Está en la página 1de 222

1

2
CRÉDITOS
MODERADORA
MONA

TRADUCTORAS
KARIKAI VANILLASOFT
ANAVELAM LOLA' 3
WALEZUKA SEGUNDO BRANJELINA
KATH MIMI

CORRECCIÓN & REVISIÓN FINAL


LOLA’ & KATH

DISEÑO
MORELINE
ÍNDICE
SINOPSIS 5 12 86 24 174

1 7 13 94 25 181

2 14 14 102 26 186

3 20 15 109 27 194

4 28 16 115 28 200

5 35 17 122 29 208 4
6 43 18 130 EPÍLOGO 215

7 50 19 138 PRÓXIMO LIBRO


220
8 56 20 146
SOBRE LA AUTORA
9 63 21 154 221

10 72 22 160

11 80 23 167
SINOPSIS
HOOD RIVER IBA A SER EL CAMBIO QUE NECESITABA.
UN NUEVO COMIENZO.
UN ESCAPE DE MI DOLOROSO PASADO.
MEJOR EN TODOS LOS SENTIDOS.
Soy un tipo popular. Accesible. Hago amigos fácilmente.
Tengo un auto genial. Bonita ropa. Buena actitud.
Todo estará bien.
La escuela es la escuela.
Mantendré la cabeza baja hasta la graduación e intentaré no sobresalir. 5
La universidad estará aquí antes de que me dé cuenta.
Sin embargo, mi primer día demuestra ser cualquier cosa menos fácil.
Los matones de Hood River, el grupo de chicos malos más famoso de
nuestra escuela, han puesto un objetivo en mi espalda.
Su líder, Roan, me odia.
Me llama rata.
Para él y sus amigos soy un perdedor que no pertenece a su escuela.
Podría fingir que no me importa su odio.
Si Roan no fuera tan sexy.
Es malo, cruel y sexy como el mismísimo diablo.
MI NÉMESIS ES IMPOSIBLE DE IGNORAR... Y UNA PARTE SECRETA
DE MÍ NO QUIERE HACERLO.
PENSÉ QUE SER GAY ERA EL PEOR DE MIS PROBLEMAS.
RESULTA QUE SER GAY Y APLASTAR A TU ENEMIGO ES PEOR AÚN.
A MAMÁ...

NUESTRO AMOR MUTUO POR LOS ROMANCES DE CHICOS QUE


BESAN CHICOS ME INSPIRA A ESCRIBIR MÁS HH SOLO PARA

6
TI.

GRACIAS POR AMARME Y APOYARME SIEMPRE, SIN IMPORTAR


LO QUE HAGA.
1
Hollis

L
a culpa es una bestia hambrienta. Una de la que tiendo a
alimentarme a diario. No porque quiera, sino porque lo exige. Con
cada sonrisa triste que me da mi mamá y cada crisis emocional de
una de mis hermanas pequeñas, la bestia pide ser alimentada.

7
Yo les hice esto.
Arruiné a mi mamá y desarraigué a mis hermanas.
Soy egoísta, un chico egoísta.
Un escalofrío me recorre mientras las palabras de mi padre se repiten en mi
cabeza. Has destrozado esta familia, hijo. A ti.
Soy gay.
Ser gay no debería ser un problema. Esta no es una época o un país
extranjero donde esto no se considere aceptable. Está en la televisión, en las
películas, en los anuncios y en los libros. Amigos, profesores y familia. Alguien
es gay. No es gran cosa.
Pero para el doctor English, el cirujano más venerado de Vermont, ser gay
era una vergüenza. Que su hijo mayor saliera del armario en su escuela y fuera
al hospital donde trabaja fue el shock de su vida. No importa el hecho de que
Vermont realmente acepte a los gays. Fue mi padre quien no lo hizo. En lugar
de ser un maldito humano normal, papá explotó de la peor manera. Amenazó
con echarme. Repudiarme. Con quitarme mi auto, mi fondo fiduciario, mis
ahorros para la universidad.
Sin embargo... no tuvo éxito.
Mamá se puso delante de mí y se llevó su ira. Me eligió a mí por encima de
él. Terminó un matrimonio de veinte años porque proteger a su hijo era más
importante que proteger su matrimonio.
La amo por eso.
También me odio por eso.
No debería haber tenido que elegir. No debería haber dejado su cómoda vida
de esposa de cirujano para mudarse al oeste, a Oregón. Lejos de sus amigos.
Lejos de su vida. Lejos de todo. Podríamos habernos quedado y continuar
nuestra vida allí sin papá, pero mamá dijo que necesitaba el apoyo de su
hermana.
—¿Qué pasa, cariño? —pregunta, sorbiendo de su taza de café, su cadera
apoyada contra la encimera de la cocina de mi tía Karen.
Me endurezco, odiando que me haya pillado en lo profundo de mis
pensamientos de auto desprecio. Es tan perceptiva, que normalmente hago todo
lo que está en mi mano para ocultárselo. Mi madre ya tiene bastante de qué
preocuparse con Charlotte y Penny.
—Nada, mamá, —le digo con una sonrisa brillante—. Solo pienso en la
escuela.
Deja su taza y se acerca a mí. Sus dedos me despeinan el cabello rubio
oscuro que coincide exactamente con el suyo. —Puedo leerte mejor de lo que
puedo leerme a mí misma. Estás nervioso.
—Sí, —miento—. Nueva escuela, nuevos amigos. Todo irá bien.
Sus labios se presionan juntos. —Puedo tratar de meterte en la escuela
privada, pero insistes en la pública. Puedo conseguir una forma de pagarla.
8
Pero no puede.
Otra vez, por mi culpa.
Mamá ahora trabaja como cajera de banco y vivimos con la tía Karen hasta
que se recupere. Papá eventualmente tendrá que pagar la manutención
obligatoria y la pensión alimenticia, pero no es suficiente para que mamá nos
compre una casa y pague la escuela privada. Y hasta que el divorcio se lleve a
cabo, ella se las arreglará para alimentarnos.
—Lo juro. —Se lo aseguro—. Estará bien. —Esta vez, lo digo en serio. Vengo
de una escuela donde era muy querido y popular. La mayoría de mis amigos los
tenía desde el jardín de infantes. Soy un tipo despreocupado y tiendo a hacer
amigos sin tener que esforzarme demasiado. Eso no es lo que me preocupa.
Estoy preocupado por mamá.
—Prométeme que me harás saber si los profesores no son lo que deberían
ser. Quiero que sigas teniendo las mismas oportunidades que tuviste en casa.
—Los profesores son mejores en Hood River, —dice la tía Karen en su voz
de directora sin tonterías—. Ya hemos pasado por esto, Kelsey.
Mamá suspira y se aleja, sacudiendo la cabeza a su hermana. —Lo sé. Solo
estoy preocupada. Están empezando a mitad del año escolar.
—Garrett sabía lo que hacía cuando te dio ese ultimátum, —le dice la tía
Karen suavemente, acariciando con sus dedos el pelo rubio de mamá—. Y mi
fuerte hermana se enfrentó a él, aunque significara un pequeño caos para sus
hijos. Hiciste lo correcto.
Una vez más, la culpa amenaza con ahogarme.
—Hollis es el chico más resistente que conozco. —La tía Karen me sonríe
con cariño—. Y, si alguien te molesta, lo castigaré. —Se encoge de hombros y se
ríe como si estuviera bromeando, pero ambos sabemos que no lo está. No estoy
seguro de que tener a mi tía como directora sea algo bueno o malo.
—Realmente estaré bien. —Les doy a ambas una sonrisa tranquilizadora—
. Cuatro meses y me graduaré. Lo tengo controlado.
Mientras preparan el desayuno para mis hermanas pequeñas, reviso
rápidamente mi teléfono. Papá canceló nuestro plan telefónico, así que mamá
nos compró unos nuevos cuando llegamos a Hood River. Tuve que introducir a
todos mis viejos amigos y enviarles mensajes desde mi nuevo número. Algunos
no han respondido y no sé qué pensar de eso.
Esto tendrá que ser un nuevo comienzo. Pasaré los próximos cuatro meses
desapercibido y cuando me vaya a la universidad, podré ser el Hollis que estaba
destinado a ser. Libre de culpa y gay. En Hood River, planeo ser el Hollis invisible.
—Mi cabello está fatal —se lamenta Charlotte mientras entra en la cocina.
Su cabello rubio está liso y recogido en una cola de caballo y no está fatal, así
que no sé cuál es su problema. 9
—Estás hermosa —asegura mamá.
—Estoy desaliñada y nadie querrá ser mi amigo. —Enciende el sistema de
agua, haciendo que los hombros de mi madre se encorven con la derrota.
Me mata.
—Endurécete, Char —grita la tía Karen—. Si vas a la escuela llorando se
van a burlar de ti. Tu cabello es hermoso y tú también. Ya basta.
Mamá se estremece ante el duro comentario de la tía Karen, pero no la
corrige. Esto solo hace que Charlotte llore más. No recuerdo haber estado tan
emocional en el octavo grado.
—Mi iPad está roto —se queja Penny, entrando en la cocina sin zapatos y
aún medio dormida. A los doce años, está más preocupada por sus estúpidas
aplicaciones que por la escuela.
—Tu iPad va a ir a la basura si no te preparas para la escuela ahora mismo,
—amenaza mamá, señalando al piso de arriba.
Penny hace pucheros y sale dando pisotones.
—Bien —digo con un suspiro—. ¿Quién quiere que la lleve a la escuela?
—Llevaré a las niñas a sus escuelas, —dice la tía Karen—. Simplemente
instálate. Cuando llegues allí, pregunta por la señorita Sommers. Ella es la
consejera y tendrá tú horario. Si necesitas algo durante el día, ven a verme.
Después de besar a mi madre y abrazar a mi tía, regreso a mi dormitorio.
Es la oficina de la tía Karen pero pudimos agregar una cama doble para darme
mi propio espacio. Mi mamá tomó una de las habitaciones de huéspedes de la
tía Karen y las chicas comparten la otra. Como todo esto es mi culpa, dormir en
una cama individual detrás de un escritorio de computadora me parece justo.
Especialmente desde que me quedé con mi auto.
Estoy aliviado y asqueado. Por un lado, será agradable conducir mi Ford
Mustang GT Coupe 2018 a la escuela y no tener que depender de mi tía para
llevarme allí. Sin embargo, por otro lado, fue un regalo de mi padre, lo que me
deja un mal sabor de boca. Cuando cumplí dieciocho el otoño pasado lo pagó en
efectivo y lo puso a mi nombre. Un jodido rito de paso de hombre. Sea cual sea
la razón, le impidió poder quitármelo cuando nos fuimos. El seguro es
jodidamente caro, pero conseguiré un trabajo y me preocuparé de eso más tarde.
—Todo irá bien —murmuro para mí mientras miro el espejo que la tía Karen
colgó en la pared en un esfuerzo por hacer que la oficina se sienta más como un
dormitorio. Al menos estoy bien. No es como si fuera un perdedor que va a una
nueva escuela y se deja intimidar. Soy Hollis English. Un chico típicamente
americano con una sonrisa feliz y una actitud amistosa. Los profesores me
adoran. Los estudiantes quieren ser yo.
Estará bien.
Totalmente bien.
10
Aunque quería ir a por la comodidad, con una sudadera con capucha y un
chándal, me decidí por algo más razonable para causar una primera buena
impresión. Pantalón oscuro. Zapatos de vestir. Camisa abotonada. Pensé en
tomar una corbata, pero luego me pregunté si parecería demasiado elegante. En
el último minuto, decidí que lo de arreglado está bien si quiero que mis profesores
me tomen en serio para conseguir las becas que necesito. Ya no puedo confiar
en papá. Agarro una corbata morada del armario y me la pongo rápidamente
como mi padre me enseñó. Con mi cabello rubio oscuro bien peinado y mi sonrisa
accesible, creo que voy mejor que bien para mi primer día de clases.
Además, mi corbata casi coincide con mi auto, y esa es una pequeña victoria
que aceptaré por hoy.
Dejando salir un pesado suspiro, tomo mi abrigo gris, mi bolso mensajero
de Michael Kors, y las llaves del Stang.
Estoy bien.
Esto está bien.
Mi nueva escuela es increíblemente diferente a mi escuela preparatoria en
casa. Para empezar, casi no hay autos en el estacionamiento. Todo el mundo en
la preparatoria South Burlington conducía. Y la mayoría conducía algo igual de
caro que el mío, aunque el suyo probablemente fuera más apropiado en
comparación con el clima nevado. O bien llego muy temprano o hay doce
personas que conducen.
Un ataque de nervios hace que mi estómago se apriete dolorosamente. He
estado teniendo estos dolores cuando estoy estresado. Como si alguien me
agarrara el estómago y lo apretara. Unas cuantas veces incluso he vomitado por
ello. Mamá dice que son los nervios y, por su bien, intento no decírselo más. Ella
misma parece tener náuseas cada vez que lo menciono y lo último que necesito
es hacer que mi mamá se enferme.
Estaciono en primera fila entre un viejo Ford Explorer con la pintura
despegada y una mini furgoneta gris. Todavía tengo veinte minutos antes de que
empiece la escuela, así que tal vez más chicos aparezcan y llenen el
estacionamiento. Cuando salgo del auto, me avergüenzo un poco al notar lo
desigual que es mi vehículo en comparación.
Estoy agarrando mi bolso de mensajero del asiento trasero cuando la puerta
de un auto se cierra. Levanto los ojos para encontrar a un tipo delante del
Explorer mirándome. Sus ojos se ven negros y salvajes, y junto con el cigarrillo
colgando de su boca y la cabeza afeitada, parece casi un criminal. 11
—Qué bonito tu auto púrpura —dice, con tono burlón y su cigarrillo
rebotando entre sus labios.
—Uh, gracias. —Mi voz suena alta. Nerviosa.
—No fue un cumplido.
El tipo empieza a caminar hacia la escuela, tirando su cigarrillo en el
césped, cuando la puerta del otro auto se cierra de golpe. Arrastro mi mirada del
aspirante a convicto a otro tipo. En lugar de aburrido y ligeramente desquiciado,
como el primero, este chico parece enojado.
Cabello castaño oscuro que ha crecido lo suficiente como para colgar sobre
uno de sus intensos ojos. Fosas nasales que se ensanchan. Mandíbula afilada
que se aprieta. Toda esa agresión está dirigida hacía mí, pero no podría ser,
considerando que literalmente acabo de salir de mi auto y nunca he conocido al
tipo.
Miro por encima del hombro para ver a quién podría estar mirando. Cuando
no encuentro a nadie, me doy cuenta de que todo ese odio hirviente es por mí.
Jodidamente genial.
—Hola —grito, odiando lo marica que parezco—. Soy Hollis.
—No me importa.
Se va y me quedo boquiabierto. ¿Qué demonios fue todo eso? El tipo lleva
la ropa que yo querría llevar: chándal negro, zapatillas blancas y una sudadera
con capucha gris. Hace mucho frío para no llevar abrigo, pero no parece
molestarle.
Llevo mi bolso al hombro y cierro el auto antes de ir a buscarlo.
—Oye, hombre, espera.
Se detiene abruptamente. Me da tiempo para acercarme a él. El tipo es
grande, por lo menos doce centímetros o más sobre mi estatura de uno ochenta
Sus hombros son anchos y parece que podría joder bien a alguien como yo.
Como no se da la vuelta, lo rodeo lentamente como si fuera un animal
rabioso. Tranquilo. Tonos suaves. Sin movimientos rápidos.
—Creo que empezamos con el pie izquierdo por alguna razón. —Mi aliento
sale apresurado—. ¿Podemos empezar de nuevo?
Su cabeza se ladea, su cabello se mueve para mostrar una barra a través
de su ceja, y sus ojos color miel me estudian. No puedo evitar retorcerme bajo
su escrutinio. Da un paso hacia mí, obligándome a dar un paso atrás. Su labio
superior se curva con asco.
—¿Eres un profesor? —Su voz profunda y sensual me sorprende
estúpidamente durante tres segundos.

12
—¿Q-qué? No, solo soy un chico como tú...
—No soy un maldito chico —dice, con las cejas fruncidas por la ira.
Levanto una mano, odiando estar jodiendo esto desde ya.
—Solo quería decir... lo siento. —Mi mano tiembla y, por supuesto, él se
concentra en ella. Rápidamente, la meto en el bolsillo de mi abrigo—. Soy nuevo
aquí y solo quería presentarme.
—Lo hiciste. Ahora apártate de mi camino. —Da un paso amenazador hacia
mí, pero esta vez me mantengo firme.
—Escucha... —pronuncio—. No estoy tratando de hacerte enojar, yo...
Me agarra de los hombros con brusquedad y me mueve físicamente hacia
un lado. Luego, pasa a mí lado y entra en el edificio.
Qué. Coño.
—Oh, hombre, la has cagado —grita una voz mientras trota hacía mí—.
Toma nota, chico nuevo, no lo hagas enojar.
Me encojo de hombros y me froto la palma de la mano a lo largo de la mejilla
con frustración.
—No era mi intención. Solo me estaba presentando. Tratando de hacer un
amigo. Ya sabes, ser un ser humano normal.
Él resopla.
—Spoiler, todos aquí son un asco. Excepto yo. Y aparentemente tú. Mi
nombre es Gio Montoya.
Lo evalúo rápidamente. Cabello oscuro. Gafas. Un pequeño hueco entre sus
dos dientes delanteros. Va bien vestido, aunque un poco como un nerd, pero es
amigable.
—Hollis English. Me mudé aquí desde Vermont.
—Bienvenido al infierno, Hollis. —Sonríe—. ¡Broma!
No puedo evitar reírme.
—La broma es para mí. No me esperaba esto.
—Espera lo inesperado por aquí. Y mantente alejado de tipos como Roan
Hirsch.
Roan.
El nombre del psicópata es Roan.
Una pequeña emoción me recorre al saber que ahora tengo su nombre a
pesar de que él se niega a darlo. Es un bonito nombre para un tipo no tan bueno.
—No te preocupes —me quejo—. He aprendido la lección.
—Sus secuaces son igual de malos. Evítalos a toda costa. Terrence, Jordy y
Cal. Pero Jordy es un hijo de puta malvado. Toca su estúpido auto ahí fuera y te

13
romperá la nariz. Solo pregúntaselo a mi amigo Richie.
—Pensé que dijiste que eras el único que no daba asco por aquí. ¿Qué hay
de Richie?
Los rasgos de Gio se oscurecen.
—La madre de Richie lo sacó de aquí después de esa pelea. Te lo digo. Los
matones de Hoodlum son brutales.
¿Matones?
—Bien —digo con un suspiro exasperado—. Me mantendré alejado. Con
mucho gusto. ¿Puedes guiarme con la señorita Sommers? Necesito recoger mi
horario y averiguar a dónde demonios tengo que ir.
—¿Señorita Sommers? —Gio mueve las cejas—. Es súper sexy. Sería un
honor, hombre.
Así que hoy tuve un mal comienzo.
No es gran cosa.
Todo va a estar bien.
Esa mentira es extra amarga en mi estómago hoy.
2
Roan

—T
ienes que venir —suplica Sidney, dando vueltas a un mechón
de su sedoso cabello marrón—. Sé que hemos roto o lo que
sea. —Pone los ojos en blanco como si no lo creyera—. Pero
podemos seguir siendo amigos. Sabes que no sería Campfire

14
Chaos sin los Hoodlum.
—Tengo una mierda que hacer —miento, ignorándola por mucho que
intente meterme las tetas en la cara.
—Aj —sisea, empujándome el hombro—. ¿Cuándo te convertiste en un
imbécil?
Giro la cabeza y estrecho la mirada. Sidney se esfuerza demasiado. Se ha
prostituido con todo el cuerpo estudiantil desde al menos el octavo grado. Yo
mataría a Roux si mirara a un chico.
A mi hermanita nunca le permitiré convertirse en Sidney.
Nunca, joder.
—Dije que tengo cosas que hacer —Levanto una ceja, esperando que me
desafíe.
Suena la campana de la segunda hora, haciendo que varias personas caigan
en sus asientos.
—Tal vez le pregunte al nuevo —se burla, girándose en su asiento para
enviarle un mensaje a alguien.
Su comentario me hierve la sangre y no de la manera que estoy seguro que
esperaba. No estoy celoso. Joder, no. Estoy enojado. ¿Quién demonios era ese
tipo que se revolcaba en su Mustang como si fuera de la puta realeza?
El señor Henley empieza a resolver un problema en la pizarra aunque nadie
le presta atención. A los dos minutos, la puerta rechina y se abre.
El hijo de puta del Mustang entra, haciendo que me queme la piel. Tiene
una sonrisa forzada en su cara de niño bonito y entra al salón como si no fuera
gran cosa que lo dejen entrar en esta escuela. Mi escuela. Parece la clase de tipo
que está acostumbrado a ser el gran hombre del campus. Disfrutaría mucho si
le bajara los humos.
—Lo siento —dice el tipo—. Me confundí con el lugar al que debía ir.
—No hay problema, joven. Encuentre un asiento. —El señor Henley lo
saluda mientras vuelve a su ecuación.
El nuevo tipo, Hollis, mira alrededor de la habitación, buscando un lugar.
Nuestros ojos se encuentran y se congela, su sonrisa cae ligeramente.
Rápidamente aparta sus ojos azules de los míos y corre al asiento frente a
Sidney. Ella debe encontrarlo lindo, o la posibilidad de darme celos, porque se
inclina hacia adelante y le da un golpecito en el hombro.
Todavía lo miro con desprecio cuando el señor Henley dice mi nombre.
—Señor Hirsch —repite, y finalmente me llama la atención.
—¿Qué?
Toda la clase se ríe.

15
—No me diga qué. Quiero que vengas a resolver este problema.
Miro fijamente a la pizarra con irritación. Joder, no. No sé cómo hacer esa
mierda.
—Paso —me quejo.
—Qué es exactamente lo que no harás con el curso si no vienes aquí e
intentas resolver este problema.
Hollis me mira por encima del hombro, frunciendo el ceño.
—Mira a otro lado —me quejo.
Él sacude la cabeza, pero no pierdo la forma en que su cuello arde de color
carmesí.
—Ya basta —gruñe el señor Henley—. Discúlpate con este joven.
Resoplo.
—No.
—Hijo, no permitiré que tú...
—No soy tu hijo. —Le lanzo al señor Henley una mirada sombría que le hace
dar un paso atrás.
Él resopla con exasperación.
—Sal de aquí.
Increíble.
—Hirsch, he dicho que te vayas —grita—. A la oficina. Ahora.
Me levanto con un suspiro exagerado y subo al escritorio. El nuevo cabrón
tiene una bolsa de lujo en su escritorio. Por alguna razón, tomo una decisión
estúpida de la que mi padre estaría orgulloso y la tiro del escritorio.
—¿Qué coño? —chilla Hollis.
—¡Los dos! —grita el señor Henley—. Fuera de mi clase. No toleraré estas
interrupciones.
Echo una mirada divertida sobre mi hombro hacia Hollis. Sus rasgos van
de enfadados a sorprendidos y horrorizados. Estoy bastante satisfecho conmigo
mismo cuando llego al pasillo. Es estúpido que me echen continuamente de
clase, pero es mejor que hacer los deberes. Empiezo a caminar por el pasillo y
luego los pasos me siguen.
—Mi computadora portátil está en mi bolso —dice Hollis con brusquedad
mientras se acerca.
Me pongo en marcha y lo miro con atención, obligándolo a pararse justo
delante de mí.
—¿Y qué?
—Y es cara.

16
Me molesta mucho que apenas haya estado en esta escuela medio día y ya
lo he encontrado haciendo alarde de su dinero dos veces.
—Sal de mi vista —me burlo.
Me mira con desprecio.
—¿Cuál es tu problema conmigo, hombre?
—No me relaciono con los de tu clase.
Mis palabras dan en el blanco deseado porque hace una mueca. Sus ojos
azules destellan una mirada herida antes de desviar su mirada. Lo escudriño
abiertamente por un momento ya que está parado justo frente a mí. Es más bajo
que yo pero lo suficientemente grande como para que me lleve a una pelea.
Cabello rubio oscuro que lo hace parecer algo inocente. Y ojos tristes. No
entiendo cómo un niño rico que conduce un Mustang púrpura puede estar triste.
Si fuera rico, sería muy feliz.
Él es un idiota rico y yo soy yo.
Los de nuestra clase no se llevan bien.
Paso por delante, golpeando su hombro. Él deja salir un molesto quejido.
Mirando por el pasillo, trato de no pensar en lo enojada que la señora Frazier.
La última vez que me enviaron a su oficina pensé que me iba a despellejar vivo.
En cuanto llego a la oficina, le sonrío a la señorita Fields, la secretaria de la
oficina. Es una joven recién salida de la universidad. Mi amigo Cal está seguro
de que se la va a tirar antes de que acabe el año.
—Frazier —me acerco a ella.
La señorita Fields me da un vistazo.
—Toma asiento. Está con otro estudiante.
Me dejo caer en una de mis sillas habituales cuando Hollis entra. Su cara
se ilumina al verlo.
—Hola, cariño. ¿Cómo va tu primer día hasta ahora? —Le sonríe
cariñosamente—. La señorita Sommers dijo que entraste en todas las clases que
querías.
Por supuesto que le encantaría el nuevo y bonito chico. Si tuviera que
adivinar, tiene más posibilidades de follarse a la señorita Fields que a Cal.
—Está bien —dice con una voz alegre que no parece para nada derrotada
como hace unos momentos—. ¿Va a nevar hoy?
Mientras ellos empiezan a hablar del maldito clima me encorvo en mi
asiento, estirando mis largas piernas frente a mí. Tenemos práctica de
baloncesto después de la escuela y luego tengo que arrastrar el culo a mi trabajo
después. Los lunes y miércoles son siempre largos. Y, ahora que las vacaciones
de invierno han terminado y ya no estoy de vacaciones, vuelvo a trabajar esta
semana.
La puerta de la señora Frazier se abre y Terrence sale furioso. Le levanto la
barbilla como saludo. Golpeamos puños cuando pasa, ninguno de los dos dice
una palabra. Pero está enfadado. Cuando la señora Frazier me ve, lanza un
17
fuerte suspiro.
—No sería un lunes si no viera a todos mis chicos favoritos de Hood River
—se queja—. ¿Estuviste involucrado en el incidente de la máquina expendedora?
—Nop. —Remarco la “p” de una manera desagradable que hace que sus
fosas nasales se inflamen.
—¿Y entonces qué? —exige. Sus ojos se dirigen a Hollis, que se ha quedado
callado, y le da una sonrisa de preocupación—. ¿Todo va bien?
Él sacude la cabeza, me mira brevemente y luego fuerza una sonrisa.
—Me han echado de clase.
La señora Frazier parpadea varias veces, confundida.
—¿Por qué?
—Dije una palabrota en clase.
Su cara se pone roja de ira.
—¿Y por qué dijiste eso en clase?
Sus ojos se dirigen hacia mí y luego mira sus pies.
—No lo sé.
Pero la señora Frazier ve a través de la mierda, y no le cree.
—Roan —ladra—. ¿Qué ha pasado?
Tenso la mandíbula y me encojo de hombros.
—Los dos. En mi oficina ahora. Los dos me conocen lo suficiente para saber
que no voy a dejar pasar esto hasta que tenga respuestas.
¿Cómo demonios la conoce el chico rico?
Es su primer maldito día.
Con un resoplido, me levanto y paso junto a ella a su oficina. Me dejo caer
en una silla. Hollis toma la que está a mi lado. Donde yo estoy desparramado e
indiferente, se sienta rígido y recto como si estuviera aquí para una maldita
entrevista en Harvard. Increíble.
La señora Frazier nos mira fijamente mientras toma asiento. Sin perder el
ritmo, se lanza a su sermón.
—No toleraré la falta de respeto en mi escuela. El señor Henley es justo y
solo pide que te presentes, te calles y hagas tu trabajo. No es tan difícil. Hollis,
tú sobresales en matemáticas. El hecho de que te echen de álgebra en tu primer
día no es característico de ti. —Ella endurece sus ojos hacia mí—. Roan, ¿qué
ha pasado?
Me enfadaría y la acusaría de culparme de ser el autor, pero sé que no es
así. La señora Frazier es una de las pocas personas que se preocupa por mí.
Mamá seguro que no. La señora Frazier quiere mi historia porque confía en que
diré la verdad.
18
—Henley quería que hiciera un problema, pero no sabía cómo hacerlo —
admito con una queja—. Luego se enojó.
—¿Y cómo se involucró Hollis?
Por el simple hecho de estar ahí.
Molestarme.
Parecer perfecto y rico. Recordándome que no lo soy.
—Tiré su bolsa de su escritorio. —La desafío con una mirada malvada.
Sus cejas chocan. Decepción. Joder. Estoy arruinando todo esto. No puedo
caerle mal a la señora Frazier. Es demasiado importante para mi familia.
—¿Y dijiste una palabrota por eso? —le pregunta a Hollis.
—Mi computadora portátil está ahí —dice amargamente—. Es cara y
probablemente esté arruinada.
Un soplón. Sus palabras me hierven la sangre.
—Vete a la mierda, rata.
—¡Roan! —grita la señora Frazier, golpeando con la palma de su mano el
escritorio—. Ya basta de esto.
Rizo mi labio y le doy a Hollis una mirada de desdén antes de girarme para
mirar a la señora Frazier con una expresión fría.
—Lo siento.
Ella pone los ojos en blanco.
—No, no lo sientes. Pero lo lamentarás si te castigan.
Me estremezco ante sus palabras. Tiene razón. No puedo tener detención.
La detención es después de la escuela. Puedo perderme el baloncesto, porque
aunque me encanta, no es un requisito. Mi trabajo después de la escuela lo es.
—Escucha —dice, inclinándose hacia adelante—. Necesito que seas alguien
a quien Hollis pueda recurrir. Es nuevo y no tiene a nadie todavía.
Hollis gime avergonzado.
—Tía Karen...
—¿Qué? —espeto, frunciendo el ceño a ella.
Sus labios se adelgazan.
—Hollis es mi sobrino. No se gana el favor porque es de la familia. Tú más
que nadie sabes que soy justa, Roan.
Tiene razón, pero sigue siendo muy molesto.
—No voy a castigarte con tu amigo Terrence, aunque le vendría bien la

19
ayuda para limpiar las horribles palabras que escribió en la máquina
expendedora —dice—. Tienes el baloncesto... y todo lo demás. —Deja escapar un
pesado suspiro—. Necesito que recuerdes estar concentrado, ¿vale?
Dejo escapar un suspiro de derrota.
—Lo entiendo.
—No eres como él. —Sus ojos se clavan en mí, pero no les creo. Me parezco
más a mi padre de lo que ella nunca sabrá.
—¿Puedo irme? —la interrumpo, terminando esta línea de conversación.
—Ambos pueden. No quiero volver a ver a ninguno de los dos en mi oficina.
Llévense bien. Ambos son adultos, así que actúen como tal.
3
Hollis

L
a hora del almuerzo solía ser divertida. Tenía amigos. Muchos.
Muchos chicos y chicas con los que podía sentarme. Nos reíamos,
bromeábamos y hablábamos. A veces estudiábamos. La mayoría de
las veces planeábamos las fiestas que se avecinaban.

20
No era así.
Ni siquiera cuando le dije a todo el mundo que era gay.
Esto es raro.
Jodidamente espeluznante.
La gente me mira con curiosidad, pero no me ofrecen un asiento. La
habitación casi se queda en silencio, el aire crepita con electricidad mientras
esperan.
¿Esperar qué?
Escaneo a la multitud buscando al chico, Gio, que conocí esta mañana.
Nada. Estoy a segundos de abandonar el almuerzo por completo cuando alguien
se acerca sigilosamente a mi lado.
—Oye, chico nuevo —canturrea la chica morena de mi clase de álgebra—.
¿Buscas un lugar para sentarte?
Es guapa. Si me gustaran las chicas, la encontraría tan atractiva como para
querer salir con ella. Definitivamente puedo ver que está interesada en mí. Sería
inteligente salir del armario y decirle que soy gay para que no pierda el tiempo.
Pero...
Las cosas están raras por aquí y aceptaré lo que pueda conseguir ahora
mismo. Si eso significa hacerme amigo de una chica que cree que soy material
potencial de novio, que así sea.
Encendiendo mi encanto, le sonrío.
—Me encantaría. Esta escuela es más grande que la anterior. Me llevará un
tiempo acostumbrarme. Llámame Hollis. ¿Y tú eres?
—Sidney. —Sus ojos verdes brillan cuando me toma del codo y señala—.
Las chicas y yo nos sentamos justo ahí. Saluda a Wendy. —Una chica con cabello
rubio y una gran sonrisa nos saluda tontamente. Yo le devuelvo el saludo—. Así
que, vamos a buscar comida y a hablar del próximo Campfire Chaos.
Le permito que me lleve a una fila.
—¿Campfire Chaos?
—Todos los que son importantes van. Es algo que los Hoodlum comenzaron
cuando todos estaban en la escuela secundaria y ha estado tomando fuerza
desde entonces.
—¿Acamparemos?
Se ríe.
—Entre otras cosas.
¿Qué otras cosas?
—Tendré que preguntarle a mi mamá.

21
Sus cejas se levantan mientras parpadea sus largas pestañas hacia mí.
—Qué adorable. —Entonces sus labios se separan—. Oh, espera. ¿Hablas
en serio? ¿Realmente tienes que pedir permiso?
Me estremezco ante sus palabras. Está en la punta de mi lengua que
nuestra familia ha estado pasando por alguna mierda y solo intento darle a mi
mamá el respeto de pedirlo. Claro, tengo dieciocho años y técnicamente puedo
hacer lo que quiera, pero no sé si me necesita para hacer de niñera o si tiene
actividades familiares planeadas.
—Ya veré, ¿de acuerdo? —digo, guiñándole el ojo.
Sus mejillas se vuelven rosadas y asiente.
—Bien. Realmente quiero que vengas. Puedes compartir una tienda de
campaña conmigo.
Oh, mierda.
Retrocede, Hollis.
Desacelera tu maldito rollo aquí.
—Yo, eh —empiezo a decir, pero luego me sacan de la fila. Tropiezo unos
pasos y golpeo a un chico que grita algo molesto. Cuando me doy la vuelta, me
encuentro cara a cara con el chico de esta mañana que estaba con Roan. Los
dolores de estómago que había controlado bien vuelven con toda su fuerza. Casi
me doblo y tengo ganas de vomitar.
—¡Jordy! —grita Sidney—. ¡No seas idiota!
Jordy cruje el cuello, y sus oscuros y casi negros ojos se clavan en los míos.
El tipo es un poco más grande que Roan. Más malo también, al parecer. La
violencia emana de él y no quiero ser parte de ella. No he estado en una pelea en
toda mi vida.
—Al final de la fila, cara de culo —se burla, gesticulando con un movimiento
de cabeza en esa dirección.
—No puedes hacer esto —gime Sidney, pero pierde su fuego cuando él
aparta su mirada de mí para mirarla con el ceño fruncido.
Da un paso amenazador hacia ella. Los dolores de estómago y el miedo a
una pelea se disipan mientras me preocupo por la chica. Me acerco a él y me
pongo delante de ella.
—No. —Digo la palabra en voz baja, pero con una advertencia.
La multitud se calla.
—¿O qué? —replica Jordy, golpeando su pecho contra el mío.
Quiero quitarme la saliva de la cara, pero estoy mirando a una serpiente
venenosa. Un movimiento en falso y me arrepentiré.
—Es solo una chica —me quejo.
—Y tú también. —Su sonrisa es lobuna y malvada.
—Vamos, Hollis —dice Sidney, agarrando mi codo.
22
Libro mi brazo de un tirón y no le quito la mirada de encima a Jordy.
—Estábamos aquí primero. No puedes tomar nuestro lugar en la fila. No
está bien.
Jordy se ríe.
—No tienes ni idea de a qué maldita escuela te has metido, ¿verdad?
—Esta escuela también mía ahora. —Puede que no lo diga tan
vehementemente como él, pero hay fuego en mis palabras. Las creo. Estaré aquí
solo unos meses, pero que me condenen si dejo que un par de matones hagan
de mi vida un infierno sin razón.
Antes de que Jordy pueda irse, siento su presencia. Roan. Como una ola de
odio que crece tan alto que borra el sol antes de destruir todo lo que hay debajo.
Está a punto de estrellarse contra mí y ahogarme.
—Lo escuchaste. Detrás de la fila, rata. No lo diré dos veces. —La mirada
de Roan parece aburrida, aunque noto el tic de su mandíbula y la forma en que
tiene su mano en la sudadera de Jordy.
Tal vez podría con uno. ¿Pero dos? Diablos, no.
—Lo que sea. Ni siquiera tengo hambre. —Los paso a empujones, golpeando
a Roan con mi hombro como lo hizo conmigo y lejos de la multitud de
espectadores débiles. Todo el mundo se quedó mirando. Nadie intervino. Ese tipo
estaba a punto de patearme el culo y a nadie le importó. ¿Qué le pasa a esta
gente?
—Hollis, espera —grita Sidney.
La ignoro hasta que llego al pasillo fuera de la cafetería. Me mira con una
expresión de dolor.
—¿Estás bien? —pregunta, alcanzando mi mano.
Cruzo los brazos sobre el pecho para evitar el contacto.
—Sí. Solo otra cosa de mierda para añadir a mí ya de por sí día de mierda.
—Dejo escapar un pesado suspiro. Este no soy yo. No siento lástima por mí
mismo. Normalmente, cuando me enfrento a una situación de mierda, encuentro
lo bueno en ella. Siempre soy optimista. Pero ahora que hemos sido desplazados
y estoy en algún nivel del infierno no puedo encontrar las ganas de intentarlo—
. Lo siento, Sidney.
—Es solo Jordy siendo Jordy. No hace daño a las chicas. Eso fue todo un
espectáculo para ti.
Dejé escapar un suspiro de alivio.
—No sé cuál es su problema conmigo.
—Son Hoodlums —dice como si esto lo explicara todo—. Están
acostumbrados a decirle a la gente lo que tienen que hacer y escuchar. Una vez 23
que te acostumbras a ellos te agradan. No son malos todo el tiempo.
Otro dolor agudo se apodera de mi estómago mientras mi piel se ruboriza
con un sudor frío.
—Me voy a dirigir a la enfermería. No me siento bien. —No es una mentira
total. Me siento como una mierda, pero no voy a ir a la enfermería.
—Sabes dónde encontrarnos a Wendy y a mí. Ahora te dejarán en paz —
promete, pero puedo decir por el parpadeo de sus ojos verdes que no lo cree.
Le muestro mi más amplia, aunque falsa, sonrisa.
—Volveré.
—Oh, bien. Y pregúntale a tu mamá lo del Campfire Chaos. El viernes por
la noche, después del partido de baloncesto, todos se dirigen al río. El padre de
Cal es dueño de un campamento allí y tenemos acceso permanente a parte de
él. Mientras no lo dejemos como un basurero nos deja usarlo. Es muy divertido,
—promete—. Todos beben y asan perritos calientes. En verano, nadamos. En
invierno, nos acurrucamos y nos mantenemos calientes. —Su sonrisa es coqueta
e insinúa formas de mantenernos calientes.
La idea de compartir una tienda de campaña con Sidney me hace sentir
muy mal.
—Preguntaré.
—¡Bien! Ahora dame tu número para que pueda informarte de todos los
detalles.
Después de intercambiar los números, me da un abrazo. La chica es más
baja que yo y se siente bien pegada a mí. Bien de una forma de “solo amigos”.
Es egoísta de mi parte querer aferrarme a ella sabiendo que está interesada en
mí por otras razones además de la amistad. De todas formas, la abrazo con
fuerza, agradecido por su amabilidad, sin importar sus motivos.
Nos separamos. Regresa a la cafetería, contenta de haber conseguido lo que
buscaba, y se dirige a Wendy. Siento una mirada furiosa sobre mí. Estoy listo
para retroceder sin encontrar la fuente de la mirada cuando mis ojos se fijan en
los suyos.
Roan.
Se sienta encorvado sobre su plato de comida, con la mirada puesta en mí,
mientras come como si fuera su última comida. Me recuerda a un león cuando
desgarra a una gacela que acaba de sacrificar.
Un escalofrío que no tiene nada que ver con mis problemas estomacales me
atraviesa y me estremezco visiblemente. Una comisura de sus labios se arquea
en satisfacción.
Que se joda.
Sus ojos parecen brillar con desafío.
24
Odio retroceder ante estos imbéciles, pero en este momento lo hago. Lo
último que quiero hacer es vomitar hasta mis tripas frente a toda la escuela. Así
que, en lugar de huir con el rabo entre las piernas, le muestro el dedo medio.
Y luego me voy de allí.

Estaciono en la entrada, con la frente contra el volante durante mucho


tiempo. Probablemente una hora. Tal vez dos. Cuando entre en esa casa, tendré
que lidiar con Charlotte, Penny y la tía Karen. Hoy no tengo energía para ello.
El frío se asienta en mis huesos cuanto más tiempo estoy sentado sin la
calefacción encendida. Hay caída de nieve en el pronóstico de esta noche, pero
no es suficiente para cancelar la escuela mañana. Lástima. Para alguien a quien
siempre le ha encantado la escuela, he dado un giro completo. Esta escuela es
un asco. Quiero culpar a los Hoodlums por ser unos imbéciles o a mamá por
traernos aquí o a la tía Karen por no controlar a esos monstruos. Pero sé que no
es así.
La culpa es de papá.
Nos arruinó la vida.
Lágrimas calientes y furiosas me queman los ojos. Cierro los párpados,
odiando que la humedad se escape y se extienda por mis mejillas. Estoy muy
cansado y solo he empezado. En unos minutos tendré que entrar, poner una
cara falsa para mi familia y fingir que todo está bien.
Mi estómago se tensa violentamente, recordándome que nada está bien.
Sentándome, me limpio las estúpidas lágrimas y me trago la bilis en la
garganta. Debí haber comido, pero los Hoodlums lo hicieron imposible. Mi
estómago se revuelve ante la perspectiva de comer algo en este momento.
Salgo de mi Mustang y doy un portazo demasiado fuerte. Me hace sentir
bien liberar un poco de tensión. Me acerco a la puerta de la tía Karen cuando
escucho un fuerte motor que hace eco en la calle. Deteniéndome en seco, me doy
la vuelta para ver un Ford Explorer familiar pararse frente a la casa.
Mierda.
¿Cómo saben dónde vivo?
¿Me siguieron a casa?
El miedo me consume, haciendo que sienta todos mis huesos como gelatina.

25
Sé que Sidney dijo que no harían daño a una chica, pero aún me preocupa
considerando que tengo una casa llena detrás de mí. Los ojos oscuros de Jordy
se fijan en los míos desde el lado del conductor a través de la ventana, pero no
hace ningún movimiento para salir. La puerta del pasajero se abre y Roan salta
al exterior.
Joder.
Tiene una bolsa colgada en el hombro que ha visto mejores días. El sudor
se aferra a su cabello y su cara está ligeramente roja como si hubiera estado
corriendo o haciendo ejercicio. Todo lo que puedo hacer es mirarlo boquiabierto.
Hace un frío del carajo aquí fuera y lleva puestos un pantalón de baloncesto y
una camiseta, sin la sudadera con capucha y el chándal de antes. Odio que el
hijo de puta que no haya sido más que un imbécil conmigo provoque una
respuesta fisiológica en mí. Mi polla se mueve cuando miro fijamente su forma
musculosa que brilla con sudor. Gracias a Dios que tengo mi bolsa colgada en
mi frente escondiendo mi semi-erección.
Nuestros ojos se encuentran y los de Roan destellan fuego dorado.
Odio. Ira. Amargura.
No violencia.
Aunque no bajo la guardia. Si va a tratar de patearme el trasero, estaré listo.
—¿Quién es ese? —dice una voz detrás de mí. Charlotte.
—Vuelve adentro —me enojo mirando a mi hermana pequeña—. Ahora.
—No —dice con descaro, con su rubia cola de caballo moviéndose de un
lado a otro.
Roan ya no me mira mientras abre la puerta trasera. Una chica con cabello
castaño y gafas sale. Se tropieza al salir, pero él la sostiene. La confusión me
invade. ¿Qué demonios está pasando aquí?
—¿Roux? —exclama Charlotte—. ¡Oh, Dios mío!
Mi hermana corre a toda velocidad para abrazar a la chica de su edad. Roan
frunce el ceño, lanzándome una mirada asesina como si fuera un cómplice de lo
que sea que esté pasando.
—Char —grito.
Agarra la mano de Roux y la tira hacia mí.
—Esta es mi nueva mejor amiga Roux. Estamos en la mayoría de las
mismas clases juntas. ¡Y ahora está aquí! —Luego frunce el ceño—. ¿Por qué
estás aquí?
Roux se inquieta, su cara se pone roja, y baja la mirada a la hierba muerta.
—Yo, eh, yo...
—No importa —dice Charlotte—. Ahora puedes ver mi habitación. Tengo
que compartirla con Penny y, Dios mío, es una vaga, pero aún podemos pasar el
rato. ¡Oh! ¿Te gusta el helado de pastel de cumpleaños? La tía Karen compró un 26
poco y es muy bueno.
Roux parece relajada con las continuas divagaciones de mi hermana. Roan
se cruje el cuello. Si tuviera que adivinar, quiere matarme por razones
desconocidas. Qué raro.
—¿Por qué estás aquí? —Lo digo de golpe.
Charlotte se burla.
—¡Hollis! ¡No seas un imbécil!
Roux se estremece ante mis palabras, lo que me hace sentir como un idiota.
Sin embargo, eso hace que Roan se ponga en marcha. Se acerca a mí y me clava
el dedo en el pecho.
—Vigila el tono que usas con mi hermana.
Charlotte parpadea sorprendida. En casa éramos muy queridos. Populares
y venerados. Nunca había visto tal animosidad de nadie antes. La tensión entre
Roan y yo es tan espesa y empalagosa que se puede saborear.
—La señora Frazier me da clases particulares —explica Roux en voz baja—
. Lo siento.
La culpa se hincha dentro de mí.
—No lo sientas, niña —digo, inyectando ligereza a mi voz por su bien—. Solo
estaba confundido. La tía Karen está dentro. Pasa.
Las chicas se toman de la mano y entran. Roan las mira fijamente, con una
expresión ilegible en su rostro. Se da la vuelta, saluda a Jordy que se va, y luego
me mira con desprecio.
—No te metas en mi camino, rata.

27
4
Roan

D
ebería sentirme muy satisfecho cada vez que se estremece ante mis
insultos, pero solo me hace sentir sucio por dentro. ¿Así es como
se siente papá cuando afirma su dominio sobre cualquiera que no
sea él? Odio a mi padre y no quiero ser como él.

28
Pero tampoco me gusta Hollis.
Ya me ha visto demasiado.
Una cosa era que él viera que la señoras Frazier y yo teníamos un acuerdo.
Otra cosa es que vea a Roux. Roux es una vulnerabilidad que no permito que
muchos conozcan. La protejo a toda costa. No tiene a nadie más que a mí. Claro,
tiene a Jordy, Cal, Terrence, la señora Frazier y un par de personas más, pero
eso es todo. Su padre está en prisión y su madre es una maldita adicta.
—Cierra la boca, rata, o atraparás copos de nieve.
La prometida nieve acaba de empezar a caer. Diminutos copos de polvo
blanco sobre sus rasgos, que parecen como si estuvieran tallados en porcelana,
no muy diferentes a las muñecas que Roux solía tener cuando era pequeña. Se
supone que los chicos no deben ser tan perfectos. La perfección no es real, de
todos modos. Es inalcanzable y jodidamente ridícula. Aun así, no puedo apartar
la mirada de su rostro.
¿Por qué no?
Mi piel se calienta de una manera incómoda que no entiendo. Todo lo que
sé es que no puedo dejar de mirar los copos de nieve que cubren sus largas
pestañas rubias oscuras y que se posan en sus mejillas ligeramente rosadas.
Sus cejas se fruncen y sus ojos azules brillan con ira. No soy como Sidney
o la señora Fields. Puedo ver a través de su fachada. Quiere que todos piensen
que es tan perfecto por dentro como por fuera.
No lo es y ambos lo sabemos.
Guardo este secreto como él lo de Roux.
Que me condenen si dejaré que la use en mi contra.
—¿Por qué estás aquí, Roan? —exige, con los brazos cruzados sobre su
pecho.
Hace mucho frío y todavía estoy vestido para el entrenamiento de
baloncesto. Estamos afuera discutiendo. Odio a este chico.
Mis ojos recorren su abrigo de niño pijo con desdén.
—Estoy aquí para trabajar.
—¿Trabajar? —Su expresión inquisitiva se transforma en una de
confusión—. ¿Haciendo qué?
Jesús. ¿Esta familia no habla de nada?
—No importa. No me pagas tú. —Me dirijo a la puerta cuando agarra mi
bíceps todavía sudoroso, pero ahora congelado. Su toque envía fuego a través de
mi brazo.
—Importa. Dímelo.
Me libero de su agarre y le apunto con un dedo a la cara.

