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Ciudadanías y culturas de resistencia.

(Una reflexión retrospectiva)

José Ramón Insa Alba. 2021

1
'Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos. La edad de
la sabiduría, y también de la locura; la época de las creencias y de
la incredulidad; la era de la luz y de las tinieblas; la primavera de la
esperanza y el invierno de la desesperación. Todo lo poseíamos,
pero nada teníamos, íbamos directamente al cielo y nos perdíamos
en sentido opuesto. En una palabra, aquella época era tan parecida
a la actual, que nuestras más notables autoridades insisten en que,
tanto en lo que se refiere tanto al bien como al mal, sólo es
aceptable la comparación en grado superlativo'.

Charles Dickens, Historia de dos Ciudades

Un contexto rápido: La cultura no es una acción puntual sino una racionalización que se alimenta y
se reproduce desde y en situaciones entrelazadas; un sistema complejo que nada entre la
incertidumbre y los entusiasmos, que concilia la funcionalidad con la razón crítica; y también con
el conocimiento, con el hábito, con la ética y, por supuesto, con el gozo y la felicidad. Y con los
territorios, y con las resistencias, y con los urbanismos, y con las diversidades...Todo esto, trufado
por la política y la economía, otorgan a la cultura una dimensión multiforme que parece
desconocerse cuando no desestimarse. La cultura es pues un estado que incluye el bienestar
físico, emocional, intelectual y social; que construye a una persona y a una sociedad completas y
complejas. Posiblemente metacultura.

Añado algo que nos dejó Tolstói: “Sólo los resultados de la cultura son definitivos. Todo lo que por
ella y para ella se fabrica en talleres y fábricas, y se vende en los almacenes y en los pasajes
comerciales, se fabricará y venderá eternamente para satisfacer las necesidades que creó la
cultura” 1 Es interesante apreciar el fondo de esta cita.

Y, permítanme, por favor, citar también a Victoria Camps en su “Elogio de la duda”: “Pero las
doctrinas y las profesiones de fe, las fórmulas y las recetas que ofrecen soluciones son atractivas
porque dan seguridad a quien se adhiere a ellas. Evitan tener que pensar”. En otro lugar añade:
“La duda inquieta y es aguafiestas”

Pero, parafraseando a Kolher, la cultura nos parece algo regalado. “Dejamos de percibir el mundo
en sí para percibir noticias sobre él" 2. Ya no es tan importante la cultura como tal sino las noticias
sobre ella. No hace falta conocer la cultura en su esencia sino lo que se dice de ella, lo que de ella
es primicia o sirve para serlo. La cultura se confunde con parte de sus representaciones, con las
que interesan en el momento. Y así llegamos a la simpleza de, usemos esa metáfora estupenda,
confundir el reloj con el tiempo.

La reflexión que sigue se refiere a las políticas públicas locales de cultura. Ese ha sido mi campo.
A pesar de la situación en la que nos encontramos, en algunos lugares y momentos hay y ha
habido vida, por supuesto, no todo es absoluto. En todo caso es difícil, por no decir imposible,
que esto y lo que tantas y tantos reflexionan y publican, llegue a quien tiene que llegar, se
interesen y, no digamos, lo lean y deseen, al menos, contrastar. Las políticas públicas locales de
cultura están en manos de quien están.

1 Contra aquellos que nos gobiernan. Lev Tolstói. Errata Naurae, 2014
2 El tiempo regalado: Un ensayo sobre la espera. Andrea Kohler. Libros del Asteroide 2018

2
Vamos.

# 1 // Puede que sin un mínimo acercamiento a lo anterior, sobre todo en el espacio público, las
pretendidas políticas de cultura se reduzcan al acontecimiento, al utilitarismo de partido y a los
brillos del emprendimiento, tres líneas que parecen ser las únicas que le dan valor y sentido. Todo
debe remitir a los objetos como relato y a los hechos registrables desde tres variables de medida:
la exaltación del espectáculo (muy ostentoso), la pasión por el producto (muy abundante), y el
fervor por la propaganda (muy efectista). Ayer mismo alguien dijo por aquí, una visita ilustre, que
la cultura, si no da dinero, no es cultura. No puede afirmarse nada más horrible y más triste. Las
responsables de las políticas culturales de la ciudad asentían; lamentable. Así estamos. La
coartada para la cultura parece haberse anclado en el argumento del desarrollo (¿cuál?) y en el
de la riqueza que genera (¿para quién?); su sentido se reduce, desde estos juicios, al mundo de la
eventualidad, al de la promoción de las ciudades, al del empleo que crea, y a esa lógica del
reparto y la acumulación (también hay acumulación en la “egonomía”) que arrincona valores y
significaciones. De sobra está comprobado cuál es el resultado. El desconocimiento se supera, el
rechazo ya es más difícil. Quien carece de fundamentos se queda en el resplandor. El resplandor
es el órgano atrofiado de la cultura.Y ese resplandor es fácil de medir y de intercambiar. Pasar a
tener consideración por lo pequeño, lo sencillo, en contra de lo que pueda parecer y que señalan
las tendencias, supone un salto mental enorme, un salto en la sensibilidad, en la forma de
concebirlo todo desde una posición de inteligencia. La cultura molecular 3 es la cultura de lo
constante, de lo que ocurre de forma continua, de lo mínimo y lo sencillo. La que no necesita la
temporalidad de lo grande ni brillos. En realidad, la que mantiene de verdad todo el sistema. En
otras ocasiones he hablado de las culturas tímidas como metáfora.

# 2 // Puede que no sea difícil llegar a la conclusión de que el deterioro actual de la cultura no
descansa únicamente sobre su falta de financiación o su consumo, sino sobre todas esas
“utilidades” que condicionan sus procesos. No quiero decir con esto que la cultura esté
suficientemente financiada, al contrario, sino que requiere de una interpretación más completa,
amplia y diversa, y desde estructuras mentales que vayan más allá del llamado sector. ¿Cuándo
abandonamos eso que llamábamos “tejido cultural”? Nos ceñimos a una cultura imaginada,
mayormente, en y desde los espacios institucionales, por una parte y, por otra, desde su mercado.
Al bucear por estas aguas se producen corrientes extrañas. Punto uno: Una amplia cantidad de no
profesionales se ven impedidos para desarrollar sus iniciativas sencillamente porque no pueden
formar parte (o no quieren, que también los hay) de esta estructura normativizada y normalizada.
Punto dos: La denominada gestión cultural fomenta así situaciones perversas a fuerza de
establecer controles sobre la producción y distribución según estándares de consumo político-
burocráticos. Punto tres: depender del mercado, de las subvenciones y de los repartos la convierte
en un bazar más y la vacía. Alcanzar un pensamiento sistémico que pueda enfrentarse a reformas
estructurales (y mentales) puede que ofrezca mejores resultados que las socorridas campañas de
financiación temporal de la precariedad. "En los cadáveres sólo hay anatomía" 4. Es una bonita
metáfora para acercarnos a lo que ocurre con la cultura local. "...la circulación [de la sangre] hay
que verla en individuos vivos porque en los cadáveres no hay circulación". Pocas cosas más
certeras para fijarnos en lo que ocurre. La estructura está muerta y el problema de la cultura va
más allá, es un asunto del conjunto de la sociedad (el cuerpo vivo) y es necesario preguntarnos y
averiguar cómo hemos llegado hasta aquí. Todo esto que nos está sucediendo no tiene
únicamente repercusiones económicas en el llamado sector sino que influye en muchos
condicionantes para que la ciudadanía acceda y permita que los efectos vayan más allá del
número de asistentes, de la cantidad de butacas, de los aforos... Las condiciones de vida influyen
directamente en la cultura, en la salud cultural de la población y en la fuerza de su "industria".
Puede que no hayamos procurado nuevos usos sociales de la cultura y que haya caído en una
dinámica similar a la de esa civilización que hemos querido construir: una civilización útil,
3 “Una cultura molecular y relacional” >> https://hipotesiscultura.wordpress.com/2017/05/08/una-cultura-molecular-y-relacional/
4 ‘La vida contada por un sapiens a un neandertal’ Juan José Millás y Juan Luis Arsuaga. Alfaguara 2020

3
productiva, rentable.

# 3 // Puede que a la cultura la hayamos traído nosotras y nosotros hasta donde está, no nos
olvidemos, no hagamos como si todo hubiese venido de la nada, de “los otros”. Y cuando ese
problema parte del interior es difícil identificarlo. Guiada desde la racionalidad gestora, desde la
contabilidad, desde la calculadora, desde el inevitable modelo productivo, desde la marca, desde
ciertos indicadores... En la cultura se han hecho demasiadas concesiones. Concesiones que han
marcado la ruta. El germen está dentro y hemos generado problemas orgánicos que ahora pesan.
Sólo hace falta saber si se saldrá de esto, si se sabrá neutralizar la obsesión desarrollista y
recuperar su sentido social: La cultura básica, la cultura molecular. Avanzamos, ni soy optimista ni
lo quiero ser, hacia un modelo socioeconómico, hacia unas condiciones de la población muy
graves que van a provocar una evidente desigualdad. En ese escenario no podemos mantener de
ningún modo un modelo de cultura de oferta (¿Cuántas empresas culturales caben en este
modelo de competencia capitalista?) Ni por supuesto de consumo (¿Quién va a tener
posibilidades de compra?) Ni siquiera de acceso (¿Qué necesidad siente la ciudadanía sobre la
cultura?). Hace tiempo que vengo diciendo que los campos de batalla de la cultura no están en los
teatros ni en las librerías, que, por desgracia, están en los medios, en los bancos... si me apuran,
hasta en las grandes constructoras. Hemos empujado a las políticas locales de cultura a la
simplicidad y linealidad de producto. La complejidad del sistema la hemos reducido, si acaso, a
una oferta variada que poco refleja la realidad de una sociedad como la que tenemos. Todo está
pensado para administrar ciertos contenidos. Las políticas locales de cultura se mueven en
narrativas incompletas; la dejan a merced, demasiadas veces, de ocurrencias, filias y fobias de la
autoridad de turno. Resultado: una especie de “intrusismo alterno” (la cultura es un complemento
glamuroso que sienta bien a los trajes de la política) que pone fomenta la “gestión de la
ocurrencia”.5 La cultura como referencia social puede convertirse en una caja de resonancia de lo
que ocurre en la esencia de la ciudadanía y con ello, en un radar, una referencia para políticas
públicas locales más allá de las meras culturales.

