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Juan M Castellanos 1
GT19 - Antropología, Compromiso Militante y Participación Política
IX Reunión de Antropologías del Mercosur RAM
Resumen
Acción política
1
Antropólogo, Magíster en Comunicación Educativa, Doctor en Ciencias Sociales, Niñez y Juventud de la
Universidad de Manizales y el CINDE. Profesor Asociado en el Departamento de Antropología y Sociología de la
Universidad de Caldas (Colombia). Email: juan.castellanos@ucaldas.edu.co.
1
solamente en relación con los propios, sino en re-acción con los otros, con los objetos-
sujetos de oposición, diferenciación o superación.
Con esta introducción y antes de continuar, es preciso considerar que estas reflexiones
son el producto de un análisis comparativo, prosopográfico, de 68 jóvenes reclutas en 9
cuerpos armados legales e ilegales que se enfrentan efectivamente en el conflicto interno
armado a finales del siglo XX en Colombia. Se realizaron dos series de entrevistas, con
diferente grado de estructuración, las cuales fueron analizadas comparativamente mediante
la ayuda de un diseño de análisis de correspondencias múltiples. En lo que sigue les voy a
proponer la discusión y en análisis, limitando la exposición de los datos al mínimo, debido
a la limitación de espacio y tiempo. Para una visión completa les solicito remitirse al
trabajo completo (Castellanos, 2011).
Móviles y movilizaciones
3
Participar de la acción guerrera hace parte de esta movida2 sin agente, en tanto es el
fruto del acuerdo, de ponerse al ritmo, sin que exista un demiurgo, una suprema entidad
responsable ni respondiente: pues el Estado, la Iglesia, el Partido, el profeta carismático o la
clase movilizada, la clase para sí del marxismo clásico (Marx & Engels, 2001 (1846)), son
también productores producidos. El jugador estratégico, la estructura de movilización,
aprovecha el concierto, las condiciones subjetivas para hacer su movimiento (en tanto
acción y en tanto estructura de movilización). A los cuerpos sociales debe también
aplicárseles trabajo para sacarlos del punto de equilibrio, del punto de inercia en que se
hallen y ponerlos en movimiento, activarlos en la dirección que el poder o contrapoderes en
acción encauzan. La movilización es el trabajo práctico, simbólico y organizativo sobre los
sujetos para disponerlos, para orientar su trayectoria, para encausarlos al inscribirlos en el
movimiento. La movilización implica móviles, motivos, fuentes, oportunidades, momentos
y eventos. En este orden de ideas, la movilización es un doble movimiento de producir los
sujetos y generar las estructuras de movilización, producidas por sujetos producidos para
ser movidos y mover en direcciones previamente construidas. No hay ruptura aparente, hay
historia incorporada e historia construida como presente, como futuro y como utopía,
inmersas en las relaciones de poder y las interacciones,.
Los móviles pueden ser entendidos como las razones o las racionalizaciones que los
sujetos hacen de su movilización armada: sus motivos. Las fuentes de movilización pueden
ser examinadas en una taxonomía extensa y prolífica. Para efectos de la operacionalización
dirigida a construir las preguntas hechas a los JG3, y los cuales analizamos a continuación,
hemos diferenciado móviles:
2
Estamos pensando acá en la noción de movida, como la acción de mover una ficha, en el juego de ajedrez, en la
que hay un jugador, que juega con y a través de los otros, sus fichas, y no en la idea desarrollada por Aguilera (2006).
3
JG: jóvenes guerreros. Es la categoría que hemos construido para caracterizar un conjunto de 68 reclutas de
cuerpos armados legales e ilegales a partir de los cuales realizamos nuestro análisis (Castellanos, 2011).
4
- Recursos de naturaleza económica (entre los que el dinero ocupa un lugar preeminente por su papel de
equivalente universal).
- Recursos de naturaleza cultural (entre los cuales los diplomas escolares y universitarios han cobrado una
importancia creciente).
- Recursos sociales consistentes en la capacidad de movilizar en provecho propio redes de relaciones sociales más o
menos extensas, derivadas de la pertenencia a diferentes grupos o “clientelas”.
Estos tres grandes tipos de recursos no sólo constituyen los “intereses en juego” dentro de determinados campos,
sino también las condiciones para “entrar en juego” y hacer jugadas rentables dentro de un campo, de modo que se
acrecienten los recursos inicialmente comprometidos. Por la misma razón, el campo se considera también como un
mercado donde tiene curso y se negocia un capital específico.
