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Reflexión sobre la experiencia laboral

Pablo Soto Puras


01/07/2017
Introducción

El siguiente ensayo presenta una reflexión en torno a mi experiencia laboral III


(ELAB). Esta, la realicé en el colegio José Antonio Lecaros, y aunque en un comienzo no
fue lo que yo esperaba, esta fue muy valiosa para mi formación como docente.
Antes de llegar al colegio, investigue un poco respecto a qué tipo de colegio se
trataba. Este es un colegio que se encuentra en la Población Alessandri, en pleno Estación
Central, que pertenece a la fundación Fe y Alegría, la cual conocía de nombre desde antes.
La conocía porque sé que trabajan desde la educación popular en diferentes partes de
América Latina, por lo que tenía grandes expectativas en trabajar en este lugar. Pensé que,
de alguna forma, escapaba un poco a las lógicas tradicionales de la escuela. Al mismo
tiempo, sabía que el colegio tiene un enfoque católico, creencia que no comparto. No soy
creyente, y me molesta bastante la Iglesia Católica como institución, pero sé que existen
experiencias católicas que buscan fortalecer la comunidad, antes que imponer lógicas
teológicas adoctrinantes (relacionadas de alguna forma quizás con la teología de la
liberación). Iba al colegio con gran expectativa.
Sin embargo, la llegada al colegio no fue buena. Por descoordinación de la
Universidad, llegamos tarde (28 de marzo) a presentarnos al colegio, los cursos ya estaban
organizados con sus respectivos estudiantes en práctica. Cuando tuvimos la entrevista con
la profesora encargada, recuerdo que mencionó algo así como “Le preguntaré a las
profesoras de 1° y 2° si aceptan, porque entiendo que no quieren practicantes”. Esto ya nos
marcó un poco la línea de lo que vendría después. En esa reunión se me informó que
estaría con segundo básico, un gran desafío para mí, puesto que no había trabajado nunca
con niños y niñas de esa edad. Muy expectante ,me dispuse a aprender.
Durante el semestre, tuve altos y bajos en diferentes aspectos y experiencias, mi
relación con la profesora guía no comenzó bien, mi relación con los y las estudiantes no fue
cercana tampoco al comienzo, mis primeras clases fueron desastrosas. Sin embargo,
sacando cuentas, puedo plantear que mi experiencia fue profundamente valiosa y
enriquecedora para mi formación.

Desarrollo

● Llegada al colegio y encuentro con mi profesora guía

Mi llegada a la escuela no fue buena. El primer día que llegué al colegio para
integrarme al 2° básico, entre a la sala, la profesora me preguntó el nombre, se los comentó
a los estudiantes, y les explicó que yo estaría durante el semestre ayudando al curso. No
me dio pie para presentarme, ni para que los y las estudiantes tuvieran la oportunidad para
preguntarme cosas. Muy fría la profesora, comenzó la clase, sin decirme nada. Esa fue la
tónica de las dos primeras semanas. Ocasionalmente me pedía algunas cosas, pero no me
dijo cuáles serían mis funciones y deberes, ni tampoco me preguntó nada. Se me hacía muy
presente el comentario de la profesora encargada de entrevistarnos (“entiendo que la
profesora no quiere un practicante”). Decidí tomar la iniciativa, y preguntarle por mis
funciones (y específicamente por mi contrato de trabajo). La profesora solo asintió y me dijo
que se llevaría el contrato para revisarlo. Sin saber mucho qué hacer, me sentí muy tenso al
comienzo.
La segunda semana recibí un correo de parte de la profesora Sandra (que fue quien
nos entrevistó al comienzo), explicitando nuestros horarios (los míos y de mis compañeros),
en el cual establecía que dentro de los seis bloques de clase que debía estar entre martes y
miércoles, solo estaría dentro de la sala la mitad de las horas 1. Se hacía más presente el
“Entiendo que la profesora no quiere un practicante”.
Ya la tercera semana, asumiendo que esa sería la tónica del semestre, tome un
poco de distancia con la profesora, ya sin preguntarle constantemente qué debía hacer. El
día miércoles, en el cual se supone no debía estar dentro de la sala, me encontraba en la
biblioteca del colegio, donde otra profesora me pidió que cuidara a tres estudiantes de
media, quienes estaban tomando una prueba atrasada, mientras leía un texto para la
universidad. De pronto entra la profesora, con cara de pocos amigos, y me pide
explicaciones de qué estaba haciendo ahí. Le expliqué que no tenía nada que hacer, y que
estaba cuidando a los estudiante mientras hacían la prueba. Evidentemente molesta, sacó
mi contrato de trabajo de su bolso, y comenzó a llenarlo. Eliminó los “bloques colaborativos”
y explícito muy en detalle todas mis funciones (ayudar a las teras de los y las estudiantes,
cuidar el patio en los recreo, ayudar en actividades extra escolares, colaborar en la creación
de la decoración de la sala, entre otros.). Me exigió que llegará a la hora (cuando nunca
había llegado tarde), me solicitó que ocupará delantal, e incluso me pregunto si me podía
quedar hasta las 14:00 hrs. Sin firmar el contrato, se retiró con él, puesto que no había
terminado de llenarlo. Muy molesto, cuando terminó el horario y me retiré del colegio.
Asumí que sería esta la tónica del semestre. Y como no tenía muchas posibilidades, decidí
simplemente acatar lo que la profesora me dijera.

