Está en la página 1de 21

Semana 1

Etica y Práctica Profesional

Unidad 1
Sentido y función de la ética

Material compilado con fines académicos, se prohíbe su


reproducción total o parcial sin la autorización de cada autor.
Unidad 1. Sentido y función de la ética
En primer lugar, convendrá definir a la ética. La ética no es sólo un ejercicio para filósofos
o intelectuales, es el núcleo de la vida cotidiana. Es un sistema de principios morales.
La ética es la ciencia que explora la forma en la que deberíamos vivir, es decir, se ocupa
de lo que hacemos, cómo creamos el mundo a través de nuestras elecciones y todas
las preguntas que derivan del ejercicio cotidiano de nuestras decisiones; es lo que los
filósofos consideran que nos lleva a una vida bien vivida.

Las decisiones éticas afectan la forma en que las personas toman decisiones y llevan sus
vidas. Se refiere a lo que es bueno para los individuos y para que la sociedad pueda fun-
cionar de manera armoniosa. Ser ético es lo que nos define como seres humanos, pues
somos criaturas pensantes que tienen capacidad de elección. Si bien todos podemos
tomar elecciones conscientes, a menudo actuamos siguiendo a los demás, haciendo lo
mismo que la multitud o por simple costumbre, sin ejercer nuestro libre albedrío, pero
en cuanto comenzamos a decidir nos hacemos cargo de nosotros mismos, así como de
nuestro entorno. Esto es una vida ética.

El término se deriva de la palabra griega ethos, que puede significar “costumbre”, “hábito”,
“carácter” o “disposición”. También, se le describe como filosofía moral.

Nuestros conceptos de ética se de-


rivan de un largo recorrido histórico
en donde los preceptos de las religio-
nes, de diferentes filosofías y variadas
culturas han influido para formular los
principios de conducta que se consi-
deran morales. Sin embargo, en nues-
tro día a día hacemos preguntas éti-
cas cada vez que nos preguntamos
cómo deberíamos actuar. Sin impor-
tar a qué religión pertenezcamos, a
qué cultura o qué formación personal
hayamos tenido, siempre late (o al
menos debería existir) en muchos de
nosotros la preocupación acerca de
cómo actuar de forma que sea ético
hacerlo.

La ética no sólo se ocupa de cuestio-


nes personales y del actuar cotidiano.
Los problemas éticos complejos pue-

2
den ser individuales y privados o generaliza-
dos y sistémicos, involucrando a grupos, or-
ganizaciones o comunidades enteras. Así que
también se ocupa de temas como el aborto,
los derechos humanos y la conducta profesio-
nal; incluso, de cuestiones como la moralidad
en las relaciones de pareja, de padres e hi-
jos, en el ámbito académico y muchos otros
asuntos más. En realidad, mucho del queha-
cer humano está estudiado y ampliamente
reflexionado por la ética.

En cuanto a los problemas mencionados, es


fácil ver que para una sola persona sería muy
difícil resolverlos por sí misma. Hay momen-
tos en que esas preguntas se convierten en
desafíos que simplemente no podemos re-
solver solos, porque la angustia que causan
estos desafíos es real y penetrante, y deja a
las personas atrapadas y luchando, ansiosas
o rotas.

Es ahí donde entra la ética como ciencia,


pues proporciona un marco para responder
bien a estas preguntas.

En general, ¿para qué sirve la ética?

1.1 Concepto y ubicación de


la ética

Antes de abordar concretamente los queha-


ceres de la ética, conviene decir qué cosas
no son la ética:

Seguir las emociones y sentimientos. “Me


late que…” dicen algunas personas. “Yo siento
o creo que esto debería hacerse de tal ma-
nera” dicen otras. ¿Pero cómo podrían estas
preguntas ser evidencia de que se ha llevado

3
a cabo un razonamiento ético? Muchas personas creen que comportarse éticamente es
seguir lo que sus sentimientos y emociones les indican, pero esto sería como seguir un
lado de nosotros que no es racional.

Actuar de acuerdo con principios religiosos. Si bien la mayoría de las religiones y cre-
dos promueven el amor y el respeto entre las personas, comportarse éticamente no
significa seguir por fuerza una fe religiosa. Un comportamiento ético no necesariamente
es religioso ni viceversa. Llevar puesto un burka, por ejemplo, no implica una conducta
moralmente ética ni tampoco se indica que no lo sea. Se trata de una cuestión religiosa,
cultural, pero no moral.

Por otro lado, limitarse a hacer lo que la religión dice que hagamos no implica en abso-
luto nuestra toma de responsabilidad. Equivale a actuar como un autómata, sin ideas e
iniciativas propias, y muchas reglas religiosas no pueden aplicarse a rajatabla en todos
los casos. Hacerlo podría llevarnos a situaciones incluso crueles.

Además, si la ética tuviera que ver forzosamente con la religión, las personas no religiosas
no se verían comprometidas con sus normas. Sin embargo, en nuestra era contemporá-
nea, incluso aquellos que rechazan la idea de la dignidad humana como proveniente del
marco de la religión no obstante afirman la importancia de otorgar el respeto y el recono-
cimiento básicos a todos los seres humanos. De hecho, últimamente pareciera que son las
personas no religiosas las que más se involucran en cuestiones relativas a la conservación
de la dignidad humana en varios ámbitos. Por ejemplo, un creyente católico afirmaría que
el pecado abortar, pero un no creyente con una convicción contra el aborto afirmaría más
bien que el aborto no es moralmente ético por cuestiones relativas al respeto a la vida.

Seguir las leyes. En un episodio de Los Simpson, Homero trafica con alcohol de mane-
ra ilegal. Lisa cuestiona su actuar alegando que, si bien la ley que prohíbe el alcohol es
injusta, es la ley y hay que respetarla. A lo que toda la familia responde enviándola a su
cuarto. ¿Tenía razón Lisa?