# 4 // Puede que así nos encontremos con otras precariedades, no solo la precariedad del sector
(que no es poca) sino la que surge en el mismo núcleo de la cultura, en su esencia, en su
fundamento: identidad, resistencia, comunidad, inclusión, espacio público, redes, territorio,
cuidados, creatividad, prácticas sociales, visibilidad, experiencias cotidianas... Aunque, a decir
verdad, también nos podemos preguntar si se considera que la cultura es un proyecto, y más allá,
si es un proyecto político; parece que no. Lo cierto es que los espacios para la cultura más allá de
los que responden a una interpretación de mercadotecnia, son considerados como un quebradero
de cabeza, como algo con cierta peligrosidad. Nada nuevo por cierto: se bloquean los espacios
que interpelan. La cultura sin mercancía (la cultura molecular) es vista con sospecha como poco.
Jordi Costa en su “Cómo acabar con la contracultura”6 y en el capítulo “Una vez al año, ser hippy
no hace daño” hace un estupendo repaso a lo que sucedió con ese movimiento. Es fantástico,
léanlo y hagan ustedes una comparación con las culturas comunitarias en la actualidad (cultura de
base la llamábamos entonces), seguro que les sonará. Nada ha cambiado en ciertas mentes, en
ciertas formas que, para desgracia, vuelven (quizá es que nunca se fueron). ¿Podrían crearse
para la cultura zonas temporalmente autónomas7? La sumisión ha provocado la atrofia de muchas
de las capacidades ciudadanas y personales para desarrollar procesos abiertos y propios. Se trata
de simplificar la cultura “por nuestro bien”. Para que podamos acercarnos a ella sin problemas ni
sobresaltos. Y también por el bien de quien vive de ella (eso dicen), para que tengan la seguridad
de que van a vender lo producido. Si entre todo esto hay, en algún caso, un mínimo interés de
revisión, no es para imaginar nuevos futuros sino para replicar un más de lo mismo. El lenguaje

5 “...lo cierto es que, para triunfar (como experto, público o privado; como institución pública o privada) solo hay que seguir dos
estrategias: añadir ocurrencias a las líneas básicas del código, y generar discurso que refuerce el credo. En definitiva: ser hábil con los
destellos.“ >> https://yanotengoprisa.wordpress.com/2016/08/04/critica-hegemonia-y-ficcion/
6 “Cómo acabar con la contracultura. Una historia subterránea de España. (1970-2016)” Jordi Costa Vila. Taurus, 2018.
7 https://es.wikipedia.org/wiki/Zona_temporalmente_aut%C3%B3noma

4
con el que se decora la cultura no es sino una degradación de esas políticas intrusas que
enmascaran esa necesidad de emancipación. Es más, todo el entramado creativo y crítico de la
cultura se ha utilizado estupendamente desde la empresa para reforzar y “dignificar” la
precariedad, provisionalidad y riesgo que el capitalismo requiere en este momento; la cultura ha
conseguido blanquearlo. Si su idea de educación es la de "preparar para lo que demanda la
empresa", en cultura la idea no va más allá de ese circuito. Todo lo que ha sucedido en este
tiempo debería de haber servido para reformular la cultura desde una visión de raíz, radical, y
sobre todo experimental y fuera de esas limitaciones que la cercan. Pero una de las
especialidades de estas políticas intrusas es la capacidad de convertir los discursos en lugares
comunes, en reproducir conceptos y vaciarlos. Discursos que ni siquiera se adornan con ideas
propias y que se limitan a lo que han oído. Cuando se intenta ir más allá, cuando se reclama
alguna profundización, alguna propuesta concreta la huida hacia adelante es la respuesta. No
puede ser de otro modo cuando, en realidad, no hay nada de fondo. Respuestas que van
adornadas con las consabidas maravillas que la cultura trae a nuestra economía. Nada de
reflexionar sobre la complejidad ni de imaginar otros caminos. Las políticas intrusas no admiten lo
que no pertenece a su modelo feudal. Lamentable es que haya mínima respuesta por parte de ese
llamado sector y nulo por parte de la ciudadanía. Y grave es que tras esas políticas de arrastre,
después de arrasar, la recuperación es difícil, muy difícil. La costumbre a los atropellos y al
desprecio.

# 5 // Puede que, como digo, se haya minimizado la cultura como proyecto complejo (en el sentido
que le he dado en la introducción) dejándola en manos de estructuras que la han trivializado
desde las conveniencias oficiales, burocráticas, mercantiles; desde, aunque parezca mentira, un
gran desconocimiento incluso sobre su funcionamiento mecánico. Se ha olvidado la construcción
de un sustrato y se ha puesto el énfasis en la acumulación insustancial de actividades. ¿Para qué
preocuparnos cuando podemos tirar de productos? ¿Para qué preocuparnos cuando hay
mercancía humana? Se han desactivado las herramientas colectivas, el relato colectivo, las
posiciones de ruptura. Punto uno: no existe una capacidad real de participar en la vida cultural
porque se suele reducir las posibilidades a una oferta de catálogo y éste es limitado. Punto dos:
ante disparates y absurdos no se levanta la voz ni se reclama porque se ha creado un
sometimiento evidente de pequeñas empresas culturales que se ven obligadas a sobrevivir. No se
combate por la cultura porque está trazada para confirmar un sistema acumulativo. Cultivar sin
tierra libre. Canalizar el riego desde las acequias creadas por los terratenientes. En realidad unas
formas de vigilancia muy efectivas. Es enorme el riesgo de producir monocultivos y estropear la
riqueza de la diversidad. Es enorme el riesgo de empobrecer el sustrato. Cuando el suelo es fértil
y rico en nutrientes la vida y la variedad es alta. Nada más claro para explicarnos cómo desarrollar
la cultura. La desaparición de esa cultura ciudadana, contracultural y colectiva se somete a los
postulados del crecimiento económico, de la industria cultural, del emprendimiento. Se neutraliza
su fuerza social, su energía colectiva. Quizá sea una cuestión de filosofía, de filosofía de la
cultura. Una cuestión de soberanía ciudadana, algo que apunta a la capacidad de gestionar tus
propios derechos desde una despaternalización en la que a la ciudadanía se la considere capaz y
emancipada. Para que la cultura se pueda entender y digerir por esas políticas intrusas se ha
menguado hasta el extremo, hasta la programación, lo, digamos, fácil y vistoso. No hay nada más.
La cultura se ya confirmado con poco, tan solo con unas cuantas apariciones, con unos cuantos
carteles.

# 6 // Puede que sea una aberración pretender que “los problemas de la cultura” se deban resolver
exclusivamente por la línea programática o de productos. Sigue siendo una relación de poder
vertical y de sumisión a beneficios y subvenciones, a normativas y a indicadores tendenciosos,
dejado fuera a todo aquello que no entra en estos capazos. “...la cultura en una sociedad natural
no es una cosa independiente e indistinguible, un corpus de aprendizaje que se puede conservar
el los libros y en los museos y que se puede empollar en los ratos libres. Precisamente porque no

5
existe como entidad independiente, sería preferible dejar de utilizar la palabra «cultura»”8 Todo lo
que sucede saca a la luz las grandes carencias, estructurales e intelectuales, que caracterizan a
un modelo de políticas públicas de cultura que ha desmantelado cualquier posibilidad que no
responda a ayudas puntuales y a procedimientos de programación, audiencias y productividad. La
posibilidad de que, en épocas como esta y en las que van a venir sin duda, la cultura se sostenga
es verdaderamente imposible. El modelo no lo permite. Lamentablemente, sin una transformación
profunda, todos son parches y la ropa sigue rota. Desde unas instituciones desnaturalizadas y
desahuciadas la idea parece ser la siguiente: yo programo y decido, tú sólo tienes que
preocuparte por acudir. ¿Dónde queda el famoso derecho a la cultura? La desigualdad se hace
patente. La cultura sólo puede abordarse desde lo colectivo y desde la dignificación del individuo
como ética, lo molecular.

