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Parte Dos
TIEMPOS OSCUROS
CHRISTOPHER GOLDEN
Una serie de novelas originales basadas en la famosa serie de televisión creada por
Joss Whedon
PRÓLOGO
Separada.
Buffy fue lanzada hacia delante, no impulsada desde atrás sino jalada,
arrancada, tirada con fuerza, dolorosa y bruscamente dentro de un abismo negro y
rojo. Se sentía como si sólo su rostro hubiera sido separado, tirado más y más lejos
dentro del piélago de negro infinito delante de ella, pero el resto dejado atrás, todo el
peso de esa carne y sangre y hueso que le proporcionaba la imagen que tenía de sí
misma. ¿Qué era ella?
Esa no era una visión. De algún modo, su espíritu había sido separado de su
cuerpo y ahora estaba en una travesía. Viajando. Lanzado fuera de control hacia algún
insondable punto en la distancia.
Colisión.
“Por supuesto que no hay uno. Ellos lo sacaron el primer día”, pensó. Regresó
en un instante a ese momento, cinco años atrás, cuando Cara de Payaso y Bulldog la
habían arrojado en esta celda la primera vez, golpeada, sangrando y apenas
consciente. “Ellos no querían que te cortaras las muñecas”.
Igual que un animal arrinconado Buffy giró sobre sí misma y sus ojos se
lanzaron hacia el cuarto. La celda. Barras en las dos altas ventanas que apenas
permitían un poquito de luz del exterior. Tres metros de muros de piedra alrededor.
Una puerta de acero con remaches metidos dentro de ella y ninguna manija o
picaporte o incluso cerradura de ese lado.
Sus manos fueron a los lados de su cabeza y apretó sus ojos cerrados. Luego
los abrió del todo y contempló a su alrededor, abrazándose con fuerza. Buffy sabía
cosas. No sabía cómo, pero sabía.
Imposible.
Había estado ahí, en esa celda, por mucho tiempo. Reticente, temerosa de lo
que pudiera encontrar, miró sus manos de nuevo. Rugosas, manos ásperas, con
líneas que nunca habían estado allí antes. Se estiró, sintió su cuerpo, se miró a sí
misma.
No estaba más delgada que antes. Sino más rígida. Más tensa. Onduló los
músculos como recordaba haber visto en las revistas y la televisión cuando
mostraban mujeres que habían participado de las olimpíadas, cuya única vida era el
ejercicio, el esfuerzo excesivo, el deporte.
Acumulando polvo.
Esa celda. Días sin fin y noches en soledad, con sólo esas cuatro paredes y la
forma cruel en que forjaba su cuerpo en esa cosa de acero. Los vampiros con los
rostros tatuados y llamas anaranjadas en sus ojos la alimentaban, la mantenían viva,
pero nada más. No hablaban, ni siquiera amenazas o burlas. Sólo la afinación de su
cuerpo la mantenía sana, esa atención fija en el día en que pudiera escapar.
“Estos no son mis recuerdos. No pueden ser mis recuerdos. Recuerdo ayer. Ellos
atraparon a Giles. Camazotz está cazando en Sunnydale. Lucy Hanover vino a mis
sueños y Willow la invocó y…”
Buffy volvió a mirar fijo sus manos. Y esas eran sus manos. Tal como los
recuerdos de ese cuarto —mes tras mes volviéndose íntima con esas cuatro paredes,
comiendo el horrible lodo blando con que la alimentaban y esperando por un
resquicio— tal como aquellas reminiscencias eran suyas.
—¡No! —gritó.
Sanaría rápidamente. Después de todo era la Cazadora. Pero las heridas eran
reales. Eso era real.
Sus recuerdos de ese día se esfumaban ya. Aunque sabía en su corazón que
de alguna manera eso había pasado sólo momentos antes, lo recordaba como si
hubiesen pasado años. Pero había un espacio en blanco allí también… un periodo de
días que no recordaba del todo… el tiempo durante el cual había sido capturada.
Existía un hueco en su memoria entre el toque de la Profetisa y el día en que Cara de
Payaso y Bulldog la tiraron dentro de su celda.
Por más de cinco años se había preguntado qué había pasado en ese espacio
muerto en su memoria, ese apagón.
“No. No soy yo. No he estado aquí. Nunca pasó”, se recordó a sí misma. Y sin
embargo ya no había ninguna duda de que eso era real. Podía sentir cada músculo,
cada arañazo, cada sensación. Ese era su propio cuerpo, su propia vida, y no obstante
de alguna forma su mente de diecinueve años de edad había adelantado
rápidamente dentro de un cuerpo más viejo, de un futuro oscuro, horrible.
Y todo lo que podía hacer era deambular por la celda. Trabajar su cuerpo.
Entrenar para el día en que los vampiros bajaran la guardia.
***
Quizá dos semanas más tarde, trajeron a la chica.
Por un momento Buffy sólo pudo quedarse de pie mirándola fijo, cinco años
sin contacto humano habían construido un callo sobre su corazón y su alma. Era dos
personas en una, dos Buffys al mismo tiempo, la endurecida prisionera y la joven
guerrera. Entonces, súbitamente fue como si la parte de su mente que aún tenía
diecinueve simplemente despertara. Fue como si hubiera estado congelada en ese
cuerpo desde el momento en que se había dado cuenta de lo que le había pasado.
Buffy fue hacia la chica, bajando los brazos para tocarla. —¿Estás bien?
Los ojos de la chica entonces cambiaron. Parpadeó y su boca se abrió con una
expresión de absoluto aturdimiento.
—Oh, mi Dios —susurró la chica, su voz quebrándose—. Tú eres… eres ella,
¿no es cierto?
—No te sigo.
La chica se retiró, poniéndose de pie despacio, con dolor, y la miró fijo. —Tú
eres Buffy Summers. He visto fotos.
—August.
Buffy cerró los ojos. Sacudió la cabeza para aclarar su mente. Sintió una
pequeña indecisión en sus pies. Demasiadas preguntas. Pero si esa chica era una
Cazadora, qué significaba eso para…
—¿Faith?
August asintió. —Seis meses atrás. Ellos trataron por años de capturarla, la
forma en que ellos… la forma en que lo hicieron contigo. Si no fuera por ella tendrían
la Costa Oeste completa ahora, tal vez más. Al menos es lo que mi Vigilante dice. La
capturaron fuera de L.A., escuché.
“No. Recién llegué aquí. Un par de semanas atrás. No se supone que esté aquí”.
Fueron los primeros pensamientos en su cabeza, pero incluso mientras
parpadeaban en su mente, supo que no eran realmente ciertos.
—Todo este tiempo —le dijo Buffy. Le dio la espalda y empezó a pasearse por
el cuarto—. Y ahora tengo compañía.
Buffy tomó eso. En su mente intentaba volver al momento en que sabía era
ella en verdad, donde su mente le pertenecía. Su alma… donde su alma había sido
empujada fuera, dentro del aquí y ahora, y su cuerpo dejado atrás. Secuestrado.
¿Qué había pasado entre entonces y ahora? ¿Dónde estaban todos? ¿Qué
había pasado con Giles?
—Nadie cree —le dijo August—. Nadie quiere creer. Es así como ganan.
Control manipulado. Venden la ilusión de que todo es normal. Repleto de humanos
deseosos de ayudar por una porción del poder.
—Entonces ¿No hay modo de salir de aquí? —preguntó August, con su voz
tomando una especie de quieta desesperación, como si una parte de ella se hubiera
rendido—. ¿Has intentado todo?
—Cinco años es un tiempo largo —le dijo Buffy—. Tal vez con dos de nosotras
ahora sea diferente, pero me imagino que sólo mandarán más guardias para
traernos la comida.
—¿Sólo estás dejándolos hacer? No hay nada para detenerlos desde que se
propagaron, aún más ahora. —August se mordió el labio, sacudió la cabeza y se
abrazó a sí misma como si intentara negar los pensamientos que estaban llenando
su cabeza.
Con una ceja elevada Buffy la estudió. —¿Qué es? ¿Qué puedes hacer?
—Puedo matarte.
CAPÍTULO 1
Puedo matarte.
—No estás pensando con claridad —dijo Buffy, con un gruñido en su voz. La
había usado tan poco en los años recientes. August pareció estremecerse, casi
zumbar con energía igual que un cable de alta tensión. Se humedeció los labios con
la lengua.
De nuevo, sus palabras hicieron eco en la piedra fría. Las dos jóvenes mujeres
empezaron, con lentitud, a moverse, a dar vueltas, mirándose una a otra, buscando
vulnerabilidades. En el fondo de su mente, una voz le gritó a Buffy que detuviera esa
locura, que no dejara que pasara. Era la voz de su yo más joven, de algún modo
implantada dentro de este cuerpo de veinticuatro años. Pero las dos mentes eran de
ella, y así habían empezado a fundirse. Las dos eran una. A pesar de la reluctancia
que sentía, Buffy sabía que sólo un tonto se dejaría expuesto a un ataque. Era simple
precaución ser cautelosa de la amenaza de August. La chica, la joven Cazadora, tenía
una desesperación en sus ojos que decía que podía hacer cualquier cosa.
—Por más de tres años intenté escapar cada vez que la puerta se abrió —dijo
Buffy—. Al principio me aturdían. Después de un tiempo decidí en cambio
estudiarlos, tratar de imaginar la psicología de mis carceleros. En seis meses supe
todo de ellos, sus vulnerabilidades, lo que funcionaría para distraerlos. Sólo de
escuchar y observar. Dos días antes de que planeara escapar, todos fueron
reemplazados. Alguien sabía. Alguien entendió lo que estaba haciendo.
—Es exacto mi punto —dijo August torvamente. Sacudió sus manos mientras
miraba a Buffy con odio—. Eres una mascota. Tu amo te conoce demasiado bien.
—No veo lo que tú ves. Me necesitan viva —dijo Buffy—. Agua y comida, ropa.
August sacudió la cabeza. La expresión en su rostro podría haber sido desprecio si
no fuera por la tristeza.
—Todo este tiempo, sin embargo. Si te diste cuenta de que no podías escapar,
podías haber encontrado una forma de obligarlos a matarte. Podías haberte matado,
si eso no hubiera funcionado. Haber destrozado la pileta de porcelana, usarla para
cortar tus muñecas, desangrarte aquí en el suelo. Pero no lo hiciste. ¿Por qué no lo
hiciste?
August se movió. Con un solo, fluido movimiento, tan rápido que Buffy apenas
tuvo tiempo de reaccionar, se paró dentro del espacio entre ellas y restalló un revés
salvaje. El golpe se incrustó en la mejilla de Buffy, pero ella rodó con él, se volvió en
un instante y se preparó para otro ataque. No vino ninguno.
1
Serie de tubos de plástico traslúcidos que se usan para emular el hábitat de animales como ratones y
hámsters (N. de T.).
