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Conflictos familiares y cómo

resolverlos…
INTRO
Las disputas familiares no son solo algo totalmente normal, sino que son hasta
necesarias. Por ello es tan importante saber cómo se debe actuar ante una discusión
familiar, para que todos los miembros puedan expresarse y llegar así a un acuerdo que
favorezca a todos por igual. 

Como decían en la película El Padrino, “lo importante es la familia”; aunque seguro que
también te sonará ese dicho de “hasta en las mejores familias…”. Es natural. Somos
humanos y, tarde o temprano, surgen conflictos en todos los grupos, incluyendo la
familia. Sin embargo, las tensiones emocionales que surgen en estas rencillas son
especialmente delicadas y pueden llevar al alejamiento de diferentes miembros e,
incluso, a la ruptura de relaciones de forma permanente.

Para resolver diferentes conflictos que surjan en la familia, sean cuales sean los
implicados, hace falta mucha paciencia y un buen control de las emociones —tanto
propias como ajenas—. Los consejos que vamos a darte aquí y ahora no son tanto
como para que resuelvas cualquier conflicto, sino más bien para que medies y dejes
que dentro de la medida de lo posible sean los implicados los que limen asperezas.

Las discusiones y las disputas en la familia pueden llegar a ser una gran fuente de
malestar.
El término familia comprende a un grupo de personas integrado por personas unidas
por relaciones filiales, es decir, padres, hijos y hermanos o por vínculos de pareja. Este
sistema es comprendido como una totalidad abierta, en la que todos los componentes
están estrechamente relacionados.
Debido a esta estrecha e íntima relación, la conducta de cualquiera de ellos puede
afectar a la dinámica de la familia. Como es natural, las disputas y conflictos familiares
forman parte de estas dinámicas. Sin embargo, existen diferentes tipos de conflicto
familiar; según el tipo de vínculo entre las personas o según la causa que lo origine.
Los conflictos o disputas constituyen un elemento inseparable del hecho de vivir en
sociedad, dado esta está compuesta por muchos y diferentes individuos con diversas
opiniones y formas de pensar. Además, un conflicto bien gestionado se establece
como un medio para la el desarrollo y progreso, por lo que es necesario afrontarlo
para poder aprender de él.
Evidentemente, el conflicto familiar es algo natural, puesto que en la convivencia de
los miembros de una unidad familiar, con diferentes edades, pensamientos y formas
de ver la vida el conflicto es algo inevitable. No obstante, lo fundamental no es evitar
el conflicto a toda costa, puesto que eso es imposible, sino evitar la escalada de
agresividad y manejarlo de forma inteligente y asertiva.
En el momento en el que en una familia o unidad familiar aparece un
conflicto, aparece también una inestabilidad que puede acarrear frustraciones y
preocupaciones desmesuradas en algunos miembros. Además, pueden comenzar a
resurgir antiguos problemas que no fueron solucionados y que solamente contribuyen
a hacer la bola del conflicto más grande.
Cualquier clase de crisis familiar requiere de la cooperación de todos los integrantes,
así como de una transformación y adaptación a una nueva situación; puesto que
durante una disputa familiar las reglas impuestas en el contexto familiar se vuelven
inciertas y es necesario volver a trabajar en ellas.
Los conflictos familiares ocurren en el seno de todas las familias, por muy bien
avenidas que sean y por muy buena relación que mantengan sus miembros. Es
perfectamente normal ya que todos los núcleos familiares están compuestos por
personas que tienen sus propias opiniones y expectativas, por lo que en algunas
situaciones sus deseos, necesidades y puntos de vista no coincidirán, sobre todo
cuando hay diferencias generacionales. 

De hecho, los conflictos ni siquiera son negativos sino que pueden representar una
oportunidad para crecer y hacer que la familia sea más resiliente. El problema
comienza cuando en vez de enfocarse en la resolución de los conflictos familiares, se
producen luchas de poder, de manera que el problema se enquista y termina
debilitando la relación entre los miembros, haciendo que una familia funcional termine
desarrollando comportamientos y formas de relacionarse disfuncionales.

TIPOS DE CONFLICTOS
Existen varias formas de categorizar los diferentes tipos de conflictos familiares. Esta
categorización puede ir en base al tipo de relación que existe entre los agentes
implicados en la disputa o en base al foco o causa del conflicto.