● Trabajo en conjunto con la profesora guía

Pese al mal momento que tuve con mi profesora guía, asumí que en toda instancia
se puede aprender. A medida que fue transcurriendo el semestre, me fui relacionando mejor
con la profesora, intentando siempre ser lo más políticamente correcto.
En el comienzo, no compartí la forma ( o algo así como el fundamento filosófico) de
hacer clases de la profesora. Las clases eran monótonas, centradas en la profesora, y de
trabajo individual. Por ejemplo, el 4 de abril, tengo registrado esto:

“Creo que si bien la clase fue muy efectiva, puesto que la comprensión lectora de trabajo de
manera correcta, creo que faltan otros elementos para pensarla como “desde mi filosofía”.
Algo que considero fundamental es el trabajo de la autonomía. En la clase en ningún
momento niños y niñas tuvieron oportunidad de relacionarse con sus compañeros, ni
tampoco de comunicar sus resultados. El trabajo siempre lo guía la docente. Se sigue
viendo la clase como una actividad para completar el libro de clases”
Diario de enseñanza 4, 4 de abril de 2017

Algo que me hacía ruido de esto, es que las clases eran muy efectivas. Es decir,
aunque no compartí el fundamento de las clases, me parecían clases muy ordenadas,
entendibles para los y las estudiantes, momentos bien definidos, tiempos bien calculados,
entre otros. Algo que no tenía contemplado al comienzo, es que en verdad no sabía hacer
clases. Independiente de los fundamentos de una clase, la práctica de la profesora, me
1 Ver anexos
ayudó a aterrizar muchas de las teorías pedagógicas que tenía en la cabeza. Una cosa es,
por ejemplo, pensar enseñar habilidades críticas de pensamiento histórico, y otra cosa muy
distinta es hacerlo. En este sentido, creo que la profesora me ayudó a relacionar de mejor
forma, diversos aspectos que debe tener una clase.
Otro aspecto que me pareció relevante registrar, es que durante gran parte del
semestre, me molestó que la profesora me solicitara tareas como hacer el diario mural,
adornar la sala, tomar pruebas atrasadas, tomar control de velocidad lectora, entre otros. El
25 de mayo tengo registrado esto:
“En torno a esto considero que la profesora no piensa mi práctica como una instancia
pedagógica, sino más bien, un acompañamiento que yo realizo al colegio, sin preocuparse
si esto se relaciona o no con mi experiencia de aprendizaje. Es evidente que no tiene una
disposición a enseñarme diversos aspectos de la práctica educativa, sino que me ocupa
para liberarse un poco de su sobrecarga de trabajo”.
Diario de enseñanza 7, 25 de mayo de 2017
Aunque sigo pensando que la profesora no se preocupa tanto, ahora puedo
ponerme en su lugar, y empatizar. Creo que la condición docente, en general, conlleva una
sobrecarga de trabajo, que muchas veces no permite reflexionar y/o dedicarle tanto tiempo
como uno quisiera. Las clases podrían ser mucho mejores si la docente tuviera más tiempo,
y al mismo tiempo, se podría preocupar más por su estudiante en práctica. El mismo 25 de
mayo tengo registrado esto:

“No creo que la disposición de la profesora sea casual. Hay 42 estudiantes en la sala, el
espacio es pequeño, tiene que revisar trabajos en el recreo, entrevistar apoderados antes
de que empiecen las clases, entre otros. Es evidente que la profesora no tiene tiempo para
pensar en la dimensión pedagógica de su practicante.Es complejo pensar en un espacio
dialogante y reflexivo, si no hay tiempo para ello. Se hace muy lógico explicar que me
designe muchas de las tareas que no quiere realizar. Seguramente su sobrecarga laboral,
no permite que tenga el tiempo disponible para realizar todas las tareas necesarias para un
buen desempeño, y a la vez ser respetuoso con su propio cuerpo”.
Diario de enseñanza 7, 25 de mayo de 2017

● Implementación de las clases

Mi primera implementación fue desastrosa. Mi poca experiencia de manejo grupal de


niños y niñas de esa edad, me jugaron en contra. No conocía muy bien a los y las
estudiantes hasta ese momento. Supuse que integrando imágenes, y no haciéndolos
escribir mucho, todo saldría bien. No considere que no les gusta mucho leer, y que un texto
de media plana era demasiado. No logré hacer la clase, el inicio salió más o menos, el
desarrollo mal, y el cierre no alcance. Todo el tiempo hubo ruido en la sala, muchos
estudiantes de pie y jugando.
No tuve la oportunidad de comentar esto con la profesora guía, quien no me dio
tiempo para comentar lo ocurrido. La segunda clase, salió algo mejor, pero de todas formas
fue una clase no lograda. Intente modificar el tipo de clase. Los lleve a una sala sin sillas,
los senté en círculo, los hice moverse, entre otros. Pero de todas formas los y las
estudiantes se distrajeron, muchos no completaron el trabajo realizado, y muchos
simplemente no pusieron atención a la clase. Estaba muy frustrado.
Antes de la tercera clase, le plantee a la profesora que necesitaba evaluar la clase,
antes de volver a implementar. Nos sentamos a conversar lo ocurrido, y me manifestó lo
que ella consideraba que yo estaba realizando mal. En base a estos comentarios, pensé la
siguiente clase. Cabe destacar que, si bien la conversación con la profesora me entregó
varias herramientas, fue fundamental la conversación con mi compañero de ELAB. Éste
significó un punto en consideración mucho más concreto y aterrizados que los comentarios
de la profesora.
La tercera clase salió bien. Maneje mucho mejor al grupo, el inicio salió bien, el
trabajo del desarrollo fue logrado por lo y las estudiantes (en su mayoría, aún no todos), y el
cierre salió casi completo. Después de eso me sentí mucho más en confianza, y perdí los
nervios antes los y las estudiantes. Creo que esto no lo puede enseñar nadie: mirar a todos
y todas. Después de dos clases aprendí cómo se mueven los niños y niñas dentro de la
sala. Hay 5 estudiantes que no leen ni escriben, hay 4 estudiantes que no logran estar más
de cinco minutos sentados, hay 8 estudiantes que si el docente no los hace participar
conversan con alguien, la mayoría no te escuchan si uno está al otro lado de la sala. Estas
son solo algunas de las consideraciones que debo tener a la hora de implementar.
La cuarta clase ya salio muy bien. Logre completar los tres momentos de la clase, la
mayoría de los y las estudiantes desarrolló el trabajo (esto no lo logre con 3 estudiantes, los
que nos saben leer, para los cuales en un futuro debo preparar un material alternativo), y el
cierre salió bien, incluido un ejercicio de metacognición. Ya para la quinta clase, estaba
mucho más suelto que al principio del semestre.