4
Los móviles se concretan en slogans, campañas, consignas y valoraciones
comparativas con la situación de los padres, su presente y futuro. Se expresan como
justificaciones morales sobre hechos pasados, situaciones personales o sociales, conflictos
heredados, reivindicaciones, razones históricas o generacionales, promesas de un futuro
personal y familiar o alguna otra utopía movilizadora. Los móviles son en parte los fines de
la acción ajustada y por lo tanto pueden ser identificados y discriminados para entender su
participación en las decisiones prácticas que los sujetos realizan: las cosas que hay que
decidir, los parámetros de comparación entre situaciones y oportunidades, la evaluación de
lo realizado, la elección entre alternativas o los dilemas a los que la vida nos enfrenta
cotidianamente. Con este material, con la combinación estructurada por la historia, por la
trayectoria, por el azar, la agencia y la contingencia se producen las distintas formas o
configuraciones de movilización, encarnadas en sujetos y subjetividades concretas que
narran las vidas y las biografías.
Dos formas de finalismo guerrero están inscritas en los dos polos opuestos que oponen
formas de movilización prestigiosas y formas de movilización desprestigiadas, que son
producto del estado de las relaciones entre las estructuras de movilización y de la
localización, en el espacio social, de los agentes que las componen. Las formas
desprestigiadas de movilización armada, pesan más para los más jóvenes, lo cual es
generado, en parte, por una especie de efecto de muestra, pues los más jóvenes venían de
los grupos irregulares. A finales de la década de 1990 e inicios de la primera década del
2000, la movilización armada devaluadas eran la guerrilla y los paramilitares, las
revaluadas eran la Policía, el Ejército, la Aviación y la Armada; la movilización
subvaluada eran la vigilancia privada y la guardia penitenciaria. Para ello se combinaron de
manera específica los incentivos simbólicos y económicos de unos y otros, con el papel
determinante del proceso de constitución o reconstitución del monopolio de la violencia por
parte del Estado colombiano en la generación de estas tres diferentes cotizaciones de
movilización armada en el estado del mercado de violencia5.
5
Faltan otras clases como los sicarios de los carteles de la droga, los detectives de inteligencia-DAS, la
investigación criminal tipo policía judicial y el auge reciente de las carreras de criminalística, entre otras.
5
La rebelión y las formas de movilización armada
Contrariando esta lógica que acredita el derecho a la rebeldía y, con ella, a las formas
de movilización armada insurgentes, el estudio de Collier (2003), realizado en el Banco
Mundial, planteó a partir del análisis de 42 guerras civiles de finales del siglo XX, la
mayoría en África, que la violencia armada denominada rebelión, era el producto de la
instrumentalización y de la manipulación de líderes y fracciones de clases movidas
esencialmente por intereses de orden económico, casi siempre predatorios, para apoderarse
de recursos significativos en contextos sociales de escaza regulación social y bajo control
estatal. Desde este punto de vista los guerreros, especialmente sus líderes, los “señores de
la guerra”, pero no sólo ellos, que se comportarían como sujetos racionales que hacen
inversiones, calculan costos y maximizan beneficios con el manejo y administración de la
violencia, para la apropiación de recursos y rentas potencialmente importantes (Rubio,
1998; Gutiérrez Sanin, 2004; Duncan, 2006; Kalulambi Pongo, 2003). Desde esta
perspectiva, toda forma de movilización guerrera no estatizada y en contextos de pobreza y
recursos con alta rentabilidad, mal distribuidos o sin distribuir, estaría orientada por la
cacería de rentas y derivarían, a la larga, en interacciones violentas predatorias.
6
En la revisión que Kalyvas realizó a la ontología política de la violencia, las guerras
irregulares no tendrían el carácter disyuntivo que opondría sustantivamente a adversarios
enfrentados y alineados por alguna escisión maestra de la guerra. Las interacciones
violentas serían el fruto de interacciones difusas entre identidades y acciones políticas y
privadas, entre lo nacional y lo local, lo personal y lo colectivo, lo privado y lo público y
activarían de manera diferencial las líneas de falla que atraviesan las sociedades en sus
distintas escalas. La distinción entre codicia y agravio aceptada para caracterizar la
dimensión política de la movilización armada se muestra insuficiente para entender la
ambigüedad estructural y coyuntural de las guerras civiles (Kalyvas S. N., 2004, pág. 51 y
ss.). La escisión maestra con que suele clasificarse y calificarse la acción y las
interacciones entre los agentes enfrentados hace parte de la producción del conflicto y de
sus diferentes estados o equilibrios de fuerza, por lo que debe ser revisada como producto y
no sólo como causa lógica de la confrontación.