29
—No puedes darme órdenes, rata. El hecho de que trabaje aquí no significa
que te involucre. Así que vete a la mierda.
Sus labios se presionan y noto que son rellenos y rosados, como los de una
chica. No sé por qué diablos me doy cuenta de sus labios, pero lo añado a la
creciente lista de mierdas molestas que hace. Conozco a este tipo desde hace un
día y ya es la persona más desagradable de mi vida. Eso es mucho considerando
que mi madre tiene una puerta giratoria de novios horribles.
Ignorando su enfado, me apresuro a entrar en la casa para buscar a la
señora Frazier. La encuentro ya en la mesa de la cocina con Roux con un libro
de texto abierto. Charlotte, la nueva amiga de Roux de la que habló una y otra
vez de camino aquí, me sonríe.
—Yo también puedo ayudar, ¿verdad, tía Karen? Soy buena en
matemáticas, como Hollis. —Me sonríe—. ¡Esto es tan emocionante!
Roux se ríe y causa que se formen pequeñas grietas dentro de mí. Mi
hermana rara vez sonríe o se ríe. El viaje a casa y sus incesantes conversaciones
sobre una nueva amiga estaban tan fuera de lugar para ella que Jordy me lanzó
varias miradas preocupadas.
—No estoy aquí para hacer tareas escolares —le digo a la chica
burbujeante—. Tengo otro trabajo que hacer.
La señora Frazier se ríe.
—Siempre puedes unirte a nosotras con algunos problemas de
matemáticas.
—Paso —digo con una sonrisa mientras camino hacia el horno para ver lo
que se está cocinando—. ¿Qué voy a hacer hoy?
—El ático es un desastre. Si quieres ponerlo en orden sería de gran ayuda.
Mi hermana Kelsey trajo un montón de cajas cuando se mudaron aquí durante
las vacaciones de invierno, así que todo está tirado encima de todo lo demás.
Doy un saludo y empiezo a salir de la cocina.
—Todavía te quedas a cenar, ¿verdad? —pregunta la señora Frazier.
La idea de cenar con Hollis me hace ver rojo. Pero la vida no se trata de mí.
Es sobre Roux. Y que Roux tenga una comida casera es más importante que
tener que mirar a un imbécil mientras como.
—Claro —me burlo—. Nunca dejamos pasar la noche de lasaña.
Charlotte grita de emoción y Roux se ríe de nuevo.
Necesitando espacio debido a esta nueva situación, dejo mi mochila en el
sofá y subo las escaleras. Paso por la oficina de la señora Frazier y me quejo
cuando me doy cuenta de que ahora tiene una cama. Hollis está acostado encima
de ella boca abajo.
La bolsa de mensajero está aplastada debajo de él.
El abrigo y los zapatos siguen puestos.
El aire está lleno de desesperación.
30
¿Por qué carajo tiene que estar infeliz?
Un pico de placer me atraviesa al pensar en mí causando la desesperación.
Es justo, ya que ha jodido mi mundo.
Y entonces lo escucho.
Un quejido.
Dolorido y triste.
Familiar.
Me asusta porque lo reconozco como propio. No entiendo cómo este chico
puede tener todo y sufrir como yo, pero lo siento. Casi puedo saborearlo. Por
experiencia, esa mierda no viene de un día de tratar con imbéciles como yo.
Ese tipo de dolor se te mete en el cuerpo con el tiempo.
Infligido día tras día.
Tortura mental continúa.
Me alejo de su habitación y corro al final del pasillo donde cuelga la cuerda
de la puerta del ático. Con un rápido tirón, bajo la escalera y subo. Hace frío
aquí arriba, pero sé que estaré sudado como una cuba cuando termine. Todos
los trabajos que hago para la señora Frazier requieren mucha mano de obra.
Básicamente me rompo el culo trabajando para que ella sea la tutora de Roux
dos veces a la semana.
Ignorando el escalofrío, empiezo con sus cajas de Navidad, recientemente
tiradas en una esquina. Si me hubiera llamado después de Navidad lo habría
quitado todo, pero cuando termina la escuela la señora Frazier no pide ayuda.
Es estrictamente un intercambio por Roux. Hace dos años, la señora Frazier se
ofreció a hacerlo gratis, pero odio las malditas limosnas. Hicimos un trato de que
trabajaría para pagarlo, y así ha sido desde entonces.
Mi mente permanece en Roux mientras organizo las cajas. Le cuesta mucho
la vida en general. Mamá es un pedazo de mierda que no puede mantener comida
en la despensa. Si no fuera por mí que la obligo a conseguir sus cupones de
comida, Roux y yo nos moriríamos de hambre. Sus novios son siempre unos
imbéciles inútiles que la mantienen acostada en la cama, gimiendo como una
puta, con Dios sabe qué tipo de drogas corriendo por sus venas. Francamente,
nuestra vida en casa es un asco, por lo que siempre he estado agradecido por
estos dos días a la semana de normalidad para Roux. Podemos relajarnos,
sentirnos queridos y comer comida de verdad.
Un retorcijón en mí estomago me recuerda que tengo hambre. Como
tenemos el almuerzo gratis, el almuerzo es todo lo que tenemos, aunque en los
días de baloncesto podría comer mucho más que los platos de la escuela. Esta
tarde el entrenador Rendell nos ha hecho correr mucho. Jordy se quejó como

31
una pequeña perra. Cal, el energético bastardo, se rió de nosotros. Terrence
estaba demasiado ocupado limpiando tinta permanente de las máquinas
expendedoras y se perdió la práctica, lo que significa que estará en el banquillo
el viernes. Todo ese correr me dio mucha hambre.
Me las arreglo para colocar las decoraciones navideñas en un lugar mejor y
luego trabajo en las cajas etiquetadas “Kelsey”. Abro una y saco un marco de
fotos. Una mujer bonita que se parece a Hollis sonríe a la cámara. A su lado hay
un hombre con una expresión seria y tres niños. Hollis sonríe como su madre y
su hermana Charlotte. La otra niña no tiene expresión.
—¿Viniste aquí a husmear? —demanda Hollis con vehemencia mientras me
arranca el marco de la mano.
Joder, el tipo es un acosador silencioso. ¿De dónde demonios ha salido?
—Solo estoy limpiando el ático —respondo bruscamente—. ¿No tienes otro
lugar donde estar?
—Desafortunadamente, no. —Sus palabras son más suaves esta vez.
Le echo un vistazo a hurtadillas. Ya no lleva su traje de profesor sustituto.
Con vaqueros, zapatillas y una sudadera con capucha negra, casi parece normal.
Bajo la bombilla amarilla del ático, sus ojos parecen angustiados y las ojeras son
más prominentes bajo ellos.
—Si vas a molestarme al menos ayúdame —refunfuño, con la esperanza de
mandarlo de paseo. Para mi sorpresa, recoge la caja que acabo de abrir y la lleva
a una pared lejana.
—¿Así que ayudas a mi tía? ¿Trabajas y ella es la tutora de Roux?
—Sí. ¿Tienes algún problema?
Toma otra caja, pero se distrae con la etiqueta. Cuando la abre toma aire
con fuerza, y no puedo evitar mirar en su dirección. Veo a dos tipos con
camisetas de baloncesto, Hollis es uno de ellos, sonriéndose en lo que parece un
casi beso. Lanza el marco de nuevo en la caja y se la lleva a la esquina dando
pisadas fuertes.
Está bien.
¿Quién era el tipo de la foto?
¿Se iban a besar?
Continúa moviendo cajas de una manera casi furiosa. Como si yo fuera el
que lo ha cabreado. Me estoy cansando de su actitud. Me iba bien sin su ayuda.
Cuando se tropieza conmigo, lo pierdo. Girándome, agarro la parte delantera de
su sudadera y lo empujo contra una pila de cajas.
—¿Cuál es tu problema, rata? —gruño, mi cara a centímetros de la suya.
—Que te jodan.
—Te gustaría hacerlo, ¿verdad?
Se estremece y me mira boquiabierto con una mirada tan herida que lo dejo.
Doy un paso atrás y estudio sus rasgos heridos.
—¿Por qué estás tan enojado? —exijo, cruzando los brazos sobre mi pecho—
32
. Dímelo.
Sus ojos ruedan mientras sacude la cabeza.
—¿En serio? Mmm, veamos. Estaba esperando mi primer día de escuela
cuando un tipo que ni siquiera conozco es un completo imbécil conmigo. Luego
trata de romper mi computadora. Luego él y su amigo me impiden almorzar.
Ahora este mismo imbécil está en mi casa, metiéndose con mi mierda. Oh, y su
hermana también es amiga mía ahora. Así que no solo es un imbécil conmigo en
la escuela, sino que también tengo que lidiar con él después de la escuela. Todo
está de puta madre, Roan.
Me irrita la forma en que dice mi nombre. Hace que se me ericen los vellos
de los brazos. Los nervios de mi cuerpo se electrifican. Mi corazón se acelera con
rabia.
—¿Vas a bajar a llorarle a tu tía? —me burlo, abrumado por la necesidad
de poner más grietas en su fachada perfecta.
La decepción destella en sus ojos azules que son más oscuros en el ático.
—No, hombre. Ya tiene suficiente mierda con la que lidiar como para
preocuparse por mí.
Su comentario se mete en mi cabeza.
He desarrollado esa mentalidad. Me quito el foco de encima y pongo cada
gramo en Roux. Ella es la que lo necesita. Lo que yo quiera no importa mientras
ella tenga lo que necesita.
—Hola, chicos —dice la señora Frazier—. La cena estará lista en quince
minutos. Roan, no te atrevas a venir a mi mesa oliendo a vestuario.
Tan pronto como ella se va, lo dejo sin decir nada más y me dirijo a la
escalera.
Cada vez que estoy aquí, me ducho después del que sea el trabajo agotador
que la señora Frazier me haga pasar. Es la primera vez que me siento raro por
ello.
Me apresuro a bajar la escalera y prácticamente salto el resto del camino.
Como si hubiera un incendio bajo mi trasero, me apresuro a bajar para tomar
mi bolso y luego vuelvo a subir. Llego al rellano cuando Hollis está empujando
la escalera hasta el techo. Su sudadera con capucha se levanta y revela, pálidos
y tonificados músculos que los chicos guapos no consiguen por ser simplemente
guapos. Esos son el tipo de abdominales por los que te rompes el culo
trabajando.
Sus brazos caen a los lados y sus cejas se fruncen.+
—¿Qué?
El calor me inunda el cuello hasta las mejillas. No solo estaba comprobando
33
los abdominales de mi nuevo némesis. Eso no es jodidamente raro ni nada.
—Lo siento, rata, pero solo hay espacio en la ducha para uno. —Me río
cruelmente de él en un esfuerzo por ahuyentar la sensación de incomodidad que
se asienta en mis huesos.
—Y tu capacidad de ser un imbécil más grande con cada segundo que pasa
no tiene límites —grita mientras camina por el pasillo y entra en la oficina de la
señora Frazier.
Lo detengo antes de que pueda cerrar la puerta.
—Estás triste porque nunca tocarás un pedazo de este imbécil. —No estoy
cien por ciento seguro de que sea gay, pero tengo mis sospechas.
Me mira por encima del hombro, poniendo en su cara una sonrisa engreída
que no he visto antes. De una manera agonizantemente lenta, exagera
descaradamente al bajar su mirada por mi cuerpo y subirla de nuevo. Se muerde
el labio, como siempre hace Sidney, y sus ojos brillan con calor. Mi polla
responde mucho, para mi horror.
—No serías capaz de lidiar conmigo, de todos modos —dice con tanta
seguridad que me quedo sin palabras.
La puerta se cierra de golpe, haciéndome saltar.
Este rico imbécil no tiene ni idea de quién soy. Él es el único que no sería
capaz de manejarme. Lo dominaría en el dormitorio. Lo haría temblar y llorar.
Lo haría rogar por cada toque. Me doy cuenta de que mi polla está dolorida y que
he estado fantaseando con algo entre las sábanas con el puto Hollis la rata.
¿Qué carajo?
Nunca he estado con un chico y, si alguna vez contemplara la idea, es
seguro que no sería con una perra remilgada como Hollis.
Estoy seguro de ello.
Es mi polla la que está un poco confusa en el asunto.
Y, desafortunadamente, tendré que domar a la maldita en la ducha. Solo
espero que no me golpee el recuerdo de los labios entreabiertos de Hollis. La
imagen de ellos, rellenos, rosados y separados, se me viene a la cabeza. Mi polla
se sacude en agradecimiento.
Estoy bien jodido.

34
5
Hollis

M
amá parece cansada. La culpa se dobla en la boca de mi
estómago. No tenía que trabajar en casa. La vida era más fácil
para ella. Ahora es demasiado dura. Apenas hemos llegado aquí
y es demasiado difícil.

35
La tía Karen se ocupa de las chicas, incluida Roux, para poner la mesa. Yo
no me interpongo y opto por mezclar la ensalada mientras aclaro mi mente.
Mamá se sienta a la mesa, mirando a las chicas con una sonrisa que no llega a
sus ojos en los labios.
Me doy la vuelta, incapaz de presenciar su infelicidad por más tiempo. Me
concentro en la ensalada cuando mi cuerpo parece cobrar vida. No tengo que
mirar hacia arriba para saber que es Roan. Puedo sentirlo y no entiendo qué
hacer con eso. Cuando salí con Lucas, uno de mis compañeros de equipo en
casa, fue divertido, coqueto y caliente. Fue mi primer y único, sexualmente, y
me gustó mucho, pero no era del tipo comprometido. Como era bisexual, y se
inclinaba por las mujeres, no era algo que quisiera que el público supiera. Toda
nuestra relación fue un secreto hasta que él la terminó no mucho antes de que
yo saliera del armario.
Ver la foto de Lucas antes en el ático me golpeó justo en el estómago. Odio
echarlo de menos, pero lo hago. Daría cualquier cosa por verlo ahora mismo,
incluso sabiendo que no volveríamos a ser amantes. Hoy, más que nunca, anhelo
la normalidad de mi antigua vida.
La tía Karen le presenta a Roan a mamá y, por mucho que intente ignorarlo,
mis ojos eventualmente se deslizan hacia él. Está demasiado guapo vestido una
vez más con su chándal y su sudadera con capucha. Para las chicas sonríe y es
real. No entiendo por qué es tan idiota conmigo y amable con todas ellas. Se
sienta al lado de Roux y la pincha juguetonamente. Me sorprende que Roan esté
más cómodo que yo en la mesa del comedor de mi familia. Es como si él encajara
mejor que yo.
La vergüenza me invade. Si hubiera seguido el molde, mamá y papá podrían
seguir juntos. Las niñas no habrían sido desarraigadas. La tía Karen no habría
hecho que su casa fuera tomada por cuatro personas más.
—¿Todo bien, cariño? —pregunta mamá, con la palma de su mano a mi
espalda.
Me sacudo ante su repentina cercanía.
—Sí.
—Estás un poco pálido. ¿Tienes el estómago revuelto de nuevo? —Su
preocupación por mí hace que mi estómago se estremezca violentamente.
—Estoy bien, —miento—. ¿Qué tal el trabajo?
Es su turno de parecer enferma.
—Genial.
Sí, claro.
—Está bien —me asegura con una sonrisa, con su brazo rodeándome para
darme un abrazo maternal—. No me gusta mi jefe, pero era el primer día y
estábamos ocupados. Estoy segura de que mejorará.

36
Apoyo mi cabeza contra la de ella y disfruto del momento con mi madre. La
vida es un desastre ahora mismo, pero esto parece bien.
—Tu papá envió un mensaje —dice con un suspiro, con la voz baja para
que las niñas no la escuchen.
—¿Y qué tenía que decir?
—Quiere ver a las chicas.
Las chicas. A mí no.
—Oh —murmuro.
—También quiere verte a ti, estoy segura de ello —me asegura—, pero es
horrible al expresarse.
Me aparto de ella y frunzo el ceño.
—No quiero verlo, de todos modos, así que no importa.
Terminamos el semestre y nos mudamos a casa de la tía Karen en las
vacaciones de Navidad. Me preguntaba cómo se las había arreglado las últimas
tres semanas sin tener a nadie con quien quejarse. Debieron ser unas vacaciones
aburridas para él.
—El divorcio no es definitivo —me recuerda—. Así que, si quiere verlas,
tengo que dejarlo. No está peleando por la custodia, y no quiero empeorarlo. Peor
ya le he dicho que tendrá que hacer el esfuerzo de venir aquí. Las niñas no
pueden faltar a ningún día de escuela.
—Solo avísame cuando viene para que pueda desaparecer.
Aprieta los labios, pero en lugar de defenderlo o discutir simplemente
asiente con la cabeza.
—Te amo, niño. Sin importar lo que pase. Haría cualquier cosa por ti.
Odio que ya haya tenido que hacerlo.
Dejó a su marido, movió a sus hijos y se mudó al otro lado del país por
nosotros, por mí. El dolor ardiente y persistente en mis entrañas se intensifica.
Cuando estaba hambriento hace unos momentos, ahora apenas puedo soportar
el olor de la comida sin sentir náuseas.
Mamá, que siempre es capaz de sentir cuando no estoy bien, aunque la
deslumbre con sonrisas brillantes, acuna mis mejillas con sus manos.
—Vamos a superar esto, cariño.
—Lo sé, mamá.
Siento ojos sobre mí y dirijo mi atención a Roan, que me observa con fría
indiferencia. Mamá se da cuenta de que mira hacia nosotros y me da una sonrisa
tonta.
—Amigo o... —susurra.
—Ninguno —me quejo—. Pero nuestras hermanas se llevan bien, así que
eso es todo.
Sus ojos brillan con complicidad.
37
—Dale tiempo.
No hay suficiente tiempo en el mundo para que me guste voluntariamente
Roan, y mucho menos para querer salir con él.
—Hoy conocí a dos personas. Gio y Sidney. Los dos muy simpáticos. —Le
muestro mi gran sonrisa falsa—. Realmente te caerían bien los dos.
Dos amigos. Hice dos amigos.
Mi sonrisa vacila.
—Solo ha pasado un día —dice—. Serás el chico al que todos aman en poco
tiempo. ¿Cómo podrían no hacerlo?
La abrazo de nuevo, inhalando su familiar aroma maternal. Soy más alto
que ella y más grande, pero siempre será mi madre. Alguien en quien quiero
apoyarme cuando la mierda se pone difícil. No puede hacer nada sobre muchas
cosas, pero tiene una fuerza interior que puedo aprovechar.
—La lasaña está lista —canturrea la tía Karen, terminando nuestro
momento más sincero—. Vamos a comer.
Realmente me molesta mucho que Roan esté más cómodo en la cocina de
mi tía que yo. Nunca la visitamos en Hood River. Ella siempre venía a vernos.
Así que, aunque llevamos aquí unas semanas, no es mi casa.
Sin embargo, Roan actúa como si viviera aquí.
Mamá, la tía Karen y las niñas se han retirado al salón para jugar a un
juego de mesa ante la insistencia de Charlotte. Me ofrecí a quedarme atrás y
limpiar, y para mi sorpresa Roan saltó para ayudar.
—No tienes que hacer esto —le digo mientras dejo un plato limpio del
lavavajillas un poco demasiado fuerte en el armario, haciéndolo sonar.
—Es mi trabajo —me responde, disparándome una desagradable mirada.
Lo que sea, imbécil.
Sigo descargando el lavavajillas mientras él agarra los contenedores de
plástico para guardar las sobras. Duda por un momento como si no estuviera
seguro de qué hacer. Antes de que pueda pronunciar una palabra, la tía Karen
asoma la cabeza.
—Roan —le dice a la ligera—. A Roux le encantó la lasaña. ¿Puedes llevarte
el resto esta noche? No hay suficiente para que estos tengan sobras, pero hay
suficiente para los dos para mañana por la noche.
Él asiente y luego continúa con su tarea mientras ella se va. Cuando me
sorprende mirándolo, deja caer el recipiente sobre el mostrador y se da la vuelta,
38
cruzando los brazos sobre el pecho. A solo un metro de mí, casi puedo sentir el
calor de su musculoso cuerpo ardiendo en mí.
¿Por qué tiene la gente horrible tiene que ser tan sexy?
—¿Qué? —exige, frunciendo el ceño y apretando la mandíbula.
—Nada.
—Dilo, rata
Doy varios pasos hacia él hasta que mi pecho choca con sus brazos.
—Deja de llamarme así.
—¿O qué? —Sonríe, un brillo maligno en sus ardientes ojos de color
bronce—. ¿Me delatarás?
—¿Piensas que, porque eres más grande que yo, voy a aceptar tu mierda?
Su ceja se eleva, haciendo que el piercing de la barra se vea extra caliente
en él.
—Síp.
—No soy uno de los cobardes sin carácter de la escuela.
—¿Es eso una amenaza? —Baja la cabeza hasta que nuestras caras están
a centímetros de distancia—. Porque no me tomo las amenazas a la ligera. Me
ocupo de ellas.
Me niego a retroceder, pero así de cerca huele bien. Demasiado bien. Mi
mirada viaja por su fuerte nariz hasta sus labios rosados y llenos. Su cabello
sigue húmedo y cuelga largo y desordenado sobre su ceja con el piercing. Roan
es demasiado guapo. Es enloquecedor.
—¿Cómo?
—¿Cómo qué?
—¿Cómo lidias con las amenazas?
Su cabeza se ladea ligeramente mientras me estudia de cerca. Quiero
retorcerme bajo su intensidad pero, como un perro con un olor a carne bajo su
nariz, cazará mis debilidades si muestro algún signo de ellas.
—¿Con los puños? —me burlo—. Tú también tienes dieciocho años,
¿verdad? Las peleas podrían llevarte a la cárcel. —Se estremece ante mis
palabras, así que me abalanzo—. ¿Qué haría Roux entonces?
Me agarra por delante de mi sudadera y me empuja hacia atrás hasta que
mi culo golpea el mostrador. Estoy abrumado por su enorme figura, que irradia
furia. Sus caderas presionan fuertemente contra las mías, haciendo que se me
escape un aliento estrangulado.
Los segundos pasan, tic, tac, tic, tac.
Su ira se transforma en algo confuso y embriagador, algo que tampoco
parece entender. Dirige su mirada ardiente sobre mis rasgos, pero en lugar de
39
que sus ojos se llenen de odio algo brilla en ellos. Interés. Curiosidad. Calor.
Me lo estoy imaginando.
Roan Hirsch me odia sin ninguna maldita razón.
Ciertamente no parece estar a segundos de besarme.
Porque me siento como una rata atrapada en una trampa, todo lo que puedo
hacer es mirar fijamente al depredador que tengo delante. Me lamo los labios de
una manera nerviosa que atrae su atención. Entonces lo siento.
Dureza.
Entre nosotros.
¿Mía? ¿De él? ¿Ambos?
Sus mejillas se tiñen de rosa antes de soltarme y retrocede, casi tropezando
con sus propios pies.
—Hay ciertas cosas de las que no se te permite hablar con nadie. Roux está
al principio de la lista —advierte, con las manos juntas y colgando libremente
sobre su entrepierna.
No puedo dejar de mirarlo fijamente ahí, preguntándome si lo que sentí fue
mi imaginación.
—Mis hermanas y mi madre también están fuera de los límites.
Asiente sin dudarlo.
—Nuestras hermanas son amigas, y solo por eso seré civilizado contigo en
esta casa.
—¿En la escuela?
—En la escuela estás solo, rata.

Nos las arreglamos para limpiar la cocina sin ninguna otra conversación.
Cuando terminamos, la tía Karen viene a vernos.
—Hollis —dice, dándome un abrazo lateral—. ¿Puedes hacerme un gran
favor?
—Por supuesto.
—Las chicas necesitan ducharse y tu mamá está exhausta. Me encantaría
que pudieras llevar a Roan y Roux a casa por mí para que pueda ayudarla a

40
llevarlas a la cama.
Se pone rígido y yo casi me ahogo con su petición.
—¿Q-qué? ¿Yo? ¿Incluso después de hoy en tu oficina? —tartamudeo.
Sus labios se presionan en una línea firme mientras mueve su atención
entre nosotros.
—Creo que hoy lograron resolver diferencias. Los dos son los
suficientemente mayores como para soportar un pequeño viaje en auto. Ten
cuidado ahí fuera.
Derrotado, le doy un asentimiento, a pesar de que se me revuelve el
estómago.
—Seguro.
Roan sale de la cocina. Le dice a Roux que recoja sus cosas. La tía Karen
me mira con simpatía, pero luego me deja. Joder. Agarro mi abrigo y las llaves,
y salgo por la puerta principal sin decir una palabra. El auto está muy frío, pero
me siento en él mientras espero a que salgan. La nieve revolotea a mi alrededor,
pero nada demasiado pesado todavía. En minutos, Roan y Roux salen de la casa
de la tía Karen hacia mi auto. Roan es normal y amable con Roux. Es interesante
ver este lado de él. Es un bastardo malo y odioso en la escuela y conmigo, pero
con ella es dulce. Espero que se siente atrás con ella, pero una vez que ella se
abrocha el cinturón se sienta delante conmigo con su contenedor de sobras en
el regazo.
—¿A dónde? —pregunto cuando salgo de la entrada.
Gruñe algunas direcciones. Estamos tranquilos mientras maniobramos en
las oscuras y heladas calles. Cuando me acerco al complejo de apartamentos
que nombró, se pone rígido.
—Detente —grita.
—¿Qué? Aún no hemos llegado...
—¡Dije que te detuvieras ahora!
Dirijo mi mirada al espejo retrovisor para ver a Roux abrir los ojos por el
arrebato de su hermano. No queriendo empeorar las cosas para ella, me detengo
a un lado de la carretera.
—Roan, está nevando —murmuro.
—Sí. Roux, toma tus cosas. Vámonos.
—Déjame llegar más lejos...
—Déjalo, Hollis —me gruñe.
No rata. Hollis.
Algo en su expresión ardiente me dice que tengo que retroceder. No entiendo
cuál es su problema. ¿Es porque no quiere que vea dónde vive? He pasado por

41
este complejo de apartamentos antes. Es destartalado y viejo, pero no hay nada
de qué avergonzarse.
—Yo, eh... —Saco mi teléfono del bolsillo y se lo doy—. ¿Puedes poner tu
número? Puedo mandarte un mensaje y, cuando llegues a casa a salvo, me lo
puedes devolver, para que sepa que no han muerto de frío o algo así.
Él mira el teléfono durante mucho tiempo y luego me lo quita; sus ásperas
yemas de los dedos rozan mi palma enviando un cosquilleo que se extiende a
través de mí. Rápidamente introduce su número antes de devolverme el teléfono.
Mientras recoge su mochila y sale, le envío un mensaje.
Yo: Soy Hollis.
Parece muy formal, pero no sé qué más decirle al tipo. No responde, pero
en cambio se ocupa de sacar a su hermana del auto.
—Adiós, Roux —grito a través de la puerta del auto que sigue abierta—. Nos
vemos el miércoles, supongo.
Ella sonríe y me saluda.
—Adiós, Hollis.
Roan ni siquiera me mira. Simplemente cierra la puerta de un portazo y se
va, con su brazo sobre los hombros de su hermana de forma protectora.
Yo no me voy.
Solo observo cómo se van.
Solo. En la oscuridad. Con la nieve ondeando a su alrededor.
Que me jodan si mi corazón no se aprieta en mi pecho con la preocupación.
Será mejor que el imbécil me envíe un mensaje.

42
6
Roan

O
dio este lugar, pero lo odio especialmente por la noche. Casi todos
me dejan en paz porque saben que les patearé el culo si no lo
hacen. Pero es peligroso para una adolescente.
Llevando a Roux a mi lado, nos abrimos paso a través del

43
estacionamiento, alejándonos de cualquier grupo de personas. Este complejo es
un refugio para los traficantes de drogas. Algunos tipos me llaman. Los
reconozco con un movimiento de cabeza, pero no me involucro más.
—Charlotte es mi mejor amiga —dice Roux alegremente—. Vamos a hacer
fiestas de pijamas todos los fines de semana. Dijo que su madre nos llevará a
patinar. ¿Sabías que solía tener una pitón, pero tuvo que dejarla con su padre
cuando se mudó?
No puedo evitar sonreír mientras Roux sigue divagando. No ha estado tan
emocionada en Dios sabe cuánto tiempo. La verdad es que Roux la pasa mal en
la vida. Su madre no vale nada. Su padre está en prisión condenado a cadena
perpetua por disparar y asesinar a tres hombres durante una pelea en un bar.
Y los niños de la escuela son unos malditos monstruos con ella. Todo lo que tiene
es a mí.
Y ahora Charlotte.
Me inquieta porque sé cómo pueden ser los niños. Especialmente los muy
populares. Son viciosos y malvados. ¿Qué pasa si Charlotte se da cuenta de que
Roux no tiene amigos? ¿La dejará atrás por los chicos geniales?
Ese pensamiento me enfurece.
Pero me lo trago y me concentro en subir al tercer piso en una sola pieza.
Varios imbéciles me miran como si fueran a hacer algo, pero me trueno el cuello
y les devuelvo la mirada. Al final, nos dejan en paz. Mientras caminamos hacia
nuestro apartamento, noto que el humo sale por debajo de la puerta.
¿Qué coño?
Toco el mango, pero está frío.
—Sostén esto —le digo a Roux, pasándole las sobras mientras abro la
puerta.
Con el giro del pomo, abro la puerta y la empujo para entrar. El humo
espeso y gris sale a borbotones.
—Quédate aquí —instruyo mientras me apresuro a entrar—. ¿Mamá?
¿Alejandro?
Nada.
No están en casa.
Me ahogo y agito la mano mientras me dirijo a la cocina. Una maldita olla
de macarrones se está cocinando, pero el agua se ha evaporado hace tiempo.
Está carbonizada, humeante. Con un gruñido, apago la estufa y luego tiro la olla
al fregadero. Una vez que la lleno de agua, abro un par de ventanas y vuelvo a
Roux.
—¿Nuestro apartamento se está quemando? —grita.
Me froto con la palma de la mano la cara, luchando contra el cansancio.
—No, pero hay humo. Voy a llamar a Mike para que venga a comprobarlo
por nosotros. Estar seguros de poder dormir aquí esta noche.
Roux se sienta en la alfombra sucia y saca una de sus novelas. Mientras
44
lee, llamo a uno de los pocos exnovios de mi madre que valía la pena. Por
supuesto era más inteligente y siguió adelante. Fue una mierda que nos dejara
atrás a nosotros también.
—Mike.
—Hola, hombre —gruño—. ¿Cuán ocupado estás esta noche?
—Nunca demasiado ocupado para ti o para Roux.
Dejo escapar un suspiro de alivio.
—Genial. Bueno, uh, mamá o Alejandro dejaron algo en la estufa. El
apartamento está lleno de humo...
—No entres. Estoy en camino —dice, entrando inmediatamente en el modo
bombero.
—Ya lo hice. Apagué la estufa y la olla está en el agua. Abrí un par de
ventanas.
—Eso fue peligroso, Roan —regaña—. Podrías haber estado expuesto a
humo tóxico.
—Lo sé, lo sé —me quejo—. No tienes que traer el camión de bomberos...
Mis palabras son interrumpidas por el ruido de una sirena en su extremo.
Demasiado para esto.
Mientras espero, me doy cuenta de que mi teléfono ha estado explotando en
mi bolsillo. Ni siquiera tendría teléfono, ni yo ni Terrence o Jordy si no fuera
porque Cal hizo que su padre nos pusiera en su plan familiar. Le pagamos diez
dólares al mes cada uno por las líneas adicionales. A veces no sé qué haría sin
la seguridad de poder llamar a alguien como la señora Frazier si necesito ayuda
con Roux o cuando necesito que me lleve uno de mis chicos.
Número desconocido: Soy Hollis.
Añado el número como “Rata”, y leo todos sus mensajes, que son muchos.
Rata: ¿Estás a salvo?
Rata: ¿Tengo que ir a buscarlos?
Rata: Sé que me odias, pero responde, ¿de acuerdo?
Rata: No tienes que ser un idiota al respecto.
Con un suspiro, respondo.
Yo: Estamos bien. Déjame en paz, rata.
Los puntos se mueven y se detienen. Se mueven y se detienen. Sonrío,
preguntándome qué tipo de mirada nerviosa tiene en su cara en este momento.
Rata: ¿Necesitas que te lleve a la escuela mañana?
No, joder. La única razón por la que hice que nos dejara fue para que no le
robara el auto un matón. No puedes ir por ahí en un auto como el suyo en mi
45
barrio. Es una buena forma de ponerte una diana en la espalda. Y si los cabrones
que viven en este complejo de apartamentos con nosotros pensaran que tenemos
dinero, no nos dejarían pasar a Roux y a mí.
Yo: Dije que retrocedieras, joder. No eres mi novia, aunque tienes labios de
chupapollas.
Estoy siendo un bastardo mezquino, pero no me importa. Necesita dejarme
en paz, joder. No somos amigos. Solo porque la señora Frazier y yo tengamos un
trato no significa que él pueda entrar en mi vida y ser parte de ella.
Rata: Bien.
Esperaba que me devolviera el fuego. Más palabras de enojo. Tal vez incluso
ninguna respuesta en absoluto. Cualquier otra cosa que no sea “bien”. Una
respuesta tan derrotada. Odio cómo la culpa se asienta a mi alrededor como el
humo del apartamento, asfixiándome y contaminándome.
En cuanto escucho las sirenas, guardo el teléfono y dejo que el alivio me
inunde. Tal vez puedan autorizarnos a entrar y entonces podré finalmente
relajarme. Ha sido un día muy largo.
Minutos después, tres bomberos aparecen. Mike, alto y corpulento, se
acerca a nosotros. Los otros dos bomberos se dirigen al apartamento mientras
él se pone en cuclillas delante de donde estamos sentados.
—Hola, chicos. ¿Cómo va todo? —Le sonríe a Roux—. ¿Dónde está su
mamá?
Me burlo de su pregunta.
—Quién mierda sabe.
Sus labios se adelgazan y mira hacia el pasillo.
—¿Estará en Popper’s?
Popper’s. El bar de topless al final de la calle. Jodidamente asqueroso.
—Si lo estuviera, Alejandro estaría en casa. Los dos están fuera. —Cuando
mamá no está mostrando sus tetas por dinero, está en la cama con Alejandro.
Si los dos se han ido, significa que se han ido a buscar drogas juntos.
—Debería llamar a Servicio de protección a menores.
Le disparo una desagradable mirada.
—Tengo dieciocho años, Mike. Estoy cuidando a Roux. Por el amor de Dios,
no me hagas eso.
Se ablanda y suspira.
—Sí, sí, lo sé. Solo quiero saber quién cuida de ti, Roan. Es seguro que no

46
es tu madre. —Cuando no respondo, se pone de pie—. Lo comprobaré. Creo que
deberían estar bien para quedarse, aunque desearía que no lo hicieran.
—Si no podemos quedarnos, llamaré al papá de Cal —le aseguro, pero es
una mentira. Solo llamo al padre de Cal cuando he llamado a todos los demás:
a la señora Frazier, Jordy, Cal y Terrence.
Me mira fijamente lo suficiente como para ponerme nervioso, y luego entra
en el apartamento.
—Estoy cansada —dice Roux—. ¿Cuándo podemos ir a la cama?
—No tardará —le aseguro, abrazándola a mi lado—. ¿Qué película vamos a
ver esta noche? The Goonies suena bien.
—¡Esa otra vez no! —dice ella, riéndose—. Deberíamos ver To All the Boys
I've Loved Before.
—Amiga —refunfuño juguetonamente—. Hemos visto esa como diecisiete
veces solo este mes. No. No va a pasar. —Ambos sabemos que va a pasar. Ahora
puedo recitar esa maldita película de memoria.
—Tal vez Hollis pueda ver The Goonies contigo y Charlotte pueda ver To All
the Boys I've Loved Before conmigo en nuestra fiesta de pijamas.
Me congelo ante sus palabras. De ninguna manera me quedaré a dormir en
casa de Hollis. ¿Pero realmente dejaría que Roux se fuera sin mí? La llevo a todas
partes. Incluso al Campfire Chaos. Gracias a Dios que la madre de Cal la quiere
como a una nieta y la cuida los viernes por la noche. Me da una noche de libertad
social.
—Ya veremos.
—Eso no fue un no.
—Tampoco fue un sí, papanatas.
Nuestra broma juguetona se corta cuando Mike y sus chicos vuelven al
pasillo.
—Todo está despejado, pero deja las ventanas abiertas hasta la hora de
dormir —instruye Mike—. Quiero una actualización más tarde. Envíame un
mensaje.
Nos abraza a los dos y luego los tres se van. Mike era como el padre que
deberíamos haber tenido. En lugar del que nos dejó hace ocho años en la parte
de atrás de una patrulla y nunca volvió. Lástima que mamá no pudiera poner su
vida en orden para quedarse con él.
—Puaj —se queja Roux—. Apesta.
—No, tú apestas más —me burlo—. Date una ducha y veremos la película.
Mientras se aleja, me pongo a limpiar el desastre que Alejandro y mamá
dejaron. Hay ropa por todo el suelo del salón, lo cual es jodidamente asqueroso.
Ropa interior. Un sostén. Envoltorios de preservativos. No quiero que Roux vea

47
esa mierda así que, con la creciente frustración, lo limpio todo. Cuando
encuentro una cuchara quemada apenas pateada bajo el viejo sofá raído, pierdo
la cabeza.
¿Qué carajo?
¿Heroína?
Me alegro de que Mike y los chicos no hayan visto esto. Seguro que habrían
llamado a protección de menores. Limpio a toda prisa el resto del apartamento,
incluyendo la olla carbonizada, antes de cerrar las ventanas que están soplando
con el aire frío. Cuando llego a nuestro dormitorio, estoy muy cansado. Me alegro
de haberme duchado en casa de la señora Frazier.
—The Hunger Games —declara mientras entro en la habitación, apagando
las luces.
—Nunca dejas de sorprenderme, chica.
—Me imaginé que necesitábamos algo diferente. —Se acurruca en su cama,
abrazando su almohada.
Me quito los zapatos y me tiro a la cama.
—¿Estás bien, Roux?
—Sí. ¿Tú?
—Estoy bien. —Dejo escapar un pesado suspiro—. Voy a sacarnos de aquí
algún día.
—Lo sé.
—No lo olvides nunca.
—Nunca.

Me despiertan risas. Fuertes y agudas. Mamá. Está jodida, por cómo suena.
La música suena desde la sala de estar. Dios, a veces la odio. Bostezando, me
doy la vuelta y agarro mi teléfono.
Cuatro y dieciséis.
¿Qué le pasa a esta gente?
Debería haber ido a casa de Cal. David, el padre de Cal me habría hecho
pasar un infierno por mi madre y demás, pero habría dejado que nos
quedáramos. Ahora van a despertar a Roux, y ya tiene bastantes problemas en
la escuela sin perder el sueño por encima de todo. Estoy a punto de decirles que
cierren la boca cuando se abra la puerta. Un cuerpo enorme llena la puerta.

48
Alejandro.
Me tenso, sentándome en la cama.
—¿Dónde está Roux? —dice.
Estoy de pie en el siguiente instante.
—Lárgate de nuestra habitación, joder.
—No me hables así, mierdecilla. —Se ríe, balanceándose en la puerta—.
Roux y yo vamos a jugar un juego.
—No vas a jugar a una mierda con Roux. —Rodeo su cama y lo empujo
hacia el pasillo—. Mantente jodidamente alejado de mí hermana.
Alejandro es más grande que yo y siempre está armado, pero está tan ido
todo el tiempo que no es rival para mi juventud. Se recupera y me golpea. Me
golpea en la mejilla con su puño, pero esquivo la mayor parte. Levanto el codo y
se lo clavo en la nariz. Hace un sonido de gemido y luego tropieza hacia el otro
dormitorio que comparte con mamá. La escucho preocuparse por él, lo que me
molesta.
—Dile al idiota de tu novio que se mantenga alejado de nosotros, mamá.
No espero una respuesta. Entro a la sala de estar para desconectar toda la
mierda que hace ruido. Hay un recipiente vacío que una vez contuvo la lasaña
en la mesa de café donde Alejandro y mamá deben haber comido. Esa pequeña
acción me altera más que cualquier cosa que haya sucedido esta noche. Saben
que llevo esa mierda a casa para Roux y no les importa. Hijos de puta egoístas.
Rechino los dientes todo el camino de vuelta a nuestra habitación. Tan pronto
como cierro la puerta, arrastro nuestra cómoda hasta ella para que no entre ese
cabrón.
Finalmente me vuelvo a caer en la cama, exhausto como un demonio. Me
estoy quedando dormido cuando escucho los fuertes gemidos de mamá y el
cabecero golpeando la pared.
La ira sale como sangre de mí y la derrota me consume en la oscuridad.
¿Por qué es la vida tan jodidamente dura?
Solo quiero ser normal y tener normalidad para Roux.
Afortunadamente, Alejandro no dura mucho tiempo. A las cinco de la
mañana me estoy volviendo a quedar dormido. Me duermo imaginando una vida
en la que podamos relajarnos. Donde Roux esté a salvo. Donde no tengamos que
arrastrar tocadores frente a la puerta o apagar fuegos en la cocina.
Y entonces, pienso en él.
Es el último pensamiento en mi mente antes de que me vaya por completo.
Hollis, la maldita rata guapa.

49
7
Hollis

M
i teléfono suena en mi bolsillo cuando llego al estacionamiento de
la escuela. Esta vez, evito estacionar junto al Ford Explorer y elijo
un lugar varias filas atrás. Por supuesto que, en el terreno vacío,
sobresalgo como un pulgar dolorido. Con un suspiro molesto,

50
abro mi teléfono.
Lucas: Vi a tu padre anoche. Tiene un aspecto de mierda.
Me irrita que, cuando finalmente recibo un mensaje de Lucas, se refiera a
mi padre, no para ponernos al día.
Yo: ¿Sí? ¿Por qué?
Lucas: No lo sé. Solo parecía cansado y enojado.
Yo: Ese es su aspecto característico. ¿Cómo te va? ¿Cómo están Jamie y
Wendell?
Sé que sueno jodidamente desesperado, pero me duele mi antigua vida.
Cuando estaba llena de amistad y risas. Donde Lucas y yo coqueteábamos todo
el tiempo y casi todos lo atribuían a un bromance. Cómo nos escabullíamos y
nos besábamos, a veces nos masturbábamos cerca de nuestros compañeros.
Lucas: Jamie sigue siendo un idiota. Wendell está fuera de la temporada. Se
rompió el tobillo.
Me estremezco, sabiendo lo mucho que esto le duele al equipo. Wendell era
uno de los mejores.
Yo: Joder. Qué asco.
La respuesta es instantánea, pero tardo un segundo en darme cuenta de
que no es él.
Roan: ¿Eres demasiado bueno para estacionar al lado de Jordy?
Levanto la vista para ver a Roan apoyado en la parte de atrás del Ford
Explorer de Jordy mientras Jordy me observa. Mi ritmo cardíaco tartamudea
salvajemente mientras me pregunto por qué demonios este tipo se dirige hacia
mí como si le hubiera hecho algo.
Se acerca a mi puerta y la abre, con su cuerpo apretado y su rabia apenas
contenida. Este tipo tiene serios problemas de ira.
—¿Tienes un maldito problema conmigo, rata? —gruñe, tronándose el
cuello.
Jesús, ahora ambos me llaman con ese apodo de mierda.
—No —me quejo.
—Sal de tu auto. —Golpea con violencia.
—No, estoy bien aquí.
El cabrón se abalanza sobre mí, sacándome del auto. Se me cae el teléfono
en el proceso. Jordy me empuja al sucio y nevado pavimento. La húmeda y fría
nieve satura mis vaqueros antes de que me ponga de pie.
—No vale la pena —le dice Roan a su amigo, acercándose a nosotros dos—
. Si le pegas, se romperá. Muñequita de porcelana.
El labio de Jordy se eleva.

51
—¿Pensaste que mi chatarra de mierda iba a chocar tu jodido auto gay
púrpura?
Trato de no hacer una mueca ante la palabra gay, pero es demasiado tarde.
Lo he hecho, y Roan se fija en ello con los ojos entrecerrados. No me avergüenzo
de ser gay, pero es en momentos como este cuando la gente lo hace jodidamente
difícil.
—Solo quería evitar esto —siseo, gesticulando entre nosotros—. Un
estúpido altercado por nada.
Jordy se encarga de mí, empujándome de nuevo. Esta vez no me caigo y lo
empujo con las manos. Claro, nunca he peleado, pero eso no significa que vaya
a caer sin golpear antes su psicótico trasero.
—Vamos —gruñe Roan—. Harás que te expulsen, Jordy.
—Y me importa, ¿por qué? —Jordy se echa atrás.
Roan lo agarra de la mandíbula, girándolo para que se enfrenten.
—Te necesito. Roux y yo te necesitamos.
Esto parece desmantelar la bomba. Supongo que debajo de todas las
tendencias psicopáticas de Jordy tiene conciencia. Parece que su mejor amigo y
su hermanita es lo que le da un propósito, al parecer.
Creo que me las arreglé para salir indemne cuando un camión negro grande
y ruidoso entró en el estacionamiento. El doble escape es desagradable y
ensordecedor. Afortunadamente se corta cuando estaciona torcido justo al lado
de mi auto. Los tres tenemos que acercarnos a mi auto para evitar que nos
atropellen. Al menos hay distancia entre Jordy y yo. Él está cerca del capó de mi
auto con Roan y yo estoy más cerca del maletero. El conductor del gran camión
abre la puerta sin tener en cuenta mi auto.
Piensa.
—¿Qué demonios? —Me apresuro, corriendo para inspeccionar los daños.
Un tipo de gran tamaño sale del camión y cierra la puerta de un portazo.
Alguien cierra la puerta del otro lado, pero no puedo ver sobre el vehículo. Miro
a un tipo más alto que Roan o Jordy. El tipo tiene una gorra de béisbol, y al
girarse sus grandes ojos verdes me queman. Sería un chico de campo si no
tuviera el mismo aspecto malvado que Roan y Jordy.
—Ups. —Me sonríe con desagrado—. Mi error.
—Maldito Cal —dice Jordy con un resoplido desde atrás.
Nuestros ojos viajan juntos hacia la abolladura en la parte superior del
marco de la puerta que ocupa todo el ancho de tres pulgadas. Increíble. Estoy a
punto de irme sobre este imbécil cuando siento una presencia detrás de mí. Una
rápida mirada detrás y me doy cuenta de que es el amigo de Roan al que vi salir
brevemente de la oficina de la tía Karen ayer. Jodidamente maravilloso. Cuatro
imbéciles todos presentes y contados, listos para patearme el culo sin ninguna
maldita razón.
Y, en el momento oportuno, mi estómago decide elegir este momento para
darme problemas. Las náuseas me queman el esófago, haciéndome sentir que
52
voy a vomitar. Los mareos me invaden y la oscuridad se come el borde de mi
visión.
Me voy a desmayar.
Empiezo a colapsar, cayendo hacia Cal. Él me empuja hacia el tipo que está
detrás de mí. Ese tipo me empuja hacia el asfalto. Protegiéndome la cara, me
doblo sobre mí mismo, esperando el abuso. No sé qué esperar, pero con cuatro
de ellos, no puede ser bueno. Me quejo, tratando de no vomitar, cuando un pie
me empuja.
—Levántate —dice Roan—. Ahora.
Pestañeo, dejando atrás el mareo, deseando como el demonio no haberme
metido panecillos y salsa esta mañana. Debería haber comido.
—Rata —dice Roan, un poco más fuerte—. He dicho que te levantes de una
puta vez.
Temblorosamente, me siento. El mundo gira a mi alrededor. Roan, que
ahora está de cuclillas delante de mí, parece dar vueltas y vueltas como si
estuviera en una alegre carrusel. Alargo la mano, agarrando su hombro, para
estabilizarme. Sorprendentemente, no me sacude y me pone de pie. Me apoyo en
mi auto, rezando como el demonio para no desmayarme. Eso estuvo demasiado
cerca.
—¿Cuál es tu problema? —me exige—. ¿Estás enfermo?
—Viste lo que le hizo a mi auto —escupo—. Tú también estarías enfermo.
—Pobre bebé malcriado. Tienes una abolladura en tu precioso auto.
Apuesto a que parece el puto fin del mundo.
Todo se vuelve negro.
—Vaya, hombre, ¿por qué estás tan pálido?
Estoy vagamente consciente de que me han movido hasta mi asiento
delantero. Mi ropa está mojada y sucia, pero solo puedo preocuparme por hacer
que el mundo deje de girar.
Cierro los ojos, deseando que el episodio pase.
—¿Hollis? ¿Estás bien?
Pestañeo, abriendo los ojos en confusión por ver a la tía Karen parada frente
a la puerta abierta de mi auto. ¿Cuánto tiempo ha pasado?
—¿Tía Karen?
—Estás blanco como un fantasma, cariño —dice, poniendo la mano sobre
mi frente—. También está pegajosa. Voy a llevarte a casa. Llamaré a Kels…
—¡No! —grito—. Mamá acaba de empezar su trabajo. Por favor, no la hagas

53
sentir que tiene que irse para tratar conmigo. —Dejé escapar un pesado
suspiro—. No he comido nada.
—Hollis Nathaniel English —me regaña—. Sabes que no funciona así.
—Lo siento. Solo... tal vez pueda sentarme aquí hasta que pase.
—Te traeré un refresco y unas galletas. No te muevas. —Le habla a Roan,
que está rondando cerca—: Por favor, quédate con él hasta que vuelva. Te
escribiré un pase.
—Feliz de ayudar —dice con falsa alegría.
—No parezcas tan ansioso por librarte de la clase —responde.
Tan pronto como desaparece, Roan abre la puerta del lado del pasajero y se
sienta como si fuéramos mejores amigos. Gruño e intento ignorarlo.
—Tienes un aspecto de mierda, rata.
—Vete a la mierda.
—Se te cayó esto —dice, entregándome mi teléfono con la pantalla rota de
vuelta—. Tu novio ha estado haciéndolo explotar teléfono.
Veo varios mensajes perdidos de Lucas, uno de los cuales admite que me
extraña. Saber que Roan ha visto esto provoca que la ira se encienda dentro de
mí, ahuyentando la sensación de malestar.
—¿Es el mismo chico al que estabas besando en la foto? —pregunta, su voz
baja y exigente—. ¿O uno diferente? ¿Cuántos hombres tienes exactamente?
Giro la cabeza para mirarlo. Me está agotando. En lugar de responder a sus
estúpidas preguntas, lo miro fijamente. Sombras oscuras bajo sus ojos que antes
no existían ahora destacan, mostrándome que no es el único que tiene un mal
día. Me hace preguntarme qué lo mantuvo despierto hasta tan tarde. Seguro que
no estaba estudiando. No sé mucho sobre el tipo, pero puedo deducir que no es
un estudioso.
—Si odias la escuela, ¿qué planeas hacer después de esto? —pregunto,
expresando mi pregunta.
Lo tomo desprevenido porque, por un segundo, parece asustado e inseguro.
Y eso no está bien porque es el jodido Roan. Un imbécil que está bastante seguro
de sí mismo.
—No somos amigos —me recuerda.
—¿Y qué?
—Así que no te voy a dar la historia de mi vida.
—Solo estaba preguntando por tu futuro.
Nuestros ojos se encuentran y los suyos, de color ámbar, brillan con
intensidad. Es una pena que sea tan imbécil. Es sexy. Realmente sexy. Distrae
mucho. Anhelo apartar el mechón caído que cuelga sobre una ceja que sé que
está perforada. Quiero ver el piercing de cerca y preguntarme si tiene otro. Este
tipo es un imbécil, y aun así quiero tocarlo.
—Quiero ser bombero. 54
Estoy tan sorprendido de que respondiera que todo lo que puedo hacer es
mirar boquiabierto.
—¿De verdad?
La ira se refleja en sus rasgos.
—No dije que pasaría, joder. Solo me preguntaste qué quería. Lo que sea,
hombre.
—No seas tan sensible —le respondo refunfuñando—. Era solo una
pregunta.
Su cuerpo se relaja.
—Conozco a este tipo, Mike. Es bombero. Es genial, joder. Le encanta su
trabajo.
Imaginar a Roan vestido y sudando en traje de bombero es suficiente para
que quiera desmayarme otra vez. En lugar de avergonzarme, cierro los ojos.
—Solía querer ser médico.
—¿Solías querer? —Su voz es ruda.
—Mi padre es médico. Ya no nos hablamos. Intento averiguar qué quiero
hacer ahora.
—Te pareces más a un profesor suplente, si me preguntas a mí.
Y tú pareces un modelo enfadado de ropa interior.
—Nadie preguntó —digo en su lugar.
Roan no es tan malo cuando no está bajo la influencia de sus amigos.
—¿Qué haces después de la escuela? —pregunta, con la voz firme con algún
tipo de emoción oculta.
—Ir a casa.
—No. Recoge a Charlotte y llévala al entrenamiento de baloncesto. Roux
nunca tiene a nadie con quien hablar. —Empieza a salir del auto cuando la tía
Karen se dirige al estacionamiento del edificio. Lo tomo del brazo para detenerlo.
—No soy el chico de los recados —resoplo—. Además, ¿qué haría?
—Jugar a la pelota con nosotros. —Se encoge de hombros—. Vi tu camiseta
en la foto. Me imaginé que jugabas.
—Y husmeaste en mis mensajes —me encojo—. ¿Cómo te metiste en mi
teléfono, de todos modos?
—Huella digital. Tuya.
—¿En serio irrumpiste en mi teléfono usando mi dedo mientras estaba
desmayado?

55
—Síp.
—Increíble.
—Créelo, rata.
—Bien.
—Bien, ¿qué?
—Recogeré a Charlotte y la llevaré al gimnasio. Aunque Penny también tiene
que venir.
Sonríe, es real y hermoso.
—Me gusta esa chica de la casa.
—Estamos... ¿esto es una tregua?
Sus rasgos se oscurecen.
—No. Es que ayudes a mi maldita hermana a ser feliz porque es lo correcto.
—Lo que te hace feliz a ti —le contesto—. ¿Qué diablos saco yo de esto?
—Evitas que te den una paliza. Alejaré a los perros.
—¿Cuánto tiempo?
—Depende de cuánto tiempo tu hermana siga siendo amiga de Roux.
—Parece chantaje.
—Parece la verdad.
8
Roan

D
errotado.
Agotado.
Arruinado.

56
Conozco la sensación. Lo vivo todos los días. Por alguna razón, me fascina
verlo tan descaradamente exhibido en alguien más. Hollis. Todavía lleva el sucio
par de vaqueros de esta mañana, pero hace tiempo que se secó. Lo sigo cuando
entra en el comedor. Solo.
—Ese chico es un marica —dice Cal con una risa—. ¿Lo viste casi mearse
en los pantalones esta mañana?
Jordy gruñe.
—La rata necesita cuidarse las espaldas.
—¿Qué ha hecho para enojarlos, de todas formas? —pregunta Terrence
mientras se mete un puñado de patatas fritas en la boca—. ¿Se folló a tu madre,
Cal?
—No seas idiota —espeta Cal, golpeando la mano de Terrence y enviando
su nuevo puñado de patatas fritas por la mesa.
—Es un idiota atractivo que se cree mejor que nosotros —dice Jordy—. Y
sabe lo de Roux.
Cal y Terrence se ponen sobrios.
—¿Se está metiendo con Roux? —exige Terrence, crujiendo los nudillos—.
Eso no está bien, hombre.
Con un suspiro, finalmente hablo.
—Es el sobrino de la señora Frazier. Hollis vive allí.
—¿No me digas? —Cal se me acerca desde el otro lado de la mesa—. ¿Está
amenazando con contar lo de tu trato con su tía?
—No —le digo—, ya le dije que no puede hacerlo.
—Si la rata intenta usar a Roux contra Roan, pagará —advierte Jordy.
Mis ojos se dirigen hacia Hollis. Está en la cola, ahora sonriéndoles
brillantemente a algún empollón y a Sidney. Por supuesto que a Sidney e
encantaría. Es el nuevo chico guapo. Me sorprende que no lo haya encantado
hasta su cama todavía. Sid se ha follado a todos los de esta mesa excepto a
Jordy. A algunos más de un par de veces. Ese algunos siendo yo.
Se da cuenta de mi mirada y hace un intento deliberado de coquetear con
Hollis en un aparente esfuerzo por ponerme celoso. Su sonrisa es falsa, pero se
lo cree. Estoy bastante seguro de que es gay. Sidney está buscando al árbol. Por
alguna razón, esto me satisface. No porque esté celoso de que se acueste con
Sidney. Ni siquiera me gusta Sidney la mayoría de los días. Es solo que... no creo
que necesite follarla.
El nerd habla y de alguna manera se las arregla para que Sidney hable con
él. Su coqueteo se desvanece mientras tiene una conversación seria con el chico.
Hollis parece estar aliviado por la pérdida de su atención. Se queda mirando
fijamente el tablero del menú, con la mandíbula apretada. Pasan por la fila y,
donde los otros dos salen con bandejas, él sale con una manzana en la mano.

