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Estoy cansado de ser el que piensa pero no actúa, de ser un presumido que se odia, de vivir una

vida ajena de la realidad, de imaginar sin tener valor, del miedo sin justificación y de caminar sin
mirar el camino.

El puñal refleja la luz, frio, inquieto y con un aroma a sangre. Busco entre mis recuerdos el odio
suficiente para poner en marchas mi cuerpo, recorro cada pensamiento, cubierto de ira y sediento
de venganza, te busco entre mis sueños, para asesinarte, sin dejarle tiempo a las palabras,
conozco las reglas y no quiero caer en tu juego, soy el antagonista que se libera de las ataduras tan
dignas de revolución.

Me acerco a ti, con la delicadeza de un cirujano, empuño fuertemente el arma que liberará mis
demonios. Siento tu fragancia tan natural, ya puedo sentir el placer de liberar mi alma. Con mucho
cuidado pero con una velocidad sorprendente, te agarro por la espalda. No alcanzas a entender lo
que está sucediendo, tu cuerpo se desmorona y terminas en el suelo, mi puñal cubierto de ese
líquido carmesí que antes te daba la vida me sonríe y me anima a olvidarte.

Despierto de repente, con una sonrisa en el rostro, comienzo mi día, esperando la noche en la que
pueda salir a matar mis tristezas.

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