Está en la página 1de 32

El dinero de las prosUtutas

Trabajo sexual y circuitos inmigratorios


entre Río de Janeiro y Buenos Aires (1907-1920)

CRISTIANA SCHETTINI

Este texto rastrea algunos recorridos del dinero obtenido


con la prostitución a través de circuitos inmigratorios sud-
americanos durante los años previos a la Primera Guerra
Mundial. Su intención es la de contribuir a una reflexión
sobre el comercio sexual en relación con los circuitos inmi-
gratorios y laborales de hombres y mujeres en los márgenes
del mercado de trabajo asalariado. En otras palabras, se
trata de abordar el ejercicio y la explotación de la prosti-
tución como parte de las posibilidades de trabajo, ahorro
y comercio entre inmigrantes europeos en la América del
Sur a comienzos del siglo XX. Desde esta perspectiva, los
viajes sudamericanos de hombres y mujeres en función del
comercio sexual son indagados como parte constitutiva de
sus experiencias, a diferencia de una visión que les confiere
un sentido externo y previo como “trata de blancas”.
Los historiadores que abordaron la organización social
de la prostitución de este período registraron diversas per-
cepciones contemporáneas que le atribuyeron una lógica
capitalista: un mercado organizado en función de la oferta
y demanda, una organización casi fabril y la cosificación
de los cuerpos de las mujeres, comparadas a autómatas.1

1 Rago, M., Os Prazeres da Noite. Prostituição e códigos de sexualidade feminina em


S. Paulo, Río de Janeiro, Paz e Terra, 1991; Medeiros de Menezes, L., Os Inde-
sejáveis - desclassificados da modernidade. Protesto, crime e expulsão na capital
federal (1890-1930), Río de Janeiro, Eduerj, 1996; Donna Guy identifica y

177
178 • Historias cruzadas

En parte, la difusión de este tipo de observación expresa


una preocupación más amplia, característica del cambio de
siglo, sobre los riesgos de una mercantilización desenfrena-
da de las relaciones humanas.2 De acuerdo con esta visión,
la intervención empresarial del proxeneta tenía un lugar
destacable, en especial en la expansión internacional de la
explotación del comercio sexual.3 En lugar de tomar a estas
percepciones contemporáneas como descripción de la reali-
dad, conviene contrastarlas con los varios usos y sentidos
del dinero obtenido con el comercio sexual.
Para eso, son de gran utilidad los juicios de expulsión
de extranjeros por proxenetismo producidos por la policía
brasileña desde 1907 hasta la década de 1920. Los juicios
de expulsión brasileños resultaron de la aprobación de la
ley conocida como Adolfo Gordo, que reglamentó la expul-
sión de extranjeros indeseables como una medida adminis-
trativa del Poder Ejecutivo. Eso significa que la expulsión
ocurría sin necesidad de intervención del Poder Judicial.4
La expulsión era sumaria cuando era aplicada a oposito-
res políticos, en especial anarquistas, o a cualquiera pasible
de ser considerado, por parte de las autoridades policiales,
como una amenaza a la “seguridad nacional”. Sin embargo,
también se preveía la expulsión por el ejercicio de prácticas

contextualiza esa percepción para el caso de Buenos Aires como parte de


disputas más amplias en torno a la familia, el trabajo femenino, la ciudadanía
y la nación, en El Sexo Peligroso: la prostitución legal en Buenos Aires, Buenos
Aires, Sudamericana, 1994.
2 Dru Stanley, A., “Wages, sin and slavery. Some thoughts on free will and
commodity relations”, Journal of the Early Republic, 24, 2004.
3 Trochon, Yvette, Las rutas de Eros. La trata de blancas en el Atlántico Sur. Argen-
tina, Brasil y Uruguay (1880-1932), Montevideo, Taurus, 2006.
4 Sobre la ley de expulsión y sus usos en Brasil: Medeiros de Menezes, L., Os
Indesejáveis: desclassificados da modernidade. Protesto, crime e expulsão na Capital
Federal, 1890-1930, Río de Janeiro, Eduerj, 1996; Schettini, C., “Exploração,
gênero e circuitos sul-americanos nos processos de expulsão de estrangei-
ros (1907-1920)”, Tempo, 33, 2012, pp.51-73; Galeano, D., Criminosos Viajan-
tes. Circulações transnacionais entre Rio de Janeiro e Buenos Aires, 1890-1930, Río
de Janeiro, Arquivo Nacional, 2016.
Historias cruzadas • 179

contravencionales, como “vagancia y mendicidad”, e inclu-


so delictivas, como el proxenetismo, ambas previstas en el
Código Penal de 1890.
Una peculiar preocupación con la producción de prue-
bas para la expulsión de vagos, ladrones y proxenetas dife-
renció la práctica de la ley brasileña de la ley de residencia
argentina, por ejemplo. En Brasil, esa preocupación llevó
a la producción de una documentación similar a la de un
juicio convencional. La policía buscaba fundamentar con
pruebas cada decreto de expulsión firmado por el minis-
tro de la Justicia, en un procedimiento con forma judicial,
pero con contenido “administrativo”. La única posibilidad
de intervención del Poder Judicial ocurría cuando el acu-
sado tenía tiempo y condiciones de presentar un pedido
de habeas corpus que arguyera la ilegalidad de la prisión,
y a veces, de la ley de expulsión misma.5 Para la historia
social, la documentación producida por esas iniciativas es
un rico registro de redes, conexiones y experiencias de tra-
bajo sexual en el espacio sudamericano a comienzos del
siglo XX.
A partir de los casos de expulsión de proxenetas iden-
tificados en el Archivo Nacional de Río de Janeiro, entre
1907 y 1930, este análisis parte de una muestra producida
con aquellos casos en los que indiciados, testigos o víctimas
habían estado en la región rioplatense antes de arribar a
Brasil.6 Ese recorte permite acompañar los desplazamientos
de hombres y mujeres por América del Sur e indagar cómo
esos viajes impactaron en sus vidas, experiencias de trabajo
y, en particular, en las formas de apropiación del dinero
obtenido en la prostitución.

5 Bonfá, R. L. G., Com lei ou sem lei: as expulsões de estrangeiros e o conflito entre o
Executivo e o Judiciário na Primeira República. Tese de Mestrado em História,
Universidade Estadual de Campinas, Campinas, 2008.
6 La muestra está compuesta por 70 juicios. En la investigación de Lená
Medeiros de Menezes, con el mismo fondo documental, seleccionó 194
casos de proxenetas a partir de una muestra general de 531 casos de expul-
sión. Medeiros, Os Indesejáveis, p. 18.
180 • Historias cruzadas

En la primera parte, el texto enfoca a los acusados de


proxenetismo arribados a Río de Janeiro o San Pablo. Se
esbozan las características del circuito inmigratorio en el
que se insertaban y las dificultades laborales con las que se
deparaban. En este escenario, el dinero de las prostitutas
gana una importancia propia. Las formas de circulación de
ese dinero, pasando de las manos de las mujeres a la de
hombres cercanos a ellas ganaban muchos sentidos y tenían
muchas utilidades, identificadas en la segunda parte. Luego,
el foco recae sobre el desplazamiento de las mujeres des-
de Argentina a Brasil en búsqueda de los sentidos de sus
viajes, entre el desarraigo y la articulación de redes de apo-
yo. En particular, interesan los cambios de las condiciones
de trabajo desde un marco legal reglamentario, en Bue-
nos Aires, hacia un marco legal formalmente “abolicionista”,
vigente en Brasil. Finalmente, se indaga sobre las relaciones
afectivas que las prostitutas entablaban con sus proxene-
tas. Describir prácticas de circulación de la riqueza de las
prostitutas en momentos en los que la principal manera de
entenderlas era a través de relatos de “trata de blancas” pue-
de indicar algunos puntos de contacto entre las nociones de
explotación sexual y explotación laboral, con énfasis en sus
sentidos contemporáneos. A la vez, revela algunos de los
recursos y arreglos cotidianos que conformaban las expe-
riencias de trabajo de las mujeres europeas que trabajaron
en el mercado sexual a comienzos del siglo.