1. Tipos de conflictos familiares según el tipo de relación

Dependiendo del tipo de relación o parentesco que exista entre los miembros de la
familia se pueden diferenciar cuatro tipos de conflictos familiares.
1.1. Conflictos de pareja

Es irremediable que surjan disputas o crisis en el contexto de pareja; sin embargo, si


las personas son capaces de manejarlos de manera adecuada estos conflictos pueden
servir para favorecer el refuerzo del vínculo de pareja.
Habitualmente estas dificultades surgen de forma natural a raíz de problemas de
comunicación o de malos entendidos. Las causas más comunes de los conflictos
cotidianos en la pareja son:

 Problemas de comunicación: expresiones incorrectas, reproches, discurso


emocional, insultos, etc.
 Sensación de pérdida de libertad y autonomía por parte de uno de los
miembros de la pareja.
 Tratar de cambiar la manera de ser de la otra persona.
 Falta de habilidades de resolución de problemas.

1.2. Conflictos entre padres e hijos

Según la etapa del desarrollo en la que se encuentren cada uno de las partes
implicadas en el conflicto se pueden subdividir en tres categorías:
 Conflictos durante la etapa infantil: los conflictos suelen girar en torno al
desarrollo de la autonomía del niño. En estos casos o bien los padres no tiene claro
cómo conceder esa autonomía, o bien no creen que el hijo se esté orientando hacia la
dirección que ellos creen correcta.
 Conflictos durante la adolescencia: es la etapa en la que mayor número de
conflictos surgen. Estos aparecen cuando los hijos tienen entre 12 y 18 años y vienen
dados por las fluctuaciones o altibajos emocionales propios de este período.
 Conflictos con hijos adultos: cuando los hijos alcanzan la mayoría de edad
supone el comienzo de la convivencia entre personas ya adultas. Las cuales suelen
tener diversas maneras de pensar y de entender cómo vivir u organizar su vida, por lo
que esta época también es susceptible de provocar algunos conflictos familiares.

1.3. Conflictos entre hermanos

Este tipo de conflictos son de los más habituales y los que más perduran
independientemente de la etapa vital en la que se encuentren cada uno de ellos. Estos
altercados suelen mantenerse durante muy poco tiempo y la mayoría de las veces no
es obligatoria la intromisión de los padres.
La cara positiva de este tipo de conflictos es que constituyen un preludio de los
conflictos que pueden aparecer en la edad adulta, y por lo tanto sirven de iniciación y
aprendizaje para la vida adulta.

1.4. Conflictos con la tercera edad

Cuando una persona adulta ingresa en la etapa de la tercera edad los cambios que
experimenta son sumamente trascendentales. Tanto a nivel biológico, cuando la
persona advierte el propio deterioro corporal; como a nivel social, en el que
aparecen acontecimientos como la jubilación, la pérdida de amistades o seres
amados, etc.
Este conjunto de cambios pueden ser experimentados de manera muy dramática por
la persona, dando lugar a conflictos con el resto de componentes del núcleo familiar.

2. Según el foco del problema

Estos conflictos se categorizan según la fuente o foco del problema, y aunque se


describen de forma separada pueden darse más de un tipo al mismo tiempo.

2.1. Crisis propias del ciclo vital

Cada cambio o salto de una etapa del ciclo vital a otra suele venir acompañado de
algún conflicto, esto es debido una serie de factores como nuevas responsabilidades,
asimilación de nuevos roles o acontecimientos como matrimonios, jubilaciones o
defunciones.
Si estos conflictos intentan ser neutralizador o son gestionados de forma poco
perspicaz, pueden llegar a transformarse en auténticas crisis familiares.

2.2. Crisis externas

El origen de estas crisis se encuentra en** la aparición repentina de un acontecimiento


inesperado**. Estos acontecimientos abarcan desde la pérdida de un empleo, alguna
clase de accidente, el fallecimiento de una persona querida, etc.
Lo que suele caracterizar a estas crisis es la búsqueda de culpables por parte de la
persona más afectada, en vez de procurar acostumbrarse a las nuevas circunstancias.
2.3. Crisis estructurales

En esta clase de dificultades se repiten y renuevan antiguas crisis o sucesos, haciendo


que los conflictos reaparezcan entre los miembros de la familia.