57
¿Qué coño?
Sé que come. Lo vi comer en la cena de anoche. Apenas tocó la lasaña, pero
se llenó de pan y ensalada. Pensaría que tiene algún tipo de estúpido y remilgado
desorden alimenticio de niño rico, pero ahora no estoy tan seguro. Tiene un
cuerpo musculoso. Ayer le vi el estómago y sentí sus bíceps cuando lo llevé a su
auto esta mañana. No te pones en forma así sin comer. Es como si estuviera
enfermo.
Mi corazón golpea fuerte en mi pecho, confundiéndome.
Me pongo nervioso y preocupado cada vez que algo va mal con Roux. No con
un chico cualquiera al que conocí ayer y al que también odio.
Se sientan en una mesa y él rechaza las ofrendas de Sidney y el imbécil. Al
menos ellos también lo notan. Es extraño que no esté comiendo.
—¿Crees que la está follando? —Cal hace gestos en su dirección.
—Sidney es propiedad de los Hoodlum —dice Jordy, desafiándome con una
mirada para discutir—. Nos aseguraremos de que no lo haga.
Asiento, no porque sea de nuestra propiedad, sino porque no creo que Hollis
la folle de todas formas.
—Pensé que no te gustaba Sidney.
Los ojos oscuros de Jordy brillan, maliciosos.
—No me gusta. Es la pequeña zorra de Cal y Terrence y tuya.
—Terriblemente protector de nuestra pequeña zorra —se burla Cal de él,
batiendo sus pestañas de una manera dramática.
Jordy sonríe.
—¿Siempre tienes que ser un idiota?
—Solo siempre —dice Cal en serio, haciéndonos resoplar a Terrence y a mí.
—Hemos terminado con ella —ofrezco—. Parece que podrías follar. Tal vez
sea hora de que finalmente te la tires.
—¿Y coger cualquier ETS que tengan ustedes, idiota? Y una mierda —dice
Jordy, tomando un bocado de su hamburguesa y hablando mientras mastica—.
Es toda tuya.
Nos está jodiendo. A mis chicos les gustará follar, pero usan condones.
Todos lo hacemos.
Terrence se lanza a una acalorada historia sobre la pelea que tuvo con su
abuela por la detención. Solo estoy escuchando a medias porque mi mirada se
dirige a Hollis. Muerde su manzana, haciendo una mueca con cada trago.
¿Qué pasa contigo, rata?
Como si pudiera escuchar mis pensamientos internos, levanta la mirada.
Sus largas y gruesas pestañas parecen hacer que sus ojos azules sobresalgan
como piedras brillantes en un lago claro. Debido a su episodio de esta mañana

58
y a que solo comió una manzana, tiene la piel muy pálida. Parece cansado y su
mano tiembla cuando se frota la nuca. Nuestros ojos nunca se separan. Sé que
me está mirando, pero no me importa en este momento. Cuando se lame los,
labios rosados y gordos, el calor me quema la columna vertebral. Estoy
avergonzado y debería apartar la mirada, pero no lo hago.
Me obsesiono con la forma en que sus labios brillan ahora.
Arrastro mi mirada a lo largo de su pálida garganta, fijándome en el bulto
de su nuez y me pregunto si sobresale cuando toma la polla de Lucas.
Tengo un bulto en mi pantalón, lo cual es una mierda considerando que
odio a este chico. Nunca antes me había sentido atraído por un chico. Me gusta
el sexo y tengo mucho... con chicas. Pero mi curiosidad es fuerte. Se me hace la
boca agua de ganas de probarlo. Morderlo. Besarlo.
Las imágenes de su boca sobre la mía no son malas. No me siento
avergonzado o asqueado. No, estoy excitado. Con un gemido, me froto con la
palma de la mano la cara antes de alejar la mirada. Terrence está imitando a su
abuela, así que me pierdo en su hilarante historia.
No mires.
No mires.
Miro unas cuantas veces.
Estoy distraído y practicando como una mierda. Mis ojos se dirigen hacia
donde Hollis se sienta con sus hermanas y la mía en las gradas del gimnasio. El
entrenador Rendell nos está haciendo correr mucho y quiero caer al suelo y
morir.
Terrence me pasa fácilmente y le lanza el balón a Wyatt, que dispara.
Marcan y el entrenador me grita.
—¡Vamos, Hirsch! ¿Prefieres jugar a las muñecas con las chicas?
Gruño e intento concentrarme en la siguiente jugada. Recorro la cancha
cuando escucho las risas de Roux. La pelota cae de mi mano y se sale de los
límites de la cancha hacia Hollis. El entrenador me grita otra vez. Ignorándolo,
me acerco a ellos.
Hollis toma la pelota y me la lanza. Con fuerza. El desafío brilla en su
mirada. Como soy un idiota, se la tiro de nuevo, más fuerte. Con la esperanza
de darle una paliza. La toma como si no fuera gran cosa. Vamos de un lado a
otro, lanzándonos la pelota de baloncesto, cada vez más fuerte. Entonces, en vez
de tirarla de nuevo, se va con ella. Pasa junto a mí, rápido. Me doy la vuelta para
verle esquivar el trasero loco de Jordy, correr más rápido que las piernas largas

59
de Cal y luego disparar sobre los brazos de Terrence, que trata de bloquearlo. El
cabrón hace la canasta desde la línea de tres puntos.
Todo el mundo se queda mirando a Hollis.
—¿Vas a la escuela aquí? —le pregunta el entrenador.
—Es el sobrino de la directora Frazier —revela Brody como si fuera un
maldito chismoso.
—¿No me digas? —El entrenador sonríe—. ¿Quieres practicar con nosotros
hoy?
Espero que Hollis se encoja de hombros o algo así, pero asiente, una sonrisa
fácil en su cara.
—Sí. Me gustaría.
Jordy le lanza una mirada mortal. Cal y Terrence tampoco parecen
impresionados. Estoy muy molesto. El entrenador va a querer reemplazarme con
una rata. Increíble.
El resto de la práctica, Hollis nos supera. Domina la cancha. Es
sorprendente porque es más bajo que cualquiera del equipo y parece tan... bonito
y quebradizo. Y, considerando que se desmayó esta mañana y solo comió una
manzana, mi mente se tambalea.
¿Quién es este chico?
Siempre tengo el baloncesto. Incluso con mamá siendo una madre de
mierda, y estar cuidando de Roux, tengo esto. Algo que se me da bien y que llamo
mío. Ahora siento como si me lo quitaran. Hollis se ha infiltrado en mi vida en
todos los aspectos. En la escuela. El trabajo. Los amigos de mi hermana. El
baloncesto. La ira se hincha dentro de mí. Sé que probablemente es injusto
culparlo, pero lo hago. Que se joda por ser perfecto en todo.
Todos estamos empapados en sudor y muriendo cuando termina la
práctica. El entrenador le dice a Hollis que se duche y que tome algo de ropa
extra prestada, ya que la suya está empapada. Echo un vistazo a Roux y, cuando
la veo hablando felizmente con Charlotte y Penny en las gradas, me dirijo a los
vestuarios.
Varios tipos ya se están desnudando y hablando con Hollis como si
estuviera en el maldito equipo. Jordy, Terrence y Cal le dan miradas sucias. Sé
que la mía rivaliza con la suya. Tan pronto como la cara sonriente de Hollis me
mira, se acobarda.
Claro que sí.
Espero que sienta mi ira irradiando de mí.
¿Así es como se sentía papá todas esas veces antes de patearle el trasero a
alguien?
El pensamiento me pone serio y exhalo con fuerza, tratando de expulsar
algo de la ira de mi padre. Hollis debe sentir mi furia porque se retira hacia las
duchas. Se quita la sudadera y la camisa, dejándolas caer en un banco por el
camino. Me fijo en su espalda esculpida y sus hombros musculosos. Sus caderas 60
son estrechas y sus vaqueros cuelgan de su trasero lo suficiente como para
revelar su banda de ropa interior negra de Hugo Boss. Sigo mirando cuando se
baja los vaqueros, mostrando los globos apretados de su trasero.
—¿Quién coño se cree que es? —exige Jordy, viniendo a pararse a mi lado—
. El entrenador actuó como si fuera un dios del baloncesto. Que me condenen si
va a jugar en este equipo.
Alejo los ojos de Hollis cuando se baja la ropa interior. No voy a desear a mi
maldito némesis, especialmente cuando ni siquiera entiendo por qué me siento
así en primer lugar. Mi polla puede estar confundida, pero mi mente sabe
exactamente lo que pasa. Hollis es una pequeña zorra que se está interponiendo
en mi camino.
—Su tía es la directora, hombre —espeto—. El entrenador lo pondrá donde
sea.
—Me aseguraré de que no juegue —amenaza Jordy—. Es difícil jugar a la
pelota con las muñecas rotas.
Pongo mi brazo sobre los hombros de Jordy.
—Encontraremos otra manera de derribarlo unas cuantas estacas. No le
quites esto a Roux.
Derrotado, Jordy se relaja.
—Nunca la había oído reírse así, Roan. Nunca.
—Le gusta mucho Charlotte. Desafortunadamente, Charlotte es la hermana
pequeña de Hollis. Solo tenemos que tener cuidado por las chicas.
Él asiente.
—Puede que odie a ese chico, pero nunca le haría una mala jugada a Roux.
Ya lo sabes.
—Lo sé, y por eso eres mi mejor amigo.
Le meto la lengua en la oreja para que se enoje. Me empuja y se golpea la
oreja, riéndose. A decir verdad, la risa de Jordy es una que tampoco oigo a
menudo. Es un buen sonido. Un sonido realmente bueno.
Los cuatro nos detenemos mientras nos desnudamos. Hollis está dejando
las duchas cuando entramos. Yo me quedo atrás y asiento para que mis amigos
sigan adelante. Mi toalla está envuelta en mi mano, cubriendo mi entrepierna,
gracias a Dios, porque mi cuerpo está reaccionando al suyo.
¿Por qué tiene que tener tan buen aspecto este imbécil?
Con el cabello mojado ya no parece rubio sino marrón. Ríos de agua corren
por sus pectorales musculares y por sus tersos abdominales. Sus oblicuos son
un faro, dirigiendo el ojo hacia abajo hasta donde su toalla le envuelve la cintura,
cubriendo su polla. El cabello rubio debajo de su ombligo brilla y se me hace
agua la boca preguntándome a qué sabe ahí mismo.
—Sigue mirándome así y la gente se preguntará cosas —dice, con voz baja
61
y solo para mí.
Me acerco a él, nuestras narices casi se tocan.
—¿Preguntarse qué, rata?
—Por qué está Roan teniendo una erección por el chico nuevo.
Hijo de puta engreído.
—No tengo una erección, monstruo.
Sus labios se tuercen de lado con una media sonrisa. Los ojos azules brillan
con la travesura.
—Pero la tendrás.
Mi mandíbula se aprieta.
—Estás jodiendo con el peligro.
—No puedo evitar que el peligro tenga tan buen aspecto.
¿Qué es esto?
¿Está coqueteando conmigo?
Agarro uno de sus hombros para alejarlo, pero mi mano codiciosa no lo
suelta. Estoy paralizado por la forma en que sus músculos se sienten en mi
mano.
—No olvides que te odio —gruño, apretándole el hombro.
Se libera de mis garras.
—No olvides que me odias cuando te masturbes más tarde.
Con esas palabras, me deja con la erección que me prometió.
Que le jodan.
El problema es como que quiero hacerlo yo.

62
9
Hollis

Y
o: Entré al equipo.
Lucas responde de inmediato.
Lucas: ¡Me dijiste que no ibas a intentarlo!

63
Yo: De alguna manera sucedió.
Lucas: Por supuesto que sí. Es la historia de tu vida, chico dorado. Todas las
cosas buenas caen en tu regazo.
Como tú, pienso con amargura. Pero luego lo terminó.
Yo: Entonces, ¿quién es la afortunada hoy en día?
Los puntos se mueven y luego se detienen. Frunzo el ceño mientras espero
a que responda. Diez agonizantes minutos después, me envía un mensaje de
texto.
Lucas: Eric.
¿Eric? ¿Eric, el de nuestro equipo, Eric? Eric el que, la última vez que lo
comprobé, ¿estaba saliendo con una chica universitaria?
Yo: Ja, ja.
Lucas: De verdad, hombre. La gente sabe ahora… que soy bi. Me preocupé
por nada.
El ácido me quema el intestino. Durante meses, dormimos en secreto, nos
besamos en los rincones y mantuvimos nuestra relación de amistad convertida
en amantes en un bajo perfil. ¿Y en las pocas semanas que me fui, de repente
salió y salió abiertamente con alguien de nuestro equipo?
Yo: Felicidades.
—¿Quién orinó en tus Cheerios?
Casi dejo caer mi teléfono y levanto la cabeza. Roan está de pie en la entrada
de mi habitación, sus manos agarrando el marco de la puerta mientras se inclina
hacia adentro. Hace cosas increíbles para sus bíceps, haciéndolos tensar contra
su camiseta. La parte inferior de su camisa se levanta para revelar una piel
bronceada y tonificada.
—¿Qué? —tartamudeo, arrastrando mi mirada de su cuerpo a su rostro.
—Pareces irritado y ni siquiera me has visto todavía. —Me lanza una sonrisa
de suficiencia.
La verdad es que lo vi mucho hoy. No tuve ningún altercado en el
estacionamiento como ayer, pero los matones me molestaron. Supongo que mi
demostración ayer en la cancha no sentó muy bien. El día escolar casi había
terminado hoy cuando me llamaron a la oficina de mi tía donde el entrenador
Rendell me preguntó si quería unirme al equipo. Había sido surrealista y dije
que sí, porque por primera vez desde que me mudé a Hood River me sentía
querido.
—¿No tienes áticos que limpiar? —me quejo, pero el veneno falta en mis
palabras.
—Prefería molestarte.
Dejo que mis ojos recorran su apariencia de nuevo. No se dio una ducha
después de la práctica de hoy, sin duda sabiendo que la tía Karen lo haría hacer
las tareas sucias y sudorosas. Se me hace la boca agua mientras me pregunto lo
salado que sabría si le pasara la lengua por el costado de la garganta. 64
—Deberías haber almorzado, rata —dice, soltando el marco de la puerta
para entrar en mi habitación—. Pareces terriblemente hambriento.
El aire parece cargado, pero no digo nada para que estalle.
—La cena estará lista en una hora —dice la tía Karen, haciéndonos
sobresaltar a los dos cuando asoma la cabeza por la puerta—. Roan, cariño,
estaba pensando que en lugar del ático podrías desmantelar mi escritorio y
trasladarlo a mi habitación. Espero darle a Hollis un poco más de espacio. —Me
guiña un ojo.
—Sí —dice Roan—, me pondré en marcha.
Nos deja y él camina tranquilamente el resto del camino hacia la habitación.
Su atención está en el escritorio mientras lo inspecciona. Mi teléfono sigue
sonando, sin duda mensajes texto de Lucas, pero ya no estoy enojado con él.
Preferiría ver a Roan desarmar un escritorio mientras me lo imagino reclamando
mi trasero sobre él.
Se va, y supongo que tomará herramientas. Tomo el momento para reunir
mi ingenio y responder a los mensajes de texto de Lucas.
Lucas: No es nada serio.
Lucas: No estás enojado, ¿verdad?
Lucas: Me gusta Eric, pero no tenemos la conexión que tú y yo teníamos.
Lucas: Si no te hubieras mudado, sabes que serías tú.
Lucas: Envíame un mensaje cuando no estés enojado conmigo.
Luego envía una foto de sus abdominales como si eso arreglara todo.
Cuando salíamos en secreto, nos enviábamos muchas fotos sucias. Había
disfrutado de la emoción en ese entonces, pero sus abdominales son solo
abdominales para mí. No tengo el pico en la temperatura corporal o los rápidos
latidos de mi corazón o la erección instantánea. No, mi cuerpo responde a un
chico en particular ahora. Mi maldito enemigo.
Yo: Estamos bien. Solo tengo que estudiar. Hablamos pronto. Dile a Eric que
le mando saludos.
Lo dejo así. Responde con emoticones sonrientes. Siento un poco de pena
por mí mismo cuando Roan entra en la habitación. Arroja las herramientas en
la cama a mi lado y luego se pone a sacar cosas del escritorio de la tía Karen.
—¿Necesitas ayuda? —pregunto, mientras mis ojos recorren su musculosa
espalda y su bonito trasero.
—Nop.
—Bien, solo miraré.
Mira por encima del hombro y sonríe, enviando una oleada de calor por mis
venas.
—Como quieras. 65
Molesto por mi impaciencia por mirarlo, saco mi libro de álgebra de mi bolso
y comienzo a trabajar en mi tarea.
—¿Ya hiciste la tarea de la clase de Henley?
Roan se ríe.
—No.
—¿Planeas hacerla?
—Joder, no.
—Vale el veinticinco por ciento.
—¿Entonces?
—Así que como que necesitas esta clase para graduarte.
—Pasaré.
Se está enojando ahora, tirando cosas al suelo del escritorio. Una cosa que
estoy aprendiendo sobre Roan es que cuando tocas sus temas delicados, él
responde con ira defensiva.
—Podría ayudarte —ofrezco.
Él mueve la cabeza en mi dirección, con una mueca de desprecio en su
rostro.
—¿A cambio de qué?
—¿Por qué tiene que haber un intercambio? ¿Por qué no puedo
simplemente ayudarte?
—No quiero tu ayuda. —Toma una pequeña llave Allen y se arrodilla para
comenzar con el primer tornillo.
—Podrías ser amable conmigo. Eso es un intercambio justo —refunfuño.
—Ya estoy siendo amable.
Me burlo.
—¿Esta es tu versión de amabilidad? Tal vez debería ser tu tutor en ese
departamento también.
Ante esto, se ríe. El sonido es gutural y va directo a mi polla.
—Esta casa es terreno neutral. Ya te lo dije.
Oh, Dios. Está hablando en serio. Esto es lo mejor que se pone.
—Podría arreglar tu abolladura —dice, de espaldas a mí.
¿Arreglar mi abolladura?
—¿En mi auto?
Asiente y me lanza una mirada seria.
—El hermano de Jordy tiene un taller. A veces, cuando están
sobrecargados, entro y ayudo. El dinero es en negro, pero me ayuda ahorrarlo
66
para cuando Roux y yo salgamos de aquí.
—¿A dónde irán?
Deja escapar un profundo suspiro.
—No muy lejos porque todavía necesito que la señora Frazier la ayude. Pero
un apartamento propio.
—¿Qué hay de sus padres?
—Papá está en la cárcel —afirma con tono gélido—. Mamá no está como
para hacer una mierda.
Pienso en mi mamá y en lo maravillosa que es. Cómo renunció a toda su
vida y su matrimonio para protegerme de la ira de mi padre. Me duele el pecho
pensar que ella no me ame ni se preocupara por mí. No es de extrañar que Roan
sea un idiota.
—¿Entonces crees que te concederían la custodia?
—No lo sé. No es como si mamá se peleara conmigo por eso.
Lanzando el libro a un lado, me paro y camino hacia él.
—Puedo ayudarte. Toma. Siempre que termines lo que haces por mi tía. Si
realmente planeas cuidar de Roux, no puedes arruinar la escuela.
Pone los ojos en blanco y aprieta la mandíbula.
—Suenas como la señora Frazier.
—Tal vez porque es un buen consejo que necesitas escuchar.
—No acepto ayuda gratis. Déjame arreglar la abolladura y estaremos en paz.
—Trato —accedo—. Pero no puedes ser un idiota. Déjame ayudarte sin todo
este mal humor.
—No hay trato. No puedo cambiar quien soy.
Me acerco, atraído por su aroma salado.
—Entonces aquí, cuando estemos solos nosotros dos, cambia por mí. Dijiste
que era terreno neutral. Que sea neutral. Deja de fingir ser un tipo duro. No soy
un idiota que te va a explotar.
Aprieta los dientes y me da un golpe en el pecho.
—La gente no es agradable sin ninguna razón.
—Hay una razón —le digo, mi voz ronca—. Ambos conocemos mi razón.
Él.
Sus labios se presionan para formar una delgada línea mientras sus ojos
cobrizos me estudian. Noto que su piel se vuelve ligeramente rosada. Debajo de
todo el exterior de imbécil hay un chico vulnerable que siente curiosidad por el

67
que tiene delante. Me da esperanza. Si puedo romperlo, tal vez me deje entrar.
¿Por qué quiero que me dejen entrar?
Porque es diferente. Me atrae. Es sexy. Tan caliente que a veces me duele
un poco mirarlo. Quiero que sus sonrisas se dirijan hacia mí. Nunca he deseado
a un hombre en toda mi vida tanto como deseo a Roan.
—Sé que no eres gay —le digo con valentía.
—No sabes una mierda.
Mi ceja se levanta.
—Sidney dijo que ustedes dos… eh, salieron.
—Follamos —dice sin rodeos—. Muchas veces. Sin embargo, no es mi tipo.
—¿Cuál es tu tipo?
—No ella.
—¿Eres bi?
—No soy nada.
Sus palabras, dichas en voz baja y con tanto dolor, me cortan. No es un tajo
sangriento. Del tipo que se sumerge profundamente, cortando todos los órganos
internos a lo largo del camino. Con cada pulso de mi corazón, sangro por él.
—No eres nada. —Me acerco y levanto la barbilla para mirarlo. Estamos a
centímetros de distancia. Cualquier otro chico y yo ya habríamos avanzado.
Siento el calor que arde entre nosotros, pero es demasiado frágil. Tengo ganas
de protegerlo. Incluso de mí.
Se inclina, acerca su boca a mi oreja, rozándola apenas.
—Cuidado, rata, podría pensar que te importa.
Su horrible apodo para mí no me sienta tan mal, en absoluto. Es una caricia
entrecortada. Un cariño.
—¿Alguna vez has besado a un chico? —Mis palabras caen de mis labios en
un susurro.
—No. —Luego, de una manera que pretendía lastimarme, dice—: Tampoco
lo planees.
Sin embargo, no estoy asustado. En todo caso, me dan ganas de provocarlo.
Hacer que enfrente lo que siente en el fondo, porque claramente no está muy
lejos de cómo me siento yo. Puede que nos odiemos, pero nuestros cuerpos
seguro que no han recibido el memo.
—Besé a chicas antes —revelo, mi voz baja. Llevo dos dedos a sus labios y
los paso sobre su carne—. Muy suaves.
Sus ojos ámbar brillan como una bola de fuego, pero no se aleja.
Simplemente me inmoviliza con su mirada ardiente.
—Pero chicos —murmuro—. Los chicos tienen suficiente aspereza. Rudeza.

68
Tosquedad. —Levanto la mirada de su boca—. Mezquindad. No son dulces como
las niñas.
—No te voy a besar, rata —dice en un tono ronco—. No importa cuánto
intentes seducirme.
Una sonrisa tira de mis labios. Sus orbes de bronce caen a mi boca,
vislumbrando y demorándose.
—Lástima, porque me han dicho que beso muy bien.
—¿Por Lucas?
El nombre me hace temblar de dolor, pero la expresión del rostro de Roan
lo borra. Celos apenas enmascarados. No estoy seguro de por qué esto me
emociona, pero lo hace.
—Y otros.
—¿Chicas o chicos?
—Ambos.
Mi pulgar roza su labio inferior esta vez, tirando de la suave carne hacia un
lado. Su piel facial raspa mi palma. Es estimulante tocarlo. Me gusta el “terreno
neutral”. Su mano se extiende, agarrando mi muñeca con fuerza. Sin embargo,
no me aleja.
—¿Te follaste a toda esa gente?
—Solo a Lucas.
La satisfacción brilla en sus rasgos. Quiero diseccionar su mente. Hacerle
mil preguntas. Averiguar cada parte que lo excita.
Sus labios se abren y, sin dudarlo, presiono mi pulgar hacia el interior. El
calor de su boca envía un hormigueo de placer directo a mi polla. Estoy duro y
dolorido por la necesidad. Muerde la punta de mi pulgar. No dolorosamente. Solo
una declaración. Que me tiene. No creo que se dé cuenta siquiera de que está en
juego tal afirmación.
—Chicos —grita la tía Karen—. ¡Vengan a comer!
Echo la mano atrás y me giro hacia la puerta, ocultando mi erección, justo
cuando ella entra en mi habitación.
—Oh, bien, tienes el escritorio despejado y listo para ser desarmado. —
Luego, me dice—: Hollis, cariño, hice tu favorito. Enchiladas de chile.
—Gracias, tía Karen. —Le muestro una breve sonrisa—. Bajo en un
segundo. —Mi estómago se retuerce violentamente ante la idea de comer chile.
Se va y veo a Roan mirándome con una expresión ilegible. Su guardia ha
vuelto a subir y sus facciones son pétreas. Increíble. Volvemos al punto de
partida.

69

—Estoy muy orgullosa de ti —dice mamá, extendiendo la mano por encima


de la mesa y revolviéndome el cabello—. Y sorprendida. No pensé que lo
intentarías. —Se muerde el labio inferior, absteniéndose de decir el resto. Tu
padre también estaría muy orgulloso de ti.
—Puedes agradecerle a Roan. Él hizo que sucediera.
Roan casi se ahoga con su enchilada. Toma un poco de té y me lanza una
mirada molesta.
—Qué maravilloso —le dice mamá—. Gracias por invitarlo. Has sido genial
con mis hijos y no puedo decirte lo mucho que eso significa para mí.
Las mejillas de Roan se ponen más rojas de lo que nunca las había visto.
—Está bien.
—Roan es un buen hermano mayor —le dice Roux con orgullo en su tono—
. Cuando termine la escuela, vamos a vivir en nuestra propia casa.
Roan se tensa y le lanza una mirada que hace que encorve los hombros.
—¿Qué hay de tus padres? —pregunta mamá.
La mandíbula de Roan hace tic y puedo decir que se está volviendo loco. Así
que lo salvo. Terreno neutral y todo.
—¿Dijiste que tenías madalenas? —Muevo las cejas hacia mamá.
Ella pone su sonrisa falsa porque puede sentir que el aire está cargado y le
suplico que siga adelante.
—Claro —dice, poniendo los ojos en blanco, luciendo mucho más joven que
sus treinta y ocho años—. Hay una pequeña panadería justo al lado del banco.
Cuando Karen me contó que entraste al equipo, compré algunas. Hay todos los
sabores diferentes para elegir. —Luego, a Roan, le sonríe—. Si me dejas saber tu
favorito, cariño, me aseguraré de comprarlo para la próxima vez.
—A Roux le encanta el chocolate como a mí —dice Charlotte, con la boca
llena de enchiladas a medio masticar.
—A mí solo me gusta el glaseado —nos dice Penny de mal humor—. Como
a papá.
Mamá y yo nos desinflamos con sus palabras. A veces es como si fuéramos
la misma persona. Nuestros estados de ánimo son así de similares.
—Puedes tener mi glaseado —le ofrezco, sabiendo muy bien que no voy a
comer esas madalenas. Mi estómago se contrae violentamente con los pocos
bocados de enchiladas picantes—. Para mi hermana favorita.
—¡Oye! —dice Charlotte—. Yo soy la favorita.
Penny le saca la lengua. 70
—¡No, no lo eres!
Mientras discuten sobre quién es la favorita, aunque no es que les importe
ser favoritas, solo que les gusta ganar, miro a Roan a los ojos. Su máscara de
enojo ha caído y parece relajado. Intento no obsesionarme con el hecho de que
parece estar bien, sentado a la mesa con mi familia. Como si encajara con
nosotros. Qué tontería que un chico piense eso de otro chico al que conoció hace
solo unos días.
Su sonrisa fácil se desvanece cuando mira mi plato. Los ojos castaños
cobrizos destellan de ira, confundiéndome. ¿Por qué diablos le importa lo que
como o no?
—¿Cuándo vendrá papá a vernos? —le pregunta Penny a mamá, sacándome
de mi pensamiento interno.
—Hablé con él hoy —dice mamá con falsa alegría—. Tan pronto como tenga
unos días libres. No puede esperar a venir. Quizás más tarde puedas llamarlo y
hablar de ello.
Penny asiente, revelando una extraña sonrisa.
La comida que logré consumir se agita en mi intestino. Es como si mi
estómago estuviera en llamas. Nervios. Preocupación. Estrés. Parecen asentarse
allí y latir con energía. Agarro mi vaso de té y me lo bebo, esperando apagar el
fuego interno. Todo lo que hace es hacerme querer vomitar.
Papá viene.
Mejor pronto que tarde.
Temo ese día con cada fibra de mi ser.

71
10
Roan

—T
engo que orinar.
Abro los ojos y miro el rostro adormilado de Roux.
—¿Qué hora es?

72
—Es hora de hacer pipí.
—Sabelotodo.
Se ríe.
—No puedo mover esa cosa por mi cuenta.
Con un gruñido porque me despertó a las cuatro de la mañana, salgo de la
cama y camino hacia la cómoda. Anoche, después de que la señora Frazier nos
dejara, fuimos directamente a nuestra habitación. Alejandro estaba de fiesta con
algunos de sus amigos y yo no quería lidiar con ninguno de ellos.
Hago la cómoda a un lado y ella entra corriendo al baño. Apoyado contra la
pared al lado del baño, la espero. La música suena en la sala de estar, pero
imagino que todos se han ido a casa o se han desmayado. Bostezo cuando siento
una presencia.
Alejandro.
—¿El maldito marica decidió salir de su jaula? —se burla, dando un paso
amenazante hacia mí.
—¡Mamá! —grito—. Llama a tu perro.
Los labios de Alejandro se curvan.
—Está fuera.
—¡Mamá! ¡Despierta!
—No dormida, idiota. Fuera.
¿Dónde diablos estaría a las cuatro de la mañana?
—Déjanos en paz —le advierto.
Roux abre la puerta y sale detrás de mí. Los ojos de Alejandro se posan en
ella y sonríe como un lobo hijo de puta a punto de devorar un conejito.
—Ve a nuestra habitación —le siseo.
—Roan. —Su gemido de terror es mi perdición.
—¡Ve!
Se escabulle y cierra de golpe la puerta de nuestra habitación. Ojalá fuera
lo suficientemente fuerte como para mover la cómoda. Poniendo mis manos en
puños, cuadro los hombros y miro a Alejandro.
—Déjanos en paz.
—Esta es mi casa, muchacho —se burla—. Mis reglas.
—La última vez que verifiqué, es una vivienda del gobierno a nombre de
mamá y se supone que ni siquiera debes estar aquí. —Doy un paso adelante,
estirando el cuello, listo para golpear el trasero de este hijo de puta si es
necesario.
Sus pupilas dilatadas brillan con odio y luego avanza. Apenas consigo darle
un golpe antes de que me empuje contra la pared, y algo frío se clava bajo mi
mandíbula en mi garganta.
—Podría volarte la maldita cabeza ahora mismo —amenaza, aplastando el
73
cañón con más fuerza en mi carne—. Hacer que tu hermana limpie tu cerebro
de la pared.
—Irías a la cárcel —le escupo.
—¿Y?
—¿No crees que mi viejo no te encontrará y te destripará como el cerdo que
eres por matar a su hijo?
Sus ojos se entrecierran, pero sé que contempla mis palabras. Mi papá es
un bastardo mezquino. Alejandro no es nada en comparación. Con una
expresión fría, da un paso atrás. Y luego, con un fuerte golpe, me golpea con su
pistola.
El dolor estalla en mi mejilla y tropiezo. Me golpea en la nuca con la pistola
y me lanza al suelo. Gimo y parpadeo para alejar la sensación de aturdimiento.
Cuando escucho un grito, me pongo de rodillas y la adrenalina me alimenta.
Corro a la habitación detrás de él, ignorando el mareo. Alejandro, con la pistola
en la mano, aleja a Roux como si fuera una hermana pequeña molesta y
estuvieran jugando. Este hijo de puta es retorcido, así que no quiero que juegue
a nada con Roux. Lo abordo, enviándolo a estrellarse contra la cómoda. Gruñe
cuando empiezo a lanzar golpes a su espalda. Me las arreglo para meterle uno
bueno en la cabeza y dejarlo inconsciente. Con un gruñido, lo arrastro fuera de
nuestra habitación y lo llevo a la de mamá. Una vez que la puerta está cerrada,
regreso a nuestra habitación, empujando la cómoda hasta su lugar. Escondo la
pistola debajo del colchón. La habitación da vueltas y choco contra la mesa
auxiliar, derribando la lámpara.
Roux está llorando, pero estoy jodidamente cansado.
Caigo sobre la cama ahora que está a salvo y me desmayo.

Mi cabeza me está matando.


La voz repetida lo empeora.
—¡Roan! ¡Roan! ¡Roan!
Roux.
Me obligo a abrir los ojos. Mi hermana se sienta a mi lado en la cama,
sollozando. Me entrega mi teléfono.
—¿Quién es? —digo con voz ronca—. ¿Hola?

74
—Oh, Roan, cariño, gracias a Dios.
—¿Mamá?
—No, cariño, es Kelsey. Roux llamó al teléfono de la casa llorando. Hollis y
yo vamos de camino a buscarte.
—¿Qué? —Estoy tan jodidamente confundido ahora mismo—. ¿Por qué?
—No es seguro allí. —Su voz es firme. Maternal. Joder, hace que mi corazón
duela más que mi cabeza—. Podemos traerte aquí…
—No —grito—. Quiero decir, tenemos un lugar a donde ir. La estación de
bomberos. Tengo un amigo ahí.
—Estaremos allí en breve. Si te sientes inseguro por irte, avísame y llamaré
a la policía.
—Por favor, no —le ruego. Tengo dieciocho años, pero ¿Roux? Joder, me la
quitarán.
—Está bien —dice con un suspiro entrecortado—. Llega pronto. Tienes el
móvil de Hollis si necesitas llamarnos.
Colgamos y frunzo el ceño a Roux, lo que hace que mi cabeza palpite más.
—¿Por qué las llamaste? —murmuro, con dolor en mi tono. Yo siempre la
cuido. No necesitamos a nadie más.
Su labio inferior tiembla.
—Probé con todos tus amigos. Nadie respondió.
—¿Mike?
—Debe estar dormido o en algún incendio. Él tampoco respondió.
—La cómoda está ahí. Hubiéramos estado bien —digo, odiando que ni
siquiera creo en mis propias palabras.
—Tú no —dice—. Estás sangrando y creo que tienes una conmoción
cerebral.
—Está bien, doctora Hirsch.
Se ríe y el sonido es un hacedor de milagros.
—Mi nueva mejor amiga dijo que será médica como su padre cuando sea
mayor. Creo que yo también seré médica.
—Bien —bromeo—. Entonces puedes cuidarme en mi vejez.
La abrazo y le beso la cabeza. Nos quedamos así un momento antes de
levantarnos y empacar nuestra mierda. Todo lo que tenemos cabe en un par de
bolsas. No hay vuelta atrás aquí. No después de que Alejandro me apuntara con
un arma. La próxima vez, si está jodido con las drogas podría simplemente
apretar el gatillo. No puedo vivir sin Roux, y que me jodan si la voy a dejar verme
morir. No estoy seguro de adónde iremos o cómo nos las arreglaremos, pero tengo
que intentarlo. Cualquier cosa es mejor que esto. Demonios, sería feliz
acampando en mi tienda favorita en el jardín de Cal si eso significara no tener
que volver a ver a Alejandro nunca más.
—Déjame asegurarme de que esté despejado primero —le digo a Roux
75
mientras aparto la cómoda de la puerta.
El apartamento está tranquilo, aparte de la música que se reproduce en la
sala de estar. Una mirada rápida hacia la puerta de mi madre y vero que sigue
cerrada. Regreso a nuestra habitación, recojo la mayoría de las bolsas y dejo un
par para que las lleve Roux. Silenciosamente, salimos del apartamento. A las
cinco de la mañana, nadie se mueve. Logramos salir del edificio y a frío gélido
justo cuando Denali se detiene con Hollis al volante.
—Oh, gracias a Dios que ambos están bien —grita Kelsey en el momento en
que se abre la puerta del pasajero. Corre hacia el maletero y la abre. Tiramos
nuestras maletas adentro y ella la cierra. Antes de que podamos subir al auto,
nos acerca a los dos para abrazarnos—. Los tengo. Están a salvo.
Las lágrimas me arden en los ojos mientras me desplomo contra esta mujer.
Es pequeña, pero su fuerza es adictiva. Necesito desesperadamente ser fuerte
ahora mismo. Un sollozo se atora en mi garganta. Su mano me acaricia la
espalda mientras susurra palabras de ánimo. Me separo y salto rápidamente al
asiento trasero con Roux para no hacer algo estúpido como llorar. Todos están
callados de camino a la estación de bomberos. Hollis sigue mirándome en el
espejo, preocupación evidente en su mirada.
No puedo mirarlo.
No puedo mirar a ninguno de ellos.
Cuando trato de verme a través de sus ojos, veo a un hermano débil que no
puede mantener a su hermana a salvo. Veo todas mis inseguridades como luces
parpadeantes para que todos las vean. Veo la fatiga de una vida que es
demasiado para alguien de solo dieciocho años.
Derrotado, cierro los ojos y espero encontrar pronto mi camino a la cama.
Llegamos a la estación de bomberos y estacionamos. Uno de los amigos de Mike,
Frank, sale a recibirnos.
—¿Todo bien? ¿Necesitas atención médica? —pregunta Frank. Cuando se
da cuenta de que somos Roux y yo, la preocupación se apodera de sus rasgos—
. Roan, ¿qué diablos, hombre? Es posible que necesites puntos de sutura.
Me encojo de hombros.
—¿Está April aquí? Puede coserme.
—Todo el mundo está dormido. Pero los levantaré. Entremos. —Nos lleva a
los cuatro a la estación de bomberos. El aroma del café golpea mis fosas nasales,
haciéndome retroceder. Normalmente no me desagrada el olor a café, pero en
este momento me da náuseas.
Nos lleva a la sala de estar donde hay un par de sofás antes de salir
corriendo de la habitación. Hollis se pasea mientras Kelsey y Roux se sientan.
Me duele el corazón al ver a Kelsey abrazar a Roux como si fuera su hija. Roux
se merece mucho más que el pedazo de mierda que nos dio a luz. Tropiezo un 76
poco y Hollis se abalanza hacía mí. Me guía suavemente para que me siente.
—¿Cómo está tu cabeza?
—Bien —me quejo.
No me suelta el brazo, sentado tan cerca que nuestros muslos se presionan
juntos.
—No estás bien, Roan, tienes un corte enorme en la mejilla y apenas puedes
estar en pie.
Me quejo, pero no discuto. La verdad es que no me importa su toque. Es
reconfortante en este momento.
—¿Qué diablos sucedió, joder? —exige Mike mientras entra en la
habitación, todavía con los ojos adormilados, con Frank y April pisándole los
talones. April tiene su equipo en la mano. Es enfermera y está casada con Frank,
por lo que siempre está en la estación con él.
—Buenos días a ti también —digo, inexpresivo.
Mike no parece divertido mientras deja caer su gran trasero en la mesa de
café frente a mí y pone sus dedos debajo de mi barbilla, levantando mi cabeza.
Toca debajo de mi mandíbula y me estremezco.
—Tengo que reportar esto —dice Mike, frunciendo el ceño.
—¡Mike! —grito, odiando la ola de mareo con esta acción—. No puedes.
Ambos miramos a Roux. Él aprieta los dientes.
—Bien, pero no vas a volver —me dice—. Nunca más.
Me encojo de hombros.
—Puedo llamar a Cal o Jordy…
—Disparates. Tengo el apartamento del garaje. Está vacío. Puedes mudarte
allí.
Mi frecuencia cardíaca se acelera.
—¿De verdad? Quiero decir, puedo pagar. Bueno, no en este momento, pero
puedo conseguir trabajo y…
—No nos preocuparemos por todo eso cuando claramente tienes una
conmoción cerebral y estás sangrando por todo el maldito lugar. Deja que April
te cosa. Resolveremos los detalles más tarde. —Agarra mi hombro—. Lamento
no haber podido hacer más. Siempre quise hacerlo.
—Lo sé. —Me ahogo, odiando lo jodidamente emocional que me siento en
este momento. Este no soy yo. Soy duro. El chico de acero. No permitiré que
nada ni nadie me lastime a mí ni a mi hermana. En este momento, me siento
tan frágil como el chico de porcelana a mi lado.
Mike se levanta y se aparta para que April pueda comenzar a evaluarme
mientras Frank se acerca, frunciendo el ceño con preocupación. Escucho a Mike 77
y Kelsey hablando en voz baja. Roux ya está profundamente dormida con una
gran manta sobre ella. Hollis permanece a mi lado. Es entonces cuando me doy
cuenta de que está tomándome la mano.
Cálido.
Reconfortante.
Seguro.
No me deshago de su agarre, simplemente saco fuerzas de él.
Hollis desliza su pulgar sobre mi carne. No sé qué hacer con eso. Es
jodidamente extraño tomar de la mano al chico que odié desde el momento en
que lo vi. Pero el odio ha evolucionado. En unos pocos días se ha derretido hasta
algo peligroso y consumidor. Algo que nunca he experimentado. Francamente,
me asusta muchísimo. ¿Cómo puede alguien sentirse tan inexplicablemente
atraído por otra persona en tan poco tiempo?
Quiero odiarlo, pero no puedo.
No me agrada. De eso estoy seguro. Sin embargo, no puedo entender qué es
lo que anhelo de él. ¿Amistad? ¿Afecto? ¿Su voz? ¿Las miradas abrasadoras que
me lanza? Va más allá de un deseo sexual lleno de lujuria. Si fuera solo sexo,
chico o no, me lo habría follado para quitármelo de encima como lo hice con
Sidney. Esto es diferente. Consumidor. Aterrador como el infierno.
Intento apartar la mano, sin saber si soy capaz de lidiar con lo que sea que
sea esta tormenta que se avecina entre nosotros. No sé si terminará con puños
y huesos rotos o besos y corazones rotos. Sin embargo, es demasiado intenso y
trascendental para no terminar en destrucción. Si no es odio, es algo parecido.
El odio destruye y diezma. Sea lo que sea, también se arruinará.
Arruinarme.
Arruinarlo.
Probablemente arruinará a todos en esta habitación.
Sus dedos se entrelazan con los míos y lo dejo. Dejo que el chico rico y
perfecto me tome de la mano como si le perteneciera. April me dice cosas, pero
no estoy del todo concentrado. Murmuro palabras que deben calmarla porque
entonces comienza a coserme la mejilla. Hollis me aprieta la mano,
recordándome que está aquí conmigo. Mi corazón late con fuerza en mi pecho.
Termina y luego me lanza una mirada severa cuando bostezo.
—Tienes que permanecer despierto para que podamos vigilarte.
—Estoy bien —gruño.
—No estás bien. —Frunce el ceño—. Mantente despierto. Te traeré un poco

78
de café.
Se pone de pie y se aleja. Frank la sigue al área de la cocina hacia el olor
nauseabundo, hablando en voz baja. Estoy muy cansado, joder. No tengo una
conmoción cerebral. No dormí lo suficiente anoche. La amargura me pica los
ojos.
Me dejo caer contra los cojines y mi cabeza palpita más fuerte. Mis ojos
deben cerrarse porque me despierto un segundo después.
—Roan, hombre, no puedes —dice Hollis, una disculpa en su tono—.
Incorpórate.
—No —digo bruscamente—. Déjame solo.
—Estoy tratando de ayudarte. —La preocupación en sus rasgos me mata.
—¿Por qué?
—Porque quiero.
—Estoy muy cansado. —De este día. De esta vida.
—Lo sé.
—Quiero irme a dormir y no despertar nunca.
Traga.
—Lo sé.
—No sé qué hacer.
En lugar de ofrecer una respuesta, me atrae hacia él. La rata de Hood River,
mi enemigo, me abraza contra su pecho. Me sostiene como si pudiera volver a
juntar todas las piezas rotas. Agarro su sudadera con capucha con la mano,
inhalando su aroma. Las lágrimas arden en mis ojos y luego se filtran por sí
solas. Lloro en silencio, abrumado por la vida, y empapo la sudadera con
capucha de Hollis. No ofrece palabras, simplemente me abraza.
—Mantente despierto por mí —murmura—. Por favor.
Las lágrimas arden más calientes y con más intensidad.
—Estoy despierto, rata. —Sonrío, la tela de su sudadera con capucha es
suave contra mis labios—. No puedes deshacerte de mí tan fácilmente.

79
11
Hollis

T
odos mis mensajes quedan sin respuesta. Es muy frustrante porque
quiero saber qué pasa con ellos. Roan y yo podemos tener nuestra
aversión, pero hay algo que nos une. Sería demasiado superficial
para decir atracción física. Me siento conectado con el imbécil en

80
formas que no entiendo. Cuando está cerca, quiero inhalarlo y mirarlo. Sentirlo.
Nunca había querido estar en presencia de alguien como lo hago con él.
Es realmente confuso porque es un completo idiota la mayor parte del
tiempo.
Eso también es superficial, creo.
Debajo de toda esa dureza hay un chico suave y vulnerable. Solo saber que
está ahí dentro me hace querer cavar y cavar hasta desenterrarlo. Siento que es
mío. Como si pudiera ser mío. Si me tomo el tiempo y el esfuerzo para
encontrarlo.
Yo: ¿Cómo está tu cabeza?
Le envío a Roan otro mensaje. Este, como los otros, no tiene respuesta. Me
hace preocupar que su condición haya empeorado. No está en la escuela, lo que
es comprensible considerando que le ha dado una paliza un matón, pero ¿y si
tuviera que ir al hospital o algo así? Mis tripas se aprietan y se retuercen.
La campana suena para el almuerzo y me tomo mi tiempo para llegar a la
cafetería. Me siento mal del estómago por el estrés y la preocupación. El olor de
la pizza o lo que sea que estén cocinando hoy me quema las entrañas en señal
de protesta. Me escapo al baño y me dirijo a un cubículo. La bilis se me mete en
la garganta y la habitación da vueltas mientras me meto al cubículo de
discapacitados. Apenas puedo abrir la cerradura cuando voy corriendo al retrete.
El dolor me atraviesa el estómago mientras me atraganto con arcadas. No hay
nada en mi vientre porque me sentí demasiado enfermo después de todo lo que
pasó con Roux y Roan esta mañana para comer. Estoy agradecido de no haber
comido nada, porque estoy demasiado cansado y abrumado para agregar el
vómito de mis tripas a la mierda con la que estoy tratando hoy. El ácido me
quema el esófago, pero nada se escapa.
Una vez que siento que ya no voy a vomitar de la nada, me levanto y salgo
corriendo del cubículo, ansioso de salpicarme agua fría en mi rostro húmedo de
sudor. Estoy encendiendo el lavabo y mojándome las manos cuando se abre la
puerta del baño.
Están entrando los Hoodlums.
Menos su líder malhumorado.
—Creí haber olido una rata —dice Jordy con desprecio, merodeando hasta
el interior con Cal y Terrence detrás de él. Terrence se pone delante de la puerta,
bloqueándola. Cal se cruje el cuello, elevándose detrás de Jordy, mientras Jordy
entra en mi espacio personal.
No me gusta que esté a mi espalda, así que cierro el agua y me enfrento al
loco.
—¿Qué hiciste? —me exige Jordy, apuntándome el pecho—. ¿Qué mierda
hiciste?
—¿De qué diablos estás hablando? —devuelvo.

81
—Sabemos que te rajaste como la zorra que eres.
Cal debe sentir mi confusión porque se agarra al hombro de Jordy.
—No creo que lo sepa.
—¿Saber qué? —Los miro fijamente a los dos, implorándoles que me digan
qué es lo que creen que hice.
Jordy me pincha el pecho otra vez. Con fuerza.
—Se lo dijiste a tu tía y ahora los servicios de protección infantil están
involucrados. Así que ayúdame...
Las palabras se ahogan cuando mi sangre se convierte en hielo. ¿La tía
Karen se lo dijo a la fiscalía? Oh, mierda. Esto es malo.
—¿Me oyes, hijo de puta? —Jordy gruñe—. ¡Haremos de tu vida un infierno!
Me empuja con la fuerza de tres hombres, enviándome a toda velocidad a
través del baño. Me caigo de culo, golpeándome el coxis en el suelo de linóleo.
Mi estómago se descompone mientras mi estrés alcanza nuevas alturas. No
porque Jordy esté a segundos de patearme los dientes, sino por lo que esto
significa para Roan y Roux.
Oh, Dios.
Tengo que explicar que no sabía que la tía Karen diría algo.
Los chicos se están burlando de mí, pero me las arreglo para volver a
ponerme de pie. Jordy me ataca, con el puño levantado, cuando alguien golpea
fuerte la puerta.
—Abre esta puerta ahora —dice una voz profunda.
Entrenador Rendell.
Todos nos acobardamos y Terrence se aparta del camino. El entrenador
irrumpe, evaluando la situación.
—¿Estás bien, English? —me pregunta, entendiendo claramente la tensión
y que está dirigida a mí.
Jordy me da una advertencia asesina.
—S-sí. Bien. Yo, eh, solo necesito irme. Me siento enfermo. —Paso por
delante de ellos y me dirijo a la oficina. Quiero enfrentarme a la tía Karen.
Preguntarle cómo pudo tirar a Roan y a Roux debajo del autobús.
Encuentro a la tía Karen en su oficina, al teléfono. Cuando me ve entrar, se
despide de ellos, antes de volver sus ojos compasivos hacia mí.
—¿Por qué llamaste a la policía? —Prácticamente le grito—. ¿Sabes lo que
pasará?
Su simpatía se ha ido, mientras su ceño autoritario y severo se refleja en
sus rasgos.
—Como directora de esta escuela y como adulta, tengo la obligación...
—Tía Karen —espeto, cortándola—. Se llevarán a Roux.
—Tal vez sea lo mejor —dice suavemente—. La situación de su casa...
82
—Increíble. —Camino por su oficina, arrancándome el cabello en señal de
frustración—. ¿Qué pasará ahora? ¿Se va y vive con otra familia? Esto lo
destruirá, tía Karen.
—Cariño —dice en un tono relajante—. Es mejor que dejes que gente más
calificada maneje su situación única. Solo intento ayudarles.
—¿Delatándolos? —Lágrimas de ira me pinchan en los ojos—. Me tengo que
ir.
—¡Hollis! ¡No puedes irte así como así!
—Estoy enfermo —gruño—. Tan jodidamente enfermo. Te veré más tarde.

Acelero todo el camino hasta la estación de bomberos. Está nevando y las


calles están resbaladizas, pero soy un hombre con una misión. Hacer todo bien.
¿Pero cómo? No lo sé y eso me da ganas de vomitar. Este día se pone cada vez
peor.
Necesito explicarme.
Quiero ayudar.
Me va a odiar más de lo que ya lo hace, y eso me mata. Me mata porque no
quería esto para él o para Roux.
Mi auto se desliza hacia un lugar de estacionamiento. Apenas consigo
apagarlo antes de salir y entrar en la estación. En cuanto entro, veo a una mujer
hablando con Roux mientras Roan camina. La mujer me ve y sonríe.
—Tú debes ser Hollis... ¿Tú y tu madre fueron a buscar a Roux y a Roan
anoche? —pregunta, con arrugando la nariz.
Incapaz de formular una respuesta antes de ver la cara de Roan, lo miro.
Su mandíbula se aprieta, pero no dice nada.
—Sí —gruño—. Roan, ¿puedo hablar contigo un segundo?
La mujer asiente.
—Creo que sería genial. Roan, ve a hablar con tu amigo. Quiero hacerle a
Roux unas cuantas preguntas de todas formas.
Sus fosas nasales se amplían, pero suplico con mis ojos mientras se acerca
a mí. Pasa a mi lado y sale. Lo sigo por el lado del edificio. ¿Aquí es donde me va
a patear el culo? ¿Terminar el trabajo que Jordy claramente quería hacer?
Su expresión es ilegible. Estoy muerto. Vacío. Un vacío. No sé si está
enfadado o molesto. 83
—Roan...
—No lo hagas —advierte, sus ojos de bronce destellando un oro amarillo
como el fuego.
—Yo no...
Me empuja, con la palma de su mano cubriéndome la boca. El ladrillo se
clava en mi espalda y sus caderas me mantienen inmovilizado.
—Dije que no.
Sus ojos pierden su furia cuando la angustia se instala. Está asustado.
Devastado. Jodido. Quiero envolverlo con mis brazos y prometerle que todo
estará bien. ¿Alguien le ha asegurado alguna vez que lo estará?
—No puedo perderla —murmura, llevando su boca a mi oído—. Carol está
hablando de ponerla en un hogar temporal y yo... —Su voz se quiebra—. No
puedo soportar eso, rata.
Me estremezco ante el nombre. No parece algo cariñoso ahora.
Mis palmas se deslizan por su musculoso pecho sobre su sudadera. Estoy
desesperado por sostenerlo y hacerle todas las promesas del mundo. Lo necesita.
—Si... —Tiembla, arrastrándose mientras su mano se desliza desde mi boca
hasta mi cuello—. Si se la llevan lejos de mí… —Se retira, clavando sus ojos
ardientes en los míos—. Te mataré, joder.
Pestañeo confundido.
—¿Qué?
—Ya me has oído, rata. Si todo esto explota y pierdo a mi hermana, entonces
no tendré nada más que perder. Te cazaré y te destruiré. —Su palma se aprieta
alrededor de mi garganta, restringiendo el flujo de aire.
—Puedo arreglar esto —prometo, aunque no es mi culpa y no sé cómo—.
Déjame ayudarte a arreglar esto. —Mis manos se deslizan por su cuello y hasta
su desordenado cabello. Rasco con las puntas de mis dedos su cuero cabelludo.
Sus ojos se cierran brevemente.
Robo el momento.
Lo inhalo.
Lo miro fijamente.
Lo siento.
Estamos al borde de algo, y están a punto de quitármelo.
Así que guardo el momento tanto como puedo.
Le agarro el cabello con más fuerza, haciendo que abra los ojos y sisee en

84
señal de advertencia. Me agarra más fuerte de la garganta. A pesar de su ira y
devastación, su cuerpo responde al mío. Puedo sentir cuánto mientras su polla
se frota contra la mía a través de nuestros vaqueros.
Sus hombros se relajan ligeramente y su mano se aleja de mi cuello. Acerco
su cabeza a la mía. Frente a frente, respiramos el olor del otro. Sus ojos ámbar
se encuentran con los míos, y la rotura en ellos causa pequeñas fisuras dentro
de mi corazón. Acaricio su cuero cabelludo con mis dedos, tratando de transmitir
sin palabras estos intensos sentimientos por él que han consumido cada uno de
mis pensamientos.
Nuestras bocas están muy cerca.
Podría besarlo.
¿Resolvería todo?
Muy cerca.
Una inclinación de mi cabeza.
Podría hacer que ocurriera.
Exhala y se inclina hacia adelante, acercando sus labios a los míos, casi se
cepillan.
—Recuerda, Hollis, si la pierdo, te arruinaré de todas las maneras posibles.
Ni un beso.
Solo palabras crueles y odiosas que hacen que mi estómago se apriete
violentamente.
—Roan...
Se aparta tan bruscamente que casi me derrumbo sin su cuerpo
sosteniendo el mío contra la pared. Roan está duro en sus vaqueros. Un ceño
fruncido de ira dibuja su rostro en algo de una belleza inolvidable. Esos labios...
joder. Esos labios son rosados y llenos y se sentirían muy bien presionados
contra los míos.
—Roan... —Mi voz es aguda y suplicante.
El niño vulnerable se retira a las sombras mientras el feroz se acerca, listo
para defenderse.
—Sal de mi puta vida, rata —Se cruje el cuello y me da una mirada
mordaz—. O te sacaré yo.