Ocupaciones y o cios

Muchos de los indiciados en los juicios brasileños pro-


ducidos a partir de 1907 eran varones que, aun cuando
podían declarar una ocupación u oficio, se encontraban en
situaciones laborales precarias. En los primeros años de
aplicación de la ley de expulsión, los acusados de proxene-
tismo eran de nacionalidades variadas: italianos, españoles,
Historias cruzadas • 181

rusos, polacos, uruguayos y argentinos. Muchos eran recién


llegados y habían atraído la atención policial al ser vistos
circulando por casas de prostitución, mientras otros eran
conocidos de los agentes policiales. Sus declaraciones ten-
dían a ser desacreditadas y tomadas como mero disfraz
para ocultar su verdadera ocupación criminal. Eso era con-
decente con las expectativas de las autoridades brasileñas,
que asociaban la actividad de proxeneta al no trabajo, tal
como sugería su cercanía a la contravención de “vagancia
y mendicidad” en la letra de la ley de expulsión. Fuesen
o no verdaderas, lo que es cierto es que las ocupaciones
declaradas buscaban ser verosímiles. Por eso, pueden ser
tomadas como una descripción contemporánea de algunos
circuitos inmigratorios durante los años previos a la Pri-
mera Guerra Mundial.
En un primer momento, la aprobación de la ley de
expulsión de extranjeros en Brasil parece haber sido vis-
ta por las autoridades policiales como una oportunidad de
actuar contra sus sospechosos de siempre, hombres ya iden-
tificados en lo cotidiano del accionar policial carioca contra
una amplia variedad de actividades pasibles de ser incluidas
en el universo de la “vagancia”. En enero de 1907, pasados
apenas diez días de su aprobación, la policía carioca acusó,
de una sola vez, a seis hombres de diversas proveniencias,
incluyendo italianos, griegos y rusos.7 Sus antecedentes,
registrados en el Gabinete de Identificación, comprueban
que por lo menos cuatro de ellos habían sido arrestados
en el año anterior en una campaña del 3º comisario auxi-
liar contra el proxenetismo. Un agente policial recordó
que, en aquella oportunidad, terminaron puestos en libertad
por orden del mismo comisario por “resultar infundadas
las sospechas”. En otras palabras, no había pruebas para
enjuiciarlos, aunque algunos eran referidos como “cáftenes

7 Arquivo Nacional (en adelante AN), Ministerio de la Justicia. Expulsión de


Alfano Vicenzo y otros, IJJ7 -131, 1907.
182 • Historias cruzadas

conocidos”. Este comisario, entonces, parecía esperar que


la ley de expulsión remediase la clásica dificultad policial
de reunir pruebas.8
Los procedimientos de este caso expresan la incerti-
dumbre policial sobre la aplicación de la ley. A partir de
mayo de 1907, un nuevo decreto definía la ejecución de
la expulsión para casos de proxenetismo: la investigación
policial debería reunir “documentos de reconocida fuerza
probatoria” o al menos dos testimonios de acusación.9
Aunque la noción de vagancia sobrevolaba el procedi-
miento, las ocupaciones y oficios declarados por los indicia-
dos en 1907 eran variados: Dressler declaró ser “negociante
ambulante de joyas”; Bluchtein, ruso de Odessa, era “sastre”;
el napolitano D’Onofrio, “barbero y peluquero”. El desafío
de los acusados era comprobar que entraban en la categoría
de extranjeros honestos y trabajadores. El de la policía era
verificar si esas ocupaciones y oficios no pasaban de excu-
sa de los delincuentes. Se trataba de una corrida contra el
tiempo antes de que la expulsión fuese decretada sumaria-
mente por el Poder Ejecutivo. En este caso, al menos Bluch-
tein logró algo: su socio en la sastrería de la calle Riachuelo
nº 145, junto con dos comerciantes portugueses y un far-
macéutico pernambucano, declararon que él era un hombre
serio y trabajador en su oficio de sastre. Más dificultad tuvo
Alfano Vicenzo, identificado en la comisaría como un agri-
mensor griego, y en el pedido de habeas corpus que logró
presentar, como un dibujante italiano. La disparidad entre
ambas identificaciones vuelve a sugerir la falta de cuidado
o de conocimiento de la policía frente al procedimiento y a

8 De hecho, es lo que dijo claramente al intentar expulsar a unas prostitutas


conocidas de la “zona de las ladronas”, sobre las que había muchas quejas,
pero “carencia de testigos”. Schettini, C., “Exploração…”, op. cit., p. 64.
9 Medeiros de Menezes, Lena, Os Indesejáveis, p. 207. Para una discusión sobre
los procedimientos de un juicio de expulsión en Brasil y su forma judicial, en
contraste con el procedimiento adoptado en Argentina, cf. Schettini, C.,
“Exploração...”, op. cit., y Albornoz, M. y Galeano, D., “El momento Beastly: la
policía de Buenos Aires y la expulsión de extranjeros (1896-1904), Astrolabio,
17, 2016.
Historias cruzadas • 183

sus sospechosos. Al final, ninguna de las estrategias de los


dos hombres tuvo éxito: Bluchtein fue expulsado (aunque
no hay referencias sobre su embarque), y Vicenzo, luego de
más de 34 días de arresto ilegal, terminó embarcando (por
“iniciativa propia”) con destino a Buenos Aires.
Aun en el marco de este uso inicial persecutorio, la
aplicación de la ley de expulsión podía terminar revelando
algo de la experiencia de ciertos hombres recién llegados.
El neoyorquino Max Burckner, de 32 años, había desem-
barcado en Río de Janeiro en octubre de 1907 y declaró a
la policía que estaba a la espera de una posición en la com-
pañía canadiense, concesionaria del servicio de electricidad,
transporte público y telefonía de la ciudad, Light & Power
Co.10 Acusado de proxenetismo, al mes tuvo que embarcar
a Nueva York. En 1911, el también norteamericano Morris
Muller, de 42 años, declaró ser colocador de cables telefóni-
cos de la misma empresa, pero su contacto con prostitutas
alemanas y austríacas en una pensión elegante y sus via-
jes previos a Buenos Aires justificaron la medida policial
de expulsión.11 Como tantas otras ramas de la industria
carioca, la Light se beneficiaba a comienzos del siglo de un
mercado laboral casi ilimitado, caracterizado por una gran
rotación.12 Los trabajadores podían acercarse por la fama de
la nueva empresa y su carácter moderno e innovador, y en
este caso con la expectativa de que el dominio del inglés los
acercaría a puestos más altos. Pero sus prisiones indican el
riesgo que corrían en estos primeros momentos en los que
buscaban establecerse en la nueva ciudad.

10 AN, Expulsión de Max Buckener, IJJ7 - 143, 1907.


11 AN, Expulsión de Morris Muller, IJJ7 - 144, 1911.
12 Para el caso de Río de Janeiro, al contrario de San Pablo, esa rotación parece
haber disminuido en el trabajo tranviario a partir de 1905, cuando se esta-
bleció el monopolio en el área del transporte urbano. João Marcelo Pereira
dos Santos, Energia elétrica e poder político. Trabalhadores da Light. São Paulo,
1900-1935 San Pablo, Outras Expressões, 2015, p. 51-52.
184 • Historias cruzadas

Casos como estos refuerzan la mala fama de la ley de


expulsión, denunciada por contemporáneos y caracterizada
por la historiografía por conferir a la policía amplios pode-
res discrecionales.13 Acusada de inquisitorial, la ley habi-
litaba persecuciones a anarquistas y militantes del movi-
miento obrero, y también, como demuestran los registros
de expulsión, a cualquier extranjero que no pudiera com-
probar ocupación. Con eso, como observa Lená Medeiros
de Menezes, registraba indirectamente la experiencia de
un amplio grupo de trabajadores precarios, aquellos que
ella denomina como los “extranjeros pobres” que formaban
parte de la trama laboral internacional del capitalismo de
comienzos del siglo.
Expedientes sumarios y sospechados de haber sido
armados contrastan con la inesperada información deta-
llada sobre recorridos laborales que surge en otros casos,
muchos de los cuales referidos a hombres más viejos. En
1917, por ejemplo, Saul Flanser, o Choel Flancer, a los 41
años, austríaco y sastre, tuvo oportunidad de relatar, en
su defensa, un intrincado recorrido laboral e inmigratorio
que logró realizar en un breve lapso.14 Había llegado a Río
de Janeiro desde Europa en noviembre de 1916. Por cinco
meses estuvo empleado en un gran negocio de ropas, el
Parc Royal, como oficial de sastre. Luego de ahorrar seis-
cientos mil réis, partió para la Argentina en búsqueda de
una colocación mejor. A bordo, conoció a Gabriel Sapaca,
con quien decidió entablar una sociedad. Juntos, desistieron
de probar la vida en Buenos Aires y resolvieron asociarse
en el negocio de mercería en San Pablo. Finalmente, luego
de un año, Saul, o Choel, deshizo la sociedad y volvió a
Río de Janeiro.

