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EI taller de mufiecas Adéle Geras Todos los habitantes que vivian en la barriada de Burton Bridge conocian a Avril Clay. Los nifios la llamaban tia Avril. Era una mujer menuda, nada lamativa, dada a llevar sombreros que no le favo- recian (de terciopelo fruncido, salpicado de flores) en cualquier época del afio. Vivia en una pulcra casita, semiadosada, en Elmford Lane, y su jardin estaba lleno de pequefias estatuas de piedra en los sitios mAs inesperados; no eran gnomos, sino ardi- llas, pAjaros, erizos y hasta un ciervo de piedra. Sus vecinos solfan preguntarse c6mo se las arregla- ba para meter todo eso en su jardin que era como un pafiuelo. Le gustaban los nifios. «;Me encantan los chiquillos, que Dios los bendiga!», solia excla- i mar siempre que les veia jugar en los columpios del parque, o camino del colegio. Las mujeres mo- _ vian la cabeza con gesto de compasién cuando to- maban el café y susurraban: «Qué l4stima que no 9 Escaneado con CamScanner se haya casado y tenido hijos. Le gustan tanto los nifios. {Qué pena!» Y era una pena. Nadie lo sabia, nadie lo sospe- chaba, porque después de todo, no se va por ahf pregonando estas cosas a todo el que quiera oirlo. Pero, el no tener hijos significaba para Avril Clay, vivir con una herida que le dolfa en algdn lugar oculto. Un dolor constante, que le escocia en lo mas profundo de su alma. «Es tan habil con sus manos.» Eso era otra cosa que decian de ella, y era verdad. Todos los rastri- llos, fiestas escolares, baratillos navidefios o mer- cadillos que tenian lugar en kilometros a la redon- da, estaban Ilenos de cosas hechas por ella: mer- melada, salsas, bolsitas con lavanda, colchas para las mufiecas y bolsas para guardar el pijama en forma de conejito. Daba la impresién de que no habia nada que no supiera hacer. «Sefiorita Clay —decia el parroco cuando con- templaba sus aportaciones—, esto sf que es una auténtica demostracion de amor.» El primer y tercer miércoles de cada mes, Avril abria una consulta médica para mufiecas en sU casa. Las nifias se sentaban en la sala de estar, agarrando sus queridas mufiecas rotas, y Avril las llamaba una a una para que entraran en el taller Por orden de legada (como si fuera una verdadera Bate Y ‘a Avril, vestida con una recetaba y depo ame 0, miraba, diagnosticaba, sitaba a la criatura sin brazos o sift 10 Escaneado con CamScanner ieTaaS em un es: Plerzas ‘Sn estante repleto de otras ex se minmg «Estard arregiada Ia semana i i wa dost . QBS viene, mi vida —tecia Avril—. quedaré como nneva. No le des mas vueltas en te cabecita_ ;Serizs tam amabie de decirie a le siguiente que pase cuando te vayas, favor? Gracias.» oe Rath entré en el taller y miré hacia abajo. fola Ruth, encanto —dijo Avril. Vea y siéntate. Dime qué le ocurre. No seas timida. Ruth se senté. —Toma un mutieco de aziicar, querida —prosi- guid Avril, mutiecos de aziicar para muifiecas. Creo que es lo més adecuado. {No te parece? Avril se ri6 y Ruth esbozé una timida sonrise- —Se le ha salido la cabeza —dijo—, y no consigo colocarsela. - : —Vamos a ver —Avwril cogié la mufieca—- jObt, es una auténtica belleza. Tienes suerte ceh? jQué chica tan afortunada! {No te parece que tiene eS pelo precioso? Hacia afios que no veia un ea como éste. Es maravilloso, del color del ane otofio —Avril acaricié el pelo con dedos avi 7 Estaré lista la semana que viene, ciclo Poe venir cualquier dia después del martes. estoy en casa por la tarde. i —Muchas gracias tia Avril. ; Ruth se eeants para irse, y acto seguido s© pase: colorada. —For favor, {puedo iz al cuarto de bao? —Si, cémo no, amor. Subiendo les escaleras. Iz primera puerta 2 la derecha. {No te importaria al pasar decir a la siguiente que entre? —Si, daro. Y