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SOSTENIBLE.
La Agenda 2030 reconoce la sostenibilidad urbana como un elemento clave para lograr el
desarrollo sostenible e incluye un objetivo específico sobre desarrollo urbano (ODS 11): el cual lo
han denominado ciudades y comunidades sostenibles. Alrededor de un tercio de los 231
indicadores que integran el marco de seguimiento mundial de los ODS se relaciona directamente
con políticas urbanas con un claro impacto sobre las ciudades y los asentamientos humanos, y
pueden medirse a nivel local. El papel fundamental de las ciudades para alcanzar los objetivos
sostenibles establecidos en el Acuerdo de París se reconoció en la 22.ª Conferencia de las Partes
de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, que tuvo lugar en
Marrakech, Marruecos, en 2015. En dicha instancia, las Partes acordaron que, debido a que las
ciudades son la principal fuente de emisiones de carbono y contienen la mayor parte de la
población humana, las iniciativas más importantes de mitigación y adaptación al cambio climático
deberán implementarse en las zonas urbanas.
Las ciudades necesitan bosques. La red de montes, el arbolado y los árboles individuales de una
ciudad y sus alrededores desempeñan una amplia gama de funciones, como regular el clima,
almacenar el carbono, eliminar los agentes contaminantes del aire, reducir el riesgo de que se
produzcan inundaciones, colaborar en la seguridad alimentaria, del agua y la energía, así como
mejorar la salud física y mental de los ciudadanos. Los bosques realzan la apariencia de las
ciudades y desempeñan funciones importantes en la cohesión social, Las Naciones Unidas y otros
organismos han reconocido desde hace tiempo que el crecimiento urbano sin planificar puede
generar pobreza y desigualdad y causar problemas ambientales y sociales a escala mundial. Más
recientemente, los Objetivos de Desarrollo Sostenible consignaron de forma explícita la necesidad
de lograr un desarrollo urbano sostenible, que apunte a lograr que las ciudades y los
asentamientos humanos sean «inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles». Con creciente
frecuencia, los bosques se consideran elementos esenciales de este objetivo, y muchos
organismos internacionales, entre ellos la FAO, colaboran con los países y los gobiernos locales
para que los bosques estén mejor integrados en la gobernanza de las ciudades. De esta manera,
los países se comprometen a la promoción de espacios públicos seguros, inclusivos, accesibles,
verdes y de gran calidad (ODS 11) que cumplan con los siguientes requisitos:
En línea con el ODS 13 (acción climática) y el ODS 15 (vida de ecosistemas terrestres), la Nueva
Agenda Urbana propugna la gestión sostenible de los recursos naturales en las ciudades y los
asentamientos humanos de una forma que proteja y mejore los ecosistemas urbanos y sus
servicios ecosistémicos, reduzca las emisiones de gases de efecto invernadero y la contaminación
del aire y promueva la gestión del riesgo de desastres. Los árboles y los bosques urbanos y
periurbanos ayudan a mitigar el cambio climático al captar y almacenar directamente el dióxido de
carbono atmosférico. Por otra parte, los árboles dan sombra y reducen la velocidad del viento, con
lo que indirectamente disminuyen las emisiones de carbono al reducir la necesidad de aire
acondicionado y calefacción y, por ende, reducen las emisiones de las plantas de energía. Las
personas en las zonas urbanas enfrentan muchos riesgos potenciales relacionados con el clima,
como el aumento de la incidencia y severidad de las tormentas e inundaciones. Los árboles
urbanos pueden contribuir a la gestión de las aguas pluviales de variadas maneras. La escorrentía
de aguas pluviales puede reducirse mediante la evaporación de las precipitaciones interceptadas
por las copas de los árboles y a través de la transpiración, y la calidad de las aguas pluviales puede
mejorarse con la retención de agentes contaminantes en el suelo y las plantas. La reducción del
flujo de aguas pluviales disminuye el riesgo de que se produzcan peligrosos desbordes de
naturaleza mixta del alcantarillado (Fazio, 2010).