13 Medeiros de Menezes, L., Os Indesejáveis; p. 221 y ss.; Bonfá, L., Com lei ou
sem lei.
14 AN, Expulsión de Saul o Choel Flanser, IJJ7 - 146, 1917.
Historias cruzadas • 185

Con este relato, buscaba contrarrestar la acusación de


proxenetismo, puesto que siempre era visto en compañía
de una joven prostituta de la Lapa, que algunos pensaban
que era su hija. Corría el año 1917. Luego de una década
de vigencia de la ley de expulsión, el comisario, al con-
trario del procedimiento adoptado en las primeras expul-
siones, consideró necesario profundizar la investigación.
Para averiguar las declaraciones del indiciado, contactó al
representante de la firma Parc Royal y a la 4ª comisaría
auxiliar de San Pablo. El primero le aclaró que la firma
nunca contrataba oficiales de sastrería o costureras. Eran
los contramaestres quienes adquirían sus servicios de for-
ma autónoma. A su vez, la policía paulista confirmó que
en la dirección mencionada había efectivamente una firma
“Sapag e Irmão”. Pero no había ningún registro escrito de
la participación de Saul o Choel, a esta altura con el ape-
llido escrito como “Francez”. La ausencia de registros era
esperable por la propia dinámica del mercado laboral en el
que Saul, como oficial de sastre, y Gabriel, como negociante
ambulante, se insertaban.
La imposibilidad de comprobar el relato empeoró su
situación frente a las autoridades brasileñas. Pero no por
eso se vuelve menos revelador de la historia de las caracte-
rísticas inciertas, informales e inconstantes de ciertos cir-
cuitos inmigratorios durante las primeras dos décadas del
siglo XX. Ocupaciones como “negociantes”, “negociantes
ambulantes”, “negociantes de joyas” eran habituales entre
los inmigrantes provenientes de Europa central y oriental;
no era raro que las casas de prostitución estuviesen entre
sus clientelas preferenciales. Así, las ocupaciones declara-
das indican los contornos de una cierta experiencia inmi-
186 • Historias cruzadas

gratoria se caracterizaba por la frontera porosa con acti-


vidades consideradas delictivas, o difícilmente registrables
como trabajo.15
En suma, muchos de los hombres atrapados por las
fuerzas policiales brasileñas como sospechosos de ejercer
el proxenetismo en los primeros años del siglo XX estaban
insertos en un circuito inmigratorio que integraba a Río
de Janeiro, San Pablo, Santos y Buenos Aires, entre otras
ciudades sudamericanas, por las que pasaban luego de haber
dejado Europa. Sus trabajos podían ser más o menos espe-
cializados, y más o menos comprobables, pero sus iden-
tidades eran inciertas cuando sus experiencias quedaban
registradas en los juicios de expulsión: no estaban estable-
cidos; recién llegaban o buscaban formas de volver a partir;
instalados en hoteles o pensiones, tenían pocos recursos
propios y contactos precarios con otros inmigrantes o con
prostitutas. Una mirada detenida sugiere un perfil distin-
to a la idea del apache, la noción francesa, conocida de las
policías argentina y brasileña, que designaba, originalmen-
te, grupos de jóvenes franceses que optaban por estar afuera
del mercado de trabajo, al menos durante una fase de sus
vidas, viviendo en delito y del dinero de sus amantes.16 Los
hombres arrestados por la policía carioca en los primeros
años de la ley de expulsión, cuya relación con prostitutas
podía ser más o menos comprobada, estaban entre los 25
y 45 años; muchos tenían oficio y eran experimentados,
mientras otros se dedicaban a circuitos laborales inestables
y nómades, como los vendedores ambulantes.

15 La ocupación de comerciante, fuese como empleado en el comercio o nego-


ciante autónomo, era vista con gran suspicacia por los contemporáneos.
Popinigis, F., Proletarios de casaca: trabalhadores no comercio (Rio de Janeiro,
1850-1920), Campinas, Ed. da UNICAMP, 2007, cap. 1.
16 M. Perrot, em “Na Franca da Belle Époque, os “Apaches”, primeiros bandos
de jovens”, Os Excluidos da Historia, Río de Janeiro, Paz e Terra, 1988, destaca
el carácter territorializado de los apaches franceses; Kalifa, D., “Arqueologia
do Apachismo: Bárbaros e peles vermelhas no século XIX”, Projeto Historia,
n. 40, 2010. Galeano analiza los usos de la expresión entre las policías argen-
tina y brasileña en Galeano, D., Criminosos viajantes, p. 254 y ss.
Historias cruzadas • 187

El dinero de la prosUtución

No es difícil imaginar la importancia de los recursos obteni-


dos por las prostitutas para un amplio rango de inmigrantes
como los hombres brevemente presentados. Quizás, para
muchos de ellos, el dinero de las prostitutas haya sido una
gran oportunidad para acceder a recursos para realizar una
inversión inicial, o incluso para garantizar la supervivencia
inmediata. Vale la pena, entonces, sugerir algunos de los
caminos de este dinero.
En 1908, el español Ramón López, de 35 años, que
declaró ser “conductor de tranvía en la cia. Santa Isabel” en
Río de Janeiro, venía de un largo recorrido: había estado
en Cuba, donde había obtenido algunos ahorros, no se sabe
cómo; se mudó a Buenos Aires, en donde abrió un bar, al
que no le fue bien.17 En Río de Janeiro, no era el magro
sueldo del trabajo de conductor lo que le permitía vivir,
sino los recursos de las dos españolas que él había traído de
Buenos Aires –su esposa y su prima– para instalarse como
prostitutas en las rótulas de la calle del Nuncio.18 Como
a López sus emprendimientos nunca le iban bien, su plan
parece haber sido el de vivir del dinero de las mujeres. Pero
tampoco este emprendimiento resultó bien. No era parte
del plan que las dos mujeres se enfermaran. Temerosas de
sus amenazas para que siguieran aportándole dinero, las dos
mujeres terminaron por denunciarlo a la policía.
Como él, muchos de los acusados de proxenetismo
en Brasil usaban el dinero de la prostitución para iniciar
pequeños emprendimientos. El austríaco Mauricio Goldran
había tenido un bar en la calle Libertad, en Buenos Aires,

17 AN, Expulsión de Ramón López, IJJ7 - 150, 1908.


18 Rótulas era la denominación de las ventanas características de estas casas en
las que se concentraba la prostitución del centro de la ciudad. Nuncio, São
Jorge y Conceição conformaban un conjunto de calles notorias por la con-
centración de prostitutas provenientes de la Europa Central. Schettini, C.,
“Que Tenhas Teu Corpo”: uma historia social da prostituição no Rio de Janeiro das
primeiras décadas republicanas, Río de Janeiro, Arquivo Nacional, 2006, cap. 1.
188 • Historias cruzadas

hasta que terminó fotografiado por la policía porteña por-


que su establecimiento era “mal frecuentado”.19 En 1912,
desembarcó en San Pablo con la intención de abrir un
negocio de barbería con los recursos de su mujer, quien
ya había llegado antes y había tenido tiempo de instalar-
se en una casa de prostitución. Con su antecedente en la
policía porteña, Goldran no tardó en ser considerado un
cáften por la policía paulistana, que acabó por expulsarlo.
En el mismo año, Isaac Rotman hizo el recorrido inverso,
al viajar de Río de Janeiro a Buenos Aires para formarse
como peinador de mujeres con el dinero de su amante, la
polaca Fela Gutzatz.20 Ella pensaba que él se iba a casar con
ella a la vuelta, pero él confesó a una conocida en común
que sólo le gustaba su dinero y no tenía ninguna intención
de comprometerse.
Los registros de expulsión iluminan una vida económi-
ca alimentada por la prostitución, cuyo aspecto más visible
eran los bares y cafés en las calles de concentración de bur-
deles, pero que también incluían muchas otras actividades.
En 1910, José Zelicovitch, polaco-ruso naturalizado argen-
tino, declaró a la policía carioca que había vivido como
vendedor de cuadros y espejos durante los últimos tres años
en Río de Janeiro.21 Pero las prostitutas de la calle de São
Jorge declararon que, desde que había arribado de Buenos
Aires, se ganaba la vida trabajando como escritor de cartas.
Por cada carta, las mujeres le pagaban dos o tres mil réis. Sus
ingresos mejoraron cuando pasó a vivir con Regina Domps,
una rusa de 38 años recién instalada en Río de Janeiro. Pero
todo volvió a empeorar cuando, embarazada, ella dejó de
darle dinero y, amedrentada por sus amenazas, lo denunció
como cáften a la policía.