2.4. Crisis de atención

Estas crisis son propias de unidades familiares en las que residen personas
dependientes o desvalidas. En estos casos los conflictos aparecen cuando las personas
encargadas de su cuidado ven limitadas o restringidas sus actividades habituales o
sus libertades.

Porque es inevitable que se produzcan disputas dentro de un ambiente de familia, saber


resolverlas puede reforzar los lazos familiares. 

CONSEJOS PARA RESOLVERLOS

1. Estar preparado
“Para resolver un conflicto es necesario negociar. Además hay que tener claro que los
problemas no tienen una única solución y que la única solución posible no tiene por
qué ser la nuestra”, señala la técnico en AFA. Así, se presentan diferentes alternativas
para escoger la solución más adecuada entre las partes.

2. Manejar las emociones


Aunque se tenga pensado lo que se va a hacer o decir ante un conflicto, llegado el
momento, las emociones pueden superar a la persona. Manejando las emociones, se
transmite este autocontrol al resto de miembros de la familia. “Así, es mucho más fácil la
comunicación, aprender a escuchar y a ser flexible y terminar, si es posible, con acuerdos
claros. La educación emocional empieza en casa y es una herramienta básica para afrontar
con tranquilidad una discusión familiar”, afirma la pedagoga.

3. Pensar cómo lo vamos a solucionar

Una habitación desordenada, pasear al perro, poner o quitar la mesa, qué se ve en la


televisión y otros motivos, son habituales causas de una riña familiar. “Hay que tener
pensado antes de que entren en juego las emociones, cómo lo vamos a solucionar. Si no se
tiene claro qué hay que hacer ni se ha explicado qué consecuencias va a haber, es
complicado que se resuelva bien”, apunta de la Torre. Es importante haber negociado
previamente con los familiares una serie de pautas que ayudarán a la resolución del
conflicto sin acabar a gritos.
 
4. Yo gano-tú ganas/ yo pierdo-tú pierdes
“Si no se tiene claro que las dos partes involucradas tendrán que ganar y perder en igual
medida, quedarán flecos, resentimientos o reproches”, explica la experta. Hay que tener
claro que solo hay una forma de resolver los conflictos: positivamente. Por esta razón,
identificar intereses comunes ayuda a poder encontrar una solución que beneficie a las
partes involucradas.
 

5. Sacar el lado positivo


Hay que ser capaces de ver un conflicto como una herramienta y oportunidad para mejorar
las relaciones entre los familiares, ya que “es conveniente no dejar de resolver ningún
conflicto. Eso sí, de la manera adecuada, de forma positiva”, según de la Torre. Que no se
observen conflictos no es síntoma de una familia ajustada o equilibrada. De hecho, la
experta señala que “puede indicar un problema de fondo relacionado con
una comunicación familiar deficiente, provocando que algunos miembros eviten hablar por
ahorrarse las discusiones y retardando la resolución del problema”.

1. Elige un lugar neutral

Organiza una reunión familiar en una estancia de la casa que tenga el mismo valor para
todos o, incluso, fuera de casa si es necesario. En cuestión de conflictos de parejas, es
útil quedar en una cafetería o en el parque, es decir, un lugar neutro donde hablar de
los problemas sin la presión de estar en el terreno del otro. Igualmente, esta sensación
debe ser común para el resto de familiares en el caso de que haya más de un
implicado.

2. No te impliques

Tu papel como mediador es mantener la neutralidad y moderar la discusión según se


produzca. La mejor forma de hacerlo es no inmiscuirse en el debate. Intenta no
posicionarte y acercar las posiciones.

3. Deja que cada uno hable

Por supuesto, al igual que en un debate de cualquier tipo, en estas discusiones


debemos conocer todos los puntos de vista. Aunque lo realmente interesante es que
los implicados sepan las posturas de todos. Para resolver cualquier conflicto, debemos
de tener todas las cartas sobre la mesa.

En estas ocasiones, sí es importante que el mediador no deje que nadie acapare la
conversación y deje que todos se expresen sin interrupciones. Para ello, deberás
tomar un papel más activo e ir intercalando turnos, si hace falta, para que todos los
implicados se expresen.

4. Valora por igual todas las opiniones

Es importante que cada miembro implicado en el conflicto familiar sienta que su


participación vale igual que la de los demás. Cada uno tendrá su opinión y se verá
afectado por la situación o problema. Es importante crear un ambiente en el que
hasta los miembros más jóvenes se sientan capaces de hablar, sabiendo que se les
tendrá en cuenta tanto como a los mayores.