muchzs gracias. Rath esperé 2 que Sendra entrare y cerrara a puertz tras ella. y entonces subid. No teniz intex- cién de acercarse al cuarto de baiio. Ere sélo un pretexto. Iba 2 ver ef cuarto. Todas lo Hamaben asi, todas las que habian estado en casa de tie Avril. Angela era la tmica que habia conseguido verlo por dentro. ¥ le habia comentado 2 Ruth: «Esté arriba, al lado del cuarto de bao. Debe- rias verlo... Es realmente... Bueno, no sé..., ex- traio.» «Pero jqué es lo que hay?», habfa preguntado «Sélo muiiecas y cosas. Nada que dé miedo, Pero no sé..., se me puso la piel de gallina » . Ruth abrié la puerta. Era un cuarto muy peque- fio, un pequefio almacén con una mesa debajo de la ventana. En las paredes habia cientos de gan- chos, y colgando de ellos habia brazos y piernas y hasta cabezas de mufiecas sin pelo, con las cuencas de los ojos vacias, balancedndose de tal manera que parecian estar vivas, parecian Pequefios frag- mentos de nifios. Habia un estante donde yacian amontonados cuerpos sin piernas ni brazos, torsos de plastico que esperaban y esperaban su turno Para ser reparados. Otro estante tenia Pelucas de 43 Escaneado con CamScanner . Si sdlo son ojes..., bolitas nada mas.» Pero era su mira- sin pestatiear. y I2 sensacién que de un 2 otro iban 2 ponerse a girar de una y aquella variedad de colores... ¥ cervé la puerta. nde le comenté a Angela: We. Bueno. los ojos me dieron un poco de Pero al fim y al cabo sdlo son una parte de uGeces. No podria arreglar las mutiecas si no tuviere ojos de repuesto, gno crees? ~—Sepongo que no, daro —repuso Angela—. Pero todas eses piemas y brazos colgando en la pared... Estuve alli un buen rato y te puedo ase- ==" qee 2 los pocos minutos, no sé cémo, em- —iVendrés conmigo cuando vaya a recoger a —Bueno —contesss A — ep a eas Cuando vas? —Entonces podems ir al salir del colegio. ;Qué le pasa a la mutieca de Jackie? Ya me he enterado de que el hermano de Sandra Je rompié los brazos a su Alice. —La muiieca de Jackie tiene las piemas comple- tamente machacadas. Las dos hechas afticos. Al guien le dej6 caer encima una cémoda en la mudanza. —jA Elaine? La muiieca de los ojos preciosos, la que le trajeron de América? —Si, ésa —dijo Ruth—. Nunca he visto una muiieca con unos ojos como los suyos; de un color entre azul y malva. —Ademés, parecen de verdad. No son como los ojos de las otras mufiecas. Me encantaria tener una Nilo suefies, aqui no las venden. Cuando Ruth volvié 2 casa con Iz muiieca, su madre exclamé: —Ya veo que tia Avril te ha arregiado 2 Meg. diferente... Ruth no estaba convencida. IS Escaneado con CamScanner —No es la misma. El pelo no es igual. —Pero {qué le pasa al pelo? —Pues que antes era sedoso —contesté Ruth— {No te acuerdas? Y de un color castafio maravilo. so. Y ahora, en cambio, es como de nailon. ties y de un color marrén vulgar y corriente, , —Vamos a ver —la madre de Ruth examin detenidamente la cabeza de la mufieca—. A mj me parece exactamente igual que el que tenfa antes, de verdad. Y ademés tiene que ser el mismo. Tia Avril no tenia por qué tocarlo. Solamente tenia que colocarle la cabeza en su sitio. Por qué habria de cambiar el pelo? —No tenia que haberlo tocad aN lo, pero lo ha —iPor qué lo iba a hacer? Ene lo sé. Tr vez para quedarse con el pelo "8, €SO es todo. Pero, ademas, el pelo que le ha puesto es horrible. pews Papas digas tonterias Ruth. Por qué iba a hacer el aun cosa asi? No me gusta que hables mal de " Aa menos de la pobre Avril. Que no te oiga €so nunca mas. {Mi latkatecteet iMira que pensar que te Ruth no contest6. Se fue arriba, a su cuarto, se nas en la cama y mir6 a Meg. Si tia Avril habia robado el pelo de Meg, {donde estaba ahora? gEn aguel estante en el pequeiio almacén? ;Por qué? ; 7 F ; 5 rer ae lo habia hecho