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TEMA 4. CRISTOLOGÍA
Sumario
Las fuentes que existen para conocer a Jesús de Nazareth desde el punto de vista
exclusivamente histórico son documentales (Trevijano, 1997). Reconocemos cinco
conjuntos de documentos: las fuentes paganas y judías; la tradición documental
cristiana; la tradición manuscrita; la tradición apócrifa y la tradición herética.
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Dejándonos guiar únicamente por los criterios históricos a nuestro alcance, no puede
dudarse en absoluto del carácter histórico de Jesús de Nazaret (Ratzinger, 2002). Con
todo, hay que tener en cuenta que, el estudio de las fuentes no puede desgajarse de la
visión de fe. Con otras palabras: el Jesús de Nazareth que conocemos a través de la
historia no puede ser separado del Cristo de la fe, porque no son diferentes. Esta
oposición entre el Jesús histórico y el Cristo de la fe comenzó en la Ilustración.
Pero, en el fondo, cuando se “construye” un Jesús histórico diferente del Cristo de la
fe, tal artificio responde a “la imagen del constructor” (Ratzinger, 2002, p. 191). Se
puede decir, que “todas estas construcciones se levantaron a partir de una idea
básica: Dios hombre es imposible” (Ratzinger, 2002, p. 191).
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30 d.C. Muerte. Los cuatro evangelistas dicen que Jesús murió en viernes. La
cuestión es si tal viernes era el día de Pascua (como dicen los sinópticos) o el
día de la preparación de la Pascua (como afirma Juan) - el día en que eran
sacrificados los corderos antes del inicio de la fiesta en la víspera. El
problema es, pues, si Jesús murió el 14 de Nisán (Juan) o el 15 de Nisán
(Sinópticos). Para determinar la muerte de Jesús, lo mejor es fijar cuándo el
14 o el 15 de Nisán cayeron en viernes.
Día Año
14 de Nisán (Jn) 30 d. C. 33 d. C.
15 de Nisán (sinópticos) 27 d. C. 34 d. C.
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26,18; Lc 8,49; 22,11 y “vuestro maestro” en Mt 9,11; 17,24; 23,8; Jn 11,28; 13,13;
13,14. En efecto, Jesús guarda similitudes con los rabinos judíos:
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En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a la gente: El Reino de los
Cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es
la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se
hace un arbusto más alto que las hortalizas y vienen los pájaros a anidar en sus
ramas. Les dijo otra parábola: El Reino de los Cielos se parece a la levadura; una
mujer la amasa con tres medidas de harina y basta para que todo fermente. Jesús
expuso todo esto a la gente en parábolas, y sin parábolas no les exponía nada. Así
se cumplió el oráculo del profeta: "Abriré mi boca diciendo parábolas; anunciaré lo
secreto desde la fundación del mundo.
Jesús afirma que es Él quien pone inicio y hace presente el Reino de Dios ya en esta
tierra. El reinado de Dios es Él, porque Él es la mediación de Dios para la
salvación de los hombres y la consumación de la creación. Esta salvación que trae
Jesús se realiza por su presencia, palabra y obra intrínsecamente unidas.
En este sentido, Jesús es escrupuloso con la ley (Mt 5,17: “No he venido para abolir
la ley y los profetas; no he venido para abolirla sino para cumplirla”). Pero, a la vez,
muestra autoridad sobre la ley para corregirla, plenificarla, reorientarla a la
voluntad originaria de Dios y conducirla a la interioridad del hombre, alejándola
del legalismo exterior.
Cuando Jesús acabó de decir estas cosas, salió de Galilea y se fue a la región de
Judea, al otro lado del Jordán. 2 Lo siguieron grandes multitudes, y sanó allí a los
enfermos. Algunos fariseos se le acercaron y, para ponerlo a prueba, le
preguntaron: ¿Está permitido que un hombre se divorcie de su esposa por cualquier
motivo? ¿No habéis leído —replicó Jesús— que en el principio el Creador “los hizo
hombre y mujer”. Y dijo: “Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y se
unirá a su esposa, y los dos llegarán a ser un solo cuerpo”? Así que ya no son dos,
sino uno solo. Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre. Le
replicaron: ¿Por qué, entonces, mandó Moisés que un hombre le diera a su esposa
un certificado de divorcio y la despidiera? Moisés les permitió divorciarse de su
esposa por lo obstinado de su corazón —respondió Jesús—. Pero no fue así
desde el principio. Os digo que, excepto en caso de fornicación, el que se divorcia
de su esposa, y se casa con otra, comete adulterio.