En parte sí, porque las leyes existen por algo, pero en parte no, porque una ley que no
respeta los derechos fundamentales es injusta, y si bien es cierto que hay que respetar-
la, esto no condiciona de ninguna manera un actuar ético. La ética no se subordina a lo
que marca la ley, que es otra creencia común. No basta con seguir estamentos ni reglas
puestos por la sociedad civil o la autoridad jurídica. Podría haber leyes que coartaran la
libre expresión, sin embargo, esto no sería ético. La ley a menudo incorpora estándares
éticos a los que se suscriben la mayoría de los ciudadanos. Pero las leyes, al igual que
los sentimientos, pueden desviarse de lo que es ético. Por ejemplo, está el caso de la
nueva ley de seguridad interior, en nuestro país, contra lo que ha habido muchas protes-
tas. El problema es que, aunque sea legal desplegar a las fuerzas armadas, la posibilidad

4
de reprimir una protesta ciudadana hace que esta ley tenga varias aristas que, desde la
ética, no son aceptables.

Puedes leer más aquí:


http://www.animalpolitico.com/2017/11/seguridad-interior-ley-puntos-clave/

Se suele repetir con frecuencia que el hecho de que algo sea legal no significa que sea
correcto. El mejor caso es el de la esclavitud. Por muchos siglos, la esclavitud fue legal
en muchos lugares, pero no era ética, ni lo es ahora.

Hacer lo que los demás. En principio de cuentas, hacer lo mismo que los otros sólo por-
que “tantas personas no podrían estar equivocadas” es una falacia de lo más común. Es
el clásico ejemplo: “Si todos se lanzan de un edificio, ¿tú también te lanzas?”. Ser ético no
es lo mismo que hacer “lo que la sociedad acepte”. ¿Cuántas veces una multitud se lanza
en pos de un ideal falso que todos creen es el correcto pero no necesariamente tiene
que ser así? En cualquier sociedad, la mayoría de las personas acepta estándares que
son de hecho éticos, pero siempre es una falacia hacer lo que los demás simplemente
por seguir a la mayoría, pues los estándares de comportamiento en la sociedad pueden
desviarse de lo que es ético. Una sociedad entera puede volverse éticamente corrupta.
La Alemania nazi es un buen ejemplo de una sociedad moralmente corrupta: de pronto
todos odiaban a los judíos, a los gitanos y a otros grupos étnicos, religiosos o raciales.
Evidentemente, esto es incorrecto.

Lo que la sociedad acepta. Algunas personas creen que ser ético es hacer “lo que la so-
ciedad acepta”. Entonces, para descubrir qué es ético uno tendría que descubrir qué es lo
que la sociedad acepta. Para decidir lo que debería pensar sobre el aborto, por ejemplo,
tendríamos que hacer una encuesta de la sociedad y luego adaptar mis creencias a lo
que la sociedad acepte. ¿Cómo es que esto implica poner mi responsabilidad?

Evidentemente, nadie trata de decidir un problema ético haciendo una encuesta. Además,
la falta de consenso social en muchos temas hace que sea imposible definir la ética con
lo cualquier sociedad acepte. Algunas personas aceptan el aborto pero muchas otras
no. Hacemos preguntas éticas cada vez que pensamos sobre cómo deberíamos actuar.
Entonces, ser ético es parte de lo que nos define como seres humanos. Es aquí donde
se pone en ejecución nuestro libre albedrío, ese concepto que tanto trabajo ha costado
definir a moralistas, filósofos, teólogos y muchos otros especialistas más. Somos criaturas
racionales, pensantes y podemos seleccionar lo que más nos convenga de acuerdo con
criterios determinados. Todos tenemos la capacidad de tomar decisiones conscientes,
aunque a menudo actuamos por costumbre o en línea con las opiniones de la multitud.
Sin embargo, todos podríamos tomar decisiones éticas conscientes y conscientes si qui-
siéramos.

5
¿Qué es, entonces, la ética? Se trata de las reglas o normas que rigen la conducta por la
cual las personas vivimos nuestras vidas y tomamos decisiones importantes sobre ella. La
ética está (o debería estar) en todos lados. Por ejemplo, podríamos hacernos preguntas
como: ¿Es ético que gaste mi dinero en un coche nuevo cuando el que tengo está en
perfecto estado, y más con la carestía de la población? o ¿es ético que siga comiendo
carne ahora que sé que el trato que le dan a los animales en rastros y ganaderías no es
nada ético?

La ética gobierna (o debería) el proceso de pensamiento de las personas, de modo que


cuando surge algún problema, la solución debería basarse en un completo análisis ético.
Por ejemplo: Me gusta mucho una persona y yo a ella pero ambos somos casados; él me
ha propuesto que tengamos un encuentro sexual solamente una vez, para “quitarnos la
espina” y así poder continuar con nuestras vidas maritales sin mayor problema. ¿Debería
aceptar su propuesta? Me gustaría pero la pregunta más bien debería ser si es ético acep-
tar su propuesta. Mediante un análisis de lo que esto significaría en términos de adulterio
e inmoralidad, la respuesta parece tan obvia… Sin embargo, muchas personas no hacen
el debido análisis y actúan según sus deseos y no según lo que deberían hacer. Esto va
totalmente en contra de la idea de ejercer la responsabilidad que la ética nos indica.
Por supuesto que el pensamiento y, por ende, el actuar ético no nacen de la nada en la
mente de una persona. La ética se va generando con el tiempo, poco a poco va moldean-
do nuestra personalidad y comportamiento.

En efecto, la ética nos puede ayudar a moldear nuestra personalidad:

6
Desde nuestros primeros años de vida, comenzamos a aprender de quienes nos rodean.
Estos rasgos se suman a los que poseemos desde que nacimos y ayudan a formar la
persona en la que nos convertiremos.

Hay tres enfoques de la ética:

Referencias:
Velásquez, M. Andre, C., Shanks, T. S.J. y Meyer, M. (2017). ¿Qué es la ética? Centro Markkuka para la
Ética aplicada. Universidad de Santa Clara.

