus fuerzas para controlar sus emociones
ingobernables. Deseaba conservar algo de su dignidad. Además, cuando
ella permitía cierta libertad a sus emociones, sólo lograba quedar más
vulnerable frente a los brazos fuertes y la voz reconfortante de Devin. Eso
era algo que no debía permitir. Ginger deseaba ver al joven exactamente
como era, no como él mismo quería convencerla de que era.
La joven se secó las lágrimas con las manos y se apartó del
muchacho.
—De acuerdo —dijo la muchacha con un tono de voz firme, casi
desafiante—. Me gustaría oírte. ¡Nunca me explicaste satisfactoriamente
por qué me traicionaste!
—Lo sé —dijo el joven con calma. El muchacho tomó la mano de
Ginger y la condujo hasta la casa.
—Bueno —dijo la muchacha después de varios minutos de silencio.
—Es difícil comenzar —dijo el muchacho con suavidad. Se veía
cansado y preocupado al mismo tiempo—. ¿Recuerdas, Ginger, lo bien que
me iba en la escuela, cuando ganaba todas esas becas y lo demás?
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hacer más que regresar aquí y tratar… de ver si había algo de lo que
habíamos compartido que pudiese salvarse. Yo sabía que podría ser más
doloroso que dejar las cosas como estaban y continuar sin ti, pero tenía
que intentarlo. La vida no parecía valer la pena ya. Me llevó mucho tiempo
y muchas discusiones con mis superiores desligarme del ambiente de
negocios de Chicago, pero lo hice. Entonces ahora estoy aquí, abriéndome
paso en tu vida —dijo el joven, sonriendo en actitud de disculpa.
Ginger devolvió la misma sonrisa pálida. La muchacha no sabía qué
decir.
—¿Qué piensas, Ginger? ¿Cuáles son mis posibilidades?
La muchacha consideró la pregunta con rostro triste.
—No lo sé, Devin —dijo la joven por fin—. A pesar de que ha pasado
mucho tiempo, aún es difícil para mí olvidar el hecho de que me fuiste
infiel. Ahora comprendo mejor lo que te llevó a esa situación. Tal vez hasta
en parte haya sido mi culpa. Pero el hecho de que tú… cuando estábamos
tan cerca el uno del otro, pudiste haber sido tan… cómo pudiste tener una
relación íntima con una… una mujer que apenas conocías. Yo no podría
haber hecho eso, Devin. Aún ahora no podría… dormir con alguien que
acabo de conocer.
—Los hombres se sienten atraídos sexualmente con más rapidez que
las mujeres. También el ego del hombre está involucrado en todo esto. Y
yo era muy joven. Pero no creo que pueda darte ninguna respuesta que te
satisfaga. No tengo una buena excusa. Todo lo que puedo hacer es admitir
mi error.
Ginger permaneció inmóvil, mirándose las manos con expresión
decepcionada. Después de unos instantes. Devin se sentó junto a la
muchacha y colocó su mano sobre la de ella.
—Sé que será difícil olvidar lo que sucedió, Ginger. ¿No podríamos
dejarlo a un lado por el momento y recomenzar? Compartimos tanto una
vez… Creo que el potencial todavía está allí… por lo menos lo está para
mí. Aún creo que eres hermosa. Todavía me fascinas… aún más, ahora
que ambos somos maduros.
Los ojos de Devin descendieron y recorrieron las curvas de la joven.
La mirada de Ginger atrapó la del muchacho y éste sonrió con timidez.
Algo hizo que la joven le devolviera la sonrisa, una sonrisa ligera. Ginger
no podía negarse ni siquiera a sí misma que se sentía feliz de que Devin la
deseara.
—Tal vez me esté engañando a mí mismo, pero creo que todavía me
encuentras atractivo, también. ¿Es así?
Devin era algo más que atractivo para ella. La joven ni siquiera podía
comenzar a expresar lo que el muchacho significaba para ella. Sin
pronunciar palabra asintió en respuesta a la pregunta.
Devin acercó a la joven y con delicadeza apartó una lágrima con su
dedo pulgar. El muchacho acercó su rostro y besó ligeramente los ojos, las
mejillas y luego los labios de la joven.
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Capítulo 6
Días después Ginger trabajaba en su tienda cuando sonó el teléfono.
—Hola, Con Sabor a Ginger —respondió la joven.
—Ginger, soy yo, Devin.
—Ah —la voz de la muchacha mostró una evidente falta de
entusiasmo.
