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• Clase 15. El fin de los medios masivos.

• Introducción
Mario Carlón*

La clase de hoy trata el tema del fin de los medios masivos. Es un tema polémico y actual
que ha sido muy discutido en estos últimos años en el ámbito anglosajón y latinoamericano.
Es polémico por varias razones.

En primer lugar porque toda discusión sobre algún fin (el fin de la novela, el fin del arte, el
fin de los relatos, el fin de la historia, etcétera) es polémica. En segundo lugar porque es obvio
que los medios masivos no han desparecido y difícilmente lo hagan en el futuro, dado que en
nuestra cultura los medios tienden a acumularse y sobrevivir antes que desaparecer. En tercer
lugar porque los medios masivos, como otros objetos respecto a los cuales se diagnosticó
alguna vez un fin, tienden a adaptarse a las nuevas circunstancias.

Sin embargo, como decíamos anteriormente, el debate en estos últimos años se ha consolidado
y en cierto sentido, podríamos decir también, no ha dejado de crecer. Una muestra: la primera
edición de libro que hicimos con Carlos A. Scolari, en el que participaron autores como Eliseo
Verón, Paolo Bertetti y Robert Logan, es de 2009. Desde entonces se realizó una re-edicion
ampliada en 2014 bajo el título El fin de los medios masivos. El debate continúa, a la que se
sumaron autores como Jorge La Ferla, que participó en el capítulo “El fin del cine” y otros
referentes como Yvana Fechine y Guillermo Orozco Gómez en el ítem “El fin de la
televisión”. Y también en 2014 se publicó en Brasil una compilación especial que realizamos
con Yvana Fechine, de la Universidad Federal de Pernambuco, que se denominó O fim da
televisão, en el que participamos algunos de los autores que intervinimos en el capítulo sobre
“El fin de la televisión” que publicamos en 2009 (Carlón y Scolari) y al que se sumaron Toby
Miller y Arlindo Machado. La publicación en Brasil fue acompañada de una serie de
presentaciones en Congresos y Seminarios y generó entusiastas debates. Finalmente, en 2016,
personalmente publiqué Después del fin. Una perspectiva no antropocéntrica sobre la post-
tv, el post-cine y YouTube, en el que compilé una serie de escritos que entre 2009 y 2013
publiqué en distintas revistas y espacios académicos siguiendo las discusiones que el libro fue
generando y sumando a las mismas un análisis sobre lo que estaba aconteciendo en distintos
medios y lenguajes además de una síntesis del debate anglosajón. Les puedo asegurar que es
un debate que no ha muerto, que continúa y se reactiva permanentemente, con renovados
ímpetus en países como México (en este último luego del lanzamiento de la tv digital) y que
sigue siendo en intenso en Brasil y en Argentina, en los que la audiencia de la televisión
abierta sigue disminuyendo, la revolución tecnológica afecta cada vez más la escena de
recepción (con mayor importancia de los dispositivos portátiles), en donde los públicos
parecen fragmentarse cada vez más, y los jóvenes consumir cada vez menos no solo
televisión, sino cualquier oferta organizada a partir de la estructura grilla de programación.

Por eso es importante preguntarse por qué nos interesa tanto este tema, cuáles son las razones
que hacen que muchos nos interesemos actualmente por él.
Comencemos entonces a hablar de las razones por las cuales el tema del “fin” de los medios
masivos despierta tanto interés. Si bien me voy a concentrar en este tema en el próximo
apartado, voy a empezar a responder ahora mismo (a modo de introducción) los argumentos
esgrimidos más arriba que refutan las concepciones sobre el fin (por las cuales decía que el
tema es controversial).

Lo primero que puede decirse es que todo debate sobre el fin de algo es siempre polémico.
No puede serlo de otro modo porque pocas cosas desaparecen definitivamente (la electricidad
no eliminó las velas, por ejemplo). Pero eso no quiere decir que sea inconsistente. La actividad
científica se guía más por preguntas que pueden compartirse que por respuestas definitivas.
En realidad, cuando un tema es interesante, generalmente es polémico y no puede clausurarse.
Cada perspectiva y época le dan un enfoque distinto.

