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TEMA 3 Revisado
TEMA 3 Revisado
1.- Introducción.
El lenguaje hace referencia a la realidad en el más amplio sentido de esta palabra: a
la realidad objetiva, a la subjetiva, al mundo social, al moral e incluso, al de la fantasía.
Y esta realidad integral es también el objeto de nuestro pensamiento; por tanto, el
lenguaje y el pensamiento apuntan a la misma cosa, objetivo común de ambas
actividades; siendo así, se plantea el problema de si el hablar es condición del pensar, o,
por el contrario, el pensar condición del hablar; en otras palabras, si el lenguaje es un
reflejo del pensamiento, o el pensamiento una consecuencia del lenguaje. La filosofía y
la lingüística tradicionales consideraban el lenguaje como una imagen del pensamiento,
como un pensar en voz alta; y las palabras como expresión de los conceptos, las frases
como la manifestación lingüística de los juicios, y esta opinión, aunque modificada y
con muchas limitaciones, es sostenida hoy por muchos filósofos, lógicos y lingüistas.
Para los románticos, encabezados por Humboldt, y para los neorrománticos o
neoidealistas, principalmente los alemanes, el hablar es condición del pensar, y el
lenguaje el creador de la representación objetiva y, por tanto, de los conceptos; los
partidarios de esta teoría están convencidos de que sin el lenguaje la categorización
mental de la realidad y, en consecuencia, el pensamiento, son imposibles.
No parece oportuno ni sensato decidirse por ninguna de las dos concepciones; el
lenguaje y el pensamiento, manifestaciones ambos del espíritu humano, se
complementan actuando paralela y solidariamente; el lenguaje necesita del pensamiento
y el pensamiento necesita del lenguaje; entre ambos, entre ambas facultades, logran la
categorización del mundo objetivo y la representación de la realidad en la que el hombre
se halla inmerso. Ha dicho muy bien A. Alonso: “El lenguaje, al aplicar su red de
categorías a la impresión, al organizarla, alrededor de un símbolo, al reducirla a
fórmulas, la transforma de arriba abajo, por dentro y por fuera; y la transforma
precisamente debido a la intromisión de la razón ordenadora, que reduce a leyes el caos
de las impresiones” (“Por qué el lenguaje en sí mismo no puede ser impresionista”, Rev.
de Filología Hispánica, II, 1940, 381); y el filósofo y lingüista Cassirer afirmó: “el
lenguaje no es una traba, no es un freno para la rueda del espíritu; por el contrario, es
como una segunda rueda que corre paralelamente a la primera y sobre el mismo eje”
(Le langage et la costruction..., 42-43). Así mismo el filósofo y lingüista polaco Adam
Schaff dice que “el pensamiento y el uso del lenguaje se deben concebir como dos
partes de un proceso único del conocimiento de sí mismo, y la comunicación del
resultado de este conocimiento a los demás” (Lenguaje y conocimiento, México 1967,
205).
La relación que mantienen lenguaje y pensamiento es un problema que no sólo
compete a la lingüística, sino a otras disciplinas como la sicología y la filosofía. De ahí
que para estudiar este asunto en toda su dimensión vayamos a abordarlo desde cuatro
puntos complementarios: la ontogénesis, o nacimiento del lenguaje en el individuo; el
procesamiento del lenguaje desde el punto de vista de la sicología del enunciado y la
neurolingüística; los fundamentos lógicos y sicobiológicos y culturales de la sintaxis,
haciendo hincapié en las posibles homologías entre la forma lógica y la forma
gramatical de los enunciados; y, por último, la relación entre conciencia y lenguaje.
2.- La ontogénesis.
Para Chomsky la ontogénesis se relaciona con la estructura profunda e innata que
todo individuo posee: ésta es el conjunto de estructuras universales de la frase, y es de
índole sintáctica. A la estructura profunda se le añade una teoría heurística por la que el
individuo decodifica la sintaxis del idioma particular, que le viene del exterior. Para él,
por tanto, la ontogénesis tiene su origen en una aportación orgánica puramente
lingüística. En un principio fue apoyado por la escuela innatista, para la que la
adquisición del lenguaje se da por una predisposición biológica innata en el hombre.
No obstante, ya Jakobson le criticó a Chomsky que se valiera de un método
deductivo analítico. De esa manera, le arguyó, no se podían aclarar las verdaderas
causas neurobiológicas del lenguaje. Esta fue la tarea emprendida en parte por Piaget:
para éste, toda conducta humana se relaciona con la maduración de una aportación
orgánica. El lenguaje, concretamente, se relaciona con el desarrollo de la inteligencia, y
no con una maduración cognitiva no específicamente lingüística, como afirmaba
Chomsky. Tal desarrollo de la inteligencia y su concreción en el fenómeno del lenguaje
es como sigue:
Inteligencia sensorio-motora: El individuo siente sensaciones y articula
movimientos: coordina éstos y los va asociando a resultados externos hasta ser
capaz de llevar a cabo voluntariamente una pauta motora en busca de un
determinado resultado externo. Así sucede con la emisión de los primeros
fonemas. En esta etapa la madre adecua su lenguaje al niño mediante el baby
talk. Desde el tercer mes la madre potencia los sonidos pertinentes de entre el
balbuceo, que no es más que una respuesta acústica no diferenciada. Con el
tiempo el niño, por refuerzo materno, va adecuando las pautas motoras de sus
órganos articulatorios hasta conseguir un determinado resultado externo: los
primeros fonemas. El niño empieza por esbozar las primeras vocalizaciones, ya
en el sexto mes reconoce y enuncia algunos rasgos suprasegmentales; en el
décimo mes el niño es capaz de diferenciar un buen número de fonemas. No
obstante, la fonética no termina de alcanzarse hasta los cinco o los seis años, pues
no sólo es aprendida por discriminación auditiva, sino también por el propio uso
del lenguaje: las diferenciaciones fonéticas son relevantes en la medida en que
sirven de soporte a distinciones de significado.
Inteligencia simbólico-representativa (o simpráxica, según la terminología de
Luria): Llega a evocar con pautas motoras realidades ausentes, es decir símbolos,
mediante determinadas pautas motoras. Esta inteligencia puede ser alcanzada por
los chimpancés. Vigotsky le adujo a Piaget que es el lenguaje el que genera la
inteligencia simbólica y no al revés: Piaget le respondió que los sordomudos,
carentes de lenguaje, también poseen esta inteligencia.
Inteligencia constructivo-operatoria (o sinsemántica, según la terminología de
Luria): El niño adquiere la sintaxis y combina símbolos mentalmente, alcanzado
una etapa de la inteligencia exclusivamente humana.
Estas dos últimas inteligencias suponen la adquisición de la morfología y la sintaxis.
El niño adquiere los primeros símbolos y recibe las primeras valencias semánticas de
los términos categoremáticos, es decir, el plus de sentido derivado del uso de los verbos,
los adjetivos, los nombres y los adverbios. Esta habilidad empieza a consolidarse entre
los dieciocho y los veinte meses, cuando el niño es capaz de emitir una holofrase, es
decir un núcleo semántico que todavía no ha admitido las valencias sintácticas: por
ejemplo ¡agua! Cuando el niño quiere decir Mamá dame un vaso de agua.
El dominio total de la sintaxis se produce a los tres años, cuando el individuo es
capaz de crear emisiones cuyo significado no sea una mera yuxtaposición de elementos
sino cuando la construcción sea desde el punto de vista sicológico una gestalt, es decir,
un todo orgánico donde el significado y el lugar que ocupa cada elemento le viene dado
por su relación con los demás componentes de su misma construcción. De este modo se
da una semántica química, no aditiva, que demuestra que se han adquirido las valencias
sintácticas y semánticas y los términos sincategoremáticos, o relacionantes.