—Lo sé, estás encantada de saber de mí —dijo el joven en broma,
aunque al mismo tiempo parecía algo triste por la actitud de Ginger—.
Temo que no podré verte este fin de semana como habíamos acordado.
Ha surgido algo.
—No hay ningún inconveniente.
—Sé que no lo hay para ti —respondió el joven con tono bajo, cargado
de resignación—. ¿El miércoles? Para entonces debería… creo que podré
tomarme parte de la tarde libre. Podríamos pasear juntos.
—¿Por qué supones que yo puedo tomarme la tarde libre? —preguntó
la muchacha con tono cortante.
—Sólo sería desde, las tres. No es mucho. Vamos, Ginger —dijo el
joven con insistencia.
—Supongo que me recordarás la promesa que hice si no acepto.
—Podría hacerlo.
—¿Y qué sucedería si te digo que no me importa la promesa que me
forzaste a hacer, que no deseo verte? —dijo la joven perdiendo el control.
—Ginger… —comenzó a decir Devin, y luego hubo un largo silencio—.
Sé buena conmigo, Ginger, por lo menos durante esta llamada telefónica.
Sólo… dime que nos veremos el miércoles. Entonces podrás discutir
conmigo. Te compraré un juego de tablas para cortar pan para compensar
el ingreso de dinero que pierdas al cerrar más temprano.
El tono de Devin era tan extraño que la joven se sintió perdida. Sintió
que algo no funcionaba bien, que el joven tenía alguna dificultad, pero no
deseaba preguntar de qué se trataba por miedo a que él pensara que ella
estaba preocupada.
—Entonces, ¿qué te parece el miércoles, alrededor de las tres?
—Supongo que… bien —dijo sin más la joven.
—Mientras tanto, cuídate —dijo el muchacho con seriedad.
—Lo haré —Ginger quedó algo sorprendida por el comentario de
Devin; ella no estaba enferma.
—Te amo.
La joven se puso tensa.
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***
Un nuevo almuerzo reunía a Ginger y Marla.
—Hace tiempo que no te veo —dijo Marla cuando se sentaron en su
reservado habitual—. ¿Cómo marchan las cosas entre tú y Devin?
—Hemos acordado vernos por un tiempo.
—¿Hay posibilidades de que vuelvan a estar juntos? —preguntó la
joven morena con tono esperanzado.
—Yo no diría eso —respondió Ginger.
—Pero él lo debe desear, ¿no?
—Sí —dijo la muchacha, extrañada de que Marla le hiciese preguntas
personales como si nunca hubiese habido un desacuerdo en su amistad.
—Entonces, tú eres quien no está segura.
—Sí… es más que eso. Yo preferiría no tratarlo en absoluto, pero me
hizo prometerle que lo vería durante un mes —admitió la joven.
—Hizo que se lo prometieras —repitió la joven morena con tono
sarcástico—. ¡No hubiese tenido problemas en convencerme a mí!
La sinceridad de Marla hizo sonreír a Ginger. Era extraño ver a su
amiga envidiosa. Era más lógico que Ginger envidiase a Marla por la
seguridad en sí misma, y por su figura esbelta.
—Nunca te fue infiel a ti —le recordó Ginger a Marla.
—Tal vez Devin lo lamente con sinceridad y sienta mucho lo que hizo
hace años —le sugirió Marla.
—Sí, eso es lo que él dice.
—¿No le crees?
—Yo… —Ginger no podía hallar las palabras exactas. Nunca se había
hecho esa pregunta—. Supongo que le creo.
—¡Realmente debe amarte!
Ginger asintió.
—Eso dice, también.
—¡Bueno, debe ser así, Ginger! Dejó su puesto en Chicago y volvió
hasta aquí para quedarse, esperando recuperarte a pesar de que tienes
todas las razones para odiarlo. Para eso hay que tener muchas agallas… y
mucho amor hacia ti también.
—¿Cómo sabes que lo hizo todo por mí? —preguntó la joven, curiosa.
—¡Es obvio!
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—Tal vez sólo se cansó de Chicago. Ahora que Devin está aquí, quizás
se interesa en mí porque se imagina que soy una presa fácil.
—¿Una presa para qué?
—Sexo.
Marla miró a su amiga con perplejidad.
—¿Realmente piensas que es eso todo lo que busca?
—No lo sé. Es posible. Ya ha tratado de… —Ginger dejó de hablar
pues sentía que era innecesario terminar la frase.
—Pero Ginger, si él te ama, es natural que también te desee.