19 AN, Expulsión de Mauricio Goldran, IJJ7 - 144, 1912.


20 AN, Expulsión de Isaac Rotman, IJJ7 - 156, 1912.
21 AN, Expulsión de José Zelicovitch, IJJ7 - 160,1910.
Historias cruzadas • 189

El espectro de actividades alrededor del comercio


sexual era amplio. En 1911, el francés Louis Leblanc fue
acusado de proxenetismo porque convivía con prostitutas,
“ladrones y pasadores de moneda falsa”. En realidad, lue-
go de haber perdido el trabajo como obrero, su actividad
principal era oficiar de “mensajero y secretario” de pros-
titutas, a las que prestaba diversos servicios.22 En el mis-
mo año, el filipino Adolfo Sumsi, proveniente de Buenos
Aires, empezó a ganarse la vida en Brasil como peluquero
de prostitutas.23
El límite entre apropiarse del dinero de la prostitución
y trabajar para prostitutas era difuso. De hecho, no todos
estos hombres fueron acusados de proxenetismo. A nadie
se le hubiese ocurrido, por ejemplo, acusar al italiano Fran-
cisco Sandre, portero de la conocida “pensión de artistas”
de Tina Tatti. Él cumplía una función fundamental para
el negocio, al controlar la entrada y la salida de clientes y
amantes de las mujeres, un trabajo que implicaba una espe-
cial capacidad de clasificación de esos hombres.24 Tampoco
nadie acusó de proxenetismo a los italianos que poseían
“pensiones de artistas” en San Pablo, como la Pensión Dorée
o la Montecarlo, en las que se hospedaban las mujeres con-
tratadas para cantar en cabarets o teatros de variedades.25
La regla implícita de las giras de las artistas era que se hos-
pedaran en este tipo de establecimientos en donde podían
“recibir visitas” de sus admiradores. Todos parecían saber
que las pensiones de artistas en San Pablo integraban un

22 AN, Expulsión de Louis Leblanc, IJJ7 - 176, 1911.


23 AN, Expulsión de Adolfo Sumsi, IJJ7 - 129, 1911.
24 A las 3:30 de una madrugada de 1913, él intentó evitar que el español José
Miguez entrara en busca de su amante Marcelle de Kellen, sin éxito. AN,
José Miguez, IJJ7 - 160, 1913.
25 Los italianos dueños de pensión de artistas aparecen especialmente en las
expulsiones de Arthur Van Der Est, IJJ7 - 128, 1912 y de Henrique Resta,
IJJ7 - 154. Analicé los circuitos artísticos en los que se insertaban esas pen-
siones en Schettini, C., “South American Tours: work relations in the enter-
tainment market in South America”, International Review of Social History, 57,
Special Issue, 2012, pp. 129-160.
190 • Historias cruzadas

circuito artístico, dominado entonces por emprendedores


italianos dedicados al negocio del entretenimiento. Eran
hombres que vivían del dinero que ganaban estas mujeres
con sus frecuentadores. En otras palabras, su sostén era el
universo de las variadas actividades económicas alimenta-
das, en diversos grados, por el comercio sexual. Que estu-
vieran fuera del alcance de la policía denota la evidente
incidencia de criterios de clase en la construcción de la figu-
ra del proxeneta y las fronteras difusas entre las actividades
comerciales consideradas “respetables” e “inmorales”.
Aun corriendo el riesgo de llamar la atención de la
policía, esos hombres parecían considerar que las ventajas
propiciadas por el mundo de la prostitución compensaban
los riesgos. En 1913, el negociante ambulante ruso Samuel
Rosemberg le explicó con precisión al comisario brasile-
ño encargado de investigarlo que, tanto en la República
Argentina como en Brasil, “trabajó siempre con la venta
ambulante de mercaderías, ropas, telas, etc., y de preferen-
cia las vende en casas de tolerancia por ser más rentable
y más fácil negocio”.26 Rosemberg llevaba ocho meses en
San Pablo, tiempo suficiente para reunir testimonios favo-
rables de otros negociantes rusos, además de presentar una
serie de recibos y facturas que comprobaban una intensa
actividad comercial. Con eso, procuraba defenderse de las
acusaciones de un comerciante sirio, a quien había cono-
cido en Buenos Aires. El sirio vio su foto en un diario
argentino como rufián. Sus fluidos contactos con el mundo
de la prostitución, la nacionalidad rusa, la identidad judía,
la ocupación de “negociante ambulante” y, para colmo, su
condición de recién llegado de Buenos Aires, contribuyeron
para que terminara expulsado como proxeneta.
Esas acusaciones sugerían en qué medida el mundo
de relaciones en torno al comercio sexual era un nicho
importante para actividades tan diversas como las ejerci-
das por sastres, peluqueros, escritores de cartas, mensajeros,

26 AN, Expulsión de Samuel Rosemberg, IJJ7 - 147, 1913.


Historias cruzadas • 191

porteros de pensión, dueños de bares y hoteles, negociantes


de telas, de ropas y de joyas. Al considerar como proxenetis-
mo cualquier acción que se incluyera en la amplia fórmula
de “auxiliar, facilitar y proveer habitación” a prostitutas, tal
como la definía el Código Penal, la legislación brasileña
potencialmente incluía a todos estos hombres en la cate-
goría de proxeneta. De hecho, en Brasil, tanto los juicios
criminales de proxenetismo como los de expulsión fueron
empleados para reprimir ciertas modalidades de encuen-
tros sexuales y para incidir en la localización de la pros-
titución en el entramado urbano.27 Pero con el paso del
tiempo, los juicios de expulsión por proxenetismo pasaron
a ser empleados de forma más consistente contra hombres
que entablaban relaciones amorosas con las prostitutas. En
otras palabras, podía ser acusado de proxenetismo el hom-
bre que recibía dinero de las prostitutas en un marco de
relación afectiva, lo cual explica que una parte significativa
de este universo de relaciones económicas sostenidas por
el comercio sexual quedara afuera de la aplicación de la
ley. A través de los años, el protagonista de los juicios de
expulsión deja de ser sólo el hombre recién llegado, sin
vínculos y sin recursos.
El escenario compuesto por un mercado laboral que
venía de un intenso período expansivo hacia una súbita
retracción con la Primera Guerra le da una dimensión par-
ticular a estas historias que se desarrollaban en las fronteras
del mercado de trabajo asalariado, la iniciativa emprende-
dora y el delito. En este contexto, los desplazamientos inter-
nacionales de estos hombres y mujeres, desde una ciudad
en la que la prostitución era una actividad regulada a otra
en la que el proxenetismo era criminalizado de una forma
más amplia, vuelven visibles algunos de los circuitos de
circulación de personas y de intercambio de dinero en los
que muchos hombres y mujeres buscaron una vida mejor.

27 Sobre los juicios de proxenetismo, Schettini, C., Que Tenhas Teu Corpo,
cap. 1.
192 • Historias cruzadas

Pero, cuando, por alguna razón, sus historias llegaban a los


oídos de las autoridades policiales brasileñas, podían ter-
minar registradas en juicios de expulsión. Este instante de
visibilidad, si bien no permite vislumbrar las situaciones
de consenso tanto como aquellas conflictivas, sí permite
indagar sobre un segundo momento del circuito de trabajo
y apropiación del dinero de la prostitución: cuando este
puede ser recuperado por quien lo ganó.

Conexiones: “allá” y “acá”

La importancia de las denuncias de mujeres para la ela-


boración de juicios de expulsión de extranjeros por pro-
xenetismo en Brasil se fue consolidando a medida que los
funcionarios policiales se dieron cuenta de que la ley de
expulsión no podía ser tan ampliamente usada como los
comisarios intentaron hacer durante los primeros meses de
su vigencia. La reglamentación de la ley en mayo de 1907
y la oposición social frente a una medida que le garantiza-
ba tal autonomía al poder ejecutivo, sumada a los pedidos
de habeas corpus que demandaban la presencia del Poder
Judicial parecen haber contribuido para que las autoridades
brasileñas se preocuparan cada vez más con la forma de las
investigaciones que sostenían la expulsión.
También parece haber jugado un rol importante el inte-
rés de los funcionarios del Ministerio de Justicia y Negocios
Interiores en tener bajo control las acciones del jefe de Poli-
cía y sus subordinados. Eso quedó evidente en el caso del
chauffeur catalán Amadeo Bernardes en 1912.28 Luego de
vivir un tiempo en Buenos Aires, Bernardes pasó dos meses
en Río de Janeiro en los que iba a dormir en compañía de
una prostituta francesa de la Lapa. Esta situación se exten-
dió hasta que la policía le dio orden de expulsión. Como la