# 7 // Puede que en esta tesitura paternalista, aceptemos la cultura que se nos presenta, que se
nos ofrece, con muy pocas objeciones. No somos exigentes porque no conocemos, y, claro,
porque no se desea lo que se desconoce. Cuando todo se limita a lo conocido también se limitan
los deseos. Se limitan los imaginarios y el anhelo se pierde. Así acaba una riqueza infinita. Así
acaba la cultura: empobreciéndose dentro de su cercado. No parece real, ¿verdad? Lo peor es
que acabas por acostumbrarte. Y se acaba viviendo en esa falsedad que se va construyendo. Y
hasta te parece bien. La publicidad de las administraciones se diferencia en bien poco de la del
mercado. Las programaciones desde los gobiernos locales mantienen a la ciudadanía conectada
con aquello que se prescribe desde modelos y desde intereses más bien centrados en los
estereotipos generales de consumo. La gestión de la cultura desde las políticas locales es un acto
de apropiación casi indebida, un juego de trucos. Se ha desactivado la característica expandida y
expansiva de la cultura. Y desde esa obsesión de expertizajes se convence a ese posible tejido
cultural para dejar trabajar a quien sabe bien cómo se hacen las cosas, cómo se trabaja en esto
de la cultura. Pero han desaparecido los organilleros de la cultura y todo se mide desde el
rendimiento. Quizá un concepto punk de la cultura es el que me domina, puede. Pero la cultura se
ha convertido en un fetiche para comercializar. No hay posibilidad de un futuro con relato y de esto
también se encarga la llamada gestión, de evitar selectivamente que todo se vaya de las manos.
La desactivación de otros modos de cultura nace de ciertos objetivos. En ocasiones me da la
sensación de que la cultura es solo para “los de la cultura”. Hay que revertir el mantra de la
participación: es la institución quien tiene que participar en la vida cultural de la ciudad y no la
ciudadanía en los entresijos de la administración. No creo en las medidas, en las contabilidades
de la cultura sencillamente porque simplifican hasta el ridículo esa complejidad intrínseca. Incluso
suponen un sesgo de interpretación cuando no una auténtica inducción. Siempre se quiere
analizar, se quiere computar desde una intencionalidad de sentido, queremos provocar más que
comprender. De ahí la obsesión también por las programaciones, sin ellas no existe esa
contabilidad que nos dice que llevamos buen o mal camino. No sirven las computaciones porque
no hay modo de establecer una contabilidad real de lo que suponen las conexiones, las empatías,
la solidaridad. La gestión, desde esos despachos ”desalojados” se comporta como un mecanismo
de corrección y de control.

# 8 // Puede que todo esté diseñado para que aceptemos, también aquí, lo que se supone que
nos interesa. Se crea en la cultura un sistema de sesgo. Por supuesto esto genera dos escenarios
bastante perversos. Uno, que afecta a la ciudadanía: se incuba la sensación, se hace creer, se
convence de que esto que se nos ofrece es lo mejor y lo único que hay; dos, afecta a los
creadores: retrae las iniciativas para generar nuevas propuestas que pongan en riesgo los pocos
beneficios que se obtienen. La cultura acaba en un punto ciego, ese que se genera cuando
delegamos nuestros criterios y necesidades, nuestras emocionalidades, cuando nos dejamos
representar sin intervenir en lo más mínimo. Una profesionalización muy mal entendida de la
cultura (insisto, cuántas empresas caben en un sistema capitalista) ha logrado acabar con todo el
entramado asociativo y voluntario y ha abocado a un desentendimiento que lo único que exige son

8 “Al infierno con la cultura.”Herbert Read. Cátedra 2011

6
ejecuciones: programas prefabricados, actividades divertidas, entretenimiento ligero,
subvenciones de urgencia… Es muy difícil que los gobiernos locales puedan gestionar, en
realidad administrar, la cultura local simplemente porque no hay un fondo común en el que toda la
ciudadanía pueda aportar la suya. No se tiene en cuenta, ni se reconoce, la cultura "fuera de la
cultura", es decir, fuera de esa cultura puesta en cintura y tutelada. Sometida a los criterios de los
vaivenes de una burocracia entretenida entre los repartos de subvenciones y las apariencias. En
épocas complicadas, en épocas de dificultades, de recortes, de precariedades esta usurpación se
completa con la “servidumbre de creación” sólo se genera, se fabrica, se crea, se monta, se
produce… lo que está del gusto del que compra, de quien controla; una vez más, explotar el
trabajo ajeno para el rédito privado. Se cronifica la dependencia. La mayoría de edad de la cultura
no llega. Ya he hablado de prepotencia e incompetencia. Cuando se da una de ellas o las dos, se
produce una desconfiguración automática de la cultura como sistema (algo que se sigue llamando
gestión o política cultural) en la que se propician unos modelos manidos sobre otros que podrían
enriquecer. A menudo se apuesta por los menos complejos, los que menos problemas dan, los
más fáciles de controlar. Esa es una selección que no es natural y mucho menos neutral. Se
generan unas normas (concursos, convocatorias...) que deben cumplir unos requisitos y de esta
forma se reproduce un modelo. El control. ¿Cuál es el criterio? La utilidad, que esa cultura que se
selecciona (la normativa política) sea útil para quien selecciona (la autoridad política). La cultura
se hace pequeña, se jibariza, porque sólo tiene que esforzarse por contentar, por ser funcional. En
este sistema en el que sobrevive la cultura, un sistema controlado por las políticas intrusas, todo lo
que se salga de esa normativa, de ese control, no se reproduce, no puede sobrevivir. Para
conseguir un trozo de ese reparto hay que ajustarse a lo que señala quien manda. Producción
gregaria. Si la autoridad máxima de la cultura local es su gobierno, todo lo producido será el reflejo
de la vanidad y de las estrategias de su “clase directiva” como la denominó James Burnham. La
cultura como entramado manipulador. Se trata de lo que Santamaría llama "activismo cultural
neoliberal"9. La cultura se vuelve estéril y su uso para reforzar las premisas comerciales, la
transmutan. ¿Ustedes creen que la cultura es sólo lo que desde determinados despachos se
programa? Parece que ellos así lo creen y así se comportan.

# 9 // Puede que las políticas de ayudas, subvenciones y similares apoyos no hagan otra cosa que
ocultar las condiciones estructurales y desviar la atención. El resultado es la cronificación de los
males. Se podrán aumentar las partidas pero el problema no se corrige. Se siguen poniendo
parches para abordar un asunto complejo. La simplificación economicista (caritativa parece). Por
una parte las soluciones ortodoxas. Por otra parte el desconocimiento absoluto: cuando no se
conoce lo más fácil es administrar prebendas. La administración es lo fácil, la gestión como un
modelo simplificado. Se anulan las alternativas. Una cuestión de contexto. Debord analizó el
espectáculo y, aunque nunca ha desaparecido ese caldo de ignorancia, ahora se exhibe como
una bandera de honor. Hay veces que eso que llaman cultura parece que sólo sea ruido.No
tenemos sino una mínima representación de la cultura, una representación llena de ruido. Y esa
representación tiene que ser muy estridente porque se construye sobre las ignorancias de los
intrusos. Sobre la vanidad de quién puede jugar con sus filias y sus fobias, con el mando.
Como parte de este gremio desde hace ya tantos años, mi obligación ética y moral es recordar
que la cultura oficial está desnuda.

# 10 // Puede que sea necesario borrar esas fronteras de una gestión "que se limita a lo limitado".
A ciertos conocimientos reduccionistas sobre la cultura. ¿Para quién se gestiona? Fuera de las
actividades relacionadas con los festejos varios, la cultura es para los de la cultura. Sencillamente
porque no se ha trabajado para que la ciudadanía pueda integrarse de forma natural, sino que se
ha hecho para impulsar un modelo determinado de turismo, llenar la hostelería, embaucar con el
emprendimiento. Quizá la aparición de la gestión haya impedido que la cultura pueda compartirse
de forma abierta y generosa. Aparece la tutela y la representación de lo correcto, la administración
9 “En los límites de lo posible. Política, cultura y capitalismo afectivo.” Alberto Santamaría. Akal. 2018

7
de unos recursos que ponen de relieve una cierta propiedad, la de quién ejecuta y la de quién
recomienda y distribuye. La apreciación jerárquica de la cultura. El cercamiento es algo que
refuerza el control. Todo es difícil (o imposible) cuando desde las normativas se impide cualquier
iniciativa que no pase por esa criba, que encuentre salidas alternativas. Quien trata de
desvincularse de estos sistemas ve de tal manera debilitada su capacidad que, simplemente,
desiste y desaparece. Quizá el retraso de la cultura no solo se deba al consumo, a su consumo.
Ésto no es sino una referencia, una consecuencia en todo caso. Y no la más importante. Quizá no
se sepa comprender la necesidad de un abordaje estructural como sistema y como esencia. Quizá
la obsesión por su consumo la está matando, como está matando otras fuentes de humanismo.
Quizá quien manda en este gremio (me gusta cómo lo denomina Jordi Indigestió) sólo sepan
hacer esos números porque les parece que ese es el único camino. Y el que les va a suponer
mejores réditos. También aquí se alejan del pensamiento que construye nuevos imaginarios. Por
eso la cultura está en un lugar raro, en un lugar que quizá no le corresponda. A la cultura se le ha
privado de ocupar un sitio en la vida, un sitio que no sea útil, que no reporte algún beneficio propio
o ajeno. Un beneficio directo o indirecto. La sencillez de una existencia feliz.

# 11 // Puede que las estrategias nacidas de la gestión fundamenten esa cultura subordinada que
nada tiene que ver con los impulsos del sentimiento. Por otra parte, promover y practicar una
gestión únicamente programadora y distribuidora es mucho más sencillo, más cómodo y más
gratificante; más complaciente. La cultura bajo gestión, la que se sustenta sobre exigencias
burocráticas y rutinas de control, se malogra por inanición. El problema no está en la cultura, como
desde ciertos foros se sostiene, sino en los modos en los que se “gestiona”. La cultura no se
acaba, la cultura no se muere, eso es algo absolutamente falso, imposible. Lo que sucede es que
se modifica y ciertos de sus productos desaparecen. Este es otro principio de análisis erróneo.
Asistir a las perversiones que nos llevan a no distinguir entre la cultura y su representación y
observar que la realidad en demasiadas ocasiones no es sino un discurso. Puede que, como en el
capitalismo moderno, la cultura se haya vendido también como una experiencia. Como una
plataforma para consumidores ya ilustrados. Una forma de consumo muy instalada y muy fértil
para la publicidad.