—No creo que un hombre necesite estar enamorado para obtener una
relación sexual del sitio más conveniente. Devin durmió con esa mujer en
Chicago y no estaba enamorado de ella.
—Tal vez era ella la que buscaba una relación conveniente —sugirió
la muchacha morena.
Ginger miró a Marla con ojos acusadores.
—¡Ya que eres buena defensora de Devin! No hay dudas de que te ha
impresionado muy bien… pero Devin siempre ha tenido cierto talento para
eso. ¿Por qué lo defiendes? ¿Te ha confesado que soy una mujer
insensible o algo parecido?
—¡No! —respondió Marla de inmediato, mientras sus ojos denotaban
una especie de alarma—. Te dije hace tiempo que pienso que Devin aún te
ama y es evidente que le importas mucho. Deberías darle una
oportunidad. Cuando veo a Devin, él simplemente… habla sobre la casa,
firma los papeles que le doy, y… mastica esas tabletas antiácidas —la voz
de Marla insinuó cierto enojo al terminar la frase.
—Le estoy dando una oportunidad —se defendió Ginger.
—¡Si no lo haces, hay cientos de mujeres que estarían deseosas de
ocupar tu lugar! Podrías lamentarte por perder esa oportunidad.
La advertencia de Marla molestó a Ginger. Después de unos instantes
de silencio se despidieron amigablemente.
Ese día para alegría y sorpresa de Ginger, Jack la invitó a cenar.
—¡Encantada! —respondió Ginger—. ¿Marla está ocupada esta noche?
—preguntó la joven con una sonrisa traviesa.
Jack le devolvió la sonrisa con cierta timidez.
—Supongo que sabes que ella y yo nos hemos estado viendo muy a
menudo. Sí, tenía que ver a uno de sus clientes… alguien que está en un
hospital, supongo que tiene que cerrar un negocio.
Ginger y Jack salieron a cenar, y a los postres el hombre acertó a
mencionar que Marla había salido a cenar la semana anterior con un
cliente que estaba por comprar una casa en la playa Double Bluff.
Ginger dejó su café y miró fijamente a su acompañante.
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—Debe haber sido Devin. Está por adquirir una casa allí, y Marla es su
agente. Dudo que tenga dos clientes que compren en esa misma zona.
—¿MacPherson? ¿Tu exmarido?
—Sí.
—¡Comprendo! —dijo Jack, mostrando cierta inquietud ante las
noticias—. ¿Tú sabías que habían salido juntos?
—No, no la semana pasada. Sé que cenaron juntos hace dos o tres
semanas.
—¡Esto cada vez se pone más interesante! —dijo Jack con creciente
incomodidad.
—Tal vez ella no se dio cuenta de que tú lo habías conocido y fue por
eso que no mencionó su nombre.
—Tal vez… Marla no es la clase de mujer que un hombre pueda
poseer por completo. Supongo que ésa es la razón por la que ella me tiene
fascinado —dijo el hombre, con tono algo desesperanzado.
Ginger observó la mirada baja de Jack y su bigote inclinado rubio, y
sintió lástima por él. Ginger no podía asegurarle que su amiga lo
correspondiera en sus sentimientos, pero sí estaba segura de otra cosa.
—Devin y yo nos hemos visto muy a menudo —le dijo la joven a Jack
—. De hecho, dice… que me ama, y desea que volvamos a estar juntos.
—¡Ah! —dijo Jack, con una voz que denotaba cierta comprensión de la
situación.
—Sí —Ginger sonrió ante el alivio instantáneo del hombre—. Me
molestó un poco el hecho de que Marla me dijese que Devin la había
llevado a cenar la primera vez. Pero era sólo porque trabajaban juntos por
lo de la casa. Me imagino que el que estuviesen juntos la semana pasada
tuvo que ver con lo mismo. Si bien ninguno de los dos me lo mencionó…
—la voz de Ginger terminó la frase lentamente con cierta sensación de
duda. La joven la sofocó. Tal vez ninguno de los dos lo había mencionado
porque sabían que podría afectarla. La cena era probablemente otra
extensión de sus reuniones de negocios, se dijo la joven a sí misma, algo
tan inofensivo como su salida con Jack.
—Eso me tranquiliza un poco —dijo Jack—. Cuando me encontré con
Devin ese día pensé que aún había algo entre ustedes. ¿Entonces están de
nuevo juntos?
—Algo así —dijo Ginger—. Nos estamos viendo para ver cómo
funcionamos juntos.
