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Conceptos
11. La Mesta
A la par que tropas cristianas conquistaban territorios a los musulmanes cada vez más al Sur, los
ganados viajaban a campos cristianos con rebaños para invernar en pastizales de clima más templado.
La gran importancia que tomó el ganado ovino por la exportación de la lana para la fabricación
castellana de paños tenía asegurado el cobro de tributos a los rebaños trashumantes. Es por ello que el
Rey Alfonso X el Sabio, en el 1273, reunió a todas las Mestas del Reino en una sola Hermandad, que
se denominó El Honrado Concejo de la Mesta y que abarcaba a todos los pastores de Castilla y León
y les otorgaba una serie de privilegios sobre derechos de paso y pastoreo. La Mesta gozó de grandes
privilegios en detrimento de la agricultura, llevando a ambos contrincantes innumerables pleitos y
disputas hasta su desaparición en 1836, ya que los agricultores veían cómo territorios de pasto iban
invadiendo poco a poco terrenos que deberían ser de cultivo. Uno de los grandes problemas de la
Mesta fue la exportación continuada de la lana, que impedía crear una industria textil propia. Con
ello, se ahogaba el desarrollo y se condenaba a nuestro país a un atraso considerable. Bajo el reinado
de Fernando III y con su sucesor Alfonso X, los ganados trashumantes ganaron extensiones de
terreno por donde moverse, ya que fueron decisivas la conquista de Extremadura y de las tierras de la
cuenca del Guadiana. La introducción de la oveja merina, que, originaria de África, es la raza que da
la mejor lana de Europa. La mesta estaba dirigida por un Presidente, 4 alcaldes de cuadrilla, los
alcaldes mayores y los jueces de comisión. Tenían lugar dos asambleas al año, una en otoño y otra en
primavera. En las asambleas se decidía sobre litigios, ganado extraviado y quejas en general. Para ser
miembro de la Mesta se necesitaba poseer un número específico de cabezas de ganado. Al crearse la
Mesta se trataba de dar carácter legal a unas cañadas que permitieran el paso de los ganados dos
veces al año (una vez cuando los rebaños se dirigían hacia el Sur en épocas de bajas temperaturas, y
la otra cuando subían hacia el Norte en verano). Las cañadas se bautizaron como ―Cañadas Reales‖,
para indicar que estaban bajo la protección de la Corona. Las cañadas clásicas son cuatro: León,
Soria, Segovia y Cuenca, aunque hay muchas más de orden secundario. Aparte de los caminos
principales o cañadas, había una gran cantidad de caminos más pequeños, que recibían el nombre de
cuerdas o cordeles que servían para llevar a los ganados a las zonas de pasto.
12. Las Cortes de Castilla. Estructura, organización y funciones
Las asambleas convocadas por Alfonso IX en 1188, 1202 y 1208 pueden ser tenidas como el origen
más seguro de las Cortes de Castilla, cuando la monarquía llamó a consulta a los ciudadanos como
primer paso para el establecimiento de nuevos impuestos que deberían recaer necesariamente sobre
ellos mismos . Desde ese momento, el papel político de las Cortes no hizo sino crecer, al erigirse en
una instancia decisoria en los frecuentes conflictos por el poder en el mundo medieval. Los reinados
de Sancho IV , Fernando IV y Alfonso XI, con sus querellas entre nobleza y Corona, favorecieron las
tesis de las ciudades y el poder de la asamblea castellana. Este mismo fenómeno volvió a
reproducirse a finales del siglo XIV y principios del XV, surgiendo de esta experiencia una Cortes
plenamente definidas en sus funciones institucionales y, sobre todo, con una vocación política:
potenciar el poder monárquico frente a los caprichos de la nobleza y del clero. Las Cortes de Castilla
sólo podían reunirse por convocatoria regia, careciendo, pues, de cualquier iniciativa tanto de reunión
como de establecer el orden de los temas fundamentales que deberían debatirse. También carecieron
de una sede propia, siendo el monarca el que designaba el lugar de la reunión, la fecha de apertura y
el edificio de los debates. Por lo común, el lugar de la reunión coincidía con el habitual de la
monarquía; durante la Edad Media, al ser itinerante la corte, la asamblea solía reunirse en los grandes
núcleos de la Castilla de ese momento: Burgos, León, Valladolid, Segovia, Toledo, Córdoba y
Sevilla. Las Cortes se iniciaban con un discurso de la Corona, generalmente efectuado en nombre del
rey por el presidente de las Cortes. Los debates eran dirigidos por un conjunto de burócratas ajenos a
la asamblea representativa, todos ellos designados por la Corona de entre sus consejeros más
próximos Los debates de Cortes tenían una duración media de tres o cuatro meses. Las funciones de
las Cortes medievales fueron primordialmente fiscales y de consejo político. Para algunos
historiadores del derecho, la función básica, y aún originaria, de las Cortes fue precisamente la de ser
un órgano a través del cual el reino podía aconsejar a la Corona. Otra función básica de las Cortes de
Castilla estuvo relacionada con la creación del derecho. Ahora bien, en el mundo medieval la
capacidad legislativa correspondía al monarca en exclusiva; la Cortes podían animar a que el rey
legislara en asuntos de interés general, pero en ningún caso la asamblea suplantó un derecho que
correspondía en plenitud a la iniciativa regia. Junto a estas funciones, muchas de ellas con carácter
más mítico-teórico que práctico, las Cortes tradicionales tuvieron importantes parcelas de actuación
en el devenir institucional de la monarquía castellana, singularmente en el terreno de la jura de reyes
y sucesores al trono; fue éste un aspecto decisivo y aún poco resaltado, porque la jura del monarca o
su sucesor ante la Cortes equivalía a que éstas gozaran del privilegio de legitimación de la dinastía,
fenómeno esencial en la constitución del poder en el mundo medieval y moderno. Otras funciones,
frecuentemente ignoradas pero de enorme importancia, eran la ratificación de acuerdos
internacionales, la ratificación de tratados matrimoniales y, sobre todo, el derecho de petición ante el
monarca. En cuanto a su composición, las Cortes de Castilla sufrieron una profunda evolución a lo
largo de su historia. Inicialmente, a fines del siglo XII y durante el siglo XIII, el derecho de asistencia
era universal a todas las ciudades en tanto tuvieran organización independiente y jurisdicción sobre
un determinado territorio. Ello condujo a reuniones con la convocatoria de más de cien ciudades y
villas; sin embargo, la tendencia fue restrictiva, tanto en el número de las ciudades como en el de
representantes, hasta entonces en un número que podría llegar a cuatro procuradores por ciudad.