# 12 // Puede que, como contrapunto a esa normalización, la vida de la cultura local deba ser una
cuestión de conversación, de preguntas, de escucha, un espacio de intersubjetividad, un hilo
desde el que tejer y destejer ese ovillo que configura una sociedad múltiple. Los espacios
administrados han quedado más que empobrecidos y la idea de cultura de determinadas políticas
locales también está demasiado oxidada, atascada, llena de obviedades y lugares comunes, de
frases hechas… Bajo estos estereotipos, estos clichés repetidos hasta la saciedad no hay nada
que construya una narrativa concreta.. “El opio hace dormir porque tiene virtud dormitiva”, Dice
Moliêre en su “Enfermo imaginario” y nos recuerda Santamaría en “Políticas de lo sensible”10.
Nada más claro. No hay nada que se acerque a esa complejidad del sistema cultura (bueno,
incluso no se comprende eso de que la cultura sea un sistema), no existe una interacción abierta
más allá de la clásica distribución de presupuestos y ayudas. (¿No es ya de por sí chocante el
término ayudas? ¿No parece que estemos anclados en esa vieja historia de la caridad?) La
cultura, por mucho que se refugien los discursos en esos lugares comunes tan vaciados, no se
plantea en términos cohesivos, sino que se divide en ámbitos de competencia para subsanar los
requerimientos de las instituciones, de las burocracias y de los mercados varios. Todo esto no
deja de ser una especie de espejismo que consolida estructuras desde la paradoja de querer
derribarlas. La cultura tal y como la sufrimos no cambia nada, ni cambiará nada simplemente
porque es algo que entra a formar parte de una generosidad mal entendida. Y porque no llega. Y
porque no traspasa. Y porque no tiene nada que ver con la vida de los comunes. ¿No podemos
caer en un cierto paternalismo institucional cuando pretendemos que los ciudadanos coincidan
con los gustos que proponemos? ¿No los estamos colocando en una posición subordinada?
Pienso que la administración pública no tiene únicamente que subvencionar proyectos sino inducir

10 “Políticas de lo sensible” Líneas románticas y crítica cultural” Alberto Santamaría. Akal 2020

8
a que la ciudadanía se apropie de ellos y genere ella misma los procesos. En el momento en el
que la administración pública es la que desarrolla y genera todo es cuando la sociedad se
encuentra absolutamente amputada. La necesidad no es ya consolidar la producción de una
cultura de mercado sino la de construir y defender un espacio libre y común para desarrollar esas
culturas moleculares que no están a la venta y que avanzan hacia nuevos territorios. La cultura
programada, empaquetada y distribuida sólo llega a quien ya está predispuesta de antemano.

# 13 // Puede que de ahí la necesidad de un escenario postgestor que abandone su sentido


utilitario para trabajar desde la construcción relacional no instrumental. Escenarios de postgestión
11
que no son otra cosa sino la construcción de entornos de sensibilidad social. Esos que
comprenden lo que queda fuera de lo que hasta ahora se considera como “gestionalble”. Procesos
que significan el acercamiento a un cierto flaneurismo, a una cierta deriva, a un cierto
situacionismo. Aminorar la contabilidad y el datatismo. Neutralizar ese modelo concesionario que
expone y vende contenidos. Qué pasaría si la cultura no estuviese atada a los procedimientos
gestores de las instituciones. Puede que la cultura legitimada haya funcionado como un placebo
para que la ciudadanía, el asociacionismo, el amateurismo... hayan podido ser apartados sin
demasiada oposición. Además, esa cultura legitimada somete a ese llamado sector, a las y los
profesionales, a satisfacer el gusto de programadores, técnicos y políticos12. Cuestión de
supervivencia. Pero la cultura no puede estar llena de protocolos sino de vidas. O también: la
cultura no puede llenar instituciones sino vidas13 . En cualquier caso, y eso es cosa personal,
haber vivido el ocaso de la contracultura, la irrupción y caída de las prácticas libertarias, el impulso
agonía de los movimientos cívicos y la eclosión y menosprecio de la animación sociocultural como
estimulante cívico te ponen frente a una pantalla que aviva muy poco el ánimo; al contrario, te
presenta una perspectiva un tanto desganada mientras observas que se reproducen clichés, que
siguen los dogmatismos paralizantes, que la tecnología del poder se especializa, que la burocracia
es tremendamente eficaz para neutralizar y que la mentalidad rancia sigue impidiendo cualquier
asomo de alegría ciudadana que no esté firmemente controlada. Cualquier intento de disfrutar de
una cultura no productiva queda rápidamente rechazado y anulado. Me cuesta aceptar esa
jerarquía burocrática que pretende guiar las necesidades de la ciudadanía. Sobre todo aquellas
que están solucionadas mediante el consumo, participación le dicen, en las ofertas que se van
distribuyendo. La gestión de la cultura se vuelve, desde aquí, en contra de la cultura multiplicando
la idea de que lo mejor es lo que se plantea desde las instituciones, que es lo único posible para el
desarrollo de la cultura local. Sin embargo, sólo se puede gestionar lo que se ha normalizado y
normativizado. En la línea de Baudrillard se podría afirmar que los “acontecimientos verdaderos”
son aquellos que no se pueden registrar bajo propósitos contables. La idea de postgestión bebe
también de esas “...filosofías desarrolladas después de 1968 [que] nos alertan de los muy graves
peligros de imponer significados, estructuras y tecnologías a los acontecimientos, los deseos y las
experiencias, que deben hablar por sí mismos.” 14

# 14 // Puede ser también que esa cultura molecular, esa cultura de enlace, esa que compone la
estructura básica, esa cultura comunitaria, no deba de estar sometida a las supuestas
excelencias. Igual no hace falta saberlo todo para pintar, para hacer música o cine, para
interpretar, para tomar fotografía... la cultura también es irreverencia y disfrute. Y lo cotidiano. Es
bueno acercarnos a un modo de entender esa postgestión como interferencia (3. intr. Telec. Dicho
de una señal: Introducirse en la recepción de otra y perturbarla). Si la distribución del producto ya
no sirve como referencia ¿cómo nos enfrentamos a una realidad postgestora? La cultura no es un
objeto sino un sistema. No hay un afuera ni un adentro como se desprende de las interpretaciones
administrativas. No es posible reducirla a una visión técnica ni organizativa ni comercial. Por eso

11 “Imaginarios de contragestión (II)” >> https://hipotesiscultura.wordpress.com/2017/06/07/imaginarios-de-contragestion-ii/


12 “Los espacios situacionales y los nuevos comunes.” >> https://yanotengoprisa.wordpress.com/2016/06/02/cuando-la-cultura-se-
libra-de-la-gestion/
13 “Maquinarias de gestión. O el espectáculo de las ofertas.” >> https://hipotesiscultura.wordpress.com/author/culturpunk/
14 “El gesto más radical. La internacional situacionista en una época postmoderna” Sadie Plant. Errata Naturae2008

9
se trata de desvincular la cultura de ese discurso dominante que señala la dirección de “lo
adecuado”: La cultura legitimada. Esa que supone la canalización de los deseos, de las
necesidades, de los comportamientos. Esa que da por hecho que quien toma el poder local, que
quien accede al control de la cultura local por la vía de partido ganador es quien tiene el
conocimiento y la capacidad para decidir qué es lo que debe repartirse. Un auténtico disparate
que ha ha formalizado las políticas intrusas. Establecer un corpus cultural bajo esos parámetros
supone delimitar y acotar sus potencialidades. Por eso mismo, la gestión y todo lo que ocurre a su
alrededor, necesita tener la apariencia de ser una disciplina altamente especializada. Para
preservar, para marcar las diferencias. Nada nuevo.

# 15 // Puede que la cultura burocrática y la normalizada expulse de la creación y de la ejecución


(y del disfrute) a quien no alcanza los niveles prefijados de calidad requerida, a quien no cumple
los parámetros. Ya hablé en su momento de las culturas tímidas15. La lógica de la cultura
sustentada sobre el sector (aquí habría mucho que reflexionar sobre la desigualdad intrínseca del
mismo) abandona otras formas de concebirla. Se subordina a unos modelos que se apartan de la
construcción colectiva impidiendo la intervención de una ciudadanía no profesional. Eso es
también la postgestión: generar oportunidades para mostrar y gozar de una cultura sin propiedad.
Ya lo he dicho, la cultura transware. Porque la cultura también discurre por esos mundos que
parecen paralelos. Podríamos llamarla también cultura de atención primaria (tomado como
referencia un concepto sanitario) y ver cómo se supera esa anormalidad que provoca no poder
acceder a una capa más amplia de ciudadanía, a esa que "no consume". Porque los problemas de
la cultura no se resuelven con hinchar programaciones en los espacios oficiales. Tampoco, y
perdonen por favor, en los privados. Sólo se puede hacer frente desde un enfoque social amplio.