»¿Una vez que salgas, habrá un infierno para pagar? Es lo que dijiste. Ya es un
infierno allá afuera, Summers. ¿Puedes ayudarlos?
August se rió amargamente y enjugó una lágrima. —¡Has estado aquí cinco
años! No podemos salir, Buffy. La única forma de que haya una nueva Cazadora,
afuera, combatiendo a la oscuridad, es que una de nosotras muera. Si no estás
dispuesta a hacer lo que hay que hacer… yo lo haré.
—No quiero matarte, August. Pero no voy a dejar que me mates tampoco. —
La cara de la chica se oscureció aún más. Lágrimas frescas saltaron a sus mejillas. La
adolescente debajo de la fachada de la Cazadora se reveló.
—August…
August saltó hacia ella con una patada giratoria apuntando directamente a su
cabeza. Aunque Buffy la vio venir, había estado preparada para eso, fue sólo instinto
lo que la salvó del golpe. Lanzó la cabeza a un lado, esquivando la patada por escasa
media pulgada. Con su mano derecha, atrapó el tobillo de August y revirtió la
dirección de la patada, haciendo girar a la chica en el piso. El hombro de August
chocó con la dura piedra, pero al mismo tiempo que Buffy se movía sobre ella, la
chica giró, balanceó el pie y barrió las piernas de Buffy. Cuando caía, Buffy giró y
lanzó su cuerpo hacia adelante. Agachó la cabeza, entró en una vuelta que la llevó a
través del cuarto, luego saltó sobre sus pies sólo a centímetros de la cama. August ya
estaba allí. Mientras Buffy se elevaba, la Cazadora más joven encajó una patada
lateral a su pecho. Buffy no pudo evitarla. Algo en su pecho se rompió y todo el aire
salió de sus pulmones. Se estrelló en la estantería plástica que sostenía su ropa y se
astilló y despedazó debajo de ella. Su caja torácica rechinaba de dolor cuando se
movía, pero Buffy rodó contra el muro, en medio de los pedazos de los estantes. Un
fragmento de plástico perforó su costado, pero ignoró el dolor lacerante, tan
superficial comparado con el ardor en su pecho cuando respiraba. La boca todavía
estaba en esa línea sombría, los ojos rojos con las lágrimas que caían y no caían,
August optó por una simple patada. Buffy había contado con que creería que su
pecho lastimado había hecho que se agazapara contra la pared para hacerse menos
vulnerable. August era joven. Había comprado.
Con una mano abierta, detuvo la media patada y empujó hacia atrás a August.
Afirmada contra la pared, Buffy tenía el suficiente apoyo para hacerla caer. Con la
fortaleza mejorada de la Cazadora, empujó a la Cazadora más joven con tal fuerza
que hizo que August flameara en el aire, incapaz de girar fuera de la caída. Su cabeza
chocó con el filo de la mesa de acero mientras bajaba.
Ella era más fuerte que esa chica. Probablemente más rápida también. August
había sido Cazadora por seis meses, quizá entrenada por un año o dos antes de eso.
Buffy había sido la Cazadora más de tres años antes de que fuera capturada y había
trabajado su cuerpo sin piedad en el ínterin, no sólo con ejercicio, sino haciendo
sombra2 y con unas kata3 de artes marciales que había ideado a partir de varias
disciplinas que había estudiado antes.
Pero estaba tratando de razonar con una chica al borde de la locura, una
Cazadora arrastrada más allá de la racionalidad por el mundo en el que vivía. A Buffy
le molestaba profundamente pensar en lo desesperante que debían estar las cosas
para arrastrar a August a esto.
2
En el entrenamiento de boxeo “hacer sombra” es pelear con un oponente imaginario a manera de práctica
(N. de T.).
3
Palabra de origen japonés que describe una detallada coreografía de movimientos practicados en pares o
en soledad. En las artes marciales no japonesas el concepto correspondiente es “forma” (N. de T.).
August se sacudió el golpe de la cabeza. No iba a levantar los ojos para mirar
a Buffy, sólo se acuclilló ahí por un momento sobre manos y rodillas. —No. No
debería —acordó—. Pero lo es.
La despertó.
La molestó.
—Eso es. No tienes más tiros gratis —gruñó Buffy. El fuerte sabor a cobre de
la sangre tocó sus labios, su brazo dislocado colgaba flojo a su lado, pero Buffy saltó
hacia August con un cabezazo. Atontada August se tambaleó hacia atrás. Sujetó con
cuidado su puño derecho, luego intentó girar en una patada alta.
—Levántate —le dijo Buffy. —Detén esto. Si tengo que hacerlo, te romperé
los dos brazos, pero no quiero tener que alimentarte por los próximos meses.
Con un grito de angustia, August lanzó un golpe con su mano buena. Buffy lo
capeó, pero la chica siguió de largo, intervino en su golpe, más allá de Buffy, luego
llevó su brazo hacia atrás y le disparó un codazo en la parte de atrás de la cabeza.
Furiosa, Buffy se tropezó hacia adelante y después giró a ver a August
arremetiendo de nuevo. La mesa de acero estaba detrás de ella. Buffy brincó sobre
ella, evitando el ataque de August. Después pateó la mano dañada de la chica y
August chilló de dolor y trastabilló.
—No quiero parar —juró August—. Una de nosotras va a morir. Buffy sólo
sacudió la cabeza en señal de negación y sujetó su brazo dislocado contra su cuerpo.
August se precipitó hacia la mesa. Buffy se zambulló en el aire, ejecutó un salto
mortal sobre la cabeza de la chica y aterrizó sobre ambos pies. En un movimiento
fluido, disparó una patada ascendente en la cabeza de la Cazadora más joven. August
trató de esquivarla. Fue un escaso segundo demasiado lenta.
Con su mano buena se cubrió los ojos, girando en un pequeño círculo. Era una
pesadilla. No podía ser. Pero el dolor furioso en su hombro y el gusto a cobre de su
propia sangre en sus labios, era real. La chica frente a ella, August, una Cazadora,
estaba muerta. Eso era real.
De nuevo, sangró.
Tenía color de nuevo. El mundo era carmesí como su sangre, y negro como el
corazón de un vampiro. Se permitió sólo un minuto más para recuperarse, para
respirar lentamente. Después se puso de pie y fue a la pileta, todavía sujetando con
cuidado su brazo dislocado. Se sentó en el suelo. Con cierta dificultad, se las ingenió
para envolver ambas manos alrededor del caño que bajaba debajo de la pileta. La
mano fuerte sobre la débil, sosteniéndola en el lugar, plantó sus pies contra la pared
debajo la pileta, tomó aliento, y empujó tan fuerte como pudo.
Su boca se abrió y chilló fuerte y largo, soltando todo el dolor y la miseria que
había aguantado dentro. De algún modo se las ingenió para pararse y tambalearse
hasta la estantería de plástico despedazada. Tomó con fuerza una pieza astillada, la
trajo hacia su piel, e hizo un largo, limpio corte horizontal a través de su garganta.
Siseó a través de sus dientes apretados, porque el corte picaba, pero era
superficial. Nada vital fue alcanzado. Después de su hombro, era casi nada.
—¿Qué crees que está ocurriendo, Maddox? —gorgeó Theo excitado—. Hubo
gritos y todo. Sonó bastante sucio. Tuvimos una seria pelea de Cazadoras, creo. Me
hubiera encantado ver eso.
—Veremos.
Dieron vuelta una esquina y Madoxx vio a otros cuatro guardias adelante, los
dos que se suponía debían estar en la puerta, y otros dos que probablemente habían
venido del nivel superior cuando empezó la conmoción.
—¿Están listos?
Cada uno de ellos desabrochó una vara similar a la que sostenía Maddox, sólo
más pequeña y más portátil. Maddox podía oler la sangre dentro del cuarto, la
esencia colándose debajo de la puerta de acero. Eso lo asustó. Era responsable por
lo que pasaba dentro de esa celda.
El que estaba al frente, Brossi, miró una vez a Maddox. Aparte de Maddox, era
el único que había estado ahí desde el principio. Ellos dos habían sido parte del
grupo que había capturado a Buffy Summers en primer lugar. Sabían de lo que era
capaz.
La chica lucía muy golpeada. Había habido una rueda de artillería dentro de
esa celda. Una Cazadora estaba muerta. ¿Pero la otra?
—¡No! —gritó Maddox. Golpeó el aire, luego arremetió contra la puerta con
un puño con un sonido metálico y ni siquiera sintió dolor. —¡Maldición, no!
Maddox dudó. Luego estudió los ojos de la Cazadora, los ojos hechizantes que
le habían prometido muerte tantas veces. No había nada ahí, ahora. Eran igual que
canicas empañadas. La forma en la que yacía, la boca medio abierta, la sangre de la
herida en su garganta se había acumulado contra sus labios. Eso fue lo que convenció
a Maddox. Ese lado entero de la cara, su cabello, su nariz, yacían en sangre, y con la
boca abierta de ese modo, si estuviera viva, bueno… habría sido capaz de saborearla.
Su propia sangre. Igual que un vampiro.
Su pecho no se movía. Sus ojos eran muertos fragmentos de hielo. Pero era
ese detalle el que lo convenció.
Ahora la habían visto muerta. Había recibido un golpe del aturdidor y apenas
había reaccionado. Había perdido una gran cantidad de sangre. Era casi como si lo
que estaban combatiendo fuera el horrible espectro de la Cazadora, más que mera
carne y sangre. No una mujer, sino un espantajo tan terrible que incluso las criaturas
de la oscuridad le temían.
Libertad.
Pero todavía no era libre. Sus captores habían mantenido una capucha sobre
su cabeza cuando la habían traído aquí años antes, por lo que no tenía idea de qué
rodeaba el edificio en el que estaba. Las cosas estaban mal. Era todo lo que había
sabido de August, pero era suficiente para poner sus nervios de punta. Los
pensamientos sobre August la sobresaltaron y tragó en seco. La náusea se agitaba
en su estómago y la bilis subía por el fondo de su garganta. La chica había forzado su
mano, e incluso entonces Buffy había hecho todo lo que había podido para evitar
matarla, pero August estaba muerta. Cuando pensó en eso, y las cosas que había
tenido que hacer para fingir su muerte, sus pies empezaron a ir más lentos. Buffy no
podía permitirse aminorar el paso.
Tampoco había habido ninguna simpatía. Lo que la crispaba era que las
muertes que les había causado a los guardias habían sido tan íntimas. No había
querido tener esa cercanía con los no muertos. Nunca. Eran abominaciones, cosas
sucias; una verdad que había empezado a entender más y más durante su cautiverio.
Su vocación era eliminarlos, pero era un trabajo sucio.