28 AN, Expulsión de Amadeo Bernardes, IJJ7 - 128, 1912.


Historias cruzadas • 193

orden fue dada por el jefe de Policía, sin pasar por el minis-
tro de la Justicia, los burócratas del Ministerio, a modo
de represalia por haber sido ignorados, decidieron prestar
una atención especial a la elaboración de la investigación.
Encontraron que las pruebas obtenidas eran frágiles: “las
imputaciones hechas al acusados no me parecen bien com-
probadas en la investigación”, comentó uno de ellos. Las
tres prostitutas que declararon como testigos nada sabían
de ciencia propia, sino por deducción y por escuchar hablar.
Más raro era que la dueña de la pensión en la que vivía la
francesa ni siquiera fue llamada a declarar, a diferencia de
otros casos. A pesar de esas fragilidades, el funcionario del
Poder Ejecutivo concedía que, puesto que el acusado venía
de Buenos Aires y que sus antecedentes eran desconocidos,
estaba en condiciones de ser expulsado.
Identificar los términos e intereses en juego en la cons-
trucción policial de la acusación se vuelve un paso ineludi-
ble para comprender la noción de explotación en juego para
los propios involucrados, acusados y víctimas. La obsesión
por un pasado en Buenos Aires por parte de la policía, así,
llama la atención sobre los sentidos de los viajes entre ciu-
dades brasileñas y argentinas para estos hombres y mujeres
vinculados al comercio sexual.29
Para rastrear los sentidos de las historias que contaban
sobre sus viajes, es necesario volver a recuperar la diferencia
entre los marcos legales sobre la prostitución vigentes en las
ciudades de Buenos Aires y Río de Janeiro. Al no regularla,
el marco legal brasileño sobre la prostitución posibilitó la
producción de los expedientes de expulsión a partir de la
idea de que ciertas formas de apropiación del dinero de la
prostitución eran ilegales. Con eso, los expedientes brasile-
ños registraron algunas de las diferencias y las similitudes
entre ambos contextos legales y sus impactos en las vidas,
y en especial, en el trabajo, de estas personas. Desde lue-
go, importa llamar la atención sobre las similitudes de la

29 Schettini, C., “Exploração…”, op. cit.


194 • Historias cruzadas

organización del mercado sexual en ambas ciudades. En


primer lugar, era evidente que había proxenetas activos en
ambas ciudades. Es decir, hombres que se apropiaban de
las ganancias de la prostitución de una mujer con la que
solían desarrollar vínculos afectivos. Las pensiones de pros-
titución regenteadas por mujeres eran lo habitual en ambas
ciudades, aunque no hubiese una regla escrita sobre eso en
Brasil, como ocurría con las ordenanzas vigentes en Buenos
Aires, que formalizaron la figura de la regenta. En Río de
Janeiro, no sólo las casas comunes de prostitución solían
ser manejadas por mujeres, sino también las pensiones “de
artistas”, eufemismo de casa de prostitución elegante, como
la de Tina Tatti o la Richard. Pero en San Pablo, como se ha
visto, se podían encontrar “pensiones de artistas” manejadas
por varones sin que la policía los molestara.
Entre las principales diferencias entre ambas ciudades
estaba la obligatoriedad de inscribirse en la municipalidad
y someterse a exámenes médicos en el caso de que la mujer
entrara en la modalidad de la prostitución regulada en Bue-
nos Aires. La alternativa era ejercer la prostitución clan-
destina, en la que las mujeres, conocidas como “girantas”,
buscaban a sus clientes en la calle, o en bares y cafés, en los
que podían trabajar como camareras. Los juicios de expul-
sión registran poco y nada de las percepciones de las pros-
titutas respecto a esas diferentes modalidades. En una rara
mención, en 1911, la rusa María Bagmutova, de 22 años,
declaraba que, para ella, la diferencia básica entre Buenos
Aires y Río era que, mientras vivía en la Argentina, ella tenía
que rendir cuentas al callista y masajista ruso Alexandre
Robinson cada lunes, pues en la casa en la que vivía, las
mujeres “hacían las cuentas semanalmente”, declaración que
indica que ella había estado en un burdel regulado en Bue-
nos Aires.30 En cambio, en Brasil, todos los días Robinson
aparecía para recoger el dinero. En su estancia en Río, qui-
zás a partir del contacto con otras mujeres, ella tuvo la idea

30 AN, Expulsión de Alexandre Robinson, IJJ7 - 129, 1911.


Historias cruzadas • 195

de ofrecerle la pequeña fortuna de un conto y quinientos mil


réis (1:500$000) para que él se fuera a Europa y la dejara
en paz. Robinson aceptó el dinero, se fue, pero no tardó en
volver, más furioso que nunca: la citó en su consultorio de
callista y la amenazó de muerte para que le entregara más
dinero: dos contos de réis (2:000$000) o 100 libras esterlinas.
“Viéndose en la inminencia de hechos más graves cada día”,
conforme relató al comisario, ella decidió denunciarlo a la
policía. No se registró la versión de Robinson, excepto por
su identificación como “masajista y callista”, con consulto-
rio en la avenida Mem de Sá, en el barrio de Lapa. Expulsa-
do, terminó embarcando nuevamente para Hamburgo.
Una referencia más explícita al sistema de regulación
vigente en Buenos Aires en los juicios de expulsión brasile-
ños aparece en la denuncia de una mujer italiana a Pascoal
Garzulo en 1914. Mientras vivieron en la capital argentina,
Garzulo obligó a su pareja a inscribirse en un “quilombo”.31
Para escapar a su control y tener acceso a sus ganancias,
ella se empleó en un bar en el que ejercía la prostitución
clandestina. Como era previsible, el napolitano no desis-
tió de perseguirla. Su viaje a Río de Janeiro, con un “hijo
menor”, puede ser entendido como una tentativa desespera-
da de escapar del acoso. Pero mal se había instalado en una
pensión de prostitutas en Río, el italiano volvió a encon-
trarla. Decidido a sacarle dinero para iniciar un negocio de
restaurante, le dijo a los gritos que ella tenía la obligación
de seguir ganando dinero para él, en una discusión que fue
escuchada por la dueña de la pensión. Temerosa de las ame-
nazas de que le cortaran el rostro con una navaja, la mujer
italiana se escondió con el hijo en el hotel Italia-Brasil, el
mismo que había recibido a tantos sospechosos de proxe-
netismo en los años anteriores. Con menos de 15 días en la
capital brasileña, el italiano fue expulsado, aunque no hay
registros de que haya embarcado efectivamente.

31 AN, Expulsión de Pascoal Garzulo, IJJ7 - 149, 1914.


196 • Historias cruzadas

Cualquiera que fuese la motivación para viajar, la


estancia en Río parecía ampliar el margen de acción y las
posibilidades de una mayor autonomía para las mujeres.
Así, por ejemplo, Anita Rapaport, casada con Simão Sym-
plack en Varsovia por la religión israelita, había vivido
como prostituta en Buenos Aires desde 1911 hasta 1914.32
En el año que pasó en San Pablo, por orden de su mari-
do, siguió dándole el dinero ganado en la prostitución. Fue
cuando ella consideró que su vida estaba en peligro que lo
denunció a la policía.
El caso de Rapaport pone de relieve otra dimensión
de esos desplazamientos: ellas podían ir a Brasil por cuenta
propia o a instancias de la pareja, pero no solían estar solas
para instalarse en la nueva ciudad y tampoco cuando deci-
dían denunciar a un cáften. Anita Rapaport tuvo el apoyo
de su compatriota Regina Goldberg, a quien conocía desde
Buenos Aires. También uno de sus frecuentadores habitua-
les, el empleado en el comercio Isaac Klabin, quien la venía
ayudando a establecerse en San Pablo, y que muy cautelo-
samente se presentó en la comisaría como un cliente bien
intencionado, confirmó su relato. Finalmente, un negocian-
te ambulante, Juda Charack, que conocía a la pareja desde
sus tiempos en Avellaneda, también respaldó a Anita.33 Era
una red de hombres y mujeres de origen judío movilizada
en torno a Anita. En su defensa, Simão Symplack expli-
có que necesitaba la presencia o al menos un poder de su
mujer para retirar un depósito de 1200 pesos en el Banco

32 AN, Expulsión de Simão Symplack, IJJ7 - 146, 1914. Para una interpretación
de los casamientos en la religión israelita como un recurso de las mujeres
para lograr alguna movilidad (y no solo como una forma de engaño de pro-
xenetas), Yarfitz, Mir, Polacos, White Slaves and Chuppahs: Organized Prostitu-
tion and the Jews of Buenos Aires, 1890-1939, Tesis de Doctorado, Los Angeles,
University of California, 2012.
33 Para una descripción sobre Avellaneda como un lugar de concentración de
acción mafiosa y delictiva en el período, “Al margen de la ley”, Sherlock Hol-
mes, 30 de enero de 1912. Caimari, L., Mientras la ciudad duerme. Pistoleros,
policías y periodistas en Buenos Aires, Buenos Aires, Siglo XXI, 2012.
Historias cruzadas • 197

