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Cuerpos de sonido y furia

Dado que ustedes están hablando del Seminario 5 me veo


obligada a hablar del diario de mañana, pero como saben el
diario de mañana, siempre es el diario de ayer. Así que les
voy a comentar, a partir de la tragedia de Macbeth, que es la
tragedia de un crimen, de la ambición de lady Macbeth y de
Macbeth. Es la puesta en escena de un pecado, así
transcurre la obra, alrededor de la mancha de un pecado,
una mancha que no se puede borrar. Cuando faltan dos
páginas del libro y Macbeth se entera de la muerte de lady
Macbeth dice lo siguiente “la vida no es más que una sombra
que pasa, un pobre cómico que se pavonea y agita una hora
sobre la escena y después no se le oye más, un cuento
narrado por un idiota con gran aparato y que nada significa”.
Me gusta más esta traducción que dice “el cuento de un
idiota lleno de sonido y de furia sin significado”. Es William
Faulkner el que ha tomado de esta frase de Macbeth el título
para su novela que se discute siempre si se traduce El ruido
y la furia o El sonido y la furia, porque justamente no se trata
de cualquier ruido, se trata de las palabras, porque el texto
dice “un cuento narrado por un idiota”.

El traductor dice que esta parte de la escena recuerda mucho


al soliloquio de Hamlet y es Shakespeare mismo, su espíritu,
que no puede menos que transparentarse en los culminantes
momentos. Es decir que quien pone las notas dice “habla
Shakespeare”. Algo hace hablar a Shakespeare en este
momento culminante de la tragedia.

No se sí han leído El sonido y la furia, si no lo han hecho se


los recomiendo, es extraordinario, realmente maravilloso y
efectivamente aquí se trata de la saga de una familia del sur
de Estados Unidos, donde transcurren todas las novelas de
Faulkner. El comienzo es extraordinario, habla el narrador y
nos presenta a los personajes. El primer personaje que
presenta es el inicio de la saga, es un rey apodado lhom y a
veces Lhom, (una con minúscula y otra con mayúscula), en
definitiva se trata del hombre. También se trata de una
tragedia. La tragedia de la saga de los Compson alrededor
de lo que, fundamentalmente, vamos a escuchar hablar al
idiota. El primero que habla es un idiota que muere a los 33
años. Durante 33 años vive con su familia, pero lo que logra
Faulkner es hacernos leer una novela donde durante muchas
páginas habla el idiota, donde nosotros captamos que todo lo
que dice para él no significa nada. Lo único que para él tiene
significado es mirar el fuego, su hermana y el campo de golf
alrededor de su casa.

Tiene un significado que no sabemos cuál es, porque por lo


único que sabemos que tiene significado es porque queda
prendido a eso. Pero hay que ver estas páginas para darse
cuenta lo que significa hablar sin que eso signifique nada. No
va mejor cuando aparece otro de los hermanos, porque los
que hablan son tres hermanos y finalmente el relator; hay un
juego temporal maravilloso. No hay mayor sentido cuando
habla otro de los hermanos, el que aparece signado por la
tragedia. ¿Cuál es la tragedia? El incesto con su hermana.

Ahora bien, el mismo Faulkner hace decir a uno de sus


personajes, en la página 120 “la tragedia es de segunda
mano”. Va en consonancia con el título de la novela, con la
frase de Shakespeare. La tragedia es lo que le da sentido a
algo que no tiene sentido; quizás para ustedes resuenen, si
estaban leyendo hace poco el Seminario 10, que en un
momento Lacan hablando del goce y de la tragedia de Edipo,
que cuando aparece este objeto de goce dice “¡basta de
comedia y basta de tragedia!”. Es decir hay algo en eso que
es un golpe que no significa nada.

Ahora bien, si alguien como Shakespeare puede decir “la


vida es el cuento de un idiota lleno de sonido y de furia que
no significa nada”, estar en eso él mismo jugado, puesto en
esa frase, es por su genio, lo que quiere decir que capta algo
en el hombre que no pasa por la dimensión de la comedia o
de la tragedia, es decir por el sentido. Que en el destino del
hombre hay algo que es más real que el sentido y que ese
cuento contado por un idiota, lo más real de ese cuento, lo
que circunscribe ese cuento es que se goza con eso. Y uno
podría decir cuando lee el relato de Quentin, que se acuesta
con su hermana, nada significa nada para él, solamente está
todo el tiempo retornando a esa escena incestuosa con su
hermana, tratando vaya a saber, de hacer qué. Bueno,
termina suicidándose.