1.2 Relación entre ética y axiología


La axiología es la rama de la filosofía que estudia los valores. El valor se refiere a la ca-
lidad de un objeto, la actitud o el rango en que se determina su importancia o utilidad.
En efecto, como se aprecia, originalmente el término se refería más bien a cuestiones
relativas a la economía. Sin embargo, el uso de la palabra se ha modificado.

Escucha este breve audio, donde se da una reseña de este tema:


Insertar MP3: Término Valor

Cuando hablamos de tener valores en el ámbito de la ética, hablamos de poseer ele-


mentos morales que sean importantes. Es decir, cuando un objeto tiene una cualidad
determinada que satisface un deseo o un deseo del sujeto y que el sujeto reconoce
como tal, entonces esa cualidad especial del objeto se llama valor. Si reconocemos que
la honestidad o la honradez son valores importantes en una sociedad, entonces los con-
sideramos como valores.

Pareciera que estos elementos son muy subjetivos como para considerarlos objetos, pero
hay que hacer aclaraciones acerca del uso de estos términos.

7
Mira este video donde se explica con detenimiento la cuestión de la objetividad o subje-
tividad en términos de los valores:
https://www.youtube.com/watch?v=7Pm4WH9m-v4

Como seguramente has podido apreciar, lo objetivo es algo que puede establecerse
mucho más allá de las apreciaciones particulares del sujeto. Ya que la axiología es una
ciencia, requiere de un lenguaje objetivo, por lo que los valores se ubican en esta cate-
goría, para poder discutir acerca de ellos.

En otras palabras, el valor es algo que pertenece a un objeto; sin embargo, a menos que
el sujeto lo reconozca como valioso, no se convierte en real. Por ejemplo, la defensa del
honor era una cuestión muy importante hasta hace algunas décadas, pero hay varias
culturas donde ha dejado de serlo, contra otras donde el honor familiar es todavía una
cuestión de vida o muerte. De esta manera, para que el valor se vuelva real, un sujeto o
una sociedad deben reconocer la calidad del objeto o de la cuestión y se debe valorar
esa calidad como valiosa.

También, hay que considerar que la axiología, sobre todo en tiempos actuales, estudia
también los antivalores, en donde se analizan las cosas que no son importantes ni valiosas
para una sociedad, por ejemplo, la envidia, la soberbia, etc.

La axiología generalmente se divide en dos partes principales:

Los valores que la sociedad y la cultura otorgan a un objeto para determinar si se trata o
no de algo bello también son importantes, pues determinan en gran medida el carácter de
esa sociedad, por lo que también se encuentran en el campo de estudio de la axiología.
La axiología se suele hacer preguntas como estas:

• La naturaleza del valor: Cuando se pone algo a criterio de valoración, ¿se toman en
cuenta la realización de un deseo, algo placentero, una preferencia, una disposición

8
conductual o simplemente un interés humano de algún tipo? Es decir, ¿por qué es
importante o valioso el objeto?
• Criterios de valor: ¿Merced a qué es valioso un objeto?
• Estado del valor: ¿Cómo se relacionan los valores con los hechos (científicos)? ¿Qué
valor final, en su caso, tienen los valores humanos?

2. La persona como ser ético


En los siguientes temas hablaremos de que la ética no se manifiesta si no es en el en-
cuentro del ser humano con otros. La ética no puede existir pensando en el ser humano
como un ente aislado de la sociedad. De ninguna manera, antes bien, existe precisamente
para ayudarnos a encontrar las mejores formas de regular nuestra relación con las demás
personas.

En este punto, la antropología y la sociología se enlazan con la ética para generar la re-
flexión acerca de cómo es que las personas son, finalmente, el centro de las preocupacio-
nes éticas. Finalmente, la conciencia moral de las personas representa la expresión de la
tensión que existe entre su ser y las exigencias que se le plantean desde la sociedad en
la que vive, y la búsqueda de la felicidad es la finalidad que persiguen las personas. Para
alcanzarla, debe lograr primero la plenitud y la realización de su propio ser, a sabiendas
de que debe distinguir éste de su ego, el cual le pondrá pruebas basadas en el placer
inmediato y pasajero, que le harán creer que la felicidad es una cuestión que se adquiere
a partir de los objetos y no desde la realización interna.

En los siguientes temas hablaremos de la importancia de reflexionar interiormente para


fijar en nosotros valores adecuados que nos permitan tanto tomar buenas decisiones
éticas como ser personas con toda la dignidad del término.

2.1 Persona y dignidad

Todas las personas, como seres humanos, poseen algo en su esencia que no es nego-
ciable ni intercambiable por absolutamente nada en el mundo: la dignidad. La dignidad
es un derecho a mantener el ser en alto, es decir, es el derecho a mantener una línea
infranqueable en nuestras acciones, que a la vez pone límites sobre nuestra persona a
las acciones que ejercen los demás.

Todas las personas tienen valor y, por lo tanto, todas las personas tienen dignidad; inclu-
so los animales la tienen. Cuando ponemos a un perro o un gato en posición de querer
tratarlo como si fuera un bebé humano, le estamos robando su dignidad animal. Cuando
encerramos a los animales en circos, obligándolos a ejecutar actos para la diversión de

9
las personas, les estamos arrebatando su dignidad. Si bien los animales no son conscien-
tes de esto, el malestar derivado de las acciones que se les obligan a realizar se puede
considerar como una consecuencia de esa dignidad arrebatada.

Lo mismo pasa en las personas. Cuando les arrebatan su dignidad, el malestar se hace
presente. Las personas pueden sentir la humillación, el desasosiego, la falta de un compo-
nente de su espíritu, que les es fundamental. Desde un punto de vista secular y científico,
todos tenemos dignidad y debemos respetarnos y reconocernos unos a otros debido a
nuestra humanidad común para evitar poner a unos en situación de perder la dignidad
por culpa de otros.