85
12
Roan

M
iro a Hollis por la ventana de la estación de bomberos mientras
caminaba lentamente hacia su auto. Sus hombros están
encorvados, totalmente derrotados. Es una mierda. Yo soy el que
está sufriendo aquí por su familia, y él es el que siente lástima

86
por sí mismo.
Su cabeza gira, mirando en mi dirección, pero no puede verme desde su
punto de vista. Busca a tientas las llaves en el bolsillo de su abrigo. Caen al
asfalto nevado a sus pies. Dobla las rodillas y se sostiene contra un lado del auto
antes de agacharse a agarrarlas. Yo sigo mirándolo, incluso después de que se
vaya, cuando una mano me sujeta el hombro.
—Carol no va a separarlos. Lo sabes, ¿verdad? —pregunta Mike, con la voz
llena de autoridad paternal.
Casi me creo su tono.
Casi le creo.
Pero no soy estúpido.
Nada sale bien para mí y para Roux.
—¿Dijo eso? ¿Con esas palabras exactas? —lo reto, apartándole la mano,
para darme la vuelta y mirarlo.
Los labios de Mike se adelgazan y asiente.
—Más o menos. Le dije que tengo el apartamento del garaje.
—Deja que Roux se quede contigo porque eres estable y puedes mantenerte
—digo con los dientes apretados—. Esto no tiene nada que ver conmigo. Yo solo
me quedo porque te agrado. Si no fuera por ti, estaríamos separados.
Se encoge de hombros.
—Tal vez. Pero esa no es la circunstancia. Me tienen a mí y no se van a
separar.
Por ahora.
No tiene que decir las palabras porque las siento. Las conozco como la
verdad.
—Vamos —dice—. Carol se va. Probablemente sea mejor que los instale y
vuelva a la comisaría mientras tenemos cobertura.
Diez minutos después, nos metemos en la gran camioneta de Mike. El viaje
es tranquilo, cada uno atrapado en nuestras cabezas. Estoy seguro de que Mike
se está preguntando cómo diablos se las arregló para conseguir de repente dos
niños. Roux está asustada. Yo estoy enfadado por la injusticia de todo esto. Llega
a un barrio conocido.
Oh, Dios.
¿En serio?
—Ahí está la casa de Charlotte —dice Roux, señalando una casa mientras
conducimos.
Mi cuerpo se tensa cuando veo un Mustang púrpura estacionado en el
frente. Mike conduce hasta el final de la calle y gira a la izquierda. Su casa está
en un callejón sin salida con un montón de verde detrás. La casa es modesta en
tamaño, pero tiene un gran garaje, probablemente para su monstruoso camión,
y el apartamento está encima.
Salimos y Mike ayuda a Roux con sus bolsas. Nos lleva al apartamento del
87
garaje. Una vez dentro, observo el pequeño espacio.
—Esta cocina está anticuada, pero todo funciona. Acabo de hacer que todo
estuviera arreglado aquí arriba porque estaba considerando alquilar el lugar —
dice mientras camina hacia el refrigerador y lo abre—. Les traeré algo de comida.
Hasta entonces, sírvanse lo que quieran de la casa.
La culpa me irrita. Obviamente necesitaba el dinero si iba a alquilarla y
ahora aquí estamos, aprovechándonos. Voy a tener que encontrar trabajo y
rápido.
—La televisión funciona, al igual que el reproductor de DVD, pero si quieres
cable, tendremos que añadir una caja...
—No lo necesitamos —digo de golpe—. Estaremos bien.
Él me da un asentimiento y luego nos lleva por un pasillo.
—Aquí está el baño. El lavabo a veces se vacía lentamente, así que tengan
cuidado con eso. —Abre otra puerta una vez en el pasillo—. Esto fue un lavadero
en algún momento, pero el fontanero dijo que costaría un montón de dinero
arreglar las tuberías. Lo tapamos y lo convertí en un pequeño dormitorio.
Roux entra y señala la pequeña ventana.
—¡Miren! ¡Se pueden ver los patos en ese pequeño estanque!
Escuchar su emoción me hace algo. Derrite un trozo de hielo del tamaño de
un glaciar en mi corazón. Tendré que esforzarme mucho para pagar esto de
alguna manera, pero nunca he querido nada más que darle a Roux un lugar
seguro para quedarse. Un lugar feliz y hogareño.
—Y el otro dormitorio está aquí atrás. No tiene la vista de los patos, pero
tienes una vista fabulosa de la calle —bromea Mike.
Aunque quiero darle a Roux la habitación más grande, me gusta que pueda
ver lo que nos espera con esta vista.
—Me quedo con la habitación del pato —me dice Roux—. Lo siento,
hermano.
—Me hieres —me burlo.
—Reuniré algunas cosas de la casa y las traeré de vuelta para que puedan
hacer sus camas y ducharse. Si necesitan algo, tienen mi número. Tómense el
día de hoy para instalarse, pero mañana quiero que vuelvan a la escuela. —Me
da una mirada firme—. Ambos.
Y yo que quería dejarlo y buscar trabajo.
—Gracias, Mike.

88
—No hay problema, chico.
Se va y mi tensión se va con él. Solo Roux y yo nos sentimos más normales.
No pueden quitármela. No podré soportarlo.
Vuelvo a la habitación del pato. Ya está desempacando su ropa en un
pequeño armario hecho de plástico transparente. Apoyándome en el marco de la
puerta, la observo.
—Me gusta estar aquí —me dice, levantando la vista de su tarea—. Sin
Alejandro... sin mamá.
—A mí también me gusta. —Me paso la palma de la mano sobre la cara—.
Me voy a esforzar en el trabajo. Me aseguraré de que nos quedemos aquí. Tal vez
incluso conseguir un lugar mejor, al final.
—Tienes miedo.
Dejé escapar un pesado suspiro y me senté a su lado en la cama,
abrazándola.
—Tengo miedo de que nos separen.
—Yo también.
—Pueden intentarlo —digo, despeinándole el cabello de forma juguetona.
Ambos nos quedamos callamos porque no es una broma. Si nos separan,
haré todo lo que esté en mi poder para que volvamos a estar juntos. Mi padre es
un infractor de la ley. Tal vez realmente sea de tal palo tal astilla. Lo haría por
Roux. Haría cualquier cosa por Roux.
—Vamos a estar bien. —Mi seguridad susurrada no hace nada para calmar
el tartamudeo de mi corazón.
¿Podremos relajarnos alguna vez en esta vida?
—Eso espero —dice—. Realmente quiero que estemos bien.

Salgo de la oficina del entrenador Rendell ardiendo de rabia. Es irracional,


pero quiero estrangular a Hollis. No está en ningún sitio, lo que es bueno, porque
no se sabe lo que le haría si lo viera ahora mismo.
Definitivamente no frotaría mi puta polla contra él como ayer.
Una inyección de lujuria se dispara directamente a mi polla cuando
recuerdo la forma en que se pasó los dedos por el cabello y se metió su regordete
labio inferior entre los dientes. Estaba furioso, pero algo en su cercanía me hizo
arder con algo más. Algo desconocido y extraño.

89
Atracción.
Intensidad.
Necesidad.
He follado a unas cuantas chicas en mi vida y ninguna, desnuda y clava en
mi polla hasta las pelotas, me hizo sentir así. Era sexo sin sentido para correrme
y pasar el tiempo.
Hollis me jode la cabeza.
El odio que siento por él se parece mucho al deseo.
La cosa más extraña de la historia.
En este momento, no estoy seguro si podría siquiera patearle el culo. No es
que tenga miedo de que se me eche encima. No es eso en absoluto. Tengo miedo
de que le deje hacer algo peor. Mucho peor.
Las imágenes de besarlo asaltan mi mente, indeseadas y calientes.
Hace que mi dolor de cabeza empeore.
Al diablo con esto y con él.
Salgo del vestuario rápidamente cuando me estrello contra un cuerpo duro.
Terrence me agarra de los hombros y me estabiliza.
—Hombre, ¿qué coño? —murmura, sus ojos marrones oscuros
evaluándome—. ¿Estás bien? ¿Qué diablos pasó ayer?
Me froto la nuca y dejo escapar un pesado suspiro.
—Demasiado.
Hay pasos a la vuelta de la esquina, revelando a Jordy y Cal. Jordy corre
hacia mí y me tira hacia él para que le dé un abrazo. Dejo escapar un pesado
suspiro mientras me hundo contra mi mejor amigo, necesitando
desesperadamente su violenta fuerza para pasar el maldito día.
—Hay rumores y mierda —gruñe Jordy, alejándose para fulminarme con la
mirada—. Quiero saber la verdad.
Cal asiente detrás de él, sus rasgos normalmente juguetones retorcidos en
una expresión solemne.
—Sí, hombre. Dinos qué pasa.
Mis tres mejores amigos se apiñan sobre mí. Hemos estado muy unidos
desde que puedo recordar. Chicos malos con un vínculo. Son mi familia.
Por mucho que quiera tirar a Hollis debajo del autobús, solo para quejarme
de él, no puedo. Así que hago lo que piden. Decir la verdad.
—Alejandro me apuntó con un arma. —Me estremezco al recordarlo. Mi
corazón galopa en mi pecho. Si hubiera apretado el gatillo...
Jordy me golpea suavemente en la mejilla.
—¿Que hizo qué? Concéntrate, hombre. Estás aturdido ahora mismo.

90
¿Estás drogado?
—¿Q-qué? No. —Me pellizco el puente de la nariz y sacudo la cabeza—.
Alejandro trató de meterse con Roux. No sé qué planeaba hacer, pero no iba a
permitirlo.
Los ojos de Jordy se oscurecen y sus fosas nasales se dilatan con una rabia
apenas contenida. Roux no es solo mi hermana pequeña, también es la suya. La
cuidan como si fuera suya.
—El maldito me golpeó con una pistola y luego empezó con Roux mientras
yo estaba fuera...
¡Pum!
Jordy estrella su puño en un casillero, hundiéndolo. El sonido resuena con
fuerza por el pasillo. Me estremezco, preguntándome si fue lo suficientemente
fuerte para que el entrenador lo oyera.
—¿Él...? —La voz de Terrance se apaga, incapaz de terminar.
La expresión atormentada de Cal me asusta hasta la médula.
—No —murmuro—. Me desperté y le di una paliza.
Jordy se desliza por la pared de los casilleros, cayendo sobre su trasero. La
ira es su expresión, pero actualmente, sus rasgos son contraídos. Sus ojos están
vidriosos. No pierdo de vista el temblor de su mano antes de pasarse la palma
sobre su cara.
—¿Así que te fuiste? —pregunta Cal, con las cejas arrugadas.
—No exactamente. Me dio un golpe en la cabeza. Estaba un poco fuera de
mí y eso asustó a Roux.
Jordy gruñe.
—Voy a matar a ese imbécil.
—No tienes que matarlo —le aseguro a mi mejor amigo—. Nos vamos de
aquí.
Su mirada amenazadora parece argumentar lo contrario.
—¿Llamaste a la policía? —pregunta Terrence, sabiendo que, si lo hice, fue
una especie de último recurso.
—No, eh, después de que Roux intentara llamarlos a ustedes, al final llamó
a su amiga Charlotte, que despertó a su mamá, Kelsey.
Los hombros de los tres tipos se hunden cuando se dan cuenta de que Roux
intentó contactar con ellos.
—Estaba durmiendo, hombre, u haciendo otra cosa —intenta Cal, con la
voz ronca.
Le agarro el hombro.

91
—Lo sé. No pasa nada.
Jordy levanta las rodillas hasta su pecho y se agacha, golpeando su frente
una y otra vez sobre sus rodillas.
—Debería haber respondido.
—Kelsey es la madre de Hollis —digo entre dientes las palabras, odiando el
sabor amargo de mi lengua.
—¿Qué? —exige Terrence, ahora moviéndose a mi lado—. ¿Ese remilgado
hijo de puta del auto púrpura?
Jordy se pone de pie en un instante, toda la desesperación borrada mientras
la rabia lo impulsa hacia adelante. Está demasiado cerca, evaluándome.
—¿Fue con su madre a buscarte?
Asiento y dejo escapar un suspiro.
—Me llevaron a la estación de bomberos para ver a Mike. Aparentemente
podría tener una conmoción cerebral. Es suficiente con que el entrenador no
quiera que juegue esta noche. Estoy en el banquillo.
Cal se queja.
—Mierda, ¿en serio? Te necesitamos, hombre.
—Ahora tienen a Hollis —digo entre dientes con dureza—. El entrenador
dice que sobrevivirán a un juego sin mí, especialmente con él en el equipo.
La verdad de las palabras del entrenador duele.
He sido reemplazado por una versión más bonita, más rica, y más perfecta.
Un chico dorado.
No soy más que una noticia vieja. Reemplazable. Un problema que necesita
ser arreglado.
—¿Así que el cabrón le dice a su tía y los servicios sociales se meten? —
Jordy exige—. ¿Ahora nos van a quitar a Roux?
El corazón se me acelera.
—Nadie se la va a llevar.
Se relaja.
—Muy cierto.
—Les daríamos una paliza si lo intentaran —gruñe Terrence.
—Haríamos que se arrepientan del día en que se metieron con el pequeño
rufián. —Cal está de acuerdo—. ¿Necesitas un lugar donde quedarte? Apuesto a
que a mamá y papá no les importaría.
—Por ahora, Mike nos deja quedarnos con él. —Dejo escapar un pesado
suspiro—. Voy a tener que pasar desapercibido por un tiempo. No puedo
meterme en ninguna mierda y arriesgarme a que metan a Roux en el sistema.

92
Los tres chicos asienten, los rasgos contorsionados en ceños fruncidos.
—No te preocupes —gruñe Jordy, con sus ojos fijándose en un blanco detrás
de mí en el pasillo—. Haremos el trabajo sucio por ti.
Todos nos giramos para ver a Hollis caminando hacia nosotros, con la
cabeza baja y los hombros caídos. No se fija en nosotros hasta que casi se estrella
con Terrence. En cuanto nos reconoce a los cuatro, se tensa y se endereza. Sus
ojos se dirigen hacia los míos, con la preocupación brillando en ellos.
Aparto la mirada.
—Mira por dónde vas, rata —responde Terrence, empujando a Hollis hacia
atrás.
Se tambalea, pero recupera el equilibrio antes de caer. La furia vuelve
carmesí sus pálidos rasgos y se prepara para la lucha cerrando los puños. Como
si el chico de porcelana fuera un rival para cuatro matones.
—Roan —dice Hollis, con los ojos ardiendo en mí dirección mientras ignora
a los demás—. ¿Podemos hablar?
—Joder, no, no pueden hablar —dice con desdén Jordy, acechándole. Su
pecho golpea el de Hollis—. Si tienes algo que decir, dímelo a mí.
Hollis trata de mirar a Jordy, pero Jordy no aguanta esa mierda. Agarra a
Hollis por la mandíbula y lo empuja contra el banco de casilleros en la pared,
presionando su cabeza contra el casillero hundido que arruinó momentos antes.
Hollis se retuerce en vano, el pánico parpadeando en sus ojos azules.
—Aléjate de mi chico —advierte Jordy—. O te aplastaré. —Para puntualizar
sus palabras, clava sus dedos en la mandíbula de Hollis.
Hollis grita de dolor.
El sonido me quema la espalada, persiguiendo mariposas en mi estómago.
No entiendo la sensación, pero no es agradable.
—Aquí no —murmuro—. Te meterás en problemas.
Jordy sostiene a Hollis en su firme agarre un segundo más antes de soltarlo
bruscamente. Escupe a los pies de Hollis antes de caminar hacia el final del
pasillo. Terrence y Cal de mueven tras él. Empiezo a seguirlo, pero Hollis me
agarra el brazo antes de que llegue lejos.
Me zafo de su agarre y me acerco, con mi cara a centímetros de la suya.
—Ya escuchaste a Jordy. Mantente alejado de mí.
Sus cejas se arrugan.
—Solo quiero asegurarme de que estés bien.
—Me robaste mi lugar en el equipo para el juego de esta noche y tu familia
llamó a servicios sociales por mí. —Me río cruelmente de él—. Estoy jodidamente
bien, rata.
Empiezo a alejarme, pero agarra un puñado de mi sudadera, tirando de mí
contra él. Mi mano vuela hacia el casillero roto detrás de él para evitar que mis
caderas golpeen las suyas. Su respiración es desigual y la mía es fuerte.
Valientemente, me mira como si pudiera proyectar pensamientos directamente 93
en mi cráneo.
No me hagas daño.
No te haré daño.
Un escalofrío me atraviesa. No me gustan las espeluznantes vibraciones
mentales que me da. Como si me conociera. Conocí al tipo el lunes. No me
conoce.
—Roan, no soy un mal tipo. —Sus ojos azules se suavizan, calentando las
partes más frías de mí.
Enfrío cada parte dentro de mí, especialmente el calor que llega a mi polla.
—Entonces qué mal por ti, rata —murmuro, inclinándome para rozar mis
palabras contra el lóbulo de su oreja—, porque yo si lo soy.
13
Hollis

L
a multitud grita cuando hago mi lanzamiento. La adrenalina corre
por mis venas, ahuyentando toda sensación de nerviosismo o
inquietud. Cuando estoy en la cancha de baloncesto, estoy en mi
elemento. Algunos chicos del equipo me dan palmadas en la espalda

94
en agradecimiento cuando pasan.
No los matones.
Terrence levanta el labio con asco.
Las fosas nasales de Cal se dilatan.
Jordy me lanza miradas llenas de veneno y odio.
Además de eso, todavía me siento bastante bien.
Eso es, hasta que capto la mirada de Roan en la línea de banda. Está en el
banquillo, como dijo, viendo el partido con las cejas fruncidas y la tristeza
brillando en sus ojos.
Alguien del LHS se abalanza sobre mí, poniéndome de rodillas. El
entrenador me grita que saque la cabeza del culo. Roan ahora me sonríe,
satisfecho.
Cabrón.
—Nos limpiamos el culo con la basura del río Hood —murmura el chico de
Lebanon High.
Mis ojos siguen la pelota, ignorando a este imbécil. Dice algo más, su
atención desviada hacia mí, y no en el juego.
—Y avergonzamos a los perdedores del Lebanon frente a todos sus amigos
y familiares —gruño mientras me muevo a su alrededor, interceptando la pelota
que estaba destinada a él.
La multitud grita de nuevo, adormeciéndome con un placer que solo se
puede sentir cuando todo el mundo está animando tu éxito. Me desbordo por la
cancha, esquivando a todos los imbéciles de LHS en el camino, antes de lanzar
la pelota desde la línea de tres puntos.
¡Pum!
El entrenador me grita de nuevo, pero esta vez sonríe.
—¡Qué manera de correr por la cancha, English!
Para el medio tiempo, estoy empezando a sentirme un poco mareado. El
torrente de adrenalina ha agotado lo último de mi energía. Sabía que debería
haber tomado algo más que un batido de proteínas. Estamos todos reunidos en
el vestuario para que las animadoras puedan hacer su espectáculo de medio
tiempo. Me golpearon a lo largo de la pared un par de veces. A ciegas, estiro el
brazo para estabilizarme. Mi palma envuelve el firme brazo de Roan.
Oh, mierda.
Debería soltarlo, pero solo puedo mirarlo, odiando que me haga sentir aún
más mareado que antes. Me agarra de la muñeca en un agarre fuerte,
apartándome de él. Pero, en lugar de soltarme, me lleva a su casillero.
—Te vas a desmayar, rata —se queja mientras abre su casillero—. El
entrenador no me dejará retirarte, así que tendrás que resolver tu mierda y
rápido.
El entrenador está divagando sobre patear el culo de LHS, pero estoy
demasiado centrado en Roan para oír todos los detalles de su regodeo.
95
Roan saca un paquete de galletas de mantequilla de cacahuete. Mi
estómago se retuerce. Sus rasgos se oscurecen cuando nota mi reacción. Antes
de que pueda abrir la boca para protestar, abre el paquete y me empuja una
galleta.
—Come esto. Ahora.
Sacudo la cabeza.
—Yo…
—Entonces ayúdame, rata. Cómetelo o te obligaré.
La ira pulsa en lo más profundo de mi ser. Hace que mi intestino se apriete
con fuerza y dolorosamente como un puño. En lugar de seguirle la corriente,
agarro la galleta y hago un gran espectáculo desordenado de comerla. Él sonríe
y me da otra.
—Buen pequeño roedor.
—Vete a la mierda —me quejo.
Sus ojos se dirigen a mi boca, ahuyentando mi irritación con una inyección
de calor. Cuando levanta la mano, me detengo a mitad de la masticación.
Olvidando el caos que nos rodea, mientras el entrenador dice algo que hace que
todos se animen, Roan levanta su pulgar hacia mi boca. Mi aliento se me queda
atrapado en la garganta.
—Migajas. —Pronuncia la palabra. La veo pasar por sus labios más de lo
que la oigo por el ruido. Su pulgar roza mi labio inferior.
El tiempo se ralentiza como la melaza que cuelga de un frasco volcado.
El momento casi pasa, pero perdura.
Apenas.
Los segundos pasan, el calor de su pulgar sobre mi labio dejándome
cicatrices.
Me clava una mirada caliente durante lo que parece una eternidad. Ya no
estoy respirando. Mi corazón no late. Simplemente lo miro fijamente.
Él mata el hechizo cuando me empuja el paquete de galletas contra el pecho.
—Come para no arruinar el juego.
Con esas palabras, se va.
Me quedó ahí sintiéndome más jodido que nunca.
¿Por qué Roan se mete dentro de mí y me desnuda cada maldita vez? Estar
tan estúpidamente afectado por él se está convirtiendo en un problema. Es
abrumador y agotador.

96
Y estimulante.
Canturreando con adrenalina, esta vez la inducida por Roan, salgo
corriendo del vestuario con el resto del equipo para ir a patear el culo a algún
perdedor del Lebanon.

—Sigue pateando traseros ahí fuera, English, y puede que lleves a este
equipo al campeonato estatal —dice el entrenador, dándome una palmada en la
espalda—. Un trabajo increíble ahí fuera.
Se vuelve para mostrar sus elogios a un par de otros chicos. Yo me quedo
sonriendo.
—¡Jugaste muy bien! —exclama Sidney mientras se acerca a mí. Me rodea
con sus brazos en el cuello para abrazarme—. Puaj, apestas.
—Acabo de correr un montón —digo con una risa, devolviéndole el abrazo—
. Tú te metiste en esta trampa de sudor.
Finge estar ofendida pero no hace ningún movimiento para alejarse de mí.
Gio se acerca, guiñándome el ojo.
—Ustedes dos son muy lindos —se burla, batiendo sus pestañas—. Futuros
rey y reina del baile de graduación.
—Paso —refunfuño.
Sidney hace pucheros.
—Pero seríamos una pareja muy linda.
Me las arreglo para alejarla de mí.
—Sí.
—Qué convincente —gime—. Bueno, puedo hablar por todos cuando digo
que seríamos adorables. ¿Verdad, Gio? Apóyame en esto.
Yo sonrío mientras él la aplaca de forma burlona. A Gio claramente le gusta
Sidney. Por lo que he visto esta semana, ella está en un nivel social totalmente
diferente al de él, pero se llevan muy bien a pesar de todo. Tal vez si no estuviera
tan empeñada en salir conmigo le daría una oportunidad a un tipo como Gio.
—Hola, Tierra llamando al nuevo chico —se queja Sidney—. Siempre estás
en tu cabeza. Hay un mundo entero aquí afuera conmigo en el centro de él.
Gio resopla.
—Dale un respiro, Sid. Acaba de anotar la mayoría de los puntos para
nuestro equipo. No me sorprendería si se desmayara en cualquier momento.

97
—Guarda el desmayo para mi tienda más tarde —susurra, agitando sus
pestañas hacia mí—. Vas a ir, ¿verdad? ¿Al Campfire Chaos? Solo he rogado toda
la semana.
—Yo, eh… —empiezo, pero luego cierro la boca cuando siento una presencia
intensa detrás de mí.
—¿Qué está pasando? —El suave estruendo de la voz de Roan se desliza
por mi espalda y hace que los pelos de mi cuello se ericen.
—Estamos invitando a Hollis al Campfire Chaos —dice Sidney
valientemente, mirando a mi lado con un desafío ardiente en sus ojos.
—Yo también —añade Gio—. Somos el paquete completo.
Los labios de Sidney se mueven.
—Claro.
—No recuerdo haber invitado a la rata al río —dice Roan en tono
amenazador—. ¿Ustedes sí?
No tengo que verlos para sentir que tres tipos más flanquean a Roan.
Tenerlos a mis espaldas me pone nervioso, pero saber que estamos frente a un
montón de padres, estudiantes y profesores ayuda.
—Está bien —murmuro.
La cara de Sidney se endurece con furia. Abre la boca para hablar cuando
mi madre se abre paso entre el grupo para abrazarme.
—Lo hiciste increíble, cariño —me elogia, besando mi cabeza sudorosa—.
Estaba muy orgullosa.
Cierro los ojos, ignorando toda la mierda, y me concentro en mi madre. Tan
fuerte. Tan cariñosa. Tan amable.
—Gracias, mamá.
Se aparta para sonreír a todos los del grupo.
—Hola, Roan. —Su sonrisa es simpática y maternal. Luego, saluda a los
demás—. Soy Kelsey.
Roan deja su actitud de idiota y presenta a sus amigos. Terrence y Cal le
dan la mano a mi madre, ambos con sonrisas de niños buenos. Jordy gruñe y
se las arregla para sonreír un poco por ella, lo que me parece una locura ya que
nunca lo he visto hacerlo. Gio exagera cuando se presenta, asegurándose de
besarle el dorso de la mano. Le doy una patada en el culo, apuntando a sus
pelotas, pero se las arregla para frustrar mi intento.
—Soy Sid. Hollis y yo podríamos ir al baile de graduación juntos.
Las cejas de mamá se levantan con diversión. Sabe que no me gusta Sid,
pero sigue la corriente de todas formas.
—Eso es maravilloso, cariño.
Sidney se pavonea y se acerca a mi madre, con sus ojos brillando de victoria.

98
No sé qué cree que ha ganado. Hasta que abre la boca.
—Invitamos a Hollis a acampar con nosotros. El padre de Cal es dueño de
un camping y, en invierno, básicamente tenemos el lugar para nosotros. Todo el
mundo se comporta. Cocinamos perritos calientes y contamos historias de
fantasmas. Súper divertido y seguro.
Mamá se ríe.
—No nací ayer. Sé que me estás dando la versión apta para adultos.
La cara de Sidney se pone roja.
—Yo, eh, yo...
—Está bien —le asegura mamá—. Mi hijo tiene dieciocho años. Es bueno
verlo salir y conocer gente nueva. Confío en que todos lo cuiden. —Sus ojos se
posan en Roan, que ahora se ha acercado para estar a mi lado, con nuestros
hombros rozándose.
—No estaré allí. —Su voz es áspera y cruda—. Tengo que volver a por Roux.
Los ojos de mamá se iluminan.
—Sobre eso. Venía a preguntarte si estaría bien que Roux pasara la noche
con nosotros. Me dice que te quedas en la bonita casa del bombero y que él vive
cerca. Te prometo que la cuidaremos bien. —Estira la mano y desordena el
cabello de Roan—. Yo cuidaré lo tuyo si tú cuidas lo mío.
Está tieso, pero cuando ve a Roux y Charlotte hablando cerca sus hombros
se hunden en derrota.
—Está bien.
Jordy gruñe por detrás de mí, pero mi madre no se da cuenta de su rabia.
—Maravilloso. ¿Qué tal si nos reunimos todos en The Mushroom Hut? Yo
invito. A todos les encanta la pizza, ¿verdad? —Mamá nos mira fijamente—.
Aunque es mejor que se duchen primero.
—Estaremos allí, señora English —dice Sidney, acercándose para tomar mi
mano—. Gracias por invitarnos.
—Bien. Nos vemos allí —gruñe Roan, empujando entre Sidney y yo,
separándonos las manos.
Mamá me guiña el ojo y finjo que no lo he visto. No tiene ni idea de cuánto
me odia este chico. Y acaba de invitar a todos los matones a cenar. Genial, joder.

—Ya casi llegamos —me asegura Sidney, y señala—. Gira aquí.


Quería conducir solo, pero Sidney se subió a mi auto cuando todos salieron

99
de la pizzería. Los matones sorprendentemente salieron con Roux y Charlotte,
ignorándonos, mientras Sidney y Gio charlaban con mi madre. No hubo peleas,
así que considero la cena un éxito.
Aunque no pudiera soportar un solo bocado de la pizza.
Me detengo en un área de campamento cubierta de nieve, anidada en el
bosque, y apago el auto. Los vehículos ya están estacionados. Parece que hemos
llegado más tarde que la mayoría. Estoy a punto de abrir la puerta cuando
Sidney pasa la palma de su mano sobre mi muslo.
—Me gusta tu mamá —dice suavemente—. Mucho más agradable que la
mía.
—Gracias.
Su palma sube más.
—Podríamos estar bien juntos, ya sabes. Realmente bien. —Me toca la polla
sobre el pantalón, haciéndome sisear.
Agarrándole la muñeca, la aparto suavemente.
—No.
La sorpresa transforma sus bonitos rasgos. Aparentemente Sidney no está
acostumbrada a que le digan que no. Por un breve momento, parece cansada.
Usada y abusada y desgastada. Cuando no está sonriendo, se ve jodidamente
triste.
La tomo de la mano, entrelazando mis dedos con los suyos.
—No es esa clase de no. No es cómo estás pensando. Es más bien el hecho
de que nunca pude corresponderte.
—Se me da bien chupar —susurra—. No necesito nada a cambio.
—Deberías, Sidney —digo firmemente, sujetándola con una mirada fija—.
Eres dulce y divertida y jodidamente hermosa.
Sus pestañas se mueven con fuerza en sus mejillas, pero es porque se le
están llenando los ojos de lágrimas y está tratando desesperadamente de
contenerlas.
—¿Por qué estás diciendo estas cosas? —Una lágrima cae por su mejilla.
Levanto la mano y la limpio.
—Porque son ciertas. Harás muy feliz a un hombre. Pero no a este tipo. Y,
por el amor de Dios, aléjate de los matones.
—Si soy tan divertida y bonita, ¿por qué nadie me quiere? —Su labio inferior
tiembla—. Tú no. No los matones.
—No puedo hablar por esos imbéciles, aunque estoy casi seguro de que es
porque son unos imbéciles egocéntricos que solo se aman a sí mismos, pero
puedo hablar por mí. —Le doy una sonrisa genuina—. Sid, soy gay.
Ella parpadea en mi dirección mientras mis palabras se asientan.
—¿Qué?
100
—Gay. No bi. Solo gay. Me gustan los chicos.
—Oh.
Inclinándome, le beso la mejilla mojada.
—Pero si yo fuera heterosexual, tú serías mi tipo. El tipo de novia seria con
potencial para el matrimonio. Espero que encuentres a alguien que vea eso
porque te lo mereces.
Ella me abraza y luego llora suavemente contra mi cuello. Acaricio su
sedoso cabello, casi deseando poder ser esa persona para ella. Apenas puedo ser
la persona que necesito ser para mí. Alguien golpea la ventana, haciendo que
Sidney grite de sorpresa.
—Oigan, tortolitos, guarden algunos besos para mí —dice Gio, presionando
su boca contra el vidrio.
Ambos nos reímos de sus payasadas.
—Sí, sí, ya vamos —refunfuño.
Se va riendo. Agarro su mano y la aprieto.
—Escucha —digo con un suspiro—. Ya que eres mi amiga y todo eso, quiero
confiar en ti. Aunque soy gay, y ya salí del armario en mi antigua ciudad natal,
no estoy listo para hacer eso aquí. No con los matones persiguiéndome y ahora
que acabo de entrar en el equipo de baloncesto. ¿Podemos mantenerlo entre
nosotros?
—¿Puedo al menos decírselo a Wendy? ¿A Gio? Necesito decírselo a alguien.
Por favor —ruega—. No puedes darle a una chica una información tan jugosa y
decirle que cierre sus labios.
—Puedes decírselo a Gio —me rindo con una sonrisa—. Si dejas que te invite
a salir.
Ella resopla.
—Muy buena.
—Estoy hablando en serio.
—¿Lo has visto? Conduce una furgoneta.
—¿Y qué?
Sus labios se presionan juntos antes de que suelte un resoplido.
—Es Gio. No lo sé. No me siento atraída por él.
—¿Porque te atraen los imbéciles como los matones? ¿Cómo está
funcionando eso?

101
Pone los ojos en blanco.
—Aj. Son unos imbéciles. Gio me hace reír y nunca trata de meterme la
lengua en la garganta ni de tocarme. —Luego se pone rígida—. ¿Y si no quiere
invitarme a salir?
Ante esto, me río.
—¿Hablas en serio? Ese chico está obsesionado contigo. Muestra un gramo
de interés y te invitará a salir en un abrir y cerrar de ojos.
—¿Obsesionado? ¿Por qué? ¿Qué dijo de mí?
Trato de imitar a Gio, lo que hace que Sidney se ría.
—Es una descarada, Hollis. Sus labios. Míralos. Nunca se calla sobre la
mierda más loca y no puedo apartar la vista.
—Ese imbécil —grita, golpeándome—. Sí me callo.
—No, pero es encantador.
Ella suelta un resoplido exagerado.
—Está bien.
—¿Bien?
—No se lo diré a nadie más que a Gio y diré que sí si pregunta.
—Lo hará.
14
Roan

H
ace mucho frío esta noche, pero me encanta. Hay algo sobre la
forma en que entumece mi alma de lo que no puedo conseguir
suficiente. Últimamente, todo duele por dentro, y el intenso frío es
un dolor preferible. Hay gente en todas partes. Cada viernes por la

102
noche, probablemente la mitad; la mitad genial, de los de último año se presenta.
Todos se reúnen en una de las cabañas principales durmiendo en tiendas y
vehículos. Cal generalmente enciende una gran hoguera que de alguna manera
llega más alto que la cabaña y aún se las arregla para no quemar el bosque.
Esta noche se siente diferente.
En lugar de estar relajado y feliz en uno de mis pocos retiros en mi mundo,
estoy ansioso. Nervioso. Acelerado. Tiene todo que ver con el hecho de que Hollis
está sentado en un tronco al lado de Sidney y Gio. Si bien Sidney es una habitual
del Campfire Chaos, Gio y Hollis no lo son. Es como si los raritos se hubieran
infiltrado en nuestra diversión.
Podría haber dicho que no.
Podría haber mirado a Kelsey a los ojos y decirle que no estaba invitado.
Pero ella estaba tan feliz de que estuviera incluido. Quería quedarse con
Roux por la noche. Simplemente no podía hacerle eso. Puedo ser un imbécil para
muchas personas, pero desafortunadamente parece que Kelsey no es una de
ellas.
Jordy me golpea el hombro con el suyo y me da una cerveza. Doy un sorbo,
mi mirada nunca dejando a Hollis. La nieve cae, pero se derrite cuando se acerca
al calor del fuego. Incluso usando mi abrigo, vaqueros y botas, todavía no tengo
calor.
—Tiene que irse —murmura Jordy con una voz que apesta como la de
alguien que bebió mucho esta noche—. Después de todo lo que hizo… —Se calla,
un silencio enojado terminando su declaración.
Después de todo lo que nos hizo a Roux y a mí.
El problema es que en realidad no hizo nada. No directamente. Si alguien
tiene la culpa, es su madre. Y ya he establecido cómo me siento por enojarme
con ella. Hollis es solo un blanco más fácil de culpar. Prácticamente lo pide.
Como si fuera un maldito mártir.
—¿Cómo está Roux? —cuestiona Jordy antes de tomar su cerveza—. ¿Está
triste?
Su pregunta hace un agujero en mi corazón. Jordy puede ser muchas cosas
—desquiciado, psicópata, malvado—, pero no es más que afectuoso cuando se
trata de mi hermana y de mí.
—Le gusta la casa de Mike. Tiene una buena vista de algunos patos.
Nos reímos.
Nuestra risa atrae la mirada de Hollis. Sostengo sus ojos con los míos
mientras sigo hablando con Jordy. El calor de la mirada del chico de porcelana
es más caliente que las llamas de la hoguera.
—Es seguro. Una noche completa allí y pude notar la diferencia, hombre.
No está tan tensa. La mirada afligida en sus ojos no está completamente allí. —
Aparto los ojos de la mirada acalorada de Hollis para mirar a mi mejor amigo—.
Si un día lejos del imbécil de Alejandro y mi madre la hacen sentir tan bien,
imagina lo que hará toda una vida.
103
Sus ojos se oscurecen en orbes demoníacos que asustarían a cualquiera
menos a mí. Entiendo la intensidad de Jordy. Ama violentamente.
—¿Crees que alguna vez actuarán e intentarán recuperarla?
Me encojo de hombros.
—Es su madre. En este momento, no. Mamá es una adicta promiscua. Así
que, legalmente, no. Ahora, no me extrañaría que hicieran alguna mierda turbia,
especialmente Alejandro.
Jordy me agarra por la nuca y me atrae hacia él, nuestras frentes
presionadas.
—Puede intentarlo —gruñe Jordy—. Pero te prometo que moriría en el
intento.
Alguien silba, sacándonos de nuestra conversación profunda.
—Carson tiene algunas bengalas —grita Cal—. ¿Quién quiere disparar
mierda desde el puente?
Ya está jodidamente borracho.
Terrence asiente hacia mí, entendiendo mi mirada preocupada. Cuidará de
él. Ese siempre ha sido el trato. Cuido de Jordy y él cuida de Cal. Alguien tiene
que mantener a esos dos imbéciles a raya.
—Venga. Vamos a ver a estos imbéciles explotar sus manos.
Cuando llegamos al puente peatonal que cruza el río Hood desde el
campamento hasta el área del parque, el viento aúlla y lleva bolitas de nieve y
hielo. El alcohol ya no me mantiene caliente. Necesitaré convencer de alguna
manera a Sidney para que salga de su sándwich de Gio y Hollis para que pueda
calentar mi saco de dormir esta noche.
Los pensamientos de Sidney montando mi polla con sus tetas rebotando
normalmente envían una oleada de fuego a través de mí. Esta noche no siento
nada. Echo un vistazo a su amiga Wendy. La chica no es tan generosa
sexualmente como Sid, pero sé que les ha hecho mamadas a algunos tipos del
equipo. Apuesto a que podría llevarla a la cama.
Sidney se ríe, atrayendo mi atención. Gio está jodiendo con ella.
Coqueteando tal vez. Sea lo que sea, a ella le gusta, sonriendo de una manera
tonta que nunca he visto. Hollis observa con satisfacción. Está vestido con su
abrigo de maestro sustituto, pero lleva vaqueros y botas. Una bufanda envuelve
su cuello y lleva un gorro.
Se ve cálido.
104
Me estremezco contra el viento, forzando a mis pies a permanecer pegados
al puente sobre el río en lugar de llevarme hacia él, buscando su calor. A pesar
de las temperaturas heladas, el río corre por debajo de nosotros. Cal, el jodido
idiota, dispara varias bengalas, sin tener en cuenta a todos los que lo rodean.
Uno de los tipos borrachos llamado Tim, al que casi golpeó una bengala en
el rostro, empuja a Cal. Él y Cal se pelean hasta que Terrence lo estrella contra
la barandilla. La madera se rompe con el peso de sus cuerpos. Tanto Cal como
Tim aterrizan en el suelo nevado de madera del puente, pero no se caen. Empiezo
a ir hacia Terrence mientras agarra el palo con fuerza, pero más partes de la
barandilla del puente se rompen. Casi cae al agua helada cuando Hollis sale de
la nada, agarrando su abrigo antes de que sea demasiado tarde. Me congelo,
sorprendido de que lo haya logrado a tiempo.
De ninguna manera.
Mi corazón se acelera en mi pecho cuando Terrence aparta a Hollis y se
aleja del borde. Tim se tambalea cuando Cal se pone de pie. Jordy y yo nos
acercamos a Hollis.
La mirada de Hollis encuentra la mía, buscando aprobación. Joder si no
quiero dársela. Acaba de salvar a mi amigo. Se merece algo. Una sonrisa de
agradecimiento curva mis labios. Baja sus ojos para admirar. Lamo mis labios
fríos, amando el calor que corre directamente a mi polla cuando sus ojos se
agrandan.
Empiezo a avanzar, sin saber qué quiero hacer. Tal vez le agradeceré. Quizás
solo lo abrace. Mi mente va a la estación de bomberos. Cómo pasó sus dedos por
mi cabello. ¿Y si presionara mis labios fríos contra los suyos? Mi polla está
endureciéndose.
Estamos tan centrados el uno en el otro que no notamos a Jordy.
Rápido. Enojado. Una tormenta.
—Esto es por Roux —gruñe Jordy.
Observo horrorizado a mi mejor amigo empujar a Hollis del puente. El jadeo
colectivo del grupo casi retumba en la tierra. Atrapo los ojos de Hollis antes de
que se caiga.
No asustado.
Jodidamente aterrorizado.
Me persigue hasta mi maldita alma.
Me acerco al borde segundos demasiado tarde. Oí el chapoteo pero no lo vi.
—¿Qué has hecho? —le grito a Jordy—. ¿Qué mierda has hecho?
—Mierda —dice Cal con un jadeo.

105
—Yo, uh —balbucea Jordy.
Todos miramos las heladas y agitadas aguas, esperando que Hollis salga.
Una mano.
Un intento desesperado por alcanzar la superficie, pero un fracaso total. Me
recuerda a cuando Roux se cayó en la piscina pública un verano cuando éramos
más pequeños. Se agitó salvajemente antes de hundirse hasta el fondo y tuvo
que ser rescatada por un socorrista.
Oh, Dios mío.
—No puede nadar.
Mis palabras apenas han salido de mi boca antes de tirarme del puente,
temiendo cada segundo antes de que mi cuerpo golpee el agua fría.
Un infierno helado.
Esa es la única forma de describir cómo se siente en el momento en que me
sumerjo completamente en el río. Todos mis músculos gritan de agonía a la vez,
mis huesos se ponen rígidos en protesta. Sin embargo, son mis pulmones los
que sienten que colapsarán sobre sí mismos. Salgo a la superficie en busca de
dónde podría haber ido.
—¡Allí! —grita Cal, señalando algo salpicando cerca.
Nado a ciegas hacia él, mi cuerpo agarrotándose por el frío. Cuatro metros
y medio de distancia tal vez. Nada más rápido, maldita sea. Uso cada onza de
poder que tengo para nadar en su dirección. La corriente nos está llevando a un
ritmo constante. Si no lo alcanzo pronto, las aguas acelerarán y luego nos
arrojarán al río Columbia. Bien podríamos estar muertos entonces. Las
corrientes son demasiado fuertes en ese río.
Mis dedos, rígidos y doloridos, buscan. Un abrigo. Lo agarro, pero tiro
demasiado fuerte. Se queda en mis brazos. Me hundo bajo el agua con su peso
hasta que lo suelto. Debajo de la superficie helada, veo una extremidad pálida.
Nadando fuerte, ignorando todos mis dolores, agarro el brazo frío. Me las arreglo
para rodearlo con los brazos y patear a la superficie.
—Hollis —gruño, mi voz ronca por el esfuerzo y el frío—. ¡Hollis!
Ninguna respuesta.
Mierda.
Joder.
Piensa, Roan.
Me dirijo a la orilla, mi mente agitada. Necesita RCP. Recuerdo lo básico de
lo que aprendimos en la clase de gimnasia de octavo grado. Tendrá que servir.
Mis pies golpean la grava y nos arrastro hacia la orilla. Se puede escuchar a la
gente gritar a cierta distancia. No estoy preocupado por ellos. Solo por él.
Cálidas lágrimas queman mis mejillas mientras trato de concentrarme en

106
revivirlo. Mierda. Necesito revivirlo. No sé si está respirando. Mi mente entra en
piloto automático, recordando las lecciones del señor Lancaster. Pellizcar la
nariz. Inclinar la cabeza hacia atrás. Respirar. Compresiones torácicas. Si
vomita, girar la cabeza hacia un lado.
Aunque mi corazón está frenético dentro de mi pecho, me concentro en
ayudarlo. Recordando cada lección aprendida. Repito mis acciones hasta que se
ahoga.
Oh, joder
Está vivo.
Un grito incoherente se me escapa mientras muevo su cabeza hacia un lado.
El agua del río brota de sus labios, seguido por el gemido más hermoso del
mundo. Música para mis oídos.
Estoy tan cansado.
Comienza a temblar, sollozos ahogados saliendo de él, y todo lo que puedo
hacer es caer contra él, desesperado por sentir calor ahora que el frío del aire en
mi cuerpo mojado me está helando. La somnolencia golpea rápido. Mis ojos se
cierran hasta que un montón de voces nos rodean.
Gio.
Es muy ruidoso.
Espetando órdenes a izquierda y derecha.
Terrence y Cal me levantan. Otros dos tipos vienen por Hollis. Intento abrir
la boca para hablar, pero mis dientes castañean demasiado. Sidney y Wendy
están sollozando cerca.
¿Qué mierda acaba de pasar?
¿Dónde está Jordy?
Me pongo más mareado y aturdido en nuestro viaje. Nos llevan al Tahoe de
alguien y luego nos empujan dentro. Conducen muy rápido hasta que volvemos
a la cabaña. Una vez más, nos llevan adentro.
—Deberíamos llamar a una ambulancia.
—No podemos llamar por esto.
—Mierda, vamos a estar en muchos problemas.
—¿Qué demonios le pasa a Jordy?
—¿Deja de hablar y quítales la ropa?
Todas las voces están hablando a la vez. Es confuso y enloquecedor. Estoy
parpadeando para tratar de mantenerme despierto mientras Cal y Terrence
prácticamente me arrancan la ropa. ¿Por qué me están desnudando? Hace
jodidamente frío. Echo un vistazo para ver a algunos chicos del equipo haciendo
lo mismo por Hollis.
Sus costillas.
107
Puedo ver sus costillas.
¿Por qué está tan azul?
—No lo toquen —gruño, mi voz un susurro.
—Te estamos tocando porque tenemos que calentarte —replica Cal,
bajándome sobre la cama de la cabaña.
No a mí.
A él.
Hollis
—Tráelo aquí también —instruye Cal.
Los chicos bajan a Hollis a la cama a mi lado. Es jodidamente raro que todos
estemos desnudos. Aunque el cuerpo de Cal está cálido mientras se acurruca
alrededor de mi cuerpo. El otro tipo, Gage, va detrás de Hollis. Terrence y Gio
nos arrojan mantas. Es como una orgía de aspirantes jodidos y retorcidos.
Pero nadie está teniendo relaciones sexuales.
El brazo de Gage roza el mío y me erizo. No me gusta el hecho de que esté
en su maldito bóxer, frotándose contra Hollis. No me importa si es por calor, no
me gusta. Mi brazo se desliza alrededor del cuerpo frío y flácido de Hollis y lo
atraigo hacia mí.
Su cabeza se vuelve hacia la mía. Los ojos azules del mismo color que sus
labios ahora son vidriosos, pero me evalúan de una manera que me hace pensar
que está bien. Intento acercarme a él. Necesito sentirlo, saber que está vivo. Sus
manos frías encuentran las mías, agarrando débilmente. Cal es un cabrón
inquieto detrás de mí, pero maldición si no estoy disfrutando cada segundo de
su calor.
—¿Quién sabría que terminaríamos haciendo cucharita y yo sería la
cuchara grande? —El imbécil borracho de Cal exhala contra mi cabello—. Sé que
soy más alto, pero siempre has sido del tipo cuchara grande. ¿Quieres cambiar
de lugar? —Pellizca mi pezón congelado, haciéndome gruñir en advertencia—.
Lo tomaré como un no, grandote. —El borracho intenta morderme el hombro.
Me las arreglo para acercarme más a Hollis. Nuestras narices están frías
cuando se tocan, pero necesito poder sentir su aliento sobre mí. Para recordarme
que no se ahogó. Todos son ruidosos a nuestro alrededor, demonios, incluso los
dos idiotas desnudos en esta pequeña fortaleza de mantas, pero todo enmudece
cuando me concentro en la respiración irregular de Hollis.
Dentro y fuera.
Dentro y fuera.

108
Vivo.
Tan jodidamente vivo.
15
Hollis

D
espierto con un parpadeo cuando alguien me sacude. Los ojos
dorados de Roan brillan con fuego mientras me mira fijamente.
—No te duermas —ordena, sus palabras ásperas.
Es curioso que hace solo un par de días le dijera lo mismo. No estoy seguro
de cuánto tiempo ha pasado, pero Cal y otro chico ya no están en la cama con
nosotros. La cabaña se ha oscurecido y el fuego de la chimenea brilla 109
intensamente. La gente grita y se ríe más allá de las puertas de la cabaña. Es
entonces cuando me doy cuenta de que estoy solo con Roan.
Desnudo.
El calor arde en mi columna vertebral, calentando mi carne aún fría. Me
duelen los pulmones de tragar tanta agua y todavía me hormiguean las
extremidades. Como si estuviera en sintonía con mis pensamientos, Roan frota
sus pies fríos contra los míos.
—No puedo nadar. —No sé por qué necesito decir las palabras, pero lo
hago—. Mi, eh, mi padre trató de enseñarme, pero siempre entraba en pánico.
Cuando entraba en pánico, se enojaba. Sabía que sucedería, así que comencé a
encontrar excusas para no ir en primer lugar. No sería una decepción si nunca
le daba nada sobre lo que estar decepcionado.
Cierro los ojos con fuerza, odiando ver el ceño fruncido de mi padre mientras
estamos en medio de nuestra piscina. Él gritándome “jodidamente inténtalo”. Yo
intentándolo y fallando. El llanto. El dolor en mi estómago, que siempre es peor
cuando está enojado.
—Que se joda tu padre.
Soy sacado del pasado y abro los ojos. La mirada de Roan me calienta hasta
los huesos. Su rostro está muy cerca del mío. Me gusta la forma en que su cuerpo
toca el mío. Una tregua. Estoy cansado de estar en guerra.
—Pensé que iba a morir —balbuceo, mi cuerpo temblando.
Roan se acerca unos centímetros, su nariz roza mi mejilla como si me
estuviera inhalando. Sus labios están en mi piel cuando dice:
—Pero no lo hiciste. Te salvé.
Girando hacia su cálida boca, persigo lo que necesito desesperadamente.
Él. Mis labios fríos y agrietados rozan los suyos. Aspira cuando nos detenemos.
Quiero besarlo, pero algo me lo impide. Quiero que él también lo desee. Su mano
encuentra mi cadera desnuda y estoy listo para que me aleje.
Lo hace.
Lo hace.
Jodidamente lo hace.
Pero se mueve conmigo, empujando su muslo desnudo entre los míos
mientras su lengua se hunde en mi boca. Ambos gemimos, sorprendidos por el
beso, pero luego nos volvemos voraces. Estoy débil, dolorido y mareado. Sin
embargo, su beso es estimulante.
Áspero y gentil.
¿Cómo?
Dulce y amargo.
¿Por qué?
Su lengua se desliza contra la mía, despertando mi polla como si la
110
estuviera acariciando. Gimo en su boca. Esto parece desencadenarlo porque se
pone encima de mí. Nuestras pollas están duras entre nosotros. Su boca se
separa cuando un gruñido sexy escapa. Aprieta sus caderas contra las mías,
enviando corrientes de placer explotando a través de mí.
—Roan. —Se oye mi súplica entrecortada porque me besa más fuerte. Más
necesitado. Frenético. Se frota contra mí, tan ansioso por esta sensación como
yo. Mis dedos encuentran su cabello húmedo y desordenado y tiro de los
mechones. Sisea, mordiendo mi labio inferior.
—Joder, Hollis. ¿Qué mierda?
Quiero besarlo en todas partes.
Probar cada centímetro.
Sentirlo dentro de mí.
Los pensamientos que pasan por mi mente son demasiado rápidos y
caóticos para comprenderlos. Es una locura. Roan es una loca adicción. Necesito
esto. Lo necesito.
—¿Por qué quiero esto? —pregunta, alejándose un poco, sus ojos ámbar
parpadeando con confusión—. ¿Por qué te quiero?
“¿Cuál es tu tipo?”.
“No ella”.
“¿Eres bi?”.
“No soy nada”.
—También lo quiero —digo, apartando el recuerdo de nuestra conversación
anterior. No es nada. Es mucho más que nada. Un millón de veces más que
nada.
—Pero eres gay —gruñe—. Soy…
—Jodidamente no lo digas.
Nos miramos a los ojos. La palabra estaba en la punta de su lengua. Lo
beso, robándola de sus labios y devorándolo.
—Eres Roan —murmuro—. Eres más que nada.
Me besa más fuerte, sus caderas moviéndose salvajemente contra mí.
Nuestra respiración se vuelve irregular a medida que nos acerca al borde. En el
momento en que empiezo a correrme, agarro su cabello y arqueo mi espalda,
doliendo por cada movimiento contra mí. Su boca encuentra mi cuello. Me
muerde y luego chupa con suficiente vigor para dejar una marca. Mi esperma
sale caliente y espeso, empapando nuestros vientres. Es resbaladizo y él gime
contra mi cuello.

