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Verde.

Recuerdo la mañana en la que te conocí, en el metro


Te veías muy bien de verde.
Llevabas un cigarro en tus labios rosas, y un libro en tus pequeñas manos.
Me llamó la atención el título, o eso fue lo que fingí para buscar un tema de
conversación contigo.
De hecho, yo ya había leído ese libro hace un año.
Cuando me acerqué a ti te sobre saltaste, como una pequeña criatura que no
quiere ser atrapada, pero hablé antes de dejarte ir.
“Hey, lo siento, no quería asustarte… Solo quiero saber de qué trata tu libro, se ve
interesante”
Y entonces me permitiste ver tus ojos
Y ellos me permitieron ver cielo,
A pesar de que estábamos metros bajo tierra.
Era tan azules y brillantes,
Incluso, por unos segundos, llegué a pensar que tenías lentillas.
Demasiado hermosos para ser reales. Lástima que al parecer te empeñas mucho
en cubrirlos con tu flequillo castaño.
Cuando te aclaré que solo estaba interesado por tu libro, volviste a sentarte a mi
lado.
“Se llama ‘Ardiendo en el agua, ahogado en el fuego’ es un poemario”
“Me gusta el título”
“Curioso ¿verdad?”
Y entonces me permitiste ver tu sonrisa,
Tenías los dientes perfectos,
No soy dentista, pero eso me gustó.
“Sí, ciertamente. ¿Cuál es tu poema favorito?”
“La verdad no he leído ninguno aún… Mira”
Y al acércate a mi para mostrarme que solo estabas leyendo la biografía del autor,
Me permitiste sentir tu olor.
No quiero sonar como un degenerado,
Pero me gustó mucho tu fragancia.
Dulce y suave.
No era perfume, o el shampoo de tu cabello, si fuese así olería mucho más fuerte.
Era tu piel.
Por cierto, también tenías una piel preciosa y dorada.
Y unas cuantas pecas en tus mejillas. Probablemente lo que más me gustaba.
“Oh, ya veo, ¿compraste el libro hace poco?”
“Esta misma mañana”
“Genial”
Asentiste y batiste tus largas pestañas como las alas de una mariposa.
El metro avanzaba y se detenía en cada estación.
Tu me permitiste leer los primeros poemas contigo.
Ni siquiera sabíamos nuestros nombres.
Pero no importaba realmente.
Solo leíamos.
Era un plan agradable.
Supe cuando no me bajé en la estación que me correspondía,
Supe que llegaría tarde a trabajar
Supe que si llegaba iba a toparme con el robusto y colorado rostro de mi jefe
enfurecido.
Lo sabía
Pero el problema era que no me importaba realmente, quería leer más poemas
contigo, te veías feliz.
Y yo no soy un fanático del acto de releer. Otra copia del libro que leíamos en ese
momento, estaba en la repisa de mi habitación, con polvo encima. Pero cuando
releía los versos, cuando escuchaba las palabras de Elena Poe, pero en tu voz,
era como leer algo nuevo.
Íbamos en la página 25 cuando el metro llegó a otra estación.
Tú te sobresaltaste y tomaste tus cosas en un movimiento más rápido que la luz.
“¡Oh dios! Esta es mi estación, no pensé que llegáramos tan rápido… Bueno, tuve
un momento muy agradable contigo… Eh, ¿cómo te llamas?”
“Harry”
“Harry, gracias por estar conmigo. Espero volverte a ver”
Saliste disparado por la puerta automática.
Yo aún intentaba procesar lo que ocurría cuando te vi por la ventana de mi
asiento, con un suéter verde que parecía más grande que tú, perdiéndote entre la
multitud.
El la silla sobre la que te encontrabas ahora había una margarita seca
Recordé inmediatamente que con aquella flor separabas las páginas del poemario.
¿Era una buena escusa para llegar aún más tarde al trabajo?
No.
Pero
¿Era una buena escusa para verte de nuevo?
Sí. Probablemente.
Bajé del metro y salí a perseguirte por la enorme ciudad de Nueva York.
La probabilidad de volver a encontrarte era de un cincuenta por ciento, y la
probabilidad de perderme entre miles de trabajadores apurados era de otro
cincuenta.
No importaba con tal de verte de nuevo.
Porque ahora tenía dos objetivos en mente; Devolverte la flor, y conocer tu
nombre.
No pasó más de media hora,
Cuando por obra y gracia del universo te vi desde lejos.
Te veías muy bien de verde.
Estabas entrando a la biblioteca de la universidad pública.
Corrí hasta donde estabas. Esperé no verme muy desalineado.
“¡Oye!”
Volteaste a ver.
“¿Harry?”
Volviste a sonreír como lo hiciste en el metro. Solo que esta vez levantaste una
ceja
“¿Qué haces aquí? ¿Me seguiste desde el metro?”
Cuando te pusiste delante de mí me di cuenta de lo pequeño que eras,
O tal vez de lo alto que soy.
Fue muy tierno.
Te lucía ser bajito.
“Algo así… No pienses que soy un acosador o algo parecido.”
Te reíste.
Nunca había escuchado a un ángel.
Ni siquiera soy creyente.
Pero por alguna razón supe que tu risa era mucho más bella que la de un ángel.
“Es que… Olvidaste esto”
Te enseñé la flor.
Y abriste mucho tus ojos.
“Harry… Corriste desde el metro hasta aquí solo para devolverme esto… a mí?
“Es tuyo ¿no es así?”
“Yo… No sé qué decir… Esto es… Es…”
Me miraste a los ojos.
“Es lo más tierno que han hecho por mí… Gracias”
Te sonrojaste.
Éramos tan jóvenes.
“No hay de que… Pero me debes una”
“¿qué te debo?”
“Tu nombre… ¿Cómo te llamas?”
Solaste una pequeña risita y te acomodaste un mechón de cabello detrás de tu
oreja.
Un gesto muy usual en ti, pronto me comenzaría a dar cuenta.
“Soy Louis, Louis Tomlinson”
Te quedaba perfecto.
“Louis Tomlinson… Es muy elegante”
“¿Tu cómo te apellidas, Harry?”
“Styles, Harry Styles”
“Es el mejor nombre que he escuchado”
Ahora yo fui quien se sonrojó.
“No exageres”
“No lo hago Harry Styles. Serás una estrella algún día”
Hubo un breve silencio cómodo.
“Bueno, supongo que debes irte… Es decir, me encanta hablar contigo, pero te
veías apurado cuando bajaste del metro”
“Oh, sí… De hecho, debería estar en clase ahora mismo… Pero no te preocupes.
Es mejor hablar contigo que memorizar fechas de nacimiento de poetas olvidados
con la maestra Carter”
Ambos reímos.
“¿Qué estudias?”
“Literatura y bellas artes”
“Qué culto…”
“¿Y tú? ¿Estudias?”
“Psicología por obligación, música por placer”
“Adoro la música… Deberíamos volver a vernos Harry”
“¿Te parece en el Starbucks de central park?”
“Me parece. ¿Te paree a las 5?”
“Perfecto”
Extendiste tu mano para despedirte.
La sujeté con mucho cuidado.
Confirmé que tu piel era tan suave como lo había imaginado.
“Un placer conocerte Harry Styles.”
“El placer es mío, Louis Tomlinson.”
Te vi alejarte.