En este sentido, todas las sociedades que se precien de ser justas deben basar sus le-
yes, reglamentos y objetivos hacia el logro y consecución del respeto de la dignidad de
la persona, pues son las personas las que representan el fin último de la sociedad. El
orden social y su desarrollo deben funcionar invariablemente en beneficio de la persona
y no al revés, como se hace muchas veces en gobiernos y sociedades que, justificando
el bienestar de la mayoría (o incluso de una minoría), sacrifican el bienestar y la dignidad
del individuo.

Muchos dilemas éticos se derivan de la idea de que atentan contra la dignidad de las
personas, por ejemplo, el aborto es el más común; para algunos, atenta contra la dignidad
del neonato y sus derechos a la vida; pero otros argumentan que no permitirlo atenta
contra los derechos y dignidad de las mujeres que no desean tener hijos.
Los avances recientes en biología evolutiva y neurociencia han profundizado nuestra
comprensión en este último enfoque relacional de los fundamentos de la dignidad hu-
mana. A largo plazo, la evolución parece haber favorecido el desarrollo de la sensibilidad
ecológica, la identificación grupal y la solidaridad, y la cooperación en la adquisición y el
uso compartido de los recursos. En el aquí y ahora los nuevos desarrollos en neurocien-
cia sugieren que nuestros cerebros son mucho más que procesadores de información
autónomos; cambian y crecen a través de nuestras interacciones y relaciones con otros
y con nuestros entornos externos.

Lo anterior significa que no sólo somos receptores de las propuestas éticas, sino que
nuestra responsabilidad personal se pone en juego todo el tiempo cuando se trata de
ejecutar una acción que pudiera tener repercusiones éticas.
Es por eso que toma tanta importancia el saber dirigir nuestro actuar hacia fines éticos.
Antiguamente, se decía que se trataba de mantener la conciencia tranquila. Hoy sabemos
que esa conciencia no es sino nuestro ser, que, frente a una acción inadecuada para los
otros, devuelve física y emocionalmente el daño que hemos infringido, pues finalmente
todos somos uno y el ser humano, como ente social, no puede desvincularse de lo que
le ocurre a la sociedad en donde habita.

10
2.2 La libertad como posibilidad y riesgo

A partir de los problemas que varios países como Estados Unidos y otros en Europa han
tenido con el terrorismo, ha surgido la necesidad de implementar sistemas de seguridad
que anticipen cualquier ataque a la población. Para esto, se ha hecho uso de la tecnología
que, por medio de algoritmos complejos, puede detectar una conversación peligrosa en
las redes o atrapar una página donde exista información que sea potencialmente dañina
para la seguridad de la nación.

Sin embargo, de la mano con estas cuestiones viene la cuestión de si es correcto que,
bajo la bandera del alza en la seguridad, se espíe la privacidad de los ciudadanos y se
vigile su vida de manera cercana.

Así, se abre de nuevo el debate acerca de si la libertad conlleva en sí la posibilidad del


riesgo. Es decir, si no se vigila a las personas, entonces podría haber un ataque que las
lastime; pero si se les vigila, se viola su derecho a la privacidad. ¿Hacia qué lado es más
importante decantarse?

Decimos que se abre de nuevo el debate porque obviamente no es la primera vez que
ser humano se debate entre la “seguridad” que le ofrecen sus gobiernos y la libertad de
elegir, manifestarse, opinar o simplemente vivir. En la década de los cincuenta, en Estado
Unidos el macartismo desarrolló una persecución infame contra aquellos acusados de ser
comunistas, de tener tratos con facciones comunistas o de traicionar a la patria por tener
ideas y amigos comunistas. Poco a poco, la persecución, fundada sobre argumentos de
protección al país, comenzó a volverse una persecución indiscriminada, una verdadera
cacería de brujas, en la que incluso el escritor Arthur Miller se basó para escribir su obra
Las brujas de Salem, denunciando con ella la persecución de la que él y otros famosos,
como Charles Chaplin, habían sido víctimas. En ese momento, numerosos actores e inte-
lectuales salieron en defensa de la libertad.

La civilización actual presenta dilemas y polos a los que unirse, que van desde la exis-
tencia en un sistema comunista o capitalista hasta guerras de poder y los intentos de
otros por dominar, que están presentes en la vida humana y contribuyen a dar forma a
las subjetividades. Si nuestra responsabilidad es la base sobre la cual se deben ejercer
nuestras acciones, entonces esto quiere decir que podemos ejercer nuestro libre albedrío
según creamos que es conveniente. Esto significaría que la libertad que poseemos para
ejecutar acciones diversas podría ser un riesgo.

Estas cuestiones ya se han abordado muchas veces en obras literarias como 1984, de
George Orwell, en donde se mantiene muy vigilados a los miembros del partido que
ostenta el gobierno (el único) y a la población se le mantiene tranquila por diferentes me-

11
dios. Al final, esta vigilancia, dada propagandísticamente a la gente como un medio para
salvaguardar la seguridad de la población, se muestra en realidad como un dispositivo
más para que unos cuantos puedan mantener el poder en sus manos, coartando con esto
toda posible libertad de las personas, incluso para amar.

En nuestra época, nos topamos con los riesgos de la libertad en el mundo digital. El medio
globalizado que es el internet ha dado pie a numerosos y nuevos delitos que son muy
difíciles de rastrear. Se ha exigido la libertad absoluta en la web, es decir, que las perso-
nas puedan navegar con libertad por sus páginas, que puedan acceder a la información
y que no haya restricciones acerca de las posibilidades de la red. El riesgo de libertad es
el más frágil entre los riesgos globales que hemos experimentado hasta ahora. No hay
que olvidar que, en el caso de las declaraciones de Edward Snowden, el caso causó un
revuelo, primero, por haber sacado a la luz muchos secretos que la gente debía conocer
del gobierno y de algunas empresas; al mismo tiempo, ha puesto el dedo en la llaga acer-
ca de las posibilidades que ofrece la web a los expertos en la tecnología para conocer
información que luego pueden dar a todo el mundo.