tia Avril? Ruth se es- 16 ‘Avril estaba trabajando. Quitaba una cosa de aqut. Ponta otra allé. Cortaba, Pegaba. Tatareaba una canci6n. En algin sitio, muy dentro, donde el Dolor habitaba, sintié pequefios brotes de alegria, de anticipos de placer, como el que imaginaba que debia sentir una mujer cuando descubre que lleva una criatura viva dentro de ella. Avril trabajé hasta muy tarde: eligiendo, cambiando, modelando, re- torciendo, fabricando y anhelando, durante toda la noche. Jackie y Sandra estaban jugando en el dormito- tio de Jackie. —{Conoces la muiieca de Ruth, Meg? —dijo Jackie—. Pues bien, la vi el otro dia y su pelo es diferente. Ahora ta dices que algo raro ha pasado con la piel de Alice, y fijate en los ojos de Elaine. Elaine, la de los famosos ojos color lila, Ia que habjan traido de tan lejos, de América, yacia en el suelo. Sandra la cogié. Sus ojos eran de un azul apagado y sin brillo. —jDios mio! —exclamé Sandra—, son diferen- tes. Ahora lo veo clarisimo. Nosotras que nos mo- riamos de envidia por los ojos de tu Elaine. 4Se lo has dicho a tu madre? —Si, y a mi padre. Pensaron que estaba loca. Me aseguraron que los ojos eran los mismos de siempre. Dijeron que yo tenia demasiada imagi- nacién, y que ademas... —Jackie hizo una pausa. —jQué? 17 Escaneado con CamScanner Me dijeron que s6lo se habfan roto las piernas de mi mufieca, y que esto ¢s Jo que tenfa que arreglar tia Avril. No tenfa necesidad de tocar los ojos, 0 ;la tenia? —No, no tenia necesidad. Pero lo hizo 4no? Si. —Pero ;por qué? No lo sé. Tu mufieca Alice necesitaba que le los brazos en su sitio y ahora dices que algo raro con su piel. Efectivamente... {Qué quieres decir? veo cémo pudo hacer Io de la piel de una . ZY 16? Quiero decir, no podfa pelarla, 0 que podia? —Sé que no me crees —repuso Sandra—, pero a verdad. No sé cmo lo hizo o para qué. El ¢s que Alice tenfa una piel especial. Un color ibién muy especial. Siempre habla pensado que parecia mis..., viva, mas real, debido a su piel. Tenfa una especie de luminosidad como pee de hablar, incapaz de encontrar las lecuadas. Luego dijo—: fuera de carne y huew, 4 un tacto mas suave que el de la piel de una mufeca normal, (Se Jo dijiste a tus padres’? —No. iWor que? No me creerian. Ni siquiera © uth o Anema. quicra espero que th, Yosh contents Jackie Vor lo menos creo lt que s{. Pero ,qué podemos hacer? No podemos volver a tia Avril y quejarnos ;no crees? —No —contesté Sandra moviendo la cabeza. —Entonces qué podemos hacer? —Olvidarnos de este asunto, supongo. De todas maneras pienso que es extrafio, En la fachada de la casa de Avril Clay en Elm- ford Lane aparecié una nota que decia: «Debido a problemas familiares, no habra consulta médica para mufiecas durante dos meses.» Las nifias se lo contaron a sus madres que espe- culaban sobre el asunto delante de sus tazas de café, «;Qué problemas?» Y si llegaban al fondo de Ja cuestiOn. «{Qué familia?» «;Tenfa una hermana en Canad4?» «No, una hermana no. Una prima, eso es, pero yen Canadé?» «jHabia visto alguien a Avril recientemente?» «{Por qué no habia asis- tido, por primera vez en muchos afios, a la fiesta que se celebraba en el Instituto de Farlow Road?» «jDeberfamos pasar a verla y comprobar si se-en- cuentra bien? Puede estar enferma.» Pero, por al- guna razén, nadie pensaba conocerla lo suficiente se en sus asuntos, De todas mane para entrometer 0 ras, no podla estar mala. Daba la casualidad de que la sefiora Webb la habia visto en la tienda, y, por otra parte, Jane y Sally la habfan saludado el otro d{a en el parque y tenia muy buen aspecto. Llevaba un sombrero cubierto de capullos rosas. Una per- y ——_— Escaneado con CamScanner ———_—_—_———(et—t sona que estuvies enferma no iria asi, {M0 crees? yril trabajaba por la noche, con las