En aquel tiempo iba Jesús por los sembrados en un sábado; y sus discípulos
tuvieron hambre, y comenzaron a arrancar espigas y a comer. Viéndolo los fariseos,
le dijeron: He aquí tus discípulos hacen lo que no es lícito hacer en sábado. Pero él
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les dijo: ¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y los que con él estaban
tuvieron hambre; cómo entró en la casa de Dios, y comió los panes de la
proposición, que no les era lícito comer ni a él ni a los que con él estaban, sino
solamente a los sacerdotes? ¿O no habéis leído en la ley, cómo en el día de reposo
los sacerdotes en el templo quebrantan el sábado y son sin culpa? Pues os digo
que uno mayor que el templo está aquí. Y si supieseis qué significa: Misericordia
quiero, y no sacrificio, no condenaríais a los inocentes; porque el Hijo del Hombre
es Señor del sábado.
Los milagros son, por tanto, signos prodigiosos del poder de Dios que suscitan la
pregunta por su origen y significado, siendo éste la presencia actuante del Reino de
Dios en la tierra o, lo que es lo mismo, la salvación.
Todos los milagros que Jesús realiza (milagros sobre la naturaleza, exorcismos,
curaciones…) tienen que ver con la liberación del pecado. Los signos sobre la
naturaleza manifiestan la vocación de toda la naturaleza al servicio de Dios. Las
curaciones tienen que ver con la enfermedad, vinculada al pecado. La misma
Resurrección constituye la victoria definitiva sobre la muerte, que es el pecado. Vemos
entonces cómo la salvación no debe entenderse tanto como un establecimiento de la
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Texto elaborado por A. Antón (UCAVILA).
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paz duradera (cual era la idea del Israel de la espera del Mesías), sino como una
liberación del pecado y de la muerte.
Pero Jesús no resucita a todos los muertos ni expulsa a todos los demonios ni cura a
todos los enfermos. La salvación que trae Jesús es real y definitiva, pero cuenta
con el tiempo de la historia para su penetración y desarrollo en la creación y los
hombres. Por eso con Jesús no se termina el mundo, sino que se reorienta para que
camine, según Dios, hasta su definitiva escatología.
No debe entenderse, por tanto, el milagro como una violación sobre las leyes de la
naturaleza que Dios mismo ha creado. Consiste en una intervención especial de
Dios en orden a la perfección de la naturaleza para orientarla hacia su fin.
Jesús vincula la verdad de sus palabras a los milagros que realiza. Los milagros
muestran la verdad de sus palabras. Pero no obra milagros para justificar sus
palabras, sino que habla desde los milagros porque los milagros son significativos del
Reino de Dios. Es la unidad palabra – obra tan específica de Jesús.
- Están narrados en las diferentes fuentes de las que beben los distintos
evangelios.
- Habría algunos dichos de Jesús que entrarían en contradicción si los
milagros un hubieran ocurrido. Mt 11, 4-6: “Id y contad a Juan lo que oís y
veis: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos
oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva, ¡y
dichoso aquel a quien Yo no le sirva de escándalo”; Mt 11, 21: “¡Ay de ti,
Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y Sidón se hubieran hecho los
milagros que se han hecho en vosotras, hace tiempo que se habrían
convertido, cubiertos de sayal y sentados en ceniza”; Lc 13,32: “Él les contestó
[a los fariseos]: Id a decir a ese zorro [a Herodes]: Yo expulso demonios y llevo
a cabo curaciones hoy y mañana y al tercer día soy consumado”.