Entonces, la privacidad tampoco existe. Nuestros perfiles en redes sociales, correos elec-
trónicos e información que creemos salvaguardada por medio de contraseñas y claves
está, en realidad, disponible para quien quiera tomarla. Entonces, ¿dónde están y cuáles
son los límites que internet debe ofrecer? ¿Cuál es el precio de la libertad de acceso a la
información? ¿Cuál es el precio de la privacidad?

Sin embargo, junto con esto viene la facilidad para cometer tantos delitos que es muy
difícil incluso clasificarlos y más todavía ficharlos y castigarlos. En tiempos recientes se
están sentando las bases y precedentes para castigar a alguien que ha hecho un mal uso
de las redes, pero todavía falta mucho por avanzar. Recientemente, por ejemplo, se logró
condenar a una persona por practicar “violación por internet”.

Si quieres saber más de este asunto, pica aquí: http://www.bbc.com/mundo/noti-


cias-42252461

La libertad es por sí misma valiosa, es decir, su valor es intrínseco, lo que significa que
es un valor muy preciado. No es negociable ni intercambiable bajo ningún concepto. La
libertad se la valora por sí misma y es, de hecho, una de las principales preocupaciones
en la actualidad, pues nos preguntamos continuamente no sólo por la libertad física, que
se opone a la esclavitud, sino por la libertad intelectual, moral, afectiva, etc.

No obstante, es importante hablar de los límites que la libertad puede tener. Pongamos
el ejemplo de la ciencia. Cuando, hace muchos años, se llevó a cabo la exitosa clonación
de una oveja, surgió en todas partes la pregunta acerca de si sería buena idea que los

12
seres humanos pronto pudieran hacer copias genéticas de ellos mismos. En ese momen-
to, varios políticos, filósofos, personajes religiosos y científicos debatieron acerca de si
sería buena idea concederle al hombre las herramientas para ponerse a jugar a ser Dios,
manipular códigos genéticos, recrear a una persona con una copia idéntica, jugar con las
cadenas de la vida… Eso parece algo para lo cual los seres humanos no están preparados.

Diversos medios, incluso el cine y la ficción, salieron a la defensa de la vida del individuo,
de sus derechos como ser humano, y se preguntaron si el clon tendría los mismos dere-
chos que su original o si tendrían que ser diferentes. Preguntas tan complejas hicieron
que se determinara que por el momento no se debía clonar a una persona.

Estas cuestiones nos plantean que la libertad, al mismo tiempo que es valiosa, implica
una gran responsabilidad de nuestra parte. Por ejemplo, si bien una mujer dentro de
una relación de abuso es víctima del abusador, es responsabilidad de ella asumir que su
posición no es conveniente para ella y debe decidir alejarse. Aquí entra, por ejemplo, la
libertad afectiva. Ella puede sentir alguna coacción de orden social, religiosa o económica
para permanecer en esa relación. Sin embargo, una vez que toma conciencia de que su
estado no es el mejor, debe ser responsable para terminar con eso que le hace daño.

2.3 La libertad interior como independencia y como autoes-


tima, autonomía y autarquía
Respecto al tema de la libertad como responsabilidad interior hay mucho que decir. En los
últimos años acudimos a una explosión de mensajes en pro de la autonomía emocional,
que busca que las personas se desapeguen del otro para así poder liberarse a sí mismas
de gran cantidad de problemas.

Un ego desequilibrado es el culpable de que las personas se apeguen a los demás, que
hagan depender su felicidad y emociones de los otros. Volvamos al ejemplo de la esposa
que convive con un esposo abusivo. Ella está en esa relación de dependencia porque
le tiene un apego insano a él. Pero él también se lo tiene a ella. No la deja ir, no permite
que se separe de él, porque de esa forma su ego quedaría maltrecho. Entonces, ella es
quien debe armarse de valor, pese a que seguramente es muy difícil, y debe asumir su
responsabilidad al permitir ese apego malsano, para poder liberarse de ese abuso.

Por otro lado, intentar desapegarse simplemente se convierte en otro apego, un apego a
una “vida separada”, y es tan disfuncional como un apego desequilibrado o basado en el
miedo, como en el caso de la esposa maltratada. Una fuerza desequilibrada del ego no
puede entender realmente a qué se refiere el auténtico desapego, la base misma de un
ego desequilibrado es la “falta” y tratará de llenar esta falta mediante cualquier práctica
o técnica que pueda tener en sus manos, incluida la puntero de desapego: se puede ver

13
a las personas tratando de separarse como un medio para escapar de la vida, como un
medio para buscar un lugar de paz o bienaventuranza, o incluso como un medio para
buscar superior; todo esto es sólo el ego desequilibrado en juego.

La libertad interior es la independencia de estos factores externos que nos dañan. Es


la toma de responsabilidad de tomar del mundo solamente lo que nos permita crecer
y desapegarnos (no desentendernos) de aquello que nos lastima. Se dice que no debe
interpretarse como desatender un asunto, pues el aislamiento no nos conducirá a nada
bueno tampoco, además de que las experiencias son las que nos ayudan a crecer, sobre
todo las malas, así que no podemos simplemente voltear a mirar hacia otro lado.

En esta toma de responsabilidad, es trabajo nuestro fortalecer nuestra autoestima, la


autonomía y la autarquía. En cuanto a la primera, mucho se habla en las redes sociales
recientemente acerca de lo importante que es vivir para uno mismo, sin volverse egoísta.