NORMATIVA ASOCIADA
El Área Metropolitana del Valle de Aburrá (AMVA), creada en 1980, primera en Colombia y
constituida por los nueve municipios que conforman el valle, adopta, mediante Acuerdo
metropolitano 16 del 2006, el Plan Maestro de Espacio Público Verde, como una
herramienta de gestión para el manejo integral a corto, mediano y largo plazo de las áreas
verdes urbanas del área metropolitana y su articulación con los ecosistemas circundantes
en el Valle de Aburrá. En 2006, mediante Decreto 1803 posteriormente derogado, se crea
el Comité de Silvicultura Urbana y Paisajismo para Medellín. En 2008 bajo el Decreto 817,
ya derogado, se establecen los lineamientos de política en silvicultura urbana y paisajismo
para el Municipio de Medellín y se reglamenta el Comité (Alcaldía de Medelíin , 2009), el
cual se encuentra vigente mediante Decreto 2119 de 2011. En 2007, se elabora el Manual
de silvicultura urbana para Medellín, el primero en Colombia, y que propicia el inicio de
manuales de este tipo en Bogotá y Pereira. Con un programa de silvicultura establecido, la
Administración ve la necesidad de crear en 2010 la Unidad de Silvicultura del Municipio,
adscrita a la Secretaría de Medio Ambiente.
Por su parte, el Plan Maestro de Espacios Públicos Verdes realizado por el Área
Metropolitana del Valle de Aburrá fue uno de los grandes hitos de la silvicultura urbana,
pues en el año 2005 se censaron cada uno de los individuos arbóreos ubicados en la zona
urbana de los municipios del Valle de Aburrá y se definieron líneas claras de manejo a
partir de un diagnóstico; políticas que incluyeron a la fauna e hicieron referencia a los
servicios que el bosque urbano presta a los habitantes de los municipios que lo conforman,
su principal objetivo es presentar lineamientos que generen armonía entre lo antrópico y
lo natural, resaltando y dándole el verdadero valor a lo natural, generar conciencia de la
importancia del verde en la ciudad y conformar la infraestructura verde que permita
mantener, conservar, proteger y generar espacios verdes de la ciudad. El manual tendrá el
suficiente peso técnico para dar lineamientos generales y específicos, según la escala, y se
consolidará como una herramienta de planeación y de gestión para el componente verde,
lo cual pretende que las nuevas intervenciones que se hagan referente a este permitan
conservar el patrimonio natural y aumentar los bienes y servicios ambientales derivados
de este en la ciudad.
Torres Sanabria (2010) plantea que los sistemas forestales asociados a actividades agrícolas o
pecuarias son considerados como procesos productivos sostenibles e integrales, ya que incorporan
actividades sostenibles ambiental y económicamente viables. El precio de comercialización de la
madera de especies nativas permite generar ingresos considerables al largo plazo, donde el precio
de las maderas de primera calidad hace atractivo el Mercado. En Colombia se pueden desarrollar
diversas modalidades dentro de la conformación de proyectos agroforestales, considerando la
generación de beneficios económicos conjuntos por la comercialización de madera, la certificación
del bosque dentro del marco del MDL incursionando al mercado de los activos de carbono o CER
con el propósito de mitigar los efectos del cambio climático. El Programa Cooperativo de
Innovación Tecnológica Agropecuaria para la Región Andina PROCIANDINO (S.f.) resalta que los
sistemas agroforestales son sistemas de producción diversificadas que además generan beneficios
ambientales a nivel local, regional y global, de acuerdo con la extensión de su distribución; por lo
que la actividad agroforestal se vincula a mercados de dos clases: mercados de bienes, como
productos agrícolas, pecuarios y forestales y mercados de servicios ambientales. Los productos
pueden adquirir valor adicional por los atributos ambientales que tiene el sistema de producción
del que proceden.
BIOLOGICO.
Desde el punto de vista biológico, las técnicas agroforestales permiten combinar especies con
requisitos ambientales diferentes para mejorar el aprovechamiento de la energía radiante,
utilizando tanto el espacio vertical como horizontal. Debido a la estructura vertical proporcionada
por los árboles y otras especies leñosas, pueden convivir plantas y cultivos con diferentes
requerimientos de luz, protegiendo al suelo de los efectos del sol, el viento y las fuertes lluvias que
caracterizan al trópico.
Además, el hecho de aumentar la diversidad del sistema hace que este se asemeje más a las
condiciones naturales del bosque. El suelo se aprovecha mejor favoreciendo los ciclos
biogeoquímicos con el uso de plantas con capacidad de absorber nutrientes y con raíces que
penetren a diferentes profundidades en el perfi l del suelo23. El mejoramiento del suelo en SAF
está vinculado al crecimiento de los árboles fi jadores de nitrógeno o de árboles/arbustos de raíces
profundas, que aumentan la disponibilidad de los nutrientes a través de la fi jación biológica,
reciclaje de nutrientes desde capas profundas hacia la superfi cie del suelo (especialmente en
zonas secas) y acumulación de materia orgánica en el suelo.