—Eso parece bueno. Me agradó Devin. Quiero decir que… no quiero
que esté cerca de Marla, pero… ahora que sé que tú eres el centro de su
interés, ¡creo que es un muchacho muy encantador! —dijo Jack con amplia
sonrisa.
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—¿Qué sucede?
La joven vaciló, y Devin temía que ella no respondiera. Por fin Ginger
dijo:
—¿Alguien te visitó en el hospital?
—Marla pasó a verme —dijo el muchacho con tono indiferente—.
Había intentado llamarme a la oficina… por algo de la casa… y le
informaron que yo estaba internado. Entonces vino a verme más tarde.
Pienso que fue una amabilidad de su parte.
—Sí, Marla es… muy atenta.
Devin rodeó con su brazo a la joven y la acercó hacia él. La muchacha
parecía suave y cálida, y el corazón del joven comenzó a latir
aceleradamente.
—Hubiese preferido que tú me visitaras —dijo Devin en voz baja,
sonriendo ante los dubitativos ojos castaños.
—No me dijiste a mí que estabas en el hospital.
—No se lo dije a nadie. ¡No me veía muy bien con tubos que entraban
y salían por mi nariz! —¡Maldición! Devin quería parecer divertido, pero no
debía haber mencionado eso. La muchacha se veía alarmada.
—¿Tubos? ¿Por qué? ¿Estás tan seriamente enfermo?
—No, no. Mi úlcera sangraba un poco y ésa es la manera de detener…
—¡Ay, no, Devin! —Ginger parecía a punto de llorar. Sus manos se
asían al tejido del suéter del muchacho.
—Todo está bien, Ginger. Detuvieron la hemorragia con facilidad.
Estoy siguiendo la dieta y ahora estoy bien. ¡De veras! —La joven parecía
no cambiar de actitud. Todavía se veía muy preocupada, y Devin la
mantuvo cerca con su abrazo—. Me alegra que estés preocupada —dijo el
muchacho con humor mientras la besaba en la frente.
Ginger se puso tensa en los fuertes brazos. Parecía que Devin había
dicho las palabras equivocadas. El joven suspiró. Aquí estaba él,
completamente solo con Ginger en un maravilloso jardín, en una tarde
brillante de primavera… y él y su úlcera no iban a ninguna parte.
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Capítulo 7
—Bueno… aquí estamos —murmuró Ginger al acercarse al ventanal
levemente abierto. La muchacha no pudo evitar estremecerse: aquí
estaba de nuevo con Devin donde había tenido lugar el episodio más
terrible de su vida.
—¿Hermoso, verdad? —dijo Devin. El joven se encontraba detrás de
Ginger y rozó ligeramente con su mano el hombro de la muchacha. Ginger
retrocedió y se alejó de él. De pronto el viaje le pareció una triste idea y
deseó no haber venido.
—Ginger —dijo Devin siguiendo a la muchacha cuando ella se alejó
inquieta de la ventana—. Lo siento. Sé que es difícil estar aquí otra vez.
También lo es para mí. Pero nos acostumbraremos. Las cosas marcharán
mejor en poco tiempo, lo prometo.
—¿Cómo puedes prometer eso? —preguntó la joven con frialdad.
—Sólo lo sé, eso es todo. ¿Ahora por qué no desempacamos y luego
vamos a cenar?
—De acuerdo —dijo la muchacha suspirando. La perspectiva de
permanecer en ese cuarto durante dos noches era lo suficientemente
mala como para tener que soportar también esa insistente alegría. ¿O
acaso Devin tenía tantas esperanzas porque pensaba que compartirían
una de las dos camas dobles del amplio cuarto?, se preguntó Ginger
mientras abría la maleta. Si eso era lo que el joven pensaba, se iba a
encontrar con una gran desilusión.
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para admirar la hermosa vista. Por fin, el joven se dio por vencido y dejó a
Ginger la cama de la ventana.
Más tarde, cuando Ginger salió tímidamente del baño, llevando una
larga bata encima de su fino camisón, descubrió a Devin en el borde de la
cama en pijama y bata. Estaba leyendo un folleto guía del lago Louise.
Cuando la muchacha pasó con cautela junto al joven, él dijo:
—Creo que mañana deberíamos levantarnos temprano y tomar la
carretera que lleva al lago Agnes. Parece el paseo más popular de las
Rocallosas Canadienses.
—¿Dónde está el lago Agnes? —preguntó la muchacha. Mientras
Devin volvía a mirar una página anterior, la joven se quitó aprisa la bata y
se acostó, cubriéndose con los cobertores hasta el mentón.