Pero es importante saber proporcionarse a uno mismo el bienestar fundamental, sobre


todo en términos emocionales, para después poder proveérselo a otros. No se puede
tener una familia feliz si interiormente yo no logro sentirme bien conmigo mismo. La res-
ponsabilidad de desarrollar una buena autoestima es una cuestión ética.
La autarquía es la autosuficiencia, sobre todo se usa la palabra en términos económicos,
pero en realidad el término se refiere al gobierno de uno mismo. Cada quien debe ser
capaz de cubrir sus propias necesidades, y no solamente las físicas y económicas, sino
sobre todo las interiores. Es decir, pensar que para ser felices necesitamos de una pareja
o de hijos es ser egoísta con ellos y con nosotros mismos. Ser dependiente emocional de
una persona o volverla nuestro dependiente emocional es egoísta, es un acto donde priva
el interés propio, pero eso no puede llevarnos a algo bueno ni benéfico. Por el contrario,
estas conductas se convierten en bombas de tiempo que finalmente llevan a la depresión
y a la amargura. Así, la responsabilidad de mi bienestar interior es una cuestión ética que
debe ser abordada por cada individuo para poder desarrollar una armoniosa convivencia
con los demás. Por lo general, la gente con baja autoestima es la que se toma las cosas
más a pecho, se enoja con todos, comete delitos que le hacen sentirse “listo” y se rodea
de objetos que elevan su ego pero no mejoran en nada su autoconcepto. Esto repercute
en la forma en que se relaciona con la gente, perjudicándola merced a las relaciones
materiales que entabla con ellos.

2.4 Dinamismos éticos de la persona


Respecto al tema de la libertad, hay que recordar que finalmente la ética nos ayuda a
convivir unos con otros y tomar nuestras decisiones de manera acertada, sin perjudicar
a los demás. Nos movemos en un ámbito social y todo el tiempo nuestras decisiones
terminarán afectando a otros; por ejemplo, tengo prisa, ¿debería estacionarme en el sitio

14
para discapacitados? De todas formas, hay muchos lugares vacíos para gente con esas
características; además, no me voy a tardar.

En la ética es donde se aprecia la consideración científica más ajustada a la actividad


humana. Finalmente, como decíamos al inicio de esta sección, los seres humanos ne-
cesitamos por fuerza relacionarnos con los demás, y en esas relaciones, en la forma en
que las hacemos y en la manera en que elegimos a nuestros compañeros de vida, como
amigos o pareja, es que se pueden apreciar los valores que cada quien pone en juego
para hacer esa selección. ¿Elijo a mis amigos de acuerdo con su nivel socioeconómico o
de educación?, ¿me rodeo de personas sencillas y afectuosas en quienes puedo confiar o
de gente que gusta de divertirse en exceso, y rara vez he tenido ratos de conversaciones
íntimas y cercanas con ellos?

Finalmente, la ética nos ayuda a decidir de qué manera queremos movernos por la vida.
No se puede asegurar a raja tabla que una elección sea totalmente buena o mala. Nada
en la vida funciona así, sino más bien en escala de grises, pero sí podemos estar seguros
de que en esa escala algunas decisiones se inclinan al bien y otras no tanto. Pero lo que
sí necesitamos es una guía o un timón que nos ayude a dirigirnos hacia el lugar correc-
to la mayor parte de las veces posibles. Las personas están llamadas a realizarse en el
ejercicio de sus facultades, y así el ser se va forjando, junto con la personalidad ética,
conforme pasa por diversas experiencias de vida. En mi vida profesional, por ejemplo,
puedo elegir ser médico, pero también puedo elegir qué clase de médico quiero ser. En
todo ocurre de la misma manera. Me quiero casar y tener pareja pero debo saber a ciencia
cierta y con plenitud qué clase de esposo o esposa quiero ser y cómo voy a vivir plena
y responsablemente esto.

Así es como podemos hablar de una personalidad ética, que es la que se va desarrollan-
do junto con el crecimiento de la persona. Una persona que a lo largo del tiempo vaya
dejando de lado los valores éticos y cree que está por encima de ellos no logrará desa-
rrollar la suficiente responsabilidad de sus acciones para madurar y enfrentar las pruebas
difíciles de la vida. Así, tener una conciencia ética plena nos permite además ser fuertes
y mantenernos en la congruencia de las buenas acciones, incluso en los ratos difíciles.
Por supuesto, el madurar como seres humanos nos garantiza que la persona que somos
en este momento no volverá a ser igual nunca, porque al enfrentar día a día diferentes
pruebas, vamos creciendo, aprendiendo y cambiando. Si una persona se resiste al cam-
bio y al aprendizaje, se queda estancada. Las mismas experiencias negativas volverán
a ella una y otra vez. Porque necesita hacerse responsable, y para eso necesita tomar
decisiones éticas.

15
2.5 Factores de la personalidad ética
A pesar de que todos estamos obligados a actuar con ética, no todos parecen estar dis-
puestos o, mejor dicho, predispuestos a ello. Como ya vimos, las reflexiones y conductas
que adoptamos y llevamos a cabo a lo largo de nuestra vida, con base en criterios éticos,
van determinando nuestra personalidad, pero puede ser que para algunas personas re-
sulte más sencillo que para otras llevar a cabo actos éticos.

Por ejemplo, está el caso de las personas que roban cosas o piden dinero en la calle
solamente porque ese es el medio más fácil de subsistir, en vez de trabajar. Pero en rea-
lidad no lo necesitan, porque podrían perfectamente buscar un trabajo y unirse a la pro-
ductividad del resto. Pero existe el caso de otras personas que roban porque de verdad
han “tocado fondo” y no tienen la forma de subsistir. En un momento de desesperación,
podrían robar y descubrir que es la única forma en que pueden encontrar una forma de
sostenerse a ellos y sus familias, en un ambiente que no les permite desarrollo, pues
carecen de escuelas, servicios de salud y otras cosas.