El segundo argumento dice que los medios masivos no han desaparecido y difícilmente lo
hagan en el futuro dado que en nuestra cultura los medios tienden a acumularse y sobrevivir
antes que desaparecer. Esto es verdad, pero quienes sostenemos la tesis del fin de los medios
masivos no decimos que van a desaparecer definitivamente, es decir, que de un día para otro
no se va a poder ir más al cine, o escuchar la radio o ver televisión. Quienes sostenemos esta
posición lo hacemos a partir de una mirada sobre la historia de los medios, de los procesos
sociales y de la mediatización. Y de lo que hablamos, antes que de la desaparición definitiva
de los medios masivos, es de un cambio de época, del fin de una era hegemónica, de un siglo
(principalmente el siglo XX) que estuvo marcado a fuego por los medios masivos. En el
próximo apartado nos vamos a detener en esta cuestión que es clave para comprender bien
esta discusión.
El tercer argumento dice que los medios masivos, como otros objetos respecto a los cuales se
diagnosticó alguna vez un fin, tienden a adaptarse a las nuevas circunstancias. Es un
argumento muy interesante, que no era evidente respecto, al menos, a la televisión, cuando
publicamos el libro en el 2009. No era evidente porque entonces era bastante claro (al menos
para algunos analistas) que la “televisión histórica” estaba pasando su peor momento. Hoy no
es evidente tampoco que la “nueva televisión” logre ser realmente exitosa (en el sentido de
que pueda renovar los vínculos que con la sociedad mantuvo la televisión en su era
hegemónica) pero es mucho más claro que gracias a la convergencia con las redes sociales,
en especial con Twitter, hay una renovación. Hasta qué punto esta “nueva televisión”
realmente va a ocupar un lugar relevante en la vida social es una de las preguntas más
importantes que podemos hacernos hoy.

En lo que sigue trataremos de retomar estos temas, en particular los que podemos considerar
los argumentos segundo y tercero (el primero es interesante pero demasiado general para las
cuestiones que nos proponemos discutir). Para eso vamos a comenzar tratando de explicar qué
significa el fin de los medios masivos.

1- Una tesis sobre la historia de la mediatización


El argumento de que los medios masivos van a seguir, van a continuar, muy semejante a lo que sostiene el sentido
comúnse basa principalmente en lo que Christian Metz (1974), el fundador de la semiología del cine, llamaba "la
definición técnico-sensorial de los lenguajes" (que es el nivel en el que sociedad conceptualiza a los medios). Según
este análisis cada medio tiene, en emisión, una materialidad técnica específica (en fotografía, la imagen fija
producida mecánicamente; en cine, lo audiovisual, etcétera) y en recepción, una identidad singular a partir de lo
que reconocen nuestros dispositivos perceptivos (ojos, oídos, etcétera). Es por esa vía por la que el sentido común
conceptualiza este tema. Apoyándose en esa definición de los medios lo más común es escuchar lo siguiente:
como todavía hay cine, televisión y radio, la tesis sobre el fin de los medios masivos está equivocada (y la
televisión sigue, la radio sigue, el cine sigue, etcétera).