“¡Louis!”
“¿Sí?”
“Te ves muy bien de verde”
Escuché tu risa y juré que pude ver cómo te volviste a sonrojar.
“Nunca me has visto en otro color”
“Lo sé… Aun así, el verde se te ve muy bien”
Sacudiste tu mano en el aire para despedirte, y entraste a la biblioteca.
Por alguna razón supe que tuviste un buen día.
Me alegra haberlo causado.

Conversamos toda la tarde en central park.
En la noche te acompañé a casa.
Ahora sabía más cosas sobre ti:
Tenías veintiún años.
Te gustaban los atardeceres.
Odiabas el aguacate.
Tenías un perro llamado Clifford.
Te habías criado en estados unidos, pero naciste en Inglaterra.
Te gustaba la música clásica tanto como te gustaba el rock pesado.
Tu película favorita era ‘Titanic’.
Reías cuando veías a alguien caerse, y te sentías culpable por eso, pero no lo
podías evitar.
Te gustaba el origami y andar en patineta.
No soportabas el frío.
Tu libro favorito era ‘El olvido que seremos’, pero con el que más habías llorado
era ‘Bajo La Misma Estrella’.
No te gustaba hacer ejercicio.
Coleccionabas flores que después secabas entre las páginas de tus libros y las
usabas como separador de estos.
Tocabas el piano.
Te parecía irritante la voz de Jena Parker, tu compañera en clase de anatomía.
Tu primera pareja en secundaria había sido un desastre completo.
Vivías solo.
Tu familia estaba en California.
Me hiciste reír un buen rato cuando me contaste a cerca de la broma que le hiciste
a tu vecina, cuando tenías 15 años.
Tu mejor amigo se llamaba Liam Payne.
Te daban miedo la oscuridad y las ratas.
Te gusta el helado de metas y chocolate.

