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Cuentos y Fotografías de Película
Cuentos y Fotografías de Película
DE PELÍCULA
HUGO GRIS
Medellín - Colombia.
Alcaldía de Medellín
Federico Gutiérrez Zuluaga
Alcalde
Santiago Pérez Valencia
Secretario de Cultura Ciudadana
Ramiro Alexander Tuberquia Gómez
Coordinador Programa de Planeación Local y Presupuesto Partici-
pativo
Secretaría de Cultura Ciudadana
Jaqueline María Yepes Corral
Elvia Patricia Pabón Cartagena
Fernando Arcángel Aristizábal Posso
Juan Carlos Vargas Castaño
Equipo convocatoria Estímulos PL y PP Cultura 2019
Secretaría de Cultura Ciudadana
Sergio Alexander Hernández García
Supervisor
Secretaría de Cultura Ciudadana
Distribución gratuita
CUENTOS Y FOTOGRAFÍAS
DE PELÍCULA
HUGO GRIS
Medellín - Colombia.
Hugo Gris Autor
Giovanni Reina,
Fabiana Martínez,
Angélica Velásquez, Paula Vallejo, Comité editorial
Anlly Silva, Claudia Salazar
© Hugo Gris
© CNCCS
35mm
77 40 Botellas vacías
Contenido transmedia
(escanéelo con su celular)
16mm
CAPÍTULO 1
La tristeza de los juguetes
Sinopsis
El nacimiento de un pequeño ser, su padre, su amigo, sus
juegos, sus sueños y pesadillas, son algunos reflejos de la
infancia que llevan a encontrar el sentido de esta obra.
La Tristeza de los juguetes reflexiona sobre situaciones co-
munes a miles de niños desplazados por la violencia social,
familiar y del estado. Sin embargo, esta reflexión no es
una apología a la violencia, muy por el contrario, alienta
la esperanza, la fuerza infinita que ha hecho del hombre el
amo de las adversidades.
Descripción
La creación de esta obra comienza en el año 1997. Por
aquella época, trabajaba como vendedor de guitarras
puerta a puerta en la ciudad de Medellín. Nuestro grupo,
de tres vendedores y un supervisor, se movilizaba en un
auto cargado de guitarras por todos los barrios de la
ciudad, mis compañeros eran conscientes de la impor-
tancia que para mí tenía cualquier evento visual que se
saliera de lo cotidiano, andaban a la caza de imágenes ex-
trañas para luego informarme, con el fin de que pudiera
registrarlas con la cámara que siempre cargaba en mi
bolso. Fue así como una mañana encontramos la cabeza
sucia de un muñeco que estaba emergiendo de un gran
charco de agua y aceite en mitad de la calle, en un sector
industrial. Procedí a fotografiarla, al hacerlo me di cuenta
de la expresión de maltrato que tenía su rostro, hice va-
rias tomas y, antes de seguir en la ruta de venta, recogí la
cabeza y la guardé en el auto, a pesar de la molestia del
supervisor.
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Hugo Gris
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Nacimiento
Padre
Hermanos
Hogar
Sueño
Pesadilla
Despertar
Intimidad
Juego
Amigo
Trabajo
Charla
Represión
Tristeza
Fragilidad
Lucha
Muerte
Tumba
Impotencia
Llanto
Infierno
Rebelión
Renacimiento
Jacobo
&
Margarita
CAPÍTULO 2
Jacobo & Margarita
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Jacobo & Margarita
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Jacobo & Margarita
papel.