—Está en las montañas a un nivel más alto que el Lago Louise. El
camino es… veamos aquí… de tres kilómetros y medio. Se supone que el
viaje nos llevará alrededor de cuatro horas.
—¿Cuatro horas? —repitió la muchacha con cierta duda. Luego se
tranquilizó ya que se encontraba a salvo debajo de las sábanas y Devin
parecía inmerso en los planes para el día siguiente.
—Regresaremos para el almuerzo —Devin levantó la mirada y sonrió.
—¿Todo se encuentra colina arriba?
—No. De regreso será colina abajo.
Ginger rió un poco.
—No sé si estoy lista para eso. No acostumbro hacer mucho ejercicio.
—¡Entonces ya es hora de que lo hagas! He hecho gimnasia dos o
tres veces por semana durante los últimos cinco años.
—¡Bien por ti! —dijo la joven con sarcasmo—. Puedes llevarme en
brazos.
—¡De acuerdo! —Devin puso el libro sobre la mesa de luz y caminó
hasta la cama de la muchacha. Cuando Ginger vio al joven acercarse, se
puso tensa, y sus dedos tomaron con firmeza el borde de la manta junto a
su mentón.
—No te preocupes —dijo el muchacho, inclinándose—. Es sólo un beso
de buenas noches.
El beso de Devin duró un prolongado segundo. Nuevamente, justo
cuando Ginger comenzaba a apreciar la dulzura ce esa boca recia, el joven
se apartó.
—Que duermas bien, querida —dijo el muchacho con suavidad,
acariciándole la mejilla—. Mañana será un hermoso día.
Los ojos de Ginger siguieron a Devin cuando regresaba a su cama, se
quitaba la bata y se cubría con las sábanas. Luego Devin apagó la luz. Se
sentía contenta… hasta, en cierto modo, esperanzada.
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Capítulo 8
Devin, inquieto, cambió varias veces de posición en el asiento. Su
úlcera lo estaba afectando otra vez. Si no hubiese tenido una medicina,
ahora se sentiría muy mal, él estaba seguro de eso. De este modo, la
incomodidad por lo visto podía tolerarse. Cenarían muy pronto, y eso
mitigaría la desagradable sensación del estómago.
Devin miró de soslayo a Ginger, que leía con tranquilidad en el
asiento junto a la ventanilla. La joven no había hablado mucho durante el
día, y él tampoco. Esa mañana, después del desayuno, habían pasado
algunas horas separados. Ginger dijo que deseaba ver los negocios de
regalos en el hotel, cuando Devin le comunicó que daría un paseo. No
había entre ellos actitudes de enojo o frialdad; sólo parecía que no había
nada que decir y era más cómodo para ambos estar separados.
El fin de semana en el lago Louise había resultado un fiasco. Devin no
se había dado cuenta hasta entonces de que Ginger conservaba tantas
cicatrices emocionales. El muchacho en un principio pensaba que la joven
vacilaba en dormir con él ante el recuerdo de su infidelidad y la asociación
que ella hacía en su mente con la noche de bodas. Devin no sabía que su
insensibilidad hacia su entonces esposa había tenido un efecto tan
profundo y duradero, que llegó a alejarla de otros hombres.
¿Y cómo se había comportado él la noche anterior? ¡Con enojo y
resentimiento! Bueno, no podía culparse con demasiada amargura. Él se
sentía terriblemente frustrado. La sensación había crecido durante todo el
día, desde el momento en que vio a Ginger en su lecho esa mañana con el
cobertor a un lado. El día anterior el joven había logrado contener sus
instintos. Sin embargo, al ver a la muchacha con ese ligero camisón y
luego ascendiendo el sendero con aquella camiseta diminuta y su
hermoso pecho, realzado por la respiración irregular, acelerada y la falta
de aliento, fue demasiado. Cuando Ginger respondió a sus besos, Devin
pensó que todo volvería a la normalidad. Se habían llevado tan bien hasta
entonces que pensó en el acto amoroso como en un final apropiado, que
se daría con facilidad. ¡Y cómo había ansiado ese momento!
«Mi querida Finger», pensó Devin con dolor. «Con un error
adolescente, tonto, desconsiderado de mi parte he dañado las vidas de
ambos… tal vez de modo permanente». Si él nunca le hubiera sido infiel, y
el primer encuentro amoroso entre ellos no se hubiera visto afectado, se
habría ahorrado todos esos años de soledad; los hubiese pasado con
Ginger, y ella no hubiera llegado a temer el sexo estando con él.