- Incluso los enemigos de Jesús le acusan de obrar milagros, como se
manifiesta en Lc 11, 14-23:
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En aquel tiempo dijeron a Jesús los fariseos y los letrados: "Los discípulos de Juan
ayunan a menudo y oran, y los de los fariseos también; en cambio, los tuyos, a
comer y a beber". Jesús les contestó: "¿Queréis que ayunen los amigos del novio
mientras el novio está con ellos? Llegará el día en que se lo lleven, y entonces
ayunarán”. Y añadió esta comparación: "Nadie recorta una pieza de un manto
nuevo para ponérsela a un manto viejo, porque se estropea el nuevo, y la pieza no
le pega al viejo. Nadie echa vino nuevo en odres viejos, porque revientan los odres,
se derrama, y los odres se estropean. A vino nuevo, odres nuevos. Nadie que
cate vino añejo quiere del nuevo, pues dirá: Está bueno el añejo
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Leemos en Mt 26,17-29:
El primer día de la fiesta de los panes ázimos, vinieron los discípulos a Jesús,
diciéndole: ¿Dónde quieres que preparemos para que comas la pascua? Y él dijo:
Id a la ciudad a cierto hombre, y decidle: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca; en
tu casa celebraré la pascua con mis discípulos. Y los discípulos hicieron como
Jesús les mandó, y prepararon la pascua. Cuando llegó la noche, se sentó a la
mesa con los doce. Y mientras comían, dijo: De verdad os digo, que uno de
vosotros me va a entregar. Y entristecidos en gran manera, comenzó cada uno de
ellos a decirle: ¿Soy yo, Señor? Entonces él respondiendo, dijo: El que mete la
mano conmigo en el plato, ése me va a entregar. Eel Hijo del Hombre se va, según
está escrito de él, mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es
entregado! Más le valdría a ese hombre no haber nacido. Entonces respondiendo
Judas, el que le entregaba, dijo: ¿Soy yo, Maestro? Le dijo: Tú lo has dicho. Y
mientras comían, tomó Jesús el pan, y lo bendijo, lo partió, y lo dio a sus discípulos
diciendo: “Tomad, comed; esto es mi cuerpo”. Y tomando la copa, y habiendo
dado gracias, se la pasó diciendo: “Bebed de ella todos; porque esta es mi
sangre de la Alianza, que es derramada por muchos para el perdón de los
pecados. Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid,
hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre.
En Lc 22,14-20:
Cuando llegó la hora, Jesús y sus apóstoles se sentaron a la mesa. Entonces les
dijo: Con ansia he deseado comer eta pascua con vosotros antes de
padecer, pues os digo que ya no volveré a comerla hasta que tenga su pleno
cumplimiento en el reino de Dios. Luego tomó la copa, dio gracias y dijo: Tomad
esto y repartidlo entre vosotros, porque os digo que no volveré a beber del fruto
de la vid hasta que venga el reino de Dios. Tomó luego pan y, después de dar
gracias, lo partió, se lo dio a ellos y dijo: Este es mi cuerpo, que se entrega por
vosotros; haced esto en memoria mía. De la misma manera tomó la copa
después de la cena, y dijo: Esta copa es la nueva Alianza en mi sangre, que es
derramada por vosotros.
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Primero y ante todo, os transmití lo que yo mismo había recibido: que Cristo murió
por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al
tercer día, según las Escrituras; que se apareció primero a Pedro y, más tarde, a
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Texto elaborado por A. Antón (UCAVILA).