Jacobo levanta la mirada frente a la mosca detenida,
estática, suspendida, sus alas desplegadas no tienen
movimiento; Jacobo trata de espantarla sin hacerle
daño, y el aire provocado por su mano apenas si la
desplaza sin moverla. La mira detenidamente, se
acerca con cuidado, la toma con la punta de los dedos
y trata de moverla (recuerda su infancia y el tacto al
tocar las alas azules de la mariposa) la mosca inmóvil
en el espacio parece anclada al aire. Jacobo estupe-
facto mira alrededor y descubre todas las moscas del
cuarto suspendidas, percibe un silencio total en el
ambiente, espantado se asoma a la ventana y desde
allí puede ver un panorama desolador: todas las cosas,
la calle, los autos, los transeúntes, los pájaros, todos
detenidos, estáticos e inertes, pálidos y fríos, grises
como piedras. Jacobo parado frente a la ventana es
presa del pánico y como un niño asustado se mueve a
través de las moscas, corre hacia la calle, al salir tro-
pieza con el vendedor de lotería frente a su puerta y al
contacto con su cuerpo el hombre se deshace en una
nube de cenizas frente a su rostro. Aumenta el pánico
y el estupor de Jacobo, el llanto y el temor se con-
funden, corre en contravía de los autos, se cuida de
no tropezar con cada ser que encuentra a su paso, va
en dirección al cementerio. El reflejo de Jacobo huye
rápidamente a través de las ventanas de los autos in-
móviles, pasa frente a cada uno de ellos, pasa frente a
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CAPÍTULO 3
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Botellas Vacías
PRIMERA PARTE
EL NIÑO MUY FLACO
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CUCHARA INTERPLANETARIA
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MAGGI
Se llamaba Maggi, como la sopa, tenía siete o quizá
ocho años; bailaba conmigo en clase de danza, ahora ya
casi no la recuerdo, no logro enfocar bien sus detalles,
solo estoy seguro de que su pelo era lacio, negro, y que
siempre terminaba fastidiándome en los ojos cuando
nos tocaba bailar cumbia y hacíamos ese paso en que
ella debía ir moviendo la cabeza de un lado al otro para
mirarme, para mirarla, para mirarnos, y yo llevaba las
manos a la espalda. Tenía que sonreír a cada encuentro
de nuestros ojos sin importar lo mucho que me fasti-
diaran sus pelos, digo, sus cabellos que olían a manzanas
en mi rostro, sí a manzanas y algunas veces a fresa. Qué
cosa extraña que desde mi infancia se relacionen los
olores, las frutas, con el cabello o el cuerpo de alguna
mujer.
Maggi siempre me resultó extraña, quizá por ser la pri-
mera niña que había estado tanto tiempo cerca de mí,
no sé por qué; pero me daba rabia cuando se rozaban
accidentalmente nuestros brazos en la línea divisoria
del pupitre, siempre terminaba con escalofrío, con los
vellos parados, y la piel de gallina y además, sin saber
por qué, mirándola de reojo; mientras ella como si nada
seguía escribiendo en su cartilla, sin mirarme ni siquiera
de reojo, y si acaso levantaba su barbilla, era para de-
letrear del tablero la lección, nunca vi que sus vellos o
su piel se tornaran como la mía. Estaba seguro, había
llegado a una conclusión, yo era alérgico a Maggi, pero
ella a mí no.
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EL CABEZÓN
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SEGUNDA PARTE
EL MARINERO
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POPA-CADERA-POPA
Había una vez un hombre que usaba una gorra de lana gris
como de marinero, el hombre era muy flaco y tenía debajo
de su gorra la cabeza rapada. Al hombre muy flaco le gusta
el café, fumar Lucky y uno que otro tabaquito de mari-
huana y miel que, de vez en cuando, compra en las cuevas
de Barrio Triste que linda con el Edificio Inteligente. El
hombre de la gorra de lana gris piensa en las cosas que se
le fueron, mientras sigue trazando a mano alzada sobre el
pedazo de balso que ya casi tiene forma de – popa –cadera
- popa, y no sabe por qué ella, una mujercita que no debe
pasar de los veinticinco, se le sigue yendo cada vez que la
recuerda. Cree que a lo mejor el problema debe estar pre-
cisamente ahí, en la erección sin motivo que lentamente
se va encajando entre las piernas, mientras la ve dormida,
tirada en la cama boca abajo, con una pierna un poco más
arriba que la otra. Al hombre que usa una gorra de lana
gris como de marinero le gusta: “Me gusta olerla de los
pies a la cabeza, sentir a qué huele la unión de sus piernas;
a veces he creído que hueles a navío olvidado en el fondo
de una soledad desconocida; otras veces te he sentido un
olor distinto, como si de pronto presintiera la presencia,
el olor de otro marinero”.