cortinas Todas las noches. Era el trabajo mas duro ; delicado que habia realizado jamés. Dentro * gorazén, 10s afios de carencia, de dolor y whelo habian actuado como una maquina que ara los dedos, conduciendo sus habiles "Nunca paraba. Elegia, cortaba, cosfa, fa- caba, sujetaba, moldeaba. Y por fin, detras de las cortinas echadas, estaba terminado. Una tarea amor. Una tarea que implicaba algo mas que amor. La consulta médica para mufiecas volvié a abrir sus puertas. Se terminaron las conjeturas. Avril contaba a todo el mundo que se encontraba, que Hazel, la hija de su prima, vendria a vivir con ella. La prima, pobrecilla habia muerto, alli lejos en Canada, y ;con quién podia vivir la pobre criatura mejor que con Avril? —Lo siento mucho por mi prima —decia ella a quien quisiera escucharla—. Perder a su marido, y ahora esto.... pero me sentiré tan feliz al tener a Hazel conmigo. Ser4 como tener un hijo mio. | ya saben cémo adoro a los chiquillos! Las mujeres movian la cabeza y hablaban de liebres que saltan donde no se esperan, de males que vienen por bien y de que la pérdida de Hazel ere ganancia para Avril. 2 Ruth, Jackie y Sandra difundieron Ia noticia en- tre sus amigas. Las nifias que levaban ahora las mufiecas a la consulta y subfan a hurtadillas a fisgar en el cuarto; contaban que estaba siempre cerrado. No habia modo de descubrir qué habia pasado con el pelo de Meg y con los ojos de Elaine. En cuanto a la piel de Alice, bueno, la mayoria de las nifias de- dujeron que Sandra se lo habfa inventado para no ser menos. Sandra, sin embargo, sabfa que no se lo habia inventado y algunas veces por la noche, sofiaba con tia Avril, quitando con sus manos las capas de la suave piel de Alice. —fisa es Hazel, mira. Alli —Ruth sefialé con el dedo. —{Dénde? —Jackie estir6 el cuello para verla. —Ya la veo —dijo Angela. —Es muy guapa —afiadié Sandra—. Vamos a acercarnos y hablar con ella. —Ella esta en primero —dijo Ruth—. {No en- contrar4 raro que nos acerquemos todas al mismo tiempo? Bueno, no tenemos por qué hablarle ¢verdad? —dijo Jackie—. Slo acercarnos un poco y echar una ojeada. Parece tan mona. —S{ —dijo Sandra—. Yo voy a acercarme. Se dirigieron al banco donde Hazel estaba sen- tada con sus nuevas amigas. Ruth se la qued6 mi- rando fijamente, fascinada. El pelo le brillaba 2t Escaneado con CamScani ner como las castaiias bajo el sol de septiembre y tenia toda la gama de colores de las hojas de otofio. La piel resplandecia como si estuviese iluminada des- de dentro. Sandra pens6: «jLa piel de Alice era justamente asi. Quisiera poderla tocar y compro- barlo...» Hazel alz6 la vista. Jackie se qued6 sin . aliento y salié corriendo. Ruth y Sandra salieron corriendo detras. —Pero qué ocurre, Jackie? ;Qué pasa? —jLos ojos! {Los has visto, dime? —No, pero ;qué pasa con los ojos? —exclamé Angela. —Son los ojos de Elaine. Eso es lo que pasa. Tiene los ojos como los de Elaine. Exactamente iguales. —Es una coincidencia, eso es todo —dijo Ruth. —jNo lo creo! —dijo Jackie gritando—. Simple- mente no lo creo. jMirala! Fijate en el pelo y en la piel. {Creo que tia Avril rob6 cosas de nuestras mufiecas y quiz4 de otras también, y fabricé un ser humano, estoy convencida! —Estis chiflada. —Pero eso es imposible... —Es mejor que no vayas por ahi diciendo eso —dijo Angela con calma—, la gente va a pensar que te has vuelto loca de remate. Aunque sea verdad. Especialmente si es verdad. Te encerraran si dices esas cosas. De verdad. No lo vuelvas a decir. Y las nifias no dijeron nada. Pero ellas lo sabian y nunca jugaban con Hazel. Si ella legaba a la zona de juegos del parque, ellas desaparecian rapida- mente y se iban a dar de comer a los patos. EE 23 Escaneado con CamScanner

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