Pero en realidad es una vía analítica que, cuando es aplicada al tema que estamos tratando, brinda resultados
paradójicos. Por ejemplo, si nos concentramos en la prensa, es claro que el diario papel se encuentra en una gran
crisis a nivel global, las ventas disminuyen día a día en Argentina y en el mundo. No obstante esta crisis no
implica la muerte de los diarios como tipos discursivos. Por ejemplo: The New York Times ya no vende tantos
ejemplares, pero tiene más lectores que nunca a nivel global.
En el fondo, la atención a los medios desde este punto de vista técnico-sensorial termina constituyendo un
argumento inevitable pero débil, que sólo se sostiene si se pasan por alto los profundos cambios tecnológicos
que estamos viviendo. Veamos con mayor profundidad, gracias a otros ejemplos, lo que estamos diciendo.
En el caso del cine siguen habiendo salas, por supuesto, y los multicines se expanden a nivel global. Pero
debemos preguntarnos si son las mismas de siempre. El proceso de digitalización -que no sólo se encuentra en
los “nuevos medios” sino que ha traído una profunda transformación en todos los dispositivos y lenguajes de los
medios masivos (fotografía, cine, televisión, haciendo que cada vez más se hable de una “situación post”)-
avanza indetenible en dos niveles: en la discursividad de los filmes y en la proyección y recepción en las salas.
En los filmes genera un cortocircuito en la indicialidad que caracterizó a los discursos de los medios masivos
debido a que cada vez más, ante una secuencia, nos preguntamos cuánto de lo que vemos es fílmico en su sentido
tradicional y cuánto digitalizado. En las salas junto con el 3D ha hecho que el dispositivo tecnológico de
proyección que domina actualmente sea otro, diferente del que caracterizó a la gran era de oro del cine (desde
los años veinte hasta principios del siglo XXI).
Lo mismo podemos decir de la televisión, campo en el que hay una profunda transformación tecnológica en el
hogar. Los smart tv son medios convergentes con Internet y los contenidos televisivos, como sabemos, ya pueden
verse a través de otras pantallas, dentro y fuera del hogar.
Entonces, sintetizando, no es cierto que la prensa, el cine, y la televisión sigan, si dicha continuación implica
que siguen siendo los mismos a partir de su definición técnico-sensorial. No son los mismos y ya no lo serán.

Ahora bien, la tesis del fin de los medios masivos se caracteriza, ante todo, por trabajar en otro nivel. Hay, al
menos, tres dimensiones que atender: la de los medios, la de los lenguajes y dispositivos, y la de los sujetos.
Como es una tesis que refiere a la mediatización lo primero que hay que comprender es qué es un medio. Como
lo sostuvo Eliseo Verón (1994), un medio es un soporte más una práctica social:
“Los medios: la televisión, el cine, la radio, la prensa escrita, etcétera. Desde mi punto de vista, el concepto de
‘medios’ designa un conjunto constituido por una tecnología sumada a las prácticas sociales de producción y de
apropiación de esta tecnología, cuando hay acceso público (sean cuales fueren las condiciones de este acceso
por el que generalmente hay que pagar) a los mensajes” (Verón, 1996 [1994])”.
Tomemos el caso de la televisión, el gran medio masivo del siglo XX, para que lo que estamos diciendo se
entienda mejor. La tesis sobre el fin de la televisión significa, en primer lugar, que en ambas dimensiones hay
una profunda transformación. Así lo que teníamos es un aparato (históricamente el televisor) más una práctica
social (el visionado familiar), que la televisión pautaba a través de la grilla de programación: una oferta
organizada y sostenida en el tiempo de programas con “contratos comunicacionales” específicos (que fueron
variando a lo largo del tiempo).. El fin de la televisión implica la crisis de una práctica de expectación – la familia
ante el televisor con un conjunto definido de prácticas sociales específicas: sentarse a ver, negociar qué programa
se mira en el prime time, etcétera – y, por ende, de la capacidad de la televisión de programar, como diría Verón,
desde la oferta el consumo. Su crisis es el fin de la “televisión histórica”.
¿Cuándo comenzó la crisis de la televisión? El proceso comenzó, según todos los análisis internacionales, en
la década del ochenta en Estados Unidos (Carlón, 2012a), cuando empezó el cable y se produjo la articulación entre
un nuevo dispositivo en el hogar, la videograbadora, y una nueva institución, de la que poco se habla pero que
fue fundamental: el video club. Si la aparición del cable con su oferta de canales fragmentó a las audiencias, que
pudieron empezar a elegir canales temáticos, la articulación entre la videograbadora y el video club terminó de
reconfigurar el consumo audiovisual hogareño. La videograbadora permitió tomar distancia de la programación -
porque se pudieron empezar a grabar programas que se querían ver después y no fue necesario estar pendientes
de los tiempos de la institución emisora pero, principalmente, habilitó -gracias a la posibilidad de alquilar- un
nuevo consumo audiovisual ficcional de acuerdo a los tiempos y gustos del espectador: el de los estrenos y, por
sobre todo, el de la historia del cine.