Entonces, la gente que no conoce esta situación sancionará la práctica del robo y pensará
que siempre hay otras alternativas, que esto no es ético y debe ser totalmente reprobado.
Claro que es así, el robo nunca es una acción positiva, y mucha gente sale adelante desde
las condiciones más difíciles y sin caer en la delincuencia, sin embargo, lo que se trata
de mostrar aquí es que una personalidad ética debe estar dispuesta desde el ambiente
de desarrollo. Una persona que ha crecido con todos los servicios de salud, educación,
justicia, etc., a su alcance, tendrá más facilidad para desarrollar una conducta y un actuar
éticos que alguien que ha tenido que subsistir bajo condiciones difíciles.
Como se puede ver, para conformar una personalidad ética se conjugan varios aspectos.
El ambiente económico, social y cultural del que proviene la persona son muy determi-
nantes, pero también las creencias que se van adquiriendo a lo largo de la vida, como
las religiosas, sexuales y políticas. Una persona puede ir madurando, aprendiendo y
cambiando su forma de ver el mundo, ajustándose a las enseñanzas que su experiencia
le va dejando. Además, interfieren sus sentimientos y emociones muy a menudo en la
toma de una decisión ética.

Y es que es imposible tomar un rumbo ético en el actuar sin que en medio estén impli-
cadas la sociedad, la familia, el núcleo de amistades, etc. En el conocido dilema ético del
tren que, si pasa por una vía, matará a una persona, pero si se va por la otra matará a
muchas, la gente suele sacrificar, hipotéticamente, a una sola persona. Pero cuando se les
plantea que esa única persona es un querido familiar suyo, la gente cambia su decisión
de inmediato.

Así, cuando se toma una decisión ética no basta apegarse a las reglas morales que la
sociedad ha establecido. Hay que tomar en cuenta los factores que pueden hacer que

16
esta decisión se vea afectada. Este aspecto debemos recordarlo cuando, más adelante
en el curso, tengamos que resolver un caso ético concreto.

A veces, es difícil que una sola decisión ética sea la correcta, puede haber muchas res-
puestas posibles, y elegimos la que creemos la mejor con base no sólo en las normas
sociales, sino también en nuestra experiencia y, como ya vimos, en muchos otros factores
y aspectos implicados.

2.6 El bien y el mal


Por lo general, en occidente estamos acostumbrados a la idea de que los buenos son
siempre buenos, y que los malos siempre son así. Cuando pensamos en un criminal,
pensamos que es una mala persona en todos los aspectos de su vida, y nos sorprende
pensar que esa persona que ha matado a otros o que ha robado o que trata mal a sus
empleados en realidad puede hacer obras de caridad, estar a favor de los derechos ani-
males o ayudar al necesitado. Pensemos tan sólo en personajes como Hitler, sobre quien
recae la responsabilidad de la muerte de miles de personas, sin embargo, se puede decir
que era muy bueno con los niños. Stalin era muy bueno y dulce con su hija.

Este concepto engañoso del bien contra el mal es en donde se sustenta el sistema penal
y judicial de muchas sociedades. Los malos están en la cárcel; los buenos, afuera. Inclu-
so, culturalmente, se trata de conceptos que han generado la cosmovisión de muchas
culturas. Recordemos que en la Divina comedia de Dante Alighieri los malos están irre-
misiblemente en el infierno, mientras que los buenos están, sin más dudas, en el cielo;
y en medio, una escala de “grises”, los pecadores que no son tan malos y, por lo tanto,
pueden convertirse en buenos una vez terminada su penitencia.

Por desgracia, para las sociedades, incluso más allá de la ficción literaria, esta idea de lo
bueno contra lo malo también ha alimentado muchas guerras y conflictos en la historia,
e incluso en la actualidad. Hace que los grupos crean que están librando una causa justa
contra un enemigo “malvado” y que, una vez que la gente “malvada” haya sido asesi-
nada, la paz y la bondad reinarán supremas. Así, se suele presentar a los musulmanes
como los “malos” terroristas, y la gente comete infamias contra ellos, a pesar de que los
millones de personas que profesan esta fe no son en absoluto parecidos a unos cuantos
que cometen actos terroristas en nombre de una religión. O se cree que expulsando a los
latinos “malos” que cometen crímenes la sociedad se verá libre del mal inherentemente.

La naturaleza humana es infinitamente más compleja que esto, por supuesto. En los seres
humanos, “bueno” y “malo” ni siquiera son polos opuestos, sino fluctuaciones entre las
que se manejan absolutamente todas las personas. Realizamos actos buenos a veces,
nos comportamos ética y correctamente. Pero a veces también nos dejamos ganar por el

17
ego y nos comportamos mal. Las personas pueden ser una combinación de cualidades
“buenas” y “malas”. Algunas personas que se comportan cruel y brutalmente pueden ser
rehabilitadas y, finalmente, mostrar cualidades “buenas” como la empatía y la bondad.
Pero, ¿a qué nos referimos realmente cuando usamos estos términos simplistas de “bue-
no” y “malo”?

En primer lugar, se puede considerar que lo bueno es lo que se refiere a mantener la


armonía y el equilibrio. Para las religiones antiguas, mucho antes de que existiera el
cristianismo, las nociones de bueno y malo no existían realmente. Existían, más bien, las
nociones de orden y caos. Todo lo bueno, lo favorable, lo deseable, era lo que producía
orden, organización, equilibrio. Por el contrario, lo caótico era lo no deseable, lo malo.
El caos conduce a la destrucción, a la nada, a la muerte. Lo que tendiera al orden era lo
bueno. Lo que tendiera al caos era lo malo.