● Relación con la escuela

El CJAL no es el típico colegio frío y calculador que se suele ver. Tiene elementos
de fortalecimiento hacia la comunidad, de colaboración entre docentes, y de trabajo
horizontal. Todo el equipo directivo son docentes, la sala de profesores tienen muchos
elementos propios (calendario con cumpleaños, fotos de movilizaciones, recordatorios sobre
derechos de los trabajadores, etc.), hay un clima de respeto y comunicación bueno, entre
otros. Observó que existe una comunidad de respeto y diálogo.
Incluso no me molestaron los elementos que se relación con la religión. En general,
ésta se ocupa para promulgar el respeto hacia el otro, y el autocuidado (que creo son
valores a rescatar).
Ahora bien, no es lo que yo esperaba. Sé que la Fundación Fe y Alegría, trabaja en
diferentes partes de América Latina desde la educación popular, relacionándose la
comunidad, organizando personas, haciéndose cargo de problemáticas del contexto, entre
otras 2. Esto no lo ví en el CJAL. Si bien hay algunos elementos, como que los y las
docentes se organizan para asistir a las marchas, no observó una escuela que integra a la
comunidad a su proyecto educativo. Muestra clara de esto es que, después de que terminan
las clases, no hay ninguna actividad extra académica. Los y las estudiantes no tienen
actividades autónomas, aparte de lo que los invita la parroquia; no hay un centro de
estudiantes fortalecido; no hay actividades entre apoderados, etc.

Conclusión

A modo de conclusión, puedo decir que mi ELAB III fue profundamente provechosa
para mi formación como docente. Pese a que mi entrada al colegio no fue buena, y al

2 I Marco Raúl Mejía, educador popular colombiano trabaja en Fe y Alegría. He leído un par de texto
de este autor, y me parece un excelente referente en cuanto a educación crítica y a organización de
docentes. De ahí mi particular interés en conocer la forma de trabajo de la escuela.
comienzo la relación con mi profesora guía no fue la ideal, puedo afirmar que la experiencia
aportó considerablemente a mi preparación como profesor.
No comparto con la profesora un fundamento pedagógicos para hacer clases. Sin
embargo, pude aprender mucho de ella. Su trabajo ordenado y metódico, su manejo de
grupo, su capacidad para poner atención a todos los niños y niñas, la forma en que realiza
los cambios entre momentos de la clase. Además, creo que muchos de los elementos que
no comparto con ella, se deben a variables que escapan de sus manos. Es evidente su
sobrecarga laboral, todos los días llevándose cosas para la casa, preocupándose de
atender apoderados antes y después de clases, enviando comunicaciones, imprimiendo
pruebas, teniendo reuniones de coordinación, etc. Seguramente en un comienzo,
simplemente no quería tener una preocupación extra (un practicante). Sigo sin compartir
muchas de sus formas, pero al menos puedo ponerme en su lugar, y justificar algunas de
estas cosas.
Aprendí a hacer clases al segundo básico. Este fue mi mayor desafío durante el
semestre. Me costó mucho encontrar una forma de hacer clases que fuera, por un lado
efectiva, y por otro lado que considerara los intereses y comentarios de los y las
estudiantes. Las clases pueden mejorar mucho más, pero al menos ya me siento con la
confianza de ir probando diferentes herramientas.
En cuanto al colegio, no fue lo que yo esperaba. No veo reflejado un proyecto de
educación popular (al menos como yo entiendo este concepto). Ahora bien, es un espacio
fraterno para trabajar. Los y las docentes conviven con respeto y diálogo. Espero poder
comunicarme o conocer más de este aspecto del colegio el próximo semestre.

Anexos

- Excel enviado por profesora Sandra Amigo (30 marzo)

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