Desde una esquina le llegó el sonido de pies corriendo. Sus ojos se cerraron
por un momento: tres, no, cuatro de ellos. Aunque la estaca se sentía bien en su
mano, y aunque quería eliminar a todos sus captores, sus prioridades empezaron a
imponerse por sí mismas. Primero entre todas ellas estaba simplemente salir,
escapar, ver el cielo de nuevo. Respirar aire fresco. Buffy voló corredor abajo, lejos
de sus perseguidores. La estructura en que estaba parecía haber albergado oficinas
alguna vez, pues había puertas y ventanas de vidrio que miraban al interior a lo largo
del pasillo. Cada oficina estaba oscura y sin vida dentro. El corredor mismo no tenía
ventanas exteriores, sin embargo. Por lo menos no ahí.
Incluso mientras ese pensamiento saltaba por su cerebro, miró hacia arriba.
Al final del pasillo frente a ella, la estructura se abría en un amplio vestíbulo. La
puerta era toda de vidrio. Las paredes en cada lado de la puerta eran de vidrio. Todo
estaba pintado de negro.
El sol.
Una sonrisa resbaló por los rasgos de Buffy al tiempo que observaba al otro
centinela luchando con sus pies entre pedazos de vidrio negro y tratando de entrar.
Empezó a humear, y luego a quemarse, y justo después de que hubiera alcanzado la
sombra, explotó en una nube de pavesas y ceniza. La Cazadora se paró con calma
afuera, en la luz del sol, con las zapatillas aplastando el vidrio estrellado. Después
giró, bañada en la luz, y miró a los vampiros cara de murciélago que se habían
precipitado hacia ella desde adentro. Todos se habían detenido a escasos diez pies
de la puerta, evitando la peligrosa salpicadura del sol que se desparramaba por el
piso.
En otra época, Buffy los habría provocado, habría dicho algo gracioso. Ya no
se sentía graciosa. Con un floreo, hizo un gesto obsceno, giró y se fue caminando.
Pero sentía sus ojos ardiendo sobre su nuca.
El edificio en el que había estado era una oficina de tres pisos sin nombre o
insignia en el frente, y sin cartel. Sólo el número de la calle, 157.
Libre.
—¡Hey! —llamó.
Con los ojos desorbitados, la miraba con alarma. Buffy aminoró el paso,
preguntándose si sería alguna clase de paranoico.
Pero la había llenado un profundo temor, una horrible sensación de que sabía
exactamente lo que estaba mal con ellos. Era imposible, por supuesto. Un pueblo
entero no podía estar aterrorizado así. Pero lo estaba. El súbito chillido de una sirena
la sobresaltó. Buffy giró para ver un auto de policía andando lentamente hacia ella.
Rodó despacio junto a ella. Dos policías saltaron fuera con el motor aún andando y
empezaron a caminar hacia ella. Empezaron a alargar hacia sus armas.
—Disculpe, señorita Summers, pero vamos a tener que pedirle que venga con
nosotros —Señorita Summers. Sabían quién era. La estaban buscando. Su sospecha
de momentos anteriores se había vuelto realidad. La gente aterrada de estar en las
calles, la policía buscándola. No había sido la única cautiva en El Suerte. Los
vampiros mantenían al pueblo entero prisionero. Los dos oficiales de policía sacaron
sus armas y la apuntaron.
—Señorita Summers.
Cara pastosa sonrió. —Podemos dispara a ambas rótulas, tal vez a sus
hombros. Se recuperará, pero dolerá como el demonio. De una forma u otra, vendrá
con nosotros.
Buffy suspiró. —No lo creo. Gracias por el paseo, sin embargo —Cara pastosa
se veía confundido. Con un movimiento simple, fluido, Buffy hizo un espiral en el
aire hacia él y pateó el arma de su mano, destrozando sus dedos en el proceso. Él
soltó un grito incluso mientras el hombre alto disparaba. Buffy seguía en
movimiento, sin embargo, y la bala silbó dejando atrás su mejilla, lo suficientemente
cerca para que pudiera sentir el cambio de presión de aire sobre su piel.
La conmoción la atravesó.
Las palabras significaban tantas cosas. Lo que fuera que hubiera pasado aquí
y ahora, tenía que hacer algo por eso, cierto. Pero esa era la prioridad de la Buffy
mayor. Dentro de su cuerpo también había una chica fuera de tiempo, una
universitaria que sólo quería ser normal. Una joven mujer a la que un fantasma le
había dicho que cometería un error que tendría resultados catastróficos. Ella no
podía ayudar pero pensó que vivía entre esos resultados incluso ahora.
Tengo que volver, reflexionó de nuevo. Averiguar lo que hice mal, encontrar
una vuelta atrás, y detenerlo. Nunca se le ocurrió imaginar si eso era posible. Después
de todo, el ser llamado La Profetisa de algún modo había lanzado al espíritu de su yo
más joven hacia adelante a habitar su futuro cuerpo. Si eso era posible, tenía que
haber un modo de revertir el proceso.
Por el momento, sin embargo, tenía que averiguar cuán lejos se había
extendido la influencia de los vampiros, y detenerlos. Era lo que había hecho, lo que
era. La Cazadora. Antes de que La Profetisa la tocara, enviándola adelante en el
tiempo, Buffy había estado determinada a dedicarse por completo a ser la Cazadora,
y también a tener una vida por su cuenta. Cien por ciento Cazadora, cien por ciento
Buffy. Una tarea imposible, pero había logrado cosas imposibles antes. Sin embargo,
esa lucha había frustrado a los que estaban cerca de ella, y quizá indirectamente la
condujeran a la situación actual. Si no hubiera hecho semejante desastre nunca
habría estado en la posición de tener que confiar en La Profetisa, nunca habría
terminado aquí. Una sombría sonrisa cortó su melancolía. Pues en este futuro no
tenía que preocuparse de tratar de vivir dos vidas a pleno, llenando dos papeles. Las
coas que habían compuesto la vida de Buffy Summers parecían haberse roto,
dejando sólo este monstruoso paisaje en el que regían los vampiros. Nadie
necesitaba más a Buffy. No necesitaba vivir dos vidas… sólo una. Sólo era la Cazadora
ahora. Había libertad en eso, y se sentía bien. Los nudillos se blanquearon cuando
agarró el volante, aceleró y corrió fuera de El Suerte, camino a Sunnydale. Pronto,
ellos sabrían que había tomado el auto. Su única esperanza era que no se dieran
cuenta de a dónde se dirigía.
En el pasado…
Era difícil respirar. Willow miró alrededor, al dormitorio que compartía con
Buffy, y tiritó. Era un cuarto bastante grande, pero se sintió claustrofóbica por
primera vez. Oz estaba sentado junto a ella, y se alargó para apretar su mano como
consuelo. Xander y Anya también estaban ahí. Más bien una multitud para su
pequeña invocación, en el cuarto oscurecido, con las persianas bajas. Pero incluso
en la oscuridad, la cosa que brillaba en el medio del cuarto junto a Buffy, era aún más
oscura. Le hacía pensar en agujeros negros, el modo en que se arremolinaba,
aceitosa y negra, ahí en el aire, un desgarrón en la tela del mundo.
¡No! Pensó Willow. Buffy, ¡no dejes que se acerque! Pero de algún modo había
perdido la fuerza para gritar. El espectro de Lucy Hanover seguía presente, flotando
cerca de la ventana, observándome, procediendo mientras Buffy le hablaba a La
Profetisa. Las palabras de la entidad los dejaron atónitos a todos.
Finalmente, Willow sintió que algo aflojaba dentro de ella, como si el apretón
de alguna fuerza odiosa finalmente se hubiera relajado.
—Buffy —, dijo con cautela—. Quizá no sea una buena idea —. Pero era
demasiado tarde. La Profetisa tocó a Buffy. Y Buffy gritó. Los ojos de la Cazadora se
desorbitaron y se quedó mirando fijo como si estuviera teniendo una visión de un
horror inenarrable. Su boca permanecía abierta pero el grito derrotado, chillante
murió en sus labios. Su pecho empezó a hacer un gran esfuerzo, y Buffy empezó a
hiperventilarse.
Corrió hacia su mejor amiga y la agarró con fuerza justo cuando empezaba a
caer, floja. Con rabia, y temiendo por ella, Willow echó un vistazo al cuarto. Oz estaba
junto a ella, Xander y Anya detrás, mirando con preocupación.
—Voy a abrir las persianas ahora. He tenido suficiente oscuridad por hoy —.
Dijo Anya en un tono cortante. Cuando las persianas estuvieron arriba, y la luz del
sol entró, Willow se sintió un poco mejor. Buffy seguía respirando, aunque sus ojos
estaban cerrados y estaba pálida. Su piel se sentía demasiado fría. Pero estaba viva.
Y era la Cazadora.
Anya alzó sus manos con exasperación. —¡Mira! ¿Por qué siempre pasan
estas cosas? —Se reunió con Xander, con un pequeño puchero en sus labios. —¿Por
qué vivimos aquí? En todo el mundo, ¿este es el lugar en el que quieres vivir? ¿No
podemos alejarnos del inminente apocalipsis?
—Tú podrías —dijo Willow tristemente, aún mirando los pálidos rasgos de
su mejor amiga. —Pero eso no te salvaría de lo que viene.
Por otro momento, Willow acunó con ternura a Buffy en sus brazos. Luego,
con una premura que le produjo un respingo, la Cazadora abrió los ojos. Su piel
seguía fría y blanca, pero sus ojos eran tan fieros y determinados como siempre.
La Cazadora miró alrededor. Una astuta sonrisa cruzó sus rasgos por un
momento y luego desapareció. Fue al armario, sacó una chaqueta negra de cuero,
aunque estaba demasiado cálido afuera para el abrigo.
—Entonces estás yendo por Giles sola, ¿después de todo esto? —recriminó
Xander. Sonaba enojado y Willow no lo culpaba.
—No sé qué pensar de eso —dijo—. Esto es algo más. Algo nuevo y aterrador
de tamaño familiar. O, está bien, sólo podría ser paranoia Willow. Pero estoy
pensando que La Profetisa tocó a Buffy. Posiblemente más que sólo una Visión
maestra de la Condenación.
—Había una vibra siniestra alrededor de esa cosa —acordó Anya—. Pero
¿qué piensas que era exactamente? Willow miró fijo a la puerta. —Recuerdan la
parte en la que dije “no se´”?
Con un trote liviano, cruzó el lote sin intentar esconderse. Si alguien estaba
adentro del edificio, ya la habrían visto. La puerta de metal estaba oxidada y colgaba
de sus goznes. El cielo era azul como un huevo de petirrojo, el viento susurraba a
través de la cizaña crecida del lote, la luz del sol pintaba el mundo a su alrededor con
matices brillantes. Pero la belleza del día terminaba en la puerta oxidada. El bostezo
del lugar casi parecía tragarse la luz del sol. Dentro estaba la oscuridad
impenetrable. Nada se movía.