Cada uno se cuenta su cuento solo, sin que el otro pueda


llegar a entender. ¿Es una novedad esto? Se acuerdan que
Freud hablaba de “splendid isolation”, del “espléndido
aislamiento” en el cual él construyó su teoría psicoanalítica.
Por qué no encontrar en esa palabra “espléndido”, algo de
ese goce, de esa soledad en la cual cada uno construye,
cava, podríamos decir, su propio modo de situarse. Pero en
ese goce, Freud como Shakespeare encontró algo que le dio
una certeza. ¿Qué es lo que encontró Freud? Encontró que
al organismo las palabras le hacen algo, que son ciertas
palabras, se acuerdan ustedes la definición de superyo, son
ciertas palabras oídas y no comprendidas las que marcan a
ese cuerpo. Es divertido lo de Freud, porque en el año 12’ le
dice a Ferenczi “el éxito tiene siempre un efecto paralizador,
en cambio la rebelión en todos los frentes crea unas
condiciones casi iguales de favorables que el aislamiento de
antes”, o sea la “splendid isolation”.

¿Cómo Freud pudo salir de ese aislamiento, cómo pudo salir


de ese goce mientras obtenía su certeza? Por la rebelión. ¿Y
Lacan? Se acuerdan como empieza en el Seminario 11,
cuando se trata de la fundación de la Escuela Freudiana de
Paris, “…solo como siempre he estado…”. Por otra parte,
están siguiendo seguramente ustedes la lectura que hace J.-
A. Miller del Seminario 5, donde habla justamente de la
soledad lacaniana, en el sentido de que Lacan es un
neologismo como el chiste, como cualquier formación del
inconsciente. Lacan inventó un neologismo para el
psicoanálisis, se inventó a sí mismo en el psicoanálisis como
un neologismo. Es decir, como una diferencia, como algo
único, como cualquier formación del inconsciente que
introduce su equivocación. Pero como también han leído en
el Seminario 5 y escucharon en la mesa anterior, se pone en
evidencia en este seminario, que en cualquier formación del
inconsciente hay una vacilación del sentido, hay un momento
en que no entendemos mucho, y eso se restituye enseguida
por la sanción del Otro. Es decir que tanto Freud como
Lacan, que obtuvieron de una manera singular su certeza,
tuvieron su Otro que podía decirles que estaban locos, o
tenían que construir Otro que les dijese: "sí, lo que tú dices
tiene un valor". Nosotros mismos somos ese otro de Lacan,
creemos en la certeza de Lacan. A veces obtenemos una
certeza propia.

Ahora, no es igual la posición de Freud que la de Lacan.


¿Cómo podría soportar Freud su soledad respecto del Otro?
Por la rebelión. Freud conserva al Otro, porque para
rebelarse tiene que haber Otro. Mientras que Lacan no
parece seguro, a veces gustaba de escandalizar, incluso
decía E. Laurent el otro día en el Coloquio seminario, que el
Seminario 23 es un escándalo, porque nos viene a decir el
revés de todo lo que nosotros habíamos podido entender de
Lacan. Es decir que hay en Lacan un gusto por escandalizar,
pero habría que poder ver si realmente la operación de Lacan
es sostener al otro. Él dice que no, lo que pasa es que hay
que verificarlo. En definitiva, lo que vemos es que cada uno,
Shakespeare, Faulkner, y por qué no Freud y Lacan, llegaron
a ese punto de certeza de sí mismo, no del hombre, sino de
sí mismo. Freud es analizando su propio goce como llegó a
esa certeza.

El psicoanálisis, ¿qué puede hacer con esta soledad de cada


uno? En el Seminario 23 Lacan dice: "el psicoanálisis es un
cortocircuito que pasa por el sentido". Me oriento en lo que
les estoy contando en el modo en que J.- A. Miller está
leyendo actualmente a Lacan, por eso el Seminario 23; nos
dice de esa manera que es hora de orientarnos en la última
enseñanza de Lacan.