Entre las dimensiones del análisis se formula la conexión entre la orientación política
y los determinantes circunstanciales de la posición política. Para establecer el contenido y
los contrastes de la orientación política replicamos algunas preguntas de una encuesta sobre
cultura política democrática aplicada en Colombia y 15 países más, con un año de
anticipación y que desarrolla tópicos como: tolerancia política, apoyo al gobierno,
conocimientos de la democracia, autolocalización política, satisfacción con la democracia,
adscripción a procedimientos y valores liberales y confianza en las instituciones políticas.
Adicionalmente se incorporaron preguntas sobre la valoración de la capacidad de
incidencia, el apoyo recibido a su accionar armado y la fuerza político militar de las
estructuras de movilización armada en la que participan los JG, como descriptores de la
evaluación subjetiva de la posición.
Tratando de escapar a las trampas del pensamiento dual, pero conscientes de su fuerte
presencia en los esquemas de percepción y reflexión de la ciencia social, como fundamento
y con consecuencias en la producción de juicios morales y moralizantes sobre los agentes
sociales, nos encontramos en un escenario de disputa entre tradiciones que defienden la
legitimidad de las formas de expresión política violenta, armada en nuestro uso del término
y la ilegalidad como fuente de ilegitimidad de ellas; consecuente con ello, la justificación
de la violencia estatal como guerra justa (Uribe de Hincapié, 2001). Es hora de entrar en el
paréntesis colocado a la política en la movilización armada, sin pretender resolverlo o
eliminarlo, sabiendo que con ello estamos en la mitad de una guerra por la representación
y que nuestro análisis de lo moral y lo político corre el riesgo de ser leído en clave moral y
política.
Si la política está en el partido (Gramci, 1921), la posición política se adquiere con él,
pero la disposición política es un a priori de entrada; es por tanto una condición de la
movilización política y de la movilización armada pensada como subclase de la anterior.
¿Pero acaso todas las formas de movilización son intrínsecamente políticas? La
6
Como la relación entre la ontogénesis y la filogénesis. La cultura política colombiana tendría que ser descrita en
su conformación como parte del legado colonial, pero también en su propia historia específica. Un pequeño segmento de
este proyecto hemos tratado de analizar en el capítulo tercero, al preguntarnos por la génesis y el estado actual del “campo
de la guerra”, como principio articulador y productor de las disposiciones guerreras.
8
movilización comporta elementos a priori que (pre)disponen al sujeto para el encuentro
con cierto tipo de estructura movilizadora, pero también es un posteriori, resultado del
trabajo de inculcación, del trabajo de formación y de la práctica guerrera misma. La “toma
de conciencia” de la dimensión política de la movilización armada es un proceso que
comporta elementos mínimos que deben ser producidos primero como propensión y luego
como capacidades y formas específicas de acción y comprensión más o menos ordenadas,
que pueden ir desde una afiliación ordinaria hasta la incorporación de una “ideología de
clase”, de la visión del partido o de la causa por defender. El paréntesis de lo político en las
formas de movilización armada implicó la apuesta por la demostración de que es previo y
que es consecuencia de la inscripción en cuerpos armados. Asumimos de entrada que hay
un marco común, casi una matriz genérica que podría ser descrita como la cultura política,
que está entre los antecedentes de la movilización colectiva, sea esta armada, violenta o no.
La cultura política como capacidad y propensión se activa entonces a partir del trabajo
de movilización en cuanto energía potencial acumulada por el trabajo de in-formación8 de
las instituciones de socialización política: la familia, la escuela, los medios, los partidos, el
trabajo, entre otros. La disposición política es logos, emotĭo, ethos y praxis, hemos dicho.
En ese sentido es posible generar una conexión con los indicadores propuestos por Almond
y Verba (2002) y operacionalizados por las encuestas de cultura política democrática
7
Estoy asumiendo los planteamientos sobre la violencia simbólica expuestos en La Reproducción (Bourdieu &
Passeron, 1998 (1979)).
8
Estoy asumiendo acá el planteamiento de C. Geertz cuando analiza el impacto del concepto de cultura en el
concepto de hombre (Geertz, 1988, pág. cap. 3).