Pateó la puerta suelta que se estrelló en el concreto del interior. Hizo una
pausa por un momento, después se deslizó en la oscuridad. Le tomó un instante para
que sus ojos se ajustaran. Parpadeando, se aventuró más lejos en el ahora gris,
polvoriento interior del edificio.
Nada. Algo se arrastraba en las paredes, pero eso era todo. Era poco más que
una tumba para varias generaciones de ratones. Había mostradores de vidrio
astillado en los que alguna vez se había ofrecido la concesión de bocadillos. Vacíos
ahora.
Y todo a lo largo del lote, las sombras proyectadas por los árboles cercanos y
los remanentes de las pantallas del auto cine habían crecido más. La tarde estaba
menguando, y la noche estaba a sólo unas pocas horas delante. Buffy se apresuró de
nuevo hacia el auto de policía. Abrió el baúl, y se alivió de encontrar un bolso de lona
que había pertenecido a uno de los oficiales de policía. Había pantalones de gimnasia
de algodón y un buzo ahí, así como un enorme par de zapatillas. Vació la ropa, arrojó
las armas en el bolso, luego se anotició de una pequeña caja de bengalas y también
las tomó. Lanzó el bolso sobre su hombro y rumbeó, no para el camino, sino para la
cerca articulada en la parte lejana del lote. Ahora sentía como si hubiera ojos sobre
ella. La ballesta estaba casi tibia en su mano. Saltó la cerca y salió con destino a una
región de bosques que la conducirían a la usina eléctrica, desde la cual podría
marchar al final dentro de Hammersmith Park, y luego a los patios traseros de la
residencial Sunnydale.
Si el silencio en El Suerte había sido surreal, las desoladas calles de Sunnydale eran
demasiado reales. Mientras Buffy se abría paso a través de los callejones traseros y
de las salidas de incendios, ciñéndose a las sombras para mantenerse fuera de la
vista, una constante corriente de alarma y aborrecimiento corría a través de su
cuerpo. Su pueblo se había convertido en una abominación.
Los parques estaban arrasados, las estatuas destruidas. Cada pocas cuadras
dejaba atrás una fila de edificios o casas que habían sido quemadas por completo,
dejando una cáscara achicharrada. Era inquietante ver algunas tiendas y mercados
aparentemente prósperos, mientas tantos otros negocios habían sido saqueados, las
ventanas destrozadas en el frente, una segura señal de lo que encontraría dentro.
Tres veces había entrado a tales negocios, y cada vez había resultado lo mismo.
Consignaciones Christabel, El carretón de flores y Pizza Quarryhouse. Cada tienda
había sido despedazada, desguazada y destrozada, pero obviamente había pasado
tiempo atrás y una gruesa capa de polvo, inmaculada por las pisadas de un único
intruso, yacía sobre todo. En la parte de atrás de cada uno de esos negocios, Buffy
descubrió los restos de los propietarios, tan descompuestos que no había modo de
decir cómo habían muerto. Sólo podía asumir que los vampiros los habían matado.
Y sin embargo los otros, las tiendas que seguían funcionando, eran
igualmente perturbadores, pues Buffy sabía que sus propietarios debían estar
cooperando con los vampiros, sirviendo tanto a los humanos que seguían viviendo
en Sunnydale como a los monstruos que gobernaban.
Con cada cuadra que dejaba atrás, el humor de Buffy se volvía incluso más
sombrío. Las preguntas acerca del destino de su madre, y de sus amigos, forzaban
por salir de su mente, pero Bufy las empujó de regreso. Antes de que pudiera ayudar
a alguien, tenía que saber exactamente cuál era la situación, con qué estaba lidiando.
Alguien había estado allí, en el Twin Drive-In. Sabían que estaba viniendo hacia aquí.
Sin embargo, no había modo de que se arriesgara pasando junto a su casa.
Mientras se abría paso alrededor del pueblo, había visto varios coches de
policía circulando lentamente por las calles desiertas. Probablemente buscándome,
había pensado. Pero también había visto algunos otros vehículos, incluidas dos
furgonetas grises sin ventanas traseras y con los parabrisas ennegrecidos. Justo
dentro del Espresso Pump, Buffy dio un paso atrás de la puerta cuando vio otra de
esas furgonetas grises viajando lentamente. Parecía demasiado silenciosa, casi como
si estuviera rodando sin motor. Ridículo, por supuesto. No había escuchado nada
debido al zumbido de las muchas máquinas dentro del café. Pero no obstante era
extraño.
Un auto se detuvo frente al cine Sun cruzando la calle. Buffy sólo estaba un
poco sorprendida de ver a una pareja de mediana edad ojerosa bajando juntos.
Dieron vuelta hacia el baúl, del que recuperaron un trío de grandes latas de película.
La revulsión onduló a través de ella cuando se dio cuenta de lo que estaba pasando.
Esas personas eran colaboradores. Lo que había en las latas eran películas que
habían sido traídas para ser proyectadas para los vampiros que ahora poblaban
Sunnydale. Tal vez no tenían elección, pensó Buffy. Pero sabía que todos tenían una
chance, la gente que seguía viva en este pueblo. Algunos de ellos podrían no estar
cooperando con los vampiros, sino más bien paralizados por el miedo, demasiado
aterrorizados para luchar. La gente que permanecía en Sunnydale se podría haber
agrupado y matado a sus amos, o simplemente huir mientras el sol estaba alto.
Algunos probablemente habían huido. Pero Buffy sabía que debería ser cuidadosa.
Ya fueran colaboradores o simplemente regidos por su miedo, no se podía permitir
confiar en nadie que aún estuviera aquí.
El pueblo entero pertenecía ahora a los monstruos, una enorme guarida para
los vampiros que había conocido como cachiqueles, los sirvientes de Camazotz. Con
esto como epicentro, estaban construyendo un reino, incluso un imperio. Su control
se extendía al menos hasta El Suerte, probablemente más lejos. Buffy necesitaba
respuestas.
Tan pronto como la pareja de humanos hubo desaparecido dentro del teatro,
Buffy volvió de nuevo al callejón detrás del Espresso Pump. Con el bolso de lona de
armas colgando de su espalda, se movió con agilidad a través de los lugares ocultos
de Sunnydale, siempre alerta de ojos vigilantes. Incluso no se podía confiar en los
humanos de allí, tanto así era cierto ahora.
La marcha era lenta debido a la necesidad de ser casi invisible, pero en veinte
minutos se encontró en una calle de depósitos, fábricas y edificios de oficinas que
corría paralela a la calle donde estaba el Bronze. También había otros bares ahí, y de
acuerdo con la norma sería capaz de atrapar a un humano durante la luz del día.
Había ocurrido que las escaramuzas iniciales que había tenido con los
cachiqueles todos esos años atrás habían sido en el puerto, pero le tomaría
demasiado ir hasta allí. Tenía un par de horas, probablemente menos, antes de la
oscuridad. Si era posible, quería estar fuera de Sunnydale para entonces. De otro
modo necesitaría un lugar seguro para usar como base, y no tenía idea de por dónde
empezar. Buffy se escurrió entre un enorme contendor de basura y la pared de
ladrillo de un depósito. Quince pies sobre el suelo había una escalera de hierro que
conducía al techo. Sin vacilación, extendió sus manos contra el ladrillo de un lado y
el cajón de metal del otro y gateó hacia arriba entre los dos. Los músculos ondeaban
como cables en sus brazos.
Ansiosa, Buffy rebotó sobre sus pies y miró una y otra vez los matices más
profundos de azul en el horizonte y las largas sombras de la tarde en la calle.
Casi como si fuera una señal, el sonido de un motor distante vino hacia a ella.
Buffy se agachó incluso más y echó un vistazo furtivo calle arriba y abajo. Un
momento después vio la misma furgoneta gris —u otra exactamente igual—
moviéndose hacia ella.
Con un pequeño chirrido de los frenos, se detuvo frente al Bronze. Hubo una
pausa y después la bocina sonó dos veces y el pasajero abrió la puerta.
El vampiro rodeó la furgoneta y abrió la puerta trasera. Por lo que Buffy podía
ver desde ese ángulo, no había nada dentro. Entonces el hombre volvió al Bronze y
gritó dentro.
—¡Muévanse! Vamos niños. Cada uno tiene que tomar un turno. —Casi de
inmediato seis personas más salieron del club, todos en los años finales de
adolescencia, principios de los veinte. Tres hombres, tres mujeres. Una de las chicas
empezó a sollozar y a vacilar, incapaz de trepar a la furgoneta con los otros. El
hombre de cabello oscuro fue hacia ella, le sostuvo la cara en sus manos y le susurró
algo que la hizo ponerse rígida, con los ojos desorbitados. Después de eso fue
mansamente a la parte de atrás de la furgoneta y subió. El vampiro regresó al frente,
entró y entonces el vehículo se alejó. Por un momento, el hombre de cabello oscuro
se quedó mirando. Después fue a la puerta del Bronze y la cerró con llave antes de
caminar hacia un flamante Mercedes convertible estacionado junto al camino entre
varios otros autos.
Retrocedió del borde del edificio ocho o diez pies, hizo una pausa, y echó a
correr a toda velocidad. Con un gruñido de esfuerzo y furia, saltó el estrecho callejón
abajo. El hueco era más ancho de lo que había juzgado y extendió su cuerpo hacia
adelante, convirtiendo su salto en una zambullida. Buffy consiguió cruzar con
espacio de sobra, golpeó el techo del Bronze y aterrizó dando una vuelta a carnero.
Sin una pausa, se puso de pie y corrió a lo largo del edificio para clavar los
ojos en el auto de Parker. El Mercedes se deslizaba en reversa, pero se movió sólo
dos pies mientras intentaba sacarlo de entre otros dos vehículos.
Estaba justo debajo de ella.
Buffy saltó en el aire, con su cabello zumbando detrás mientras caía derecho
hacia abajo, con el bolso de lona arrastrado como una paracaídas sin abrir. Aunque
sólo duró uno o dos segundos, la caída le pareció extremadamente lenta. Parker
había girado el volante y puesto el auto en cambio de nuevo, e incluso mientras caía
él empezó a deslizarse hacia adelante con lentitud, dolorido seguramente cuando
tumbó el paragolpes del auto frente a él.
Sus botas azotaron el capó del Mercedes con un sonido audible. El impacto la
hizo castañetear los dientes y encogerse sobre sus rodillas.
Parker gritó con sorpresa y temor y por un momento olvidó que estaba
conduciendo. El paragolpes del Mercedes golpeó suavemente contra el coche frente
a él.
Buffy se levantó del abollado capó y agarró la parte de arriba del parabrisas
del convertible. Parker asió el volante, lo giró tan lejos como pudo, y apretó el
acelerador. De nuevo rebanó el paragolpes del otro auto, pero Buffy se lanzó sobre
el parabrisas dentro del asiento del pasajero.