Alemán que se encontraba a nombre de los dos. Con la


acusación, entonces, Anita Rapaport le impedía tener acce-
so a este dinero.
Como se vio, la identidad judía, o “israelita”, como apa-
recía con más frecuencia en estos documentos, de la pareja
y de los testigos era relevante para la acusación, junto con
la proveniencia de Symplack de Buenos Aires. La visibili-
dad judía en las historias de prostitución internacional a
comienzos del siglo fue atribuida a los sentimientos antise-
mitas difundidos en las sociedades sudamericanas. También
se la consideró como una especie de efecto colateral de
la activa reacción de la comunidad judía organizada para
separar a los “impuros”.34 Además, a comienzos del siglo
XX, los hombres y mujeres de la comunidad judía vin-
culados a la prostitución estaban mucho más organizados
en asociaciones que otros grupos de inmigrantes.35 En Río
de Janeiro, también contribuía a esta visibilidad el despla-
zamiento de dueñas de casas de prostitución brasileñas y
portuguesas por rusas-polacas a comienzos del siglo XX. Se
trataba de un proceso que fue de la mano con la acción poli-
cial para concentrar la prostitución en un conjunto espe-
cífico de calles, cercanas al centro de la ciudad. Entonces,
las “rusas polacas” fueron las que se ocuparon de una nego-
ciación cotidiana con la policía, encargada de definir los
lugares de la prostitución en la capital brasileña.36

34 Bristow, E., Prostitution and Prejudice. The Jewish Fight Against White Slavery,
Oxford, Clarendon Press, 1982.
35 Yarfitz, M., Polacos..., op. cit.; Kushnir, B., Baile de Máscaras - mulheres judias e
prostituição: as polacas e suas associações de ajuda mútua, Río de Janeiro, Imago,
1996.
36 En otra oportunidad, analicé la historia de Norma Cohn, una polaca judía
que a comienzos del siglo XX fue identificada en una nota especial del
Correio da Manhã como una gran negociadora con la policía. Además, parti-
cipaba de la dirección de la Associação Beneficente e Funeraria Israelita en
Río de Janeiro. Schettini, C., Que tenhas teu corpo, op. cit., cap. 2. En Buenos
Aires se observa también un temor de que la riqueza y la inversión inmobi-
liaria se concentrara en las manos de los “tenebrosos israelitas” (sic) y sus
intereses comerciales. “15.000 tenebrosos en Buenos Aires”, Sherlock Holmes,
25 de enero de 1912.
198 • Historias cruzadas

En conjunto, estas circunstancias contribuyen a la


comprensión del rol destacado de las “rusas polacas” en
denunciar a proxenetas a la policía en Río de Janeiro y San
Pablo. Hay diversos indicios de que estas mujeres asumían
un papel activo en la negociación cotidiana, con los poderes
públicos, en particular la policía, y también con los propios
proxenetas, poniéndoles límites. En 1907, la rusa Nille Vit-
te, de 37 años, instalada en la calle de la Conceição, parece
haber sido determinante para que la argentina Laura Mar-
tínez, de Entre Ríos, denunciara a Generoso d’Amato como
su cáften.37 Generoso esperaba que Laura lo acompañara, le
diera algo de dinero, o por lo menos pagara su pasaje para
volver a Buenos Aires. Laura le comentó a Nille que estaba
cansada “de darle dinero y de sus malos tratos, y que abso-
lutamente no le daría más cosa alguna”. Más experimenta-
da, Nille (o Nelly, cuando se presenta como “argentina”), la
acompañó a la policía.
De forma casi simultánea, Nelly también participó de
la denuncia que la española Jesusa Batez realizó en contra
de Antonio Martínez como su proxeneta.38 En este caso,
Nelly personalmente informó a la policía que Antonio estu-
vo acompañando a Jesusa por Buenos Aires, San Pablo y Río
de Janeiro, siempre apropiándose de su dinero. Jesusa con-
firmó los dichos de Nelly. Ambas se conocían desde Buenos
Aires, y Jesusa la buscó cuando sintió que estaba en riesgo.
En ambos casos, la cercanía de Nelly a la policía carioca jugó
un rol fundamental en el inicio de las dos investigaciones.
La casi simultaneidad de los dos casos sugiere que pue-
den tratarse de juicios de expulsión armados por la poli-
cía. Pero la acción policial no borraba la expresión de los
intereses de las mujeres en poner límites a esos varones.
Una y otra vez vecinas, dueñas de casas y frecuentadores
diversos desfilan por la comisaría para dar declaraciones
que refuerzan la acusación de las mujeres en contra de los

37 AN, Expulsión de Generoso D’Amato, IJJ7 - 152, 1907.


38 AN, Expulsión de Antonio Martinez, IJJ7 - 130, 1907.
Historias cruzadas • 199

proxenetas. También en el ya mencionado juicio contra el


español Ramón López, la dueña de la casa que recibió su
esposa y prima respaldó las denuncias de ambas. En el caso
de la rusa Regina Domps, el consejo de su vecina de la
misma nacionalidad la impulsó a realizar la denuncia con-
tra el escritor de cartas José Zelicovitch. La misma vecina
terminó oficiando de traductora para las declaraciones de
Regina en la comisaría, pues esta todavía no dominaba el
portugués. Embarazada, Regina contó con el activo apoyo
de otras mujeres en el conflicto con su pareja.
Así, agentes de policía, frecuentadores, compañeras de
casa y vecinas tenían un rol importante en la concreción de
las denuncias. En 1910, el “encuadernador” Heyman Lich-
tesntein, llegado a comienzos de septiembre a Río de Janei-
ro en búsqueda de María Washawski, la encontró instalada
en una elegante pensión de la calle Senador Dantas. Juntos
habían dejado Lodz para vivir en Buenos Aires y en Bahía
Blanca, lugares en los que ella había ejercido la prostitu-
ción.39 Su decisión de dejarlo y partir a Río de Janeiro fue
motivada por la aparición de otra mujer, también polaca,
de nombre Rosa, quien se identificó como la verdadera
esposa de Heyman y madre de su hijo. Rosa había salido
de Polonia en busca de su marido, habiendo pasado una
temporada en Río, yendo a Buenos Aires y volviendo a Río.
El escándalo desencadenado por su llegada a Buenos Aires
fue tan grande que Heyman terminó arrestado. Cuando él
fue a Río en búsqueda de María, se encontró con muchos
otros conocidos: su exmujer Rosa, quien también ejercía
la prostitución para mantener su hijito, según un agente
policial; la alemana Rosa Sibelberg, quien había conocido
a Heyman mientras vendía y arreglaba ropas blancas de
mujeres en Buenos Aires; y otra prostituta rusa, quien había
acompañado el periplo de Rosa en búsqueda de su marido.
Esta enmarañada situación que involucraba parejas, expa-
rejas, hijos y compañeras de trabajo, lejos de indicar que

39 AN, Expulsión de Heyman Lichtenstein, IJJ7 - 154, 1910.


200 • Historias cruzadas

el desplazamiento significaba siempre un desarraigo, suge-


ría que muchas veces los vínculos humanos se deshacían
y se rehacían en estos circuitos laborales específicos, en
los cuales eran siempre las prostitutas quienes terminaban
financiando sus propios viajes, los de sus hijos y los de
sus parejas.
En este contexto, gana relevancia la figura de la dueña
de la casa de prostitución. Su palabra tenía un valor especial
no sólo para la policía, sino también para otras moradoras y
vecinas. En el caso de la acusación de la francesa Jeanne a su
amante catalán Amadeo Bernardes, fue la prohibición de la
dueña de la casa de que él se sentara a la mesa para hacer las
comidas y que anduviera por allí, “para no tener problemas
con la policía”, la que definió su status de caften a los ojos
de las otras mujeres de la casa. En 1913, la rusa Sara Prai-
greti, luego de haber empeñado sus joyas y pedido 30 libras
esterlinas a la dueña de la casa en el que vivía para traer al
italiano Vicente Grassi, tuvo que endeudarse nuevamente
con Ana Gold, la dueña de su casa en aquel momento, para
“despacharlo” de vuelta a Buenos Aires.40 Gold empeñó un
anillo y juntas compraron un pasaje para el italiano.
Sin embargo, la alianza entre dueña de la casa y las
inquilinas no era automática. En uno de los pocos casos
en los que la dueña de la casa fue denunciada, en 1907,
momento en el que los comisarios estaban testeando los
usos de la ley de expulsión, se puso de relieve su rol ambi-
guo hacia las inquilinas. La polaca Augusta Nudelman, de
34 años, fue blanco de las acusaciones de muchas otras
“polacas”, inquilinas actuales y antiguas.41 Por los testimo-
nios acusatorios, era evidente que las polacas no la querían.
El comisario a cargo del juicio hizo hincapié en su acción
como intermediaria de proxenetas instalados en la Argen-
tina. Ella incentivaba a sus inquilinas a mandarles dinero
y oficiaba de prestamista. Pero como afirmó la inquilina

