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J.

A Vales, Q.
Porque, puedo

CAPÍTULO I


Ella arregla nerviosa su falda, se ha vestido de
acuerdo a la ocasión, una blusa manga larga color
gris, con volados en los puños, mas una falda lápiz
color hueso, y tacones a juego. Su cabello lacio va
suelto, como de costumbre.
Su nuevo asesor, el señor Rowling, un abogado
del bufete de la familia, ha insistido en que era
necesario que asistiera a éste evento.
Los laboratorios White lanzan al mercado un
medicamento para los pacientes con diabetes
neonatal, que estimula la liberación de insulina de
las células. Abel se ha encargado de ponerla al
tanto de todos los detalles en las últimas semanas.
Los ejecutivos de los laboratorios se han
enterado de la presencia de la heredera White en el
lanzamiento y han insistido en que abra el evento
para los presentes. El salón esta lleno de
periodistas que se acomodan conforme van llegando al
lugar.
- Vamos, se que puedes hacerlo.- La anima él.
- Abel, estoy muy nerviosa.
Él se inclina y besa su frente.
- Lo sé, pero lo harás bien. Confía en mí.
Ella asiente y camina en dirección al podio
dispuesto para los anfitriones del evento. Respira
hondo una vez en frente del podio.
- Buenos días, ¿Cómo están todos?- Saluda aún
nerviosa a los presentes.- Quiero iniciar
dándole las gracias por acompañarnos al
lanzamiento de éste nuevo medicamento diseñado
para pacientes con diabetes neonatal.
Resaltando que fue mi padre quien comenzó con
los primeros estudios para su respectiva
aprobación…
Los periodistas presentes comienzan a levantar la
mano para intervenir. El personal dispuesto para la
logística del evento coordina el orden de la
intervención de cada uno, un joven alto y delgado,
empleado de una revista local es el elegido para ser
el primero.
- Buenos días, Señorita White. Me gustaría saber
primeramente, ¿Cuáles serían las
contraindicaciones de este medicamento?,
teniendo en cuenta que va dirigido para la
población infantil.
- Por supuesto, dejando claro que todo este tipo
de inquietudes serán aclaradas con mayor
detalle más adelante por mi equipo de
laboratoristas, por ahora, puedo decirte que
ciertamente se descubrieron reacciones
adversas importantes como la hipoglucemia,
diarrea transitoria y dolor abdominal en
pacientes con insuficiencia renal o hepática
grave…
Un corresponsal del periódico de mayor circulación
del país interviene, interrumpiéndola.
- Señorita White, ¿Es cierto que está llevando
una relación de pareja con su conocido primo,
el Doctor Abel White?
Ella enmudece de inmediato, la mirada de Abel
desconcertado la pone aun más nerviosa.
- Lo siento, no responderé eso.
Logra zafarse, señalando a otro joven que se ha
levantado para intervenir.
- ¿Cómo es que terminó metiéndose con su propio
primo?, ¿Su familia como lo tomó?
El orden en el salón se ha perdido, todos los
periodistas están ahora de pie luchando por ser
escuchados. Ella siente su corazón latiendo con
fuerza en su pecho, sus manos comienzan a sudar y
lucha por recuperar el control.
- Por favor señores, si hay alguien que quiera
hacer una pregunta que no tenga que ver con mi
vida personal, adelante.- Les invita.
Todos los presentes se miran unos a otros. Hannah
ha recuperado el control de la situación, ahora los
mira desafiante. Ninguno se atreve a intervenir
nuevamente. Ella respira hondo.
- De acuerdo, eso es todo.
Se retira del podio, Abel acude a su encuentro de
inmediato. Acto seguido sujeta con fuerza su mano.
Ella descubrió anteriormente que este gesto en
particular la hace sentir protegida.
Salen juntos del lugar tomados de la mano, afuera
del edificio una multitud los espera, ambos deben
correr para lograr llegar a salvo al auto de la
familia.
- ¿Estás bien?- Pregunta él.
Él la mira preocupado mientras sigue sujetando con
firmeza su mano.
- Sí, estoy bien.
- Estamos juntos en esto Hannah, no lo olvides.
Ella asiente agradecida con sus palabras,
necesitaba escuchar eso.
Ninguno esperaba éste ataque por parte de la
prensa. Ambos se han quedado absortos en sus
pensamientos mientras el chofer de la familia
conduce camino a la mansión White.
*


El Sr Rowling, ha venido a la mansión. Es un
hombre maduro, con algunas canas en su cabello
castaño. Algo bajo de estatura y acostumbra a
llevar sacos en colores oscuros, como el café. Su
voz es aspera, y tiene un particular olor a
tabaco.
Hannah y Abel lo atienden en el despacho,
mientras revisan la primera plana del periodico
local, en el cual se muestra una gigatesca
fotografia de ambos, dandose un beso, en el
panteon, donde estuvieron hace un par de semanas.
- Señorita White, entiendo su desanimo ante el
giro repentino que tomó la rueda de prensa,
pero debo admitir que admiro su temple. Ha
sabido mantener el control y no cedió ante las
provocaciones de estos periodistas. Tratándose
de una chica tan joven, es usted muy segura.
Abel asiente, haciendo ver que está de acuerdo
con él.
- Sí, pero debo admitir que fue muy desagradable
para mí encontrarme en esa situación,
totalmente expuesta. - Confiesa ella.- Y ahora
esto.- Señala, refierendose a la fotografia
del periodico.
- Son las consecuencias de ser una persona
pública señorita, les recomiendo tomar cartas
en el asunto, que no los vuelva a tomar
desprevenidos.

Abel interviene.

- Claro, lo estábamos discutiendo hace un rato,
vamos a contratar personal de seguridad.

Hannah hace una mueca de desagrado ante la
medida, no está de acuerdo, pero sabe que es
necesario.

El sr Rowling se levanta para marcharse.

- Jóvenes, sé que es dura la batalla que estan
por librar, solo deben a aprender a
protegerse… Ahora, me despido.
Y sale del despacho con paso decidido. Abel gira
la silla donde está Hannah para quedar frente a
frente.
- Debo irme al hospital.- Le informa.
Ella hace un puchero mientras tira de él para
abrazarlo.
- Vendré por ti mañana para llevarte a tu primer
día en la Academia.- Le informa aun abrazados.
Ella rompe el abrazo para volver a verlo a la
cara.
- No hace falta. Iré en mi auto.
- Ok. Nos veremos luego.
Él se inclina aun más para darle un casto beso en
los labios. Para luego salir del despacho.
Ella lo ve retirarse con nostalgia, odia
despedirse de él.
Esa noche intentó irse a dormir temprano, no
quería lucir cansada mañana en su primer día de
clases.
*


Ha llegado ya a la Academia, estaciona su auto y
toma sus cosas para salir. A pesar del infortunado
incidente con la prensa el día de ayer, ella está
muy emocionada por su primer día de clases. Agradece
que una de las ventajas de estudiar danza, es lo
comoda que puede vestir para ir a clases. Lleva un
pantalon deportivo color negro, mas una sudadera de
franela color gris, que mostraba parte de su abdomen
y un par de tenis blancos.
La Academia de Artes Escénicas de Port Hidden es
una edificación de arquitectura antigua,
caracterizada básicamente por grandes pilares en la
entrada que sostienen un amplio arco, con una enorme
cúpula en el centro.
Los estudiantes caminan de prisa por los amplios
corredores, haciendo rechinar su calzado en los
pisos de madera recién pulidos. Ella logra conseguir
con facilidad el salón donde tendrá su primera clase
del día.
Entra al enorme salón cubierto por espejos que se
despliegan desde el techo hasta el piso de madera.
Algunos alumnos cambian sus calzados por zapatillas,
y otros hacen estiramientos para calentar. Ella los
mira atenta.
Un hombre alto, de contextura delgada y espalda
ancha, entra tras ella al lugar, su edad debe
oscilar los cuarenta y tantos años, su piel es
blanca y su cabello es castaño. Lleva puesto unos
pantalones de franela azul oscuro y un sweater de
lino gris.
Su sola presencia hizo correr a muchos,
alienándose en una fila en el centro del salón,
Hannah no dudó en imitar a sus compañeros tirando
sus cosas al suelo y uniéndose a la fila en un
santiamén.
El hombre alto, irguió su postura al colocarse en
frente de todos. Se veía elegante y formal, aun
vistiendo tan relajado.
- Buenos días, para los que no me conocen, mi
nombre es Jack Scott. Seré su profesor de
Música Clásica en este semestre.
Algunos de sus compañeros comenzaron a susurrar
cosas al escuchar el nombre del profesor, al parecer
tiene una amplia trayectoria en el mundo de la
danza.
- Quiero dejar claro de ante mano que seré
implacable con cada uno. Los haré esforzarse
continuamente para sacar lo mejor de ustedes,
conocerán sus límites, pero también
descubrirán de que están hechos y si realmente
son bailarines.
Jack se desplaza con lentitud mientras pronuncia
su discurso de bienvenida, Hannah lo ve de reojo
al pasar a su lado, le resulta bastante
intimidante.
- La danza clásica, también conocida comunmente,
como ballet, es un tipo de danza que cuenta
con distintas técnicas y movimientos
específicos… Cada uno estos movimientos se
basa en el control total y absoluto de nuestro
cuerpo. Ella requiere de nuestro total
esfuerzo, actitud y compromiso... En ella
participan invariablemente las manos, los
brazos, el tronco, la cabeza, pies, rodillas,
en fin… Todo nuestro cuerpo en una conjunción
simultánea de dinámica muscular y mental que
debe expresarse en total armonía de
movimientos.- Hace una leve pausa.- Señores,
esto sencillamente es arte en su máxima
expresión.
Las palabras de Jack logran calar en ella, que
ahora lo ve hipnotizada al notar como aquel hombre
describía la danza con tal fascinación.
- Quiero evaluar su técnica, comenzando con su
colocación. Para los que no entienden a que me
refiero, van a conservar los hombros y las
caderas en el mismo plano y paralelas la una a
la otra en relación con el piso.- Explica él
con firmeza.
Todos comienzan a hacer lo que les pide
adoptando la postura mencionada por él. Ella no se
queda atrás y hace lo mismo.
- Alguien puede decirme ¿Para qué sirve este
principio?
- Permite incrementar la claridad y la precisión
en el manejo de las direcciones… Mientras las
piernas se mueven.- Dice ella.
Hannah se hace notar entre los presentes. Todos
se miran entre ellos al escucharla.
- Eso es correcto, ¿Puede decirle al grupo cual
es su nombre señorita?- Enuncia Jack,
animándola a presentarse.
- Mi nombre es Hannah.
- ¿Hannah qué?- Insiste.
- Hannah White.
- Entiendo.- Hace una pausa.
Todo el grupo comienza a murmurar al escuchar su
apellido, Jack tampoco logró disimular su asombro.
- Acérquense todos a la barra para evaluar sus
puntas… - Indica Jack al grupo.

Todos corren sin parar a la barra y comienzan a
elevarse en puntas.

Una hora y media más tarde había terminado la
clase. La cual estuvo compuesta por ejercicios muy
básicos, limitándose a elevarse en las puntas
sobre los dos pies con la ayuda de la barra.
Un chico rubio y alto se acerca a ella luego de
recoger sus cosas.

- Sabía que te había visto antes.
Hannah voltea enseguida hacia él, ella se
disponía a tomar sus cosas para salir.
- Disculpa, mi nombre es Theo.- Extendiendo su
mano para presentarse.
- Hannah.- Se limita a decir.
Él no deja de mirarla mostrando demasiado
interés, logrando incomodarla un poco.
- Bueno, hasta luego.- Agrega él nervioso.
Theo sale del salón con el resto del grupo.
Hannah hace lo mismo después.
Pasadas las dos de la tarde, ha terminado su día
de clases y va camino a almorzar con Abel en un
restaurant que él personalmente ha escogido. Quien
ha interrumpido su guardia para acompañarla.
Al llegar al restaurant un mesonero le da la
bienvenida de inmediato, para luego llevarla a su
mesa. Abel ha reservado un privado para poder
conversar a gusto.
El lugar es muy elegante, uno de los más caros
de la ciudad, ambos están acostumbrados a
frecuentar lugares de este estilo. Agradece
haberse cambiado en la academia antes de salir.
Ella toma asiento y se dispone a esperar a su
novio que aun no llega.
- ¿Desea ordenar algo Señorita White?
- No, esperaré a mi novio, gracias.

El joven se retira de inmediato dejándola a
solas en la mesa. Ella aprovecha el momento para
revisar su teléfono, hoy apenas ha logrado verlo.
Un mensaje de Megan titila en su pantalla, al
abrirlo descubre que se trata de un anuncio que ha
hecho un periódico local. La idea la fastidia de
inmediato.

La publicación va encabezada por una foto de
ella tomada el día de hoy al entrar a la academia.
El titular reza: “La heredera White comienza sus
clases en la prestigiosa Academia de Port Hidden”,
mencionan la extrañeza de no ver a Abel
acompañándola en este día, y se preguntan cuando
la joven va a hacerse cargo de los negocios de su
padre, acusándola de haberse desligado por
completo del asunto.

- ¿Qué lees?
Abel logra sacarla de su embeleso, al tiempo que
toma asiento. Él le sigue causando esa sensación
de ansiedad al verlo, luce impecable a pesar de
venir de una guardia interminable. Un saco color
hueso, camisa aguamarina con unos pantalones beige
ajustados, perfecto.
- Mira.- Le indica ella, volteando la pantalla
de su teléfono para que el pueda verlo.
Abel lee con detenimiento el anuncio, luego de
unos pocos segundos lanza un bufido.
- Ignóralos Hannah. Solo se aprovechan de tu
apellido para poder vender unos cuanto
ejemplares.
- Esto es de hoy, me están persiguiendo.
- Ya tengo la solución para eso, he contratado
un equipo de seguridad para ti. Comienzan
mañana mismo.- Le informa.
Hannah guarda silencio mientras él le hace señas
al mesonero para que venga.
- Cambiemos de tema ¿sí?- Sugiere él haciendo
una mueca de fastidio.

Ella acepta y sonríe ante su gesto.

- ¿Qué tal tu primer día?, por cierto. Estas
hermosa- Comienza él.

Ella sonrie, sonrojada.

- Pues no me quejo, ha estado bien.- Agregando
una leve sonrisa al final.

El mesonero ha llegado para tomar su orden
interrumpiendo la conversación.

- Buenas tardes… Voy a querer un Solomillo con
Salsa de Uvas, una suprema de ave rellena con
ostiones, y como guarnición un puré de papa de
apio con hinojo, si es tan amable.- Explica,
tendiendole la carta que apenas reviso.
Hannah lo ve sorprendida.
- ¿Y tu Hannah?, ¿Has decidido ya tu orden?
- Eh… Claro, un atún en emulsión de vino tinto,
gracias.
Anuncia cerrando la carta, al tiempo que el
mesonero la sostiene.
- ¿Qué van a tomar?- Pregunta.
- Una botella de Sauvignon blanc, por favor.-
Anuncia Abel con gentileza.
El mesonero toma nota y se marcha enseguida.
- Tienes mucha hambre ¿no?- Agrega burlona.
- Ni que lo digas, no como algo decente desde
ayer al medio día.
- Siempre puedo llevarte algo de comer al
hospital.- Sugiere animada.
- ¿Lo prepararás tu?- Inquiere divertido.
- No, no lo comerías jamás.- Confiesa echándose
a reír.
- Podría sacrificarme en honor a tu esfuerzo.
- No te haría jamás algo así.

Él toma su mano con cariño.

- Hannah podrías llevarme una galleta salada si
quieres y la comería con gusto, te lo juro.

Ella sonríe, y sus mejillas se sonrojan, sus
palabras la derriten por completo.

- Te ves hermosa cuando me miras así.

Su mirada se intensifica, sus ojos brillan y
ella se pone nerviosa, rompiendo el contacto de
sus manos.

- Y cuéntame, ¿Qué tal tu día?

Él sonríe y la ve con ternura.

- Ha ido bien, una guardia que aun no termina
pero he logrado escaparme para verte.
- Gracias por eso.
- No tienes porque hacerlo. Es un placer para mí
poder verte.

La llegada del mesonero con la comida los
obliga a guardar silencio, mientras sus miradas
se cruzan volviéndose traviesas.

Hace mes y medio de su primera vez juntos, y
llevan saliendo oficialmente menos de un mes.
Así que los últimos días los han ocupado en
salidas a almorzar y visitas cortas en la
mansión. Abel se muestra muy cuidadoso, y sus
acercamientos son muy breves.

Hannah no ha vuelto al pent-house de Abel
desde esa noche, extrañamente ahora le parece
inapropiado, además él tampoco ha insinuado que
vaya, así que presume que se deba a lo mismo.

Abel la trata con mucho respeto, como
siempre. Guarda distancia y respeta sus límites.
Ella lo agradece, pero no deja de pensar en cómo
será volver a estar juntos ahora que son novios
oficialmente.

La idea no deja de darle vueltas en la
cabeza, y pensar en ello le causa ansiedad. Mas
cuando él se pone en plan juguetón y travieso.
Su estomago se contrae y ella se pone muy
nerviosa.

- Oye, vuelve aquí, ¿Qué piensas?
- ¿Por qué no hemos vuelto a estar juntos?-
suelta sin apenas creerse que lo ha dicho en
voz alta.

Abel se atraganta y comienza a toser
enseguida. La pregunta de Hannah lo ha
sorprendido. Aclara su garganta un par de veces
antes de responder.

- ¿Puedo saber a qué se debe tu pregunta?
- Mierd… - dice en voz baja.- Bueno… Porque ha
pasado más de un mes desde nuestra primera
vez… Y no soy experta pero imagino que la
gente lo hace más seguido.

Abel retira su plato un poco y se detiene a
meditar unos segundos su respuesta.

- Es extraño que te muestres tan abierta para
hablar de intimidad cuando te pones tan
nerviosa con cualquier acercamiento de mi
parte.

Ella abre los ojos sorprendida. No esperaba esa
respuesta.

- Si Hannah, lo he notado. Así que prefiero
darte tu tiempo. Cuando estés lista, sin
presiones.- Explica él con voz calmada.
- ¿Ahora?- Propone fingiendo firmeza.

Él sonríe ante su propuesta.

- Ok, pero almorcemos primero.- Acepta
enseguida.

Ambos almorzaron en absoluto silencio, Abel se
limitaba a devorar su plato, mientras Hannah
luchaba por mantener la calma y no lucir asustada.
Ella nota como su corazón comienza a latir al
verlo llamar al mesonero. *Dios, ¿Ahora mismo?*,
*¿ Podré hacerlo?* pensó ella nerviosa,
mientras sus manos comienzan a sudar y es incapaz
de articular palabra.
El mesonero llego demasiado rápido con la
cuenta, ambos se ponen de pie y Abel posa su mano
en su espalda para guiarla a la salida.
Éste minúsculo contacto basta para hacer que sus
piernas flaqueen y todo su cuerpo comience a
temblar. En ocasiones voltea a mirarlo para darse
cuenta que él en cambio se muestra muy tranquilo.
- Iremos en mi auto.- Le indica a ella al ver al
vallet llegar con su auto.

Ella se deja llevar subiendo al auto sin
oponerse, Abel hace lo mismo. Una vez adentro lo
pone en marcha. Ella se da cuenta que él ha
adoptado una postura firme, aunque evita mirarla.
En el trayecto descubre que es la ruta al pent-
house. Lo que la pone aun más nerviosa.

Al entrar al subterráneo es consciente de lo
próximo que vendrá a continuación, sus pulsaciones
siguen incrementándose por causa de su
inexperiencia en el asunto. No tiene idea de cómo
actuar y teme hacer algo incorrecto. *Por el amor
de Dios, yo y mi bocota*. Se decia a si misma al
borde de un ataque de nervios.*¿Sera normal estar
tan nerviosa?, ¿Qué pantis traigo?, Mierda*.
Pensaba ella, absorta.

Abel apaga el motor del auto y se reclina en el
asiento, volteándose un poco hacia ella.

- ¿Estás segura de lo que vas a hacer Hannah?-
Pregunta con voz seca.
Luego sostiene con ternura su cuello y la acerca
poco a poco hacia él.
- Si.- Responde ella con fingida firmeza.

Él se inclina y se acerca dejando claras sus
intenciones. Ella lo espera nerviosa e inmóvil. Él
posa su mano en su cintura levantando levemente su
blusa con ayuda del pulgar, que a su vez roza su
piel, seductoramnete. Ella comienza temblar ante
su contacto, él puede sentirla temblar bajo la
palma de su mano.
Luego la besa con ternura en la frente. Ella
sostiene su otra mano que aun la sujeta por el
cuello.