# 16 // Puede que exista un cercamiento de la cultura que la ha alejado de esa característica


social y colectiva tan necesaria. Y que ese confinamiento haya generado una disonancia que se
ha cronificado produciendo daños: los de una ficción dentro/fuera. Decía en otro lugar que, hoy
por hoy, los límites de la cultura son los límites de su gestión, de esta gestión normalizada. Así,
desde ese desanclaje del que hablo arriba, la cultura encuentra la reconciliación con la realidad y
alcanza el verdadero mundo de las significaciones. Cómo avanzar hacia esa cultura emancipada?
¿Cómo comprender que la cultura no es únicamente lo que se programa? ¿Cómo entender que
no hay presencia o ausencia de cultura? ¿Cómo desprenderse de esa arrogancia que concluye,
desde algunos despachos, que no interesa la cultura? ¿Cómo abandonar esa obsesión
ligeramente creacionista, disculpen, de que todo parte de lo que nosotras hacemos? Gestión
transware 16 e imaginarios de contragestión17. Superar el hard (edificios), rebasar el soft (servicios)
y alcanzar el trans (hibridación, porosidad, remezcla, itinerarios...) Es una cuestión de averiguar
cómo podemos construir al margen y desde las grietas. De lo contrario estamos cayendo en una
cultura ficticia hecha para quien tiene posibilidades tanto de consumir como de generar. ¿Qué
vamos a producir para no molestar? ¿Qué vamos a programar para sobrevivir?¿Seguimos
reforzando ese escenario multiemprendedor (multiembaucador)? Las “necesidades culturales” son
creadas con el fin de satisfacer las exigencias de quien gestiona. Se reproduce un canal vertical
de transmisión aunque todo venga acompañado de discursos transgresores. En definitiva un
sectarismo de los niveles altos. El resto (los/las de fuera) permanecen aceptando lo repartido. Y
se denomina participación algo que no es sino control de uso.

# 17 // Puede que sea fundamental imaginar otro estado de la cultura en el que sus formas
dinámicas sean capaces de transformar los entornos y sistemas y favorecer así entradas y salidas
de una energía social activa. Una gestión cultural sumisa sólo genera docilidad y mercaderes. El
ciudadano se convierte en asistente y luego pasa a ser cliente. El creador pasa a ser un empleado
agradecido. Toda la cultura local se pierde por las grietas de la gratitud y se convierte en un
15 https://www.ciudadescreativas.org/numero-5-octubre-diciembre-2018/
16 https://yanotengoprisa.wordpress.com/author/culturpunk/page/2/
17 https://hipotesiscultura.wordpress.com/2017/06/07/imaginarios-de-contragestion-ii/

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accesorio más, no sólo de la política, sino para una parte de la ciudadanía que olvida su interés no
utilitario. Las políticas locales deben habilitar caminos para toda la ciudadanía, tenga talento o no,
para disfrutar practicando, creando, mostrando, compartiendo o simplemente observando,
asistiendo, buscando… Estos procesos no se resuelven con campañas puntuales. La población se
enfrenta a la cultura desde una multitud tremenda de realidades. Es imposible ofrecerla desde un
enfoque amputado, desde una mentalidad de distribución y consumo "industrial" sino que debe
abordarse también desde y por el asociacionismo y el amateurismo más allá del enfoque
institucional. La postgestión pone el foco en el gozo de la cultura imperfecta, de la representación
imperfecta, de la exposición imperfecta, del concierto imperfecto… Pone el foco en quien no toca
bien, ni pinta, ni interpreta, ni escribe según los cánones de calidad pero tiene el derecho a la
felicidad de hacerlo y mostrarlo. Los imaginarios de la cultura molecular van más allá de fortalecer
el consumo. Están en la base de un proyecto colectivo que orienta a la cultura hacia la creación
fuera del éxito, fuera de su burbuja. La cultura como refugio supone aportar nuevos modelos de
participación y creación. Una cultura de banda ancha que pueda conectar, difundir y dar cabida a
manifestaciones que pueden ir más allá de las iniciativas profesionales que llenen contenedores
culturales. La labor de las instituciones supone, en este caso, poner en marcha espacios de
expresión horizontal que complementen los aportes a las propuestas profesionales, dar cabida a
una transmisión progresiva y afianzar los procesos que siembran interés. Porque la cultura
tampoco es única ni absoluta, tiene ritmos y perspectivas, tiene matices, depende del observador
y del observado. Poco se hace desde las ocurrencias temporales y espaciales. Esta posición nos
fuerza a incorporar conceptos, ángulos, perspectivas, incertidumbres... La esencia. Sin embargo,
esa disfunción es cada vez más habitual y, por desgracia, cada vez más desapercibida. La
hiperestimulación de lo grande cada vez produce más fallos. El crecimiento descontrolado de un
conjunto de células, saben de qué hablo. La capacidad de transmitir desde los pequeños espacios
se pierde y se pierde la posibilidad de que cada rincón se vea estimulado. Las enfermedades de la
cultura no solo provienen de su mayor o menor financiación del sector.

# 18 // Puede que tengamos un modelo desequilibrado y dependiente que asigna a la cultura una
función subordinada al desarrollo y progreso del resto de motores económicos, que la reduce a
ser proveedora de recursos para el desarrollo ajeno. La ley del progreso por crecimiento también
afecta a la cultura y nos intentan convencer de que si la cultura se pierde es porque no accedes al
dispensador que se te ofrece, porque no la consumes lo suficiente. La misma ideología de
crecimiento infinito. Parece mentira. Efecto colateral: la cultura simple, las culturas tímidas que he
mencionado en algún momento, sufren un rechazo, un arrinconamiento por pura razón de valor
para el mercado, para el brillo de la propaganda política y técnica. Aceptamos pues sin ningún
rubor los enfoque puramente cuantitativos de la cultura, aceptamos los parámetros de las
instituciones (públicas, privadas o de cualquier tipo) porque lo que de verdad ocurre es que las
decisiones, los programas, las acciones que se ponen en marcha suelen estar basadas en las
necesidades de estas instituciones, en las ocurrencias de los intrusos. El sistema cultural trabaja
para este conglomerado de intereses. En este sentido, toda la parafernalia es más rentable que
las pequeñas acciones: la hiperestimulación de lo grande. “El delirio del crecimiento” como diría
David Pilling18. No podemos proporcionar cultura como se proporciona el vestido, los muebles, los
alimentos... Generar una sociedad dependiente de los suministros de cultura no es nada
beneficioso, al contrario, supone, en primer lugar, una nivelación de necesidades, y, lo más
importante, socava las bases sobre las que construir una sociedad independiente. La cultura está
sometida a las normas prefijadas de un conjunto de supuestos expertos, salidos de esas políticas
intrusas, que no siempre cuentan con el suficiente sustrato, o, simplemente, con el mínimo
conocimiento de algo que no sea la programación de lo evidente. Una programación que, a
menudo, se sustenta sobre fobias y filias propias o del grupo (político o no) al que pertenece. Hoy
en día la programación y la gestión dan forma a la cultura; intuyo que debería ser al revés. Parece
absolutamente imposible que, desde estas políticas locales, se pueda imaginar, se pueda pensar
18 “EL delirio del crecimiento” David Pilling. Taurus. 2019

11
en una alternativa a esa cultura distribuida, programada, comercializada. No se ven otras salidas
aunque, como dice Alba Rico en cuanto al capitalismo, es que la misma cultura, desde su factura
empresarial y desde las creencias industriales, las ha bloqueado. Parafraseando a Fisher19
podríamos decir que estamos ante una lenta cancelación de la cultura.

# 19 // Puede que toda esta programación cultural refuerce los círculos cerrados entre quienes ya
están interesados. La desigualdad es una condición que no está suficientemente reflexionada ni
abordada, es más, ni se considera. El capitalismo da de comer a quien tiene comida. La
participación ciudadana en cultura está lejos de comprenderse como asunto político, de desarrollo
cívico. Los discursos, no me canso, son absolutamente tendenciosos, consolidan una forma de
entender la cultura absolutamente escorada hacia la réplica y consolidación de los modelos
dominantes. ¿Es esta la cultura que queremos? Muy triste porque la reducimos a su mínimo
referente, la encogemos hasta el ridículo. “¿Puede existir un arte socialmente orientado cuando
carecemos de un imaginario social y político alternativo al proyecto neoliberal?” Se pregunta
Santamaría y añade un poco más adelante “...la cultura de vanguardia parece disponerse en la
actualidad como el mejor modo (así como el más paradójico) de deshabilitar cualquier impulso
crítico”20 ¿Construye el pensamiento analítico? Hay quien opina que no. Marx en su Tesis sobre
Feuerbach sostiene: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modo el mundo,
pero de lo que se trata es de transformarlo”. En todo caso es un punto de partida inevitable,
sustancial e imprescindible que hay que combinar con la práctica. Lo que no puede ser de ninguna
manera es no “venir pensado” de casa. Entrar, como en demasiados casos, a dirigir políticas de
cultura sin formación, sin experiencia, sin reflexión mínimas. El asunto es conceptual y práctico, no
cabe ninguna duda.