—Detén el auto.
Parker clavó los frenos. —Buffy, por favor —carraspeó con voz ronca, sus
ojos errando con desesperación, buscando en las calles.
Le revolvió el estómago que pensara que podría esperar que aún hubiera
vampiros por allí, que lo protegieran de ella.
—Me recuerdas. Sabes quién soy. Déjame hacerte una pregunta, ¿sabes lo que
soy? —Ahogándose, se las ingenió para jadear un “sí”. Sus ojos estaban sobre ella, y
Buffy se quedó mirándolo con fijeza hasta que Parker desvió la mirada. Ella liberó
su garganta y él empezó a masajearla, casi lloriqueando. Cuando se dio vuelta para
traer el bolso sobre su falda, él se sobresaltó.
Él vaciló. Luego sonrió, como si se aliviara. Sus ojos tenían la chispa que la
habían encantado alguna vez. —Buffy —dijo cordialmente—. No tienes que
amenazarme. Con las fosas nasales curvadas, giró a mirarlo. —Sacaste ventaja de mí
una vez, Parker. Pero eso fue hace mucho tiempo. ¿Luzco como esa chica para ti
ahora?
Acobardado, la inspeccionó, luego sacudió la cabeza.
—¿A dónde?
Parker condujo.
Un auto pasó en otra dirección. Ella lo observó para asegurarse de que Parker
no intentaba hacerle señales al conductor, probablemente otro colaborador de
camino a abrir algún negocio que serviría a los vampiros. Las sombras se habían
hecho más largas. El cielo en el horizonte occidental había empezado a oscurecerse.
El anochecer era inminente.
—Imagino que eres bastante bueno con esa respuesta —gruñó Buffy—.
¿Cuánto hace que ellos tienen el control aquí?
—Nunca conocí a tu madre. Y no he visto a Willow o a ese otro tipo desde esa
noche. —Buffy dio un respingo, herida por su ignorancia. Quería con tanta
desesperación saber qué había sido de sus amigos. Pero Parker no podía ayudarla.
—Esas personas, esas que les entregaste a los vampiros ¿quiénes eran? —
Parker tragó lo suficientemente fuerte como para que ella lo escuchara. Se crispó un
poco—. Son… como yo. Jugamos juntos, vivimos muy bien. Pero todos tenemos que
tomar turnos en la guarida. Ellos… nos usan. Beben, todo lo que quieran. Sólo una
noche. Luego nos arrojan de regreso hasta nuestro turno de nuevo. —La bilis subió
hacia el fondo de la garganta de Buffy y su estómago convulsionó. Casi vomita allí en
el auto. Su nariz se arrugó con disgusto. Entonces recordó algo más que él había
dicho.
—Rey. ¿Qué es eso? ¿Camazotz tiene a todos llamándolo “el rey” ahora? No
era suficiente ser el dios de los murciélagos? —Parker de verdad se rió entre dientes
y sacudió la cabeza—. De verdad has estado lejos ¿verdad Buffy? —Buffy frunció el
ceño—. ¿Qué diablos se supone que significa eso?
Adelante estaba la intersección con Royal Street, que corría a lo largo del
norte de Hammersmith Park, a un cuarto de milla de la casa de su madre. La luz
estaba en amarillo. Parker empezó a disminuir la velocidad.
—No te detengas.
Pero él sólo sonrió. Alarmada, Buffy giró para ver una furgoneta gris que
venía a toda velocidad detrás de ellos.
Adelante, una segunda furgoneta bajaba a toda velocidad por Royal Street.
Sus frenos chirriaron mientras se detenía con un temblor, bloqueándoles la vía
frente a ellos. La furgoneta detrás zigzagueaba, cortándoles la retirada.
—¡Vengan! —chilló, indignada, preparada para hacer pedazos ese feo nuevo
mundo y reconstruir el viejo, incluso si tenía que hacerlo sola.
Ellos sabían, pensó. Sabían dónde estuve, todo el tiempo. No podía ser
coincidencia que de todos los vampiros en Sunnydale, estos dos fueran los que la
habían capturado. Con el rabillo del ojo Buffy captó movimiento detrás de ella.
Alerta, lista para defenderse, giró para ver que los otros tres habían empezado a
aproximarse también. Ya se habían sacado las capuchas y los lentes.
Spike y Drusilla.
Algo le impedía invocar a Lucy Hanover. Lo había intentado por más de una
hora. Ahora se mordió el labio y combatió la desesperación que amenazaba con
abrumarla.
—¿Lucy?
A un tiempo, las velas se apagaron, el humo que flotaba en el aire desde cada
una de ellas refulgía en la oscuridad. Las columnas de humo parecían alcanzarse
unas a otras, para trenzar una red de humo, para girar y tejerse juntas en un
horrendo rostro sombrío, una cosa gruñona, con cuernos, cuyos ojos parecían
negros pozos sin fondo.
Aunque las ventanas estaban cerradas, un súbito viento arreció a través del
cuarto y el humo se disipó. Willow tiritó mientras la temperatura caía
precipitadamente. Parpadeó, buscando algún signo de esa malevolente presencia.
Lucy estaba ahí, flotando medio pie sobre el suelo. Su forma espectral parecía
incluso más pálida que nunca, el fantasma de un fantasma. Willow susurró su
nombre y el espíritu sonrió débilmente.
—Ni siquiera estaba tratando, Lucy. Vivo aquí. La veo. Va a la mitad de sus
clases, y está mirando sobre su hombro todo el tiempo, paranoica, como si a cada
segundo, hola ¡emboscada! Pero es la Cazadora. Tiene emboscadas todo el tiempo.
Son una consecuencia lógica. Y por lo usual no durante el día. Es como si sólo no
fuera ella. —hizo una pausa, un escalofrío trepó a través de ella. Cuando miró hacia
arriba vio que el fantasma de la Cazadora muerta la contemplaba con tristeza,
bamboleándose un poco en el cuarto ensombrecido.
—¿Lucy?
—Definitivamente. Han pasado dos días y Buffy no ha hecho nada sobre Giles,
así que vamos a hacer algo nosotros. Oz está rastreando el barco, y Xander y Anya
están obteniendo algunas armas del departamento de Giles. Vamos a ir esta noche a
salvarlo, con o sin ella.
—Por supuesto ayudaré lo mejor que pueda —acordó Lucy—. Pero ¿qué hay
con Buffy? Tus palabras han levantado una terrible sospecha. Pienso que es mejor
encontrarla y poner esa sospecha a prueba incluso antes de intentar el rescate que han
planeado.
Willow vaciló. Una voz susurrante en el fondo de su mente le dijo que ya era
demasiado tarde para Giles. Pero no quería escucharla. Estaba determinada a
encontrarlo y traerlo de vuelta con vida. La última cosa que quería hacer era esperar
otro día.
—No —dijo Lucy Hanover, su voz como una brisa susurrando entre los
árboles—. Esa no es Buffy Summers.
—Es La Profetisa —dijo Lucy—. Sea lo que sea, la criatura ha tomado la forma
física de Buffy.
—No te vas a ir —dijo Willow—. No hasta que traigas de vuelta a Buffy. Una
expresión frágil, severa se instaló sobre el rostro de Buffy, y Willow se preguntó
cómo podía no haberse dado cuenta del cambio en su mejor amiga. Esa cosa frente
a ella no era Buffy.
—Muévete, bruja.
Con una risa gutural, La Profetisa le dio un revés a Willow, que se tambaleó
hacia atrás y se desplomó sobre el escritorio antes caer al suelo.
Pero la puerta oscilaba abierta y La Profetisa se había ido. Buffy se había ido.
Spike y Drusilla.
—Bueno, bueno, Dru, mira lo que tenemos aquí —dijo Spike alegremente,
jactándose como un gallo mientras daba unos pasos hacia el auto. Su cabello estaba
más largo ahora, casi desgreñado, lo que le daba un aspecto más feraz—. Esa útil
chica Summers, ¿no es así? Pienso que ahora es una mascota hogareña. Un suave
gatito. Los ojos enloquecidos de Drusilla se abrieron e hizo pequeños movimientos
de arañar en el aire, luego se lamió los labios.
—Ooh, amo a los gatitos. Sabemos qué hacer con los gatitos, ¿o no, Spike? —
Había un deseo sanguinario en los ojos de Spike—. Oh, ciertamente lo sabemos,
querida. Ciertamente. Harmony miraba fijo a Drusilla. —Tú no lastimas a los gatitos.
Dime que no lastimas gatitos. Dru parecía conmocionada. —Sólo cuando tengo
hambre. No soy un monstruo. A Buffy le tomó sólo un segundo calcular las
posibilidades. Esos tres detrás de ella, tres más en el frente. El Mercedes de Parker
estaba encerrado por ambos lados. Seis de ellos. Había matado a seis antes de eso.
Más que eso, de hecho.
¿Qué le había dicho Faith, tanto tiempo atrás? La primera regla de la cacería:
no mueras. Una vez que la decisión estuvo tomada, Buffy actuó en un instante. Dio
vuelta en redondo, disparando un dardo a Spike. Él lo tomó en el aire, y luego la miró
enojado como si hubiera herido sus sentimientos.
—¡Maldición Buffy! Nunca te tuve por una cobarde —le espetó Spike—. Estoy
decepcionado. Buffy puso al Mercedes en reversa y apretó el acelerador. Spike y
Drusila habían aprendido a ser rápidos. Era parte de la razón de que hubiesen
seguido vivos tanto tiempo. Se dividieron, cada uno eludiendo al auto con una
zambullida en direcciones opuestas.
Harmony de pie congelada detrás del auto, su boca se abrió como si estuviera
ofendida de algún modo. El Mercedes la golpeó ruidosamente, propulsándola hacia
atrás con todos los caballos de fuerza que tenía. El auto se estrelló de costado en la
furgoneta con Harmony en el medio. Hubo un crujido enfermizo y ella gritó, un
chillido tan salvaje y agonizante que parecía que estaba siendo degollada. Buffy giró
el volante hacia la derecha para evitar atropellar a Parker, redujo un cambio, y
aceleró de nuevo. Spike y Drusilla se habían puesto de pie y se abalanzaba hacia ella
de cada lado, pero los neumáticos del Mercedes giraron, dejando un parche de
caucho negro sobre el pavimento, y el auto dio bandazos hacia adelante, alejándose
de ellos.
Detrás de ella, Harmony daba tumbos en el suelo, la parte de arriba y de abajo
de su cuerpo sólo conectada por jirones de carne y una columna vertebral aplastada.
Su torso superior se crispaba como si estuviera teniendo un ataque, pero sus piernas
seguían yaciendo.
Cara de Payaso salió volando del capó y rodó sobre el pavimento, incluso
mientras Bulldog era arrojado en el asiento de adelante. El vampiro con la cadena
en el rostro se golpeó la cabeza contra el tablero, pero luchaba por enderezarse.