- Cuando estés lista no va hacer falta
preguntar, el momento va a fluir solo… Y
quiero que sea perfecto para ti, sin
presiones, sin miedos, sin dudas… Te lo
prometo.
- ¿No va a ser ahora?
- No.- Anuncia sonriente.
- De acuerdo.
- Puedes respirar.
Ella lo ve fijamente.
- Es normal que te sientas nerviosa, eres nueva
en esto. Pero quiero verte relajada, y para
eso debo ganarme tu confianza, y en eso estoy
trabajando.
Ella sigue confundida con los últimos
acontecimientos.
- ¿No te molesta esperar?
- No.

Ella frunce el ceño, sigue sin entender cómo
puede estar tan tranquilo.

- Hannah te deseo, y si quiero volver a estar
contigo desde el momento mismo en que paso,
todos los días desde entonces hasta ahora, te
lo juro. Pero te repito, voy a esperarte,
porque quiero que lo desees tanto como yo.
Ella enmudece ante su respuesta, *me desea* se
dice a si misma al recordar sus recientes palabras.
- Ahora regresaremos por tu auto, debo regresar
al hospital.
Segundos después vuelven al tráfico de Port
Hidden, camino al restaurant donde dejaron el auto
de Hannah.
CAPITULO II



La clase de Anatomía funcional ha terminado.
Theo, el rubio que conoció ayer resulta que
también está en esa clase, él la aborda enseguida
en cuanto salen del aula.
- ¿Tienes pareja para el ensayo?- Inquiere al
acercarse.
A ella le sorprende su acercamiento, pero decide
ser amable.
- Hola, y no, aun no tengo pareja.
- Hola, disculpa… No quería que se me adelantara
nadie.
Theo parece un joven gentil, y ella presume que
solo quiere socializar. Tiene una mirada serena y
cabello rizado con mechones dorados. Es un buen
chico.
- Pues eres el primero.
- ¿Entonces te gustaría que lo hiciéramos
juntos?
Hannah frunce el ceño ante su comentario
subliminal.
- El ensayo, claro.- Agrega nervioso.
- Por supuesto.- Responde ella sonriente.

Ambos caminan juntos por un corredor,
acercándose a un grupo de chicos que conversan
animadamente. Theo toma la iniciativa y la
presenta al grupo.

- Chicos, ella es Hannah.- Les informa al grupo
de jóvenes que la miran muy atentos.

Uno de ellos toma la iniciativa y se presenta
primero.

- Mucho gusto, soy Nathan.- Afirma, tendiendo su
mano para presentarse.
- Hannah.- Dice ella, correspondiendo al saludo.

Nathan es muy distinto a Theo, parece más del
tipo de persona extrovertida, lider de grupo,
galan incluso.

- ¿Puedo saber de dónde se conocen ustedes?-
Agrega él, como si no comprendiera el asunto.
- Hannah va conmigo en la clase de Ballet y
Anatomía.- Aclara Theo con voz cansada.
Ella frunce el ceño confundida por el comentario
de Nathan.
- Cierto, cosas de bailarines.- Agrega éste, con
burla.
Los demás comienzan a reírse enseguida, una
joven pelirroja llama la atención de Hannah, no ha
dejado de mirarla desde que llego.
- ¿Y tú que estudias aquí?- Le pregunta ella a
Nathan ofendida.
- Música. De hecho tengo una banda, cuando
quieras puedes venir a vernos en acción,
¿Cierto chicos?- Pregunta al resto de los
jóvenes.
La pelirroja se acerca a Nathan de forma muy
intima y le dice algo al odio. Nathan asiente, al
parecer concuerda en algo con la chica. Esto logra
irritar a Hannah y no duda en replicar.
- ¿Por qué no lo dices en voz alta?, ¿A caso no
sabes que es de mala educación eso que acabas
de hacer?- Refiriéndose a la pelirroja.
La joven sonríe con ironía ante la acción de
Hannah.
- Le dije a Nathan que no eres del tipo de
persona que va a bares nocturnos… Solo
mírate.- Alzando su mano para señalarla.- Una
ñoña mimada.- Y se echó a reír.
- Si iré, ¿Dónde es?- Pregunta Hannah tratando
de mostrarse firme.
- Está al sur de la ciudad, hermosa.- Agrega
Nathan tomando su mentón con picardía.
- Yo te llevo.- Sugiere Theo.
- De acuerdo, está arreglado, éste te llevará.
Nos vemos allá. Ha sido un placer conocerla.-
Anuncia Nathan con sarcasmo.
Nathan y el resto de los chicos se marchan,
dejando a Theo y a Hannah parados en el corredor.
- ¿Quién es la chica?- Pregunta Hannah,
refiriéndose a la pelirroja.
- Es Karen, estudia música también.
- Que odiosa.

Theo sonríe ante su comentario.

Esa noche Hannah logra llegar al lugar con
la ayuda de Theo, que le ha enviado la ubicación
en un mensaje. Ha omitido contarle a Abel de su
salida, porque éste aun no sale de su guardia.
*Sera una salida rapida* se dice a si misma para
animarse. Al estacionarse encuentra a Theo
esperándola afuera, en el estacionamiento.

- Impresionante, estas hermosa.- Logra decir al
verla llegar.

Lleva puesto unos jeans oscuros, un sweater
gris tejido con una chaqueta de cuero negra y
sus converses negras.

- Gracias.- Responde apenada.

Al entrar al lugar el olor a cigarrillos
predomina en el ambiente. La estancia es
cerrada, con la mínima iluminación. Hannah logra
sentirse ajena al lugar de inmediato.
Toman asiento en la barra porque no logran
conseguir una mesa libre, Theo pide un par de
cervezas y le tiende una a Hannah. Ella la toma
enseguida animada por el calor del lugar.
Nathan y los demás chicos están en la
pequeña tarima ultimando detalles. Hannah busca
con la mirada a Karen, quiere restregarle en la
cara que si ha venido después de todo. Pero no
logra verla por ningún lado.
Al cabo de unos minutos Nathan toma el
micrófono para presentar al grupo, al parecer es
el vocalista. El público comienza a aplaudir en
cuanto anuncia la canción a continuación.
Nathan es un chico alto, con espalda ancha y
brazos musculosos, su cabello es castaño largo y
rizado. Su apariencia tiene un aire rebelde y
varonil. Las chicas en el lugar no paran de
gritar eufóricas por él.
Al terminar la canción Hannah siente vibrar
su teléfono, nota que se trata de Abel y corre a
la salida para poder escucharlo.

- Hannah, ¿donde estas?
- En un bar, al sur de la ciudad.- Responde con
cautela.
- ¿Por qué?, ¿Qué haces allí?, esa zona es muy
peligrosa.- Pregunta confundido.
- Me han invitado unos amigos.
- Ya voy a buscarte.
- No hace falta, he traído mi auto.
- Entonces te espero en la mansión, voy saliendo
del Hospital.

Y cuelga, Hannah no lograba entender si eso había
sido una orden o una petición.

Guarda el teléfono y entra al lugar a despedirse
de Theo. Minutos más tarde llega a la mansión,
sintiéndose aun muy extraña por la reacción de Abel
hace un momento. Quien ahora la espera apoyado en
la puerta de su bugatti. Al verla bajar del suyo,
no dudó en acercarse, dando largas zancadas y
adoptando su postura erguida, estaba molesto.

- ¿Puedo saber que hacías en un bar?- Suelta sin
más.
- Ya te lo había dicho, con unos amigos.
- ¿Qué amigos son esos?, ¿Por qué no me has
llamado para avisarme?
Hannah no podía entender la actitud de Abel,
volvía a ser el primo autoritario que reprime sus
acciones estúpidas. Odiaba esta situación.
- No lo vi necesario, por eso no te llamé.
No lo hizo porque en el fondo sabía que se
opondría enseguida.
- Hannah, esa zona es muy peligrosa, debiste
llevar al equipo de seguridad entonces.
Ella había visto el mensaje donde le informaba
que ya había contratado al equipo de seguridad.
Pero lo ignoró adrede.
- Lo siento, Abel. Nathan y Theo me invitaron y
no pude negarme.
- ¿Quiénes son esos Hannah?

Al escuchar esos nombres Abel enfureció aun más.

- Son nuevos amigos de la Academia.
- ¿Y te invitan a bares de mala muerte?
- Abel basta, esta discusión no va a ninguna
parte.
Hannah da por terminada la discusión marchándose
de inmediato. Abel la ve subir las escaleras de la
entrada sin poderse creer que lo ha dejado ahí
plantado en el portico.
Ella entra a su habitación muy molesta, no
entiende la reacción de Abel, más que su novio
actúa como su padre y eso la molesta sobremanera.
Admite que haber ido sola al sur de la ciudad le
ha causado algo de miedo, pero todo ha ido bien, y
no pasó nada de qué preocuparse, por lo que cree
que Abel exagera en su reacción.
Esta es su primera pelea desde que son novios
oficialmente. Ella no está dispuesta a ceder. Abel
debe entender que ella ya es mayor de edad y puede
cuidarse sola.
Está tirada en la cama boca abajo, su teléfono
comienza a vibrar. Sabe que es Abel, así que
ignora su llamado y sale al cuarto de baño para
evitar la tentación de responderle. Quiere hacerlo
sufrir un poco.
*
A la mañana siguiente, ella se encuentra en su
habitación terminando de arreglarse para irse a la
Academia, al bajar las escaleras escucha sonar el
timbre. Uno de los sirvientes acude a la puerta,
se trata de Abel. Hannah lo escucha hablar desde
el pie de la escalera, se ha quedado inmóvil al
escucharlo.
- Buenos días, Hannah.- Saluda él, en tono
formal.
- Buenos días.- Responde ella imitando su tono.
- ¿Quieres acompañarme a desayunar?
- Ok.- Se limita a decir.
Baja las escaleras y sale rumbo a la puerta,
Abel la sigue embelesado. Al salir, un hombre de
color, alto y con un traje muy formal los espera
afuera. Abel se adelanta para presentarlo.
- Hannah, él es Mark. El nuevo jefe de
seguridad.

Mark se acerca de inmediato.

- Mucho gusto señorita White.

Hannah se limita a estrechar su mano.

- Él será tu guarda espaldas desde hoy.- Le
informa Abel con cautela.

La noticia no le agrada del todo, y ella no
puede ocultarlo, su rostro refleja su notoria
molestia ante la nueva medida. Pero entiende que
Mark no es culpable de ello y trata de ser amable
regalándole una pequeña sonrisa de cortesía.
El hombre le responde con una leve inclinación
de cabeza y se aleja unos pasos, tras él, dos
jóvenes de igual vestimenta aguardan, *Deben ser
los demás guardaespaldas*, pensó ella al verlos
ahí.
Mark es alto, maduro, ella presume de unos
treinta y tantos. Muy profesional puesto que
mantiene la distancia que requiere el cargo. Los
otros dos son mucho más jóvenes.
Abel le indica que suba al bugatti, ella obedece
enseguida. El equipo de seguridad sube a una de
las camionetas de la familia y ambos vehículos se
disponen a salir de los linderos de la Mansión.
Una vez en la privacidad del auto, Abel
interviene en un tono más cálido, sin apartar sus
ojos de la carretera.
- Hannah, quería disculparme por mi actitud
anoche.

Ella lo mira ceñuda sin decir nada.

- Sé que no estuvo bien cuestionar que salgas
con tus nuevos amigos, pero debes admitir que
ir a esa zona de la ciudad sola en tu auto no
fue prudente.- La mira expectante, esperando
una señal para seguir.
Él exhala con fuerza, frustrado por su silencio.
- ¿No piensas hablarme?- pregunta con firmeza.
- Abel, acepto tu disculpa pero no estoy
contenta con tu reacción de anoche. Eres mi
novio, no mi padre y eso debes entenderlo.
Abel abre mucho los ojos sorprendido.
- Sé que no soy tu padre Hannah, solo me
preocupo por ti. Temí que te pasara algo en
cuanto me dijiste dónde estabas.- Advierte con
preocupación.
Ella se conmueve al entender sus miedos.
- Lo siento, en eso tienes razón. Pero estoy
bien, te lo juro.- Le asegura frotando su
brazo con ternura.

Él agradece el gesto regalándole una enorme
sonrisa que hace que ella se derrita por él de
inmediato.

Han llegado al café donde Abel acostumbra a
desayunar. Uno de los jóvenes de seguridad abre
la puerta de Hannah y ella sale del auto,
mientras Abel lo bordea y juntos avanzan hacia
la entrada del lugar.

Al entrar, caminan hacia las mesillas altas
dispuestas para los comensales, un mesonero los
aborda y Abel hace la orden de ambos sin
demoras. Esta apurado.

Minutos más tarde mientras Hannah devora sus
waffles con nuez y manzana, Abel termina su
cappuccino y los últimos bocados de sus huevos
españoles, ambos absortos, limitándose a la
única tarea de desayunar en silencio.

A unos metros, a sus espaldas, se escucha
una voz conocida por ambos, sonido que los saca
a los dos por un segundo de su embeleso, Hannah
es la primera en voltear a mirar, se trata de
Liam, acompañado de una chica rubia, parecen
haber terminado su desayuno y se disponen a
salir del lugar.

Abel lo reconoce enseguida, mientras Hannah
lo mira inmóvil desde su mesa. Liam parece no
haberlos visto, y sigue su camino. Acción que
deja a la pareja que aun desayuna en un silencio
ahora incomodo.

Abel es el primero en romperlo.

- ¡Oh! Parece que está de vuelta ¿eh?- Anuncia
con una muy mal fingida indiferencia.
- Si.- Responde ella con nerviosismo.
Ella se sume en sus pensamientos por unos
segundos, su atención ha quedado captada por la
rubia que acompañaba a Liam, *¿Será su novia?*
se preguntó a sí misma.
Liam ahora se ha dejado una barba rapada de
dos días, y su cabello lacio está un poco más
largo. Lo que lo hace lucir muy varonil.
La rubia que lo acompañaba era muy
atractiva, alta, delgada, de cabello corto, con
suaves ondas.
Por la forma en que se tomaron las manos
Hannah ahora presume que es su novia.
- Bueno, creo que debemos irnos.- Declara Abel
con sequedad.

Hannah asiente con la cabeza y retira su
plato.

Ese día la tensión entre Hannah y Abel se
hizo presente. Apenas hablaron en el transcurso
del día, cada uno inmerso en sus propias
ocupaciones y no se volvieron a ver hasta el
jueves por la mañana, dos días después.
Ahora, Hannah termina de arreglarse en su
habitación. Mientras cepilla su larga cabellera,
alguien se anuncia tras la puerta.
- Adelante.- Le invita ella.

Es Abel. Se le ve afectado, cabizbajo. Desde
el umbral de la puerta esboza una media sonrisa
forzada. Ella sabe que le preocupa la presencia
de Liam en Port Hidden, aunque ella también
desconoce los motivos de su regreso, siente que
debe tranquilizarlo.

- ¿Cómo estás?- Pregunta él.
- Pues bien. ¿Vas a quedarte ahí?- Responde
ella, señalando el umbral donde se encuentra
él.
- ¿Puedo pasar?
- Por supuesto.

Abel se adentra en la habitación con
cautela. Es toda una revelación para ella verle
así, totalmente desorientado. Cauto.

- Abel, se que estas preocupado porque Liam está
en Port. Pero te juro que no hay nada por lo
que debas preocuparte.

Abel la mira expectante, sin poderse creer
que haya sido ella quien tocara el tema.


- ¿Y no te causa curiosidad saber por qué está
de vuelta?
- ¿Debería?- Pregunta ella sin apartar sus ojos
de los suyos.
Abel sonríe satisfecho con su respuesta.
- Hay alguien que quiero presentarte.- Anuncia
él, cambiando de tema drásticamente igual que
su semblante.

Hannah frunce el ceño intrigada con su
revelación y sonríe.

- De acuerdo.

*

Hannah y Abel han llegado al White Memorial,
Abel quedó en llevarla a conocer a alguien, lo
que ella no se esperaba era que irían al
hospital, lo que despertó aun mas su curiosidad.
Abel la conduce por los pasillos tomándola
con firmeza por la mano, guiándola en todo
momento a su destino. Ella se siente muy cómoda
con este gesto, ama la protección que le brinda,
aunque muchos fisgones les regalan miradas de
desaprobación.
Rumbo a los jardines del hospital, ella se
deja guiar hasta un banco donde se encuentran
unas personas, una señora de mediana edad, y un
niño, el niño reposa en una silla de ruedas,
lleva una bata blanca, es paciente del hospital.
Al acercarse, Hannah percibe que el niño
juega con un pequeño avión de plástico que posa
en su regazo, una extraña sensación la invade
ante estas imágenes.
Él niño parece reconocer a Abel de inmediato
y sonríe de la emoción al verlo, la señora junto
a él también hace lo mismo.

- Volviste.- Grita el niño emocionado.
- Hola Ben. Por supuesto, te dije que volvería
pronto.- Le responde al niño.- Mira, te he
traído una nueva amiga, ella es Hannah.
Hannah se conmueve al ver la ternura con que
Abel ha tratado al niño y se acerca con cautela
en cuanto la anuncia.

- Hola ben. Mucho gusto.- Se presenta ella,
tendiendo su mano.

Ben corresponde al saludo de inmediato, es muy
sociable.

- ¿Ella es tu hermosa novia?- Pregunta Ben.
- Si, es ella, ¿Verdad que es muy hermosa?-
Inquiere Abel con humor.
- Si.- Sugiere el niño ahora apenado.

Hannah se sonroja un poco ante los comentarios
de Abel.

- Quería venir a contarte que mañana es tu
operación.
- ¿Otra vez?- Agrega Ben fastidiado.
- Es por tu bien, esta será la última, lo
prometo.- Declara él confirmando el juramento
con su mano firme en alto.

Ben sonríe finalmente y asiente con la cabeza.

- Doctor, ¿Quería preguntarle algunas cosas?-
interviene la señora de mediana edad que
acompaña a Ben.
- Claro Carla, acompáñame.- Le invita él,
indicándole que lo acompañe.

Ambos se apartan unos metros dejando a
Hannah y a Ben a solas. Hannah los sigue con la
mirada unos segundos, al tiempo que Ben llama su
atención.

- ¿De verdad eres su novia?
- Si, así es. ¿Te había hablado de mí antes?
- Claro, se pone como tonto cuando habla de ti.
Está perdido.- Declara el niño con sapiencia.

Hannah no puede evitar echarse a reír. La
elocuencia del pequeño le causa ternura. Abel y
Carla regresan al grupo unos segundos después.

- Bueno Ben, debemos irnos. Te veré mañana.
- ¿Tú también vendrás?- Pregunta Ben,
refiriéndose a Hannah, quien ha quedado
descolocada.
- Claro, por supuesto que sí.

Abel y el niño sonríen de inmediato ante su
respuesta.

- Hasta mañana doctor.- Se despide Carla.
- Hasta mañana, Carla, cuida que no se desvele.
- Hasta mañana.- Se despide Hannah.

Abel y Hannah se retiran, saliendo del área
de los jardines. Abel guarda silencio y ella no
puede evitar hacer preguntas de su recién
encuentro.

- ¿Quiénes son ellos?
- Son unos pacientes.
- ¿Por qué me has traído a conocerlos?
- Se lo había prometido a Ben hace unos días y
se lo debía.
- ¿Qué tiene Ben?
- Insuficiencia renal. Mañana le colocaremos un
trasplante.- Responde él, con un deje de
nostalgia en su voz.
- ¿Qué pasa Abel?- Inquiere ella al notar su
semblante.
- Hannah, no todos los pacientes del White
Memorial tienen recursos para sus
tratamientos. En el caso de Ben, su madre
apenas puede mantenerlo, mucho menos hablar de
costear una operación de este tipo. El
hospital en estos casos refiere a los
pacientes a hospitales públicos, pero en
ocasiones en esos lugares no tienen las
herramientas pertinentes para tratar estos
casos y los pacientes mueren.
- Pero Ben sigue aquí, no entiendo.
- He asumido los gastos de su operación.
Transferirlo a un hospital público era dejarlo
morir a su suerte.
Hannah se sorprende ante su declaración.
- La atención de este hospital va dirigida a
pacientes que puedan costearla, los que no
tienen los recursos son transferidos a otros
centros. Existen muchos niños, como Ben, con
enfermedades que requieren de atención
calificada y esos hospitales no la tienen y
por eso mueren.
Él la mira con atención, ella procesa poco a
poco toda esta nueva información.
- Eso no es justo.- Declara ella, lo que fue más
un pensamiento en voz alta.
- La vida no es justa Hannah.

Esa tarde ella no pudo sacar la imagen del
pequeño Ben de su mente. Sabía que Abel la había
llevado a conocerlo con otro propósito más
profundo. Las antiguas políticas del Hospital de
su padre eran excluyentes, y aunque
financieramente este se debe a los pacientes que
pueden costear su atención. También era cierto
que su padre era un buen médico de vocación que
se debía a sus pacientes, y poder ayudarlos a
todos era clave.
Debía existir una forma de poder ayudar a
esos pacientes de escasos recursos sin dejarlos
a su suerte.
CAPÍTULO III



Era viernes por la tarde, su primera semana
de clases en la Academia había terminado. Nathan
y sus amigos la esperaban al salir del salón de
clases, en cuanto la vieron no dudaron en
abordarla.

