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Evangelio según Mateo 11,28-30

En aquel tiempo, Jesús dijo: “Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados
por la carga, y yo les daré aliviaré. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí,
que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es
suave y mi carga, ligera”.
PALABRA DEL SEÑOR

REFLEXION

La vida es una lucha constante por vencer la inclinación al mal que existe en nosotros y
dejar que gane la bondad que Dios imprimió en nuestro ser al crearnos. También es un
cumulo de experiencias positivas y negativas las cuales van marcando nuestra
existencia y muchas veces la hacen complicada de vivir.

Hay momentos en los cuales los problemas son difíciles y se van extendiendo en el
tiempo causándonos agobio, pesadez y desesperanza al no encontrar solución. Esta es
la razón por la cual Jesús nos dice que vayamos a El, porque hay problemas y
situaciones que solo en Dios pueden encontrar solución.

Hoy en día existen dos concepciones de Dios diametralmente opuestas, una que lo
pintan como un ser exigente que nos aplicara la ley con todo su rigor y otra que lo
muestran como un ser completamente opuesto que es misericordia, que todo lo permite
y que nunca nos juzgara ni se meterá en nuestra vida, pero que siempre estará ahí
cuando lo necesitemos y que con solo arrepentirnos en el ultimo momento de la vida
nos llevara al cielo.

Estos dos conceptos de Dios están muy alejados de la realidad pues lo ponen como un
ser demasiado duro o demasiado laxo. Dios no es así, es importante tener claro como
es en realidad para poder relacionarnos de una manera correcta con El.

Si bien es cierto Dios es nuestro creador y estableció unas reglas como medio para que
el pecado no nos cause daño a nosotros ni a los que nos rodean, y que nos pedirá el
cumplimiento de esa ley, también es un Dios que se conduele de nuestras situaciones
de vida, que mira lo profundo de nuestro corazón y siente misericordia de nosotros.

Dios es un padre que velara porque vivíamos en un orden establecido, pero también
caminará con nosotros y nos dará la seguridad de saber que está ahí y no nos deja
solos. El nos hará ver como nuestras acciones nos llevan por el camino del mal, pero
también nos perdonara cuando vea arrepentimiento en nuestro corazón. Dios sabe
esperar a que entendamos como debemos caminar, pero también tiene prisa de que
emprendamos el camino que nos llevara a la salvación.

En Dios existe un equilibrio perfecto entre misericordia y justicia, Misericordia que


tocara nuestro corazón al buscar manifestarse a nosotros para que cambiemos de vida,
pero también justicia cuando vea que nuestra forma de actuar esta causando mucho
sufrimiento a los demás.
Debemos entender que la misericordia de Dios no es que nos permita hacer todo lo
que queramos y al final nos salvara, sino todos los esfuerzos que El hace para que
nosotros cambiemos y caminemos hacia nuestra salvación. De tal manera que
misericordia puede ser el perdón que nos da en la confesión, pero también que nos
libre de un accidente fatal o una enfermedad, nos ayude a dar solución a una situación
difícil como también el que haga evidente un pecado que estamos cometiendo para
que nos demos cuenta que ese no es el camino que nos guiara a la felicidad ni a la
eternidad. La misericordia de Dios comienza el día que nacemos y se transforma en
amor de Dios hacia nosotros, pero tiene como termino final el día en que dejamos este
mundo y vamos a su presencia soberana.

A partir del momento en el cual nosotros dejamos este mundo comenzara el tiempo de
la justicia, que es donde Dios evaluara nuestro caminar y acciones y nos mostrara cual
fue el camino que elegimos si el de la salvación o el de la perdición. Así también la
justicia de Dios se manifiesta en los dones y bendiciones que nos da a cada uno, pues
no nos da lo mismo a todos, sino lo que sabe que cada uno de nosotros necesitara
para que pueda caminar por la vida y encontrar la eternidad. De tal modo que a
algunos los hace inteligentes, pero no les da recursos, a otros les da recursos pero no
les da las mismas habilidades que a los demás. Toda la vida será justo y nos ayudara
cuando deba hacerlo pero también nos dejara experimentar el sufrimiento como medio
para que valoremos lo que tenemos y a las personas que nos rodean.

Es cierto que Dios es un Padre amoroso, pero, como todo padre, espera de nosotros
un comportamiento y una respuesta a ese amor que nos da. Su misericordia no tiene
limites pues para el valemos mas que todo el oro que pueda existir en el universo, pero
también exige de nosotros una respuesta a todo lo que hace por nosotros.

Debemos entender que Dios no se deja llevar por criterios ni exigencias humanas y que
todo su actuar en el mundo y en nuestras vidas tiene una sola finalidad, y es que
comprendamos cuál es la razón por la que nos ha creado y esta es para vivir
eternamente a su y participar de su gloria eterna, compartiendo con nosotros todo lo
que es y todo lo que tiene.

Dios es ese padre que nos protege, nos da seguridad y amor, pero también nos
impulsa a un cambio, a perder el miedo y a entregarnos con todo nuestro ser en la
aventura de alcanzar la eternidad. Dios es infinitamente sabio y todo lo que permite en
nuestras vidas es para un bien mayor.

No pretendamos convertir a Dios en algo que no es, un ser con criterios humanos, que
se deja dominar por el sentimentalismo y que en nombre del amor y la felicidad de cada
uno de nosotros permite que pequemos. Ese no es el Dios en quien creemos pues esa
concepción de Dios lo único que trae a nuestras vidas y al mundo es caos y confusión.
Dice el salmo 33 “haz la prueba y veras que bueno es el Señor”, pues su amor y
bondad hacia nosotros no tiene límites, pero también esa bondad lo lleva a buscar
constantemente nuestra conversión.

Escucha la voz de Dios que te llama, no entres en conflicto interno sobre lo que tendrás
que dejar para seguirle, más bien deja que su amor te vaya guiando por el camino que
debes recorrer para encontrar tu eternidad.

Meditemos un instante en la virtud de la paciencia, nos dice San Francisco de Asís


que donde hay paciencia y humildad, no hay ira ni preocupación. Ofrezcamos el día de
hoy un ejercicio de paciencia dedicando un momento de oración para entregarle a Dios
nuestras preocupaciones y angustias y tratando de sobrellevar los defectos de los
demás con amabilidad.

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