Buffy golpeó la estaca a través de su corazón y él implotó, desparramando polvo
sobre todo el tapizado. Aceleró de nuevo. Justo cuando Cara de Payaso se estaba
levantando, Buffy pasó sobre ella. El auto se meció cuando condujo justo sobre la
vampiresa, y luego estuvo lejos, dejándolos atrás. Spike y Drusilla le daban caza en
la furgoneta, pero no tenían esperanza de atraparla. No en el Mercedes. Cara de
Payaso no estaba muerta. Buffy lo sabía. Pero tres de seis no estaba mal para una
chica que sólo estaba tratando de huir. Quizá debería haberme quedado, pensó. Pero
dejó de lado la idea. Prioridades. Una pocas millas y una vuelta a la izquierda la sacó
de vista, y había perdido a Spike y Drusilla. Mientras conducía por la oscuridad, con
las luces de la calle relampagueando por su rostro, mantuvo un ojo sobre otras
furgonetas grises, o cualquier vehículo que pudiera intentar meterse en su camino.
Había conseguido marcharse pero no era libre. No hasta que hubiera viajado
más allá del área controlada por Camazotz. Y tenía la sensación de que eso no iba a
ser fácil.
CAPÍTULO 4
Seis millas desde el centro del pueblo y aún nadie se atrevía a respirar lo
suficientemente fuerte como para atraer la atención de los vampiros.
—Cómo… ¡no te invitamos! —le espetó el hombre, con pánico. Pensaban que
era un vampiro.
—¿Qué quieres decir con sacarnos de aquí? ¿No estás tratando de irte, o sí?
—dijo horrorizada la mujer.
—En la pared de la cocina —dijo el hombre— Pasaste junto a él. Pero por
favor no hables con nadie de esto en nuestro teléfono. Te escucharán. Pensarán que
estamos involucrados —Buffy ya había empezado a volver a la cocina, pero hizo una
pausa ante esas palabras. Giró para contemplarlo de nuevo.
—¿Qué quiere decir con “ellos” escucharán?
4
Redwood en inglés es “secuoya”, de ahí el nombre de la calle (N. de T.)
—Ellos escuchan —replicó la mujer.
Fuera de la lista.
Apretó un botón con el pulgar para desconectar el teléfono, luego esperó por
un nuevo tono de marcar. Había sólo otro número al que podría pedir ayuda. Era
una secuencia larga. El tiempo podría haber ocasionado que parte de ella cambiara.
Debido a que sólo lo había memorizado, pero nunca usado, temía que pudiera
haberlo hecho de manera equivocada.
Su pecho subía y bajaba más rápido mientras golpeaba los números. Sentía
los ojos de las personas cuyo hogar había invadido, y se movía incómoda bajo su
mirada espantada, acusadora. En alguna parte del otro lado del Atlántico, un
teléfono empezó a sonar. Buffy dejó salir un estremecido suspiro de alivio cuando el
pequeño sonido alcanzó sus oídos. Hubo un chasquido cuando la llamada fue
respondida.
—¿Sí?
La voz era británica. Buffy nunca había escuchado un sonido tan agradable.
—Aguarde.
Escuchó un sonido amortiguado y supuso que había puesto una mano sobre
el teléfono. Se podían oír voces apagadas, y un momento después Fontaine volvió a
la línea.
—Si no estoy allí significa que estoy muerta —replicó—. Oh, y esta línea está
pinchada. Podría haber un comité de bienvenida esperando por mí y su equipo.
—¿Sí?
Andrew cruzó sus brazos desafiante. —No nos iremos a ninguna parte. Buffy
se quedó mirándolos con la boca abierta. Después de un momento, sacudió la cabeza
atónita. —Está bien, miren, no los voy a obligar a que vengan. La última cosa que
necesito es luchar con la gente a la que estoy tratando de ayudar. Y quizá tienen
razón, quizá estén más seguros aquí hasta que el nido sea destruido. Pero necesito
su auto, y lo voy a tomar. Ahora, las llaves.
—Ahora no pensarán que ayudaron por elección. No tengo tiempo para ser
amable. Deme las llaves. Nadine se precipitó a través de la cocina y tomó su cartera,
rebuscó en ella y extrajo un llavero. Se las arrojó a Buffy haciendo un ruido metálico.
Aún así, sabía que había más que hacer en la vida para él. Sólo que no podía
darse cuenta de lo que podría ser. Pensar sobre eso le daba dolor de cabeza, pero
una vez que empezaba era imposible cerrar el flujo de pensamientos. Irónico, pensó,
dado que su novia estaba acurrucada desnuda debajo de las sábanas, medio dormida
con su cabeza en su pecho y una pierna sobre su torso.
Sus ojos se agitaron cerrados. Anya se acurrucó más cerca y Xander sintió que
al fin empezaba a relajarse. Aunque sabía que Willow y Oz debían aparecer en la
próxima hora, dormir parecía ser su único escape de la confusión y la congoja que lo
asediaban.
Sus ojos se abrieron de golpe y se quedó mirando el cielo raso por un minuto,
preguntándose si habría soñado el golpe. Anya no se había inmutado en absoluto.
Luego vinieron de nuevo, un áspero golpeteo en la puerta que daba al patio trasero,
la puerta que la gente usaba si querían visitarlo. Willow había llegado temprano.
Anya se movió, gimió un poco, y un ojo se abrió. —Haz que se vayan o arrojaré
viruela sobre ellos.
—Xander, tenemos que encontrar a Buffy. No es Buffy. Creo que está tratando
de dejar el pueblo y tenemos que detenerla.
—Okay, okay, sólo necesitamos vestirnos. Pero ¿qué hay con Giles? Quiero
decir, no es que esté deseando entrar pavoneándome5 a la guarida del antiguo dios
murciélago con una muchedumbre de vampiros corriendo por el lugar, pero alguien
tiene que sacarlo.
Willow entonces rodeó a Xander, pero no había rabia en sus ojos, sólo miedo
y una tristeza persistente. —¿Confesión? Siempre tuve un poco de esperanza de que
nuestro plan se filtrara a Buffy y que ella se sintiera culpable y fuera a hacer el
rescate ella misma. Aparentemente ya no está en las cartas. Ni siquiera quiero
pensar en Giles ahora mismo, Xander. No puedo, porque entonces recordaré como
estoy pensando, ey, probablemente esté muerto, y no puedo manejar ese dolor. Me
paralizaría, ¿entiendes?
Era como si, con Buffy y Giles fuera de la acción, Willow sólo hubiera dado un
paso hacia el plato.6 Estaba a cargo, de repente, y Xander estaba sorprendido con lo
bien que él se sentía con eso.
5
En inglés dice sashaying que literalmente es “pavonearse, caminar de una manera afectada” pero también
el sashay es una figura de baile en la que los bailarines se rodean haciendo pasos laterales. (N. de T.)
6
Siguiendo con las alusiones deportivas de nuevo se alude al baseball en esta oración. Dar un paso hacia
el paso es la acción que efectúa el bateador en el momento de esperar a que le lancen la pelota. Ya antes,
cuando Buffy era Buffy, la pandilla le había sugerido “relevarla en el turno de bateo” para que pudiera ir a
terminar sus tareas de la universidad. (N. de T.)
prioridad. Vamos a encontrar una forma de expulsar a esa cosa de Buffy. Tú y Oz
tienen que sostenerla el tiempo suficiente para que haga el hechizo, pero…
Sin embargo, no eran sólo vampiros. Por cada grupo de no muertos, había
humanos también. Hombres y mujeres que actuaban servilmente sobre los
cachiqueles o los miraban como perros falderos obedientes. Buffy divisó a un
hombre con una correa, su cabeza estaba afeitada como una bola, vestido sólo con
unos andrajosos jeans y lleno de obscenos tatuajes que habían sido grabados en su
piel, presumiblemente por sus amos.
7
En castellano en el original (N. de T.)
8
El Martes fértil, el día del carnaval católico celebrado en Nueva Orleáns (N. de T.), característico por el
desenfreno y la aglomeración de gente disfrazada deambulando por las calles.
ellas. Chequeó el espejo retrovisor y vio a una de las gemelas hacer un gesto, pero
no la persiguieron.
Ahora, más que nunca, quería poner a Sunnydale, Citrus Beach y a los
cachiqueles detrás de ella. Las luces del pueblo relampaguearon en su rostro, pero
pronto viajaba en la oscuridad de nuevo. El camino serpenteaba hacia el sur,
alejándose de Citrus Beach.
Volveré, pensó, un juramento silencioso para cada uno de los que siguieran
vivos detrás de ella. No pasaría mucho antes de que tuviera a la vista la Autopista
109, pero Buffy no se atrevió a ir por ese camino. Era más que probable que los
cachiqueles estuvieran esperando emboscarla allí. En cambio, dijo una pequeña
plegaria para no perderse, y tomó por la izquierda por un camino secundario que
pensó, al final, la llevaría en una tortuosa desviación, dentro de un cuarto de milla
de su destino.
Por algunos minutos, condujo en silencio, sin siquiera la radio por compañía.
Los pocos vecindarios y las estaciones de servicio dieron paso a los árboles de ambos
lados del camino. Una elegante curva se elevaba alrededor y a través de espesos
bosques, y Buffy empezó a alarmarse. No recordaba un bosque en su camino y no
podía permitirse estar perdida.
Sigue andando, se dijo a sí misma. Al sur. Sólo fuera de aquí. Una pocas millas
más. El Volvo subió la cresta de la colina. El camino se curvaba de nuevo y empezaba
su descenso por el otro lado. Había unas pocas casas entre los árboles, pero tenían
luces adentro. No había salido de su territorio todavía, pero esas luces le dieron
esperanza.
El paragolpes del Volvo había colapsado, el rugoso metal retorcido había sido
empujado hacia abajo y había perforado una cubierta. Esta estalló y el auto giró de
costado, luego volcó. Buffy se golpeó la cabeza contra la ventanilla del conductor tan
fuerte como para romperla mientras el Volvo rodaba hacia la línea de los árboles, y
por un momento, estuvo inconsciente. Cuando sus ojos se abrieron escuchó gritos
de dolor y furia. Sus costillas dolían, y sentía como si alguien hubiera martillado un
clavo dentro de sus sienes. Apretó los ojos, luego se enjugó la sangre de la cara. Era
una sorpresa encontrar que el auto había vuelto a descansar del lado correcto. La
bolsa de aire presionaba a Buffy contra el asiento, pero alcanzó un largo pedazo de
vidrió y la perforó. Mientras observaba a través del vidrio destrozado, los vampiros
empezaron a apiñarse alrededor de los vehículos en ruinas que habían usado para
su barricada. Era una carnicería de acero y fibra de vidrio. Los focos delanteros de
un auto que estaba mayormente intacto brillaban en destellos aceitosos de gasolina
que se escapaba de los otros dos autos arrasados. Los cachiqueles parecieron
aturdidos por un momento, como si no tuvieran idea de cómo proceder. Luego, entre
ellos Buffy vio surgir a una pálida criatura, de cabello negro azabache, con un
insustancial vestido de noche agitándose a su alrededor.