Lo mejor para poder solucionar un conflicto familiar es buscar un lugar neutral en el


que hablar

5. Controla las emociones

Como mencionábamos al principio, el trabajo de mediación requiere control sobre las


emociones ajenas y propias. Es importante no dejar que nadie caiga en un ataque de
ira o que haya faltas de respeto. Estas cosas pasan porque hablamos de un conflicto
entre miembros de la familia, sin duda, pero cuando termine la discusión la familia
seguirá siendo familia. Mantener el respeto mutuo es crucial para que cualquier
conflicto llegue a buen puerto siempre.

6. Resuelve los conflictos positivamente

Suena muy fácil de decir, pero la práctica siempre va a ser infinitamente más difícil. Lo
ideal es redirigir la interacción, o la exposición del problema, a unas soluciones que
impliquen una relación ganar-ganar o perder-perder para todos. Así, todos tendrán
claro que la mejor solución es trabajar juntos para resolver los conflictos. Es la forma
más positiva de terminar una discusión. Sin embargo, este consejo puede ser
peliagudo, puesto que no siempre se tiene tan claro quiénes son los que ganan o
pierden en igual medida.

7. Despídete con buenos términos

No todos los problemas se podrán solucionar sobre la marcha y habrá discusiones que
se alarguen en el tiempo. Sin embargo, el papel del mediador no es el de resolver el
conflicto, sino el de crear la situación idónea para que este se resuelva con la ayuda
de sus principales involucrados.

Como mediador podrás terminar una reunión haciendo que sus integrantes sientan
que se les ha tomado en serio y se les ha escuchado lo que tenían que decir. Quizás no
se haya resuelto el problema de un día para otro, pero se ha conseguido establecer
una dinámica que permita resolverlo cuando de otro modo hubiese sido imposible… o
incluso con peor final.

1. Practicar la escucha activa

Atender plenamente a aquello que el otro está intentando trasladar, así como
asegurarse de haber entendido sus demandas y de que la otra persona sea consciente
de que se le ha entendido.

2. Vigilar la forma de hablar

Utilizar un lenguaje cuidado y unas expresiones correctas son esenciales para


mantener una buena comunicación.
Una buena forma de expresar los sentimientos de una forma adecuada es
reemplazando los reproches por manifestaciones de lo que se está sintiendo o de
aquello en que la persona se siente lastimada o dolida. Asimismo, es necesario
plantear o sugerir soluciones alternativas a los problemas que han causado la crisis.

3. Permitir la intervención de todos los implicados

Es muy frecuente que en cualquier tipo de disputa las personas implicadas se quiten la
palabra entre ellas, o que no quieran que algunos de los otros implicados intervengan
en la solución del problema.
No obstante, este es un grave error. Puesto que no se debe priorizar a ninguna de las
partes implicadas y todas ellas tienen el derecho y obligación de intervenir al mismo
nivel.

4. Manifestar afecto

A pesar de estar experimentando una situación de conflicto que puede resultar


estresante, es importante continuar expresando muestras de cariño y afecto; ya que
estas rebajan los niveles de tensión en las relaciones.

5. Encontrar el lugar y momento idóneo

Debido al componente emocional de los conflictos familiares, en muchas ocasiones las


personas tienden a discutir en cualquier momento y lugar. Sin embargo, es mejor
posponer la discusión para cuando los ánimos estén más calmados y el contexto
acompañe y facilite el diálogo.

1. Ataca el problema, no a la persona

Si cambias la naturaleza de la lucha, cambiarás su dinámica. Esto significa que debes


dejar de lanzar piedras disfrazadas de argumentos. El uso de la culpa, la vergüenza y
los reproches para lograr que el otro haga lo que deseamos será cada vez menos eficaz
y terminará dañando la relación ya que cada persona estará menos dispuesta a hacer
las pequeñas concesiones necesarias para resolver el conflicto.