Sabía que aún me faltaba mucho por conocerte.


Sé que las cosas que logré saber de ti ese día no eran importantes del todo.
Pero en ese entonces sentía que sobre mis manos sostenía la información más
importante del planeta.
Me habías dicho que no soportabas el frío, así que te di mi chaqueta.
Dijiste que me la devolverías después de lavarla.
Han pasado casi diez años desde que te conocí.
La chaqueta ahora es tuya y la usas con frecuencia.
Te ves adorable en ella.


Recuerdo que después de un tiempo, encontrarnos en central park se había vuelto
parte de nuestra rutina diaria.
Algunas veces fuimos al zoológico.
Lo siento, se que lo odiaste, pero no pude evitar reírme cuando ese loro graznó al
lado tuyo y gritaste asustado.
Después llegó San Valentín,
Fuimos a la obra de teatro de danza abstracta a la que tanto querías asistir, al final
me dormí en mi asiento, era lo más aburrido que había visto, pero tu lo disfrutaste,
y por lo tanto también lo disfruté yo.
A veces te dormías en el metro, entonces yo te cargaba en mi espalda hasta llegar
a casa.
Otra cosa que enserio me gustaba de que fueras pequeño.
En Halloween debatimos sobre qué disfraz elegiríamos,
Me golpeaste el hombro cuando dije que tu podía ser E.T. y yo Eliot,
Y cuando propusiste disfrazarnos de Harley Queen y el Joker, insistí en que era
muy poco original.
Llegamos a la conclusión de que el disfraz de Emily y Víctor de ‘El cadáver de la
novia’ era muy costoso.
Y también consideramos disfrazarnos de las gemelas malvadas de ‘El resplandor’,
pero lo descartamos cuando nos dimos cuenta de lo ridículo que era.
Al final no decidimos un disfraz, y nos quedamos en casa viendo películas de
terror y realitys latinoamericanos.

También recuerdo nuestra primera navidad juntos.


Cantamos villancicos, y, por cierto, tu voz es hermosa.
Decoramos galletas y se quemó el pavo que habías preparado, te enojaste por
eso, te sentiste mal al no saber cocinar, pero yo solo te sonreí y pedimos pizza y
comida china.
Tu cara de felicidad al ver las nuevas pinturas que te había regalado simplemente
no tuvo precio.
Yo también me alegré cuando me disté el CD del álbum de Lana del Rey.
Fue una hermosa navidad.
Y le siguieron muchas más.

Los años fueron pasando muy rápido.
Nos mudamos juntos a un pequeño departamento cuando terminamos la
universidad.
Un día aceptaste cuando me agaché frente a ti con un anillo en mis manos.
No olvido tu expresión de sorpresa, y las lágrimas deslizándose por nuestras
mejillas.
Recuerdo la luz de la luna bailando sobre tu rostro.
Sentí que la terraza de nuestro hogar era el único lugar en la tierra, y me alegré al
saber que lo podía compartir contigo.
Cuando saltaste a mis brazos te sujeté con fuerza, me prometí que no te dejaría ir
jamás.
Ese día pudo haber sido considerado como el más feliz de mi vida.
El Día de nuestra boda llegó al poco tiempo.
Tu padre sujetó tu mano y te llevó al altar, donde yo te esperaba, donde aún más
lágrimas caían de mis ojos.
Recuerdo la flor que estaba detrás de tu oreja y sostenía tu cabello
Era blanca y pequeña, y después la secaste en tu libro, en el libro que tú mismo
habías escrito cuando te graduaste, y que fue un éxito completo.
Me sentía demasiado orgulloso de ti.
Cuando dijiste ‘Acepto’ nuestro mundo dio un giro de 180 grados,
Ahora éramos uno solo,
Nuestro corazón latía al mismo tiempo.
Éramos un hogar.