Los SAF proveen hábitat y recursos para especies de plantas y animales, manteniendo la
conectividad en el paisaje y reduciendo los procesos de fragmentación, lo que facilita el
movimiento de animales, semillas y polen. Esto permite reducir los efectos de bordes en los
fragmentos forestales remanentes, además de amortiguar áreas protegidas
ECOLOGICO
Altieri & Nicholls (2011) especifican que los componentes biológicos del suelo tanto por encima
como por debajo de los sistemas agroforestales (SAF) interactúan continuamente y producto de
estas sinergias se optimizan procesos ecológicos claves para el funcionamiento de estos (control
biológico, fertilidad de suelo, polinización, entre otros.) y otras funciones que hoy en día se
consideran servicios ambientales que proyectan beneficios más allá de las zonas de los SAF.
Martínez Restrepo & Rodríguez Holguín (2014) registran en su artículo sobre política agroforestal
que el uso sostenible de la tierra es uno de los grandes retos que se encuentra en el marco
prioritario de las agendas gubernamentales. Los sistemas agroforestales representan
sostenibilidad, técnicas tradicionales y modernas de uso del suelo en el cual éste, en conjunto con
los árboles interactúan con cultivos y/o sistemas de producción animal en regiones tropicales y
templadas, evitando la deforestación, protegiendo los recursos hídricos, beneficiando
consecuentemente el aumento de la biodiversidad. Colateralmente, estos sistemas contribuyen a
reducir la erosión y mantener un balance en los regímenes hídricos, obteniendo como resultado
20 final una armonía ecosistémica, reflejada en la obtención de alimentos que sustentan los
medios de vida y contribuyendo a la seguridad alimentaria de la sociedad.
Torres Sanabria (2010) explica que un proyecto agroforestal está encaminado a planificar
actividades que fortalezcan los procesos empresariales de los productos agropecuarios,
con un objetivo económico forestal definido, bajo un conjunto de actividades enmarcadas
en unos límites temporales y presupuestales. Este tipo de proyectos productivos debe
incorporar especies nativas que no interfieran ecológicamente con el entorno ambiental,
generando barreras de protección, procesos de sombrío, fauna asociada que ejerza
control biológico, fertilización y estabilidad del suelo, entre otras muchas más funciones
asociadas. Altieri & Nicholls (2011) especifican que los componentes biológicos del suelo
tanto por encima como por debajo de los sistemas agroforestales (SAF) interactúan
continuamente y producto de estas sinergias se optimizan procesos ecológicos claves para
el funcionamiento de estos (control biológico, fertilidad de suelo, polinización, entre
otros.) y otras funciones que hoy en día se consideran servicios ambientales que
proyectan beneficios más allá de las zonas de los SAF. Martínez Restrepo & Rodríguez
Holguín (2014) registran en su artículo sobre política agroforestal que el uso sostenible de
la tierra es uno de los grandes retos que se encuentra en el marco prioritario de las
agendas gubernamentales. Los sistemas agroforestales representan sostenibilidad,
técnicas tradicionales y modernas de uso del suelo en el cual éste, en conjunto con los
árboles interactúan con cultivos y/o sistemas de producción animal en regiones tropicales
y templadas, evitando la deforestación, protegiendo los recursos hídricos, beneficiando
consecuentemente el aumento de la biodiversidad. Colateralmente, estos sistemas
contribuyen a reducir la erosión y mantener un balance en los regímenes hídricos,
obteniendo como resultado 20 final una armonía ecosistémica, reflejada en la obtención
de alimentos que sustentan los medios de vida y contribuyendo a la seguridad alimentaria
de la sociedad. La agroforestería debe entenderse como una interdisciplina que involucra
la actividad agrícola, forestal o silvícola y ganadería principalmente. Siendo un sistema de
producción que combina árboles, cultivos, pastos y animales. Que como ciencia estudia las
interrelaciones biofísicas, políticas, sociales, económicas y culturales vinculadas a las
prácticas de asocio de los árboles en áreas agrícolas y de vocación ganadera. Como
paradigma permite hacer puente entre conservación y producción agrícola en el mismo
espacio. En este orden de ideas es como se va originando la agroforestería como una
ciencia, una técnica, una tecnología cuya finalidad es contribuir al compromiso de conocer,
manejar y conservar los recursos naturales, bajo la premisa de “producir conservando”.