La culpa era por completo suya.
«Ha estado tan callado», pensó Ginger. Devin parecía estar lejos de
ella, inmerso en sí mismo, pensando, sentado junto a ella, mientras su
cabeza descansaba sobre el alto respaldo. No habían conversado mucho
durante la cena, y desde entonces Devin ni siquiera había intentado iniciar
una conversación. ¿Se estaría dando por vencido? ¿Habría tenido
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que Ginger tuviese razón. Tal vez presionarla para que se casaran era
demasiado a tan poco tiempo de reanudada la relación.
—De acuerdo, esperaremos. ¡Pero no demasiado! —dijo el joven,
sacudiendo ligeramente a la muchacha.
Una luz penetró los ojos castaños de Ginger ante la gentil rudeza de
Devin. Los delicados brazos llegaron al cuello del joven una vez más y
ambos se sumergieron en un apasionado beso.
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Capítulo 9
Sentado en su sillón, Devin se veía inquieto. Deseaba poder ver a
Ginger esa noche pero tenía que cenar con un cliente en Seattle, y
terminaría muy tarde como para ir hasta la isla Whidbey. La joven no
quería que Devin fuese a su apartamento en el ático; la señora Poole
podría no entender las circunstancias. Si estuviesen casados, él podría
verla esta noche y cada noche. Hasta podría haber cenado con él y su
cliente.
De pronto una extraña sensación se apoderó de Devin. Una luz
pareció encenderse en su mente. Se daba cuenta, después de todo este
tiempo, de lo que en realidad sucedía. ¡Y él había permitido que
sucediera! Ginger nunca le permitía tiempo suficiente para pensar de
modo racional. Cada vez que el joven mencionaba el tema de su unión
matrimonial, la muchacha daba respuestas evasivas, y luego lo hacía
olvidar el tema con sus caricias. ¿Por qué?
Realmente Devin no deseaba considerar las razones. ¡Ella se casaría
con él! Otro pensamiento invadió la mente del joven. La semana anterior,
cuando el muchacho vio a Marla, ella le había preguntado si era feliz con
Ginger. Devin no había pensado en esa pregunta entonces, pero quizás
Marla podía ver con más claridad que él lo que ocurría. Ahora podía tomar
conciencia de eso: Marla sabía que Ginger jugaba con él una especie de
peligroso juego.
Devin llegaría al fondo de la cuestión. Al día siguiente por la noche se
encontraría con Ginger. Y las cosas serían diferentes.
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sobre la manga de Devin y apretó el brazo del muchacho. Sin decir nada,
sin siquiera mirarlo, se alejó caminando detrás de Val.
Ginger observó la escena y se sintió traicionada.
—Realmente, te ama, ¿sabes? —le dijo la muchacha a Devin con
suavidad cuando las mujeres se habían marchado—. Ella siempre decía
que eras como un hijo para ella. Por eso se sintió tan amargada cuando…
—Y tenía razones para hacerlo —respondió Devin. El joven se acercó
al escritorio de Ginger y la miró—. Ahora bien: ¿Qué quisiste decir con que
nosotros no queremos casarnos?
—Yo… no creí necesario contarles todo acerca de nosotros.
—Eso no contesta a mi pregunta. Sabes que quiero casarme contigo.
Y tú nunca me has dicho que no deseas lo mismo.
Ginger se mordió los labios. No tenía muchas explicaciones para dar.
La muchacha podía percibir el enojo que aumentaba en la voz del joven.
—Hagámoslo simple. ¿Piensas casarte conmigo?
Ginger se llevó los dedos temblorosos a la frente.
—Por favor, hablemos de eso más tarde. Ver a mi madre siempre me
afecta. Va-vamos a la casa, ¿sí? —Ginger levantó la mirada para enfrentar
los ojos de Devin, como si fuese una niñita—. Me sentiré mejor cuando
estemos solos allí.
Devin miró detenidamente a Ginger.
—Has contestado a mi pregunta. ¡Toda esta actitud evasiva significa
que no quieres casarte conmigo!
Ginger se puso de pie y corrió hacia el joven. Lo tomó de las solapas y
dijo:
—No me malinterpretes, Devin. ¡Te amo… más que a nada en el
mundo! No podría vivir sin ti. ¡Te amo con desesperación!
—¿Entonces por qué no te casas conmigo? —le preguntó el muchacho
sin hacer un solo movimiento.
La muchacha miró a Devin como rogándole.
