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La fiesta del Santiago, donde el ganado

se entrega al señor de los cerros


La fiesta del Santiago tiene diversas connotaciones. La más tradicional, pese al
nombre del santo, es el culto que se da al cerro.

la fiesta del apóstol Santiago.

Ese maíz —continúa Quijada Jara— es colocado en sacos atados con sogas
de llama y dispuestos en el patio de las casas, estas personas danzan
alrededor, pues tienen “la idea de que este comestible les dure hasta el
Santiago del próximo año”.

En Huancayo, durante la fiesta del Santiago, el ganado es cubierto de adornos


diversos, en forma de cintas en las orejas, colocadas como aretes, que
permitirán que el apóstol Santiago bendiga a la comunidad. Se trata de un culto
a la fertilidad y a la abundancia, en que se incluye, además, los “casaracuy”,
consistentes en el matrimonio de animales; y a veces, se hace casar a una
persona con un animal, por lo que este pasa a pertenecer a aquel.

“En otras partes de la región centro se prepara, la víspera del 25 de julio, una
mesa para el velorio, donde se coloca la imagen de Santiago Apóstol sobre un
adorno de paja de ichu y huaylla”, explica Quijada Jara, que “son recogidos de
lejanos manantiales previo pago de coca quinto al cerro y al puquial para que
no se resientan”. En la mesa se disponen, además, dulces y alimentos de
distinta índole.

El día central se recoge toda esa ofrenda y se traslada hasta el cerro —es
decir, hasta los dominios del Taita Huamani—, donde es enterrada en tres
agujeros. Entonces se regresa a los corrales y, con pajillas de ichu ardientes,
se quema el pelo de los animales, acto denominado ‘luci-luci’ para ahuyentar la
mala suerte.

La celebración inicia en ese momento. Las personas bailan, comen y beben al


compás del yungir, en algunos sitios; o de las orquestas y bandas, en el
Huancayo urbano.

La ciudad entera se engalana para la celebración, y durante toda la semana


cientos de pandillas de danzantes, ataviadas las mujeres con polleras
multicolores y llicllas, recorren las calles; en tanto, los autos pasan por los
lados, también contagiados del bullicio y algarabía.

Por: Juan Carlos Suárez

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