- Hermosa, te estábamos esperando.- Anuncia
Nathan.
- ¿A mí?
- Si, iremos a un nuevo bar que abrieron aquí
cerca y queremos que nos acompañes.
- Pero…
- Sin peros, será una copa rápida.

El lugar era una cabaña campestre, con una
barra que predominaba la decoración del lugar,
una mesa de billar al fondo y mesas pequeñas con
sillas diferentes. El lugar estaba lleno, al
parecer todos estudiantes de la Academia que
pasaron por una copa rápida, igual que ellos,
muchas caras conocidas estaban ahí. Ella se
aferraba a las solapas de su chaqueta de jeans.
- Brindemos hermosa.- Anuncia Nathan tendiéndole
una cerveza.

Ella la recibe con cautela y da un pequeño
sorbo. Él le indica que tomé asiento en un
taburete junto a la barra, los demás chicos se
marcharon a la mesa de billar.

- ¿Por qué no ha venido Karen?- Pregunta ella al
notar su ausencia.
- No la nombres que puede aparecer.- Sugiere
Nathan con humor.
- Creo que no le caigo bien.- Agrega haciendo
una mueca.
- No te preocupes, no es difícil caerle mal
tampoco.

Hannah sonríe, mientras Nathan termina de un
jalón el resto de su cerveza.

- Otra.- Grita con firmeza al cantinero tras la
barra - ¿Bailamos?- Le invita al iniciar una
nueva pista.

Ella medita por unos segundos y al final se
levanta y lo sigue al centro de la pista.
Hannah se da cuenta que Nathan baila muy
bien, en el lugar la mayoría son estudiantes de
la Academia y de inmediato comienzan los retos
de baile. Haciéndolo todo aun más divertido.
Ella se une al encuentro acompañada por Nathan.
Al terminar la pieza, regresan juntos a la
barra. Donde Nathan pide más cerveza para ambos
al llegar. Esta exahusta.
Ella revisa su teléfono y como era de
esperarse, encontró en un mensaje de Abel,
recordó sus discusiones anteriores y decidió
revisarlo sin demoras.
¿Dónde estás?
Decía el mensaje. Pensó que debía ser
honesta y respondió con la verdad.
En un bar, con unos amigos. ¿Quieres venir?
Pensó que invitarlo quizás ayudaría a que no
se molestara. Abel no respondía así que volvió a
guardar su teléfono.
- ¿Tu novio?- Inquiere Nathan al verla guardar
su teléfono.
- Si.

Su teléfono volvió a vibrar.

Dame la dirección.
Hannah se la envió enseguida, aunque ahora
no le parecía tan buena idea que Abel viniera,
seguro Nathan no sería de su agrado.
Minutos más tarde, Hannah acompaña a los
chicos en la mesa de billar, Nathan la ha
invitado a jugar una partida pero ella lo ha
rechazado y ahora los ve jugar. Justo en ese
momento su mirada va hacia la entrada del lugar,
Abel acaba de entrar y la busca con la mirada.
Solo verlo llegar hizo que su estomago se
contrajera.
Al encontrarla va con rapidez a su
encuentro, ella lo espera inmóvil junto a la
mesa de billar.
Trae un sweater mostaza enrollado hasta los
codos y se ha quitado el saco, que trae doblado
en un costado del hombro. Hannah lo detalla
mientras lo ve acercarse. Logra destacar
facilmente entre los demas hombres presentes. Él
la mira con recelo al notar la cerveza que ella
sostiene. Incluso ella se riñe internamente por
no haberla soltado antes de su llegada.
- Hola.
- Hola, ¿Estas tomando?- Pregunta él de
inmediato.
- Es solo una cerveza, Abel.

Nathan aprovecha la ocasión para acercarse y
presentarse.

- Ha llegado el novio. Mucho gusto, Nathan-
Dice, a la vez que tiende su mano.

Abel la estrecha y la suelta de inmediato
sin pronunciar palabra. *Dios, esta molesto*,
piensa ella al ver su actitud.

- ¿A que debemos que haya decidido honrarnos con
su presencia?- Agrega Nathan con suspicacia.
- He venido por mi novia.- Anuncia Abel con
firmeza.
- ¿Qué?, ¿ya se van?
- Si.

Abel la toma por la mano y la guía a la
salida, sin dejarla despedirse del grupo. Ella
apenas puede seguirle el paso, pues la lleva
casi de arrastras.

Al salir del lugar el equipo de seguridad
los espera a unos metros. Abel suelta su agarre
y abre la puerta de su bugatti para que ella
entre. Ella lo hace y él bordea el auto para
hacer lo mismo.

Una vez los dos adentro, tira la puerta del
piloto con fuerza, haciendo evidente su
molestia.

- ¿Por qué te empeñas en meterte en estos
lugares Hannah? ¿Acaso es ese tipo el que te
impulsa a hacer estas cosas?- Pregunta
alterado, aferrando sus manos al volante.
- Porque, puedo Abel. Por eso. Además, ha sido
solo una copa rápida. Para pasar el rato, no
veo que tiene de malo.
- ¿Una copa rápida?- Pregunta en voz alta,
exasperado.- Hannah tu apenas y tomas…
- No tienes porque ponerte así, solo salí con
unos amigos a pasar el rato.
- ¿Amigos? ¿El idiota ese que se le ve a
kilómetros que quiere contigo?- Agregó ahora
furioso.

Ella guardó silencio un momento, en el fondo
sabía que Nathan puede que tuviera otras
intenciones. Decidió cambiar de tactica.

- Abel, debes aprender a confiar en mí. Si
hubiera alguien que pretendiera algo mas
conmigo, sabes de sobra que lo apartaré.
Porque estoy contigo y porque te quiero.

Abel exhala con fuerza, relajándose un poco.

- Confío en ti, pero tus últimas acciones me
desesperan.- Agrega volteándose hacia ella,
para mirarla de frente.

Ella lo ve fijamente. Y pensó en lo dificl que
era este hombre.

- Eso no fue muy claro.- Dice ella.
- Confío en ti, pero no en los idiotas que
pretendan acercarse más de la cuenta.- Su tono
ahora es más calmado.
- ¿Son celos entonces?- Esto le causo gracia.
- Si.

Ella no puede evitar sonreír, él la sigue
enseguida.

- Ven acá.- Le ordena.

Ella obedece y se acerca hacia él. Él la
toma con una mano por el cuello y la acerca a su
boca para unirse en un suave beso que
rápidamente se transforma en un beso más
apasionado, él se aferra a ella con fuerza, con
posesión. Ella se deja llevar hipnotizada por
sus hábiles caricias.

- Te quiero, Hannah.- Declara él al terminar el
beso.
- Yo también te quiero, Abel.

Él la mira con atención por unos segundos.
Ella le sostiene la mirada con intensidad.
Entonces se deja llevar por la intimidad del
momento.

- Quiero estar contigo, Abel.

Él la mira con fascinación. Con amor,
agradecido por sus palabras.

- Eso es lo que más deseo Hannah.

*
Entraron ambos al Pent-house de Abel, unidos
ahora en un beso apasionado, Hannah lo
acariciaba con torpeza, dejando ver su
inexperiencia, pero el deseo era latente,
tangible. Lo queria ahora, lo deseaba de verdad.
Él la acariciaba con deseo, sus manos firmes
recorrían con habilidad su espalda, su torso,
mientras jadeaba a la vez. Escucharlo asi de
afectado, y saber que era por su causa la
excitaba aun mas.
Sus respiraciones entrecortadas podían
escucharse. Él sacó sus zapatos, uno a uno,
dejándolos tirados a un lado, mientras ella con
torpeza le sacaba el sweater por encima de su
cabeza. Verle el torso desnudo, sus musculos tan
bien definidos, su abdomen, la empujaron a
acariarlo enseguida. Queria sentirlo.
Él desabrochó rápidamente el primer botón de
los jeans de ella, seguido de la cremallera.
Todo esto sin apartar sus labios, mientras
intentaban avanzar hacia el sofá en forma de ele
en medio del salón.
Juntos aun, se dejaron caer en el sofá, las
caricias avanzaron, haciéndose más íntimas, más
profundas. Él subio su blusa y la saco con
destreza por encima de su cabeza, dejandola en
brassier frente a él. Luego regreso al encuentro
de sus labios.

- Te quiero Hannah. Eres hermosa.- Dijo él,
entre jadeos sin dejar de besarla.- Te deseo.-
Continuó. Besando ahora su cuello.
- Yo tambien te deseo, Abel. Ahora.- Suplicó,
aferrandose con fuerza a sus fuertes brazos.
*

Él detallaba con atención las pequeñas pecas
color café que se asomaban en sus pálidas
mejillas. Ella dormía plácidamente en su regazo
ahora desnudo. Ambos yacían en el suelo, junto
al sofá.
La ropa tirada y revuelta por todos lados
era la evidencia clara de un encuentro
apasionado.
Él deslizó su dedo índice por su mejilla con
sutil delicadeza, pero el pequeño gesto bastó
para despertarla. Ella poco a poco abrió sus
ojos, para mirarlo a través de sus largas
pestañas.

- Eres tan hermosa, Hannah.- Declaró son voz
dulce.

Ella le sonrió en agradecimiento a su halago.

- ¿Tienes hambre?- Preguntó él.

Ella frunció el ceño confundida.

- ¿Qué hora es?- Preguntó.
- Son más de las diez.
- Es tarde para comer.
- ¿Cenaste hoy?
- No.
- Entonces debemos comer. ¿Salimos? O ¿Pedimos
algo?
- Preparemos algo tú y yo.
Él abre los ojos sorprendido con su propuesta.
- ¿Qué?, ¿Nunca has cocinado?- Pregunta ella con
fingida sorpresa.
- No, nada que pase de un sándwich bien
elaborado.
Ella sonrió ante su respuesta, pero la verdad
ella tampoco lo había intentado jamás, siempre
tuvo personal encargado de eso.
- Yo tampoco, pero puede que sea divertido.
- De acuerdo.- Aceptó al fin.
Él se levantó primero, estaba totalmente
desnudo. Ella lo miró apenada, no podía sostenerle
la mirada. Él recogió su bóxer y se lo colocó sin
demoras.
- ¿No vienes?- Preguntó mientras acomodaba la
elástica de su bóxer.

Ella asintió, pero sin darse cuenta estaba
cubriendo sus pechos con su brazo, seguía tumbada
boca arriba en el suelo. Sentía una extraña
sensación al estar desnudos en la sala del pent-
house. Era totalmente fuera de lugar su extrañeza,
teniendo en cuenta su recién encuentro, pero estar
desnuda frente a él aun resultaba intimidante.
Abel en cambio se movía con naturalidad por
toda la sala. Se sentía cómodo y lo demostraba.
Ella envidiaba esa seguridad.
Luego logró sentarse tomando un cojín del sofá
para intentar cubrirse en frente. Abel subió a la
otra planta y ella aprovechó la oportunidad para
levantarse y buscar sus pantis de algodón color
rosa con corazones rojos.

- Seguro esto era lo más sexi que pude haberme
puesto.- Comenta para si, burlandose de sus
pantis.

Rápido se las colocó, al tiempo que Abel ya
estaba de vuelta, traía puesto el pantalón de su
pijama y una franela en sus manos. Al posicionarse
frente a ella, le tendió la prenda.

- Ponte esto.- Sugirió con la prenda en la mano.

Ella la recibió agradecida y se dio la vuelta
para colocársela.

- ¿Mejor?- Preguntó él después.
- Si.- Respondió ella con timidez.

Él buscó su teléfono en el suelo, entre los
bolsillos de su pantalón.

- ¿Qué haces?- Pregunta ella.
- Buscar cual será nuestra receta esta noche.
- No me digas que usas Pinterest.- Agregó
burlona.
- La tecnología es la mejor herramienta para
cualquier novato.- Declaró con suficiencia.

Él se dirigió a su cocina, ella lo siguió
divertida. Él seguía buscando animado una receta
que fuera de su agrado. Ella se sentó en uno de
los taburetes frente a la isla, en medio de la
cocina, apoyó los codos en el borde y se inclinó
sobre sus manos, admirando a su novio.

- ¿Qué te parece una milanesa napolitana?-
Pregunta él mostrándole a su vez la imagen del
plato.

Ella detalla la imagen fascinada.

- Mmmmm… Se ve rico.- Agregó.
- ¿O este?, un pollo pastor al sartén.- Continuó
él.

Dos horas más tarde, habían quemado dos
filetes y rostizaron unas piernas de pollo. Su
última opción fueron unos sándwiches de pavo y
vino. La cocina estaba abarrotada de trastes
sucios, e ingredientes a medio utilizar.

Abel devoraba su sándwich con entusiasmo,
mientras buscaba algo en su congelador. Ella
terminaba el suyo aun sentada en la isla.

- ¡Eureka! – Exclama él con emoción al conseguir
un tarro de helado.- El postre, madame.
- ¡Bravo!- Celebró ella, con la misma emoción.
Al terminar con el helado, estaban satisfechos.
Eran más de las doce la noche. Abel hizo un inútil
intento de recorrer el reguero.


- Listo, a dormir.- Anunció con cansancio.
- Por favor.- Respondió ella.

Al enfilarse rumbo a las escaleras, Abel la alzó
en vilo y subió de golpe a la otra planta con ella
en brazos. Al entrar a la habitación la dejó caer en
la cama juguetón. Ella se carcajeaba eufórica.
Él se plantó frente a ella y bajó el pantalón de
su pijama.


- ¿Qué te parece una segunda vuelta?- Sugirió
con picardía.
Ella aceptó asintiendo con la cabeza y esbozando
una enorme sonrisa.
*
La mañana del sábado ambos dormían, ya pasaban las
diez de la mañana. Abel nunca dormía hasta tan
tarde, ambos se encontraban entrelazados, la típica
cuchara, Abel envolvía con sus largos brazos y
piernas a Hannah, quien se perdía de vista ante tal
amarre.
El sonido del teléfono de Abel rompió el hechizo,
despertándolos a ambos enseguida. Él se levanto a
regañadientes a recogerlo de la mesita de noche.
Ella cubrió su rostro con la sabana para seguir
durmiendo.
- Buenos días madre.- Dijo él.
Hannah sacó la cabeza de la sabana en cuanto
escuchó de quien se trataba. Abel saltó de la cama
con destreza, apartándose unos pasos. Ella se
permitía observarlo mientras solo llevaba puesto un
boxer.
- Ahora no puedo madre, estoy con Hannah.-
Respondió él, levantado su mirada hacia ella.-
Si, me mantengo en la misma posición.-
Continuó diciendo.- Adiós madre.- Colgó la
llamada y lanzó el teléfono en un sofá que
estaba en la esquina.

Abel caminó despacio de regreso a la cama,
inclinándose sobre sus manos apoyadas en el colchón.

- Buenos días, pecosa.
- ¿Pecosa?
- Si, eres mi pecosa.- Respondió lanzándose
completamente a su lado.
Él la atrajo hacia él y ella giró sobre sí misma
para quedar frente a frente.
- ¿Qué quería la tía Isabella?
- Desayunar, creo.
- ¿Te negaste a costa mía?
- No, me negué porque no quería hablar con ella.
Ella guardó silencio, pensó que no era justo que
Abel se separara de su madre por su culpa.
- ¿Qué?- Pregunta él.
- Nada.
- Hannah dime ¿Qué pasa?
- Siento que por mi culpa te has alejado de tu
madre.
- No es por tu culpa, es responsabilidad de
ella. Ha sido ella quien ha fallado.
- ¿Falla por oponerse a lo nuestro?
Abel guarda silencio, parece haber quedado sin
argumentos.
- Hannah, mientras ella no entienda lo
importante que eres para mí, no tengo nada que
hablar con ella.
- ¿Seguro?
- Totalmente.
Ella sonrió, en el fondo agradecía escuchar esas
palabras.
- ¿Qué te parece irnos a pasear todo el día?
El rostro de ella se iluminó de felicidad, le
encantaba la idea.
- Me parece genial.
Esa mañana partieron en el bugatti de Abel,
antes de todo tuvieron que enviar a Mark por ropa
para Hannah, luego se dispusieron a ubicar un buen
lugar para desayunar. En el trayecto, escuchaban
música en el auto y cantaban animados.
Abel lucía relajado, con una bermuda corta color
verde aguamarina, una franela blanca holgada, y
unas zapatillas negras sin calcetines.
Hannah traía un minúsculo vestido veraniego
amarillo con estampado de flores y una chaqueta de
jeans gastada y zapatillas. Recogió su larga
cabellera en una cola alta de caballo.
La relación entre ellos ahora se sentía mucho
más fluida, más relajada. Abel ya no era ese tipo
formal y autoritario, se estaba convirtiendo en un
joven de su edad, relajado, que en ocasiones se
permitía bromear y reírse a carcajadas.
Entre las muchas opciones, se decidieron por un
pequeño café ubicado en las afueras de la ciudad,
en la cumbre de una colina, ambos bajaron del auto
tomados de la mano, el equipo de seguridad guardó
su distancia a unos metros.
Al entrar al café, las mesas estaban dispuestas
en una enorme terraza, con vista a las fabulosas
montañas de Port Hidden.
En el lugar, se encontraban pocos comensales.
Quizás por lo retirado de su ubicación, el aroma a
café y pan casero recién horneado impregnaban el
ambiente.
Abel escogió unas de las mesas más cercanas al
balcón, tomaron asiento y esperaron ser atendidos.
Una joven sin uniforme se acercó enseguida.
- Bienvenidos, ¿Gustan ordenar?
- Si, por favor. Primero vamos a querer un poco
de café, si es tan amable.- Explicó él con
suma cortesía.
- ¿Con leche, con crema…?
- El mío con crema.- Ordenó Hannah.
- El mío oscuro por favor.

La joven asentía con la cabeza, al tiempo que
tomaba nota velozmente en su pequeña libreta.

- Ya traeré su café enseguida.- Afirmó, al
tiempo que salió corriendo rumbo a la cocina.

Ambos la miraron marcharse. Una vez a solas,
Abel tomó sus manos y las unió junto a las suyas
en medio de la mesa, donde comenzó a frotarlas
para brindarles calor.

- ¿Mejor?
- Si, gracias. Este lugar es hermoso. ¿Habías
venido antes?
- La verdad, no. Pero tienes razón, la vista es
fabulosa.- Agregó él, volteándose a mirar las
montañas a sus espaldas.
Ella meditó algo que ha deambulado en su mente
estos ultimos dias y finalmente comentó.
- Hay algo que he querido comentarte desde hace
unos días… He estado pensando mucho en el caso
de Ben… Y la verdad, es que quiero buscar la
forma de cambiar eso. Quiero poder ayudar a
más niños como él… Pero es que la verdad no
tengo idea de cómo hacerlo.
Abel la miró con fascinación, sonrió
emocionado, parecía haber escuchado las palabras
justas.
- Me parece estupendo lo que dices. Es
fantástico que también quieras ayudarlos,
Hannah.

La joven ha regresado con dos tazas de café.
Ambos guardan silencio por un momento mientras
la joven les entrega su pedido. Cuando se ha
marchado, retoman el hilo de la conversación.

- Pues, me alegra que te guste. Lo que no sé es
como comenzar. No tengo idea de qué hacer,
Abel.- Comenta mientras acerca su taza de café
con crema.
- Hannah, que hayas tenido la iniciativa de
preocuparte por ellos al igual que yo, es
bastante. Ahora voy a ayudarte a conseguir a
las personas idóneas que puedan orientarte en
todo lo que necesites.- Agrega emocionado.-
Hannah, tu eres la cabeza de una organización
muy poderosa en este país, tienes los recursos
para cambiar vidas, solo debías interesarte en
ello, y ya lo has hecho.- Continuó sonriente.

Ella lo miraba orgullosa de su nueva
posición. Abel tenía razón, ella tenía las
herramientas para ayudar a muchos, ahora debía
encontrar la forma correcta para hacerlo.

El resto del día lo pasaron paseando por los
alrededores de la ciudad, tomándose fotos en
algunos lugares y entrando a una que otra tienda
del boulevard.
Al finalizar la tarde, cuando decidieron
regresar, antes de subir al auto, Abel se
detiene y la obliga a detenerse igual, ya que la
traía sostenida por la mano.

- ¿Qué pasa?
- Quédate conmigo también esta noche, Hannah.
Regálame el fin de semana a tu lado.- Su
mirada reflejaba el anhelo que sentía.
- ¿Qué?, ¿Y tu trabajo?, pensaba que los
doctores no paraban en su casa.
- Eso puedo arreglarlo si aceptas mi petición.
Abel la miraba fijamente, parecía realmente
interesado en que se quedara con él. Ella no pudo
resistirse y asintió con la cabeza.
- ¿Sí?, ¿Segura?- Insistió él.
- Sí, me quedaré contigo.