Martínez Restrepo & Rodríguez Holguín (2014) especifican que el buen diseño e
implementación de un sistema agroforestal genera un uso sostenible de la tierra,
ayudando a proteger y potencializar la capacidad productiva, proveer de alimentos a la
población, fortaleciendo la oferta de productos para los ingresos familiares y mejorando,
la capacidad de autorregulación del ecosistema a los cambios climáticos abruptos, como a
cualificar los valores sociales y culturales que serán transmitidos a futuras generaciones.
La combinación de árboles, cultivos y/o pasturas y ganado atenúa el riesgo ambiental, en
la medida que el suelo permanecerá protegido por la cubierta arbórea, previniendo la
erosión, inundaciones, beneficiando el desarrollo del mismo por el aporte de nutrientes a
las capas más profundas. Igualmente, los usos 21 de leguminosas que fijan el nitrógeno
posibilitan que la hojarasca se convierta en abono orgánico para los forrajes, reduciendo
de esta manera la dependencia a productos químicos.
se debe establecer en primer lugar que a nivel global la relación hombre - naturaleza, o sociedad –
ambiente no ha sido la más adecuada durante los últimos tiempos, la influencia del hombre con su
cultura han logrado desestabilizar el equilibrio natural de los bosques, los ecosistemas y el planeta
en general.
En el caso de Colombia, aproximadamente el 60% del territorio nacional posee una cobertura de
bosques naturales7, los cuales según los componentes de política y normativa de gestión
ambiental vigente, debieron haber sido objeto de ordenación hace prácticamente cincuenta años,
cuando se establece la Ley 2 de 1959. Sin embargo, en la actualidad no se cuenta con mayores
avances en el tema, siendo predominante la pérdida de estos ecosistemas.
Durante los últimos cincuenta años han existido en el marco de la política y la normativa dos
momentos diferentes para abordar el manejo de los bosques naturales: El primero antes de la
Constitución Política de 1991, en donde el marco normativo9, establecía que la ordenación de los
bosques debía ser adelantada como requisito para acceder al aprovechamiento de grandes áreas
boscosas; para lo cual, se presentaban planes de ordenación por parte de los interesados en
realizar el aprovechamiento, siendo otorgados los respectivos permisos a través de concesiones
por parte del gobierno nacional.
Para ese momento la ordenación del bosque natural tenia esencialmente una connotación de
extracción de la madera, donde la participación de la comunidad, los bienes y servicios
ambientales y el enfoque sistémico del proceso de ordenación se encontraban ausentes. El
segundo momento histórico en el tema, se da después de la promulgación de la Constitución
Política con la expedición de Ley 99 de 1993, en donde se establece una nueva organización del
Estado, encargándosele al mismo la administración de los recursos naturales y del medio
ambiente. Se quita la obligación de elaborar los planes de ordenación forestal a los particulares,
otorgándosela en el nivel regional y local a las Corporaciones Autónomas Regionales -CAR- y de
Desarrollo Sostenible -CDS-, entidades que por funciones de la misma Ley, cumplen con el encargo
de la administración de los recursos naturales, además de ejercer la autoridad ambiental, en su
jurisdicción territorial.
Por un espacio de tiempo de veintiún meses10, el segundo momento histórico a su vez se divide
en dos periodos que contienen enfoques diferentes para abordar el tema de ordenación de
bosques: el primero en el año 1996, cuando se orienta el proceso a través de unidades
establecidas previa zonificación del territorio y el segundo momento en el año 2006 con la
expedición de la Ley General Forestal, en la cual se establece la ordenación forestal para la
jurisdicción de cada corporación, involucrando así en el concepto de vocación de tierras de aptitud
forestal que se encontraban desprovistas de bosques naturales.
El cambio conceptual establecido por la Ley General Forestal fue de choque con la concepción que
se traía sobre el tema, puesto que era dejar de lado la ordenación de los bosques naturales
solamente, para pasar a la ordenación por jurisdicciones corporativas. Es decir, la elaboración de
un plan forestal de iguales proporciones a los planes de ordenamiento territorial, planes de
ordenación y manejo de cuencas hidrográficas, planes de ordenación de paramos y planes de
ordenación ambiental de los ecosistemas de valor estratégico entre otros.
Sin embargo y cuando parecía haber claridad sobre el tema, fue declarada inexequible la Ley
General Forestal, truncándose la culminación de los planes de ordenación que habían sido
iniciados por parte de varias autoridades ambientales regionales. Al volver al marco regulatorio
anterior; es decir, por unidades de ordenación forestal generándose confusión y desorientación
nacional en todo nivel.