111
—Los estoy revisando, imbécil —grita Terrence mientras tropieza en la
cabaña.
Roan se tensa y su corazón late con fuerza a través de su pecho para bailar
con el mío. Su polla pulsa contra mi piel resbaladiza, palpitante con la necesidad
de liberación.
—Estamos bien —dice Roan, su voz tensa—. Todavía está vivo.
Terrence deja escapar un fuerte suspiro antes de caer sobre las mantas
detrás de Roan. Roan está rígido, su rostro aún contra mi cuello. En cuestión de
segundos, Terrence respira profundamente con el sueño. Deslizo mi mano entre
nosotros, mojándola en mi semen, y luego rodeo la polla de Roan. Larga, gruesa,
caliente. Se ahoga con un gemido.
—Shh —murmuro mientras lo acaricio—. No lo despiertes.
Los labios de Roan presionan mi carne y sus caderas se flexionan
levemente, encontrando mi mano en cada caricia. Utilizo mi esperma como
lubricante y le doy el mejor trabajo manual teniendo en cuenta nuestra situación
de mierda. Solo toma unos pocos movimientos expertos antes de que su polla se
hinche y palpite su liberación. Nos empapa aún más, pero me encanta. Robo
estos momentos con él con avidez porque quién sabe qué pasará mañana.
—Joder —susurra Roan.
—Sí, joder.
Siento su sonrisa en mi cuello y maldición si eso no se siente mejor que
soltar mi carga sobre el chico malo más sexy que he conocido.
Me va a matar.
Y no de la manera en que casi lo hizo el psicópata de Jordy.
Roan ha metido su mano dentro de mi pecho y arrancado mi corazón de su
jaula. Late como loco en su puño. Puede conservarlo o puede aplastarlo. No
importa lo que haga, no importará. Se lo he dado, y me asusta muchísimo,
porque sé que nunca lo recuperaré.

—¿Aún vivo?
Parpadeo y abro los ojos, instantáneamente siento dolor en cada músculo,
mientras busco el sonido de la dulce voz femenina.
—Define vivo.
Sidney se ríe.
—Estás hablando, entonces viviste. Pensé que al tener que pasar la noche

112
con los Hoodlums, seguramente serías carne muerta.
Me siento y examino la cabaña. Todos se han ido.
—¿A dónde fueron todos?
—Nadie se queda más allá del mediodía los sábados después de Campfire
Chaos. Somos algunos de los últimos. Eres mi transporte, así que…
—Oh, mierda. Lo siento. Estaba completamente inconsciente.
—Alguien tuvo un buen sueño —comenta Sidney, dirigiendo sus ojos hacia
mis abdominales desnudos que tienen jodido esperma seco.
Bueno, eso es incómodo.
—Eh… —Me paso los dedos por el cabello y le doy una mirada frenética—.
Es…
—Sucede —dice con una sonrisa—. Pretenderé que era en mí en lo que
estabas pensando.
Le sonrío.
—Porque eso no lo hace menos incómodo.
Se pone de pie y camina hacia el área de la cocina. Todavía estoy observando
la cabaña, buscando ropa, cuando regresa con un trapo mojado.
—¿Dónde está mi bolsa?
—Todavía en el auto —responde, arrojándome el trapo—. Iré por ella. Quería
asegurarme de que estuvieras vivo primero. Hubiera sido un esfuerzo inútil ir a
buscar ropa para un cadáver. —Sonríe dulcemente.
Niego hacia ella mientras limpio el desastre, intentando no darle un gran
espectáculo a esta chica.
—Genial, Sid.
—Sin mencionar que no quería perder la oportunidad de verte desnudo. —
Se encoge de hombros. Sin embargo, sus palabras están destinadas a ser
juguetonas. Hay algo diferente en ella.
—¿Dónde está Gio?
Su rostro se sonroja de un rojo brillante.
—Se fue a casa.
—¿Se encuentra bien?
—Por supuesto que sí —dice gruñonamente—. ¿Por qué no lo haría?
—Era solo una pregunta. No lo vi después de toda esa mierda que sucedió.
Se cruza de brazos y frunce el ceño.
—Lo siento. Me siento…
—¿A la defensiva?
—Sí.
—¿Y por qué es eso?
—Tenías razón.
113
Mis cejas se alzan.
—¿Con Gio?
—Sí. Es… no sé cómo explicarlo. Simplemente me ve, no mucha gente lo
hace.
—¿Ustedes dos…?
—¿Follamos? ¿Porque eso es por lo que soy conocida? —Sus mejillas
vuelven a arder rojo brillante y su labio inferior tiembla.
—Iba a decir si se besaron.
—Oh —resopla—. Lo siento. Soy un asco en esto. —Sus dedos juegan con
un mechón de su cabello castaño mientras frunce el ceño—. Me enojó lo que hizo
Jordy. Te cuidaron, pero estaba afectada. Gio se acercó a mí y me abrazó. Me
preguntó si quería hablar sobre eso. Entonces paseamos. Hizo más frío, así que
decidimos hablar más en su tienda. —Traga saliva—. Me siento como una puta,
Hollis.
—¿Qué? ¿Por qué?
—Me besó. Fue dulce. Agradable. Me gustó mucho. Demasiado.
Simplemente me arrojé sobre él y comencé a desnudarme. —Una lágrima cae
por su mejilla—. Me besó de nuevo. Suavemente. Luego me dijo que me volviera
a poner la camisa. —Otra lágrima—. Estaba devastada por haber sido rechazada.
Lloré sin parar. Solo me abrazó. Me acurrucó. Siguió besando mis lágrimas.
Cuando me tranquilicé, dijo que quiere conocerme primero. Me preguntó si
podíamos salir en una cita. Quiere llevarme a cenar. Tal vez conocer a su madre.
Me sentí como una zorra.
—No eres una zorra, Sid.
—Pero lo soy. Me he entregado libremente a cualquiera que me dé la hora
del día. Es solo sexo. Sexo vacío. Nunca se quedan para el después. No me di
cuenta de que quería un después. —Se ríe—. Gio ni siquiera es mi tipo, pero
simplemente me ve. Nunca antes me habían visto así. Estoy emocionada por
salir con él esta noche. No porque piense que tendremos sexo, sino porque quiero
pasar más tiempo con él y discutir con él sobre todas las tonterías que dice. Es
divertido e inteligente, pero es dulce. —Sus labios se alzan—. También besa muy
bien.
—Gio es un gran tipo y eres una gran chica. Ustedes dos tienen que
intentarlo. Estoy feliz de que le des una oportunidad.
Se pone de pie y saca mis llaves del bolsillo de mis vaqueros empapados.
—Ahora que nos hemos ocupado de mí, solo tenemos que buscarte un
novio.
No quiero un novio
Quiero un Hoodlum.
114
—¿Qué tal si empezamos con mi ropa primero, Cupido?
16
Roan

J
ordy camina por la sala de nuestro apartamento garaje, pareciendo
más roto que nunca. No me di cuenta de que mi mejor amigo estaba
pasando por alguna mierda mental. Lo suficiente como para que
intentara matar a Hollis por ello. Está jodido, y voy a llegar al fondo

115
del asunto.
—Háblame, hombre —insisto, cruzando mis brazos sobre mi pecho—. Dime
lo que pasa por tu cabeza.
No lo culpo. Es mi hermano. En ese momento, probablemente sintió que
estaba tratando de protegernos. Pero normalmente, no tomaría una decisión que
cambiaría su vida. No necesito que vaya a la cárcel por mí. Lo necesito aquí
conmigo.
—Jordy...
—Solo —suelta, frotando las palmas de sus manos sobre su cabeza
agitada—. A veces me enojo tanto, joder. —Arrastra sus manos sobre su rostro,
sus dedos extendidos, y me mira con sus ojos oscuros, antes de dejar que sus
manos caigan a su lado—. Eres familia. Él es una amenaza para mi familia.
—Hollis no es una amenaza —digo—. Claro que agita la mierda cuando se
trata de mí y de Roux, pero no es así. No tiene intención de hacernos daño. —
Doy un paso más hacia él y le agarro el hombro—. Él es solo la punta del iceberg.
¿Qué está pasando?
Hace crujir su cuello y se aleja de mí para continuar su paseo. —Solo una
mierda con Juno.
Su hermano Juno, el dueño del taller, puede ser un gran idiota. En una
época, solía golpear a Jordy. Luego, Jordy se hizo más grande para poder
devolver la patada en el trasero. Desde entonces, Juno lo ha dejado en paz. Se
relacionan lo suficiente como para que Jordy trabaje allí con él. Sus padres son
mayores e ignoran los problemas de sus hijos. Su madre no habla inglés y piensa
que sus hijos no hacen nada malo. Su padre es un adicto al trabajo que trabaja
largas horas en la fábrica de neumáticos.
—¿Está siendo un imbécil otra vez?
—Juno siempre está siendo un imbécil. Esto es... —Deja escapar un pesado
suspiro—. Se ha mezclado con algunas personas.
—¿Qué clase de personas?
—Malditos pandilleros.
—¿Juno? ¿Desde cuándo?
—Desde que ha estado esforzándose en la tienda. Hizo algunos trabajos
para un tipo llamado Renaldo. La mayoría de ellos desmontando algunos autos
robados.
Frunzo el ceño, frotando la tensión de la parte posterior de mi cuello. —No
puedes involucrarte en esa mierda, hombre.
Me frunce el ceño. —Ya lo estoy, Roan. Lo he estado ayudando porque, ¿qué
opción tengo? Pero no tiene fin. Renaldo le paga bien por esa mierda, así que los
trabajos siguen llegando. Pero también lo hacen sus amigos imbéciles.
—¿Te están dando problemas?
—Nada que no pueda manejar.
—¿Necesitamos patearle el trasero a alguien?
116
Jordy resopla.
—¿Y arriesgarme a que pierdas a Roux? No, joder, hombre. ¿Por qué crees
que te he dejado fuera de esto? Ya tienes suficiente con lo que lidiar para
mantener la comida en su boca. Y ahora con ustedes dos quedándose aquí, es
demasiado. No te voy a involucrar.
—Puedo ayudar —murmuro, aunque ambos sabemos que no puedo.
—No quiero que lo hagas. —Echándome un vistazo—. Cuida de Roux. Ella
es lo más importante para mí. Para nosotros. Haré lo que sea para asegurarme
de que esté lejos de esta mierda. Te necesita. Yo tengo esto.
Pero no lo tiene.
Apenas está colgando de un hilo aquí.
—¿Y si dejas de trabajar allí? —preguntó—. Tal vez podríamos encontrar un
trabajo juntos en otro lugar. ¿La fábrica de neumáticos con tu padre tal vez?
Necesito encontrar una manera de pagarle a Mike por todo esto.
La ira de Jordy se desvanece y se queda mirándome fijamente. Como lo
haría un padre con su hijo que no entiende las complicadas formas del mundo.
—No puedo liberarme. Pero tú no has ido a la tienda en años. Solo mantente
alejado, ¿de acuerdo? Sigue haciendo lo que tengas que hacer por Roux.
—No me gusta esto —gruñó, irritado de que vaya a asumir esta carga él
solo—. Está jodido —Lo está arrastrando a lugares de los que nunca creí que
Jordy fuera capaz. Como empujar a un chico a un río congelado, esperando que
muera.
Un escalofrío recorre mi columna vertebral al recordar lo jodidamente frío
que estaba ese río.
—A mí tampoco me gusta —murmura Jordy—. Pero lo resolveré. Es lo que
hacemos. Somos Hoodlums. No dejamos que la vida nos joda. Nos ponemos de
pie y jodemos a la vida.
Lo acerco a mí y lo abrazo.
—No me empujes. Si necesitas ayuda, sabes dónde encontrarme. Tengo a
Mike y a la estación. Tiene conexiones. Si necesitamos llamar a la policía...
—No lo hagas. Nunca digas eso. —Su voz es feroz y dura—. Te matarán,
joder. No lo hagas.
Y por mucho que odie hacerlo, sé que nunca lo volveré a mencionar.
—No puedo mantener a Roux a salvo si me preocupo por ti —le digo—.
Cuídate. Te necesitamos.

117
—Como dije —gruñe—. Yo me encargo de esto. Ahora vamos a recoger a la
pequeña Hoodlum y a almorzar. Me muero de hambre.
La conversación ha terminado oficialmente.
Pero no importa lo que diga, sé que no lo tiene. Apenas se mantiene unido.
Solo otra maldita cosa por la que estresarse.

—¿Quién diablos es Kayden? —exijo, tirando el diario de mi hermana en su


cama.
Se sube las gafas por la nariz y pone los ojos en blanco. —Un chico.
—Nada de chicos. Nunca.
—¿Por qué no? —exige, con las cejas fruncidas de rabia.
—No lo sé. Porque tienes trece.
—Casi catorce.
—Que gran mierda. Catorce sigue siendo demasiado joven para los chicos.
—Tú no eres mi padre. —Toma su cuaderno y lo mete en su mochila, las
lágrimas brotan en sus ojos marrones como los míos.
La culpa casi me derriba. He sido un desastre este fin de semana. Estoy
preocupado por Jordy. Estresado por la situación actual de Roux y mía. Y luego
está Hollis.
Joder.
Intento meter lo que pasó en el fondo de mi mente. Pero las dos últimas
noches, es todo en lo que puedo pensar. Me quedo despierto pensando en lo
aterrado que me sentí cuando lo vi caer al agua, lo cual no tiene sentido ya que
apenas lo conozco. Sobre todo, pienso en besarlo. Su lengua caliente y urgente.
La forma en que nuestros cuerpos se frotaron entre sí. Cómo se me echó encima
y luego usó su puta corrida para masturbarme.
Dos noches seguidas, me masturbé con esa imagen.
¿Por qué?
Ni siquiera me gustan los chicos.
Excepto él.
Diablos, no estoy seguro de que me guste.
Pero me gusta cómo se sintió. La forma en que sabía. Cada sonido que
resonó en su garganta. Es enloquecedor y adictivo. Quiero más, pero quiero huir.

118
Hoy, en la escuela, tendré que enfrentarme a él. No intentó enviarme mensajes
en todo el fin de semana, o si lo hizo, no lo sé porque mi teléfono se arruinó en
el río. No sé qué mierda decirle.
—No quise decir eso —dice Roux, arrojando sus brazos a mi alrededor—. Lo
siento.
—Oye —murmuró, frotando su espalda—. No estoy enojado. Solo perdido
en mis pensamientos. Te prometo que no se trata de ti.
Se aparta y sonríe.
—¿Sobre una chica? ¿Sidney?
—No Sidney.
—Oh, bien. Sidney es una hoochie.
Resoplo.
—¿Qué es una hoochie?
—Una chica que se enrolla con todos los chicos y usa camisas que le dejan
las tetas afuera.
—Si alguna vez te conviertes en una hoochie, te daré una paliza —me burlo,
le despeino el cabello—. Los chicos no necesitan ver esa mierda. Especialmente
Kayden.
Su rostro se cae. —Kayden es tan caliente. Aunque no le gusto. La única
razón por la que me habla ahora es por Charlotte.
—¿Ah, sí?
—La has visto —murmura, poniendo los ojos en blanco—. Es tan hermosa
con su cabello rubio y su ropa elegante. Yo soy... —Le hace señas a su ropa. La
culpa me invade por no poder comprarle ropa bonita como la que lleva
Charlotte—. Soy solo yo.
—No eres cualquier cosa, Roux. Eres todo. Para mí, eres la mejor persona
del planeta.
Se dirige a mí. —Si pudieras convencer a los chicos de mi escuela.
—Tal vez los chicos de tu escuela no te merecen. Quizá encuentres a alguien
mejor cuando vayas al instituto el año que viene. —Todavía le daré una paliza a
cualquiera que la mire mal, pero al menos puede tener algo que esperar.
—Así que si un chico me invita a salir, ¿me dejarás ir? —se burla.
—Estás presionando, niña. Puede que lo deje pensar en salir contigo, pero
dudo que lo deje hacerlo de verdad.
—Tonterías.
—Solo te estoy protegiendo.
Alguien toca la bocina y me asomo por la ventana. Jordy está al frente en
su Ford Explorer. Cerramos y bajamos las escaleras.
—Hola, pequeña Hoodlum —dice Jordy cuando nos metemos en su auto—.
¿Te gusta tu nueva casa? 119
—Es súper bonita, Jordy. Tienes que venir a pasar el rato un día. Incluso
hay comida en nuestra nevera. Roan dice que me va a enseñar a cocinar algunas
cosas.
Jordy le sonríe por el espejo. —Solo sabe hacer queso a la parrilla.
—El mejor queso a la parrilla —discuto. Es el mejor. Lo unto con
mantequilla y lo observo como un halcón para que se tueste pero no se queme.
—Hago tacos que te harán llorar —presume Jordy—. El queso a la parrilla
de tu hermano palidece en comparación.
—Oye, puedo hacer tacos —refunfuño.
—Tacos de chico blanco —Jordy sacude la cabeza—. Carne asada sazonada
con sal y pimienta. Cebollas salteadas para echarlas ahí. Calentar algunas
tortillas de maíz suaves. El cielo en tu boca, pequeña Hoodlum.
—Yum —gime.
—Aún no he terminado —bromea—. También hago una salsa casera.
Tomates y tomatillos con chiles de árbol. Ajo, sal, clavo, cebollas, un poco de
cilantro. Se te va a estropear la boca, niñita.
—Puedes mudarte con nosotros. Sé nuestro chef personal —le dice Roux.
Se ríe y joder si no es un gran sonido para escuchar. —Y ni siquiera te he
hablado de mi guacamole casero.
—Amigo —gruñó—. Lo entendemos. Tu destreza culinaria eclipsa a la mía
todos los días de la semana.
Me ignora, sigue burlándose. —Aguacates maduros, tomates, chiles
jalapeños verdes, cilantro, jugo de limón. Mezcla todo y sírvelo. Nunca has
comido bien hasta que has probado mi comida.
Roux se ríe en la parte de atrás. —Eres un engreído.
—No es ser engreído cuando es la verdad —responde.
Continuamos con nuestras bromas hasta que llegamos a la escuela
secundaria. Roux salta y nos saluda antes de ir hacia las puertas. Cuando un
chico flaco con cabello oscuro que cae sobre sus ojos se acerca a ella, Jordy y yo
la miramos con fijeza.
—¿Quién mierda es ese? —Jordy exige.
—Si tuviera que adivinar, es Kayden.
El chico en cuestión nos lanza una mirada de pánico. Supongo que puede
sentir la intensidad de nuestras miradas.
Roux se gira para mirarnos y dice:
—Por favor, deténgase.
—Vamos —gruño.
Jordy se mueve lentamente, girando el cuello para que el chico lo mire
120
fijamente. Finalmente dejamos el estacionamiento con un chirrido de
neumáticos.
—Sabes que vamos a tener que matarlo —dice Jordy. Normalmente,
pensaría que está bromeando, pero después de la mierda de Hollis, no estoy tan
seguro.
—A ella le gusta él. Es el primer chico que ha hablado con ella. Esta mierda
es difícil —me quejo. A veces ser más un padre para tu hermana que un hermano
es confuso.
—No es difícil —dice Jordy—. Ella no puede hablar con chicos. Es una niña.
—Intenta decirle eso.
—Lo haré.
Culo testarudo.
—Y tu papel como su favorito pronto será degradado. La hice llorar antes
cuando me dio un ataque por ese chico. Confía en mí, déjalo en paz si no quieres
que te odie.
No confirma ni niega que lo hará cuando nos detenemos en el
estacionamiento de nuestra escuela. Por supuesto que Jordy estaciona justo al
lado del Mustang púrpura de Hollis.
Antes de que salgamos, agarro el brazo de Jordy y lo miro fijamente. —
Déjalo en paz.
Su rostro se vuelve tormentoso.
—Hablo en serio, Jordy. Necesito que te alejes cuando se trata de Hollis.
—¿Crees que contará lo que hice? —Sus ojos se oscurecen.
—No. Es solo que no quiero verlo lastimado.
—¿Por qué no? Es solo una maldita rata gay. A nadie le importa una mierda.
Me reviento los nudillos y me encojo de hombros. —A alguien le importa.
—Alguien, ¿eh?
—Sí. Y alguien se preocupa por ti también. Así que no la cagues porque
Juno es un imbécil y te está molestando. Te necesito. ¿Me entiendes?
—Sigo pensando que es una pequeña perra —me dice Jordy—. Pero no lo
tocaré, maldición.
Dejo escapar un profundo suspiro de alivio.
—Pero eso no significa que no le diré lo perra que es. —Sale del vehículo y
comienza a caminar hacia un grupo de personas.
Hollis, que lleva una bata de profesor sustituto, se da la vuelta justo a
tiempo para mirar a Jordy. Sus ojos se abren, un destello de miedo brillando en 121
ellos. Salgo del auto y me apresuro a alcanzar a Jordy en mi siguiente
respiración. Me las arreglo para agarrar su mochila justo antes de que llegue a
Hollis. Todos los chicos a su alrededor parecen escabullirse. Sidney y Gio dan
un paso adelante como si sus flacos traseros fueran a hacer una mierda.
—Cuidado, rata —Jordy se burla de Hollis—. No quisiera que volvieras a
dar un paso en falso y te cayeras. Como la última vez.
Jodido Jesucristo.
Los ojos azules de Hollis se dirigen a los míos, heridos y acusadores. —No
hay problema, hombre —le dice a Jordy, pero me mira fijamente—. Me
mantendré alejado.
Le lanzo a Hollis una mirada de disculpa, pero nos da la espalda. Un
movimiento atrevido considerando que Jordy es jodidamente impredecible.
Agarro a mi mejor amigo y lo llevo hacia la puerta. Toda esta situación es una
mierda.
17
Hollis

P
ongo mi mejilla contra la fría pared de bloques de cemento pintada
de gris. No voy a vomitar. No voy a vomitar. No voy a vomitar. Mi
estómago se revuelve y arde, pero no sale nada. Es bueno que haya
dejado pasar el tocino y los huevos esta mañana. Esa mierda sería

122
enfermiza si volviera a subir. Otra ola de náuseas me golpea. Pensar en la comida
no es prudente.
En cambio, pienso en el mensaje de papá, que no es mucho mejor.
Papá: Tenemos que hablar.
No quiero hablar con él. No después de todo lo que hizo. La forma en que se
puso furioso porque descubrió que me gustan los chicos. Gran cosa.
Aparentemente para él, es la gran cosa. Nunca he visto a un hombre adulto hacer
semejante berrinche en toda mi vida.
Debí saber que se volvería loco.
Soy una vergüenza para su nombre.
¿Ni siquiera sé lo que esto podría hacer a su reputación en el hospital?
En otros países, la gente es asesinada por esta mierda.
La última parte es lo que envió a mamá en un raro ataque de rabia de mamá
oso. Se metió en una pelea a gritos con mi padre y le dijo que yo era su hijo. Que
no se le permitía tratarme de esa manera. Él le dijo que yo no valía nada y que
desde que tenía dieciocho años, tenía que irme. Ella dijo que si yo me iba, nos
iríamos todos. Se quedaría solo. Mi papá dijo que era mejor que vivir con un
maricón.
Y aquí estamos.
Mamá se fue con sus hijos tan rápido y dejó su culo, que él no tuvo mucho
tiempo para reaccionar. Estaba enojado. Me culpó a mí. La culpó a ella. Pero era
demasiado imbécil para luchar y al menos conseguir que ella y las niñas se
quedaran. En vez de eso, el imbécil testarudo nos dejó ir.
Y ahora quiere hablar.
Demasiado poco, demasiado tarde.
¿De qué quiere hablar? ¿Quiere que vuelvan? ¿Quiere hacer las paces?
¿Está tratando de recuperar nuestros autos?
El no saber hace que mi cabeza dé vueltas. Pero tampoco quiero hablar con
él, así que supongo que nunca lo sabré.
Saco el otro teléfono de mi bolsillo. Lo compré el sábado después de dejar a
Sidney. Para Roan. Pero entonces me evitó como la peste y ahora se ha puesto
del lado de su mejor amigo psicópata.
Esperaba más de él.
Ese beso… se sintió como algo más que una simple noche de placer.
Tan pronto como me siento mejor, me levanto y meto los teléfonos en mi
bolsillo. Estoy temblando mientras me dirijo al lavabo. Después de una rápida
salpicadura de agua en mi rostro, me quedo mirando mi reflejo. Estoy más pálido
que de costumbre. Las bolsas bajo mis ojos son oscuras y pronunciadas. Mis

123
mejillas parecen ahuecadas. Francamente, me veo como una mierda. Me siento
así también.
Debería regresar al comedor donde abandoné mi bandeja de almuerzo sin
tocar. Gio y Sidney probablemente estén preocupados por mí si no siguen
besándose. Es raro ver al friki Gio con alguien como Sidney, pero de alguna
manera parecen funcionar. Todos los demás están totalmente asustados por
ellos. Incluso su amiga Wendy ha empezado a salir con otras chicas.
La puerta del baño se abre y cierro los ojos, sin querer hacer contacto visual
con nadie cuando me siento así. Los pasos cruzan el linóleo. Pero cuando no oigo
que uno de los puestos se abre, abro los ojos.
Oh, mierda.
Roan me mira en el espejo, a un par de metros a mi lado. Sus ojos de bronce
son intensos y evaluadores. Casi se pueden confundir con preocupación. Pero sé
que no es así. No está preocupado. En todo caso, le preocupa que le diga a todo
el mundo que tuvo un momento gay de debilidad.
Lo que sea.
—¿Qué? —espeto, odiando que mi voz sea temblorosa.
Se acerca más.
—¿Estás bien?
—Síp.
—Mentiroso.
—¿Qué es lo que quieres? —Exijo, girando para mirarlo con molestia—. Tus
amigos están esperando. Jordy está esperando.
Suspira profundamente y se pasa los dedos por el cabello, sus ojos se
mueven de forma casi frenética.
—Escucha…
—Lo entiendo —siseo—. Fue un accidente. Estabas borracho. Lo que sea.
Estoy bien.
Frunciendo el ceño, sacude la cabeza.
—No estaba borracho. No fue un maldito accidente, Hollis.
Hollis. No rata.
Mi corazón se rompe por la mitad.
Dios, odio a este tipo.
—Solo no es lo suficientemente bueno como para reconocerlo o hablar de
ello —afirmo amargamente—. Podrías haberme engañado cuando te corri…
Agarra la parte delantera de mi sudadera y me acerca.
—Baja la voz.
—Bien —me burlo—. No queremos que se sepa que besaste a un tipo y te
gustó. 124
Sus ojos se dirigen a mis labios y hace que mi corazón caiga dentro de mi
pecho.
—No me gustó.
Me estremezco ante sus palabras.
—No me gustó —murmura, acercándose—. Porque me encantó. —Su
aliento es caliente, a pocos centímetros de mi boca—. Jodidamente confuso, pero
me encantó.
—A mí también me encantó —digo con un suspiro—. Pero eso es porque soy
gay. A los gays les gusta besar a los chicos. Es el camino en nuestro mundo color
arcoíris.
—También me encantaron las otras cosas. —Los labios de Roan se acercan
más a los míos. Tan cerca—. Se sintieron bien.
Este tipo no tiene sentido. No lo entiendo ni un poco.
—Pero —susurro.
Sus labios se presionan contra los míos, urgentes y desesperados. Enciende
la ira dentro de mí, convirtiéndola en un ardiente infierno de necesidad. Nuestras
bocas se separan y deslizo mi lengua contra la suya, ansioso por otra saboreada.
Fuertes dedos me aprietan la cadera mientras me lleva hacia la pared. Me besa
hambriento y salvaje. En el momento en que sus caderas se presionan contra
las mías, siento lo excitado que está. Su polla es tan dura como la mía. Ambos
queremos esto.
Deslizo mis dedos en su cabello, tirando, acercándolo a mí. Estoy
hambriento de más de él. Me dejó tirado después de esa noche, no se ha
disculpado, y solo lo perdono. El tipo no merece mi perdón, pero lo regalo de
todos modos.
—Lo siento. —Sus palabras salen como una sorpresa en mis labios
húmedos e hinchados. Sigue una línea de besos húmedos hasta el lóbulo de mi
oreja—. Todo está tan jodido. —Sus dientes tiran del lóbulo de mi oreja y casi
me vuelvo loco en mi pantalón.
Maldita sea.
—Roan —gimo, tocándolo con avidez donde puedo.
Sus labios encuentran el lado de mi cuello y lame la piel allí. Luego, me
chupa dentro de su boca. Con fuerza. Urgente. Como si quisiera dejar un
recuerdo de su boca para que todos lo vean. Gimo, tirando de su cabello.
Alguien se ríe justo fuera de la puerta y Roan prácticamente salta un metro
en el aire. Se aleja de mí, con los ojos abiertos por el pánico. Con su cabello
despeinado y su erección, no hay forma de ocultar que se estaba besando
conmigo. Nadie entra, así que se alejó por nada.
—Joder —gruñe—. Yo, eh, medio perdí el control.
125
Me lamo los labios, deseando otro beso, pero sabiendo que no tendré otro
ahora que se ha asustado.
—Me gustó.
Una sonrisa tira de sus labios.
—A mí también me gustó. —Su sonrisa cae—. Pero…
—No eres gay. Lo entiendo.
Pone los ojos en blanco.
—No es eso, rata. 1
—Oh, mira, el chico lindo puede rimar.
Sus ojos se oscurecen.
—No seas idiota.
—Literalmente me acabas de llamar rata. Tú eres el idiota, no yo.
—Deja de hablar de pollas 2 o la mía no se calmará, joder. —Sonríe—.
Podemos hablar de pollas más tarde.
¿Más tarde?

1 That y rat en inglés


2 Dicks, Polla, pero también se usa como insulto en este caso imbécil.
Le frunzo el ceño.
—¿Qué es lo que quieres?
—A ti.
No es la respuesta que esperaba.
—Estoy aquí mismo. —Levanto mis brazos en el aire—. Ven por mí.
Mira por encima del hombro y se estremece.
—No puedo.
Esto es como en mi última escuela de nuevo con Lucas.
—Porque está bien tontear a puerta cerrada, pero no donde nadie pueda
ver. —Mis palabras gotean con un veneno amargo.
Lentamente, se acerca a mí y levanta una mano para pasar su nudillo por
mi mandíbula.
—Me importa una mierda lo que piensen esos imbéciles.
Mis ojos se levantan para ver los suyos.
—Entonces, ¿cuál es tu problema?

126
—Roux.
—A Roux no le importará con quién salgas. Ella es genial.
Sonríe, pero luego se desvanece.
—Sí, ¿pero cómo sé que esto no le hará daño de alguna manera? ¿Y si la
trabajadora social se asusta si se entera de mi… relación?
Ahora me siento como un imbécil. Tiene miedo de que se la quiten para
siempre si se equivoca.
—Relación, ¿eh? —Arqueo una ceja a él—. Ni siquiera te gusto.
—Empiezo a tomarte cariño —dice, inclinándose para robar un beso
rápido—. Como una planta.
—Deberías trabajar escribiendo mensajes en tarjetas de Hallmark —digo
sin expresión.
Resopla.
—Parece un trabajo genial.
—El último chico con el que salí… —Suspiro—. Tuvimos que escondernos.
La culpa arde en sus ojos.
—Eso es jodido.
—Sí. —Lo beso de nuevo—. Pero está bien. Salí del closet una vez antes y
casi me arruina la vida. No estoy exactamente ansioso por hacerlo de nuevo.
—Entonces, ¿qué es esto? ¿Una especie de tregua?
—Más que una tregua. Un pacto.
—¿Un pacto para qué?
—Para ver a dónde va esto. En secreto.
—¿Y si no va a ninguna parte?
—Entonces nadie tiene que saber sobre nuestra metida de pata.
Sonríe.
—¿Y si va a alguna parte?
—Tienes que admitir que te gusto entonces.
—No creo que nunca me gustes —se burla—. Tú no. Eres demasiado
perfecto, chico porcelana. Me hace querer romperte.
—Vaya —digo con un silbido—. Pon eso en una propuesta y me casaré
contigo mañana.
Se ríe, empujándome juguetonamente.
—Eres un sabelotodo. ¿Soy el único que puede ver este maravilloso lado
tuyo?
—Es uno de mis secretos. Tú eres mi secreto. Es apropiado que conozcas
todos los lados de mierda de mí también.
Sus ojos se estrechan.
—Hablando de eso… ¿qué pasa con no comer?
127
Mi estómago se cierra violentamente ante sus palabras.
—A veces la comida me enferma. El fin. —Meto la mano en el bolsillo y le
doy un teléfono—. Toma, amante secreto.
—No me llames así —gruñe mientras mira el teléfono con recelo—. ¿Qué es
eso?
—No me hagas decirlo.
Aprieta la mandíbula.
—Es un teléfono —digo lentamente como si le enseñara mi idioma a un
cavernícola—. Te lo pones en la oreja…
—No me digas, Sherlock —espeta, sus hombros se vuelven rígidos—. ¿Por
qué me lo das a mí?
Lo meto en el bolsillo de sus vaqueros y dejo mi mano dentro de su bolsillo.
—Porque eres mi amante secreto y necesito contactarte.
—No soy una jodida novia a la que tengas que impresionar, rata.
—Y yo no soy un imbécil, amante de las ratas.
Un músculo palpita en su mandíbula.
—No me llames así.
—Amigo, no puedes hablar de eso. —Lentamente saco mi mano de su
vaquero, dejando que mis dedos rocen su polla en el camino—. El tuyo se arruinó
cuando tuviste que rescatar mi trasero. Se llama devolver un favor. Solo usa el
teléfono y olvida toda esta mierda de orgullo que tienes. ¿De acuerdo? Puede ser
otro maldito secreto. Yo… —Dejo escapar un pesado suspiro—. Tengo otro en la
casa para Roux.
Parpadea varias veces en estado de conmoción, con la mandíbula apretada.
—Para que pueda hablar con Charlotte. La oí hablar de cómo los niños se
burlaban de ella y como ya estaba sustituyendo los nuestros, costó como diez
dólares más añadir otro.
No fueron diez dólares.
Fueron más de mil que saqué de mis ahorros, dinero que debería haber ido
para ayudar a mamá, pero no lo hizo; se usó para reemplazar mi teléfono y
comprar dos más, pero seguro que no le diré eso.
—Diez dólares, ¿eh?
—Síp.
—Cuando mientes, tu mejilla se mueve.

128
—Cuando eres un imbécil, tu boca se mueve y las palabras salen.
Se ríe a carcajadas.
—Te odio.
—Ahora puedes llamarme desde tu teléfono y decirme cuánto. Solo
asegúrate de respirar profundamente en el teléfono. Por ciertas razones.
Su sonrisa es sexy. Levanta la ceja y hace brillar su piercing de barra en la
luz del baño.
—¿Qué razones?
—Hazlo y lo averiguarás.
Se muerde el interior de su labio inferior, sus ojos ámbar bailando con
humor.
—Lo averiguaré esta noche. Cuando estés cómodo y medio dormido, te
llamaré. Respiraré hondo para cabrearte.
—Es difícil enojarse cuando estás desnudo y tu amante secreto respira con
fuerza en la otra línea. —Le doy mi mejor mirada ardiente. Funciona porque sus
ojos se dirigen a mis labios, permaneciendo allí.
—¿Siempre eres tan malcriado?
—Supongo que tendrás que pasar más tiempo conmigo para averiguarlo.
Sonríe.
—Te veo después de la práctica. Podemos pasar tiempo juntos limpiando el
ático de tu tía. Te pondré a trabajar. Eso le enseñará a tu culo bocón.
—Nunca digas las palabras “boca” y “culo” a un hombre gay y no esperes
que no se excite. —Levantó una ceja—. Estás molestando a un oso.
Se acerca a mí, con los labios casi sobre los míos, y me frota la polla a través
del vaquero. —Prefiero molestar una rata.
Hijo de puta.
Gimo, mis labios se separan con necesidad.
Me regala una sonrisa salvaje y luego se va. Me deja con una erección y una
emoción vibrando por mis venas.
No estoy seguro de en qué clase de mierda me he metido con Roan.
Solo sé que no estoy listo para salir.
Estoy dentro.
Cien por ciento dentro.

129
18
Roan

J
ordy me lanza una mirada furiosa de camino al estacionamiento, pero
no pelea conmigo. Le dije que iba a irme con Hollis ya que vamos al
mismo lugar. No quiso ceder. Me di cuenta. Pero entonces Juno llamó.
Quería preguntarle qué quería Juno.
En vez de eso, le di una mirada que decía “Ten cuidado”.
Charlotte y Roux están sentadas en el capó del Mustang de Hollis hablando
130
con ese maldito chico otra vez. En cuanto Jordy lo ve, se dirige hacia él en vez
de hacia su Explorer. El chico, Kayden, se congela cuando ve toda esa ira dirigida
hacia él.
Jordy es como tratar de domar a un toro enojado.
Imposible.
—Oye, Roux —dice Jordy, su voz es un gruñido—. Me voy.
Roux frunce el ceño, me mira antes de asentir a Jordy.
—Está bien. Adiós.
Kayden retrocede unos pasos, y es prudente dejar espacio entre él y el toro.
—Te veo por la mañana. —Jordy la acerca hacia él para un abrazo lateral—
. Llámame si alguien es un imbécil contigo. —Apunta su mirada hacia Kayden—
. ¿Entendido, pequeña Hoodlum?
Su rostro está rojo por la vergüenza. Le gusta este chico y Jordy es aún más
autoritario que yo.
—Sí, está bien. Nos vemos.
Jordy le sonríe al chico y luego me golpea con el puño de camino a su auto.
Hollis se acerca por detrás de mí, accionando el llavero de su Mustang.
—Mi auto no es un banco —se queja Hollis.
Charlotte pone los ojos en blanco a su hermano.
—No seas idiota.
Kayden resopla, pero solo hace falta una mirada venenosa de mi parte para
que el chico se retire.
—Nos vemos mañana, chicas. —Saluda y luego se gira para salir trotando.
Estúpido hijo de puta larguirucho.
Las chicas se amontonan en el asiento trasero y me siento de copiloto. Hollis
enciende el motor. Tantea con la música antes de poner algo que no reconozco.
Es pegadizo, sin embargo. A mí me gusta. Las chicas deben conocerlo porque
empiezan a cantar.
Durante tanto tiempo he estado tan tenso que a veces pienso que podría
quebrarme. Pero aquí, en este momento, me siento relajado. Libre. Como un
adolescente que se divierte, sin preocuparse por mierdas de adultos como la
custodia de su hermana o de dónde vendrá su próxima comida. Desearía ser lo
suficientemente libre para alcanzar la consola y darle un apretón al muslo de
Hollis. Para darle las gracias por aparecer y joder las cosas.
Me lanza una mirada curiosa. Le sonrío y le guiño un ojo. Sus pálidas
mejillas se inundan de color. Me gusta cuando pongo al chico de porcelana de
un bonito color rosa. Le queda bien. Le hace parecer vivo. Me gusta

131
especialmente el chupetón púrpura visible en su cuello.
Yo le puse esa marca.
Yo
Una parte posesiva de mí se emociona al verla. Durante toda la práctica de
baloncesto, no dejé de mirarlo. Me costó todo lo que tenía no tener una maldita
erección. El entrenador ya estaba molesto con mi juego. Lo último que necesitaba
era darle algo más por lo que perder la cabeza.
Cuando las chicas empiezan a susurrar sobre Kayden, subo la música para
fingir desinterés cuando en realidad estoy escuchando atentamente.
—Le gustas —murmura Charlotte.
—No —sisea Roux—. Tú le gustas.
—No, tonta, tú le gustas a él. ¿Has visto cómo te sonríe?
Roux se ríe.
—No lo creo.
—Yo sé que sí —argumenta Charlotte.
—Shh —se queja Roux.
Bajan la voz. Aunque no me importa este jodido chico, estoy agradecido por
Charlotte. Es lo mejor que le ha pasado a Roux. Mi hermana está saliendo de su
caparazón y se ríe mucho más.
Cuando miro a Hollis, me invade una sensación de calidez. Quizá no sea
solo Charlotte la que está cambiando las cosas por aquí. Quizá también sea su
hermano.
Me muestra una sonrisa malvada que hace que el calor me queme la polla.
Joder si no me siento agradecido por él también.

Esto es una tortura.


Pensé que llevaría a Hollis al ático a solas conmigo y no sé… lo besuquearía.
Pero su tía ha decidido venir aquí y husmear en las cajas. No deja de sonreírme,
lo que solo sirve para hacer mi polla aún más dura.
Mi vida es un caos en este momento, y ni siquiera me importa porque esta
cosa con Hollis es adictiva. Quiero explorarlo y ver a dónde va. Aunque es una
mierda que deba tener cuidado. Con Roux, siempre tengo que tener cuidado. No
quiero hacer nunca nada que pueda arruinar las cosas para nosotros.
—Creo que es suficiente por una noche, chicos —dice la señora Frazier—.
El pastel de carne casi está listo. Lávense y bajen.
132
Ya estoy avanzando hacia Hollis antes de que ella baje las escaleras. Lo que
me detiene, sin embargo, es la mirada agria en su rostro. Mis manos agarran
sus caderas porque necesito tocarlo, pero no lo beso como quiero.
—¿Qué pasa? ¿Estás enfermo? —Exijo, mis ojos vagando por sus rasgos,
buscando indicios.
Bolsas oscuras bajo sus ojos.
Piel pálida.
Temblores.
—Siéntate —instruyo, tirando de él hacia el suelo del ático.
Nos sentamos con las piernas cruzadas y de frente. Sus manos están
temblando. Las tomo en las mías. Tiene manos más pequeñas que yo, pero
siguen siendo masculinas. Si me hubieran dicho hace dos semanas que me
tomaría de la mano con un tipo, me habría reído. Ahora, se siente bien.
—¿Qué te sucede? —Mis palabras se quiebran con la emoción.
Frunce el ceño. No sé por qué está tan a la defensiva con esta mierda.
—Nada.
—Si me dices nada una vez más, te arrastraré hasta la parte de atrás y te
golpearé. —Le doy una amplia y malvada sonrisa.
Pone los ojos en blanco.
—Está bien. Es solo que… ciertos alimentos me enferman.
—¿Cómo?
—Pastel de carne —dice con rabia.
—Entonces, ¿por qué lo comes?
—No lo hago.
—¿Por qué no comes otra cosa?
Se encoge de hombros.
—No me gusta ser una molestia. Mamá y la tía Karen lo hacen lo mejor que
pueden.
—¿Qué alimentos no dañan?
—Los más insípidos. No es gran cosa.
—Hollis, sí que es gran cosa. Apenas comes, joder. Te conozco desde hace
poco más de una semana y te he visto consumir menos que yo en un día. No es
saludable. ¿Has visto a un médico?
—Mi papá es médico. Estoy bien.
Dios, es tan jodidamente terco.
—Vamos. —Me levanto y le ayudo a ponerse de pie. Nuestros labios se
encuentran para un beso frenético, pero alguien gritando desde abajo nos hace
133
separarnos a regañadientes. Yo bajo primero por la escalera para poder atrapar
su mareado trasero si se desmaya. Afortunadamente, no llegamos a eso.
Bajamos las escaleras y veo a Hollis. Casi se pone verde cuando mira el
pastel de carne. Es un poco caótico ya que todos cargan comida en sus platos.
Hollis se amontona el puré de papas y habichuelas y luego toma la rebanada
más delgada de pastel de carne conocida por el hombre.
Nadie se da cuenta.
Esconde sus problemas a plena vista.
Las chicas, Roux y Charlotte, están demasiado metidas en sus cosas
mientras Penny está obsesionada con su iPad. Karen y Kelsey están ocupadas
preguntando a todo el mundo sobre su día. Nadie se fija en Hollis. Nadie excepto
yo.
Me siento a su lado y aprieto su pierna bajo la mesa. Cuando nadie está
mirando, le robo su pequeño trozo de pastel de carne porque pone una cara cada
vez que lo mira. Una vez que está en mi plato, sus hombros se relajan y murmura
un agradecimiento.
—¿Te está gustando el trabajo? —le pregunta Hollis a Kelsey—. ¿Tu jefe
sigue siendo molesto?
—Sí. Totalmente. Pero hice una amiga llamada Beth. Es como mi madre
elegida. No por sangre, pero es buena persona. Incluso me deja llamarla mamá
Beth. —Kelsey se ríe—. Todo el mundo necesita una mamá como ella.
—¿Así que es vieja? —se burla Hollis.
—Cállate —dice Kelsey con una sonrisa—. Es una abuela. Tiene como nueve
nietos y uno en camino. Algunos de ellos son de la edad de las niñas.
Penny se anima.
—¿Pueden venir?
—Tal vez algún día. No quiero parecer una loca aferrándome a esta mujer,
pero juro que si no estuviera allí, ya lo habría dejado. Ella me mantiene cuerda
y me engancha con buenos romances. Incluso hemos ido a almorzar un par de
veces.
—Pareces feliz, mamá —dice Hollis—. Me alegro.
Comparten una larga y profunda mirada llena de amor y estoy celoso.
Nunca antes nadie me había mirado así.
Y entonces sucede.
Su mirada se dirige a mí y aún está llena de orgullo y afecto.
—¿Qué hay de ti, cariño? ¿Las cosas están mejor con Mike? ¿Son felices?
—Yo, eh, sí. Estamos bien.
134
Su ceja rubia se levanta.
—Puedo notar cuando estoy siendo evitada. ¿Es bueno contigo? No te hace
daño, ¿verdad?
—No —digo con una risa—. Todo está bien Mike. Es genial.
Esto relaja a Kelsey y ella asiente.
—Bien. Tal vez deberíamos invitarlo a cenar el miércoles. Si hay algo que
podamos hacer para facilitar la transición, quiero ayudar.
—No necesitamos ayuda —digo bruscamente.
Roux me mira fríamente.
—¡Roan!
Kelsey simplemente sacude la cabeza.
—Mala suerte, muchacho. En esta familia, no tienes elección. Ayudamos,
te guste o no. ¿Verdad, Hollis?
Me sonríe.
—Síp.
Es entonces cuando me doy cuenta de donde obtuvo su molesta actitud
bien intencionado. Hasta la señora Frazier es así, ofreciéndome trabajo aquí y
allá y las tutorías para Roux. Son todos tan agradables. Es un poco molesto,
considerando que no he estado expuesto a nada bueno en lo que respecta a la
familia.
Roux vuelve a sonreír mientras le cuenta a Kelsey sobre un examen que
aprobó. Kelsey y Karen la elogian. Me calienta la maldita alma ver que Roux
recibe la atención que merece.
Me va a doler cuando todo esto desaparezca.
Las cosas buenas siempre desaparecen.
Al menos en la vida de Roux y en la mía lo hacen.

—Métete en la ducha. Hueles a animal de corral —le digo a Roux cuando


entramos en el salón de nuestro apartamento del garaje.
—Idiota —dice Roux resoplando. Pero obedece y se dirige a su habitación.
Joder, tiene una habitación.
Todavía estoy impresionado por ese hecho.
—Supongo que me iré —murmura Hollis detrás de mí. Su mamá preguntó
135
si nos llevaría a casa y él felizmente aceptó. Me alegré cuando le dijo a Charlotte
que no podía venir. Quería un segundo a solas con Hollis.
—Pensé que me ibas a ayudar a estudiar —digo de golpe—. Quiero decir, no
quiero estudiar, pero dijiste que debería hacerlo.
Se ríe, el sonido es profundo y gutural. Hace que mi polla se mueva.
—No quieres estudiar. Pero, sí, creo que deberías. —Se quita los zapatos y
luego se deja caer en el sofá.
Encuentro mi mochila y saco mi tarea. En vez de besuquearnos, como yo
preferiría, Hollis se pone manos a la obra y empieza a explicarme la tarea. Me
gusta su voz, así que me pierdo en lo que dice. Hemos resuelto casi todos los
problemas para cuando Roux saca su culo de la ducha y viene a dar las buenas
noches. Los últimos tres problemas son una tortura, pero presto atención extra
para que podamos terminar y pasar a otras cosas.
—Ves, no es tan difícil…
Sus palabras se cortan cuando lo asalto con un beso. Sonríe contra mis
labios y me permite que lo baje con facilidad al sofá. Lo beso fuerte y con ganas,
asegurándome de que mi polla dura se aplaste contra la suya. Se intensifica
hasta que los dos estamos respirando y sofocando los gemidos.
—¿Quieres continuar esto en el dormitorio? —susurro contra sus labios.
Sus dedos se deslizan en mi cabello.
—No puedes follarme esta noche.
Supongo que no había pensado en follar, pero ahora que lo ha sugerido, lo
quiero. Solo quería desnudarme más y no preocuparme por la aparición de Roux.
—¿Por qué no? —Lo desafío, porque vivo para molestarlo.
—Porque ha pasado un tiempo desde Lucas. Y él fue mi primero y único.
Solo tenemos que… prepararnos.
—Solo fóllame entonces —me ofrezco, aunque estoy bastante seguro de que
eso dolerá como el infierno.
Sus ojos azules brillan con una lujuria hambrienta apenas contenida.
—Definitivamente no estás listo. Tal vez algún día lleguemos allí. —Me
recompensa con una sonrisa malvada que hace que mi polla pulse—. Aunque
podría chupártela.
Joder.
Me han chupado la polla muchas veces, pero nunca un tipo. Y nunca por
alguien que parece que se correría solo por probarla. Es una tentación que no
puedo ignorar.
—Vamos —gruño mientras estoy de pie, arrastrándolo conmigo.
Se ríe a carcajadas cuando lo llevo a mi habitación. Tan pronto como cierro
la puerta y la bloqueo, estoy sobre él. Empiezo a tirar de su ropa, deseando verlo
136
desnudo. Es igual de codicioso, arrancándome la sudadera y la camisa de una
sola vez. Sus dedos se deslizan por mis abdominales, haciéndome temblar, y
luego trabaja frenéticamente en mi cinturón. En el momento en que sus manos
se meten en mi ropa interior, pierdo todo el sentido de la realidad.
Lo quiero a él.
Lo quiero tanto, joder.
—Acuéstate. —Su voz es autoritaria y profunda. Joder si no quiero
obedecer.
Cayendo en la cama de espaldas, lo miro fijamente, mi polla llorando por
atención y dura como una piedra. Empuja su propio bóxer y empuña su
impresionante polla. Verlo es tan excitante. Claro, es delgado porque nunca come
nada, pero también es musculoso por el baloncesto. El vello de su pecho es
escaso y dorado. Es rubio oscuro alrededor de su polla. Quiero enterrar mi nariz
allí e inhalarlo.
¿Qué demonios me ha poseído?
¿Me han gustado los chicos todo el tiempo?
¿Es por eso que las chicas son tan sosas para mí?
Todo este tiempo pensé que estaba roto por dentro. Que no podía amar
apropiadamente o estar interesado en otra persona. La verdad es que he estado
mirando al sexo equivocado. Porque cuando miro a Hollis, lo anhelo como nada
que haya querido antes. Se me hace agua la boca y me palpita la polla. Por él.
Solo una probadita. Sentir su piel en la mía. Lo que sea que me dé.
—Me gusta la inversión del poder —dice con un malvado brillo en sus ojos
azules mientras se arrodilla en la cama.
—Tú eres el que me va a chupar la polla —le respondo.
Su sonrisa se convierte en depredadora.
—Tienes mucho que aprender, hombre. Cuando tu polla está en mi boca,
yo estoy a cargo.
Me extiende los muslos, haciéndome sentir ridículamente expuesto. Sus
ojos ven mi polla temblorosa, las bolas pesadas y ahora mi culo. Una sonrisa se
dibuja a un lado de sus labios.
—¿Vas a mirarlo todo el día o vas a hacer algo al respecto? —Desafío,
odiando el ataque de nervios que me ha consumido de repente.
Su mirada se suaviza mientras me agarra la polla.
—Si no te gusta o quieres parar, solo dímelo. No te forzaré.
Ahora me siento como un imbécil.