La expresión de felicidad en el rostro de Abel era
innegable. Rápido subieron al auto y regresaron al
pent-house.
Esa noche pidieron pizza, comieron helado y
holgazanearon viendo televisión hasta tarde.
Hicieron el amor y durmieron plácidamente hasta el
día siguiente.
*
La mañana del domingo, él es el primero en
despertar. Sale de la cama con mucho cuidado de no
despertarla, busca una franela en el guarda ropa y
se escabulle de la habitación.
Una hora más tarde está de regreso, trae consigo
una bandeja con el desayuno para ambos. Pan tostado,
huevos, algo de fruta y café caliente.
- Pecosa, despierta.- Dice él, aun con la
bandeja en las manos.
Ella comienza a removerse entre las sabanas.
- Vamos, ya te deje dormir lo suficiente.-
Insiste, reposando la bandeja a un lado de la
chica.

Ella logra abrir los ojos, tiene que hacer
varios intentos antes de lograr despertar del
todo. Se incorpora un poco en cuanto se da
cuenta de que se trata. Sin darse cuenta sonreía
como una boba.

- ¿Has cocinado?- Pregunta sorprendida.
- Claro que sí, no hice waffles, pero he sacado
la artillería pesada. Esto hará que te
derritas por mí.- Declara juguetón, al tiempo
que se sienta a su lado.

Ella sonríe y baja la cabeza sonrojada. No
cree que sea posible enamorarse más de él.

- ¿Qué?- Pregunta él.
- Creo que no es necesario que te esfuerces
tanto, ya estoy perdida.- Acepta apenada por
la declaración que acaba de hacer.

Él la mira encantado y sostiene su mentón
para obligarla a mirarlo a los ojos.

- Eres indiscutiblemente correspondida. Estamos
perdidos.- Agrega él, haciendo énfasis en la
palabra “estamos”.

Ambos se pierden un segundo en la
profundidad de sus miradas, pero Abel es el
primero en romper el contacto visual.

- ¿Comemos?, esto se va a enfriar.
- Claro, todo se ve muy rico.- Acepta ella,
sonriente.

Él le acerca la bandeja y le indica cual es
su plato, ambos comienzan a desayunar. Ella
prueba los huevos primero.

- Oye, esto está muy bueno. Podría acostumbrarme
a esto fácilmente.
- Yo encantado te lo prepararía todos los días.
- ¿En serio?- Pregunta ella con humor.
- Totalmente.- Responde él con seriedad.

Ambos guardan silencio unos segundos. Ella
se paraliza, no sabe que decir y se mantiene
callada *¿Qué quiere decir son eso?, ¿Estará
hablando en serio?*, baja la mirada a su plato y
centra su atención en la comida.

- ¿Qué dices Hannah?, ¿Te gustaría desayunar así
todos los días?- Insiste él, con una expresión
de anhelo.

Ella palidece ante lo que parece ser una
propuesta, busca rápidamente en su mente las
palabras idóneas.

- Abel…

Él la interrumpe enseguida.

- Piénsalo, este fin de semana ha sido
fantástico. Podríamos despertar así todos los
días.- Sus ojos se iluminaban de pura emoción.

*¿Qué?, ¿Vivir juntos?, Dios, si habla en
serio*, piensa ella, guarda silencio. La
atmosfera ha cambiado. Ahora la tensión es
palpable.

- No me parece buena idea.- Sus palabras sonaron
demasiado crueles, duras como roca.

La expresión de Abel cambia, ahora se ve
decepcionado.

- ¿Por qué?, ¿A caso no te ha gustado este fin
de semana?
- Por supuesto que sí, no me malinterpretes.
Pero, ¿Vivir juntos?, sería descabellado.-
Declara ella, esforzándose por hacerse
entender.- Abel, apenas han sido dos días
juntos, fantásticos, pero solo eso.
Ella no quiere lastimarlo, pero no puede
aceptar algo con lo que no esta de acuerdo.


Él parece haber entendido su punto y medita
en silencio por unos segundos.

- Creo que tienes razón, me dejé llevar por la
buena impresión que me dieron estos últimos
días. Sería irresponsable actuar así.-
Responde él, sin mirarla a los ojos.

Él reposa su plato nuevamente en la bandeja
y sale de la habitación sin demoras.
Ella espera impaciente por unos minutos a
que él regrese, pero la espera se hace
insoportable y sale de inmediato en su búsqueda.
Al bajar las escaleras busca a su chico
rápidamente con la mirada, echa un vistazo al
balcón y lo ve. Esta apoyado en el balcón
mirando con mucha atención el horizonte.
Con timidez ella logra acercarse, con
cuidado de ser escuchada caminó despacio hasta
colocarse tras él. Sintió deseo de abrazarlo con
fuerza y reparar el daño. Lo intentó un par de
ocasiones pero se detenía justo antes de lograr
tocarlo.
Tomó una profunda bocanada de aire y avanzó,
lo atrajo hacia ella y lo abrazó con fuerza
desde atrás. Él en un principio se mantuvo
rígido ante la sorpresa, pero poco a poco logró
relajarse tras su contacto.

- No te enojes conmigo, por favor.- Suplicó
ella.
- No es contigo que estoy enojado.- Explicó él,
con voz ronca.
- ¿Entonces?

Él se giró para poder verla a los ojos,
obligándola a romper el abrazo. Sus ojos habian
perdido el brillo anterior.
- No te confundas Hannah. Entiendo claramente tu
posición. Tus razones son válidas.- Hace una
pausa por unos segundos, mientras su mirada
baja al suelo.- Solo me desconcierta un poco
perder la objetividad contigo.

Levanta su mirada hacia ella.

- Pues, uno de los dos debe mantenerse cuerdo.-
Agrega juguetona.

Él no puede evitar esbozar una sonrisa.

- Me alegra que te cause gracia.- Le indica ella
aliviada.

CAPÍTULO IV


El lunes por la mañana, Hannah conducía
camino a la academia cuando el timbre de su
teléfono anuncia una llamada. Activa el altavoz
y atiende.

- Sr Rowling.
- Buenos días, señorita White. Le estoy llamando
para recordarle nuestra reunión de hoy a las
dos de la tarde.

Ella hace una mueca, lo había olvidado por
completo.

- Claro, allí estaré sin falta.
- Hasta entonces, ¡Feliz día, señorita!

Cuelga.

- ¡Carajo!

El timbre de su teléfono vuelve a sonar,
anunciando una nueva llamada.
- Bueno.- Gruñó.
- ¡Wow!, Relájate nena.- Le suelta Megan.
- ¡Omg!, disculpa.
- Tranquila, amiga pérdida.
- Lo sé, lo sé. He estado ocupada. Lo siento.
- Bueno, hoy regreso a Port Hidden. Debemos
vernos y ponernos al día.
- Claro, avísame en cuanto estés de regreso.
- Ok, nos vemos.
- Adiós.


Vuelve a colgar.

Minutos más tarde, ha llegado a la academia.
Logra conseguir un buen lugar de estacionamiento
y sale del auto. Mark hace lo mismo a su
derecha.
A unos metros se encuentra Nathan recostado
a su jeep fumando un cigarrillo.

- Buenos días, hermosa.- Grita él, para poder
ser escuchado.
- Hola.- Responde ella, más un saludo de mano.
- Oye, oye. Espera.- Le advierte mientras corre
a su encuentro.
Mark, el jefe de seguridad, quien mantenía
su distancia intervino de inmediato
interceptándolo antes de llegar hasta Hannah.
- ¡Wow!, hombre no te estreses. Solo quiero
saludar.- Aclara subiendo sus manos abiertas
en señal de paz.

Hannah le hace un vago gesto con la mano a
Mark y éste se aleja unos pasos.

- Muy buena nuestra copa rápida ¿no?
- Oh, claro.- Responde ella, sin más. No quiere
extenderse.

Él la ve con atención. Su mirada escrutadora
comienza a intimidarla y ella intenta
escabullirse.

- Debo irme, es tarde.

Alejándose unos pasos.

- No sabía que eras de esas.- Declaró él a sus
espaldas.

Ella frenó su caminata y se giró enseguida.

- ¿A qué te refieres?
- Es obvio que a tu novio no le he agradado,
seguro te ha pedido que te alejes de mi.-
Asegura mientras se acerca nuevamente.
- Él no necesita pedirme algo así.- Refuta ella.
- Oh, te has molestado. Discúlpame.- Agrega él,
mientras toma su mano.

Ella retira su mano casi de inmediato.

- No te preocupes.- Le indica.
- Entonces, ¿Te puedo acompañar?- Sugiere él,
con un deje de picardía en sus ojos.
- De acuerdo.- Acepta ella aun renuente.

Mark y el equipo de seguridad, aguardan
afuera, mientras los jóvenes entran al recinto.


Al llegar al salón donde Hannah tendrá
clases, Theo se encuentra esperándola frente a
la puerta. Su gesto se endurece al notar que
viene con Nathan.
- Hola, Theo.- Lo saluda ella al llegar.
- Hola.- Responde él, con sequedad.
- Oye piénsate lo que te dije.- Agrega Nathan y
se marcha. Ignorando por completo a Theo.
Theo frunce el ceño confundido.
- ¿A qué se refiere?
- Quiere que le ayude con una coreografía para
un tema.
- Para eso tiene a Karen ¿no?- Refunfuña él.
- A ver Theo, A caso ¿estás molesto?

Él hace una mueca y baja la cabeza apenado.

- Claro que no, disculpa.

Esa mañana, transcurrió sin más novedades.
Al salir de su clase de Música y Composición, es
abordada por Nathan nuevamente, quien siguió
insistiendo en que lo ayudara. Hannah aceptó y
le pidió a Theo que los acompañara, Nathan
intentó disimular su desagrado ante esto último
y los guió al salón donde ha estado ensayando el
grupo.
La pieza en cuestión, es una fusión entre la
música clásica y el pop moderno. Mientras todos
la escuchan atentos, Hannah deja sus cosas a un
lado y da unos pasos al centro del salón.
Cierra los ojos unos segundos, y deja que la
música invada sus oídos. Dejándose llevar,
comienza a bailar al ritmo de los violines que
suenan de fondo. Comienza a moverse con
elegancia y sensualidad a la vez.
Todos la miran atentos. Ha captado la
completa atención del grupo. Nathan se acerca y
esperando el momento justo se posiciona tras
ella y se une a la pieza, tomándola con una mano
por la cintura y la otra la desliza con suavidad
por su brazo extendido.
Hannah continúa a su lado y juntos bailan
alrededor del salón, dando giros y saltos
perfectos.
Karen, quien ha llegado justo ahora, saca su
teléfono y captura el sensual momento con un par
de fotografías. Luego guarda su teléfono y se
aproxima al sonido, donde aparta con fuerza al
joven que lo estaba operando y detiene la
música.
La pareja se detiene sorprendida. Él es el
primero en reaccionar.
- ¿Qué te pasa?, ¿Por qué la quitaste?- Le grita
a Karen furioso.
- ¿Qué se supone que hace ella aquí?- Grita
ella.
- Me está ayudando, ¿No te das cuenta?
- Si, desde luego que lo veo.
Hannah se aparta unos pasos y toma sus cosas
del suelo.
- No he terminado contigo, estúpida.- Le suelta,
furiosa.
- Yo si.- Replica Hannah, saliendo del lugar.

*
Hannah conduce camino al White Memorial,
donde se llevará a cabo la reunión. Ha decidido
tomar el mando del Hospital, aprovechará que
será una reunión con toda la junta directiva del
hospital. El Sr Rowling ha aceptado acompañarla
durante dicha reunión, al igual que Abel, quien
también pertenece a la junta directiva.

Ha pasado antes por la mansión para cambiar
su atuendo, unas mallas con zapatos deportivos
no parecían muy adecuadas para la ocasión. En
cambio, ahora lleva un pantalón de gabardina
color caramelo con talle alto y bota acampanada,
un top negro, un blazer beige y unos zapatos
negros de tacón. Además alisó su cabello. Se ve
muy formal.

Una vez en el ascensor sintió un poco de
nervios, así que respiró profundo y se animó en
voz baja un par de veces.
Cuando un pitido en el ascensor anunció
haber llegado a su destino, las puertas se
abrieron y ella salió con paso firme
encaminándose por un amplio pasillo, a su
derecha, una joven levanta la mirada del
computador, para quedarse boquiabierta la verla
pasar a su lado.

Justo frente a las amplias puertas de madera
del salón de conferencias del White Memorial,
dio un último respiro y empujo las puertas para
abrirse paso.

Todos los presentes giraron en su dirección,
toda la alta directiva del hospital estaba allí,
y en la cabeza, presidiendo la larga mesa color
caoba, estaba su tío Albert, quien no dejaba
mirarla sorprendido.

- Señores, ¡Buenas tardes!- Saludó ella.

Encaminándose en dirección a su tío, él la
ve acercarse con sumo recelo.

- Creo que está en mi lugar.- Le advirtió con
suficiencia, una vez a su lado.

Él la miro atónito por unos segundos, seguía
sin creerse lo que estaba sucediendo.
- Tío, por favor. No la hagas esperar.- Agregó
Abel con ironía desde su lugar.

Albert se levantó y cedió la silla,
ubicandose en otra a su derecha. Ella se
posicionó a la cabeza de la mesa y se mantuvo de
pie.
- Como podrán ver, he venido a ponerme al frente
de este hospital, el cual ha sido el
patrimonio de mi padre y ahora será el mío…
Desde luego quiero seguir trabajando con el
mejor equipo con el que ha contado este
hospital, que son todos ustedes… Pero no voy a
seguir haciéndome a un lado, voy a
involucrarme en cada una de las decisiones que
se tomen aquí.- Hace una pausa y dirige su
mirada a su tío Albert.- Y a cambiar lo que yo
vea necesario.
Un hombre canoso y con voz ronca, interviene.
- Buenas tardes, Señorita. Me alegra enormemente
verla allí, y quiero respaldarle mi apoyo
incondicional ahora en la cabeza de esta
importante organización.

Ella sonrió satisfecha con las palabras de aquel
hombre.

- Muchas gracias.

Otro hombre de mediana edad hace un vago
gesto con la mano que indica que quiere
intervenir.

- Señorita White, ¡Bienvenida!... Verla allí,
teniendo en cuenta su casi nula experiencia…-
Hace una pausa con una expresión de espanto en
su rostro.- Particularmente, es alarmante.
Usted no está en la capacidad de asumir esa
responsabilidad.- Declara tajante.

Algunos presentes comenzaron a asentir,
compartiendo la opinión de éste hombre.

*Estupido*, dijo ella para sus adentros.

Abel se levanta de inmediato tratando de
intervenir.

Hannah levanta la mano en su dirección
haciéndole ver que espere.

- Desde luego, comparto su idea ¿señor?... –
Hace una pausa para que él le indique su
nombre.
- Dr. Allen Davidson.
- Dr. Davidson, no tengo la experiencia… Pero
soy la única hija de Abraham White, y he
decidido velar y proteger el legado de mi
padre. Eso me hace capaz.- Hizo una pausa, y
la estancia mantuvo silencio.- Además, confió
ampliamente en el equipo que ha escogido mi
padre para que me guie en este camino… Usted
es libre de decidir si seguirá acompañándonos.

El Dr. Davidson endureció el gesto y se
mantuvo en silencio.

- Eso pensé.- Declaró ella con una pequeña
sonrisa irónica.- Ahora señores, a lo que
vine. Como bien han de saber, mi tío ha venido
representándome aquí ante ustedes estos
últimos meses. Pero ya adquirí la edad que
legalmente se requería para asumir mis
responsabilidades.- Hace una pausa y mira
atenta a su tio.- Si, ahora, no a mis
veintiuno, como me hicieron creer… asi que voy
a hacerlo de inmediato…

El rostro de Albert reflejaba como un espejo
su molestia.

- …Les pido toda la colaboración que les sea
posible.- Continuó diciendo ella.

Albert abandonó la sala sin previo aviso
dejando a todos los presentes sin habla. Hannah
tomó asiento sin inmutarse por la reacción de su
tío.

- Continuemos... Les presentó ahora a mi asesor
y mano derecha, el Sr. Rowling. Él es
especialista en leyes, Economía y Finanzas,
trabajará de la mano conmigo, de igual forma
se pone a sus órdenes…

El Sr. Rowling se levantó a modo de saludo
oficial ante los presentes.

El resto de la reunión transcurrió con
normalidad, acordaron realizar un diagnostico de
la situación actual del hospital y presentar sus
propuestas para debatirlas en la próxima
reunión.
Al terminar, los presentes comenzaron a
salir uno a uno de la estancia, Abel esperó en
su lugar para quedarse a solas con ella y el Sr.
Rowling. Una vez a solas, se acercó a la cabeza
de la mesa, donde Hannah la presidia.

- Debo admitir que te queda el puesto de
presidente.- Comenta burlón.

Ella tomó una profunda bocanada de aire, y
comenzó a relajarse.

- Dime, ¿Cómo estuve?
- Estuviste fantástica.

El Sr. Rowling no tardó en intervenir.

- Coincido con el joven White, es usted toda una
novedad. Se mostró muy segura en todo momento…
Eso fue lo mejor de todo.
- ¿Usted cree?, la verdad estaba muy nerviosa.
- Lo está haciendo muy bien, Señorita White.
Piense en eso.- Dijo él, mientras se ponía de
pie y recogía su maletín de cuero negro.- Los
dejo jóvenes, estamos en contacto.- Anunció
tras marcharse del lugar.

Abel se inclinó y sostuvo sus manos junto a las
suyas.

- No tengas miedo, yo voy a apoyarte siempre.
- Gracias.
- No tienes que agradecer, estoy muy orgulloso
de ti y de la mujer que eres ahora.

Ella sonrió de oreja a oreja. Le encantaban sus
halagos.

- Ahora quiero que me acompañes a un lugar.

Ella levantó la ceja intrigada.

*
El lugar estaba ubicado en una zona
vulnerable de la ciudad, era una edificación
pequeña de una planta. Al fondo tenía un amplio
jardín con césped donde algunos niños
disfrutaban del sol de la tarde. Ella notó que
la mayoría solo reposaban en sillas de ruedas.
Comenzó a lamentarse por no haberse cambiado por
un atuendo mas comodo.
Al entrar, el cúmulo de personas caminando
de un lado a otro la sorprendieron, era una
amplia sala sin divisiones, con más de veinte
camas distribuidas a ambos extremos. En medio
quedaba un amplio pasillo atestado de personas
entrando y saliendo del lugar. Parecía ser un
centro médico.

- ¿Dónde estamos?- Preguntó ella, aferrándose al
brazo de Abel.
- Es una especie de pequeña fundación, ayudan a
niños con enfermedades crónicas a conseguir
sus tratamientos.
- ¿Cómo los consiguen?
- Por donaciones.

Ella comenzó a comprender el objeto de esta
visita. Mientras su mirada se paseaba por todo
el lugar.


Una mujer de color con mediana edad, cabello
negro rizado, se acercó en cuanto reconoció a
Abel. Vestía una bata blanca, así que debía ser
médico.

- ¡Dr. White!, Que bueno verlo de vuelta.- Lo
conocía.
- Dra. Mc`Coy, he venido a presentarle a mi
novia, Hannah White.- Le indica a la Dra. a la
vez que acerca a Hannah.

Hannah tiende su mano y la Dra. Mc`Coy la
estrecha enseguida.

- Mucho gusto, señorita.- Saluda ella sin
inmutarse.
- El gusto es mío.

Abel continúa.

- He venido para que ella conozca el lugar y le
expliques a que se dedican ustedes.
- De acuerdo, me parece fantástico. Síganme por
favor.- Les indica mientras se encamina hacia
el extremo izquierdo del lugar.

Ellos la siguen de inmediato.

- Somos una pequeña organización dedicada a
ayudar a niños con enfermedades crónicas, los
recibimos acá y gestionamos para conseguir sus
tratamientos…- Le explica animada a Hannah,
quien la sigue con atención.- Ella es Nora.-
Dice ella, a la vez que señala a la joven
recostada en la primera camilla.
Hannah le regala una media sonrisa a la chica
que la ve acercarse desde su camilla.
- Nora llegó hace un par de meses, fue
diagnosticada con epilepsia. Afortunadamente
logramos conseguir tratamiento anticonvulsivo
por unos meses. Su madre trabaja todo el día y
no puede cuidarla, por eso está aquí.-
Explica, sonriendole a su vez a la pequeña.

Nora, era una niña de unos once o doce años.
Los miraba apenada, se escondía tras la manta
que la cubría del frío. Hannah la miraba sin
hacer el mínimo comentario. Procesaba todo lo
que estaba viendo.

- Él es Austin.- Indica la Dra. En voz baja
refiriéndose ahora a un pequeño.

El niño dormía, parecía de unos cinco o seis
años.