Es curioso, pero el hombre muy flaco parece no darse
cuenta de que, mientras trabaja en sus barcos, cae en una
trampa de la mente, y es así como va trabajando. Entre
tanto sus manos disminuyen la velocidad de sus movi-
mientos, él siente que el tiempo lo abandona, siente que el
amor es algo que no se hace con el cuerpo.
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EL MAR INEXISTENTE
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LA NIETA
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TIBURÓN
CONEJO
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EL OLVIDO
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CAMUS
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FÉNIX
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SABINA
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PALOMAS DE PAPEL
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SINCERAMENTE SOLO
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PAMELA
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Hugo Gris
FRESAS Y CEBOLLAS
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Hugo Gris
FALSO PAN
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Hugo Gris
RECUERDO IMPERFECTO
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esta última línea, tal vez usted no sea consciente, tal vez
usted se sienta tan seguro como el escritor que desconoce
estas palabras que yo ahora comento”.
El hombre muy flaco y solo, el personaje, el que durante
el resto del libro no le va a querer volver a hablar, a no ser
que usted demuestre algo de solidaridad “y me cuente lo
que pasó con la bendita pinza, dígame: ¿sabe dónde está?
¿Sabe por qué se habrá perdido? Olvídelo, disculpe por
atreverme a decir estas cosas, es solo una pinza, una pinza
nada más… no tengo derecho a hacer tanto alboroto por
ese tipo de cosas”.
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DIENTES FLOJOS
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CICATRIZ
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JEEP AMARILLO
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ULISES
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CONCLUSIÓN
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GATA BLANCA
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ALFILERES
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CASI PRESENCIA
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VOLVER
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EL MUELLE
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TERCERA PARTE
FALSOS CAPÍTULOS
TO-GA
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SIN TELÉFONO
Y sueña, sueñ, sue, su, s… profundamente el marinero muy
flaco que el hombre moreno y flaco buscó quedarse sin te-
léfono casero, para no imaginar que ibas a llamarle o que
en algún momento le ibas a no llamar, pensó:
-Yo puedo vivir sin teléfono, con la idea de que llamaste
en algún momento o que, si bien no lo haces, si no marcas
estos siete números que también le pertenecen a tu his-
toria, a tu vida, a tu pasado y a tu memoria, será entonces
porque alguien te cuente que, en este momento, estoy in-
comunicado, que no se sabe si fue que cambié de número
o de casa.
Entonces la imaginación del hombre moreno y flaco enfila
sus alas hasta pensar que tú suspiras, que tú piensas:
-Ya no lo puedo llamar, pero sé que en este momento me
piensa, me escribe al yo leerme en esta
página.
Entonces el marinero muy flaco sueña que el hombre mo-
reno y flaco se siente compungido y dispuesto en su senti-
miento a cosas más íntimas que el llanto.
El hombre moreno siente que escribir es una forma có-
moda de callar, de llorar, de vivir, de reír invisiblemente
sus sentimientos. Y una vez que se rompe esa máscara
masculina, renace en él una sonrisa en la misma máscara,
un poco más femenina que de costumbre, pero también
un poco más fuerte.
Y es así como el marinero muy flaco sonríe mientras sueña,
sueñ, sue, su, s… profundamente.
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LECTOR CULPABLE
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FALSO FINAL
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CAPÍTULO 4
Triki triki
la tristeza
“La redención es el castigo”
Hugo Gris
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Hugo Gris
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yo no quería decepcionarlo.