Esa noche también fue una de las mejores de mi vida.
En casa había miles de velas que me había encargado de poner yo mismo.
Y entonces tu comenzaste a llorar de alegría de nuevo
Las luces se reflejaban en tus ojos brillantes,
Tus ojos lucían como dos galaxias infinitas,
En las cuales decidí perderme.
Todo estaría bien.
Juré protegerte y amarte.
Tu juraste lo mismo.
No podíamos estar más completos.


Pasaron dos años.
Todo fue mágico.
Éramos muy felices.
En la mañana desayunábamos juntos, y después nos íbamos en auto al trabajar.
Nuestro auto era pequeño y rojo. Tú lo habías elegido.
Yo te dejaba en el museo en el que trabajabas
Y yo me iba a mi estudio de música.
Ganábamos buenos salarios, habíamos podido viajar por el mundo y comprar un
nuevo apartamento.
En las tardes volvíamos a encontrarnos, a veces te invitaba a cenar, otras veces
paseábamos por el parque, y otras veces íbamos directamente a casa y veíamos
películas hasta dormirnos.
Los fines de semana hacíamos la limpieza de la casa y salíamos de fiesta en la
noche.
Recuerdo que a ti te gustaba cortar mi cabello cuando ya estaba muy largo.
El día de mi cumpleaños me horneaste un pastel de chocolate, el cual quemaste
en la base, no tenía ni siquiera forma de pastel, y la crema era demasiado dulce.
Sobre este escribiste con glaseado verde ‘FeLiZ CuMpLeAñOs’ con letras
deformes.
La cocina no era lo tuyo.
Sin embargo, fue el mejor pastel que he comido en mi vida.
Todo porque tú lo hiciste.
Poco a poco aprendiste a cocinar sin quemar las cosas. Estabas muy feliz por eso.
En nuestro tiempo de casados me di cuenta de muchas más cosas que te
caracterizaban:
Tu tenías la extraña costumbre de siempre dejar un libro abierto y volteado al
revés el algún lugar de la casa. Y te enojabas cuando encontrabas las páginas
dobladas y arrugadas.
Amabas el color rojo, pero odiabas los zapatos rojos que te había obsequiado tu
tía en navidad.
Siempre dejabas las puertas de las encimeras abiertas de par en par, y yo siempre
me golpeaba la cabeza con ellas.
Intentabas hacer ejercicio conmigo, pero después de cinco minutos te agotabas y
te marchabas de mal humor a la cocina.
No podías ir a la cama sin beber una taza de té, y tal vez esa era la razón por la
que reías y conversabas mientras dormías.
Y todas esas conversaciones era los secretos que te guardaba, aunque no
tuvieran ningún sentido.
Nunca te gustó cómo sonaba tu voz en las grabaciones y, por lo tanto, el mismo
mensaje, tenía que ser descartado una docena de veces antes de que lo enviaras.
Te parabas de puntitas para alcanzar las cosas altas de la casa, y cuando te
compré un taburete, te enojaste y reclamaste que o eras tan bajito… Y sin
embargo es uno de los objetos que más usas a diario.
Te gustan los programas tontos que presentan en Home & Health.
Te gustan las notas de amor cursis y con brillantina, y los bebés te parecen
adorables.
Usas la chaqueta de cuero que te di cuando nos conocimos solo cuando te sientes
triste, y como nunca admites en voz alta cuando te sientes mal, es mi forma de
saber que debo abrazarte con más fuerza.
Dibujas en las esquinas de las servilletas.
Tienes un sentido del humor enorme, desde que te conocí una de las cosas que
más me has hecho hacer es reír hasta el cansancio. Te encanta hacerme quedar
como tonto con tus chistes sarcásticos.
A mi también me divierte cuando lo haces.
Amas bailar...

Sé mucho sobre ti Louis.


Y te amo a ti y a todas tus pequeñas cosas.

Peleábamos muy de vez en cuando.


Y llegó el día en el que lo hicimos.
No sé qué ocurrió.
No creo que tú lo sepas tampoco.
Pero esa noche ambos explotamos.
La razón es algo que hemos repetido demasiadas veces.
No la repetiré de nuevo. Pero por esta, una bomba atómica estalló en nuestro
hogar.