- Sufre de leucemia, es necesario realizarle un
trasplante de medula, logramos obtener varias
sesiones de quimioterapia para él, pero no han
dado buenos resultados…
- ¿Qué debo hacer?- interrumpe Hannah.
- ¿Cómo?- Pregunta la Dra. Mc`Coy confundida.

Abel también me muestra confundido ante la
pregunta de su novia.

- ¿Qué tengo que hacer para poder ayudarlos?-
Insistió ella.

La Dra. Mc`Coy y Abel se miraron desconcertados.

- Tenemos un excelente programa de voluntarios,
si gustas puedes unirte.- Propone la Dra.
Mc`Coy con calidez.
- Eso, me parece fantástico. Con gusto lo haré
Dra. Mc`Coy, pero a lo que en realidad me
refiero es que quiero ayudarlos a conseguir
sus tratamientos.- Explicó ella con los ojos
brillosos.

Ella se sentía sumamente conmovida y
abrumada por la situación de todos esos niños.

- Bueno, su novio ha sido un donador activo de
éste lugar…

Vuelve a interrumpirla.

- Yo voy a costearlos, todos.

Abel la observaba con atención, estaba
impresionado por la determinación y la nobleza
de su novia.

La Dra. Mc`Coy había enmudecido, parecía no
creer del todo lo que estaba a punto de ocurrir.

- ¿Está usted hablando en serio, señorita?-
Preguntó con firmeza.
- Por supuesto que sí.

Abel decide intervenir.

- Dra. Mc`Coy, ella tiene los recursos para
ayudarlos.- Agrega, sosteniendo a Hannah por
ambos brazos.

La expresión de la doctora cambió, ahora
unas lágrimas parecían colarse en sus ojos.

Hannah luego concretó todos los detalles con
la doctora, en total sumarían veintidós casos
que serían respaldados por ella. La doctora
agradeció enormemente su gran colaboración con
esta pequeña fundación.

Una vez en el auto de Abel, listos para
partir. Abel no dudó en elogiarla.

- Sabía que te unirías de inmediato a ésta
causa, pero asumir la responsabilidad de
costear todos estos casos… ha sido
impresionante.- Declara él con orgullo.

Ella se mantuvo en silencio, seguía afectada
por las últimas imágenes.

- Hannah, eres un ser noble. Mi tío estaría muy
orgulloso de ti ahora.- Agregó con nostalgia
en su voz.
- Tú llevas mucho más tiempo ayudándolos, tú me
has abierto los ojos, Abel.- Hace una pausa
para contenerse.- Ver todos esos niños
luchando por vivir y…- Las lágrimas inundaron
sus ojos.
- Ven acá.- Le invita, a la vez que la acerca y
la estrecha entre sus brazos.

Hannah hunde la cabeza en el pecho de su
novio, necesitaba ese abrazo, estaba muy
perturbada.
CAPITULO V



Al día siguiente, Hannah salía de sus clases
de teatro cuando su celular vibró en el bolsillo
trasero de su jeans. Era un correo, el asunto
decía “CONFERENCIA ANUAL DE LA INDUSTRIA
FARMACEÚTICA”, ella de inmediato frunció el ceño.
Al abrirlo notó que se trataba de una
invitación a tal reunión. El evento se llevará a
cabo mañana a las 8:00 pm. Segundos después vuelve
a recibir otra notificación. Eran tres mensajes,
dos del Sr. Rowling.
*¿Recibió la Invitación?*
*Es muy importante que asista a este evento.*
“¿Cómo lo supo?” pensó ella ante la sorpresa.
- Odio estos eventos.- Refunfuño para sí misma y
se dispuso a leer el tercero. Era Megan.

*¿Cómo pudiste olvidar que llegaba a Port ayer?*

- ¡Diablos!- Soltó sin más.
Había olvidado por completo la llegada de su
mejor amiga a la ciudad.
*
Esa tarde se reunieron en el despacho de la
mansión White; Hannah, Abel y el Sr. Rowling.
Ultimaban detalles de la agenda de Hannah.
- Los resultados de la reunión de ayer fueron
del todo positivos, sin duda.- Agrega el Sr.
Rowling mientras da un sorbo a su café.
Hannah permanecía quieta en su silla, mientras
Abel, quien estaba recostado en uno de los posa
brazos de la silla, frotaba con calidez sus
brazos.
- Pienso igual que usted.- Dijo Abel,
refiriéndose al Sr. Rowling.- La mayoría de
los accionistas te apoyaron en tu decisión de
tomar el mando de tus negocios.- Se refirió
esta vez a su novia.
- Ahora bien, en cuanto a lo sucedido con la
Fundación “We help you”…- El hombre se detiene
al notar que ambos chicos desconocían el
nombre.- Así se llama la fundación que preside
la Dra. Mc´Coy, quiero decirle que puede que
cause cierto ruido entre los accionistas del
White Memorial.

Hannah no puede evitar endurecer el gesto.

- ¿Qué quiere decir con que causará ruido?
- Es una noble acción de su parte, no me
malentienda… Sé de sobra que los gastos que
generen estos veintitantos casos serán
imperceptibles en sus finanzas.- Hace una leve
pausa, mientras parece buscar las palabras
correctas.- Pero, en cuanto salga a la luz
pública la noticia de que la heredera White
está sufragando costosos tratamientos a niños
enfermos, todas las madres y familias en esta
misma situación correrán a las instalaciones
de esta casa buscando su ayuda… No serán
veintidós esta vez, cientos de ellas querrán
ser ayudadas de la misma forma. Y eso,
señorita, eso sí les hará bastante ruido a sus
accionistas.

Hannah y Abel se miraron a los ojos de
inmediato, el Sr. Rowling había dado en el
clavo. Tenía toda la razón, sus accionistas se
opondrían de inmediato. Debía buscar la forma de
poder ayudar más sin sacrificar su estabilidad
financiera.

Entonces, ella tuvo una revelación, no sabía si
era la solución adecuada pero debia intentarlo.

- Crearemos una fundación.- Declaró ella con
firmeza.

Los hombres en la sala quedaron enmudecidos.

- Con la misma premisa de “We Help you”, pero a
gran escala... Prestaré mi imagen como la
principal donadora de esta causa y buscaremos
la forma de incluir a más empresarios y
grandes personalidades que se unan… Les
buscaremos un mejor lugar a estos niños, con
una buena ubicación, mas espacio… Será
increíble.- Expuso ella con mucho entusiasmo.

El Sr. Rowling cerró su puño frente a él y
apoyo en él su mentón, meditando la nueva idea
de su jefa. Abel en cambio se puso de pie y
camino alrededor del despacho absorto en sus
pensamientos.

- No me parece tan descabellada su idea,
Señorita… - Acepta al cabo de unos segundos.-
Es más, creo que es una idea fantástica.-
Agregó sonriente.- Debemos pulirla eso sí,
para poder presentarla y tener el mayor apoyo
de sus accionistas. Pero sí, esa es la
solución.

- Pues yo te apoyo en todo lo que necesites para
eso.- Anunció Abel a su novia, quien lo veía
emocionada.

Una de las chicas de servicio domestico se
anunció tras la puerta del despacho.

- Dime, Jimena.- Pidió Hannah después de abrir
la puerta.
- Señorita, su amiga Megan esta al teléfono.

Hannah sonrió aun más de la emoción.

- Bueno señores, con su permiso. Debo dejarlos.-
Anunció tras correr dando saltitos a la otra
habitación.

Ambos hombres la miraron marcharse.

- A veces olvido que es solo es una jovencita de
dieciocho años.

Abel no pudo evitar sonreír ante su comentario
tan peculiar.

*

Hannah y Megan salieron la mañana del
miércoles, hoy sería la conferencia a donde
Hannah deberá asistir y Abel ha sugerido
acompañarla. Es de gala, así que Megan sugirió
pasar el día en un Spa, serviría para pasar el
día juntas y el plus de arreglar a su amiga para
el evento.

Ambas entraron con batas de baño y toallas
enrolladas en el cabello a la sala del sauna.

- Por favor. Necesito que me pongas al día.
¿Cómo va tu relación con “el Dios”?

Hannah sonrió ante la elocuencia de su amiga.

- Como te extrañe amiga.
- No te hagas boba, cuéntame detalles. Que por
mensajes no eres explicita.
- Este fin de semana me pidió que viviéramos
juntos.

Megan se atragantó con el agua de pepino que
estaba tomando.

- ¿Qué?, Oye, hazlo más despacio. Me vas a
causar un infarto.
- Le dije que no.
La cara de sorpresa de Megan cada vez se
intensificaba más.
- Un momento. ¿Lo rechazaste?, si tu estas
perdida de amor por ese hombre.
- No era buena idea, no hacíamos el amor desde
la primera vez, hace más de un mes. ¿Cómo
puede pedirme algo así?
- ¿Qué cosa?, ¿Tienen sexo una vez al mes?

Hannah frunció el ceño.

- Claro que no… Bueno, eso parece.- Aceptó al
fin.
- Lo han hecho solo dos veces y ya quiere vivir
contigo. ¡Diablos!, debes ser muy buena.
- ¡Megan!.- Le riñó ella.- Además, durante este
fin de semana fueron más de dos veces.- Agregó
divertida y ambas se echaron a reír.
- Me encanta verte tan madura, mas mujer. Te
queda el empoderamiento.
- ¡Diablos!, que cosas dices.

Megan tomo el resto del agua de pepino en su
vaso.

- Entonces, ¿Te dio miedo irte a vivir con el?
- No, solo me pareció una idea apresurada.

El resto de la tarde rieron sin parar, ante
cada ocurrencia de Megan, se hicieron una rutina
de masajes, depilación y dejaron la peluquería
para el final.

El estilista le realizó un alisado a Hannah,
acompañado de un maquillaje ahumado, sugerido
por Megan.

- ¡Wow! Sabia que ese maquillaje le iria bien.-
Anuncio Megan al estilista a su lado.-
Entonces, me decias que Liam habia vuelto a
Port Hidden… ¿Cómo lo tomo “el Dios”?-
Pregunto ahora a su amiga, retomando la
conversación.
- Se puso muy mal… Abel, es un poco celoso.-
Agrego ella, haciendo una mueca. Y detallando
su maquillaje en el espejo.
- Oye no debes culparlo, Liam fue tu ex.

Hannah se reclino en la silla nuevamente.

- No lo digo solo por Liam.- Aclaró, cambiando
su expresión.
- ¿Cómo asi?, ¿Hay otro?

Ella guardo silencio. Megan abrio los ojos
sorprendida.

- Hay otro chico…- Asiente animada.- ¿Quién es
ese?, ¿Y por que el dios se siente amanezado?
Hannah le dedico una mirada de fastidio.
- Se llama Nathan, y es estudiante de musica.
- ¡Oh!... continua.- Le anima a seguir.
- Creo que le gusto.
- ¡Por el amor de Dios!, eres mi heroína.- Y
ambas rieron escandalosamente.
Para el atuendo se inclinaron por un
conjunto color rojo de pantalón con talle alto y
bota ancha, un top con escote recto, luciendo
sus hombros y zapatos altos a juego.

Ya estaba lista para el evento, Abel pasó
por ella a la mansión, irían juntos en su
bugatti y el equipo de seguridad iría a parte.
Él bajó del auto y ella lo vio acercarse, ella
lo esperaba en el pórtico de la entrada.

Él llevaba un traje negro con chaleco a
juego, camisa blanca y pajarita. Como de
costumbre, iba impecable, ella se derritió al
detallarlo.

Una vez frente a ella, él le tendió su mano
y ella la acepto para bajar un par de escalones
y acercarse al auto. Abrió su puerta y ella
entró al vehiculo. Luego él lo rodeó con prisa,
para subir también.

Minutos más tarde habían llegado al lugar.
En la entrada, un cumulo de personas esperaban a
los asistentes. La mayoría de ellos eran
periodistas. Abel se detuvo justo en frente y
bajo del auto. Acto seguido todos los
periodistas y fotógrafos se aproximaron al auto,
mientras Abel se acercaba a la puerta del
copiloto para abrirle a su novia.
El equipo de seguridad hizo su trabajo y
ayudaron a despejar el área. Hannah salió sin
problemas y todos los flashes giraron en su
dirección. Todos querían la fotografía de la
heredera White.

Abel la tomó de la mano y juntos entraron al
lugar. Ella sostuvo su mano con fuerza, nunca
lograría acostumbrarse a éste tipo de
situaciones. Aunque ambos habían crecido en este
ambiente, no era fácil liar con ello y seguía
incomodándoles mucho. Abel tambien se mostraba
ligeramente hostil ante la prensa.

La estancia adentro estaba abarrotada de
grandes personalidades de la industria
farmacéutica. Hannah se aferraba a él con
fuerza. Estaba muy nerviosa.

- Luces hermosa.- Declaró él en voz baja.
- Gracias… Tu también.- Agregó ella, mientras le
sonreía con picardía.

Un mesonero les ofreció champán, servida en
lujosas copas de cristal. Abel le tendió una
copa a su novia, para luego tomar la suya.

- ¡Salud!- Dijo él.
- ¡Salud!

Ella lo miró a través de sus pestañas
mientras bebía un sorbo de su copa. Por este
minusculo momento, olvidó toda la presión que
habia ejercido en ella la prensa, al entrar.
Ahora, aunque la estancia estaba colmada con mas
de cien personas. Para ella, todo se reducia al
espacio que los envolvia solo a ellos dos. Él
comenzaba a entender ese lenguaje de su novia,
donde, con su mirada le expresaba sus deseos.

Alguien logra acercarse, rompiendo el
hechizo que apenas comenzaba.

- Señorita White, Buenas noches.- Le saluda
aquel hombre canoso que intervino a favor de
ella en la reunión del lunes.
- Buenas noches, Señor.
- Déjeme presentarme, soy el Dr. Martin Dugan.
Amigo de su padre desde hace muchos años.-
Expone con energía.
- Mucho gusto Dr. Dugan.

Martin, es un hombre canoso, alto, delgado y
de espalda ancha. Su voz es ronca pero cálida.
Le recuerda a su abuelo.
- Dr. White.- Saluda esta vez a Abel.
- Dr. Dugan.- Le responde.
- Les presento a mi esposa Giselle.
Giselle se acerca y les tiende la mano,
ambos jóvenes la estrechan a su vez.
- Debo confesarles que verlos juntos me causa
gran alegría. Tu padre siempre tuvo mucha fe
en este chico.- Levantó la mano, señalando a
Abel.- Con todo el respeto que se merecen,
claro está.
- Que diga eso nos halaga mucho, Dr. Dugan.-
Respondió Abel.

Ambas parejas conversaban animadamente
mientras transcurría la velada. Al momento de
ocupar las mesas, un encargado del protocolo los
ubicó en sus mesas respectivas. Hannah y Abel
fueron ubicados en las mesas dispuestas en la
fila principal.
- Creo que estoy acompañado de alguien muy
influyente… Mira donde nos han ubicado.-
Comentó él divertido.
- Nuestra mesa está vacía.- Agrega ella al notar
dos sillas más en su mesa.
- Ya llegaran nuestros acompañantes. Que mal que
no sea el Dr. Dugan y su esposa. Son muy
amables.

Luego de unos minutos, su tío Albert e
Isabella se aproximaron a su mesa.

- No puede ser.- Refunfuña Albert al llegar.

La joven pareja nota su presencia.

- ¡Buenas noches, madre!- Saluda Abel a
Isabella.- Albert.- Luego a su padrastro.
- ¡Buenas noches, querido!- Le responde su
madre.

Albert ignora a la pareja y hace un gesto
con la mano para que uno de los organizadores se
acerque.

- Sí, señor.
- Quiero cambiar de lugar, por favor.- Pide
Albert al joven.
- Creo que no es posible señor.
- ¿Cómo qué...?, ¡Carajo!- Refuta Albert
enojado.- Tendrá que ser aquí entonces.-
Acepta al fin.

Ambos toman asiento en la mesa de Hannah y
Abel. Los cuatro se mantuvieron en silencio por
unos quince incómodos minutos. Hannah los veía
removerse en sus asientos. Ella permanecía
quieta, solo observando.
- Veo que has decidido asumir el mando después
de todo.- Anunció su tío primero, parecía no
soportar más el silencio.
- Así es… Lamento que te haya molestado tanto.-
Sugiere ella, en un tono firme, sosteniéndole
la mirada en todo momento.
- Si lo dices porque me salí de la…

Ella lo interrumpe.

- Si tío, lo digo por eso. Fuiste muy evidente.

El rostro de Albert comenzaba a enrojecerse.
Estaba molesto.

- Nunca vas a ser capaz de llevar el mando de
una organización tan importante. Vas a
malgastar toda la fortuna que te dejo mi
hermano, debiste…

Ella lo interrumpe de nuevo.

- ¿Qué?, ¿Dejarlo a usted al mando?... Le
recuerdo que usted lo asumió solo por trámites
legales. Y si puedo o no llevar el mando de
los negocios White, eso será asunto mío,
después de todo, es mi dinero el que está en
juego.
- La junta directiva no va a permitirlo.
- Tío, los miembros de la junta… Son mis
empleados.

Albert se levanta enfurecido.

- Eres una jovencita insolente y esta
humillación me la vas a pagar muy caro… Que no
se te olvide.- Gruñó, apretando los dientes y
señalándola.

Hannah lo miraba fijamente sin inmutarse.
Abel y su madre eran solo espectadores.

- Vámonos, Isabella.- Gritó finalmente tras
marcharse del lugar.

Su tía siguió a su esposo sumisa. Sin
comentar nada. Abel la miró marcharse
decepcionado.
- Necesito ir al baño.
- ¿Estás bien?- Preguntó Abel preocupado.
- Si, ya vuelvo.

Ella corrió al baño. Al encontrarse en la
privacidad de la habitación, un par de lágrimas
brotaron. Se inclinó en el mesón dispuesto para
los lavamanos y respiró profundo. Subió la
mirada al espejo y vio el reflejo de una Hannah
diferente. Ya no era débil, ya no era frágil, y
le gustaba.
CAPITULO VI



Hannah regresó a la mesa con su novio, donde
una joven lo acompañaba. Era alta y delgada. Su
cabello era oscuro y lo llevaba totalmente
recogido en un moño. Hannah tomó asiento en
silencio.
- Rose, te presento a mi novia… Ella es Hannah.

Rose tendió su mano enseguida con
entusiasmo. Acto seguido ella la estrecho.

- Mucho gusto.- Respondió a Rose.
- En realidad, ya sabía tu nombre, ¿Quién no lo
sabe en esta sala?- Comenta divertida.- Bueno,
debo irme… Ha sido un placer.
- Igual.

Rose se marcha y Hannah hace la pregunta que
lucha por salir desde su llegada a la mesa.

- ¿Quién era ella?
- Estudiamos juntos en la universidad… Ahora es
Jefa de uno de tus laboratorios.- Agrega
juguetón.
- ¿En serio?- Inquiere con fingida indiferencia.

Abel la observa sonriente, le divierte esta
situación.
- ¿Quieres bailar?
- ¿Tú bailas?- Pregunta sorprendida.
- Solo es un vals, puedo intentarlo.
- Ok.- Acepta animada.

Una vez en la pista, Abel la sujeta con
fuerza, posando una mano en su espalda y la otra
sostiene su mano en alto con estilo. Comienza a
moverse al ritmo de la música y ella lo sigue
fascinada. Sabe bailar y muy bien.
Ella le sostiene la mirada y él sonríe
travieso.
Por un momento la estancia parece vacía,
solo importaban ellos dos y el fuerte
sentimiento que los une. Era casi magico.
Él la hace girar. Y al final de su giro, la
une a él con ambas manos en su espalda, ella se
aferra a él de la misma forma, colocando ambas
manos alrededor de su cuello. Él apoya su frente
sobre la suya y le da un beso fugas en los
labios que prende la chispa.
- ¿Quieres irte?- Sugiere ella.
- Me parece fantástico.

Una vez en el auto la tensión podía
sentirse.
- ¿Puedo conducir?- Sugiere ella.

Él frunce el ceño y acepta. Al intentar
salir, ella lo sostiene por el brazo.

- No salgas, solo intercambiemos acá adentro.
- De acuerdo.

Ella se levanta y se coloca a horcajadas
sobre él.

- Pásate.- Le indica ella.

Él la mira desde abajo sonriente.

- No quiero, me encanta esta vista.

Ella le sostiene la mirada y sus ojos arden
por dentro.
- Creo que no llegaremos al pent-house después
de todo.- Comenta él con picardía.
- Mark y el resto del equipo están detrás de
nosotros.
- Desde que llegamos he querido quitarte esto.-
Le indica tirando del cierre trasero de su
top, ignorando su advertencia anterior.

Ella aparta su larga cabellera para
facilitarle el trabajo a su novio.
- No te preocupes, no pueden ver nada con estos
vidrios… Y si lo hicieran, es su trabajo
ignorarnos.- Le explica él para
tranquilizarla.
- Sera mi primera vez en un auto.- Confiesa
ella.
- Soy el dueño de tus primeras veces.- Admite
con suficiencia.