Aunque se ha llegado a hablar de una representación democrática en las Cortes, ésta es otra de los
mitos. De hecho, la procuración en Cortes se apoyó en sistemas electorales diseñados a la medida de
los intereses de las oligarquías locales, frecuentemente vinculadas con el poder central. Fue usual que
el procurador castellano perteneciera al funcionariado, a la milicia, a la diplomacia e, incluso, a la
nobleza titulada de Castilla. Ello conduce a uno de los aspectos más debatidos de la historia de las
Cortes castellana: la presencia de los estamentos privilegiados. Tradicionalmente, se ha afirmado que
las Cortes observaba una estructura participativa de base estamental (clero, nobleza y ciudadanos).
Todo ello debe ser matizado: es cierto que la nobleza y el clero solían participar en las sesiones de
Cortes, pero nunca como la representación de un estamento social sino en tanto servidores de la
monarquía.
13. Las Hermandades en Castilla. Tipología y Funciones
Las Hermandades son las uniones o federaciones de municipios, personas o entidades sociales de
cualquier tipo, ligadas por juramento de fidelidad y ayuda mutua para la defensa de unos intereses
comunes en la Edad Media. Las hermandades fueron un fenómeno general a toda la Europa
medieval, si bien en la Castilla de los siglos XIV y XV desempeñaron un papel político de primera
magnitud. Las Hermandades nacieron en los territorios de Castilla y León a finales del siglo XII. La
fundación de una hermandad solía darse por iniciativa propia de sus miembros, sin permiso de la
monarquía y a menudo contra la voluntad de ésta. Muchas hermandades recibieron, sin embargo,
confirmación regia y fueron promovidas y utilizadas dentro del proceso de centralización estatal
bajomedieval como eficaces instrumentos de control social. Las primeras hermandades medievales
eran temporales y se formaban para afrontar una determinada necesidad. El ámbito territorial de
actuación de estas instituciones podía ser muy variable (desde un grupo reducido de concejos a uno o
varios reinos) y su composición social extremadamente heterogénea. A pesar de ello, los lazos de
lealtad y ayuda mutua que ligaban a sus miembros actuaban más eficazmente en las relaciones
sociales que las lealtades debidas hacia otras instancias, como la corona. Las hermandades se
convirtieron en organismos de práctica política de los colectivos a los que representaban y
adquirieron una gran fuerza política en períodos de crisis en los que, como a menudo en la Baja Edad
Media castellana, las luchas de bandos nobiliarios producían el quebrantamiento de la paz social y el
vacío de poder público. En la Castilla medieval se dieron fundamentalmente tres formas de
hermandad, a saber: a) uniones generales de concejos municipales con fines de mantenimiento del
orden público y defensa de los fueros. b) uniones de propietarios para la defensa de sus patrimonios
c) uniones de ciudades con intereses comerciales o económicos comunes Las de mayor relevancia
histórica fueron las hermandades concejiles, federaciones de municipios, en las que a veces participó
también la nobleza, reunidas para fines de interés comunitario. A fines de la Edad Media, el proceso
de centralización administrativa y el nacimiento de una forma moderna de Estado propiciaron la
utilización sistemática de esta forma de organización comunitaria por parte de la monarquía como
forma de mantener el orden público y de hacer un uso controlado de la violencia. Las primeras de
estas hermandades, de carácter temporal, se crearon para afrontar necesidades urgentes. Los
conflictivos reinados de Alfonso X o Enrique IV vieron la aparición de hermandades concejiles,
convirtiéndose en elemento esencial del devenir histórico de Castilla desde fines del siglo XIII. Pero
fueron las juntas y hermandades locales -como las de Cuenca y Talavera de 1296 contra el robo y
violencia de los caballeros- las que más claramente demostraron unos objetivos políticos de interés
comunitario: defensa de los fueros municipales, recto ejercicio de la justicia y reivindicación de los
derechos de resistencia y defensa. El elemento popular fue un componente básico. Entre las
castellanas destacaron la Hermandad Vieja de Toledo y la Hermandad de Segovia. La primera,
formada por Toledo, Talavera y Ciudad Real, parece haber tenido su origen en una unión de
colmeneros y ballesteros con el fin de atajar el bandolerismo que se había adueñado de región.
