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Sobre la crisis hídrica y la explotación de la tierra: un llamado anarcoecologista

urgente.

Como espacio cordillerano que habita los territorios de Peñalolén, la Florida y Puente Alto,
no es novedad que desde hace años podamos ir viendo las consecuencias de los trabajos
que realizan las megaindustrias forestales e inmobiliarias en la cordillera y territorios
esclerófilos (los pocos que quedan en la Región Metropolitana, la urbe de cemento que
respira urbanización). Este conflicto siempre nos ha parecido alarmante y hemos llamado,
sin mucho éxito, a que distintos sectores de estos territorios se puedan movilizar en contra
de los proyectos inmobiliarios, mineros, hídricos y forestales que están devastando la tierra,
alterando los ecosistemas y produciendo graves desbalances que tienen repercusiones en
la precarización de miles de vidas animales (humanas y no humanas). Desde hace años
que las antes extrañas y poco comunes lluvias intensas de verano han causado aluviones
que han arrasado con entornos naturales y de asentamientos humanos en los pies de la
cordillera, han enturbiado las aguas potables, han producido graves daños a los cauces de
ríos y a los hogares de familias. Ante estas crisis, se han movilizado distintas expresiones
de apoyo mutuo y solidaridad de clase para levantarnos nuevamente, pero tenemos claridad
de que esas medidas son sólo paliativas para responder a la inmediatez de la urgencia. Son
medidas parche a un problema mucho mayor, del que nadie pareciera hacerse cargo, y si lo
hacen, es mediante reformismos que buscan hacer la explotación de las industrias
capitalistas más amigable, dentro de un marco legal y constitucional, que entregará la
ficción de que se está gestionando de manera responsable, bajo las herramientas de la
burguesía democrática.

Desde hace un tiempo que se ha comenzado a expandir la idea de hacer de la tierra una
sujeta de derechos. Esto significa, aparte de reducirla a un imaginario humano
antropocéntrico, institucionalizarla y validar aún su explotación bajo fiscalización. Implica, al
final, una exacerbación de la explotación. No podemos sino sentir rechazo ante esta
situación, que sigue sin señalar y posicionarse directamente contra el principal problema: El
capitalismo y sus mecanismos extractivistas mediante sus empresas. La precarización de
los suelos y medioambientes está causando a nivel planetario una alteración de todos los
ciclos naturales, y pese a ello, sólo se habla de una explotación menos irresponsable, o de
soluciones como el reciclaje, que, si bien son viables a nivel individual, no significan mucho
si quienes más destruyen el medioambiente no cambian sus lógicas y desaparecen. La
identidad capitalista se ancla en la idea de la explotación ilimitada a “recursos” limitados
(fuerza de trabajo de un cuerpo, materia prima disponible en aguas, tierra y bosques),
viendo como herramienta de trabajo y de monetarización todo a su alrededor. Al alero de
esto es que usan a destajo las aguas y tierras fértiles para monocultivos que dejan a
territorios enteros en sequía. Esto último es lo más alarmante de todo, puesto que el agua
es algo esencial para toda forma de vida, desde una bacteria hasta un animal, y la escasez
de la misma nos arroja a una situación de vulneración y riesgo inminente de colapso en
todos los niveles ecosistémicos. Megaindustrias que arrasan con suelos, plantaciones de
monocultivos para exportación que consumen el agua de toda una comunidad, lluvias
producto del calentamiento global que enturbian las aguas potables en un territorio
dominado por un estado neoliberal que ha privatizado la potabilidad del agua, convirtiéndola
en un privilegio para quienes pueden pagar su acceso.

Sobre inmobiliarias y Urbanización.

Desde hace años vemos como innumerables entornos naturales, santuarios, humedales,
bosques, cerros y ecosistemas de un gran número de especies nativas, lugares donde
solemos escapar de la rutinaria vida impuesta por la maquinaria capitalista están siendo
devastados producto del exacerbado crecimiento inmobiliario.

La Región Metropolitana concentra más del 70% de la inversión inmobiliaria del país, que se
compone del 77% de departamentos y 23% de casas1. Y nos hace sentido, cuando vemos
diferentes proyectos en construcción en diversos sectores de Santiago, proyectos en
sectores periféricos y vemos que de a poco se empiezan a urbanizar valles y sectores
precordilleranos, que no responden a una necesidad propiamente tal; ya que seguimos
viendo a personas sin casas, lo costoso que es acceder a estas o se siguen construyendo
viviendas para vivir hacinadxs en reducidos metros cuadrados; si no que responden más
bien a la avaricia de un sector que se sigue llenando los bolsillos producto de la
especulación, las pocas y casi nulas restricciones institucionales y por seguir haciendo un
negocio del derecho básico de habitar.

Al más puro estilo burgués, cierto sector de la población se ha estado mudando hacia
cerros, campos, parcelas, y en respuesta de esto podemos ver proyectos habitacionales y
urbanizadores en sectores precordilleranos, que al visitarlos ya no nos topamos con las
plantas, árboles y todo aquello que los hacía especiales, si no que vemos lugares desolados
y destruidos por la pesada maquinaria o nos topamos con toda la intervención civilizatoria
que llenó de fierros, ladrillos y cemento el antiguamente preciado lugar. Ejemplo de esto es
el amenazante proyecto que busca urbanizar el cerro Panul ubicado en la comuna de La
Florida, que tiene uno de los últimos bosques esclerófilos de Santiago, proyecto que espera
su aprobación desde la municipalidad, quienes se suponía habían dejado protegido el cerro
luego de la aprobación del plan regulador en 20152.