*

Hannah dormía desnuda plácidamente en la
amplia cama del cuarto de Abel. Comenzó a
removerse incomoda, al abrir los ojos recordó
donde estaba. El otro lado de la cama estaba
vacío y la estancia estaba bastante silenciosa.
Parecía que estaba sola. Rápido se levantó y
llevando consigo la sabana echó un vistazo al
cuarto de ropa, luego al baño. Nada.

Vio su celular en la mesita y debajo estaba
una nota. Era la letra de Abel. Decía:

“He debido marcharme a mi guardia, el
deber llama. Discúlpame por dejarte sola. Te
quiero. Abel”
Sin darse cuenta estaba sonriendo como una
boba. Él la hacía feliz de todas las formas
posibles, incluso a través de una nota
manuscrita. *¿A qué hora se habrá ido?*, pensó
ella. Se inclino nuevamente para tomar su
celular, reviso la hora. Eran las 9:36 am.
- ¡Mierda!
Era tarde. Su clase de Contemporáneo
empezaba a las 10:00 am. Corrió rápidamente a la
ducha, debía darse prisa. Treinta y tres minutos
más tarde estaba llegando a la Academia. Mark la
escoltó para ayudarle con el tráfico.
Mientras ella corría por los corredores de
la Academia, vibra su celular en su bolsillo.
Eran dos mensajes de Abel.
*Tengo una conferencia en la costa este fin
de semana.*
*¿Me acompañas?*

Ella frenó de golpe su caminata, *¿La playa?*,
pensó emocionada.


*Claro que sí*- Respondió de inmediato.

Al continuar su caminata, tropieza con alguien
sin querer.

- Ay… ¡Disculpa!- Lamenta ella.

Se trataba de Karen, se le ha atravesado adrede.
Hannah cambia su expresión enseguida.
- Estas disculpada.- Responde Karen con
sarcasmo.

Hannah la ignora e intenta esquivarla y seguir
su camino, pero Karen no se lo permite tomándola por
el brazo con fuerza.
- Te tengo una sorpresa estúpida, vas a lamentar
haberte cruzado en mi camino.

Hannah logra librarse sin problemas y le
sostiene la mirada, aunque no tiene idea de a que se
refiere. Se marcha sin más demoras a su clase, pero
el comentario de Karen sigue haciéndole ruido en su
cabeza.
Al final de la tarde, pasadas las 3:30pm, han
terminado sus clases del día. Regresa a la mansión
sin contratiempos. Al bajar del auto, uno de los
sirvientes la espera en el pórtico para recibirla y
llevar sus cosas. Ella baja del auto y le tiende a
aquel hombre una bolsa.
- Buenas tardes, Sr. Bernard.- Saluda primero.-
Esto es para lavar, si es tan amable.
- Buenas tardes, Señorita. Claro que sí.

Mark baja de la camioneta y se aproxima. Ella lo
nota.

- Mark, no voy a salir más por hoy ¿De acuerdo?-
Le informa.
- Está bien, señorita.

Ella termina de entrar a la mansión y camina
hasta el área de la piscina. Allí saca sus
zapatos y toma asiento con las piernas cruzadas
en una de las tumbonas. Jimena, una de las
chicas del servicio se acerca.

- Señorita, ¿Gusta que le traiga algo de tomar?
- Hola Jimena, si, por favor tráeme una
limonada.
- Enseguida.- Y se marcha.

En ese momento, al quedar nuevamente sola,
mira la inmensa piscina, los amplios jardines a
su alrededor y pensó en lo ridículamente sola y
vacía que se sentía. Esa no era su casa, sino la
de su padre. Él la amaba. Pero ella ahora se
sentía ajena al lugar.
Ella siempre soñó en abrirse camino algún
día, y ahora parecía ser el momento. Pero debía
pensar en que haría con esta gigantesca casa.
Vivir allí sin su padre ya no tenía sentido.
Jimena ha regresado con su bebida, la tiende
a su jefa y espera que la sostenga, pero ella
sigue absorta en sus pensamientos.
- Señorita. Le he dicho que aquí esta su
limonada.
- ¡Oh!, gracias Jimena… Un momento.- Le indica,
para que espere.- Esta casa es enorme ¿Cierto?
- Comenta, mientras su empleada la ve
extrañada por su comentario.- ¿Estaría muy mal
si decido mudarme a un lugar más pequeño?

La joven empleada sigue sin entender y se
remueve incomoda por no saber que decirle a su
jefa.

Hannah toma un sorbo de su bebida y medita
unos segundos más su disyuntiva.

- ¿Puedo irme?
- Oh… Claro Jimena, gracias.

Luego se levanta y sumerge apenas un poco su pie
descalzo en la piscina. El agua esta fría.
*
Es viernes por la tarde, Hannah ha salido de
compras para su viaje con Abel, pero los nervios no
la ayudan y comienza a ponerse ansiosa. En medio de
una tienda de un centro comercial, saca su celular y
decide pedir ayuda.
- Bueno, ¿Puedes venir?, Te necesito.

Ha llamado a su amiga Megan, a ella le encantan
estas cosas y vendrá de inmediato a ayudarla.

Minutos más tarde, ya Megan estaba con ella.
Comenzaron por los trajes de baño, luego por unos
vestidos veraniegos, un par de zapatos a juego y
muchos lentes para el sol. En Port Hidden siempre
hace frío, por lo que la ropa de verano no es muy
frecuente.

Megan dejo para el final una tienda de lencería,
era su preferida. Al entrar, una joven con cabello
negro, corto, las recibió. Parecía conocer a Megan
porque fue muy cercana.

- Querida, buscamos algo sutil pero sensual para
mi amiga.- Anuncia Megan a la joven.
- Claro, ya conseguiremos algo.- Responde
mientras les invita a pasar.

Los conjuntos eran minúsculos. La verdad Hannah
era mas de lencería sencilla y cómoda, mas de telas
suaves como el algodón. Todo aquí era de blonda y
encaje. Se sentía algo nerviosa imaginándose en
estas prendas.
- Amiga vas a dejarlo boquiabierto.- Animó Megan
a su amiga.

Hannah compro un par de conjuntos de encaje y unos
camisones para dormir, todos escogidos por Megan.
Todo esto la ponía nerviosa.
A la mañana siguiente estaba lista, Abel llegó a
buscarla en la mansión. Ella lo esperaba en el
pórtico de la entrada, él bajo de su bugatti y le
dio un casto beso en los labios, mientras el
personal guardaba el equipaje de ella en el auto.
El equipo de seguridad aguardaba a unos metros.
Irían a aparte en su camioneta, como de costumbre.
Una vez a solas en el auto, él tomo su mano y le
dio un suave beso en el dorso.
- Te extrañé.
- Solo fue un día sin vernos.- Responde
sonriente.
- Igual.- Declara él.

Ella no podía evitar sonreír de oreja a oreja.
Estaba feliz de verlo, y que además él hiciera
estos comentarios la derretían de amor.
- Regresaremos el lunes por la tarde, ¿Estás de
acuerdo?
- Está bien. Ya arregle todo con mis clases.

Él sonrió, se veía igual de emocionado.

Cinco horas más tarde habían llegado al hotel,
Abel la tomaba de la mano y ella la estrechaba
gustosa. Era un hotel cinco estrellas, allí se
llevaría a cabo la conferencia.
En el lobby, acudieron a registrarse. Una joven
rubia alta y delgada los recibió.
- Buenos días, su identificación por favor.- Le
indica a Abel.- Dr. White. Ha reservado dos
suite presidenciales ¿Está de acuerdo?-
Confirma la rubia, con la mirada clavada en el
rodenador.
- Si.

Hannah escucha y frunce el ceño.

- Pensé que dormiríamos juntos.- Inquiere
confundida, sacando a la rubia de su embeleso
en el aparato.
- Oh… Bueno, pensé que así estarías mas cómoda,
pero podemos cambiarlo si gustas.

Ella mira apenada a la joven rubia que los
mira atenta a ambos.
- Si, cámbialo.- Dice en voz baja.
Abel asiente divertido, y se voltea a dirigirse
a la rubia que los atiende.
- ¿Puedes cambiar a una sola suite?, igual
cubriré los gastos de la anterior reservación,
no te preocupes.
- No se preocupe Dr. White, no habrá cobro
adicional alguno.
- Muchas gracias.

La pareja se retira de la recepción, ella no
pudo evitar sentirse apenada. Luego de apartarse
unos cuantos pasos, Abel se detiene.
- Disculpa el percance con las habitaciones.
Solo quise darte espacio y pensé…

Ella lo interrumpe.

- No te preocupes. Lo entiendo. Gracias por
preocuparte por mi tranquilidad.- Le agradece,
mientras sostiene su mentón y lo mira desde
abajo.
- Siempre voy a preferir tu tranquilidad.-
Declara él, a la vez que la estrecha entre sus
brazos.- Por cierto, esta hermosa, señorita.-
Le informa mientras la suelta y la hace girar
frente a él.

Llevaba un vestido largo color mostaza con
rayas diagonales color negro. La falda era amplia
y abierta en frente, mostrando sus largas piernas,
más un sobrero y sandalias planas a juego.
En ese momento son interceptados por un grupo
de hombres, la mayoría eran jóvenes y traían el
mismo carnet que colgaba en el cuello de su novio.
Eran medicos.
- Dr. White.- Saluda uno de ellos.

Abel reacciona de inmediato y sonríe
animadamente. Lo conoce.
- Nicolás, amigo mío. Que gusto verte aquí.-
Saluda primero al joven que hizo el llamado,
estrechándolo en un cálido abrazo.
- Igual, hermano.- Responde Nicolás.
- Ella es mi novia, Hannah.- Dice él,
atrayéndola al grupo.- Hannah, ellos son
colegas de la universidad.- le indica a ella.

Hannah saluda con un sutil movimiento de
cabeza a los demás.

- Mucho gusto.- Dice Nicolás.

Acto seguido ellos se sumergen en una animada
conversación con términos médicos que ella poco
lograba comprender. Hablaban del tema objeto de la
conferencia de este fin de semana.
Luego de varios minutos de esta conversación
los demás en el grupo comentan que irán a sus
habitaciones, Nicolás se queda unos minutos más.
- Amigo, no pensé que te conseguiría aquí
después de tanto tiempo.
- Ni yo hermano. ¿Te hospedas aquí también?
- Sí, he venido con mi esposa.
- Oye, ¿Lorena también ha venido?
- Si, amigo. Se alegrará también al verte.
- Dale mis saludos.
- Ok. ¿Qué te parece si almorzamos todos juntos?
- Eh…- Él voltea hacia Hannah esperando
aprobación. Ella asiente enseguida.- Si, nos
vemos en un rato en el restaurant de aquí.
- Hecho.

Nicolás se marcha, dejándolos a solas
nuevamente. Abel la estrecha entre sus brazos
enseguida.
- ¿Subimos? – Inquiere sugerente.

Ella sonríe de inmediato.

- De acuerdo.

La habitación era impresionante. Al fondo,
un amplio ventanal de cristal se robaba la
atención de inmediato al entrar al lugar, con un
impresionante balcón, mostrando el mar en toda
su inmensidad. En el centro, una enorme cama con
sabanas blancas predominaba, la decoración era
sencilla pero actual, en tonos claros y
accesorios de madera.

Abel entro y dejo sus cosas en la mesita
junto a la cama. Celular, llaves y billetera.

- Voy a darme una ducha para refrescarme. Si
quieres ponte cómoda o… también puedes
acompañarme. Lo que quieras.- Sugiere con
fingida indiferencia.
Ella lo ve perderse en el cuarto de baño,
luego de varios minutos de hacerlo sufrir solo
en la ducha, se despoja de su ropa y acude a su
encuentro.
*
Lorena y Nicolás ya habían llegado al lugar,
compartían unos cocteles mientras esperaban.
Hannah y Abel tomaron asiento en cuanto los
vieron. Ella cambio su ropa, ahora traía una
amplia falda iba del azul celeste al coral y
luego al azul marino con detalles negros, más un
top negro y sandalias negras.
- Buenas tardes, chicos.- Saluda Abel a la
pareja.
- Abel, ¡Que gusto!- Responde Lorena, poniéndose
de pie y dándole un beso en la mejilla.
- Ella es mi novia, Hannah.- Le informa Abel.

Hannah le tiende la mano y ella la estrecha
enseguida.

- Mucho gusto, Hannah.

Todos vuelven a tomar asiento.

- Debo decir que eres una joven hermosa.-
Declara Lorena en cuanto vuelve a su silla.
- Oh… Gracias.- Responde Hannah.
- Abel, eres un chico con suerte.

Abel hace un gesto con la cabeza, asintiendo
y dándole la razón a Lorena.
Lorena es una pelirroja alta y con curvas.
Su cabello es largo y con rizos frondosos. Es
una mujer despampanante, con una personalidad
muy cálida que inspira confianza de inmediato.
Ella también es médico. Estudio con Abel y
Nicolás en la universidad.
Luego de tener quince minutos allí, ya
Hannah estaba a gusto.
Nicolás, de igual forma, es muy sociable,
tiene esa pinta de hombre intelectual con lentes
y barba rapada. Su cabello es castaño, y lo usa
medianamente largo adelante. Pero ha demostrado
que quizás fue “el mala conducta” en sus tiempos
de universitario. No para de hacer chistes y
bromas cada vez que puede.
Abel no paraba de reír con cada ocurrencia
de su amigo. Para Hannah ha resultado fácil
acoplarse al grupo.
- ¿Qué te parece si luego de la conferencia
vamos al bar Karaoke?- Le propone Lorena a
Hannah emocionada.

Hannah y Abel se miran de inmediato.

- Me parece bien.- Acepta Hannah.
- Hecho, así será entonces… Brindemos por eso.-
Solicita Lorena, alzando su copa para el
brindis.

Todos se unen de inmediato, cerrando el
trato.

Pasadas las siete de la noche, terminó la
conferencia, la cual se vio enfocada en la
convergencia de las tecnologías de la revolución
de la asistencia digital conectada.
Hannah aceptó acompañarlos, Lorena no
permitió que se quedara sola y sin nada que
hacer. En cambio, le prometió que sería muy
interesante.
Los tres colegas salieron de la conferencia
debatiendo las nuevas estrategias y tecnologías
presentadas allí. Conversaban animadamente
mientras Hannah los seguía en silencio pero
atenta al debate.
- Bueno chicos, ya paremos. Estamos mareando a
la joven.- Comenta Nicolás al grupo.
- Oye, tienes razón cariño… Subamos a cambiarnos
para ir al Karaoke.- Sugiere Lorena divertida.
- Ok. Nos reencontraremos en el lobby a las
9:00pm.- Declara Abel, mientras revisa su
reloj de mano.
- Sí, señor.- Bromea Nicolás.

*
El lugar está medianamente lleno, aun podían
verse algunas mesas vacías. Era una enorme
terraza con vista al mar y una piscina sin fin.
Hannah optó esta vez por un enterizo de
short con escote en v, color blanco y flecos. Su
cabello iba suelto y la humedad del ambiente mas
la brisa nocturna comenzaban a rizarlo
sutilmente.
Abel traía una camisa blanca de lino con un
short beige y sandalias.
Lorena y Nicolás ya los esperaban, habían
pedido cuatro “Tom Collins” para mermar el
calor. Escogieron una de las mesas junto a la
piscina.

- Bienvenidos.- Anunció Nicolás al recibirlos.-
Toma hermano.- Le advierte a Abel al tenderle
ambos tragos.
- Gracias.- Responde él, mientras le tiende un
vaso a su novia.
- ¿Qué es esto?- Pregunta Hannah al probarlo.
- Son “Tom Collins”, nena. - Responde Nicolas.

Hannah frunce el ceño. No conocía el término.

- Es un coctel de ginebra, jugo de limón, azúcar
y agua.- Explica Lorena.- ¿Te gusta?
- Si, muy bueno.

La noche comenzaba muy animada, Lorena
empezaba a achisparse, mientras Nicolás
continuaba con sus ocurrencias. Las risas no
paraban. Estaban todos muy a gusto.
Trago tras trago, transcurría la noche. Abel
y Nicolás contaban a Hannah sus anécdotas
universitarias mientras Lorena agregaba uno que
otro comentario que ellos obviaran.
Dos horas más tarde, Lorena fue la primera
en subir a la tarima y tomar el micrófono. Se
inclinó por “Crazy in love” de Beyonce. La
hermosa pelirroja robaba todas las miradas. No
importaba que mal cantara, todos los presentes
aplaudían animados.
Nicolás era su fans número uno, la miraba
fascinado, como si no la hubiese visto antes de
ese momento y aplaudía sin parar.
Al terminar la pista, Lorena regresó a la
mesa y el grupo la recibió entre aplausos.
- ¡Bravo!- Grito Hannah emocionada.
- ¡Dios!, ¡Hermosa!- Grito Nicolás, para luego
darle un beso en los labios a su esposa.

Hannah los veía conmovida por el amor que
expresaban. Luego una voz conocida se escucho al
micrófono. Era Abel, había subido a la tarima.
- Buenas noches, pido disculpas de antemano.-
Anunció él, sin dejar de mirarla.

Ella permanecía atónita en su silla.

- What would I do without your smart mouth
Drawing me in, and you kicking me out
Got my head spinning, no kidding, I can't pin
you down
What's going on in that beautiful mind…?

Ella reconocía esa letra, era “All of Me” de
John Legend. Él no apartaba la vista de ella ni
un segundo, su voz era hermosa. Ella nunca lo
había oído cantar y estaba hipnotizada.
Por ese instante, solo eran ellos dos
inmersos en la más pura declaración de amor
infinito.

- Cause all of me
Loves all of you
Love your curves and all your edges
All your perfect imperfections…
Una lágrima rodó por su mejilla, y un -“yo
tambien te amo” - en voz baja salió de sus
labios.
Ella también lo amaba, todo de él. John
parecía entender a la perfección la forma en que
se amaban. Esa canción era perfecta para ellos.
Ésta era la forma de Abel para decirle que la
amaba.

- Give your all to me
I'll give my all to you
You're my end and my beginning…

Él estaba permitiendo que fueran estas
letras la que expresaran sus sentimientos. Y era
inmensamente correspondido. Porque para ella,
también él era su final y su principio. Ella
daba todo de ella y él hacía lo mismo, tal cual.
Al terminar la canción, todos los presentes
se pusieron de pie y aplaudían a su novio. Quien
no dejaba de mirarla fijamente. Y ella era
incapaz de voltear a otro lugar que no fuera a
él.
Abel bajo de la tarima y rápidamente se
acercó a ella, tomándola entre sus brazos.

- Te amo, Hannah.
- Yo también te amo, Abel.

CAPITULO VII



Hannah dormía aun, Abel había despertado hace
unos minutos. Seguía en la cama observándola dormir,
sentado, con la espalda apoyada al cabezal, mientras
ella estaba rendida boca abajo, la sabana cubría el
final de su espalda. El sol comenzaba a colarse por
el ventanal, dándole destellos color castaño claro a
su larga cabellera.
Ella giró sobre sí misma y quedo ahora boca
arriba, el sol comenzó a molestarla y despertó.
- Hola, pecosa.- Saludó él.
- Hola.
Él se inclino y se acercó aun más a ella.
- Te tengo una sorpresa.

Ella abrió aun más sus ojos, con entusiasmo.

- Pero necesito que te levantes ya.
- ¿Es necesario?- Refunfuñó ella.
- Es imperativo… ¡Arriba!- Ordenó, tras
levantarse de un salto.
- ¿Qué vamos a desayunar?- Pregunto ella aun en
la cama.
- Ya me adelante, pedí tus amados waffles con
nuez y manzana, y para mi un cappuccino con
huevos españoles.- Le informa satisfecho,
mientras entra al cuarto de baño.

Ella salió de la cama aun desnuda y corrió a
encontrarlo en el baño. En cuanto entró al
cuarto, notó que él ya estaba en la ducha, podía
ver su silueta reflejada en la puerta de
cristal, ahumada por el vapor de la ducha.
Caminó con cuidado de hacer el mínimo ruido
y abrió la puerta. Abel disfrutaba la frescura
de la cascada de agua que le ofrecía la ducha.
Sus ojos estaban cerrados, no pudo verla entrar.
Ella se acercó y colocó ambas manos sobre su
pecho firme y fuerte. Él saltó de susto ante su
contacto. Abrió los ojos y la tomó con fuerza
entre sus brazos, para unirla a él en un beso
apasionado.

