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Síntesis de espiritualidad católica:

El mundo: En este mundo, debemos caminar como Cristo lo hizo mientras estuvo
aquí, vivir en el mundo (cosmos) sin ser del mundo (enemigo) y amando al mundo
(pecador) sin ser su cómplice y salvándolo del maligno. Pero, actualmente, en
nuestra sociedad hay una fuerte influencia de medios, los cuales hacen que el
hombre dependa del mundo donde vive, sin preocuparse por lo eterno, vive sujeto a
él y esclavo de sí mismo, de su modo de pensar, de hablar, de actuar, de sentir, etc.
Influyen fuerte en este contexto el “agradar y consentir” por aprobaciones
humanas, que poco o nada valen para el crecimiento de una persona; las situaciones
personales mientras se está caminando en el mundo y la masificación, que
domestican al hombre configurando su mente; el comportamiento, que está
condicionado por una aprobación o por un rechazo, este ejerce una presión social
muy fuerte, pues domina la voluntad de la persona y no le permite ser libre en sus
decisiones y creencias. Influye también el entorno personal sobre el individuo,
donde el mismo moldea una personalidad ajena a él mismo para poder adaptarse a
su grupo, según las expectativas y necesidades de los otros, el peligro radica en
que el individuo, que al adherirse a un grupo da mayor importancia que a sus ideales
y planes personales. El mundo, con eficacísimos medios, moldea el corazón del
hombre con todo lo que comprende (sentimientos, pensamientos, actitudes,
conductas, etc.) y lo hace de una manera sutil y constante. Los influjos del mundo
se reciben en cuanto más la persona es menos consciente y libre, menos dueña de sí
misma. Solo en la independencia hay verdadera libertad del mundo, puesto que el
individuo no actúa por adhesión o rechazo, sino por buscar la verdad, con esta
actitud acepta o rechaza con sentimientos críticos las realidades presentes,
preparándose y disponiéndose a situar su mirada en las cosas eternas y no en las
cosas perecibles. El hombre mundano sigue la moda, siempre cambiante e inestable,
esto lo hace vivir solo de valores incompletos y sentimientos insatisfechos y el
hombre que no se estima bajo los valores absolutos es capaz de las bajezas más
lamentables. El individuo siente una gran necesidad a la filiación social, cada
sociedad presenta un cuadro completo de referencia para que el individuo
configure su mente y su conducta, esto comienza desde la primera infancia y sigue
en la escuela, en el taller, etc. El mundo catequiza a sus “hijos” enseñándoles cómo
deben pensar, comportarse, sentirse, etc. Esta socialización es ambivalente, si bien
te ayuda a dar estabilidad, a conocerse a sí mismo, a heredar una tradición,
también impide la verdadera vida personal y los accesos a los más altos valores. Por
otro lado, también existe el aislamiento, que deja al hombre en una situación
excesivamente conflictiva y difícil, sin soluciones, desprovisto de datos, medios y
estímulos que la sociedad ofrece al individuo, aunque pueda parecer bueno, ya que
aleja al hombre del mundo y de sus seducciones, en si hace que el individuo no se
termine de desarrollar ni crecer como persona. Se entiende entonces, que si Dios
quiere hacer hombres realmente nuevos, habrá de liberarlos primero de los
elementos del mundo, pues los cristianos al ser santificados por Dios son des
mundanizados. Un claro ejemplo de esto fue en las épocas antiguas, donde los
cristianos antiguos evangelizaban y no se avergonzaban del evangelio, vivían en
continuas persecuciones y nunca desistieron en su labor de dar a conocer a las
gentes a Cristo, aunque ellos los tomaran por locos, el punto más alto y más loable
es el de los mártires, que pudiendo conservar su vida en el mundo, decidieron
ofrecerla libremente por Cristo, esto trajo como consecuencia la conversión de
algunos y el odio profundo de otros. El mundo de hoy también está persiguiendo a la
Iglesia, en un modo más eficaz y silencioso que el derramamiento de sangre, a
través de un modo cultural y político. El cristiano a través del bautismo renuncia al
mundo y al diablo (Apotaxis) para adherirse a la Iglesia y a Cristo (Syntaxis),
debemos dejar al mundo si queremos servir al Señor, esta ruptura del cristiano con
el mundo expresa que el Espíritu nuevo recibido requiere una vida nueva, muy
distinta a la vieja. Para poder iniciar trabajando con ello es necesario hacer una
ascesis de libertad, que requiere virtudes heroicas y grandes valores, no hay
libertad personal sino en la medida en que se vence el pecado que encadena la
libertad, no se consigue la libertad sin perseverancias y esta no es posible sin
capacidad de cruz y pobreza, sin fuerza de paciencia y caridad. La oración nos
libera del mundo presente, pues gracias a ella ponemos nuestros ojos en lo eterno.
Hay que permanecer invariables a pesar del paso del tiempo, el mensaje de Cristo
sigue siendo el mismo, hay algunos que dan a entender que la actitud del hombre es
natural por su historia, cosa errada, basta que alguien tome un libro y lo medite
para darse cuenta de que las actitudes y las mismas acciones (como las vacaciones,
los viajes, etc.) son producto del tiempo y de secuelas, quien toma la historia como
naturaleza se cierra por completo a la formidable fuerza del Espíritu. No debemos
seguir la moda, pues esta ejercita dominio, la única forma de vencerla es muriendo
al mundo, pues una vez muertos, son libres en la libertad de Dios. La moda es
cambiante e inconstante. No tengamos miedo a ser los raros del mundo, aquellos
que por raros sean poco comunes y excelentes y sobresalientes, pues los santos
fueron esta clase de raros, sentir miedo a ser raros no sea sentir miedo a ser
santos y a contrariar el mundo, no hay que imitar las costumbres de los hombres,
sino a Cristo y a los santos, debemos ser imitadores de Dios como hijos amados,
seguir la costumbre humana es fácil, es caminar por un camino ya trazado. No
busquemos agradar a los hombres, busquemos todo lo que es grato a Dios y lo que
beneficia a los hombres, incluso hay que procurar ser libres ante la familia y los
amigos, pues en alguna ocasión pueden limitarnos en nuestro pensar y obrar según
Dios. Debemos entrar en la batalla contra el mundo, apuntando a ser cristianos
victoriosos, para vencer al mundo unidos a Cristo, no es, ciertamente, el mundo el
principal enemigo del cristiano, pero vencerlo le da una inmensa ventaja espiritual.
Nosotros nos haremos libres del mundo por la muerte, ya que nosotros somos aves
de paso, forasteros en este mundo, pues nuestra patria es el paraíso.

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