—Devin, ahora tenemos todo lo que tendríamos si estuviésemos
casados. Yo… me he acostumbrado a mi vida de soltera. No sabría ya
cómo ser una esposa y ama de casa. Me gustan las cosas como son ahora.
No veo qué tiene de malo eso.
Devin apartó la mirada de la joven. La muchacha podía ver que el
joven estaba profundamente perturbado, y eso la lastimaba. Devin tomó
las manos de Ginger y lentamente las alejó de su chaqueta. Con voz
profunda dijo:
—De acuerdo, busquemos algún sitio para cenar, y luego nos iremos
a la casa. Hablaremos allí luego.
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Capítulo 10
Ginger aún estaba en la tienda el jueves, alrededor de las cinco,
cuando Val llamó por teléfono.
—Me temo que debemos cancelar la fiesta de cumpleaños, Ginger —
dijo la joven—. Brian no se ha sentido muy bien todo el día. Esperaba que
aun así pudiésemos celebrar el cumpleaños, pero ahora tiene fiebre, de
modo que no hay nada que hacer más que posponer la fiesta.
—Que lástima —dijo Ginger con sinceridad—. Espero que no sea nada
serio.
—No lo creo. Te haré saber cuando el niño esté mejor.
Ginger cerró la tienda por el fin de semana y se marchó a su
apartamento en el ático. Mientras recogía algunas prendas más para
llevarse en el largo fin de semana, se preguntaba si Devin estaría todavía
en la isla. Cuanto más se acercaba el momento en que lo vería otra vez,
mayor era la ansiedad que se apoderaba de ella. La joven sabía que Devin
deseaba discutir el tema del casamiento nuevamente, y ella no. Más que
nunca Ginger pensaba que casarse con él era una mala idea. El joven ya
se estaba cansando del carácter sensible de la muchacha. Ella temía que
la relación comenzara a fracasar. ¿Si se casara con él, el tedio de la vida
diaria juntos no haría que todo empeorara? ¿Por que Devin no se daba
cuenta de eso? Tal vez lo que el joven quería conversar el fin de semana
fuera si debían continuar viéndose.
Ginger se puso pálida. ¡Dios mío! ¿Acaso ya lo he perdido? Las
lágrimas comenzaron a invadir los ojos de la joven, y debió esforzarse
para contener sus emociones. No puede ser que las cosas marchen tan
mal, se dijo la muchacha a sí misma. Estaba permitiendo que sus
pensamientos la dominaran otra vez. Devin aún la amaba. Él se lo había
dicho antes de hacerle el amor dos días atrás. Y si la relación física no era
exactamente igual, eso no debía significar que la relación sentimental
estuviera terminada. ¡Qué ridícula era!
Cuando Ginger se encontraba camino a Double Bluff eran casi las
siete y media. Cuando la muchacha llegó, vio dos coches en la calzada: el
Mercedes de Devin y un Datsun blanco. El segundo automóvil le resultaba
familiar. Marla tenía un coche como ése. Ginger miró con mayor
detenimiento y observó el emblema de la oficina de bienes raíces de Marla
en la ventanilla trasera.
«Qué extraño», pensó la joven. Ni Marla ni Devin habían mencionado
que debían discutir ningún otro punto del negocio sobre la venta de la
casa. De hecho, la fecha de cierre había tenido lugar hacía casi dos
semanas, y Devin era ya el dueño legal. Una extraña sensación invadió a
Ginger. ¿Por qué Marla estaría allí justo en el momento en que Devin sabía
que la joven se encontraba en Coupeville?
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—Ya veo.
—¿Y qué te hizo venir aquí de esa manera? —preguntó Marla enojada.
Ginger retrocedió tras la pared de la cocina y cerró los ojos. Nadie la
había visto. La joven deseaba no tener que volver a ver a ninguno de ellos.
Sus confusas emociones habían prejuzgado toda la situación,
poniendo en conflicto a todos.
Entonces la muchacha oyó la voz de Jack que decía:
—Ginger vio que tu coche ha estado aquí toda la noche. Sucede que
llamé a su casa para preguntarle si sabía dónde estabas. Fui lo
suficientemente tonto como para preocúpame por ti. Ella me contó lo
sucedido y ambos pensamos lo peor. ¡Pero por lo que tú le dijiste en el
pasado, Marla, yo diría que la suposición podía haber sido una realidad!
—¡Se supone que Ginger debía estar en Coupeville! —dijo Devin.