*
La mañana estaba grandiosa, el sol radiante
llenaba de luz la hermosa playa. Hannah y Abel
estaban listos para disfrutar de un largo día de
playa.
Lorena y Nicolás los esperaban en el muelle,
irían a bucear en un yate de la familia de Nicolas.
El equipo de seguridad también estaría a bordo.
Hannah se disculpo con los chicos por las molestias
causadas.
Al arribar mar adentro, el instructor sugirió
descender en los arrecifes, la vista ahí abajo era
hermosa. Todos se colocaron el equipo necesario y
uno a uno se lanzaron al agua, seguidos por el
instructor de buceo.
Hannah amaba nadar, y aunque visitaba muy poco
la playa, le encantaba. De niña su padre
acostumbraba a llevarla en cada vacación de verano.
La experiencia era impresionante, las aguas
cristalinas y el contraste de los rayos del sol a
través de las aguas, mezclándose con los colores
radiantes de los corales, eran todo un deleite y
todo aquello sobre la arena blanca. Era hermoso.
Abel hizo un par de fotografías bajo el agua,
para el recuerdo. Nicolás se ofreció y les tomó una
foto, posaron Hannah y Abel, juntos en un beso bajo
el agua, con el arrecife a sus pies. Quedó
impresionante.
Al regresar a la costa, dos horas más tarde.
Abel insistió en practicar “flyboarding”, Nicolás
accedió de inmediato. Abel estaba lleno de energía,
no paraba. Hannah y Lorena no estaban muy seguras de
hacerlo.
Hannah veía hipnotizada como la persona sobre la
tabla deslizadora flotaba con gran fuerza, gracias a
la autopropulsión. Nunca lo había hecho, así que
estaba muy nerviosa.
Abel lo intentó primero. Como ya lo había hecho
antes, lo hacía con gran destreza. Incluso
permitiéndose hacer piruetas en el agua. Ella lo
veía fascinada. Era muy atlético y eso le encantaba.
Al llegar su turno, ella podía sentir como su
corazón latía con mucha fuerza en su pecho. Abel y
el instructor la ayudaron a prepararse.
Fue necesario hacer más de un intento hasta que
logró mantener el control de su cuerpo y
equilibrarse. Sentir que flotaba en el aire gracias
a la propulsión, era una de las sensaciones más
alucinantes para ella. Abel la grababa con su
celular desde la moto para capturar el momento.
Al final de la tarde estaban agotados.
Descansaron sobre unas tumbonas frente al mar y
disfrutaron de la puesta de sol, con el plus de unas
piñas coladas.
- Es hermoso.- Declaró Lorena al acercarse a su
tumbona, refiriéndose a la vista.
- Si, lo es.- Confirmó Hannah incorporándose
frente a ella.

Abel y Nicolás se habían alejado unos cuantos
metros, estaban jugando frisbee. Parecían niños
euforicos. Ellas se permitían observarlos.
- Lo amas, ¿cierto?- Inquirió Lorena en un tono
más íntimo.
Hannah guardó silencio unos segundos, no esperaba
que la conversación tomara ese rumbo.
- Si, ¿Se me nota mucho?- Agregó tratando de
liar con la tensión.
- Lo suficiente.- Responde sonriente.- Él
también está perdido por ti, nunca lo había
visto así con nadie.
Hannah agradecía internamente ese comentario, la
llenaba de una inmensa alegría.
- Ustedes también se ven muy enamorados.
Lorena suspiró profundamente.
- Sí, estamos juntos desde el primer día de
clases en la universidad.- Confesó, mientras
lo veía desde la distancia.- Él es mi roca
¿sabes?, mi pilar. Me apoyo en él y él en mí.
Somos un equipo.
- ¿Cuál es el secreto?
- No hay una fórmula que te garantice un
“felices por siempre”… Siempre habrá días
buenos y días no tan buenos. Alguien que te
amé tendrá la fuerza para quedarse en todos
tus momentos. Inclusive en los peores, allí es
donde sabrás si es la persona correcta.
- Tiene sentido.

Lorena asintió con la cabeza y subió su copa
para brindar, ella chocó la suya de inmediato y
sonrieron animadas.

*
La mañana del lunes se preparaban para
regresar a Port Hidden, Hannah estaba muy
triste, no quería irse. La había pasado muy bien
este fin de semana. Pensaba que despues de todo
no habia sido tan descabellada la idea de Abel
el fin de semana pasado, “desayunar juntos todos
los dias”, podia acostumbrase a ello con
facilidad.
Abel terminaba de guardar sus cosas cuando
llamaron a la puerta.

- Hannah, debe ser el desayuno. Ven a comer.- Le
invita, mientras se dirige a la puerta.
- Voy.- Responde ella dejando sus cosas cerca de
la puerta.

Al abrir, él confirma que se trata del
servicio a la habitación y abre espacio para que
entren y sirvan el desayuno.
Minutos después volvían a estar a solas
sentados en la mesa para prepararse para
desayunar.
- Acá están tus waffles.- Le indica, tendiéndole
un plato con waffles recién hechos.
- Gracias.- Responde ella y se sirve un par.
- Voy a extrañar esto.
- ¿Qué?, ¿Tus huevos españoles?- Comenta ella
con humor.
- Graciosa.- Agrega, tomando un sorbo de su
café.

Ella le regala una enorme sonrisa.

- Me refiero a desayunar contigo. Verte devorar
tus amados waffles, y pelearnos por el pan
tostado… Tu compañía, en general.
- Yo también voy a extrañarte. Incluso a tus
ronquidos.
- Sé de sobra que no ronco… Y aunque uses el
humor para esquivarme, igual te amo.

Ella guardó silencio unos segundos.

- Tambien te amo Abel, a ti y a todo lo que
tenemos.

El silencio reinó por unos segundos, la atmosfera
había cambiado drásticamente.
- Si que sabes decir lo que quiero escuchar.-
Agrega él con los ojos brillosos.- Ahora
terminemos el desayuno o voy a secuestrarte
por el resto de tu vida.
Ella no pudo evitar esbozar una enorme sonrisa en
respuesta a su comentario. Ella también quería
secuestrarlo, fugarse solos a un lugar recóndito y
vivir su amor a plenitud.
A las dos de la tarde estaban de regreso en Port
Hidden. Abel tuvo que reintegrarse al trabajo de
inmediato tras una emergencia que surgió en el
hospital. Ella no podía evitar sentir que se había
roto el hechizo, y que el encanto se quedó en la
costa.
Abel la dejo en la mansión, para luego ir a
cambiarse a su pent-house.
Hannah, luego de una larga ducha se fue a la
academia, aun alcanzaba a llegar a la última clase
del día. Al bajar de su auto noto que su celular
estaba descargado y decidió dejarlo alli, luego lo
cargaría.
Tres horas más tarde ya salía de su clase, de
regreso al estacionamiento Mark la esperaba frente a
su auto.
- Señorita, alguien quiere verla.
- ¿Quién?
Con un gesto casi imperceptible le indica que
voltee. Se trataba de Liam, estaba esperándola. Una
sensación muy extraña recorrió su espina dorsal.
Liam se acercó con paso energico en cuanto la vio.
- Hola.
- Hola, Liam.
- Disculpa que me aparezca así, no podía irme de
Port Hidden, sin verte.- explica sonriendo sin
humor.
Hannah estaba muy nerviosa. No sabía cómo asumir
esta situación.
- Solo quiero hablar un rato contigo antes de
irme.- Le pide.

Hannah accedió a que hablaran en un bar cerca de
la universidad, Mark y el equipo la esperaban
afuera.
Liam y ella tomaron asiento junto a la barra del
lugar. Liam pidió cerveza para ambos. Se veía
nervioso. Llevaba una franela negra y unos jeans
ajustados, su típica pinta de chico rebelde pero
ahora tímido.
- Estas muy hermosa ¿Sabias?- Comenta él,
tomándose la cerveza por completo.
- Gracias… Tú también te ves muy bien.
- ¿Cómo te va con el Doctor?
Hannah bebe un sorbo de su cerveza para tomar
tiempo.
- Pues… Bien. ¿Y a ti?, ¿Cómo te va con la rubia
del otro día?
Liam frunce el ceño confundido.
- Si, Abel y yo te vimos el otro día.
Liam sonríe y sacude la cabeza divertido.
- Alexia y yo somos amigos. Intentamos algo pero
no funcionó.
- Lo siento.
- No he podido olvidarte…
Ella lo interrumpe.
- Liam, por favor.
- ¿Eres feliz?
Ella medito su respuesta, no quería hacerlo
sufrir.
- Si.
- ¿Lo amas?
- Eso ya lo sabes.
Liam pidió otra cerveza. Esto se estaba
volviendo incomodo para ella.
- Liam, creo que tengo que irme ya.- Agrega
luego de bajarse del taburete.

Él hace lo mismo y se acerca aun más a ella.

- Nunca me diste realmente la oportunidad de
demostrarte que yo podía hacerte feliz.- Le
confiesa, deslizando su dedo por su mejilla.
- Liam… Basta.- Le pide, sosteniendo su mano.

Él seguía insistiendo y se acercaba cada vez
más.

En ese instante, alguien gritó a unos pasos
de ellos. Era Abel.

- Hannah.

Ella volteó de inmediato zafándose del
agarre que le tenía Liam.
- ¿Qué haces?- Le grita Abel a ella.- Apártate
de ella idiota.- le grita ahora a Liam,
empujándole ferozmente.

Mark y el equipo intervinieron enseguida.
Evitando que pasase a mayores.

- Hannah ve al auto, ahora.- Ordena Abel, con
una furia incontrolable.

Ella dudo unos segundos en marcharse. La ira
desmedida de Abel la tomo por sorpresa.


- Hannah haz lo que te digo.- Insistió.

Ella obedeció esta vez, pero porque vio algo
en los ojos de Abel que no estaba bien. Algo más
pasaba.

Al salir del bar, subió al auto de Abel, el
equipo de seguridad se ocuparía del suyo. Esperó
por lo que parecía una eternidad. Luego de unos
minutos vio a Abel en compañía de Mark salir del
bar.
Abel rodeó el auto y subió. Tiro la puerta y
encendió el motor en absoluto silencio. Pero aun
así podía escucharse su respiración agitada.

- ¿No vas a hablarme?- Preguntó ella, intimidada
por su anterior actitud.
- Quiero esperar que lleguemos a casa.-
Respondió con sequedad.
- ¿Por qué?, ¿Por qué no hablar ahora?- Insistió
ella.
- Basta Hannah.- Gritó exasperado.

Ella tembló al escucharlo gritar.

Guardo silencio, y espero hasta llegar a la
mansión. En cuanto llegaron, Abel bajo del auto
y entró dando largas zancadas. Ella lo siguió
apresurando el paso.
- Ya estamos aquí, explícame ¿por qué estas tan
molesto?

Inquiere, para luego darse cuenta que el Sr.
Rowling estaba en la sala de estar. Haciéndola
parar en seco.
- Sr. Rowling.- Saludó.
- Señorita… Lamento tanto esta situación.

Ella frunce el ceño, dudaba que hablaran de lo
mismo.

- Exactamente, ¿qué situación?
- ¿No le dijo?- Preguntó esta vez a Abel.
- ¿Decirme que?

Abel se aproximó con furia y le lanzó su
celular, ella casi lo deja caer.
- Que eres viral.- Anuncia él con ironía.-
Revisa.- Le ordena, refiriéndose a algo en el
aparato.

Ella obedece nuevamente. En el pudo ver un sitio
web con muchas fotografías suyas, acompañada de
Nathan, enseguida recordó el día del ensayo. Las
fotografías fueron tomadas ese día. En ellas ambos
se mostraban muy cercanos.
El titular del sitio anunciaba el nuevo romance
de la joven heredera y lamentaban lo poco que le
había durado el amor platónico por su primo.
- Abel, lo que dicen aquí es falso. Esto no es
lo que parece, yo…

Abel la interrumpe de inmediato.

- ¿Tú que Hannah?... ¿No eres tú la de la foto?-
Grito, tirando del celular y colocándoselo en
la cara.- Dime, ¿A caso no eres tú?
- Abel, escúchame…- Intentaba explicarse, y sus
ojos comenzaban a llenarse de lágrimas.

- Sabias de sobra las intensiones de ese idiota,
¿Cómo pudiste ser tan estúpida para dejarte
ver con él?, la prensa esta destrozándote.-
Gritaba enfurecido.

Las palabras de Abel golpeaban su pecho. Él
creia que realmente lo estaba engañando.

- Quería sus quince minutos de fama y se los
diste.- Refuto, colocándose frente a ella.- ¿O
creíste que estaba contigo por otra cosa?

Hannah abrió los ojos sorprendida por sus
palabras.

- Basta Abel, no tengo nada con Nathan.- Declaró
con firmeza.

Él bufo y reía sarcásticamente.

- ¿No?, ¿Y con Liam tampoco?, ¿o vas a decirme
que no eras tú la que conseguí en sus brazos
en el bar?

Ella estalló de furia, su paciencia fue
rebasada. Con fuerza le dio un bofetón que hizo
callar a Abel. El Sr. Rowling y Mark intentaron
intervenir pero mantuvieron su distancia.

Hannah y Abel se unieron en un duelo de
miradas desafiantes. Abel fue el primero en
romper el contacto, marchándose sin decir una
palabra.

Hannah temblaba por causa de la adrenalina
del momento. Mark y el Sr. Rowling aguardaron
junto a ella. Pero ella los ignoraba. No era su
culpa, seguía inmersa en la tensión de hace un
momento.

Un remolino de emociones la aplastaba,
sentía rabia, dolor y miedo. Todo a la vez,
amenazando con hacerla colapsar.

El Sr. Rowling se permitió acercarse unos
pasos.

- Señorita, discúlpeme si soy imprudente… Pero
la junta directiva está convocando a una
reunión mañana a primera hora…. Están
preocupados por todo este revuelo mediático.
- Yo… ahora necesito estar sola, por favor.-
Hizo una pausa y se dejo caer en uno de los
sofá de la sala.- No se preocupe, iremos a esa
reunión mañana.- Concluyo.
- Como usted diga.- Respondió mientras recogía
su maletín.- Con permiso.

El Sr. Rowling salió de la sala y Mark se
acerco unos pasos mientras ella seguía en lo que
parecía un trance. Absorta.

- Estaré en el pasillo por si me necesita. Solo
llámeme y vendré enseguida.

Hannah no respondió de ninguna forma, subió
las piernas al sofá y las doblo frente a ella.
Envolviéndose a sí misma.
Al encontrarse sola, las lagrimas acudieron
a ella sin parar. Un dolor inmenso aprisionaba
su pecho. Y sin darse cuenta comenzó a sollozar.
La desconfianza de Abel la estaba matando,
no podía entender cómo pudo dudar así de ella,
de su amor, de su fidelidad. Sin permitirle
siquiera explicarse, pues ya el la había juzgado
sin derecho a defenderse.
Él ya no merecía ninguna explicación, se
había comportado como un patán. Ella sabía que
era celoso por sus anteriores acciones, pero
tenía fe que con el amor que le había demostrado
hasta ahora sería suficiente para disipar sus
miedos infundados.
Darse cuenta que estaba equivocada era
doloroso, tarde o temprano los celos de Abel los
terminaron alcanzando.
Dos horas más tarde, Hannah seguía en la
oscuridad de la sala. Ya había caído la noche y
los sirvientes comenzaban a preocuparse por
ella.
Jimena, una de las chicas del servicio se
permitió acercarse y abordarla.

- Señorita, ¿Desea que le sirva la cena?

Hannah seguía en el sofá, abrazando sus
piernas. Cual niña asustada y desprotegida.
- No tengo hambre.- Respondió.
- Pero…
- Jimena, déjame sola.- ordenó con firmeza.

*
La mañana siguiente Hannah salió a
regañadientes de la cama. Se resistía a salir al
mundo y ser aplastada por su realidad. Pero
tenía otras responsabilidades y debía ser
madura, así que se animo a sí misma y se puso de
pie.
En el cuarto de baño, al mirarse en el
espejo su reflejo herido, con los ojos hinchados
y enormes ojeras le recordaron su dolor. Estaba
más pálida que nunca y sus ojos enrojecidos no
la favorecían.
Decidió ignorarlo y pasar a la ducha, una
cascada de agua fría la haría espabilar un poco.
Minutos más tarde, ya se había duchado y
arreglado. Escogió para enfrentar el mundo una
chaqueta larga color rosa, con unos jeans azul
oscuro, una franela blanca con rayas negras
horizontales más unos zapatos de tacón color
beige. Alguien llamo a su puerta. Era Jimena.
- Adelante.
- Señorita, Mark me ha pedido que le traiga su
celular, lo encontró anoche en su auto
descargado y ya le repuso su carga.- Le
informo mientras le tendía el aparato ahora
encendido.
- Gracias.- Acepto ella. Recibiendo su celular.
Hannah le echo un vistazo y tenía varios
mensajes. Al revisar, la mayoría eran de Abel.
*Ya te extraño, debimos quedarnos en la costa*
El mensaje fue enviado en cuanto la dejo en la
mansión ayer cuando llegaron de su viaje.
- Si, debimos quedarnos allá.- Se dijo a sí
misma.

Los mensajes siguientes eran las fotografías que
se tomaron durante su viaje.
En una aparecían a bordo del yate. Luego bajo el
agua, incluso el video de ella haciendo
“flyboarding”, sus ojos se llenaron de lágrimas otra
vez.
Inmediatamente pulso la tecla “borrar”, pero no
fue capaz de hacerlo. Su masoquismo quería seguir
viéndolo un poco más. Así que volvió a revisar las
fotos, admirando la felicidad de esos momentos que
ahora se sentían tan lejanos, tan ajenos, incluso
fantasiosos.
Reviso otro mensaje. Era de Megan.
*Amiga, ¿Viste las redes?*
Seguido de otro con un capture de pantalla
mostrando un sitio web con la publicación.
En ese instante una llamada entro al celular.
Era Megan.
- Bueno.
- Hannah, ¿Estás bien?
- Megan no quiero hablar ahora…
- Ok, pero pon el canal 5 ahora.
- ¿Qué?

Hannah frunce el ceño, cuelga y con ayuda del
control remoto enciende el plasma a sus espaldas.
Una periodista rinde declaraciones, mientras el
pie de la pantalla muestra el encabezado “La
heredera White lo hace otra vez”.
- … Pues si amigos míos, el día de ayer nuestra
heredera favorita volvió a sorprendernos
mostrándose en público con una nueva
conquista… Como lo oyen, el sujeto en cuestión
parece ser estudiante de música en la Academia
de Artes donde ella cursa la carrera de Danza…
Y es que parece que nuestra heredera se
aburrió muy pronto del soltero más codiciado
del país, Abel White… Y ahora sostiene una
relación clandestina con este otro joven…
- ¡Carajo!- Gruñe ella, para luego apagar el
televisor.
Furiosa sale de la habitación, al bajar las
escaleras es interceptada por Jimena.
- Buenos días, Señorita. Su desayuno ya está
listo… Preparé sus waffles favoritos.
El solo escuchar la palabra “waffles” revolvió su
estomago.
- No voy a desayunar Jimena… Y no hagan más
waffles.- Ordeno con firmeza.- Mark.- Llamó en
voz alta.
Aquel hombre acudió rápidamente a su encuentro.
- Si, señorita.
- ¿Puedes conducir tú?, no quiero hacerlo hoy.
- Por supuesto.
Juntos salieron de la estancia. Mark abrió la
puerta trasera del auto de Hannah y ella subió.
Estaba impresionada de sí misma, en la mañana al
despertar no se creyó capaz siquiera de salir de
la cama, pero allí estaba, firme y camino a
enfrentar una tormenta de señalamientos y falsos
testimonios en su contra.
No dejaba de pensar en que todo esto no le
importaría ni un poco si solo él hubiese creído en
ella. Pero parecía que amar no era suficiente si
no confiaban en ti.
CAPITULO VIII



Antes de llegar al hospital, Mark le informa a
su jefa un nuevo percance.
- ¿Qué paso ahora?
- Mírelo usted.

Ella dirige su mirada a la entrada del hospital,
donde una gran cantidad de personas aguardaban, al
parecer periodistas a la espera de su llegada.
- Vinieron por la carne fresca.- Comenta Mark.
- Van a devorarme ¿verdad?
- No se los permita, señorita. Sea más fuerte.
Ella suspiró profundamente para darse valor.
- Ok, hagámoslo.

Mark obedeció y condujo hasta la entrada del
hospital, donde, como era de esperarse todos
acudieron a su encuentro, aguardando la salida de
Hannah del auto. Ella agradeció los lentes oscuros
que traía puestos, eran su coraza. Con valentía
salió del auto y con la ayuda de Mark y el equipo
de seguridad intentó avanzar entre la muchedumbre.
Las preguntas hirientes e imprudentes no se
hicieron esperar -“¿Es verdad que dejo a su primo
por un músico?” – “¿Mantenía aun una relación con
su primo?”- Hannah los ignoró a todos sin
pronunciar una palabra. El equipo de seguridad no
les dio la oportunidad de acercarse demasiado.
Una vez adentro los señalamientos no pararon,
no sabía si era idea suya, pero sentía que todo el
mundo allí la miraba y comentaban sobre ella en
susurros.
Iba a necesitar más que unos lentes para
protegerse. Subió al último piso, donde se
llevaría a cabo la reunión, al salir del ascensor,
el Sr. Rowling la esperaba.
- Buenos días, señorita. Ya todos los miembros
de la junta nos esperan.
- ¿Todos?- Quería saber si Abel estaba allí.