9
(Lapop entre otras9), que la piensan como orientaciones cognitivas, evaluativas y
conocimientos acerca de si en relación con los objetos políticos y administrativos. La
discusión con este enfoque de investigación no está entonces al nivel de los indicadores,
sino de cómo se reintegran en una teoría de la acción y específicamente de la acción
política. La visión estructural-funcionalista de la tradición de análisis comparado de las
“culturas políticas”, parte de una hipótesis culturalista y funcionalista entre estructura,
sistema y valores o cultura10. En la perspectiva de la teoría de la acción que asumimos
como marco comprensivo de esta tesis, la cultura es un espacio de disputa y acumulación
de relaciones históricas desiguales, por lo que orientación política no es algo que el sujeto y
los colectivos tienen, sino huella que tiene historia y presente, que está siendo reconstruida
constantemente y uno de cuyos productos más visibles es la dinámica de las subjetividades
políticas y el devenir de la acción política.
9
Las preguntas de la Encuesta de Cultura política del DANE abrevan muchas de ellas de la misma fuente
(http://www.dane.gov.co/). Así mismo del Latinobarómetro (http://www.latinobarometro.org/).
10
Para una revisión de los presupuestos de este programa de investigación ver (Alvarado & Castellanos, 2008).
10
cual sus contrastes cobran sentido. Al respecto es preciso decir que no se encontró la
polaridad política explícita públicamente entre las estructuras de movilización, entre los
sujetos que las componen. Las oposiciones y cercanías que acercan o alejan, rivalizan o
solidarizan a los agentes armados en el campo del conflicto interno armado en Colombia no
se transfieren mecánicamente a los grupos sociales de donde reclutan y, en últimas, a sus
combatientes potenciales. La radicalización de la rebeldía o del conservadurismo adscrito a
edades sociales distantes en el inconsciente social no son aprioris u oportunidades para la
conformación de los cuerpos armados, estos deben trabajar incesantemente para producir
insurrectos y vigilantes. Encontramos una generación pragmática, que no responde a los
contrastes que movía las entrañas en estados anteriores del campo político nacional e
internacional. Tenemos una generación política de posguerra fría, que parece haber
superado (olvidado o no aprendido) la articulación del antiimperialismo como movilizador
nacionalista, que no reconoce tampoco la figura del pueblo como sujeto –deidad- que
encarnaría la voluntad colectiva.
Coexisten, entre los JG entrevistados, dos formas básicas de concepción política que
hemos denominado democratismo individualista y populista. Los individualistas, formas
locales de referentes al interior de la tradición liberal, defienden los procedimientos
instituidos de la democracia como sistema político y confían en éste como salvaguardia de
libertades y derechos individuales. Defienden entonces estilos de democracia formal no
populista. No respetan por ejemplo a las mayorías, pues La mayoría es un recurso
circunstancial y cambiante con el que es mejor no comprometerse de lleno, pues en un
momento u otro se puede pasar de ser mayoría a minoría. Asumen como esquema de
acción, una suerte de situacionismo político, que refiere al pueblo o a las mayorías como
medios y no como fines de la acción política. Esta postura está mediada, en parte, por la
consideración de la ignorancia del pueblo y de las mayorías y la sobrevaloración de la
“capacidad de manipulación” de los medios. Lo que hace del pueblo y de las mayorías
sujetos políticos poco confiables, por los que no hay que “rasgarse las vestiduras”.
11
El escenario de la política, se muestra así como un espacio de diseminación,
oportunismo y heteronomía que produce o coproduce subjetividades políticas que tienen las
mismas características: inconsistencia, asistematicidad y pragmatismo. Se encuentra, por
ejemplo, que los referentes de articulación de las diferencias políticas entre
izquierda/derecha, que produjo una generación radical de izquierda en las décadas 1960-
1980, que reivindicaba y se movilizó a partir del triunvirato pueblo-mayoría-
antiimperialismo, sigue reproduciéndose en un conjunto limitado de militantes de la
guerrilla.
El campo moral reúne dos tipos de collage axiológico: por un lado, la naturalización
de las diferencias materiales, repudio de la igualdad como ambición del contrato social,
acuerdo con la libertad de movimiento y desacuerdos parciales con la libertad de expresión,
cuando pone en discusión el orden establecido. Este surtido heterogéneo lo expresan
sujetos que se autolocalizan “a la derecha” del espectro político nacional11. Del otro lado, se
apunta a la búsqueda de la igualdad como propósito, la desnaturalización de la desigualdad
material como argumento, la defensa de la libertad de expresión como principio y el límite
a la libertad de movimiento como medida cautelar. Estos esquemas de configuración
política se despliegan al interior del mismo espacio de moral liberal. No hay
reivindicaciones iliberales, por ejemplo de orden comunitarista, que atente contra las
libertades individuales como norma estándar, más allá del apoyo circunstancial a formas de
autoritarismo de Estado, concentración temporal de poderes y tomas de facto del poder
político, que hacen parte del menú permitido en las generaciones políticas antecedentes.