137
Me acerco y paso mi pulgar por su boca.
—Lo quiero. Solo estoy… joder, estoy nervioso, ¿de acuerdo?
Se inclina, sus ojos azules se fijan en los míos.
—Me encargaré de ti. —Con esas palabras, saca su lengua rosada y me lame
la punta de la polla. Aspiro una fuerte bocanada de aire.
—Joder.
Sonríe antes de llevarme a su boca. Estoy mirando a un tipo que se mueve
a lo largo de mi cuerpo con mejores habilidades que cualquier otra chica con la
que haya estado. Mis dedos se agarran a su cabello y trato desesperadamente
de no follar su boca. Cuando me masajea las pelotas, casi me vuelvo loco.
—Jesús, Hollis —siseo—. Me vas a matar.
Se aparta y luego se chupa el dedo medio.
—Estoy a punto de hacerlo. Esta mierda te hará volar la cabeza.
19
Hollis

S
olo he estado con un chico. Lucas. Y nunca me miró de la forma en
que Roan me está mirando ahora mismo.
Sus ojos son amplios y confiados.
Puedo decir que está nervioso por la forma en que muerde una esquina de
su labio inferior, pero también está excitado. El rubor rojo en sus mejillas y los
gemidos que vienen de él son evidencia de eso. Su sabor es exactamente como 138
lo había imaginado. Salado. Masculino. Único. Voy a chuparlo hasta dejarlo seco.
Haré que se dé cuenta de lo que se ha estado perdiendo hasta que me conoció.
Llevándolo más adentro de mi garganta, me aseguro de mantener mis ojos
fijos en sus ojos marrones dorados. Con la punta de mi dedo húmedo, provoco
el agujero apretado de su culo. Se tensa, el miedo brillando en sus ojos.
Me aparto de su polla y sonrío.
—Voy a poner mi dedo dentro de ti.
—Bueno, hazlo ya.
Está malhumorado porque tiene miedo.
—Exigente —me burlo, lamiendo su punta—. Yo estoy a cargo ahora mismo.
Así que acuéstate y cállate.
Su ceño fruncido es algo juguetón hasta que lo tomo profundamente en mi
garganta. Tan pronto como sus caderas se levantan, me empujo hacia su cuerpo.
Suelta una serie de palabras de maldiciones ahogadas, con su culo apretado
alrededor de mi dedo. Poco a poco, me introduzco en él, buscando su próstata.
Sé el momento en que la toco porque grita. Un sonido tan dulce y vulnerable de
un chico duro y a menudo malvado.
Mi nombre es gimoteado en sus labios mientras su semen salado se dispara
abruptamente en mi boca. Sigo masajeando su próstata hasta que su polla deja
de retorcerse, tragando cada chorro de semen. Sus caderas dejan de flexionarse
hacia arriba y deja salir una respiración irregular. Me deslizo por su polla y
sonrío.
—¿Qué te parece? —Muevo mis cejas hacia él.
Me agarra los bíceps y me lleva hasta su boca. Su lengua es curiosa y
penetrante mientras me besa, probando sus restos en mi lengua. Nos movemos
juntos mientras nos besamos. Se pone duro de nuevo, lo que se siente bien
contra mi polla.
—Hollis —murmura, dedos enterrándose en mi cadera para incitarme a
moverme contra él—. Me gusta esto. Me gustas tú.
Le muerdo el labio inferior.
—A mí también.
Su polla está caliente y todavía resbaladiza de mi boca, así que se siente
muy bien frotarse contra ella. Los sonidos que vienen de él son eróticos y unos
que quiero que se repitan en mi cabeza. Solo se necesitan unos pocos momentos
de nuestros desesperados besos y roces para que los dos nos corramos.
Empapamos el pecho de Roan, lo que le hace reír.
—¿En qué clase de mierda me has metido? —se burla, con los ojos medios
cerrados y sonríe perezosamente.
Me relajo contra él, sin preocuparme en absoluto por el semen que hay entre
nuestros pechos.
139
—Tú empezaste.
—¿Yo? —resopla—. Yo estaba bien hasta que llegaste siendo todo bueno y
esa mierda.
—Alguien tiene que ser el feliz para tu gruñón. Jordy seguro que no lo es.
Sus cejas se fruncen.
—Está pasando por una mierda. El viernes fue… no volverá a pasar. —Sus
dedos acarician mi cabello sudoroso.
—Seguro que espero que no —murmuro—. Ese río estaba jodidamente frío.
—Está estresado y sobreprotegiendo a Roux y a mí. Sus líneas se han vuelto
borrosas. —Sus ojos ámbar se clavan en los míos—. No es una excusa, solo una
razón. Haré un mejor trabajo para mantenerlo bajo control.
—Todavía me odia. Ya viste cómo estaba hoy en la escuela.
—Jordy odia a todo el mundo prácticamente.
—Bueno, va a tener que superar su odio hacia mí —le digo quejándome—.
Eres mío ahora y él va a aprender eso tarde o temprano.
—¿Tuyo? —Roan se ríe—. ¿Apenas te conozco y ahora me estás
reclamando?
—Es mi semen el que está en tu estómago y te acabo de chupar hasta
dejarte seco. —Le sonrío—. Por definición, creo que te he reclamado
correctamente.
Mi teléfono empieza a sonar en mi vaquero, efectivamente matando el
momento. Él frunce el ceño mientras me ve salir corriendo para contestar.
—¿Hola?
—¿Te perdiste? —pregunta mamá.
—Estudiando. Roan y yo teníamos una tarea pendiente y él no terminó la
suya.
—Oye —gime, lanzándome una almohada.
Mamá, después de oírlo, se ríe.
—Me alegro de que te estés divirtiendo, pero probablemente deberías dejar
que se vayan a la cama. Mañana tienen escuela.
Pongo los ojos en blanco.
—Claro que sí. Estaré en casa en un rato.
Después de colgar, dejo que mis ojos se posen en la figura musculosa y

140
desnuda de Roan. Parece un dios romano tendido en su cama. Una estatua
esculpida en granito pintado para que parezca real. Su polla está flácida pero
aun así es jodidamente hermosa, ya que está en la parte inferior de su estómago
que aún está húmeda por nuestro semen. El músculo de su bíceps sobresale
cuando dobla su brazo y apoya su cabeza en él. Quiero lamerlo. Quiero
arrastrarme por su cuerpo y lamer cada centímetro salado. Incluso su axila. El
vello oscuro es masculino, y apuesto a que huele de manera única.
Es una adicción que nunca romperé.
Mi estómago se tensa con los nervios y aparto los ojos de los suyos. Me va
a matar. Quererlo. Interesarme por él. Estar con él. Lo siento en mis huesos. La
cama chirría y entonces él se acerca a mí, con una toalla en la mano. Me limpia
y luego se limpia a sí mismo antes de tirarla al suelo. Todavía está húmeda,
probablemente por su ducha matutina.
—¿Estás bien? —Su voz es áspera y ronca. Preocupada.
Inclino mi cabeza para mirarlo.
—Sí.
Me agarra la mandíbula y me besa suavemente.
—Que no quiera hablar de esto entre nosotros a la escuela y todos los demás
por el bien de Roux no significa que no disfrute cada segundo.
—Lo entiendo. —Y lo hago. De verdad que sí. Aun me duele, especialmente
después de Lucas y todo lo de mi padre.
Me lleva hacia él para darme un abrazo. Estar desnudo en sus brazos se
siente tan bien.
—Te compensaré.
—¿Cómo es eso?
—Saldremos.
Mi cabeza se levanta bruscamente para mirarlo.
—¿Como en una cita?
—¿Los chicos no tienen citas? —pregunta, frunciendo el ceño.
—Supongo que sí. Quiero decir, me gustaría eso. —Me muerdo mi labio
inferior por un segundo—. Lucas y yo nunca tuvimos una cita.
Sus ojos brillan con ira.
—Lucas es un imbécil. Te voy a sacar como él debería haberlo hecho.
—¿Cómo tú nunca sacaste a Sidney?
Se aparta y me mira mal antes de lanzarme la ropa. El dolor me apuñala en
el estómago por su repentino cambio de humor.
¿Por qué le pregunté eso?
Porque estamos en una relación que involucra citas. Pensé que podíamos
hablar de todo. Rápido, me visto mientras él se pone un pantalón gris y nada
más. Si no me estuviera sintiendo indeseado en este momento, definitivamente
lo atacaría con mi boca por parecer un maldito bocadillo. 141
—Bien, entonces adiós —digo con dientes apretados, dándole la espalda.
Él se acerca a mí, sus brazos rodeándome por el estómago. Me empuja
contra su pecho mientras hunde la nariz en mi cabello.
—No voy a citas. Las chicas con las que he estado eran solo para una noche
de diversión. No me gustaban. No como me gustas tú.
Oh.
Así que soy especial para él.
Eso ciertamente aleja esa punzada.
—No estaba tratando de hacerte enojar —le digo, mis manos descansando
sobre las suyas que me sostienen—. Es mi amiga y tiene algunos problemas de
autoestima. Solo me lo estaba preguntando.
—Lo sé. —Suspira—. No estoy acostumbrado a esto. Abrirse a la gente.
Jordy y los chicos me conocen mejor, pero incluso entonces, no hablamos
abiertamente de nuestros sentimientos a menudo. Me siento… expuesto.
—Lo que sea que hablemos queda entre nosotros —murmuro—. Es seguro
hablar conmigo.
Me da la vuelta y me sujeta a la puerta con sus caderas. A modo de disculpa,
me besa hasta que me mareo. Hace falta otra llamada preocupada de mamá para
separarnos por esa noche.
—Llámame —gruñe—. Cuando llegues a casa. Así sé que llegaste a salvo.
Le sonrío.
—Todavía me debes una llamada telefónica susurrante. No puedes salirte
de eso, aunque lo intentes.
—Vete antes de que te arrastre de vuelta a mi cama.
—No me amenaces con pasarla bien.
Su mirada de advertencia me hace irme con una sonrisa.

—¿Qué estás haciendo?


Roan deja salir un pesado suspiro por teléfono que va directo a mi polla.
—Tratando de averiguar qué hacer además de queso a la parrilla. Me han
dicho que soy un cocinero de mierda.

142
—Sé que no es el día de la tutoría con mi tía, pero siempre puedes venir
aquí.
—Ojalá —murmura—, pero ya les prometí a los chicos que saldríamos esta
noche. Tengo que ver cómo está Jordy.
Han pasado tres días desde que se la chupe en su cama, y ha estado tenso
desde entonces. No entre nosotros. Por escondernos. Puedo decir que en la
escuela quiere tenerme con él, pero siempre se abstiene de hacer lo que ambos
queremos. Además, está preocupado por su mejor amigo. Jordy me odia, así que
no es como si pudiera relajarme con ellos. Así que, por el momento, Roan y yo
tenemos que mantener nuestra relación en secreto, incluso escondiéndola de
sus amigos.
—Te echo de menos —afirmo, odiando el quejido de mi voz. Nos hemos dado
besos robados en el baño del colegio, y en mi casa el miércoles cuando él y Roux
estaban allí. Pero aparte de eso, no hemos tenido otra oportunidad a solas.
—¿Vendrás a Campfire Chaos mañana por la noche?
—No quiero ir.
—No dejaré que te haga daño. Lo juro, Hollis.
Le creo. Preferiría tenerlo para mí solo. Si vamos allí, estaremos separados.
Me iré con Sidney y Gio mientras él y los matones se reúnen. Será una tortura
verlo toda la noche y no poder tocarlo.
—Lo sé. Ya veremos.
—Ya puedo decir cuando estás haciendo pucheros —bromea.
—Para ser honesto, no quiero verte toda la noche y no poder tocarte.
—¿Quién dice que no podrías tocarme?
—Estarás con los matones.
—¿Y? ¿No crees que vaya a acostarme temprano y arrastrarte a mi tienda?
—Qué romántico.
Se ríe y el sonido calienta mi corazón.
—Por supuesto que el primer tipo con el que decido acostarme es de alto
mantenimiento.
—Ja. Ja. Ja —digo estoico—. Y tal vez seré el único tipo con el que decidas
acostarte. Soy una especie de gran cosa. No volverás a encontrar a nadie como
yo.
Está callado por un momento, lo que hace que mis nervios se vuelvan locos.
Me duele el estómago hasta que me da un respiro, dándome una respuesta
áspera.
—El único tipo —confirma—. Ven el viernes por la noche y el sábado por la
noche saldremos solo nosotros dos.

143
—Juegas sucio.
—La única manera de jugar. Lo sucio es divertido.
—Bieeeeen —digo—. Iré, pero si termino en el río otra vez, me debes más
que una cita.
—Hollis —gruñe—. No volverás a ese río y Jordy no te tocará ni un pelo de
tu maldita cabeza. Te lo juro.
Estoy a punto de lanzar un comentario burlón cuando mi teléfono suena.
Llamada entrante. De papá.
—Mierda —murmuro.
—¿Qué?
—Mi papá está tratando de contactarme.
—Tu padre es un verdadero imbécil, ¿eh?
—Síp.
—El mío también.
No da muchos detalles de su vida personal, así que cuando lo hace, soy
como un niño en la mañana de Navidad, ansioso de abrir el regalo para aprender
más sobre él.
—No sé si tu tía te lo dijo, pero mi papá está en prisión. —Su voz se enfría—
. Al menos cuando él estaba cerca, a mamá le importaba una mierda.
—Lo siento.
—Es lo que es. Nos dieron padres de mierda. Es nuestro deber en la vida no
ser como ellos.
Mi padre puede que no esté en prisión, pero destruyó a su hijo con sus
crueles e insensibles palabras y su habilidad de repudiarme por mi sexualidad.
—Mi padre odia tanto que sea gay, que no me abandonó —digo con un
suspiro de dolor—. Las abandonó. ¿Cómo pudo hacerles eso?
—Y a ti. A todos ustedes, Hollis. No solo a ellas.
Las lágrimas me queman los ojos. Siento que voy a vomitar, como siempre
lo hago cuando pienso en mi padre y en lo que hizo por mí culpa.
—Lo odio. —Y odio cómo mi voz se quiebra con la emoción. Ese papá todavía
me lastima todos los días y ni siquiera está aquí.
—Yo también odio al mío. Por lo menos tu madre es demasiado genial.
—Tu mamá es una perra. Tú y Roux se merecen a alguien que se preocupe.
—Estoy bien —murmura, su voz carece de emoción—. Es Roux quien me
preocupa.
—Roux te tiene a ti —le recuerdo—. Mejor que tus padres de mierda juntos.

144
La línea se queda en silencio, los dos perdidos en los pensamientos.
—Diviértete esta noche con los chicos —le digo—. Probablemente te echen
de menos.
—Quisiera que vinieras tú en su lugar. —El gran y malvado Roan está
haciendo pucheros y me encanta.
—Yo también.
—Este fin de semana es todo sobre nosotros —me dice en un tono feroz—.
Voy a chuparte el cuello hasta que quede bonito y morado, para que ningún otro
hijo de puta como Tyler Cuntingham piense en coquetear contigo.
¿Cunningham estaba coqueteando conmigo?
Pienso en el entrenamiento de baloncesto de esta tarde. Estaba siendo extra
amistoso, pero no pensaba que hubiese estado coqueteando.
—Alguien está celoso —me burlo, riéndome de él.
—No estoy celoso.
—Lo estás totalmente. Esto es muy gracioso. ¿Va a estar en el Campfire
Chaos?
—Será su culo el que termine en el río —gruñe Roan.
Mentiroso.
No es como su mejor amigo psicópata.
—Es lindo que estés celoso. —Me encanta molestar a este oso.
—No estoy celoso, rata.
—Totalmente, amante de las ratas.
—No me llames así. —Su voz está llena de diversión y luego se desvanece—
. Maldita sea. Ya están aquí. Mañana por la noche. Y si Cuntingham te mira en
el partido de mañana, le pondré zancadilla. Puede caerse de cara por todo lo que
me importa. El entrenador puede echarme del juego.
—Eres tan tierno —me burlo—. Defendiendo mi honor.
—Adiós, cabrón.
—Adiós, héroe.
Murmura un “vete a la mierda” antes de colgar.
Mi corazón se detiene varias veces.
Roan Hirsch está celoso. Porque le gusto. Le gusto de verdad. Es posesivo y
no quiere que otros tipos me miren. No me he sentido tan feliz desde que tengo
memoria. Todavía sonrío cuando suena mi teléfono.
Papá.
Él me succiona la alegría directamente.

145
20
Roan

—A
h, Jesús —se queja Terrence—. ¿Quién lo invitó?
Entrecierro los ojos en la oscuridad de la nieve, tratando
de ver quién camina hacia nosotros. Tan pronto como veo
tres caras familiares, me pongo tenso. Son Sidney, Gio y

146
Hollis.
—Sidney —dice Cal—. Invita a todos al Campfire Chaos. Era mucho mejor
cuando éramos solo nosotros cuatro. Jodidas chicas.
—Se está follando a ese nerd. —Terrence señala con la cabeza hacia Gio—.
Su propio clan de perras la ha dejado sola. Así que creo que deberíamos decirle
que ya no es bienvenida.
—Quiero decir, no está chupando ninguna de nuestras pollas últimamente,
así que es un poco inútil. —Las frías palabras de Cal me golpean justo en el
pecho. Antes de que pueda responder, Jordy interviene.
—Nunca me ha chupado la polla —gruñe Jordy—. Y sabes que eso te hace
sonar como un completo idiota ahora mismo. Discutiendo como un par de perras
cómo no invitarán más a una chica porque ya no te la chupa.
Sonrío porque es verdad. Terrence y Cal son geniales la mayoría de los días,
pero a veces actúan como unos imbéciles.
—Tienes que pagar para jugar —dice Cal, sonriéndonos como un lobo.
—Creo que ha pagado mucho —mascullo molesto mientras me pongo de
pie—. Sidney es genial. Déjala en paz. —Después de la última vez que nos
acostamos, en Año Nuevo, me juré que dejaría de usarla para el sexo, porque es
verdad. Sidney es genial y se merece más que eso.
Jordy le lanza un puñado de nieve a Cal. Cuando se ponen a molestar,
lanzando nieve de un lado a otro, me acerco hacia los tres, Gio, Sidney y Hollis,
están levantando una tienda. Gio hace una pausa cada pocos minutos para
robarle besos a Sidney. Nunca antes la había oído reír. No así, despreocupada y
feliz. Sus risas de antes eran coquetas y forzadas. Ahora mismo está resoplando
sin aire.
Hollis me da una mirada de conocimiento. Una que dice que sabe que me
gustaría estar robándole besos ahora mismo, pero no es así. Se equivoca.
—Oye —lo llamo—. ¿Quieres ayudarme a recoger leña para el fuego?
Nadie presta atención mientras nos alejamos del área de campamento y
entramos al bosque. Encuentro un árbol grueso y lo empujo contra él. Mis
palmas enguantadas encuentran su cuello y beso sus fríos labios. Me agarra el
abrigo y me acerca. Nuestras lenguas se mueven juguetonamente hasta que el
hambre y la necesidad se apoderan de ellas. Lo quiero. Desnudo y presionado
contra mí. Quiero que me folle o que yo lo folle. No me importa mientras lo
hagamos juntos.
—Mejor cálmate antes de que alguien nos vea. —Me recuerda.
No me importa si alguien nos ve.
Solo lo quiero a él.
Mis labios dejan besos por su cuello y chupo su piel, amando los gemidos
que vienen de él. Estoy marcando la carne del chico de porcelana para que sea
púrpura y azul y se vea magullado. Tal vez eso le diga a Cuntingham que mire
hacia otro lado.
Hollis es mío.
147
Le muerdo el cuello juguetonamente. Su reacción me excita muchísimo. Me
agarra con más fuerza y empuja sus caderas contra las mías, un gemido
necesitado subiendo por su garganta.
—No puedo esperar a tenerte en mi tienda esta noche —gruño contra la
curva de su oreja—. Voy a…
Mis palabras se cortan por el golpeteo de un bajo fuerte. Un todoterreno
negro rodea la curva, cegándonos con sus faros. Nos separamos y entrecerramos
los ojos, tratando de averiguar quién carajo se está colando en nuestra fiesta.
Conozco a todos los que vienen aquí y nadie tiene un auto así. Nos pasa,
dirigiéndose a la hoguera.
—Vamos —digo, tomando la mano de Hollis y apretándola.
Caminamos de la mano hacia el grupo y, a regañadientes, lo suelto en el
último segundo. Algunos tipos saltan del todoterreno negro y caminan hacia
Jordy. No me gusta la forma en que lo rodean.
—Quédate aquí —ordeno, caminando alrededor de la fogata hacia mis
amigos.
Cal y Terrence están de pie detrás de Jordy, con los ojos entrecerrados y los
cuerpos tensos. El odio brilla en los ojos de Jordy. Cuando me ve acercarme, el
miedo brilla en sus ojos. Jodido miedo. Oh, diablos, no.
—¿Podemos ayudarlos? —espeto, yendo a pararme al lado de mi mejor
amigo.
El hijo de puta claramente a cargo que lleva un pañuelo rojo se ríe de mí.
—¿Quién eres? ¿El maldito mayordomo?
Empuño mis manos, pero Jordy agarra mi bíceps, impidiendo que golpee a
este imbécil.
—¿Qué quieres, Renaldo?
Renaldo.
—Solo quería saber cómo estabas, amigo. —Renaldo sonríe—. No has ido a
trabajar en unos días. Juno está abrumado. Le dije que te visitaría para ver qué
pasa.
—La escuela. Baloncesto —dice Jordy—. Estoy en el instituto por si lo has
olvidado.
—No lo olvidé —dice Renaldo—. Tampoco olvidé que tienes un trabajo
ayudando a tu hermano con los autos en su taller. Mis autos. Se están
amontonando, lo que significa que no puedo vender esa mierda. ¿Sabes lo que
pasa cuando no vendo esa mierda? —dice a Jordy—. No gano dinero. Tal como

148
yo lo veo, estás evitando que me paguen. ¿Quieres explicarme por qué tienes
problemas conmigo, muchacho?
—Lo ayudaré —le digo de golpe—. A ponerse al día.
—Oye —dice uno de los amigos de Renaldo—. ¿No eres el hijo de puta que
le dio una paliza a mi colega?
Me quedo paralizado, prestando atención al tipo. Lo he visto muchas veces
antes en el apartamento. Se mantiene con el grupo de Alejandro. Joder.
—Eres un maldito idiota si crees que te vamos a contratar —se burla Jordy
de mí, ignorando al tipo—. Lo has jodido todo. Terrence me ayudará. Haremos
que tu mierda esté al día, Renaldo.
—Sí —accede Terrence, aunque no sé si se da cuenta de lo que está
aceptando.
Jordy me dispara una mirada ardiente que me dice que retroceda ahora.
Me niego a dejarlo, pero mantengo la boca cerrada.
—Bien —dice Renaldo—. Muy bien. Nos vemos mañana.
Todos giran para irse, excepto el amigo de Alejandro. Lo miro ceñudo,
advirtiéndole con mi mirada llena de odio que se vaya antes de que le rompa los
malditos dientes. Escupe en la nieve antes de irse sin decir una palabra.
En cuanto el vehículo se va, los chicos empiezan a reír y a molestar de
nuevo, ya no les interesa lo que hacen los matones. Puedo decir que Hollis está
preocupado, pero se queda con sus amigos.
—Tú —masculla Jordy—. A la cabaña conmigo. Ahora mismo, joder.
Sintiéndome como un niño regañado, lo sigo dentro. Tan pronto como la
puerta se cierra detrás de mí, se enfurece.
—¿En qué diablos estabas pensando? —grita—. ¡Necesito que te mantengas
alejado para que no te involucres!
Lo empujo.
—Eres mi mejor amigo. Si estás en alguna mierda, estoy ahí contigo.
—No —espeta, agarrando mi abrigo y golpeándome contra la pared—. No es
así porque tienes un puto trabajo. Roux. No lo olvides nunca.
Todo el fuego se apaga cuando escucho sus palabras.
Tiene razón.
Fui tan descuidado.
—No pensé —murmuro—. Es solo que… no me gustó cómo te hablaba.
Quería ayudarte.
—Me ayudarás —dice en un tono más suave—, si tú y Roux no se meten en
esto.
—Ese tipo era amigo de Alejandro.

149
Me libera y frunce el ceño.
—Ya lo sé. Me ocuparé de ello.
—¿Cómo? Sabe que somos amigos.
—Soy bueno en lo que hago por ellos. A Renaldo le agrado, de ahí la maldita
visita. Si Franco empieza a husmear, le diré algo a Renaldo para que se eche
atrás.
—¿Y si no lo hace?
—Lo hará.
—¿Y si no lo hace?
—Lo obligaré.

Hace mucho frío, pero ahora que Hollis se ha unido a mí en mi saco de


dormir, me estoy calentando rápidamente. En lugar de dejarme follarlo hasta
dejarlo sin sentido, me pasa el pulgar por el labio inferior. No puedo verlo en la
oscuridad, pero puedo sentir su ceño fruncido.
—¿Qué? —refunfuño.
—¿Está todo bien?
—Solo estoy preocupado por Jordy. Se metió en un lío.
Sus labios rozan los míos.
—Parece empeñado en mantenerte alejado de ello.
—Si quiero proteger a Roux, entonces necesito hacerlo.
—Pero…
—Pero odio dejar que Jordy se ocupe de esto solo.
—Tiene a Terrence.
—La bocota de Terrence hará que le disparen.
Ya no estoy interesado en hablar de mierda estresante. Me acerco a Hollis,
besándolo profundamente. Gime en voz alta y joder si no espero que Cuntingham
lo oiga.
—Traje lubricante —murmura Hollis—. Me he estado metiendo el dedo en
el trasero para prepararme.
Joder.
Mi polla se sacude, el líquido ya está goteando por la punta.
—¿Vas a dejar que te folle?
—No tenemos exactamente mucho tiempo a solas —susurra—. Tomaré lo
que pueda obtener de ti cuando pueda obtenerlo. —Me muerde el labio inferior—
150
. Quítate la ropa, Roan. Déjame sentirte.
Maldito sea.
Se pone tan confiado y mandón en el dormitorio. Me hace querer obedecer
cada maldita palabra. Es peligroso, pero no me importa. Quiero devorar hasta la
última gota de él.
Desvestirse dentro de un saco de dormir resulta difícil, pero me las arreglo
para quitarme la mitad inferior de la ropa. Una vez que también está medio
desnudo, froto mi piel fría contra la suya. Se siente bien con sus sólidos
músculos moviéndose y flexionándose debajo de los míos.
Tantea algo en la oscuridad y oigo que algo se abre.
—Toma. Preservativo. Lubricante.
Tanteo en la oscuridad hasta que los encuentro. Por mucho que quiera
envainar mi polla, ponerle lubricante y metérsela, no lo hago. Lo extrañé esta
semana. Así que me tomo mi tiempo para besarlo. Nuestros besos se vuelven
más fervientes y pronto estoy frotando mi polla contra la suya. Me encanta cada
siseo y la aguda inhalación de placer que toma. Agarrando mi polla, la deslizo
por la raja de su trasero.
—Nunca he hecho anal antes —le digo—. Tengo… eh, experiencia sexual,
pero no en esto. ¿Podemos hacerlo así?
—Podemos hacerlo como tú quieras —murmura Hollis—. Esta primera vez,
quiero ser capaz de besarte. Me gustaría que fuera así.
Cara a cara.
Había asumido que los gays solo follan al estilo perrito, pero supongo que
con la maniobra correcta, puedes hacerlo en cualquier ángulo.
—Lo haremos de esta manera entonces. Yo también quiero besarte.
Me quita el lubricante y puedo oír cómo abre la tapa. Me ocupo de ponerme
el condón. Su mano encuentra mi polla mientras le echa el lubricante. Luego,
mueve su mano entre nosotros.
—¿Qué estás haciendo?
—Me meto los dedos por el trasero para prepararme para ti.
—Joder, Hollis. Me matas.
—Tú también me matas —dice, con una sonrisa en su voz—. Mis dedos se
sienten bien, pero tú te vas a sentir mucho mejor.
Me duele la polla por estar dentro de él. Me estiro entre nosotros, mi mano
cubriendo la suya mientras folla su propio trasero. Como mis dedos aún están
lubricados, deslizo mi dedo entre los suyos, uniéndome a él. Él gime y los desliza
hacia afuera. Su cuerpo se aprieta alrededor de mi dedo. Joder, se va a sentir
tan bien. 151
—Estírame, Roan —me ordena—. Tu pequeño dedo no está haciendo una
mierda. ¿Has visto lo grande que es tu polla?
Gimoteo y meto otro dedo dentro de él. Su cuerpo se estira para recibirme.
Luego, empujo otro dentro, a pesar del siseo que hace.
—¿Se siente bien? —murmuro—. ¿Cuándo te follo con los dedos?
—Claro que sí.
—Pero quieres mi polla, ¿no?
—Dios, sí.
—Ruega por ella.
—Por favor, Roan.
Jesús, es tan jodidamente sexy.
Deslizo mis dedos hacia afuera, agarro mi polla y luego presiono la punta
contra su agujero. Los dos gemimos cuando empujo. Lentamente. Tan
jodidamente tortuoso.
—Puedes pensar que estoy hecho de cristal, pero no me romperé —se
burla—. Fóllame como si me hubieras extrañado.
Busco su boca y doblo mis caderas, me encanta cómo su cuerpo se aprieta
alrededor de mi polla tan fuerte que veo estrellas. Se siente bien. Realmente bien,
joder. Le muerdo el labio y le doy un empujón de nuevo. Lo suficientemente
fuerte como para hacer que grite.
—Mío —murmuro contra su boca—. Tan jodidamente mío.
Es la verdad.
Nunca me he sentido tan jodidamente posesivo con nadie en mi vida. Como
si al follarlo lo suficientemente fuerte, lo reclamaría para siempre. ¿Cómo es que
un chico que apenas conozco me ha robado cada parte de mi alma?
—Sí. —Hollis exhala—. Joder. Te sientes tan jodidamente bien —gime—.
Roan, tócame la polla. Quiero correrme contigo en mi trasero.
Sus palabras son vertiginosas, y yo codiciosamente le toco la polla. Somos
frenéticos y desordenados, ambos corriendo ansiosamente hacia la línea de
meta. Sé cuándo está cerca porque su trasero se aprieta a mi alrededor y suelta
un pequeño grito de placer. Me manda al límite, forzando mi orgasmo sin avisar.
Gimoteo contra su boca mientras mi polla se mete en él. Me hace odiar el condón,
deseando poder llenarlo sin una barrera. Su calor empapa mi mano mientras lo
masturbo. El pensamiento de él dentro de mi trasero, haciendo lo mismo, es a
la vez aterrador y excitante.
Caigo contra él, mi boca se agarra a su cuello. Está magullado por la última
vez que lo chupé aquí, y no cedo. Muerdo y pellizco mi parte favorita de él, porque
es un reclamo silencioso al mundo. Mío. 152
—¿Vas a dejar tu polla ahí dentro para siempre? —se burla, jadeando.
—Sí. Me pondré duro y te follaré otra vez.
—Me agotaste.
—Solo estoy empezando, rata. No puedes acobardarte conmigo ahora.
Se ríe.
—Tienes que dejarme recuperar el aliento, amante de las ratas.
Mi polla se mueve dentro de él.
—No, me gusta que te quedes sin aliento.
Su gemido es fuerte cuando le clavo mi polla endurecida.
—Quiero follarte desnudo. ¿Algún día me dejarás?
—Solo he estado con Lucas. Podrías hacerlo ahora si quisieras.
Por mucho que quiera, me abstengo. Apenas.
—Déjame hacerme la prueba. Quiero asegurarme de que estoy limpio. Usé
condones, pero follé a demasiada gente para no estar seguro.
Me odio a mí mismo en este momento.
Si hubiera mantenido mi polla en los pantalones en vez de follarme a la
mitad de las chicas de nuestro último curso, podría llenar el trasero de Hollis
con mi semen.
—Puedo esperar —me dice, con su voz suave—. Está bien. No hagas lo que
sea que estés haciendo ahora mismo.
—¿Follarte?
—No, idiota, culparte a ti mismo.
Nuestras bocas se encuentran de nuevo, esta vez en un beso más dulce. No
sé cómo Hollis destrozó mi vida tan fácilmente, pero lo hizo. Ha sido un desastre
desde el primer día. Aunque no cambiaría ni un segundo.
Sinceramente, quiero que me destroce un poco más.
Quiero que me destruya.

153
21
Hollis

L
os sábados son oficialmente noches de cita. Durante las últimas tres
semanas, Roux pasa la noche con Charlotte mientras Roan y yo nos
escapamos juntos. Mamá lo sabe. Sé que lo sabe por las sonrisas
conocedoras que me da. Pero como no se lo hemos dicho a nadie, no

154
dice ni una palabra sobre ello. Hace que la quiera aún más.
—No me estás escuchando —dice Roan, sacándome de mis pensamientos.
—Solo estoy cansado. —No es una mentira. Me siento mal. Culpo a las
incesantes llamadas de mi padre.
Me estudia desde su posición en el sofá. Todo desparramado y relajado. Tan
sexy como siempre. Sobre su estómago desnudo hay un plato de quesos, galletas
y uvas. Desde que le dije que las comidas pesadas me enferman, tiene a mano
cosas que puedo comer. Probablemente he comido más en las últimas tres
semanas que en los tres meses anteriores juntos.
—¿Quieres ir a la cama? —pregunta, frunciendo el ceño.
—Y perderme esta increíble película —bromeo—. Ni hablar.
Toma una galleta y una rebanada de queso, y la monta antes de dármela.
—Estoy hablando en serio. Estás demasiado pálido y distraído.
La irritación me inunda.
—Estoy bien.
—Oh, y añade gruñón a esa lista también.
Yo mastico mi bocadillo, pongo los ojos en blanco. Mi teléfono suena y es
mi padre. Otra vez. Lo arrojo hacia el otro lado de la habitación. Golpea la pared
con un fuerte golpe antes de caer sobre la alfombra.
—Definitivamente gruñón —murmura Roan.
Le muestro el dedo medio.
—No tengo nada que decirle.
Pone el plato sobre la mesa de centro y se sienta. Sus orbes cobrizos me
evalúan. Nunca puedo escapar de su escrutinio. El hombre ve justo dentro de
mí. La mayoría de los días, me encanta. Otros días, es molesto.
—Sé cómo animarte —dice, con una sonrisa lobuna en sus labios. Su ceja
se levanta, llevando mi atención hacia su piercing.
—¿Vas a follarme? —Mi cuerpo se calienta con sus palabras. No me canso
de él, sobre todo cuando está dentro de mí, que es tan a menudo como podemos
en las últimas tres semanas.
Me agarra por la nuca para llevarme hacia él para un beso.
—Estaba pensando que tú podrías follarme.
Mi polla se despierta de una puta vez, estirándose dentro de mi pantalón.
—No estás listo.
—Mentira —argumenta—. He dejado que me metas el dedo en el culo casi
cada vez que estamos solos. Estamos listos para esto.
No yo.

155
No él.
Estamos. Nosotros. Me encanta que haya un nosotros. Puede que sea un
nosotros secreto, pero es mejor que ningún nosotros.
—Va a doler —empiezo—. Te haré llorar, pequeño Roan.
—No soy pequeño y tú lo sabes, rata.
—Todo lo que escucho es “bua-bua-bua”, amante de las ratas.
—Jodido imbécil 3.
—Eso estaré haciendo en diez minutos. —Lo provoco—. En lo profundo de
tu culo.
Sus labios se levantan en un lado.
—Asegúrate de estar al desnudo. Si vas a estar dentro de mí, puedes venirte
dentro de mí, cariño. Quiero que lo hagas.
Cariño.
Todo lo que escuché fue cariño.
Este tipo es dueño de mi corazón y no lo quiero de vuelta. Puede quedárselo.
Le pertenece a él.
—Creí que estabas preocupado, cariño —digo, bromeando con la palabra
cariñosa.
—Estoy completamente limpio. Por fin he recibido noticias.

3 Fucking asshole, en el original. De forma textual seria: “Follando un trasero”.


—Mierda. Vamos a hacer esto de verdad.
—Lo haremos de verdad. Ahora quítate la ropa y chúpame la polla, niño
bonito. Quiero venirme al menos una vez antes de que me folles con esa gran
polla tuya.
Sus palabras son duras porque le gusta ser un tipo duro, pero no confundo
el miedo que encierran. No dejo que piense demasiado, y empiezo a bajar su
pantalón de chándal. Levanta el culo, para ayudarme en mis esfuerzos por
desnudarlo. Su polla dura se libera, golpeando su estómago mientras le quito el
pantalón del cuerpo. Me despojo de mi camisa, amando cómo me devora con su
mirada caliente.
—Una vez me llamaste de alto mantenimiento, pero tú eres el novio
necesitado. Siempre necesitando que te chupen tu gran polla —me burlo,
besando sus labios antes de arrastrar mi lengua por su pecho—. Apuesto a que
también quieres mis dedos en tu culo cuando te la chupe. Chico codicioso.
Gruñe, el hambre reflejándose en su mirada.
—Deja de hablar y empieza a chupar.
—Chúpalos primero —le digo, empujando mis dedos en su boca—. Mójalos
bien para que pueda estirar el hueco de tu culo. Mi polla es grande, hombre.
Probablemente vas a gritar como una niña pequeña.
Me muerde los dedos, una advertencia chispeando en sus ojos.
156
Sin prestar atención a sus miradas amenazantes, le agarro la polla con una
mano y luego le lamo la punta. Sus caderas se levantan, desesperado por más.
Le froto el culo con la punta de mi dedo húmedo y luego lo empujo. Sisea por la
intrusión.
—Más —dice con voz rasposa.
Le chupo la polla mientras le ofrezco otro dedo. Y luego otro. Su cuerpo es
masilla en mis manos mientras lo follo con tres dedos. Solo se necesitan un par
de masajes contra su próstata antes de que grite con su liberación. Chorros de
semen calientes y salados entran con fuerza en mi boca y me los trago. Alejo mis
dedos de su culo y me pongo de pie bruscamente, ansioso por el segundo asalto.
La habitación gira y pierdo el equilibrio. Si no fuera porque las manos de
Roan de repente me agarran las caderas para mantenerme firme, me habría
derrumbado.
—¿Estás bien?
—Estaré mejor cuando esté dentro de ti.
Se pone de pie y me pasa el brazo por encima de los hombros, tirando de
mí a su lado mientras me guía a su dormitorio. Una vez que estamos
completamente desnudos, se arrodilla sobre la cama.
—Quiero que me folles así —dice mientras se deja caer en sus manos,
ofreciéndome su culo—. Reclámame como siempre te reclamo.
—Dios —gimo mientras agarro la botella de lubricante de la mesilla de
noche—. Me vas a matar con ese culo. No duraré mucho tiempo. Solo para que
quede claro. He estado soñando con esto durante semanas, así que me voy a
volver loco en cuanto esté dentro de ti.
Se ríe.
—Demasiada charla y poca acción.
Lubrico mi polla desnuda y luego me subo a la cama detrás de él. Se
estremece cuando le doy una bofetada en la raja del culo. Luego, deslizo la punta
por la grieta hasta su agujero fruncido. Mantengo mi polla firme con una mano
y me agarro a su cadera con la otra.
—Iré despacio —respiro—. Dime si necesito parar.
—No te detengas.
Sonrío mientras atravieso los primeros anillos de músculo con mi punta.
Su cuerpo trata de forzarme a salir al principio, pero luego soy fácilmente
absorbido por él gracias al lubricante. Centímetro a centímetro, entierro mi polla
dentro de este hermoso y complicado hombre. El placer amenaza con detonarse
dentro de mí, terminando esto tan rápido como comenzó, pero me las arreglo
para controlarlo.
No te vengas.
No, todavía no.
157
Solo unos minutos más.
—¿Puedo moverme? —Mis palabras son tensas y necesitadas.
—Sí, por favor —dice con voz rasposa.
Poco a poco, me alejo de él y luego vuelvo a introducirme. Ambos gemimos.
El mareo me invade. Me muevo de nuevo, esta vez con más fuerza. Mis bolas se
golpean contra las suyas, enviando escalofríos a través de mí. Su culo se aprieta
alrededor de mi polla y se encuentra con mi siguiente movimiento cuando se
empuja contra mí.
Mierda.
Mierda.
Dios, esto se siente bien.
Me muevo contra él de nuevo, probablemente con demasiada fuerza, pero
sus gemidos son de los que producen placer.
—Mío —murmuro—. Mío.
—Sí —sisea—. Mierda, Hollis, me estás follando.
Sonrío mientras vuelvo a mover mis caderas. Olas de delicioso éxtasis se
estrellan sobre mí. Lo golpeo una y otra vez con mis empujones. Cuando empieza
a acariciar su polla, es tan excitante que pierdo el control. Lo follo duro y rápido,
necesitando reclamarlo.
—Oh, mierda —grito en el momento en que se me tensan los testículos. Mi
polla palpita mientras chorros de semen caliente se disparan dentro de él. No
hay barrera. Recibe cada gota.
—Mierda —gime. Su culo me ordeña mientras el sonido de sus caricias hace
jugosos ruidos húmedos, indicando que también ha encontrado la liberación.
Me deslizo fuera de él, mirando con asombro como mi semen sale de su
agujero rojo y maltrecho. Quiero pasar mi lengua a lo largo de la carne dolorida
y presionar mi semen contra él, pero la hermosa vista me es robada.
Negro.
Negro.
Thump.
Parpadeo alejando la pesada oscuridad para encontrar a Roan agazapado
sobre mí. En el suelo. ¿Cómo terminamos aquí?
—¿Qué mierda, Hollis? —sisea—. ¿Qué acaba de pasar?
Cierro mis ojos con fuerza mientras una ola de náuseas golpea.
—Voy a vomitar.

158
Se necesita todo lo que hay en mí para ir al baño. Apenas he llegado al baño
antes de que esté teniendo arcadas. Primero viene el queso y las galletas. Luego,
mierda, otra vez no.
—¿Es eso sangre?
Mi estómago se aprieta de nuevo, salpicando más sangre contra el tazón.
—Solo vete —digo entre arcadas—. Por favor.
El fregadero se abre y un trapo frío es presionado contra la nuca. Lágrimas
calientes de vergüenza y odio hacen que tenga más vómito. No puedo mirar la
sangre. No con él también viéndola. Una cosa es que suceda cuando estoy solo,
pero con testigos, hace que todo sea demasiado real.
Cuando he vaciado mi estómago, Roan me acaricia la espalda con la punta
de los dedos y murmura:
—¿Qué carajos te está pasando?
—Nada —digo bruscamente, odiando la amargura de mi boca.
—Eso no es nada.
—Simplemente sucede a veces. Estoy bien.
—No estás bien —gruñe Roan, poniéndose de pie—. Algo está mal.
Pongo los ojos en blanco mientras me quito el trapo frío del cuello para
limpiarme la cara. Mi bolsa de dormir ya está en el mostrador, así que me levanto
con los pies temblorosos, tiro de la cadena del váter y empiezo a lavarme los
dientes. Roan comienza la ducha y antes de que pueda escapar cuando termine
con mis dientes, me guía bajo el chorro caliente.
—No está bien ni es normal —dice entre dientes tomando mi cara entre sus
manos—. ¿Por qué estás vomitando sangre?
—No lo sé, ¿está bien? Solo déjalo pasar.
Sacude la cabeza.
—No lo dejaré pasar. Estás enfermo. Necesitas un médico.
La rabia se arremolina dentro de mí. Tenía un médico. Mi padre. Nos jodió
y ahora no tengo nada. No quiero un médico. Solo quiero que me dejen en paz.
—Detente —grito, empujándolo—. Solo detente. —Las lágrimas se
acumulan en los ojos antes de derramarse por las mejillas—. Mamá ya tiene
bastante de qué preocuparse. Esto será solo una cosa más.
La mirada de Roan se suaviza y me atrae hacia él, abrazándome fuerte. Sus
dedos pasan por mi cabello y me besa la cabeza mientras lloro bajo el chorro de
la ducha. No sé qué me pasa y no quiero saberlo. Solo quiero que desaparezca.
Solo quiero que mi madre sea feliz. Solo quiero estar con Roan y que esta otra
mierda no se interponga en el camino.
—Por favor, ve a un médico —ruega—. Por mí. Por favor.
Asiento y entierro mi cara contra su cuello. Me abraza más fuerte. La verdad

159
es que cada día se siente peor para mí. Lo que sea que esté mal no se va a ir, así
como así. Él tiene razón. Necesito llegar al fondo de esto.
Terminamos la ducha y nos arreglamos para vestirnos en ropa interior
antes de arrastrarnos a su cama. Me abraza en la oscuridad como si tuviera el
poder de arreglarme. Desearía que eso fuera cierto.
—Tengo como dos cosas muy buenas en mi vida, Hollis, y tú eres una de
ellas. Por favor, no me quites eso.
Sus palabras forman huecos en mis entrañas doloridas.
Iré al médico. Resolveré esta mierda. Si no es por mí, por Roan. Me está
rogando y no le decepcionaré. Demasiada gente en su vida ya lo ha hecho. Que
me condenen si soy otro en esa lista.
22
Roan

M
e encanta verlo dormir. Se siente espeluznante y algo acosador,
pero me importa una mierda. Es mío. Si quiero mirarlo, lo miraré,
maldita sea. Antes de que se despierte, su cara pálida está tan
serena. Como un ángel. Me siento como el diablo que de alguna

160
manera se las arregló para capturar algo que se supone no debe tener. Hollis es
demasiado bueno para mí. Lo sé, pero no me importa. Soy lo suficientemente
codicioso y egoísta como para quedármelo de todas formas.
Sus labios rosas están separados y son rellenos. Me dan ganas de besarlo.
Con aliento de la mañana y todo eso. Arrastro mi mirada de sus labios carnosos
por su pecho hasta su estómago. Un escalofrío me atraviesa. Anoche me dio
mucho miedo.
La sangre.
Estaba vomitando sangre.
¿Qué significa eso?
Un millón de cosas horribles revolotean por mi mente, cada una de ellas
resultando en que me lo quiten.
No puedo perderlo.
Nunca he estado tan obsesionado con otra persona como lo estoy con Hollis.
Quiero que me consuma. Es lo más satisfactorio que he experimentado en mi
vida.
Estoy considerando despertarlo con mi boca en su polla cuando alguien
golpee la puerta.
¿Qué mierda?
—Quédate aquí —digo con dientes apretados cuando los ojos azules de
Hollis se abren.
Salgo de la cama y voy a la sala de estar. Después de ponerme el pantalón,
abro la puerta, listo para patearle el culo a Jordy si me echa la puerta abajo
antes del mediodía de un domingo.
No es Jordy.
Mierda.
—¿Mamá?
Se ve mejor que la última vez que la vi, lo que significa que lo está
intentando. A veces lo intenta. Su pelo largo y oscuro ha sido alisado y brilla por
alguna mierda brillante que se ha rociado. Los ojos ámbar que coinciden con los
míos y los de Roux se han maquillado con sombra de ojos ahumada, delineador
de ojos negro y máscara negra gruesa. Sus labios están pintados de un rosa
brillante. Obviamente se dirige al trabajo porque está vestida como una típica
stripper en una mierda elástica. Ningún niño quiere ver a su madre vestida así.
—Hola, Roany —ronronea, mirando mi sala de estar con interés—. ¿Te
interrumpí con tu chica?
Es obvio que, con la ropa tirada en el salón, los dos vasos sobre la mesa, y
todos los bocadillos a medio comer, no estoy solo.
Cruzando mis brazos sobre mi pecho desnudo, bloqueo la entrada.
—Interrumpiste mi mañana. Sí. Ahora, ¿qué quieres? 161
Ella frunce los labios y agita una mano cuidada en el aire.
—Estoy aquí por Roux, cariño.
—No.
Sus ojos brillan con furia.
—No puedes decirme “no” a mí. Eres mi hijo, y aunque ahora tengas
dieciocho años, Roux no los tiene. Es hora de que vuelva a casa.
—Joder, no —gruño—. ¿Cómo nos encontraste?
Ella pone los ojos en blanco.
—Por favor. Sé que ustedes han estado jugando a la familia con Mike
durante años. Es el primer lugar al que vine para ser honesta.
—Vete.
—No hasta que tenga a mi hija. —Entrecierra sus ojos hacia mí.
—Ella no está aquí, mamá. Pasó la noche con una amiga.
Mamá se ríe.
—Roux no tiene amigos. ¿Está aquí?
—Ella tiene amigos —digo bruscamente—. Lo sabrías si no estuvieras
drogada todo el tiempo.
—Mírame —me responde mordazmente—. Estoy bien. Me había caído del
vagón, seguro, pero ahora estoy bien. Quiero que mi niña vuelva a casa. Eres
bienvenido a volver también, sabes.
—No, mamá. Ella no está segura allí.
—Oh, por favor. Ella está bien.
—Alejandro…
—Solo cuida de ustedes dos como si fueran suyos. Mejor que tu inútil padre
que me dejó varada. Mejor que el bombero Mike, que pensó que era demasiado
bueno para encargarse de una mujer con equipaje. Aunque peor para Mikey.
Mira donde terminaron ustedes dos de todos modos.
Empiezo a cerrarle la puerta en la cara, pero ella mete su pie de tacón dentro
antes de que pueda cerrarla.
—Quiero que la llames y la traigas aquí. Esperaré.
—No. Ella no va a ir contigo.
Su cara se pone roja de furia.
—Ella no es tu hija, maldita sea. Es mía. Siempre has actuado como si
fueras mejor que yo. No lo eres, pedazo de mierda. Yo soy la que mantuvo la
comida en sus bocas desagradecidas. He tenido que sacudir mi culo desnudo
durante años para mantener un techo sobre sus malditas cabezas. ¿Y este es el 162
agradecimiento que recibo? Vete a la mierda, Roan. Eres igual que tu maldito
padre. Quiero a mi pequeña ahora mismo. Ve por ella.
—No, mamá —le escupo.
—Llamaré a la policía.
Me pongo rígido, observando sus rasgos para ver si hay algún indicio de que
este mintiendo. El fuego arde en sus ojos. No lo está. Mierda.
—Sabrán que eres una maldita drogadicta —amenazo—. Se los diré.
—Lo saben desde hace años —dice con una voz dulce y enfermiza—. Pero
siempre me dejan quedarme con ustedes dos. Saben que los niños deben estar
con su madre.
—Vete.
—Lo haré porque llegaré tarde al trabajo si no lo hago, pero esto no ha
terminado, Roan. Dile a Roux que empaque sus cosas porque volveré. Traeré a
la policía si tengo que hacerlo. Estás avisado. No hagas una puta escena.
Ella baja las escaleras con fuerza y se dirige al auto chatarra de Alejandro
donde él espera en el asiento del conductor. ¿Cómo se atreve a traer esa basura
a mi casa? Me mira a través del parabrisas, mientras expulsa una ola de humo
que nubla el auto. Mamá se queja todo el camino hasta su auto.
Afortunadamente, se alejan.
Pero este no es el final.
Lo siento en mis entrañas.
Mierda.
—¿Estás bien?
Me giro para encontrar a Hollis vestido y sentado en el brazo del sofá. Una
expresión de preocupación frunce sus bonitos rasgos.
—No —digo con dificultad—. Yo… ella va a… no sé qué carajo hacer. —Me
paso los dedos por el cabello y tiro de los mechones—. Mierda, Hollis. ¿Qué hago?
—No puedes hacer esto solo —dice, poniéndose de pie y tirando de mí hacia
él para un abrazo.
—¿Qué puedes hacer tú?
—No solo yo. Hablaremos con mi madre y con la tía Karen y Mike. Ya se nos
ocurrirá algo juntos.
Mi pecho se calienta sabiendo que tengo a otros adultos cuerdos de mi lado.
—Bien —digo—. Vámonos.