Recibió confirmación regia en 1300. Tenían bajo sus órdenes a un cuerpo de guardias que realizaba
las labores policiales, particularmente en las zonas de despoblado. Los miembros de la hermandad se
reunían tres veces al año en asambleas de asistencia obligatoria. La hermandad de Segovia fue creada
por Enrique IV en 1467. Comprendía a todas las villas y ciudades del reino castellano-leonés con
fines policiales y judiciales. La hermandad de Segovia fue el precedente inmediato de la Santa
Hermandad de 1476. Sería ya en época de Enrique IV y de su hermana Isabel cuando las
hermandades que habían trabajado en siglos anteriores fueran sustituidas por una nueva institución
llamada la Santa Hermandad, que sería el primer cuerpo policial de Europa.
14. Estructura y evolución de las Cortes en la Corona de Aragón durante la Baja Edad Media
A partir de la Baja Edad Media se conoció con el nombre de Cortes a las asambleas o parlamentos
políticos integrados, bajo la autoridad y presidencia del rey, por los representantes de los diversos
estamentos sociales de la población, como la nobleza, el clero y los delegados de las villas y
ciudades. Aparecidas como una consecuencia de la evolución económica, social, cultural y política
de la Europa Occidental en los siglos XI al XIII, se extendió en todos los estados con características
análogas. En el caso de las Cortes o de la Corona de Aragón se conformaron desde sus orígenes
medievales en asambleas representativas de los diversos reinos que las formaban. Estaban
compuestas por los tres brazos o estamentos tradicionales (eclesiástico, nobiliar, caballeros y
concejos). En sus reuniones se exponían al rey las quejas por los abusos cometidos por los oficiales
reales a sus personas o a las universidades en la administración de sus territorios. Se establecían
también los nuevos fueros que debía pagar el reino al monarca en razón de los servicios o subsidios
aprobados. Menospreciando posibles antecedentes discutidos, lo cierto es que hubo que esperar hasta
el siglo XIII para que se asentasen las bases de lo que más tarde fueron las Cortes. La misma
complejidad de los asuntos planteados desde la originaria Curia Regia (consultiva y reunida para
solicitar Consejo en materias de gobierno -declaración de guerra, sellar la paz, solicitar fondos) y la
finalización de la reconquista en el caso de los aragoneses, catalanes y valencianos, volcó los
esfuerzos de estos reinos en sus problemas internos. T Las Cortes no sólo cumplieron la finalidad
institucional, política y social para la que se habían instaurado, sino que, además, sirvieron de marco
para el juramento de los fueros y ordenamientos legislativos, la manifestación pública del rey con
todas sus atribuciones jerárquicas o la prestación oficial del vasallaje hacia su persona y la del
legítimo heredero. Después del monarca, la figura importante en el caso de las Cortes del reino de
Aragón era la del Justicia de Aragón, que actuaba como Juez Superior de las mismas desde el día de
su convocatoria. Era el encargado de recoger los greuges presentados en Cortes particulares,
acompañando al comisario real en las Cortes particulares. Por último, tomaba el juramento a los
Reyes y príncipes de mantener los fueros y costumbres de Aragón, así como guardar y hacer cumplir
lo acordado en las Cortes. Para Aragón, el auténtico monumento jurídico lleva por fecha 1247 y
corresponde al Código de Huesca, recopilación sistemática de los fueros vigentes realizada por el
obispo Vidal de Canellas. En estos libros se sentaron las bases de los derechos aragonés, catalán,
valenciano y navarro, además de que algunas de las instituciones de derecho privado en él
representadas continuaron vigentes siglos. En la Corona de Aragón, los estamentos reunidos en
Cortes mantuvieron discusiones y negociaciones independientes en muchos casos, colaboraron en las
tareas legislativas y se diversificaron en cuanto a tratamiento de cuestiones y planteamiento de
reivindicaciones a lo largo del siglo XV, a diferencia de lo sucedido en la Corona de Castilla, en
donde sus Cortes fueron limitadas cada vez más, sin llegar a compartir con la monarquía la potestad
legislativa. Aunque los asuntos de cierta trascendencia se encomendaron a comisiones técnicas, el
reconocimiento de la obligación de ayudar a la Monarquía con subsidios voluntarios se efectuó en
todos los casos bajo determinadas condiciones aceptadas por el monarca. Entre ellas estaba el reparo
previo de los agravios inferidos al reino (en la Corona de Aragón y Navarra), la moderación en las
cargas fiscales y militares, la concesión de un ordenamiento jurídico basado en privilegios para los
distintos estamentos según la fuerza de éstos y la búsqueda de un régimen político basado en el
equilibrio de fuerzas entre rey y reino, a través de la concepción de la ley como pacto. Estos
acuerdos, que marcaban las obligaciones respectivas del rey y los representantes del reino,
constituyeron la base formal del pactismo o contractualismo medieval y ponían su acento en la
aplicacion de ciertos límites al ejercicio efectivo del poder, límites que descansaban, por otra parte,
en el respeto a ciertos privilegios, franquicias o Leyes fundamentales. Otro aspecto fundamental y al
mismo tiempo distintivo de las asambleas mantenidas en la Corona de Aragón lo constituía la
ponderación del voto, basado en el principio de la unanimidad o en el de la mayoría cualitativa. La
representación municipal también fue en aumento en los territorios peninsulares de la Corona de
Aragón, ampliándose la influencia del estamento real o popular en Aragón, Cataluña o Valencia,
mientras en las Cortes de Castilla se produjo el efecto contrario. Por otro lado, el mandato delegado
de los representantes de las Universidades exigía periódicamente la convocatoria de los representados
para recabar su criterio, lo que habitualmente contribuía a demorar las reuniones, a veces, por largos
períodos de tiempo.