—Eso se canceló o algo parecido. Ella está aquí, conmigo, afuera en el
coche.
El último fragmento de orgullo hizo que Ginger diera un paso hacia
adelante, para hacer conocer su presencia. Al dirigirse a la puerta se topó
con Devin.
—¡Ginger! —dijo el muchacho, tomándola con firmeza y casi de modo
salvaje de los hombros—. ¿Qué diablos sucede contigo? —La voz del joven
reflejaba claramente su enojo.
—¡Devin! —exclamó Marla, corriendo hacia ellos—. No te enojes con
ella. Fue una conclusión natural. Ella no sabía.
Devin parecía no oír a Marla.
—¿Cómo pudiste suponer que yo haría algo así? ¡Con tu mejor amiga!
¿Acaso no tienes ni un mínimo de fe en mí? ¿Después de todas estas
semanas todavía debo darme la cabeza contra la pared tratando de
convencerte?
—Lo… lo siento, Devin —la voz de Ginger se debilitaba por la fuerza
de los brazos del joven que no la abandonaban.
—¡Lo sientes! —exclamó Devin con voz ruda.
—¡Devin, cálmate! —dijo Marla. La joven morena tomó uno de los
brazos del muchacho para apartarlo de Ginger—. ¡Esto no soluciona nada!
¡No la convencerás de que te crea actuando de esta manera!
Devin soltó a la muchacha pero no dejó de mirarla con ira.
—¡Tal vez ya estoy cansado de intentar que ella me crea!
Marla se veía exasperada.
—¡Acabas de pasar dos horas diciéndome cuánto la amas!
Los ojos furiosos de Devin se volvieron hacia Marla.
—¡Y qué! Se lo he dicho a ella una y otra vez y parece que no
entiende razones. ¡Teme casarse conmigo, parece que cree que debe
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—Bien.
—Quiero poner la casa en orden. Mientras esperamos, quiero que te
concentres en decorarla y hacerla un lugar habitable. Te ayudaré pero tú
sabes más sobre estas cosas que yo.
—De acuerdo, Devin.
El joven miró a la muchacha, inquieto, como si las cosas marchasen
demasiado bien.
—Lo último es que no voy a dormir contigo otra vez hasta que
estemos casados.
Ginger respiró profundamente y bajó la mirada. Esto no era tan fácil
de aceptar. La joven sentía que podría necesitar sentirse segura a través
de él… No. ¿Acaso no había dejado a un lado la idea de que Devin debía
probarle su amor por medio del sexo?
—De acuerdo. Esperaremos —dijo la muchacha—. ¡Ahora, Devin mi
ultimátum para ti es —agregó la joven sosteniendo el frasco con el
remedio— será mejor que tomes esto antes de decir una sola palabra
más! ¡No deseo posponer nuestro casamiento porque debas regresar al
hospital!
La expresión seria del joven se transformó en una sonrisa. Devin
tomó la medicina. Luego dijo:
—¿Entré en la casa correcta? ¿Es éste el mismo lugar que dejé
anoche?
Ginger sonrió, con el rostro iluminado.
—La misma casa, aunque una mujer ligeramente distinta.
—Así me pareció. No demasiado diferente, espero —dijo el muchacho
al rodear con su brazo la cintura de la joven para acercarla hacia él.
Ginger acarició con sus brazos los hombros de Devin y se acercó a su
recio cuerpo.
—No. Acabo de darme cuenta de que supero mejor una crisis si no me
atemorizo todo el tiempo. Puede que lleve un tiempo, pero mejoraré. Tal
vez entonces no necesitarás tampoco de esta medicina —dijo la
muchacha, parpadeando ante lo húmedo de sus ojos.
—Esa falta es tan tuya como mía. Yo también soy sensible. Sólo
guardo las cosas dentro de mí, donde me producen daño.
—¿Dónde estabas? Traté de llamarte…
—Estuve dando vueltas en el coche por largo tiempo. Primero tenía
intenciones de irme a casa, pero me di cuenta de que no quería realmente
dejar la isla. Entonces di unas vueltas en mi automóvil y luego por fin
regresé aquí. Estacioné en el área de estacionamiento público y me limité
a sentarme sobre un tronco en la playa durante el resto de la noche, para
pensar. Al amanecer decidí entrar y hablar contigo… darnos otra
oportunidad.
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—¿Quieres decir que todo este tiempo estabas sólo a unos pasos de
aquí?
Devin se inclinó y besó a la joven.
—¿Crees que es fácil alejarse de ti?
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Fin
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