Su corazón comenzó a latir desenfrenado.

- Bueno… Menos su pri… el Dr. White.
- De acuerdo.- Acepto con fingida indiferencia.

Con firmeza avanzo por el corredor, rumbo a
la sala de conferencias. Donde se llevaría a
cabo el juicio final. En el fondo agradecía que
él no estuviera presente, no lo resistiría.

- Buenos días, Señores.- Saludo a todos.

Para su sorpresa su tío Albert estaba allí,
había venido a formar parte del jurado
acusatorio.

- Tío Albert, ¡Que gusto verte por aquí!

El sarcasmo se había convertido en su mejor
arma. Su tío sonrió con ironía ante su
comentario.

Ella tomo asiento en su lugar, y con
paciencia espero a que fueran ellos quienes
iniciaran. Tras unos minutos de silencio,
intervino.

- Señores, les recuerdo que han sido ustedes
quienes convocaron… Los escucho.

Todos comenzaron a intercambiar miradas,
pero ninguno se animaba a intervenir.
Albert aprovechó la oportunidad.
- Pues yo si voy a decir lo que todos aquí están
pensando… Nos preocupa sobremanera que una
joven inestable como tu sea la cabeza y la
imagen de una organización tan importante como
la nuestra…- Agregó tajante tras ponerse de
pie.
- ¿Dijiste nuestra?- pregunto ella sin alterarse
ni un poco.- Te recuerdo tío, que tu aquí
fuiste solo un representante legal… Papel que
quedó sin efecto en cuanto asumí mis
responsabilidades.- Aclaró sin apartar la
mirada de su tío.- No tienes ninguna
participación aquí.

Albert recibió su comentario como una
bofetada. Su expresión cambio de inmediato.

- Claro que la tengo, tú no puedes asumir tal
responsabilidad. Eres una chiquilla de
reputación dudosa que no tiene idea de lo que
está haciendo.
- ¡Basta!- Grita ella enfurecida, poniéndose
también de pie.- Te voy a agradecer que salgas
de inmediato de aquí.- le ordena, señalando la
salida.
- Tú no puedes sacarme…
- He dicho ¡Fuera!- Le grita.

Albert tiro con fuerza un vaso de agua que
posaba frente a él en la mesa, rompiéndolo en
pedazos en el suelo.
- Sácame tú entonces, chiquilla insolente.-
Gritó Albert con la cara enrojecida por la
ira.
- Mark.- llamó.

Mark entro al lugar casi de inmediato.

- Saquen a este hombre de aquí y no le vuelvan a
permitir la entrada jamás.- Ordeno con los
ojos llenos de ira.
- No, no te atrevas- Gritaba Albert, mientras el
equipo de seguridad lo sacaban del lugar.

El resto de los presentes estaban de pie. La
atmosfera estaba cargada de adrenalina, Hannah
estaba enojada y no permitiría ni un insulto
más.
- A ver señores, ¿Quién mas duda de mis
capacidades para llevar la cabeza de esta
organización?- Refuto con ira y firmeza.

El silencio reinó en el lugar.

- Les recuerdo que todos aquí son empleados de
este hospital y yo soy su jefa. Asúmanlo y
entiéndanlo de una vez.- Declaro tajante, con
los ojos brillosos.

Ninguno de los presentes intervino ahora tampoco.
Ella dio por terminada la junta y salió de la sala.
Entro al ascensor y al llegar al último piso salió
rumbo a la salida, en busca de tranquilidad. Pero en
la recepción estaba Abel, aun él no la había visto,
llevaba su uniforme de residencia y sostenía una
carpeta en sus manos, ella freno drásticamente su
caminata. Él subió la mirada, que de inmediato se
encontro con la suya.
Ella seguía inmóvil incapaz de avanzar o
retroceder, sus piernas flaquearon, temblaba como
gelatina y estaba a punto de romper a llorar como
una niña en medio del pasillo.
El la veía fijamente, su mirada era triste, se le
veía cansado. Dejo la carpeta en el mesón de la
recepción y avanzo hacia ella con paso firme. Justo
frente a ella se detuvo.
- Tenemos que hablar.- Anunció con sequedad.-
Pero no aquí.- Le advirtió, sosteniendo su
brazo y arrastrándola a un pequeño deposito
vacio.
Abel cerró la puerta y se volteo hacia ella.
Hannah temblaba ante la sorpresa de encontrarse sola
con él.
- Hannah todo esto me está volviendo loco.-
Confeso con rabia y los ojos brillosos.- La
prensa no deja de perseguirme… - Hace una
pausa y las lagrimas lo hacen callar.
Ella se conmueve al verlo en ese estado.
- Lamento mucho que tengas que pasar por todo
esto, yo…
Él la interrumpe, abalanzándose sobre ella y
aprisionándola contra la pared.
- Eso es lo de menos… Lo que más me atormenta es
la idea de que me hayas engañado… Me está
volviendo loco Hannah.- Confeso, apoyando su
frente sobre la suya y sollozando como un
niño.
Ella rompió a llorar desconsolada. Seguía dudando
de ella y eso la mataba por dentro. Con fuerza se
liberó del agarre y se retiro unos pasos.
- Sufres porque quieres. Y me duele que dudes de
mí de esta manera.- Declaro entre lágrimas.-
Tú más que nadie debías confiar en mí, y en el
amor que siento por ti, Abel… De eso se trata
el amor… Cuando hay amor, hay confianza. Y tú
preferiste hundirte en tus celos. Ya no hay
nada más que pueda hacer por ti.- Anunció
entre gimoteos.

Abel la miro marcharse. Y no pudo correr tras de
ella.

Hannah corrió para salir rápidamente de ese
lugar, un dolor inmenso en su pecho amenazaba con
aplastarla. Mark abrió la puerta trasera de su auto.
- No Mark, voy sola.
- Pero señorita…
- Es una orden.- Grito ella, arrebatándole las
llaves de su auto.
Subió al vehículo y salió a toda velocidad del
lugar. Quería alejarse, necesitaba distancia,
soledad, quería llorar desconsolada, quería gritar
con fuerza, necesitaba drenar el dolor asfixiante
que sentía ahora.
No podía creer que había terminado, este no
podía ser el fin. Su mente y su masoquista corazón
se resistían al hecho de perderlo. Pero no puedes
amar a alguien que no cree en tu amor. Pasarías la
vida entera demostrándole un amor que quizás jamás
llegue a creérselo del todo.
Condujo velozmente por más de quince minutos,
para al final llegar a ese lugar, aquella montaña
donde una vez la trajo Abel. Quito sus zapatos y
descalza subió el resto de la colina. En la cima se
desplomo de rodillas frente a aquel hermoso
horizonte.
Un grito gutural salió de sus entrañas,
depurando todo ese dolor que la estrangulaba. Y
lloró, lloró por lo que parecía una eternidad. Amar
dolía, y mucho.
*
La mansión White estaba revuelta, eran más de
las nueve de la noche y la joven Hannah no había
regresado. Mark comenzaba a reprocharse el no
haberla acompañado.
El Sr. Rowling y Megan también estaban allí,
incluso habían llamado a la policía sin tener éxito.
Minutos después entra Hannah descalza a la
mansión. Megan corrió a su encuentro en cuanto la
vio.
- Amiga, ¿Estás bien?
- ¿Qué es todo esto?- pregunta Hannah, al verlos
a todos allí.
- Pues estábamos preocupados por ti amiga… Vine
a verte y tu personal no sabía nada de ti.

Hannah siguió su caminata hacia las escaleras.

- Pues ya estoy aquí, pueden irse.- Respondió a
secas.

Megan enmudeció, y los demás guardaron silencio.

- Entiendo tu dolor ahora, pero no puedes
encerrarte a lamentarte el resto de tu vida…

Hannah la ignoro y subió las escaleras sin decir
una palabra.
- Ella es fuerte, solo démosle un poco de tiempo
y paciencia.- Sugirió Megan a los presentes.

*

La mañana siguiente, Hannah había reunido a todo
el personal de la mansión, incluso había llamado al
Sr. Rowling. Todos la esperaban ansiosos en el
comedor.
Había tomado muchas decisiones anoche, y debía
ponerlas en marcha cuanto antes. Su nueva terapia
sería ocuparse para no pensarlo. Subió el cierre de
su bota derecha y se dio un último vistazo en el
espejo.
Llevaba un vestido corto color gris oscuro de
lana y cuello tortuga, más un blazer negro largo con
botas negras que le llegaban más arriba de la
rodillas. Recogió su cabello en una cola de cabello
y salió a dar las nuevas noticias.
- Buenos días.- saludo al grupo al entrar a la
estancia.- Sr. Rowling, gracias por acceder a
venir tan temprano.

Camino hacia su lugar y tomo asiento.

- Por favor, tomen asiento.- Les invito en un
tono más amable.

Acto seguido, todos obedecieron.

- Quiero notificarles algunos cambios que estaré
realizando por aquí.- Menciono tras hacer un
gesto con la mano para referirse a la casa.-
Sr. Rowling quiero que se encargue de todo el
proceso legal que conlleva convertir este
lugar en la sede de una fundación para niños
con enfermedades crónicas o situaciones de
calle…. Quiero crear una especie de refugio
para ellos, ayudarlos a mejorar su calidad de
vida… Quiero que todo se direccione mediante
ese enfoque.

El Sr. Rowling asintió mientras tomaba nota en
una agenda que posaba frente a él.
- Ahora ustedes.- Refiriéndose ahora al personal
de servicio de la casa.- No se asusten, no los
voy a dejar sin trabajo. Tienen la oportunidad
de decidir si quieren trabajar como personal
de apoyo en la fundación o los ubicare con
gusto en cualquier otro lado.
El personal comenzó a comentar entre ellos sus
preferencias.
- Ya me irán diciendo lo que prefieran, yo voy a
mudarme a un lugar más pequeño, cerca de la
Academia, del hospital… en fin. Voy a
necesitar de alguna de ustedes una vez por
semana para que me ayuden por allá y… - Aclara
señalando a las chicas del servicio.
- Yo con gusto puedo ir, señorita.- la
interrumpió Jimena animada.
- Ok, en eso quedamos.- Le confirmo a la chica
con una sonrisa.- Bueno… Eso es todo por los
momentos, pueden regresar a sus labores.

- Señorita…. ¿Y nosotros?- Inquiere Mark, un


poco preocupado.
- Ustedes igual, seguirán acompañándome. Estoy
muy satisfecha con su trabajo.- Anuncia
poniéndose de pie.

Sin más demoras, Hannah partió a la
academia, tenía cosas que resolver allí también.
Una vez alla, camino con determinación por
uno de los corredores de la edificación. Buscaba
con la miraba a Karen, en cuanto la consiguió,
esta estaba reunida con los chicos, incluido
Nathan, quien la vio acercarse y permaneció
cauto a su espera.
Pero su sorpresa fue ver como Hannah se
abalanzó sobre su amiga Karen, tomándola por el
cuello y recostándola con toda su fuerza contra
la pared.

- Sé que fuiste tú quien tomo las fotos que se
filtraron en las redes… No sé porque me odias,
pero algo si te digo. No vuelvas a meterte
conmigo o te juro que vas a lamentarlo.- Bramó
con furia, apretando los dientes.

Karen había enmudecido, Hannah la soltó para
luego marcharse sin decir una palabra más. Los
chicos no pudieron ocultar su cara de sorpresa
ante el ataque de Hannah, pero se mantuvieron
aislados y ajenos en todo momento.


*

Tras pasar casi dos meses, Hannah había
logrado gran parte de sus cometidos. Se había
mudado a un lugar en el centro de la ciudad,
justo como lo imaginaba, el apartamento estaba
ubicado en el último piso de un prestigioso
edificio, con enormes ventanales distribuidos en
gran parte de la sala- comedor, con una cocina
moderna y bonitos muebles. Hasta tuvo que
comprar todo el piso para adaptarlo y que Mark y
el equipo tuvieran su espacio allí. Jimena venía
una vez por semana a ayudarla con los quehaceres
domésticos.
Tener su propio espacio resulto ser la mejor
idea que pudo haber tenido. Ya no se sentía
ajena en su entorno. Inclusive le sirvió de
excusa para mantenerse ocupada durante su
decoración.
Por otro lado, la mansión ya había sido
remodelada y adaptada para las necesidades de
los niños. Solo esperaba los últimos detalles
para la gran inauguración. Para su sorpresa,
muchos antiguos socios de su padre escucharon de
esta iniciativa y decidieron sumarse a la causa.
Pero, muy a pesar de lo ocupada que estuvo
su mente este tiempo. No hubo un solo día en el
que no pensará en Abel. Podía ocuparse todo el
día, pero al caer la noche, en la soledad de su
cama, podía recordar cada detalle de su rostro,
su voz, incluso su aroma. Y era casi inevitable
terminar llorando como una niña.
Lo extrañaba, eso era evidente. Cada día más
que el anterior. Moría por buscarlo y contarle
todo lo que había logrado hasta ahora, después
de todo, fue gracias a él que supo de esta
causa. Pero siempre la vencía el temor a ser
rechazada.
Le resultaba terriblemente doloroso que él
no la hubiese buscado en todo este tiempo. Se
preguntaba si también él la estaba pasando tan
mal como ella.
A veces su mente masoquista imaginaba que
quizás ya la había olvidado y ahora mismo había
otra mujer ocupando su lugar. Pero esa idea la
desquiciaba y prefería desecharla de inmediato.
Esa mañana, estaba reunida en su piso con el
arquitecto que estuvo llevando a cabo las
remodelaciones de la casa.

- Oye, Miles… Estoy muy impresionada con los
resultados.- Anunciaba ella mientras revisaba
los planos finales en la tableta.
- Si, logramos adaptar la edificación y crear un
centro hospitalario con las más avanzas
tecnologías… Todo en el tiempo que exigiste.
- ¡Oh!, lo sé… Fue en tiempo records.
- Estamos listos para inaugurar mañana.

Hannah sonríe de oreja a oreja emocionada.

*
Al día siguiente ya todo estaba listo.
Grandes personalidades estaban allí mostrando su
apoyo a la causa. Los principales beneficiarios
también, todos los niños, incluyendo sus
familiares esperaban el gran momento.
Entre aplausos y ovaciones Hannah cortó el
listón rojo. Dando por inaugurada oficialmente
la fundación “United”. Todos los presentes
celebraban este grandioso logro.
Ella sonreía emocionada, mientras las
lágrimas acudieron a ella sin avisar. Todos
entraron para hacer el primer recorrido en las
instalaciones del lugar. Pero, hubo un momento
en el que no sabe si fueron ideas suyas, o qué,
pero creyó haber visto a Abel entre la gente, al
fondo. Con insistencia siguió buscándolo con la
mirada, pero no estaba.
Se riño a si misma por creer semejante cosa
y lo dejo pasar sin darle mayor importancia.
Al terminar el evento, de regreso a casa,
hablaba con el Sr. Rowling por el celular,
comentaban lo bien que había resultado la
inauguración, mientras abría la puerta del
apartamento.

- … pienso lo mismo. Estoy muy contenta con los
resultados. De nuevo muchas gracias Sr.
Rowling por su apoyo… Si, usted también.

Y cuelga. Cierra la puerta tras ella y deja
sus llaves en la cómoda de cristal dispuesta a
su derecha.
Se inclina hacia un lado para levantar su
pie y sacar el zapato de tacón que ya la estaba
molestando. Acto seguido, hace lo mismo con el
otro pie. Pero su atención es captada por una
silueta que sale de las sombras junto a su sofá.

- ¡Oh, por Dios!- Suelta asustada.

Era Abel, allí, en su casa.

CAPITULO IX



Su corazón latía frenético, él estaba ahí. *Pero
¿Cómo?* *¿Por qué ha venido?*, se preguntaba a sí
misma, confundida. Él lucia ojeroso, sin afeitar y
su cabello algo descuidado. Nunca antes lo había
visto así. Sus ojos estaban enrojecidos, había
llorado.
- Hola.
- Eh… ¿Cómo es que tú?.. – Comenzó ella a
balbucear. Haciendo gestos atropellados con
sus manos.
- No te molestes por favor, me ha tocado
prácticamente suplicarle a Mark que me dejara
entrar y esperarte aquí.

Ella guardo silencio, no sabía que decir, no había
ninguna frase coherente en su mente ahora. Estaba
plantada frente a él, descalza con sus tacones en
las manos, asustada y sintiéndose increíblemente
vulnerable.
- … He venido porque… Bueno, quería… - Comenzó
él. Mirando a todos lados a la vez, estaba
nervioso.- Diablos.- Soltó sin más.
Ella notó lo nervioso que estaba él también.
- Quiero pedirte perdón por tantas cosas… -
Explico él, haciendo un gesto con las manos.-
La primera, es por venir y meterme así a tu
casa. Pero es que en serio quería verte. No
quería arriesgarme a venir y que luego tú me
tiraras la puerta.- Sonrió sin humor.
Ella lo veía conmovida, conmovida en ver lo
vulnerable que estaba él. Tenía deseos de correr a
sus brazos y abrazarlo con fuerza, hundirse en su
pecho y decirle que lo amaba y lo mucho que lo había
extrañado. Pero en cambio se contuvo y lo miraba
inmóvil.
- La segunda si es más difícil.- continuo
mientras su mirada se entristecía cada vez
mas.- Quiero pedirte perdón por no buscarte en
estos dos meses.- Su tono se endureció un
poco, ahora era más grave.- Por ser tan
cobarde y no venir y admitirte que fui un
total imbécil… Hannah te juro que supe que
eras inocente de todo en cuanto saliste por la
puerta de aquel depósito y me dejaste.- Sus
ojos se llenaron de lágrimas.

Hannah sintió como su corazón se estrujaba de
dolor.

- Pero mi error fue haber dudado de ti, de tu
amor, el verte ir y dejarme ahí fue lo mejor
que pudiste hacer por nosotros.- Hizo una
pausa y se llevo las manos a la cabeza.-
¡Dios! Eso fue una bofetada que me hizo
reaccionar y ver lo equivocado que estaba.

- ¿Y por qué vienes hasta ahora Abel?- Pregunto
con voz calmada.

- Por cobarde, por temor a que mi error fuera
demasiado grande y no pudieras perdonarme.

Él se atrevió a acercarse unos pasos más, ahora
estaba frente a ella. Casi podía tocarla, pero no lo
hacía. Esta cercanía la ponia nerviosa, sentirlo tan
cerca despues de tanto tiempo, era una tortura.
- Así que me lamente por días enteros, luego fui
a la mansión un par de veces, pero no encontré
el valor para bajar del auto…. Después te
mudaste, y pensé que quizás ya estabas
haciendo tu vida. Que debía dejarte ir…

Sus ojos se encontraron, *¿Qué?*, *No, por
favor*, pensaba ella, *No me dejes otra vez*. Le
gritaba para sus adentros.
- Pero además de cobarde soy egoísta, porque soy
incapaz de dejarte ir. Aun sabiendo que
mereces algo mejor…. – Declara él, tomando su
cara con ambas manos.- Por eso estoy aquí,
quiero preguntarte una vez más si puedes
perdonarme.

Ella se perdía en la profundidad de su mirada.
Todo su cuerpo temblaba y él la sentía.
- Te juro que no ha pasado un día en el que no
haya pensado en buscarte, en el que no te haya
extrañado…. Le confiesa mientras su mirada
baja a sus labios.

Ella esperaba expectante, todo su ser lo aclamaba.
Moría por volver a sentir sus labios sobre los
suyos.
- Pero si me dices que no puedes perdonarme… te
juro que no volverás a saber de mí. Y podrás
seguir con tu vida.- Le explica, liberándola
de su agarre.
*¿Qué?*, pensó ella, luego se sintió perdida al ya
no estar tan cerca y no poder sentir su olor.
- Entonces… Dime Hannah. ¿Podrías darme otra
oportunidad?
Y luego, ahora que estaba libre de distracciones y
la lucidez volvió a su encuentro pudo pensar con
claridad.
- ¿Cómo se que no volverás a dudar de mi?, ¿Qué
ahora será diferente?
Abel sonrió sin humor y saco algo muy pequeño del
bolsillo de su saco.
- Hay una forma...
Entonces se inclinó para apoyarse en una de sus
rodillas. Abrió la pequeña caja que saco de su
bolsillo, mostrando el anillo en su contenido.
- Hannah White, prometo serte fiel, creer en ti
y hacerte la mujer más feliz del mundo por el
resto de nuestras vidas, si aceptas ser mi
esposa…
Hannah enmudeció de inmediato, su mente estaba en
blanco y ella había palidecido.
- Dime Hannah, ¿Aceptas ser mi esposa?
- Si.

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