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los Doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos juntos, de los cuales
algunos han muerto, pero la mayor parte vive todavía. Se apareció después a
Santiago, y de nuevo a todos los apóstoles. Finalmente, se me apareció también a
mí, que soy como un aborto. (…) Pero no, Cristo ha resucitado venciendo la muerte
y su victoria es primicia de la de aquellos que han muerto
No todos los cuerpos son iguales: hay diferencia entre el cuerpo del ser humano, el
del ganado, el de las aves y el de los peces. Hay cuerpos celestes y cuerpos
terrestres. Y no es el mismo resplandor el de los unos que el de los otros. No brilla
el sol como brillan la luna o las estrellas; e incluso entre las estrellas, cada una tiene
un brillo diferente. Así sucede con la resurrección de los muertos: se siembra algo
corruptible, resucita incorruptible; se siembra una cosa despreciable, resucita
resplandeciente de gloria; se siembra algo endeble, resucita pleno de vigor; se
siembra, en fin, un cuerpo animal, resucita un cuerpo espiritual. Pues si hay
cuerpo animal, también lo hay espiritual. La Escritura dice: Adán, el primer ser
humano, fue creado como un ser dotado de vida; el último Adán, como un espíritu
que da vida. Y no existió primero lo espiritual, sino lo animal; lo espiritual es
posterior. El primer ser humano procede de la tierra, y es terreno; el segundo viene
del cielo. El terreno es prototipo de los terrenos; el celestial, de los celestiales. Y así
como hemos incorporado en nosotros la imagen del ser humano terreno,
incorporaremos también la del celestial. Quiero decir con esto, hermanos, que lo
que es sólo carne y sangre no puede heredar el reino de Dios; que lo corruptible no
heredará lo incorruptible.
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La resurrección tiene que operar en el mismo cuerpo, pues de otro modo no habría
posibilidad de mantener la identidad personal tras la resurrección. Es verdad que el
cuerpo está en continuo cambio, pero el alma lo individúa y le dota de identidad. La
materia es también constitutiva de mí y por tanto jugará un papel, misterioso pero real,
en la resurrección.
Además de las fórmulas de fe ya vistas, los relatos del sepulcro vacío y de las
apariciones del resucitado ayudan a valorar la historicidad de la Resurrección de
Jesucristo. Con histórico queremos decir realmente acontecido, en ningún caso
podemos entender que la Resurrección sea un proceso con duración temporal, por
tanto objeto de estudio de la ciencia histórica. Pueden leerse Mt 28, Mc 16, Lc 24 y Jn
20.
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Texto elaborado por A. Antón (UCAVILA).
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La consecuencia:
Esta idea es expresada bellamente en la carta a los Hebreos (Hb 9,11): “Pero Cristo
se ha presentado como sumo sacerdote de los bienes definitivos. Y siendo el suyo
un santuario mayor y más valioso, no fabricado por manos humanas y por tanto no
perteneciente al mundo creado, entró una vez por todas en “el lugar santísimo”, no con
sangre de machos cabríos o de toros, sino con la suya propia, rescatándonos así para
siempre”.
En el prólogo del evangelio de Juan se dice que el mundo fue hecho por la Palabra
(Jn 1,10: “En el mundo estaba y el mundo fue hecho por ella, pero el mundo no la
conoció”), que es el Logos eterno (Jn 1,1: “En el principio existía la Palabra y la
Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios”) que se encarnó en la plenitud de
los tiempos, en obvia referencia a Cristo (Jn 1,11: “Vino a los suyos mas los suyos
no la recibieron”).
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La relación tipológica entre Adán y Cristo es que Adán es así porque Cristo llegará a
ser así, glorificado, en su humanidad. En este sentido Cristo es anterior a Adán,
primogénito. Primogénito quiere decir que Cristo es primero, anterior
causalmente, fundamento del proyecto salvífico de Dios. Por esa razón se puede
decir que por medio de Él fueron creadas todas las cosas. Todo fue creado para Él
porque todo fue creado con vocación en la plenitud escatológica de que goza ya Cristo
en su humanidad y hacia la que nos atrae.
Dios crea al hombre para comunicarle su gloria, que es la gloria de Cristo. En este
sentido, todos somos creados para Él. En ocasiones se dice que somos creados en
Él, en el sentido de ser creados para ser salvados en Él, porque nuestra salvación es
participar de su gloria.
La expresión más técnica es que la naturaleza divina propia del Logos asume la
naturaleza humana. En este sentido, el Logos llega a ser carne. No es un añadido al
Logos, sino la asunción de la carne por parte del Logos, de forma que, desde
entonces, el Logos es, constitutivamente, naturaleza divina y naturaleza humana. El
Hijo de Dios se hace hombre en el sentido de que en la Encarnación ya es hombre.