Conceptos tema 3 Baja Edad Media El Consejo de Ciento (1249-1462) A mediados del siglo XIII,
Barcelona vivía un período de rápido desarrollo: había aumentado la población, se estaban
construyendo nuevos barrios, el comercio crecía... Había que hacer frente a una serie de cuestiones
relacionadas con el desarrollo urbanístico y el aumento de actividades portuarias. Barcelona tenía
buena relación con el monarca Jaime I, ya que habían ayudado en la conquista de Mallorca y en la de
Valencia. Por otra parte, había en la ciudad un grupo de personas deseosas de participar en el
gobierno local; eran los llamados prohombres (probi homines), personalidades importantes de la
comunidad bien por su riqueza o por su inteligencia. Toda esta situación cuajó en 1249 con la
concesión de un régimen municipal orgánico para la ciudad de Barcelona. Este fue el denominado
Concilio de Ciento y no fue una empresa fácil, ya que se necesitaron veinticinco años (1249-1274) y
ciertos privilegios reales para estructurar el municipio. El documento era muy simple, de hecho era
una simple carta, fechada el 7 de abril de 1249, dirigida por Jaime I a cuatro ciudadanos nombrados
paers (concejales) que podían ser ayudados por consellers, ordenándolos que procurasen el bienestar
de la ciudad. Dentro de los privilegios encontramos unos más sencillos que otros para la organización
positiva del municipio. El primero, por ejemplo, fue tan sencillo y poco concreto que muy pronto fue
necesario un segundo (1249) para la organización. Este segundo decía que Barcelona estaría dirigida
por cuatro paers, que en caso de necesidad podrían convocar una asamblea general de vecinos. Esta
estructuración cambió con el privilegio de 1258 que hacía desaparecer a los paers y se transformaban
los consellers en magistrados ejecutivos. La asamblea general era cambiada por un consejo de
doscientos prohombres elegidos por los consellers. En 1274 concluía la intervención de Jaime I en la
configuración del municipio barcelonés fortaleciendo la autonomía municipal frente a consellers y
oficiales reales; el rey moría dos años después. Será Pedro el Grande, quién culminará el proceso de
creación del municipio. El privilegio de 1274 había sido concedido por diez años pero cuando llegó
el momento de renovación, había una situación política y militar delicada. Pedro convocó Cortes
aragonesas y catalanas. Aquí nacía el privilegio de Recognoverunt proceres. Este privilegio
confirmaba genéricamente y a perpetuidad las disposiciones de Jaime I sobre el gobierno municipal
de la ciudad. El Recognoverunt proceres, confirmado por los monarcas posteriores se convirtió en la
base fundamental del estatuto jurídico del municipio, completado y ampliado por privilegios
posteriores, obtenidos tanto en función de las necesidades de Consell de Cent como de las coyunturas
políticas de cada momento. Ordenamiento de Alcalá (1348) Se conoce con el nombre de
ordenamiento de Alcalá a la normativa resultante de la reunión de Cortes celebrada en Alcalá de
Henares en 1348, donde se aprueba un Ordenamiento que sanciona de manera inequívoca y tajante el
predominio del Derecho general sobre los ordenamientos municipales. Constaba de 131 leyes,
divididas en 32 títulos y fue promulgada por Alfonso XI de Castilla. Este ordenamiento se
mantendría formalmente en vigor hasta la promulgación del actual Código Civil. Según esta
ordenanza, en primer lugar debían aplicarse las leyes dadas por el rey y las Cortes, es decir, el
Derecho general. En segundo lugar, en defecto de aquellas, deberían aplicarse los Fueros
municipales, pero con una serie de restricciones. No podían ir en contra de Dios, ni de la razón, ni
contra el derecho real y tenía que probarse que tales derechos locales estaban en uso. Al mismo
tiempo se reconocía la vigencia de los derechos señoriales en aquellos territorios que todavía
estuvieran en uso. En tercer lugar, en caso de no resolverse el pleito por los medios anteriores, se
ordenaba recurrir a las Partidas, que adquieren carácter oficial como legislación supletoria. Con ello
se establecía un estado de seguridad jurídica no conocida hasta la época. Además, supone el
reconocimiento de las ya nombradas Partidas como texto legal y vigente en determinados casos.
Ordinacions de Pedro IV (1344) En 1344 Pedro IV de Aragón, III de Barcelona, II de Valencia, I de
Mallorca, que ocupó el trono de 1336 a 1387, dispuso que se redactaran las "Ordenaciones de su
Casa y Corte" siguiendo el modelo de las "Leyes Palatinas" de Jaime III de Mallorca. Concluido en
Valencia, el nuevo libro que recogía las Ordenaciones y el Ceremonial, colmó los propósitos del
monarca y del mismo se hicieron 3 copias en lengua vernácula, destinados a Zaragoza, Valencia y
Barcelona. El Códice comienza con las Ordenaciones de la Casa Real que se estructuran en base a los
cuatro oficios principales de las misma: mayordomo, canciller, maestre racional y camarlengo. En
ellas se incluyen los más mínimos detalles de la vida privada del Rey y de su casa. Consulado del
mar (1283-1500) Se trataba de una institución comercial que tenía un carácter extraterritorial en todas
las aguas del ámbito europeo. Su origen no está muy claro y se considera que éste se encuentra entre
Génova y Venecia. El sistema se basa en el nombramiento de representantes que tenían que defender
los intereses de las personas que representaban en el extranjero. Desde Italia, a partir del siglo XI,
pasaría esta tradición a la Corona de Aragón, donde desde el siglo XIII se crearon siete consulados
impulsados por Jaime I. Con el tiempo, hubo consulados de la Corona aragonesa en ciudades como
Constantinopla, aunque también en el ámbito de la propia Corona de Aragón. Así, el primer
consulado fue el de Valencia, creado en 1283 por el rey Pedro III el Grande. Después, siguiendo el
modelo veneciano, los de Mallorca en 1343, Barcelona en 1348, Tortosa entre 1363 y 1404, Gerona
en 1385, Perpiñán en 1388 y Sant Feliu de Guixols en 1443. Esta institución consular era empleada
como instrumento de expansión. El funcionamiento de los Consulados aragoneses estaba
reglamentado en el Libro del Consulado del Mar. La jurisdicción del mismo era muy amplia,
entendiendo por ésta aquellos aspectos relacionados con los fletes, seguros, deudas, mercancías o
salarios de marineros. El mencionado libro servía también como código legal a través del cual se
procedía a juzgar los asuntos. Payeses de remensa Los payeses de remensa eran campesinos de la
denominada Cataluña Vieja, que trabajaban tierras ajenas pero a las que se hallaban adscritos con
carácter hereditario. Podían librarse de esa sujeción mediante el pago de una redención, la
denominada ―remensa‖. También podían trabajar sus propias tierras, pero, encontrándose éstas dentro
del dominio de un señor, debían pagar tributos. Se calcula que podrían haber sido un cuarto de la
población catalana más o menos de los siglos XI al XV. Era un grupo social de condición servil.