Si no mantienes el problema separado de la relación corres el riesgo de tener que


resolver un conflicto aún mayor. Por eso, en vez de culpar al otro, es mejor atacar el
problema. Para lograrlo, debes considerar que el conflicto siempre es una cuestión de
dos y lo tendréis resolver juntos. Por tanto, en vez de decir “estoy harto/a de que
hagas siempre lo mismo”, una afirmación acusatoria y vaga, es mejor precisar: “no me
gusta que hagas eso, creo que deberíamos hablar para encontrar una solución mejor”.

2. Muérdete la lengua 

Cuando dos personas que son partes interesadas en una relación tienen un
desacuerdo, a veces dicen cosas irracionales de las que después se arrepienten. Sin
embargo, las palabras dichas no se pueden borrar y pueden crear heridas
emocionales muy difíciles de sanar. Por eso, es fundamental que antes de responder,
reflexiones un momento sobre lo que estás a punto de decir. 

Recuerda que para mantener una discusión, son necesarias dos personas. Si rechazas
convertirte en un contrincante, simplemente no habrá discusión. Eso no significa darle
la razón al otro, sino tan solo tomar el control para expresarse de manera más asertiva,
en aras de contribuir a la resolución del conflicto familiar en vez de empeorarlo.

3. Usa bien los pronombres personales

Las palabras que elijas son muy importantes, así como los pronombres personales que
uses. Hay un momento para el «yo» y otro para el «tú», aunque como norma general
es preferible usar el «nosotros» ya que en todo conflicto siempre hay dos partes.

Por ejemplo, en vez de decir “tienes que solucionarlo” puedes decir “tenemos que
decidir cómo solucionarlo”. Al utilizar el nosotros en vez del tú, mostramos nuestra
implicación emocional y evitamos que la otra persona se sienta atacada. Sin embargo,
cuando necesites hablar de tus opiniones y emociones, es fundamental que hables en
primera persona, en vez de utilizar frases impersonales. De esta forma podrás implicar
mucho más a la otra persona.
4. Ponte en los zapatos del otro, y haz que se ponga en los tuyos
Uno de los principales obstáculos en la resolución de conflictos familiares es que cada
quien se atrinchera en su posición. Sin embargo, si cada quien solo piensa desde su
perspectiva, jamás solucionarán el problema, o al menos no encontrarán una solución
satisfactoria para ambos. A veces solo es necesario salir de ese espacio y ponerse en el
lugar del otro.

En vez de realizar suposiciones, pídele a la otra persona que te explique cómo se


siente. Cuando se trata de alguien cercano, los sentimientos nos acercan más que las
opiniones. Es probable que le estemos haciendo daño a esa persona sin darnos cuenta,
por lo que a veces solo tenemos que dejar de interpretar tanto y escuchar un poco
más. Se trata de cambiar la actitud: no escuches al otro con el objetivo de rebatir sus
argumentos sino con la intención de entenderlo. De la misma forma, puedes hablar
desde tus sentimientos, para lograr que esa persona se ponga en tu lugar. 

5. Encuentra puntos de acuerdo

Cuando dos personas se enfrentan, a veces corren el riesgo de encerrarse tanto en sus
puntos de vista que no se dan cuenta de que están diciendo lo mismo con palabras
diferentes o que, en el fondo, persiguen la misma meta pero difieren en las vías para
alcanzarla.

La parte positiva de los conflictos familiares es que casi siempre existen muchos puntos
en común a partir de los cuales podemos trabajar, aunque en un primer momento el
enfado la frustración no nos permita verlos. Una buena estrategia consiste en resaltar
esos puntos de vista comunes o la meta conjunta ya que ambos sentirán que se
encuentran de la misma parte, en vez de sentir que están tirando cada uno del
extremo de una cuerda.

6. Ve directo al punto y céntrate en el futuro dejando atrás el pasado

La comunicación interpersonal es compleja, no es necesario hacerla más difícil con


juegos de palabras e indirectas que generan malentendidos, sobre todo cuando ya
existe un conflicto de base y las emociones están a flor de piel. Debemos tener en
cuenta que nuestras palabras siempre serán interpretadas según las experiencias,
necesidades y expectativas de nuestro interlocutor, por lo que si realmente queremos
resolver el conflicto familiar, debemos asegurarnos de que esa persona entienda
exactamente lo que queremos decir. 

Es fundamental no irse por las ramas trayendo a colación situaciones que no vienen al
cuento o aprovechando la discusión para airear los trapos sucios. Para resolver un
conflicto es necesario mirar al futuro, no quedarse atrapado en el pasado creando un
círculo vicioso de reproches. Céntrate en lo que podéis hacer para solucionar el
conflicto. 