11
Los indicadores de cultura política democrática del conjunto de JG entrevistados fueron replicados de la
entrevista anual (2006) del programa LAPOP, con el ánimo de incluir una variable control y comparativa con la población
nacional. Para más detalles remitirse a Alvarado y Castellanos (2008), Castellanos (2009), Rodriguez-Raga, Seligson y
otros (2006)
12
con procesos de concentración de poderes y funciones en el ejecutivo. Otro sector, que
contrasta con el anterior, que desdeña del orden establecido, no reconoce la legitimidad de
sus procesos y funciones políticas. Un tercer tinte políticamente autoritario e intolerante
que aunque defiende una visión conservadora del estado de las cosas, reconoce que el
gobierno12 defiende los intereses de “unos pocos”. Este último matiz expone a quienes
confían en la preeminencia de la comunidad política nacional, desconfían de quien la
dirige, pero se integran al sistema. La sedición, en este conjunto de contrastes incorpora
agentes que expresan un escepticismo de los procedimientos democráticos, se alejan del
reformismo como esquema de acción política y niegan la legitimidad del orden político
instituido. En el caso del tratamiento a las minorías, simulando una especie de barómetro,
podemos decir que, en una especie de continuo, la tolerancia política hacia minorías y
opositores varía de mucho a nada. Se genera un contraste entre a disposición al respeto de
los derechos políticos de los opositores y el de los homosexuales. Lo uno no conlleva a lo
otro.
12
El gobierno de turno en el momento del estudio promueve un estado corporativo, que naturaliza y aumenta las
diferencias sociales, concentra en el poder y manipula el estado en su propio beneficio político, que es en últimas
beneficio económico de las fracciones de clase que lo respaldan a nivel internacional, nacional y regional. Este gobierno
que promueve la seguridad inversionista como principio y que convierte a los empresarios y negociantes en su principal
agente, tiene un marco tinte conservador.
13
Se expresa una incoherencia en los modelos prácticos de configuración política. Y lo
que se muestra es el carácter híbrido, ambiguo y circunstancial de las posiciones políticas.
Los demócratas convencidos, alienados al stablisment, pro-gobierno, apoyan formas
autoritarias de organización política, como la existencia de un único partido. Mientras que
la oposición defiende a los partidos, porque defiende las minorías efectivas de la escena
política. Las disposiciones políticas situacionales y oportunistas están relacionadas con
configuraciones de habitus políticos pragmáticos y utilitaristas, que no se adscriben a la
coherencia como esquema lógico de evaluación y de acción política, sino que se validan en
la ocasión y en el contexto. Cambiante y efímero, este sujeto político se mantiene leal a sí
mismo, no a una exterioridad ideológica que lo evalúa.
El contraste entre la orientación hacia las vías o medios para la transformación política,
permitió la reconstrucción de cuatro formas básicas de disposición para la acción política,
que se actualizan en el estado actual del campo y del mercado político. El reformismo como
modelo básico pregonado desde las posiciones dominantes en el campo político
internacional; el conservadurismo enaltecido por las fracciones de clase dominantes en el
campo político nacional; y, la subversión como propuesta de transformación radical. Al
lado, los pasotas, acomodaticios, que pregonan la inacción como acción: dejar hacer.
¿Qué tipo de actitud política está asociada a las diferentes formas de movilización
armada?: pocos reformistas, muchos conservadores, algunos revolucionarios y pocos
pasotistas. Los JG resultaron mucho más conservadores que la población nacional. Se
puede decir entonces, que la movilización armada, en tiempos de restauración moviliza
hacia las filas a los portadores de formas de cultura política conservadora; los reformistas
aparecen poco interesados en las milicias, siendo la mayoría entre la población nacional. El
estado del sistema político, su respaldo o cuestionamiento coproduce la disposición al
cambio. No es la ideología en si la que mueve, sino la situación y la interacción, pues se
está en una y otra postura, no articulada explícitamente en el discurso cotidiano, en relación
con los otros y el campo que generan sus oposiciones.
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