En nuestra cultura, estas posiciones se han sustituido por las nociones de bueno y malo
simplemente, lo cual suele generar conflictos. Lo que es bueno para unos es malo para
otros. Si yo me robo el agua de un pozo para mi familia, quizá esté privando a otras de
esa agua. Entonces, definir el bien y el mal se vuelve un poco más complicado.
En estos términos, ‘bueno’ significa falta de egocentrismo. Significa la capacidad de em-
patizar con otras personas, sentir compasión por ellas y anteponer sus necesidades a
las suyas. Si me robo el agua del pozo, dejaré a otros sin ella, por lo que no puedo hacer
eso. El bien a veces significa, si es necesario, sacrificar su propio bienestar por el bien de
los demás. Si en vez de robarme el agua del pozo, llego a un acuerdo con todos, quizá
no pueda tener el agua para usarla en todo lo que se me antoje, como poner una alberca
en mi casa, pero al menos tendré suficiente agua para vivir cómodamente y mis vecinos
también la tendrán.

Culturalmente, lo bueno es sinónimo de ser altruista, de hacer algo en bien de los demás
y no pensar solamente en uno mismo, es decir, ser empático. Si todos usamos adecuada-
mente el agua, podemos reabastecer el pozo apropiadamente, para que todos podamos
disfrutar de ella por mucho tiempo. Si sacrifico mi egoísmo de tener toda el agua para mí
y en vez de poner una alberca en casa dejo que todos mis vecinos puedan disfrutar del
agua, crearé un entorno más armonioso y agradable en vez de suscitar el rencor de mis
vecinos, y podremos vivir todos juntos más felices.
Todas las personas consideradas como buenas en la historia humana tienen estas cuali-
dades en abundancia. Pensemos en Mahatma Gandhi y Martin Luther King arriesgando
su propia seguridad y bienestar con el objetivo de obtener la igualdad de derechos y
libertad para los indios y los afroamericanos. Estos eran seres humanos con un grado
excepcional de empatía y compasión, que anularon cualquier preocupación por sus pro-
pias ambiciones o bienestar.

18
Las personas “malvadas”, en cambio, son aquellas que no son capaces de empatizar con
los demás. Como resultado, sus propias necesidades y deseos son de suma importancia.
Son egoístas, egocéntricos y narcisistas. De hecho, otras personas sólo tienen valor para
ellos en la medida en que pueden ayudarlos a satisfacer sus propios deseos o para que
puedan explotarlos. Esto se aplica a dictadores como Stalin y Hitler, y a asesinos en se-
rie y violadores. No es que fueran simple y totalmente malos, pero en gran medida eran
personajes egoístas que buscaron en exceso el dominio de sus puntos de vista sobre los
demás. Al parecer, su principal defecto era la incapacidad de empatizar con los demás.
Estas personas no pueden sentir las emociones de los otros ni entender su sufrimiento,
no pueden ver el mundo desde la perspectiva de otras personas y no tienen sentido de
sus derechos. Otros seres humanos son sólo objetos para ellos, que es lo que hace po-
sible su brutalidad y crueldad.

En estos términos, la gente que más problemas tiene para ver en los demás a sus se-
mejantes es la que tiene un severo problema mental, característico de la psicopatía. En
estas personas, el “mal” es una aberración, una forma de patología; como muestra, la
personalidad psicopática, que sólo emerge cuando la mente de alguien se separa en frag-
mentos desconectados. En este sentido, muchos se preguntan si la gente con problemas
de psicopatía no tiene la capacidad para entender el mal que lleva a cabo, entonces ¿es
responsable? La ciencia psiquiátrica y el Derecho se debaten continuamente en torno a
esta pregunta, que, desde luego, no vamos a resolver aquí.

La mayoría de nosotros nos encontramos en algún lugar entre los extremos de Gandhi y
Hitler en el espectro del comportamiento humano. Algunas veces podemos comportar-
nos mal, cuando los impulsos egocéntricos nos llevan a anteponer nuestras necesidades
al bienestar de los demás. A veces nos comportamos de una manera santa, cuando la
empatía y la compasión nos impulsan a anteponer las necesidades de los demás a las
nuestras, lo que resulta en altruismo y bondad.

La verdadera diferencia entre esta idea del “bien y el mal” y el concepto tradicional es
que la empatía o la falta de empatía no se solucionan. Exceptuando a las personas que
tienen problemas de psicopatía o sociopatía, que son incapaces de ser empáticos, para
la mayoría de nosotros la empatía o la bondad son cualidades que se pueden cultivar.
Esto es reconocido por la mayoría de las religiones y, de hecho, por todas las corrientes
de desarrollo espiritual, que afirman que cuando nos apegamos menos al materialismo y
la búsqueda de estatus, nos volvemos más desinteresados y altruistas.

2.5 Principios básicos


Como hemos visto hasta ahora, existen varias guías de comportamiento, entre las que
destacan la toma de responsabilidad por nuestras acciones y la obligación de mejorarnos

19
a nosotros mismos para poder convivir con los demás. Resumamos a continuación los
principios éticos básicos que fundamentan la aplicación cotidiana de una conducta ética.

Destaca, en primer lugar, el principio de solidaridad:

La solidaridad consiste en que, frente a la necesidad, cada persona debe aportar algo
al bien común según sus posibilidades. Al mismo tiempo, tiene derecho a recibir de los
demás lo que necesita para vivir y desarrollarse, si por justas causas él mismo no puede
adquirir lo necesario. Éste es el principio que anima las causas sociales, la asistencia so-
cial, los programas de protección y ayuda a discapacitados, la educación especial, etc.
Sabemos mucho sobre solidaridad. La vemos cada vez que el país se enfrenta a una des-
gracia, como un terremoto. La gente se adhiere a las causas justas y no duda en ayudar
a los otros. Sin embargo, la solidaridad debe practicarse día a día con los más cercanos a
nosotros. La solidaridad está vinculada a muchos otros valores y principios éticos, como
la justicia, la paz, la verdad, la libertad y el desarrollo humano.

Al hablar del concepto de bien común, veremos con detenimiento este importante valor,
por ahora, baste decir que se le ha enunciado por separado de los que veremos a conti-
nuación, porque es uno de los más importantes y es uno de los sostenes fundamentales
de la ética.

El resto de los principios básicos los podemos ver a continuación:

20
21

También podría gustarte