Recuerdo cuando las palabras se volvieron gritos


Cuando el jarrón se hizo añicos en el suelo y los girasoles terminaron extendidos
sobre el agua.
Tu comenzaste a llorar, era la primera vez que yo te hacía llorar.
Recuerdo tu rostro enrojecido de ira y decepción.
Te fallé.
Corriste a nuestra habitación y cerraste la puerta con llave.
Golpeé con mucha fuerza.
Nunca abriste.
Tomé las llaves del auto y un abrigo.
Cuando tiré la puerta de la casa la culpa me abofeteó.
Te estaba dañando.
Estaba destruyendo a la persona más valiosa que tenía.
Pero el orgullo me empujó hasta el bar a donde solía ir contigo.
Me ahogué a mi mismo en el alcohol. Fingía que era tu perfume.
Me permití llorar también.

A la mañana siguiente supe que nada iba a ser igual.
Supe que había cometido un error cuando no te encontré en casa.
Había una nota sobre el comedor
‘Salí con Liam. Por favor no me busques. Hay un poco de pastel de carne en la
nevera. No llegaré a cenar.’
Me sentí miserable cuando encontré la carne en la nevera.
Aunque me quisieras en el último extremo del planeta, seguías preocupándote
porque tuviese algo que cenar.
También quise estar en el último rincón del planeta en ese momento. Lo merecía.

No te vi en una semana.
Nunca había bebido tanto alcohol en toda mi vida.
Cuando volviste a casa esperé sentir la esperanza que siempre sentía al ver tus
ojos,
Pero en estos solo había desilusión y tristeza.
Sentí como mi corazón se volvió pedazos cuando me di cuenta que el universo
que tenías en tu mirada, se redujo a un cielo opaco y nublado, y todo por mi culpa.
Tu corazón también se había vuelto pedazos cuando tiré el jarrón con tus
girasoles.
Te acercaste a mí.
Pero ya no sentía esa mágica electricidad.
Pusiste dos cosas en mis manos, sin decir nada te comenzaste a alejar.
Cuando estabas abriendo a puerta te volteaste hacia mí.
El mundo se detuvo y se sacudió violentamente.
Los dos derramamos un par de lágrimas saladas.
Y entonces hablaste por última vez.
“Necesito que firmes esos papeles para el jueves… Yo… Necesito el divorcio…
Fuimos muy felices. Gracias por todo… Adiós… Harry.”
Fue la última vez que pronunciaste mi nombre.
Tu voz se quebró como un cristal fino.
Y tus lágrimas brotaron como el agua de una represa que acabada de ser
destruida.
Destrocé tu alma.
Y con eso me destruí a mí mismo.
Quise perseguirte.
Quise abrazarte por la espalda y recordarte lo mucho que te necesito.
Quise disculparme.
Quise arrodillarme ante ti, tan solo para que te quedaras.
Pero no pude moverme.
Mis piernas pesaban como yunques de hierro, mi voz se había vuelto un susurro
“Louis…”
Intenté llamarte. Lo único que escuché fue el sonido del elevador cerrarse.
Te había perdido.
Había roto mi juramento.
Bajé la mirada con dificultad, sabía lo que había en mis manos.
Tu anillo de compromiso, y un sobre con papeles de divorcio.
Caí de rodillas sobre el suelo.
No dormí esa noche…


Tus últimas visitas a casa eran cuando yo me encontraba en el trabajo.
Tomabas tu ropa y tus pertenencias.
Cada día te llevabas algo que te pertenecía.
Cada día que llegaba del estudio había desaparecido una parte de ti.
Cada día me costaba más subir por el elevador, por que sabía que cuando abría la
puerta de nuestro antiguo hogar, otro de tus recuerdos se había ido contigo, y que
jamás lo volvería a ver.
Cada que llegaba al apartamento, un pedazo de mi alma desaparecía junto con
tus cosas, y cuando lo hacía, dolía más que cualquier cosa que haya llegado a
sentir en mi vida.
La lenta tortura duró una semana.
Tus cuadros coloridos ya no estaban. Ni tu ropa. Ni tu perfume. Ni tus libros. Ni tus
flores. Nada.
Las encimeras permanecían cerradas, la cocina ya no olía a comida quemada. El
televisor ya no presentaba realitys. Ya no había notas de amor sobre mi mesa de
noche.
Te vi desparecer.
El miércoles ya nada tenía sentido.
El jueves firmé los papeles por la mañana.
Sentí como el bolígrafo quemaba mis manos al sostenerlo.
Sentí como mi firma rasgaba mi piel.