"El psicoanálisis es un cortocircuito que pasa por el sentido",


¿Por qué? Freud tuvo su certeza y comenzó a elaborar un
saber. Es lo primero que se le aparece a Freud, la dimensión
del sentido en las formaciones del inconsciente; es a través
de las formaciones como Freud establece la noción de
inconsciente. Pero Lacan en el Seminario 23 dice algo que
nosotros no siempre ponemos en evidencia: cómo define
Freud las formaciones del inconsciente en el plano
económico. Dice que el poco de sentido, las vacilaciones de
sentido, la falta de sentido, toda esa dimensión tambaleante
del sentido que se produce en las formaciones del
inconsciente resulta de un cortocircuito que produce una
economía respecto de la satisfacción. Es decir, que hay una
satisfacción en juego, no todo es esa dimensión tan divertida
del significante, sino que hay una satisfacción en juego ahí.
No debemos olvidar que está en juego algo del orden del
cuerpo, cuando se habla y cuando se produce esa
satisfacción en cualquiera de estos acontecimientos del
lenguaje.

Lacan pudo decir que "no hay formación del analista sino
formaciones del inconsciente". Podemos interpretar eso
como queramos. En primer lugar es evidente, quiere decir
que no hay analista sin un análisis. Que un analista debe
pasar por un análisis para obtener esa certeza que le es
propia. La certeza que le es propia en cuanto a lo que es
para él una satisfacción. ¿Por qué? Porque es ahí, en esa
certeza y quizás un poco de saber sobre eso, que se
sostiene para Lacan el acto analítico. En el seminario del
acto dice que va a decir algo estremecedor, que el deseo del
analista es imposible de obtener de otra parte que del
fantasma del analista. Sustituyamos aquí fantasma; esto fue
dicho por Lacan en el año 68’, pongámoslo a la altura del
Seminario 23, y podemos decir que es imposible obtener el
deseo del analista de otra parte que de su goce. De lo más
opaco, lo más cerrado, lo más autista que hay, pero eso, esa
soledad del analista debe ser localizada en un análisis.

Ahora bien, volviendo a las "formaciones del inconsciente",


que son la única formación para un analista, dado que detrás
de toda formación hay una finalidad significante de decir algo
verdadero, de hacerse escuchar, se espera que un analista lo
sepa leer. He aquí la inconsistencia propia del campo
freudiano. Si para cada uno solo se trata de un cuento
contado por un idiota sin sentido alguno, eso no significa que
vamos a trasladar eso al ejemplo que ponía Freud, del
analista que cuando aprende eso viene el paciente y le dice:
lo suyo es el cuento de un idiota que no tiene ningún sentido.
Se darán ustedes cuenta que para llegar a ese punto se
requiere un trabajo, se requiere el cortocircuito por el sentido,
por lo tanto es necesario que el analista sepa leerlo. Es decir,
que el analista no solo se analice, sino que sea, como dice
Lacan, un letrado.

Debe saber leer para luego ignorar lo que sabe. Pero por qué
Lacan llega a decir: es necesario pasar por el sentido para
llegar, por un cortocircuito, a este punto de certeza donde no
hay ningún sentido mas que un puro goce que, recuerdan
como lo llama Lacan al goce, al único que hay: “goce del
idiota”, porque es el goce del Uno. A veces ese Uno no
significa nada, porque es un goce, que se cuenta como Uno y
nada más. Goce del idiota. Yo me pregunto si Lacan no
estaría haciendo un chiste, si no estaría divirtiéndose
después de haber leído El sonido y la furia.

En el Seminario 23 Lacan pone en cuestión esa sola finalidad


significante de las "formaciones del inconsciente". Es decir,
pone en cuestión que en las "formaciones del inconsciente"
se trate sólo de una dimensión simbólico – imaginario. Ahí
mismo es donde le hacen una pregunta sobre los equívocos
y dice: los desmitifico. Lo más lacaniano, el acento en la
dimensión de la verdad de la palabra lo desmitifica, para
orientarse en algo que no implica el sentido. Y aquí
introduzco esta frase que dice Miller que es muy orientadora:
“los laberintos, los torbellinos, los embrollos de la verdad de
las cuales está hecho lo que se presenta como búsqueda en
el análisis, llama a lo real”. Es decir, que es en esas verdades
a medias, en esas verdades que se desvanecen, en esas
repeticiones de un cierto significante, en esos embrollos del
sujeto, eso llama a lo real. Ahí hay algo de lo real que es lo
real de la satisfacción del embrollo. Lo real de la búsqueda
de la verdad. Es decir, del que goza buscando la verdad, del
que goza embrollándose.