# 20 // Puede que la cultura haya huido de la comunidad y se haya instalado en la “consumidad”.


Que haya quedado a merced de la especulación instalada en las ciudades. Se empezaron a
desmantelar sus imaginarios para acercarlos a las premisas neoliberales, se empezaron a
desmantelar sus conquistas. La política institucional ha sido una gran aliada, la política intrusa que
la ha convertido, desde el desconocimiento o el desprecio, en una mera administración de
productos derivados. La pérdida de esa cultura colectiva desmantela un tejido absolutamente
necesario e imprescindible para generar una ciudadanía activa. Los huecos los utiliza a la
perfección esa política que ha aprendido a adaptar sus discursos para reventar desde dentro
hablando el mismo lenguaje que la calle. Nunca se podrá hacer nada si no se entienden los
mecanismos de la cultura, los mecanismos que van más allá de esos productos artísticos que se
ofrecen como única referencia para eso que se llama gestión. Evidentemente desde estos
gobiernos locales cualquier asomo de pensamiento se ve truncado, no se le ve el sentido: “se trata
de programar, no de pensar”. Y si hay que improvisar, se improvisa. Pero la cultura local (ni
ninguna) no es un sumatorio de actividades. No puede estar reducida a efectos, a una
sobreabundancia de actividades sin reflexión, sin construcción, a la subsistencia. La cultura es
cobijo. Como dice Esquirol en su Humano, más humano21, “la cultura no cae del cielo” y añade
“...porque la vida sin reflexión no vale la pena: es una vida muy delgada, banal”

# 21 // Puede que, mientras se celebran las audiencias, la desigualdad y la brecha siga creciendo
¿Hasta dónde va a hacerlo?. Mientras se lanzan campañas el mundo de la cultura va
encerrándose en sí mismo. Todas las personas que no están cerca de estos círculos “tocados por
la cultura” simplemente están siendo privadas de sus derechos, están siendo empobrecidas. Se
replican, así, sin remedio las jerarquías, los privilegios, las posibilidades. También crece de este
modo la consideración de que la cultura es para sus profesionales, por una parte, o para los
19 https://es.wikipedia.org/wiki/Mark_Fisher_(te%C3%B3rico)
20 “Alta cultura descafeinada. Situacionismo low cost y otras escenas del arte en el cambio de siglo” Alberto Santamaría. Siglo XXI.
2019
21 Josep Maria Esquirol. Humano, más humano. Una antropología de la herida infinita. Acantilado. 2021

12
entendidos por otra. Surge un distanciamiento desgraciado. Si en la política se ha logrado reducir
la participación a la elección del partido de turno, en cultura también se ha logrado desprender a la
ciudadanía de su protagonismo activo. Sin embargo, no puede entenderse sin su dimensión
política. La cultura no viene desde la distancia, no es un prodigio reservado a ciertas clases, no
procede de una distribuidora sin conexión con la realidad que se reparte a una ciudadanía
obediente. No hay ausencia de cultura cuando esa distribuidora falla o se atasca. Algo
incongruente. La cultura como concepto no puede almacenarse, retenerse, no se puede poseer
sin más como una mercancía. Las políticas públicas fundamentadas sobre el mercado aumentan
el control y favorecen la discriminación y la consolidación de los grandes. La cultura no normativa
se aísla, se margina, desaparece desde estos principios que la llevan a un desprecio por ella
misma desde ella misma. Se anula el bienestar de la cultura y las infinitas maneras que existen de
acercarse a ella. Cumplir las normativas exigidas para la cultura, cumplir los estándares
necesarios para estar en el mercado, cumplir las expectativas para recibir las recompensas…
impide que se pueda ampliar el horizonte de una cultura realmente diversa y rica. ¿No podemos,
de verdad, entender esos espacios de abundancia?

# 22 // Puede que todo sea un ejercicio de inutilidad. De Sísifo. Que nos hayan permitido acceder
a una sala de espera eterna. Que se nos haya permitido, y se siga permitiendo, nada ha cambiado
sino todo lo contrario, que todo esto de la cultura sea otro entretenimiento mientras otros/as se
dedican a lo importante. O de Penélope, tejer y destejer. La espera y la ilusión, en forma de
cultura, administradas. El eterno retorno. Eso se sabe muy bien desde hace miles de años: se
domestica a quien espera algo. Una palmadita, un ascenso, una ayuda... O simplemente poderse
quedar como se está. Ese juego de poder ha vuelto con fuerza. Y en esa sala se da número, se
invita a la espera, se paraliza la premura mientras, detrás de una puerta, detrás de una mesa está
la solución a los problemas. Esa es la esperanza al menos. Pero casi siempre sucede que todo es
alargar un pequeño absurdo. ¿Qué es lo que se elige? En realidad este asunto de la gestión
pública de la cultura no es sino un matiz más de lo que es el capitalismo, aprovechar el tiempo y el
esfuerzo de terceros en beneficio y para enriquecimiento de pocos. Lo que se elige, lo que se
programa, lo que se administra suele tener que ver más con el rédito que le va a producir al
responsable de turno que a otras cuestiones. En la espera de la que hablaba más arriba entra otra
ilusión: ¿Le gustará? ¿Habré acertado? Esto trata también la espera: devolver, convocatoria tras
convocatoria, a probar suerte. A probar si esta vez hemos acertado, si hemos escrito lo correcto,
si lo hemos adecuado a lo solicitado, si lo hemos explicado para que se entienda... Esa espera es
debilidad, sin duda, y se presenta ante el poder. Esa espera es también la que te engaña
haciendo creer que el poder es tuyo y que si te eligen será porque habrás vencido a tu
contrincante. Poner a competir es una buena estrategia para no perder el control.

# 23 // Puede que, como siempre, lo importante sea cómo nos hacemos las preguntas, cómo las
formulamos, cómo se construyen las tesis. De ello dependen las respuestas y las conclusiones. Si
las anteriores son erróneas o están mal construidas, mal pueden ser acertados los resultados. La
pregunta sobre la cultura va habitualmente en una dirección: desde y para sus profesionales.
Cambiar esta dirección y poner el foco en el el otro extremo, es decir en la ciudadanía, va a
ofrecer conclusiones diferentes, las respuestas van a ser otras 22. Cómo ve este mundo la
ciudadanía, cómo lo siente y se acerca, cómo participa y quiere participar, cómo puede ser
parte… la jerarquía direccional de la gestión tradicional pone a unos por encima de otros desde
una lógica de categoría, de nivel, de subordinación, de clientela. Pero la cuestión es participar en
la cultura más que participar de la cultura. Puede parecer un juego de palabras pero es muy
importante la diferencia. La idea de Garcés de hospitalidad “donde todo el mundo es bienvenido”.
La postgestión se centra en allanar estas posibilidades para un disfrute completo y amplio que el
orden burocrático limita.

22 “La cultura planificada. No hay plan para tanto experto” >> https://interaccio.diba.cat/blogs/2014/11/11/cultura-planificada-no-hay-
plan-para-tanto-experto

13
# 24 // Puede que estemos buscando las soluciones apoyándonos en los mismos fundamentos
que provocaron esta situación en la que nos encontramos. Ignoramos por completo la deficiencia
estructural. Sólo sabemos hablar de recuperar, de incrementar, de reactivar las programaciones,
es decir las ofertas, es decir el consumo. No acabamos de comprender la necesidad de abordar la
cultura como estructura compleja. Incluso desde el modelo de una cultura de producto y consumo
habría que ser rigurosos en esa necesidad de revisión. La lógica del crecimiento exponencial
también es nefasta aquí. Pero esa es la única que parece que se entiende. Vuelta a lo mismo. En
todo caso se me antoja que sobre la idea de un pensamiento “molecular y postgestionario”
podemos ir introduciendo nuevas sensibilidades. Un desarrollo gradual en tiempos de ruptura.
Esos nuevos tiempos que deben incluir la posibilidad de enmarcar los procesos dentro de modelos
adaptativos, abiertos, heterogéneos, contagiables…

# 25 // Puede que todo lo anterior nos lleve a considerar que hay que tener un gran universo
simbólico para hacerse cargo de la cultura pública; que haya que tenerlo también, por supuesto,
para trabajar con ella y sobre ella. Lo difícil, sobre todo en el primer caso, es que se tengan esas
sensibilidades. Al contrario, todo se reduce a lo inmediato y la única representación que suele
concebirse se limita a los lugares comunes, a contabilizar, a interpretar la cultura sin haberla
entendido.. En el segundo caso a no molestar y a aplicar la cultura correcta. Porque la cultura no
puede ser sino el software libre de la sociedad.

Crear y compartir narrativas nuevas:

 Que persigan la cocción lenta, esa que permite germinar procesos y aclimatarlos para que
den fruto antes de pasar a otra cosa.
 Que se aborden desde el abrigo y la hospitalidad, lejos de la frialdad que ha dejado la
cultura de marca, la cultura tecnócrata y experta, la cultura hiperventilada.
 Que se acerquen a lo imprevisto, a lo que no está en el manual de instrucciones o en el
código del recuento.
 Que investiguen nuevas energías que nos alejen de la velocidad del mercado y de las
lógicas de la acumulación.
 Que permitan la exploración sin objetivos y, si me apuras, sin programación.
 Que reconstruyan un nuevo comunitarismo que permita una reapropiación ciudadana de la
cultura.
 Que desarrollen modelos de investigación, formación y creación accesibles desde una
lógica comunal-comunitaria para enriquecer capacidades y conocimientos.
 Que generen un banco colectivo de creaciones culturales desde donde se pueda
intercambiar de forma autónoma y desligada.
 Que refuercen espacios de “atención cultural primaria”, en esos lugares donde la
ciudadanía debería encontrarse, ilusionarse, donde debería crear abierta y libremente, y
donde debería poder ser “parte de”.
 Que sirvan estos lugares para un diagnóstico claro de la salud comunitaria de la cultura. La
cultura preventiva.
 Que identifiquen las redes ciudadanas y faciliten el diseño de un territorio-cultura.
 Que comprendan que un armazón real y sólido de cultura es más fácil que se sustente
desde la transmisión en proximidad
 Que abracen una cultura compleja en la que entra la autodeterminación, la
autorregulación, la intervención del otro, la incertidumbre y la duda...