El viernes el juzgado fue más rápido de lo previsto.


Los años, las promesas y los mejores momentos fueron enterrados cuando el juez
tocó la mesa con el martillo.
No nos tomamos la molestia de despedirnos.
Sabía que no querías saber nada más sobre mí.
Ni siquiera nos saludamos esa mañana.

Fueron dos semanas de trámites y papeleo.


Te quedaste con el auto.
Yo con el apartamento.
Te quedaste con lo que sobraba de mi corazón.
Yo con mi propia vergüenza. Y con el taburete en el que te subías.

Ha pasado ya un año desde que morí.


Estoy muerto.
Pero mi corazón aún late, y mis pulmones aún inhalan y exhalan aire que ya no
tiene tu aroma.
Esto es una erosión.
Es un trance permanente.
Es como romper rocas con tus muelas.
Estoy sumergido en un océano de esperanza,
Talvez vuelvas a aparecer por la puerta, o te vuelva a encontrar en el metro.
O tal vez no,
Talvez lo único que he hecho después de todo es ahogarme en ese mismo
océano del cual no saldré nunca.
Extraño tus dientes perfectos.
Extraño tu risa.
Extraño tus ojos.
Extraño tus manos.

Estaba feliz contigo.


Y me doy cuenta de que ese fue justamente mi error; Acostumbrarme a ti.
Nunca imaginé que te perdería, cómo sería la vida si lo hacía.
Y ahora que lo sé, me siento atravesando en mismísimo infierno.
“Ardiendo en el agua, y ahogado en el fuego”
Cómo el título de tu poemario.
Ya nada importa.
Las cosas perdieron su belleza.
O tal vez yo perdí la habilidad de verla.
Nada.
Después de ti no hay nada.
Estoy en el borde de un abismo,
Haciendo equilibrio para no caer,
Solo espero acostumbrarme al mantenerme de pie,
Porque si me acostumbro a eso no será tan malo como lo fue acostumbrarme a ti.

Hace una semana te vi.
Iba caminando al parque.
Te vi tomando la mano de alguien más.
Lucías muy feliz,
Tus ojos recuperaron su brillo, tus mejillas su color.
Te veías más radiante que nunca.
Te veías incluso más joven.
Era extraño.
Nunca imaginé sentirme feliz al ver a quien amé, amando a alguien más.
Parecía que en tu mano sostenías a tu mundo entero.
Me pregunté si así nos veíamos nosotros…

Espero que estés bien.


Espero que tus ojos nunca vuelvan a perder su brillo,
Que nunca te falte nada.
Espero que quienes te amen, te reconozcan y de te den todo lo que mereces,
como no lo pude hacer yo.
Espero que tengas una vida larga y feliz.
Que cumplas tus sueños.
Espero que no te acuestes muy tarde, sabes que no te hace bien.
Espero que la oscuridad ya no te de miedo.
Espero que pintes muchos mas cuadros, y cantes muchas más canciones.
Espero que te ames a ti mismo.
Espero que ames tu cuerpo y aprecies tu mente.
Tanto como yo te amé a ti.
Espero que algún día pienses en mí,
Es todo lo que quiero…
Noté que llevabas mi chaqueta de cuero, y debajo tu suéter verde.
También habías cortado tu cabello. Tus ojos se veían aún más grandes.
Y no podía faltar la flor que siempre colocabas detrás de tu oreja. Supuse que fue
él quien te la dio.
Te veías muy bien con él.
Yo sigo orgulloso de ti.

Te amé Louis Tomlinson. Te amo. Y te amaré…

Ya te he visto vestido de todos los colores.


Así confirmo,
Te ves muy bien de verde.

PD: Profe, hice este dibujo ya hace un tiempo, me inspiré en este para escribir
esta historia, solo lo quería poner para que lo vieras :).
PD 2: esta canción también me sirvió te inspiración, por si quieres escucharla mientras lees:
https://www.youtube.com/watch?v=DOOk4oCmQuk

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