7. Comprométete
Tirar la pelota hacia el tejado ajeno no es la mejor estrategia de resolución de
conflictos familiares. Sin embargo, la aplicamos continuamente, como si fuera
responsabilidad del otro solucionar todos los problemas que existen. De esta manera
la otra persona se siente culpable e intentará defenderse, por lo que la distancia entre
ambos se acrecentará. Sin embargo, cuando una persona se siente segura y sabe que
no será culpada, puede pensar de manera más estratégica y racional, en vez de
ponerse a la defensiva.

Asumir el conflicto desde una postura comprometida lo cambia todo. Aunque en


algunos casos gran parte de la responsabilidad puede ser de la otra persona,
comprometerse en buscar una solución y llevarla a cabo juntos implica demostrarle
que le queremos y que estamos involucrados al 100% en la relación. 

8. Cede, no tengas miedo dar un paso atrás si ayuda a dar dos adelante

Existen diferentes estrategias de resolución de los conflictos familiares, una de las más
comunes es la competitiva, en la cual cada persona se ubica en un bando contrario y
lucha por ganar. Lo curioso es que no se dan cuenta de que en una relación, la
supuesta victoria de uno no solo implica la derrota de otro sino además una pérdida
para la relación.

Por eso, la mejor estrategia es la colaborativa, donde ambos ganan. Y para que ambos
ganen, ambos deben ceder algo. Con esta estrategia no solo gana cada persona
individualmente sino que la relación se enriquece y fortalece. De hecho, las relaciones
de pareja más sólidas no son aquellas que no han tenido conflictos sino precisamente
las que han sabido superar esos desencuentros.

9. Acepta y respeta

En la base de muchos conflictos familiares se encuentran expectativas irreales que no


son satisfechas. En otras palabras, esperamos que los demás se comporten de cierta
manera o satisfagan ciertas necesidades. Cuando no lo hacen, nos sentimos
desilusionados y defraudados.

Sin embargo, la solución de los conflictos familiares siempre debe pasar por la
aceptación y el respeto. Esto significa que, si bien es necesario tener puntos comunes
que garanticen una buena convivencia, también es imprescindible respetar la
individualidad del otro y dejarle espacio para que sea la persona que desea ser. Por
tanto, a veces debemos preguntarnos si se trata de un conflicto real o es un
pseudoconflicto creado y alimentado por nuestras expectativas irreales.

10. Cambia la perspectiva, ni los conflictos son tan malos ni no tener conflictos es tan
bueno

Por último, pero no menos importante, es fundamental aprender a lidiar con los
conflictos familiares y verlos como oportunidades de crecimiento. Un problema no es
necesariamente un obstáculo, también es una oportunidad de cambio. Todo depende
de la perspectiva con que se mire.

Muchas parejas, por ejemplo, asumen los conflictos como sucesos negativos, creen
que tener puntos de desencuentro les distancia. Sin embargo, esas diferencias también
pueden enriquecer la relación y hacer que madure. De hecho, ningún buen marinero
se forjó en un mar calmo. Al contrario, en las parejas que se han distanciado mucho
emocionalmente a menudo no hay conflictos, simplemente porque ni siquiera existe el
roce humano. Y eso es mucho peor que tener conflictos.

CIERRE

La familia es familia, al igual que lo eran antes de que empezase el conflicto y tal y
como lo seguirán siendo cuando este se solucione

A fin de cuentas, la familia es la familia. Seremos familia cuando empiece el conflicto y


seguiremos siéndolo cuando terminemos. Mantener rencores y resentimientos solo
provocará que en la siguiente discusión todo vaya peor. Lo mejor en toda situación es
que se hablen las cosas. Y, si es posible, que cada problema se solucione tal y como
vaya surgiendo. Si no, las tensiones se acumulan con el tiempo hasta el punto de que
estallen y, para entonces, posiblemente, no haya una vuelta atrás favorable para
nadie.

Es necesario comprender que en una situación de conflicto familiar no todo es


negativo. Un conflicto puede suponer una ocasión perfecta para aprender nuevas
formas de resolver problemas. Antes que nada hay que identificar las causas concretas
del conflicto para así poder trabajar los posibles cambios sobre ellas.

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