¿Creen ustedes que esto puede conseguirse? Yo lo dudo muchísimo. Puede que lo tengamos que
hacer desde unas políticas culturales de resistencia, que tengamos que dignificar las lógicas de
proceso disfrutador frente a los modelos estáticos de resultado, que tengamos que alejar
clientelismos varios, que debamos arrinconar el suministro, que deban superarse dicotomías
dentro-fuera y, sobre todo, que podamos abandonar la servidumbre a esa autoridad, demasiadas

14
veces intrusa, que señala lo correcto. Una cultura contrahegemónica. Porque bajo las
programaciones hay intereses que, en ocasiones, no corresponden con una realidad compleja y
abierta. Se hace necesario repensar unas líneas de fuga que pongan la cultura en un proceso de
acción colectiva, que la lleven al terreno de la salud cultural completa. La cultura no se agota en
las ventas, ni en las programaciones, ni en los discursos, ni en las manifestaciones artísticas. Es
un pensamiento reduccionista que la gestiona al margen del sujeto ciudadano, que la envuelve en
un marco de consumo dentro de un sistema económico que clasifica por nichos. Se inventa la
gestión cultural para ofrecer salidas profesionales. Eso es bastante perverso. Como he dicho, se
cronifica la dependencia.

Puede que cambiar las sensibilidades sea lo más necesario. Abrazar el respeto y enlazar lo
mínimo. Porque la cultura fluye dentro de las personas, ni se inocula, no sé puede inocular.

¿Comunidades de flujo? Flujo: 1.- Movimiento de un fluido. 2.- Movimiento de ascenso de la


marea. Esto nos propone la RAE. Esta es la inspiración. Las comunidades de flujo son esos
espacios de complicidad en los que se diversifican las inteligencias. Espacios desde donde se
filtran las sensibilidades y se favorece la permeabilidad centrífuga y centrípeta. Desde donde se
generan esas mareas que enriquecen las playas, que aportan nutrientes, que mueven… y que
también arrastran. Comunidades generadas a partir de temas y argumentos centrales
(urbanismos, géneros, ecologías, diversidades…), que fluyen para contaminar conocimientos,
para interferir en las certezas y para transmitir empeños a la comunidad. Esa es su trascendencia,
su encanto. Porque son portadoras de la ética transwave e inductoras de procesos de
contragestión. Porque se necesita una política que convierta la libertad de elegir en la libertad de
generar, que supere la distribución de “necesidades”. Porque es necesario abandonar la
certificación y el consumo obligatorio. Porque son necesarias prácticas comunitarias que generen
tensión. Porque se avanza desde la interferencia, posibilitando zonas de contacto autónomas y
temporales. Porque hay que superar los formatos. Porque la expertocracia limita a la comunidad.
Porque es necesaria la rotación. Porque se desactivan los monopolios de gestión como forma de
expropiar la iniciativa ciudadana. Porque se abandona a quien se apropia del derecho colectivo de
construirse como comunidad.

 Las comunidades de flujo tratan de superar esa dispersión y fragmentación que se


pretende desde los modelos tradicionales de gestión: separar por ámbitos de
conocimiento, de interés, de especialización… Y separar disciplinas en ámbitos de
producción y distribución. Las comunidades de flujo son un canal por el que circulan los
materiales simbólicos de una sociedad compleja y no compartimentada. Una sociedad que
se desarrolla más allá de “lo dado”; que intensifica lo recíproco, lo colectivo y lo
comunitario, más allá de lo modelizable, de lo cuantificable, de lo rentable; que se pregunta
cómo se valora lo intangible. Las comunidades de flujo son las que transforman el relato
institucional, buscando un ejercicio de transgresión y el desequilibrio como forma de
construcción. Son las que, desde este sentido, abren vías entre las disciplinas
(feminismos, tecnologías, urbanismo…), a la vez que que se conectan con la estructura
ciudadana accediendo a los entornos comunitarios.

 Las comunidades de flujo abrazan los imaginarios de contragestión y tratan de canalizar
las capacidades colectivas (además de la inteligencia). Son las que trascienden la lógica
material y de resultados (qué resultados), se consolidan como un espacio para la logística
de las ideas, superan la programación hegemónica, se sostienen sobre lo cotidiano,
potencian el cuidado mutuo, valoran la intuición, abren nuevos nodos…

 Las comunidades de flujo sirven para pensar la realidad tal y como la soñamos, pero
también tal y como la sufrimos, intentando difuminar ese espacio muerto que existe entre
“lo profesional” y lo cotidiano. Son las que poco tienen que hacer con las regulaciones, las

15
normativas y los procedimientos administrativos. Las que se dan sin necesidad de ser
programadas ni contabilizadas. Las que de verdad cambian la calle, las que la llenan de
espesor sensible. Porque modifican mucho más que lo que convertimos en calculable, “lo
que vemos”.

 Las comunidades de flujo conforman un modelo no instrumental, incluso, si se quiere,
inútil. Algo que ensalza el gozo de sí mismo. La realidad contable deja paso a la realidad
sensible. Las comunidades de flujo buscan el fin de la estandarización, esa que implica el
empobrecimiento de las experiencias y de las inquietudes; que limita los posibles a la
organización y la administración; que encoge el intelecto y, sobre todo, los sueños. Las
comunidades de flujo son el comunitarismo experimental.

 Las comunidades de flujo contrarrestan eso que Ivan Illich llama “modernización de la
pobreza” y que podría traducirse en: poner al alcance de la ciudadanía un paquete
estandarizado de consumos innovadores y llamarlo democratización. Hoy esa
modernización de la escasez sigue limitando el acceso: las burocracias de la novedad.

 Las comunidades de flujo transitan por culturas secundarias, por espacios temporales y
autónomos, por espacios mutantes. Algo que tiene que ver con la lógica difusa, sin límites
claros, certeros, inamovibles, permitiendo un mayor acercamiento a las lógicas de la
realidad.

 Las comunidades de flujo son espacios de movimiento (el acto autónomo de construir
mediante la deriva) nunca de transporte (el consumo de itinerarios terminados). Estas
comunidades se convierten en espacios de ayuda mutua, de intercambio, de creación, de
cuidados, de intermediación… Políticas de acompañamiento.

 Las comunidades de flujo, como en las tecnologías a pequeña escala, trabajan desde
unidades mínimas para influir en entornos ampliados. Son sensores para conocer lo que
sucede en el entorno y analizarlo desde la inteligencia comunitaria. Entender lo que ocurre
alrededor, comprenderlo y aplicarlo. Se terminan las singularidades y polaridades dentro /
fuera / tuyo / mío / experto / lego. Un montón de neuronas computando entre sí. Los
espacios conectoma23 y la ética transware como generadores de energía conectiva. La
vocación bacteriana.

Alguna nota final para la reflexión:

 La comunidad ciudadana sabe. Siempre sabe mucho más de lo que la institución supone.
La comunidad es un todo que va más allá. Cada persona que la compone es valiosa y
nosotras tan solo somos mediadoras. Cerrar la puerta a estos criterios es empobrecer
hasta lo impensable.
 La predisposición natural de una comunidad es a interactuar. Por eso no hay que explicar
a nadie qué es la cultura: la cultura es vivirla. Habitarla libre y abiertamente. Crear clima y
abrir muros. No hay desconexión entre cultura y vida, no existe tal despropósito sino en los
modelos obtusos de administración y distribución.
 La principal función de la cultura (no en lo que se refiere a la entendida gestión, eso nada
tiene que ver, todo lo que sigue no se gestiona) es el cuidado, la atención emocional, la
escucha, la afectividad, los sueños… después viene todo lo demás. Si la persona está mal,
difícilmente puede acercarse a las propuestas “programadas”.
 Hay estudios (infancia) que nos muestran que a la hora de elegir un juego prefabricado y
elegir fabricarlo, el interés va hacia lo segundo. ¿Por qué no trabajamos así en cultura? Es

23 http://www2.ual.es/RedURBS/BlogURBS/ciudad-y-espacios-conectoma/

16
más interesante saber cuántas personas tocan la flauta que saber cuántas van a un
concierto. Entre otras cosas porque si tocas la flauta es más fácil que acudas al concierto.
 La referencia no soy yo. Esa debería ser la máxima absoluta para quien dirige o gestiona o
lo que sea, la cultura local. El principio básico.
 Inmersión contextual. Antes que nada hay que saber dónde se está. Nadie es igual. Nada
es igual.
 La gestión sin programación es similar a la educación sin libros de texto. Una guía para
mostrar caminos. Nuestra obligación es la guía. Pero programar (seguir los libros) es muy
fácil. Muy sencillo. Se trata de imitar tendencias, tener el dinero, repartir horarios y contar
asistentes.
 Programar es mucho más sencillo que construir. Además produce mayor satisfacción y
apariciones en prensa.
 La programación cultural en las ciudades es un gran fetiche. Es, como poco erróneo, que
una buena programación cultural devenga en una ciudadanía culta. Ni siquiera que vaya a
participar (consumir)
 La cultura no se soluciona con más productos (la programación es un catálogo) sino
poniendo énfasis en la estructura desde sus bases. Hasta la asignación de recursos
económicos es un parche, hasta una estafa en muchos casos.
 La cultura es un sistema de conexiones 24. Es siempre un hecho colectivo. Ese es el gran
regalo de un espacio comunitario. Donde se averiguan tiempos, ritmos, formas de entender
la cultura. Espacios de relación permanente. Campos que se conjugan.
 La cultura sólo puede entenderse como software libre. Lo demás es normativo y
propietario.
 Se olvida que el cometido principal de quienes trabajamos en cultura no es la gestión sino
la orientación: la interacción, las emociones, las empatías, el respeto, la exploración, los
itinerarios... Las relaciones socio-culturales. Sin embargo, demasiado a menudo, las
energías se van en explicar esto a las jerarquías que ocupan alternativamente el poder.
 Desculturizar la forma de ver la cultura. Suprimir esa idea de cultura administrada y
distribuida que se ha ido consolidando, que se va transmitiendo desde la burocracia y la
simplificación obscena. Una herencia formalista que suprime la comunicación
 Lo cultural supone la ausencia de asepsia, contemplar lo que no está en el orden
establecido, en el programa previsto. Las posibilidades de lo cultural son ilimitadas si no se
constriñen a lo que cabe en la imaginación (filias o fobias también) de las jerarquías, de los
programas, el orden máximo. La cultura como organismo vivo no puede estar inhibida
continuamente.
 Los procesos que se nos escapan. Favorecerlos. Cuanto más organizada está la cultura,
menos espacios para la riqueza existen. Menos espacios para la creación personal, para la
búsqueda, para el error, para construir lenguajes. La vigilancia de la cultura. La necesidad
de deconstruir el orden inicial. El resultado de la cultura no está en ese orden establecido.
 Las actividades, ni en los espacios comunitarios ni en las ciudades, tienen ninguna
importancia. Son el resultado, deberían ser el resultado de procesos previos, la
consecuencia de relaciones, de búsquedas, de curiosidad por conocer, de interferencias...
Pero estamos obsesionados.
 Por eso es necesario habilitar espacios para generar dinámicas. ¿Se acuerdan de las
dinámicas comunitarias? También las fagocitó la modernidad. Pero todo esto genera
cambios y el orden es fundamental para la burocracia y la autoridad. La complejidad
asusta.
 Nuestro trabajo sólo es este: permitir que la cultura suceda. Ser capaces de ayudar a
construir una larga lista de deseos. Ser capaces de hacerla posible. Una gramática de la
fantasía.
 De los espacios de programación a los espacios de construcción. Ósmosis.