Ambos fenómenos debilitaron a los canales de aire, principales gestores de la histórica comunicación masiva.
Pero si lo lograron fue gracias a que este proceso fue acompañado, como acabamos de señalarlo, por otra
importante transformación: una drástica mutación en las prácticas sociales en el hogar, que construyó nuevos
sujetos espectadores.

Es importante comprender que este proceso afectó por igual a la televisión y al cine. Un error común en las
historias del cine y de la mediatización lleva a pensar que la caída de la asistencia a las salas de cine a nivel
internacional que se produjo en la década del ochenta se debió a la televisión, que siempre aparece como la mala
de la película. El argumento funciona así: como la gente empezó a ir menos al cine porque se quedó en sus casas
viendo películas alquiladas y por cable, que revitalizaron la oferta hogareña; y esas películas y programas los
veían a través del televisor, la culpa, otra vez (igual a como sucedió en la década del cincuenta, cuando se llegó
a hablar del “fin del cine”, tras la emergencia de la televisión) la tuvo la “caja boba”. Sin embargo, el argumento
es reduccionista y equivocado: el proceso que en la década del ochenta comenzó con el cable, la videograbadora
y el video club, inició por igual la crisis de la “televisión histórica” (de aire y grandes audiencias) y del cine. Es
decir, de los dos más importantes medios audiovisuales de comunicación de masas del siglo XX y de la
historia.

En la última década este proceso no ha hecho más que consolidarse. El acceso cada vez mayor a contenidos
audiovisuales (en forma legal o ilegal, ya sea a través de la compra callejera o de la red), desde sitios que tuvieron
su momento de gloria como Cuevana a otros de expansión global como Netflix, o local, como Cine.ar, sumada a
la oferta de servicios de cable como el on demand, ha transformado profundamente no sólo la accesibilidad sino
también las prácticas (el espectador tiene cada vez poder y lo usa más) y las dimensiones de la oferta (se pasó
de una oferta a una sobreoferta) y su visionado ya no es parte de la experiencia de la televisión histórica. Todos
estos procesos son parte del fin de la televisión histórica masiva y nos encontramos, decididamente, en una
era post (post- cine; post-televisión). Es un cambio profundo, que ha sido resultado de la transformación que se
dio tanto en la historia de las prácticas sociales como en la de los medios de comunicación.

2 - Fin de los medios masivos ¿crisis de la


comunicación masiva?
Un debate que se instaló rápidamente, casi a la par del diagnóstico sobre el “fin” de los medios masivos (en
particular sobre cine y televisión) es el de si asistimos también al fin de la comunicación masiva. Es un debate
complejo, que nos gustaría retomar aquí concentrándonos en tres niveles: el de los lenguajes, el de la
convergencia y el de lo que podríamos llamar la broadcastización de los “nuevos medios”.

Cuando la reflexión pasa de los medios masivos a los lenguajes el diagnóstico que tenemos de lo que está
sucediendo en gran parte se modifica. Atendamos nuevamente al gran medio masivo histórico: la televisión.
Desde su nacimiento la televisión incorporó la gran novedad que había traído el cine: el lenguaje cinematográfico
(grabado), que basado en el montaje había instaurado una nueva discursividad en la vida social. Así pronto
la ficción y la no ficción que eran propias de la experiencia mediática cinematográfica - es decir, en las salas de
cine - se instalaron en la televisión. Por un lado surgió una no ficción derivada de las “actualidades
cinematográficas”. Y por otro lado una ficción que retomó las formas y los recursos de la tradición literaria (en
particular, la novela y el folletín), de la representación teatral occidental e incorporó estrategias del nuevo
medio broadcast de la época: la radio (por sobre todo de los radioteatros). Pero la verdadera novedad que instaló
la televisión fue un nuevo lenguaje, el directo televisivo; que desde entonces tuvo un efecto colosal sobre la vida
social, aunque lamentablemente ha sido tan subestimado como poco estudiado (pese a que las transmisiones en
directo de grandes acontecimientos rápidamente mostraron su poder y capacidad de convocar grandes
audiencias).

Ambos lenguajes, grabado y directo, dominaron en el período de la “televisión histórica”, y es necesario


reconocer que, en muchos sentidos, su poder no sólo permanece intacto sino que se ha expandido. En el caso del
grabado su lenguaje domina, por ejemplo, en muchas de las reconocidas series de televisión de estos últimos
años: es el lenguaje cinematográfico el que está presente en series como The west wing, Dr. House, The
Sopranos, Mad Men o House of cards. Y también, por supuesto, en otras recientes: desde Strange things a The
crown o Doctor River. Y en el del directo su especificidad sigue presente en todas las grandes transmisiones
televisivas de acontecimientos deportivos, políticos, sociales, del mundo del espectáculo, etcétera. Por
consiguiente el “fin” de los medios masivos no significa el fin de los lenguajes masivos y, mucho menos, de la
comunicación masiva.

En el nivel de la convergencia el análisis es menos claro. Sin dudas la agonizante televisión ha encontrado en
las redes sociales, en particular en Twitter, un gran aliado. Las redes permiten la construcción de comunidades
locales y globales y hacen que el visionado se transforme, a diferencia de lo que sucedía en la televisión histórica,
en una experiencia colectiva más allá del hogar. Y sin dudas nuevos fenómenos están renovando la expectación:
el uso de Twitter mientras se emiten los programas por parte de conductores, actores y productores está
permitiendo un nuevo vínculo con las audiencias. ¿Pero permiten esos procesos una recuperación de las
audiencias semejante a la de la era de los medios de comunicación masiva? Nos permitimos dudar.
En este punto es necesario comprender que el proceso que se inició en la modernidad tardía (o posmodernidad),
que implicó una fuerte fragmentación social y una nueva etapa en la vigorosa historia del individualismo en
Occidente no fue efímero. Nuestras sociedades son post-massmediáticas no sólo por la emergencia de una serie
de cambios tecnológicos que se produjeron en la historia de la mediatización, sino porque en los años ochenta
se consolidó en Occidente un proceso, a partir de la fragmentación social a la que hacíamos referencia, que
domina aún hoy tanto en el consumo como en la producción: la comunicación “de nichos”. Esta realidad es la
que viene llamando la atención sin cesar de los investigadores en la última década y que ha despertado el interés
por las comunidades de fans como objetos de estudio.

El tercer proceso al que deseamos hacer referencia en este análisis sobre la comunicación masiva en la era de fin
de los medios masivos es el que podemos denominar la broadcastización de los “nuevos medios”. Más allá del
período utópico en el que se pensó en una fuerte oposición entre medios masivos y “nuevos medios” (capaz,
según las predicciones de algunos autores, de cambiar la sociedad) hoy es evidente que hay un fuerte desembarco
de las instituciones emisorasbroadcast históricas en los “nuevos medios”. Un claro ejemplo de lo que estamos
señalando es lo que ha acontecido en los últimos años en YouTube: desde que en 2006 lo compró Google se ha
hecho cada vez más evidente que en esta plataforma originalmente colaborativa conviven los contenidos
amateurs generados por los usuarios con los contenidos generados por profesionales (más allá de una serie de
debilidades que posee esta categorización). Y no sólo eso, sino que una serie de acciones llevadas adelante desde
entonces por YouTube han cambiado el perfil de la plataforma, debido a que instalaron: a) respeto a las leyes
de copyright; b) canalización; c) separación de los contenidos generados por los usuarios de los generados por
profesionales; d) inclusión del sistema de ranking (videos más vistos, más comentados, etcétera) promovido por
la industria, etcétera. De cualquier modo hay que tener en cuenta que, investigaciones desarrolladas
sobre YouTube han comprobado que quienes más suben contenidos generados por profesionales no son las
instituciones broadcast, sino los propios usuarios no profesionales. Otro ejemplo de la vigencia de la
comunicación masiva que ahora se presenta transmediática (Jenkins, 2008).
Sin embargo, no debemos confundirnos: ya no es la misma que se apoyó en la vigencia de los medios masivos
hasta la década del ochenta. Ahora el éxito de sus performances es menos estable (y muchas veces más efímera)
y, por sobre todo, menos previsible. ¿Por qué? Menos estable porque ya nadie puede programar el consumo
desde la oferta como lo hicieron los medios masivos. Y menos previsible porque su circulación está cruzada por
una multiplicidad de discursos públicos que provienen de los “nuevos medios individuales” (cada perfil o cuenta
administrada por un individuo en una red social, por ejemplo - Carlón, 2012b) que las amplifican, difunden,
critican, comentan, etcétera.

3 - Por qué es importante el análisis del fin de los


medios masivos
Antes de terminar nos gustaría realizar tres comentarios acerca de la importancia de la perspectiva que focaliza
en el “fin” de los medios masivos.

El primero que la focalización “fin” de los medios es valiosa también porque hecha luz sobre una serie de análisis
que se concentran sobre la historia de cada medio en particular. Nos referimos a que en estos últimos años se
han sucedido diagnósticos sobre, por ejemplo, el “fin” del cine, de la fotografía y de la televisión. Pero esos
análisis, formulados a partir de la historia “interna” de cada medio, son desde nuestra perspectiva insuficientes.
Porque sólo el análisis sistémico sobre el conjunto de los medios masivos habilita el salto de escala y nos permite
advertir, por un lado, que la crisis actual es distinta a otras (porque los abarca a todos) y, por otro, que no hay
crisis singulares, debido a que hay una serie de procesos que están afectando a todos los medios por igual
(digitalización, nuevos poderes de los espectadores, etcétera).

El segundo comentario es respecto a en qué medida el fin de los medios masivos es un proceso global. Desde
nuestra perspectiva, que atiende a la historia de la mediatización en Occidente, sin dudas es un proceso global.
Lo cual no significa que en todos los países se dé de modo idéntico y con los mismos ritmos. Algunas “televisiones”
que parecían gozar de mejor salud, por ejemplo la de México con una baja penetración de Internet y alta cantidad
de hogares con una sola pantalla, están entrando desde entonces en crisis, en particular desde el lanzamiento de
la televisión digital; y otras parecen estar casi en coma, como la abierta Argentina debido al desarrollo del cable,
la cantidad de dispositivos que permiten el visionado de contenidos televisivos en el hogar y la penetración de
Internet, perdió 13 puntos de rating entre 2014 y 2012, pasó de 29,1 a 26,4.

El tercer comentario recae en la importancia del diagnóstico sobre el fin de los medios masivos para el estudio
del paisaje mediático actual. Es importante comprender en que si bien es cierto que el análisis pone el acento en
que los medios masivos ya no son lo que era, no han desaparecido. Los medios masivos, más débiles y menos
pregnantes, siguen vigentes en la vida social. La observación es importante porque cada vez mas análisis se
concentran en las redes sociales y en los “nuevos medios” (algo que no está mal en sí mismo, por supuesto), y
no se ocupan de los medios masivos o, mucho más importante aún, de la interacción entre ambos sistemas
mediáticos. Y estamos convencidos de que el análisis más importante que puede llevarse a cabo hoy es el que
atiende a las relaciones entre ambos sistemas, dado que en los últimos años no ha dejado de aumentar la
interacción (que ya no implica sólo los comentarios que desde las redes sociales se hace a lo que se escucha por
radio o se ve por televisión). Por eso, la interacción entre medios masivos y nuevo sistemas de medios es hoy,
quizás el tema mas importante que los analistas de medios debemos enfrentar.

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