163
He enterrado mi cara en las palmas de las manos, jodidamente abrumado.
Si no fuera por las suaves palmadas de Hollis sobre mi espalda, entraría en un
ataque de pánico total. Sus caricias son tranquilizadoras. Es suficiente para
hacerme apartar las manos y mirar a todos los permitidos en esta “reunión
familiar” como la llamó Kelsey. Se sienta en el sofá, Roux se acurruca a su lado.
Mike se sienta al otro lado de Kelsey, temblando de rabia. Penny y Charlotte
fueron enviadas a sus habitaciones. La señora Frazier se sienta en su silla
mientras Hollis y yo compartimos el asiento.
—Digo que le tumbemos la fachada y dejemos que la policía se involucre —
refunfuña Mike—. No creo que se pongan de su lado.
La señora Frazier se inclina hacia adelante en su sillón.
—Mientras no haya drogas en la casa o signos visibles de su consumo,
harán que Roux regrese.
Los labios de Kelsey se tensan y abraza más fuerte a mi hermana.
—Tal vez podamos hacerla entrar en razón. Hacerle saber que Roux está a
salvo y feliz ahora mismo. Seguramente, como madre, sabe que no está
proporcionando un entorno seguro a sus hijos.
Me burlo y Roux me lanza una mirada amarga. Nuestra madre es egoísta y
no le importa una mierda nuestro entorno o bienestar.
—No se puede hacer entrar en razón a Miranda —dice Mike, expresando lo
que tanto Roux como yo estamos pensando—. Salí con la mujer en uno de sus
raros “buenos” momentos y era evidente que no podía hacer nada para ayudarla
a ella o a esos niños porque era terca y no lo permitía.
—Roan y yo nos escaparemos —amenaza Roux—. Si lo intenta.
La señora Frazier sacude la cabeza.
—Mala idea, cariño. Te encontrarán y te devolverán. Solo Dios sabe lo
inseguro que sería para ustedes dos. Siempre a la fuga. Sin comida ni dinero.
Una idea terrible.
Roux hace pucheros. Me irrita que ya no sea una opción viable para
nosotros. Cuando solo éramos Roux y yo, nunca dudaría en llevármela. Pero la
señora Frazier tiene razón. Sin mencionar que nos veríamos obligados a dejar a
todos los que nos importan.
No puedo dejar a Hollis.
No ahora.
Tiene que haber una solución mejor.
—Podríamos esperar a que ella se joda de nuevo —ofrezco con un

164
encogimiento de hombros—. Es solo cuestión de tiempo. Entonces, tal vez ella
se eche atrás.
La señora Frazier no me regaña por mi lenguaje.
—¿Y si no lo hace?
—No lo sé —admito de mala gana—. Pero no podemos irnos. Tiene razón en
eso, Roux.
Roux me frunce el ceño.
—¿Desde cuándo cambió ese plan?
—Desde que empezamos a conectar con la gente. —Hago un gesto en la
sala—. ¿De verdad quieres dejarlos?
—No —admite con tristeza—. Kelsey y yo estábamos planeando mi fiesta de
cumpleaños.
Odio tanto a mi madre ahora mismo.
Si tan solo nos dejara en paz, Roux podría seguir planeando su fiesta de
catorce años y yo podría continuar mi relación con Hollis.
Una relación secreta.
Como si sintiera mis pensamientos, aparta su mano de mi espalda. Está
respetando mis deseos. Odio que tengamos que escondernos.
Sin embargo, ¿tenemos que hacerlo?
¿No son estas personas en las que podemos confiar?
—Tengo un novio y no quiero dejarlo —le digo a Roux, ignorando las
miradas ardientes. Me preocupa que Hollis se enfade conmigo por soltar esa
mierda. En vez de eso, me toma de la mano y entrelaza nuestros dedos.
—Nadie va a hacer que dejes a tu novio —me asegura Kelsey con su dulce
y maternal voz. Yo le creo.
—Vaya —dice la señora Frazier—. No me di cuenta… pensé que ustedes dos
eran amigos…
—¿Novio? —La voz de Mike sale áspera y confusa—. ¿Qué?
Me doy la vuelta y me encuentro con sus ojos.
—Hollis es mi novio. No queríamos decir nada, porque me preocupaba cómo
podría afectar eso a que me quedara con Roux.
El pulgar de Hollis se desliza sobre el mío, consolándome con un simple
toque.
—Todo lo que hace es por Roux. Yo respeto eso.
—Pero no debería ser usado en mi contra —digo entre dientes—. Así que, a
la mierda, esa es la verdad. No más secretos.
La señora Frazier me regaña esta vez.
—Lenguaje.
—Lo siento —me quejo.
165
—Tu relación con mi hijo no tiene nada que ver con el bienestar de Roux —
me asegura Kelsey, aplastando cualquier duda que tenga—. Se te permite ser
feliz, Roan. Y también a Roux. Todo lo que podemos hacer es esforzarnos para
que eso suceda y rezar por lo mejor.
Mike asiente y acaricia el muslo de Kelsey.
—Ella tiene razón. Simplemente sigan siendo niños y manténganse al
margen. Si va a la casa, no contestes. No sé si irá a la policía, pero no hay forma
de que podamos detenerla. Nuestra mejor apuesta es esperar que no lo haga.
Kelsey invita a Mike a quedarse para una cena temprana y Roux sale
corriendo a ver a Charlotte. La señora Frazier se dirige a la cocina para empezar
la cena. Es liberador abrazar a Hollis y que nadie nos mire raro. Estaba seguro
de que Mike lo haría, pero no parecía estar molesto, solo sorprendido.
—¿Estás bien? —pregunta Hollis, su mano apretando la mía.
—En realidad no. —Noto que está temblando—. ¿Estás bien?
—Me siento mareado.
—Vamos. Necesitas ir a recostarte hasta la cena. Te acompañaré arriba.
No discute y se aferra a mí mientras subimos las escaleras. Otra cosa de la
que preocuparse. No solo mi madre es una perra, sino que mi novio está enfermo.
Tan pronto como cae en la cama, se desmaya. Me acurruco a su lado y saco mi
teléfono para enviarle un mensaje a Jordy.
Yo: Mamá vino tratando de llevarse a Roux. Todo está jodido ahora mismo.
Responde inmediatamente.
Jordy: ¡No puede volver allí!
Yo: Lo sé, imbécil.
Jordy: No sucederá.
Yo: Espero que no.
Jordy: Eso. No. Sucederá.
Ojalá creyera en sus palabras.

166
23
Hollis

—¡D
espierta, English! —ruge el entrenador, con su voz
retumbante resonando en el gimnasio.
Jordy roba el balón y recorre la cancha con él.
Dispara y la mete, lo que pone al entrenador en un

167
frenesí. Sé que me está gritando, pero no puedo
concentrarme en sus palabras. El gimnasio gira a mi alrededor. Mi corazón se
acelera en mi pecho y siento que voy a vomitar.
—¡Hollis!
Veo negro, aún consciente de lo que me rodea, pero incapaz de hacer nada
al respecto, y me tropiezo. Mi hombro golpea el suelo del gimnasio con fuerza
mientras me estrello contra él. Manos fuertes me agarran los brazos y me ponen
de espaldas. Al entrecerrar los ojos, estoy feliz de ver a Roan.
Preocupado.
Asustado.
Roan en pánico.
Nuestros compañeros de equipo se agolpan a nuestro alrededor, incluyendo
al entrenador.
—Hollis —dice el entrenador, su voz calmada y tranquilizadora—. Mírame.
¿Cuántos dedos estoy levantando?
—Tres —digo con voz ronca.
—¿Qué ha pasado, chico? —pregunta, frunciendo el ceño.
—Yo, eh, me desmayé.
—Necesita ir a la enfermería —grita Roa—. Que alguien me ayude.
—La enfermera Jones no está allí después de la escuela —dice el
entrenador—. ¿Por qué no lo llevas a casa?
Roan asiente mientras me ayuda a ponerme en pie. Cunningham está justo
ahí a mi lado, ofreciéndose a ayudar, pero es empujado por Jordy.
—Lo tengo, Cuntingham. —Jordy prácticamente le gruñe.
Me acompañan al vestuario y empiezo a sentirme mejor. Ninguno me suelta.
Cuando entramos, me sientan en un banco y Roan se arrodilla delante de mí,
agarrando mis dos manos.
—Tenemos que ir al médico —dice, con voz urgente.
Jordy se cierne como un maldito buitre, esperando a que muera para poder
darse un festín con mis huesos.
—Estaré bien —murmuro.
—Amigo —gruñe Jordy—, parece que estás a punto de morir.
—No estoy a punto de morir. —Le lanzo una mirada desagradable—. Trata
de no parecer triste por eso.
Jordy me sonríe.
—A mi amigo le gustas por alguna razón estúpida. Así que no te vas a morir,
rata. Lo siento.

168
—Este maldito tipo —refunfuño, poniendo los ojos en blanco—. ¿Cómo lo
soportas?
Roan se ríe.
—Los dos están igualados en cuanto a estresarme de verdad. Quizá
deberían empezar un club de “¿Cómo podemos darle a Roan un ataque al
corazón hoy?” —Se pone de pie—. Vamos, cariño, vamos.
Cariño.
Dirijo mis ojos hacia Jordy para medir su reacción. Él ladea la cabeza,
estudiando a su mejor amigo con intensidad. Roan me pone de pie y me abraza
contra él.
—Supongo que ya lo habrás adivinado —le dice Roan a Jordy.
—Te estás follando a la rata. —Las fosas nasales de Jordy se ensanchan.
—Es mi novio y nos estamos follando el uno al otro.
Los ojos de Jordy se abren ligeramente.
—¿Desde cuándo, amigo? Tú follas chicas.
—¿Y cuándo me ha gustado realmente una? —exige Roan—. Te metías
conmigo por follarme a cualquier cosa que viera. Incluso tú pensabas que era
raro.
—¿Pero él? —pregunta Jordy.
—No puedo explicarlo —dice Roan—. Simplemente es así. Me gusta. Él. Eres
mi mejor amigo. No debería importar con quién salga.
Jordy me mira con recelo antes de encogerse de hombros.
—Lo que sea, hombre. Siempre te cubro las espaldas, incluso si estás en
los barrios bajos con una rata.
—Mi rata —dice Roan, besando la parte superior de mi cabeza.
—Amante de las ratas —le respondo bromeando, pinchándole las costillas.
Jordy nos mira antes de sacudir la cabeza.
—Malditos raros. Envíame un mensaje más tarde, Roan.

Me despierto sudoroso y confundido. Hay un chico pesado encima de mí en


mi diminuta cama y está roncando. Sonreiría, saboreando el momento, si no
sintiera que voy a arder por el calor. Le beso la cabeza y luego salgo de debajo
de él. Desde el pasillo, puedo oír a BTS en el estéreo de Charlotte y a Roux
riéndose de las payasadas de mi hermana. Tengo mucha sed, así que voy a

169
buscar agua. Acabo de bajar las escaleras para ir a la cocina cuando escucho a
mamá en la sala de estar.
—Lo entiendo, Garrett —sisea—. Pero no es tan fácil.
Debería caminar hacia la cocina y mostrarme. En vez de eso, escucho a
escondidas su conversación con mi padre.
—Detente. —Resopla—. Escúchate. —Pausa—. ¡No responde porque lo
mataste con tus palabras de odio! —Su voz se rompe y mi corazón también—.
Hablará contigo cuando esté listo. —Pausa—. Si te presentas, lo vas a molestar
más.
Un dolor agudo atraviesa mi estómago.
¿Papá? ¿Venir aquí? Joder, no.
—Sí, Garrett, has dejado perfectamente claro que eres un cirujano como si
yo no fuera la que crio a tus hijos mientras construías tu carrera. —Otra pausa—
. Tus disculpas llegan demasiado tarde.
Me siento en el escalón inferior, mis manos tiemblan profusamente.
—Lo llevaré al médico. Y, si quiere que lo sepas, contestará a tu llamada. —
Una pausa—. Sí, sé que estás preocupado. Todos lo estamos. Sí, creo que está
anémico, entre otras cosas. —Un fuerte suspiro—. Te he contado todos los
síntomas. No come. Le oigo vomitar. No, no creo que sea un desorden alimenticio.
Me duele el estómago cuando escucho a mis padres hablar de lo que me
pasa. Me siento traicionado por mamá, lo cual es injusto para ella. Sin embargo,
no puedo detener el sentimiento.
—Sí, te haré saber si los síntomas empeoran. —Baja la voz—. Las chicas te
extrañan, pero yo no, Garrett. No importa lo que digas, se acabó. Se acabó desde
que te acostaste con Serena.
¿Qué?
—Adiós, Garrett. Hemos terminado de hablar esta noche. Voy a colgar
ahora. Adiós, Garrett. —Deja salir un suspiro molesto y luego arroja su celular
en voz alta sobre la mesa.
Me levanto y entro en la sala de estar. Mamá parece cansada. Tan pronto
como me ve, se ilumina.
—Hola, cariño. ¿Te sientes mejor? —Me muestra su falsa sonrisa de mierda.
—Sí. ¿Quieres decírselo a papá?
Su sonrisa vacila.
—Lo has oído.
—¿Quién demonios es Serena, mamá?
—Ven aquí —dice, dando palmaditas en el sofá a su lado.
Sacudo la cabeza.

170
—Dímelo y ya.
—Por favor, cariño.
Con un suspiro frustrado, me acerco a ella y me dejo caer. Me agarra la
mano húmeda y me besa la espalda como solía hacer cuando era pequeño.
—Serena es una barista.
—¿Papá se acostó con una chica de Starbucks? —pregunto con
incredulidad—. ¿Cuándo?
—Aparentemente a menudo el año pasado. —Suspira profundamente—. Me
enteré el verano pasado. Se descubrió cuando estábamos de vacaciones en
Barbados. Tomé su teléfono y vi un mensaje de ella.
Recuerdo nuestras últimas vacaciones familiares. Estaba tan obsesionado
con Lucas que no le prestaba mucha atención a mis padres. Papá parecía estar
suplicando por algo. Mamá era fría y distante. Pensé que solo estaban
discutiendo.
—Dijo que lo terminaría. Lo hizo —me dice—. Sin embargo, ya nos había
roto. Le cerré mi corazón. Estaba alejado por el trabajo y la confianza no podía
ser reparada. Me preocupaba por cada mujer con la que entraba en contacto.
Nos dirigíamos al divorcio y entonces…
—Y luego convenientemente te di una salida —gruño, sacando mi mano de
la de ella.
—No —dice ferozmente—. Tu padre perdió la cabeza e hice lo que tenía que
hacer para protegerte. Nuestra relación anterior no tuvo nada que ver con la
forma en que trató a mi hijo.
Un grito estrangulado se me escapa.
—Mamá, me dejaste pensar que yo era la razón por la que lo dejaste.
—¿Qué se suponía que debía decirte, Hollis? —pregunta con lágrimas en
los ojos—. “Oh, sé que tu padre acaba de romper tu espíritu y tu corazón, pero
déjame decirte también la mierda de esposo que fue para mí al acostarse con
una barista de la universidad”. —Me limpia una lágrima de mi mejilla—. Cariño,
estabas sufriendo, y no podía añadir nada más. Era demasiado. Solo tenía que
alejarlos a ti y a las chicas de él. Estaba en una caída en espiral y no quería que
les hiciera más daño a todos.
—Deberías habérmelo dicho —acuso, odiando lo dolida que suena mi voz.
—Tienes razón. Debería haberlo hecho. Lo siento. —Me acerca ella, y la dejo.
Dejo que mi madre abrace el dolor dentro de mí—. Traté de protegerte y no
funcionó. Estás herido y enfermo y no hay nada que pueda hacer para arreglarlo.
—Me besa el cabello—. Te amo, mi amor, y tú lo sabes.
Lo sé.
Solo necesito…
—Vamos a caminar a casa —dice Roan desde la escalera.
171
Miro por encima del hombro para verlos a él y a Roux ahí de pie. Ambos
tienen expresiones de culpabilidad como si hubieran escuchado nuestra
conversación.
—Te llevaré a casa. —Me levanto con fuerza, poniéndome en pie—. Creo que
voy a pasar la noche allí, mamá. Necesito algo de espacio ahora mismo.
Ella asiente y se pone de pie, dándome una mirada triste. Luego, a Roan le
dice:
—Por favor, cuida de él.
—Sí, señora.

Ha pasado más de una semana desde mi explosión con mamá. Roan y yo


estamos al límite por diferentes razones. Está esperando a que suceda algo malo
con su madre. Me preocupa que mi padre aparezca en cualquier momento.
—Saqué un sobresaliente en nuestro examen de álgebra —dice Roan,
sonriéndome cuando salimos de la escuela y nos dirigimos a mi Mustang.
—¿En serio? —Le doy un codazo—. Supongo que lo celebraremos esta
noche.
Su sonrisa se amplía.
—Parece que alguien quiere chupar una pulla cuando lleguemos a mi casa.
—Estaba pensando en el Mustang —digo, moviendo las cejas—. Mientras
nos llevas a casa.
Le tiro las llaves y él las agarra, riéndose. Estamos tan concentrados en el
otro que casi nos perdemos el chillido de los neumáticos. De repente me empujan
detrás de Roan.
—Quédate atrás —advierte.
Un auto de mierda se detiene y un tipo grande y espantoso con aspecto de
matón salta. Se lanza directo por Roan, golpeándolo. El tipo no lo golpea de lleno
la primera vez, pero sus nudillos crujen contra la cara de Roan, haciendo que su
cabeza se balancee hacia atrás. Me lleva un segundo saltar a la acción. Salto
sobre la espalda del tipo, poniendo su cuello grueso en una llave de cabeza. Soy
capaz de distraerlo lo suficiente para que se centre en mí y no en Roan. Nos
caemos y su peso casi me deja sin aire. Me sacude y vuelve a ponerse en pie.
Roan está listo para él y le da un fuerte golpe en las tripas.
—¿Qué mierda estás haciendo aquí, Alejandro? —exige Roan, esquivando
otro golpe.
172
Oh, mierda.
El tipo que puso una pistola contra la cabeza de Roan.
Este tipo es peligroso.
—He venido a patearte el culo —ruge Alejandro, lanzando puñetazo tras
puñetazo a Roan. Varios lo golpean, causando que un aturdido Roan caiga de
espaldas.
Alejandro mete la mano la parte de atrás de su pantalón cuando Roan
golpea el pavimento con su trasero. No espero y me enfrento a este hijo de puta
otra vez. Su arma cae de su bolsillo, golpeando el suelo. Me golpea fuerte en el
estómago, haciendo que todo se vuelva negro. Me alejan de él, pero es Roan. Me
está protegiendo.
Oigo a los chicos gritando. Los Hoodlums. Están yendo a por nosotros como
putos gladiadores con Jordy liderando la carga.
—Joder —gruñe Alejandro. Se levanta y corre a su auto. En segundos, se
levanta y saca el culo del estacionamiento.
—Atrápenlo —le grita Jordy a Cal y Terrence.
Esos dos se lanzan a la camioneta de Cal y salen del estacionamiento tras
él. Me dejo caer en los brazos de Roan y lo abrazo fuerte. Nuestros corazones
laten con fuerza en nuestros pechos en tándem. Me aprieta hasta que apenas
puedo respirar.
—¿Qué demonios ha pasado, hombre? —exige Jordy, caminando a nuestro
lado como un toro furioso.
—No lo sé —gruñe Roan—. Solo apareció y empezó a lanzar golpes. —Se
aparta y toma mi cara en sus manos—. Te dije que te quedaras atrás.
—¿Y dejar que te den una paliza? —respondo—. Ni de broma.
—Imbécil —murmura no de forma desagradable. Sus labios se acercan a
los míos—. Eso fue muy estúpido, pero también un poco sexy.
—¿En serio, hombre? Estoy aquí mismo —gruñe Jordy.
—¿Sexy? —pregunto, asombrado.
—Verte intentar darle una paliza a ese imbécil para defenderme. Diablos,
sí.
Nos besamos, sin importarnos que tengamos a Jordy como público. Él
murmura que somos unos fenómenos, pero ese es el alcance de su asco.
—Oh, mira —dice Jordy—, el hijo de puta me dejó un regalo.
Me aparto de Roan para mirar a Jordy. Sostiene el arma de Alejandro en la
palma de su mano.

173
—Tal vez deberíamos ir al río y tirarla —sugiero—. Se te da de lujo tirar
cosas al río.
Jordy resopla.
—Cuidado, rata. Si mantienes esa actitud de sabelotodo puede que
empieces a gustarme.
Roan me guiña un ojo.
Mierda.
Creo que de alguna manera he ganado puntos con el mejor amigo psicópata
de mi novio que intentó matarme.
24
Roan

—E
s tan sexy —dice Roux en voz alta en su teléfono, hablando
con Charlotte—. Tan sexy. Dios mío, creo que voy a morir.
Chicas.
Qué molestas son a veces.
Mientras balbucea sobre Kayden, porque es de lo único que habla, intento
descifrar las instrucciones que Jordy me envió por mensaje de texto sobre cómo
174
hacer sus tacos “reales”. Ni siquiera estoy seguro de haber comprado todos los
ingredientes correctos. Mi teléfono suena y es el propio imbécil.
Jordy: ¿Alguna noticia?
Yo: No.
Jordy: Tengo a Renaldo en ello.
No me gusta que Jordy le deba ni una mierda a Renaldo, especialmente por
mi culpa.
Yo: ¿Qué va a hacer Renaldo?
Jordy: Decirle que se vaya a la mierda.
Yo: ¿A qué costo?
Jordy: ¿Importa? Cualquier cosa por ti y Roux.
Han pasado días desde la mierda de Alejandro, pero aún estoy
completamente desconcertado por todo esto. Esta noche es noche de cita para
mí y Hollis. Esperaba cocinarle una buena comida a Roux antes de llevarla a
pasar el rato con Charlotte. Parece que tendremos queso a la parrilla. Lo único
bueno de tener un novio que no quiere comer es que no tengo que llevarlo a
cenar. No está interesado. En cambio, vamos a muchas películas.
Alguien llama a la puerta. Frunzo el ceño, preguntándome si Hollis decidió
venir temprano a recogernos. Metiendo mi teléfono en el bolsillo, me dirijo a la
puerta principal. Me asomo por la ventana y veo una cara familiar.
—¿Carol? —Le abro la puerta a la trabajadora social de Roux—. ¿Qué
estás…? —Me alejo cuando veo a dos policías con ella—. ¿Qué es esto?
Me da una sonrisa amable.
—Hemos venido a llevarnos a Roux a casa.
Ya estoy sacudiendo la cabeza.
—¿Q-qué? No. Ella vive aquí.
—Su madre…
—¡Que se joda mamá! —grito—. ¡Es una adicta que tiene un novio abusivo
que quiere matarme! —¿Esta gente está jodidamente loca?
—Hijo, voy a tener que pedirte que te calmes —instruye el policía de cabello
rubio, con la mano muy cerca de su pistola.
—¿Calmarme? ¡Estás a punto de sacar a mi hermana de su hogar feliz y
arrojarla de vuelta a los lobos!

175
—No tienes la custodia. —Trata de explicar Carol—. Este arreglo de vivienda
era temporal.
—No puede volver allí —grito—. ¡La lastimarán!
—Hemos inspeccionado el apartamento de la señora Hirsch y lo
encontramos adecuado…
—Esto está mal —grito—. ¡No!
—¿Qué está pasando? —La voz de Mike sube por las escaleras de fuera.
—Oh, bien. Estás aquí —dice Carol—. Llevamos a Roux de vuelta a casa.
—Joder —maldice Mike.
—Conoces las reglas —dice Carol—. No puedo hacer nada.
—¿Qué está pasando? —pregunta Roux por detrás de mí.
—Ve a tu habitación —le suplico a mi hermana, como si eso la mantuviera
a salvo—. Por favor.
—Cariño —dice Carol con su voz de trabajadora social—. Estoy aquí para
llevarte de vuelta con tu madre.
—¡No! —grita Roux—. ¡No quiero volver!
Intento cerrar la puerta en sus caras, pero el policía rubio se mete. Antes
de que pueda golpearlo, Mike está encima de mí. Lucho contra él.
—¡Suéltame, joder!
—No —gruñe—. Déjalos hacer su trabajo. Esta no es la manera de
detenerlo. Encontraremos una manera, pero esto solo te meterá en problemas.
Mis ojos se nublan de lágrimas cuando los policías tienen que sujetar
físicamente a mi hermana, que trata de huir. No soy rival para la fuerza bruta
de Mike, aunque lo intento. Nuestros gritos son como de animales salvajes
siendo capturados y golpeados.
—¡Roux! —grito—. ¡Roux!
—¡Roan! ¡Ayuda!
Estoy furioso y perdido. No puedo salvarla. No puedo arreglar esto. No sé
qué hacer. La sacan de la sala de estar, pasando por delante de mí. Mis dedos
rozan los suyos mientras la arrastran. Los dos estamos llorando.
¿Cómo puedo arreglar esto?
¿Cómo la salvo?
—Por favor —le ruego a cualquiera que me escuche—. Por favor. La
lastimarán. Por favor, no dejes que lastimen a mi hermanita.
Mike me abraza fuerte contra sí. Como si pudiera sostener todas las piezas
que se rompen de mí. Pero no puede. Hay demasiadas. Si no tengo a Roux, no
tengo nada. Alejandro le hará daño. La lastimará solo para joderme. La envían
de vuelta y es inevitable.

176
Lloro, suplico y lucho sin éxito. Carol empaca las cosas de Roux y luego se
van. He renunciado a mi lucha cuando solo somos Mike y yo.
—Roan, lo siento mucho —murmura, y su voz se quiebra.
Me separo de él y corro a su habitación como si siguiera allí. Huele al
perfume que lleva ahora. Dulce e inocente. La romperán. Joder, van a romper a
mi hermana. Caigo de bruces sobre su cama y grito en el colchón. Las lágrimas
no se detienen mientras trato de averiguar cómo voy a arreglar esto.
Tengo que arreglar esto.

No estoy seguro de cuánto tiempo he estado aquí perdiendo la cabeza, pero


es suficiente para que Hollis haya llegado y ni siquiera supe cuando apareció.
Está aquí. Abrazándome. Besándome. Susurrando garantías que hacen que mi
corazón se apriete. Lo abrazo a mí, inhalando su olor y esperando que todo esto
sea una pesadilla. Su teléfono sigue sonando en su bolsillo, pero lo ignora para
cuidarme.
—Estoy aquí —murmura, con sus dedos acariciando mi cabello,
tranquilizándome—. Estoy aquí.
Me las arreglo para abrir los ojos y poder mirarlo. Hoy no es mi pálido chico
de porcelana. No, está gris. ¿Por qué carajo mi novio está gris?
—¿Es una pesadilla? —digo con voz ahogada.
—Sí. Parece una.
Pero no es una pesadilla.
Me han quitado a Roux y mi novio parece muerto.
—Voy a sacarla de nuevo —le digo, la violencia retumba en mi voz—.
Entonces te llevaré al maldito hospital.
Sus labios, que una vez fueron rosados, pero son casi tan grises como su
piel, se fruncen.
—No puedes sacarla, Roan. Tienes que ser inteligente. —No echo de menos
que ignora mi comentario sobre el hospital.
—Estoy cansado de ser inteligente —gruño—. No me ha llevado a ningún
sitio, joder.
Hollis se queja y creo que va a discutir conmigo, pero está sufriendo. Como
si estuviera realmente herido. Se aleja de mí, se acurruca en posición fetal, con
los brazos agarrados al estómago.
—Hollis —le ladro, sentándome—. ¿Qué pasa?

177
Se estremece.
—Voy a vomitar.
Me pongo en acción, ayudándole a ponerse de pie y llevándolo al baño.
Apenas está de rodillas antes de empezar a vomitar.
Oh, mierda.
Sangre.
Está vomitando sangre y no un poco como la última vez.
—No, no, no —le ruego, sacando mi teléfono del bolsillo—. Hollis, cariño,
todo va a estar bien.
Él gime, su cabeza se inclina hacia adelante. Acaricio su cabello con una
mano mientras marco a Kelsey con la otra.
—Roan —responde ella—. ¿Estás…?
—Es Hollis. Está vomitando mucha sangre. ¡Ayuda!
—Ahora mismo voy. Estoy llamando a emergencias.
Colgamos y le envío un mensaje a Mike.
Yo: Hollis está vomitando sangre. Arriba. ¡Ayuda!
No espero su respuesta. Estoy demasiado ocupado asegurándome de que
Hollis no se muera. En minutos, Mike se apresura a entrar en el baño. Se pone
en cuclillas junto a Hollis y empieza a intentar hacerle preguntas. Hollis está
completamente desmayado.
Oh, Dios.
—Hollis —digo, sacudiéndolo—. Despierta.
—Los paramédicos están en camino —me asegura Mike—. Solo tenemos
que evitar que se haga daño antes de que lleguen.
Se ha desmayado, así que no sé cómo se ha hecho daño. Me da pánico
cuando Kelsey irrumpe en el baño.
—Mi bebé —grita—. Hollis, cariño, soy mamá. ¿Qué pasa, cariño?
Somos un desastre, tratando de despertarlo, cuando llegan los
paramédicos. Nos empujan suavemente a los tres para poder subirlo a una
camilla. Estoy a punto de desgarrarme el cabello cuando Mike nos dice que nos
llevará al hospital.
—Se va a poner bien —me asegura Mike desde el asiento delantero de su
camioneta—. Está en buenas manos.
Kelsey está al teléfono, hablando rápidamente y respondiendo preguntas a
alguien del otro lado. Estoy casi catatónico para cuando lleguemos al hospital.
Mike estaciona delante, dejándonos a Kelsey y a mí salir mientras él va a
estacionar la camioneta. Tiene el teléfono pegado a su oído mientras nos guía
hacia el interior.
—No lo sé, Garrett. Solo ven aquí cuando puedas. Es el único hospital aquí.
No puedes no verlo. —Cuelga solo para llamar a alguien más—. Oh, Dios, Karen.
Estoy enloqueciendo.
178
Continúa hablando mientras camina hacia la recepción. La persona nos
pide que esperemos en el área del vestíbulo con un millón de personas. Kelsey
encuentra una silla, pero yo no puedo sentarme. Paseo por delante de la
máquina expendedora, la preocupación me come de adentro hacia afuera.
Alguien deja libre una silla y caigo en ella, de repente exhausto. Mi vida es un
desastre y no sé cómo arreglarlo.

Me despierto cuando alguien me tira un paquete de magdalenas. Con la


palma de mi mano, me froto el ojo. La sala de espera se ha vaciado un poco. Mike
se sienta a mi lado con un paquete de magdalenas para él.
Un hombre se acerca a nosotros. Musculoso. Guapo. Seguro de sí mismo.
Familiar. Se sienta al lado de Kelsey y por un momento, creo que es el doctor.
Me animo, escuchando lo que tiene que decir.
—Es una perforación en el estómago. Un desgarro de buen tamaño de una
úlcera no tratada —le dice—. Lo están preparando para una cirugía de
emergencia.
Doctor.
Definitivamente el doctor.
—Te dije que llevaras a mi hijo al médico. Sabía que algo andaba mal —
sisea, y su voz se vuelve desagradable.
Ya estoy de pie yendo a él, aplastando los panecillos en mi puño.
—No le eche la culpa de esta mierda cuando todo lo que ha hecho es cuidar
de sus putos hijos.
Los ojos del tipo, azules y como los de Hollis, se abren de par en par y me
mira fijamente.
—¿Y quién demonios te crees que eres, joven?
—Soy el novio de su hijo —espeto—. Y, si tiene un problema, puede hablarlo
conmigo.
Mike me agarra del hombro.
—Suficiente, amigo. Es suficiente.
—Voy a hacer que seguridad saque a este mocoso de aquí —dice el padre
de Hollis, un aire de superioridad en su tono.
—Garrett —dice Kelsey exasperada—. Dale un respiro al chico. Dame un

179
respiro a mí. Todos estamos haciendo lo mejor que podemos. Está preocupado
por él. Si crees que vas a entrar ahí y actuar así con Hollis, nunca te perdonará.
Garrett se encorva un poco.
—Es una condición seria, Kels. Si se vuelve séptico, sus órganos podrían
fallar. Podríamos perder a nuestro hijo. Siento que, si hubiera estado cerca,
habría visto… —Se aleja, con el puño en la mano—. Todo esto es mi culpa.
La idea de perder a Hollis me hace aspirar un aliento agudo y horrorizado.
Tanto Garrett como Kelsey hacen un gesto de dolor. Deben sentir ese dolor tanto
como yo.
Mike me da un apretón en el hombro.
—¿Quieres tomar un café?
Kelsey me da una pequeña sonrisa y una inclinación de cabeza.
—Estaremos aquí. Te haré saber si algo cambia.
Le permito a Mike que me guíe hasta un puesto de Starbucks. Estoy
entumecido mientras se acerca a entregar nuestro pedido. Mi teléfono suena en
mi bolsillo. En cuanto lo saco, mi corazón tartamudea.
Roux.
Olvidé que tenía un teléfono.
—Roux —mascullo.
Sollozos.
Todo lo que oigo son sollozos.
Pierdo la maldita cabeza.

180
25
Hollis

—A
hí estás —dice una voz desconocida—. ¿Cómo te sientes?
Parpadeo confundido. Estoy en el hospital.
—¿Qué está pasando?

181
—Usted, señor, se está preparando para la cirugía. Soy su enfermera, Fran.
El doctor Edmond vendrá pronto para repasar lo que va a hacer. —Sonríe—. Sus
padres están aquí para verlo.
¿Padres?
El temor me invade, haciendo que el monitor de ritmo cardíaco suene como
loco. No tengo un segundo para procesar sus palabras antes de que mamá entre.
Sus ojos están rojos por el llanto o el cansancio, no estoy seguro.
—Oh, cariño —canta, agarrando mi mano—. Lo siento mucho. No me di
cuenta de que estabas tan enfermo.
—Estoy bien —le digo en el tono más brillante que puedo conseguir.
—No estás bien —dice una voz profunda—. Tu estómago está sangrando,
hijo. Ese agujero solo se hará más grande si no se trata.
Hago una mueca, cerrando los ojos.
—¿Por qué está aquí?
—Lo siento —susurra mamá—. Lo siento.
—Estoy aquí porque eres mi hijo —dice papá con tanta arrogancia que
quiero darle una bofetada.
—Nos echaste —murmuro, sin la energía necesaria para gritarle.
—No estoy aquí para pelear. —Papá me mira con una expresión
demacrada—. Estoy preocupado por ti.
Las lágrimas calientes me queman los ojos. Parpadeo para alejarlas. Odio a
mi padre. Odio que esté aquí. Especialmente odio que una pequeña parte de mí
lo eche de menos. Ese mismo niño siempre buscando una aprobación imposible.
—La tomografía no mostró signos de peritonitis, lo cual es una noticia
fantástica porque, si estuvieras séptico, eso cambiaría el juego, hijo. —Pone sus
manos en sus caderas—. El agujero es decente y solo crecerá si no lo reparan.
Si estuviéramos en casa, lo haría yo mismo, pero por suerte estoy aquí y podré
aconsejar a los cirujanos de aquí sobre lo que hay que hacer.
Oh, Dios.
Mamá pone los ojos en blanco.
—Tal vez deberías ir a discutirlo con el doctor ahora.
—El doctor Edmond está en camino —interviene Fran—. Puede que lo
encuentre en el pasillo. Debería apurarse. —Me guiña el ojo.
Papá sonríe, dándome palmaditas en la cabeza.
—Hablaremos después, Hollis. Te quiero.
Aparto la mirada de él, con lágrimas en los ojos.
—Creí que nunca lo sacaríamos de aquí —gruñe mamá—. ¿Cómo estás,
cariño?
—Estoy cansado. Quiero ver a Roan.
182
La sonrisa de mamá es débil.
—Después de la cirugía, ¿bien?
—¿Está bien? ¿Está mal? —La culpa se arremolina dentro de mí mientras
me preocupo por cómo se siente. Estaba destrozado porque se llevaron a Roux y
luego me enviaron al hospital. No se sabe el estado mental de ese chico ahora
mismo.
—Ha estado mejor —dice mamá—. Ha tenido que irse.
—Mamá…
—Se llevó la camioneta de Mike. —Frunce el ceño—. Roan es mayor. Puede
arreglárselas solo. Ahora mismo, necesitamos centrarnos en ti.
—Mamá, va a hacer algo tonto. Está hecho un desastre ahora mismo. ¿Por
qué no intentaste detenerlo?
Ella toma mi mano.
—Porque me necesitas tú más que él en este momento.
—¿Estás casi listo? —pregunta Fran mientras revisa mis signos vitales.
No.
No estoy listo.
Necesito asegurarme de que Roan está bien.
—¿Dónde está mi teléfono? —exijo—. Lo necesito.
Mamá escarba en una bolsa a sus pies.
—Aquí tienes.
Marco el número de Roan y va al buzón de voz.
Joder.
—Qué sea rápido —advierte Fran—. Puedo oír al doctor Edmond fuera de
esa puerta. No se anda con tonterías. Cuando entre, querrá llevarte a la cirugía.
Ignorándola, busco en mis números hasta que encuentro el de Jordy. Roan
me lo dio una vez para emergencias. Me reí de ello, asumiendo que nunca tendría
que llamarlo, pero aquí estamos teniendo una maldita emergencia.
—¿Qué? —espeta.
—Soy yo. Hollis.
—¿Rata? ¿Dónde está Roan? —El miedo instantáneo en su voz me pone
nervioso.
—Aquí no. Tengo miedo de que haga algo estúpido.
—¿Qué quieres decir? ¿Por qué no estás con él? —exige.
—Estoy a punto de entrar para una cirugía estomacal de emergencia. —
Cierro los ojos—. Se… se llevaron a Roux de vuelta a casa de su madre. 183
—¿Hicieron qué? —espeta.
—Roan estaba aquí y ahora no está. Para que me deje, algo malo va a pasar.
Por favor, ayúdalo, Jordy. Por favor.
Él maldice.
—Bien. De acuerdo. Estoy en ello.
—Gracias. —Respiro.
—Rata…
—¿Sí?
—Mantente vivo. Por Roan.
—Haré lo mejor que pueda, hombre.

—¿Todavía quieres ser bombero? —pregunto, pasando la punta de mi dedo


por los surcos entre sus abdominales.
—Sí.
—Siempre quise follarme a un bombero.
—Fenómeno. —Roan se ríe, y los músculos de su estómago se tensan de una
manera deliciosa que me hace querer lamerlos—. ¿Qué vas a ser? No un doctor, lo
cual es un asco porque necesito un sugar daddy.
Le golpeo el estómago.
—Tal vez Mike sea tu sugar daddy.
—Qué asco —dice con una risa—. Creo que Mike quiere ser el sugar daddy
de tu mamá.
—¿Qué? De ninguna manera.
—Amigo, ¿has visto la forma en que mira el trasero de tu mamá?
No. Voy a matarlo.
—Ay, el pequeño Hollis se está enfadando porque a alguien le gusta su
madre.
—Vete a la mierda.
—Solo si te vas a la mierda conmigo.
Ladeo mi cabeza para mirarlo. Él rueda para colocar su cuerpo sobre el mío

184
y me besa. A veces sus besos son vulnerables y dulces. Esos besos se clavaron
en mi corazón. En momentos como este me doy cuenta de que haré lo que sea para
mantener a Roan Hirsch como mío. Lo que sea necesario.
—Así que no hay doctor. ¿Entonces qué? ¿Profesor sustituto?
—Tienes un fetiche por los profesores sustitutos —me quejo.
—Es tu culpa. Apareciste con tu elegante abrigo y tu caro auto. No puedo
evitarlo, me enamoré de todo el asunto.
—Te enamoraste, ¿eh?
En lugar de responder, me muerde la mandíbula juguetonamente.
—Dímelo.
—Me gusta la idea de ayudar a la gente, pero me niego a entregar mi alma a
un hospital. Papá nos perdió cuando se casó con la medicina.
Roan me besa de nuevo, más suave. Lentamente. Como si pudiera besar el
dolor dentro de mí, el dolor del que papá es responsable.
—Tal vez un paramédico —digo pensativo—. No creo que sea tan duro como
tú para querer correr hacia edificios en llamas. Pero ayudarlos una vez que me los
traigas, puedo hacerlo.
—Oh —bromea Roan—. Me gusta la idea de que estés todo sexy con tu traje
y te pares frente a una ambulancia. Definitivamente me masturbaré con esta
imagen más tarde.
Le agarro el culo y lo aprieto.
—Asegúrate de llamarme cuando lo hagas porque haré lo mismo pensando
en ti con todo ese pesado equipo de bombero.
—Puede que ya me haya masturbado con fantasías de ti como mi profesor.
Los dos nos reímos.
—Quieres una lección, ¿eh? —me burlo—. Estás bien y limpio después de tu
ducha. Tal vez te dé una lección de seño oral anal.
—¿Comer culos?
—Presta atención —digo en un tono firme y autoritario—, y no debes hablar
vulgarmente en mi clase, jovencito.
Su sonrisa es desviada, y sus ojos se iluminan con maldad.
—Sí, señor English.
Maldición, cuando este chico malo es obediente, realmente me pone la polla
dura.
—Buen chico.

185
—Hollis.
—Hollis.
—Hollis.
Me despierto de mis sueños, confundido e inconsciente de dónde estoy.
Todo lo que sé es que hace calor. Es tranquilo. Estoy en una nube.
—Estás saliendo de la anestesia —dice un hombre—. La cirugía salió bien.
Aunque la perforación no era muy grande, estaba rodeada de algunos abscesos
que necesitaban ser drenados. Hemos cerrado el agujero y te hemos curado
enseguida.
Mis párpados están demasiado pesados.
Me quedo a la deriva.
Todo lo que veo es ámbar.
Ojos.
Ojos.
Sus ojos.
Roan.
26
Roan

N
o tengo ningún plan.
Solo llegar a Roux.
Todo lo demás, lo descubriré en el camino. Conseguir el viaje
fue bastante fácil. Mike estaba distraído cuando le pedí prestado su camioneta.
La principal preocupación de Kelsey era asegurarse de que Hollis estuviera bien.
Y mientras todo me gritaba que me quedara en el hospital con Hollis, no podía 186
ignorar los sollozos aterrorizados de mi hermana.
“Por favor ven a buscarme. Estoy asustada. No me siento segura”.
Las carreteras están resbaladizas esta noche, pero igual conduzco muy
rápido. Mis venas están vibrando por la energía. La adrenalina me alimenta. En
diez minutos, llegaré al complejo de apartamentos de barrio de mamá. Veo el
auto de porquería de Alejandro, así que sé que está en casa.
Mierda.
Voy a tener que llegar a los golpes con este hijo de puta.
Cualquier cosa por Roux.
Después de meterme rápidamente en un lugar de estacionamiento, salgo de
la camioneta grande y corro hacia el edificio. La gente se ríe de mí mientras corro
como si mi trasero estuviera en llamas, pero no me importa una mierda. Se siente
como una eternidad hasta que llego al apartamento de mamá.
La música fuerte suena desde su puerta, lo que significa que Alejandro está
teniendo una de sus fiestas. Giro la perilla y asomo la cabeza. El apartamento
es una nube de humo. Me arden los ojos por el olor a marihuana. Me molesta
que Roux tenga que estar expuesta a esta mierda. Hay una luz negra encendida
y la gente está bailando. Patino por la entrada y me desvío por el pasillo sin ser
detectado. La puerta del dormitorio de mamá está abierta de par en par y la luz
está encendida.
Perra irresponsable.
Mamá yace tendida en la cama, medio desnuda y extasiada por la heroína
si me baso en la aguja que sale de su brazo. Uno de los amigos de Alejandro tiene
su mano entre sus piernas. Jodidamente asqueroso. Los odio a todos. Estoy a
punto de decirle que la deje considerando que se ha desmayado, pero luego lo
escucho.
Un chillido.
Roux.
Corro hacia su habitación. Cuando voy a empujar la puerta para abrirla,
solo se abre unos quince centímetros. Algo pesado la bloquea. El tocador.
—¡Roux! —grito—. ¡Soy yo! ¡Déjame entrar!
—¡Roan!
Corre hacia la puerta, sacando su brazo flaco, las lágrimas corren por sus
mejillas. Ella está a salvo. Solo necesito sacarla.
—Ayúdame —suplica.
—Ayúdame. —La imita Alejandro, poniéndose detrás de ella y helando mi
sangre.
Otra voz se ríe desde el interior de la habitación.
Están ahí con ella. Oh, jodido Dios mío.
187
—Eres un… —Comienzo, pero me interrumpo cuando él le tapa la boca con
una mano y la arrastra—. ¡No!
Empiezo a golpear la puerta con el hombro con fuerza, con la esperanza de
mover el tocador lo suficiente como para poder entrar. Entraré a empujones
incluso si tengo que destruir toda la maldita puerta. Sus gritos solo me hacen
empujar más y más fuerte. Desde mi punto de vista, solo parecen estar
aterrorizándola, pero no lastimándola. La empujan y se ríen como jodidos locos.
Obviamente están drogados con algo.
Franco la agarra y la atrae hacia él a pesar de que ella se retuerce.
—Oh mira. La pequeña Roux tiene tetas ahora. —Cuando frota su pecho,
pierdo la cabeza, rugiendo y gruñendo como un animal.
Ella le araña la cara y se escapa de su agarre. Alejandro tira de ella hacia él
por su cabello. Mirándome a los ojos, comienza a jalar su pantalón de pijama.
No.
No.
No.
Doy unos pasos atrás y luego corro, empujando la puerta con todas mis
fuerzas. Logro entrar. Me tropiezo con alguna mierda en el suelo y me lanzo a
golpear a Alejandro. Se agacha, tirando a Roux al suelo y luego levanta los puños.
Trato de golpearlo otra vez, pero alguien me da una fuerte patada en la espalda.
Franco.
—Roux, vete —ordeno, justo cuando Alejandro me golpea fuerte en la
mandíbula.
Me balanceo sobre mis pies y le doy un fuerte puñetazo en el estómago.
Gime pero se recupera rápidamente, empujándome hacia Franco. Franco patea
la parte de atrás de mi rodilla, haciéndome caer al suelo. Ambos comienzan a
patearme fuerte. Cada golpe es más duro que el anterior. Todo lo que puedo
pensar es en Roux.
Corre, Roux, corre.
Ella suelta un grito lleno de rabia mientras le arroja a Alejandro su lámpara
de noche. Lo golpea en el brazo. No lo lastima, solo lo enoja. Él la persigue. Logro
patear a Franco en las pelotas. Él aúlla, distraído, y me arrastro detrás de
Alejandro. Ese hijo de puta la tiene atrapada en el armario. Él la golpea, pero yo
lo alcanzo, haciendo que pierda algo de su impacto. Nos peleamos en el fondo
del armario, luchando para tomar la ventaja.
—Roux, lárgate de aquí —siseo, mientras golpeo a Alejandro en sus
costillas.
—¡No sin ti!
188
Franco aparece y agarra a mi hermana por el cabello, arrastrándola de
regreso al dormitorio. Sus gritos son enloquecedores. Me las arreglo para
desenredarme de Alejandro para ir tras ellos. Franco está desnudando a mi
hermana. Mi hermana de trece años. Cuando veo su culo desnudo, enloquezco
de furia. Lo alcanzo y empiezo a golpearle la cara. La rabia me ciega haciéndose
cargo. Estoy a punto de golpearlo de nuevo cuando alguien me patea en la cabeza
por detrás. Me caigo, perdiendo la consciencia. Me recupero y tengo una rodilla
presionada contra mi espalda.
No.
No.
No.
Alejandro está terminando lo que empezó Franco. Él le quitó el pantalón y
la braga, y la está manoseando. Las lágrimas de odio y dolor me ciegan. ¿Por qué
están haciendo esto? Ella es solo una niña.
—Me jodes —bramó Alejandro, mirándome con furia—, te jodo.
Empieza a desabrocharse el cinturón y siento arcadas. No puedo con esto
No lo puedo ver. Dios, ayúdanos, joder.
Todo lo que escucho es su risa maníaca.
Es jodidamente inquietante.
Alejandro saca su polla. Su jodida polla. Y me siento impotente. Cierro los
ojos con fuerza. Por favor Dios. Por favor.
¡Bang!
Abro los ojos, tratando de entender cómo Alejandro está ahora en el suelo
frente a mí, con un gran agujero en la frente. La sangre se acumula a su
alrededor.
¡Bang!
Franco cae pesadamente encima de mí. Mi voz está ronca de gritar por
Roux, pero sigo gritando su nombre. Tratando de alcanzarla. Un hombre entra
en la habitación, atravesándola directamente hacia mi hermana.
—Por favor, no la lastimes —le ruego—. Por favor.
Me las arreglo para quitarme el cuerpo de Franco de encima y arrastro mi
cuerpo débil y maltratado hacia el hombre que está tocando a mi hermana.
—¿Qué carajo? —dice alguien desde la puerta.
¡Bang!
El hombre también le dispara a este tipo. ¿Le disparará a mi hermana? No,
parece estar ayudándola a subir el pantalón. Está vibrando de ira. Me agarro a
su pantalón y lo miro.
Jordy.
189
Jordy.
Es el jodido Jordy.
Cae al suelo con Roux en brazos. Su cuerpo entero tiembla mientras ella
solloza. Me las arreglo para acercarme y agarrar su mano temblorosa. Ella y yo
lloramos, abrazados el uno al otro mientras Jordy permanece mortalmente
quieto y en completo silencio.
Está herido.
¿Está herido?
¿Por qué no dice nada?
—J-Jordy —digo, mi cuerpo entero inundado de escalofríos.
No responde. No se mueve.
—¿Qué diablos le hiciste a mi…? —exclama otro tipo desde la puerta.
¡Bang!
Me quedo boquiabierto cuando Jordy también le dispara a este tipo. Esto
es malo. Esto es realmente malo. Me tiemblan las manos mientras trato de
quitarle el arma.
—No —gruñe—. Necesito que los otros entren aquí. Por Roux.
Asiento, las lágrimas caen por mis mejillas.
—E-está bien.
Sus ojos dejan los míos y permanecen fijos en la puerta. Intento abrazarlos
a ambos, pero Jordy me aleja. No me gusta esto. No me gusta cómo está
actuando. Me mata del susto.
—J-Jordy, h-hermano, t-tenemos que i-irnos de aquí. —Mi voz sigue
quebrándose y rompiéndose. No puedo dejar de temblar.
—No es seguro —dice Jordy en un tono helado.
Puedo escuchar sirenas cerca y le ruego a Dios que todo esto termine
pronto.
—Quiero irme —ruega Roux, prácticamente arrastrándose por el torso de
Jordy—. Por favor, Jordy. Sácame de aquí.
Intenta apartarla, pero se aferra con más fuerza. Agarro su pierna, temeroso
de que se escape y nunca la vuelva a ver. Los tres somos un puto desastre.
—Por favor, Jordy. —Solloza—. Por favor
—No es seguro, pequeña Hoodlum. —Su tono es más frío que cualquier cosa
que haya escuchado antes.
Una voz fuerte surge de un altavoz.
—Salga de la habitación con las manos en alto.
Roux grita, agarrando con fuerza a Jordy, tratando de esconder su rostro
190
en su cuello. Me aferro a ambos, jodidamente aterrorizado. Jordy mantiene su
arma apuntando a la puerta como si más tipos malos pudieran atravesarla.
La música que estaba sonando hace tiempo ha sido apagada. Puedo oír
hombres susurrándose unos a otros y pasos pesados resuenan. Alguien le dice
a otra persona que busque un paramédico. Hay una mujer inconsciente en una
de las habitaciones. También escucho las palabras: “El sospechoso está armado
y tiene rehenes”.
Eso no es correcto.
Es el héroe, no el sospechoso.
—Roan. —Solloza Roux—. Estoy asustada.
—Y-yo t-también. —¿Por qué diablos me tiembla tanto la voz?
—Señor. —La voz habla de nuevo—. Baje su arma para que nadie más salga
herido.
—Se lo merecían —grita Jordy—. ¡Intentaron violar a una niña de trece
años!
—Soy el capitán Fitzgerald. Hablemos de esto, hijo. ¿Cuál es tu nombre?
—Jordy Martinez.
—Escucha, Jordy, sé que estás asustado. ¿A quién tienes contigo?
—Roan y Roux. Los estoy protegiendo.
Aprieto a mi mejor amigo y a mi hermana como si pudiera protegerlos con
un abrazo.
—Puedo ver eso. Arreglaremos todo en la estación. —Le asegura Fitzgerald—
. Sin embargo, tienes que bajar el arma. No queremos que le dispares
accidentalmente a alguien.
—Por favor, no disparen a Jordy —les ruega Roux.
—Cariño —dice Fitzgerald—. Haremos lo que podamos para que eso no
suceda. Sin embargo, tengo que proteger a mis oficiales y a ustedes dos. Si Jordy
hace exactamente lo que decimos, nadie saldrá herido.
Intento sentarme, pero me duele todo. Lo único que puedo hacer es
quedarme en posición fetal junto a ellos.
—Jordy —dice Fitzgerald con voz tranquila—. ¿Puedes dejar que Roux salga
por la puerta?
—¡No! —grita Jordy—. ¡Los amigos de Alejandro están ahí fuera! ¡Mire lo
que les hicieron a ella y a Roan!
—Te puedo asegurar, hijo, que las únicas personas aquí son oficiales y
paramédicos. Solo queremos ayudar.