24 C2C Lab:Laboratorios de transformación conectiva.


https://www.academia.edu/12271787/C2C_Lab_Laboratiorios_de_transformación_conectiva

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 ¿Dónde quedó el don?
 Cuando se habla de innovación en cultura, esa palabra mágica que lo abarca todo, la
mayoría de las veces se esconde un gran desconocimiento del camino transitado, un gran
desconocimiento de lo hecho. Sería más correcto hablar de retroinnovación.
 La programación puede ocultar mecanismos complejos de castigo. Sociología de la
dominación de Weber.
 Quizá tengamos a la cultura encerrada en el pensamiento mágico. El mito de un progreso
fundamentado sobre las vanidades.
 Se generan las gestiones intrusas desde un mundo cerrado y simplificado. Es más, creo
que la gestión ha facilitado el intrusismo. Porque en realidad eso que se ha ido llamando
gestión cultural, gestión de la cultura no ha acabado sino en una mera administración. Es
un juego de trampantojos.
 La cultura, en el mundo de las subvenciones, parece condenada a vivir de lo que le den.
Lo que dice Manuel Vilas de la clase media en su Alegría “...vive pendiente de las ofertas.
Sin las ofertas nuestra vida no tendría sentido” Y el poder de repartir seductor. Parece un
poco triste…
 Quizá ahora solo se sepa catalogar la cultura y encuadrarla en homologaciones
institucionales. Así es más fácil discriminar. Algo un poco superficial, me parece, que sirve
para alcanzar una cierta posesión sobre lo que ocurre. No se si esas ansias de
catalogación rebajan al resto pero me da esa sensación.
 La valoración acrítica de la cultura está bien asociada con la exaltación del productivismo.
Un artefacto
 En cuestiones de consumo también tenemos referencias: la proximidad, el kilómetro cero,
los huertos periurbanos... La cultura social y solidaria.
 La emergencia, la crisis, en la cultura se está analizando desde las mismas premisas que
han originado su declive. La solución se está planteando desde las mismas acciones que
la han causado. La salida va a producir un refuerzo de las diferencias entre quien va a
poder tener acceso y quién no. Se refuerza el modelo económico y social que favorece las
clases.
 Volvemos a las culturas fósiles pero lo más triste es que se desprecian los modelos de
culturas renovables. Y no solo por desconocimiento sino porque acaba con esos privilegios
que tanto atraen. Esa sensación de sentirse dueños.
 La situación de urgencia de eso que llaman cultura no tiene su razón en el descenso de su
"consumo" sino en el modelo capitalista que le dirige, en el oligopolio que lo sanciona, en
un problema sistémico y estructural que parte de la idea de un crecimiento perpetuo y
acelerado, del uso masivo... El problema de la cultura, como ya dije en otro lugar, es
cultural.
 Una lógica embaucadora que impide encontrar ese enfoque multidisciplinario, que impide
salir del enfoque del capital con alusiones a necesidades extremas de conseguir trabajo,
empleo diría yo, a quien se dedica a estos negocios.
 La trampa del capitalismo para lograr la explotación de la cultura se hace aquí también
patente desde la trampa del empleo. Y, lo peor, es que se articula directamente desde las
instituciones públicas, desde los gobiernos locales. Existe división por clases (productivas
y de consumo), existe la compra de la fuerza de trabajo como mercancía (selección a
través de filias y fobias), existe una acumulación de capital (financiero y simbólico), existe
la exclusión mediante la anulación (centros y márgenes).
 Y lo he dicho repetidas veces, seguro que demasiadas para ciertas sensibilidades, pero la
cultura no se puede confundir con bienes y productos, ni con eso que se llamó el recurso
de la cultura. Ni con el gremio. Y también repito para enfado, ni siquiera con el cuarto pilar.
 Una institución pública ocupada por políticas intrusas es lo peor que le puede suceder a la
cultura.

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Y esto ya es más personal si cabe. A lo largo de los últimos años (los dos inmediatos están
siendo especialmente desastrosos) he estado ensayando el distanciamiento. Me voy apartando.
Una renuncia que, en algún sentido, es también denuncia. A la falsedad, a las simulaciones, a los
artificios. No renuncio, sin embargo, a seguir desde lo mínimo, desde lo personal, desde lo vivo...
Desde lo molecular. Y sigo escribiendo (compartir desde las ideas), y sigo con la música
(compartir desde las emociones), y sigo con la fotografía (compartir desde las sensibilidades). Mi
renuncia no es al disfrute y la expresión, no es a la creación, no es a compartir. Mi renuncia tiene
que ver con ese asunto de no creerse ya nada que venga de esas construcciones inútiles de las
burocracias, de los intrusismos, de los adanismos. De la obediencia debida. De quien decide si
puedo escribir o no, si puedo tocar o no, si puedo fotografiar o no… De quien lo decide porque ha
llegado a donde ha llegado por caminos extraños. Eso lo hacen miles de personas. Miles que
sostienen la cultura desde lo nuclear, desde lo mínimo, desde lo molecular, desde lo tímido. ¿Se
considera eso en todos los análisis? ¿Se considera su transcendencia? Lo máximo parece que se
hace es denominar amateur. Pero ¿se sabe cuánto se construye desde esos niveles? Se
necesitará un debate en profundidad, u tratamiento adecuado a toda esa cultura que no
permanece dentro de los límites de su gestión.

No sé si es avanzar, pero me siento tranquilo. Otros, otras, lo harían de otro modo. Otras, otros, lo
están haciendo de otro modo. Pero, no crean, esto no es una derrota, es sólo un alzar los
hombros. Dejar paso. Porque resido en la sensación de que no se ha conseguido casi nada (no
vayamos a olvidar lo poco) y de que ese poco es tan frágil que quien ocupa, desde la intromisión
los espacios de la cultura, lo tiene enormemente fácil para cargarse todo 25. Pero la cultura no deja
de ser un reflejo de lo que sucede, de todo lo que sucede. Y se ha instalado en mi una especie de
doble tristeza: la profesional y la generacional. Hay partes de este texto ya dichas en otros
tiempos y en otros lugares y eso da mucho pesar y en qué pensar, produce cierta desazón mirar
atrás y ver dónde estamos. Como decía al principio, puede que esté confundido, puede, pero
contemplar la realidad, ser testigo día a día, de lo que va ocurriendo por aquí es descorazonador.
Después de tanto tiempo, la esperanza se me doblega. Han desaparecido demasiadas cosas sin
producir la menor pesadumbre general.

Por otra parte, ver cuánta gente sigue aportando ilusión unas veces reconforta y otras entristece.
Una locura. Lo cierto es que siguen aflorando innumerables redes de subversión, que se crean y
se mantienen, resistencias ciudadanas que todavía tienen fuerza para empujar. Pero a mí me
agota que una vez tras otra parezca que lo vamos a conseguir. Es como un reloj que tan solo
tiene segundero y debajo de él se siguen invocando sueños. Escucho, no dejo de escuchar, pero
ya no creo. Este no es el sueño por el que empecé. Y lo que de verdad me entristece es
contemplar la falta de respeto por parte de quién administra.

Lo bueno es que del activismo no se sale. Con eso me quedo. La cultura es ese pequeño detalle
que alegra. Que puede ser insignificante pero que lo cambia todo.

Nota final: “...todas las formas de crítica, disensión y resistencia mantienen una relación interna
con el sistema al cual se oponen.”26 Lo asumo y me lo aplico.

Me gustaría compartir con ustedes, ahora sí termino, un cuento: la escuela pequeña. No creo que
haya otra metáfora más bonita. https://www.youtube.com/watch?v=rQ1ixxydpck&t=5s

Salud

25 De hecho esto se escribe mientras se desmantela Medialab Prado. Muy triste.


26 “El gesto más radical. La internacional situacionista en una época postmoderna” Sadie Plant. Errata Naturae 2008

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