40 AN, Expulsión de Vicente Grassi, IJJ 7 - 140, 1913.


41 AN, Expulsión de Augusta Nudelman, IJJ 7- 131, 1907.
Historias cruzadas • 201

Augusta Goldman, de 24 años, el problema no era sólo ese,


sino que Nudelman cobraba 15% de interés, mientras que
la casa de empeño de joyas cobraba 4%. Dora Goldemberg
declaró al comisario que le pagaba siete mil réis diarios
por una habitación, valor exorbitante, que no incluía nin-
gún otro gasto ni criada. Para las inquilinas, ahí estaba la
explotación.
La historia de Nudelman, quien finalmente escapó de
ser expulsada por estar embarazada (de un hijo que nacería
brasileño), sugiere que la dueña de la casa podía ser una
intermediaria de proxenetas ausentes, tal como solía ocu-
rrir en el sistema de burdeles regulados en Buenos Aires.
Pero en otros casos, ellas apoyaban a sus inquilinas, por
“no querer problemas con la policía” y por buscar evitar
escenas de violencia en su hogar. Entonces, es destacable
que el rol de las dueñas de casas de prostitución en Río,
como intermediarias entre la acción de los proxenetas, de
un lado, y de la policía, de otro, no parecía ser tan distinto
de aquel rol de las regentas de las casas de prostitución
reguladas en Buenos Aires. Se trataba, fundamentalmente,
de una figura que garantizaba orden y discreción puertas
adentro, y que contaba con la protección policial en el reco-
nocimiento de esta función.
En todo caso, la solidaridad que frecuentadores y com-
pañeras prestaban a las denunciantes era fundamental para
que ellas pudieran interrumpir una situación que conside-
raban insoportable. Estas no eran relaciones que ocurrían al
margen de los circuitos de circulación de dinero, sino todo
lo contrario: el rol de las dueñas de casas como prestamistas
y de los negociantes de joyas y casas de empeño a los que
recorrían esas mujeres, además de los gestos de protección
y apoyo de algunos clientes, podían conformarse, en ciertos
momentos, como verdaderas redes de protección sin dejar
de ser parte del mecanismo que mantenía en movimiento la
circulación del dinero que ellas ganaban.
202 • Historias cruzadas

Palabras de amor y de odio

La acusación de maltratos, amenazas y extorsiones, en par-


ticular la amenaza de cortar el rostro con navaja, era parte
fundamental de la construcción de la acusación de proxe-
netismo y suele estar presente, prácticamente como una
fórmula, en la mayor parte de los juicios de expulsión. Los
casos en los que la mujer decidía denunciar son los más
reveladores de cómo esas parejas consideraban sus arreglos.
Además, indican cómo la circulación por ciudades brasile-
ñas y argentinas incidió en los términos de esos acuerdos
afectivos, reforzándolos o interrumpiéndolos.
Las cartas eran la principal forma de comunicación
entre parejas. Todas las inquilinas de Augusta Nudelman
vieron cuando Dora Goldemberg, de 24 años, recibió carta
de su cáften Wolf Goldemberg, instalado en Buenos Aires,
en la que le pedía que le enviara dinero para su manuten-
ción, puesto que estaría enfermo. Cartas como esas, que
las mujeres presentaban como prueba de la explotación a
que estarían sometidas, permiten un mayor acercamiento
a los términos de estas relaciones de pareja y revelaban las
expectativas, afectivas y económicas, que componían esas
relaciones.
En 1908, el joven francés Antoine Piouffle, de 21 años,
arribó a Río desde Buenos Aires en búsqueda de su que-
rida Jeanne Dumont, a quien había conocido en el barco
que los había traído de París dos años antes.42 Mientras
ella vivía en una pensión elegante en Río, él le mandaba
cartas de amor dramáticas desde Buenos Aires. Ella no las
contestó, alertada por una amiga rusa-polaca, quien ya lo
conocía desde París, de que el joven no quería otra cosa que
vivir a sus expensas. En las seis cartas que ella entregó al
comisario como pruebas, Antoine le contaba sus planes de
que ella fuera juntarse a él en Buenos Aires. Le prometía

42 AN, Expulsión de Antoine Piouffle, IJJ7 - 129, 1908. Las citas de las cartas en
castellano son traducciones mías.
Historias cruzadas • 203

buscar trabajo y le aseguraba que allá ella ganaría tanta


plata como en Río, e incluso que su vida sería más fácil. Al
preguntarle sobre “la petite Rosa” y sobre una polaca que en
aquel momento trabajaba en el Casino, las cartas también
evidenciaban las redes de conocimiento que los unían a
otros inmigrantes asociados al comercio sexual. A medida
en que las misivas se sucedían, la desesperación y el tono
dramático de Antoine iban en aumento: “Estoy sin dinero”,
se lamentaba. Le escribía en la madrugada (e insistía en
registrar el horario: “Mi adorada, son las dos, ves”), resen-
tido por la falta de respuesta, lamentando los momentos
de felicidad del pasado y, principalmente, la falta de dinero
para pagar la pensión. Alternaba entre imaginar cómo sería
la vida de los dos reunidos en Buenos Aires y reprocharle su
falta de amor: “contigo no puedo contar, porque me amas
muy poco en este momento”. Lamentaba no tener dinero
para salir a las noches y anunciaba que iba a tener que
vender sus pocas pertenencias para llegar a fin de mes. En
otra carta, amenazaba usar su revólver en un momento de
desesperación. De alguna forma, consiguió dinero para ir
a Río. Pero no tuvo suerte el francés. Jeanne lo denunció
con el respaldo de su compañera rusa y del encargado de
la pensión en la que vivía. En pocos días Antoine dejó la
ciudad, embarcando para Liverpool.
Sin haber tenido tiempo de entablar una relación esta-
ble con Jeanne, que era joven y parecía trabajar bien en
una elegante pensión de artistas, Antoine no tenía otra cosa
que sus palabras para convencerla de que le mandara algo
de dinero. Prácticamente no había vínculo afectivo entre
ambos, o este era muy débil. De este modo, quedaba en
evidencia el abismo entre sus palabras desesperadas, sus
sentimientos, sus sueños de la madrugada, y la realidad.
Muy distinto era el caso de la pareja formada por los
franceses Lucien e Irene Lautier.43 Ella admitió que ejercía
la prostitución en la elegante pensión de Mme. Susana, en

43 AN, Expulsión de Lucien Lauthier, IJJ7 - 128, 1912.


204 • Historias cruzadas

Río de Janeiro, pero no quiso acusarlo de explotarla. Al con-


trario, garantizó al comisario que vivía “tranquilamente con
su marido”, y que él se hacía cargo de los gastos de su fami-
lia: hijo, padres y hermano. La acusación de proxenetismo
parece haber venido de la francesa Eugene Buffette, “artista
dramática” y empresaria de una compañía de “canzonetistas
francesas”, de gira por Brasil en aquel momento. Ella tenía
negocios con Lucien, quien, a su turno, declaró trabajar en
un banco. Quizás Buffette fue quien tuvo la iniciativa de
entregar a la policía las cartas de Lucien a Irene.
En las cartas, la idea de varón proveedor construido
por la esposa para el comisario cede espacio a una intensa
relación en la que afecto y negocios eran indisociables. Las
cartas son llenas de palabras de amor y de agradecimiento
por el “sacrificio” de la mujer por la futura felicidad de
ambos. Lucien exalta la dedicación amorosa de su esposa,
comparándola con una madre, pero también con una her-
mana y con una hija: “Lo que sufro nada es para tu sufri-
miento y tú todo lo haces riendo, aunque tu corazón esté
rasguñado y a veces herido por todos esos brutos que no
pueden adivinar los tesoros de dedicación que tú personifi-
cas”. Al lamentar su ausencia, él se reprocha: sabe que ella no
puede estar con él, porque “trabajas por nuestro futuro”.
Las palabras de amor van dando lugar a cuestiones
corrientes de la vida cotidiana: referencias a cartas para
mandar al padre y a la madre, consultas sobre personas del
círculo de convivencia de ambos, explicaciones sobre las
“pequeñas cosas” que ella había pedido que se le manda-
ran. De ahí, la carta pasa a ser una secuencia de consejos
prácticos de tono tutelar. En primer lugar, que no jugara en
el club para ganar más dinero: “esto envenenaría a nuestro
amor”. En segundo lugar, sobre los negocios: “no seas dema-
siado pesimista ni demasiado confiada”. En particular, que
no creyera tanto en su belleza: “necesitas siempre arreglarte
y cambiarte el peinado”. Cuidado con la dueña de la casa, no
convenía llenarla de regalos. Cuidado con los italianos: “No
me gustan los italianos. Son pérfidos y zonzos”. Finalmente:
Historias cruzadas • 205