Estamos clarxs de que problemáticas como estas son inherentes al sistema de producción
capitalista, donde la administración, la concentración de la riqueza y decisiones sobre el
desarrollo productivo se encuentran centralizadas, en este caso en la Región Metropolitana,
y que toda la infraestructura no obedece más que a objetivos capitalistas: maximizar
ganancias al menor costo posible. Así que no es raro ver la ciudad sobrepoblada, la
migración de personas desde otras regiones a Santiago en búsqueda de oportunidades,
guetos verticales o que la vivienda se haya vuelto un lugar sólo para pernoctar luego de la
jornada laboral, de ir al mall, al bar, restaurante o cualquier estímulo consumista para hacer
nuestras vidas “menos desgraciadas”.

Sobre la crisis hídrica

El agua, un elemento vital para la tierra y la vida, cuya escasez se acrecienta y genera más
urgencia para tomar medidas ecológicas. Mientras que en la televisión nos muestran
reportajes aludiendo a que debemos tomar duchas más cortas, o a no dejar corriendo la
llave, por eso se hace necesario el principio fundamental del antidesarrollismo, aplicar
términos tales como “ralentizar” viéndose como medida a corto plazo, la sociedad
lamentablemente se basa en la producción de valor, sin permitir ninguna otra comunidad
que no sea la del capital, algo tan “simple” como realizar huertos sustentables donde se
aplica el policultivo, puede llevar a la creación de una pequeña “gemeinwesen”¹, donde en
esta se podrían aplicar medidas comunistas, que multipliquen las fuerzas de cambio social,
como anarquistas sabemos que la creación de la comunidad puede llegar a ser un camino
nebuloso e incierto, pero como minoría revolucionaria debemos adaptarnos al contexto
social y ponernos manos a la obra. Ferias de las pulgas, ollas comunes, talleres y mítines
pueden ayudar a la creación de una comunidad, en este duro proceso no nos debe faltar

1 https://www.feller-rate.com/general2/articulos/construccionvr0803.pdf
2 https://prensaopal.cl/2021/03/14/carter-e-inmobiliarias-el-fin-del-bosque-panul/
una noción autocrítica respecto a las problemáticas sociales, buscando soluciones que
promuevan la autonomía y acción del proletariado. Ante el inminente colapso capitalista se
hace necesario el “ecologismo revolucionario”, fusionando los mejores principios de la
ecología social y la ecología profunda, si queremos fomentar una acción ecologista
revolucionaria debemos ir más allá de pegar carteles diciendo “qué no hacer”, entonces las
preguntas que podemos hacernos como revolucionarios son: ¿Qué acciones pueden
hacerse en el contexto actual y que aumente progresivamente el florecimiento del bienestar
humano como no humano? ¿Cómo ir perfeccionando una base teorica socio-politica en los
movimientos revolucionarios? ¿Qué relación tiene la autorrealización humana con la
asociación no jerárquica? Son miles las preguntas que nos podemos formular pero si no va
acompañada de una coherente praxis revolucionaria no servirá de nada, debemos buscar la
confrontación política y económica con la población local y así tal vez podamos crear un
mundo en el que quepan muchos mundos...

Ante estas preguntas, y estos conflictos sumamente urgentes, que son presagio de un
colapso totalmente relacionado con el modo de explotación capitalista, y con la noción de
consumo dentro de los modos de producción de relaciones sociales neoliberales,
necesitamos posicionarnos más allá desde las meras premisas medioambientalistas, que
buscan, de manera legal, regular la explotación, sin cambiar el sistema de devastación que
se encuentra en marcha. Necesitamos un anarquismo verde y antidesarrollista que desde
todos los territorios se levante con fuerza para poder enfrentar a las inmobiliarias e
hidroeléctricas que ponen en peligro todo el ecosistema, que ya se encuentra sumamente
desequilibrado por la intervención desmedida de la urbanización, y el estilo de vida humano,
tan alejado de los preceptos de ecología social.
No podremos solxs hacerle frente a la industria capitalista que está destruyendo nuestra
tierra, pero si encontramos las estrategias para organizarnos, levantando sospechas a las
intenciones de convertir a la tierra en sujeta de derechos, y tensionando que las salidas
medioambientalistas, más que salidas, son meros parches, podremos encontrar desde lo
colectivo una herramienta de posicionamiento. Esos mundos posibles que se encuentran
totalmente alienados por el capitalismo necesitan exceder a las posibilidades que las
condiciones materiales actuales nos permiten. Necesitamos con urgencia hacernos cargo,
no sólo desde nuestra individual, sino desde lo económico y lo político. El llamado ya está
hecho.
1-Gemeinwesen en algunos casos se puede traducir como comunidad,gemeinwesen se puede ver como el entorno en el que el individuo social
se subjetiviza, la gemeinwesen tiene una subjetividad propia y esta contagia la subjetividad del individuo

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