La lectura que está haciendo Miller actualmente es definir al


inconsciente según las coordenadas simbólicas, imaginarias
y reales. Entonces dice: "el cortocircuito por el sentido que es
el que se pone en acción en el dispositivo a lo largo de una
cura hasta llegar a su final, como exige pasar por el sentido,
evidentemente a ese inconsciente lo podemos llamar
transferencial porque busca al otro significante, porque hace
aparecer a esa dimensión que es el Sujeto supuesto Saber.
Ahí podríamos decir, bajo ese paraguas del inconsciente
transferencial ubicaríamos al inconsciente y la transferencia
como conceptos fundamentales. Es decir, en esa dimensión
es que ponemos a las formaciones del inconsciente. Mientras
que este inconsciente del que hablamos ahora, el
inconsciente que es un goce del idiota, lo llamamos ahora en
el Seminario 23, inconsciente real. Al final del seminario
Lacan se pregunta si el inconsciente es real. Miller está
analizando un pequeño texto que es la Introducción a la
edición inglesa del Seminario 11 donde Lacan afirma lo real
del inconsciente, que bajo ese paraguas estaría la pulsión y
la repetición. ¿Qué implica? De las formaciones del
inconsciente no es que nos olvidamos, sino que en las
repeticiones de las formaciones del inconsciente que van
sucediéndose en un análisis se va cavando el lugar de esas
formaciones, es decir el lugar que es un puro agujero, el
lugar que cava la repetición.

La frase que Lacan inventa en esa Introducción a la edición


inglesa del Seminario 11 es “el esp del laps”. Es decir, no
solo existe el lapsus sino su lugar, y su lugar es de alguna
manera evocar algo de la dimensión del agujero del cuerpo.
Ya no se trata del vacío, se trata del agujero del cuerpo.
Cuando hablamos de satisfacción, hablamos de lo que hace
vibrar al cuerpo que es lo que Lacan en el Seminario 23
introduce de una manera casi brutal; si lo comparamos con
las formaciones del inconsciente, llega a hablar del lapsus del
nudo. Un tipo que no está bien anudado le llama a eso lapsus
y la consecuencia de eso es el embrollo.
Es una lengua nueva que inventa Lacan en el Seminario 23,
se trata para el analista de corregir el lapsus del nudo. Lacan
mismo está cavando para producir el agujero real de su
enseñanza, tocar algo de lo real, lo más cerca que se pueda
llegar a eso sin sentido para cada uno, ese sonido y esa
furia. Es interesante la expresión el sonido y la furia;
podemos decir, de esas palabras escuchadas y no
comprendidas surge algo, surge la furia, surge algo que hace
sacudir el cuerpo.

Entonces, el inconsciente transferencial usufructúa de la


asociación de una palabra con otra y de sus efectos de
sentido, mientras va cavando su propio agujero. El
inconsciente real, la letra lacaniana, como se escribe en el
discurso analítico en la parte de abajo, S2 y S1 separados
por una barra, es esto mismo que estamos diciendo. No hay
relación entre un significante y otro. Por lo tanto, hay un
punto en el cual no hay más que goce que no significa nada.
Por ejemplo, se evocaba hace un rato el ombligo del sueño y
yo pensaba, ¿es lo mismo? Es lo mismo y no es lo mismo,
porque el ombligo evoca algo del anudamiento del cual
Lacan está tratando de forjar alguna manera de dar cuenta;
el ombligo es un nudo, el problema es que como está hecho
de carne uno no capta bien que lo que está en juego ahí es
un agujero. Mientras que en el nudo lacaniano se trata de
esta dimensión del agujero, del agujero del cuerpo. Más bien,
de cómo con la palabra resulta un goce enraizado en los
agujeros del cuerpo.
¿El síntoma se reduce a la pulsión y a la repetición?. Es la
pregunta que se abre en el Seminario 23.