De la misma manera en el caso de las áreas boscosas del país en donde la autoridad ambiental no
ha adelantado procesos de ordenación de bosques, se vienen desarrollando los planes de manejo
y aprovechamiento forestal, los cuales son presentados por el interesado en aprovechar el
recurso, situación que en últimas contribuye al desorden en el aprovechamiento y al
fraccionamiento de tan importantes ecosistemas.
ASPECTO POLITICO: Colombia ha tenido a lo largo de la historia varias políticas forestales, 1974,
1984, 1989 (Plan de Acción Forestal para Colombia), 1991, 1996 (Política de Bosques), además del
Plan Nacional de Desarrollo Forestal, que para algunos autores de igual forma es considerado
como un documento de política en el tema.
Desde otro punto de vista y teniendo un marco político más reciente, es decir desde los años
noventa a la fecha, se debe mencionar como primera instancia la Constitución Nacional de 1991,
considerada como una Constitución Verde, ya que cuenta con disposiciones especificas, que hacen
que el tema ambiental sea considerado como un principio constitucional, un derecho de los
ciudadanos y un instrumento para garantizar la participación social.
En forma especifica en lo que tiene que ver con el tema de bosques encontramos que Colombia
formuló la Política de Bosques- Documento CONPES 2834 de 1996, cuyo objetivo es: “lograr un
uso sostenible de los bosques con el fin de conservarlos, consolidar la incorporación del sector
forestal en la economía nacional y mejorar la calidad de vida de la población”. A nivel de objetivos
específicos el manejo de bosques naturales contiene lo siguiente: Incentivar la reforestación,
recuperación y conservación de los bosques para rehabilitar las cuencas hidrográficas, restaurar
ecosistemas forestales degradados y recuperar suelos; Fortalecer y racionalizar procesos
administrativos para el uso sostenible del bosque, tanto de los recursos madereros como de otros
productos y servicios, y Atender los problemas culturales, sociales, económicos que originan la
dinámica no sostenible de uso del bosque.
Cabe anotar que el PNDF contiene un enfoque ecosistémico para la conservación y manejo
sostenible de la biodiversidad asociada a los bosques”, y el mismo involucra de manera concreta el
tema de los bosques naturales dentro de los programas y subprogramas destacándose la
Ordenación, Conservación y Restauración de Ecosistemas Forestales, con el subprograma de
Ordenación y Zonificación Forestal.
ASPECTOS ECONOMICOS: Los aspectos económicos en lo que tiene que ver con la ordenación de
los bosques naturales, se observan básicamente, desde las fallas del mercado; puesto que, muchos
de los bienes y servicios de los bosques naturales aun no cuentan con un valor generando
externalidades82; sin embargo existen casos donde se ha demostrado que bosques manejados
sosteniblemente, producen altos valores económicos, debido en parte a que logran posicionar sus
productos a nivel internacional, generan regalías y otros ingresos para el sector
Tal como lo establece Pearse (1995), citado por Izko (2003): “al describir enfoques económico
ambientales para conservar los bosques tropicales hay la necesidad urgente y apremiante de
demostrar que los bosques poseen valores económicos, cuando son manejados sosteniblemente y
que estos valores son muchas veces significativamente mayores que los supuestos valores de
“desarrollo” derivados de la destrucción de los mismos”
Tal y como lo menciona Martínez ( 2004), la mayor parte de ordenaciones del territorio, no
incluyen los valores económicos diferentes a las inversiones o gastos de la elaboración e
implementación del plan, dejando en un nivel subjetivo los aspectos económicos, ambientales y
sociales que se generan en un territorio; de igual manera, aspectos como la erosión los cuales
cuentan con paquetes de modelación y son llevados a mapas en diferentes escalas, no son tenidos
en cuenta dentro de las metodologías económico ambientales
Dentro de los valores usados comúnmente por los economistas, se puede clasificar de acuerdo con
el Gráfico No. 3 los tipos de valores para los bosques naturales.
En el caso de Colombia, de igual manera no se tiene una valoración económica total de los bienes
y servicios que se generan de los bosques naturales a intervenir en procesos de ordenación.
Igualmente dicha valoración no es incluida en la elaboración ni implementación de estos planes,
puesto que, solo se valora el costo de la madera de acuerdo con la clasificación establecida84 con
precios de mercado que muchas veces no reflejan ni siquiera los costos de extracción, movilización
o comercialización de los productos, como tampoco representan del impacto que ocasiona el
aprovechamiento de dichos ecosistemas.