“no exageres en las madrugadas. Descansa más”. El amor y


los negocios no se separan: “qué sería de mí si tú cayeras
enferma y yo no pudiera ir a tratarte. Sería horrible”.
La carta termina con una breve rendición de cuentas:

… tengo todavía el dinero que me diste la última vez y


no tengo gastos, excepto por los diarios, tranvías y tabaco.
Tomo agua común porque me cobraban más por la otra y
esta es tan buena como la otra. Nada tienes que pagar por
el automóvil. Pagué en París 1495 francos. Sólo tienes que
pagar la Aduana.

Arreglos afectivos y negocios eran tejidos en el cruce


de expectativas mutuas. La manifiesta desigualdad de la
situación –mientras ella cobra por tener sexo y entablar
relaciones con otros hombres, él se compra un automóvil en
Francia y “ahorra” con la marca del agua– parece atenuarse
con el reconocimiento del “sufrimiento” y de los “sacrifi-
cios” de la esposa. Mientras ella trabaja, él le promete amor
eterno, vela por su hijo y sus padres, se preocupa por la
salud y promete acompañarla en la enfermedad.
El incumplimiento de estas expectativas era lo que daba
lugar a la ruptura de los arreglos y a las denuncias: la enfer-
medad y el embarazo eran las principales situaciones en
las que la mujer dejaba de darle dinero a la pareja, quien,
a tu turno, no sólo no ofrecía ninguna ayuda, sino que, al
contrario, amenazaba y golpeaba. Los cuidados de Lucien
para con su esposa y con el buen andar del negocio, enton-
ces, se fundaban en expectativas que aparecían también en
otros casos. En 1915, Ramón Bouzada, de Chascomús, se
defendió de las acusaciones de agresiones a su pareja, una
española de 22 años, con el argumento de que, desde su
punto de vista, ella tenía la obligación de mantenerlo.44 Él
la había sacado de un sanatorio en Buenos Aires, adonde
estuvo internada. Como él ya había gastado “mucho dinero”

44 AN, Expulsión de Ramón Bouzada, IJJ7 - 150, 1915.


206 • Historias cruzadas

con ella, no le parecía raro que ella lo mantuviera a él


durante los últimos tres meses en los que él estaba des-
empleado. El español Ramón López también consideraba
normal que su prima y esposa le diesen dinero pues, tal
como un intermediario laboral, él había realizado los gastos
de pasajes y ropas necesarios para que ambas se instalaran
en Río de Janeiro.
En el mismo sentido, es posible rastrear algunas expec-
tativas de las mujeres que entablan este tipo de relación
afectiva, laboral y de negocios. Para Rosita, que pasó por Río
de Janeiro, fue a Buenos Aires y volvió a Río en búsqueda de
Heyman Lichtenstein, su marido que la había abandonado
en Europa con un hijo chico, la expectativa era que el hom-
bre se hiciera cargo de ambos. Esta postura era compartida
por la nueva esposa de Heyman, Marie Washawski. Al des-
cubrir que él ya tenía mujer e hijo en Europa, Marie lo dejó
y partió sola a Río de Janeiro. A su vez, cuando Irene Lautier
confirmó al comisario que su marido mandaba dinero a sus
familiares en Europa, quizás creyera que esta información
atenuaría su complicada situación con la policía carioca.
Hacerse cargo de la familia parecía ser un importante
componente de los arreglos entre estos hombres y mujeres.
En 1920, Sender Niedzvesky, polaco de Varsovia, naturali-
zado argentino e instalado en Buenos Aires, pasó seis meses
en Río de Janeiro en compañía de la rusa Mascotte Grin-
berg, de 31 años.45 Cuando la policía sospechó que se trata-
ba de un proxeneta y pasó a investigarlo, se descubrió que
su principal actividad era la de cuidar de la hija de la pare-
ja, interna en un distinguido colegio de Botafogo, quien se
encontraba en vacaciones escolares. Padre e hija vivían ins-
talados en una pensión familiar, mientras Grinberg poseía
una casa en la calle del Nuncio ocupada por una mujer
brasileña, negra, y una austríaca. Lejos de acusar a su pareja,
ella negó cualquier insinuación de que fuera explotada, pero
aun así Niedzvesky terminó expulsado. En Buenos Aires, él

45 AN, Expulsión de Sender Niedzvedsky, IJJ7 - 146, 1920.


Historias cruzadas • 207

era un explotador de casas de prostitución y estaba en la lis-


ta de socios de la Zwi Migdal, la asociación de ayuda mutua
judía que reunía a muchos hombres y a algunas mujeres
dedicados al negocio de la prostitución. En el arreglo entre
los dos, entonces, él cuidaba de los negocios en Buenos
Aires mientras ella se hacía cargo en Río de Janeiro. Las
vacaciones de la hija interrumpió este orden de cosas.
Los juicios de expulsión registraban un amplio rango
de arreglos, en los que mediaban, en diferentes grados,
violencia, amenazas y extorsiones, pero también, en otros
casos, vínculos afectivos y familiares que se sostenían con el
dinero de la prostitución. Es improbable que esta diversidad
de situaciones que sostenía las prácticas de apropiación de
las ganancias de la prostitución por parte de sus parejas
pueda ser reducida a una única fórmula de explotación. De
forma similar, la motivación para desplazarse de Europa
a la América del Sur, y luego de Argentina a Brasil, tam-
poco era unívoca.

Conclusiones

A pesar de las diferencias legales en ambos países, existieron


formas de apropiarse del dinero obtenido en la prostitución
tanto en Argentina como en Brasil. La figura del cáften era
omnipresente, y se favorecía del sistema formalmente abo-
licionista, y de vigilancia policial, en el caso de Río, y regla-
mentario, de perfil municipal-higienista, en el de Buenos
Aires. Ambos incidían en las formas y lugares de organiza-
ción del comercio sexual. En ambos contextos, es notoria la
visibilidad de los hombres y mujeres de origen ruso-polaco
en la organización de este mercado en las primeras décadas
del siglo XX, tanto en la interlocución con las autoridades
locales como en la atención social que atraía la inversión
destinada a adquirir casas para la prostitución.
208 • Historias cruzadas

Tal como percibieron los contemporáneos en sus


denuncias y temores sobre el tráfico de mujeres, las his-
torias de estas páginas comprueban que había una rela-
ción entre el desplazamiento internacional, la organización
del negocio del comercio sexual, y las formas de apropia-
ción del dinero obtenido por las prostitutas en su comer-
cio. Abordar tales conexiones como parte de una historia
del trabajo en perspectiva transnacional trae consecuencias
en dos sentidos fundamentales. En primer lugar, ilumina
dimensiones desconocidas de los circuitos inmigratorios
constitutivos de momentos de precariedad y marginalidad
de diversos grupos de trabajadores europeos en momentos
de alternancia entre expansión y retracción del mercado de
trabajo. De este modo, pone de relieve el impacto poten-
cial del dinero obtenido en la prostitución en un momento
peculiar de las vidas de ciertos hombres. En segundo lugar,
el reconocimiento de las diversas motivaciones que lleva-
ban a las prostitutas a desplazarse por diferentes ciudades
permite identificar cómo ellas perdían y, con alguna suer-
te, a veces, recuperaban el control sobre sus ganancias. El
dinero de la prostitución alimentó una economía informal
que empleó a muchos inmigrantes en un amplio rango de
pequeños emprendimientos; fue reinvertido en la adquisi-
ción de propiedad urbana, tanto en Buenos Aires como en
Río de Janeiro; y, finalmente, sostuvo el mantenimiento de
familias que quedaban en Europa y de las nuevas familias
que se formaban en estos circuitos sudamericanos.

También podría gustarte