A la mañana siguiente lo despaché rumbo a Río de Janeiro
envuelto en una de sus cajas, allá él se iba a divertir de
lo lindo. Ya me lo imagino en pleno carnaval, contando
garotas, contando teticas y nalgas y ombligos y hasta las
maricas carrozas; nada que ver con las güevonaditas que
le tocaba contar en Farsa Sésamo; dizque ponerlo a contar
rayitos, cebritas o numeritos del uno al cinco y todo eso
para después echarlo, ¡bah!, pura mierda. Además, en Río
lo iban a recibir unos amigos gitanos que tenían un circo,
el circo del Hombre Lobo, bacano también conocerlos.La
casa de PII quedaba en el barrio Prado y era una de esas
viejas mansiones de principios de siglo, era grandísima de
dos plantas y un sótano inmenso, también tenía un gran
solar en el que había, además de una piscina, un árbol de
naranjas verdes de Elit y sobre las ramas del árbol había
un gato muerto y petrificado. A la F lo malo de todo era
que la piscina tenía baldosín rosa y una estúpida forma de
corazón, y eso no le quedaba nada bien a un tipo como PII.
Él había comprado la casa con la plata de una herencia que
había pleiteado por varios años en los tribunales, hasta
ganarse el derecho de ser reconocido como hijo legítimo
del príncipe Vlad Tepes. PII me contó que lo más compli-
cado de todo fue encontrar el tipo de sangre primario del
príncipe, para luego compararlo con el suyo y demostrar
así la verdad ante los maricas tribunales; porque si bien
es cierto que él nunca se ha chupado a ningún humano,
cuando niño se chupó muchas porquerías, entre ellas va-
rias ratas y algo de eso queda siempre en la sangre. PII era
hijo ilegítimo del príncipe Drácula y de una bruja mate-
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Triki triki la tristeza
mática llamada Henea, tal vez por eso era la fijación de PII
con los números, en fin.
El único favor que muy seriamente me pidió PII fue el de
que, por ningún motivo, fuese a organizar dentro de su
casa una fiesta PUNK, yo le dije que fresco que en esta
ciudad nunca habían existido verdaderos PUNKS, y él me
repitió qué pilas, que ni siquiera con imitaciones, y yo le
dije que fresco, que todo bien, que se fuera tranquilo.
Tardé como dos días en reconocer toda la casa, había
muchas colecciones de objetos encontrados, entre ellas
una colección completa de cabezas y pedazos de mu-
ñecas, había otra de zapatos de borrachos y una más de
peines que habían sido usados sólo por hombres calvos
ya carentes de esperanza. Y en el sótano, además de una
colección de pintura hecha a base de pedazos de toallas
higiénicas, había una gran bodega de vino y estaba toda
llena je, je, je… de un vino negro llamado Madruva, probé
una botella y era un poco dulce para mi gusto; pero más
adelante, de algo han de servir.
Me quedé encerrado varios días en la casa sin ganas de
salir, poco a poco, fui sintiendo una depresión brutal y
yo con lo alegre que siempre he sido. Así fue como me
di cuenta de que estaba tomando la costumbre de contar
cualquier objeto que encontraba, los cuadros, las cortinas,
las ventanas, las arañas, los platos, las cucharas y hasta las
botellas de vino que había en el sótano. Todo lo contaba,
lo ordenaba por grupos, lo guardaba, lo sacaba y de nuevo
lo volvía a contar; me sentía enfermo entre los objetos
agrupados, me sentía solo; entonces me di cuenta de la ne-
cesidad de PII por establecer grupos, guardándose la ab-
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“Nosotros, los discípulos de la oscuridad, aprendimos de
la oscuridad el deseo natural de ser luz”.
Quiero agradecer a las personas que con sus diversos aportes
hicieron posible este libro: