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Reunión Blanes 27-08-2021

Tema de agosto: congregados, iglesia.


Obediencia y sujeción
La obediencia y la sujeción son virtudes espirituales por las
cuales podemos ser parte de un diseño y construcción
corporativa.
La fe en Dios nos lleva a comprender que nada puede
escapar a la soberanía de Dios. En la desobediencia, el
hombre fue sometido al pecado y a la muerte, siendo así
alejados de la vida en el Reino de Dios. Por la nueva vida
en Cristo, recibimos acceso a Su Gloria y a Su Reino.
Vivimos el gobierno de Dios como una realidad completa
en nuestro espíritu. Para experimentar ese gobierno en
nuestras almas es necesaria la madurez, despojándonos
del viejo hombre y dando a conocer la nueva naturaleza.
El gobierno de Dios es la única verdadera forma de libertad
a la que el hombre puede acceder. Toda forma de gobierno
humana buscará controlar y limitar las libertades, en
función de un bien común. Pero el gobierno de Dios no es
como el de los hombres, sino que Su gobierno se expresa
en nosotros por Su Naturaleza. Es así que la ley de Dios
sólo se cumple en el amor. Ese amor es la naturaleza de
Dios que nos ha sido otorgada en nuestro espíritu.
El evangelio buscará producir en nosotros aquella forma de
libertad que nos posiciona en el gobierno completo de Dios
en nuestras vidas. No existe verdadera obediencia a Dios
sin madurez. Es por eso que, añadir obediencia en forma
de virtud a nuestras almas, es provocar una y otra vez el
entendimiento hacia la realidad que debemos arribar.
¿Porqué añadir obediencia y sujeción? ¿Cómo es
obedecer a Dios? ¿Cómo debemos obedecer a los
hombres? Vamos paso a paso descubriendo esta virtud y
cómo ella nos conduce a una verdadera madurez espiritual.
La palabra hebrea Shamá (obediencia) significa “oír con
inteligencia, escuchar, consentir, hacer caso, percibir con el
oído, entender”. Así también, la palabra griega Hupakouo
significa “escuchar atentamente, atender a la autoridad”.
Otra palabra griega para obediencia es Peitharcheo, que
significa “ser persuadido por un líder, someterse a una
autoridad”.
Somos parte de una generación profundamente dañada en
cuanto a su relación con la autoridad. Ese es un
diagnóstico con el cual debemos lidiar. Es difícil encontrar a
personas que no han tenido alguna experiencia negativa o
traumática con alguna forma de autoridad: padres, líderes
religiosos, empleadores, gobernantes y políticos, etc.
Debemos entender que la virtud de la obediencia y la
sujeción pueden traer a nuestras vidas verdadera salud a
nuestras almas, de cualquier trauma vivido en esa
dirección. Si las experiencias del pasado ejercen gobierno
en nuestras decisiones presentes, entonces no podremos
alcanzar una verdadera madurez espiritual y el gobierno de
Dios en nuestras almas. Es por eso que al añadir la virtud
de la obediencia, usamos como fuente la vida espiritual y
no nuestras experiencias vividas ni los dogmas humanos.
OBEDIENCIA A DIOS
La obediencia a Dios es el fin de toda libertad, vida
espiritual y madurez. Añadir obediencia y sujeción
comienza con la plena certeza de los beneficios que
produce el gobierno de Dios a nuestras vidas.
La desobediencia fue el primer pecado del cual gustó el
hombre. Al comer del árbol que se le había ordenado no
comer, el hombre desobedeció a Dios. La desobediencia a
Dios es la puerta a todo tipo de pecados y males en el
hombre. Luego de aquella desobediencia el hombre
adquirió una capacidad particular: la posibilidad de crear
una justicia propia, personal e individual. A partir de ese
momento, el hombre podría definir y modelar su propia
justicia, no sólo conociendo sino también determinando lo
que está bien y lo que está mal. De esa manera la voluntad
del hombre comenzó a transitar un camino separado de
Dios. El hombre ya no estaría en el lugar para el cual fue
creado.
Es importante conocer y entender todas las consecuencias
que la desobediencia trajo al hombre. Una de las mayores
consecuencias negativas es que el hombre no sólo
desobedeció sino que se volvió incapaz de obedecer a
Dios. Quizá alguien pudiera pensar que la biblia muestra
muchos ejemplos de obediencia a Dios, como por ejemplo
la de Abraham. Eso es correcto, pero esa obediencia sólo
fue posible por la fe, lo cual también es un don de Dios.
Hebreos 11:8 dice: “Por la fe Abraham, siendo llamado,
obedeció para salir al lugar que había de recibir como
herencia; y salió sin saber a dónde iba”.
Efesios 2:8 dice: “Porque por gracia sois salvos por medio
de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios…”.
Entonces, si Abraham pudo obedecer a Dios, ¿es posible
obedecerle sin la vida espiritual que nos ofrece el sacrificio
de Cristo? El mismo escritor de la carta a los hebreos lo
responde de la siguiente manera:
Hebreos 11:39-40 dice: “Y todos éstos, aunque alcanzaron
buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido;
(40) proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros,
para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de
nosotros”.
Es decir, aquellos hombres bíblicos que pudieron expresar
grandes proezas y vivencias con Dios, sólo fueron un
anticipo, un anuncio de lo que vendría por medio de
Jesucristo. En nosotros es posible experimentar una forma
de gobierno de Dios superlativa y poderosa: ser
gobernados por Dios por Su naturaleza.
Hechos 5:29 dice: “Respondiendo Pedro y los apóstoles,
dijeron: Es necesario obedecer a Dios antes que a los
hombres”.
Es importante entender que en nuestro camino de madurez
Dios pondrá a hombres para expresar su voluntad, sus
diseños y ser una expresión de Su palabra. Eso significará
obedecer a hombres tal como si lo hiciéramos a Dios. Sin
embargo, hay una completa claridad en cuanto a los límites
de esa interacción. Nunca recibiremos de Dios una orden
que transgreda el amor y la fe. Tenemos al Espíritu Santo
que nos da testimonio, y deberíamos anhelar ese
testimonio, de cuáles son las directivas que nos acercan a
la madurez, el crecimiento y la participación en el propósito
de Dios.
LA CALIDAD DE OBEDIENCIA Y LA MADUREZ
En las Escrituras tenemos acceso a diferentes razones y
formas de obediencia. Podemos resaltar algunas:
 Obediencia por protección: al obedecer a Dios y las
autoridades que Él pone a nuestro servicio, somos
guardados y protegidos. Son muchos los peligros a los
que pudiéramos exponernos en la desobediencia:
asechanzas de las tinieblas, consecuencias de la
ignorancia y el error, la falta de alimento espiritual, etc.
En la inmadurez es difícil muchas veces encontrar
este tipo de obediencia, por falta del conocimiento de
los verdaderos riesgos.
 Obediencia por entendimiento: Es aquella obediencia
que se produce por crecer en entendimiento. Cuando
las condiciones son óptimas, se encuentra la
posibilidad de explicar las razones que nos deberían
conducir a la obediencia. El problema lo encontramos
cuando las condiciones no son óptimas y los tiempos
son acelerados. También hay límites en esta
obediencia cuando no poseemos las capacidades
para comprender las verdaderas razones.
 Obediencia por naturaleza: Es aquella que se produce
por el gobierno de una naturaleza. Los instintos que
son despertados, no por enseñanza, sino por
genética. Tal como el niño no es enseñado a buscar el
alimento de la madre, así se producen ciertas
instrucciones interiores que son para preservación y
crecimiento.
 Obediencia por amor: Es la más alta expresión de la
obediencia, la cual se produce perfectamente en
nuestro ser espiritual y que debe alcanzarse en
nuestra alma por madurez.
Jesús enseñó que la evidencia de su amor por el Padre,
era hacer lo que al Padre le agradaba, y también nos
mostró que la evidencia de amarle sería obedecerle.
Juan 14:15 dice: “Si me amáis, guardad mis
mandamientos.”
Jesús presentó la obediencia como la manifestación del
amor a Dios, como la expresión de esa naturaleza que ama
a Dios, está rendida a Él y se sujeta a Él.
Juan 14:23-24 dice: “Respondió Jesús y le dijo: El que me
ama, mi palabra guardará; y mi Padre le amará, y
vendremos a él, y haremos morada con él. (24) El que no
me ama, no guarda mis palabras; y la palabra que
habéis oído no es mía, sino del Padre que me envió.”
Jesús habló de dos tipos de personas, los que le aman y
los que no, y la evidencia de la naturaleza es que tanto se
valoran las palabras de Dios.
Judas 1:3-4 dice: “Amados, por la gran solicitud que tenía
de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha
sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis
ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los
santos. (4) Porque algunos hombres han entrado
encubiertamente, los que desde antes habían sido
destinados para esta condenación, hombres impíos,
que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios,
y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor
Jesucristo.”
El apóstol Judas nos enseña que una forma de negar a
Dios, es tomar la gracia como una excusa para pecar, lo
cual sería evidencia de no amar a Dios verdaderamente.
CONSECUENCIAS DE UN ALMA QUE NO SE SOMETE A
LA SOBERANÍA DE DIOS
Cuando nuestras almas no son sometidas a la voluntad y
gobierno de Dios, las consecuencias no tardan en llegar:
 El alma se llena de quejas. Cuando no se produce la
obediencia y sujeción a Dios, el alma comienza a
asumir que el mal que experimenta es producto de las
acciones de otras personas. Evidentemente
sufriremos en la tierra males por causa de la
generación mala que nos rodea, pero esas
consecuencias no deberían gobernar nuestras
palabras, pensamientos, emociones y decisiones.
Cuando nuestra vida no se enfoca en la obediencia a
Dios, la queja se vuelve parte de nuestras vidas y
comenzamos a olvidar nuestras propias acciones
pecaminosas. Es un círculo vicioso que nos aleja más
y más de nuestra madurez.
 El alma se llena de enojo. El enojo no tiene lugar
cuando estamos sometidos a la soberanía de Dios.
Esta realidad nos mantiene en humildad y sencillez.
Aunque no dejamos de ver las falencias y errores de
las personas que nos rodean, tampoco dejaremos que
se vuelvan una explicación de nuestras propias
reacciones. En nuestra madurez espiritual el enojo
debe desaparecer, ya que el evangelio no nos
promete circunstancias humanamente óptimas y
confortables, sino una naturaleza poderosa que puede
expresarse frente a cualquier circunstancia terrenal.
 El alma se llena de excusas. Esa posición de rigidez
se vuelve enemiga de Cristo en nosotros. Porque las
excusas nos detienen y Dios nunca nos permitirá
detenernos.
 El alma comienza a ser atrapada por la imaginación
de las personas. Se comienza a menospreciar los
escenarios dispuestos por Dios, menospreciar a las
personas asignadas por Dios y valorar las cosas
humanas y naturales.
 El alma comienza a reducir su propio camino a
decisiones personales independientes de lo que Dios
decide. Desaparecen las expresiones “Si Dios quiere”.
La revelación de la vida espiritual nos llevará siempre a
entender que nuestras vidas no se determinan en las
acciones y decisiones de hombres (aunque aparentemente
si nos afectan). Nuestras vidas siempre son determinadas
en el trono de nuestro Dios.
Filemón 1:22 dice: Prepárame también alojamiento; porque
espero que por vuestras oraciones os seré concedido.”
1 Corintios 7:22 dice: “Porque el que en el Señor fue
llamado siendo esclavo, liberto es del Señor; asimismo el
que fue llamado siendo libre, esclavo es de Cristo.”
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