Drusilla.
Su pecho dolía con cada inspiración, pero Buffy construyó un muro entre ella
y ese dolor. No había tiempo para eso. Con los gritos de los vampiros en sus oídos y
la imagen fantasmal de Drusilla surgiendo de los escombros quemados en su mente,
se soltó de su cinturón de seguridad y se abalanzó hacia el bolso de lona que yacía
en el piso. Sus dedos se cerraron alrededor de la correa y trató de abrir la puerta.
Estaba atascada por el choque.
Lanzó el bolso por la ventanilla rota, luego trepó, los diminutos pedazos de
vidrio apuñalaron la parte de atrás de sus piernas. La herida que se había hecho en
el costado mientras peleaba con August ese día más temprano —parecía
interminable para ella ahora— se abrió de nuevo.
—¡Olfatéenla, cachorros! —chilló Drusilla con su voz cantarina, afónica de
deseo—. Igual que canela y nuez moscada. ¡Una cacería de zorro, ahora! Una pizca
de su temeridad para el primero que la haga gritar, ¡pero guarden los ojos para mí!
No más carreras.
—¿Esto? —Buffy metió una mano en el bolso de lona y sacó una baliza—. Esto
es por Kendra. Encendió la baliza, luego la arrojó rodando por el pavimento en el
charco de gasolina que se desparramaba por el camino debajo de los autos y
alrededor de los pies de los vampiros. Hubo un segundo en el no pasó nada, y todos
los ojos giraron hacia la baliza llameante.
Los otros dos autos explotaron en rápida sucesión y los trozos en llamas de
sus carrocerías se incrustaron en el pavimento alrededor. Buffy sentía el calor
incluso a través de la ropa, y sus brazos se sentían como si se hubiese quemado al
sol. Sangraba por docenas de pequeñas heridas, y dolía como si hubiera sido bien
apaleada.
Tenían qué.
Willow sacudió la cabeza. —No sé. Si supiéramos quién es… lo que es… pero
no sabemos. Y nos hemos quedado sin tiempo para investigar.
—¿Importa a dónde está yendo? —preguntó Anya—. Son casi las diez en
punto. No hay muchos autobuses saliendo esta noche. El expreso a L.A., el transporte
al aeropuerto, y probablemente uno a Las Vegas. Siempre hay uno a Las Vegas. Para
los jugadores y los juerguistas.
Otra inspiración, mientras forzaba los momentos por venir dentro de una
semblanza lógica en su mente. Lucy Hanover se les había aparecido mientras
estaban investigando y les había dicho que la cosa que había secuestrado el cuerpo
de Buffy había ido a descansar a la estación de autobuses, en donde estaba ahora
sentada esperando el arribo de su autobús.
—Tenemos que asumir que Buffy… que no voló en los pocos minutos en que
el fantasma de Lucy estuvo con nosotros. Si ella sigue aquí, dentro de la estación, voy
a probar el hechizo desde el estacionamiento, lejos de las ventanas. Anya me
ayudará. Puede ser que sienta que estoy tratando de expulsarla. Es cuando entran
ustedes muchachos. —dijo Willow, mirando a Oz y a Xander y viceversa—. Si corre,
tienen que detenerla. Controlarla lo suficiente para que termine mi hechizo.
Xander se aclaró la garganta. —Pero dijiste que como no sabes que es esa
cosa, ni siquiera estás segura de que vaya a funcionar. ¿Qué pasa si no?
Afuera, al descubierto, las luces del lote los iluminaban, ella se sintió expuesta
y vulnerable. Con una bolsa de artículos que había recolectado de su propio alijo y
del departamento de Giles, corrió a través del lote hacia el muro trasero. Los otros
la siguieron con velocidad. Cuando alcanzaron la estación, el fantasma de Lucy
Hanover apareció de repente entre ellos. En las deslumbrantes luces sobre sus
cabezas, el fantasma de la Cazadora muerta brillaba, apenas allí, como si su forma
hubiera estado tejida con telarañas.
—¿Ella sigue aquí? —preguntó Willow.
—En efecto —confirmó Lucy—. Espera dentro, ansiosa y furiosa. Creo que
puede sentirme vigilándola.
—No importa lo que pase ahora, ni siquiera hubiéramos tenido una chance
de salvarla sin tu ayuda. —dijo Willow—. Gracias.
—Vayan a cada lado. Sólo estén listos. Pero no pasen por las ventanas. No le
den la oportunidad de que los vea.
Ellos obedecieron sin otra palabra. Willow estuvo tentada a besar a Oz una
vez antes de que se fuera, para la suerte, pero se había ido demasiado rápido para
que ella actuara por impulso, y no se atrevió a llamarlo de vuelta. Una pequeña
ampolla de aceite de rosa blanca consiguió llegar intacta, a pesar de los empellones
que había sufrido la bolsa. Willow embadurnó un poquito en su frente, garganta y
muñecas, luego le hizo señas a Anya para que hiciera lo mismo. Tan rápido como
pudo, tomó un pequeño cono de papel de construcción negro y colocó un trozo de
incienso dentro, luego repitió el proceso cuatro veces. Willow dibujó un círculo de
poder a su alrededor, y una estrella en el centro, después colocó el incienso en cada
uno de las puntas de la estrella. Con un profundo suspiro, se sentó con las piernas
cruzadas en el centro del círculo y miró a Anya.
Anya cumplió con rapidez, usando largos fósforos de madera para prender
fuego al papel y al incienso que estaba en él. Las pequeñas flamas llamearon en
seguida, el papel ardió, y el incienso en cada uno empezó a humear.
—No nos dijiste eso —dijo Anya, alarmada de repente—. Deberíamos haber
usado un hechizo diferente.
—Sí, con todo ese tiempo extra que tuvimos para investigar —replicó Willow
cortante.
—Pero… ¿qué si eso pasa? Si esa cosa sale de Buffy y entra en ti, nadie más es
lo suficientemente bruja para quitártelo.
Willow la hizo callar, cerró los ojos para calmarse, inhaló las emanaciones de
la artemisia que se estaba quemando a su alrededor. —Potencia infernal, tú que
llevas perturbación al universo, tú que te has entrometido en la carne de los vivos,
te llamo.
Como había sido instruida, Anya desparramó calamita en polvo alrededor del
círculo.
El humo de incienso es invisible ahora, pero habitado por el hechizo que Willow
había arrojado, y funcionaba contra la carne de Buffy, en su boca, fosas nasales y
orejas, en círculos, como tentáculos alrededor de la cosa que había poseído el cuerpo
de la Cazadora.
9
En latín en el original. La traducción es algo así como “muerto te requiero” en este caso es una frase
genérica que se utiliza para abrir rituales de exorcismo. (N. de T.)
Buffy se puso tensa. Sus ojos se abrieron de golpe.
—Uh-oh, —masculló.
—¡Vamos! —estalló.
Pero era demasiado tarde. Buffy lo golpeó una, dos veces, luego giró y lo
golpeo tan fuerte que Xander salió volando de la vereda de concreto hacia el
estacionamiento. Oz vino corriendo rodeando el frente de la estación entonces, pero
no había nada que pudiera hacer. Nada que nadie pudiera hacer. Willow había
sabido desde el principio que si su hechizo fallaba, estarían perdidos.
—¡No vamos sólo a dejar que tomes su cuerpo y te vayas! —gritó Willow
enfurecida, con las lágrimas empezando a fluir de sus ojos.
La cosa que era Buffy se congeló, giró y la miró, casi amablemente. —No tengo
elección —dijo—. Y ustedes tampoco. Traten de restringirme y los mataré a todos.
—La media docena de personas que había adentro de la estación de autobuses
estaba de pie justo dentro de la ventana panorámica ahora, observando la acción
que se desenvolvía. Willow fue del rostro de Buffy al de la gente adentro. Podía
arrojar un hechizo sobre ellos más tarde para hacerlos olvidar. Pero ahora, no podía
pensar sobre lo que ellos verían.
—Si no puedo detenerte, puedo lastimarte —dijo Willow, enjugando sus ojos.
Rezó ahora para que ese dolor expulsara a la cosa.
Con un solo gesto su moderada habilidad mágica intensificada por la
adrenalina se aceleró dentro de ella, Willow hizo que todos los vidrios rotos
levitaran desde el suelo. Con un golpe de muñeca envió los cientos de pedazos
sesgando el aire hacia Buffy, que esquivó los que pudo, y gritó mientras los otros se
metieron en ella.
La bestia que vivía en ella ahora miraba a Willow con los ojos enrojecidos,
furiosos. —Si te hubieras apartado, habrías vivido.
—Eso no habría sido vivir —dijo Willow, resistiendo el miedo que se erguía
dentro de ella entonces. Sintió la presencia de sus amigos a su alrededor—
Derríbenla ahora, o la perderemos para siempre. Juntos, los cuatro se abalanzaron
sobre Buffy.
Oz se movió hacia Willow, aun manteniendo sus ojos sobre Buffy, como todos
los que estaban ahí. —O voló el transformador en la calle —sugirió.
—¡No! —gritó Buffy, exasperada—. ¿Qué has hecho? —se burló de Willow—
. Él me ha encontrado.
Aunque de algún modo se las había ingeniado para combinar a dos personas
dentro de ella, los dos espíritus, las dos Buffys… no estaba negando que había de
hecho dos. Para la Cazadora mayor, que había pasado tanto tiempo como prisionera,
ese vislumbre de normalidad era la primera pista de felicidad que había visto en más
de cinco años. Para la Buffy más joven, era doloroso recordar todo lo que había
perdido por ser arrojada en ese futuro oscuro, malévolo.
En algún punto.
Cuando el impulso que estaba tirando de ella, el anhelo de ser libre no pudo
ser retrasado un segundo más, salió de detrás de las bombas y empezó a correr. Ellos
eran lentos. Había contado nueve en su cabeza antes de que empezara el griterío,
antes de que las puertas de los autos se abrieran y más vampiros saltaran fuera.
Había sido demasiado conservadora. Eran tantos que no podía contarlos de un
simple vistazo, e iba a tener que pelear con ellos mano a mano. Con todos ellos.
Del otro lado de la calle, la puerta del conductor del último auto se abrió y
Spike se apeó. Un cigarrillo encendido colgaba de su boca. Su rostro estaba
deformado, el semblante del vampiro dentro de él, y en contraste con la furiosa rabia
de los otros que correteaban preparándose para luchar con ella, él caminaba con
calma alejándose del auto, su chaqueta flameaba detrás de él.