Por esa razón, la glorificación de Cristo supone necesariamente la entrada en la gloria
de su naturaleza humana.
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Texto elaborado por A. Antón (UCAVILA).
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Del relato de Lucas (Lc 1-2) destacamos la conversación de María con el ángel (la
Anunciación, Lc 1,28-38):
- “El Espíritu Santo vendrá sobre ti”. Hace alusión a la unción divina sobre
María, por tanto la concepción por obra del Espíritu Santo.
- “El poder del Altísimo”. Revela la iniciativa divina.
- “Te cubrirá con su sombra”. Hace referencia a la nube que cubría la tienda del
encuentro. La Virgen se presenta como la nueva tienda del encuentro para
que ella sea tabernáculo de la presencia de Dios. Hace alusión a la condición
divina del Hijo.
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- “Lo que nacerá será santo”. Del griego hay que traducir “santamente”. El
calificativo “santo” se refiere al parto. Es alusión a la condición virginal de
María.
- “Llamado Hijo de Dios”. Habla de la filiación divina. Hay que aclarar que la
concepción virginal no es la causa de la filiación divina, sino justamente al
contrario.
Hay motivos más que suficientes para considerar este episodio y el que le sigue -las
tentaciones- como claramente históricos. Tres elementos distinguimos claramente en
el relato:
Por ello podemos ver en este texto, y en esa línea va el comentario de muchos Padres
de la Iglesia, un nuevo “descenso” del Hijo de Dios, una manifestación más honda
de la kénosis que inicia en la Encarnación.
Pero esa kénosis va acompañada de un descenso sobre él del Espíritu Santo. Sólo en
Mateo, la voz de Dios es declarativa para los testigos de la escena: “Este es mi Hijo
amado...” Parece como si Dios confirmase a los demás quién es Jesús. En cambio, en
Marcos y en Lucas la voz se dirige al mismo Jesús: Tú eres mi Hijo. Parece además
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Texto de las lecciones de Cristología de A. Castaño (Universidad San Dámaso).
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¿Cómo interpretar esto? Se trata, sin duda, de una teofanía, una manifestación del
Padre que rasga los cielos y revela un momento clave de la historia de la salvación.
Pero es también una unción-consagración: Al mismo tiempo que lo “revela”, lo
“realiza”.
La voz que se oye es una cita de Sal 2 que dice así: “«Yo mismo he consagrado a mi
rey en Sión, mi monte santo». Haré público el decreto de Yahvé: El me ha dicho: «Tú
eres mi hijo, hoy te he engendrado. Si me lo pides, te daré en herencia las naciones,
en propiedad la inmensidad de la tierra...”
Sin duda que Jesús es Hijo de Dios desde su origen humano, puesto que se trata de la
persona eterna, eternamente engendrada por el Padre, del Verbo que asume una
humanidad concreta como “su” humanidad. Jesús es, desde su origen, hijo del Padre.
Sin embargo, es preciso tener en cuenta lo que el salmo dice para entender que aquí
no hay sólo una “proclamación” formal de algo que ha sucedido plenamente en el
momento de la Encarnación, sino que aquí sucede “algo” en Jesús, que tiene que ver
con la efusión sobre él del Espíritu Santo.
De hecho, los Evangelios no nos narran ningún milagro de Jesús antes del Bautismo.
Tampoco se nos dice que predicase el Evangelio. Precisamente uno de los motivos
por los que una parte de los apócrifos no fue admitida por la Iglesia es la mención de
los milagros de Jesús durante su infancia. Jesús predica el Evangelio y hace milagros
como Mesías, en la medida en que para ello ha sido ungido por el Espíritu Santo y eso
sucede en el Jordán. Una precisión, que recuerda lo que hemos visto en el tema
anterior referido a la Encarnación: en los milagros, el poder que actúa siempre es el
poder de Dios, pero también siempre por medio de la humanidad de Jesús. Es Jesús,
el Dios-hombre, que como hombre quiere y obra el milagro. Pero los milagros tienen
que ver con su misión mesiánica. Por eso la unción del Espíritu "capacita" a la
humanidad de Jesús para el cumplimiento de una misión que empieza ahora, aunque
lo cualifica personalmente desde el principio. La humanidad de Jesús, que ha ido
creciendo en gracia durante su vida oculta, recibe ahora la plenitud mesiánica del
Espíritu Santo, que le capacita para la misión recibida del Padre.