191
—Déjame ver tu placa —gruñe Jordy—. Así sé que no eres uno de ellos.
—Baja tu arma y estaré encantado de mostrártela.
Jordy relaja su brazo, descansando sobre mi hombro la mano que sostiene
la pistola.
—Muéstrame.
Fitzgerald sostiene una placa, el metal brilla a la luz.
—Mira. Soy el capitán del departamento de policía de Hood River. Soy
seguro. ¿Puedes dejar la pistola en el suelo donde pueda verla?
—¿Tienes algunas mujeres? —pregunta Jordy—. ¿Para Roux?
—La oficial Kline está aquí.
—Puede llamarme Jessica —dice el oficial Kline desde cerca—. Puedo
ayudar a Roux. ¿Puede venir conmigo, Jordy?
Jordy abraza a Roux y le besa la cabeza.
—Ve, Roux. Es seguro.
—Tengo miedo —se queja Roux.
—Estamos j-justo detrás de ti —murmuro, mis dientes aún castañean.
—Está bien —susurra.
Se pone de pie con las piernas temblorosas y camina alrededor de la cama,
pasando por encima de dos cuerpos. Cuando se acerca a la puerta, una oficial
rubia la alcanza, tirando de ella sobre los otros dos hombres muertos. Hay
conmoción y voces de alivio del otro lado.
—Buen trabajo, Jordy —dice Fitzgerald—. Hiciste un buen trabajo. Ahora
solo tenemos que ayudar a Roan. ¿Está herido?
—Yo… yo… no lo sé. —Jordy suena cansado y confundido—. Espero que
esté bien.
Intento asentir, pero mi cabeza me está matando.
—Estaré bien.
—Tal vez deberías ir al hospital con tu rata —comenta Jordy, resoplando
con una risa inapropiada—. Mierda. Mierda, Roan. ¿Qué diablos hice?
—Escucha —dice Fitzgerald con su voz tranquila—. No nos vamos a
preocupar por todo eso ahora mismo. Si lo hacemos, todos se molestarán.
Necesito que ahora mismo tomes buenas decisiones, Jordy. Y una buena
decisión sería bajar esa pistola. Luego, tirarla.
—¿Voy a morir? —pregunta Jordy, con la voz quebrada—. No quiero morir.
Empiezo a llorar porque he visto las películas. Siempre disparan al tipo que
intenta ayudar. Jordy solo trataba de ayudar.
—No llores, maricón —bromea Jordy, pero hay un miedo inconfundible en
su voz.
—P-Por favor, n-no le disparen —le suplico a Fitzgerald—. Por favor.
—Chicos —dice Fitzgerald en tono paternal—. Nadie va a recibir un disparo
192
mientras todos cooperen. Roan, ¿puedes moverte? ¿Puedes salir como lo hizo
Roux?
Intento levantar la cabeza, pero el dolor de cabeza solo se intensifica. La
bilis sube por mi garganta y siento el reflujo.
—N-no lo c-creo. S-siento que v-voy a v-vomitar.
Jordy me mira.
—Su cabeza está sangrando.
—Está bien —dice Fitzgerald—. Está bien. Tenemos paramédicos aquí para
ayudar a Roan.
Pienso en Hollis con su ropa de paramédico.
Dios, lo extraño.
—Ya que Roan no puede levantarse, Jordy, realmente vamos a necesitar tu
ayuda para poder conseguirle la asistencia que necesita —dice Fitzgerald con voz
severa—. Eso significa tirar el arma y poner las manos en el aire. Es solo un
procedimiento. Para mantener a todos a salvo.
—¿No me dispararán? —pregunta Jordy—. Todavía me necesitan. No
puedes dispararme.
—Nadie te va a disparar —le dice Fitzgerald—. Por favor, hijo. Hagamos que
revisen a Roan. Todo esto terminará pronto. A ustedes dos, les vendría bien una
buena noche de sueño.
—Estoy cansado —coincide Jordy con voz infantil—. Realmente cansado.
Bosteza y aparta el arma. Sus dedos rozan mi cabeza en un punto dolorido
y me estremezco.
—Buen trabajo —elogia Fitzgerald—. Ahora levanta los brazos. Voy a entrar
en la habitación. Verás mis dos manos. El oficial Young vendrá detrás de mí con
su arma, pero eso es solo para mantenernos a todos a salvo. Nadie va a recibir
un disparo, ¿de acuerdo?
Jordy levanta los brazos.
—Bueno.
Todos se mueven en cámara lenta. Un hombre mayor con el cabello canoso
entra justo como dijo. Nos está sonriendo sombríamente, sus ojos me recorren,
evaluándome por daños. Young se asoma detrás de él.
—Ahora, Jordy, voy a tener que esposarte hasta que arreglemos todo esto
en la estación, ¿de acuerdo? Así que no luches conmigo por esto. Es para
mantener a todos a salvo.
Fitzgerald pasa por encima de mí y luego va detrás de Jordy. Young va hacia
mí, levantándome como si no pesara poco más de noventa kilos. Puedo oír a
193
Fitzgerald leerle sus derechos a Jordy mientras lo esposa. La habitación da
vueltas y giro la cabeza para vomitar. Todo es borroso.
Voces.
Luces.
Caos dirigido.
—Jordy —me quejo—. Roux.
—Roux también va al hospital. Para que la examinen —me dice un
paramédico. Todo va a estar bien.
Mis ojos se encuentran con los oscuros de Jordy mientras lo conducen fuera
del apartamento. Fitzgerald dijo que todo se resolvería en la estación. Todo va a
estar bien.
Mientras la camilla sale del apartamento, cierro los ojos y siento el alivio en
mis huesos.
Lo hicimos.
Estamos a salvo.
Nadie recibió un disparo.
27
Hollis

—¿D
ónde estoy? —le pregunto a una mujer de cabello
blanco.
Ella me sonríe amablemente.
—Estás en recuperación quirúrgica. El doctor
Edmond dijo que ya habló contigo. La cirugía fue
exitosa. Solo estábamos esperando a que despiertes del todo antes de pasarte a 194
una habitación. —Acaricia mi mano—. ¿Cómo te sientes?
—Bien.
Su risa me recuerda a la de mi abuela.
—Maravilloso. ¿Te gustaría ver a tus padres ahora?
Asiento con la cabeza, aunque especialmente no deseo ver a mi padre. Ella
desaparece y vuelvo a dormirme. Cuando me despierto nuevamente, tanto mamá
como papá están junto a mi cama.
Papá normalmente es distante e impasible, pero en este momento parece
aliviado, lo cual es confuso porque pensé que querría que su hijo gay muriera en
la cirugía. Toma mi mano y la aprieta.
—Me alegro de verte despierto, amiguito.
Mi corazón se encoge ante el apodo con el me llamaba cuando era pequeño.
—Lo arreglaron —me dice mamá, con los ojos llenos de lágrimas—. Todo va
a estar bien.
—¿Roan?
Mamá se pone rígida.
—Lo verás pronto.
—¿Dónde está?
—Aquí. Están los dos, él y Roux.
Frunzo el ceño, tratando de encontrarle sentido a sus palabras.
—¿En la sala de espera?
—Están siendo revisados.
—¿Qué? ¿Por qué? —La preocupación hace que me quiera sentar, pero todo
se siente pesado y dolorido. Los analgésicos me hacen sentir como si estuviera
en una niebla—. Quiero verlos.
—Podemos hablar de eso más tarde —dice mamá con voz suave—. Aunque
están bien. Es todo lo que importa.

Oh, mierda esto duele.


Apreté el botón llamando a la enfermera, necesitaba que ella viniera con mis
analgésicos. Este movimiento hace que mamá y papá se despierten. Desde que
nos trasladaron a la habitación puedo ver el amanecer desde mi posición.

195
—¿Qué pasa? —pregunta papá, acercándose a mí y evaluándome—. ¿Cuál
es tu nivel de dolor?
—Me duele todo —gimo—. Todo duele.
—Tuviste una cirugía de estómago. Habrá dolor. Iré a buscar una
enfermera. —Acaricia mi mano antes de irse.
Suena el teléfono de mamá y habla en voz baja con alguien. Luego, cuelga.
Sus ojos se levantan hacia los míos, la culpa apareciendo en ellos.
—¿Quién era?
—Mike.
—¿Qué quería?
Suspira antes de ponerse de pie.
—Darme una actualización sobre los niños. Roux ha sido dada de alta y se
la entregaron. Roan todavía está aquí.
—¿Dónde? ¿Por qué?
—Haciéndole tomografía computada y otras cosas. Esos hombres lo
golpearon bastante mal. —Se le humedecen los ojos—. Tuvo suerte de que Jordy
llegara cuando lo hizo.
¿Jordy?
—¿Cómo está Jordy? ¿Él también está lastimado? ¿Está bien?
Mamá frunce el ceño.
—Lo arrestaron.
—¿Por qué?
—Disparó y mató a cuatro hombres, Hollis.
La miro boquiabierto.
—¿Lo hizo?
—Roan y Roux dicen que fue para protegerlos, pero ahora mismo es un
desastre. Sin embargo, no hay nada de lo que debas preocuparte. Necesitamos
que te concentres en ti.
Oh Dios.
Pobre Roan.
Su mejor amigo mató a cuatro hombres por ellos.
La culpa se lo tragará vivo.
—Quiero verlo —le ruego—. Llévame con Roan.
Camina hacia mí y toma mi mano.
—Tan pronto como podamos, lo haremos.

196
Me despierto con los susurros.
Mike y mamá.
—Quizás ustedes dos deberían llevar esta conversación a otra parte —gruñe
una voz enojada. Papá—. Está tratando de descansar.
Abro los ojos. Mike tiene su brazo alrededor de mamá, abrazándola
mientras llora. Papá camina de un lado a otro, mirando a Mike como si llevara
la peste.
—¿Dónde está Roan? —pregunto, mi voz ronca.
Papá corre hacia mí y me sirve un vaso de agua helada.
—Toma. Bebe esto.
Tomo el vaso que me ofrece y bebo la bebida fría. Mamá y Mike se paran y
caminan hacia mí.
—¿Cómo te sientes, muchacho? —me pregunta Mike.
—Me sentiré mejor cuando vea a mi novio.
Mike sonríe.
—Eres tan molesto como Roan. Estoy aquí porque su culo mandón me hizo
venir a verte.
Relajo mi cuerpo, feliz como el infierno.
—¿Él está bien?
—Otra conmoción cerebral. Una hemorragia interna, pero está todo bajo
control. Lo dejaron para monitorearlo.
—¿Dónde está Roux?
—La tía Karen vino a buscarla —responde mamá—. La pobrecita estaba
agotada.
—¿Jordy todavía está en la estación? —pregunto, frunciendo el ceño.
Mamá aprieta sus labios.
—No se ve bien para él. Allí están sus padres y su hermano. Contrataron a
un abogado. Todavía no sabemos mucho.
Mike agarra el hombro de mamá, lo que hace que mi papá resople de
disgusto.
—¿Por qué parece que hay más malas noticias? Odio que ambos me estén
mirando con tristeza.
—Miranda se despertó. Ella dice que alguien la drogó. Sigue preguntando

197
por su niña. —La cara de mamá se enrojece de ira—. Ella le dijo a la policía que
Roan estaba allí para secuestrar a Roux.
Oh, mierda.
—Le dije a Roan que mantuviera la boca cerrada —gruñe Mike—. No quiero
que se incrimine a sí mismo. La policía ya tiene antecedentes de haber tenido
que quitarle a Roux, un secuestro está más allá de los límites.
—Esto es una mierda —murmuro—. Ella es una drogadicta incompetente.
—Todo es un desastre ahora mismo —coincide mamá—. Por ahora,
preocúpate por mejorar.
Sintiéndome impotente para hacer otra cosa que dormir, cierro los ojos y
sueño con Roan.

Suaves toques en mi mano me despiertan. He dormido intermitentemente


durante los últimos días desde que me operaron. Ninguno de esos días he visto
o hablado con Roan.
Sin embargo, aquí está.
Sentado en una silla junto a mi cama, frotando su pulgar por el dorso de
mi mano.
—Roan —le susurro.
Levanta la cabeza y me estremezco. Su rostro es negro y azul. Un ojo está
hinchado casi completamente cerrado y tiene suturas en su mejilla. Su labio
inferior está roto en dos lugares.
—Hola —murmura—. Tanto tiempo sin verte.
—¿Qué te pasó?
Cierra los ojos y se le escapa una lágrima. Mi corazón se rompe al verlo tan
destruido. Todo su cuerpo tiembla como si estuviera derrumbándose. Todo lo
que puedo hacer para consolarlo es apretar su mano.
—Roan…
—Todo está tan jodido, Hollis. Todo.
—Háblame, cariño. Dime.
Tose, claramente tratando de componerse, pero falla. Sus palabras salen
como sollozos.
—E-ella les dijo que yo estaba allí para s-secuestrar a Roux. D-defendió a
ese hijo de puta de Alejandro. —Solloza y deja escapar un suspiro agudo—. Jordy
t-también mintió. P-para protegerme.
—Oh no.
—Si c-contradigo lo que él dice, iré a la c-cárcel t-también. No sé qué m-
198
mierda hacer. —Tiembla mientras llora. Su mano libre tira de su cabello con
frustración mientras su otra mano se aferra a mí como si fuera un salvavidas.
—¿Qué les dijo Jordy?
—Dijo que m-me usó para entrar. Mintió y d-dijo que está en una banda
rival de Alejandro.
—Pero eso es una mierda —espeto—. ¿Por qué no puede ser simplemente
un caso ganado? Tu hermana estaba en peligro y la salvaste. Jordy hizo lo que
hizo para protegerlos a los dos.
Se seca las lágrimas.
—P-porque no es tan simple. De cualquier manera, o él está metido hasta
lo profundo en la mierda por matar a cuatro hombres o yo me mantengo limpio.
—¿Qué vas a hacer?
—J-Juno, Mike y tu mamá me dijeron que tenía que dejar que Jordy hiciera
lo que quisiera. Entonces podré estar fuera p-por Roux.
—Oh, joder, Roan. Lo siento mucho.
Apoya su frente en nuestras manos unidas.
—Solo necesito p-pensar. Solo necesito dormir.
—Duerme —murmuro, apretando su mano—. Duerme. Después lo
resolveremos juntos.
Su respiración sale suave y rítmica un momento después. Me arrulla en mi
propia siesta. Al menos cuando dormimos, no tenemos que lidiar con todas las
porquerías injustas.
Vamos a resolver esto.
Tenemos que hacerlo.

199
28
Roan
DOS MESES DESPUÉS…

S
us ojos oscuros están vacíos. Jordy ya no es el chico que juega al
baloncesto conmigo o me jode por mi falta de habilidades para
cocinar. No, está vestido con un traje barato que probablemente

200
pertenece a su padre mientras espera su sentencia.
Odio lo resignado que está por su futuro.
Hollis me aprieta la mano con tanta fuerza que creo que mis huesos se
romperán. Se sentiría mejor que la destrucción de mi corazón.
Roux se inquieta a mi lado. Está enfadada. Ambos lo estamos. Pero no hay
nada que podamos hacer. Jordy se mantuvo firme sobre lo que realmente
sucedió. Alguna historia falsa ante la que los policías prácticamente pusieron los
ojos en blanco, pero una que aceptaron, no obstante.
Pandillas rivales.
Yo fui una herramienta para que llegara a Alejandro.
Les juró que estaba allí para visitar a mi hermana, no para secuestrarla
como decía mamá. Los pandilleros nos atacaron a Roux y a mí, y luego Jordy
mató a esos hombres. Les dijo que era conveniente, porque tenían que morir de
todos modos. Por razones relacionadas con pandillas.
Durante el juicio, intentaron obtener respuestas de Jordy. El nombre de la
supuesta pandilla con la que estaba. Por qué tenían problemas con Alejandro.
Cómo es que le dijo a la policía durante el enfrentamiento que nos estaba
protegiendo y nunca mencionó a estas presuntas pandillas. Fue un espectáculo
de mierda y Jordy se quedó sentado allí impasible y tranquilo. La única vez que
decidió hablar fue para declararse culpable. Todos estaban enojados. Los
abogados. El juez. Nosotros. Pero, ¿qué puedes hacer cuando alguien
simplemente está dispuesto a asumir toda la mierda?
Nada.
Mi mente va a la única vez que hablamos.
—Mi abogado dice que iré a prisión sin importar lo que les diga —explica
Jordy, tragando saliva—. No es necesario que te arrastren por el barro.
—No es arrastrarme por el barro —siseo—. Es honesto saber por qué
estábamos allí. Ella estaba siendo abusada. Fui allí para salvarla. Estabas
preocupado, así que también viniste. Los cuatro hombres intentaban lastimarnos.
Los mataste. El puto final, Jordy. Todos nos vamos a casa. Juntos.
Niega, sus ojos oscuros tristes mientras me observan.
—Ya no somos niños, hombre. Somos adultos. La declaración de tu madre
significa que estás enfrentando mucho tiempo en la cárcel por intento de secuestro.
Años, Roan. Tienes un futuro.
—Oh, dame un jodido descanso —espeto—. También tienes un futuro y lo
estás arruinando. Arruinando todo.
—Por Roux —gruñe—. Y por ti. Además, no estoy arruinando todo. Estoy
siendo inteligente. Por una vez en mi maldita vida, estoy siendo inteligente.
“Visitar” a tu hermana y quedar atrapados en una guerra de pandillas los hace
inocentes y víctimas. Voy a ir a la cárcel de cualquier manera, así que bien podría
mantenerte limpio.
—¡Esto es una mierda! ¡Nos estabas defendiendo!
—Creo que es hora de que te vayas. Ya está hecho, hermano.
201
Me limpio las lágrimas rápidamente.
—No está hecho. Les contaré todo esto. Que todo es solo tu forma de
protegernos. Obtendrás una sentencia menor. Puedes volver con nosotros.
Sus rasgos se enfrían.
—Lo negaré —se burla—. Te usé. Para matar a esos hijos de puta.
—Detente, Jordy —ruego—. Por favor. Los policías que respondieron ya saben
que nos estabas protegiendo. Vamos, hombre, podemos arreglar esto.
—Esto quita la atención de por qué estabas allí —dice—. ¿Cuántas veces
necesitamos repasar esto? Te mandarán a la cárcel tan rápido como a mí por lo
que hice. ¿Quieres que Roux esté sola con tu madre y su próximo novio idiota? —
Hace crujir su cuello—. Estoy seguro de que no. ¿Quién puede decir que el próximo
no la lastimará de maneras que no se pueden deshacer? Te necesita.
—También te necesita —discuto, ahogándome con un sollozo enojado—.
Ambos lo hacemos.
—Tienes a la rata y ella tiene a su hermano. Solo… —suspira—. Solo déjame
asumir esto y mantente limpio. Haz que me sienta orgulloso. Ve a combatir
incendios como siempre quisiste. Ve a hacer bebés con la rata por todo lo que me
importa. Solo asegúrate de que Roux esté allí contigo y a salvo. Júramelo, Roan.
Por nuestra amistad, hermano.
Derrotado, asiento.
Lo haré por él.
Lo haré por Roux.
Porque, sinceramente, no sé qué más hacer.
A medida que el recuerdo se desvanece, miro a Jordy. Está tan resignado a
hacer esto. Eso me mata. Pero después de investigar las leyes, tenía razón. Si
indagaran y pudieran probar que tenía planes de secuestrar a Roux, lo cual
podrían fácilmente, me condenarían unos años si me declaran culpable. Unos
años que Roux no puede permitirse perderme. Leí sobre las leyes de Oregón y su
sentencia se reduciría si pudiera demostrar una angustia emocional extrema, lo
cual era plausible teniendo en cuenta que estaba tratando de salvarnos, pero
eso una vez más pondría atención en por qué me encontraba allí. Todos sabemos
que no fue por una visita amigable. Estaba allí para llevármela.
Suelto un profundo suspiro de frustración. Esto jodidamente apesta. Estoy
temblando y apenas puedo controlarme. Estoy agradecido de tener a Hollis a mi
lado. Cal y Terrence están sentados al otro lado de Roux, ambos tan molestos
como nosotros. Nuestro amigo está allí, frente a todos, enfrentando un futuro
horrible. El abogado nos advirtió que si el juez es severo, podría pasar la condena

202
sin libertad condicional. Sin embargo, cree que con los agujeros en el caso y la
edad de Jordy, el juez podría ser más indulgente. Solo el tiempo dirá.
El juicio de sentencia va rápido.
Estoy entumecido a través de todo.
Hasta que es hora de la sentencia. El juez niega con exasperación antes de
hablar.
—Puedo ser viejo, hijo, pero no soy tonto. Y tampoco lo es nadie en esta sala
del tribunal —dice el juez, frunciendo el ceño hacia Jordy—. Esto no fue
premeditado. No hay prueba de afiliación a una pandilla. Tenemos varios
testimonios de agentes de la ley que llegaron a la escena. Estabas protegiendo a
tus amigos. —El juez se pellizca el puente de la nariz antes de suspirar—. Pero
no puedo forzarte a decir la verdad. Te has declarado culpable y eso está fuera
de mi control.
La sala está casi en silencio mientras todos esperamos sin aliento la
sentencia.
—Lo que está bajo mi control es tu sentencia. Mis manos están atadas en
lo que respecta a la ley de Oregón, lo que significa que tienes que ir a la cárcel.
Sin embargo, cuánto depende de mí. Teniendo en cuenta que no tienes
antecedentes y tu edad, no creo que sea necesario que pases tu vida en la cárcel.
Todavía eres joven, por lo tanto, sigues pensando como un niño. Espero que
comiences a pensar como un hombre pronto. La sentencia mínima que puedo
darte, hijo, es de diez años en la penitenciaría del estado de Oregón con
elegibilidad para libertad condicional después de cuatro.
La misma maldita prisión en la que está mi padre.
Diez años.
Y eso es lo mejor que podríamos esperar.
—Sugiero —añade el juez en un tono firme—, que te familiarices con las
leyes de apelación de nuestro estado. Te sugiero que te sientes y pienses en cómo
esto afecta tu vida. Tal vez algún día podamos volver a revisar este caso. —El
juez niega otra vez—. Intenta no perderte allí, chico. Saldrás antes de que te des
cuenta y aún tendrás la oportunidad de hacerlo bien por ti mismo.
Mientras murmura más de la jerga de sentencias de la corte, me desconecto.
Me muero por dentro porque siento que todo esto es mi culpa. No sé cómo
arreglarlo. No sé cómo liberar a mi amigo.
Un silbido fuerte llama mi atención sobre todos los murmullos de voces.
Jordy.
Sus ojos oscuros y penetrantes están sobre mí.
—Cuida de la pequeña Hoodlum. —Vocaliza las palabras, pero las oigo
claras como el día.
Asiento bruscamente, lo que me gana una rara sonrisa.
Y luego se llevan a mi mejor amigo.
203

—No quiero ir —se queja Roux—. Hoy no. No después de verlos llevarse a
Jordy.
Acaricio el cabello de Roux y dejo escapar un profundo suspiro.
—Lo sé. Pero mamá estará aquí en cualquier momento para recogerte.
Tenemos que hacer esto bien. Tienes tu teléfono, ¿verdad?
Roux asiente.
—De acuerdo. Llámame o envíame un mensaje si hay algo extraño. El
capitán Fitzgerald dijo que sería el primero en ir a verte si necesitabas algo.
Haremos esto de la manera correcta esta vez.
—Pero te extraño. Me robó todo el dinero de mi cumpleaños, ¿sabes? —
resopla—. Por las facturas, dijo, pero no lo creo. Odio vivir con ella.
¿Quién mierda se lleva el dinero del cumpleaños de sus hijos?
—Sé que lo haces. Lo siento.
—No te preocupes —dice Hollis, palmeando su pie—. Mañana es otro día
escolar. Roan y yo te recogeremos a primera hora de la mañana. Charlotte
hablará sin parar y todo estará bien en el mundo.
Se ríe.
—Habla mucho por las mañanas.
—Más que tú —bromeo—. En serio, todo va a estar bien.
Toc. Toc. Toc.
Los tres gemimos al unísono. Mamá permitió que Roux asistiera a la
audiencia, pero solo porque estaba en el trabajo. Ahora llevará a mi hermana a
casa. Esto jodidamente apesta.
Me levanto y voy a la puerta principal. La abro y miro a mi madre de mierda.
Huele a humo de cigarrillo y su delineador está corrido. Le tiembla la mano
cuando le hace un gesto a Roux para que la acompañe.
—¿Estás drogada? —exijo. Odia cuando le pregunto eso.
—No, imbécil, estoy jodidamente cansada. He estado desnudándome para
mantener la electricidad encendida porque tu estúpido mejor amigo mató a mi
novio. Ahora tengo que pagar todo yo sola.
Irritable.
—Ohh —me burlo—. Pobre mamá. Tener que ser una jodida madre de
204
verdad por una vez.
—Recoge tu mierda —grita mamá a Roux—. No tengo tiempo para esto.
Estoy lista para ir a la cama.
Son las tres de la tarde.
—Ya voy —se queja Roux.
—Nos vemos mañana —le dice Hollis.
Roux me abraza y beso la parte superior de su cabeza.
—Cuídate. Llámame luego.
Mamá me lanza otra mirada desagradable antes de bajar las escaleras con
sus estúpidos tacones. Ella y Roux se suben al auto de Alejandro. La perra se
va, haciendo un desastre en el patio de Mike. Niego con frustración.
—Vamos —dice Hollis, tomando mi mano—. Necesitas una siesta.
Estoy entumecido, roto y jodidamente triste. Jordy va a prisión. Diez putos
años. Mis ojos están borrosos cuando llegamos a la cama. Hollis es gentil
mientras me desnuda. Hace lo mismo y luego nos metemos en la cama. Mi novio
me abraza, permitiéndome no pensar en nada por Dios sabe cuánto tiempo.
Está oscuro cuando decido hablar.
—Todo es mi culpa.
Pasa sus dedos por mi cabello.
—Nop. No puedes cargar esto sobre tus hombros.
—Si no fuera por mí, no habría sentido que necesitaba rescatarnos.
—Jordy es un chico grande. Sabía lo que estaba haciendo.
Suspiro.
—Tal vez debería haber sido más firme sobre mis razones para ir allí. Tal
vez eso hubiera reducido de alguna manera su sentencia. No lo sé.
—Era difícil para ellos demostrar que mató en defensa propia cuando mató
a cuatro personas —dice Hollis suavemente—. Así que, incluso si les hubieras
dicho que estabas allí para llevarte a Roux, no cambia eso. De cualquier manera,
diez años fue un buen resultado para él.
—Nada se siente bien sobre esto.
—Lo sé —murmura—. Pero no hay nada que podamos hacer al respecto.
Está hecho.
Nos quedamos en silencio un rato más hasta que su estómago gruñe.
—Necesitas comer —afirmo.
—Sí. Puedo prepararnos algo.

205
Es raro ver a Hollis comer ahora. Supongo que si tuviera un agujero
sangrante en el estómago, nunca tendría hambre tampoco. Me alegro de que lo
hayan arreglado. Está más saludable que nunca. Es una cosa menos de la que
preocuparse.
Ninguno de los dos se levanta.

—Roan —grita prácticamente Hollis—. Teléfono.


Entrecierro los ojos contra la luz de la lámpara y le quito el teléfono.
—¿Hola?
—Roan, soy Carol.
Mi sangre se convierte en hielo.
—¿Dónde está Roux?
—La tengo conmigo. Está a salvo —asegura. Pero su voz es apagada. Algo
va mal—. Roan, tu madre…
—¿Qué?
—Sufrió una sobredosis de heroína esta noche.
La línea se queda en silencio.
—¿Hola? Roan, ¿sigues ahí?
—¿Está en el hospital?
Carol suspira.
—Falleció. Lo siento.
Yo no.
No digo eso. Apenas.
—Te llevo a Roux —dice Carol—. Me quedaré todo el tiempo que ustedes
dos necesiten.
Colgamos y Hollis me frunce el ceño.
—¿Qué pasó? —cuestiona.
—Mamá está muerta. Roux vuelve a casa.
Se abalanza sobre mí, besándome fuerte.
—Gracias al jodido cielo.
—Gracias al jodido cielo —murmuro contra sus labios.
Finalmente una victoria.

206

—¿Recuerdas cuando Cal me arrojó a la piscina completamente vestida un


verano? —inquiere Roux con una sonrisa en su voz.
Me rio entre dientes.
—Jordy le rompió la nariz.
—Se lo merecía —dice ella.
—Sí. Si Jordy no hubiera golpeado su tonto culo, yo lo habría hecho.
—Estabas demasiado ocupado rescatándome sabiendo muy bien que podía
nadar —dice Roux.
—Oohh —bromea Hollis—. Roan es un héroe.
—Realmente salvé tu culo, mocosa —le digo con una sonrisa.
Todos nos reímos. Reír se siente bien. Han pasado unos días desde que
Roux llegó a casa y todavía estamos conmocionados. Por mamá. Por Jordy. Por
todo esto.
—Voy por una Coca-Cola. ¿Quieren algo? —pregunta Roux mientras se
levanta del sofá.
—Estoy bien —dice Hollis y yo asiento.
Va a la cocina. Hollis elige el momento para arrastrarse por mi cuerpo y
robar un beso. Kelsey nos visita mucho últimamente porque es la única forma
en que puede ver a su hijo. Él y yo hemos estado pegados el uno al otro después
de todo lo que sucedió. Simplemente se siente bien tener a alguien en quien
apoyarse.
—¿Cómo estás? —pregunta, sus labios se ciernen sobre los míos.
—Mejor ahora que Roux está aquí.
—Bien.
Me besa profundamente de nuevo y no se aleja a tiempo. Roux gime con
exageración.
—Qué asco, Hollis. Deja de manosear a mi hermano.
Hollis se aparta de mí y se encoge de hombros.
—No puedo evitar que sea tan sexy.
Me rio y Roux hace una mueca.
—No le digas que es sexy. Actuará como si fuera la gran mierda —dice Roux.
—Eh —reprendo—. No digas mierda.

207
—¿Por qué no? —exige.
—Porque mierda es una palabra de mierda, pequeña mierda.
Ella resopla.
—Voy a decir mierda solo porque no quieres que lo haga. Es lo que obtienes
por besuquearte con tu novio delante de mí.
Hollis se ríe a carcajadas.
—Oh, hombre, tienes las manos llenas, cariño. Esta es una gran mocosa.
—Le revuelve el cabello, desordenándolo—. Has estado saliendo demasiado con
Charlotte. Es una mala influencia.
Roux aleja la mano de Hollis.
—Lo que sea.
Hollis se acurruca contra mí y continúa atacando a Roux pinchándola con
los dedos de los pies. Ella intenta atacarlo, pero termina riéndose. Casi me siento
feliz. Pero en el fondo de mi mente, pienso en el costo de mi felicidad.
Jordy.
Hollis, sintiendo mi humor sombrío, deja de molestar con Roux y entrelaza
sus dedos con los míos.
—Todo va a mejorar. —Me asegura—. Lo prometo.
Mi corazón se aligera un poco.
Le creo.
Tiene que hacerlo.
29
Hollis
SEIS MESES DESPUÉS…

B
ostezo, revisando mi teléfono por millonésima vez. Se ha ido por
mucho tiempo. Tengo las noticias puestas y espero ansiosamente
algún tipo de cobertura sobre el incendio de esta noche.
Nada.
Nada es bueno. Significa que no hubo víctimas mortales. No son noticias de
208
última hora, así que solo lo mencionarán en las noticias de las diez.
Aun así, me preocupo.
Una de las cosas no tan maravillosas de salir con un bombero voluntario.
Mientras espero a que mi sexy bombero llegue a casa, para dejar de
preocuparme hojeo los canales del cable. Ahora que Roan trabaja en la fábrica
de neumáticos durante la semana, está recibiendo cheques de pago constantes
y puede pagar cosas como cable y un auto.
Una sonrisa curva mis labios cuando pienso en su camioneta. Este verano,
la llevamos a Hood River más veces de las que puedo contar solo para follar bajo
las estrellas. Bastante romántico si me preguntas. Cuando no estábamos
follando, me enseñó a nadar. Aprendí bastante rápido considerando que la
recompensa era él. Siempre él. Roux moriría si supiera qué tipo de actos
perversos hacemos cuando no está cerca.
Desearía que estuviera cerca esta noche. Está pasando la noche con
Charlotte. Hace que el apartamento en el garaje sea bastante solitario. Mamá me
dice que si alguna vez fuera a casa, no me volvería loco cuando Roan no está.
Sin embargo, no estoy interesado. Me gusta estar aquí cuando finalmente
aparece después de apagar incendios. Le doy una bienvenida propia de un héroe.
La puerta de un auto se cierra afuera y me incorporo en la cama, estirando
la cabeza para escuchar. Unos pasos pesados suben las escaleras y luego suenan
las llaves. Aparto la manta y camino por el pasillo para saludar a mi hombre.
Sus exhaustos ojos ambarinos me buscan en el momento en que entra.
—Gracias a Dios que estás en casa —gruño, corriendo hacia él.
Me abraza fuerte, inhalándome.
—Incendio fácil esta noche. Piensan que una fotocopiadora se sobrecalentó
en la oficina de bienes raíces y se incendió. —Se ríe—. Mike lo usó como uno de
esos buenos momentos de enseñanza.
Me alejo para besar su boca.
—¿Aprendiste mucho?
—A mantener la boca cerrada cuando está en una de sus diatribas —dice
con un resoplido—. De lo contrario, te ganas la limpieza del baño en la estación.
—Ugh.
—Oye, conozco a Mike mejor que nadie. Mis labios estaban sellados. Ahora
Frank, por otro lado…
—Pobre Frank.
—April no sintió pena por él cuando volvimos. Dijo que la mayor parte de la

209
orina es suya de todos modos porque su puntería apesta.
Los dos reímos.
—Necesitas una ducha. ¿Quieres que haga algo de comer?
—Podrías ducharte conmigo —dice con una sonrisa maliciosa—. Entonces
podría comerte.
Agarro su culo y lo aprieto.
—Eres malo.
—Solo a veces.
—Prácticamente siempre.
—¿Cómo estuvo la clase esta noche?
—Mmm —me quejo—. Mi profesor es un idiota. Odio inglés.
—Hombre, apesta ser tú. Tu apellido es English y odias inglés.
Me encojo de hombros mientras me alejo.
—Siempre puedes arreglar eso.
—No puedes engañarme para que me proponga, rata. Soy consciente de tus
juegos furtivos.
—Amigo, literalmente me pediste que revisara el desagüe anoche en la
ducha para poder atacarme por la espalda. Si alguien juega, amante de las ratas,
eres tú.
Me sonríe y comienza a deshacerse de la ropa de camino al baño.
—Te gustan mis juegos.
—Eso es debatible.
—Desnúdate, Hollis. Me muero por follarte en la ducha.
Me quito la camisa y lo sigo al baño. Sus ojos se mueven hacia las cicatrices
en mi estómago. Sin embargo, no le doy asco. Parece aliviado cada vez que las
ve.
—Tal vez prefiera chuparte la polla —digo con una sonrisa malvada.
Abre la llave del agua, inclinando su culo blanco. No pierdo la oportunidad.
Abalanzándome, me froto contra él por detrás.
—O podría simplemente follarte en su lugar.
Se endereza y se apoya contra mi pecho. Mis manos deambulan por su torso
desnudo que es demasiado atlético estos días ahora que se ofrece como
voluntario en la estación de bomberos durante las noches y los fines de semana
y tira neumáticos en la fábrica durante el día. Todo ese trabajo físico ha rellenado
sus músculos, y estoy cosechando los beneficios.
—Mmm —murmuro, mordiendo su oreja—. A alguien le gusta esa idea. —
Agarro su polla y la acaricio de una manera burlona que lo hace gemir.
—Juegas sucio —se queja.
Me rio cuando me aparta y entra en la ducha. Termino de quitarme el resto
210
de la ropa antes de unirme a él. Nos enfocamos en lavarnos el uno al otro y luego
nuestras bocas se fusionan. Siempre estoy tan aliviado cuando regresa de un
incendio.
—¿Tomaste tu medicina? —pregunta, sintiendo mi estado de ánimo.
—Sí.
—Buen chico.
—Mocoso.
Después de que mi estómago se curara, comencé a ver a un terapeuta. Me
está ayudando a superar la mierda con mi padre. No estamos cerca de ser
amigos, pero estamos hablando. Papá se disculpó conmigo, pero no es suficiente.
Así que hablamos por teléfono e intentamos recuperar nuestra relación. He
aprendido desde que veo a mi terapeuta, Daniel, que he estado sufriendo de
ansiedad. Tomo un medicamento contra la ansiedad todos los días que me ayuda
a no obsesionarme con las cosas. Es bueno sentir que tengo el control de mis
sentimientos y que mi estómago ya no se consume.
—Toca tu polla, Roan. Quiero que te masturbes, imaginando que estás
dentro de mi culo apretado —digo, besando su hombro.
—Malditos sean tú y tu charla sucia que siempre me excitan.
Reprimo una risa cuando comienza a acariciar su polla. Alcanzando el bote
de lubricante que guardamos aquí para cuando Roux no está, abro la tapa y
vierto un poco en mi polla. Lo unto sobre mi polla y luego uso el exceso para
tocar su agujero necesitado. Cuando está bien preparado, agarro su cadera y lo
penetro por detrás. Gemimos al unísono.
—Joder —sisea—. Me matas.
Muerdo su hombro.
—Te gusta.
—No, lo amo, Hollis.
—Y yo te amo, Roan.
Se pone rígido y se queda callado. Normalmente alcanzaría el máximo de
ansiedad, preocupándome por su respuesta, pero no lo hago. Claro, es la primera
vez que cualquiera de nosotros hablamos de este sentimiento, pero no me
arrepentiré, incluso si todavía no siente lo mismo por mí. Lo amo Probablemente
lo hago desde que tengo memoria. Su culo empuja contra mí, su silencio me dice
que lo folle más fuerte. Clavo mis dedos en su cadera y lo embisto salvajemente.
Dios, se siente tan jodidamente increíble.
Lo follo hasta que grito su nombre. Mi semen explota fuera mí, llenando su
apretado culo y marcándolo como mío. Nunca me cansaré de lo que se siente.

211
Suavemente, me retiro y golpeo su duro culo.
—Tu turno.
—Quiero ir a acostarme —murmura.
Mi cuerpo se enfría con sus palabras, pero aquieto tranquilamente mis
preocupaciones como Daniel me enseñó. Solo están en mi cabeza. Mis miedos y
estrés. El hecho de que alguien esté callado o frustrado no significa que siempre
yo sea la raíz de ello. Así que, en lugar de obsesionarme, también me limpio. Nos
secamos y luego lo sigo al dormitorio. Pone el bote de lubricante en la mesa y
luego se sube a la cama. Sus rasgos son duros, su cuerpo tenso.
—¿Vamos a dormir? —cuestiono, necesitando que me ofrezca algo para que
sepa que no me estoy hundiendo solo por aquí—. ¿Debería apagar todas las luces
y cerrar con llave?
Su expresión se suaviza.
—Todavía no, cariño. No he estado dentro de ti todavía.
—Está bien —murmuro, exhalando un suspiro de alivio.
—Toma el lubricante —ordena—. Te quiero aquí mismo donde puedo
besarte.
Toda la ansiedad se desvanece y el deseo aparece de nuevo.
—Mandón.
—Todos sabemos quién es el mandón en la habitación —dice, poniendo los
ojos en blanco—. Y no soy yo.
Sonrío mientras le entrego el lubricante y subo a la cama para sentarme a
horcajadas sobre sus muslos.
—No puedo evitarlo.
—Cuando comenzamos esto, pensé que estaba a cargo aquí.
—Todos cometemos errores —bromeo—. Ese fue el primero que cometiste.
Se ríe mientras lubrica su hermosa polla.
—Frota tu agujero contra mi polla, chico de porcelana. Estoy listo para
follarte.
Balanceo mis caderas a lo largo de su eje, amando la forma en que sisea de
placer. Cuando estoy listo, me inclino hacia delante para buscar su boca. Coloca
su polla contra mi agujero y me deslizo hacia abajo, tomando cada centímetro
de él. Su boca es voraz mientras me besa como si pudiera desaparecer en
cualquier momento. Nos besamos con fuerza y frenesí mientras me folla. Respira
jadeantemente contra mi boca, sus fuertes manos apretando mis nalgas.
—Joder, Hollis —gime—. También te amo.
Sus palabras me toman por sorpresa. Todo lo que puedo hacer es besarlo
con todo lo que tengo. No se necesita mucho más para que se corra dentro de

212
mí. Su energía se agota y se relaja, mirándome con una sonrisa perezosa y
saciada.
Es el hombre más sexy que jamás he visto.
Mío.
Es mío.
—Múdate conmigo, rata.
—La mayoría de la gente no invita a las ratas. Estás confundido —bromeo.
Me golpea el culo.
—No estoy confundido. Estoy enamorado. Di que lo harás.
—Sí, amante de las ratas, lo haré. Me mudaré contigo. Pero solo porque
estás obsesionado conmigo.
—No estoy obsesionado —gruñe.
—Sí lo estás. Pregunta literalmente a cualquiera.
—¿Y qué hay de ti?
Sonrío y presiono un beso en sus labios.
—Lo he estado desde el momento en que te vi.
Me muestra esa sonrisa arrogante que me da ganas de darle la vuelta y
borrarla de su rostro follándolo. Este chico hermoso, malo y desagradable me
consume. Posee mi corazón. Me vuelve loco como el infierno.
Lo amo demasiado.
—Sin besuqueos en la mesa —exclama Mike mientras me pasa el tazón de
ensalada.
—Besuqueos —dice Roan con un resoplido—. Estás mostrando tu edad,
viejo.
La tía Karen se ríe.
—Besuqueos sí que delata tu edad. —Entonces, gira su falso ceño feroz en
mi dirección—. En serio, no hagan eso en mi mesa.
Charlotte pretende tener arcadas. Roux se ríe. Penny no levanta la vista de
su iPad. Típica cena familiar. La mesa sigue creciendo con gente. Especialmente
ahora que Mike ha comenzado a ver a mamá. No estoy muy seguro de que me
guste la idea, pero la trata muchísimo mejor que papá, incluso en sus mejores
días. Mike la trata como a una mujer hermosa que quiere impresionar y mimar.
Mamá devora cada segundo de ello.
—¿Cómo están Cal y Terrence? —pregunta la tía Karen a Roan—. No he
sabido nada de ellos en mucho tiempo. Sé que ustedes eran unidos. 213
Roan se estremece un poco y sé que es porque no pregunta por Jordy. No
hay mucho que saber. Está en prisión. Estará allí por mucho tiempo. Duele
menos no hablar de eso, supongo.
—Ambos fueron a la universidad estatal de Ohio —responde—. Corvallis
nunca supo qué los golpeó.
—Siento pena por el decano —comenta la tía Karen—. Probablemente están
aterrorizando esa ciudad.
—Han cambiado el nombre de Campfire Chaos a Corvallis Chaos —dice
Roan con una sonrisa—. Han reclutado a un grupo de chicos para divertirse
todos los viernes por la noche como en los viejos tiempos.
—Malditos Hoodlums —bromeo, empujando a Roan con mi hombro.
Me lanza una sonrisa ardiente que va directamente a mi polla.
—Nos amas.
—Solo a ti.
—No es justo, mamá —se queja Charlotte—. No puedo tener novio, pero
Hollis puede besarse con Roan cada vez que comemos.
—Esto sería besarse —me burlo, atrayéndolo hacia mí para un beso
descuidado.
—¡Hollis! —regaña mi madre. Está sonriendo, sin embargo. Siempre sonríe
estos días. El verdadero tipo de sonrisa.
—Lo siento —digo, aunque no lo hago.
Me guiña un ojo.
La cena continúa con muchas risas, discusiones y tonterías en general. Solo
otra cena familiar para la posteridad. Mientras las chicas se quedan atascadas
limpiando la cocina y mientras Mike y su mamá se “besuquean” en despedida
en el porche, llevo a Roan a mi antigua habitación. Se ha convertido de nuevo en
la oficina de la tía Karen. Me han mudado oficialmente hace menos de una
semana, y ella ya ha vuelto a poner todo en su lugar.
Sin embargo, no importa.
Solo necesito una pared, algo de oscuridad y a Roan.
Tan pronto como lo empujo contra dicha pared y apago el interruptor,
nuestras bocas se encuentran para un beso. Su sonrisa se puede sentir contra
mis labios y me encanta. Nunca me cansaré de besarlo. De provocarlo. De
amarlo.
—Alguien está necesitado esta noche —bromea.

214
Muerdo su labio inferior.
—No necesitado. Solo agradecido.
—Agradecido, ¿eh? ¿Por qué?
—Por ti.
—¿Por mí en general o una parte específica de mí? —Puntúa sus palabras
con un empuje de sus caderas para que pueda sentir su polla a través de su
vaquero.
—Todo. Tu polla. Tu culo engreído y molesto. Tu gran corazón de mierda.
—Vaya, rata, deberías poner esa mierda en una tarjeta de Hallmark.
Podríamos ser ricos.
—No, es todo para ti, amante de las ratas. Pura poesía solo para ti.
—Muy romántico.
Agarro la hebilla de su cinturón.
—Puedo mostrarte cómo puedo ser romántico.
—¿Con una mamada en la oficina de tu tía? Oh, mi corazón.
—Eres un sabelotodo —me quejo.
—Tu sabelotodo.
—Sí, sí. Supongo que me quedaré contigo.
Me besa y siento esa sonrisa sexy de nuevo.
—Supongo que yo también me quedaré contigo.
EPÍLOGO
Roux
DIECISIETE AÑOS…

¿Q
ué le toma tanto tiempo?
Reviso mi teléfono en busca de llamadas perdidas o
mensajes de texto, pero no hay nada. Se suponía que Char
llegaría temprano para poder ayudarme con mi maquillaje.
Sin embargo, temprano y Charlotte no pertenecen a la 215
misma oración. Ella llega tarde a todo.
De todos los días para que llegue tarde, este es el peor.
Kayden está en camino.
Me estremezco sabiendo que me verá en mi estado normal. No mi yo cuando
Char trabaja su maquillaje y magia de cabello en mí. Ugh
Estoy especialmente nerviosa hoy porque solo seremos nosotros tres. Sin
padres. Ni hermanos sobreprotectores.
Hablando de hermanos sobreprotectores, no puedo evitar sonreír. Puede
que me vuelvan loca, pero Hollis y Roan son todo un objetivo de pareja. ¿Quién
sabía que una boda gay podría ser tan linda? Pensé que Roan tendría un ataque
y no dejaría que Hollis se saliera con la suya, pero algo sobre Hollis siempre ha
afectado a mi hermano. Él cede a su felicidad. Después de todo el infierno con el
que mi hermano ha lidiado en su vida, merece ser feliz. Se merece a Hollis. Se
merece estar en la playa ahora mismo con su nuevo esposo en una adorable luna
de miel.
Suspiro soñadoramente.
Un día me casaré con alguien increíble como Hollis.
Kayden es asombroso.
Oh, Dios mío, y también muy sexy.
Es el chico más guapo de nuestra escuela.
Sigo esperando que Char me diga que de repente está enamorada de él. Sin
embargo, no está interesada. Esta semana está saliendo con Ryan Cunningham.
Quién sabe quién será la próxima semana.
El crujido de los neumáticos en la grava me hace correr hacia la ventana.
Frunzo el ceño cuando veo que es solo el cartero. Decidiendo matar algo de
tiempo, bajo las escaleras y me encuentro con él en el buzón. Me entrega la pila
de correo y me siento en el último escalón para revisarlo todo.
Hojeo algunas facturas antes de encontrar un sobre de mi papá.
Ansiosamente, rompo el sobre y sonrío ante la tonta tarjeta. Tiene a Elsa de
Frozen en el frente. Comenzó a escribirme poco después de que Jordy fuera a
prisión. Creo que papá cree que todavía soy la niña que dejó hace tantos años.
No me molesta el hecho de que me envía tarjetas infantiles. Es la intención lo
que cuenta. Roan no está emocionado de que papá me escriba, pero se guarda
su opinión al respecto. Dentro de la tarjeta hay diecisiete billetes de dólar
arrugados. Es tan tonto, pero me hace sonreír.
Te amo, Roux.
La escritura de papá es desordenada, pero puedo entenderlo. Esperaba que
hubiera escrito un poco más, pero todavía estoy feliz. Solo estoy guardando el
dinero dentro de la tarjeta cuando noto otra carta de la Penitenciaría del Estado
de Oregón.
Espero la letra desordenada de papá.
216
No es así.
Ordenada. Precisa. Prolija.
Jordy.
Mi corazón tartamudea en mi pecho. No he hablado con él desde el
incidente. Es como si se hubiera cerrado a nosotros. Solo tomó el castigo como
si fuera solo suyo. Sé que mata a Roan, incluso casi tres años después.
¿Por qué está escribiendo?
¿Por mi cumpleaños?
Abro la carta, ansiosa por ver qué tipo de tarjeta de cumpleaños me ha
regalado. Una simple tarjeta blanca con un gatito dibujado a mano en el frente.
En el interior, su ordenada escritura parece arte. Es tan hermosa.
Antes de que pueda leer su carta, el sonido de un bajo en un auto hace
sonar todas las ventanas cercanas. Estallan revoluciones en mi estómago. Él
está aquí. Oh Dios. Me pongo de pie rápidamente y veo al Dodge Challenger negro
navegar por nuestra calle y entrar en el camino de entrada. Un segundo después,
el auto se apaga y él sale.
Kayden Ramirez.
Ya no es el chico alto, larguirucho y tímido de la secundaria. En algún lugar
del camino, se llenó y se convirtió en este hombre. A los diecisiete años, es tan
grande como mi hermano. Kayden trabaja mucho con su hermano, por lo que
está súper musculoso. Babeo sobre sus bíceps todo el tiempo. A Char le gusta
burlarse de mí porque estoy más enamorada de los bíceps de Kayden que de él.
—Hola, Roux-Roux —dice Kayden, su voz profunda me calienta en todos los
lugares correctos.
—Oh, hola, Kay —musito—. ¿Cómo te va?
¿Cómo te va?
Patético.
Soy tan patética.
¿Dónde está Char?
Necesito su genialidad para salvarme en este momento.
Él sonríe mientras se acerca a mí y me atrae hacia él por uno de sus
amistosos abrazos. Intento no olerlo como una imbécil.
—Creo que creciste más desde que cumpliste diecisiete —bromea,
acariciando la parte superior de mi cabeza.
—Ja. Ja. —Pongo los ojos en blanco—. Dudo seriamente que haya crecido

217
en dos días.
—Creo que lo hiciste. —Sus ojos recorren mi frente, deteniéndose en mis
senos—. Sí. Lo hiciste.
Estoy sorprendida por sus palabras y no puedo formular una respuesta.
Está bromeando. Tiene que estarlo. Nadie coquetea conmigo. Especialmente
no Kayden. Es mi mejor amigo aparte de Charlotte.
Antes de que pueda averiguar qué hacer o decir, suena su teléfono. Él
responde y luego se aleja mientras habla en voz baja por teléfono. Mis manos
están temblando. Necesito calmarme antes de que vuelva aquí y haga algo
estúpido como arrojarme sobre él y rogarle que me dé mi primer beso.
Me siento de nuevo en el escalón inferior y tomo de nuevo la tarjeta de Jordy
para leerla.

Pequeña Hoodlum,
Sé que todavía andas con ese chico.
Bueno, no lo hagas.
Solo es malas noticias. Su hermano es el jodido Renaldo Ramírez.
Así que termina tu pequeña amistad. Es mejor de esa forma. Más
seguro
Si descubro que sigues siendo su amiga, tendré que ocuparme de eso.
No quieres que me ocupe de eso, Roux.
Hasta pronto,
Jordy

Leo su carta nuevamente para asegurarme de que estoy viendo esto bien.
No me habla por años. ¡Años! Y esto es lo que finalmente me dice. Lágrimas
calientes me queman los ojos mientras arrugo su estúpida carta.
¡Cómo se atreve!
Kayden no ha sido más que amable conmigo. Es uno de mis mejores amigos.
Jordy no puede hacer suposiciones sobre mi vida y tratar de controlarla desde
la cárcel. Quiero gritarle, pero él se niega a recibir visitas.
Lo odio.
Lo odio mucho.
—¿Todo bien?
De pie, asiento rápidamente y evito el contacto visual.
—Excelente. Debería llamar a Char y ver por qué demora tanto.
Kayden me agarra suavemente la barbilla con los dedos y me levanta la

218
cabeza para que lo esté mirando. Ojos café oscuro. Cabello negro desordenado.
Sonrisa permanente. Dios, él es tan sexy.
—Le dije que no viniera. —Su sonrisa se ensancha—. Pensé que los dos
podríamos estar solos para variar.
Parpadeo hacia él confundido.
—¿Qué?
—No te sorprendas, Roux —dice, bajando su rostro al mío—. Siempre
fuimos inevitables.
Sus labios presionan los míos y yo jadeo en estado de conmoción. Él sabe a
sus bebidas energéticas y Chapstick. Todo lo que puedo hacer es separar mis
labios y dejar que me bese con su ansiosa experiencia. Cuando su mano se
desliza hacia un lado de mi cuello, me lleno escalofríos.
Kayden Ramirez me acaba de besar.
Oh Dios mío.
Debería estar disfrutando este momento, pero todo en lo que puedo pensar
es en el ceño fruncido de Jordy. Me escribió para decirme que me mantuviera
alejada de él y, sin embargo, aquí estoy haciendo exactamente lo contrario.
Alejando los pensamientos de Jordy para poder disfrutar este momento, le
sonrío a Kayden.
—Inevitables, ¿eh?
Me da un beso en los labios.
—Sí.
—¿Ahora qué?
—Voy a llevarte arriba y besarte un poco más, Roux.
—Oh.
Se ríe.
—Eres lindo.
—Tú también. —Mis mejillas arden ante mi audaz declaración.
Juntos subimos las escaleras, pero mi mente está nuevamente en Jordy.
Me está intimidando con una estúpida carta. Es ridículo. ¿Por qué le importa
con quién salgo? No debería importarle. Está en prisión.
Respira, Roux.
Él. Está. En. Prisión.
No hay nada que pueda hacer desde allí.
¿Verdad?

219
PRÓXIMO LIBRO
LITTLE HOODLUM (HOOD RIVER HOODLUMS #2) - K.
WEBSTER

Hay pocas personas en este mundo con las


que pensé que podía contar.
Mi hermano. Mis dos mejores amigos. Y él.
Jordy Martinez.
El problema es que Jordy pensó que
protegerme era su única misión en la vida.
Lo entregó todo por mí y por mi hermano,
incluida su libertad.
Perderlo me dejó vacía y sola.
Pero después de tres largos años, he
aprendido a vivir sin él.
220
Hasta que me enredo con un tipo que tiene
conexiones peligrosas en Hood River y todo
comienza a derrumbarse a mi alrededor justo a
tiempo para mi último año de secundaria.
Novio posesivo con inclinación a la
violencia.
Mejor amiga convertida en enemiga.
Pelea con mi hermano mayor.
Todo es un desastre y no estoy segura de
que se pueda arreglar.
Podría necesitar a ese ex convicto matón
que haría cualquier cosa, de nuevo, para
mantenerme a salvo.
Todo lo que quiero es paz, felicidad y amor.
Y no caeré sin luchar para conseguirlo.
Después de todo, soy una Hoodlum.
Me llaman pequeña Hoodlum, pero ya no soy tan pequeña…
SOBRE LA AUTORA
K. Webster
K. Webster es la autora más
vendida de USA Todaycon más
de setenta y cinco libros
románticos en muchos géneros
diferentes, incluyendo romance
contemporáneo, romance
221
histórico, romance paranormal,
romance oscuro, suspense
romántico, romance tabú y
romance erótico. Cuando no
pasa tiempo con su hilarante y
guapo esposo y sus dos
adorables hijos, está activa en las
redes sociales conectándose con
sus lectores. Sus otras pasiones, además de la escritura, incluyen la
lectura y el diseño gráfico. Siempre puedes encontrar a K frente a su
computadora persiguiendo su próxima idea y entrando en acción.
Espera con ansias el día en que verá uno de sus títulos en la gran
pantalla.
222

También podría gustarte