El psicoanálisis resulta de un cortocircuito que pasa por el


sentido para situar lo real de cada uno, el S1 solo, punto en
el que no hay diálogo, en que el inconsciente de cada uno es
distinto del otro. Ahora, ¿qué analista es necesario para este
modo de concebir los cuerpos parlantes? Por supuesto
siempre es necesario un letrado, un lector; en ese sentido J. -
A. Miller dice que es un ayudante. Pero también es necesario
alguien que sea él mismo un neologismo, alguien que pueda
soportarse en su propia dimensión de soledad. En este
sentido, concebidas así las cosas, que cada uno es como es,
como se dice, el analista es un intruso, porque es un punto
del cual no se quiere saber mucho. El analista encarna ese
cuerpo extraño, esa soledad. Encarna ese cuerpo extraño y
si lo pensamos en términos de la pulsión, el analista es ese
cuerpo alrededor del cual se puede circunscribir la pulsión.
Se puede dar la vuelta de la pulsión. Es decir que el analista
presta su cuerpo para que se realice ese circuito mientras se
lo dice. Es por la transferencia que se hace aparecer la
demanda y la fórmula de la pulsión es S ◊ D. Es a partir de la
demanda que el cuerpo del analista permite circunscribir ese
circuito pulsional.

Hay una formación, yo diría más bien, hay una disciplina.


Lacan dijo “no necesito discípulos, necesito disciplina”.
Saben lo que es la disciplina. Voy a recurrir a la etimología,
evoca un instrumento de flagelación, el azote y una vez que
se desplaza de la referencia, la disciplina evoca el conjunto
de leyes o reglas que rigen los cuerpos. Lo dice así el
diccionario, los cuerpos refiriéndose a los cuerpos
colegiados, pero busca la disciplina, la obediencia y el orden.
“No necesito discípulos, sino disciplina”. Es decir, que
cualquier cuerpo se somete a una ley, a esta ley del
significante. Cada cuerpo está sometido a este S1 del que
goza. A la vez, si el sujeto en cuestión forma parte de un
cuerpo social, el de los psicoanalistas, entonces necesita
también de una disciplina. Somos masoquistas. Sí, también,
porque cualquier definición del sujeto implica el masoquismo
en ese sentido, en el que la ley del lenguaje corta su cuerpo y
es en ese recorte que se obtiene su goce, por lo tanto está
sometido cada uno a esa disciplina. En ese sentido hay algo
de masoquismo en integrar un cuerpo de psicoanalistas
nombrados en una institución x. ¿Para qué? Para orientarse.
El cuerpo de los psicoanalistas necesita orientarse.
Seguimos a Freud, seguimos a Lacan, pero es necesario un
cuerpo vivo.

Recuerdo que Lacan decía “prefiero un perro vivo a un león


muerto”. Es decir, no tenemos a Freud, ni tenemos a Lacan,
pero es necesario realizar esa disciplina respecto de un
cuerpo vivo. Nosotros somos, por así decir, el otro de Freud y
Lacan, por lo tanto es necesario la orientación del analista
que se ha autorizado a sí mismo en un psicoanálisis,
someterse a la ley del cuerpo al que pertenece. Cuando a mi
me presentan, me someto al cuerpo EOL, a la orientación de
Miller, de García; para Lacan no hay lo que él llamaba el
anarlista, el analista anárquico. Hay los que se someten a
una disciplina. Cada uno sabrá con qué Otro se autoriza. Esa
es la definición que daba Lacan en la Proposición del 9 de
octubre de 1967 sobre el psicoanalista de la Escuela: el
analista se autoriza a sí mismo y por algunos otros.

El analista, una vez que ha llegado al final del análisis, podrá


autorizarse a sí mismo para poder pasar del diván al sillón,
pero una vez que se ha autorizado a sí mismo ¿anda lo más
tranquilo y no se somete a ninguna disciplina? Hay de esos
también, pero no es mi caso.
Graciela Musachi
(*) Intervención realizada el día 13 de abril de 2007 en el
marco de la Jornada de Apertura de la Asociación de
Psicoanálisis de La Plata Las formaciones del inconsciente –
Clínica, política y saber del psicoanálisis-.

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