Esta es la clave principal para entender este momento. En ese sentido, no hay que
pensar que el Padre “revela” a Jesús su condición filial en este momento. Ya hemos
visto como a los once años tiene conciencia de su filiación de un modo singular, de un
modo que corresponde a su edad. Ahora su conciencia es plena. El Padre, en todo
caso, lo confirma, pero no le revela algo que ya es conocido y experimentado por él,
como hombre adulto que se conoce a sí mismo y que, por tanto, conoce a Dios como
Padre suyo.
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Tal vez este episodio nos sirve para interpretar este. Las tres tentaciones tienen un
objetivo común: apartar a Jesús de un camino de sufrimiento (hambre), de
escondimiento y humillación (lanzarse del templo para ser reconocido) y de
obediencia Y adoración a sólo Dios (los reinos de la tierra). Lo que está en juego
en la tentación es el camino mesiánico que Jesús, recién inaugurado su ministerio
mesiánico, va a recorrer. Satanás le propone un camino fácil, en su propio interés,
notorio a todo Israel, ejercido en el poder y la gloria y lejos del camino que el Padre
quiere. La respuesta de Jesús es presentada como inmediata y alude siempre al
cumplimiento de la palabra y de la voluntad de Dios.
El episodio de las tentaciones revela en otro sentido la misión de Jesús. Los 40 días
con sus noches recuerdan sin duda el tiempo del éxodo, el paso del pueblo de Israel
por el desierto. Durante aquellos cuarenta años el pueblo de Israel fue tentado, debió
pasar por la prueba para entrar en la Tierra Prometida. Pero Israel fracasó, cedió a la
tentación, como signo de la fuerza del pecado que tenía bajo su poder a la humanidad
entera. Jesús asume la lucha de Israel y la lucha de la humanidad entera contra el
pecado. Personifica a Israel, lo asume y, sometido a la misma prueba, logra la victoria.
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Texto de las lecciones de Cristología de A. Castaño (Universidad San Dámaso).
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Como hemos visto, la tentación es real en él, es un combate personal, pero es - según
el testimonio del Nuevo Testamento- por nosotros. Se trata de una lucha en
representación de Israel y de la humanidad.
- Con los sacerdotes, por erigirse como nuevo Templo y abogar por un culto
más espiritual y por su crítica a los sacrificios.
- Con los fariseos y celotas, empeñados en el fin del yugo romano, pues Jesús
aboga por la universalidad y la indistinción de pueblos en lo referido a su
mensaje de salvación.
- Con el pueblo, debido a sus exigencias morales, de seguimiento y de
perfección de la ley de Moisés, lo cual era tenido por escandaloso.
Respondió Jesús: “Tú lo has dicho. Pero os digo que a partir de ahora veréis al Hijo
del Hombre sentado a la diestra del Poder y viniendo sobre las nubes del cielo”.
La muerte de Jesús forma parte del designio prefijado por Dios según su plan de
salvación. Ya en el Antiguo Testamento, los profetas apelaban al sufrimiento y la
muerte del justo para salvar al pueblo (por ejemplo, en Sal 22 o en los cantos del
Siervo de Yahveh, Is 52,13; 53,12). Si el Padre permite la muerte del Hijo es porque
es expiatoria del pecado de modo vicario. Por tanto, la muerte de Jesús no es un
acto de abandono del Padre, sino justamente un acto de amor del Padre al Hijo y
la entrega voluntaria del Hijo es un acto de amor del Hijo al Padre.
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Texto elaborado por A. Antón (UCAVILA).
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pena es sufrir el mal fruto del pecado, lo que le conduce a la muerte como
condición necesaria para la justificación.
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