Los otros tenían espadas, hachas, algunos incluso tenían armas de fuego a
diferencia de la aversión usual de los vampiros por tales cosas. Spike estaba
desarmado. Muerto, el rostro tan pálido como su cabello decolorado, parecía flotar
a lo largo de la calles hacia ella como la guadaña de la Muerte misma, deslizándose
hacia ella. Spike levantó una mano y el resto se congeló, esperando su orden. Dio una
larga chupada al cigarrillo y luego tiró la ceniza.
—Estaba bailando cuando murió —le dijo Buffy. Una sonrisa titiló en la
comisura de su boca—. Pensé que te gustaría saberlo.
Spike dio otra larga calada, luego miró a un puñado de vampiros a su derecha.
—Mátenla.
—Pero no se supone que nosotros… —replicó vacilante una de las
criaturas—. Quiero decir…
Pero no iba a mantener sin romper la primera regla de la Cacería. Spike irguió
el hacha de batalla y Buffy supo que iba a morir. La hoja brilló a la luz de la luna y
alguien cerca, probablemente en el estacionamiento del restaurante, escuchaba el
eco de varias personas, humanos normales, gritaron alarmados ante la escena
grotesca, macabra que se estaba representando en la calle. Pero ellos estaban del
otro lado del borde. No había nada que pudieran hacer. La hoja cayó hacia ella. Los
otros vampiros parecían retirarse incluso un paso más. Parecía haber más de ellos
ahora, como si hubieran llegado otros, refuerzos. Buffy trató de levantar la espada.
Spike sonrió.
Hizo a un lado al gimiente Spike y luchó por levantarse. Los cachiqueles más
cercanos a ella atacaron. Aunque estaba herida, lenta, aún dio vueltas y decapitó al
más cercano, que explotó en polvo. Con un codazo, hizo retroceder a un segundo. El
tercero la agarró de atrás, empezó a ahogarla, después también empezó a temblar
locamente.
Esta vez sintió una oleada de electricidad pasar del vampiro a ella. El golpe
hizo que cada músculo de su cuerpo se contrajera y doliera, hizo que sus ojos se
abrieran de par en par y sintió como si hubiera mordido una hoja de aluminio. El
vampiro se derrumbó ante sus pies, y Buffy miró arriba para ver a un hombre de
rostro sombrío de pie frente a ella con un arma de electrochoque. Una larga cicatriz
en forma de luna creciente marcaba el lado izquierdo de su cara, cortando en la
barba erizada de su mentón. Su cabello negro era demasiado largo, colgando como
una cortina que casi ocultaba sus ojos.
Por un largo, último momento, Buffy observó. Willow prendió fuego a un par
de vampiros simplemente tocándolos. Luego gritó un nombre que Buffy conocía.
—¡Oz!
Del medio de la disputa vino un súbito aullido que hizo que el cabello de la
nuca de Buffy se erizara. Entre los vampiros, uno de los miembros del equipo cambió
en un instante. En la confusión, Buffy no lo había notado. Ahora no había dudas de
que era él. El hombre lobo enfurecido, su negro hocico resplandeciente, sus orejas
crispadas, los dientes rechinando al aire mientras cargaba hacia el grupo que se
aproximaba. Cara de Payaso lideraba y el hombre lobo se irguió sobre sus patas
traseras, agarró a la vampiresa y le arrancó la cabeza.
¿Oz? Pensó Buffy, horrorizada por lo salvaje que era. La bestia dentro de él
había sido liberada a la orden de Willow, aunque la luna no estaba llena.
Empezó a atacar a otros, usando las poderosas mandíbulas y garras para
despedazarlos, pero entonces Willow gritó para que todos retrocedieran. El equipo
de extracción obedeció al instante. Xander tiró del brazo de Buffy, y luego ella estaba
corriendo hacia el estacionamiento del restaurante, con la mente dando vueltas, casi
desmayada. Era demasiado para ella.
—Vámonos.
Buffy tiritó, allí en el auto, con esas personas que alguna vez habían sido sus
amigos pero que a quienes ahora apenas conocía. Cuando dieron vuelta a una
esquina y la figura oscura se escurrió de la vista detrás de ellos, pensó en la
sensación que había tenido en la caseta de proyección en el auto-cine. Pensó en la
ballesta que había sido dejada allí, sólo para ella.
Los vampiros alrededor de ella se movieron, pero Camazotz les gruñó y ellos
retrocedieron. El otro grupo de vampiros se abalanzó hacia Willow, Oz, Xander y
Anya, que se mantuvieron firmes, aunque no tenían armas. Xander y Oz ya habían
sido apaleados por la Cazadora. Incluso si hubieran estado frescos para la lucha, y
esos fueran vampiros normales —que, dados sus rasgos tatuados y los ojos
llameantes anaranjados, y el modo en que sus cuerpos parecían echar chispas con
energía, ciertamente no lo eran— incluso entonces las probabilidades habrían
estado contra ellos.
Pero Willow no dijo nada. Era difícil para ella concentrarse ahora, y
necesitaba enfocarse para hacer magia. Sin la camioneta, sin armas, morirían. Simple
como eso. Su magia podría protegerlos brevemente, pero no sería suficiente. Y si ella
podía mantenerlos a salvo hasta el amanecer, ¿qué sería de Buffy?
Ellas estaban corriendo, con los brazos de Xander sobre sus hombros,
ayudándolo a tenerse en pie y seguir en movimiento.
Willow le lanzó un vistazo, vio todo en sus ojos en ese único momento, su
miedo y coraje, y su determinación. Pero sabía que Anya no lo dejaría atrás, y
tampoco ella. Fue cuando Xander se detuvo. Simplemente plantó los pies y las
empujó alejándolas. Antes de que Willow o Anya pudieran decir nada, había vuelto
a enfrentar a los cachiqueles, que estaban acercándose ahora. Uno de ellos, quizá el
más hambriento, se había adelantado a los otros. Xander se agazapó en una postura
de pelea. —Entonces, vamos, hijo de… —el vampiro saltó sobre él, arrojó a Xander
fuerte contra el pavimento. Su cabeza golpeó el suelo con un thunk audible que
parecía hacer eco en el silencio. Anya gritó su nombre. Pero Willow no podía hablar,
no podía gritar. Los vio venir, sonriendo torvamente ahora. Vio al que estaba sobre
Xander mientras agarraba su cabello y dejaba caer sus colmillos hacia su garganta.
No surgió ni una palabra de ella, pero había algo, una rabia oscura que apenas podía
controlar. Sus manos se crisparon, luego azotó el aire como si fuera el objeto de su
bronca. El vampiro sobre Xander explotó en llamas, chillando en agonía en su
inmolación. Las ropas de Xander empezaron a arder y él también chilló de dolor
mientras el calor chamuscaba sus manos y su rostro.
Anya le abrió paso a Xander hacia las puertas traseras, abriéndolas, y luego
lo ayudó a entrar. Los cachiqueles de pie allí, miraban nerviosamente a Willow, pero
entonces comenzaron a acercarse.
Willow le ofreció una breve sonrisa. —No eras tú misma, Buffy. Primero
fuiste poseída por Zotziloha, y luego estuviste inconsciente.
Incluso mientras decía esto, la Buffy más joven dentro de ella sabía que ya no
era tan simple como regresar a su propio tiempo. Dado lo que Willow le había dicho,
sabía que su espíritu —el espíritu de Buffy a los diecinueve años— al final sería
devuelto al tiempo y al cuerpo al que se suponía habitaba. Pero no sabía cuándo.
Cualquier día, cualquier hora, cualquier minuto, no podía saber cuándo. Esta entidad
Zotziloha había sido echada de ella esa noche cinco años antes, y su espíritu había
regresado. Pero ahora, en este futuro oscuro, no podía simplemente esperar a que
eso pasara. A menos que pudiera encontrar la forma de que su espíritu desplazado
regresara a su tiempo correcto anterior, antes de que La Profetisa, Zotziloha,
poseyera su cuerpo, entonces este futuro no podría evitarse.
—Dios, me duele la cabeza —susurró Buffy. Luego miró a Willow. Había una
vacilación entre ellas, una incomodidad que había creado el estar apartadas cinco
años. Pero Willow seguía siendo su amiga, y Buffy sabía que tenía toda la ayuda que
necesitaba, la mayor aliada que pudiera pedir—. Tú y yo tenemos un montón de
cosas de las que hablar, Will.
Buffy se quedó mirando el frente del edificio. —Gran operación. Los tres
descendieron del auto. Sin una palabra o una mirada, Xander comenzó a andar hacia
el edificio, pero Buffy y Willow se quedaron atrás, caminando lentamente lado a
lado. Después de un momento, ambas mujeres hicieron una pausa. Buffy y Willow
giraron a mirarse. La Cazadora estaba abrumada de la emoción, una liberación de la
desesperación contra la que había luchado durante tanto tiempo. Willow se mordió
el labio, una pequeña sonrisa torciendo sus labios, y luego se abrazaron. Mejores
amigas, demasiado tiempo apartadas, habían levantado muros a su alrededor con la
esperanza de que estarían juntas de nuevo. Buffy seguía sintiendo cierta distancia
entre ellas, sabía que les tomaría tiempo sentirse a gusto de nuevo una con otra.
—Sé que tenemos un millón de cosas de qué hablar (no tienes idea) pero
¿sabes lo que me está molestando? Si todo lo que quería Camazotz era que su esposa
volviera, entonces ¿por qué me capturó después? ¿Por qué molestarse por mí?
Podría sólo haberme matado e ido a casa. Toda esta cosa conquistadora, quiero
decir, ¿qué tiene que ver con perseguir a su esposa?
Todos miraron a la vez hacia ese lado, sorprendidos por el ruido sutil en
medio de la violenta cacofonía alrededor de ellos.
Camazotz vaciló, pero luego de un momento la dejó caer al suelo. Giles hizo
señas a varios otros, quienes la recogieron, y después se retiraron en la noche, más
allá del alcance de los focos de la furgoneta, llevándose a Buffy con ellos.
Habían sido dejados vivos, pero Willow sabía que no era debido a que el
monstruo que alguna vez había sido su amigo se preocupara por ellos. Era porque
eran una idea tardía. Con la Cazadora como prisionera, ellos no le importaban. En
absoluto.
Buffy se quedó mirando a Willow, con los ojos como platos. Nunca había
sentido tanto frío. De todo lo que había visto y escuchado en ese horrendo futuro,
este era el golpe más duro de todos. Se mordió el labio, las lágrimas escurriendo por
las mejillas, y sacudió la cabeza lentamente.
—No, Willow. Oh, no —susurró—. No Giles. Para Willow, esa noche estaba
cinco años en el pasado. Y sin embargo el dolor seguía atormentando sus ojos. Atrajo
a Buffy hacia ella de nuevo, sosteniéndola por un largo momento. De repente Buffy
se separó.
Continuará…