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17 DE DICIEMBRE

El poder de la educación
cristiana - parte 1*
“NUESTROS HIJOS CRECEN COMO PLANTAS EN UN JARDÍN” (SAL. 144:12).

¡Q ué diferencia marca la educación, especialmente la educación cristiana!


La historia de Adugnaw Worku, director de la Biblioteca de la Universi-
dad Adventista del Pacific Union College, en California (EE. UU.), confirma la
verdad de esta declaración. Nos cuenta el siguiente relato de su vida:
“Me convertí en pastor de ovejas a los siete años. Recorrí los vastos prados
de la Etiopía rural con el ganado. Ese era mi deber diario, hasta que cumplí doce
años. Entonces, cedí el trabajo a mi hermano menor y me mudé a la granja
familiar. Allí aprendí a arar la tierra, plantar y cosechar. Descubrí la dignidad
del trabajo muy temprano y asumí mayores responsabilidades cada nuevo año.
“Mi familia vivía de la agricultura. Esto no era cuestión de elección, sino
de supervivencia. Sin embargo, a los quince años tuve un terrible accidente
que me cegó y me desfiguró el ojo izquierdo. Los mejores ‘profesionales de
la salud’ de mi pueblo intentaron ayudarme, pero nada funcionó. Entonces,
mi familia decidió enviarme a un hospital moderno. Caminé durante dos
días hasta el hospital más cercano. Resulta que ese hospital era de la Mi-
sión Adventista, construido en medio de ‘la nada’.
“Cuando llegué allí, encontré tres cosas: una iglesia, una escuela y un
hospital. Mientras me trataban allí, observaba de cerca a los estudiantes
de la escuela. Miré lo que hacían y cómo se comportaban. Me di cuenta, de
inmediato, que tenían algo especial que yo no tenía. Instintivamente, sentí
que la educación es esencial.
“El deseo de asistir a la escuela se volvió abrumador, y decidí encontrar
una manera de hacerlo. Sin embargo, había dos problemas principales: no
tenía el consentimiento de mis padres y no tenía dinero. En mi cultura, el per-
miso de los padres es muy importante. En el interior de Etiopía, los padres
ejercen poder e influencia sobre sus hijos. Eligen su profesión, su cónyuge,
su religión, etc. Aunque tenía miedo de ir en contra de los deseos de mis pa-
dres, no dejaba de pensar ni un minuto en la posibilidad de ir a la escuela…”
(Continuará la próxima semana.)

* Adaptado de Adventist World, mayo de 2011, pp. 16-19.

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