Durante cuatro siglos los campesinos catalanes lo tuvieron todo en contra, soportando toda clase de
abusos. Será a partir del siglo XV cuando protagonicen las revueltas contra los denominados ―malos
usos‖ y en defensa de su libertad. Quienes son los ―hombres buenos‖ Era una oligarquía burguesa
que controlaría y ostentaría el poder en ciudades y concejos desde finales del siglo XII. Su origen se
encuentra, sin duda, en la escasez de caballeros nobles que se encontraban luchando contra los
árabes. Aunque todos los oficios concejiles como jueces o alcaldes serían elegidos entre los
componentes de la clase de los boni homini, no podemos ignorar que otros boni homini eran elegidos
por el conjunto de los ciudadanos, delegando en ellos la gestión general de los asuntos locales y
naciendo así la democracia representativa. El Brazo real El Brazo Real o Popular era el Brazo de las
Cortes de la Corona de Aragón en el que se reunían los representantes de las ciudades y de las villas
que dependían directamente del Rey. A partir de los siglos XI y XII se inicia el desarrollo de los
núcleos urbanos, y con ellos, comienza a surgir la clase burguesa. Esta nueva clase social necesitaba
una vía representativa en Cortes, y de ahí que se constituyera el Brazo Popular. Este brazo tuvo una
gran importancia en la estructuración y en el dinamismo de las Cortes y llegó a adquirir gran
importancia. Cuando fue constituido en 1283 era formado por solo dos ciudades, pero con el tiempo
el número fue creciendo. La designación de los representantes de las villas se hizo en un primer
momento por elección directa de los vecinos. A mediados del siglo XIV la representación comenzó a
recaer sobre el consejo municipal. Justicia Mayor de Aragón La figura del Justicia de Aragón nació a
finales del siglo XII e inicios del XIII como mediador y moderador en las pugnas y diferencias entre
el Rey la Nobleza de la época. Después del Rey, era el institución más importante y prestigiosa de la
organización política del reino de Aragón. Con el tiempo se convertiría en juez encargado de dirimir
los conflictos entre la monarquía y los ciudadanos. Durante siglos presidió las Cortes de Aragón en
ausencia del Rey, desempeñó las funciones de un Magistrado y asumió la interpretación del Derecho
Aragonés. La diputación del General en Cataluña La Diputación del General tiene sus orígenes en las
Cortes catalanas que, durante el reinado de Jaime I el Conquistador, se reunían como representantes
de los estamentos de la época. Bajo el reinado de su hijo, Pedro el Grande, las Cortes catalanas
tomaron ya una forma institucional. Las Diputaciones del General fueron designadas como
comisiones temporales encargadas de recaudar los tributos durante las Cortes de Monzón de 1289.
Las Cortes no se estructuraron como diputación del General hasta 1356 con la guerra de los dos
Pedros, cuando se convirtieron en comisiones permanentes. La estructura otorgada fue de doce
diputados, cuatro por cada Brazo y todo ello presidido por un diputado eclesiástico, considerado
Presidente de la Generalitat. Al principio se trataba de un organismo de carácter fiscal y tributario
hasta que, con las reformas de 1413, comienza a adquirir competencias políticas. De esta manera la
Diputación del General se convierte en un verdadero poder ejecutivo. Adelantados y Merinos en
Castilla El merino era un cargo administrativo considerado como el antecedente del corregidor. Era
situado a la cabeza de las merindades, las divisiones geográfico-administrativas del reino de Castilla
y su figura se encargaba de resolver conflictos en sus territorios, poseyendo unas funciones similares
a los jueces. Además administraba el patrimonio real e incluso tenía contadas funciones militares. En
caso de ser nombrado por el rey era llamados merinos mayores y poseían una amplia jurisdicción en
su territorio. También podían ser nombrados merinos menores, con una juridicción en territorios
mucho más pequeños. Junto a los merinos, desde el siglo XII aparecen las figuras de los adelantados.
El reino de Castilla confiaba el mando de una expedición marítima y le concedía de antemano
competencias judiciales y el gobierno de tierras conquistadas. Los primeros adelantados referidos
como oficiales del rey y de los concejos, aparecen por primera vez en documentos castellanos del
siglo XI, aunque se desconocen sus competencias. Los adelantados, al igual que los merinos, se
dividían en mayores y menores. Los adelantados mayores se encargarían de gobernar las provincias y
resolver los pleitos y asuntos graves que el rey se reservaba. Los adelantados menores tenían a su
cargo la función de juzgar los pleitos en las merindades en que se desempeñaba su cometido. La
Mesta A la par que tropas cristianas conquistaban territorios a los musulmanes cada vez más al Sur,
los ganados viajaban a campos cristianos con rebaños para invernar en pastizales de clima más
templado. La gran importancia que tomó el ganado ovino por la exportación de la lana para la
fabricación castellana de paños tenía asegurado el cobro de tributos a los rebaños trashumantes. Es
por ello que el Rey Alfonso X el Sabio, en el 1273, reunió a todas las Mestas del Reino en una sola
Hermandad, que se denominó El Honrado Concejo de la Mesta y que abarcaba a todos los pastores
de Castilla y León y les otorgaba una serie de privilegios sobre derechos de paso y pastoreo. La
Mesta gozó de grandes privilegios en detrimento de la agricultura, llevando a ambos contrincantes
innumerables pleitos y disputas hasta su desaparición en 1836, ya que los agricultores veían cómo
territorios de pasto iban invadiendo poco a poco terrenos que deberían ser de cultivo. Uno de los
grandes problemas de la Mesta fue la exportación continuada de la lana, que impedía crear una
industria textil propia. Con ello, se ahogaba el desarrollo y se condenaba a nuestro país a un atraso
considerable. Bajo el reinado de Fernando III y con su sucesor Alfonso X, los ganados trashumantes
ganaron extensiones de terreno por donde moverse, ya que fueron decisivas la conquista de
Extremadura y de las tierras de la cuenca del Guadiana. La introducción de la oveja merina, que,
originaria de África, es la raza que da la mejor lana de Europa. La mesta estaba dirigida por un
Presidente, 4 alcaldes de cuadrilla, los alcaldes mayores y los jueces de comisión. Tenían lugar dos
asambleas al año, una en otoño y otra en primavera. En las asambleas se decidía sobre litigios,
ganado extraviado y quejas en general. Para ser miembro de la Mesta se necesitaba poseer un número
específico de cabezas de ganado. Al crearse la Mesta se trataba de dar carácter legal a unas cañadas
que permitieran el paso de los ganados dos veces al año (una vez cuando los rebaños se dirigían hacia
el Sur en épocas de bajas temperaturas, y la otra cuando subían hacia el Norte en verano). Las
cañadas se bautizaron como ―Cañadas Reales‖, para indicar que estaban bajo la protección de la
Corona. Las cañadas clásicas son cuatro: León, Soria, Segovia y Cuenca, aunque hay muchas más de
orden secundario. Aparte de los caminos principales o cañadas, había una gran cantidad de caminos
más pequeños, que recibían el nombre de cuerdas o cordeles que servían para llevar a los ganados a
las zonas de pasto. Las Cortes de Castilla. Estructura, organización y funciones Las asambleas
convocadas por Alfonso IX en 1188, 1202 y 1208 pueden ser tenidas como el origen más seguro de
las Cortes de Castilla, cuando la monarquía llamó a consulta a los ciudadanos como primer paso para
el establecimiento de nuevos impuestos que deberían recaer necesariamente sobre ellos mismos .
Desde ese momento, el papel político de las Cortes no hizo sino crecer, al erigirse en una instancia
decisoria en los frecuentes conflictos por el poder en el mundo medieval. Los reinados de Sancho IV
, Fernando IV y Alfonso XI, con sus querellas entre nobleza y Corona, favorecieron las tesis de las
ciudades y el poder de la asamblea castellana. Este mismo fenómeno volvió a reproducirse a finales
del siglo XIV y principios del XV, surgiendo de esta experiencia una Cortes plenamente definidas en
sus funciones institucionales y, sobre todo, con una vocación política: potenciar el poder monárquico
frente a los caprichos de la nobleza y del clero. Las Cortes de Castilla sólo podían reunirse por
convocatoria regia, careciendo, pues, de cualquier iniciativa tanto de reunión como de establecer el
orden de los temas fundamentales que deberían debatirse. También carecieron de una sede propia,
siendo el monarca el que designaba el lugar de la reunión, la fecha de apertura y el edificio de los
debates. Por lo común, el lugar de la reunión coincidía con el habitual de la monarquía; durante la
Edad Media, al ser itinerante la corte, la asamblea solía reunirse en los grandes núcleos de la Castilla
de ese momento: Burgos, León, Valladolid, Segovia, Toledo, Córdoba y Sevilla. Las Cortes se
iniciaban con un discurso de la Corona, generalmente efectuado en nombre del rey por el presidente
de las Cortes. Los debates eran dirigidos por un conjunto de burócratas ajenos a la asamblea
representativa, todos ellos designados por la Corona de entre sus consejeros más próximos Los
debates de Cortes tenían una duración media de tres o cuatro meses. Las funciones de las Cortes
medievales fueron primordialmente fiscales y de consejo político. Para algunos historiadores del
derecho, la función básica, y aún originaria, de las Cortes fue precisamente la de ser un órgano a
través del cual el reino podía aconsejar a la Corona. Otra función básica de las Cortes de Castilla
estuvo relacionada con la creación del derecho. Ahora bien, en el mundo medieval la capacidad
legislativa correspondía al monarca en exclusiva; la Cortes podían animar a que el rey legislara en
asuntos de interés general, pero en ningún caso la asamblea suplantó un derecho que correspondía en
plenitud a la iniciativa regia. Junto a estas funciones, muchas de ellas con carácter más mítico-teórico
que práctico, las Cortes tradicionales tuvieron importantes parcelas de actuación en el devenir
institucional de la monarquía castellana, singularmente en el terreno de la jura de reyes y sucesores al
trono; fue éste un aspecto decisivo y aún poco resaltado, porque la jura del monarca o su sucesor ante
la Cortes equivalía a que éstas gozaran del privilegio de legitimación de la dinastía, fenómeno
esencial en la constitución del poder en el mundo medieval y moderno. Otras funciones,
frecuentemente ignoradas pero de enorme importancia, eran la ratificación de acuerdos
internacionales, la ratificación de tratados matrimoniales y, sobre todo, el derecho de petición ante el
monarca. En cuanto a su composición, las Cortes de Castilla sufrieron una profunda evolución a lo
largo de su historia. Inicialmente, a fines del siglo XII y durante el siglo XIII, el derecho de asistencia
era universal a todas las ciudades en tanto tuvieran organización independiente y jurisdicción sobre
un determinado territorio. Ello condujo a reuniones con la convocatoria de más de cien ciudades y
villas; sin embargo, la tendencia fue restrictiva, tanto en el número de las ciudades como en el de
representantes, hasta entonces en un número que podría llegar a cuatro procuradores por ciudad.
Aunque se ha llegado a hablar de una representación democrática en las Cortes, ésta es otra de los
mitos. De hecho, la procuración en Cortes se apoyó en sistemas electorales diseñados a la medida de
los intereses de las oligarquías locales, frecuentemente vinculadas con el poder central. Fue usual que
el procurador castellano perteneciera al funcionariado, a la milicia, a la diplomacia e, incluso, a la
nobleza titulada de Castilla. Ello conduce a uno de los aspectos más debatidos de la historia de las
Cortes castellana: la presencia de los estamentos privilegiados. Tradicionalmente, se ha afirmado que
las Cortes observaba una estructura participativa de base estamental (clero, nobleza y ciudadanos).
Todo ello debe ser matizado: es cierto que la nobleza y el clero solían participar en las sesiones de
Cortes, pero nunca como la representación de un estamento social sino en tanto servidores de la
monarquía. Las Hermandades en Castilla. Tipología y Funciones Las Hermandades son las uniones o
federaciones de municipios, personas o entidades sociales de cualquier tipo, ligadas por juramento de
fidelidad y ayuda mutua para la defensa de unos intereses comunes en la Edad Media. Las
hermandades fueron un fenómeno general a toda la Europa medieval, si bien en la Castilla de los
siglos XIV y XV desempeñaron un papel político de primera magnitud. Las Hermandades nacieron
en los territorios de Castilla y León a finales del siglo XII. La fundación de una hermandad solía
darse por iniciativa propia de sus miembros, sin permiso de la monarquía y a menudo contra la
voluntad de ésta. Muchas hermandades recibieron, sin embargo, confirmación regia y fueron
promovidas y utilizadas dentro del proceso de centralización estatal bajomedieval como eficaces
instrumentos de control social. Las primeras hermandades medievales eran temporales y se formaban
para afrontar una determinada necesidad. El ámbito territorial de actuación de estas instituciones
podía ser muy variable (desde un grupo reducido de concejos a uno o varios reinos) y su composición
social extremadamente heterogénea. A pesar de ello, los lazos de lealtad y ayuda mutua que ligaban a
sus miembros actuaban más eficazmente en las relaciones sociales que las lealtades debidas hacia
otras instancias, como la corona. Las hermandades se convirtieron en organismos de práctica política
de los colectivos a los que representaban y adquirieron una gran fuerza política en períodos de crisis
en los que, como a menudo en la Baja Edad Media castellana, las luchas de bandos nobiliarios
producían el quebrantamiento de la paz social y el vacío de poder público. En la Castilla medieval se
dieron fundamentalmente tres formas de hermandad, a saber: a) uniones generales de concejos
municipales con fines de mantenimiento del orden público y defensa de los fueros. b) uniones de
propietarios para la defensa de sus patrimonios c) uniones de ciudades con intereses comerciales o
económicos comunes Las de mayor relevancia histórica fueron las hermandades concejiles,
federaciones de municipios, en las que a veces participó también la nobleza, reunidas para fines de
interés comunitario. A fines de la Edad Media, el proceso de centralización administrativa y el
nacimiento de una forma moderna de Estado propiciaron la utilización sistemática de esta forma de
organización comunitaria por parte de la monarquía como forma de mantener el orden público y de
hacer un uso controlado de la violencia. Las primeras de estas hermandades, de carácter temporal, se
crearon para afrontar necesidades urgentes. Los conflictivos reinados de Alfonso X o Enrique IV
vieron la aparición de hermandades concejiles, convirtiéndose en elemento esencial del devenir
histórico de Castilla desde fines del siglo XIII. Pero fueron las juntas y hermandades locales -como
las de Cuenca y Talavera de 1296 contra el robo y violencia de los caballeros- las que más
claramente demostraron unos objetivos políticos de interés comunitario: defensa de los fueros
municipales, recto ejercicio de la justicia y reivindicación de los derechos de resistencia y defensa. El
elemento popular fue un componente básico. Entre las castellanas destacaron la Hermandad Vieja de
Toledo y la Hermandad de Segovia. La primera, formada por Toledo, Talavera y Ciudad Real, parece
haber tenido su origen en una unión de colmeneros y ballesteros con el fin de atajar el bandolerismo
que se había adueñado de región. Recibió confirmación regia en 1300. Tenían bajo sus órdenes a un
cuerpo de guardias que realizaba las labores policiales, particularmente en las zonas de despoblado.
Los miembros de la hermandad se reunían tres veces al año en asambleas de asistencia obligatoria.
La hermandad de Segovia fue creada por Enrique IV en 1467. Comprendía a todas las villas y
ciudades del reino castellano-leonés con fines policiales y judiciales. La hermandad de Segovia fue el
precedente inmediato de la Santa Hermandad de 1476. Sería ya en época de Enrique IV y de su
hermana Isabel cuando las hermandades que habían trabajado en siglos anteriores fueran sustituidas
por una nueva institución llamada la Santa Hermandad, que sería el primer cuerpo policial de Europa.
Estructura y evolución de las Cortes en la Corona de Aragón durante la Baja Edad Media A partir de
la Baja Edad Media se conoció con el nombre de Cortes a las asambleas o parlamentos políticos
integrados, bajo la autoridad y presidencia del rey, por los representantes de los diversos estamentos
sociales de la población, como la nobleza, el clero y los delegados de las villas y ciudades.
Aparecidas como una consecuencia de la evolución económica, social, cultural y política de la
Europa Occidental en los siglos XI al XIII, se extendió en todos los estados con características
análogas. En el caso de las Cortes o de la Corona de Aragón se conformaron desde sus orígenes
medievales en asambleas representativas de los diversos reinos que las formaban. Estaban
compuestas por los tres brazos o estamentos tradicionales (eclesiástico, nobiliar, caballeros y
concejos). En sus reuniones se exponían al rey las quejas por los abusos cometidos por los oficiales
reales a sus personas o a las universidades en la administración de sus territorios. Se establecían
también los nuevos fueros que debía pagar el reino al monarca en razón de los servicios o subsidios
aprobados. Menospreciando posibles antecedentes discutidos, lo cierto es que hubo que esperar hasta
el siglo XIII para que se asentasen las bases de lo que más tarde fueron las Cortes. La misma
complejidad de los asuntos planteados desde la originaria Curia Regia (consultiva y reunida para
solicitar Consejo en materias de gobierno -declaración de guerra, sellar la paz, solicitar fondos) y la
finalización de la reconquista en el caso de los aragoneses, catalanes y valencianos, volcó los
esfuerzos de estos reinos en sus problemas internos. T Las Cortes no sólo cumplieron la finalidad
institucional, política y social para la que se habían instaurado, sino que, además, sirvieron de marco
para el juramento de los fueros y ordenamientos legislativos, la manifestación pública del rey con
todas sus atribuciones jerárquicas o la prestación oficial del vasallaje hacia su persona y la del
legítimo heredero. Después del monarca, la figura importante en el caso de las Cortes del reino de
Aragón era la del Justicia de Aragón, que actuaba como Juez Superior de las mismas desde el día de
su convocatoria. Era el encargado de recoger los greuges presentados en Cortes particulares,
acompañando al comisario real en las Cortes particulares. Por último, tomaba el juramento a los
Reyes y príncipes de mantener los fueros y costumbres de Aragón, así como guardar y hacer cumplir
lo acordado en las Cortes. Para Aragón, el auténtico monumento jurídico lleva por fecha 1247 y
corresponde al Código de Huesca, recopilación sistemática de los fueros vigentes realizada por el
obispo Vidal de Canellas. En estos libros se sentaron las bases de los derechos aragonés, catalán,
valenciano y navarro, además de que algunas de las instituciones de derecho privado en él
representadas continuaron vigentes siglos. En la Corona de Aragón, los estamentos reunidos en
Cortes mantuvieron discusiones y negociaciones independientes en muchos casos, colaboraron en las
tareas legislativas y se diversificaron en cuanto a tratamiento de cuestiones y planteamiento de
reivindicaciones a lo largo del siglo XV, a diferencia de lo sucedido en la Corona de Castilla, en
donde sus Cortes fueron limitadas cada vez más, sin llegar a compartir con la monarquía la potestad
legislativa. Aunque los asuntos de cierta trascendencia se encomendaron a comisiones técnicas, el
reconocimiento de la obligación de ayudar a la Monarquía con subsidios voluntarios se efectuó en
todos los casos bajo determinadas condiciones aceptadas por el monarca. Entre ellas estaba el reparo
previo de los agravios inferidos al reino (en la Corona de Aragón y Navarra), la moderación en las
cargas fiscales y militares, la concesión de un ordenamiento jurídico basado en privilegios para los
distintos estamentos según la fuerza de éstos y la búsqueda de un régimen político basado en el
equilibrio de fuerzas entre rey y reino, a través de la concepción de la ley como pacto. Estos
acuerdos, que marcaban las obligaciones respectivas del rey y los representantes del reino,
constituyeron la base formal del pactismo o contractualismo medieval y ponían su acento en la
aplicacion de ciertos límites al ejercicio efectivo del poder, límites que descansaban, por otra parte,
en el respeto a ciertos privilegios, franquicias o Leyes fundamentales. Otro aspecto fundamental y al
mismo tiempo distintivo de las asambleas mantenidas en la Corona de Aragón lo constituía la
ponderación del voto, basado en el principio de la unanimidad o en el de la mayoría cualitativa. La
representación municipal también fue en aumento en los territorios peninsulares de la Corona de
Aragón, ampliándose la influencia del estamento real o popular en Aragón, Cataluña o Valencia,
mientras en las Cortes de Castilla se produjo el efecto contrario. Por otro lado, el mandato delegado
de los representantes de las Universidades exigía periódicamente la convocatoria de los representados
para recabar su criterio, lo que habitualmente contribuía a demorar las reuniones, a veces, por largos
períodos de tiempo.